El Libro de Melquisedec
El Libro de Melquisedec
El Libro de Melquisedec
Introducción
El Libro de Melquisedec es una traducción al español de uno de los Rollos
del Mar Muerto encontrado en la cueva número 11, en el desierto de
Qumrán, al norte del Mar Muerto. Algunos le llaman el Gran Rollo de
Melquisedec, ya que en su estado original, consiste en un conjunto de 7
rollos cosidos entre sí.
Aún hoy en día todos aquellos que con sinceridad así lo deseen, pueden
constatar este hecho, al observar cuidadosamente lo que se sabía en el
mundo con respecto al Plan de Dios para Sus hijos, y hacer un comparativo
sencillo de lo que ahora podemos saber gracias a la aparición del Libro de
Melquisedec, gracias a las bendiciones que el Eterno nos concede en esta
nuestra generación al revelarnos más de Su Palabra.
Entendemos por experiencia personal, que las personas que finalmente
reciban en sus vidas el Libro de Melquisedec como Escritura Sagrada, lo
habrán alcanzado hasta después de recorrer un camino de conversión a la
Luz adicional que el Creador revela en este manuscrito, ya que ampliara el
conocimiento verdadero anteriormente recibido en Sus otras Escrituras.
¡Oh! ¿Cómo contener mis lágrimas ante las Dádivas de Su Amor? Mi corazón
se desborda al reconocer y considerarme ser "lo débil del mundo", y en
esta humilde condición el Eterno aún así obra por nuestro conducto. Mi
hermano y yo no imaginamos ni mucho menos planeamos todo esto que el
Señor nos ha concedido concerniente a los misterios y revelaciones del
Libro de Melquisedec. Es Su Obra la que se efectúa, no la nuestra.
Bendecimos el camino que comenzarán todos aquéllos que reciban con
sinceridad de corazón, humildad y fe estas cosas. El Mesías, Aquél que nos
amó desde el principio, Aquél a quién amamos desde el
principio, manifestará la Eternidad de Su Amor a través de Sus palabras
registradas en el Libro de Melquisedec, nuestro amado Libro.
EL LIBRO DE MELQUISEDEC
Una Revelación del Verdadero
Carácter del Mesías
03-2010-092710012600-01
Explicación Preliminar
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Enoch Mucheroni por permitirnos llevar a cabo esta traducción y
por la valiosa ayuda que a través de su página de internet nos brindó con libre acceso a
su extensa información; así como también a la Biblioteca Huntingdon de los Ángeles
California. A Pedro Gringoire por sus valiosas investigaciones y clara información que
han ayudado a muchos estudiosos investigadores a valorar los rollos y el hallazgo
mismo. Y para un mayor enriquecimiento intelectual, recomendamos al lector
extensamente los artículos informativos, libros y contenidos en internet de estas fuentes
relacionadas con estos temas. Así mismo agradecemos a todos aquellos que de alguna
manera han contribuido a la realización de esta obra.
Gracias.
Capítulo 1
Abraham es informado de la batalla en la cual Lot y muchos son llevados cautivos. Abraham recibe
mandamientos del Eterno a fin de efectuar la “Gran Liberación”, esto es, convocar y preparar a sus
pastores, y preparar un vaso con características especiales.
1 Estaba descansando bajo la sombra del Roble de Mambré junto a mi tienda, cuando vi
llegar apresuradamente a uno de los siervos de mi sobrino Lot. Casi sin aliento, él
comenzó a relatarme sobre la tragedia: Hubo el día anterior una batalla entre las
ciudades de la planicie, implicando a cuatro reyes contra cinco. Como resultado,
Sodoma fue derrotada y muchos de sus habitantes llevados cautivos, entre ellos mi
sobrino Lot. La noticia me dejó muy afligido, pues al mismo tiempo en que sentía que
era preciso salir en su ayuda, me veía fragilizado, sin ninguna condición.
2 Siempre fui un hombre pacífico y detesto a aquellos que derraman sangre. Tengo
muchos siervos, pero pocos saben manejar espadas y lanzas, pues desde la infancia han
sido entrenados como pastores. En lugar de espadas y lanzas, ellos manejan bordones
con los cuales conducen los rebaños; En lugar de escudos, ellos cargan vasos en sus
cinturas, siempre llenos de agua fresca, para matar su sed y refrescar a las ovejas
afligidas; En lugar de vino para embriagarse, cargan sujeto a sus cintos pequeñas botijas
con aceite de olivo, con los cuales ungen las heridas del rebaño; En lugar de trompetas
resonantes, ellos soplan en cuernos pequeños, con los cuales convocan al rebaño hacia
el corral.
3 Imaginando como sería un combate entre mis siervos y los ejércitos de aquéllos
cinco reyes victoriosos, comencé a reír. Mientras reflexionaba, la voz de Aquél que
siempre me guía, resonó en mis oídos, diciendo:
4 — ¡Abram, Abram! No menosprecies los instrumentos de los pastores, pues
santificados por el fuego del sacrificio, habrán de conquistar la gran liberación. —
5 El Eterno comenzó a darme órdenes, haciéndome avanzar por la fe, sin saber como tal
liberación habría de realizarse.
6 El primer paso fue la convocación de todos los pastores que, dejando a sus rebaños, se
dirigieron al Roble de Mambré, trayendo sus instrumentos pastorales. Eran en total
seiscientos pastores.
7 Ordené que vaciaran los jarros, colocando en ellos el aceite de la botija.
8 Después de cumplir ellos esta orden, pedí que tomara cada uno la lana de una oveja,
mezclándola con el aceite de los jarros.
9 Después de estas cosas, Yahwéh me mandó tomar un vaso grande de barro, llenándolo
hasta la mitad con el aceite de olivo.
10 Al concluir esta tarea, el Señor me mandó hacer una larga mecha de lana, enroscando
la mitad dentro del aceite y dejando la otra parte apresada encima del vaso.
11 Después de estas cosas, Yahwéh me ordenó encender la mecha, con el fuego del
altar. Al aproximarme al fuego sagrado que todavía ardía sobre el sacrificio de la
mañana, una pequeña flama saltó hacia la mecha, y poco a poco se fue alimentando del
aceite, hasta convertirse en una llamarada que podía ser vista de lejos.
Capítulo 2
Abraham lleva el vaso sobre sus hombros. Sufrimientos y pruebas en su jornada. Muchos no soportan la
vergüenza y abandonan a Abraham. Incredulidad de Sara.
1 Con el vaso en los hombros, inicié una caminata rumbo a las ciudades de la planicie,
siendo acompañado por los pastores. Luego comenzaron a surgir escarnecedores que, al
verme con aquel vaso incandescente en pleno día, comenzaron a decir que yo estaba
loco. Al esparcirse esta noticia, muchos vinieron a mi encuentro, trayendo consejos para
que yo abandonara aquel vaso que sería capaz de destruir toda mi reputación y dignidad
delante de todos ellos.
2 Cuando yo les hablé sobre los ejércitos y sobre mi misión conjunta con los pastores,
ellos concluyeron que de hecho yo estaba loco. Intentaron tirarme el vaso por la fuerza,
mas aferrándome a el, impedí que lo tiraran de mí.
