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Emilio A Nunez El Movimiento Apostol PDF

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E l movim

vimiento apos
apostóli
tólico conte
contem
mporáne
poráneo
o
(Primera de dos partes)

Dr.
Dr. Em
E milio A nto
ntonio Núñe
Núñez C.
C.
Profesor de Teología
Sem
Seminari
nario Te
Teológ
ológiico Ce
Centroa
ntroam
mericano
cano

El apostolado no ha sido un don relevante en el origen y expansión de


las iglesias pentecostales del siglo veinte. Tampoco cobró protagonismo
en el Neo-Pentecostalismo hasta la última década del siglo.

Apostleship has not been an important gift in the beginning and


expansion of the twentieth century Pentecostal churches. Neither did it
play a significant role in Neo-Pentecostalism until the last decade of the
century.

A MANERA
M ANERA DE
DE PRÓLOG
PRÓL OGO
O

En acto público celebrado el 28 de octubre del año 2000,


doce pastores fueron reconocidos como apóstoles en la ciudad
de Guatemala. El acto causó gran revuelo en la comunidad
evangélica guatemalteca, no porque fuera sorpresivo que her-
manos pentecostales crean en la vigencia del don de apóstol,
sino por el hecho de que los organizadores del acto escogieron
como escenario el Estadio Nacional Mateo Flores, y anuncia-
ron enen un
un pe
periód
riódiico loca
locall, no eva
evang
ngé élico, que
que “la
“la I gle
glesia
sia Evan-
van-
gélica de Guatemala” estaba haciendo el reconocimiento apos-
tólico de los homenajeados, cuando en realidad la iniciativa no
había surgido en consulta con la mayoría de asociaciones de
iglesias evangélicas del país.
L a inqui
nquietud cre
creció
ció cuando
cuando en al alguna
gunas dedecla
claracione
racioness de
de
prensa se le dio énfasis a la autoridad de los apóstoles contem-
poráne
poráneosos y a lo
lo ind
indiispe
spensa
nsable
ble de
de ssu
u mi
ministe
nisteri
rioo para
para que
que la Igl
Igle
e-
sia Evangélica de Guatemala tenga poder espiritual y crezca en
todos los aspectos de su vida y servicio. Se usó el concepto
neo-pentecostal de “cobertura” para afirmar que con el ministe-
78 K A I RÓS
RÓS Nº 29 / Juli
J ulio
o - Dici
Dicie
embre, 20
2001

rio
rio aapos
postól
tóliico la
la I gle
glesia
sia Evang
vangéélica de Guate
uatem
mala tend
tendrá
rá una
una
protección
protección espeespeci
ciaal de parte
parte de
del Señor
Señor.. Le
L eyendo
yendo tal
tales af
afirma
rma-
ciones era fácil preguntarse si la comunidad evangélica de este
país ha estado por más de cien años sin la “cobertura” que le da
Emanuel
nuel (“Di
“Dios con nosotros”)
nosotros”). Ade
A dem
más, ¿de dónde
dónde ha veni
venido
el poder para la conversión y el crecimiento espiritual de milla-
res y millares de guatemaltecos, si es indispensable que se
levante un grupo de apóstoles para que la iglesia evangélica
guatemalteca sea por fin habilitada del poder de lo alto en un
nuevo “pentecostés” que puede venir solamente a petición
exclusiva tanto de los líderes del movimiento apostólico en
Norteamérica, como de sus fieles seguidores en Guatemala?
Respetamos lo que nuestros hermanos pentecostales y neo-
pentecostales creen y practican en el ejercicio de su fe; y hemos
sentido también su respeto para nosotros en su expresión de
amor fraternal. Se sobreentiende que han existido discrepancias
entre ellos y nosotros. Sin embargo, parece que en ambos cam-
pos no hemos querido olvidar aquello de que “en las cosas
fundamentales, unidad; en las secundarias, libertad; y en todas,
caridad (amor)”. Nos hemos dado cuenta que en la comunidad
evangélica no todos los hermanos y hermanas en el Pentecosta-
lismo histórico, ni todos los hermanos y hermanas en el Neo-
Pentecostalismo, estuvieron de acuerdo con lo acontecido en el
Estadio Nacional el 28 de octubre del año 2000. De modo que
no toda la comunidad evangélica de Guatemala le ha dado su
aprobación al nuevo movimiento apostólico.
A la vez,
vez, todos loslos mi
miembros de esta
esta comuni
comunida
dad
d nece
necesi
sita
ta--
mos informarnos y reflexionar sobre lo que dicho movimiento
enseña y sobre las implicaciones que su presencia puede tener
para el testimonio de los cristianos evangélicos en este país.
Comenzaremos, por lo tanto, este trabajo dándole un vistazo a
la historia del Pentecostalismo del siglo veinte. En la segunda
parte del artículo, nos acercaremos a la literatura que los nue-
vos líderes apostólicos han escrito para orientar a sus colegas
apóstoles en Norteamérica y en otras partes del mundo, incluso
en Guatem
Guatemala. L uego
uego conclui
concluirem
remos nue
nuestra exposi
exposici
ción
ón vie
viendo
el testimonio bíblico sobre el apostolado cristiano.

INTRODUCCIÓN
El movim
ovimiento apost
apostól
óliico contem
contemporáne
poráneo 79

Del norte de nuestro continente ha venido a Guatemala un


movimiento eclesiástico que bajo el calificativo de apostólico
ha despertado serias inquietudes y levantado muchas preguntas
en la comunidad evangélica de este país. Sin malicia para nin-
guno y con amor fraternal para todos, estudiaremos este movi-
miento con base en la revelación bíblica y sin pasar por alto lo
que los líderes de la restauración apostólica enseñan.

EL APOSTOL
APOSTOLADADOO Y EL PENTECOS
PENTECOSTAL
TAL I SM O
DEL SI GLO
GL O XX: ES
E SBOZ
BOZO HIS
HI STÓRICO
TÓRI CO

Antecedentes cercanos

Por razones de tiempo y espacio no podemos remontarnos


en el presente estudio a los tiempos bíblicos para trazar desde
allí la línea de ascendencia del Pentecostalismo de hoy. Gene-
ralm
ralmente se dice
dice que el montani
ontanism
smo (a (a media
diados de
del sigl
siglo
o II
I I ) es
el antecedente más lejano de los movimientos entusiastas o
pne
pneumáticosticos en
en la
la histori
historiaa de la I glesia.1
glesia

 J uan Wes
Wesle
ley
y y el
el M etodis
ism
mo. F. D. Bruner dice que “el
Metodismo del siglo XVIII es el padre de los movimientos
nortea
norteamerica
ricanos
nos de
de sa
santi
ntida
dad
d del
del sigl
siglo
o XI
X IX, los cuales, a su vez,
dieron a luz el Pentecostalismo del siglo XX”.2 Walter
Hollenweger comenta:
El creador
creador del
del movim
ovimiento pe
pentecosta
ntecostall es Jua
J uan
n Wesl
Wesley, qui
quien fund
fundó
ó
la Iglesia Metodista. Bajo la influencia de escritores moralizantes,
católicos y anglicanos, estableció una distinción entre los santifica-
dos, es decir, los bautizados del Espíritu Santo, y los cristianos co-
munes.
unes. Los
L os e
evang
vangeelistas
stas y los
los teól
teólogos
ogos de
del movim
ovimiento esta
estadouni
douni--
dense de santificación adoptaron y simplificaron este concepto.3

1
Frederick Dale Bruner, A Theology of the Holy Spirit (Grand Rapids:
William B. Eerdmans Publishing Company, 1970), pág. 36. El autor es presbi-
teri
teriaano. Hi
Hizo sus estud
estudiios de
de posgrado
posgrado en
en Al
Alemania
nia.
2
Ibid., pág. 37.
3
Walte
Wal terr Holl
ollenwege
nweger,r, El Pentecostalismo: Historia y doctrinas (Buenos
Aire
res:
s: Editori
Editoriaal L a A urora,
rora, 197
1976), págs
págs.. 7-8.
80 K A I RÓS
RÓS Nº 29 / Juli
J ulio
o - Dici
Dicie
embre, 20
2001

Por supue
supuesto, que J uan
uan Wesl
Wesley haya
haya funda
undado
do la
la I gle
glesia
sia Me-
todista no significa que él tuviera la intención de fundar el
Pentecosta
ntecostallismo que hem
hemos conocido
conocido en
en el
el sigl
siglo
o XX
X X, aunqu
unque e
desde hace más de cincuenta años hemos sabido de la influen-
cia wesleyana-metodista en el Pentecostalismo de nuestro siglo.
siglo.

L os avivam
avivamiientos nornor team
teame erica
canos
nos.. Según Bruner, los
avivamientos en Norteamérica ejercieron la influencia metodo-
lógica más poderosa en el Pentecostalismo. El Gran Aviva-
miento, prede
predece
cesor
sor y conte
contemmporáne
poráneo del
del Metodism
todismo,o, y su hij
hijo
singular, “el avivamiento de frontera”, transformaron radical-
mente la manera estadounidense de entender, apropiarse y
apli
plica
carr la
l a fe cristi
cri stia
ana.
na. Los
L os avi
aviva
vam
mientos subs
subsiigui
guientes
ntes en
en el
el
sigl
sigloo XI
XIX, espespe
ecia
cialmente
nte bajo Charl
Charlees Finne
nney y D. L . Mood
Moody,y,
penetraron las iglesias de aquel país con la metodología del
avivamiento. “Como un heredero de la teología wesleyana de la
experiencia y de la metodología de la experiencia cultivada en
los avivamientos, el Pentecostalismo salió a un mundo ham-
briento de experiencia religiosa y encontró una respuesta posi-
tiva”.4

Charl
harles F inney
nney y el M ovi
ovimiento de Santidad.
Santidad. Se ha dicho
que después de Wesley, Charles Finney es el hombre que ejer-
ció una influencia considerable en el surgimiento del Pentecos-
tal
talismo. La
L a metodol
todología
ogía de Finne
nney, jun
j unta
tam
mente con el
el Movi-
ovi-
miento de Santidad,
fueron el puente histórico de mayor importancia entre el Wesleya-
nism
nismoo prim
primitivo
tivo y el
el Pentecosta
ntecostallism
smo
o mode
moderno.
rno. La
L a teol
teologí
ogía
a de Fin-
ney incluía la enseñanza sobre una experiencia subsecuente a la sal-
vación. A esta experiencia él la llamaba el bautismo del Espíritu
Santo.5
Pero no fue la teología de Finney lo que más influyó en el
cristianismo norteamericano, sino los métodos que él empleó
en sus avivamientos. Él se esforzaba por guiar a la gente a una
crisis espiritual intensa, la cual era a propósito emocional e
individual. Del Metodismo se puede trazar una línea que va
directa
directammente a los
los avi
avivam
vamientos en
en el
el norte de
de A mérica
ri ca,, de allí 
4
Bruner, A Theology of the Holy Spirit, pág. 39.
5
Ibid., pág. 41.
El movim
ovimiento apost
apostól
óliico contem
contemporáne
poráneo 81

a la persona y la obra de Charles Finney (el que hizo del avi-


vamiento una institución), y luego al Movimiento de Santidad,
para llegar finalmente al Pentecostalismo.6

A nte
ntece
cede
dent
nte
es evangél
vangélicos
cos.. Una lectura somera sobre la si-
tuación del Protestantismo hacia fines del siglo XIX puede
indicarnos que la escena parecía ser muy favorable para que
surgiera un movimiento como el Pentecostalismo. Por ejemplo,
el ambiente había sido propicio para los avivamientos espiri-
tuales; el Movimiento de Santidad influía en un amplio sector
de la iglesia protestante; el interés en lo profético se había
despertado en muchos cristianos, como suele suceder cuando se
aproxima el fin de un siglo; y, en general, el Protestantismo
histórico, teológico, litúrgico y formal, no se mostraba fuerte y
decidido ante la arremetida del liberalismo teológico europeo.
Muchas almas piadosas clamaban por un soplo del Espíritu
Santo que viniera a despertar las conciencias que habían caído
en un marasmo espiritual, y que estimulara a las iglesias a
permanecer firmes en la hora del conflicto que el nuevo siglo
parecía traer consigo.
El Movimiento de Santidad, con su propuesta de una se-
gunda obra de gracia, o sea de una experiencia extraordinaria
posterior a la conversión, llegó también a permear la mentali-
dad de prominentes líderes evangélicos, como fue el caso del
Dr. R. A. Torrey, quien fue el presidente del respetable y céle-
bre Instituto Bíblico de Moody. Otros bien conocidos pastores
y maestros evangélicos de aquella época , en quienes los her-
manos pentecostales creyeron encontrar apoyo para sus ense-
ñanzas, particularmente con respecto al bautismo del Espíritu
San
Santo,
to, fu
fueron A. J . Gord
Gordonon,, F.
F. B.
B. Me
M eyer,
yer, A.
A . B.
B. Sim
Simpson y
Andrew Murray.
En su libro Th
 The Baptismism with Holy Spirit el Dr. Torrey
ith the Holy
dice, entre otras cosas:
El bautismo del Espíritu es una obra separada y distinta de la obra
de regeneración... Una persona puede ser creyente y haber sido re-
generada, y sin embargo no poseer el bautismo del Espíritu Santo.

