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El Eje Del Mal

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Traficantes de Sueños no es una casa editorial, ni siquiera

una editorial independiente que contempla la publicación


de una colección variable de textos críticos. Es, por el
contrario, un proyecto, en el sentido estricto de «apuesta»,
que se dirige a cartografiar las líneas constituyentes de
otros órdenes de vida. La construcción teórica y práctica
de la caja de herramientas que, con palabras propias,
puede componer el ciclo de luchas de las próximas
décadas.

Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro, sin


concesiones con el narcisismo literario, sin lealtad alguna
a los usurpadores del saber, TdS adopta sin ambages la
libertad de acceso al conocimiento. Q ueda, por tanto,
permitida y abierta la reproducción total o parcial de los
textos publicados, en cualquier formato imaginable, salvo
por explícita voluntad del autor o de la autora y sólo en el
caso de las ediciones con ánimo de lucro.

Om n ia su n t com m u n ia!
movimiento 8

Crisis de la representación, crisis de los viejos proyectos


revolucionarios y de las formas de organización. En
definitiva, un panorama marcado por la incertidumbre,
pero también de emergencia de nuevas formas de vida,
de nuevas agregaciones vivenciales, de formas inéditas
de movilización política, de temáticas que recogen la
potencia del no!, apoyándose en tramas de
autoorganización social.

Con esta colección pretendemos continuar con un canal


que abrimos hace ya tiempo y que pretendía servir para
la transmisión de experiencias y saberes colectivos
generados desde los movimientos sociales y su entorno,
en tanto sujetos de una política que, al tiempo que
participativa y eficaz, es capaz de pensarse sin renunciar
a sus prácticas.
creative
CC
commons
LICEN CIA CREATIVE CO MMO N S
Autoría-N o D erivados-N o Comercial 1.0

Esta licencia permite:


- Copiar, distribuir, exhibir e interpretar este texto.
Siempre que se cumplan las siguientes condiciones:
Autoría-Atribución: Deberá respetarse la autoría del texto y de su traducción. El nombre del
autor/ a y del traductor/ a deberá aparecer reflejado en todo caso.
N o Comercial: N o puede usarse este trabajo con fines comerciales
N o D erivados: N o se puede alterar, transformar, modificar o reconstruir este texto.

- Se deberá establecer claramente los términos de esta licencia para cualquier uso o distribución del
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Este libro tiene una licencia Creative Commons Attribution-NoDerivs-NonCommercial. Para ver una copia de esta licencia
visite http://creative commons.org/licenses/by-nd-nc/1.0/ o envie una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbot
Way, Stanford, California 94305, USA.

© 2005, Grupo de Trabajo Queer (ed.).


© 2005, Traficantes de Sueños.

Primera edición, 2005


Ejemplares: 1000
Título:
El eje del mal es heterosexual. Figuraciones,
movimientos y prácticas feministas queer
Introducción, edición y traducción:
Carmen Romero Bachiller, Silvia García Dauder y
Carlos Bargueiras Martínez (GtQ)
Maquetación y diseño de cubierta:
Traficantes de Sueños.
Edición:
Traficantes de Sueños
C/ Embajadores 35, local 6.
28004 Madrid. Tlf: 915320928
http:/ / traficantes.net
e-mail:editorial@traficantes.net
Impresión:
Q ueimada Gráficas.
C\ . Salitre, 15 28012, Madrid
tlf: 915305211
ISBN :84-96453-04-9
D epósito legal:M-40185-2005
El eje del mal es
heterosexual
Figuraciones, movimientos y
prácticas feministas qu eer

In trodu cción , edición y tradu cción


Carm en Rom ero Bach iller,
Silv ia García Dau der y
Carlos Bargu eiras Martín ez
(Gru po de Trabajo Qu eer)

movimiento
Índice

Sobre las autoras 11


Introducción ...El eje del mal es heterosexual 17
1. Desde los márgenes. Prácticas y rep resentaciones d e los gru p os queer
en el Estad o esp añol. Gracia Trujillo Barbadillo 29
2. Geografías víricas: hábitats e im ágenes d e coaliciones y resistencias.
Sejo Carrascosa y Fefa Vila Núñez 45
3. Homofobia, ¿por qué hablar de ello? Barbara Smith 61
4. Reflexiones sobre la negritud y el lesbianismo. Esther Ortega 67
5. Anhelos diaspóricos y la pequeña libertad: sexu alid ad ,
m igración y p recaried ad . Encarna Gutiérrez Rodríguez 73
6. Hermafroditas con actitud: cartografiand o la em ergencia
d el activism o p olítico intersexu al. Cheryl Chase 87
7. Mi cuerpo no es mío. Transexu alid ad m ascu lina y p resiones sociales d e sexo
Moisès Martínez 113
8. Una visión feminista de la transexualidad. Juana Ramos Cantó 121
9. Excesos de la masculinidad: la cu ltu ra leather y la cu ltu ra d e los osos
Javier Sáez 137
10. Los servicios públicos ¿necesid ad es inm u nd as o callejón sin salid a d e la
transgresión d e género? Susanne Mobacker 149
11. El baúl de los disfraces: u n m anifiesto femme-inista. Ulrika Dahl 151
12. Accesorios y complementos. Javier Pérez Iglesias 163
Sobre las Autoras

CARLOS BARGUEIRAS MARTÍNEZ. Maricón ap óstata d e trayectoria errática,


acabó su s estu d ios en Filología Italiana. Trad u ctor, y p rofesor d e lengu a y
literatu ra, recientem ente ha obtenid o u na beca d e su bsid io d e d esem p leo
p or el Inem (gracias a su s trabajos com o p rofesional d e la lim p ieza,
cam arero, d ep end iente, fotocop iad or...). Activista queer qu e tras varias
torsiones y lu xaciones d e su conciencia ha llegad o a form ar p arte d e GtQ
Mad rid . Actu alm ente está escribiend o el ensayo ficción «My sweet
transgend er heart: hasta aqu í llegó el d ram a».

SEJO CARRASCOSA. De formación autod id acta y con clara alergia al mund o


acad émico, ha sid o activista en d iferentes grupos d e carácter antiautoritario
y de liberación sexual. Promotor de La Radical Gai, ha publicado artículos en
diferentes revistas y publicaciones: De un plumazo, Resiste, La Kampeadora, etc.
Ha trabajado como librero, editor, guía turístico, narcotraficante, marinero,
con feren cian te y en h ostelería (¡cóm o n o!). En la actu alid ad sobrevive
en Gasteiz (Eu skal H erria) d on d e trabaja com o agen te d e p reven ción
d e VIH y ETS.

CHERYL CHASE. Fu nd ad ora d el ISN A —Intersex Society of North America—


y activista internacionalm ente reconocid a p or su s esfu erzos p ara m ejorar
el tratam iento social y m éd ico d e las p ersonas intersexu ales, tanto p or
m ed io d e p u blicaciones com o p or p resentaciones en d iferentes esp acios
acad ém icos y m ilitantes. En 1997 p rod u jo Hermaphrodites Speak!, el p rim er
d ocu m ental en el qu e p ersonas intersexu ales hablaban abiertam ente sobre
su s exp eriencias p ersonales.

DAHL, ULRIKA. Es una femm-inista nómada del norte de Suecia compro-


metida con el activismo feminista queer anti-racista y una apasionada del
poder de la feminidad, de la construcción comunitaria translocal, y de cada
acto subversivo diario de resistencia. Doctorada en antropología y women´s
studies en la Universidad de Santa Cruz (EE UU), escribe y performa para
audiencias queer y feministas, y actualmente enseña estudios de género en el
Södertön University College en Estocolmo. Sueña con aprender español y
publicar ciencia ficción femm-inista que resignifique lo erótico.

GARCÍA DAUDER, SILVIA. Activista fem inista y queer y p sicóloga social.


Am ante d e las d esviaciones atíp icas y rarita d el GtQ.

ENCARNACIÓN GUTIÉRREZ. Profesora d e Estu d ios Cu ltu rales en la


Universid ad d e Manchester. Está especializad a en estud ios transnacionales,
migraciones, d iásporas, teoría queer y feminista, crítica p ostcolonial, trabajo

11
El eje del mal es heterosexual

y su bjetivid ad . H a p u blicad o recientem ente sobre crítica p ostcolonial con


H ito Steyerl: Spricht die Subalterne Deutsch? Postkoloniale Kritik und
Migration (2003) y sobre gu bernam entalid ad Gouvernementalitaet. Eine
sozialwissenschaftlichen Konzept in Anschluss an Foucault (2003).

MOISÈS MARTÍNEZ. Des d el 1992 form a p art d e d iverses associacions,


p rincip alm ent transsexu als. A l’any 2000, am b d ’altres com p anys, creen el
Gru p d e Transsexu als Mascu lins d e Barcelona (w w w.transm ascu lins.org),
el p rim er gru p d e transsexu als FtM d e l’Estat Esp anyol. Tam bé és m em bre
d el Col·lectiu Gai d e Barcelona (w w w.colectiu gai.org). Du rant aqu ests
anys realitza xerrad es-conferències a d ’altres associacions glt, u niversitats,
ateneu s.., i tam bé entrevistes a d iaris i revistes, fent visibilitat d e la
transsexu alitat m ascu lina i qü estionant els rols físics i d e com p ortam ent.
Va p articip ar al d ocu m ental sobre transsexu alitat m ascu lina «El cam ino d e
Moisés» (Dir: Cecilia Barriga, Esp anya 2002). Sent el p rim er contacte am b
el llengu atge au d io-visu al sobre gènere. Actu alm ent, a la fotografia,
col·labora am b en Del Lagrace Volcan o, i viatja am b l’exp osició
«Falosinp lastia» (au toretrats).

SUSANNE MOBACKER. Regenta el Cop acabana, u n café queer, en Estocolm o


(Su ecia) y tam bién es la ed itora d e Såna som oss u na antología escrita p or
gente joven hom o/queer.

RAQUEL OLÓZAGA. Activista queer d ifu sa d e cu lo inqu ieto. Actu alm ente es
m iem bro d e GtQ.

ESTHER ORTEGA. Intento d e activista lesbiana negra fem inista. Com enzó su
m ilitancia fem inista en Insu m isas al Género p ara p asar d esp u és d e la
d isolu ción d e este gru p o a form ar p arte d e la Escalera Karakola.
Actu alm en te in ten ta ad em ás h acer su s p in itos com o p recaria d e
investigación en el CSIC.

JAVIER PÉREZ. Queer desde su más tierna infancia (o sea, avant la lettre) y
marica irredenta, siempre pensó que la vida (y por tanto la militancia)
debería ofrecer algo más. Ha sido bibliotecaria, editora, librera, discotequera,
archivera, noctámbula, montañera… Lectora compulsiva, cree en el poder de
las palabras y en la necesid ad d e cuestionar lo que hacemos con ellas.
Actualmente es bibliotecaria universitaria y militante d e GtQ.

JUANA RAMOS. Militante transexu al y fem inista, ha sid o p resid enta d el


colectivo d e transexu ales d e Mad rid Transexualia.

MÓNICA REDONDO VERGARA. Queer-m atem ática, ex-com u n ista, ex-


gu errillera estu d ian til, ciclotu rista n u d ista ecologista y fem in ista.
Fu nd ad ora d el gru p o fem inista «A p or tod as», ex-m iem bra d el gru p o d e
au tod efensa fem inista «Las Walkirias», y cofu nd ad ora con Gracia Tru jillo
d el gru p o bollero «Las Gou d ou s» y d e la revista «Bollu s Vivend i». H a
venid o trabajand o, d esd e su ocu p ación hasta su reciente d esalojo, en
d istintos p royectos colectivos d e la casa ocu p ad a d e bolleras y m u jeres «La
Eskalera Karakola». Actu alm ente form a p arte d el gru p o d e trabajo queer
d e Mad rid , GtQ.

12
CARMEN ROMERO BACHILLER. Socióloga y activista fem inista-queer, sigu e
ap rend iend o a cu estionar, vivir y transitar fronteras y a analizar y tensar
las cu erd as d e las relaciones d e p od er. Profesora d e sociología en la UCM,
su s intereses teórico-p olíticos se cond ensan en torno a los fem inism os
queer interseccionales, los análisis cu ltu rales fem inistas d e la tecno-ciencia,
la teoría d el actor-red , los estu d ios p ostcoloniales y los estu d ios cu ltu rales.
H a p articip ad o d el p royecto d e la Casa oku p ad a d e m u jeres Escalera
Karakola y actu alm ente es m iem bro d e GtQ.

JAVIER SÁEZ. Es sociólogo y trad uctor. Es autor d el ensayo Teoría queer y


psicoanálisis (ed . Síntesis, 2004). H a prologad o y trad ucid o el libro d e Jud ith
Butler Lenguaje, poder e identidad (Síntesis, 2004). También es un oso
insumiso, y un militante marica y queer. Desd e 1995 d irige la revista
electrónica queer w w w.hartza.com. Desd e 2003 a 2005 ha d irigid o con Paco
Vid arte el curso d e enseñanza abierta d e la UNED «Introd ucción a la teoría
queer». Es coed itor d el libro Teoría queer (ed . Egales, 2005). Actualmente es
miembro d e GtQ.

