Emilio A Nunez El Movimiento Apostol PDF
Emilio A Nunez El Movimiento Apostol PDF
Emilio A Nunez El Movimiento Apostol PDF
vimiento apos
apostóli
tólico conte
contem
mporáne
poráneo
o
(Primera de dos partes)
Dr.
Dr. Em
E milio A nto
ntonio Núñe
Núñez C.
C.
Profesor de Teología
Sem
Seminari
nario Te
Teológ
ológiico Ce
Centroa
ntroam
mericano
cano
A MANERA
M ANERA DE
DE PRÓLOG
PRÓL OGO
O
rio
rio aapos
postól
tóliico la
la I gle
glesia
sia Evang
vangéélica de Guate
uatem
mala tend
tendrá
rá una
una
protección
protección espeespeci
ciaal de parte
parte de
del Señor
Señor.. Le
L eyendo
yendo tal
tales af
afirma
rma-
ciones era fácil preguntarse si la comunidad evangélica de este
país ha estado por más de cien años sin la “cobertura” que le da
Emanuel
nuel (“Di
“Dios con nosotros”)
nosotros”). Ade
A dem
más, ¿de dónde
dónde ha veni
venido
el poder para la conversión y el crecimiento espiritual de milla-
res y millares de guatemaltecos, si es indispensable que se
levante un grupo de apóstoles para que la iglesia evangélica
guatemalteca sea por fin habilitada del poder de lo alto en un
nuevo “pentecostés” que puede venir solamente a petición
exclusiva tanto de los líderes del movimiento apostólico en
Norteamérica, como de sus fieles seguidores en Guatemala?
Respetamos lo que nuestros hermanos pentecostales y neo-
pentecostales creen y practican en el ejercicio de su fe; y hemos
sentido también su respeto para nosotros en su expresión de
amor fraternal. Se sobreentiende que han existido discrepancias
entre ellos y nosotros. Sin embargo, parece que en ambos cam-
pos no hemos querido olvidar aquello de que “en las cosas
fundamentales, unidad; en las secundarias, libertad; y en todas,
caridad (amor)”. Nos hemos dado cuenta que en la comunidad
evangélica no todos los hermanos y hermanas en el Pentecosta-
lismo histórico, ni todos los hermanos y hermanas en el Neo-
Pentecostalismo, estuvieron de acuerdo con lo acontecido en el
Estadio Nacional el 28 de octubre del año 2000. De modo que
no toda la comunidad evangélica de Guatemala le ha dado su
aprobación al nuevo movimiento apostólico.
A la vez,
vez, todos loslos mi
miembros de esta
esta comuni
comunida
dad
d nece
necesi
sita
ta--
mos informarnos y reflexionar sobre lo que dicho movimiento
enseña y sobre las implicaciones que su presencia puede tener
para el testimonio de los cristianos evangélicos en este país.
Comenzaremos, por lo tanto, este trabajo dándole un vistazo a
la historia del Pentecostalismo del siglo veinte. En la segunda
parte del artículo, nos acercaremos a la literatura que los nue-
vos líderes apostólicos han escrito para orientar a sus colegas
apóstoles en Norteamérica y en otras partes del mundo, incluso
en Guatem
Guatemala. L uego
uego conclui
concluirem
remos nue
nuestra exposi
exposici
ción
ón vie
viendo
el testimonio bíblico sobre el apostolado cristiano.
INTRODUCCIÓN
El movim
ovimiento apost
apostól
óliico contem
contemporáne
poráneo 79
EL APOSTOL
APOSTOLADADOO Y EL PENTECOS
PENTECOSTAL
TAL I SM O
DEL SI GLO
GL O XX: ES
E SBOZ
BOZO HIS
HI STÓRICO
TÓRI CO
Antecedentes cercanos
J uan Wes
Wesle
ley
y y el
el M etodis
ism
mo. F. D. Bruner dice que “el
Metodismo del siglo XVIII es el padre de los movimientos
nortea
norteamerica
ricanos
nos de
de sa
santi
ntida
dad
d del
del sigl
siglo
o XI
X IX, los cuales, a su vez,
dieron a luz el Pentecostalismo del siglo XX”.2 Walter
Hollenweger comenta:
El creador
creador del
del movim
ovimiento pe
pentecosta
ntecostall es Jua
J uan
n Wesl
Wesley, qui
quien fund
fundó
ó
la Iglesia Metodista. Bajo la influencia de escritores moralizantes,
católicos y anglicanos, estableció una distinción entre los santifica-
dos, es decir, los bautizados del Espíritu Santo, y los cristianos co-
munes.
unes. Los
L os e
evang
vangeelistas
stas y los
los teól
teólogos
ogos de
del movim
ovimiento esta
estadouni
douni--
dense de santificación adoptaron y simplificaron este concepto.3
1
Frederick Dale Bruner, A Theology of the Holy Spirit (Grand Rapids:
William B. Eerdmans Publishing Company, 1970), pág. 36. El autor es presbi-
teri
teriaano. Hi
Hizo sus estud
estudiios de
de posgrado
posgrado en
en Al
Alemania
nia.
