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El Libro de Melquisedec

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EL LIBRO DE MELQUISEDEC

¿Qué es el Libro de Melquisedec?

Introducción
El Libro de Melquisedec es una traducción al español de uno de los Rollos
del Mar Muerto encontrado en la cueva número 11, en el desierto de
Qumrán, al norte del Mar Muerto. Algunos le llaman el Gran Rollo de
Melquisedec, ya que en su estado original, consiste en un conjunto de 7
rollos cosidos entre sí.

Según fuentes relacionadas con este Gran Rollo y lo que se lee en el


manuscrito, el primer rollo que aparece en el compendio, lo escribió
Abraham, el mismo personaje que encontramos en el Libro de Génesis en
la Biblia. Este rollo fue registrado por la mano de Abraham en obediencia
al mandato divino de Yahwéh, y narra los acontecimientos que ocurrieron
tiempo antes y tiempo después de la Gran Liberación que Yahwéh efectuó
por medio de Abraham y sus pastores, en aquélla ocasión en que se liberó
a Lot y los demás cautivos quienes habían sido tomados prisioneros como
consecuencia de la batalla registrada en Genesis capítulo 14. A esta primer
historia registrada por Abraham se le conoce como La Historia de Un Vaso.
También se le mandó a Abraham registrar la Historia de Salem, la cual él
escucharía y recibiría "de los labios de Melquisedec", narrando los
acontecimientos más relevantes de aquélla Ciudad Amada. El capítulo 13
de la Historia de Salem es una conexión directa con la siguiente historia
llamada La Historia del Universo, ya que en ese capítulo se explica el
contexto en que se recibió la revelación por conducto del ángel de Luz.
Esta Historia, entendemos por lo referido de la fuente, y según lo
registrado en estos rollos, fue escrita por Melquisedec y registrada en seis
rollos que fueron cosidos uno a uno junto con el primer rollo escrito por
Abraham. La Historia del Universo es una revelación que Melquisedec
recibió por medio de "un ángel luminoso" o ángel de Luz, y la cual estuvo
registrando en esos seis rollos durante seis años.

El camino que nos condujo hasta el Libro de


Melquisedec
Nuestra Historia

Somos investigadores de las escrituras sagradas desde hace más de dos


décadas, una labor que hemos realizado voluntaria y desinteresadamente,
pues la razón principal de involucrarnos en esta misión radica en el valor
genuino y único que representa para nosotros el conocimiento contenido
en estos tesoros de Escritura. Al familiarizarnos con este tipo de
bibliografía, fuimos conociendo poco a poco algunas de las características
que poseen estos escritos antiguos. Comenzamos a unir partes de la
historia humana de la tierra, según revelan estos Libros Sagrados, y nos
dimos cuenta de que cada uno de ellos nos proporcionaba una parte única
de información valiosa que nos iba ayudando a armar el rompecabezas de
una historia más completa de todo aquello relacionado con el ser humano,
quién es, de dónde proviene y hacia dónde se dirige.

Al seguir la huella de algunos personajes y eventos importantes narrados


en estas escrituras, reconocimos que estos libros tienen un límite de
información sobre el relato de ciertos personajes y acontecimientos. Al
contar con más escrituras, pudimos ahondar con más detalles esos mismos
eventos y conocer mejor a esos personajes, de tal manera que hemos
aprendido a reconocer este principio fundamental, relacionar diversos
libros sagrados con el fin de tener una fuente de información mayor que
nos ayude a alcanzar una visión más amplia sobre los temas contenidosen
estas escrituras.
Uno de los personajes importantes en la literatura sagrada es Melquisedec,
rey de Salem. Debido a la información que teníamos sobre él, existía en
nosotros un fuerte deseo por conocer más sobre cómo estableció la Paz en
Salem.

También, otro misterio que habíamos estado buscando era lo relacionado


con la música, pues hasta en ese tiempo, antes de descubrir el Gran Rollo
de Melquisedec, nuestra experiencia en la música como parte fundamental
para favorecer la armonía entre las personas, entendíamos que existía un
pasado misterioso concerniente a los orígenes Divinos de la música. Una de
las primeras palabras en el Libro de Melquisedec, que tocó nuestro corazón
musical, fueron:
"Los súbditos de Salem no empuñarían arcos y flechas, mas serían
entrenados en el arte musical; Cada habitante de Salem tendría siempre
al alcance de sus manos un instrumento musical, para expresar por medio
de él la paz y la alegría que aquel nuevo reino. Juntos, formarían una
poderosa orquesta en la lucha contra la desarmonía que nace del orgullo y
del egoísmo." (H. Salem 1:4)
Estabamos maravillados, de que aquello que habíamos experimentado y
amado en nuestra vida musical, ahora el Eterno nos revelaba sobre una
hermosa ciudad y un pueblo singular, donde la música era considerada con
tanta importancia, y fundamental en la preservación de la paz de ese
reino. Después nos enteraríamos en la Historia del Universo, sobre un
pasado todavía más antiguo, cuando el Creador "idealizó" Su Creación de
manera que pudiera "vibrar acordes armoniosos de justicia y paz" (H. Univ.
1:2).

Uno de los temas más importantes en nuestra búsqueda de conocimiento


sagrado, fueron el descenlace de la vida o estado "antes de la fundación de
este mundo", así como el descenlace durante la Caída de Adán y Eva,
ambos temas relacionados entre sí, sabiendo nosotros, que el conocimiento
más amplio de ambos temas podrían ayudarnos a comprender más
claramente nuestro presente y lo que será en el futuro.
Revelaciones, Misterios y Profecías en el Libro de
Melquisedec

Antes y después del Libro de Melquisedec

Después de recibir y escudriñar los contenidos del Gran Rollo de


Melquisedec, y tras un proceso de conversión a las nuevas revelaciones que
se estaban descorriendo ante nuestro entendimiento, experimentamos la
realidad de que al salir a luz este maravilloso manuscrito, estaba marcando
un punto en el tiempo, un antes y un después en la historia humana, pues
se podrá decir, "lo que se sabía antes de que saliera a luz el Libro de
Melquisedec". Y esto lo podemos testificar debido a la porción de
conocimiento que el Eterno nos había concedido alcanzar antes de
encontrar el Libro de Melquisedec.

Aún hoy en día todos aquellos que con sinceridad así lo deseen, pueden
constatar este hecho, al observar cuidadosamente lo que se sabía en el
mundo con respecto al Plan de Dios para Sus hijos, y hacer un comparativo
sencillo de lo que ahora podemos saber gracias a la aparición del Libro de
Melquisedec, gracias a las bendiciones que el Eterno nos concede en esta
nuestra generación al revelarnos más de Su Palabra.
Entendemos por experiencia personal, que las personas que finalmente
reciban en sus vidas el Libro de Melquisedec como Escritura Sagrada, lo
habrán alcanzado hasta después de recorrer un camino de conversión a la
Luz adicional que el Creador revela en este manuscrito, ya que ampliara el
conocimiento verdadero anteriormente recibido en Sus otras Escrituras.

Al familiarizarnos con el carácter de las escrituras sagradas, hemos


aprendido que estos Libros Sagrados se defienden por sí solos, y desafían al
mundo con sus revelaciones, misterios y profecías. Los hombres de este
mundo, a lo largo de la historia han luchado en contra de la autenticidad y
veracidad de las Escrituras Sagradas, y han ideado tantas maneras para
desacreditar cada conocimiento, cada revelación, cada profecía, cada
misterio, cada milagro contenidos en ellas, menospreciando así al Autor de
estas verdades, a la Fuente de la Luz.

También es sabido por muchos sobre todas aquellas interpretaciones


erróneas de las Escrituras que algunos en el mundo han esparcido, y es
natural que al salir la Luz del Sol, las Tinieblas de la Noche contrasten con
ella. Así que, será natural que al revelarse la Luz contenida en el Libro de
Melquisedec, muchos que habían estado en algún grado de Tinieblas, ya
sea por desconocimiento o por los errores de interpretación escritural,
tengan dos caminos para decidir seguir, uno sería reconocer con humildad
su ignorancia o su error y con toda sabiduría recibir la Luz del Libro, y el
otro camino sería el del rechazo, y tal como sucede con las Tinieblas,
tener que estar en el lado opuesto luchando en contra de la Luz y
desvanecerse o huir cuando esta se manifiesta con toda claridad.

Todos aquellos que aman la Verdad encontrarán en el Libro de Melquisedec


mucho de las verdades que habían estado buscando por mucho tiempo.
¿Quién no ha anhelado conocer su origen personal? ¿Quién no ha deseado
con anhelo conocer a Aquél que nos dio Vida, Aquél que formó el Universo?
¿Por qué nos encontramos en un mundo caído si en el principio no fue así?
¿Cuál fue el descenlace "antes de la fundación de este mundo"? ¿Cuál será
el final de todo este Drama Universal en el futuro? Son solo algunas de las
verdades que revela este registro sagrado.

Nuestra oración sincera es que la Verdad se allegue a la Verdad, sabemos


que los que se esfuerzan por vivir en la Verdad recibirán estas Verdades
contenidas en el Libro de Melquisedec, pues serán dulcemente saboreadas
por ellos, ya que son de su misma naturaleza. Aquéllos que han amado la
Verdad y la han procurado durante sus vidas tendrán grandes motivos para
regocijarse por las "buenas nuevas de gran gozo" que recibirán de este
preciado Libro. Cuando se descorra ante ellos el velo, y el Padre y el Hijo
manifiesten las Revelaciones de Su Amor, su corazón llorará, pues sabrán
que Ellos siguen siendo Los Mismos, y conocerán la Verdadera Naturaleza y
Carácter que Ellos han mantenido desde el comienzo, probarán en gran
porción el Amor con el que Ellos les han amado desde el principio.

¡Oh! ¿Cómo contener mis lágrimas ante las Dádivas de Su Amor? Mi corazón
se desborda al reconocer y considerarme ser "lo débil del mundo", y en
esta humilde condición el Eterno aún así obra por nuestro conducto. Mi
hermano y yo no imaginamos ni mucho menos planeamos todo esto que el
Señor nos ha concedido concerniente a los misterios y revelaciones del
Libro de Melquisedec. Es Su Obra la que se efectúa, no la nuestra.
Bendecimos el camino que comenzarán todos aquéllos que reciban con
sinceridad de corazón, humildad y fe estas cosas. El Mesías, Aquél que nos
amó desde el principio, Aquél a quién amamos desde el
principio, manifestará la Eternidad de Su Amor a través de Sus palabras
registradas en el Libro de Melquisedec, nuestro amado Libro.
EL LIBRO DE MELQUISEDEC
Una Revelación del Verdadero
Carácter del Mesías

Autores de la traducción al español:


Isaac Ramírez Vargas y Ezequiel Ramírez Vargas

Tomado de la versión en portugués de


Enoch Mucheroni

Traducción al español: Isaac Ramírez Vargas, y Ezequiel Ramírez Vargas.

Análisis, referencias, concordancias, abreviaturas, gráficas y


características tipográficas por: Ezequiel Ramírez Vargas e Isaac Ramírez
Vargas.

Traducción, análisis, referencias, concordancias, abreviaturas, gráficas y


características tipográficas aseguradas conforme a la ley. Prohibida la
reproducción parcial o total de esta obra sin la autorización escrita del
autor o autores.
Impreso en Monterrey Nuevo León México Diciembre 2010

03-2010-092710012600-01

Explicación Preliminar

El orden en que se presentan aquí estas historias, sigue la secuencia de acuerdo


con el modelo divino que se siguió en el rollo original, cumpliendo así, el mandamiento
que Yahwéh dio a Melquisedec y a Abraham al respecto. El lector sensible podrá
percibir el sabio propósito de dicho mandamiento al seguir la lectura en ese mismo
orden.
Este sagrado registro tiene una estructura precisa y definida, y en su análisis
muestra múltiples rasgos de su originalidad, no solo en su estilo, sino también en la
simbología arcaica que utiliza, donde parecería estar describiendo imágenes geroglíficas
más que palabras, así como en la utilización de pleonasmos y analogías, tal cual era el
uso común en las lenguas más antiguas, y cuyos rasgos semitas se comparan a los
hallados en la Biblia y en otros libros de igual origen.
Por otra parte, en algunos versículos se citan cantidades las cuales están escritas
en forma de números: 40, 260, 144 etc. También algunas palabras comienzan con una
letra mayúscula aún cuando estas no aparecen después de un punto o la palabra no
amerite por regla comenzar con mayúscula. Además se utilizan las comillas, el doble o
triple signo de exclamación, así como la forma de combinar una interrogación con una
exclamación al mismo tiempo. En dichos casos, sean números, letras mayúsculas o
signos de expresión, hemos decidido dejarlos en la forma original en que encontramos
escrita esta obra. El lector podrá encontrar significados importantes en los énfasis que se
hacen en determinadas expresiones, palabras o frases.
Las abreviaturas que utilizamos en esta obra para referirnos a una cita bíblica, usamos
las comúnmente conocidas, y para hacer referencia a las historias y cronologías
contenidas en este libro, las identificamos de la siguiente manera:

H. Vaso La Historia de un Vaso


H. Salem La Historia de Salem
H. Univ. La Historia del Universo
Crono. 1 Cronología 1
Crono. 2 Cronología 2
Crono. 3 Cronología 3

Al profundizarnos en el contenido de estas historias, comprendimos la relevancia que


tienen las “analogías” como un mapa guía que el Universo nos ofrece, revelando a
través de semejanzas, la ubicación que tenemos en el tiempo dentro de la historia a
cumplirse, es decir, los acontecimientos y personajes del pasado son una “analogía” o
“semejanza” que corresponden a los acontecimientos y personajes del presente y del
futuro. La mención particular que el rollo hace sobre ciertos números, medidas, y
festividades significativas, nos motivó a la necesidad de graficar de manera sencilla, el
orden cronológico en que los acontecimientos llegaron a consumarse en el pasado,
llegando a repetir su correspondiente “analogía” en el presente y en el futuro.
(Véase Cronología 1, 2 y 3) No se debe confundir lo que llamamos “analogía” con
“predestinación o preordinación”.

Las cronologías graficadas no formaban parte del rollo original ni de la


versión en portugués sobre la cual se hizo esta traducción, sino que fueron
diseñadas y añadidas para facilitar una mayor comprensión del mismo, y
fueron ubicadas al final del rollo de Abraham debido a que fueron tomadas
de sus escritos.

El encabezado de cada historia, la sinopsis de cada capítulo, la asignación


numérica de cada párrafo o versículo, y las referencias bíblicas y de otros
libros sagrados, todos estos fueron agregados para presentar con mayor
claridad los escritos del rollo.

AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Enoch Mucheroni por permitirnos llevar a cabo esta traducción y
por la valiosa ayuda que a través de su página de internet nos brindó con libre acceso a
su extensa información; así como también a la Biblioteca Huntingdon de los Ángeles
California. A Pedro Gringoire por sus valiosas investigaciones y clara información que
han ayudado a muchos estudiosos investigadores a valorar los rollos y el hallazgo
mismo. Y para un mayor enriquecimiento intelectual, recomendamos al lector
extensamente los artículos informativos, libros y contenidos en internet de estas fuentes
relacionadas con estos temas. Así mismo agradecemos a todos aquellos que de alguna
manera han contribuido a la realización de esta obra.

Nuestra verdadera intención es publicar con honor la palabra del


Señor hasta donde Él ha revelado y estamos conscientes de que aun
revelará más de Su palabra, y permanecemos abiertos al conocimiento que
llegue a nuestras manos ya sea por los descubrimientos arqueológicos o de
la manera en que tenga a bien el Señor revelar Sus palabras.
Agradeceremos mucho los comentarios y sugerencias que el lector
tenga a bien manifestarnos al respecto de esta obra, con la finalidad de
corregir cualquier error humano cometido en la traducción y elaboración
del presente libro para futuras ediciones.

Gracias.

Isaac Ramirez Vargas

Ezequiel Ramirez Vargas


La Historia de un Vaso
(Un relato escrito por Abraham)

Abraham, habiendo recibido el mandamiento de Yahwéh, escribe en un rollo los


acontecimientos que dieron origen a la historia que se conoce como La Historia de un
Vaso, que narra los hechos que enmarcaron La Gran Liberación que el Señor efectuó
por medio de Abraham, sus pastores y aliados. (Véase Crono. 1, 2 y 3)

Capítulo 1

Abraham es informado de la batalla en la cual Lot y muchos son llevados cautivos. Abraham recibe
mandamientos del Eterno a fin de efectuar la “Gran Liberación”, esto es, convocar y preparar a sus
pastores, y preparar un vaso con características especiales.

1 Estaba descansando bajo la sombra del Roble de Mambré junto a mi tienda, cuando vi
llegar apresuradamente a uno de los siervos de mi sobrino Lot. Casi sin aliento, él
comenzó a relatarme sobre la tragedia: Hubo el día anterior una batalla entre las
ciudades de la planicie, implicando a cuatro reyes contra cinco. Como resultado,
Sodoma fue derrotada y muchos de sus habitantes llevados cautivos, entre ellos mi
sobrino Lot. La noticia me dejó muy afligido, pues al mismo tiempo en que sentía que
era preciso salir en su ayuda, me veía fragilizado, sin ninguna condición.
2 Siempre fui un hombre pacífico y detesto a aquellos que derraman sangre. Tengo
muchos siervos, pero pocos saben manejar espadas y lanzas, pues desde la infancia han
sido entrenados como pastores. En lugar de espadas y lanzas, ellos manejan bordones
con los cuales conducen los rebaños; En lugar de escudos, ellos cargan vasos en sus
cinturas, siempre llenos de agua fresca, para matar su sed y refrescar a las ovejas
afligidas; En lugar de vino para embriagarse, cargan sujeto a sus cintos pequeñas botijas
con aceite de olivo, con los cuales ungen las heridas del rebaño; En lugar de trompetas
resonantes, ellos soplan en cuernos pequeños, con los cuales convocan al rebaño hacia
el corral.
3 Imaginando como sería un combate entre mis siervos y los ejércitos de aquéllos
cinco reyes victoriosos, comencé a reír. Mientras reflexionaba, la voz de Aquél que
siempre me guía, resonó en mis oídos, diciendo:
4 — ¡Abram, Abram! No menosprecies los instrumentos de los pastores, pues
santificados por el fuego del sacrificio, habrán de conquistar la gran liberación. —
5 El Eterno comenzó a darme órdenes, haciéndome avanzar por la fe, sin saber como tal
liberación habría de realizarse.
6 El primer paso fue la convocación de todos los pastores que, dejando a sus rebaños, se
dirigieron al Roble de Mambré, trayendo sus instrumentos pastorales. Eran en total
seiscientos pastores.
7 Ordené que vaciaran los jarros, colocando en ellos el aceite de la botija.
8 Después de cumplir ellos esta orden, pedí que tomara cada uno la lana de una oveja,
mezclándola con el aceite de los jarros.
9 Después de estas cosas, Yahwéh me mandó tomar un vaso grande de barro, llenándolo
hasta la mitad con el aceite de olivo.
10 Al concluir esta tarea, el Señor me mandó hacer una larga mecha de lana, enroscando
la mitad dentro del aceite y dejando la otra parte apresada encima del vaso.
11 Después de estas cosas, Yahwéh me ordenó encender la mecha, con el fuego del
altar. Al aproximarme al fuego sagrado que todavía ardía sobre el sacrificio de la
mañana, una pequeña flama saltó hacia la mecha, y poco a poco se fue alimentando del
aceite, hasta convertirse en una llamarada que podía ser vista de lejos.
Capítulo 2

Abraham lleva el vaso sobre sus hombros. Sufrimientos y pruebas en su jornada. Muchos no soportan la
vergüenza y abandonan a Abraham. Incredulidad de Sara.