6
Ibid., pág. 42.
82 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001

No está capacitada para el servicio cristiano, a menos que en adi-


ción a lo que ya tiene reciba el bautismo del Espíritu Santo.7

A lo que no llegó el Dr. Torrey fue a decir que el bautismo del


Espíritu Santo tuviera que manifestarse en la glosolalia. “El
poder del Espíritu Santo no se manifestará en cada caso de la
misma manera”.8
En unas palabras introductorias a la edición del libro que
estamos citando del Dr. Torrey, Will H. Houghton dice: “Si el
Dr. Torrey hubiera podido ver la gran discusión que se iba a
levantar por el uso de la frase ‘el bautismo del Espíritu Santo’,
sin duda habría usado otra forma de expresar esa doctrina”.9 La
realidad es que en la literatura pentecostal se cita al Dr. Torrey
como a uno de los prominentes líderes evangélicos que le die-
ron aliento al Pentecostalismo. Aun Harold J. Brokke, autor del
prólogo al libro que venimos comentando, afirma que “R. A.
 Torrey y D. L. Moody fueron los eslabones entre los grandes
avivamientos de Charles Finney a mediados del siglo diecinue-
ve y el movimiento evangélico y carismático del presente”. 10
Pero Charles E. Hummel dice que “líderes evangélicos como R.
A Torrey declararon enfáticamente que el movimiento [pente-
costal] no era de Dios, puesto que los dones espirituales de
sanidad, profecía y lenguas habían terminado en el siglo prime-
ro”.11

Origen del Pentecostalismo del siglo XX

Los que han estudiado con diligencia los orígenes del Pen-
tecostalismo contemporáneo dicen que este movimiento salió a
la luz pública bajo el ministerio de Charles Parham (1873-
1929), de quien Juan Driver dice: “Un tanto excéntrico, inquie-
7
R. A. Torrey, The Baptismwith the Holy Spirit (Minneapolis: Bethany
Fellowship, 1972), págs. 16, 17.
8
Ibid., pág. 20.
9
Will H. Houghton, Why God Used D. L. Moody, citado sin más datos
bibliográficos en la introducción a Torrey, The Baptismwith the Holy Spirit,
pág. 10.
10
Harold J. Brokke, prólogo a Torrey, The Baptismwith the Holy Spirit, págs.
5-6.
11
Charles E. Hummel, Fire in the Fireplace: Charismatic Renewal in the
Nineties (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1993), pág. 26
El movimiento apostólico contemporáneo 83

to en su búsqueda espiritual, intenso en su actividad, valiente-


mente profético, intransigente en la controversia y motivado
por cierto sentido de destino divino, representa la quintaesencia
de la personalidad pentecostal”.12 Su visión era restaurar “la fe
apostólica”. Enseñaba que era necesaria la santificación como
una segunda obra de gracia, y también por otra experiencia
adicional a la regeneración: el bautismo del Espíritu Santo. Fue
pastor de varias congregaciones metodistas antes de dedicarse a
un ministerio independiente de evangelización. Fundó una
escuela bíblica en Topeka, Kansas, y fue allí donde el 1 de
enero de l901 una estudiante, Agnes N. Ozman, recibió el bau-
tismo del Espíritu Santo y habló en lenguas desconocidas. Días
después, doce estudiantes tuvieron la misma experiencia. Par-
ham enseñaba que el don de lenguas era la evidencia bíblica de
haber recibido el bautismo del Espíritu Santo.
Parham fue a Texas a impartir su enseñanza tocante a la
“visión apostólica”. Fundó una escuela bíblica en Houston.
Entre las personas que aceptaron su mensaje estaban tres
afroamericanos: Lucy Farrow, William J. Seymour y J. A.
Warren. Seymour sería enviado a Los Angeles para que traba-
 jara como pastor asociado de una pequeña iglesia de santidad.
Poco después se le unieron Farrow y Seymour. Allí comunica-
ron el mensaje pentecostal de Parham, con énfasis en el don de
lenguas como la señal del bautismo del Espíritu Santo. Según
Driver, Seymour fue expulsado de aquella congregación por su
énfasis en tres pasos del camino de salvación: la regeneración,
la segunda bendición, o sea una crisis definitiva de santifica-
ción, y el bautismo del Espíritu acompañado por el don de
lenguas.13 Parham siguió predicando en la casa de uno de sus
seguidores a un grupo de gente proletaria, y el 9 de abril de
l906 Seymour y siete personas más recibieron el bautismo del
Espíritu Santo y hablaron en lenguas. La noticia se regó como
llama en un pajar, la gente se agolpó en busca de lo que Sey-
mour prometía. La multitud era mixta, integrada por blancos y
afroamericanos. Seymour y sus colaboradores decidieron tras-
ladarse a una iglesia metodista abandonada y que parecía más

12
Juan Driver, La fe en la periferia de la historia (Guatemala: Ediciones
Semilla, 1997), pág. 270.
13
Ibid., pág. 273.
84 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001

una bodega que un templo, en la calle Azusa de aquella ciudad.


De allí irradió con prontitud la noticia a diferentes partes y el
movimiento pentecostal comenzó a crecer con gran ímpetu.

Expansión del Pentecostalismo del siglo XX

El profesor L. Grant McClung, de la Facultad de Teología


de la Iglesia de Dios en Cleveland, Tennessee, menciona que
en l906 el número de miembros del movimiento pentecostal se
estimaba entre trece mil y quince mil. Cuando celebraron su
Año de Jubileo había por lo menos diez millones de adherentes
alrededor del mundo, y ya eran conocidos como “la tercera
fuerza de la cristiandad”.14 En 1982 la revista Time publicó que
el movimiento tenía cincuenta y un millones de adherentes,
más unos once millones de carismáticos en otros cuerpos ecle-
siásticos mayoritarios.15 En América Latina se ha venido di-
ciendo por varios años que los hermanos pentecostales repre-
sentan por lo menos el setenta por ciento de la comunidad
evangélica continental.

Gobierno eclesiástico del


Pentecostalismo en el siglo XX

Los líderes de la primera época del Pentecostalismo que es-


tamos describiendo “le daban énfasis a una experiencia más
bien que a un sistema de doctrina o de gobierno eclesiástico”.16
A través de las décadas, líderes pentecostales han insistido en
que el movimiento al cual ellos pertenecen no se limita a un
lugar determinado en cuanto a su origen. Esta aclaración signi-
14
L. Grant McClung, “Explosion, Motivation, and Consolidation: The
Historical Anatomy of a Missionary Movement”, en Azusa Street and Beyond:
Pentecostal Missions and Church Growth in the Twentieth Century, ed. L.
Grant McClung (South Plainfield, Nueva Jersey: Bridge Publishing Inc.,
1986), pág. 3.
15
Richard Ostling, “Counting Every Soul on Earth”, Time, May 3, 1982, pág.
66, citado por McClung, “Explosion, Motivation, and Consolidation”, pág. 3.
Ostling usó los datos de David B. Barrett, ed., World Christian Encyclopedia
(Oxford: Oxford University Press, 1982).
16
John Thomas Nichol, Pentecostalism(Nueva York: Harper and Row, 1966),
pág. 55, citado por McClung, “Explosion, Motivation, and Consolidation”,
pág. 5.
El movimiento apostólico contemporáneo 85

fica que el pequeño templo de la calle Azusa en Los Angeles


no es una Jerusalén ni una Meca, ni un templo como el de los
mormones en Utah. Tampoco reconocen a un personaje emi-
nente como “el fundador” del movimiento. Donald Gee, britá-
nico, y uno de los líderes pentecostales más respetados en el
mundo ha dicho:
El movimiento pentecostal no debe su origen a un personaje sobre-
saliente ni a ningún líder religioso. Se originó en un avivamiento
espontáneo que surgió casi simultáneamente en varios lugares del
mundo. Los líderes destacados del Pentecostalismo son ellos mis-
mos el producto del Movimiento. Ellos no le dieron origen al Mo-
vimiento; el Movimiento los hizo a ellos.17

Los líderes de los primeros tiempos del Pentecostalismo del


siglo XX tenían el concepto de “un liderazgo sin líderes”. Le
daban énfasis no a una doctrina en particular sino a tener la
experiencia de Dios por medio del Espíritu Santo. La tendencia
moderna a magnificar posiciones personales y estructuras de
gobierno eclesiástico son como una desviación de la naturaleza
misma del Pentecostalismo histórico.
En su libro titulado El Pentecostalismo: Historia y doctri-
nas, Walter Hollenweger incluye un capítulo sobre la eclesio-
logía del movimiento pentecostal, y lo titula “No organización
sino organismo”.18 Introduce el tema diciendo que los pente-
costales “quieren volver a la vida comunitaria de los tiempos
del Nuevo Testamento, donde se consideran como ‘ejército de
los redimidos por la sangre’, ‘comunidad de los renacidos’, o
‘dirigidos por el Espíritu Santo’”,19 y en otro párrafo informa
que “en las primeras publicaciones del movimiento pentecostal
hay una polémica bastante aguda contra ‘todas las organizacio-
nes humanas, que luchan contra la santidad y se oponen a la
obra del Espíritu’”.20

17
Donald Gee, The Pentecostal Movement (Londres: Elim Publishing
Company, 1949), pág. 3, citado en McClung, “Explosion, Motivation, and
Consolidation”, pág. 4.
18
Hollenweger, El Pentecostalismo, págs. 425-61.
19
Ibid., pág. 425.
20
Ibid.
86 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001

Sin embargo, Hollenweger agrega: “En pocos años, estas


comunidades se vieron obligadas a adoptar cierta forma de
organización”.21 Más adelante, menciona algunas de las formas
adoptadas para el gobierno de las iglesias en el Pentecostalismo
mundial. Por ejemplo, se refiere a que algunos grupos de pen-
tecostales desaprueban “la democracia mayoritaria en la Igle-
sia”, aunque “consideran que la votación democrática es una
herencia antigua cristiana”. Por su parte, los de “tipo apostólico
agregan: ‘la dirección está a cargo de la cabeza celestial y se
efectúa por apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, maes-
tros...’” Hollenweger sigue explicando que hay grupos de pen-
tecostales que han escogido “una combinación entre la consti-
tución congregacionalista y la presbiteriana”, en tanto que otros
tienen “una constitución episcopal”. Los escandinavos “profe-
san un congregacionalismo extremo”, mientras que los nortea-
mericanos optan por “una denominación con una organización
más central”. Total, Hollenweger, con base en la investigación
de algunos teólogos europeos, habla “del pluralismo eclesioló-
gico del Nuevo Testamento”.22
Luego, Hollenweger reproduce conceptos de Harald Hor-
ton, quien dice:
El renacimiento se produce en Pentecostés—pero no en las iglesias
suntuosas, donde el Espíritu de Pentecostés está desnaturalizado, si-
no en un aposento alto, ubicado no en las calles céntricas sino en las
de los barrios pobres, donde el poder del Espíritu divino se mani-
fiesta en dones espirituales, que colman y satisfacen las almas. Se
ausentó de aquellos lugares desde el mismo día de Pentecostés.
“Pentecostés significa el triunfo de lo improvisado, de lo no-
profesional, de lo no-eclesiástico”. Es natural que las Iglesias traten
de imitar el Pentecostés... Sin embargo, “Pentecostés no es ostenta-
ción; es Poder; no es exhibicionismo, sino Revelación. No es in-
cienso, sino unción. No es religión de segunda categoría, sino la
Salvación”. Por esta razón el movimiento pentecostal y las iglesias
históricas no pueden colaborar.23

En América Latina algunos grupos de hermanos pentecosta-


les han adoptado, a su manera, el sistema episcopal. En los
casos que hemos conocido personalmente, el obispo es el mi-
21
Ibid.
22
Ibid., págs. 426-29.
23
Ibid., pág. 431.
El movimiento apostólico contemporáneo 87

nistro de más alta jerarquía en su iglesia. Es interesante notar


que no le llaman apóstol. El término apóstol en sentido especial
lo reserva el Nuevo Testamento para el Señor J esucristo, para
los Doce y Pablo.24 La iglesia de Jerusalén tenía también pres-
bíteros o ancianos; los había asimismo en las iglesias fundadas
por el apóstol Pablo. A los ancianos o presbíteros de Éfeso se
les llama episkopoi “obispos” en Hch. 20:28, y el texto precisa
que tienen la misión de ser pastores de la iglesia. Cuando Pablo
escribió la Carta a los Filipenses, varios obispos funcionaban
en la iglesia local (Fil. 1:1). Se les reconocía también como
pastores. Sin embargo, parece que en la época de las Cartas
Pastorales había sólo un obispo por iglesia.25 Hasta donde
sabemos, los hermanos pentecostales que han recibido el título
de obispos no creen tener el derecho de ejercer sus funciones
episcopales fuera de los límites de su propia iglesia o asocia-
ción de iglesias.
En un breve artículo tocante a la “Iglesia Apostólica”, el
Dictionary of Pentecostal and Charismatic Movements dice
que esta iglesia era el más pequeño de los grupos pentecostales
en la Gran Bretaña. Fue establecida en 1916 por Daniel P.
Williams y William Jones Williams, quienes eran hermanos.
En 1911, Daniel decidió entregarse a trabajar por completo en
el ministerio evangélico, y fue reconocido apóstol en 1916.
Otras iglesias se unieron a la Iglesia Apostólica. Daniel era “el
principal apóstol” y su hermano William, “el profeta”. Según
los estatutos de la Iglesia Apostólica, el gobierno de esta enti-
dad eclesiástica era de “apóstoles” y “profetas”. “Al parecer,
este es el único grupo pentecostal histórico que está declinan-
do”.26 Es llamativo que aunque esa iglesia tenía “el orden apos-
tólico” no progresó como lo hicieron otras iglesias que aparen-
temente no magnificaron dicho orden.

El don de apóstol en el
Pentecostalismo del siglo XX
24
J.-L. Leuba, “Apóstol”, en Vocabulario bíblico, ed. Jean-J acques Von
Allmen (Madrid: Ediciones Marova, 1973), págs. 34-35.
25
Ph.-H. Menoud, “Ministerio: N:T.”, en Vocabulario bíblico, págs. 203-06.
26
D. W. Cartwright, “Apostolic Church”, en Dictionary of Pentecostal and
Charismatic Movements, ed. Stanley M. Burgess y Gary B. McGee (Grand
Rapids: Zondervan Publishing House, 1988), pág. 16.
88 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001

Los que hemos convivido, por decirlo así, con los hermanos
Pentecostales por varias décadas en la comunidad evangélica
guatemalteca, sabemos de la convicción profunda que ellos
tienen de que todos los dones del Espíritu están vigentes para
todo tiempo y lugar en la vida de la Iglesia. No se ven obliga-
dos a establecer una división entre dones temporales y dones
permanentes del Espíritu. Con base en sus propias observacio-
nes, Bruner comenta que “el Pentecostalismo da especial im-
portancia a los dones espectaculares porque atraen y cautivan la
atención de la gente y le dan respaldo al ministerio público de
la Iglesia”.27
Entre los dones espectaculares la comunidad Pentecostal ha
destacado el don de lenguas, el don de profecía y el don de
sanidades. Tradicionalmente se ha enseñado que el don de
lenguas es importantísimo como evidencia del bautismo del
Espíritu Santo. No obstante, a través de los años se han produ-
cido ciertos cambios en la actitud de algunos hermanos pente-
costales tocante a los dones.
Don Asham, un líder del Neo-Pentecostalismo no denominacional,
no es dogmático en cuanto a que la evidencia inicial del bautismo
del Espíritu Santo sea el hablar en lenguas. Otras manifestaciones
espirituales pueden acompañar la experiencia, aunque la glosolalia
siga siendo la principal evidencia inicial... Debe notarse que los
neo-pentecostales no aceptan el concepto de condiciones—además
de la fe en Cristo—para recibir el bautismo del Espíritu.28

En el presente estudio nos interesa sobremanera el don del


apostolado. No tenemos claros indicios de que este don, rela-
cionado con el gobierno y el ministerio docente de la Iglesia,
haya recibido gran atención en este lado del Atlántico durante
la primera etapa del Pentecostalismo del siglo veinte.
Los historiadores del avivamiento pentecostal de la primera
década del siglo veinte nos dicen que la visión de Charles Par-
ham era restaurar “la fe apostólica”, que se establecieron con-
gregaciones de la Fe Apostólica “en el sureste de Kansas, el

27
Bruner, A Theology of the Holy Spirit, págs. 130-49.
28
Hummel, Fire in the Fireplace, págs. 271-72.
El movimiento apostólico contemporáneo 89

suroeste de Missouri y el noreste de Oklahoma”29 y que el


nombre de la revista publicada por los hermanos pentecostales
de la calle Azusa de Los Angeles, a partir de septiembre de
1906, era La fe apostólica. Sin embargo, el énfasis en lo apos-
tólico tenía que ver no necesariamente con el don del apostola-
do en particular, sino con el deseo de vincular el avivamiento
con la era apostólica. Creían que los postreros tiempos habían
llegado y que era necesario restaurar el cristianismo primitivo y
apostólico.
Lo que hemos observado del Pentecostalismo histórico de
Centroamérica tampoco refleja interés en crear un apostolado
que tenga plena autoridad sobre las iglesias, so pretexto de
estar restaurando un orden jerárquico que se supone tiene su
origen en el Nuevo Testamento. Hacia fines de los años treinta,
tuvo sus inicios en El Salvador la Obra de los Apóstoles Libres.
Con el paso del tiempo esta asociación de iglesias se convirtió
en la Iglesia Evangélica de los Apóstoles y Profetas de El Sal-
vador. Desde un principio este cuerpo eclesiástico ha tenido
básicamente características semejantes a las del Pentecostalis-
mo tradicional en sus doctrinas, liturgia y forma de gobierno.
De l940 a 1980 se introdujeron cambios en el estilo de trabajo de
los Apóstoles y Profetas, al introducir éstos mecanismos administra-
tivos y organizacionales similares a los de otras denominaciones,
manteniendo su fidelidad a los principios doctrinarios que dieron
origen a la Obra Apostólica.30