BARBARA SMITH. Es u na d e las figu ras m ás relevantes d el fem inism o negro


lesbiano d e EEUU. Form ó p arte d el Combahee River Collective u no d e los
colectivos fem inistas negros m ás relevantes d e los setenta en EE UU. Co-
fu nd ad ora d e la ed itoral The Kitchen Table-Women of Color Press, ha ed itad o
algu nos d e los textos m ás significativos en el d esarrollo d el p ensam iento
fem inista negro y p ostcolonial en EEUU, en p articu lar Conditions Five: The
Black Women’s Issue; All the Women Are White, All Blacks Are Men, But Some
of Us Are Brave: Black Women’s Studies (ju nto con Gloria T. H u ll y Patricia
Bell-Scott) y Home Girls: A Black Feminist Anthology. Recientem ente ha
p u blicad o la antología The Truth that Never Hurts. Actu alm ente vive en
Albany d ond e continú a com p aginand o el activism o con intervenciones
regu lares en la acad em ia.

GRACIA TRUJILLO BARBADILLO. Socióloga y activista queer. Profesora d e la


Universid ad d el Su r d e California en Mad rid (USC) y d e la Fu nd ación
Ortega y Gasset. Investigad ora d el Centro d e Estu d ios Avanzad os en
Ciencias Sociales (CEACS) d e la Fu nd ación Ju an March, Mad rid , d ond e
actu alm ente trabaja en su tesis d octoral sobre m inorías sexu ales e
id entid ad es en el Estad o esp añol, y, en concreto, sobre la evolu ción d e los
gru p os d e lesbianas (1977-2000). Form a p arte d el Gru p o d e Trabajo Queer
d e Mad rid , GtQ.

FEFA VILA NÚÑEZ. Fem inista queer atravesad a d esd e la infancia p or la raya
qu e nu nca ha sep arad o Galicia d e Portu gal y p or u na conciencia qu e
m ezcla la exp eriencia ru ral y los trasiegos m igratorios con continu as fu gas
y d esobed iencias p rem ed itad as —a p recios variad os—. Estu d ió sociología
y cu rioseó en las teorías d el género y queer en las u niversid ad es d e Utrecht
(H oland a), Manchester (Inglaterra) y Santa Cru z (EE.UU). Activista y
p rom otora d el gru p o m ad rileño LSD, qu e ap arece en 1993 com o gru p o
queer-bollero d e intervención, creación y agitación. En los ú ltim os años
com p atibiliza su activid ad p rofesion al com o in vestigad ora social
contratad a asalariad am ente con el estu d io, la escritu ra, la p rod u cción y la
colaboración en d iferentes p royectos d e los ám bitos d e la reflexión p olítica

13
El eje del mal es heterosexual

y social fem inistas y la cu ltu ra crítica. Actu alm ente le interesa rastrear las
hu ellas barrid as d e nu estra historia m ás reciente com o u na p ráctica qu e
p erm ita resitu ar y renom brar nu estro p resente y tam bién ficcionar u n
fu tu ro m ás libre y am able p ara tantos «otros inad ecu ad os». Form a p arte
d el Gru p o d e Trabajo Queer d e Mad rid , GtQ. ¡Me encantan las torm entas
d e verano!

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¡Alerta GtQ- Mad!:
Op eración d e m arketing
Marca no registrad a qu e u tiliza registros d iferentes p ara
d esestabilizar los órd enes d el consu m o, d e los sexos, los géneros...
Colectivo elíp tico contrad ictorio p arad ójico y contingente
(p and illa d e p ringad as bien avenid as)
Invierte en GtQ Fond o d e inversión garantizad o Un valor segu ro
Si no te gu sta nu estra fiesta te d evolvem os el d inero...
Su bcontrata qu eer Pancartas p recarias d e em ergencia
Dep ilam os tu s actitu d es
Pod em os ser lo qu e tú qu ieras...

14
Introducción

Introducción
...El eje del mal es heterosexual

Manifestación d el «orgu llo», p ancarta d e GtQ, Mad rid , 2 d e ju lio, 2005.

Eso coreábam os u nas cu antas en las m anifestaciones contra la gu erra y en la


m anifestación d el orgu llo d el año 2003. Lo gritábam os, y lo gritam os, bien
alto, p orqu e sabem os qu e nu estros cu erp os son p olíticos. N u estros cu erp os
son d iscu rsos, no son m ás qu e aqu ellos lu gares m ateriales d e «articu lación
p rod u ctiva d e p od er y saber».1 Escu p im os sobre el neoliberalism o qu e tan
bien ha sim u lad o recibirnos en su s esp ectácu los insertos en la m atriz
heterosexu al —«rejilla d e inteligibilid ad cu ltu ral a través d e la cu al se
natu ralizan cu erp os, géneros y d eseos» (Ju d ith Bu tler, 1990/2001: 38)—
insom ne e im p osible. Decim os qu e N O qu erem os ser p arte d e las fronteras d e
occid ente; p or eso vom itam os sobre la carta d e gu erra d el 29 d e enero d e 2002
en la qu e, p or p rim era vez, George W. Bu sh p ronu nció la frase «El eje d el m al»
ante los m iem bros d el Congreso y el Senad o, el Estad o Mayor, el Tribu nal
Su p rem o y el Gobierno d e EE UU. En su d iscu rso anu nció qu e: «Peligros sin
p reced entes se ciernen sobre el m u nd o civilizad o», p u esto qu e existen
«regím enes qu e han estad o silenciosos d esd e el 11 d e sep tiem bre, p ero
conocem os su natu raleza verd ad era», au nqu e «no tenem os intención d e
im p oner nu estra cu ltu ra, siem p re d efend erem os la libertad y la ju sticia». La
fu erza p erform ativa d e sem ejan te d iscu rso, valid ad a p or tan «altas
in stitu cion es», qu e bajo la cobertu ra d e la d oble m oral p erp etú a
astron óm icos in tereses econ óm icos, p rod u ce exterm in ios y cicatrices
sobrad am ente conocid os p or tod as. N osotras, inap rop iables, sabotead oras
d el sexo ju ríd ico, gu errilleras d e los cu erp os m ed icalizad os, terroristas d el
d eseo p siqu iatrizad o, resistim os.
Sabem os qu e bajo el triu nfante d iscu rso d e libertad y d e ju sticia occid ental
su byacen las form as m ás refinad as, p ero no p or ello m enos acres y atroces, d e
hom ofobia, transfobia, sexism o y racism o. En las m anifestaciones anteriores

1 Para u na p rofu nd ización sobre la sexu alid ad entend id a com o objeto d e saber y d isp ositivo
d e p od er véase Michael Fou cau lt (1976/1998) Historia de la Sexualidad.

17
El eje del mal es heterosexual

al 11-M, el cam p o d e batalla p olítico-institu cional fingía d e nu evo estar


p olarizad o en torno a d os p osiciones claram ente d istingu ibles. Para la
«izqu ierd a» oficial, la encarnación d el m al llegó a estar rep resentad a p or el
«trío d e las Azores»; y cóm o no, volvim os a encontrarnos con el m ism o
im aginario trasnochad o d e u na m ilitancia neom arxista y ed íp ica 2 qu e era
incap az d e m irar m ás abajo d e su p rop io om bligo: no nos p illaba d e nu evas,
p ero nos resu ltaba cu anto m enos ofensivo tener qu e afrontar las m irad as d e
d esap robación cu an d o gritábam os frases com o «¡El eje d el m al es
heterosexu al!» o «La sexu alid ad d e Aznar francam ente m e d a igu al»,
m ientras el resto d e la m anifestación se giraba, clavaba su s ojos en nu estros
cu erp os y p rofería: «¡Con este gobierno vam os d e cu lo!»; «¡Aznar, hijo d e
p u ta!»; «¡Aznar m aricón!» y otras trad icionales lind ezas p rofu nd am ente
arraigad as en el im aginario heterosexista.
Con oraciones como «Con este gobierno vamos d e culo» nos estaríamos
situand o d entro d e una gran parad oja política: según los manifestantes,
resultaba que el gobierno d e Aznar no sólo institucionalizaba el placer anal,
sino que semejante placer era central para la ejecución d e su política neoliberal.
Mientras, nosotras alzábamos nuestros culos en contra d el militarismo y d el
capitalismo («Placer anal contra el capital»). Fueron frases como «Aznar, hijo d e
puta» las que hicieron que una asociación d e trabajad oras d el sexo reaccionara
y acud iese a las concentraciones sosteniend o una pancarta en la que d eclaraban
que Aznar no era hijo suyo. Dentro d e este marco d e manifestaciones contra la
guerra, veíamos a d os tíos d isfrazad os d e Bush y Aznar, o d e Bin Lad en y
Sad am Hussein, Blair med iante —la lectora pued e componer la representación
siguiend o cualquier tipo d e combinación pueril con estos cinco elementos—,
simuland o que estaban folland o, que uno le d aba por culo a otro, etc... Lejos d e
proclamar una mariconalización d el mund o como marco perfecto para acabar
con la guerra («¡Guarras sí, guerras no!»), no sólo reiteraban la apelación a un
marco homoerotizad o (en este caso, la guerra), siguiend o los preceptos d e la
heterosexu alid ad obligatoria, sino qu e ad em ás calificaban las p rácticas
homoeróticas como abyectas. Este rid ículo imaginario presente en la mayoría
d e la izquierd a concluye con el siguiente d ilema lógico-moral como corolario: o
la homosexualid ad —en su límite superior— equivale a muerte, puesto que su
trad ucción inmed iata es la perpetuación d e la maquinaria d e guerra neoliberal;
o —en su límite inferior— una escenificación homoerótica es una carnavalad a,
un simulacro, esto es, algo que no tiene correlato en la realid ad . ¿Por qué la
masculinid ad sólo pued e ser ironizad a cuand o se presenta en «entred icho»?
Como señala Jud ith Halberstam: «Existe una férrea resistencia d e la cultura
hegemónica a aceptar la masculinid ad (blanca) en términos d e performance. Así,
históricamente se ha concebid o la feminid ad como una representación (como
una mascarada), sin embargo se ha negad o u obviad o la posibilid ad d e que la
masculinid ad se pud iera representar (id entificánd ola como una id entid ad no
performativa o antiperformativa)».3

2 Felix Gu attari (1977) d ed ica u n exqu isito y cu id ad o análisis al estu d io d e sem ejante
esp écim en en «Microp olítica d el fascism o» en La révolution moléculaire, Recherches, 1977.
3 En el resu m en d e la conferencia Nuevas subculturas performativas: dykes, transgéneros, drag
kings, etc. qu e ofreció Ju d ith H alberstam en la sed e d e La Cartu ja (Sevilla) d e la Universid ad
Internacional d e And alu cía el sábad o 22 d e m arzo d e 2003. http ://w w w.sind om inio.net/
karakola/retoricas/halberstam 2.htm

18
Introducción

Pu tas y m aricones, d e nu evo situ ad as com o otras inap rop iad as con las qu e
com p arar: el «otro m al». El m ilagro hom osexu al qu e logra reu nir a tod as las
religiones y d e form a p u ntu al d etiene el choqu e d e civilizaciones en u na
alianza hom ófoba: «Por eso cabe calificar d e m ilagrosa la alianza sellad a p or
las m áxim as au torid ad es cristianas, m u su lm anas y ju d ías, qu e se han u nid o
en u n a cru zad a con tra los h om osexu ales (...) los h om osexu ales h an
consegu id o lo qu e p arecía im p osible: arm onía y concord ia interreligiosa (...)
viejos rivales qu e hoy se transform an en aliad os ante u n com ú n enem igo: el
d esfile gay en Jeru salén» (El País, 1 d e abril d e 2005: 8). Pero la hom ofobia
tam bién se convierte en arm a d e gu erra. La violación d e m u jeres com o botín
d e gu erra, se ha refinad o en su versión d el siglo XXI: tortu rem os con «el
m ayor mal p ara u n m u su lm án», u na m u jer sold ad o blanca estad ou nid ense
ord enand o p rácticas hom osexu ales a p resos iraqu íes. Pero, p or otro lad o, la
sold ad o England ap arece m ascu linizad a, u na no-m u jer, u na m u jer-m u jer
estad ou nid ense nu nca habría hecho algo así, y la p rensa bu sca en u n p asad o
m arginal y m arim acho la cau sa d e tales com p ortam ientos m onstru osos; las
bolleras resp iram os ¿aliviad as?: está em barazad a.
En este contexto su rge el grito d e «el eje d el m al es heterosexu al». ¿Es
acaso u na frase hu m illante? Si fu era así es qu e ha sid o cap az d e recrear y
m ovilizar los m ism os contextos d e au torid ad en los qu e se p rod u jo «el eje d el
m al», ¿d e verd ad hem os sid o cap aces d e crearlos? Sólo u n ap u nte, si
convenim os con Au stin 4 qu e los enu nciad os p erform ativos, a p esar d e no ser
ni verd ad eros ni falsos, p u ed en ser inad ecu ad os o d esafortu nad os, no
bastaría con la enu nciación d e ciertas p alabras sino qu e estas tend rían qu e
em itirse siem p re en las cond iciones ad ecu ad as. Para alcanzar u n enu nciad o
p erform ativo exitoso —o «feliz» en térm inos d e Au stin—, este d ebe ser
recon ocid o, p ara lo qu e se n ecesita qu e sea em itid o en con d icion es
d eterm inad as p or aqu ellas p ersonas conferid as con la au torid ad requ erid a,
esto es, qu e se atenga y rep rod u zca el ord enam iento en el qu e está inscrito —
su s fórm u las ritu alizad as, su s exp resiones d e au torid ad , etc.—. Usar la
hom osexu alid ad com o exp resión d el m al —recu rso d e la izqu ierd a y d e la
d erecha, d e oriente y d e occid ente, d e d iferentes religiones— sitú a el insu lto
en la «hom osexu alid ad » p ara d enigrar al otro. Entonces ¿qu é resu lta tan
p ertu rbad or d e añad ir el calificativo «heterosexu al» a la exp resión «el eje d el
m al»? En p rincip io, no serviría p ara ofend er p u es en nu estra socied ad la
heterosexu alid ad no fu nciona com o insu lto, sino com o requ erim iento d e
norm alid ad . Añad id o al «eje d el m al», no hace m ás qu e m arcar lo nu nca
m arcad o, la heterosexu alid ad , p ara d ecir lo obvio: qu e las p ostu ras d el «eje
d el m al» —ya sea en la versión trío d e las Azores o en la versión qu e Bu sh creó
en su estrategia m u nd ial antiterrorista d e gu erra p reventiva—, p artieron d e
u na heterosexu alid ad obligatoria y m ilitantem ente hom ófoba. Si es así, ¿p or
qu é sorp rend e o inclu so se interp reta com o ofensiva? En este caso la carga d el
insu lto no se encontraría en la «heterosexu alid ad », sino en el «eje d el m al», d e
tal form a qu e lo qu e no es sino exp resión d e u na evid ente alianza hom ófoba
qu e califica a los com p onentes concretos d el «eje d el m al», ha sid o

