El Proceso Del Discipulado Según La Escritura
El Proceso Del Discipulado Según La Escritura
El Proceso Del Discipulado Según La Escritura
Anteriormente aprendimos cómo es el discipulado según el modelo de Cristo. Dijimos que para
ser discípulos, debemos pasar un proceso que nos lleva a valorar lo que nos fue dado.
Conocimos que la Ley del Proceso fue establecida por Dios y está presente en todo lo que Él
creó. El proceso toma tiempo, dinero y esfuerzo. Por eso muchos pastores hoy en día no
discipulan, porque es más fácil ir a la iglesia, predicar y luego irse a casa a descansar. Discipular
es un asunto que demanda esfuerzo y trabajo. Sin duda, formar gente es una tarea ardua.
Los humanos somos difíciles de discipular, pues no nos gusta pasar por el proceso.
Veamos el proceso del ser humano. Primero, tiene que pasar nueve meses de formación –si el
bebé nace antes o después de tiempo hay problemas-. Exactamente igual como se desarrolla un
bebé en el vientre de su madre, y luego pasa otro proceso de la vida del cristiano. Ésta es la
parte que a veces olvidamos. Por eso muchos intentan a toda costa saltarse el proceso. Muchos,
apenas comienzan en la iglesia, ya quieren ser enviados a tener ministerio propio, sin antes
haber aprendido y pagado el precio. Sin embargo, cada vez que alguien intenta saltarse el
proceso, termina en fracaso. Hasta Jesús tuvo que pasar por un proceso. Aunque como hombre
vivió momentos en que el proceso le causó dolor (vea Lucas 22:41-42), aun así se sometió al
proceso, porque era la voluntad de Su Padre celestial.
Eludir el proceso aumenta el riesgo a vivir un fracaso. Lo mejor es estar listos para
pasar el proceso.
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo
Jehová. Isaías 5:8
Una de las leyes que rige el universo es la “Ley del Proceso”, según la cual, todo requiere el
cumplimiento de ciertas etapas. De esta manera, el proceso de formación del ser humano, que
incluye el obedecer y sujetarnos el tiempo y la manera de Dios, nos lleva a no fallar. Muchos
dicen, “Pastor, estoy listo para ir a predicar a las cárceles”, o “Estoy listo para que me envíe
como pastor a abrir mi propia iglesia”, pero en realidad aún están inmaduros. Ellos no entienden
que todo lleva un proceso, y es necesario someterse a esta ley.
La Ley del Proceso nos lleva a ser mejores y nos enseña a apreciar las cosas.
Moisés es un perfecto ejemplo de alguien que se sometió a la ley del proceso, pues le tomó
cuarenta años convertirse en el líder del pueblo judío. En Éxodo 3:10, vemos que Dios le dice
que debería ir ante Faraón y sacar a Su pueblo de la esclavitud y él le responde (Vs. 11),
“¿Quién soy yo para que vaya a Faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel?” Dios entonces le
contesta (Vs. 12), “Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he
enviado: Cuando hayas sacado a Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”. En otras
palabras, Moisés tuvo que pasar muchos años pastoreando las ovejas de su suegro, esperando
que Dios le diera Su aprobación y respaldo para ir a liberar a su pueblo. Mientras tanto, tuvo que
ser entrenado para vencer todo tipo de dificultades, y elevar su baja autoestima, para poder
guiar a los israelitas. Cuando el proceso fue completado, Dios lo respaldó y estuvo con él hasta
el final.
Ahora vayamos al Nuevo Testamento y conozcamos la vida de Timoteo, quien es otro buen
ejemplo de alguien que se sometió a la ley del proceso. Veamos las siete etapas que el joven
tuvo que pasar en el proceso de ser discipulado por el apóstol Pablo.
Pablo conoció al niño Timoteo durante su primer viaje a Listra. Años después lo vio por segunda
vez, entonces lo llamó como discípulo. Timoteo pasó todo el proceso, hasta ser considerado por
el apóstol, su hijo espiritual.
Además, solo la Palabra de Dios produce en nosotros una “fe no fingida”, o sea, una fe
genuina (2 Timoteo 1:5).
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Romanos 10:17
Cuando Pablo regresó a Listra en su segundo viaje, encontró que Timoteo había ganado
buena reputación o buen testimonio entre el liderazgo y el pueblo de su iglesia local.