1 Con el vaso en los hombros, inicié una caminata rumbo a las ciudades de la planicie,
siendo acompañado por los pastores. Luego comenzaron a surgir escarnecedores que, al
verme con aquel vaso incandescente en pleno día, comenzaron a decir que yo estaba
loco. Al esparcirse esta noticia, muchos vinieron a mi encuentro, trayendo consejos para
que yo abandonara aquel vaso que sería capaz de destruir toda mi reputación y dignidad
delante de todos ellos.
2 Cuando yo les hablé sobre los ejércitos y sobre mi misión conjunta con los pastores,
ellos concluyeron que de hecho yo estaba loco. Intentaron tirarme el vaso por la fuerza,
mas aferrándome a el, impedí que lo tiraran de mí.
3 Avergonzados ante todo esto, muchos pastores comenzaron a separarse: algunos
regresaron hacia sus tiendas mientras que otros se unieron a aquéllos que se reían de mi
comportamiento extraño.
4 Sintiéndome solo con aquel pesado vaso sobre los hombros, comencé a angustiarme.
Anhelaba encontrar a alguien con quién pudiera compartir mi experiencia, más todos
me lanzaban miradas de desaprobación.
5 Me acordé de Sara, mi amada esposa; En obediencia a la voz de Yahwéh habíamos
transitado por muchos caminos, estando Sara siempre a mi lado, animándome a
proseguir precisamente en los momentos más difíciles. Con certeza Sara me traería
consuelo y fuerzas para continuar firme, conduciendo el vaso de la salvación.
6 Mientras que avanzaba por el camino pensando en Sara, la vi en medio de la multitud.
Al dirigirme a ella, me vi sorprendido y desalentado al ver en sus ojos el mismo
menosprecio de aquéllos que me llamaban loco por conducir en pleno día la llama que
se había desprendido del al-tar.
7 Acordándome de la orden de Yahwéh de que tendría que liberar a mi sobrino Lót, fui
andando solo por el camino; Al colocarme en el lugar de aquéllos que me llamaban
loco, yo les daba la razón, pues en condiciones normales, ninguna persona coherente
saldría de casa, sin un rumbo definido, llevando en la espalda en pleno día un vaso con
una llamarada, afirmando estar marchando contra los ejércitos de cinco reyes, para
liberar un pariente. Realmente da a entender que se trata de la manifestación de una gran
locura. Precisamente así, bajo el rencor de todas las humillaciones y palabras que
hablaban contra mí, yo avanzaba rumbo al valle desconocido.
8 Toda aquella burla fue finalmente disminuyendo, a medida en que me distanciaba del
Roble de Mambré.
9 Comenzaron a sobrevenir a mi corazón muchas dudas en cuanto a mi futuro. Estaba a
veces afligido con el pensamiento de todo lo que había experimentado, desde la
convocación de los pastores hasta ese momento, podría ser, de hecho, demostraciones
de una locura.
10 Lleno de dudas, comencé a pensar en la posibilidad de abandonar el vaso al lado del
camino, regresándome junto al altar. Ésos eran los consejos de algunos pastores y
amigos que, condolidos de mi soledad, todavía venían a mi encuentro, aconsejándome a
que volviera; Allí, decían, que yo podría conquistar nuevamente la confianza de los
pastores, volviendo a ser, quizás, hasta el mismo sacerdote honrado como antes lo era.
Sobre el altar, decían, que había un fuego mucho mayor que aquél que yo cargaba en los
hombros.
11 Estaba a punto de regresar, cuando Sara vino a mi encuentro, contándome sobre el
desprecio que muchos pastores lanzaban contra mí; Ella estaba consternada, pues toda
aquella deshonra, recaía también sobre ella, al punto de no sentir más deseos de
permanecer junto a aquél altar.
12 Después de alertarme, Sara comenzó a hablarme de un plan: Podríamos, quizás,
mudarnos a una ciudad distante, donde olvidaríamos todas aquellas vejaciones.
13 Olvidándome de la voz que me había mandado seguir rumbo a la planicie, contesté a
mi esposa que yo estaría dispuesto a acompañarla a cualquier lugar, si ella permitía que
yo llevara el vaso. Él sería nuestro altar, calentando e iluminando nuestras noches con
su llama.
14 Al oír sobre el vaso, Sara volvió a enojarse, afirmando no entender mi terquedad al
continuar llevando sobre los hombros aquel símbolo de vergüenza y desprecio. Después
de decirme tales palabras, me volvió la espalda regresando hacia la tienda.

Capítulo 3
Abraham entiende el significado del vaso. Abraham protege a la pequeña llama de los fríos vientos.
Muchas ovejas siguen a Abraham. Abraham, andando solo, sigue el rastro. Los ejércitos se burlan de
Abraham y amenazan con el exterminio de los cautivos.

1 Angustiado por no poder realizar el sueño de Sara, proseguí rumbo al futuro incierto,
siendo orientado únicamente por la llama, cuyo brillo aumentaba a medida en que las
tinieblas se hacían más densas. Comencé entonces a meditar sobre aquella llama que me
acompañaba con su brillo y calor.
2 Yo estaba acostumbrado a ver el Fuego Sagrado entronizado sobre un gran altar de
piedras, en medio de las alabanzas de muchos pastores, de entre los cuales yo me
destacaba como maestro y sacerdote. En aquellos momentos de adoración, yo me vestía
con los mejores mantos, y hacía la pregunta de realizar el sacrificio, solamente cuando
todos mis siervos estuviesen reunidos a mi alrededor, para que escuchasen mis consejos
y advertencias. En la hora del sacrificio, yo levantaba hacia el cielo mi espada
desenvainada, y, con palabras amedrentadoras, proclamaba la grandeza del Señor de los
Ejércitos, El Dios Todopoderoso que domina sobre los Cielos y la Tierra. Vibrando la
espada en el aire en un movimiento amenazador, yo representaba delante de mis
pastores, la imagen de un Dios severo, que siempre esta listo para repeler cualquier
confrontación. Después de esa demostración de soberanía y poder, tomaba yo una oveja
de las manos de un pastor, y la amarraba sobre el altar. Para que estuviese bien clara la
ira divina, pinchaba yo sobre su cuello, golpeándola severamente, hasta verla perecer.
En aquel momento yo descendía del altar, y permanecía esperando el Fuego Sagrado
que jamás dejó de manifestarse sobre el sacrificio.
3 Yo había aprendido desde la infancia a reverenciar el Fuego Sagrado, creyendo que
ello era una revelación visible de Yahwéh, el Gran Dios Invisible. Hasta entonces, yo lo
veía como un Fuego Único e Indivisible. Ahora, al transportar en un humilde jarro la
llama que se había desprendido del altar, mis pensamientos se agitaban con el
surgimiento de un nuevo concepto sobre el Creador: el concepto de un Dios Sufridor
que es capaz de desprenderse del Gran Yahwéh, representado por el Fuego Sagrado,
para acompañar al pecador en su jornada.
4 Arrepentido, me postré delante del vaso y lloré amargamente. Tenía ahora conciencia
de que todo el celo demostrado junto al Altar, tenía como finalidad la exaltación de mi
orgullo, y no la del amor de Aquél que me acompañaba por el camino.
5 Súbitamente, se me grabó en la mente la convicción de que aquella pequeña llama que
se había desprendido del Fuego Sagrado, era una representación del Mesías, que Se
desprendería del Gran Yahwéh, para ser el Dios Con Nosotros, compañero en todas
nuestras jornadas. Al sobrevenirme esta convicción, la llama se alegró, tornándose más
brillante y calurosa.
6 Con el corazón transformado, proseguí por el camino rumbo al valle, llevando en los
hombros el jarro que me había traído después de tanto desprecio, la alegría de una nueva
revelación sobre el carácter del Creador.
7 Momentos difíciles comenzaron a surgir en mi camino, cuando fríos vientos venidos
del mar salado comenzaron a arremeterse contra la pequeña llama, pro-curando
apagarla. Yo la amparaba con mi cuerpo, andando muchas veces de lado e igualmente
de espalda, mas siempre avanzando rumbo al valle.
8 Al romper la luz del día, me encontré a un paso de la planicie. Comencé a encontrar
por el camino muchos rebaños que eran conducidos por rudos pastores. A medida en
que avanzaba entre ellos, surgían tumultos y confusiones, pues muchas ovejas y cabras
se asustaban con mi vaso ardiente, dispersándose por todas partes. Esto hizo que la
mayoría de los pastores estu-viesen irritados contra mi presencia en su medio.
9 Sabiendo que no podría permanecer retenido en ese valle, proseguí de frente rumbo a
Sodoma. Mientras que avanzaba, comenzó a suceder algo interesante: muchas ovejas,
tiernas y sumisas, comenzaron a acompañarme. Eran pocas al principio, pero poco a
poco su número fue aumentando, hasta que comencé a caminar con dificultad, debido al
gran número de ovejas que me seguían. A lo lejos yo podía ver a los pastores,
enfurecidos, por la pérdida de sus ovejas más bonitas.
10 Al llegar a la Ciudad de Sodoma, la encontré vacía y devastada. Siguiendo los rastros
dejados por los ejércitos y por la multitud de cautivos, fui aproximándome cada vez más
al blanco de mi misión. Al llegar a la campiña de Dan, pude avistar a lo lejos el gran
campamento de los soldados, al pie de una colina. Sin prisa, me encaminé hacia allá,
conduciendo a mi nuevo rebaño.
11 Desde lo alto del monte, pude observar el campamento en toda su extensión. Había
millares de soldados conmemorando su victoria; Mientras que, centenares de cautivos
yacían amontonados en medio del campa-mento, humillados y sin esperanza. Ante esa
escena, estuve imaginando cómo se podría realizar la liberación.
12 Mi presencia despertó la curiosidad de algunos soldados que, al verme con el vaso
fumigante, se aproximaron y comenzaron a burlarse. Cuando me preguntaron el motivo
de mi presencia en aquel lugar, les dije que venía a liberar a mi sobrino Lót. Mis
palabras se tornaron en motivo de muchas bromas en todo el campamento; Después de
esto, comenzaron a mofarse de Lót.
13 En poco tiempo, toda aquella burla se transformó en gritos de venganza, y
proclamaron que, a la mañana siguiente, todos los cautivos serían exterminados,
comenzando por mi sobrino.

Capítulo 4
Abraham se reconforta con la llegada de sus pastores y aliados. Los pastores aprendieron a amar la luz
del Vaso. Lealtad de los aliados de Abraham. Orientado por la Voz Divina, Abraham da instrucciones
estratégicas. La lamparilla de Lot. Confusión y matanza entre los ejércitos enemigos.

1 Mientras intentaba imaginar lo que Yahwéh podría hacer para alcanzar tan milagrosa
liberación, vi surgir a lo lejos un grupo de pastores que se encaminaban en dirección
mía, viniendo de Sodoma. Pensé al principio que eran los pastores enemigos que venían
a arrancarme el rebaño conquistado con amor. Tal desconfianza pronto desapareció,
dando lugar a un sentimiento de mucha alegría, cuando descubrí que eran mis fieles
pastores. Ellos se fueron aproximando en pequeños grupos de doce, hasta alcanzar el
total de 300 pastores. Al mirar hacia ellos, pude notar en sus semblantes las señales de
una gran lucha espiritual que tuvieron que enfrentar, para estar de mi lado. Me contaron
acerca de la experiencia de muchos compañeros que, desanimados, habían lanzado el
aceite y la lana fuera de sus vasos, regresándose hacia sus tiendas. Me hablaron de
como, en aquella noche anterior, habían aprendido a amar la luz de mi vaso, que para
ellos se convirtió como en una estrella guía.
2 Me alegraba con la presencia de mis humildes pastores, cuando llegaron en dirección
nuestra Aner, Escol y Manre, acompañados por quince hombres armados; Eran fieles
amigos que, conociendo los peligros que enfrentaríamos en aquel valle, vinieron en
nuestra ayuda. Para que no aplazáramos el plan divi-no, les pedí que permanecieran
escondidos hasta el amanecer, cuando recibirían orientaciones sobre cómo participar en
la misión.
3 Comencé a orientar a los pastores, siguiendo las instrucciones de La Voz Divina que
me sonaba desde dentro de la llama: La primera tarea de los pastores, sería cuidar del
rebaño hasta el anochecer.
4 Al volver, ordené que amarraran las madejas de lana empapadas en aceite, en la punta
de sus bordones, colocándolos dentro de los vasos que, deberían mantenerse
suspendidos, boca abajo.
5 Comencé a encenderlos con el fuego de mi llamarada, hasta que las trescientas
antorchas estuvieron ardiendo, aunque, ocultas, en el interior de aquellos vasos.
6 Ordené a cuarenta de mis valerosos pastores que, en el momento indicado por una
señal que sería dada, deberían avanzar silenciosos hacia el centro del campamento,
circundando a todos los cautivos que yacían amontonados en medio del campamento de
las tropas. Al mismo tiempo, los 260 pastores restantes, deberían rodear todo el
campamento, esperando la señal de romper los vasos con los cuernos.
7 Orientado por La Voz de la Llama, les indiqué las señales: Cuando la última antorcha
se apagase en el campamento, deberían estar atentos, pues una pequeña lamparilla sería
encendida por uno de los cautivos. Tan pronto como la lamparilla comenzase a arder,
deberían correr cada uno hacia su puesto, evitando cualquier ruido, para no ser
descubiertos.
8 La señal para ellos de quebrar los vasos con los cuernos, levantando muy en alto la
antorcha, sería el apagar de la lamparilla.
9 Después de esas orientaciones, los 260 pastores, ocultos por las sombras de la noche,
se esparcieron por el valle, y estaban esperando el momento de colocarse alrededor del
campamento; Mientras tanto, los 40 se colocaron próximos a un pasaje más vulnerable,
a través del cual habrían de alcanzar a los cautivos.
10 Era ya alta noche cuando la antorcha del último soldado se apagó, sobreviniendo una
completa oscuridad y silencio sobre el campamento de las tropas.
11 Entre los cautivos, había un hombre en aquella noche, que vivía la mayor angustia de
su vida. Era mi sobrino que, después de convertirse en el blanco de tantos abusos y
humillaciones, había tomado conocimiento del castigo que les esperaba al amanecer.
12 En aquella noche, Lot tenía sus pensamientos vueltos hacia su tío; se acordaba con
arrepentimiento del momento en que me había dejado junto al Roble de Mambré,
mudándose hacia las campiñas de Sodoma. En su desesperación, sintió deseo de volver
a ver mi faz y de pedirme perdón por haberse apartado de mí. Justamente en aquel
momento, Lot fue atraído por el brillo de una antorcha que ardía sobre la colina. Al
mirar el brillo, imaginó estar teniendo una visión, pues ello mismo le revelaba la faz de
su querido tío.
13 Queriendo mostrarme su rostro, Lot palpó en medio de las tinieblas hasta encontrar
una pequeña lamparilla que había traído en su alforja. Frustrado, percibió que no había
en ella nada de aceite. Concluyó que aquella lámpara apagada y seca, era un símbolo de
su vida vacía y sin fe.
14 Sin desviar los ojos de mi rostro iluminado por la llama del vaso, en un desesperado
gesto de fe, Lot palpó la mecha de su lamparilla, descubriendo que había en ella un
residuo de aceite. Curvándose, comenzó a herir las piedras del fuego, hasta que una
chispa saltó hacia la mecha. Sin saberlo, Lot estaba comandando con sus gestos, los
pasos para una gran liberación.
15 Los trescientos pastores al ver el tenue brillo de la lamparilla, se encaminaron
rápidamente hacia sus puestos, y, permanecieron aguardando el apagar de la pequeña
llama.
16 Desde el momento en que Lot se levantó con su diminuta llama, yo estaba mirando
hacia sus ojos que miraban los míos. Vi que su faz traía señales de inenarrable angustia
y malos tratos. Así mismo, pude leer en sus ojos azules, que la esperanza y la fe todavía
no le habían abandonado.
17 El pequeño fuego de la lamparilla de Lot, con todo, no resistiría por mucho tiempo.
Era necesario que se apagase, para señalizar la gran victoria.
18 Cuando la oscuridad volvió a cubrir la faz de Lot, mis trescientos pastores
arremetieron sus cuernos contra los vasos que mantenían ocultas las antorchas ardiendo.
Un gran ruido, como de caballería en combate resonó por todas partes, mientras que las
antorchas eran suspendidas. Los trescientos cuernos utilizados hasta entonces para
conducir el rebaño, sonaban ahora como trompetas de conquistadores.
19 Todo el campamento se despertó de un solo brinco, y, sin saber cómo escapar de tan
terrible investida que partía de afuera y de adentro, los soldados comenzaron a luchar
entre sí mismos, mientras que mis pastores permanecían en sus puestos, haciendo sonar
los cuernos.
20 Los cautivos, estuvieron muy espantados al principio, mas poco a poco fueron
tomando conciencia de la gran liberación que estaba operándose en su favor.
21 Cuando amaneció, se reveló ante nuestros ojos un escenario de completa
destrucción; Todo el pueblo estaba cubierto por millares de cuerpos rasgados por sus
propias espadas y lanzas. Solamente unos pocos consiguieron huir de aquel
campamento de muerte, mas fueron perseguidos por mis dieciocho aliados que estaban
armados, siendo alcanzados en Hobá, que esta a la izquierda de Damasco, mientras
tanto, los cautivos, ahora liberados, recuperaban todas las riquezas de que habían sido
saqueados por los enemigos.