Los Apóstoles y Profetas están afiliados a la Confraternidad


Evangélica Salvadoreña. Si mantienen un orden jerárquico
piramidal, lo limitan a sus propias iglesias.
En Guatemala ha habido una Iglesia Evangélica de Apósto-
les y Profetas. Consistía solamente en dos iglesias y 35 miem-
bros bautizados el año del centenario de la obra evangélica en
este país (l982).31

El Neo-Pentecostalismo

29
Driver, La fe en la periferia de la historia, pág. 272.
30
Cien años de presencia evangélica en El Salvador, 1896-1996 (San Salva-
dor: Comisión Nacional del Centenario, 1996), pág. 99.
31
Virgilio Zapata Arceyuz, Historia de la Iglesia Evangélica en Guatemala
(Guatemala: Litografía Caisa, 1982), pág. 194.
90 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001

En Norteamérica. Fue a mediados del siglo XX que apare-


ció en la escena eclesiástica norteamericana un movimiento que
compartía con los pentecostales históricos el entusiasmo por
una experiencia posterior a la conversión, con énfasis en el
bautismo del Espíritu Santo. Se le conocía a este grupo como
neo-pentecostal. Terminaron por asumir el nombre de “caris-
máticos”, quizá para evitar lo de pentecostal, por el uso peyora-
tivo que este vocablo tenía en algunos sectores de la comuni-
dad religiosa estadounidense.
 Tanto Bruner como Hummel ven difícil la tarea de estable-
cer el origen del Neo-Pentecostalismo o Carismatismo. En su
investigación ambos consideran la Fraternidad Internacional de
Hombres de Negocios del Evangelio Completo (FGBMFI por
las siglas en inglés) como el posible grupo más eficiente para
contribuir al origen al Neo-Pentecostalismo. Bruner apunta que
este organismo fue fundado en l953, en tanto que Hummel
indica que lo fundó Demos Shakarian en California del Sur en
l951.32
El propósito de los Hombres de Negocios del Evangelio
Completo era funcionar como una organización de seglares
carismáticos para evangelizar y extender el mensaje del bau-
tismo del Espíritu Santo. Como estrategia de trabajo decidieron
invitar a sus amigos a un desayuno para evangelizarlos. A
mediados de los años sesenta, tenían trescientos grupos y cien
mil miembros que en la siguiente década se triplicaron. Por el
año l992 había como tres mil grupos locales en noventa países.
Hummel concluye que los Hombres de Negocios del Evangelio
Completo “tuvieron una influencia importante en el surgimien-
to de la renovación carismática en las iglesias principales del
Protestantismo y en iglesias católicas romanas en aquella épo-
ca”.33
Notorio fue también el avivamiento carismático que brotó
en las iglesias protestantes históricas en aquella misma década,
y que era radicalmente distinto de lo que fue en su origen, por
ejemplo, el Pentecostalismo de la calle Azusa. El 30 de abril de

32
Bruner, A Theology of the Holy Spirit, págs. 52-53; Hummel, Fire in the
Fireplace, pág. 27.
33
Hummel, Fire in the Fireplace, pág. 27.
El movimiento apostólico contemporáneo 91

1960, el rector Dennis Bennett de la Iglesia Episcopal de San


Marcos, en Van Nuys, California, causó gran turbulencia en su
parroquia cuando dijo desde el púlpito que en una de las reu-
niones hogareñas de la iglesia él había tenido una nueva expe-
riencia del Espíritu Santo y que había hablado en lenguas.34
Bennett no originó aquel avivamiento, pero sí lo dio a conocer
de manera sensacional y contribuyó a su crecimiento. Por el
año 1988 ya había 2.2 millones de participantes en el aviva-
miento protestante, el cual no se ajustaba a la idea que las igle-
sias protestantes tradicionales podían tener de un avivamiento.
Con su interpretación del bautismo del Espíritu Santo los pen-
tecostales ejercieron su influencia en el origen del Carismatis-
mo de las denominaciones protestantes históricas; pero ese
avivamiento no fue un resultado directo del Pentecostalismo. El
uso del vocablo “Carismatismo” sirvió para establecer la dife-
rencia entre el avivamiento en las grandes denominaciones
protestantes y el movimiento pentecostal.35

En América Latina. Las nuevas ideas en cuanto a la teolo-


gía, la misión, la liturgia y el gobierno de la Iglesia nos siguen
llegando del hemisferio norte. El Neo-Pentecostalismo, o Ca-
rismatismo, no es una excepción a esta regla. En una facultad
de teología estadounidense, un catedrático norteamericano nos
dijo con fina ironía: “Si quieren problemas teológicos de respe-
table altura académica, escuchen o lean a Europa; si quieren
ideas novedosas para el gran público, dirijan su antena a los
Estados Unidos de Norteamérica, especialmente a la costa
occidental”. Un breve repaso histórico y teológico en la interio-
ridad de nuestra mente corroboró las palabras del profesor,
aunque en cierto modo eran una generalización. Hemos visto
en el presente estudio que aparentemente el Neo-
Pentecostalismo estalló con bombos y platillos en las mismas
tierras californianas donde casi cincuenta años antes había
nacido a la luz pública el Pentecostalismo tradicional.
El Neo-Pentecostalismo de Guatemala es un eco fiel del que
vino al aeropuerto internacional La Aurora con su US made
bagaje cultural y cultual. En su naturaleza exógena es semejan-
34
Ibid., págs. 27-28.
35
Ibid., pág. 29.
92 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001

te al Protestantismo que arribó a nuestras playas hace más de


cien años. La historia se sigue repitiendo, quizá irremediable-
mente. Y se repite con más fuerza ahora que estamos internán-
donos en la globalización, en la era del “mundo aldea” y de la
“cultura planetaria”. Es la era de las empresas transnacionales,
del comercio que borra fronteras y de la competencia sin lími-
tes, toda vez que los poderes dominantes en el tejido social
salgan ganando. El Neo-Pentecostalismo, o Carismatismo, es
básicamente la misma manera de ser iglesia urbana pentecostal
en cualquier parte del mundo.
El Neo-Pentecostalismo nació y se desarrolló rápidamente
en la cultura norteamericana para renovar el espíritu y los mé-
todos de la evangelización, y alcanzar de este modo con el
mensaje de Jesucristo al “hombre secular”, al “hombre de ne-
gocios”, al ejecutivo que trabaja encerrado en una gran jaula de
hierro, cemento y cristal en la urbe gigantesca de nuestro tiem-
po. El escenario favorito del Neo-Pentecostalismo es el de los
mejores hoteles en la ciudad, y de los santuarios hermosos que
están bañados en luz, o a media luz en el tiempo del concierto
de música ultramoderna. Es el Evangelicalismo de los medios
masivos de comunicación, especialmente de la televisión. La
“imagen evangélica” más conocida a millones de guatemalte-
cos es la que se proyecta en la “pantalla chica” y que llega al
lugar más íntimo de los hogares. Por ahora, inevitablemente
muchos de los programas son producto de importación, tradu-
cidos del inglés al español para demostrar cómo es posible ser
un “cristiano victorioso” en la cultura norteamericana, sin las
angustias del mundo subdesarrollado, o “en vías de desarrollo”
según el lenguaje diplomático.
Uno de los mensajes distintivos del Neo-Pentecostalis-mo
norteamericano es “el evangelio de la prosperidad”, el cual
puede utilizarse tanto para complacer al sector pudiente de
nuestra sociedad, como para entusiasmar a los que sueñan con
hacerse ricos de la noche a la mañana. Empero, es necesario
tener presente que el tema de la prosperidad en lo espiritual, en
lo emocional, en lo físico y en cuanto a los bienes materiales,
tiene sus elementos de equilibrio en las páginas mismas de las
Sagradas Escrituras, en la experiencia de mucha gente piadosa
en el devenir de los siglos y en la naturaleza de nuestras estruc-
turas económicas y sociales.
El movimiento apostólico contemporáneo 93

No podemos ni queremos negar el señorío ni la acción de


Dios en la historia, aunque a veces nos parezca inexplicable la
manera en que él lleva a cabo su propósito en la vida de los
hombres y de los pueblos. Debemos seguir ejercitándonos en
conocer e interpretar “las señales de los tiempos”, bajo la luz
de la revelación escrita, en sujeción al ministerio del Espíritu
Santo y en comunión con la Iglesia, sin perder de vista al que
está señoreando detrás de esas señales, y por encima de todos
los tiempos como el soberano de todo lo creado.
Por su manera de ser y actuar, el Carismatismo, o Neo-
Pentecostalismo, ha logrado llegar con su mensaje a sectores
sociales que hace cincuenta años parecían impenetrables para
el cumplimiento de la misión cristiana. No cabe duda que uno
de los resultados de los esfuerzos neo-pentecostales es el gran
número de guatemaltecos que están leyendo y estudiando la
Biblia, y conociendo el poder salvífico de Jesucristo. Le damos
la gloria a Dios y nos regocijamos alabándole por todos aque-
llos que en un grupo de oración y estudio bíblico, o en una gran
reunión pública, o a solas con Dios, han llegado a creer, por
medio del testimonio de la Palabra y del Espíritu, en la singula-
ridad de Jesucristo como el Mediador entre Dios y los seres
humanos.
Es evidente que para seguir siendo pentecostal el Neo-
Pentecostalismo tiene que mantener su enseñanza de que el
bautismo del Espíritu Santo es una experiencia posterior a la
conversión y que resulta en una vida espiritualmente poderosa
y victoriosa para el cumplimiento de la misión cristiana. Hemos
visto que no todos los hermanos neo-pentecostales afirman
dogmáticamente que la glosolalia es la evidencia insubstituible
de haber recibido el bautismo del Espíritu Santo, y no todos
aceptan la fuerte tendencia jerárquica y jerarquizante del mo-
vimiento apostólico contemporáneo.
En lo que respecta a los dones espectaculares, el Pentecosta-
lismo ha seguido dándole énfasis con diferentes grados de
intensidad a manifestaciones espectaculares en reuniones pri-
vadas y públicas. Por ejemplo:
1. Las señales de curación divina acompañaron al Pentecosta-
lismo tradicional desde su primera época en Guatemala, o
sea de los años treinta a los cincuenta. En aquella época el
94 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001

Pentecostalismo estaba creciendo y consolidándose en este


país y todavía no “era noticia” en el ámbito nacional.
2. Para que ocurriera lo que algunos autores llaman “la explo-
sión evangélica en Guatemala”, uno de los factores fue la
“campaña de sanidad divina” que llevó a cabo en esta capi-
tal el evangelista norteamericano T. L. Osborn a principios
de 1953. Desde ese entonces proliferaron en el territorio
guatemalteco las campañas de ese mismo tipo. Como era de
esperarse, las iglesias pentecostales fueron las que más se
beneficiaron con tales actividades para el crecimiento nu-
mérico.
3. El 16 de agosto de l963 hubo un avivamiento de tipo pente-
costal en la Iglesia El Calvario de la zona 8 en la capital
guatemalteca. Esa experiencia “rompió los esquemas y es-
tructuras que el movimiento pentecostal había producido,
dando un avivamiento renovado [sic], lo cual incluía el mi-
nisterio de liberación”.36 La noticia que más circuló en la
comunidad evangélica de Guatemala sobre lo acontecido en
la Iglesia El Calvario fue lo de los exorcismos. Se sobreen-
tiende que también daban lugar a otros dones espectacula-
res: lenguas, sanidades y profecía. Sin embargo, no se le
daba énfasis a los dones de apóstol y profeta. El pastor
Abraham Castillo de la Misión Cristiana El Calvario dice
que en el ambiente pentecostal
no se creía en la función y participación de los cinco ministerios [de
Ef. 4:7-11]. Sólo se aprobaban tres ministerios: evangelista, pastor y
maestro. Hablar de apóstoles y profetas era una herejía... Actual-
mente se están desarrollando los cinco ministerios entre nosotros,
especialmente el de apóstol y el de profeta.37

Este caso es un ejemplo de la diferencia entre el Pente-


costalismo tradicional y el Neo-Pentecostalismo Apostólico
en la actualidad. También indica que el apostolado es de re-
ciente introducción (octubre 2000) en las filas carismáticas
de Guatemala.
36
Apóstol Abraham Castillo de la Misión Cristiana El Calvario, “La reforma
apostólica”, periódico La Palabra 2000 (Guatemala), 11-l7 de marzo de 2001,
pág. 4.
37
Ibid.
El movimiento apostólico contemporáneo 95

4. En América Latina, en la misma década de los sesenta, a esta


nueva forma de Pentecostalismo se le conocía también con
el nombre de Movimiento de Renovación. En el Primer
Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE I,
Bogotá, Colombia, 1969), supimos de primera mano lo que
estaba aconteciendo con la Renovación en otros países cen-
troamericanos y en América del Sur. Lo más interesante era
saber que líderes evangélicos no pentecostales y de recono-
cido prestigio académico habían hablado en lenguas. No
obstante, nada se decía del don de apostolado.
5. A mediados de los años sesenta había surgido el Carisma-
tismo Católico Romano en Norteamérica. El Concilio Vati-
cano II (1962-1965) había reconocido la necesidad de ejer-
cer los dones del Espíritu para todo el pueblo de Dios. El
Cardenal Suenens, de los Países Bajos, fue uno de los cam-
peones de la causa carismática. Según Hollenweger, “la
apertura definitiva” del Carismatismo Católico en Nortea-
mérica se produjo en 1966-67.38
6. Todavía en los años setenta, en ojos del público pentecostal
y de los simpatizantes con el Pentecostalismo, el predicador
“poderoso” era el que hablaba en lenguas, sanaba enfermos
y liberaba a los que estaban oprimidos por el diablo. Luego
en esa década vendrían otras corrientes novedosas del Norte
de nuestro continente. El Rev. Bill Hamon, uno de los líde-
res principales del movimiento apostólico contemporáneo
en los Estados Unidos de N. A., comenta que los años se-
tenta fueron la década del mensaje de “la prosperidad y la
vida victoriosa, y de la restauración del quinto ministerio de
Ef. 4:7-11, el del maestro”; en tanto que los años ochenta
fueron la década cuando el ministerio del profeta fue restau-
rado, y en la última década del siglo veinte se restauró el
ministerio apostólico “para traer orden divino y estructura, y
finalizar la restauración del quíntuple ministerio de Ef. 4:7-
11”.39
Esas cosas que venían sucediendo en Norteamérica, se-
gún lo informado por el Rev. Hamon, no eran totalmente

38
Hollenweger, El Pentecostalismo, pág. 51.
39
Bill Hamon, Apostles, Prophets, and the Coming Moves of God (Santa Rosa
Beach, Florida: Christian International, 1999, tercera impresión), pág. 107.
96 KAIRÓS Nº 29 / Julio - Diciembre, 2001

desconocidas en la comunidad evangélica latinoamericana.