3 Avergonzados ante todo esto, muchos pastores comenzaron a separarse: algunos
regresaron hacia sus tiendas mientras que otros se unieron a aquéllos que se reían de mi
comportamiento extraño.
4 Sintiéndome solo con aquel pesado vaso sobre los hombros, comencé a angustiarme.
Anhelaba encontrar a alguien con quién pudiera compartir mi experiencia, más todos
me lanzaban miradas de desaprobación.
5 Me acordé de Sara, mi amada esposa; En obediencia a la voz de Yahwéh habíamos
transitado por muchos caminos, estando Sara siempre a mi lado, animándome a
proseguir precisamente en los momentos más difíciles. Con certeza Sara me traería
consuelo y fuerzas para continuar firme, conduciendo el vaso de la salvación.
6 Mientras que avanzaba por el camino pensando en Sara, la vi en medio de la multitud.
Al dirigirme a ella, me vi sorprendido y desalentado al ver en sus ojos el mismo
menosprecio de aquéllos que me llamaban loco por conducir en pleno día la llama que
se había desprendido del al-tar.
7 Acordándome de la orden de Yahwéh de que tendría que liberar a mi sobrino Lót, fui
andando solo por el camino; Al colocarme en el lugar de aquéllos que me llamaban
loco, yo les daba la razón, pues en condiciones normales, ninguna persona coherente
saldría de casa, sin un rumbo definido, llevando en la espalda en pleno día un vaso con
una llamarada, afirmando estar marchando contra los ejércitos de cinco reyes, para
liberar un pariente. Realmente da a entender que se trata de la manifestación de una gran
locura. Precisamente así, bajo el rencor de todas las humillaciones y palabras que
hablaban contra mí, yo avanzaba rumbo al valle desconocido.
8 Toda aquella burla fue finalmente disminuyendo, a medida en que me distanciaba del
Roble de Mambré.
9 Comenzaron a sobrevenir a mi corazón muchas dudas en cuanto a mi futuro. Estaba a
veces afligido con el pensamiento de todo lo que había experimentado, desde la
convocación de los pastores hasta ese momento, podría ser, de hecho, demostraciones
de una locura.
10 Lleno de dudas, comencé a pensar en la posibilidad de abandonar el vaso al lado del
camino, regresándome junto al altar. Ésos eran los consejos de algunos pastores y
amigos que, condolidos de mi soledad, todavía venían a mi encuentro, aconsejándome a
que volviera; Allí, decían, que yo podría conquistar nuevamente la confianza de los
pastores, volviendo a ser, quizás, hasta el mismo sacerdote honrado como antes lo era.
Sobre el altar, decían, que había un fuego mucho mayor que aquél que yo cargaba en los
hombros.
11 Estaba a punto de regresar, cuando Sara vino a mi encuentro, contándome sobre el
desprecio que muchos pastores lanzaban contra mí; Ella estaba consternada, pues toda
aquella deshonra, recaía también sobre ella, al punto de no sentir más deseos de
permanecer junto a aquél altar.
12 Después de alertarme, Sara comenzó a hablarme de un plan: Podríamos, quizás,
mudarnos a una ciudad distante, donde olvidaríamos todas aquellas vejaciones.
13 Olvidándome de la voz que me había mandado seguir rumbo a la planicie, contesté a
mi esposa que yo estaría dispuesto a acompañarla a cualquier lugar, si ella permitía que
yo llevara el vaso. Él sería nuestro altar, calentando e iluminando nuestras noches con
su llama.
14 Al oír sobre el vaso, Sara volvió a enojarse, afirmando no entender mi terquedad al
continuar llevando sobre los hombros aquel símbolo de vergüenza y desprecio. Después
de decirme tales palabras, me volvió la espalda regresando hacia la tienda.
Capítulo 3
Abraham entiende el significado del vaso. Abraham protege a la pequeña llama de los fríos vientos.
Muchas ovejas siguen a Abraham. Abraham, andando solo, sigue el rastro. Los ejércitos se burlan de
Abraham y amenazan con el exterminio de los cautivos.
1 Angustiado por no poder realizar el sueño de Sara, proseguí rumbo al futuro incierto,
siendo orientado únicamente por la llama, cuyo brillo aumentaba a medida en que las
tinieblas se hacían más densas. Comencé entonces a meditar sobre aquella llama que me
acompañaba con su brillo y calor.
2 Yo estaba acostumbrado a ver el Fuego Sagrado entronizado sobre un gran altar de
piedras, en medio de las alabanzas de muchos pastores, de entre los cuales yo me
destacaba como maestro y sacerdote. En aquellos momentos de adoración, yo me vestía
con los mejores mantos, y hacía la pregunta de realizar el sacrificio, solamente cuando
todos mis siervos estuviesen reunidos a mi alrededor, para que escuchasen mis consejos
y advertencias. En la hora del sacrificio, yo levantaba hacia el cielo mi espada
desenvainada, y, con palabras amedrentadoras, proclamaba la grandeza del Señor de los
Ejércitos, El Dios Todopoderoso que domina sobre los Cielos y la Tierra. Vibrando la
espada en el aire en un movimiento amenazador, yo representaba delante de mis
pastores, la imagen de un Dios severo, que siempre esta listo para repeler cualquier
confrontación. Después de esa demostración de soberanía y poder, tomaba yo una oveja
de las manos de un pastor, y la amarraba sobre el altar. Para que estuviese bien clara la
ira divina, pinchaba yo sobre su cuello, golpeándola severamente, hasta verla perecer.
En aquel momento yo descendía del altar, y permanecía esperando el Fuego Sagrado
que jamás dejó de manifestarse sobre el sacrificio.
3 Yo había aprendido desde la infancia a reverenciar el Fuego Sagrado, creyendo que
ello era una revelación visible de Yahwéh, el Gran Dios Invisible. Hasta entonces, yo lo
veía como un Fuego Único e Indivisible. Ahora, al transportar en un humilde jarro la
llama que se había desprendido del altar, mis pensamientos se agitaban con el
surgimiento de un nuevo concepto sobre el Creador: el concepto de un Dios Sufridor
que es capaz de desprenderse del Gran Yahwéh, representado por el Fuego Sagrado,
para acompañar al pecador en su jornada.
4 Arrepentido, me postré delante del vaso y lloré amargamente. Tenía ahora conciencia
de que todo el celo demostrado junto al Altar, tenía como finalidad la exaltación de mi
orgullo, y no la del amor de Aquél que me acompañaba por el camino.
5 Súbitamente, se me grabó en la mente la convicción de que aquella pequeña llama que
se había desprendido del Fuego Sagrado, era una representación del Mesías, que Se
desprendería del Gran Yahwéh, para ser el Dios Con Nosotros, compañero en todas
nuestras jornadas. Al sobrevenirme esta convicción, la llama se alegró, tornándose más
brillante y calurosa.
6 Con el corazón transformado, proseguí por el camino rumbo al valle, llevando en los
hombros el jarro que me había traído después de tanto desprecio, la alegría de una nueva
revelación sobre el carácter del Creador.
7 Momentos difíciles comenzaron a surgir en mi camino, cuando fríos vientos venidos
del mar salado comenzaron a arremeterse contra la pequeña llama, pro-curando
apagarla. Yo la amparaba con mi cuerpo, andando muchas veces de lado e igualmente
de espalda, mas siempre avanzando rumbo al valle.