Capítulo 5

La Gran Liberación representa la liberación de Israel en los últimos días. Abraham descubre que La
Gran Liberación se concretizó en Rosh Hashaná. Abraham predica la fe en el Mesías a los cautivos
liberados invitándoles a purificarse en agua, solo tres lo aceptan. Abraham rechaza la oferta del rey de
Sodoma. Abraham y los fieles deciden conmemorar la fiesta de Sukot en Salem. Las Perlas del Vaso.
Bienvenida festiva en Salem. El encuentro de Abraham y Melquisedec. (Véase Crono. 1, 2 y 3)

1 De la cima de la colina, en tanto que yo vibraba con la alegría de los cautivos en


aquella mañana de liberación, oí la Voz de Yahwéh hablándome de en medio de la
llama:
2 —“Esta liberación que hoy se concretiza, representa la liberación que he de operar en
los últimos días, salvando a los remanentes de tus hijos, del cerco de numerosas
naciones que se aliarán a Gog con el propósito de destruirlos. En aquel día en que
triunfaren sobre mi pueblo, mi indignación será muy grande, y contenderé contra él por
medio de la peste y de la sangre; lluvia inundante, grandes rocas de granizo, fuego y
azufre haré caer sobre él, sobre sus tropas y sobre sus muchos pueblos que estuvieren
con él. Así, yo me engrandeceré, justificaré mi santidad y me daré a conocer a los ojos
de muchas naciones; y sabrán que yo soy el Señor. Y sobre la casa de David y sobre los
habitantes de Jerusalén derramaré el Espíritu de gracias y de súplicas; mirarán hacia mí
a quien traspasaron, y harán lamentación como quien se lamenta por un hijo unigénito y
llorarán por él como quien llora amargamente por el primogénito. En aquel día, habrá
una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para remover
el pecado y la impureza". —
3 Consiente de la importancia histórica de aquel día de libera-ción, tomé un calendario
y, miré con sorpresa, pues era Rosh Ha-shaná, o día de las trompetas. Aquél era el
primer día de un Año Nuevo; Diez días después vendría el Yom Kipur, el día de la
purificación de los pecados; En el día 15, tendría lugar la fiesta de Sukot, la alegre fiesta
de las cosechas de otoño.
4 La llama que para mí se había convertido en una representación del Mesías
Prometido, se apagó en el momento en que descendí al encuentro de los pastores y de
los muchos cautivos ahora liberados. Llenos de alegría y de admiración, todos querían
saber como había llegado a ser posible tan grande liberación, solamente con la
utilización de aquéllas antorchas y cuernos. Les hablé entonces de la importancia de
aquel fuego que se había desprendido del Altar, para liberarlos en aquel valle,
identificándolo como el Mesías Salvador.
5 Al ver que todos cargaban en sus cuerpos y mantos la suciedad de la esclavitud, los
invité a seguirme hasta el río Jordán, donde todos podrían bañarse, para la purificación
de sus pecados.
6 Solamente tres personas atendieron la invitación: Lót y sus dos hijas más recientes.
Los demás, regresaron contaminados hacia sus casas.
7 Antes de partir, el rey de Sodoma vino a mi encuentro, prometiendo darme todas las
riquezas recuperada en aquella mañana. Yo rechacé su oferta, para que nunca jamás
alguien pudiera decir que yo me enriquecí con aquel saqueo.
8 Permanecimos acampados en los márgenes del río Jordán, en las proximidades de
Jericó por doce días. En aquellos días de refrigerio, todos se hallaron libres de las
impurezas, dejándolas en las aguas del Jordán. Este era un preparativo especial para la
fiesta de Sukot que decidimos conmemorar en Salem.
9 Llenos de alegría, iniciamos una marcha ascendente rumbo a la ciudad de Salem,
inconsciente de la feliz sorpresa que nos aguardaba. Yo seguía al frente teniendo a mi
lado a Lót y sus dos hijas, y detrás venían los 300 pastores, conduciendo el gran
rebaño.
10 A medida que avanzábamos, comencé a notar que mi vaso que se había quedado
vacio al amanecer, se tornó muy pesado. Al bajarlo, miré sorprendido al descubrir
dentro de él muchas perlas de variados tamaños y brillos que se formaron
misteriosamente.
11 Al ver nosotros a lo lejos la blanca ciudad, comenzamos a oír sonidos de una gran
fiesta. Acordes armoniosos repercutían por los montes, mientras avanzábamos por el
camino.
12 Mi curiosidad en conocer aquella ciudad y a su joven rey era inmensa, pues de boca
de muchos ya había oído acerca de su grandeza y fama. Se trataba de un reino diferente
de todos los demás, donde los súbditos eran entrenados no en el manejo de arcos y
flechas, sino en el dominio de instrumentos musicales. Melquisedec, su joven rey, regía
a todos con un cetro muy especial: un laúd, por el cual había pagado un precio elevado.
13 En tanto crecía en mí la alegría por estarnos aproximando a la Ciudad del Gran Rey,
vimos una multitud vestida de lino fino, puro y resplandeciente, saliendo a nuestro
encuentro. Todos traían instrumentos musicales, mientras cantaban un himno de
victoria. Al frente de la multitud venía un joven tocando un laúd, trayendo en la frente
una corona repleta de piedras preciosas, que brillaban bajo la claridad del sol poniente.
Yo tuve la certeza de que aquél era el tan aclamado rey de Salem.
14 Al momento de nuestro encuentro, quedamos admirados con la salutación que nos
hicieron; Inclinándose delante de mí, Melquisedec afirmó:
15 —“Bendito eres tú Abraham, siervo del Dios Altísimo, que posee los cielos y la
tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus adversarios en tus manos". —

Capítulo 6

Grandes revelaciones de Melquise-dec y su pueblo. Los vencedores son coronados. Al ser coronado,
Abraham se conmueve al observar heridas profundas en las manos de Melquisedec. Melquisedec promete
relatar su historia. Melquisedec, al partir el pan y el vino, es honrado. Las 144 perlas como diezmo. Las
instrucciones y profecías de Melquisedec.

1 Sorprendidos por la festiva recepción, fuimos introducidos en la ciudad, donde la


belleza de las mansiones y jardines nos causó mucha admiración. Todo allí era puro
y lleno de paz.
2 Fuimos recibidos en el palacio real, edificado sobre el Monte Sión. Allí, una nueva
sorpresa nos aguardaba:
3 La gran sala del trono, estaba toda adornada con representa-ciones de nuestra
victoria sobre los enemigos. Había en medio de la sala una mesa muy larga, cubierta
por toallas de lino fino adornadas con hilos de oro y piedras preciosas. Sobre la mesa
había 304 coronas, cada una trayendo la inscripción del nombre de un vencedor. En
un gesto que nuevamente nos sorprendió, Melquisedec, tomando las coronas,
comenzó a colocarlas en la cabeza de cada uno de nosotros, comenzando por Lot y
sus hijas. Estábamos todos admirados por el hecho de que el rey de Salem nos
conociera individualmente, y por tener preparadas aquellas coronas mucho antes de
que fuésemos vencedores.
4 Yo observaba la alegría de mis compañeros coronados, cuando, tomando una
corona semejante a la suya, el rey de Salem se dirigió a mí con una sonrisa. Al
levantarla sobre mi cabeza, noté algo que hasta entonces no había percibido: Sus
manos traían cicatrices de heridas profundas. Vencido por un sentimiento de
gratitud, me postré a sus pies y, conmovido, besé sus bondadosas manos, bañándolas
con mis lágrimas.
5 Al levantarme, le pregunté el significado de aquellas cicatrices. Con una tierna
sonrisa, él prometió que iría a contarme toda la historia de aquel próspero reino, y de
cuánto le costó obtener su paz.
6 Después de coronarnos, Melquisedec nos hizo sentar alrededor de la gran mesa, y
comenzó a servirnos el pan y el vino; A partir de aquel momento, comenzamos a
honrarlo como Sacerdote del Dios Altísimo.
7 En un gesto de gratitud, tomé el vaso repleto de perlas, y lo coloqué a los pies del
rey. Tomándolo en los brazos, él comenzó a acariciarlo, sin atentar hacia el brillo de
las perlas. Expresándome la gratitud por aquella ofrenda, me dijo que aceptaría el
vaso y, que de las perlas, solamente aceptaría el diezmo.
8 Inmediatamente comencé a contar las joyas, separando las más bellas para el rey.
Había un total de 1,440 perlas, de las cuales le entregué 144. Él las guardó
cuidadosamente en una cajita hecha de oro puro, en cuya tapa había lindos adornos
con incrustaciones de pequeñas piedras preciosas.
9 Después de recibir el diezmo que simbolizaba la gran liberación operada por
Yahwéh en la planicie, Melquisedec llamó venir a él a uno de sus súbditos que era
maestro en adornos y pinturas, ordenándole honrar el vaso con un lindo grabado que
retratase el momento en que yo lo ofrendé.
10 Mientras el jarro era pintado, Melquisedec comenzó a contarme la historia de su
reino, desde su fundación hasta aquel momento en que estábamos conmemorando la
gran victoria sobre los enemigos.
11 Al devolverme el vaso, ahora honrado con el más bello grabado e inscripciones que
exaltaban la justicia, la humildad y el amor, el rey de Salem me ordenó que llevara
conmigo el vaso con aquellas perlas. Durante seis años yo y mis pastores deberíamos
contar a todos la historia de aquel vaso que fue victorioso por causa de la llama del altar.
A todos aquellos que, con arrepentimiento, aceptasen la salvación representada por su
historia, deberíamos ofrecer una perla. Al final de los seis años, las perlas se acabarían;
Ya no habría oportunidad de salvación. Sobrevendría entonces el séptimo año, en el
cual habría un tiempo de gran angustia y destrucción, cuando solamente habría
protección para aquellos que poseyesen las perlas. Por esa ocasión, las ciudades de la
planicie serían totalmente detruidas por el fuego del juicio, y los demás pueblos que no
se arrepintiesen, serían diezmados por grandes plagas.

Capítulo 7

Continúan las revelaciones de Melquisedec. Acontecimientos que se verificarán en Rosh Hashaná, en


Yom Kipur y en la fiesta de Sukot. Seis años de oportunidad. La santificación del día de reposo, señal de
alianza con Yahwéh. La Nueva Jerusalén revelada al final del séptimo año. La Venida del Mesías. La
resurrección de los fieles fallecidos y transformación de los vivos victoriosos. Coronación de los justos
en la Ciudad Santa. (Véase Crono. 3)

1 Sobre el triunfo que acabábamos de obtener sobre numerosos ejércitos,


Melquisedec, después de repetirme las palabras dichas por el Mesías, dijo una señal
que sería importante para aquéllos que viviesen por la ocasión de la gran liberación
de Israel. Afirmó que, multiplicando las 144 perlas del diezmo por el número de
columnas de su palacio, encontraría el año que traería a su consumación la gran
liberación de Israel. Movido por la curiosidad, comencé inmediatamente a contar las
columnas; Eran 40 columnas de mármol, adornadas con piedras preciosas.
2 Al regresar al rey con el resultado de los cálculos, él comenzó a hacer predicciones
sobre los grandes acontecimientos que tendrían lugar al final de aquél año:
3 —Al llegar la plenitud de los tiempos, todos los esfuerzos humanos en busca de la
paz se frustrarán. En aquel tiempo, numerosas naciones se aliarán contra el reino de
Salem; Habrá una batalla como nunca hubo, y toda la tierra será castigada por el
fuego; Después de agotar ellos todos los recursos en su defensa, Israel verá, con
desesperación, incontables enemigos marchando contra ellos, con el propósito de
eliminarlos. Como Lot en su noche de angustia, ellos verán morir su esperanza,
cuando, en Rosh Hashaná, ha de oírse en medio de las ruinas de Salem, los acordes
armoniosos de un laúd, tocados por un beduino de la tribu de Taamireh; Su música
hará renacer la fe y la esperanza en un mundo mejor, donde nación no se levantará
contra nación; donde las lágrimas, el dolor y la muerte no existirán más. —
4 Después de consolar a los afligidos con los acordes de su laúd, el beduino tomará
el vaso con los pergaminos de la tumba de David, y lo llevará sobre los hombros. En
aquel día, estarán los pies suyos sobre el Monte de los Olivos, y, al clamar por la
liberación de Israel, habrá un fuerte terremoto que agrietará el Monte por la mitad,
surgiendo del oriente hacia el occidente un enorme valle. En aquel día, toda la tierra
de Israel será fuertemente sacudida, sobreviniendo una total destrucción para todos
los ejércitos enemigos; Habrá, sin embargo, salvación para todos aquéllos que, con
arrepentimiento, se refugiaron bajo las alas del Eterno, lanzando lejos de sí los
instrumentos de violencia.
5 Toda la humanidad testimoniará, con espanto, las escenas de la liberación de los
hijos de Israel. En aquel día, muchos pueblos y poderosas naciones se establecerán
al lado de Yahwéh de los Ejércitos; Multitudes de los judíos de la diáspora se
aproximarán, diciendo: Nos iremos con vosotros, porque sabemos que el Eterno está
de vuestro lado.
6 El Yom Kipur que seguirá a la liberación, será un día de purificación de las
impurezas de todos aquéllos que aceptaron la salvación; En aquel día acabará la
ceguera de los hijos de Jacob, y mirarán hacia Aquél a quien traspasaron, y llorarán
amargamente por él como se llora por un hijo unigénito.
7 En la fiesta de Sukot (cosechas) será derramado el Espíritu de Dios sobre toda
carne; Y sucederá que, todo aquél que invoque el nombre de Yahwéh, será salvo,
recibiendo una perla del vaso.
8 En el decorrer de los días de Sukot, lluvias de bendiciones caerán sobre el inmenso
valle, haciendo surgir a la vista de todos los pueblos, en toda la tierra Santa, un
paraíso repleto de alegría y paz.
9 En aquel día los elegidos de Dios comprenderán las palabras del libro:
10 "Oídme, vosotros, que procuráis la justicia, vosotros que buscáis a Yahwéh.
Mirad hacia la roca de la cual fuisteis cavados, hacia la caverna de la cual fuisteis
sacados. Mirad hacia Abraham, vuestro padre, y hacia Sara, aquella que os dio a luz.
Él estaba solo cuando lo llamé, mas yo lo bendije y lo multipliqué. Yahwéh consoló
a Sión, consoló todas sus ruinas; él transformará su desierto en un Edén y su soledad
en un jardín. En ella encontrarán gozo y alegría, cánticos de acción de gracias y
sonidos de música".
11 En aquel día los redimidos mirarán hacia el humilde beduino que liberó de la
caverna el vaso de Abraham, y cantarán con alegría:
12 "Cuán bellos son, sobre los montes, los pies del mensajero que anuncia la paz, del
que proclama buenas nuevas y anuncia la salvación, del que dice a Sión: ¡Oh tu Dios
reina! Porque Yahwéh consoló a su pueblo, él redimió Jerusalén. Yahwéh descubrió
su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y todos los extremos de la tierra
verán la salvación de nuestro Dios".
13 Durante seis años, toda la humanidad, iluminada por la mayor revelación del
amor y de la justicia de Yahwéh, tendrá oportunidad de romper con el imperio del
pecado, uniéndose a los hijos de Israel en su marcha de purificación y restauración
del reino de la luz.
14 Entonces acontecerá que, todos los sobrevivientes de las naciones que marcharon
contra Jerusalén, subirán, año tras año, para postrarse delante del rey Yahwéh de los
Ejércitos, y para celebrar la fiesta de Sukot. Y acontecerá que aquélla de entre las
familias de la tierra que no suba y no venga, atraerá contra sí misma la plaga con la
que Yahwéh herirá a las naciones que no suban a celebrar la fiesta de Sukot.
15 En aquellos años de oportunidad, sonará por todas partes del mundo el último
convite de misericordia, en un intento por que todos los pecadores se arrepientan y
se unan en una eterna alianza con Yahwéh, diciendo:
16 "Así dice Yahwéh: Observad el derecho y practicad la justicia, porque mi
salvación esta pronta a llegar y mi justicia, a manifestarse. Bienaventurado el
hombre que proceda así, y el hijo del hombre que en esto se afirma, que guarda el
sábado y no lo profana y que guarda su mano de practicar el mal. No diga el
extranjero que se entregó a Yahwéh: —Naturalmente Yahwéh va a excluirme de su
pueblo,— ni diga el eunuco: —No hay duda, yo no paso de un árbol seco";— Pues
así dice Yahwéh a los eunucos que guardan mis sábados y optan por aquello que es
mi voluntad, permaneciendo fieles a mi alianza: “He de darles, en mi casa y dentro
de mis muros, un monumento y un nombre más precioso del que tendrían como
hijos e hijas; He de darles un nombre eterno, que no será extirpado. Y, en cuanto a
los extranjeros que se entregaren a Yahwéh para servirlo, sí, para amar el nombre de
Yahwéh y convertirse en sus siervos, a saber, todos los que se abstienen de profanar
el sábado y que se mantienen fieles a mi alianza, yo los traeré a mi santo monte y los
cubriré de alegría en mi casa de oración. Sus holocaustos y sus sacrificios serán
bien aceptados en mi altar. En efecto, mi casa será llamada casa de oración para
todos los pueblos".
17 En los seis años de oportunidad, Samael, el gran engañador, en un gesto de
desesperación, empleará todos los recursos posibles para impedir la realización de
Yahwéh a través de Su pueblo. En oposición a la santificación del sábado que es la
señal de la alianza entre Yahwéh y sus escogidos, numerosas religiones, aliadas a
gobernantes impíos, impondrán otro día para el culto, no pudiendo comprar ni
vender todos aquéllos que se mantuvieren fieles a la alianza de Yahwéh. En aquellos
años de pruebas, los elegidos de Dios sobrevivirán mediante el cuidado de los
ángeles, que los conducirán distantes de las ciudades populosas que serán castigadas
por las siete últimas plagas que caerán sobre los impenitentes al final de los seis
años.
18 Durante los seis años de la cosecha final, el Mesías edificará una Nueva y Eterna
Jerusalén, adornándola con los hechos de justicia de Sus escogidos. Esa Nueva
Jerusalén solamente será revelada al completarse toda la justicia divina, al final del
séptimo año, período en que los elegidos de Dios tendrán como desafío vivir una
vida sin culpas, pues cualquier acto de rebeldía en aquel tiempo, estaría sin
expiación, significando una eterna vergüenza para el Creador.
19 Al completarse los siete años, el Mesías aparecerá en las nubes del cielo,
acompañado por todas las huestes celestiales; Al tocar Su trompeta en aquél gran Rosh
Hashaná, los fieles fallecidos, resucitarán revestidos de gloria; los vivos victoriosos,
serán transformados en un abrir y cerrar de ojos, recibiendo cuerpos perfectos; Juntos,
todos los redimidos serán arrebatados hacia la Nueva Jerusalén, en un viaje inolvidable
que comenzará en el primer día de la fiesta de Sukot; Después de siete días de feliz
ascensión, llegarán a La Ciudad Santa para conmemorar, delante del trono, el octavo día
de la fiesta. Como si fuese un sueño, los rescatados del Señor entrarán en La Ciudad
Santa, encontrando a su lado norte, el jardín del Edén, en medio del cual se eleva el
monte Sión, el lugar del trono de Yahwéh. Coronados por el Mesías, los redimidos
entonarán el cántico de la victoria, haciendo vibrar por todo el espacio los acordes de
sus arpas, laúdes y flautas.