Especialmente la televisión y alguna literatura en inglés no
nos dejaron en completa ignorancia al respecto. Muchos
evangélicos supieron del “mensaje de la prosperidad” por
medio de la televisión, y de los nuevos profetas ungidos pa-
ra predicar a las naciones. Entonces, los predicadores “po-
derosos” eran los que tenían el espíritu de profecía. Luego
vino también el énfasis en “la guerra espiritual”, “el encuen-
tro de poderes”, “los demonios territoriales”, y el mapa para
localizarlos.
El predicador “poderoso” ante los ojos de sus hermanos
que se dejaban guiar por “los nuevos movimientos del Espí-
ritu” no era ya el que se limitaba a hablar en lenguas y orar
por la sanación de los enfermos y la liberación de los poseí-
dos, sino el experto en satanografía, el que había descendi-
do a “las cosas profundas de Satanás” y conocía las estrate-
gias del Espíritu para obtener el triunfo en “la guerra espiri-
tual”.
Sin embargo, en los años ochenta todo eso ya no fue su-
ficiente para atribuirle “poder” al predicador. A éste le fue
necesario buscar otros métodos para deslumbrar a sus her-
manos en Cristo, para convencer a los incrédulos y traerlos
en cautividad a su mensaje. Encontró entonces lo que ahora
conocemos como “el poder para derribar a la gente”, y
hacer que sufran convulsiones, como si estuvieran bajo el
poder del maligno. Decimos todo esto no en son de broma
sino con temor y temblor, porque cuando queremos explorar
el mundo satánico corremos grandes peligros. Que no ambi-
cionemos ir más allá de lo que nos dice la Palabra escrita de
Dios sobre la realidad del diablo y sus huestes. Por otra par-
te, no queremos soslayar ni mucho menos negar que hay en-
tre nosotros una enseñanza sana y, por encima de todo, bí-
blica respecto a la batalla espiritual que nos confronta.
Atengámonos a esa enseñanza, dependiendo de la asistencia
eficaz del Espíritu Santo.
7. Hamon indica que la década postrera del siglo veinte se
caracteriza en el Neo-Pentecostalismo como un tiempo es-
pecial para el ministerio apostólico. Por fin, después de un
siglo de Pentecostalismo contemporáneo, el don del aposto-
lado recibe atención especial de parte de ese movimiento
El movimiento apostólico contemporáneo 97

que siempre ha dado importancia a los "carismas" del Espí-


ritu.
Se sobreentiende que el movimiento apostólico pente-
costal tuvo sus antecedentes. En Guatemala comenzamos a
oír noticias de dicho movimiento a mediados de los años 80.
Corrió entonces la noticia de que el Dr. Otoniel Ríos Pare-
des, fundador y pastor titular de los Ministerios Elim, había
recibido en los Estados Unidos de Norteamérica el don de
apóstol. El Dr. Ríos ya está en la presencia del Señor; pero
unos pocos años antes de su partida a las mansiones celes-
tiales le oímos explicar por radio, o quizá por televisión, la
diferencia que él veía entre “los apóstoles del Cordero” y
“los apóstoles del Espíritu”.
Con todo el respeto y aprecio que siempre hemos tenido
para el Dr. Ríos Paredes, tenemos que decir que dicha dife-
rencia no se sostiene bíblicamente. De hecho, en Ap. 21:14
se trata de “los doce apóstoles del Cordero”, quienes reci-
ben honor en la ciudad celestial. El Señor J esús les ofreció
que tendrían “doce tronos” cuando viniera la renovación de
todas las cosas (Mt. 19:28). En Ef. 4:7-12 es el Cristo as-
cendido quien constituye “apóstoles”. Y en 1 Co. 12: 28 se
dice que es Dios quien los establece. Según 1 Co. 12:4-11 el
Espíritu reparte los dones “como él quiere”, pero en esta lis-
ta no se menciona el don de apóstol directamente. Tampoco
se menciona en forma directa ese don en Ro. l2:3-8, pero se
afirma que es Dios quien reparte los dones a su pueblo. En
otras palabras, la Trinidad participa en la distribución de las
capacidades espirituales y de las personas que tienen la ca-
pacidad espiritual para determinado ministerio. Todos son
apóstoles de Dios el Padre, de Dios el Hijo, y de Dios el Es-
píritu.
En la segunda parte del artículo veremos el uso técnico,
o especial, y el uso general del vocablo “apóstol” en el
Nuevo Testamento.
El movimiento apostólico contemporáneo
(Segunda de dos partes)1

Dr. Emilio Antonio Núñez C.


Profesor de Teología
Seminario Teológico Centroamericano

 Los apóstoles de hoy enseñan que su don es el de más alto rango y auto-
ridad. Este carisma, casi desconocido después del primer siglo, ha vuelto
a surgir como parte de la restauración de los cinco ministerios de Ef.
4:11. Es vital para el crecimiento y dirección de la Iglesia. El reclamo de
 suprema autoridad para los apóstoles crea cierta tensión entre ministros
 pentecostales y carismáticos. En el Nuevo Testamento el vocablo “após-
tol” tiene un uso especial cuando se utiliza de Jesucristo, los Doce y
 Pablo, y un sentido no técnico que se aplica a otras personas. Los apósto-
les modernos harían bien en prestar atención al paradigma paulino.
 Además, tanto en el Catolicismo Romano como en la comunidad evangé-
lica el título “apóstol” se ha empleado de héroes de la obra misionera.

Today’s apostles teach that their gift is the highest in rank and authority.
This charism, almost unknown after the first century, has had a
resurgence as part of the restoration of the five ministries of Eph. 4:11. It 
is vital for the growth and direction of the Church. The claim of supreme
authority for the apostles creates some tension among Pentecostal and 
charismatic ministers. In the New Testament the word “apostle” has a
 special use when it refers to Jesus Christ, the Twelve, and Paul, and a
non-technical meaning that is applied to others. Modern apostles would 
do well to pay attention to the pauline paradigm. Both in Roman
Catholicism and in the evangelical community the title “apostle” has
been applied to missionary heroes, too.

APÓSTOL ES DE HOY : UNA AUTODESCRI PCIÓN

En este apartado nos acercaremos a los apóstoles contempo-

1
Para la primera parte del artículo, sobre la poca relevancia del don de
apóstol en las iglesias pentecostales del siglo veinte y en las neo-pentecostales
antes de 1990, véase Kairós 29 (julio-diciembre 2001), págs. 77-98.
58 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

ráneos para escuchar lo que algunos de ellos han dicho por


escrito tocante a su ministerio apostólico. Después de cada una
de sus declaraciones básicas incluiremos nuestros propios co-
mentarios.

Un movimiento de restauración
por el Espíritu Santo

“Es una restauración que viene de Dios y consiste en que él


ha decidido restaurar ciertas verdades fundamentales, ciertos
ministerios y ciertas experiencias que no han estado en activi-
dad desde los primeros años de la Iglesia”.2 John Eckhardt,
otro de los mentores norteamericanos del movimiento apostóli-
co contemporáneo, dice:
Finalmente, la década de los 90 ha visto el comienzo de la restaura-
ción del oficio apostólico. No es mi intención decir que nadie cami-
nó en el oficio apostólico antes de 1990. A través de la historia de la
Iglesia, siempre hubo quienes operaron bajo esta unción. Más bien
me estoy refiriendo acerca de la plena restauración de este oficio.3

La aclaración se impone porque sin ella queda la pregunta


sobre la vigencia permanente de todos los dones del Espíritu.
Sin embargo, la aclaración es especulativa. Por ejemplo, ¿cómo
se explica que el Señor haya dejado a su Iglesia durante casi
dos mil años sin la plena función de un don que, según el mo-
vimiento apostólico representado por el autor, es el más impor-
tante para el establecimiento y crecimiento de la Iglesia? ¿Có-
mo se explica la “explosión evangélica “ que ocurrió en Gua-
temala mucho antes de que apareciera en este país el nuevo
movimiento apostólico? ¿Cómo pudo darse el crecimiento
fenomenal de la Iglesia en Corea si el ministerio apostólico no
comenzó a restaurarse sino hasta en la última década del siglo
veinte?
Eckhardt dice que lo apostólico es “la principal unción de la
iglesia”, y que sin ella la iglesia “se seca, apaga y estan-
2
Bill Hamon,  Apostles, Prophets, and the Coming Moves of God, 3ra.
impr. (Santa Rosa, Florida: Christian International, 1999), págs. 8-9.
3
John Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico: El plan de Dios para con-
ducir a su iglesia a la victoria final (sin lugar ni casa editora, 1999), pág. 35.
El movimiento apostólico contemporáneo 59

ca...pierde su frescura y finalmente su llamamiento”. 4 Pero


tanto él y sus colegas de apostolado tienen que admitir que
ahora hay más gente bautizada por el Espíritu que en el día de
Pentecostés del libro de los Hechos. Si tienen una comunidad
evangélica numerosa a la cual dirigirle sus escritos y sus men-
sajes por los medios de comunicación masiva es porque hubo
hombres y mujeres que, investidos con el poder del Espíritu,
fueron obedientes en el cumplimiento de la misión cristiana,
aunque no tuvieran el título de “apóstoles”. Al igual que los
discípulos del Señor Jesús, la mayoría de nosotros hemos sido
enviados a cosechar lo que no nos ha costado ningún trabajo.
“Otros se han fatigado trabajando, y ustedes han cosechado el
fruto de ese trabajo” (Jn. 4:38).

Una nueva reforma apostólica

El obispo Hamon relata que en un simposio convocado por


C. Peter Wagner en el Seminario Teológico Fuller, mayo 21-23
de l996, los participantes
llegaron al consenso de que todavía hay apóstoles y profetas en la
Iglesia, y que está emergiendo un Movimiento apostólico que revo-
lucionará a la Iglesia del siglo XXI. La última generación de la Igle-
sia tendrá una Reforma Apostólica que será tan grande como la de
la primera generación del Movimiento Apostólico. 5

Los líderes de la Reforma Apostólica serán los que estén


dotados para los cinco ministerios mencionados en Ef. 4:7-12.
Se formará una red con los apóstoles y profetas que estén a la
cabeza de las diferentes denominaciones. Todos los que presi-
dan organizaciones ministeriales y denominaciones se unirán
para trabajar como un gran consorcio eclesiástico.
Hamon está consciente del peligro de levantar una gran es-
tructura que esté bajo el dominio de un apóstol líder; pero tam-
bién da a entender que no sucederá tal cosa. Sin embargo, el
peligro sigue existiendo porque somos humanos y vulnerables
a la tentación del poder eclesiástico. Se están multiplicando y
seguirán multiplicándose los apóstoles evangélicos en América
4
 Ibid., pág. 49.
5
Hamon, Apostles, pág. 10.
60 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

Latina, y puede llegar el día cuando será necesario buscar una


posición superior a la del apóstol común y corriente. El obispo
Hamon confiesa que algunos de sus adherentes han querido
llamarle “Apóstol Jefe” (“ Master Apóstol ”), o “Patriarca Após-
tol”.6 También ha circulado el título de “superapóstol”.

Restauración de los cinco ministerios: Ef. 4:7-12

Es posible decir que el texto de Ef. 4:7-12 es uno de los más


importantes, si no el más importante, para el movimiento apos-
tólico contemporáneo. Los líderes de este movimiento tienen
que admitir que Cristo es el Apóstol de apóstoles, y que existe
una gran diferencia entre los Doce Apóstoles que Él llamó,
formó y envió a predicar, y los otros discípulos que también
reciben el nombre de apóstoles. El pasaje de Ef. 4:7-11 les
sirve para decir que Cristo estableció cinco ministerios para la
edificación de los santos y la evangelización de los que no han
creído el mensaje bíblico de salvación. Por consiguiente, estos
cinco ministerios tienen que estar activos en la iglesia de hoy.
Pero, dicen, la iglesia se ha limitado a tres de esos ministerios
(evangelistas, pastores y maestros), pasando por alto a los após-
toles y profetas. El movimiento apostólico que surgió en la
segunda mitad del siglo veinte se ha propuesto restaurar esos
dos ministerios por considerarlos fundamentales e indispensa-
bles para el cumplimiento de la misión cristiana hoy.
Hamon cree que el movimiento de restauración ha cubierto
cinco décadas, y que ha sido necesaria una década para restau-
rar cada uno de los cinco ministerios: (1) el ministerio del
evangelista, en los años 50; (2) el ministerio del pastor, en los
años 60; (3) el ministerio del maestro, en los años 70; (4) el
ministerio del profeta, en los años 80, y (5) el ministerio del
apóstol, en los años 90.7
Los del movimiento apostólico ven que los doce apóstoles
están incluidos en el texto de Ef. 4:11, más los otros apóstoles
mencionados en el Nuevo Testamento y los que surgirían des-
pués de aquella época apostólica. El énfasis del movimiento
apostólico se halla en el clamor por la restauración del ministe-
6
 Ibid., pág. 61.
7
 Ibid., pág. 53.
El movimiento apostólico contemporáneo 61

rio que los apóstoles tuvieron que dejar cuando terminaron su


carrera en este planeta. Eckhardt afirma:
La restauración es necesaria por causa de la partida (esto es declina-
ción gradual) del auténtico ministerio apostólico después de que los
primeros apóstoles murieron... El oficio apostólico nunca debió ce-
sar; fue destinado a ser un oficio perpetuo en la Iglesia a través de
los tiempos... Aunque el oficio apostólico ha estado vacante por
causa de la incredulidad y la tradición de la Iglesia, hoy está siendo
suplido por aquellos a quienes el Señor ha escogido...8

Eckhardt insiste en que el oficio apostólico “ha estado va-


cante”. Da a entender que prácticamente no ha habido ministe-
rio apostólico en la Iglesia desde la muerte de los primeros
apóstoles hasta finales del siglo veinte. No parece tener en
cuenta que la doctrina apostólica no ha desaparecido sobre la
faz de la Tierra. Los apóstoles, al igual que Abel el justo, a
pesar de que murieron todavía hablan; su ministerio continúa
por medio de la palabra escrita bajo la inspiración del Espíritu
Santo. El uso que hacen de Ef. 4:7-12 los líderes del movimien-
to apostólico contemporáneo está condicionado, en primer
lugar, por la tesis que ellos defienden en cuanto a “la restaura-
ción del ministerio apostólico” y, en segundo lugar, por el
concepto que tienen del apóstol-profeta respecto a los otros
ministerios mencionados en el pasaje.
 Todas las aclaraciones que hacen para contrarrestar el espí-
ritu de superioridad en el ejercicio del don apostólico quedan
sepultadas bajo el montón de páginas en las que ellos mismos
dan a entender la preeminencia funcional de dicho don. Salta a
la vista la interpretación jerárquica y jerarquizante que le dan a
Ef. 4:7-12. La estructura que ellos quieren ver en ese texto es
piramidal, no obstante el esfuerzo que en otras partes de sus
escritos hacen por situar los cinco ministerios en un plano de
relativa igualdad. Por ejemplo, el apóstol Hamon ilustra con los
cinco dedos unidos por la misma mano la relación que los
cinco ministerios guardan entre sí. Al mismo tiempo, los líderes
del movimiento apostólico contemporáneo están comprometi-
dos con la cruzada en pro de la restauración y exaltación del
don del apostolado hoy.
8
Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico, págs. 29-32.
62 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

Ellos insisten en que ese don se menciona primero en la lis-


ta de los cinco ministerios de Ef. 4:7-12, pero hacen caso omiso
de que no aparece entre las “manifestaciones del Espíritu” en l
Co. 12:7-11; 1 Co. 13:1-3, 8; 14:6, 26; ni en Ro. 12:4-8, ni 1 P.
4:9-11. Hummel concluye que los escritores no tienen la inten-
ción de enseñar el valor relativo de los dones espirituales por el
lugar que ellos ocupan en las listas.9 En cuanto a Ef. 4:7-12,
Hummel afirma que este pasaje indica un orden cronológico en
la fundación de la Iglesia.
Los apóstoles y profetas la establecen (Ef. 2:20; 3:5); los evangelis-
tas predican el Evangelio y traen a otros a la comunidad cristiana;
luego los pastores y maestros llenan la necesidad de alimento y di-
rección que tienen los nuevos creyentes y todos los miembros de la
congregación… No hay evidencia de que los maestros sean de me-
nor importancia porque son los últimos en la lista. 10

El orden no es jerárquico sino posiblemente cronológico.