8 Al romper la luz del día, me encontré a un paso de la planicie. Comencé a encontrar
por el camino muchos rebaños que eran conducidos por rudos pastores. A medida en
que avanzaba entre ellos, surgían tumultos y confusiones, pues muchas ovejas y cabras
se asustaban con mi vaso ardiente, dispersándose por todas partes. Esto hizo que la
mayoría de los pastores estu-viesen irritados contra mi presencia en su medio.
9 Sabiendo que no podría permanecer retenido en ese valle, proseguí de frente rumbo a
Sodoma. Mientras que avanzaba, comenzó a suceder algo interesante: muchas ovejas,
tiernas y sumisas, comenzaron a acompañarme. Eran pocas al principio, pero poco a
poco su número fue aumentando, hasta que comencé a caminar con dificultad, debido al
gran número de ovejas que me seguían. A lo lejos yo podía ver a los pastores,
enfurecidos, por la pérdida de sus ovejas más bonitas.
10 Al llegar a la Ciudad de Sodoma, la encontré vacía y devastada. Siguiendo los rastros
dejados por los ejércitos y por la multitud de cautivos, fui aproximándome cada vez más
al blanco de mi misión. Al llegar a la campiña de Dan, pude avistar a lo lejos el gran
campamento de los soldados, al pie de una colina. Sin prisa, me encaminé hacia allá,
conduciendo a mi nuevo rebaño.
11 Desde lo alto del monte, pude observar el campamento en toda su extensión. Había
millares de soldados conmemorando su victoria; Mientras que, centenares de cautivos
yacían amontonados en medio del campa-mento, humillados y sin esperanza. Ante esa
escena, estuve imaginando cómo se podría realizar la liberación.
12 Mi presencia despertó la curiosidad de algunos soldados que, al verme con el vaso
fumigante, se aproximaron y comenzaron a burlarse. Cuando me preguntaron el motivo
de mi presencia en aquel lugar, les dije que venía a liberar a mi sobrino Lót. Mis
palabras se tornaron en motivo de muchas bromas en todo el campamento; Después de
esto, comenzaron a mofarse de Lót.
13 En poco tiempo, toda aquella burla se transformó en gritos de venganza, y
proclamaron que, a la mañana siguiente, todos los cautivos serían exterminados,
comenzando por mi sobrino.
Capítulo 4
Abraham se reconforta con la llegada de sus pastores y aliados. Los pastores aprendieron a amar la luz
del Vaso. Lealtad de los aliados de Abraham. Orientado por la Voz Divina, Abraham da instrucciones
estratégicas. La lamparilla de Lot. Confusión y matanza entre los ejércitos enemigos.
1 Mientras intentaba imaginar lo que Yahwéh podría hacer para alcanzar tan milagrosa
liberación, vi surgir a lo lejos un grupo de pastores que se encaminaban en dirección
mía, viniendo de Sodoma. Pensé al principio que eran los pastores enemigos que venían
a arrancarme el rebaño conquistado con amor. Tal desconfianza pronto desapareció,
dando lugar a un sentimiento de mucha alegría, cuando descubrí que eran mis fieles
pastores. Ellos se fueron aproximando en pequeños grupos de doce, hasta alcanzar el
total de 300 pastores. Al mirar hacia ellos, pude notar en sus semblantes las señales de
una gran lucha espiritual que tuvieron que enfrentar, para estar de mi lado. Me contaron
acerca de la experiencia de muchos compañeros que, desanimados, habían lanzado el
aceite y la lana fuera de sus vasos, regresándose hacia sus tiendas. Me hablaron de
como, en aquella noche anterior, habían aprendido a amar la luz de mi vaso, que para
ellos se convirtió como en una estrella guía.
2 Me alegraba con la presencia de mis humildes pastores, cuando llegaron en dirección
nuestra Aner, Escol y Manre, acompañados por quince hombres armados; Eran fieles
amigos que, conociendo los peligros que enfrentaríamos en aquel valle, vinieron en
nuestra ayuda. Para que no aplazáramos el plan divi-no, les pedí que permanecieran
escondidos hasta el amanecer, cuando recibirían orientaciones sobre cómo participar en
la misión.
3 Comencé a orientar a los pastores, siguiendo las instrucciones de La Voz Divina que
me sonaba desde dentro de la llama: La primera tarea de los pastores, sería cuidar del
rebaño hasta el anochecer.
4 Al volver, ordené que amarraran las madejas de lana empapadas en aceite, en la punta
de sus bordones, colocándolos dentro de los vasos que, deberían mantenerse
suspendidos, boca abajo.
5 Comencé a encenderlos con el fuego de mi llamarada, hasta que las trescientas
antorchas estuvieron ardiendo, aunque, ocultas, en el interior de aquellos vasos.
6 Ordené a cuarenta de mis valerosos pastores que, en el momento indicado por una
señal que sería dada, deberían avanzar silenciosos hacia el centro del campamento,
circundando a todos los cautivos que yacían amontonados en medio del campamento de
las tropas. Al mismo tiempo, los 260 pastores restantes, deberían rodear todo el
campamento, esperando la señal de romper los vasos con los cuernos.
7 Orientado por La Voz de la Llama, les indiqué las señales: Cuando la última antorcha
se apagase en el campamento, deberían estar atentos, pues una pequeña lamparilla sería
encendida por uno de los cautivos. Tan pronto como la lamparilla comenzase a arder,
deberían correr cada uno hacia su puesto, evitando cualquier ruido, para no ser
descubiertos.
8 La señal para ellos de quebrar los vasos con los cuernos, levantando muy en alto la
antorcha, sería el apagar de la lamparilla.
9 Después de esas orientaciones, los 260 pastores, ocultos por las sombras de la noche,
se esparcieron por el valle, y estaban esperando el momento de colocarse alrededor del
campamento; Mientras tanto, los 40 se colocaron próximos a un pasaje más vulnerable,
a través del cual habrían de alcanzar a los cautivos.
10 Era ya alta noche cuando la antorcha del último soldado se apagó, sobreviniendo una
completa oscuridad y silencio sobre el campamento de las tropas.
11 Entre los cautivos, había un hombre en aquella noche, que vivía la mayor angustia de
su vida. Era mi sobrino que, después de convertirse en el blanco de tantos abusos y
humillaciones, había tomado conocimiento del castigo que les esperaba al amanecer.
12 En aquella noche, Lot tenía sus pensamientos vueltos hacia su tío; se acordaba con
arrepentimiento del momento en que me había dejado junto al Roble de Mambré,
mudándose hacia las campiñas de Sodoma. En su desesperación, sintió deseo de volver
a ver mi faz y de pedirme perdón por haberse apartado de mí. Justamente en aquel
momento, Lot fue atraído por el brillo de una antorcha que ardía sobre la colina. Al
mirar el brillo, imaginó estar teniendo una visión, pues ello mismo le revelaba la faz de
su querido tío.
13 Queriendo mostrarme su rostro, Lot palpó en medio de las tinieblas hasta encontrar
una pequeña lamparilla que había traído en su alforja. Frustrado, percibió que no había
en ella nada de aceite. Concluyó que aquella lámpara apagada y seca, era un símbolo de
su vida vacía y sin fe.