Capítulo 8
Continúan las predicciones de Melquisedec. Abraham y sus pastores proclaman la salvación represen-
tada por la historia del vaso y su llama redentora. Otorgan perlas a los creyentes. Un tiempo de opor-
tunidad antes de la calamidad. Las perlas del vaso no tenían significado para Sara.

1 Después de proferir todas estas predicciones, Melquisedec me dijo que toda la


experiencia que estábamos viviendo, era pre figurativa. Para que todo el drama se
consumase, teníamos todavía delante de nosotros acontecimientos importantes;
primeramente, yo debería regresar al Roble de Mambré juntamente con mis pastores,
para proclamar a todos la salvación representada por la historia de aquel vaso. Todo
aquél que, con arrepentimiento, aceptase al Mesías revelado, obtendría el perdón de
sus pecados, recibiendo una perla. Al final de seis años, al llegar la víspera de Rosh
Hashaná, las perlas se acabarían, no habiendo más oportunidad de salvación. Por
aquel tiempo, el fuego del juicio caería sobre las ciudades de Sodoma y de Gomorra,
habiendo terribles plagas sobre todos los infieles.
2 Al oír tales palabras del rey de Salem, me sobrevino gran an-gustia, al acordarme
de los últimos pasos de Sara; Yo temía que ella, en su incredulidad, no aceptase una
perla. Si esto aconteciese, mis lindos sueños se echarían por tierra, pues no
conseguiría ser feliz en su ausencia. Leyendo en mis ojos la angustia, Melquisedec
me consoló con una promesa:
3 —Abram, de aquí a seis años Yahwéh te visitará en tu tienda, y tu esposa será
curada de su esterilidad. Ella se convertirá y te dará un hijo que se llamará Isaac. —
4 Al finalizar la fiesta de Sukot, retornamos a nuestras tiendas junto al Roble de
Mambré. A medida en que íbamos avanzando por el camino, muchas personas nos
rodeaban, admirados por la belleza del vaso repleto de perlas; A todos contábamos
la historia de su llama redentora, y ofrecíamos las perlas a todos los que creyendo,
aceptaban la salvación.
5 Cuando llegamos al Roble de Mambré, una multitud de personas en él esperaba;
Muchos habían oído hablar de la milagrosa liberación operada a través de aquel
vaso que había sido el blanco de tanto menosprecio. Ahora, todos estaban
enmudecidos al verlo glorificado.
6 Juntamente con mis pastores, continuamos proclamando el infinito amor de
Yahwéh revelado por la llama. El número de aquellos que procuraban obtener las
perlas fue aumentando, día tras día, y todos éramos felices.
7 Los días, los meses y años fueron pasándose, y la cantidad de perlas fue
disminuyendo dentro del vaso. Estábamos viviendo ahora los últimos meses del
sexto año, que era el último de oportunidad. A medida en que los días se pasaban,
aumentaba en mi corazón una preocupación y una angustia, pues Sara hasta entonces
no había tomado interés en apoderarse de su perla, a pesar de mis constantes ruegos.
8 En aquellos momentos de aflicción en que clamaba a Dios por la salvación de
Sara, mi único consuelo eran las últimas palabras del rey de Salem, de que al final
de los seis años ella sería transformada.
9 Vivíamos ahora los últimos días del sexto año; La conciencia de que el tiempo se
estaba agotando, hacía que muchas personas me procurasen desde la mañana hasta la
noche, para apoderarse de las perlas de la salvación. Con el corazón herido por
inexpresable aflicción, yo insistía con Sara, procurando convencerla de su necesidad en
tomar, cuanto antes, una perla, pues las mismas se estaban haciendo cada día más
escasas. Sin considerar mi angustia, Sara desdeñaba mis solicitudes, afir-mando que
aquellas perlas no tenían ningún significado para ella.

Capítulo 9

Abraham intenta convencer a Sara sin tener éxito. Abraham recibe con hospitalidad a tres peregrinos. El
Señor convierte a Sara y le bendice, le entrega dos perlas, una para ella y otra para su hijo. Abraham
cae a los pies de su Redentor y recibe la última perla.

1 Después de una noche en vela en que, desesperadamente, procuré convencer a mi


amada de posesionarse de su perla, aceptando la salvación representada por aquel vaso,
vi el sol surgir trayendo la luz del último día —víspera de Rosh Hashaná. — Al mirar
hacia dentro del vaso en aquella mañana, vi que restaban apenas tres perlas. Al
admirarles el brillo, comencé a imaginar que la más brillante sería para mi hijo
prometido, la de brillo intermedio sería la de Sara, y la última sería la mía. Ese
pensamiento me trajo alivio y esperanza; Pero, al mismo tiempo, comencé a
preocuparme con la posibilidad de que llegaran personas procurando obtenerlas; Si
viniesen, yo no podría negarles el derecho a ellas.
2 Tomado por esa preocupación, permanecí sentado bajo el Roble de Mambré. En el
transcurso del día, me sobrevino un gran estremecimiento cuando vi a lo lejos tres
peregrinos que caminaban rumbo a nuestra tienda. Comencé a clamar a Dios que
ellos cambiaran de rumbo, pero mis clamores no fueron atendidos. Dominado por
una gran amargura, corrí hasta ellos, y, después de postrarme, los invite hacia la
sombra.
3 Tomando una vasija con agua, comencé a lavarles los pies, limpiándolos del polvo
del camino. Al ver los pies heridos y ampollados de aquéllos hombres, sentí
compasión por ellos; Comprendí que habían venido de muy lejos, enfrentando
peligros y desafíos, con el propósito de obtener a tiempo las perlas. Vi que ellos eran
mucho más merecedores que yo, Sara y nuestro hijo prometido.
4 Al lavar los pies del tercero, mi corazón que hasta entonces estaba afligido, se
lleno de paz y alegría; Imaginaba en aquel momento, cuán terrible sería si aquél
tercer peregrino, no se hubiese unido a los dos primeros en aquel trayecto; En ese
caso yo estaría obligado a tomar la última perla, subiendo sin mi amada a Salem. Si
tuviera yo que pasar por esa experiencia, la perla que simbolizaba la alegría de la
salvación, se convertiría para mí en un símbolo de soledad y tristeza, pues la larga
vida del cariño de Sara, sería para mí el mayor castigo, como la propia muerte.
5 Después de lavarles los pies, comencé a servirles el alimento que fue
especialmente preparado para ellos. Mientras les servía en silencio, estaba yo
esperando el momento en que me preguntarían por las perlas. Pero sin revelar
ninguna prisa, ellos hablaban sobre la larga caminata que hicieron, sobre las
ciudades por donde habían pasado. Yo les pregunté si conocían Salem; Ellos me
respondieron afirmativamente, agregando que en aquellos seis años, muchas obras
habían sido realizadas en aquélla ciudad, en preparación para una gran fiesta que
estaba por realizarse dentro de un año más, por la ocasión de Sukot.
6 Las palabras de aquél tercer peregrino, el más conversador de los tres, comenzaron
a traerme, misteriosamente, un sentimiento de esperanza. Al mirar hacia sus ojos
azules, Vi que él se parecía a Melquisedec.
7 Recordaba la última promesa hecha por el rey de Salem, cuando el tercer peregrino
me preguntó con una sonrisa:
8 —Abram, ¡¿Donde está Sara tu mujer?!—
9 Atónito, le pregunté:
10 — ¿Cómo sabes mi nombre y el nombre de mi esposa?—
11 El peregrino, me respondió:
12 —No solamente sé vuestros nombres, sino también sé que, de aquí a un año
vosotros tendréis un hijo que será llamado Isaac. —
13 Al oír las palabras del visitante, corrí hacia dentro de la tienda a fin de llamar a
mi esposa, para que oyese las palabras de aquél peregrino.
14 Al verla, el peregrino le preguntó:
15 — ¿Sara, porqué os reís de mis palabras?—
16 Asustada, Sara, contestó:
17 — ¡Yo no reí mi señor!
18 —No digáis que no reísteis, pues yo os vi riendo dentro de la tienda. — Afirmó
el peregrino.
19 Consiente de estar delante de alguien que conocía su interior, Sara le preguntó:
20 — ¡¿Quién eres tú Señor?!
21 — ¡Yo Soy la llama que se desprendió del Fuego del Altar para estar en el vaso
de tu esposo! ¡Yo Soy el Mesías, el Yahwéh que sufre humillaciones y desprecios
por amor a Su pueblo!—
22 Habiendo hecho esta revelación, el peregrino extendió Sus manos sobre la cabeza
de Sara para bendecirla; Solo hasta entonces vi, que ellas estaban marcadas por
cicatrices semejantes a las del rey de Salem.
23 El peregrino, con mucha ternura, comenzó a hablar al corazón de mi amada,
rescatándola de su caverna de incredulidad:
24 — ¡Sara, valiosa eres a mis ojos! ¡Todo tu pasado de incredulidad e infertilidad
está perdonado! ¡Tengo para ti un futuro glorioso, pues tú te con-vertirás en madre
de muchos pueblos y naciones!—
25 Después de decir estas palabras, el noble visitante se encaminó hacia el vaso e,
inclinándose, tomó de el las tres perlas restantes. Dirigiéndose a Sara, le entregó dos
perlas, y le dijo:
26 —Una es para ti y la otra es para tu hijo Isaac. —
27 Con la vida transformada por el amor de Yahwéh, Sara se postró agradecida a los
pies de aquél peregrino que la había salvado en el último momento de oportunidad.
Cuando la vi postrarse sumisa, mi corazón por tantos años afligido, se rompió en
lágrimas de alegría y gratitud, y caí a los pies de mi Redentor y Rey.
28 Después de consolarnos con la certeza de nuestra eterna salvación, el peregrino me
entregó la última perla. Cuando la apreté en mis manos sentí una gran luz de alegría y
paz penetrar todo mi ser, y comencé a alabar al Eterno por la certeza de que tendría para
siempre a mi lado a mi querida Sara y al hijo de la promesa que, dentro de un año
nacería.

Capítulo 10

Abraham acompaña al Señor hasta la colina desde donde el Señor envía a sus dos compañeros a una
misión. Yahwéh se lamenta por la destrucción que habrá de sobrevenir a los habitantes de las ciu-dades
de aquel hermoso valle. Abraham intercede por aquel pueblo. No había diez justos en Sodoma y
Gomorra. Lamentación de Yahwéh. Los dos compañeros son enviados para rescatar a Lot y sus hijas.
Abraham se postra agradecido a Yahwéh por la intervención en el rescate de sus familiares.

1 Después de estas cosas, Yahwéh se despidió de Sara y de los pastores que allí se
encontraban, y me invitó a que los acompañara hasta la colina que esta frente al
valle. Cuando llegamos a aquel lugar, el Eterno se despidió de sus dos compañeros,
enviándolos a una misión especial en Sodoma.
2 De la cima del monte contemplábamos los fértiles valles y bosques que, como un
paraíso, se extendían en ambos márgenes del río Jordán, circundando las prósperas
ciudades, dentro de las cuales se destacaban Sodoma y Gomorra.
3 Fue sobre aquella colina que, después de la contienda entre mis pastores y los
pastores de Lot, le di la oportunidad de escoger el rumbo a seguir, pues no
podríamos permanecer juntos. Atraído por las riquezas de la campiña, él decidió
mudarse hacia allá.
4 Al mirar hacia mi compañero que permanecía en silencio desde el momento en
que vimos la campiña, me sorprendí al verlo llorando. Le pregunté el motivo de su
tristeza, y Él, sollozando respondió:
5 —Este es para mí un día de mucha tristeza, pues por última vez mis ojos podrán
posarse sobre este valle fértil. ¡Lloro por los habitantes de esas ciudades que no
saben que sus días acabarán!—
6 La declaración de Yahwéh me trajo el recuerdo de todos aquéllos cautivos que
habían sido liberados seis años antes; lamentablemente, casi todos rechazaron el
baño de la purificación, regresando inmundos hacia sus casas; Únicamente Lot y sus
hijas aceptaron la salvación, tomando posesión de sus perlas. Pensando en alguna
posibilidad de liberación para aquél pueblo, pregunté al Señor:
7 — ¿Y si acaso existe en aquellas ciudades, cincuenta personas justas, aún así
serían ellas destruidas?—
8 Yahwéh me dijo que si hubiese cincuenta justos, toda la planicie sería perdonada.
9 — ¿y si hay 45 justos?—
10 —Si hubiese allí 45 justos, todas aquellas ciudades serían perdonadas. —
11 Continué con mis indagaciones hasta llegar al número diez. Yahwéh me dijo que
si hubiese 10 justos en aquellas ciudades, toda la planicie sería perdonada.
12 Torturado por una inexpresable agonía de espíritu, Yahwéh volvió a llorar
amargamente, mientras que con voz embargada, pronunciaba un triste lamento:
13 —Sodoma y Gomorra, cuántas veces quise Yo juntar a tus hijos, como la gallina
junta a sus polluelos debajo de las alas, mas vosotras no aceptasteis mi protección.
¡¿Por qué es que vosotras cambiasteis la luz de mi salvación, por las tinieblas de este
reino de muerte?! ¡Mis oídos están atentos en busca de, por lo menos una plegaria,
mas todo es silencio! ¡Mis manos están extendidas, prontas a impedir el fuego del
juicio, mas vosotras rechazáis mi socorro!—
14 Inclinándome al lado de mi sufridor compañero, me uní a Él en la lamentación.
En aquel momento de dolor, tuve la certeza de que Melquisedec también sufría por
todos aquellos que habían cambiado el amor y la paz de Salem, por las ilusiones de
aquel valle de destrucción.
15 Después de un largo llanto, Yahwéh me consoló, con la revelación de sus dos
compañeros, se encontraban en aquel momento en Sodoma, con la misión de salvar a
Lot y a sus hijas librándoles de la muerte. Sus palabras me trajeron gran alivio, y me
postré agradecido a sus pies.

Capítulo 11

Yahwéh comisiona a Abraham registrar en un rollo la historia del Vaso, así como la historia de Salem,
para posteriormente entregarlo dentro del Vaso a Melquisedec. Destrucción de Sodoma y Gomorra.
Abraham se lamenta en extremo.
1 Antes de partir, Yahwéh me encargó una misión, diciendo:
2 —Toma un rollo vacío y registra en él la historia del vaso y la historia de Salem,
conforme oísteis de los labios de Melquisedec. Dentro de un año, tú y todos aquellos
que aceptaran la salvación, deberán subir a Salem para la fiesta de Sukot; En aquel
día, devolverán al rey de Salem el vaso, ofreciendo dentro de él como presente, el
rollo. —
3 En aquella misma tarde, en obediencia a las órdenes de Yahwéh, comencé a
registrar la historia vivida por mí y por mis pastores, desde el momento en que partí
rumbo al valle, llevando sobre la espalda el vaso con su llamarada.
4 Al día siguiente, el sol ya iba alto, cuando, al mencionar la ciudad de Sodoma en el
manuscrito, recordé que aquel era el día de su destrucción. Con el corazón
acelerado, corrí hacia allá y me quedé espantado con el escenario que se extendió
delante de mis ojos: En lugar de aquél valle fértil, semejante a un paraíso, había un
desierto humeante, sin vida alguna; En lugar de las ciudades de Sodoma y Gomorra,
había un cráter profundo, hacia donde las aguas del mar salado escurrían.
5 Quebrantado ante esa visión de destrucción, volví a la tienda con el corazón
entristecido. El recuerdo de tantas personas que, por rechazar el perdón divino,
habían sido consumidas por el fuego, me dejaba profundamente debilitado. En los
días siguientes, no encontré fuerzas para escribir; Regresé otras veces a la colina,
con la esperanza de que todo aquello fuese una pesadilla, pero en lugar del valle
fértil yo solamente conseguía percibir aquel caos.
6 Demoré varios días para que yo volviera a tener el ánimo de proseguir con los
escritos del rollo.
La Historia de Salem
(Un relato escrito por Abraham)

Abraham relata La Historia de Salem según lo escuchó “de los labios de


Melquisedec” en la ocasión en que subieron a Salem para celebrar la fiesta de Sukot,
después de La Gran Liberación. Adonías, cansado de las iniquidades del pueblo e
inspirado en las virtudes de su amado hijo, edifica una ciudad: “un reino diferente a
todos los demás”. Después de vivir el júbilo de la victoria y la lamentación de la
perdición, Melquisedec recibe una revelación de un ángel, en la que le declara que
“todo aquel drama que estaba viviendo…tenía un sentido prefigurativo, retratando
acontecimientos pasados y futuros, que envolvían todo el vasto universo”. (Véase
Crono. 1 y 2)

Capítulo 1

Adonías, hombre justo, busca alcanzar su sueño de justicia y paz. Escribe en un pergamino las leyes que
regirían el nuevo reino de paz. Inicia la edificación de Salem, la cual esta destinada únicamente pa-ra los
limpios de corazón.

1 Ésta es la historia de Salem según la oí de los labios de Melquisedec en la ocasión


de la fiesta de Sukot, quince días después de la liberación de Lót y sus hijas.
2 Todo comenzó con un sueño en el corazón de un hombre llamado Adonías; Él
poseía muchas riquezas, pero a nada apreciaba más que a la justicia y a la paz que
nacían de la sabiduría y del amor.
3 Cansado con las injusticias que predominaban por toda la tierra de Canaán,
Adonías resolvió edificar un reino que fuese regido por leyes de amor y de justicia.
El nombre de la capital de ese reino sería Salem, la Ciudad de la Paz.
4 Los súbditos de Salem no empuñarían arcos y flechas, mas serían entrenados en el
arte musical; Cada habitante de Salem tendría siempre al alcance de sus manos un
instrumento musical, para expresar por medio de el la paz y la alegría de aquel
nuevo reino. Juntos, formarían una poderosa orquesta en la lucha contra la
desarmonía que nace del orgullo y del egoísmo.
5 El primer paso de Adonías para la concretización de su plan, fue elaborar las leyes
del nuevo reino, las cuales él las escribió en un pergamino. Los súbditos de Salem
no podrían mentir, hurtar, odiar, ni matar a sus semejantes. El orgullo y el egoísmo
eran señalados como causa de todo el mal, por tanto, no podrían existir en aquel
lugar de paz.
6 Las leyes del pergamino requerían la práctica de la humildad, de la sinceridad, de
la amistad, y, por encima de todo, del amor que es la mayor de todas las virtudes.
7 Después de registrar en el pergamino las leyes que regirían aquel reino, Adonías
comenzó a planificar la arquitectura de Salem. Sería una ciudad al principio
pequeña, con habitaciones para mil doscientas personas. Como el lugar de su
edificación, fue elegida una región alta de Canaán, al occidente del Monte de los
Olivos.
8 En poco tiempo, la realización de Adonías comenzó a atraer personas de todas
partes que, de cerca y de lejos, venían a conocer los palacios y las mansiones que
estaban siendo edificados. Admirados ante la belleza de aquella ciudad tan blanca,
los visitantes pregun-taban sobre quiénes serían sus habitantes. Adonías les
mostraba el pergamino, diciendo que Salem se destinaba a los limpios de corazón —
aquéllos que estuviesen dispuestos a obedecer sus leyes. —

Capítulo 2

Conclusión de la edificación de Salem. Melquisedec, la inspiración de su padre. Adonías buscando


honrar a un súbdito especial, ve en Samael un reflejo de las virtudes del propio príncipe. Samael es
honrado.