El Dr. Wagner no podía quedarse al margen del nuevo mo-
vimiento apostólico, al cual le ha dado aliento por medio de la
palabra escrita. En su reciente libro titulado Terremoto en la
 Iglesia describe lo que está sucediendo en Iglesias Apostólicas
que son de su conocimiento, y da a entender que el ejemplo de
ellas debe ser imitado. El libro tiene 288 páginas, y no es posi-
ble reseñarlo por completo en este trabajo, pero podemos men-
cionar algunos detalles que reflejan el contenido general de la
obra.
1. Pastorado apostólico. El pastor tiene poder. Es “el principal
agente en la toma de decisiones a niveles más elevados”. 11
2. Pastorado vitalicio. El contrato entre el pastor y la iglesia es
hasta que la muerte los separe.
3. Familia pastoral. “Las nuevas iglesias apostólicas con fre-
cuencia son empresas clásicas de mamá y papá... No es raro
hallar varios parientes en el personal de las nuevas iglesias

9
Charles E. Hummel, Fire in the Fireplace: Charismatic Renewal in the
 Nineties (Downers Grove, Illinois; InterVarsity Press, 1993), pág. 279.
10
 Ibid., págs. 278-79. Hummel tiene profunda simpatía hacia el Carisma-
tismo.
11
C. Peter Wagner, Terremoto en la Iglesia (Nashville, Tennessee: Edito-
riales Caribe-Betania, 2000), pág. 92.
El movimiento apostólico contemporáneo 63

apostólicas grandes”.12 Este nepotismo eclesiástico conduce


a la formación de una dinastía pastoral. “Los pastores esco-
gen a sus sucesores”. Wagner cuenta de un pastor que le en-
tregó la congregación a su sobrino. La decisión de hacer esto
la tomó el pastor “y nadie más”.13 Salta a la vista que en
América Latina hemos tenido prácticas semejantes, sin nece-
sidad de que hubiera un nuevo ministerio apostólico. La di-
ferencia es que ahora Wagner, uno de los mentores del Neo-
Pentecostalismo radical, viene a sacralizarlas. Que ha habido
y puede haber honrosas excepciones en la sucesión pastoral
en una familia, no es de dudarlo.
4. Redes apostólicas. En opinión de Wagner, estas tienen que
poseer un líder con cualidades que los seguidores perciban
como producto “de fuentes sobrehumanas”. Esta es “una de
las razones por las que el apóstol que funda una red apostó-
lica ostenta tanta autoridad”.14 Wagner cree que las denomi-
naciones han tenido ya su día, y que es tiempo para cambiar
las estructuras. De allí el título de su libro: Terremoto en la
 Iglesia. Por supuesto, aun los nuevos apóstoles admiten que
Dios ha usado las denominaciones para el progreso del
Evangelio. También nosotros lo reconocemos, y decimos
que las denominaciones tienen que autoevaluarse con alguna
frecuencia y estar siempre dispuestas a renovarse para au-
mentar su eficacia. Wagner ofrece “las redes apostólicas”
para substituir a las denominaciones. La respuesta a su oferta
tiene que ser una pregunta: si las iglesias aceptan el cambio,
¿no saldrían de las llamas para caer en las brasas?

Apóstoles-profetas

El movimiento de restauración de ministerios en el Neo-


Pentecostalismo no separa del orden profético el apostolado.
 Todo lo contrario, insiste en mantenerlos unidos el uno al otro.
Por momentos pareciera que están fusionándolos en un solo
ministerio que tiene dos aspectos, pero no es así. Para satisfac-
ción de todos prefieren mantener la identidad del profeta y de

12
 Ibid., págs. 97-99.
13
 Ibid.
14
 Ibid., pág. 137.
64 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

los otros ministerios. En cierto modo, la interpretación jerár-


quica de Ef. 4:7-12 ya está dándoles problemas. El obispo y
pastor Bill Hamon, cuyo libro hemos venido citando, es conse-
 jero de apóstoles y profetas, y no evade la realidad que lo con-
fronta. Por ejemplo, él dice:
Muchos ministros pentecostales y carismáticos están nerviosos y
preocupados por la multitud de profetas y apóstoles que están sur-
giendo. No saben qué hacer con ellos, y cuándo, dónde y cómo per-
mitirles que funcionen. Algunos profetas están también nerviosos y
preocupados por la restauración de los apóstoles y temen que estos
los estructuren en un plano limitado que el Señor nunca deseaba pa-
ra el ministerio profético. Esta situación está creando el potencial
para algunas enseñanzas extremadas en el Movimiento de Profetas y
Apóstoles.15

Hamon trata de ayudar en la solución del problema de riva-


lidad que asoma su feo rostro en la escena del liderazgo neo-
apostólico. Explica que ambos ministerios son perpetuos, que
el ministerio del profeta antecede al del apóstol en la historia
bíblica, que la Biblia se la debemos a los profetas, y que los
apóstoles y los profetas fueron fundadores y son fundamento de
la Iglesia, con Jesucristo como la principal piedra del ángulo.
Corona su argumento dando testimonio de lo que significa para
él desempeñar el ministerio tanto de profeta como de apóstol. 16
Por supuesto Hamon está bien situado como obispo (super-
visor) de toda una red de organizaciones eclesiásticas, pastora-
les y educativas en Norteamérica. El cuadro es diferente para el
apóstol de nuevo cuño que apenas está procurando abrirse paso
en el mercado de la libre competencia religiosa. En septiembre
del 2000, visitamos el Ecuador. Un día escuchamos por televi-
sión que estaba por celebrarse en aquel país un gran congreso
en el cual estarían presentes setenta apóstoles. Pensamos que el
gran aumento del producto es posible que reduzca la demanda,
y que no haya mucha satisfacción en ostentar el título si es tan
fácil conseguirlo.
Es posible que los que ya tienen el privilegio del apostolado
se organicen en un gremio, el “alto clero”, para protegerse de la

15
Hamon, Apostles, pág. 55.
16
 Ibid.
El movimiento apostólico contemporáneo 65

arremetida del “clero menor”, es decir de los profetas, evange-


listas, pastores y maestros. Una estrategia defensiva sería la de
arrogarse la exclusiva de establecer los requisitos para optar al
ungimiento apostólico, y nombrar a los que finalmente recibi-
rán ese privilegio. En Guatemala no se dio a conocer oficial-
mente quiénes escogieron a los colegas pastores que fueron
reconocidos como apóstoles la tarde del 28 de octubre del año
2000. Si tienen un “consejo apostólico guatemalteco”, no sa-
bemos quiénes lo integran.
Un sistema religioso jerárquico tiene sus ventajas. Por ejem-
plo, con su ceremonial vistoso y solemne, sus templos majes-
tuosos, sus vestimentas multicolores y su música arrobadora, el
sistema puede ser muy impresionante para el pueblo que oye,
ora, obedece y da ofrenda. Sin embargo, como lo ha sugerido el
apóstol Hamon, también puede tener sus problemas, especial-
mente en sectores evangélicos que no vienen de una larga tra-
dición de gobierno jerárquico. Aun en el caso de los pentecos-
tales que se rigen por una estructura episcopal queda la pregun-
ta si los obispos estarán felices por la idea de que un apóstol
puede llegar y hacer su capricho trasladándolos a otra diócesis.
El pueblo, y también sus líderes, tienen el potencial para has-
tiarse y pacíficamente ponerle sitio a las santas murallas, y
decirle ¡basta! a los santos apóstoles y profetas. No es imposi-
ble que venga una nueva Reforma, en reacción al excesivo
clericalismo, abanderada por otro Martín Lutero, versión pro-
testante del tercer milenio, y que se oiga de nuevo la consigna
del “sacerdocio universal de los creyentes en Jesucristo”.
El obispo y apóstol Hamon suena conciliador en sus comen-
tarios sobre la tensión entre apóstoles y profetas, al contrario de
otros líderes que son más tajantes en sus declaraciones a favor
de la autoridad apostólica. Un ejemplo es el de John Eckhardt,
quien decreta que hay dos formas para que una iglesia acceda a
”la gracia apostólica”: primera, que el pastor sea un apóstol, y
segunda, que la iglesia esté relacionada con un apóstol (se
sobreentiende con uno de los nombrados por el Movimiento
Apostólico Contemporáneo).17 “Dios ha puesto primeramente
apóstoles en las Iglesias (1Cor. 12:28). Cuando Dios dice pri-
mero, él quiere decir primero. Una iglesia fuera de este orden
17
Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico, pág. 106.
66 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

no experimentará la plenitud de la unción. La unción fluye a


través del orden. Los apóstoles son primeros en rango”.18 “Los
Apóstoles pueden ingresar a nuevas regiones y atravesar toda
resistencia cuando atan al hombre fuerte. Los apóstoles enton-
ces establecen nuevas iglesias y nueva revelación”.19 Sin em-
bargo, aunque los apóstoles “caminan y ministran en el más
alto rango, y tienen suficiente autoridad para ordenar, decretar
y reprender”, “su rango está dentro de su esfera de autoridad...
No pueden ir a cualquier parte y reclamar su rango sobre al-
guien”.20 Esta nota de moderación es necesaria, pero lo que
Eckhardt ha dicho sobre la supremacía del apóstol escrito está.
En otra sección Eckhardt ofrece veintiséis “deberes y fun-
ciones de los Apóstoles”. Entre los diversos ministerios se
encuentran los de “juzgar” (dictar sentencia “contra la falsa
enseñanza y la conducta incorrecta”), “legislar” (“emiten órde-
nes y decretos del Reino para la Iglesia”); (3) defender la fe, la
verdad y la Iglesia; (4) supervisar (el apóstol es también un
obispo que vigila las iglesias), y (5) “traer revelación”.21
Esto de “traer revelación” se entiende si tenemos en cuenta
que el apóstol es también profeta. Si además del don del apos-
tolado posee el de profecía, entonces en ojos de sus seguidores
las palabras que él pronuncia son finales, infalibles e irrefuta-
bles; es como si hablara ex cathedra, al igual que el papa cato-
licorromano.
Los que hemos optado por la autoridad suprema de la Biblia
vemos con preocupación esa oferta de “revelación” que un día
de tantos puede venir de una fuente que no es la Palabra escrita
de Dios. Esta es la Palabra que permanece para siempre (Is.
40:6-9; 1 P. 1:22-25). Si hacemos a un lado los criterios per-
manentes de las Sagradas Escrituras, podemos ser fácilmente
llevados sin rumbo cierto por maestros que crean tener una
línea de comunicación directa con el cielo, aparte de la Biblia.
No podemos olvidar los excesos de aquellos predicadores que
se dejaron llevar por su propia inspiración y empujaron a sus
feligreses al suicidio.

18
 Ibid., págs. 44-45.
19
 Ibid ., págs. 55-56.
20
 Ibid., pág. 45.
21
 Ibid., págs. 98-100.
El movimiento apostólico contemporáneo 67

SIGNIFICADO DE L A PAL ABRA


“APÓSTOL” EN LA BIBLIA

El vocablo “apóstol” es una traducción del griego aposto-


los, que viene del griego apostell ō, palabra compuesta de stell ō
(levantar, preparar, adelantar) y de la preposición apo (desde,
afuera) y que significa “enviar, despachar, hacer partir” a per-
sonas o a cosas. En el griego clásico, cuando se trata de una
delegación particular de autoridad, frecuentemente se le da
énfasis a la causa para dicha delegación por medio del verbo
apostell ō. En tanto que cuando se da a entender el mero hecho
de “enviar” se usa el verbo pempō, el cual es de uso muy co-
mún en el griego secular. 22
En la traducción griega del Antiguo Testamento del siglo
tercero a.C. conocida como la Septuaginta (LXX), se usa apos-
tell ō y exapostell ō unas 700 veces, casi exclusivamente para
traducir el verbo hebreo  š ālaj (“extender”, “enviar”). “Los
traductores de la Septuaginta entendieron que este verbo no
describe tanto el acto de enviar como el propósito de darle
autoridad al mensajero... En los LXX, el nombre apostolos se
encuentra solamente en 1 Reyes 14:6”.23 El verbo apostell ō y
otras formas que vienen de la misma raíz “no denotan el nom-
bramiento institucional para el desempeño de un oficio, sino la
autorización a una persona para que cumpla con una función o
tarea específica”.24 Si tal es el caso, “la atención se concentra
en la persona que envía”, es decir, “que le confiere autoridad al
que es enviado”.25
“La institución judía, legal y común, de la š ālîaj (participio
arameo…) hallegado a ser importante en la exégesis del Nuevo
 Testamento”.26 La expresión š ālîaj significa que el mensajero
actúa con la plena autoridad de quien lo envía. Pero los erudi-
tos aclaran que en el caso de esta institución los representantes
22
D. Müller, “Apostle”, The New International Dictionary of New
Testament Theology, vol. 1, ed. Colin Brown (Grand Rapids: Zondervan
Publishing House, 1975), págs. 126-27.
23
 Ibid ., pág. 127.
24
 Ibid .
25
 Ibid.
26
 Ibid.
68 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

no eran misioneros. El judaísmo no tenía el concepto de mi-


sión, en el sentido de enviar oficialmente a misioneros a que
hicieran prosélitos para el judaísmo entre las naciones.27
En un estudio sobre el posible uso del concepto de š ālîaj
en el apostolado neotestamentario, Sandra Hack Polaski co-
mienza por referirse a “la teoría popular” según la cual la pala-
bra griega “apóstol” debe leerse a la luz del arameo  š ālîaj
“embajador”, una instancia legal bien definida en el período
rabínico. Se reconocía al  š ālîaj como si fuera en todo sentido
el representante legal de la persona que lo enviaba. Se lee en la
Mishna que “el embajador de un hombre era como el hombre
que lo enviaba”. Ahora bien, si este es el caso de los “apósto-
les” del Nuevo Testamento, las implicaciones son bastante
serias.28
Sin embargo, Polaski afirma que no está claro que el con-
cepto de š ālîaj esté a la base del apostolado en el Nuevo Tes-
tamento. Las funciones del  š ālîaj eran generalmente del orden
legal, en lo secular, y, lo que es más importante, “la institución
del  š ālîaj, tal como se describe plenamente en la literatura
rabínica, es producto de un desarrollo posterior al año 70 de la
era cristiana”.29
Polaski cita, entre otras, la opinión de algunos eruditos en
cuanto a que el significado de “apóstol” no se desarrolló en la
congregación de Jerusalén, sino en la atmósfera de misión a los
gentiles en la iglesia de Antioquía de Siria. A manera de con-
clusión, ella dice que la mayoría de discusiones sobre el apos-
tolado de Pablo comienzan observando que para este enviado
de Dios su autoridad apostólica se basa en el Evangelio que él
proclama.30