2
Ibid., pág. 37.
3
Walte
Wal terr Holl
ollenwege
nweger,r, El Pentecostalismo: Historia y doctrinas (Buenos
Aire
res:
s: Editori
Editoriaal L a A urora,
rora, 197
1976), págs
págs.. 7-8.
80 K A I RÓS
RÓS Nº 29 / Juli
J ulio
o - Dici
Dicie
embre, 20
2001
Por supue
supuesto, que J uan
uan Wesl
Wesley haya
haya funda
undado
do la
la I gle
glesia
sia Me-
todista no significa que él tuviera la intención de fundar el
Pentecosta
ntecostallismo que hem
hemos conocido
conocido en
en el
el sigl
siglo
o XX
X X, aunqu
unque e
desde hace más de cincuenta años hemos sabido de la influen-
cia wesleyana-metodista en el Pentecostalismo de nuestro siglo.
siglo.
L os avivam
avivamiientos nornor team
teame erica
canos
nos.. Según Bruner, los
avivamientos en Norteamérica ejercieron la influencia metodo-
lógica más poderosa en el Pentecostalismo. El Gran Aviva-
miento, prede
predece
cesor
sor y conte
contemmporáne
poráneo del
del Metodism
todismo,o, y su hij
hijo
singular, “el avivamiento de frontera”, transformaron radical-
mente la manera estadounidense de entender, apropiarse y
apli
plica
carr la
l a fe cristi
cri stia
ana.
na. Los
L os avi
aviva
vam
mientos subs
subsiigui
guientes
ntes en
en el
el
sigl
sigloo XI
XIX, espespe
ecia
cialmente
nte bajo Charl
Charlees Finne
nney y D. L . Mood
Moody,y,
penetraron las iglesias de aquel país con la metodología del
avivamiento. “Como un heredero de la teología wesleyana de la
experiencia y de la metodología de la experiencia cultivada en
los avivamientos, el Pentecostalismo salió a un mundo ham-
briento de experiencia religiosa y encontró una respuesta posi-
tiva”.4
Charl
harles F inney
nney y el M ovi
ovimiento de Santidad.
Santidad. Se ha dicho
que después de Wesley, Charles Finney es el hombre que ejer-
ció una influencia considerable en el surgimiento del Pentecos-
tal
talismo. La
L a metodol
todología
ogía de Finne
nney, jun
j unta
tam
mente con el
el Movi-
ovi-
miento de Santidad,
fueron el puente histórico de mayor importancia entre el Wesleya-
nism
nismoo prim
primitivo
tivo y el
el Pentecosta
ntecostallism
smo
o mode
moderno.
rno. La
L a teol
teologí
ogía
a de Fin-
ney incluía la enseñanza sobre una experiencia subsecuente a la sal-
vación. A esta experiencia él la llamaba el bautismo del Espíritu
Santo.5
Pero no fue la teología de Finney lo que más influyó en el
cristianismo norteamericano, sino los métodos que él empleó
en sus avivamientos. Él se esforzaba por guiar a la gente a una
crisis espiritual intensa, la cual era a propósito emocional e
individual. Del Metodismo se puede trazar una línea que va
directa
directammente a los
los avi
avivam
vamientos en
en el
el norte de
de A mérica
ri ca,, de allí
4
Bruner, A Theology of the Holy Spirit, pág. 39.
5
Ibid., pág. 41.
El movim
ovimiento apost
apostól
óliico contem
contemporáne
poráneo 81
A nte
ntece
cede
dent
nte
es evangél
vangélicos
cos.. Una lectura somera sobre la si-
tuación del Protestantismo hacia fines del siglo XIX puede
indicarnos que la escena parecía ser muy favorable para que
surgiera un movimiento como el Pentecostalismo. Por ejemplo,
el ambiente había sido propicio para los avivamientos espiri-
tuales; el Movimiento de Santidad influía en un amplio sector
de la iglesia protestante; el interés en lo profético se había
despertado en muchos cristianos, como suele suceder cuando se
aproxima el fin de un siglo; y, en general, el Protestantismo
histórico, teológico, litúrgico y formal, no se mostraba fuerte y
decidido ante la arremetida del liberalismo teológico europeo.