1 La edificación de la ciudad fue finalmente concluida y Salem se reveló hermosa


como una novia adornada, a la espera de su esposo.
2 Asentado en su trono, Adonías ahora examinaba a los nu-merosos candidatos a
súbditos que llegaban de todas partes. Aquéllos que, prometiendo fidelidad a las
leyes, eran aprobados, recibían tres dotes del rey: el derecho a una mansión,
vestiduras de lino fino y un instrumento musical en el cual deberían practicar.
3 La ciudad estaba finalmente repleta de habitantes. Lleno de alegría, Adonías
convocó a todos a la fiesta de inauguración de Salem, en el transcurso de la cual
proclamó un decreto que determinaría el futuro de aquel reino, diciendo:
4 —A partir de este día, que es el décimo del séptimo mes, seis años serán contados,
en los cuales todos los habitantes serán probados. Solamente aquellos que
permanecieren leales, progresando en la práctica de las leyes del pergamino, serán
confirmados como herederos de este reino de paz. Aquéllos que fueren enlazados
por culpas y transgresiones, serán desterrados por el juicio. —
5 Las palabras del rey condujo a todos a un profundo examen de corazón, y se
alegraron con la certeza de que alcanzarían la victoria sobre todo el orgullo y el
egoísmo, que son las raíces de todos los males.
6 Adonías tenía un hijo único a quién había dado el nombre de Melquisedec. La
belleza, ternura y sabiduría de ése hijo amado, habían sido su inspiración para la
edificación y fundación de su reino.
7 Melquisedec tenía doce años de edad, cuando Salem fue inaugurada. Era el plan de
Adonías coronarlo rey sobre los súbditos aprobados, al final de los seis años. Este
plan, lo mantendría en secreto hasta el momento oportuno.
8 El príncipe, con sus virtudes y simpatía, se hizo pronto muy querido por todos en
Salem. Él tenía siempre en los labios una sonrisa y una palabra de afecto. Apreciaba
estar junto a los súbditos en sus hogares, recitándoles las leyes del pergamino en
forma de lindas canciones que vivía componiendo. Su presencia traía al ambiente
una atmósfera de felicidad y paz. Ése amado príncipe poseía, de hecho, todas las
virtudes ne-cesarias para ser rey de una Salem Victoriosa.
9 Adonías había edificado una mansión especial junto al palacio, con el propósito de
ofrecerla al súbdito cuya vida expresase más perfectamente las leyes del pergamino.
Diariamente él observaba a los habitantes, buscando entre ellos a esa persona a la
que deseaba honrar.
10 Paseaba por las alamedas de Salem, cuando, por entre el trinar de pájaros,
Adonías oyó una voz semejante a la de su hijo. Al darse vuelta para ver quién era,
encontró a un bello joven que cantaba una canción. Al contemplar en su faz el brillo
de la sabiduría y de la pureza, Adonías se alegró por haber encontrado a aquél a
quién podría honrar. Aquél joven, que era una copia fiel del príncipe, se llamaba
Samael.
11 Colocándole un anillo en el dedo, el rey lo condujo al palacio, donde, fue
recibido por Melquisedec que le ofreció muchos presentes, entre los cuales el
derecho de estar siempre a su lado.
12 Adonías preparó un gran banquete en honor de Samael, para el cual todos fueron
convidados. Al contemplarlo al lado del rey, los súbditos lo aclamaron con alegría,
acreditándolo ser el propio príncipe.
13 Exaltaban con júbilo las virtudes de aquél hermoso joven, cuando se manifestó
Melquisedec, colocándose con una sonrisa a la derecha de su padre.
14 En el banquete, Samael fue honrado por todos. Realmente él era digno de residir
en la mansión del monte, pues había en él un reflejo perfecto de las virtudes que
coronaban al amado príncipe.

Capítulo 3

Las sublimes composiciones de Melquisedec inspiraban al pueblo a actos de bondad y paz. La música
preservando la armonía y la paz. Samael, compañero inseparable de Melquisedec. Revelaciones impor-
tantes de Adonías a su pueblo sobre el futuro gobierno de una Salem victoriosa. Samael, guardián de las
leyes.
1 Salem crecía en felicidad y paz. Con alegría, los súbditos se reunían cada día al
amanecer para oír, cantar y tocar las sublimes composiciones de Melquisedec, que
inspiraban a actos de bondad y paz.
2 Entre las amistades nacidas y fortalecidas en virtud de la música armoniosa,
sobresalía aquélla que unía al príncipe con Samael. Desde que había comenzado a
residir en la mansión del monte, Samael se había convertido en su compañero
constante. Juntos pasaban largas horas, meditando sobre las leyes del pergamino.
Con admiración, el súbdito honrado veía al hijo de Adonías transformar aquellas
leyes en lindas canciones. Las dulces melodías nacían de sus labios como el perfume
de una flor.
3 Consiente de la importancia de la música en la preservación de la armonía y paz en
Salem, el príncipe, además del canto, comenzó a dedicarse a la música instrumental,
siendo su instrumento preferido el laúd. Era por medio de ese instrumento que
conseguía expresar con mayor perfección la riqueza de su alma.
4 De los seis años de prueba, cinco, finalmente pasaron. Adonías, feliz de ver que
hasta entonces todos los habitantes de Salem habían permanecido leales a los
principios contenidos en el pergamino, los convocó a un banquete, en el cual haría
importantes revelaciones.
5 Habiendo tomado sus lugares delante del trono, los súbditos, con alegría unieron
las voces entonando los cánticos de la paz, siendo regidos por Samael.
6 Después de oírlos, el rey, emocionado, se dirigió a su hijo, abrazándolo en medio
de los aplausos de la multitud agradecida. Todos reconocían que la paz y la alegría
en Salem, eran en gran medida debidas al amor y dedicación del amado prínci-pe,
que era el autor de aquellas dulces canciones.
7 En aquel momento de reconocimiento y gratitud, Adonías reveló sus planes
mantenidos hasta entonces en secreto. Con voz pausada, les dijo:
8 —Súbditos de este reino de paz, mí alma esta repleta de alegría por contemplar en
este día vuestros rostros más radiantes que en tiempos pasados. Vuestras vestiduras
continúan blancas y puras, como cuando las recibisteis de mis manos. La armonía de
vuestras voces e instrumentos, hoy son mejores.—
9 Habiendo dicho estas palabras, el rey agregó con solemnidad:
10 —Un año de prueba todavía resta, al final del cual seréis examinados.
Permaneciendo fieles como hasta aquí, seréis honrados siendo confirmados como
súbditos de este reino de paz. No obstante, si alguien fuera hallado en falta, será
desterrado, aún y cuando este juicio nos traiga mucha tristeza y sufrimiento. —
11 Las palabras del rey llevaron a los súbditos a una profunda reflexión. Todos,
examinándose, indagaban reverentes: — ¡¿Estaremos aprobados?!—
12 Seguros de que serían victoriosos, pues amaban a Salem y sus leyes, unieron las
voces en un cántico expresivo de fidelidad. Al terminar el cántico, Adonías les
reveló su gran secreto:
13 —Aquéllos que fueren aprobados, heredando este reino de paz, recibirán como
rey a mi hijo, a quien daré el trono glorificado de esta Salem Victorio-sa. —
14 La revelación del rey fue aclamada por todos con mucho júbilo. Adonías, sin
embargo, todavía no les había revelado todo su plan, por eso pidiéndoles silencio,
prosiguió:
15 —Mi hijo empuñará un cetro especial, en el cual sellaré todo el derecho de
dominio, su cetro, simbolizando toda la armonía, será un laúd. —
16 Ante esta revelación que a todos sensibilizó, el príncipe postrándose a los pies de
su padre, lloró motivado por mucha alegría. Mientras tanto, todos le aplaudían con
euforia, anhelando ver el amanecer de ese día en que la paz sería victoriosa.
17 Adonías, llamando a Samael a estar junto a su hijo, concluyó diciendo:
18 —En el gobierno de esta Salem victoriosa, tengo el propó-sito de hacer de
Samael el primero después de Melquisedec. A él será confiado el pergamino de las
leyes, debiendo ser el guardián de la honra de este reino triunfante. —

Capítulo 4

Samael se deja dominar por sentimientos de grandeza y orgullo. Mantiene en secreto su plan e in-tenta
imponer sus conceptos contrarios a la ley del pergamino. Melquisedec consigue restaurarlo al camino de
la humildad y la rectitud, pero nuevamente recae al dejarse dominar por el orgullo y la codicia.

1 Samael, al conocer los planes de Adonías en cuanto al futuro de Salem, se llenó de


euforia. Contemplaba ahora risueño aquella ciudad sin igual, imaginando su futuro
de gloria. Considerando las palabras del rey, de que él sería el segundo en el reino,
se dejó dominar por un sentimiento de exaltación. Él, que hasta entonces, en
obediencia a las leyes del pergamino, había vivido una vida de humildad, comenzó a
enorgullecerse de su posición. En su devaneo se sentía junto al trono, teniendo a los
súbditos de Salem a sus pies, aclamando con alabanzas su grandeza. Samael,
totalmente dominado por ese sentimiento, no se daba cuenta de que estaba siendo
conducido por un camino peligroso. El orgullo que lo seducía, estaba generando el
egoísmo que luego se manifestaría en codicia.
2 Una semana después de la revelación de Adonías, los súbditos promovieron una
fiesta en homenaje a Melquisedec, el futuro rey de Salem. Viéndolo aclamado por
tantas alabanzas, Samael tuvo el corazón arrebatado por un extraño sentimiento de
envidia, fruto del orgullo y del egoísmo. No podía soportar el pensamiento de ser
dejado en segundo plano. ¡¿Acaso no era él tan hermoso y sabio como el príncipe?!
Era casi imposible disfrazar tal sentimiento de infelicidad.
3 En tiempos pasados, Samael encontraba indescriptible placer en los momentos en
que, al lado del príncipe, recitaba las leyes contenidas en el pergamino, que eran
transformadas en lindas canciones. Ahora, tales momentos se tornaron
desagradables, pues aquellos principios contrariaban sus ideales. Decidió, sin
embargo, no revelar sus sentimientos de rebelión. Soportaría el anticuado pergamino
hasta que, con su autoridad, pudiese excluirlo del nuevo reino que sería establecido.
¿No sería acaso él el guardián de aquellas leyes? Esa "victoria" procuraría alcanzar
mediante su influencia y sabiduría.
4 Juzgando poder influenciar al hijo de Adonías con sus sueños de grandeza, Samael
se aproximó hasta él con euforia, y comenzó a hablarle de las glorias del reino
venidero, donde los dos, cubiertos de honores, disfrutarían de las alabanzas de una
Salem victoriosa. Serían ellos los héroes del más perfecto reino establecido entre los
hombres.
5 Las delirantes palabras del súbdito honrado trajeron preocupación y tristeza al
corazón del joven príncipe, pues no reflejaban las enseñanzas de amor y humildad
del pergamino.
6 Viendo a su amigo íntimo en peligro, Melquisedec, con una ternura jamás
revelada, lo condujo al lado del trono, donde, tomando el pergamino, comenzó a leer
compasivamente los siguientes párrafos:
7 —El reino de Salem será afirmado sobre la humildad, pues esta virtud es la base
de toda verdadera grandeza.
8 La humildad es fruto del amor, siendo contraria al orgullo, que puede mantener a
una criatura apresada al polvo, haciéndola contentarse con sus limitaciones,
engañándola como si las mismas fueran de infinito valor.
9 La humildad consiste en el olvido de sí mismo, y este, en una vida de abnegado
servicio por los semejantes. —
10 Samael, esforzándose por encubrir su indignación ante la lectura del pergamino
que para él era anticuado, dijo al príncipe, en tono de consejo de amigo:
11 —Mi buen amigo, reinaremos en una Salem victoriosa, que fulgurará muy por
encima de este pergamino, cuyos principios fueron cumplidos fielmente en estos
años de prueba. ¿Acaso la plena libertad no será la gloria de Salem? Pues sabed que,
la completa libertad no coexistirá con estas leyes, cuyo objetivo se encierra al
término de los cinco años. Corresponde a nosotros dos coronar a Salem con el honor
de una total libertad, que generará una felicidad sin fin. Tal libertad es imposible que
exista bajo las limitaciones del pergamino. —
12 El hijo del rey se estremeció mucho ante las palabras de su amigo, que
evidenciaban locura. ¡¿Cómo liberarlo de ese camino de muerte?!
13 Nadie en Salem, además de Melquisedec, conocía la triste condición de Samael.
Con paciencia, el príncipe procuraba concientizarlo del valor real del pergamino,
cuyas leyes no podrían jamás ser alteradas, pues esto ocasionaría el fin de toda la
paz.
14 Los consejos del príncipe finalmente despertaron su corazón. Meditando en sus
palabras, se concientizó de estar siguiendo por un camino engañoso.
15 Al ver en los ojos de aquél a quién tanto amaba las lágrimas del arrepentimiento,
el hijo de Adonías se alegró con su victoria sobre el orgullo y el egoísmo.
16 Los días que siguieron a la liberación, fueron llenos de realizaciones; El príncipe
se mostraba aún mas amigo, dispuesto a dar todo de sí mismo de modo que su
compañero pudiese proseguir triunfante en el camino de la humildad. En aquellos
días de júbilo, fue dado a él el honor de conocer el cetro que estaba siendo
moldeado.
17 En un momento de descuido, Samael que había vuelto a disfrutar de paz en el
espíritu, permitió que su corazón nuevamente estuviera poseído por un sentimiento
de grandeza, que hizo desencadenar una nueva tormenta en su alma. Ese sentimiento
mezcla de orgullo y codicia le sobrevino en el momento en que el príncipe le
mostraba el laúd dorado, en el cual estaba siendo impreso el sello de todo el
dominio.

Capítulo 5

Samael formula planes de conquista. Predica a los súbditos una falsa y engañosa doctrina. Adonías
percibe esta rebelión y predica la exactitud de las leyes del pergamino para lograr la paz y la ver-dadera
libertad. Melquisedec les ofrece el perdón y la oportunidad de volverse a la rectitud. Samael se reúne en
secreto con sus seguidores y les revela su plan de conquista.

1 Desde su mansión Samael contemplaba a Salem en su resplandor matinal.


Viéndola, cual novia adornada a la espera de su rey, la codició. En su delirio
comenzó a formular planes de conquista. Ya podía sentirse exaltado sobre su trono,
teniendo en las manos el cetro precioso. Todos lo aclamarían como el libertador de
la opresión de aquellas leyes. Salem sería un reino de completa libertad y placer.
Dominado por esta codicia, comenzó a maquinar planes de conquista.
2 Samael decidió actuar sutilmente entre los súbditos, llevándolos a ver en el
pergamino alguna imprecisión a la libertad real. En su misión de engaño, actuaría
con aparente bondad, mostrando interés por el crecimiento de la felicidad de todos.
3 Poniendo en práctica sus planes, comenzó a visitar a los súbditos en sus
mansiones, hablándoles de las glorias del reino venidero, donde disfrutarían una
completa libertad.
4 Grande era su influencia en Salem. Todos admiraban su belleza y sabiduría,
teniéndolo como un perfecto apóstol de la justicia y del amor. Nadie podía imaginar
que en medio de aquella atmósfera de júbilo y gratitud una trampa sutil estaba
siendo colocada, en las garras de la cual muchos podrían caer por descuido.
5 En su seductora misión, Samael no hablaba contra el pergamino, no obstante, lo
elogiaba por haber ejercido en aquellos seis años prontos a finalizar, una misión de
prueba. En su lógica, sin embargo, procuraba mostrar que, en el reino venidero,
cuando todos estuvieran aprobados, estarían por encima de aquellas leyes. Sus
argumentos, aparentemente correctos, le preparaban el camino para afirmar
abiertamente que, en el nuevo reino, la existencia del pergamino, sería una traba a la
concretización de la verdadera libertad.
6 Las semillas de la rebelión lanzadas por Samael no tardarían en germinar en el
corazón de muchos en Salem. Esto acontecía a seis meses del Yom Kipur, cuando el
destino de todos sería sellado. Un tercio de los habitantes, seducido por el terrible
engaño, lo exaltaba ahora, en completo desprecio a las leyes y al príncipe, a quiénes
juzgaban de anticuados.
7 Adonías, que sufría al ver el surgimiento de toda esta rebeldía, convocó a los
súbditos a una reunión de emergencia. En la faz de todos se podía ver las
contrastantes disposiciones.
8 Con voz compasiva, el rey comenzó a revelarles, como jamás lo había hecho antes,
la gran importancia de las leyes registradas en el pergamino, mostrando que ellas
eran la base de toda la prosperidad y paz. Si tales leyes fuesen excluidas, toda
felicidad y gloria se extinguirían, dando lugar al caos.
9 Después de mostrar la necesidad de las leyes, Melquisedec, movido por un fuerte
deseo de salvar a aquéllos a quienes tanto amaba, levantó el pergamino delante de
todos y, con voz llena de bondad les ofreció el perdón y la oportunidad de volver a
iniciarse en el camino de la paz. Sus palabras a todos conmovió, logrando que hasta
el mismo Samael estuviese al principio motivado, sin embargo, el orgullo le impidió
de nuevo el arrepentimiento. De esta manera, el súbdito honrado, cuando todavía
podía mirar arrepentido hacia el pergamino, se endureció en su rebeldía, decidiendo
continuar hasta el fin. Esta decisión, todavía, no la manifestaría prontamente, pues
había idealizado un plan traicionero.
10 Al finalizar el encuentro de oportunidad, Samael convocó a sus seguidores a una
reunión secreta, que fue realizada bajo el manto de la noche, junto al riachuelo de
Cedrón que estaba fuera de los muros de Salem.
11 Después de maldecir el pergamino y a todos aquéllos que lo defendían, comenzó
a hablarles de sus planes de venganza y traición:
12 —Como vosotros sabéis, los seis años de prueba se están agotando, restando, a
partir de hoy, veinticuatro semanas para el día de la coronación. Si vosotros
quisierais tenerme como rey en lugar de Melquisedec, podré robarle el cetro,
apoderándome del reino. —
13 Samael comenzó a explicarles los lanzamientos de la traición, dándoles las
debidas orientaciones sobre la manera de actuar a partir de aquella fecha:
14 —Necesitamos mantener una apariencia de fidelidad al pergamino y al príncipe
hasta que llegue el momento de actuar. El golpe será dado en la noche que antecede
al día de la coronación. A la media noche, furtivamente nos ausentaremos de Salem.
Robaré en esa noche el cetro y, juntos, huiremos hacia el profundo valle donde están
las ciudades de Sodoma y Gomorra. Allí nos armaremos, y marcharemos contra
Salem, subyugando a nuestros enemigos. Acabaremos entonces con el per-gamino y
con todos aquéllos que se rehusaren rendir obediencia a nuestro gobierno. —

Capítulo 6

Samael y sus cómplices fingen fidelidad al reino. Melquisedec confiado le muestra a Samael el lugar
secreto del laúd dorado. Samael traiciona la confianza de Melquisedec preparando a sus hombres y
robando el preciado cetro. Samael y sus seguidores marchan hacia el valle. Salem peligra.