27
 Ibid., pág. 128.
28
Sandra Hack Polaski,  Paul and the Discourse of Power  (The Biblical
Seminar 62; Sheffield, Inglaterra: Sheffield Academic Press, 1999), págs. 24-
25.
29
 Ibid ., pág. 25.
30
 Ibid ., pág. 26.
El movimiento apostólico contemporáneo 69

USO ESPECIAL DE L A PAL ABRA


“APÓSTOL ” EN EL NUEVO TESTAMENTO

 J esucristo el apóstol

 Jesucristo es el apóstol por excelencia (Heb. 3:1). Hemos


visto que “apóstol” significa “enviado”, y Cristo se identifica a
sí mismo como el enviado del Padre al mundo para realizar la
misión salvífica a favor del ser humano (Jn. 3:17, 34; 5:36;
6:29, 57; 7:29; 8:42; 10:36; 11:42; 17:3, 18; 1 Jn. 4: 10). En el
sentido básico de la palabra “apóstol”, el Señor J esús es “el
primer Apóstol; el gran Apóstol, y la fuente de origen del apos-
tolado”.31
En relación con el ministerio de Cristo es evidente e indis-
cutible que él es el representante de Dios el Padre como su
plenipotenciario entre los hombres (con plena autoridad, Mt.
28:18), en tanto que en su calidad de sumo sacerdote representa
a los hombres ante Dios.32 Es evidente que el Señor Jesús de-
mostró tener autoridad divina entre los seres humanos. Él dijo:
“El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a
mí, recibe al que me envió” (Mt. 10:40).
Si fundamentalmente la palabra “apóstol” significa “envia-
do”, entonces el que lleva este distintivo tiene que ser un mi-
sionero. Cristo fue enviado por el Padre desde la gloria del
cielo al caos producido por el pecado en la Tierra. Él es el
misionero transcultural por antonomasia. Es indiscutible en la
comunidad evangélica que el apostolado del Señor Jesús es
supremo, único e intransferible.

Los doce apóstoles

Es claro en el Nuevo Testamento que los doce discípulos


que Jesús llamó para que estuvieran con él y para enviarlos a
predicar tuvieron un apostolado especial. (1) Estuvieron con

31
Philip E. Hughes, A Commentary on the Epistle to the Hebrews (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1977), pág. 127.
32
F. F. Bruce, The Epistle to the Hebrews (New International
Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 1991), pág. 91.
70 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

 Jesús desde el principio (Hch. 1:21-22). (2) Fueron escogidos,


llamados y formados por Cristo mismo para el apostolado (Mr.
3:14). (3) Él los comisionó para anunciar las buenas nuevas del
Reino de Dios (Mr. 3:13-14; Mt. 18:16-20; J n. 20:21). (4)
Fueron testigos de la resurrección (Hch. 1:22). (5) Son funda-
dores y fundamento de la Iglesia, con Cristo mismo como la
principal piedra del ángulo (Ef. 2.20). (6) El Maestro les dio
autoridad para el ministerio docente (Mt. 16:18-19). (7) Reci-
bieron poder para hacer milagros (Mr. 3:15; Hch. 2:43; 5:12;
8:18). (8) Su número debía ser no menos y no más de doce.
Esto se ve en la elección de Matías para llenar la vacante que
dejó Judas en el grupo apostólico, y se verá en el futuro cuando
en el reino del Mesías habrá doce tronos para el grupo apostó-
lico (Lc. 22:29-30), y cada uno de los doce cimientos de la
nueva Jerusalén tendrá escrito el nombre de un apóstol (Ap.
21:14). (9) Su ministerio se limitó al primer período de la Igle-
sia (el Cuerpo de Cristo).33 Puede decirse que en cierto modo
el ministerio de los Doce fue preeminentemente judaico. Des-
pués del Concilio de Jerusalén (Hch. 15), la obra entre los
gentiles, con Pablo a la cabeza, ocupa el primer plano en la
historia misionera del libro de los Hechos. “Lucas ya no men-
ciona a los apóstoles [se sobreentiende los doce], sus trabajos o
sus personas”.34
En las generaciones siguientes, nadie podía llenar los requisitos para
el apostolado de los doce. Su oficio no podía ni puede repetirse ni
transmitirse. Ellos eran un grupo judaico; Pablo y sus compañeros
de labores en el apostolado habían surgido como líderes en la Igle-
sia después de Pentecostés (Hch. 2), y fueron llamados y preparados
por el Espíritu Santo para que fueran protagonistas distinguidos en
la expansión de la Iglesia. Los doce no tienen “sucesores apostóli-
cos”. Cuando ellos murieron , su apostolado murió con ellos. 35

33
F. W. Grosheide, The First Epistle to the Corinthians (New
International Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B.
Eerdmans Publishing Company, 1979), pág. 298.
34
J. A. Hewett, “Apostle”,  Dictionary of Pentecostal and Charismatic
 Movements, ed. Stanley M. Burgess y Gary B. McGee (Grand Rapids:
Zondervan Publishing House, 1988), pág. 15.
35
Leslie B. Flynn, 19 Gifts of the Spirit  (Wheaton: Victor Books, 1974),
pág. 40.
El movimiento apostólico contemporáneo 71

El apóstol Pablo

Conversión de Pablo a J esucristo. Pablo no llegó a cono-


cer el Evangelio por medio de hombre alguno, “sino por reve-
lación de Jesucristo” (Gá. 1:12).

Vocación apostólica de Pablo. (1) Cuando Pablo estaba en


el vientre de su madre, Dios ya había determinado revelarle a
su Hijo Jesucristo para que lo predicara entre los gentiles (Gá.
1:15-16). (2) Pablo era apóstol “no por disposición de hombre,
sino por J esucristo y por Dios Padre que lo resucitó de los
muertos” (Gá. 1:1). (3) Pablo había visto al Señor resucitado
(Hch. 9:1-9; l Co. 15:7-11).
(4) Pablo tenía el don de apóstol en el sentido especial, es-
tricto, de este carisma. Sin embargo, no creía formar parte del
grupo de los Doce. Poseía, además, otros dones. Era profeta.
 Tenía mensaje del Señor en relación con el pasado, el presente
y el porvenir. Su mensaje era histórico, ético y predictivo.
Pablo era también evangelista, pastor y maestro. Ha sido maes-
tro de la Iglesia por casi dos mil años, y su teología sigue
asombrándonos. Los “cinco ministerios” de Ef. 4:7-12 se con-
 jugaban maravillosamente en su labor misionera. Tenía tam-
bién otros dones para servir a sus hermanos en Cristo y a los
que no conocían el Evangelio. Dones espectaculares, o de seña-
les que respaldaran su mensaje, no le faltaban. Hablaba en
lenguas más que todos los corintios que lo hacían, aunque en la
iglesia él prefería hablar cinco palabras con entendimiento que
diez mil palabras en lengua desconocida (l Co. 14:18-19). Te-
nía el don de sanación ( Hch. 14:3; 28:1-10), y en el poder de
Dios también liberaba a los que estaban poseídos por el malig-
no (Hch. 16:16-18). Pero Pablo prefería, sobre todas las cosas,
seguir “el camino más excelente”, el amor (l Co. 12:31-14:1).
(5) Pablo recibió revelaciones especiales (2 Co. 12:1-6) y,
bajo la inspiración del Espíritu Santo, contribuyó en gran ma-
nera a formar el cuerpo de doctrina del Nuevo Testamento.
(6) El apostolado de Pablo era misionero. Si tenemos pre-
sente que el significado básico del verbo apostell ō es “enviar”,
daremos la razón a los predicadores y autores para quienes el
apostolado es el “carisma misionero”. El apóstol auténtico es
uno de los enviados por el Señor de la mies a trabajar en su
72 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

mies. Vale la pena observar que uno de los nombres descripti-


vos que Pablo solía darse era el de “apóstol”, es decir “envia-
do” de Jesucristo.
El Señor de la mies le asignó a Pablo un campo extenso y
difícil de cubrir. Extenso en lo geográfico y difícil en lo cultu-
ral. Se trataba nada menos que de alcanzar el mundo de los
gentiles con el Evangelio de Jesucristo. Pablo estaba bien for-
mado para acometer tan ardua empresa: porque no le era extra-
ña la realidad pluricultural del gran imperio romano, por su
conocimiento personal del significado del Evangelio, por su
experiencia profunda de conversión a Jesucristo, por su dedica-
ción al estudio diligente de las Sagradas Escrituras y porque
sentía estar en deuda con judíos y gentiles en cuanto al Evange-
lio. Sufría por el estado calamitoso en que vivían los que anda-
ban sin Cristo, sin Dios y sin esperanza, y ambicionaba alcan-
zar el mayor número posible de ellos con el mensaje de Cristo.
 Tenía pasión misionera, y se entregó por entero a cumplir con
la tarea que el Maestro le había encomendado.
Pablo podía quedarse un tiempo en determinado lugar si la
necesidad de ayuda pastoral a los hermanos y hermanas lo
exigía, o si había puertas abiertas para la evangelización; de
otra manera no alargaba su visita. Estuvo en Tesalónica más de
tres semanas, en Corinto un año y medio y en Éfeso aproxima-
damente tres años. Empero, su mayor deseo era ser un evange-
lista itinerante, ir a otras regiones donde la simiente del Evan-
gelio no se hubiera plantado todavía. A los cristianos de Corin-
to les dice: “…fuimos los primeros en llegar hasta vosotros con
el Evangelio de Cristo... Así anunciaremos el Evangelio en los
lugares más allá de vosotros, sin entrar en la obra de otro para
gloriarnos en lo que ya estaba preparado” (2 Co. 10:14, 16).
Leemos palabras semejantes a estas en Ro. l5:20: “Y de esta
manera me esforcé en predicar el evangelio, no donde Cristo ya
había sido anunciado, para no edificar sobre fundamento aje-
no”. Pablo era un auténtico apóstol, un enviado que andaba
evangelizando a los que nunca habían oído acerca de Jesucristo
(Ro. 15:21). Pablo “no pescaba en pecera ajena”. Cuando es-
cribió a los Romanos, estaba pensando en ir a España con la
buena nueva desalvación en el Señor J esús.
Para el apóstol de los gentiles, su ministerio básico no con-
sistía tan sólo en organizar y supervisar a un grupo de pastores
El movimiento apostólico contemporáneo 73

o iglesias. Pablo tenía delegados apostólicos, por ejemplo Tito


y Timoteo, que le ayudaban en esas tareas pastorales. Pero en
cuanto a él mismo, Pablo no olvidaba su responsabilidad y
privilegio de ser también apóstol, es decir un enviado de Dios a
proclamar el Evangelio, especialmente en lugares donde era
necesario hacer obra pionera para establecer la Iglesia. Según
parece, a Pablo le sería contradictorio el gloriarse en su aposto-
lado y a la vez no estar dispuesto a salir en busca de las gentes
de otras regiones con el mensaje de Cristo.

Defensa del apostolado de Pablo. El apóstol de los genti-


les, a quien vemos ahora con admiración y respeto, tenía adver-
sarios en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Pablo usó algunas de
sus epístolas para responder a las acusaciones de sus adversa-
rios. Deseaba, además, que los cristianos conocieran su res-
puesta a los problemas que le salían al paso, para que no se
desanimaran por lo que otros decían del siervo de Dios, y no
cayeran en la trampa que les tendían los falsos maestros.
(1) La autoridad de Pablo. Pablo da a entender que su auto-
ridad depende de la vocación apostólica que ha recibido del
Señor (1 Co. 1:1; 2 Co. 1:1; Gá. 1:1), de la Palabra que él pre-
dica (1 Ts. 2:13) y del Espíritu que se manifiesta en su ministe-
rio (1 Co. 2:4-5; 1 Ts. 1:5). Además, hace ver que su autoridad
tiene el respaldo del carácter y conducta que él ha mostrado en
el cumplimiento de su tarea apostólica. Afirma sin titubeos que
él es apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios el Padre,
pero también se gloría en llamarse “siervo [esclavo] de Jesu-
cristo” (Ro. 1:1; Gá. 1:10) y “siervo [esclavo] de Dios” (Tit.
1:1). A los cristianos de Corinto les dice: “No nos predicamos a
nosotros mismos sino a Jesucristo como a Señor; nosotros no
somos más que servidores de ustedes por causa de Jesús” (2
Co. 4:5 NVI). J esús es el Señor, y en sujeción a ese señorío
Pablo se considera siervo (esclavo) de los creyentes de Corinto,
“por causa de Jesús”.
En comentario a 2 Co. 4:5, Philip E. Hughes dice:
¿Qué actitud más humilde podía asumir un mensajero del Evangelio
que la de considerarse a sí mismo no solamente como un esclavo de
 Jesucristo…sino también como un esclavo de aquellos a quienes les
anuncia la Palabra de Dios? ¿No estaba Pablo en abierto contraste
74 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

con aquellos falsos apóstoles que se habían infiltrado en la iglesia


de Corinto?36

Luego, Hughes añade que el ejemplo de Pablo “es la antítesis


de los que desean ser señores del rebaño, y una condenación de
la pompa clerical y del autoritarismo que en el curso de los
siglos han desfigurado a la Iglesia como si fuera una institución
de este mundo”.37 Por supuesto, el apóstol no dice a los corin-
tios: “Ustedes son mis señores”. Sólo hay un Señor, Jesucris-
to.38
Pablo era lo suficientemente humilde para reconocer que él
no estuvo con el Señor J esús desde el principio, que “nació
fuera de tiempo” (como un abortivo) respecto de los demás
apóstoles, y que no era digno de ser llamado apóstol, porque
persiguió a la iglesia de Dios (1 Co. 15:8-9). Sin embargo,
aunque no dice ser de los Doce, y se considera “el más pequeño
de los apóstoles” (1 Co. 15:9), afirma su apostolado y lo de-
fiende cuando defenderlo es necesario para la gloria del Señor,
para el progreso del Evangelio y bendición de la Iglesia. En
imitación de su Maestro, Pablo conjuga maravillosamente la
autoridad y la humildad en su vida y ministerio.
(2) La ética de Pablo. Los mentores del Movimiento Apos-
tólico Contemporáneo dan a entender que sus apóstoles, for-
mados para restaurar el apostolado en la Iglesia de hoy, son
“los de más alto rango”,39 “los generales”40 en el ejército ca-
rismático. Si esto es así, las demandas éticas para dichos após-
toles tienen que ser más rigurosas que las establecidas, por
ejemplo, para los obispos. En 1 Ti. 3:1, Pablo enseña que “si
alguno anhela obispado, buena obra desea”. Luego enumera los
requisitos que está obligado a llenar el que se dedica a tan
noble oficio (1 Ti. 3:2-7). Estos requisitos son más que sufi-
cientes para indicar que no todo el que anhela ser obispo puede