Muchas almas piadosas clamaban por un soplo del Espíritu
Santo que viniera a despertar las conciencias que habían caído
en un marasmo espiritual, y que estimulara a las iglesias a
permanecer firmes en la hora del conflicto que el nuevo siglo
parecía traer consigo.
El Movimiento de Santidad, con su propuesta de una se-
gunda obra de gracia, o sea de una experiencia extraordinaria
posterior a la conversión, llegó también a permear la mentali-
dad de prominentes líderes evangélicos, como fue el caso del
Dr. R. A. Torrey, quien fue el presidente del respetable y céle-
bre Instituto Bíblico de Moody. Otros bien conocidos pastores
y maestros evangélicos de aquella época , en quienes los her-
manos pentecostales creyeron encontrar apoyo para sus ense-
ñanzas, particularmente con respecto al bautismo del Espíritu
San
Santo,
to, fu
fueron A. J . Gord
Gordonon,, F.
F. B.
B. Me
M eyer,
yer, A.
A . B.
B. Sim
Simpson y
Andrew Murray.
En su libro Th
The Baptismism with Holy Spirit el Dr. Torrey
ith the Holy
dice, entre otras cosas:
El bautismo del Espíritu es una obra separada y distinta de la obra
de regeneración... Una persona puede ser creyente y haber sido re-
generada, y sin embargo no poseer el bautismo del Espíritu Santo.
6
Ibid., pág. 42.
82 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001
Los que han estudiado con diligencia los orígenes del Pen-
tecostalismo contemporáneo dicen que este movimiento salió a
la luz pública bajo el ministerio de Charles Parham (1873-
1929), de quien Juan Driver dice: “Un tanto excéntrico, inquie-
7
R. A. Torrey, The Baptismwith the Holy Spirit (Minneapolis: Bethany
Fellowship, 1972), págs. 16, 17.
8
Ibid., pág. 20.
9
Will H. Houghton, Why God Used D. L. Moody, citado sin más datos
bibliográficos en la introducción a Torrey, The Baptismwith the Holy Spirit,
pág. 10.
10
Harold J. Brokke, prólogo a Torrey, The Baptismwith the Holy Spirit, págs.
5-6.
11
Charles E. Hummel, Fire in the Fireplace: Charismatic Renewal in the
Nineties (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1993), pág. 26
El movimiento apostólico contemporáneo 83
12
Juan Driver, La fe en la periferia de la historia (Guatemala: Ediciones
Semilla, 1997), pág. 270.
13
Ibid., pág. 273.
84 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001
17
Donald Gee, The Pentecostal Movement (Londres: Elim Publishing
Company, 1949), pág. 3, citado en McClung, “Explosion, Motivation, and
Consolidation”, pág. 4.
18
Hollenweger, El Pentecostalismo, págs. 425-61.
19
Ibid., pág. 425.
20
Ibid.
86 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001
El don de apóstol en el
Pentecostalismo del siglo XX
24
J.-L. Leuba, “Apóstol”, en Vocabulario bíblico, ed. Jean-J acques Von
Allmen (Madrid: Ediciones Marova, 1973), págs. 34-35.
25
Ph.-H. Menoud, “Ministerio: N:T.”, en Vocabulario bíblico, págs. 203-06.
26
D. W. Cartwright, “Apostolic Church”, en Dictionary of Pentecostal and
Charismatic Movements, ed. Stanley M. Burgess y Gary B. McGee (Grand
Rapids: Zondervan Publishing House, 1988), pág. 16.
88 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001
Los que hemos convivido, por decirlo así, con los hermanos
Pentecostales por varias décadas en la comunidad evangélica
guatemalteca, sabemos de la convicción profunda que ellos
tienen de que todos los dones del Espíritu están vigentes para
todo tiempo y lugar en la vida de la Iglesia. No se ven obliga-
dos a establecer una división entre dones temporales y dones
permanentes del Espíritu. Con base en sus propias observacio-
nes, Bruner comenta que “el Pentecostalismo da especial im-
portancia a los dones espectaculares porque atraen y cautivan la
atención de la gente y le dan respaldo al ministerio público de
la Iglesia”.27
Entre los dones espectaculares la comunidad Pentecostal ha
destacado el don de lenguas, el don de profecía y el don de
sanidades. Tradicionalmente se ha enseñado que el don de
lenguas es importantísimo como evidencia del bautismo del
Espíritu Santo. No obstante, a través de los años se han produ-
cido ciertos cambios en la actitud de algunos hermanos pente-
costales tocante a los dones.