14 Sin desviar los ojos de mi rostro iluminado por la llama del vaso, en un desesperado
gesto de fe, Lot palpó la mecha de su lamparilla, descubriendo que había en ella un
residuo de aceite. Curvándose, comenzó a herir las piedras del fuego, hasta que una
chispa saltó hacia la mecha. Sin saberlo, Lot estaba comandando con sus gestos, los
pasos para una gran liberación.
15 Los trescientos pastores al ver el tenue brillo de la lamparilla, se encaminaron
rápidamente hacia sus puestos, y, permanecieron aguardando el apagar de la pequeña
llama.
16 Desde el momento en que Lot se levantó con su diminuta llama, yo estaba mirando
hacia sus ojos que miraban los míos. Vi que su faz traía señales de inenarrable angustia
y malos tratos. Así mismo, pude leer en sus ojos azules, que la esperanza y la fe todavía
no le habían abandonado.
17 El pequeño fuego de la lamparilla de Lot, con todo, no resistiría por mucho tiempo.
Era necesario que se apagase, para señalizar la gran victoria.
18 Cuando la oscuridad volvió a cubrir la faz de Lot, mis trescientos pastores
arremetieron sus cuernos contra los vasos que mantenían ocultas las antorchas ardiendo.
Un gran ruido, como de caballería en combate resonó por todas partes, mientras que las
antorchas eran suspendidas. Los trescientos cuernos utilizados hasta entonces para
conducir el rebaño, sonaban ahora como trompetas de conquistadores.
19 Todo el campamento se despertó de un solo brinco, y, sin saber cómo escapar de tan
terrible investida que partía de afuera y de adentro, los soldados comenzaron a luchar
entre sí mismos, mientras que mis pastores permanecían en sus puestos, haciendo sonar
los cuernos.
20 Los cautivos, estuvieron muy espantados al principio, mas poco a poco fueron
tomando conciencia de la gran liberación que estaba operándose en su favor.
21 Cuando amaneció, se reveló ante nuestros ojos un escenario de completa
destrucción; Todo el pueblo estaba cubierto por millares de cuerpos rasgados por sus
propias espadas y lanzas. Solamente unos pocos consiguieron huir de aquel
campamento de muerte, mas fueron perseguidos por mis dieciocho aliados que estaban
armados, siendo alcanzados en Hobá, que esta a la izquierda de Damasco, mientras
tanto, los cautivos, ahora liberados, recuperaban todas las riquezas de que habían sido
saqueados por los enemigos.
Capítulo 5
La Gran Liberación representa la liberación de Israel en los últimos días. Abraham descubre que La
Gran Liberación se concretizó en Rosh Hashaná. Abraham predica la fe en el Mesías a los cautivos
liberados invitándoles a purificarse en agua, solo tres lo aceptan. Abraham rechaza la oferta del rey de
Sodoma. Abraham y los fieles deciden conmemorar la fiesta de Sukot en Salem. Las Perlas del Vaso.
Bienvenida festiva en Salem. El encuentro de Abraham y Melquisedec. (Véase Crono. 1, 2 y 3)
Capítulo 6
Grandes revelaciones de Melquise-dec y su pueblo. Los vencedores son coronados. Al ser coronado,
Abraham se conmueve al observar heridas profundas en las manos de Melquisedec. Melquisedec promete
relatar su historia. Melquisedec, al partir el pan y el vino, es honrado. Las 144 perlas como diezmo. Las
instrucciones y profecías de Melquisedec.
Capítulo 7
Capítulo 8
Continúan las predicciones de Melquisedec. Abraham y sus pastores proclaman la salvación represen-
tada por la historia del vaso y su llama redentora. Otorgan perlas a los creyentes. Un tiempo de opor-
tunidad antes de la calamidad. Las perlas del vaso no tenían significado para Sara.
Capítulo 9
Abraham intenta convencer a Sara sin tener éxito. Abraham recibe con hospitalidad a tres peregrinos. El
Señor convierte a Sara y le bendice, le entrega dos perlas, una para ella y otra para su hijo. Abraham
cae a los pies de su Redentor y recibe la última perla.
Capítulo 10
Abraham acompaña al Señor hasta la colina desde donde el Señor envía a sus dos compañeros a una
misión. Yahwéh se lamenta por la destrucción que habrá de sobrevenir a los habitantes de las ciu-dades
de aquel hermoso valle. Abraham intercede por aquel pueblo. No había diez justos en Sodoma y
Gomorra. Lamentación de Yahwéh. Los dos compañeros son enviados para rescatar a Lot y sus hijas.
Abraham se postra agradecido a Yahwéh por la intervención en el rescate de sus familiares.
1 Después de estas cosas, Yahwéh se despidió de Sara y de los pastores que allí se
encontraban, y me invitó a que los acompañara hasta la colina que esta frente al
valle. Cuando llegamos a aquel lugar, el Eterno se despidió de sus dos compañeros,
enviándolos a una misión especial en Sodoma.
2 De la cima del monte contemplábamos los fértiles valles y bosques que, como un
paraíso, se extendían en ambos márgenes del río Jordán, circundando las prósperas
ciudades, dentro de las cuales se destacaban Sodoma y Gomorra.
3 Fue sobre aquella colina que, después de la contienda entre mis pastores y los
pastores de Lot, le di la oportunidad de escoger el rumbo a seguir, pues no
podríamos permanecer juntos. Atraído por las riquezas de la campiña, él decidió
mudarse hacia allá.
4 Al mirar hacia mi compañero que permanecía en silencio desde el momento en
que vimos la campiña, me sorprendí al verlo llorando. Le pregunté el motivo de su
tristeza, y Él, sollozando respondió:
5 —Este es para mí un día de mucha tristeza, pues por última vez mis ojos podrán
posarse sobre este valle fértil. ¡Lloro por los habitantes de esas ciudades que no
saben que sus días acabarán!—
6 La declaración de Yahwéh me trajo el recuerdo de todos aquéllos cautivos que
habían sido liberados seis años antes; lamentablemente, casi todos rechazaron el
baño de la purificación, regresando inmundos hacia sus casas; Únicamente Lot y sus
hijas aceptaron la salvación, tomando posesión de sus perlas. Pensando en alguna
posibilidad de liberación para aquél pueblo, pregunté al Señor:
7 — ¿Y si acaso existe en aquellas ciudades, cincuenta personas justas, aún así
serían ellas destruidas?—
8 Yahwéh me dijo que si hubiese cincuenta justos, toda la planicie sería perdonada.
9 — ¿y si hay 45 justos?—
10 —Si hubiese allí 45 justos, todas aquellas ciudades serían perdonadas. —
11 Continué con mis indagaciones hasta llegar al número diez. Yahwéh me dijo que
si hubiese 10 justos en aquellas ciudades, toda la planicie sería perdonada.
12 Torturado por una inexpresable agonía de espíritu, Yahwéh volvió a llorar
amargamente, mientras que con voz embargada, pronunciaba un triste lamento:
13 —Sodoma y Gomorra, cuántas veces quise Yo juntar a tus hijos, como la gallina
junta a sus polluelos debajo de las alas, mas vosotras no aceptasteis mi protección.