4 Las id eas d e J. L. Au stin (1962/1988) sobre el interés d e estu d iar el lengu aje corriente se
cu entan hoy entre las m ás d estacad as d entro d e la lingü ística y d e la filosofía d el lengu aje,
su teoría sobre los actos d el habla y en concreto los enu nciad os p erform ativos será retom ad a
p or la teoría queer.

19
El eje del mal es heterosexual

in terp retad o com o u n a d escalificación gen eral a la h eterosexu alid ad


reconvertid a en el m al p or excelencia. Parece qu e hem os consegu id o cam biar
su jeto y objeto en las interp elaciones con legitim id ad .
N osotras, qu e «afirm am os sin exagerar qu e en la m ayoría d e los p aíses d el
m u nd o gays, lesbianas y transexu ales son d iscrim inad os, encarcelad os,
tortu rad os y/o asesinad os»,5 p artim os d e este axiom a tau tológico y lo
hacem os retorcerse sobre sí m ism o, p rop oniend o esta p equ eña su bversión.
Tal aserción no resp ond e a u na d em onización d e los heterosexu ales, sino qu e
su fin es m anifestar nu estro rechazo a la «m atriz heterosexu al» com o régim en
p olítico d ictatorial. Parafraseand o a Fou cau lt, «el p od er es u n cam p o m ú ltip le
y m óvil d e relaciones d e fu erza d ond e se p rod u cen efectos d e d om inación d e
largo alcance p ero nu nca com p letam ente estables».6 N o p retend em os p lantear
la gu erra com o u na barbarie d erivad a d e u na esencia heterosexu al, lo qu e
d enu nciam os es u n régim en heterosexu al qu e aterroriza cu alqu ier otra form a
d e sexo/género/d eseo qu e no se aju ste a su s im p osibles criterios norm ativos:
«Porqu e d eseam os la liberación u niversal d el d eseo gay, qu e sólo se p od rá
realizar cu and o se haya d esm oronad o vu estra id entid ad hetero. N o estam os
com batiend o contra vosotros, sino contra vu estra “norm alid ad ”. (...) Pasar d e
nu estra p arte significa tom ar p or el cu lo, literalm ente, y d escu brir qu e es u no
d e los p laceres m ás bellos. Significa u nir tu p lacer al m ío sin víncu lo castrante,
sin m atrim onio. Gozar sin N orm a, sin ley» (Mario Mieli, 1979: 291-292).
Sea com o fu ere, con este títu lo nos m ovem os en las contrad icciones qu e
su p one habitar sim u ltáneam ente la d econstru cción y la hip erid entid ad
contingente qu e nom bra —nu nca d e form a clónica— p ara reconstru ir, com o
m ecanism o d e resistencia, y p ara abrir esp acios d e p osibilid ad . Porqu e el
im p erialism o heterocu ltu ral y cap italista p rod u ce el efecto p arad ójico d e crear
su jetos necesariam ente su jetad os, d e rep rim ir y p rod u cir a la vez id entid ad es,
errores ficticios qu e requ ieren nom brarse p ara d esnom brarse.

Sobre terrorismos de género...

«Por u n tiem p o, p ensé qu e sería d ivertid o llam ar a lo qu e hacía en la vid a


terrorismo de género. Me p arecía acertad o al p rincip io —yo y m u cha gente
com o yo estábam os aterrorizand o la p rop ia estru ctu ra d e género—. Pero
ahora lo veo d iferente —los terroristas d e género no son las drag queens, las
bolleras butch, hom bres p atinand o travestid os d e m onjas—. El terrorista d e
género no es el transexu al m ascu lino qu e está ap rend iend o a m irar a los

5 Azione Gay e Lesbica Firenze, «Docu m ento d e ad hesión al fóru m d e Génova». En


w w w.antagonism ogay.org
6 Fou cau lt (1976/1998) rechaza u na concep ción d el p od er en térm inos binarios, p ara
Fou cau lt los cu erp os son su bp rod u ctos d el p od er, d e ahí su im p ortancia com o elem ento
organizad or d e la vid a. N o hay u n foco d el p od er p u esto qu e este no flu ye d e u na m anera
u nid ireccional ni tam p oco hay u n ap arato (o u n su jeto o varios) qu e lo ostente.

20
Introducción

ojos a la gente m ientras cam ina p or la calle. Los terroristas d e género no


son los p ap aítos-leather o las m aricas d e los asientos traseros. Los
terroristas d e género no son los hom bres casad os qu e, tem bland o en la
oscu rid ad , se d eslizan en los p anties d e su s esp osas. Los terroristas d e
género son aqu ellos qu e golp ean su s cabezas contra u n sistem a d e género
qu e es real y natural; y qu e lu ego u tilizan el género p ara aterrorizarnos al
resto d e nosotras. Estos son los au ténticos terroristas: los Defensores d el
Género» (Kate Bornstein, 1994: 71-72).

Es obvio que el régimen heterrorsexista ya existía antes d el 11-S y d el 11-M:


sobre nuestros clítoris y anos, sobre nuestras faloplastias y nuestras vaginas —
d iferentemente esculpid as—, sobre nuestros cuerpos con sid a, se establecen a
d iario tod o tip o d e cam p os d e batalla. El m achism o, la lesbofobia, la
transfobia, la u tilización p olítica y económ ica d e la p and em ia d el sid a, son
arm as d e d estru cción m asiva qu e han p rovocad o m u chas violencias y m u chas
m u ertes. Este libro habla y d enu ncia los cotid ianos y estatales terrorism os d e
género, aqu ellos terrorism os silenciad os sin ind em nizaciones. «Terrorismo:
d om inación p or el terror. Su cesión d e actos d e violencia ejecu tad os p ara
infu nd ir terror». Las d iferentes violencias sim bólicas y m ateriales ejecu tad as
d esd e la articu lación d e d iferentes m icrop od eres p ara la d efensa y vigilancia
d e la d icotom ía heterosexu al jerarqu izad a y genitalizad a —solo existen d os
sexos d esigu ales— y la m onosexu alid ad m ed icalizad a —u na p ersona solo
p u ed e p oseer u n ú nico sexo natural, qu e es el asignad o m éd icam ente—.
Sabem os qu e la heterosexu alid ad obligatoria tiene com o objetivo final
alcanzar u na m eta im p osible, allí d ond e el lím ite avanza inexorable a m ed id a
qu e el su jeto (yo/no yo/d oblem ente no yo... xx, xy, xxy, xxxy...) se ap roxim a a
este: algo qu e ni siqu iera el cam p eón m ás heterosexu al, varón, blanco y
m onoteísta qu e haya existid o, exista o existirá jam ás sobre la faz d e este
p laneta p u ed e llegar a cu m p lir. Dentro d e este cam p o d e fu erzas, som os el
resu ltad o no esp erad o d e u n cálcu lo m atricial basad o en u na aritm ética
heterocentrad a, p or eso p roliferam os en los m árgenes d e la econom ía
libid inal falocéntrica exp resad a p or la m ortífera reificación d e las categorías
d u alistas y d ialécticas d e hom o/hetero, hom bre/m u jer.

—«El bebé, ¿es niño o niña?».


—«No lo sabemos, todavía no nos lo ha dicho». (Bornstein, 1994: 46)

«Sexo: Varón Mujer» «Sexo: Sí».

Así p u es d esp legam os n u estros cu erp os, n u estros d eseos, n u estras


id entificaciones m ás o m enos in/ad ecu ad as con las posiciones sociales de
masculinidad y feminidad... Nuestra relación con el género es problemática,
confusa, d ifusa, concreta, impaciente, inquieta, cambiante... Pero, si bien
jugamos con patrones de género que siempre nos resultan o demasiado grandes
o demasiado pequeños —y habitualmente las dos cosas al mismo tiempo—,
estos también están siendo transformados, expandidos o cu estionad os con

21
El eje del mal es heterosexual

nuestras prácticas cotid ianas. La presencia d e solid ez con la que se reviste el


género —palabra mágica sobre la que continúan existiend o no pocas d isputas—
no es sino una ficción encarnad a, d iscursiva e institucionalizad a, altamente
versátil y d ensamente patrullad a, que tiend e a orientar y regular nuestras
id entificaciones y a establecer los cód igos sobre cómo hacer y vivir cuerpos
d iferentem ente sexu ad os en u na socied ad concreta. Esto inclu ye la
d eterminación d e qué cuerpos resultan pensables; cuáles son los cuerpos
d eseables y por quiénes, qué prácticas son ajenas a qué cuerpos y, por supuesto,
qué regímenes político-económicos d e los cuerpos son permitid os o prohibid os.
Pero esa apariencia sustantiva d el género se asienta en prácticas cotid ianas que
tiend en a recrear, reprod ucir y mod ificar aquel d iscurso que las alimenta.
La verd ad d el sexo, d e los cu erp os sexu ad os, resu lta ser m u cho m ás
inestable d e lo qu e se nos antoja a sim p le vista. El género y aú n el sexo y la
sexu alid ad com o verd ad es p olíticas tienen u na em ergencia reciente y su
m antenim iento requ iere d e u n control férreo. De ahí la p ersecu ción cotid iana
e institu cionalizad a d e las am bigü ed ad es y flu id eces d e sexos, géneros y
d eseos, y la vigilancia ad u anera d e los tránsitos: m éd icos, p sicólogos y ju eces
com o p u ntos d e p aso obligad o en las fronteras, p olicías d e la ley heterosexu al,
p eritos d e nu estros sexos/géneros, controlad ores d e cam bios y asegu rad ores
d e qu e nad ie se qu ed e a m ed ias, entre–los-sexos: «Mantened vu estras leyes
fu era d e nu estros cu erp os». Porqu e silencio es igu al a m u erte y p orqu e es
necesario, com o d ice Barbara Sm ith, hablar d e hom ofobia, lesbofobia y
transfobia cu and o se habla d e racism o y cu and o se habla d e sexism o y d e
clasism o y cu and o se habla d e p recaried ad laboral. H ablar d el terror d e
m irad as violentas, hu m illaciones e insu ltos violentos, silencios violentos... El
terror d el acoso escolar a m aricones, bolleras o trans, con su s violencias
cóm p lices: la ind iferencia y el silencio; el terror d e las institu ciones insensibles
y rep rod u ctoras d e agresion es h om ófobas y trán sfobas; el terror d e
interp elaciones cotid ianas violentas qu e se creen legítim as bajo u na m atriz
heterosexu al, blanca y ciu d ad ana qu e las am p ara: «Pero tú qu é eres ¿u n chico
o u na chica?», «tú calla qu e no eres d e aqu í», «este servicio es d e m u jeres»...
El terror ejercid o m ed iante u nos d ocu m entos d e id entificación sexu al y
geográfica d ond e se cond ensan violencias estatales qu e p atru llan y lim itan los
tránsitos, y castigan aqu ellos no au torizad os.
Pero los d ocu m entos se p u ed en falsificar y d eterm inad os reconocim ientos
p u ed en ser evitad os: bolleras, m aricas o trans p u ed en situ arse d iferentem ente
en las m atrices d e la m ascu linid ad y la fem inid ad , d e tal form a qu e los
tránsitos ad u aneros se m u ltip liqu en hasta qu ed ar m om entáneam ente en
su sp en so. Las butch, los drag-kings, los F2M, al en caram arse en u n a
m ascu linid ad negad a, y las m aricas p lu m eras, las drag-queen d e fem inid ad
hip erbólica y las M2F, asaltand o los esp acios d e la fem inid ad , evid encian la
im p osibilid ad d e contención d e los lím ites d el género. Pero, ¿qu é p asa cu and o
el asalto a la norm a se realiza sobre la base d e la exp lotación d e la norm a?;
¿cu and o el cu estionam iento d e la estabilid ad d e los géneros se su stenta en
u na ap rop iación su p erlativa qu e resu lta irónica?; ¿cu and o se cortocircu itan
las exp licaciones heterosexistas qu e sostienen qu e bolleras y gais no son sino
«m alas cop ias» d e u n a h eterosexu alid ad con vertid a en «origin al»
incu estionad o?; ¿cu and o las bolleras son femme y los m aricas osos y leather? Si
en el caso d e las bollos butch y los m aricas p lu m eros se rom p e con la norm a
d e género y se erotiza esa trasgresión, en el caso d e femmes, osos y leather nos