Don Asham, un líder del Neo-Pentecostalismo no denominacional,
no es dogmático en cuanto a que la evidencia inicial del bautismo
del Espíritu Santo sea el hablar en lenguas. Otras manifestaciones
espirituales pueden acompañar la experiencia, aunque la glosolalia
siga siendo la principal evidencia inicial... Debe notarse que los
neo-pentecostales no aceptan el concepto de condiciones—además
de la fe en Cristo—para recibir el bautismo del Espíritu.28
27
Bruner, A Theology of the Holy Spirit, págs. 130-49.
28
Hummel, Fire in the Fireplace, págs. 271-72.
El movimiento apostólico contemporáneo 89
El Neo-Pentecostalismo
29
Driver, La fe en la periferia de la historia, pág. 272.
30
Cien años de presencia evangélica en El Salvador, 1896-1996 (San Salva-
dor: Comisión Nacional del Centenario, 1996), pág. 99.
31
Virgilio Zapata Arceyuz, Historia de la Iglesia Evangélica en Guatemala
(Guatemala: Litografía Caisa, 1982), pág. 194.
90 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001
32
Bruner, A Theology of the Holy Spirit, págs. 52-53; Hummel, Fire in the
Fireplace, pág. 27.
33
Hummel, Fire in the Fireplace, pág. 27.
El movimiento apostólico contemporáneo 91
38
Hollenweger, El Pentecostalismo, pág. 51.
39
Bill Hamon, Apostles, Prophets, and the Coming Moves of God (Santa Rosa
Beach, Florida: Christian International, 1999, tercera impresión), pág. 107.
96 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001
Los apóstoles de hoy enseñan que su don es el de más alto rango y auto-
ridad. Este carisma, casi desconocido después del primer siglo, ha vuelto
a surgir como parte de la restauración de los cinco ministerios de Ef.
4:11. Es vital para el crecimiento y dirección de la Iglesia. El reclamo de
suprema autoridad para los apóstoles crea cierta tensión entre ministros
pentecostales y carismáticos. En el Nuevo Testamento el vocablo “após-
tol” tiene un uso especial cuando se utiliza de Jesucristo, los Doce y
Pablo, y un sentido no técnico que se aplica a otras personas. Los apósto-
les modernos harían bien en prestar atención al paradigma paulino.
Además, tanto en el Catolicismo Romano como en la comunidad evangé-
lica el título “apóstol” se ha empleado de héroes de la obra misionera.
Today’s apostles teach that their gift is the highest in rank and authority.
This charism, almost unknown after the first century, has had a
resurgence as part of the restoration of the five ministries of Eph. 4:11. It
is vital for the growth and direction of the Church. The claim of supreme
authority for the apostles creates some tension among Pentecostal and
charismatic ministers. In the New Testament the word “apostle” has a
special use when it refers to Jesus Christ, the Twelve, and Paul, and a
non-technical meaning that is applied to others. Modern apostles would
do well to pay attention to the pauline paradigm. Both in Roman
Catholicism and in the evangelical community the title “apostle” has
been applied to missionary heroes, too.
1
Para la primera parte del artículo, sobre la poca relevancia del don de
apóstol en las iglesias pentecostales del siglo veinte y en las neo-pentecostales
antes de 1990, véase Kairós 29 (julio-diciembre 2001), págs. 77-98.
58 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002
Un movimiento de restauración
por el Espíritu Santo
9
Charles E. Hummel, Fire in the Fireplace: Charismatic Renewal in the
Nineties (Downers Grove, Illinois; InterVarsity Press, 1993), pág. 279.
10
Ibid., págs. 278-79. Hummel tiene profunda simpatía hacia el Carisma-
tismo.
11
C. Peter Wagner, Terremoto en la Iglesia (Nashville, Tennessee: Edito-
riales Caribe-Betania, 2000), pág. 92.
El movimiento apostólico contemporáneo 63
Apóstoles-profetas
12
Ibid., págs. 97-99.
13
Ibid.
14
Ibid., pág. 137.
64 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002
15
Hamon, Apostles, pág. 55.
16
Ibid.
El movimiento apostólico contemporáneo 65
18
Ibid., págs. 44-45.
19
Ibid ., págs. 55-56.
20
Ibid., pág. 45.
21
Ibid., págs. 98-100.
El movimiento apostólico contemporáneo 67
27
Ibid., pág. 128.
