Samuel Taylor Coleridge Kubla Khan
Samuel Taylor Coleridge Kubla Khan
Samuel Taylor Coleridge Kubla Khan
Introducción
Un día hace algunos años, cuando el primer libro de Jorge Luis Borges llego a mis manos,
una antología personal, un libro hermoso, sus hojas amarillas, pasta desgatada, su olor,
producto de haber sobrevivido 40 años (que quien sabe cuántos lectores habrá deleitado).
En la parte de final del libro, se halla un par de ensayos sobre Samuel Taylor Coleridge,
titulados la flor de Coleridge y el sueño de Coleridge, ¡que maravillosos ensayos! Donde
una frase que allí se citaba dicha por Coleridge quedo como una suerte de rubrica en mi ser
que decía “si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como
prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano…
¿entonces qué?”. Cuando lo leí, pensé será uno de los infinitos personajes de Borges de
ficción que el nombra con tanta circunspección en sus escritos. Pero cuando me di cuenta
de que Samuel Coleridge existió, fue real, no fue un producto ficcional de Borges, supe que
algo extraordinario me aguardaba, ahondar mas en el creador de esa aporía, que hasta ahora
me maravilla leerla, analizara, reflexionarla. Por eso escojo a Samuel Taylor Colridge..
Desearía revivir dentro de mi
Su sinfonía y su canto
Esta imagen sublime que me regalo el entramado de causas y efectos de contemplar durante el
crepúsculo. Tome la foto sin razón, solo para captar una parte exigua de aquel suceso
extraordinario, casi inolvidable. Pero conjugar esta foto y aquellos versos de Coleridge, es como si
descifraran lo que sintió mi alma cuando aquella tarde se dibujó una sublime obra de arte.
Construiría mi mansión allí arriba, al resplandor del sol, y esas cuevas de hielo que le dan forma al
brillo que reverbera el sol. Pero no sé, si los dioses soportarían a un mortal convivir con ellos, en su
mágica morada, como esa.
donde florecían muchos árboles de incienso;
Y Aquí había bosques tan antiguos como las colinas,
envolviendo espacios verdes llenos de sol
Levantarme en la madrugada del domingo, con aire gélido, sin un vestigio del sol todavía,
todo en penumbra y zozobra, salgo de mi hogar, con un rápido y animoso andar, sonriente
por volver allí, allí donde el infinito paraíso verde, que tal vez vieron el surgir y el ocaso de
aquel por la eternidad llevaremos su estigma en nuestra sangre. Asciendo, por el sendero
hecho por el hombre, para llegar a la cumbre mas alta, para observar el astro mayor de la
vía láctea, el imponente ojo de dios.
Podría quedarme acá para siempre, libre, salvaje, solitario, pero debo volver a la
civilización del asfalto, del vértigo, el fragor, la suciedad y la fealdad. Algunas veces me
cuestiono si nos podríamos llamar “civilización” a aquella suerte de distopía en la cual se
sume el ser humano, y llamar “salvaje” a esto, inefable para descrbir su belleza, su paz, su
alegría, su felicidad, su divinidad.
Beber la leche del paraíso, la ambrosia de las deidades, ha sido inconscientemente nuestra
búsqueda ardua e incesante durante toda la historia, pero la búsqueda para casi la gran
mayoría ha sido en vano. Mi búsqueda personal no ha dejado de lado esos de hallar esa
transcendencia, esa morada de los dioses, pero al igual que mis semejantes ha sido
infructuosa. Pero cuando me recuesto en la maleza, observo el cielo infinito, y siento el
viento que sopla sobre mis mejillas, ¡ah! Ahí está, me digo, pero ¿qué? me interpelo, no lo
sé es mi respuesta, es mi aporía, que me motiva, me hace buscar incansablemente, que me
frustra, y me arrebata unas lágrimas de mis ojos, es casi yendo en la búsqueda de algo que
tal vez no existe. Buscando la deidificacion propia, la transcendencia, la morada de los
dioses, yo que soy un simple, yo que soy simple polvo, despojo y tiempo fugaz. Yo que fui
formado del simple barro, del polvo estelar, me oso a querer ocupar un lugar divino. Bueno,
soy un ser humano, eso lo explica. Querer lo imposible.
Allí contemplando aquella tierra, que siento como tan mía, tan de mi sangre, como si fueran
un pariente más, pero no lejano, casi como una conexión maternal. La madre tierra, con su
santidad, encantado, donde conjuga la belleza y la magia. Contemplando su infinitud, su
fuerza, su eternidad, y pensando, yo que soy un corto lapso de sucesos, de memoria y
olvido y que al final, volveré a a ella, a mi madre, la que me hizo, y la que me deshará.