22
Introducción

encontram os con u na form a d e erotización d e la norm a qu e la d esactiva al


rep rod u cirla hip erbólicam ente y alejarla d el referente relacional heterosexu al.
Tod as estas figu racion es h abitables su p on en ejercicios cotid ian os d e
resisten cia qu e d esp liegan m u n d os p osibles y crean p roliferacion es
p rom iscu as y ocasiones p ara d esarrollar d eseos y p rácticas d esd e los qu e
d esbord am os los esfu erzos regu lad ores d el régim en heterrorsexista.
Así p u es nos resistim os y p or eso tam bién infu nd im os u n d iferente tip o
d e terror: la violencia, el vértigo, inclu so la náu sea, la d esorientación
p rovocad a p or la p ersona rarita qu e no encaja en las categorías cognitivas
d el d u alism o sexu al. Pero la revu lsión tiene u na p ecu liar conexión con el
d eseo: el vértigo se p rovoca p or la atracción d e caer al vacío, la otra rarita
p rovoca p ánico p orqu e confronta a las p ersonas con la segu rid ad d e su s
cu erp os norm alizad os, p ero tam bién p or el p eligro d e u na atracción qu e
cu estiona esos lím ites. «Eso es lo qu e hacen las p roscritas d el género:
nu estra m era p resencia es su ficiente p ara qu e la gente se p onga enferm a»
(Bornstein, 1994: 72). Porqu e «la nu estra no es u na disforia de género m ás bien
u na euforia de género» (Porp ora Marcasano, 2002)7 que provoca trastornos en la
identidad heterosexual.

Políticas articulatorias queer

Este libro su rgió d e u na serie d e encu entros d ond e p roblem atizam os tanto el
concep to com o las teorías y p rácticas queer, y analizam os su s relaciones,
acu erd os y d esacu erd os con otros m ovim ientos fem inistas, oku p as y d e gais
y lesbianas. Este libro es d eu d or d e esas d iscu siones y d e u na p articu lar visión
d e lo p olítico: qu eríam os reclam ar lo trans y lo inter d e lo queer; qu eríam os
hablar d e las com p lejid ad es y contrad icciones d e las id entid ad es m ú ltip les;
qu eríam os d iscu tir las conexiones constitu tivas d e las d iferentes op resiones;
qu eríam os, tam bién , h acer u n texto qu e rom p iera con el referen te
estad ou nid ense y tu viera d iferentes voces y tonos. Este híbrid o, su rgió d el
hartazgo d e qu e, com o señala Barbara Sm ith, la transfobia, la lesbofobia y la
homofobia sean las últimas opresiones en ser mencionad as, cuestiones poco
serias que d istraen d e la lucha contra los «enemigos principales» y fragmentan
a la «izquierd a»; al tiempo que se acusa a los movimientos queer d e ser
particularistas e interesarse solo por «lo meramente cultural», lo «estético», lo
«teatral» d e la sexualid ad . Ello nos ha llevad o a reflexionar sobre cómo se
construyen los consensos y las multitud es en los colectivos o movimientos
sociales, sobre la base d e posponer, d esd ibujar o incluso eliminar d eterminad as
d emand as d e la agend a concebid as como «secund arias» o «particulares».

7 El texto completo: «[...] lo que se manifiesta y se expone con la propia experiencia trans, no es el
ser mujer (que es otra cosa) sino el estar fuera de los géneros. Y para responder a los médicos, la
nuestra no es una disforia de género sino mas bien una euforia de género. Estamos eufóricas,
confusas y desorientadas y también orgullosas. El cuerpo transexual continúa siendo un cuerpo de
reo y desgraciadamente no sólo en la cultura a la que contestamos, también continúa siéndolo en
la cultura liberada y considerada libertaria» (Marcasano, 2002).

23
El eje del mal es heterosexual

Este libro su rge tam bién d el rechazo a la d icotom ía p ersonal/p olítico y al


establecim iento d e un d eterm inad o esp acio p olítico com o el ú nico d esd e el
qu e reclam ar la resistencia. Porqu e, p ara m u chas p ersonas, lo qu ieran o no,
su s p rop ios cu erp os abyectos son ya «p olítica», cotid ianos cam p os d e batalla
su scep tibles d e ser interp elad os violentam ente y a su vez cu erp os-resistencia
qu e cortocircu itan las norm ativid ad es: p ara m u chas p ersonas «la p rim era
revolu ción es la su p ervivencia» (La Rad ical Gai). Con este libro qu erem os
reclam ar las p osibilid ad es p olíticas d e los cu erp os raritos, d e las
p erform ativid ad es cotid ianas d e los géneros —en la calle, en el trabajo o en la
fam ilia—, d e la teatralid ad o la p arod ia qu e ironizan la natu ralización sexu al
y abren nu evos esp acios d e lo inteligible y lo vivible, y d e m u chas otras
form as d e hacer p olíticas queer qu e no alcanzan el grad o d e seried ad d e la
m ilitancia trad icional (¿m ascu lina?). Porqu e «el p ensam iento d e u na vid a
p osible es sólo u na ind u lgencia p ara aqu ellas p ersonas qu e se saben a ellas
m ism as com o p osibles. Para aqu ellas qu e están aú n intentand o ser p osibles,
la p osibilid ad es u na necesid ad » (Bu tler, 2001: 19).
Los movimientos, prácticas y figuraciones habitables queer transforman una
situación vital de vulnerabilidad radical en una posición desde la que responder
políticamente a las normatividades múltiplemente impuestas. Por ello, no
queremos que lo queer se convierta en una marca banalizada por la que se
consume a «el otro» exótico —en este caso a «las otras raritas». Es preciso un
mayor debate sobre las diferentes alianzas que se generan con diferentes
instituciones, ámbitos académicos o artísticos, con el peligro de reificación y
desideologización que ello puede conllevar. Problematizar los reconocimientos
parciales que utilizan referencias a multitudes queer sin cuestionarse cuerpos,
géneros o deseos normativos, o sin que se hagan vulnerables las posiciones
seguras ni se cuestionen las prioridades políticas y sus sujetos centrales.
H acer u na ap u esta p or los feminismos queer requ iere atend er a cóm o las
d iferentes op resiones están articu lad as, a cóm o el racism o, el clasism o y el
heterosexism o se (re)p rod u cen violentam ente en nu estra cotid ianeid ad , y
evitar la salid a fácil d e fijar a priori u na exclu sión p rim aria. Porqu e au nqu e la
h om ofobia es u n a op resión violen ta en n u estra socied ad h eterosexista, y
la transfobia tod avía m ás, se ad op tan y son vivid as su bjetivam ente d e form as
m u y d iferentes en fu nción d el género, la clase social, la cond ición ru ral o
u rbana, el tener o no tener p ap eles, o estu d ios, o resu ltar m ás o m enos
vu lnerable a m ú ltip les interp elaciones racistas. En ocasiones, la hom ofobia
p u ed e constitu irse en el trasfond o no m arcad o d esd e el qu e se exp erim enta el
racism o o la am enaza constante d e ser exp u lsad o d e u n p aís —tal y com o nos
d escribe Encarnación Gu tiérrez en su texto—. Por eso, lo queer no d ebe anu lar
las d iferentes d iferencias y las im p licaciones vitales qu e su p onen; y p or eso
d ebem os estar m u y atentas a tend encias hom ogeneizad oras sexistas y racistas
sobre quién es p ercibid o com o su jeto referente d e lo queer y no p resu m ir u n
su jeto p olítico ya form ad o ni u na agend a p olítica establecid a y fija a priori.
Porque tenemos que abordar aquí y ahora la situación de un creciente
colectivo de transex, lesbianas y gais que han inmigrado al Estado español en
muchos casos como estrategia de supervivencia, quizá buscando un espacio no
tan hostil hacia lo «homo/trans», pero que se encuentran con una creciente
hostilidad hacia lo «otro extranjero/inmigrante». Y a su vez, considerar los
conflictos qu e em ergen en el p rop io reforzam iento id entitario d e las

24
Introducción

comunidades diaspóricas, que en una situación de vulnerabilidad por la


hostilidad hacia lo otro, refuerzan las fronteras de la identidad comunitaria,
excluyendo a aquellas personas que no reproducen férreamente la recreada
tradicionalidad de la identidad diaspórica con prácticas homóbofas y machistas.
Porque d ebemos estar alerta en relación con la utilización d e la homose-
xualidad, pero también de la homofobia,8 como mecanismos de denigración del
otro para justificar racismos y etnocentrismos; pero también alerta con respecto
d e la u tilización d el racism o com o d efensa frente a la lesbo/hom ofobia, lo qu e
no es sino u na form a d e hom ofobia racista qu e anu la y d enigra a gais y
lesbianas reconocid as com o p ertenecientes a «otras razas». Desactivar u n
régim en d e reconocim iento p or el cu al las id entid ad es se establecen com o
exclu sivas y exclu yentes: las p ersonas gais y lesbianas son blancas y
nacionales y las p ersonas inm igrantes son heterosexu ales.
Atend er en cad a caso al d esp liegu e concreto d e p osiciones y relaciones, y
a los d iferenciales d e p od er qu e los conform an, p orqu e no tenem os garantías
d e ocu p ar a priori u na p osición d e p rivilegio o d e exclu sión. N ecesitam os d ar
cu enta d e cómo ciertos cu erp os, ciertas relaciones y ciertos d eseos, en
contextos concretos p asan a ser m ás o m enos vu lnerables qu e otros. Así, u na
m u jer, blanca, eu rop ea, lesbiana p u ed e sentirse vu lnerable en u n contexto
m ascu lino y heterosexista inm igrante, y al tiem p o m antener el p rivilegio y la
segu rid ad d e su ciu d ad anía, y al tiem p o d esp legar u n com p ortam iento
racista, y al tiem p o ser exp lotad a en u n trabajo p recario.
Porqu e el heterosexism o, el clasism o, el racism o y el etnocentrism o se
refu erzan y se constitu yen m u tu am ente. Mientras escribim os estas líneas, el
resp etable p eriód ico El País se lu cra p u blicand o en su s p áginas u n anu ncio
p u blicitario bajo el reclam o «¡Alerta!», d ond e se insta al rechazo d e la ley d e
m atrim on ios h om osexu ales p orqu e, si se ap ru eba, «el sid a y otras
enferm ed ad es d e origen hom osexu al p roliferarán» y p orqu e «gays d e tod o el
m u nd o bu scarán refu gio en Esp aña» (El País, 25 d e m ayo d e 2005: 8). Com o
señalan Sejo Carrascosa y Fefa Vila en su artículo, «el sid a ha sid o y sigue
siend o, el gran reto que nos ha confrontad o a cad a una d e nosotras con la
homofobia, el racismo, el sexismo y el clasismo, en el mismo corazón d e las
socied ad es occid entales, y d e los países más ricos y pod erosos d el planeta». A
esta homofobia que sigue asociand o irresponsablemente d icha enfermed ad con
los gais varones,9 se le añad e el sexismo en la investigación que ha hecho que

8 El 6 d e m ayo d e 2002 fu e asesinad o el p olítico holand és Pym Fortu yn qu e hizo d e la


contrap osición forzad a d e hom osexu alid ad e Islam u no d e los p u ntos fu ertes d e su agend a
p olítica. Partiend o d e p arad igm as tan p robad am ente eu genésicos com o el d arw inism o
social, el m althu sianism o, o la antrop ología organicista, d eclaraba qu e el Islam era u n
p eligro p ara «nu estro» occid ente «su p u estam ente» m ás avanzad o en m ateria social. Su s
d erechos ilu strad os estaban en p eligro. Fortu yn p retend ía establecer u na p olítica gay d entro
d e u n esp acio no abyecto qu e le p osibilitara el acceso a u na ciu d ad anía d e p rim era d ejand o
atrás aqu ellos d iscu rsos qu e lo hacían no ap to p ara ostentar la jefatu ra d e u n Estad o. Pero,
¿no será acaso el neoliberalism o u n sistem a asép tico d e hom ofobia?: p ara Fortu yn «gay» era
u n valor occid ental, u n triu nfo d e occid ente, qu e habría qu e salvagu ard ar frente al p eligro
d e cu ltu ras su bd esarrollad as qu e am enazaban «nu estro» welfare.
9 Es d e sobra conocid o p or tod as el d iscu rso en el qu e se igu ala sid a a hom osexu alid ad y
m u erte. El 13 d e febrero d e 2005 las au torid ad es d e salu d p ú blica d e EE UU alertaban d e la
ap arición en N u eva York d e u na nu eva cep a d e VIH esp ecialm ente agresiva encontrad a en

25
El eje del mal es heterosexual

apenas existan estud ios sobre el tratamiento d el sid a en mujeres. Pero ad emás
los med ios han representad o a la respetable mujer blanca, heterosexual y
casad a como «víctima» pasiva d el sid a y a la «mala» mujer inmigrante,
prostituta o d rogad icta como la portad ora y transmisora d el virus. Otro
ejemplo d e las complejas interacciones entre id eologías racistas, heterosexistas
y coloniales, d enunciad o por Cheryl Chase en su texto, son las implicaciones
coloniales d e la enorme d iferencia entre la atención med iática y la crítica moral
hacia la ablación genital femenina en África y la ind iferencia ante la mutilación
genital intersexual institucionalizad a y legitimad a méd icamente en occid ente:
si bien ambos procesos cumplen funciones sociales semejantes —normalizar a
las personas para su vid a hetero-sexual y su normalización vía matrimonio—,
uno es d escrito como un prod ucto resid ual d e una socied ad atrasad a y el otro
se presenta como parte d e una retórica d e progreso d ond e la técnica nos ofrece
la promesa d e trascend encia d e los límites naturales.
Desd e d iversas exp erien cias d e vu ln erabilid ad n o equ ip arables n i
asim ilables; d esd e ser interp elad as y violentadas como abyectas; desde la
hipervigilancia de espacios propios e impropios; desde los aprendizajes de cómo
aparentar y «pasar por» géneros y/o nacionalidades como estrategias de
supervivencia; desde la experiencia de habitar las fronteras geográficas d e los
cu erp os, las nacionalid ad es y los d eseos; d esd e el conocim iento d e qu e
nu estras d iferentes d iferencias im p ortan y qu e hay qu e d ar cu enta d e ellas;
qu erem os p roliferar en en cu en tros p rom iscu os qu e n o elu d an estas
com p lejid ad es constitu tivas, ni su s contrad icciones y conflictos.