36
Philip E. Hughes, Paul´s Second Epistle to the Corinthians: The English
Text with Introduction, Exposition and Notes (New International Commentary
on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1962), pág. 131.
37
 Ibid ., págs. 131-32.
38
 Ibid., pág. 132.
39
Eckhardt, Moviéndonos en lo apostólico, págs. 42-46.
40
Hamon, Apostles, págs. 251-52.
El movimiento apostólico contemporáneo 75

serlo. ¿Qué diremos del que anhela ser “el de mayor rango” o
“el general” para estar muy por encima del obispo y de otros
siervos de Dios? En su manera de vida y en su ministerio, Pa-
blo nos da un gran ejemplo digno de ser imitado.
Sería posible escribir todo un tratado de ética apostólica ba-
sándonos en las enseñanzas y en la vida de Pablo. Bástenos
señalar algunos ejemplos. Él procuraba “tener siempre una
conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres” (Hch.
24:16; cp. 23:1; 1 Co. 4:1-5). Había renunciado a lo oculto y
vergonzoso, no andando con astucia ni adulterando la palabra
de Dios para beneficio propio (2 Co. 2:17; 4:2). Su conducta
era transparente en todo tiempo y lugar.
Los cristianos de Tesalónica eran testigos de cómo se había
comportado Pablo en su ministerio pastoral. 1 Ts. 2:1-12 es una
de las descripciones más hermosas y hasta conmovedoras del
corazón y la conducta pastorales de Pablo. Predicó a los de
 Tesalónica en medio de fuerte oposición. Su exhortación no
procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño; no procuró
agradar a los hombres, sino a Dios; no encubrió avaricia; no
quiso ser una carga para los tesalonicenses; los trató con ternu-
ra, como una nodriza a sus propios hijos; y los exhortó y conso-
ló como un padre a sus hijos. Ellos y el Señor eran testigos de
“cuán santa, justa e irreprochablemente” se había comportado.
A los corintios pudo decirles: “Imítenme a mí, como yo imito a
Cristo” (1 Co. 11:1).
Para evitarle reproche al Evangelio de parte de los no cris-
tianos, Pablo renunció al derecho que tenía a recibir salario por
predicar este glorioso mensaje (1 Co. 9:3-18). Agradecía el
apoyo económico que le daban los cristianos de Filipos, pero
les escribe unas palabras que debiéramos tener grabadas en
nuestra mente y en nuestro corazón todos los que nos hemos
dedicado a servirle sin reservas al Señor: “Sé vivir humilde-
mente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseña-
do, así para estar saciado como para tener hambre, así para
tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo
en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:12-13).
(3) Los milagros en el ministerio de Pablo . En Ro. 15:16, el
apóstol se refiere a su tarea evangelizadora como “el deber
sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, a fin de que los
gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios, santificada
76 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

por el Espíritu Santo” (NVI). Pablo el evangelista oficia como


un sacerdote en el acto de anunciar el mensaje salvífico y, en
otra acción litúrgica, lleva a la presencia de Dios a los gentiles
convertidos, quienes han llegado a ser una ofrenda agradable a
Él, por el poder santificador que viene del Espíritu Santo. La
hermosa escena sacerdotal que acaba de concebir por inspira-
ción del Espíritu de Dios lo llena de un legítimo orgullo, de un
gloriarse (jactarse) en Cristo Jesús (Ro. 15:17), pero también se
siente humilde para decir que no se atreverá a hablar de nada
sino de lo que Cristo ha hecho por su medio a favor de la con-
versión de los gentiles (Ro. 15:18). Y luego explica que Cristo
lo ha hecho con palabras y obras “mediante poderosas señales y
milagros [hechos maravillosos], por el poder del Espíritu de
Dios” (Ro. 15:19).
El apóstol no se da crédito por los milagros; no se atribuye
ningún poder sobrenatural; ni aun menciona su don de sana-
ción, o de liberación del poder demoníaco. Le da la gloria a
quien la merece, al Señor quien ha realizado la obra evangeli-
zadora mediante el ministerio de su siervo Pablo.
El texto de 2 Co. 12:12 es similar al de Ro. 15:19, pero el
contexto es diferente. En Romanos Pablo está dándoles una
especie de informe misionero a sus lectores. En el caso de los
corintios, se trata de una defensa que Pablo hace de su aposto-
lado. Entre las cartas más o menos extensas de Pablo, 2 Corin-
tios parece ser la más personal y apologética de su ministerio.
Falsos maestros, judaizantes, habían llegado a la congregación
con el intento de socavar su autoridad. Se creían tan grandes e
importantes, o los que estaban alucinados por ellos los creían
así, que Pablo les llama, con fina ironía, “superapóstoles” (2
Co. 11:5 NVI).
Las “señales, prodigios y milagros” eran una evidencia de
que el Todopoderoso se manifestaba en el ministerio de su
siervo Pablo (2 Co. 12:12). Entre los corintios se había dicho
que Pablo era tímido cuando se encontraba cara a cara con
ellos, pero atrevido cuando estaba lejos (2 Co. 10:1). También
se había dicho que sus cartas eran “duras y fuertes, pero él en
persona no impresionaba a nadie” (2 Co. 10:10 NVI). Pablo
tenía muchas pruebas del poder divino que se había manifesta-
do en su vida y ministerio; pero ahora usa un argumento que
parece inesperado, o quizá paradójico: “Si me veo obligado a
El movimiento apostólico contemporáneo 77

 jactarme, me jactaré de mi debilidad” (2 Co. 11:30), “porque


cuando soy débil, entonces soy poderoso” (2 Co. 12:10). Pablo
mismo le había rogado tres veces al Señor que le quitara la
espina que le atormentaba el cuerpo; pero el Señor le respon-
dió: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en
la debilidad” (2 Co. 12:9).
(4) Vidas transformadas por el poder del Evangelio. Otra
credencial que Pablo presenta de su apostolado es el fruto del
Evangelio en la vida de los que él había alcanzado con este
mensaje salvífico: “No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús el
Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Si para
otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy, porque
el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor” (1 Co. 9:1-
2; cp. 2 Co. 3:1-3). Quizá su corazón de apóstol, evangelista y
pastor le dijera a Pablo que esta era una mejor recomendación
que la de los milagros. En los corintios que se habían entregado
a Jesucristo para seguirle y servirle, el apóstol veía el fruto de
su ministerio, no obstante los graves problemas que estaban
acosando a la congregación corintia.
Sin lugar a dudas, Pablo creía en que se multiplicara el nú-
mero de convertidos. No pasaba por alto la cantidad de perso-
nas que se entregaban al Señor Jesús. El historiador Lucas no
soslayó el crecimiento numérico de la Iglesia. Al contrario,
apuntó cifras de convertidos en su historia de la iglesia primi-
genia de Jerusalén. Al fin y al cabo, Dios ama a toda la huma-
nidad (Jn. 3:16), no quiere que nadie se pierda, sino que todos
procedan al arrepentimiento (2 P. 3:9) y que todos sean salvos
(1 Ti. 2:4). Sin embargo, Pablo se limita a hablar del territorio
que el Señor le había permitido cubrir en el peregrinar apostó-
lico (Ro.15:19). Es claro que no habían llegado los tiempos del
“evangelismo empresarial”, del que habló C. René Padilla en el
célebre Congreso de Lausana, Suiza (1974). Ahora nos encanta
informar de millares de convertidos y centenares de iglesias
establecidas para optar a un cargo más elevado en la estructura
eclesiástica.
Nadie contabilizó los resultados del ministerio de Pablo pa-
ra nombrarle apóstol. Hacerlo así hubiera significado “compor-
tarse según criterios humanos” (1 Co. 3:3 NVI). Tan insigne
siervo de Dios era apóstol “no por disposición de hombres ni
por hombre, sino por J esucristo y por Dios Padre que lo resuci-
78 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

tó de los muertos” (Gá. 1:1). Él fue “llamado a ser apóstol de


 Jesucristo por la voluntad de Dios” (1 Co. 1:1; 2 Co. 1:1; Ef.
1:1; Col. 1:1; 2 Ti. 1:1) y “por mandato de Dios” (1 Ti. 1:1).

Sufrimientos de Pablo en el apostolado. Pablo se refiere


en más de una ocasión a su pobreza en lo económico, a sus
muchos sufrimientos físicos, a la oposición que había soporta-
do, no solamente de parte de los judíos que rechazaban el
Evangelio y de los gentiles que se unían a dichos judíos para
destruirlo, sino también en las iglesias donde se habían infiltra-
do enemigos que lo subestimaban como persona, lo atacaban de
diversas maneras y negaban su apostolado (2 Co. 6:3-10;
11:23-33; 2 Ti. 3:10-13). Aquellas experiencias dolorosas eran
parte del precio que le tocaba pagar por su lealtad a la vocación
celestial. No cabe duda que Pablo conocía las palabras del
Maestro sobre el costo del discipulado cristiano.
El apóstol de los gentiles no predicó “el evangelio de la
prosperidad”, el cual también parece haber surgido en la opu-
lenta Norteamérica, al calor de una predicación que nos hace
recordar el “pensamiento positivo” de Norman Vincent Peale, y
los “shows” navideños del Rev. Robert Schuller en la Catedral
de Cristal en California del Sur. En esos espectáculos, un gran
símbolo del pensamiento positivo y del evangelio de la prospe-
ridad es el pesebre forrado con seda blanquísima y lujosos
encajes. ¡Pobrecito el niño rico de Belén! Un distinguido predi-
cador británico ha dicho que “el evangelio de la prosperidad es
el evangelio sin cruz”. Pablo no conocía este evangelio. Al
contrario, a los cristianos de Filipos les dice: “Porque a ustedes
se les ha concedido no sólo creer en Cristo, sino también sufrir
por él” (1:29, NVI).

Anticipos de recompensa para el apostolado. Pablo esta-


ba seguro de la recompensa que recibiría en la manifestación
del Señor J esucristo en gloria. A los cristianos de Tesalónica
les dice: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo o corona
de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro
Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y
gozo” (1 Ts. 2:19-20). En su segunda carta a Timoteo le escri-
be: “Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la
cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí,
El movimiento apostólico contemporáneo 79

sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:8). El


apóstol tenía la certidumbre de que el trabajo en la obra del
Señor “no es en vano” (1 Co. 15:58). “Si permanece la obra de
alguno que sobreedificó, él recibirá recompensa” (1 Co. 3:14).
Mientras tanto, el Señor le iba dando a su apóstol lo que
podemos llamar anticipos de la recompensa que le esperaba en
el cielo. Por ejemplo, Pablo le daba gracias a Dios aun por los
corintios, no obstante los grandes problemas en aquella con-
gregación, porque ellos, los que en verdad habían confiado en
el Señor Jesús, eran una demostración de que la evangelización
y el trabajo docente y pastoral en esa ciudad no habían sido en
vano (1 Co. 1:4-9). La iglesia tenía dificultades de orden moral
y doctrinal, pero era iglesia de Jesucristo; la luz del Evangelio
había resplandecido en medio de las tinieblas de la pecadora
Corinto.
Cuando el apóstol oraba a favor de la Iglesia Cuerpo de
Cristo, la cual estaba ya de alguna manera presente en varios
pueblos y ciudades del Imperio Romano, le daba gracias al
Señor por todos sus hermanos y hermanas en la fe, especial-
mente por los líderes—Timoteo, Tito y otros—que Dios había
levantado para “el progreso del Evangelio”. Que el Reino de
Dios avanzara, que se diseminara por todas partes, era la gran
visión misionera de Pablo. Era un prisionero por causa del
nombre de Jesús, pero explicó a sus hermanos filipenses que su
encarcelamiento resultaría en “el progreso del Evangelio” (Fil.
1:12-14). ¡Ni se imaginaban sus acusadores y carceleros que lo
que estaban haciéndole resultaría en mayor gloria para el men-
saje que él proclamaba! ¡Que no nos extrañe el contenido de la
carta postrera que Pablo le escribió a su discípulo Timoteo,
bajo la inspiración del Espíritu Santo! No fue escrita por un
viejo frustrado que observara con resentimiento a los jóvenes
oficiales que llenos de vigor permanecían en el campo de bata-
lla; no era el lamento de un anciano decrépito que en mirada
retrospectiva se diera cuenta que no había ganado una sola
batalla, que había dejado su carrera inconclusa, y que de nada
le había servido la fe. Pablo estaba agradecido con el Señor por
la salvación grandiosa y por la vida que él le había permitido
vivir en la Tierra. Su corazón rebosaba también de gratitud para
sus hermanos y hermanas en la fe, para aquellas iglesias na-
cientes y crecientes, y para todos sus amigos y colegas en las
80 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

lides del ministerio cristiano. La Segunda Carta a Timoteo es


una clarinada de triunfo, de fe, de amor y esperanza.

USO NO TÉCNICO DE L A PAL ABRA


“APÓSTOL ” EN EL NUEVO TESTAMENTO

Hemos dejado dicho que el nombre “apóstol” tiene un sen-


tido especial, técnico, que se aplica al Señor J esús, a los doce
apóstoles y a Pablo. Pero tiene, además, un sentido general, no
técnico, que se aplica a otras personas en el Nuevo Testamento.

Lucas 11:49

“Por eso dijo Dios en su sabiduría: ‘Les enviaré profetas y


apóstoles, de los cuales matarán a unos y perseguirán a
otros’”(NVI). Dicen los intérpretes que este texto parece conte-
ner un dicho antiguo y que el Señor Jesús está actualizándolo.
Entre las versiones modernas de las Sagradas Escrituras, la
Biblia de las Américas explica que los “profetas” son los men-
sajeros del Antiguo Testamento, y los “apóstoles”, los mensaje-
ros del Nuevo Testamento, pero sin limitar el vocablo a los
Doce.
En su comentario sobre Lucas, Darrell Bock presenta tres
maneras en que se ha interpretado Lc. 11:49. (1) Es una pará-
frasis de un dicho antiguotestamentario. (2) J esús está citando
una obra apocalíptica contemporánea. Ambas interpretaciones
son problemáticas. No tienen un texto de apoyo en el Antiguo
 Testamento, y tampoco hay evidencia concreta en la literatura
apocalíptica. (3) Probablemente Jesús presenta el plan de Dios
en la forma de un dicho del pasado para enseñar que la respues-
ta de la gente del tiempo de Jesús sería semejante a la de sus
antepasados.41
Sea como fuere, los intérpretes optan por sugerir que en Lc.
11:49 el nombre “profetas” se usa en sentido general. D. Mü-
ller declara que para Lucas la palabra apostolos llega a ser
equivalente de los Doce, y que Lc. 11:49 y Hch. 14:14 son

41
Darrell Bock,  Luke (Baker Exegetical Commentary on the New
 Testament; Grand Rapids: Baker Books, 1998), págs. 1120-21.
El movimiento apostólico contemporáneo 81

excepciones a dicho uso exclusivo.42 Por ahora es posible


concluir que en Lc. 11:49 el vocablo “apóstoles” tiene un signi-
ficado general, no técnico, de “enviados”, o “mensajeros”.