1 Sobrevinieron días de aparente tranquilidad y paz, Samael, fingiendo fidelidad,


estaba siempre al lado del príncipe, demostrando admiración por sus nuevas
composiciones que exaltaban las leyes del pergamino. Los seguidores de Samael, de
la misma manera, unían las voces en alabanzas que expresaban la grandeza de los
principios a los cuales repugnaban.
2 Melquisedec, lleno de alegría por ver aproximarse el día de su coronación,
ensayaba con los súbditos los cánticos de la victoria, los cuales había compuesto
especialmente para aquella ocasión. Con felicidad hablaba a todos sobre sus sueños
en tornar a Salem cada vez mas llena de honra por su belleza y armonía.
3 Samael, en su maldad oculta, se burlaba del príncipe. Ya preveía el dolor que le
ocasionaría el golpe de la traición.
4 En aquellos días de aparente paz, el súbdito rebelde procuró conocer el lugar en
que el cetro estaría oculto hasta el día de la coronación. El príncipe, sin desconfiar,
le reveló todo el secreto: la sala, el cofre con su enigma, el rico estuche y, finalmente
el tesoro. Contemplándolo el astuto Samael se animó al ver impreso en su parte
convexa el sello del dominio; Comprendió que, aquél que lo poseyera, tendría en las
manos el reino de Salem. Solamente algunos días, pensó él, y tendría bajo su poder
aquel precioso instrumento.
5 El sol declinó trayendo a Salem el día que significaría victoria o derrota.
6 Poco antes del anochecer, Samael había dejado el palacio donde había pasado todo
el día al lado del príncipe, ayudándole en los preparativos para la ceremonia de la
coronación. Dirigiéndose hacia su mansión, saludó las tinieblas con una malvada
sonrisa. ¡Cuánto había anhelado por aquella noche!
7 Mientras que los fieles, embelesados por la emoción de la feliz victoria, revisaban
bajo la luz de candelabros los adornos de sus instrumentos, de sus vestiduras y
mansiones, certificándose que serían aprobados a la mañana siguiente, Samael y sus
seguidores hacían sus últimos preparativos para blandir el golpe.
8 A la media noche, siguiendo las instrucciones de Samael, todos sus seguidores
abandonaron silenciosamente sus mansiones, dirigiéndose al profundo valle de
Cedrón, donde esperarían a su nuevo rey.
9 Samael, a su vez, se dirigió a los fondos del palacio, por donde esperaba entrar sin
ser notado, yendo al encuentro del cetro. Evitando hacer cualquier ruido, traspasó el
portal, dirigiéndose silenciosamente a la sala que guardaba el precioso cetro.
10 En aquel momento, el príncipe que, insomne rodaba en su lecho, presintiendo
algún peligro, se dirigió al cuarto de su padre y lo despertó diciendo:
11 —Padre mío, oí ruidos de pasos en el interior del palacio. —
12 Acariciando la cabeza de su hijo, Adonías, somnoliento le respondió:
13 —Hijo, no te preocupes. Acuéstate conmigo y duerme tranquilamente. De aquí a
poco rayará el amanecer y tú tendrás en las manos el laúd dorado. —
14 El príncipe, tranquilizado por las palabras confiables de su padre, se entregó a un
sueño de lindos sueños en el que vivía al lado de Samael y de todos los súbditos de
Salem, los momentos festivos de la coronación. Mientras que esto sucedía, el
rebelde con las manos temblorosas, se apoderaba del cetro. En aquel momento, tuvo
la idea de llevarse solamente el laúd, dejando el estuche en su debido lugar. Con una
sonrisa llena de maldad, imaginó el momento en el que el rey entregaría a su hijo
aquel estuche vacío.
15 Llevando consigo el cetro, Samael se dirigió apresuradamente al lugar donde sus
seguidores lo esperaban. Al encontrarlos, dio paso a todo su orgullo proclamando:
16 —Ahora yo soy el rey de Salem. ¿Quién posee un cetro como el mío? Con él
domino la tierra y el mar. Mi fuerza está en las tinieblas, pues a través de ellas lo
conquisté. —
17 Festejando la victoria, la turba ruidosa se separó para distanciarse de Salem,
siguiendo rumbo a las ciudades corrompidas de la planicie, donde pre-tendían
armarse para la conquista de su reino.
18 El sol apareció en el horizonte, trayendo la luz del día de la expiación (Yom
Kipur). Despertando de su sueño de lindos sueños, el príncipe se alistó para la
ceremonia del juicio y de la coronación. Vestiduras especiales de lino fino,
adornadas con hilos de oro y piedras preciosas, le fueron preparadas. Después de
vestirse, Melquisedec se encaminó al encuentro de sus súbditos, en el extremo sur de
Salem. De allí los conduciría en una marcha festiva rumbo al palacio situado al
norte, sobre el monte Sión.
19 Adonías, haciendo sonar un cuerno largo, convocó a todos para la reunión del
juicio. Dejando sus mansiones, todos los restantes se dirigieron hacia la plaza de la
puerta sur, llevando consigo sus instrumentos musicales.
20 Al encontrarse con aquéllos fieles, Melquisedec se sorprendió por la ausencia de
mu-chos. Ese misterio le dolía en el alma, pues le ocultaba el rostro más querido de
su amigo Samael.
21 Dejando a sus seguidores reunidos, el príncipe salió a la búsqueda de los
ausentes. En su búsqueda infructuosa, se dirigió finalmente a la mansión del monte,
donde llamó a Samael; Su voz, sin embargo, no trajo ninguna contestación más allá
de un eco vacío, que traducía ingratitud.
22 Leyendo en el triste vacío la traición, sintió ganas de llorar. En un solo momento
le vino a la mente todo el pasado de aquél a quién había buscado con tanta
dedicación conservarlo en su gloria, a través de consejos sabios. Recordó aquellos
días que siguieron a su recuperación; ¡Cómo se había alegrado con la certeza de que
su amigo nunca más volvería a caer! Llevándolo a presentir la tragedia, le vino a la
memoria las indagaciones de Samael sobre el laúd, el cual le mostró en un gesto de
amistad. El recuerdo de este hecho, sumado a los pasos oídos en el interior del
palacio aquella noche, le dio la certeza de que Salem corría peligro. No soportando
esa posibilidad de traición, se postró en llanto, herido por la terrible ingratitud de
aquél a quién había dedicado tanto amor.
23 Curvado por el dolor, permaneció por algún tiempo procurando encontrar algún
consuelo. Secó finalmente sus lágrimas, decidido a hacer cualquier sacrificio a fin de
devolver a Salem su gloria y poder, redimiéndole el cetro de las manos de la
rebeldía.
24 Consolado por la certeza de la victoria, Melquisedec regresó al lado de los
súbditos fieles. Ocultándoles su sufrimiento, así como el motivo de la ausencia de
tantos, el príncipe los guió en una marcha triunfal rumbo al palacio

Capítulo 7

Los súbditos fieles, ajenos a la traición, elevan cánticos de triunfo en expectativa de la coronación de su
rey. La coronación es truncada debido a la ausencia del cetro. Todos se afligen y Melquisedec los
consuela con la promesa de rescatar el preciado cetro. Melquisedec sale en su búsqueda. Samael, lleno
de ira, raspa las inscripciones grabadas en el cetro. Melquisedec enfrenta peligros en busca del cetro y
es preservado.

1 Al aproximarse al monte Sión, subieron las blanquísimas gradas de la escalera,


siendo seguido por la multitud triunfante. Le dolía en el alma la expectativa de ver
morir en los labios de los fieles, en aquella mañana, su alegre canto, debido al golpe
de la traición.
2 Se encontraba ahora en el interior del palacio, delante del magnífico trono que
esperaba al joven rey. En la base del trono, yacía abierto, en medio de un arreglo
floral, el pergamino de las leyes. Junto a él se podía ver la linda corona, hecha de oro
y piedras preciosas, así como el estuche de aquél cetro que simbolizaba toda la
armonía de Salem.
3 Los súbditos estaban felices, pues sabían que serían hallados dignos de heredar
aquel reino de paz. Aguardaban ahora el momento de la coronación, cuando su
nuevo rey los regiría desde su trono con su precioso cetro, en un cántico triunfal.
4 En medio de los aplausos de las huestes victoriosas, Melquisedec se dirigió hacia
su padre, que le recibió con un cariñoso abrazo. El momento era en verdad solemne.
Las huestes se silenciaron a la expectativa de la coronación. El estuche sería abierto
y, todos atestiguarían la exaltación del amado príncipe.
5 Con el corazón latiendo fuertemente por la alegría, Adonías se agachó hacia el
estuche, abriéndolo cuidadosamente; Cuando al encontrarlo vacío, la alegría de su
semblante dio lugar a una expresión de inexpresable preocupación y tristeza, pues en
aquel cetro se había sellado el destino de aquel reino de paz.
6 Al ver a su padre y a todos los súbditos afligidos por la ausencia del cetro y de
tantos amigos que deberían estar con ellos en aquel momento, Melquisedec los
consoló con la promesa de que buscaría el cetro. Inconscientes de los riesgos y
peligros que le esperaban al príncipe en su camino, los súbditos se despidieron de él,
viéndolo partir apresuradamente.
7 El amanecer de aquel día que sería el de la coronación, alcanzó a los rebeldes
distantes de Salem, en camino a las ciudades de la planicie. En aquella mañana,
Samael se llenó de furia al ver que el precioso laúd estaba adornado con
inscripciones de las leyes contenidas en el pergamino. Tomando una piedra
puntiaguda, comenzó a dañar el cetro, raspándole todas las palabras de amor y
justicia. Sus armoniosas cuerdas estaban ahora desafinadas sobre su parte convexa
herida, mas continuaba siendo precioso, pues sobre él yacía sellado el dominio de
Salem. Poseerlo, significaba ser el dueño de todo el poder.
8 Al llegar a la altura en que el camino se ramificaba, Samael ordenó a sus
seguidores que prosiguieran rumbo a Gomorra, mientras que él iría hasta Sodoma,
donde permanecería por dos días, uniéndose después a ellos.
9 Esperó la noche para entrar en Sodoma. Cuando entró allí, caminó por las calles
estrechas sin ser notado, hasta encontrar una casa aislada sobre una elevación.
Haciendo del cetro su arma, invadió la casa matando a sus moradores, mientras que
dormían. Se posesionó de esa manera de aquélla residencia donde, solitario,
maquinaría sus planes para la toma de Salem.
10 El atardecer de aquel día que seria el de la coronación, alcanzó al hijo de Adonías
al caminar por el pedregoso camino rumbo al valle. Sus ojos estaban cargados de
tristeza y ansío se voltearon hacia el suelo, en busca de los rastros de los rebeldes. El
recuerdo de la ingratitud de aquéllos a quiénes tanto amaba, lo hizo llorar. Sus
lágrimas, reflejando los últimos destellos de aquel sol poniente, se asemejaban a
gotas de sangre fluyendo de un corazón herido. Él lloraba no por causa de los
peligros que le sobrevinieran en aquella fría noche, sino por la infeliz suerte de
aquéllos que habían cambiado la paz de Salem por la violencia de aquellas ciudades
de la planicie.
11 Su único consuelo era el recuerdo de aquéllos que, a pesar de todas las
tentaciones, habían permanecido fieles. A ellos les había prometido devolver el
cetro, y esto lo conseguiría a pesar de cualquier sacrificio.
12 Después de una larga noche de insomnio en que el príncipe estuvo recostado al
lado del camino, rayó la luz de un día que sería decisivo.
13 Al aproximarse a Sodoma en aquella mañana, el pensamiento de estar tan
próximo al cetro de su amada Salem, hizo que se olvidara de toda la fatiga,
acortando sus pasos rumbo al desafío.
14 Al abrirse la gran puerta de la ciudad, le sobrevino un temor, al oír ruidos
espantosos de desarmonía, que traducían el orgullo, el egoísmo y la codicia que allí
dominaban en todos los corazones, haciéndolos explotar en la orgía de una maldad
sin fin.
15 Sería un gran riesgo exponerse a la violencia gratuita de aquella ciudad. Este
pensamiento lo hizo detenerse a un paso del portal, donde estremecido inclinó la
frente en una inexpresable lucha interna. Era tentado a retirarse, pero luchaba con
todas las fuerzas de su alma contra ese pensamiento de fracaso.
16 Pensando en la triste suerte de Salem, cuyo dominio estaba siendo pisoteado en el
interior de aquella cruel Sodoma, Melquisedec tomó una firme decisión: como un
temerario guerrero habría de avanzar, y, ciertamente aún y cuando tuviese que hacer
frente a la acumulación de todos los peligros, proseguiría, hasta levantar en sus
manos victoriosas el cetro amado.
17 Resuelto y esperanzado, atravesó la puerta de Sodoma, zambulléndose en aquel
mundo extraño. Todo allí era lo contrario de Salem, comenzando con las piedras
ásperas y sucias de sus construcciones. Sodoma era un reino de tinieblas.
18 La presencia contrastante del príncipe pronto fue notada por muchos que, en
tumulto lo cercaban. La pureza del carácter expresada en su magna faz y el
esplendor de sus vestiduras, los llenaba de espanto, y se retiraban como vencidos por
una fuerza invisible. Dominados por la furia, comenzaron a perseguirlo a distancia,
decididos a hacerlo huir. Le arrojaban piedras y fango intentando mancharle las
vestiduras, mas no le atinaban, mientras tanto él avanzaba en su ansiosa búsqueda.
Finalmente desistieron de perseguirlo, al atardecer.
Capítulo 8

Melquisedec después de mucha aflicción encuentra el preciado cetro que era destruido por Samael. La
digna postura del príncipe ante las amenazas del traidor. Su firme disposición de redimir el cetro a
cualquier precio. Dolor y sangre como precio del rescate del cetro. La expiación de Melquisedec para
redimir al cetro, una semejanza de la Expiación de Cristo para redimir a la humanidad.
1 El hijo de Adonías recorrió todas las calles y callejones en la búsqueda del
precioso cetro, mas fue en vano. Al ver declinar en el horizonte el sol, anunciando la
llegada de una oscura y fría noche más, su corazón fue presa de una gran agonía.
Allí, en aquel último callejón, casi vencido por el agotamiento y por la desesperanza,
inclinó la frente, desfalleciéndose en llanto. Sus labios, pronunciaron en medio de
sollozos las siguientes palabras:
2 — ¡Salem, Salem, tú no puedes perecer! ¡Tu cetro necesita ser redimido de las
garras de la rebeldía! ¡¿Mas cuándo y dónde voy a encontrarlo?! ¡Ya no quedan
fuerzas en mí, y la esperanza de redimirlo antes de la noche me abandona!—
3 El príncipe, en su suprema angustia, no percibía que otro gemido de dolor,
procedente de cuerdas reventadas de un laúd humillado, se hacía oír en aquel
atardecer.
4 Súbitamente, el débil gemido penetró sus oídos, reanimándolo con la certeza de
que el gran momento de la redención había llegado. Secándose las lágrimas, reunió
las últimas fuerzas corriendo en dirección de una pequeña casa situada sobre un
monte, de donde parecía venir el sonido.
5 Al dirigirse a la puerta entre abierta, se detuvo al contemplar una escena
contrastante, de humillante esclavitud: Samael, envuelto por un manto sucio,
castigaba el cetro de Salem. Tanto el joven como el cetro se hallaban tan
desfigurados, que no quedaba en ellos casi ningún rasgo de la gloria perdida. Aquel
cetro, sin embargo, ciertamente arrasado como estaba, era muy valioso, pues en él
yacía el sello del dominio de Salem.
6 La contemplación de aquél que había sido su mejor amigo y de áquel cetro
idealizado como símbolo de toda la armonía, en tan trágica condición, conmovió
profundamente al príncipe, haciéndolo llorar en alta voz. Solamente hasta entonces
el súbdito rebelde percibió su presencia indeseada. Estremecido, se levantó, y, lleno
de ira le preguntó:
7 — ¿Qué es lo que te trajo a Sodoma?—
8 Indicando hacia el cetro dañado, Melquisedec exclamó:
9 — ¡¡¡La gloria de Salem está destruida!!!—
10 Con una carcajada, Samael se burló de su tristeza, diciendo:
11 —Ahora yo soy el rey de Salem. Vosotros que sois fieles al pergamino, os
convertiréis en mis esclavos. —
12 Sin darle importancia a las palabras de afrenta de Samael, el príncipe, movido
por una angustia infinita, le dijo:
13 —Samael, Salem está herida por tu traición. ¡¿Por qué cambiasteis tu hogar de
justicia y amor por este valle de injusticia, odio y muerte?! Ahora, si no deseáis
volver arrepentido a Salem, devuélvele el cetro. Fue para redimirlo que,
menospreciando todos los peligros, descendí a este valle hostil. —
14 Conociendo el propósito del príncipe, el rebelde se llenó de rabia y cerrando los
puños le dijo:
15 — ¡Yo te odio Melquisedec!—
16 Habiendo dicho esto, lanzó el cetro al suelo, y pisoteándolo agregó:
17 —Tengo deseos de hacer lo mismo contigo. —
18 Delante de esa afrenta, el príncipe no sentía ningún temor, sino compasión.
Trasportándose al feliz pasado, se acordaba de los momentos felices en que tenía
siempre a su lado a Samael; Él era un joven puro y humilde de corazón; ¡¿Por qué
había permitido ser esclavizado por la ilusión del orgullo y del egoísmo?! ¡Cuán
doloroso era ver aquél joven que, por su belleza y simpatía, había sido honrado por
encima de todos los súbditos, ahora arruinado por la codicia! ¡¿No había sido acaso
el sueño del príncipe tener junto a su trono glorificado, a aquél a quien él
consideraba el más preciado amigo?! Esta tragedia le hería el alma. No obstante, la
triste condición del cetro lo afligía aún más, pues este había sido hecho como el
símbolo de toda la armonía, y estaba siendo destruido bajo los pies de la ingratitud.
19 Sorprendido de no ver en los ojos de Melquisedec ninguna expresión de temor,
sino de piedad, Samael se sintió frustrado en sus afrentas que tenían como objetivo
amedrentarlo, llevándolo a desistir de su misión.
20 Ante la digna postura del príncipe, que en silente dolor lo contemplaba, se sintió
avergonzado. Esa debilidad, sin embargo, fue desterrada por el orgullo que
dominaba su corazón. Comenzó entonces a planear algo terrible, para humillar y
herir al príncipe, haciéndolo sufrir todavía más. Con escarnio le dijo:
21 —El cetro de Salem podrá ser tuyo, si consigues pagarme el precio de su rescate.