«Tres manzanas cayeron del cielo: una para nosotras, otra para las que inician el
tránsito y la tercera para las que nos acompañan....»

Mad rid , Ju nio 2005


Carlos Bargu eiras Martínez,
Silvia García Dau d er,
Carm en Rom ero Bachiller
GtQ-Mad

u n p aciente hom osexu al, qu e m antenía m ú ltip les relaciones sin cond ón —hem os d e sobre–
entend er qu e con d iferentes p ersonas—, al tiem p o qu e u saba m etanfetam inas en form a d e
cristales... Pero, ¿d ónd e resid e la au téntica noved ad científica d e esta noticia? Cu alqu ier
m anu al sobre sid a nos exp lica cóm o el viru s qu e cau sa la enferm ed ad es cap az d e m u tar m il
m illones d e veces en u na sola p ersona en el esp acio d e veinticu atro horas. Lu ego ¿la
noved ad es qu e segú n u n d iscu rso heterocentrad o u n cu erp o hom osexu al es el topos id eal
d ond e p u ed e alojarse la qu intaesencia d e la m u erte? ¡Menu d a noved ad !

26
Introducción

Flyer-GtQ, Ju nio, 2005. Intervención contra la m anifestación


hom ófoba qu e tu vo lu gar en Mad rid el 18 d e ju nio d e 2005
bajo el lem a «la fam ilia im p orta». (Original en color).

Intervención d e GtQ en la m anifestación d el «orgu llo»,


Mad rid 2003.
Referencias bibliográficas

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Disponible en http://www.antagonismogay.org/modules.php?name=News
&file=article&sid=38.

27
Desde los márgenes

1. Desde los márgenes


Prácticas y representaciones de los grupos
queer en el Estado español
Gracia Trujillo Barbadillo
El movimiento qu eer es anti-institucional con una crítica a la
normalización: uno/a no tiene que volverse normal para
convertirse en alguien legítimo.
Ju d ith Bu tler
Contrap ortad a De un Plumazo, nú m ero 5 ,
La Rad ical Gai, Mad rid , 1995.

1. De la injuria y la exclusión

Queer es u n insu lto, u n térm ino cargad o d e estigm a. Corresp ond e a lo qu e no


se aju sta a la norm a sexu al, lo qu e es raro, extraño, d esviad o: en castellano
trad u cciones com u nes son m arica o bollera. Ad em ás, queer hace referencia a
u n conju nto d e teorías y p rácticas p olíticas.1 El activism o queer su rge a finales
d e los años ochenta en el seno d e com u nid ad es com o las lesbianas chicanas
d e California o las lesbianas negras,2 qu e se rebelan contra su «extranjería» no

1 H a existid o u n intercam bio constante entre teoría(s) y p olítica(s) queer, lo qu e ha p erm itid o
d esd ibu jar los lím ites entre u nas y otras e ir m ás allá d e la concep ción binaria d e estos d os
ám bitos d efinid os u no p or exclu sión d el otro. El térm ino teoría queer ap arece en 1991 en u n
artícu lo d e Teresa d e Lau retis en el nú m ero 2 d e la revista Differences en el qu e d enu nciaba
qu e los «estu d ios d e gays y lesbianas» se habían «integrad o» d em asiad o cóm od am ente en la
Universid ad , y ad em ás se p regu ntaba p or el p ap el d e los estu d ios lésbicos en ese conju nto
u nid o p or u na «y». De Lau retis d efend ía qu e era necesario qu e este tip o d e estu d ios realizara
u na reflexión teórica m u cho m ás crítica y m ás atenta a las d iferencias d entro d e la
com u nid ad fem inista y gay (d e orientación sexu al, d e sexo, d e raza, d e clase social...). La
teoría queer, en la exp resión qu e u tilizó ella entonces (y qu e en 1994 criticaría en la m ism a
revista p or haberse convertid o en algo «vacío»), qu e m ás qu e u na teoría entend id a com o
corpus acabad o es u n conju nto d e teorías o estu d ios en form ación, va a p roblem atizar no sólo
los esp acios p olíticos d el m ovim iento d e gays y lesbianas sino tam bién el ám bito d e los
estu d ios acad ém icos d e gays y lesbianas. Ricard o Llam as (1998) p rop u so el térm ino teoría
torcida com o p osible trad u cción d el vocablo inglés queer theory sigu iend o la etim ología latina
d el térm ino (torquere). Para u na exp loración d etallad a d el térm ino se p u ed en consu ltar, entre
otras, Ju d ith Bu tler (1993/2002: 313-339) y Ju an Vicente Aliaga (2000).
2 Referencias clave son los trabajos d e lesbianas chicanas como Gloria Anzald úa y Chela
Sand oval y los d e feministas lesbianas negras como Barbara Smith y Aud re Lord e, entre otros.
Véase el libro d e Anzald úa Borderlands/La Frontera: The New Mestiza (1987) en el que habla d e
la «nueva mestiza» que se encuentra en la intersección d e d iferentes culturas e id entid ad es, y
la antología coed itad a con Cherrie Moraga This Bridge Called My Back: Writtings by Radical
Women of Color (1981). De las feministas lesbianas negras véase Gloria H u ll, Bell Scott y

29
El eje del mal es heterosexual

sólo de la cultura dominante sino del propio movimiento de gays blancos y de


clase media que decía representarlas. Las minorías sexuales excluidas por pobres,
por negras, por seropositivas, por plumeras..., siguiendo la estrategia política del
autonombramiento para adelantarse a la injuria,3 se apropian del término y lo
utilizan como reivindicación de su ser desviado y dicen somos bollos, maricas,
transexuales, osos, transgéneros, intersexuales, sadomasoquistas... somos queer.
El término queer4 es un término paraguas que pretend e englobar a tod as
estas d isid encias sexuales. Supone una ruptura (auto)crítica, d esd e d entro
pero d esd e los márgenes, d el movimiento d e gays y lesbianas y su d efensa d e
la norm alización e integración d e las minorías sexuales. Este capítulo analiza
qué acciones y representaciones llevan a cabo los grupos políticos queer en el
Estad o español; en concreto, qué tipo d e imágenes utilizan para representarse
a sí m ism os y por qué. La organización d el capítulo es la siguiente: a
continuación analizo qué contestan los grupos queer d e la cultura d ominante y
d el d iscurso «gay y lésbico». En el tercer apartad o incluyo algunos ejemplos d e
cómo resisten: qué representaciones y mirad as propias contraponen a las
existentes. El cuarto está centrad o en el estud io d e d os casos concretos d e
representación queer: una performance d e drag-kings y una acción crítica con el
d ocumento nacional d e id entid ad que constituye un ejemplo d e lo que
pod íamos d enominar «activismo transversal». En el quinto y último concluyo
mostrand o que la representación queer va m ás allá d e lo m eram ente artístico o
estético, abriend o nuevos espacios d e contestación, provocación y visibilid ad
a las m inorías sexuales que irrumpen con cuerpos, d eseos y placeres en el
ám bito d e la práctica política y acad émica (d e los «estud ios d e la mujer» o
«estud ios d e género»). Estas minorías reclaman representarse a sí mismas en
lo que constituye un ejercicio d e contestación rad ical frente a la normalización
e integración d el movimiento d e gays y lesbianas y frente al régimen d e
silencio e invisibilid ad d e la cultura d ominante en relación con tod o lo que se
escapa d el coto d e la «normalid ad » sexual. Mostraré, asimismo, que lo queer no
es sólo un prod ucto importad o d el exterior, sino que las múltiples influencias,
tránsitos y éxod os d e los que bebe se trad ucen, se articulan, y se reformulan en
–al tiempo que problematizan– el espacio y la política local.

Barbara Sm ith, All the Women are White, All the Black Are Men, But Some of Us Are Brave: Black
Women´s Studies (1982), u na p rovocación a las fem inistas blancas p ara qu e se interrogu en
sobre su s actitu d es racistas, y Sister Outsider (1984), d e Au d re Lord e.
3 Un interesante análisis d e la injuria –real o potencial– como elemento d esvalorizad or
omnipresente en la vid a d e los gays y las lesbianas se encuentra en Did ier Eribon (2001: 55- 67).
4 Resp ecto a la u tilización d el térm ino queer en inglés (com o ad jetivo y tam bién com o verbo:
to queer) hay qu e señalar qu e u no d e los rasgos qu e lo hace interesante es qu e inclu ye tanto
al m ascu lino com o al fem enino y p erm ite reflejar la d iversid ad d e las d enom inad as
sexu alid ad es p eriféricas (los trans, las bollos, los m aricas, y tod o lo «rarito»), au nqu e
tam bién se ha señalad o la p osible d esp olitización d e esa inclu sivid ad sem ántica, y el p eligro
d e ap rop iación fu era d e las m inorías sexu ales qu e su fren la op resión social («no tod os som os
queer»). Queer, ad em ás, p ierd e fu era d el contexto anglosajón el tono rad ical d el térm ino.
Tam bién hay qu e ap u ntar qu e, en ocasiones, el térm ino queer se ha trad u cid o ap resu rad a (e
interesad am ente) com o «m arica», cu and o d e esta m anera no sólo p ierd e ese carácter m ás
inclu sivo d el térm ino en inglés, sino qu e ad em ás no se hace ju sticia a la d eu d a qu e el
activism o y la crítica queer tienen con la teoría y la p ráctica p olítica fem inistas. Sobre esta
interesad a trad u cción, véase la anotación qu e hace Beatriz Su árez, en Xosé Bu xán (1997: 270).

30
Desde los márgenes

El análisis está centrado, por lo


tanto, no en lo que los grupos
dicen (el denominado «análisis
del discurso») sino en lo que
los grupos hacen (las acciones y
representaciones que llevan a
cabo).5 Este artículo utiliza
literatura secundaria sobre la
teoría y el activismo queer y el
análisis de fuentes primarias
(las imágenes de grupos signi- «Es-cu ltu ra Lesbiana» d e la serie fotográfica «Es-cu ltu ra
ficativos:6 carteles, fanzines, pan- Lesbiana», LSD, Mad rid , 1995. (Original en B/N ).

fletos, manifestaciones y actos que han influido o que son importantes d esd e el
p u nto d e vista d e la rep resentación), si bien, p or cu estión d e esp acio, inclu yo
aqu í sólo algu nos ejem p los. Finalm ente, este cap ítu lo p retend e ser u na
ap ortación al análisis d e la p ráctica y las rep resentaciones p olíticas queer,
resp ond iend o a la necesid ad existente d e estu d iar, archivar y reflexionar
sobre la p rotesta queer qu e se viene d esarrolland o en el Estad o esp añol d esd e
p rincip ios d e los años noventa.