¡¿Por qué es que vosotras cambiasteis la luz de mi salvación, por las tinieblas de este
reino de muerte?! ¡Mis oídos están atentos en busca de, por lo menos una plegaria,
mas todo es silencio! ¡Mis manos están extendidas, prontas a impedir el fuego del
juicio, mas vosotras rechazáis mi socorro!—
14 Inclinándome al lado de mi sufridor compañero, me uní a Él en la lamentación.
En aquel momento de dolor, tuve la certeza de que Melquisedec también sufría por
todos aquellos que habían cambiado el amor y la paz de Salem, por las ilusiones de
aquel valle de destrucción.
15 Después de un largo llanto, Yahwéh me consoló, con la revelación de sus dos
compañeros, se encontraban en aquel momento en Sodoma, con la misión de salvar a
Lot y a sus hijas librándoles de la muerte. Sus palabras me trajeron gran alivio, y me
postré agradecido a sus pies.
Capítulo 11
Yahwéh comisiona a Abraham registrar en un rollo la historia del Vaso, así como la historia de Salem,
para posteriormente entregarlo dentro del Vaso a Melquisedec. Destrucción de Sodoma y Gomorra.
Abraham se lamenta en extremo.
1 Antes de partir, Yahwéh me encargó una misión, diciendo:
2 —Toma un rollo vacío y registra en él la historia del vaso y la historia de Salem,
conforme oísteis de los labios de Melquisedec. Dentro de un año, tú y todos aquellos
que aceptaran la salvación, deberán subir a Salem para la fiesta de Sukot; En aquel
día, devolverán al rey de Salem el vaso, ofreciendo dentro de él como presente, el
rollo. —
3 En aquella misma tarde, en obediencia a las órdenes de Yahwéh, comencé a
registrar la historia vivida por mí y por mis pastores, desde el momento en que partí
rumbo al valle, llevando sobre la espalda el vaso con su llamarada.
4 Al día siguiente, el sol ya iba alto, cuando, al mencionar la ciudad de Sodoma en el
manuscrito, recordé que aquel era el día de su destrucción. Con el corazón
acelerado, corrí hacia allá y me quedé espantado con el escenario que se extendió
delante de mis ojos: En lugar de aquél valle fértil, semejante a un paraíso, había un
desierto humeante, sin vida alguna; En lugar de las ciudades de Sodoma y Gomorra,
había un cráter profundo, hacia donde las aguas del mar salado escurrían.
5 Quebrantado ante esa visión de destrucción, volví a la tienda con el corazón
entristecido. El recuerdo de tantas personas que, por rechazar el perdón divino,
habían sido consumidas por el fuego, me dejaba profundamente debilitado. En los
días siguientes, no encontré fuerzas para escribir; Regresé otras veces a la colina,
con la esperanza de que todo aquello fuese una pesadilla, pero en lugar del valle
fértil yo solamente conseguía percibir aquel caos.
6 Demoré varios días para que yo volviera a tener el ánimo de proseguir con los
escritos del rollo.
La Historia de Salem
(Un relato escrito por Abraham)
Capítulo 1
Adonías, hombre justo, busca alcanzar su sueño de justicia y paz. Escribe en un pergamino las leyes que
regirían el nuevo reino de paz. Inicia la edificación de Salem, la cual esta destinada únicamente pa-ra los
limpios de corazón.
Capítulo 2
Capítulo 3
Las sublimes composiciones de Melquisedec inspiraban al pueblo a actos de bondad y paz. La música
preservando la armonía y la paz. Samael, compañero inseparable de Melquisedec. Revelaciones impor-
tantes de Adonías a su pueblo sobre el futuro gobierno de una Salem victoriosa. Samael, guardián de las
leyes.
1 Salem crecía en felicidad y paz. Con alegría, los súbditos se reunían cada día al
amanecer para oír, cantar y tocar las sublimes composiciones de Melquisedec, que
inspiraban a actos de bondad y paz.
2 Entre las amistades nacidas y fortalecidas en virtud de la música armoniosa,
sobresalía aquélla que unía al príncipe con Samael. Desde que había comenzado a
residir en la mansión del monte, Samael se había convertido en su compañero
constante. Juntos pasaban largas horas, meditando sobre las leyes del pergamino.
Con admiración, el súbdito honrado veía al hijo de Adonías transformar aquellas
leyes en lindas canciones. Las dulces melodías nacían de sus labios como el perfume
de una flor.
3 Consiente de la importancia de la música en la preservación de la armonía y paz en
Salem, el príncipe, además del canto, comenzó a dedicarse a la música instrumental,
siendo su instrumento preferido el laúd. Era por medio de ese instrumento que
conseguía expresar con mayor perfección la riqueza de su alma.
4 De los seis años de prueba, cinco, finalmente pasaron. Adonías, feliz de ver que
hasta entonces todos los habitantes de Salem habían permanecido leales a los
principios contenidos en el pergamino, los convocó a un banquete, en el cual haría
importantes revelaciones.
5 Habiendo tomado sus lugares delante del trono, los súbditos, con alegría unieron
las voces entonando los cánticos de la paz, siendo regidos por Samael.
6 Después de oírlos, el rey, emocionado, se dirigió a su hijo, abrazándolo en medio
de los aplausos de la multitud agradecida. Todos reconocían que la paz y la alegría
en Salem, eran en gran medida debidas al amor y dedicación del amado prínci-pe,
que era el autor de aquellas dulces canciones.
7 En aquel momento de reconocimiento y gratitud, Adonías reveló sus planes
mantenidos hasta entonces en secreto. Con voz pausada, les dijo:
8 —Súbditos de este reino de paz, mí alma esta repleta de alegría por contemplar en
este día vuestros rostros más radiantes que en tiempos pasados. Vuestras vestiduras
continúan blancas y puras, como cuando las recibisteis de mis manos. La armonía de
vuestras voces e instrumentos, hoy son mejores.—
9 Habiendo dicho estas palabras, el rey agregó con solemnidad:
10 —Un año de prueba todavía resta, al final del cual seréis examinados.
Permaneciendo fieles como hasta aquí, seréis honrados siendo confirmados como
súbditos de este reino de paz. No obstante, si alguien fuera hallado en falta, será
desterrado, aún y cuando este juicio nos traiga mucha tristeza y sufrimiento. —
11 Las palabras del rey llevaron a los súbditos a una profunda reflexión. Todos,
examinándose, indagaban reverentes: — ¡¿Estaremos aprobados?!—
12 Seguros de que serían victoriosos, pues amaban a Salem y sus leyes, unieron las
voces en un cántico expresivo de fidelidad. Al terminar el cántico, Adonías les
reveló su gran secreto:
13 —Aquéllos que fueren aprobados, heredando este reino de paz, recibirán como
rey a mi hijo, a quien daré el trono glorificado de esta Salem Victorio-sa. —
14 La revelación del rey fue aclamada por todos con mucho júbilo. Adonías, sin
embargo, todavía no les había revelado todo su plan, por eso pidiéndoles silencio,
prosiguió:
15 —Mi hijo empuñará un cetro especial, en el cual sellaré todo el derecho de
dominio, su cetro, simbolizando toda la armonía, será un laúd. —
16 Ante esta revelación que a todos sensibilizó, el príncipe postrándose a los pies de
su padre, lloró motivado por mucha alegría. Mientras tanto, todos le aplaudían con
euforia, anhelando ver el amanecer de ese día en que la paz sería victoriosa.