22 Con un brillo en los ojos, el príncipe le preguntó:
23 — ¿Cuál es el precio?—
24 Samael, con una sonrisa maliciosa, pausadamente le contestó:
25 —El precio no es oro ni plata, sino dolor y sangre. Tú deberás desnudarte
completamente de vuestras vestiduras, acostándote en el suelo. Deberás soportar en
esa condición, golpes, hasta que el sol se ponga. Si tú estuviereis dispuesto a
someterte a mí, sin reaccionar, el cetro será enteramente tuyo. —
26 Estremecido ante tan cruel propuesta, el hijo de Adonías miró hacia el sol que
reposaba distante sobre una nube. Comenzó entonces a trabar una intensa lucha en
su corazón. Al principio, el horror del sacrificio casi lo dominó, animándolo a
retirarse, pero el pensamiento de ver a Salem esclavizada por la rebeldía, lo condujo
finalmente a la decisión de pagar el precio del rescate, entregándose al humillante
sufrimiento.
27 Habiendo tomado la firme decisión de rescatar el cetro, el príncipe, tiró las
vestiduras, colocándolas sobre una piedra. Se acostó en seguida en aquel suelo frío,
con la frente vuelta hacia el poniente.
28 Sin piedad, Samael comenzó a azotarlo, haciendo uso del propio cetro como
instrumento de tortura. Gimiendo por el dolor de los golpes que lo hacían sangrar, el
príncipe mantenía la mirada fija en el sol que parecía detenerse sobre la nube.
Aturdido por el dolor, contempló finalmente el sol pronto a ponerse. Alentado por la
victoria que se aproximaba, murmuró en voz baja:
29 —Salem, Salem, de aquí a poco tendré en mis brazos tú preciado cetro que, en
mis manos, se convertirá en un instru-mento de justicia y paz. —
30 Oyendo la promesa que el príncipe hizo entre gemidos, Samael le vociferó con
furia:
31 —Tú sufrimiento no traerá ningún amanecer para Salem, pues tus manos jamás
serán capaces de tocar en el cetro. —
32 Después de hacer esa afrenta, Samael se posesionó de una piedra puntiaguda,
preparándose para asestar los últimos golpes.
33 Mientras pensaba en la feliz victoria de Salem, Melquisedec sintió su brazo
derecho siendo comprimido por los pies de Samael. Seguido a este rudo gesto un
golpe que lo hizo contorsionarse en agonía. Su mano había sido cavada cruelmente,
comenzando a brotar abundante sangre de la herida abierta. Esa misma violencia fue
descargada después sobre su mano izquierda.
34 No soportando la agonía causada por esos desgarradores golpes, el hijo de
Adonías, ensangrentado, se sumergió en las tinieblas de un profundo desmayo.

Capítulo 9

Samael horrorizado de su culpabilidad, abandona al príncipe dejando junto a él, el cetro. Melquisedec
recobra el conocimiento, toma sus vestiduras y su cetro, hace un juramento y parte hacia Salem. Samael
no se arrepiente. Continúa la semejanza de las experiencias de Melquisedec con las que habría de vivir
el Hijo de Dios. Melquisedec es recibido con aclamaciones por su acto redentor, es atendido por su
amoroso padre y el cetro es restaurado.

1 Al cesar de golpear al príncipe, el súbdito rebelde fue poseído por un extraño


horror al contemplar en la faz de aquél que solamente le había hecho el bien, el
sopor de la muerte. Procuraba no recordar el pasado, pero, irresistiblemente, sentía
ser arrastrado a los días de su feliz inocencia en Salem. Revestido de ricas vestiduras
estaba siempre al lado del príncipe que, con dedicación, le enseñaba cada día sus
canciones que hablaban de la paz.
2 En los indeseados recuerdos por los cuales era arrastrado, revivió sus primeros
pasos en el camino del orgullo y del egoísmo. Se acordó de los incesantes consejos y
ruegos de aquél que había sido su mejor amigo, para que desistiera de aquel camino
que podría conducirlo a la infelicidad.
3 Después de ser arrastrado en recuerdos por todo aquel pasado de felicidad
destruida por su culpa, Samael tuvo conciencia de su ingratitud. Horrorizado por lo
que había hecho, se inclinó sobre el cuerpo ensangrentado de Melquisedec, y se
desesperó al verlo sin vida. No soportando el peso de la gran culpabilidad, dejó
aquel lugar apresuradamente, deseando ocultarse lejos, bajo las tinieblas de la noche
fría.
4 Después de un profundo desmayo, el príncipe comenzó a recobrar la conciencia;
En delirios que lo transportaban al seno de su amada Salem, él revivía momentos
vividos y soñados: Con alegría contemplaba la faz de su mejor amigo, a quién
extendió la mano con una sonrisa. Pero su gesto fue frustrado por un profundo dolor.
En medio de los aplausos de los súbditos victoriosos, recibió de su padre el cetro,
pero al tocarlo, sintió un dolor irresistible en sus manos.
5 Con estos sueños frustrados por el dolor, Melquisedec despertó a la realidad.
Estaba desnudo, herido y solitario, en un lugar peligroso, lejos del abrigo y del
cariño de Salem. Más doloroso era pensar que todo aquello había sido la retribución
de alguien que había sido el blanco principal de todas las dádivas de su amor.
6 El príncipe, sin poder moverse, considerando la gran traición comenzó a llorar sin
consuelo. Lamentaba no por su dolor, sino por la perdición de aquéllos que habían
cambiado el cariño y la justicia de Salem por el desprecio y el odio que los reduciría
finalmente a cenizas sobre aquel valle condenado.
7 A través de las lágrimas, el príncipe contemplaba el cielo que, semejante a un
manto entintado de sangre, se extendía bañado en la luz del sol poniente. Se acordó
entonces del laúd por el cual había pagado tan alto precio. ¿Dónde estaría él?
8 En su desesperada fuga, Samael había dejado el cetro abandonado junto al cuerpo
herido de Melquisedec. Cuando él lo vio, se olvidó de todo el dolor, y lo abrazó con
sus manos heridas. Acariciándole la parte convexa arruinada, con una sonrisa le dijo:
9 —Tú eres mío nuevamente. “Yo te compré con mi sangre".—
10 Samael que, dominado por el extraño horror, había huido después de cometer el
horrible crimen, se detuvo a un paso de la puerta de Sodoma. Allí, impulsado por el
orgullo, se arrepintió con indignación de su flaqueza. ¿Por qué había huido después
de coquistar tan grande victoria? ¿No era su plan destruir el reino de Salem, para
establecer su propio reino? Acordándose del cetro, decidió regresar para tomarlo.
¿Por qué lo había dejado abandonado junto al cadáver de aquél odiado príncipe?
11 Juntando sus pocas fuerzas, Melquisedec se dirigió entorpecido al lugar donde
había dejado sus vestiduras.
12 Después de vestirse, teniendo junto al pecho el cetro amado, el hijo de Adonías,
con profunda emoción hizo un juramento antes de dejar aquel lugar de su
sufrimiento. Acariciando el cetro le dijo:
13 —Mi amado cetro, fuiste creado como un emblema de la armonía que procede de
la justicia y del amor. Toda la gloria de Salem reposaba sobre ti cuando la rebeldía
en su ingratitud te esclavizó, arrastrándote hacia este valle hostil. Aquí tú fuiste
herido y humillado, llegando a convertirte en un instrumento de impiedad en las
manos del tirano. Yo, sin embargo, te redimí con mi sangre. Ahora nuestras heridas
serán restauradas, y en breve seremos entronizados en medio de las alabanzas de una
Salem victoriosa. Cuando este sueño se concretice, atestiguaremos juntos el final de
aquéllos que se levantaron contra nosotros para herirnos. Samael y sus seguidores
serán devorados por el fuego que reducirá a cenizas a Sodoma y Gomorra. —
14 Concluyendo su solemne juramento, el joven príncipe, ya oculto por las tinieblas
de la noche dejó aquella colina, y sobre ella las marcas de su sufrimiento.
15 Desde que el hijo del rey había partido, prometiendo regresar con el cetro, Salem
vivió momentos de indecible ansiedad. En llanto, el rey y los súbditos restantes se
acordaban de todo aquel feliz pasado deshecho por la ingratitud de los rebeldes. Lo
que más les torturaba era la ausencia del príncipe y del cetro, sin los cuales todo el
brillo de aquel reino de paz se ofuscaría.
16 Deseando consolar el corazón de sus súbditos, Melquisedec avanzaba en medio
de la noche rumbo a los montes que rodeaban a Salem. Aún debilitado y herido,
proseguía en su marcha ascendente, esperando alcanzar su patria por la mañana.
17 Aquella noche larga y oscura finalmente fue vencida por los rayos del amanecer.
En Salem la esperanza de volver a ver a Melquisedec con su cetro estaba casi
abandonada cuando, al mirar hacia el Monte de los Olivos, le vieron descendiendo
por el camino de Getsemaní. Cuando lo encontraron en el profundo valle de Cedrón,
quedaron asustados con su aspecto: su cara estaba pálida y su manto empapado en
sangre. Precisamente aún así, él sonreía expresando gran alegría.
18 Al preguntarle ellos sobre el porque de aquellas marcas de sangre, Melquisedec
sacó de debajo de su manto sus manos heridas, mostrándoles en medio de ellas el
cetro redimido.
19 Después de contarles los pasos que lo llevaron al rescate del cetro, los súbditos,
enmudecidos, se postraron reverentes a sus pies, aclamándolo como su redentor y
rey.
20 En medio de las alabanzas de las huestes redimidas, el príncipe fue introducido
en el palacio real, donde bajo los cuidados de su amoroso padre, debería recuperarse
de su sufrimiento. El cetro desfigurado, ahora más preciado, sería también
restaurado, debiendo convertirse aun más bello que antes.
21 El día de la coronación fue fijado para el próximo Yom Kipur. En aquel día,
Melquisedec sellaría con el cetro restaurado el triunfo de todos los fieles, así como
la condenación de los rebeldes.

Capítulo 10
Samael no encontrando el cuerpo del príncipe ni el cetro, parte hacia Gomorra y es recibido como rey
por sus hombres. Samael y sus seguidores aumentan en la iniquidad y orgullo. Por medio del terror
confabula a los reyes de la planicie e incita a la guerra en contra de otros reyes. Samael y sus hombres
son vencidos y se esconden en cuevas.

1 Pocos instantes después de la salida de Melquisedec, Samael llegó al lugar en


donde aparentemente lo había dejado sin vida, al lado del laúd. Sin entender aquella
misteriosa desaparición, prosiguió él hacia Gomorra, donde sus seguidores lo
esperaban. Al verlos, proclamó su "victoria" sobre el odiado príncipe y sobre el
cetro, a quienes había masacrado en Sodoma, no restando a los seguidores del
pergamino ninguna esperanza.
2 Sus palabras agradaron a la turba rebelde, que comenzó a conmemorar la
"conquista" entregándose a la orgía. Se burlaban ahora de la justicia y del amor,
exaltando a Samael como rey victorioso.
3 Ahora obtendrían armas, con el propósito de avanzar sobre Salem, asentándole el
último golpe; Se unieron a ellos en sus maléficos propósitos, muchos criminales que
fueron recibidos como maestros en el manejo de arcos y flechas.
4 En su locura, Samael ordenó la expulsión de todo calendario, pues en su reino de
"libertad" no estarían sujetos a ningún cómputo de tiempo. Las leyes de la
moralidad fueron también excluidas, surgiendo con eso un completo caos. Este
desorden, se manifestó de manera más patente en el barullo estridente y
cacofónico, al cual proclamaron como la nueva música.
5 Dominados por el egoísmo, Samael y sus seguidores se alimentaban de ilusiones,
inconscientes de que sus días estaban contados. Los frutos de la rebeldía no tardarían
en atraer sobre ellos el fuego de la destrucción.
6 Dividiendo a sus seguidores en grupos pequeños, Samael comenzó a comandarlos
en actos violentos que aterrorizaban a los moradores de las planicies; Por ese
tiempo, ellos se escondían en las cavernas situadas próximas al mar salado.
7 El respeto y el miedo de los guerrilleros de Samael, llevó finalmente a los reyes de
cuatro ciudades a procurarlo, proponiéndole alianzas de paz. Ellos eran: Bara, rey de
Sodoma, Bersa, rey de Gomorra, Senaab, rey de Adama, Semeber, rey de Seboim y
Segor, el rey de Bela. Por esa época, estos reyes pa-gaban tributos a Cordolaomor, el
rey de Elam que, acompañado por los ejércitos de otras cuatro ciudades, los habían
subyugado en el valle de Sidim junto al mar salado.
8 Fortalecido por las alianzas, Samael se tornó mas osado en sus envestidas,
llevando el terror y la destrucción a los territorios de ciudades distantes. Los
ejércitos de Cordolaomor y sus aliados que en esos días regresaban de otras
conquistas, enfurecidos por las provocaciones de Samael, marcharon contra los
cuatro reyes, venciéndolos nuevamente en el valle de Sidim. Fue en esa ocasión que
llevaron cautivos a los habitantes de Sodoma, entre los cuales se encontraba mi
sobrino Lót.
9 Acobardados delante del furor de los cinco reyes, Samael y sus seguidores se
escondieron en sus cuevas, al norte del mar salado.

Capítulo 11

Samael hace preparativos para conquistar Salem y expone su plan espía. En camino a Salem, sus
recuerdos lo torturan. Salem más bella y hermosa que antes. Acontecimientos en el día de la coronación.

1 Los doce meses contados a partir del gran sacrificio estaban casi por terminar. El
cetro, totalmente restaurado, resplandecía en su estuche, mientras que el príncipe,
igualmente restablecido de las heridas causadas por la rebeldía, se alegraba al ver
llegar el Yom Kipur de su coronación. Mientras tanto, él componía lindas canciones
que expresaban su amor por Salem.
2 En aquellos doce meses, la ciudad de la paz llegó a ser más bella, siendo adornada
cual una novia para el grandioso día de la coronación.
3 A una semana para el Yom Kipur, Samael, totalmente inconsciente de que el día
de su juicio se aproximaba, reunió a sus seguidores, anunciándoles que la próxima
misión sería la conquista de Salem. Antes de que ellos avanzaran, sin embargo, él
subiría solo para verificar los puntos vulnerables de la ciudad.
4 Después de ser aplaudido por la turba, Samael partió en su misión de
reconocimiento. Mientras que avanzaba solo, procuraba no acordarse de aquéllos
momentos que le trajeran terror por la culpabilidad, mas, dominado por una fuerza
superior, fue arrastrado en sus recuerdos hacia aquel monte de la cruel tortura.
5 Todo su pasado comenzó a venirle a la memoria, como un peso desmoronador.
6 Cuando despertó de sus recuerdos de los cuales no consiguió huir, era ya de noche.
La oscuridad que lo envolvía le pareció el presagio de un triste final. Ese desánimo,
sin embargo, procuró desecharlo con el recuerdo del ejército que lo esperaba, listo
para cumplir sus órdenes, en la conquista de Salem, donde no habría más recuerdos
de aquél pergamino.
7 El amanecer lo alcanzó estando próximo a Salem. Al ver el monte de los Olivos, le
vino el recuerdo de la última vez que lo traspasó, dejando tras de sí la ciudad
vencida. ¿Cuántas noches habían pasado desde entonces? Él había perdido la noción
del tiempo, no sabiendo que exactamente doce meses se habían pasado. No podía
imaginarse que, rayaba en aquella mañana el Yom Kipur, el día de su juicio.
8 Al llegar a la cumbre del monte de los Olivos en aquella mañana, Samael se
sorprendió al ver que la ciudad se había tornado más bonita que antes; Toda ella
estaba adornada de ramos y de flores, como una doncella a la espera de su novio. Y
sin embargo, Salem estaba abandonada, no teniendo ninguna señal de vida en todas
sus mansiones. Esto lo hizo concluir que los golpes que habían aniquilado al
príncipe y al cetro, habían traído como consecuencia todo aquel abandono. Él no
sabía, sin embargo, que en aquel momento todos los remanentes de aquel reino, se
encontraban ocultos en el gran salón del palacio, esperando el momento más
glorioso, de la coronación de Melquisedec.
9 Imaginándose exaltado sobre el trono abandonado, teniendo a sus pies a los
ejércitos victoriosos, el rebelde penetró en la ciudad, dirigiéndose apresuradamente
al palacio. Al cruzar el portal principal que da entrada al salón principal, se llenó de
asombro al ver allí reunidos una multitud de fieles. Sobre un tablado de oro,
adornado de flores talladas en piedras preciosas, se encontraba el trono vacío. En la
base del trono estaba el pergamino de las leyes, una corona de oro llena de piedras
preciosas y el estuche que había dejado vacío en aquella noche de la traición. Sin
entender el enigma, Samael se escondió por detrás de una columna, temiendo ser
reconocido, y se mantuvo observando.
10 Los súbditos, con la expresión de feliz expectativa miraban hacia el trono vacío.
¿Dónde encontraban ellos motivos para toda esa alegría, si habían perdido a su rey
juntamente con el cetro? Samael se preguntaba sobre ese misterio, cuando Adonías,
aplaudido por los súbditos, se encaminó junto al trono. Con una voz llena de
emoción por la victoria, el fundador de Salem anunció que había llegado el
momento tan soñado de la coronación. Un grito de triunfo resonó por los aires
cuando, anunciado por su padre, entró el príncipe amado encaminándose en
dirección del trono. Al verlo cubierto por un manto de gloria, Samael fue poseído
por un terrible pavor, y procuró huir. Descubrió, sin embargo, que todos los portales
del gran salón estaban cerrados por fuera.
11 Dio inicio la ceremonia de la coronación. Era un momento en verdad solemne.
Adonías, en un gesto reverente, tomó la rica corona, colocándola en la frente de su
hijo. Inclinándose después hacia el estuche, lo abrió cuidadosamente, sacando de él
el laúd restaurado, cuya belleza y brillo eran muy superiores a su primera condición,
al salir de las manos de Adonías su laudero. Sentándose en el trono en medio de las
aclamaciones de los súbditos, Melquisedec comenzó a tocar el cetro, sacando de él
acordes de mucha armonía y paz. Todos se aquietaron para oír sus nuevas
composiciones que expresaban su profundo amor por el cetro y por todo aquel reino
de paz.
12 Gran emoción invadía el corazón de todos en ese momento, llevándolos a las
lágrimas. Samael, sin fuerzas para reaccionar, se sentía torturado por aquellos
acordes que lo torturaban haciendo revivir en su mente sus oportunidades perdidas,
en una tortura terrible para su conciencia.
13 Melquisedec había compuesto para ese momento especial, canciones que
retrataban los momentos más destacados de la historia de Salem; Cuando comenzó a
cantar sobre la amistad que había tenido por Samael, su voz se embargaba por las
lágrimas que no conseguía contener. ¡Triste era para él cantar sobre la caída de aquél
que había sido su mayor amigo! Cantó entonces sobre el alto precio que tuvo que
pagar por la reconquista del cetro, que representa la honra de Salem.
14 Al contemplar aquellas manos marcadas por las cicatrices, tocando con tanta
maestría y cariño el cetro restaurado, los súbditos tomados por una fuerte emoción,
se postraron en llanto.
15 Al ver en las manos de Melquisedec aquél laúd que, en sus manos había sido un
Instrumento de tortura, Samael comprendió, demasiado tarde cuánto había errado,
desviándose de los consejos del príncipe; Cuántas veces aquéllas manos sobre las
cuales había descargado toda aquella violencia habían sido extendidas en un
esfuerzo de salvarlo, y él las había despreciado negligentemente. ¡Ahora, era
demasiado tarde! ¡¡¡Extremadamente tarde!!!