2. Identidades en fuga

Las «m u ltitu d es queer» (Preciad o, 2003) ap arecen en escena con u na serie d e


interrogantes sobre las p recond iciones d e la id entid ad (qu é elem entos hay
qu e tener p ara ser consid erad a, p or ejem p lo, u na «m u jer») y su s efectos (a
qu ién inclu im os y a qu ién d ejam os fu era d e esa etiqu eta id entitaria).7 El
activism o queer no sólo cu estiona qu e la acción p olítica tenga esa base
«natu ral» y estable (ser «gay», ser «transexu al»), sino qu e va m ás allá inclu so
d e la d efensa d e la m era «d iferencia» d e los gays y las lesbianas y d e la
«tolerancia» hacia ellos. Los gru p os queer rom p en el d eterm inism o id entitario,
qu e había sid o necesario en su m om ento p ara la m ovilización, y se rebelan
contra la concep ción d e las id entid ad es com o algo inam ovible y contra las
relaciones d e p od er qu e se establecen en el seno d e esas id entid ad es;

5 Un interesante análisis sobre cóm o los m ed ios d e com u nicación rep resentan a gays,
lesbianas y transexu ales alim entand o los estereotip os y los p reju icios y u tilizánd olos com o
«carnaza m ed iática» se p u ed e encontrar en Llam as (1997). Sobre rep resentaciones artísticas
en torno al género y la sexu alid ad se p u ed e consu ltar el recorrid o qu e hace Aliaga a lo largo
d el siglo XX (2004).
6 LSD (Lesbianas Sin Du d a), la Rad ical Gai, Bollus Vivendi, KGLB (Colectivo d e Gays y
Lesbianas d e Bu rgos) y GtQ-MAD (Gru p o d e Trabajo Queer d e Mad rid ).
7 La filósofa francesa Moniqu e Wittig (1992) llam ó la atención sobre la id ea d e qu e las
categorías «m u jer» y «hom bre» no son verd ad es fu nd acionales sino tan sólo «form aciones
im aginarias», qu e ad em ás sitú an a las m inorías sexu ales en p osiciones su bord inad as. Desd e
el fem inism o queer (tam bién d enom inad o p ost fem inism o queer), teóricas, com o las
m encionad as chicanas y negras, o Ju d ith Bu tler, Teresa d e Lau retis y Ju d ith H alberstam ,
entre otras, han realizad o u na crítica d el su jeto u nitario d el fem inism o: m u jer blanca, d e
clase m ed ia y heterosexu al. Es interesante, en este sentid o, la sim ilitu d entre la relación
crítica qu e su p one el térm ino women of color y queer.

31
El eje del mal es heterosexual

d efiend en, en cam bio, u na visión d e las id entid ad es com o afinid ad es d el


«aqu í y ahora» m ás qu e com o esencias inm u tables e incontam inables.8 Com o
señala Teresa d e Lau retis (1995) citad a en Mongrovejo (2000:159):

Algunas lesbianas «siempre» han sido lesbianas. Otras, como yo, han «devenido»
lesbianas. Tanto construcción sociocultural como efecto de las primeras experiencias de la
infancia, la identidad sexual no es innata ni simplemente adquirida, sino dinámicamente
reestructurada por específicas formas histórica y culturalmente hablando.

Ad em ás d e la crítica a las p olíticas id entitarias p or lim itad oras, los gru p os


queer arrem eten contra esa sección norm alizad ora d el m ovim iento d e gays,
lesbianas, y transexu ales, antes m encionad a, qu e ha p rom ocionad o la id ea d e
la d isolu ción d e las categorías sexu ales (son sólo «p rácticas») y d e qu e la
id entid ad gay y lésbica es algo inexistente.9 Otros gru p os se sitú an en el p u nto
interm ed io y d efiend en las id entid ad es com o m era estrategia.10 Ante estos
p osicionam ientos, las «m u ltitu d es queer» van a com binar las estrategias hip er-
id entitarias o d iferenciad oras con las p ostid entitarias o críticas con las
id entid ad es fijas (Preciad o, 2003: 5). En otras p alabras, los su jetos queer se
m u even entre m ostrar su s rarezas y no m ostrarlas, entre ser visibles en
ocasiones y no en otras, «ap arecer» en acciones p u ntu ales (frente a las
p osiciones m ás integrad oras qu e d efiend en la visibilid ad «a tod a costa» com o
estrategia p olítica). Ser queer su p one, a fin d e cu entas, estar en fu ga constante
d el ser nom brad os, id entificad os, controlad os p or el sistem a.
Las p olíticas y la crítica queer no sólo se m ovilizan en torno a la existencia
d e otras id entid ad es sexu ales sino tam bién se centran en cóm o gru p os d e otras
razas, clases sociales, nacionalid ad es, etc. viven y gestionan d eseos y p laceres
sexu ales d istintos a la norm a heterosexu al. De esta m anera, u na d e las críticas
queer a la d enom inad a p olítica d e la id entid ad se refiere a qu e ésta p rivilegia
a los qu e la sexu alid ad les su p one su «m arca» p rincip al; este sería el caso, p or
ejem p lo, d e los hom bres blancos gays (Du ggan, 1998:566). En este sentid o, la
crítica d e las lesbianas a su exclu sión en los colectivos «gays» fu e cru cial en el
su rgim iento d el m ovim iento queer;11 a ésta hay qu e añad ir los conflictos
id eológicos y organizativos entre las p rop ias lesbianas,12 y la incap acid ad d el

8 Estos d ebates sobre la cu estión d e las id entid ad es y sobre cu áles son las estrategias m ás
eficaces p ara la transform ación social se han p rod u cid o tam bién en círcu los p ostcoloniales,
p ostestru ctu ralistas y fem inistas. Desd e esta literatu ra se ha cu estionad o d e igu al m anera la
noción d e u na id entid ad fija no sólo p orqu e se trate d e u na ficción p revia a la m ovilización
sino p orqu e crea exclu siones d e los su jetos qu e d ice rep resentar.
9 En el caso esp añol, la Fu nd ación Triángu lo es el m áxim o exp onente d e la d efensa d e la
au sencia d e u na id entid ad gay y lésbica d iferenciad a y d e la crítica al «com u nitarism o». La
p osición d e este gru p o se p u ed e consu ltar en Sánchez, Migu el Ángel y Ped ro A. Pérez (2000).
10 Sobre la utilización de las identidades como estrategias políticas véase Mary Bernstein (1997).
11 De la m ism a m anera qu e había su ced id o con el fem inism o. Las lesbianas qu e se rebelaron
contra los estánd ares d e p u reza d el m ovim iento (sobre tod o las lesbianas S/M y las butch-
femme) encabezaron la corriente d enom inad a p ro-sexo, ju nto a heterosexu ales «liberad as»
sexu alm ente y a m u jeres cercanas al fem inism o rad ical clásico (Ru bin, 1993).
12 En Estad os Unid os, muchas lesbianas se unieron, d urante los conflictos en torno a la
p ornografía (las llam ad as sex wars), a los gru p os queer al no sentirse id entificad as
id eológicamente con el d iscurso d el lesbianismo feminista, que era «[a]nti sexo, anti gays, d e

32
Desde los márgenes

m ovim ien to d e gays y lesbian as d e


hacer frente a la crisis d el SIDA (Llam as,
1998). Gru p os qu e su rgen en Estad os
Unid os (y se extiend en p osteriorm ente
p or Eu rop a) en los años noventa com o
las Lesbian Avengers,13 ACT UP,14 Queer
Nation y las Radical Furies d efiend en, en
m om entos p u ntu ales, la u nión en la
p rotesta d e gays y lesbianas, la acción
d irecta cargad a d e p rovocación (la
estrategia in your face, en tu cara) contra
la hom ofobia y la invisibilid ad d e las
m in orías sexu ales,15 la d en u n cia d el
silencio y d e la d esid ia p olítica ante el
SIDA y la integración d el antirracism o,
el antisexism o y el anticlasism o en la Manifestación contra el ejército y p or la Insu m isión.Gai
Intervención d e La Rad ical
y d e LSD, Mad rid , 1994
p rotesta y la m ovilización. En el Estad o
esp añol, su rgen casi d e m anera contem p oránea en la p rim era m itad d e los
años noventa d os d e los gru p os m ás significativos d el activism o queer: LSD
(Lesbianas Sin Du d a) y la Rad ical Gai, qu e establecen conexiones con estos
gru p os en Estad os Unid os, Inglaterra y Francia.

3. Las minorías queer resisten y cómo

Los gru p os queer esp añoles van a cu estionar las rep resentaciones, los esp acios
y los d iscu rsos norm ativos sobre las m inorías sexu ales, haciend o hincap ié en
la necesid ad p olítica d e nom brarse, «contarse» y rep resentarse a ellos y a ellas
m ism as. Frente al lengu aje norm ativo, u tilizan la au tod enom inación qu e se
ad elanta al insu lto com entad a antes (el fanzine d e LSD se llam aba Non Grata).
Frente a las rep resentaciones, d e, p or u n lad o, la cu ltu ra d om inante cargad a
d e p u ritanism o, p reju icios o «tolerancia» hacia las m inorías sexu ales, y, p or

clase med ia, blanco y homogeneizad or. Rehusaron la categoría “lesbiana” y ad optaron
“queer ” como marca d e separación d e tal política, como d istintivo d e su d isid encia id eológica»
(Duggan y H unter, 1995: 14). A este respecto, véase también Smyth (1992). En el caso español
en los años noventa se d a una d inámica muy similar, exceptuand o la d iferencia racial.
13 Gru p o lésbico d e acción d irecta. La escritora y activista Sarah Schu lm ann, u na d e su s
fu nd ad oras, ha com p ilad o la inform ación sobre el colectivo en My American History (1994).
14 AIDS Coalition to Unleash Power, cuya vertiente artística se llamó Gran Fury. ACT UP se creó
en Nueva York en 1987 y extend ió a otras ciud ad es estad ounid enses y europeas (en concreto
a París, en 1989) su triángulo rosa y sus carteles y eslóganes d emoled ores (Silencio = Muerte,
Acción = Vid a). Sobre la «histeria» d el SIDA en Estad os Unid os y la creación d e ACT UP véase
Schulmann (1994). Sobre ACT UP-París, se pued en consultar los textos recogid os en la
excelente compilación sobre la pand emia d el SIDA d e Ricard o Llamas (1995: 249-281).
15 Uno d e los eslóganes m ás conocid os y qu e hace referencia a la visibilid ad es el d e Queer
Nation, gru p o cread o en N u eva York en 1990 (lu ego se extend ería a Chicago y San Francisco;
en Lond res el gru p o se llam a OutRage) qu e p roclam a: We are here, we are queer, get used to it
(«aqu í estam os, som os queer, ve acostu m bránd ote»).

33
El eje del mal es heterosexual

otro, d e u n m ovim iento d e gays y


lesbianas qu e bu sca la integración
social y la obtención d e d erechos —
y qu e p resenta, en general, u na
im agen norm alizad ora, integrad ora,
p u lcra, asexu ad a, hom ogeneizad ora
d e la d iversid ad sexu al— los gru p os
queer sacan a la palestra la multi-
plicidad de prácticas y cuerpos que
reclam an su esp acio y cu estionan la
heterosexualidad como norma obli-
gatoria y régimen político (Rich, 1980;
Wittig, 1992). En la exposición de LSD
titulad a «Es-cultura lesbiana»16 el
«Es-cu ltu ra Lesbiana» d e la serie fotográfica «Es-cu ltu ra Lesbiana», LSD, Mad rid ,
1995. (Original en B/N ).
cuerpo bollero irrumpe en escena, sin
necesid ad d e vistos bu enos, com o
cu erp o d isid ente y orgu lloso qu e reivind ica
p laceres d iversos (y p erversos) al m argen d e la
norm a y el control heterosexu al. LSD p resenta
aqu í u na m irad a p rop ia cargad a d e su bversión
en torno a los d eseos y p laceres lesbianos, qu e
tran sgred e las rep resen tacion es p revias d el
lesbianism o fem inista (hom ogenei-zad oras y no
sexu alm ente exp lícitas) y las d irigid as a un
público heterosexual masculino (lesbianas hiper-
sexuales con looks muy femeninos). Las imágenes
queer suponen un giro radical: son esa irrupción de
cuerpos con múltiples deseos, sujetos y sexua-
lid ad es invisibles que interpelan a esas otras
miradas y discursos sobre sí mismos.
El colectivo Bollus Vivendi realiza una parodia
de esa representación de la sexualidad lesbiana para
los heterosexuales masculinos con una imagen de
dos muñecas barbies en posición erótica. La imagen
pone en evidencia el «montaje» de la pornografía
destinada a los hombres heterosexuales, lesbianas
hipersexuales con aspecto cuasi felino (o mejor, de
mujeres heterosexuales que hacen de lesbianas), al
tiempo que realiza un guiño a la mirada bollera y a
las relaciones eróticas (y políticas) butch-femme
entre lesbianas; en este caso serían dos femmes
Portad a d el fanzine «Bollu s Vivend i», nú m ero 4,
Mad rid , abril, 2001. cuyo d eseo es autónomo d e la mirad a ajena
heterosexual.17

16 Exp osición fotográfica qu e se realizó en los m eses d e ju nio y ju lio d e 1995 en el bar La Lupe
y p osteriorm ente en El Mojito d entro d e u na cam p aña d e acción y visibilid ad d e LSD. Ver
Non Grata, ju nio y ju lio d e 1995.
17 Sobre las relaciones eróticas butch-femme entre lesbianas u no d e los m ejores textos es el d e
Joan N estlé, «The Fem Qu estion», en Vance (ed .) (1984).