Cuando Dios levanta a alguien en un lugar determinado es para que permanezca. El Señor no
arroja la semilla descuidadamente, sino que Él siembra y todo lo plantado echa raíces, crece
y da fruto. Timoteo fue plantado en el cuerpo de Cristo. Por eso dice la Palabra de Dios nos
escogió a nosotros para que también demos fruto.
Y nadie toma para si esta honra, sino el que es llamado por Dios, como le fue Aarón. Hebreos
5:4
El plan de Dios es perfecto para nuestra vida. Desde el momento que somos “señalados” por
Dios, Él mismo nos llevará a pasar por un proceso. Después nuestro llamado será confirmado
por el pastor, ministro o profeta, o alguien con peso en el cuerpo de Cristo.
El proceso de Timoteo
El proceso de Timoteo se deja ver en el trato que Pablo le da. El apóstol primero se refiere a
él como “un discípulo” llamado Timoteo (Hechos 16:1). Después, lo deja de llamar discípulo y
comienza a llamarlo “Hijo” (1 Timoteo 1:18). Es innegable que Timoteo está pasando por un
proceso que lo lleva del nivel de “discípulo” al de “hijo”.
Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se
hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia. 1 Timoteo 1:18
Un hijo es un ser amado, alguien llamado a heredar. Pablo le dice a Timoteo que no se deje
robar las profecías acerca de su llamado. En otras palabras le dijo que por ser llamado por
Dios tiene herencia, y que debe pelear para que el diablo no le quite lo que le corresponde.
Lo mismo debemos hacer nosotros cuando recibimos una profecía que confirma nuestro
llamado. Ya que nuestra batalla es contra nuestra carne, la cual debemos crucificar (Gálatas
5:24), y contra el diablo, a quien tenemos que derrotar (Efesios 6:12).
Desde joven Timoteo tuvo el privilegio de servir al lado del apóstol, quien era su padre
espiritual; esto forma parte importante del proceso. Servir al hombre y a la mujer de Dios
(los pastores principales de la iglesia local), de alguna manera nos ayuda a hacer la obra de
Dios. También es importante que el hijo reciba la corrección de sus padres espirituales ya que
eso también es parte importantísima del proceso.
Ilustración: En el Rey Jesús hay pastores a tiempo completo y otros que están bajo
cobertura, quienes han aprendido, tomando y recibido el ADN espiritual del Apóstol
Maldonado. Por lo tanto, así como Pablo creyó en Timoteo, también el Apóstol Maldonado
cree en ellos, en que son capaces de hacer la obra de Dios.
Después de haber estado con Pablo por muchos años y aprendido de él, a Timoteo le llega la
hora de ir a su propio ministerio.
Pablo lo envía a predicar, instar, reprender y exhortar al pueblo de Dios. Para entonces Pablo
ya estaba listo para partir con el Señor.
Aquí Pablo le dice a Timoteo, de la misma forma que yo te enseñé, ahora enséñale a otros;
crea generaciones de discípulos fieles que hagan lo mismo. Discipulamos por obediencia a
Jesús (Mateo 28:19) y porque sólo así aseguramos que detrás de nosotros vengan otros que
también se muevan en el conocimiento de la Palabra y el poder sobrenatural de Dios. Por
eso, el proceso del discipulado es esencial en el ministerio.
La escritura nos muestra varias generaciones de discípulos. Así, Pablo recibió revelación y
corrección directa de Dios; conforme a eso, él discipuló a Timoteo; Timoteo discipuló a un grupo
de creyentes fieles; esos fieles discipularon a otras personas fieles, y el ciclo continúa hasta
llegar a nosotros. No obstante la rueda no se detiene. ¡El Reino de Dios sigue avanzando!
(Habacuc 2:14).
ACTIVACIÓN:
1. El maestro llamará a los discípulos a que se comprometan con la obra de Dios. Quienes se
comprometan, serán discipulados como lo fue Timoteo, y conocerán y manifestaran el poder
sobrenatural de Dios.
2. Los discípulos, harán un compromiso con Dios para seguir la Ley del Proceso, sin desmayar,
obedeciendo a Dios en todo lo que les demande.