17 Adonías, llamando a Samael a estar junto a su hijo, concluyó diciendo:
18 —En el gobierno de esta Salem victoriosa, tengo el propó-sito de hacer de
Samael el primero después de Melquisedec. A él será confiado el pergamino de las
leyes, debiendo ser el guardián de la honra de este reino triunfante. —
Capítulo 4
Samael se deja dominar por sentimientos de grandeza y orgullo. Mantiene en secreto su plan e in-tenta
imponer sus conceptos contrarios a la ley del pergamino. Melquisedec consigue restaurarlo al camino de
la humildad y la rectitud, pero nuevamente recae al dejarse dominar por el orgullo y la codicia.
Capítulo 5
Samael formula planes de conquista. Predica a los súbditos una falsa y engañosa doctrina. Adonías
percibe esta rebelión y predica la exactitud de las leyes del pergamino para lograr la paz y la ver-dadera
libertad. Melquisedec les ofrece el perdón y la oportunidad de volverse a la rectitud. Samael se reúne en
secreto con sus seguidores y les revela su plan de conquista.
Capítulo 6
Samael y sus cómplices fingen fidelidad al reino. Melquisedec confiado le muestra a Samael el lugar
secreto del laúd dorado. Samael traiciona la confianza de Melquisedec preparando a sus hombres y
robando el preciado cetro. Samael y sus seguidores marchan hacia el valle. Salem peligra.
Capítulo 7
Los súbditos fieles, ajenos a la traición, elevan cánticos de triunfo en expectativa de la coronación de su
rey. La coronación es truncada debido a la ausencia del cetro. Todos se afligen y Melquisedec los
consuela con la promesa de rescatar el preciado cetro. Melquisedec sale en su búsqueda. Samael, lleno
de ira, raspa las inscripciones grabadas en el cetro. Melquisedec enfrenta peligros en busca del cetro y
es preservado.
Melquisedec después de mucha aflicción encuentra el preciado cetro que era destruido por Samael. La
digna postura del príncipe ante las amenazas del traidor. Su firme disposición de redimir el cetro a
cualquier precio. Dolor y sangre como precio del rescate del cetro. La expiación de Melquisedec para
redimir al cetro, una semejanza de la Expiación de Cristo para redimir a la humanidad.
1 El hijo de Adonías recorrió todas las calles y callejones en la búsqueda del
precioso cetro, mas fue en vano. Al ver declinar en el horizonte el sol, anunciando la
llegada de una oscura y fría noche más, su corazón fue presa de una gran agonía.
Allí, en aquel último callejón, casi vencido por el agotamiento y por la desesperanza,
inclinó la frente, desfalleciéndose en llanto. Sus labios, pronunciaron en medio de
sollozos las siguientes palabras:
2 — ¡Salem, Salem, tú no puedes perecer! ¡Tu cetro necesita ser redimido de las
garras de la rebeldía! ¡¿Mas cuándo y dónde voy a encontrarlo?! ¡Ya no quedan
fuerzas en mí, y la esperanza de redimirlo antes de la noche me abandona!—
3 El príncipe, en su suprema angustia, no percibía que otro gemido de dolor,
procedente de cuerdas reventadas de un laúd humillado, se hacía oír en aquel
atardecer.
4 Súbitamente, el débil gemido penetró sus oídos, reanimándolo con la certeza de
que el gran momento de la redención había llegado. Secándose las lágrimas, reunió
las últimas fuerzas corriendo en dirección de una pequeña casa situada sobre un
monte, de donde parecía venir el sonido.
5 Al dirigirse a la puerta entre abierta, se detuvo al contemplar una escena
contrastante, de humillante esclavitud: Samael, envuelto por un manto sucio,
castigaba el cetro de Salem. Tanto el joven como el cetro se hallaban tan
desfigurados, que no quedaba en ellos casi ningún rasgo de la gloria perdida. Aquel
cetro, sin embargo, ciertamente arrasado como estaba, era muy valioso, pues en él
yacía el sello del dominio de Salem.
6 La contemplación de aquél que había sido su mejor amigo y de áquel cetro
idealizado como símbolo de toda la armonía, en tan trágica condición, conmovió
profundamente al príncipe, haciéndolo llorar en alta voz. Solamente hasta entonces
el súbdito rebelde percibió su presencia indeseada. Estremecido, se levantó, y, lleno
de ira le preguntó:
7 — ¿Qué es lo que te trajo a Sodoma?—
8 Indicando hacia el cetro dañado, Melquisedec exclamó:
9 — ¡¡¡La gloria de Salem está destruida!!!—
10 Con una carcajada, Samael se burló de su tristeza, diciendo:
11 —Ahora yo soy el rey de Salem. Vosotros que sois fieles al pergamino, os
convertiréis en mis esclavos. —
12 Sin darle importancia a las palabras de afrenta de Samael, el príncipe, movido
por una angustia infinita, le dijo:
13 —Samael, Salem está herida por tu traición. ¡¿Por qué cambiasteis tu hogar de
justicia y amor por este valle de injusticia, odio y muerte?! Ahora, si no deseáis
volver arrepentido a Salem, devuélvele el cetro. Fue para redimirlo que,
menospreciando todos los peligros, descendí a este valle hostil. —
14 Conociendo el propósito del príncipe, el rebelde se llenó de rabia y cerrando los
puños le dijo:
15 — ¡Yo te odio Melquisedec!—
16 Habiendo dicho esto, lanzó el cetro al suelo, y pisoteándolo agregó:
17 —Tengo deseos de hacer lo mismo contigo. —
18 Delante de esa afrenta, el príncipe no sentía ningún temor, sino compasión.
Trasportándose al feliz pasado, se acordaba de los momentos felices en que tenía
siempre a su lado a Samael; Él era un joven puro y humilde de corazón; ¡¿Por qué
había permitido ser esclavizado por la ilusión del orgullo y del egoísmo?! ¡Cuán
doloroso era ver aquél joven que, por su belleza y simpatía, había sido honrado por
encima de todos los súbditos, ahora arruinado por la codicia! ¡¿No había sido acaso
el sueño del príncipe tener junto a su trono glorificado, a aquél a quien él
consideraba el más preciado amigo?! Esta tragedia le hería el alma. No obstante, la
triste condición del cetro lo afligía aún más, pues este había sido hecho como el
símbolo de toda la armonía, y estaba siendo destruido bajo los pies de la ingratitud.
19 Sorprendido de no ver en los ojos de Melquisedec ninguna expresión de temor,
sino de piedad, Samael se sintió frustrado en sus afrentas que tenían como objetivo
amedrentarlo, llevándolo a desistir de su misión.
20 Ante la digna postura del príncipe, que en silente dolor lo contemplaba, se sintió
avergonzado. Esa debilidad, sin embargo, fue desterrada por el orgullo que
dominaba su corazón. Comenzó entonces a planear algo terrible, para humillar y
herir al príncipe, haciéndolo sufrir todavía más. Con escarnio le dijo:
21 —El cetro de Salem podrá ser tuyo, si consigues pagarme el precio de su rescate.