34
Desde los márgenes

Las representaciones queer cuestionan la «normalid ad » que construye a las


minorías sexuales como extrañas y d esviad as, jerarquizand o las sexualid ad es
en niveles d e respetabilid ad y visibilid ad (Rubin, 1993: 279). Las minorías queer
se rebelan contra esta jerarquía sexual que estructura el sexo como «bueno»
(normal, natural, salud able) y «malo» (anormal, antinatural, patológico), y
establece entre ambos extremos una serie d e fronteras sexuales que marcan la
virtud y el vicio, el ord en sexual y el d epravad o caos. Como señala Gayle Rubin
(1993), en el bord e d e la respetabilid ad están las parejas estables gays y
lesbianas, seguid os en el d escenso hacia el sexo «malo» por los gays y lesbianas
promiscuos, hasta llegar a los niveles más bajos de la jerarquía sexual, los más
estigmatizados: prostitutas, travestis, transexuales, sadomasoquistas, fetichistas,
etc. La importancia de esta jerarquía reside en que la heteronormativid ad no sólo
necesita d e las d esviaciones para existir (Sed gw ick, 1998) sino que se refuerza
una y otra vez a través d e penalizaciones a lo «rarito» (Butler, 1990). Como
apunta Beatriz Suárez:

Quienes practican las formas d e sexualid ad bien consid erad as reciben como
recompensa la respetabilid ad , la legalid ad , la visibilid ad y la libertad d e expresión y
d e actuación, la movilid ad física y social, el reconocimiento d e su salud mental y el
apoyo institucional. La d isid encia sexual se castiga con la presunción d e enfermed ad
mental, con la ausencia d e respetabilid ad , la invisibilid ad , la criminalid ad , la pérd id a
d e apoyo institucional y las sanciones económicas (1997: 262).

N o hay qu e olvid ar qu e en nu estro p aís travestis, gays, lesbianas y


transexu ales han sid o consid erad os «p eligrosos sociales», su scep tibles d e
incu rrir en d elito d e «escánd alo p ú blico», hasta hace relativam ente p oco.18
«Peligrosas» y «escand alosas», queer, en d efinitiva, son ese conju nto d e
sexu alid ad es «m alas», las tam bién d en om in ad as «p eriféricas» o
«d isid entes», relegad as a la invisibilid ad y a los m árgenes. Y a p artir d e los
ochenta tam bién «enferm as», «contagiosas», víctim as (¡y cu lp ables!) d e la
p and em ia d el SIDA, su p ervivientes en u n contexto extrem ad am ente
hom ófobo. El SIDA (y el outing) son d os elem entos clave p ara entend er el
activism o queer en el Estad o esp añol (com o había su ced id o tam bién fu era),
qu e en gran p arte su rge com o resp u esta rad ical y llena d e rabia a la crisis
d e la p and em ia y qu e va a anim ar la colaboración entre bolleras y m aricas.
El SIDA es u rgente, exige movilizarse, establecer redes, trabajar en la

18 La Ley d e Rehabilitación y Peligrosid ad Social (LPRS) convirtió en «p eligrosos sociales»


al conju nto d e las m inorías sexu ales. El régim en franqu ista no p enalizaba exp resam ente la
hom osexu alid ad , p ero existían tres form as d e p ersegu irla legalm ente: la LPRS, el d elito d e
escánd alo p ú blico (art. 431 d el Cód igo Penal), y el Cód igo d e Ju sticia Militar, si bien este
ú ltim o era sólo ap licable a las p ersonas integrantes d el cu erp o m ilitar. La LPRS venía a
su stitu ir a la Ley d e Vagos y Maleantes d e 1954, qu e, a su vez, era hered era d e la instau rad a
d u ran te la Segu n d a Rep ú blica, en 1933 (qu e n o in clu ía a los «h om osexu ales»).
Anteriorm ente, la Dictad u ra d e Prim o d e Rivera sí había sancionad o legalm ente la
hom osexu alid ad en el Cód igo Penal. La LPRS no fu e d erogad a hasta 1979. El d elito d e
escánd alo p ú blico se m antu vo hasta 1988. Sobre la LPRS se p u ed en consu ltar, entre otros,
Lóp ez Linaje (1977) qu e inclu ye los testim onios d e los «p eligrosos sociales», De Flu viá (1978)
y Pérez Canovas (1996).

35
El eje del mal es heterosexual

prevención, y denunciar la pasividad de las instituciones


y de grupos «gays» como el COGAM (creado en 1986),
que se encontraba paralizado en una respuesta prudente:
el SIDA no es más que homofobia, no hay que hacer
nada. La Radical Gai, surgida de una escisión del
COGAM en 1991, plantará cara a la situación (in your
face) tal y como hicieron otros grupos como ACT UP en
Nueva York o París.

El SIDA coloca en primera línea los cuerpos, los


enfermos y los sanos, que pasan a ser un auténtico
campo de batalla, como había sucedido con el aborto en
los años ochenta.19 Estos cuerpos ponen en entredicho los
límites de la «identidad gay»: en los carteles, fanzines y
representaciones acerca d el SIDA (com binación d e
imagen y textos en tono de denuncia), los entonces
denominados «grupos de riesgo» como las prostitutas, y
los yonkis, aparecen junto a los maricas (y las bolleras).
Las lesbianas de LSD harán también campañas de
Cartel d e La Rad ical Gai, Prim ero d e d iciem bre, Día prevención, al igual que sus compañeros gays («protege
internacional d e la lu cha contra el SIDA, Mad rid 1996. tu amor del SIDA») en un ejercicio de denuncia y de
visibilidad. Pero no sólo son los cuerpos los que están en
ese momento en primera línea, sino también los afectos y las alianzas político-
sexuales entre maricas, bolleras, transexuales, trabajadoras del sexo y otros grupos
de estas «multitudes». En este contexto, LSD y la Radical Gai llevaron a cabo una
estrategia de alianzas y acciones puntuales, como las realizadas durante varios 1
de diciembre, Día Internacional del SIDA, contra la desidia política del Ministerio
de Sanidad respecto al tema.
Ante tanta hostilidad política y social, y ante el régimen de invisibilidad y
silencio, los grupos queer resisten. Intervienen como maricas, bolleras, travestis,
transexuales, etc., en su ámbito local, en los espacios y contextos políticos
heterosexuales de barrios como el madrileño de Lavapiés. Defienden que la

19 Barbara Kruger compuso la obra Your body is


a battleground (texto e imagen) en 1989 para
convocar una manifestación proabortista, en
un momento en el que la política del presidente
Bush (pad re) amenazaba este d erecho en
Estados Unidos. El cartel se puede ver en
Aliaga (2004: 82).
20 La concepción del poder de Foucault es uno
de los elementos centrales de la teoría y las
prácticas queer. El poder entendido, no como el
conjunto de instituciones que garantizan la
sujeción de los individuos, sino como una red
compleja de «relaciones de poder» susceptibles
de producirse en todas partes. El poder no se
Cartel d e LSD y La Rad ical Gai. Taller «Sexo segu ro y bollero»,
Jornad as Fem inistas d el Estad o esp añol, Mad rid , d iciem bre, 1993. adquiere sino que se ejerce y «donde hay poder
hay resistencia, y no obstante (o mejor, por lo
mismo), ésta nunca está en posición d e
exterioridad respecto del poder» (Foucault,
1976/1998: 116).

36
Desde los márgenes

práctica política queer no se sitúa en el afuera


político (en una posición separatista), al
entender que «los instrumentos de lucha
contra el régimen heterosexual provienen de
la heterosexualidad misma» (Bourcier, 2000:
15). Frente al poder, la estrategia no puede ser
la «huida» 20
al refugio separatista, sino la
resistencia. Entre la estrecha política
identitaria y los proyectos universalizad ores
(d e clase, d e nación, etc.), la política queer
defiende una acción sensible a los contextos
históricos y locales (Du ggan, 1995). El
objetivo era (y sigue siendo) problematizar y
cuestionar los espacios políticos y de ocio
heterosexuales locales (como Lavapiés), en
un momento (inicios de los años noventa), en
el que surgía el barrio gay d e Chueca, espacio
d e encuentro pero también d el d enominad o
«com ercio rosa». Lo qu e interesaba era
establecer u na red d e red es con los
colectivos con los que los grupos políticos
queer interaccionaban en Lavapiés, que a su
vez tam bién cu estionaban las d inám icas
establecidas en los espacios donde se movían,
como los okupas, grupos feministas, insu-
misos, asociaciones vecinales, etc. Los grupos Cartel «Insu m isión m arica», EGH AM, Bilbao, 1995.
queer se centran en estas micropolíticas desde los márgenes, que resisten a las
normas genéricas y a las prácticas sexuales hetero-normativas, sin una base
id entitaria homo-génea; renuncian a intervenir en los circuitos d e la «gran
política» trad icional (Bou rcier, 2000: 14 y 15).
En este sentido, una de las críticas más importantes de los grupos queer en el
Estado español va dirigida a un movimiento de gays y lesbianas posibilista que,
a partir de mediados de los años noventa, entra en la arena política tradicional,
reclamando la obtención de derechos como objetivo primordial. Para maricas y
bolleras queer, sin embargo, la crítica a la integración, la normalización, y la
respetabilidad, como elemento que afianza los valores de género tradicionales,
juega un papel central (Aliaga, 2000: 37). Los grupos queer españoles ponen de
esta manera en marcha unas representaciones (hiper)identitarias cargadas de
provocación y orgullo, que iban de la mano de un cuestionamiento de las
identidades «gay» y «lesbiana» y de las estrategias políticas existentes. Las
minorías sexuales queer toman el espacio público con un discurso sexual
explícito, que es, además, anticapitalista y antimilitarista.

4. Dos acciones y representaciones queer: el cuerpo como espacio político

21 FTM = Female to Male. H ace referencia a los transexu ales m ascu linos, en p roceso d e
cam bio a u n cu erp o m ascu lino. Ese cam bio p u ed e inclu ir horm onación y op eración d e
cam bio d e sexo, au nqu e esta segu nd a no tiene p or qu é p rod u cirse necesariam ente.

37
El eje del mal es heterosexual

Las imágenes d e los grupos queer


sacan a la lu z la p lu ralid ad d e
id entid ad es, com u nid ad es,
su bcu ltu ras, cu erp os d e punky
femmes, transgéneros, intersexuales,
drag-kings, ciborgs, FTM,21 lesbianas
m aricas, etc. en los qu e se inscriben
los cortocircu itos d e la m áqu ina
h eterosexu al, los «fallos» en la
cad ena sexo biológico - género -
d eseo - objeto d e d eseo - p rácticas
sexu ales. Frente a la id ea d e qu e la
m ascu linid ad y la fem inid ad son
id entid ad es sexu ales originales y la
hom osexu alid ad es u na im itación,
u na m ala cop ia, los y las queer
Fiesta-taller Drag-king, «N oche d e reyes», GtQ, Escalera Karakola, Mad rid , resignifican de manera paródica, a lo
5 d e enero, 2004. camp, estas identidades «originales».
Con esta resignificación salen d e los
m árgenes d e la cu ltu ra y d e la socied ad e intervienen con cód igos y
representaciones propias, en un proceso cargad o d e potencial subver-sivo. Los
gru p os queer beben d e la obra d e Bu tler (1990) y u tilizan su d efinición d e
género en térm inos d e performance p ara d esnatu ralizar la d iferencia sexu al: lo
m ascu lino y lo fem enino son m ascarad as, son actu aciones, no son natu rales,
son ap rend id as. Com p ortam ientos qu e se van ad qu iriend o al ser rep etid os
com o si fu eran casi u n ritu al. El género es u na performance y las p arod ias d e
género constitu yen actos corp orales su bversivos (Bu tler, 1990). Pero no sólo se
trata d e u na cu estión estética, d e u n qu ita y p on d e rop a y actitu d es d e m u jer
o d e hom bre, y ya está; la relación entre sexo y género es performativa (Bu tler,
1993/2002), es d ecir, sigu e u n gu ión cu ltu ral, y está norm alizad a d e acu erd o
al contexto (las reglas heterosexu ales).
La performance d e género d e u n drag-king no es u na m era rep resentación
escénica (p ara la qu e basta con u n bigote y u n traje), sino el resu ltad o d e u n
p roceso d e ap ren d izaje form ativo d eterm in ad o p or u n a serie d e
circu nstancias p ersonales, m ateriales y sociales.22 Si las acciones d e las drag-
queen p rod u cen risas o censu ras es p orqu e p onen d e m anifiesto los
m ecanism os p erform ativos, d e rep etición, a través d e los cu ales se p rod u ce
la ficción d e u na relación estable entre sexo y género (Bu tler, 1990). Si las
drag-queen p arod ian la fem inid ad entend id a com o «esencia» d e las m u jeres
(biológicas), los drag-kings al reírse d e la m ascu linid ad , evid encian la férrea
resistencia qu e existe en la cu ltu ra hegem ónica a acep tar la m ascu linid ad en
térm inos d e performance. La cu estión rad ica en qu e la m ascu linid ad , com o
con ven ción d e estilos qu e se p u ed e m an ip u lar, d escon textu alizar y
d eform ar p ara p rovocar efectos no p revistos, está asociad a al p od er
(H alberstam , 1998). La m ascu linid ad , en otras p alabras, es el estilo d el

22 Pensem os en el Ball room d e la p elícu la Paris is burning, u n baile qu e se celebraba en N u eva


York a m ed iad os d e los años ochenta, d ond e hom bres negros d e clase baja se vestían d e drag
queens y hacían de m u jer blanca, d e clase m ed ia, heterosexu al, etc. Esta p elícu la m u estra la
p rod u cción p erform ativa no sólo d el género sino tam bién d e la clase y d e la raza.