Capítulo 12

Jubilosa proclamación y coronación de Melquisedec. Sellamiento de ciudadanía a los fieles. Samael se


presenta y desafía al rey. Sellamiento del juicio contra Samael y sus seguidores.

1 Los súbditos triunfantes que, reverentes, habían sido conducidos a todo aquel
pasado de felicidad, traición, dolor y triunfo, unieron finalmente las voces en una
jubilosa proclamación:
2 Verdaderos y justos son tus principios, oh rey de Salem. Digno eres de reinar en
gloria y majestad entre los loores de tus fieles, porque en tu sacrificio nos libraste de
las amenazas de las tinieblas, haciendo renacer en nuestro corazón la alegría del
amanecer.
3 Ese cántico de exaltación fue seguido por la ceremonia de la confirmación de
todos los fieles en su victoria. El hijo de Adonías, con su cetro redimido, comenzó a
sellar con un toque especial del cetro, la victoria de cada uno. Se formó para lo cual
una larga fila de fieles exaltados.
4 Los súbditos confirmados, a medida en que iban recibiendo el toque de aprobación
del rey, se colocaban al lado derecho del trono, donde permanecían aguardando por
la confirmación de los otros.
5 Las miradas que, iluminadas de alegría, habían acompañado el sellamiento de los
últimos justos, se posaron sobre la figura extraña de Samael que, dominado por una
fuerza irresistible, se encaminaba cabizbajo en dirección del trono. Su aspecto era
horrible: su semblante había sido deformado por el mal; sus vestiduras estaban
sucias y mal olientes; todo en él repugnaba, al punto de que nadie lo reconoció.
6 En medio del asombro de los súbditos, Melquisedec se levantó de su trono como
herido por un gran dolor; De sus labios los súbditos oyeron una dolorosa
exclamación:
7 — ¡¡¡Samael, Samael!!!—
8 La figura deplorable de aquél que había sido tan bello, llenó a todos de tristeza, y
comenzaron a llorar. Ellos se lamentaban por motivo de que sabían que el destino de
Samael y de todos aquellos que lo habían seguido, pudo haber sido muy diferente, si
ellos hubiesen atendido a los amorosos ruegos de Adonías y de su hijo. ¿Acaso no
era el plan del rey y el sueño de Melquisedec el tenerlo como el protector del
pergamino, siendo el segundo en honra en aquél reino?
9 Samael que, reconociendo su desventura, se había aproximado cabizbajo hacia el
trono, al presenciar toda aquella lamentación, y engañado nuevamente por el
orgullo, juzgando que se trataba de una demostración de debilidad de sus enemigos.
Al acordarse de su ejército que fortificado lo esperaba en la planicie, lo engañó con
la certeza de que sería victorioso sobre Salem. Con este pensamiento, levantó la
frente marcada por el odio y, mirando al rey, levantó el puño cerrado y lo desafió,
desdeñando su autoridad, con la amenaza de quitarle el trono.
10 Aún que condolidos por su perdición, los súbditos de Salem no soportaron la
osada afrenta de aquél enloquecido joven que, después de causar tanto sufrimiento,
todavía era capaz de levantarse con tan grande desafío.
11 El rey victorioso que con tanto placer había sellado con su cetro la conquista de
los fieles, lo levantó dolorosamente para el sellamiento de la triste suerte de los
rebeldes. Inmovilizado por una fuerza extraña, Samael, sin desviar los ojos del cetro,
oyó de los labios del rey la proclamación de su juicio y de todos sus seguidores:
12 Prisioneros de una fuerza invisible, estarían retenidos en sus cavernas por seis
años, siendo después visitados por el fuego del juicio que los destruiría juntamente
con las ciudades que con ellos se aliaran.

Capítulo 13

Un ángel se le aparece en sueños a Melquisedec, le da instrucciones y le muestra en visión la Salem


Celestial. Melquisedec, el protector de las más amplias revelaciones de Dios. La historia de Salem, una
semejanza de la historia del Universo. Melquisedec se conmueve y rinde honra al Mesías, al descubrir
que se convirtió en una semejanza de Él. Batalla por el cetro disputado. Día del juicio final.

1 Al ir a la cama después de aquel día de tantas emociones, el joven rey, inmerso en


los recuerdos de aquél pasado de felicidad y dolor, rodaba en su cama sin sueño.
Cuando finalmente se durmió, tuvo un sueño muy significativo.
2 En el sueño, se le apareció un ángel luminoso, que saludándolo con una sonrisa, le
dijo que todo el Universo acompañaba con atención todo aquel drama que estaba
viviendo, mismo que tenía un sentido pre figurativo, retratando acontecimientos
pasados y futuros, que envolvían todo el vasto universo.
3 Las palabras del ángel despertaron en Melquisedec un gran deseo de conocer la
historia de ese drama cósmico.
4 Conociendo su vivo deseo, el ángel lo arrebató en el sueño revelándole un futuro
distante. Delante de sus ojos se manifestaron las glorias de una nueva y espléndida
Salem, cuyas murallas y mansiones estaban hechas de piedras preciosas; Los
portales de la ciudad eran de perlas. Sus amplias avenidas eran de oro puro. La
ciudad era cuadrangular y se extendía por centenares de kilómetros. Estaba dividida
en dos sectores distintos: Norte y Sur. Al sur se elevaban incontables mansiones,
habitaciones eternas de ángeles y de seres humanos redimidos; Al norte había un
lindo paraíso el cual el ángel reveló ser el jardín del Edén. Allí, en ambos bordes del
río de la vida, había campos repletos de todo tipo de vegetación, con flores y frutos
en abundancia. Vivían allí en perfecta armonía, todas las especies de insectos, aves y
animales.
5 En medio del paraíso se podía ver una montaña fulgurante, la cual el ángel afirmó
ser el monte Sión, el lugar del trono de Dios. Era de aquel monte que emanaba el río
de la vida, fluyendo por toda la ciudad.
6 Cuando hubieron alcanzado la cumbre de la montaña sagrada, el rey de Salem
estuvo deslumbrado con el escenario visto a su alrededor. Se encontraba en la parte
más elevada de Sión la más linda de todas las edificaciones revelado por el ángel
como el palacio del Dios. Aquella magnifica construcción era sustentada por siete
columnas, todas de oro transparente, incrustadas de lindas perlas. Alrededor del
palacio, florecía la más exuberante vegetación: había allí el pino, el ciprés, el olivo,
la murta, la romasera y la higuera, doblándose al peso de sus higos maduros.
7 Mientras que se admiraba ante la belleza de aquel lugar, el ángel le dijo que a
ningún ser humano le había sido dado el privilegio de ver el interior de aquel palacio
de Dios. A él le sería dado este honor, pues fue escogido para ser el portador de las
más amplias revelaciones sobre el reino de la luz.
8 Al traspasar con reverencia uno de los portales de perlas, se postraron en
adoración, mientras que oían el cántico de una multiplicidad de serafines, que
circundaban el trono, en constante alabanza a Aquél que Era, que Es y que Siempre
Será.
9 Al mirar hacia Aquél que estaba sentado sobre el trono, Melquisedec se sorprendió
al descubrir la figura de un hombre. Él estaba cubierto por un manto de lino fino, de
una blancura sin igual, y tenía sobre la cabeza una corona formada por siete coronas
sobrepuestas, repletas de piedras preciosas.
10 Al mirar hacia las manos que sustentaban el cetro, el hijo de Adonías se
sorprendió al descubrir en ellas cicatrices de heridas, semejantes a aquéllas en sus
manos. El ángel le afirmó ser el Mesías, la manifestación visible de Yahwéh, el Dios
invisible.
11 Atraído por el cetro resplandeciente, con el cual el Mesías gobernaba sobre todo
el Universo, el rey de Salem vio en él el sello del dominio, y en él escrito el nombre:
Israel.
12 Arrebatado por una profunda emoción, Melquisedec se postró ante el Rey de
aquella Salem eterna, y, reviviendo allí la historia de su pequeña ciudad, tuvo el
deseo de conocer el gran drama de la historia universal. Conociendo el deseo de su
corazón, el ángel le dijo:
13 —Ahora te daré a conocer la historia de esta gloriosa Salem. Todo lo que te fuere
mostrado en la visión, deberás tú registrar fielmente en seis pergaminos que serán
cosidos uno al otro, formando un único rollo. Tú tendrás seis años para escribirlos.
Al final de los siete años, tú recibirás de las manos de un anciano un vaso
conteniendo un rollo especial, con muchas revelaciones importantes, destacándose la
historia de Salem. Tú tomarás ese rollo, y lo coserás como el primero de los siete,
formando un único rollo. Después de sellarlo, tú y el anciano lo guardarán en el
vaso, llevándolo hacia una cueva que yo les mostraré al norte del mar salado, donde
permanecerá olvidado hasta que lleguen los últimos días, cuando será rescatado y
revelado al mundo por medio de un pequeño beduino. —
14 Después de decirle al rey de Salem estas palabras, el ángel lo condujo en visión a
un infinito pasado, cuando el Universo todavía no existía.
15 Una historia muy parecida con la de Salem comenzó a desplegarse delante de sus
ojos; pero, en una dimensión infinitamente mayor, comenzando por la creación del
reino de la luz. Con admiración contempló la formación de billones de mundos y
estrellas, repletos de vida y felicidad que comenzaron a girar en torno de la Salem
Celestial, el paraíso de Dios.
16 Su atención se volvió después hacia el más bello de todos los querubines que,
honrado por el Creador, comenzó a habitar con Él en Su palacio. Una eter-nidad de
felicidad y paz parecía encantar aquel reino, cuando la misma experiencia de
egoísmo y rebeldía vivida por Samael, comenzó a repetirse en la vida de aquél ángel
amado.
17 Escenas de una gran rebelión comenzaron a ser mostradas a Melquisedec,
implicando a todos los habitantes del Universo. El querubín honrado, semejante a
Samael, había seducido a un tercio de las huestes que, comenzaron a reverenciarlo
como rey.
18 En medio de las escenas de aquel gran conflicto, el rey de Salem atestiguó la
creación del planeta Tierra, sobre la cual surgió el hombre como cetro racional de
aquel reino disputado.
19 Con agonía vio el momento en que el jefe de la rebelión se aproximó sutilmente
al paraíso, apoderándose del ser humano, después de seducirlo con tentaciones. Oyó
entonces su bramido, en una proclamación de victoria. A partir de ese momento, el
enemigo de Dios comenzó a arruinar al ser humano, apagando en él todos los rasgos
de la gloria divina, como Samael había hecho con el cetro.
20 Su propia experiencia, al declarar en aquella mañana a los súbditos de Salem su
decisión de ir en la búsqueda del cetro perdido, comenzó a repetirse delante de Sus
ojos.
21 Reuniendo a las huestes que habían permanecido fieles a Su gobierno, el Creador
comenzó a revelar un plan de rescate: Él habría de ir en la búsqueda del hombre, y lo
redimiría, aunque esto le costase un sacrificio infinito. Delante de esta revelación, el
hijo de Adonías se postró conmovido, al descubrir que en su vida había tenido la
honra de retratar al propio Mesías.
22 Todo el drama vivido por el hijo de Adonías en su angustiante búsqueda, hasta el
momento de su suplicio por la redención del cetro, fue ganando amplitudes en
aquella visión que abarcaba toda una eternidad. Delante de sus ojos desfilaban
escenas de una gran batalla que, sin tregua se extendería hasta el día del juicio final,
cuando el Mesías victorioso empuñará el cetro redimido, sellando con él la
condenación de todas las huestes rebeldes.

Capítulo 14

Melquisedec tuvo conocimiento de la Gran liberación debido a las revelaciones que le fueron
manifestadas por el ángel del Señor. Abraham, Sara, Isaac, Lot y sus dos hijas, así como los pastores y
fieles, son recibidos con júbilo en Salem, para celebrar La Fiesta de Sukot. Abraham entrega el rollo a
Melquisedec, y éste lo cose uniéndolo al suyo. Después de leer parte del rollo de Abraham, Melquisedec
bendice al pequeño Isaac y profetiza concerniente al futuro del rollo.

1 A través de las revelaciones recibidas del ángel, Melquisedec tomó conocimiento


de la gran liberación alcanzada diez días antes de su coronación, en Rosh Hashaná,
cuando delante de trescientos pastores con sus vasos encendidos, ejércitos de cinco
reyes habían caído, saliendo libres los cautivos.
2 Conociendo nuestra intención de subir a Salem por la ocasión de Sukot, el rey hizo
preparativos para una gran fiesta, en la cual conmemoraríamos juntos la victoria
sobre toda la desarmonía generada por el orgullo y por el egoísmo.
3 Fue por esto que al llegar nosotros a Salem, fuimos sorprendidos con toda aquella
honorífica recepción.
4 El ocuparme con el relato de todos esos acontecimientos, me hizo pasar por todo
este séptimo año, casi sin notar sus días, que pasaron veloces. Estamos hoy a las
puertas de un nuevo Rosh Hashaná, cuando los 300 pastores tocarán los cuernos,
convocando a todos aquellos que posean las perlas, para la reunión solemne de Yom
Kipur. Cinco días después seremos recibidos en Salem para la fiesta de Sukot.
5 La certeza de que acontecimientos importantes todavía deberán ser relatados hasta
el momento en que el vaso será dejado en la cueva, me hace reservar un espacio en
el rollo, en el cual registraré, día tras día, los hechos, hasta la consumación de esta
historia.
6 Hoy es Rosh Hashaná, el día más feliz de mi vida, pues mis brazos podrán abrazar
finalmente al hijo de la promesa. La primera cosa que Sara hizo al recibirlo, fue
colocarle en su manita derecha la segunda perla que el Mesías le había dado en el
día de su conversión, en la cual estaba escrito el nombre Isaac que significa "risa", el
nombre de Melquisedec y el nombre de Salem.
7 Dos días antes del Yom Kipur, Isaac fue circuncidado, conforme a la orden de
Yahwéh.
8 Desde que los pastores comenzaron a tocar sus cuernos en Rosh Hashaná, todos
aquellos que poseían perlas del vaso, dejaron sus tiendas, dirigiendose en grupos
pequeños, para estar junto al Roble de Mambré.
9 Al llegar el Yom Kipur, el día de la reunión solemne, mis pastores me informaron
que todos aquellos que habían recibido perlas, habían comparecido a la reunión, no
faltando ninguna persona. Era maravilloso ver la alegría estampada en el semblante
de toda aquella multitud, que anhelaban la subida a Salem. Todos tenían una historia
que contar, de cómo fueron mal comprendidos y humillados por aquellos que no
recibieron la salvación representada por las perlas. El único consuelo que tenían en
aquel tiempo, provenía de la certeza de que subirían a Salem para la fiesta de Sukot.
10 En el primer día de la fiesta de Sukot, la multitud fue subdividida en grupos
pequeños de doce personas, para subirnos en orden hasta Salem.
11 Teniendo el vaso con el rollo en mi espalda, me coloqué al frente de la multitud,
siendo seguido por Sara e Isaac, que venían montados en un camello; Luego detrás
venían Lót y sus hijas; y un poco mas atrás, los trescientos pastores seguidos por
todos los fieles.
12 Iniciábamos nuestro ascenso cuando, acompañado por todos sus súbditos,
apareció Melquisedec viniendo a nuestro encuentro, haciendo vibrar por los aires el
sonido festivo de muchos instrumentos musicales, conmemorando la gran victoria.
13 Después de saludarnos, el hijo de Adonías nos condujo en una marcha festiva
hasta introducirnos a las puertas de Salem, que se encontraba ahora más bonita que
antes.
14 Delante del trono, todos los redimidos fueron coronados por Melquisedec,
comenzando en seguida el gran banquete.
15 Grande fue la alegría del rey de Salem cuando le entregué el vaso con mi
manuscrito. Llevándome a una sala especial del palacio, él me mostró los seis
manuscritos en los cuales había registrado la historia del Universo, según como le
había sido mostrada en su sueño.
16 Al recibir mi manuscrito, él lo cosió a los demás, llegando a ser el primero del
gran rollo.
17 En el último día de la fiesta de Sukot, el rollo fue abierto delante de toda la
multitud de fieles. Después de leer una buena parte de mi manuscrito, el hijo de
Adonías, tomando en sus brazos al pequeño Isaac, afirmó:
18 —En la descendencia de éste niño habrá de cumplirse todas las cosas escritas en
este manuscrito. —
19 Habiendo dicho esto, el rey lo bendijo, devolviéndoselo a Sara.
20 Después de bendecir a Isaac, Melquisedec comenzó a hablar sobre el futuro del rollo
que permanecería por casi cuatro milenios oculto en una cueva, siendo finalmente
encontrado por un beduino de la tribu de Taamireh. Al salir de su cueva, el rollo
enfrentaría la oposición de muchos eruditos que lo declararían apócrifo. Vendría, sin
embargo, el momento, en que sus revelaciones serían confirmadas, y muchos serían
transformados por sus mensajes, preparándose para el día del juicio final.

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