—
22 Con un brillo en los ojos, el príncipe le preguntó:
23 — ¿Cuál es el precio?—
24 Samael, con una sonrisa maliciosa, pausadamente le contestó:
25 —El precio no es oro ni plata, sino dolor y sangre. Tú deberás desnudarte
completamente de vuestras vestiduras, acostándote en el suelo. Deberás soportar en
esa condición, golpes, hasta que el sol se ponga. Si tú estuviereis dispuesto a
someterte a mí, sin reaccionar, el cetro será enteramente tuyo. —
26 Estremecido ante tan cruel propuesta, el hijo de Adonías miró hacia el sol que
reposaba distante sobre una nube. Comenzó entonces a trabar una intensa lucha en
su corazón. Al principio, el horror del sacrificio casi lo dominó, animándolo a
retirarse, pero el pensamiento de ver a Salem esclavizada por la rebeldía, lo condujo
finalmente a la decisión de pagar el precio del rescate, entregándose al humillante
sufrimiento.
27 Habiendo tomado la firme decisión de rescatar el cetro, el príncipe, tiró las
vestiduras, colocándolas sobre una piedra. Se acostó en seguida en aquel suelo frío,
con la frente vuelta hacia el poniente.
28 Sin piedad, Samael comenzó a azotarlo, haciendo uso del propio cetro como
instrumento de tortura. Gimiendo por el dolor de los golpes que lo hacían sangrar, el
príncipe mantenía la mirada fija en el sol que parecía detenerse sobre la nube.
Aturdido por el dolor, contempló finalmente el sol pronto a ponerse. Alentado por la
victoria que se aproximaba, murmuró en voz baja:
29 —Salem, Salem, de aquí a poco tendré en mis brazos tú preciado cetro que, en
mis manos, se convertirá en un instru-mento de justicia y paz. —
30 Oyendo la promesa que el príncipe hizo entre gemidos, Samael le vociferó con
furia:
31 —Tú sufrimiento no traerá ningún amanecer para Salem, pues tus manos jamás
serán capaces de tocar en el cetro. —
32 Después de hacer esa afrenta, Samael se posesionó de una piedra puntiaguda,
preparándose para asestar los últimos golpes.
33 Mientras pensaba en la feliz victoria de Salem, Melquisedec sintió su brazo
derecho siendo comprimido por los pies de Samael. Seguido a este rudo gesto un
golpe que lo hizo contorsionarse en agonía. Su mano había sido cavada cruelmente,
comenzando a brotar abundante sangre de la herida abierta. Esa misma violencia fue
descargada después sobre su mano izquierda.
34 No soportando la agonía causada por esos desgarradores golpes, el hijo de
Adonías, ensangrentado, se sumergió en las tinieblas de un profundo desmayo.
Capítulo 9
Samael horrorizado de su culpabilidad, abandona al príncipe dejando junto a él, el cetro. Melquisedec
recobra el conocimiento, toma sus vestiduras y su cetro, hace un juramento y parte hacia Salem. Samael
no se arrepiente. Continúa la semejanza de las experiencias de Melquisedec con las que habría de vivir
el Hijo de Dios. Melquisedec es recibido con aclamaciones por su acto redentor, es atendido por su
amoroso padre y el cetro es restaurado.
Capítulo 10
Samael no encontrando el cuerpo del príncipe ni el cetro, parte hacia Gomorra y es recibido como rey
por sus hombres. Samael y sus seguidores aumentan en la iniquidad y orgullo. Por medio del terror
confabula a los reyes de la planicie e incita a la guerra en contra de otros reyes. Samael y sus hombres
son vencidos y se esconden en cuevas.
Capítulo 11
Samael hace preparativos para conquistar Salem y expone su plan espía. En camino a Salem, sus
recuerdos lo torturan. Salem más bella y hermosa que antes. Acontecimientos en el día de la coronación.
1 Los doce meses contados a partir del gran sacrificio estaban casi por terminar. El
cetro, totalmente restaurado, resplandecía en su estuche, mientras que el príncipe,
igualmente restablecido de las heridas causadas por la rebeldía, se alegraba al ver
llegar el Yom Kipur de su coronación. Mientras tanto, él componía lindas canciones
que expresaban su amor por Salem.
2 En aquellos doce meses, la ciudad de la paz llegó a ser más bella, siendo adornada
cual una novia para el grandioso día de la coronación.
3 A una semana para el Yom Kipur, Samael, totalmente inconsciente de que el día
de su juicio se aproximaba, reunió a sus seguidores, anunciándoles que la próxima
misión sería la conquista de Salem. Antes de que ellos avanzaran, sin embargo, él
subiría solo para verificar los puntos vulnerables de la ciudad.
4 Después de ser aplaudido por la turba, Samael partió en su misión de
reconocimiento. Mientras que avanzaba solo, procuraba no acordarse de aquéllos
momentos que le trajeran terror por la culpabilidad, mas, dominado por una fuerza
superior, fue arrastrado en sus recuerdos hacia aquel monte de la cruel tortura.
5 Todo su pasado comenzó a venirle a la memoria, como un peso desmoronador.
6 Cuando despertó de sus recuerdos de los cuales no consiguió huir, era ya de noche.
La oscuridad que lo envolvía le pareció el presagio de un triste final. Ese desánimo,
sin embargo, procuró desecharlo con el recuerdo del ejército que lo esperaba, listo
para cumplir sus órdenes, en la conquista de Salem, donde no habría más recuerdos
de aquél pergamino.
7 El amanecer lo alcanzó estando próximo a Salem. Al ver el monte de los Olivos, le
vino el recuerdo de la última vez que lo traspasó, dejando tras de sí la ciudad
vencida. ¿Cuántas noches habían pasado desde entonces? Él había perdido la noción
del tiempo, no sabiendo que exactamente doce meses se habían pasado. No podía
imaginarse que, rayaba en aquella mañana el Yom Kipur, el día de su juicio.
8 Al llegar a la cumbre del monte de los Olivos en aquella mañana, Samael se
sorprendió al ver que la ciudad se había tornado más bonita que antes; Toda ella
estaba adornada de ramos y de flores, como una doncella a la espera de su novio. Y
sin embargo, Salem estaba abandonada, no teniendo ninguna señal de vida en todas
sus mansiones. Esto lo hizo concluir que los golpes que habían aniquilado al
príncipe y al cetro, habían traído como consecuencia todo aquel abandono. Él no
sabía, sin embargo, que en aquel momento todos los remanentes de aquel reino, se
encontraban ocultos en el gran salón del palacio, esperando el momento más
glorioso, de la coronación de Melquisedec.
9 Imaginándose exaltado sobre el trono abandonado, teniendo a sus pies a los
ejércitos victoriosos, el rebelde penetró en la ciudad, dirigiéndose apresuradamente
al palacio. Al cruzar el portal principal que da entrada al salón principal, se llenó de
asombro al ver allí reunidos una multitud de fieles. Sobre un tablado de oro,
adornado de flores talladas en piedras preciosas, se encontraba el trono vacío. En la
base del trono estaba el pergamino de las leyes, una corona de oro llena de piedras
preciosas y el estuche que había dejado vacío en aquella noche de la traición. Sin
entender el enigma, Samael se escondió por detrás de una columna, temiendo ser
reconocido, y se mantuvo observando.