28
Sandra Hack Polaski, Paul and the Discourse of Power (The Biblical
Seminar 62; Sheffield, Inglaterra: Sheffield Academic Press, 1999), págs. 24-
25.
29
Ibid ., pág. 25.
30
Ibid ., pág. 26.
El movimiento apostólico contemporáneo 69
J esucristo el apóstol
31
Philip E. Hughes, A Commentary on the Epistle to the Hebrews (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1977), pág. 127.
32
F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews (New International
Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 1991), pág. 91.
70 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002
33
F. W. Grosheide, The First Epistle to the Corinthians (New
International Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B.
Eerdmans Publishing Company, 1979), pág. 298.
34
J. A. Hewett, “Apostle”, Dictionary of Pentecostal and Charismatic
Movements, ed. Stanley M. Burgess y Gary B. McGee (Grand Rapids:
Zondervan Publishing House, 1988), pág. 15.
35
Leslie B. Flynn, 19 Gifts of the Spirit (Wheaton: Victor Books, 1974),
pág. 40.
El movimiento apostólico contemporáneo 71
El apóstol Pablo
36
Philip E. Hughes, Paul´s Second Epistle to the Corinthians: The English
Text with Introduction, Exposition and Notes (New International Commentary
on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1962), pág. 131.
37
Ibid ., págs. 131-32.
38
Ibid., pág. 132.
39
Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico, págs. 42-46.
40
Hamon, Apostles, págs. 251-52.
El movimiento apostólico contemporáneo 75
serlo. ¿Qué diremos del que anhela ser “el de mayor rango” o
“el general” para estar muy por encima del obispo y de otros
siervos de Dios? En su manera de vida y en su ministerio, Pa-
blo nos da un gran ejemplo digno de ser imitado.
Sería posible escribir todo un tratado de ética apostólica ba-
sándonos en las enseñanzas y en la vida de Pablo. Bástenos
señalar algunos ejemplos. Él procuraba “tener siempre una
conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hch.
24:16; cp. 23:1; 1 Co. 4:1-5). Había renunciado a lo oculto y
vergonzoso, no andando con astucia ni adulterando la palabra
de Dios para beneficio propio (2 Co. 2:17; 4:2). Su conducta
era transparente en todo tiempo y lugar.
Los cristianos de Tesalónica eran testigos de cómo se había
comportado Pablo en su ministerio pastoral. 1 Ts. 2:1-12 es una
de las descripciones más hermosas y hasta conmovedoras del
corazón y la conducta pastorales de Pablo. Predicó a los de
Tesalónica en medio de fuerte oposición. Su exhortación no
procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño; no procuró
agradar a los hombres, sino a Dios; no encubrió avaricia; no
quiso ser una carga para los tesalonicenses; los trató con ternu-
ra, como una nodriza a sus propios hijos; y los exhortó y conso-
ló como un padre a sus hijos. Ellos y el Señor eran testigos de
“cuán santa, justa e irreprochablemente” se había comportado.
A los corintios pudo decirles: “Imítenme a mí, como yo imito a
Cristo” (1 Co. 11:1).
Para evitarle reproche al Evangelio de parte de los no cris-
tianos, Pablo renunció al derecho que tenía a recibir salario por
predicar este glorioso mensaje (1 Co. 9:3-18). Agradecía el
apoyo económico que le daban los cristianos de Filipos, pero
les escribe unas palabras que debiéramos tener grabadas en
nuestra mente y en nuestro corazón todos los que nos hemos
dedicado a servirle sin reservas al Señor: “Sé vivir humilde-
mente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseña-
do, así para estar saciado como para tener hambre, así para
tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo
en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:12-13).
(3) Los milagros en el ministerio de Pablo . En Ro. 15:16, el
apóstol se refiere a su tarea evangelizadora como “el deber
sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, a fin de que los
gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios, santificada
76 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002
Lucas 11:49
41
Darrell Bock, Luke (Baker Exegetical Commentary on the New
Testament; Grand Rapids: Baker Books, 1998), págs. 1120-21.
El movimiento apostólico contemporáneo 81
J udas y Silas
Timoteo
Epafrodito
Andrónico y J unias
no eran apóstoles.
2 Corintios 8:23
Efesios 4:7-12
1 Corintios 12:28
En el Catolicismo Romano
En la comunidad evangélica
51
Nicolás Sánchez Prieto, Santo Toribio de Mogrovejo (Madrid: BAC,
1986), pág. 141.
52
Juan C. Varetto, Héroes y mártires de la obra misionera (Buenos Aires:
Junta de Publicaciones de la Convención Evangélica Bautista, 1934).