 J acobo, el hermano del Señor

“No vi a ningún otro de los apóstoles; sólo vi a Jacobo, el


hermano del Señor” (Gá. 1:19 NIV; cp. Hch. 12:17; 15:13).
Este Jacobo no era de los Doce y no tenía la misma posición
apostólica de Pablo, aunque llegó a ser un líder en la iglesia de
 Jerusalén.

Bernabé, colaborador del apóstol Pablo

Se le llama “apóstol” en Hch. 14:14.

 J udas y Silas

Según Hch. 15:22, 30-34, fueron mensajeros del Concilio


de Jerusalén a la iglesia de Antioquía.

 Timoteo

Por su asociación con Pablo (1 Ts. 1:1; 2:17: “nosotros”),


algunos autores lo incluyen entre los que eran apóstoles en
sentido general.

Epafrodito

Según Fil. 2:25, Epafrodito fue un enviado, o mensajero


(apostolos en griego), de la iglesia de Filipos, y después un
enviado, o mensajero, de Pablo a los filipenses.

Andrónico y J unias

En Ro. 16:7 Pablo los describe como “destacados entre los


apóstoles” (NVI). Algunos dicen que esta frase posiblemente
signifique “considerados notables por los apóstoles”, pero que
42
Müller, “Apostle”, pág. 129.
82 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

no eran apóstoles.

2 Corintios 8:23

Se habla de los hermanos que fueron enviados (apostoloi en


griego) de las iglesias para cumplir una misión específica.

Efesios 4:7-12

Es en cierto modo el texto favorito del Movimiento Apostó-


lico Contemporáneo.
(1) Según el v. 7, es Cristo quien ha repartido los dones. En
l Co. 12:1-11 es el Espíritu Santo quien distribuye los dones de
acuerdo a su voluntad; y en l Co. l2:28 es Dios quien ha esta-
blecido los diferentes ministerios. De modo que la Trinidad,
Dios Padre, Dios Hijo, y Dios el Espíritu Santo, se involucran
en la administración de los dones para la edificación de la Igle-
sia. Esta enseñanza bíblica no apoya la tesis de que existen
“apóstoles del Cordero” y “apóstoles del Espíritu”.
(2) A “cada uno de nosotros se nos ha dado gracia en la
medida en que Cristo ha repartido los dones” (Ef. 4:7 NVI). En
este contexto la gracia ( jaris) puede significar la capacidad para
servir en la edificación de la iglesia. La palabra traducida “don”
no es jarisma, sino d ōrea, la cual tiene un sentido más general.
(3) En Ef. 4:7-12, los “dones” son las personas capacitadas
para un ministerio especial, no las capacidades mismas. El
enfoque es más personal que en otros textos.
(4) Y a hemos tratado lo del orden que Pablo sigue al enu-
merar los ministerios de Ef. 4:7-12. Concluimos que el orden
parece ser cronológico, y no jerárquico o piramidal. Refleja la
historia de la fundación de la iglesia, especialmente en regiones
donde Cristo no había sido anunciado. Los apóstoles y profetas
abren brecha y colocan los cimientos, los evangelistas siguen
predicando y ganan a otras personas para Cristo, y los pastores-
maestros edifican a los convertidos para el progreso del Reino
de Dios.

1 Corintios 12:28

En su comentario sobre este versículo Gordon Fee, bien co-


El movimiento apostólico contemporáneo 83

nocido biblista en círculos académicos internacionales, y quien


profesa ser “pentecostal y evangélico”, dice que los “apósto-
les”, “profetas” y ”maestros” se mencionan en cierto orden,
pero no se les debe considerar como “puestos” que tendrán
determinadas personas en la iglesia local, sino como “ministe-
rios” que tendrán su expresión, o se manifestarán, en varias
personas. A la pregunta si la intención de Pablo sería que todos
los ministerios mencionados en 1 Co. 12:28 fueran clasificados
según su función o significado en la iglesia, la respuesta es un
NO rotundo. Fee admite que los tres primeros ministerios sí 
deben ser clasificados en cierto orden, pero aclara que “esto no
significa que uno de ellos sea más importante que los otros, ni
que esto sea necesariamente su orden de autoridad, sino que
uno de ellos precede a los otros en la fundación y edificación
de la asamblea local”.43 En otras palabras, el orden es histórico,
o cronológico, y no necesariamente jerárquico.
Anthony C. Thiselton, ampliamente conocido en el campo
de la hermenéutica bíblica, se pregunta si la enumeración de
ministerios en l Co. 12:28 implica alguna idea de rango.44
Presenta la opinión de varios autores.
F. F. Bruce arguye que el orden en que Pablo presenta a los
apóstoles, profetas y maestros indica que estos son los ministe-
rios más importantes. Grosheide opina que los profetas están en
segundo lugar con respecto a los apóstoles porque, aunque
ambos proclaman el Evangelio, su oficio no es tan universal
como el de los apóstoles, y de ahí que no sean tan importantes
como aquellos. Para Robertson y Plummer los apóstoles son “el
primer orden en la Iglesia” porque para serlo tenían que haber
visto al Señor resucitado. Lang ofrece una evaluación similar a
la de Bruce: “Pablo comienza con las tres más importantes
funciones de la proclama”.45 Nótese bien que hasta este punto
la discusión tiene que ver con la importancia en cuanto a la
proclamación.
43
Gordon D. Fee, The First Epistle to the Corinthians (New International
Commentary on the New Testament; Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 1988, págs. 619-20.
44
Anthony T. Thiselton, The First Epistle to the Corinthians (New
International Greek Testament Commentary; Grand Rapids: William B.
Eerdmans Publishing Company, 2000), pág. 1013.
45
 Ibid., págs. 1013-14.
84 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

Según Thiselton, otros comentaristas tienden a ver una es-


pecie de rango que es menos explícita que en los casos anterio-
res. Senft dice que Pablo evalúa los dones según el grado en
que “edifican” la iglesia como un todo; esto conduce a ver el
“servicio” como la piedra de toque de la importancia y del
carácter ministerial. Al igual que Conzelmann, Senft insiste en
que “las principales formas de servicio” van deliberadamente
primero en la lista.46
Otros arguyen a favor de que los ministerios son iguales en
“posición” (o status) e interdependientes en sus respectivas
funciones. Godet, a quien Fee parece seguir, afirma que “todos
tienen su parte que desempeñar”, todos los dones tienen su
dignidad y valor. Thiselton concluye que cuando Fee dice que
ninguno de estos dones está en orden de importancia (o de
rango), no expresa lo que estrictamente es la realidad. 47
Vale la pena notar que las discusiones resumidas por Thi-
selton en cuanto al orden de los ministerios en l Co. 12:28 no le
dan énfasis al grado de autoridad que unos ministerios tengan
sobre los otros, como es el caso de los apóstoles de hoy en su
exposición de l Co. 12:28 y Ef. 4:7-12. Al igual que los discí-
pulos de Jesús, estos apóstoles están discutiendo quién es “el
mayor” entre ellos.
Hemos visto en la parte histórica de nuestro estudio, que los
líderes del Movimiento Apostólico Contemporáneo se esfuer-
zan por atenuar el golpe que su enseñanza sobre la preeminen-
cia apostólica le asesta a los otros ministerios. Pero sus acroba-
cias teológicas para consolar a los profetas, a los evangelistas, a
los pastores y maestros, no resultan convincentes, porque los
mentores del Movimiento siguen insistiendo en que en la últi-
ma década del siglo veinte comenzó la restauración de los
apóstoles de hoy a la posición de más alto rango en la jerarquía
eclesiástica.
Por ejemplo, Bill Hamon, maestro de apóstoles y profetas,
dice que él no está enseñando que los apóstoles son los únicos
calificados para hacer decisiones en asuntos de mayor impor-
tancia para la Iglesia cristiana; pero, a la vez, cita el caso del
Concilio de Jerusalén (Hch. 15) para ilustrar cómo un apóstol,
46
 Ibid ., pág. 1014.
47
 Ibid ., págs. 1014-15.
El movimiento apostólico contemporáneo 85

Santiago el hermano de Jesús, recibió por revelación directa la


respuesta al problema que se discutió en aquella histórica reu-
nión.48
Ciertamente, Santiago fue el último de los mensajeros en
hablar. Pero él no tenía la exclusiva para que por su medio se
comunicara el Espíritu con la Iglesia. El testimonio de la expe-
riencia de Pedro entre los gentiles tuvo también gran peso en
las deliberaciones. Es más, el historiador Lucas nos dice que
los apóstoles y los ancianos estaban actuando de común acuer-
do “con toda la iglesia” (Hch. 15:22). Todavía más, el párrafo
sustancial de la carta enviada a la iglesia consultante, la de
Antioquía, comienza con estas palabras: “Nos pareció bien al
Espíritu Santo y a nosotros” (Hch. 15:28). Santiago no tenía el
monopolio del Espíritu Santo. Toda la iglesia con sus líderes
estaba en sintonía con el Espíritu Santo. Finalmente, no debe-
mos pasar por alto, en nuestro ejercicio hermenéutico, que la
época por la que estaba pasando la Iglesia era de transición
entre los tiempos de la tradición apostólica oral y la revelación
apostólica escrita, la cual estaba empezando a gestarse.
Hamon entiende esto, pero exagera la nota cuando afirma
que la solución del problema no llegó hasta que el apóstol
Santiago recibió la revelación que fue escrita como doctrina
establecida para la Iglesia del Nuevo Testamento. Este caso lo
usa para ilustrar que los apóstoles son necesarios hoy para
“determinar y establecer doctrina correcta para la iglesia”.49
Pero su interpretación del texto bíblico no es satisfactoria.
En lo que hemos leído y escuchado de los representantes del
Movimiento Apostólico Contemporáneo, detectamos que ellos
no estarían satisfechos con levantar apóstoles que se limiten a
ser “enviados” por una iglesia, o por otro líder que esté en una
posición más elevada que la de ellos en la estructura eclesiásti-
ca. Aunque se diga que ellos entienden que lo de “apóstol” no
es un título, ni una posición, sino una función o un oficio, lo
evidente es que la enfermedad de nombre “titulitis” sigue apo-
derándose de nosotros los evangélicos, en Guatemala y alrede-
dor del mundo.
Además, el propósito es ungir apóstoles que tengan plena
48
Hamon, Apostles, págs. 46-47.
49
 Ibid ., pág. 47.
86 KAIRÓS Nº 30 / enero - junio 2002

autoridad para planificar, dirigir y supervisar la obra de las


iglesias, y especialmente para defender, revisar, cambiar y crear
la doctrina de la Iglesia. Si lo harán en conjunción con los
profetas y los otros ministerios es asunto de segunda importan-
cia; lo fundamental es que los nuevos apóstoles serán los de
primer rango, los “generales”, en la iglesia del porvenir.
Hamon afirma que ninguno de los movimientos de restaura-
ción en el pasado pudo evitar abusos en su seno, y admite que
el Movimiento Apostólico Contemporáneo tampoco podrá
hacerlo.50 A esto debemos agregar lo de las grandes frustracio-
nes que sufren los que ingenuamente se dejan arrastrar por los
que cometen esos abusos que son promovidos por los que
irresponsablemente echan a andar un movimiento sin apegarse
a lo que dice Dios en su Palabra escrita.

USO DEL NOMBRE “APÓSTOL” EN OTROS


SECTORES DE L A CRISTI ANDAD

En el Catolicismo Romano

El vocablo “apóstol” tiene un uso jerárquico. La sucesión


apostólica es artículo de fe. El Papa es el sucesor del apóstol
Pedro. Pero también se habla de un apostolado en sentido am-
plio, el de todos aquellos que de alguna manera sirven de
acuerdo a las directrices de la Iglesia Católica. Por ejemplo, en
círculos católicos se habla del “apostolado de los seglares”.
 También se usa como un reconocimiento especial a misio-
neros que se han distinguido en el cumplimiento de su voca-
ción: “San Francisco Javier es el apóstol de las Indias”. Los
biógrafos de Toribio de Mogrovejo (1538-1606), miembro de
la Inquisición en Granada, España, antes de que lo nombraran
arzobispo de Lima, le llaman “santo y apóstol”, porque demos-
tró serlo según los criterios de la fe católica. Tomó en serio las
“visitas generales”, que consistían en viajar por largos períodos
en el interior del país, e incluso ir a lugares inhóspitos en busca
de indígenas para catequizarlos. Prefería este trabajo a perma-
necer en la casa arzobispal en Lima. Había partido de España
sin intención de volver, y no volvió más. En 1598, tras la se-
50
 Ibid., pág. 189.
El movimiento apostólico contemporáneo 87

gunda visita general, envió el siguiente informe al papa Cle-


mente VIII: “Andado y caminado más de 5,200 leguas, muchas
veces a pie, por caminos muy fragosos y ríos, rompiendo por
todas las dificultades y careciendo algunas veces yo y la fami-
lia de cama y comida”.51

En la comunidad evangélica

 También honramos con el nombre de apóstol a enviados de


Dios que fueron pioneros en la tarea de establecer la Iglesia en
otras latitudes. Por ejemplo, a Adoniram J. J udson se le llama-
ba “el apóstol de Birmania”. Libros sobre la historia de las
misiones atribuyen este honor a los que abrieron brecha para la
siembra del Evangelio y el comienzo de la Iglesia Evangélica
más allá de las fronteras de la patria, en otra cultura, en otro
clima y, en muchos casos, al otro lado del mar.
Ese uso del vocablo no es extraño para nosotros. Si lo usa-
mos como un homenaje a grandes patriotas, a pensadores de
altura, a los que entregaron su vida a un ideal bienhechor, como
cuando decimos que José Martí (1853-1895) fue el apóstol de
la revolución cubana, ¿por qué no íbamos a usarlo para honrar
a los que Juan C. Varetto llamó “héroes y mártires de la obra
misionera”?52 Si la palabra significa “uno que es enviado a
cumplir con autoridad una tarea específica”, entonces es justo
llamar apóstoles a los que fueron enviados por el Señor y en
obediencia a su vocación celestial la cumplieron fielmente.
La Iglesia que Cristo compró con su sangre necesitará de
apóstoles (enviados) mientras haya pueblos que no han sido
alcanzados con el Evangelio. La hora de las misiones transcul-
turales ha sonado para la Iglesia Evangélica en América Latina.
Más que nunca tenemos que suplicarle al Señor de la mies que
envíe obreros (obreros enviados, apóstoles) a su mies. Más que
nunca necesitamos “apóstoles-misioneros”, no “apóstoles-
 jerarcas”. De estos últimos ha habido en la Iglesia durante dos
mil años. No le han faltado sucesores a Diótrefes, quien amaba

51
Nicolás Sánchez Prieto, Santo Toribio de Mogrovejo (Madrid: BAC,
1986), pág. 141.
52
Juan C. Varetto, Héroes y mártires de la obra misionera (Buenos Aires:
 Junta de Publicaciones de la Convención Evangélica Bautista, 1934).

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