10 Los súbditos, con la expresión de feliz expectativa miraban hacia el trono vacío.
¿Dónde encontraban ellos motivos para toda esa alegría, si habían perdido a su rey
juntamente con el cetro? Samael se preguntaba sobre ese misterio, cuando Adonías,
aplaudido por los súbditos, se encaminó junto al trono. Con una voz llena de
emoción por la victoria, el fundador de Salem anunció que había llegado el
momento tan soñado de la coronación. Un grito de triunfo resonó por los aires
cuando, anunciado por su padre, entró el príncipe amado encaminándose en
dirección del trono. Al verlo cubierto por un manto de gloria, Samael fue poseído
por un terrible pavor, y procuró huir. Descubrió, sin embargo, que todos los portales
del gran salón estaban cerrados por fuera.
11 Dio inicio la ceremonia de la coronación. Era un momento en verdad solemne.
Adonías, en un gesto reverente, tomó la rica corona, colocándola en la frente de su
hijo. Inclinándose después hacia el estuche, lo abrió cuidadosamente, sacando de él
el laúd restaurado, cuya belleza y brillo eran muy superiores a su primera condición,
al salir de las manos de Adonías su laudero. Sentándose en el trono en medio de las
aclamaciones de los súbditos, Melquisedec comenzó a tocar el cetro, sacando de él
acordes de mucha armonía y paz. Todos se aquietaron para oír sus nuevas
composiciones que expresaban su profundo amor por el cetro y por todo aquel reino
de paz.
12 Gran emoción invadía el corazón de todos en ese momento, llevándolos a las
lágrimas. Samael, sin fuerzas para reaccionar, se sentía torturado por aquellos
acordes que lo torturaban haciendo revivir en su mente sus oportunidades perdidas,
en una tortura terrible para su conciencia.
13 Melquisedec había compuesto para ese momento especial, canciones que
retrataban los momentos más destacados de la historia de Salem; Cuando comenzó a
cantar sobre la amistad que había tenido por Samael, su voz se embargaba por las
lágrimas que no conseguía contener. ¡Triste era para él cantar sobre la caída de aquél
que había sido su mayor amigo! Cantó entonces sobre el alto precio que tuvo que
pagar por la reconquista del cetro, que representa la honra de Salem.
14 Al contemplar aquellas manos marcadas por las cicatrices, tocando con tanta
maestría y cariño el cetro restaurado, los súbditos tomados por una fuerte emoción,
se postraron en llanto.
15 Al ver en las manos de Melquisedec aquél laúd que, en sus manos había sido un
Instrumento de tortura, Samael comprendió, demasiado tarde cuánto había errado,
desviándose de los consejos del príncipe; Cuántas veces aquéllas manos sobre las
cuales había descargado toda aquella violencia habían sido extendidas en un
esfuerzo de salvarlo, y él las había despreciado negligentemente. ¡Ahora, era
demasiado tarde! ¡¡¡Extremadamente tarde!!!
Capítulo 12
1 Los súbditos triunfantes que, reverentes, habían sido conducidos a todo aquel
pasado de felicidad, traición, dolor y triunfo, unieron finalmente las voces en una
jubilosa proclamación:
2 Verdaderos y justos son tus principios, oh rey de Salem. Digno eres de reinar en
gloria y majestad entre los loores de tus fieles, porque en tu sacrificio nos libraste de
las amenazas de las tinieblas, haciendo renacer en nuestro corazón la alegría del
amanecer.
3 Ese cántico de exaltación fue seguido por la ceremonia de la confirmación de
todos los fieles en su victoria. El hijo de Adonías, con su cetro redimido, comenzó a
sellar con un toque especial del cetro, la victoria de cada uno. Se formó para lo cual
una larga fila de fieles exaltados.
4 Los súbditos confirmados, a medida en que iban recibiendo el toque de aprobación
del rey, se colocaban al lado derecho del trono, donde permanecían aguardando por
la confirmación de los otros.
5 Las miradas que, iluminadas de alegría, habían acompañado el sellamiento de los
últimos justos, se posaron sobre la figura extraña de Samael que, dominado por una
fuerza irresistible, se encaminaba cabizbajo en dirección del trono. Su aspecto era
horrible: su semblante había sido deformado por el mal; sus vestiduras estaban
sucias y mal olientes; todo en él repugnaba, al punto de que nadie lo reconoció.
6 En medio del asombro de los súbditos, Melquisedec se levantó de su trono como
herido por un gran dolor; De sus labios los súbditos oyeron una dolorosa
exclamación:
7 — ¡¡¡Samael, Samael!!!—
8 La figura deplorable de aquél que había sido tan bello, llenó a todos de tristeza, y
comenzaron a llorar. Ellos se lamentaban por motivo de que sabían que el destino de
Samael y de todos aquellos que lo habían seguido, pudo haber sido muy diferente, si
ellos hubiesen atendido a los amorosos ruegos de Adonías y de su hijo. ¿Acaso no
era el plan del rey y el sueño de Melquisedec el tenerlo como el protector del
pergamino, siendo el segundo en honra en aquél reino?
9 Samael que, reconociendo su desventura, se había aproximado cabizbajo hacia el
trono, al presenciar toda aquella lamentación, y engañado nuevamente por el
orgullo, juzgando que se trataba de una demostración de debilidad de sus enemigos.
Al acordarse de su ejército que fortificado lo esperaba en la planicie, lo engañó con
la certeza de que sería victorioso sobre Salem. Con este pensamiento, levantó la
frente marcada por el odio y, mirando al rey, levantó el puño cerrado y lo desafió,
desdeñando su autoridad, con la amenaza de quitarle el trono.
10 Aún que condolidos por su perdición, los súbditos de Salem no soportaron la
osada afrenta de aquél enloquecido joven que, después de causar tanto sufrimiento,
todavía era capaz de levantarse con tan grande desafío.
11 El rey victorioso que con tanto placer había sellado con su cetro la conquista de
los fieles, lo levantó dolorosamente para el sellamiento de la triste suerte de los
rebeldes. Inmovilizado por una fuerza extraña, Samael, sin desviar los ojos del cetro,
oyó de los labios del rey la proclamación de su juicio y de todos sus seguidores:
12 Prisioneros de una fuerza invisible, estarían retenidos en sus cavernas por seis
años, siendo después visitados por el fuego del juicio que los destruiría juntamente
con las ciudades que con ellos se aliaran.
Capítulo 13
Capítulo 14
Melquisedec tuvo conocimiento de la Gran liberación debido a las revelaciones que le fueron
manifestadas por el ángel del Señor. Abraham, Sara, Isaac, Lot y sus dos hijas, así como los pastores y
fieles, son recibidos con júbilo en Salem, para celebrar La Fiesta de Sukot. Abraham entrega el rollo a
Melquisedec, y éste lo cose uniéndolo al suyo. Después de leer parte del rollo de Abraham, Melquisedec
bendice al pequeño Isaac y profetiza concerniente al futuro del rollo.