38
Desde los márgenes

p od er. Es cosa d e hom bres. Y al p od er no le gu sta qu e se rían d e él, y m enos


qu e lo tom en al asalto. En el Estad o esp añol, esa resistencia se refleja en la
p oca d ifu sión qu e la cu ltu ra drag-king ha tenid o hasta ahora. En los ú ltim os
años, sin em bargo, se han realizad o varios encu entros, fiestas y talleres d e
drag-kings.23 Los drag-kings, com o la cu ltu ra butch-femme, son revu lsivos queer
cargad os d e erotism o e irreverencia ante cierto fem inism o norm ativo (y
lesbófobo), ante u n lesbianism o fem inista horrorizad o en general ante las
plumas, los roles, los d ild os..., an te u n m ovim ien to «gay» p u lcro y
norm alizad or, y ante u na socied ad qu e insiste en ver a las m inorías sexu ales
com o sim p les cop ias d efectu osas d el m od elo heterosexu al.
La p ráctica p olítica queer tam p oco su rge d e la nad a. Com p arte con el
m ovim iento d e liberación gay d e los años setenta la creencia en la necesid ad
d e u na transform ación o liberación social a gran escala (Jagose, 1996: 43)
abriend o el esp acio a la d iversid ad d e cu erp os y p rácticas sexu ales. El
activism o d e estas «m u ltitu d es» es u n activism o transversal a las d istintas
op resiones y, d e esta m anera, lo queer no su p one tanto una id entid ad com o
u na interrogación crítica d e las id entid ad es, qu e son esp acios d e interacciones
com p lejas d e d iversas variables qu e inclu yen la clase, el género y la p ráctica
sexu al (Martin, 1993). La acción-rep resentación realizad a con el d ocu m ento
nacional d e id entid ad es u n ejercicio d e d es-id entificación queer y d e p arod ia
d e esa id entid ad inam ovible.
El cartel y el m anifiesto d el DN I (GtQ) cu estionan las d iferentes
«categorías» p resentes en el DN I (sexo, género, nacionalid ad , p arentesco,
etc.), evid enciand o los m ecanism os d e regu lación d e las id entid ad es y la
«natu ralid ad » y «estabilid ad » d e esas categorías. En la im agen ap arecen u n
conju nto d e nu evas ad scrip ciones p rom ovid as p or los «Misterios d el
Interior», m ás acord es con cu erp os, sexu alid ad es y p laceres encorsetad os en
m arcas id entitarias qu e les son ajenas (nació: sí; p rovincia: ciber-lab; sexo:
S/M; d irección: desviada; localid ad : en tránsito; p rovincia d e resid encia:
dildotopía....). Esta acción-rep resentación d enu ncia con acid ez cóm o u na
p equ eña tarjeta d e p lástico com o el DN I p rod u ce y controla, al tiem p o qu e
refu erza las m ú ltip les d ivisiones entre legales e ilegales, nacionales y
extranjeros, hom bres y m u jeres, m ascu lino y fem enino, etc. Divisiones qu e
conform an u na id entid ad fija qu e no p erm ite ningu na am bigü ed ad a los
su jetos, y qu e no es m od ificable. N o p od em os «red ecorar» librem ente

23 A este resp ecto, ver el artícu lo d e Beatriz Preciad o «Llegan los Reyes d e la cu ltu ra king»
en la revista Zero nú m ero 62 (2004): 72-74.

39
El eje del mal es heterosexual

Cartel d e GtQ «Alteración d el DN I», m anifestación d el «orgu llo», Mad rid , 2004.

A la memoria de Monique Wittig.


¿DNI?

Documento: resistiendo al archivo, al registro.


Nacional: resistiendo al estado nación.
Identidad: resistiendo a la identidad estable, natural.

DNIs alterados. El DNI condensa muchas de las formas de intervención del poder. Con su alteración
RESISTIMOS:

Al nombre propio y sus marcas de género. Resistimos a los biopoderes. Violencia cultural: resistimos
a las marcas. Violencia machista: 60 muertas en 2003. Violencia biológica transfóbica. Bio-lencia.
DNI=ADNi: no somos mariclones. Gestionamos y desmontamos el DNI: Dragking No Identificado.
Resistimos a la marca de género y sexo: nuestro sexo es S/M. Trabajamos nuestro culo. Resistimos a la
filiación, al padre y a la madre, a la pareja universal. ¿Matrimonio? ¡Trimonio! Resistimos a un poder
asesino, que condena a l@ migrantes a una muerte civil: la muerte civil es una forma de asesinato.
Resistimos a un sistema de asignación de identidad que no permite la gestión autónoma del género
ni del sexo. Cambio de sexo gratis ya. Resistimos porque hay cuerpos y políticas trans. El sexo es una
migración, somos migrantes en tránsito. Somos sextranjeros. Somos extrangéneros. Resistimos a lo
humano, a ser persona, sujeto o individuo. Nuestro sexo es protésico, cibernético, precario, múltiple.
Cuerpos que importan. Cuerpos que soportan. Cuerpos que sudan. Drogamos nuestros cuerpos, los
operamos, los hormonamos, los modificamos. Resistimos con cuerpos transfronterizos, abyectos,
sucios, raros. Resistimos al cuerpo médico-policial. Resistimos al poder globalizado: del GT8 al OGT8.
Resistimos al consumo rosa, a un 28 J de espacios acotados y privados. Bollera no es una marca, es un
desorden global. Mensaje en una Botella: resisitimos a la criminalización de l@s trabajador@s del sexo.
Combatimos la matriz heterosexual, la lesbofobia, la homofobia y la transfobia institucionales.
Okupamos los espacios de asignación de género y sexo, resistimos en los laboratorios: un desalojo
heterosexual, otra ocupación maribollo. Resistimos con multitudes y diásporas queer, con proliferación
d e id entid ad es: ciberbollos, osos, cam ioneras, drag king-kongs, p u nkifem m es, transgéneros,
intersexuales, maricones...

DESDRAMATIZANDONUESTROS DNIs

40
Desde los márgenes

To Monique Wittig, in memoriam


DNI? (National Identity Card)

National: resisting the nation- state.


Identity: resisting the stable, natural identity.
Card: resisting the archive, to be registered

Mod ified DN Is. DN I show s m any of the ways the p ower works. By m od ifiying it we RESIST:

Proper noun and its gender marks. We resist bio-powers. Cultural violence: we resist brands. Male
chauvinist violence: 60 women killed in 2003. Transphobic biological violence. Biolence. DNI=DNA:
we are not queer-clones. We manage and deconstruct DNIs: Dragking Not Identified (UFO:
Unidentified FaggOt). We resist gender and sex marks: our sex is S/M. We work our ass. We resist
kinship, father and mother, the universal couple. Wedding? Wetting! We resist a killer power, which
dooms migrant people to a civil death: civil death is a kind of murder. We resist a gender-assignation
system that does not allow an autonomous management neither of gender nor of sex. Free sex-change
now! We resist because there are trans bodies and politics. Sex is a migration, we are migrants in
transit. We are sextrangers. We are strangenders. We resist to be human, to be a person, a subject or an
individual. Our sex is prosthetic, cybernetic, precarious, multiple. Bodies that matter. Bodies that bear.
Bodies that sweat. We dope our bodies, operate them, hormone them, modify them. We resist with
trans-border, abject, dirty, queer bodies. We resist the police-medical body. We resist global power. We
resist gay consumerism, a Gay Pride in private and close(te)d spaces. Dyke is not a brand, it is a global
disorder. Message in a Bottle: we resist institutional harrassment of sex workers. We fight against the
straight matrix, the institutional lesbophobia, homophobia and transphobia. We squat gender and sex
assignation spaces, we resist in laboratories: a straight eviction, another queer squat. We resist with
queer diasporas and crowds, with a proliferation of identities: cyberdykes, bears, butches, drag king-
kongs, punkyfemmes, transgenders, intersexuals, faggots...

DNI FUCKING

41
El eje del mal es heterosexual Desde los márgenes

nu estros DN Is; p ero sí p od em os m antener u na vigilancia crítica resp ecto d e


las exclu siones qu e p rod u cen estas «categorías» ap arentem ente neu tras.

5. Queer como zona de posibilidades

En el Estad o esp añol, los gru p os queer, qu e su rgen d esd e p rincip ios d e los
años noventa, contestan y resisten al régim en norm ativo qu e los constru ye
com o «raros» y a las id entid ad es fijas d el ser «gay», «lesbiana» o «transexu al»,
a través d e rep resentaciones e im ágenes cargad as d e su bversión qu e abren el
esp acio a la irru p ción d e las «m u ltitu d es» queer. Las rep resentaciones queer
reflejan la d efensa d e u na concep ción hip erid entitaria y p erform ativa d e las
id entid ad es (qu e va d e la m ano d e la au tod enom inación orgu llosa d e bolleras,
m aricones, fetichistas, transexu ales, osos, p ed ófilos...), y, al m ism o tiem p o, el
d esinterés en la visibilid ad com o estrategia p olítica en todos los esp acios todo
el tiem p o (con lo qu e se evita el control y la ap rop iación p or p arte d el sistem a
d e las p rácticas p olíticas queer).
Estas rep resentaciones d ifieren d e las realizad as p or los colectivos d e
lesbianas fem inistas d e los ochenta y d e gru p os gays (com o el COGAM o la
Fu nd ación Triángu lo) en qu e rescatan d e los m árgenes a las sexu alid ad es
«m alas», a tod o ese conju nto d e su bcu ltu ras, cu erp os, p rácticas, p laceres y
d eseos qu e habían sid o exclu id os d el esp acio p ú blico y d e la constru cción d e
la id entid ad «gay» y «lesbiana» (los osos, los drag-kings, la cu ltu ra leather, los
transgéneros, intersexu ales...). Las im ágenes d e los gru p os p olíticos queer son
sexu alm ente exp lícitas, hablan d el SIDA y d e sexo segu ro, d e p rácticas,
ju gu etes, d eseos y fantasías d iversas. Lo hacen sin tabú es, d e m anera
irresp etu osa, sin necesid ad d e vistos bu enos, sin bu scar la norm alización ni la
integración en la cu ltu ra d om inante; sin p ersegu ir qu e se les entiend a, ni qu e
se les acep te. Lo qu e qu ieren es contarse a sí m ism os y a través d e su s p rop ias
m irad as y rep resentaciones d enu nciar la norm alid ad qu e les rod ea y qu e les
constru ye com o p ecad ores, p erversos, p eligrosos.
Las rep resentaciones queer han sid o en ocasiones p ercibid as (y criticad as)
com o vangu ard istas y elitistas. H e m ostrad o qu e teoría y p ráctica p olítica
queer van en ocasiones d e la m ano, no son com p artim entos estancos d efinid os
u no en contrap osición d el otro (p rotesta en la calle / elitism o u niversitario).
Qu e las rep resentaciones queer son algo m ás qu e im ágenes (con textos)
artísticas d e su jetos con u na pose rad ical. Pretend en com binar la cap acid ad
transform ad ora y ser efectivas al m ism o tiem p o, incid ir en el contexto local.
Las im ágenes queer hablan d e qu e no sólo hay un esp acio p olítico: los cu erp os
tam bién son cam p os d e batalla. Cu en tan , en fin , la resisten cia y la
su p ervivencia d e tod os los y las raras a través d el camp, la p arod ia, m u chas
plumas y m u chas d osis d e ironía.

42
Desde los márgenes

Fiesta-taller Drag-king, «N oche d e reyes», GtQ, Escalera Karakola, Fiesta-taller Drag-king, «N oche d e reyes», GtQ, Escalera Karakola,
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44
2. Geografías víricas

2. Geografías víricas:
hábitats e imágenes de coaliciones y resistencias
Sejo Carrascosa y Fefa Vila Núñez

«La primera revolución es la supervivencia».


De u n Plu m azo. La Rad ical Gai, 1994.

«Soy lesbiana sexualmente activa,


hago sexo seguro, lucho contra el SIDA»
N on Grata. LSD. 1995
Cartel Lu cha contra el SIDA, La Rad ical Gai,
Mad rid , 1992.

«El SIDA es, entre otras muchas cosas, una historia, o múltiples historias, que son
leídas en gran medida —y sorprendentemente- desde un texto que no existe: el
cuerpo del varón homosexual. Es un texto que la gente quiere —necesita— leer hasta
tal punto que han llegado al extremo de escribirlo ellos mismos. El SIDA es un nexo
donde múltiples significados, historias y discursos se cruzan, se superponen, se
refuerzan y se subvierten unos a otros».1
Pau la A. Treichler,
«AIDS, Homophobia, and Biomedical Discourse»

SIDA: afectos y militancias

Este artícu lo es p rod u cto d e la m ilitancia conju nta en la d écad a d e los noventa
y d e la am istad qu e d esd e entonces nos u ne a am bos. Tam bién es p rod u cto d e
u n a reflexión qu e in ten ta reflejar las p reocu p acion es d e u n m arica
serop ositivo qu e nació y vivió en San Blas, Mad rid , y d e u na bollera d e origen
m u y ru ral y nad a inm u nizad a. Mu chos ejem p los y casos d e los qu e hablam os
son eu ro-norteam ericanos, a p esar d e la tentativa evid ente d e tom ar en cu enta
la d iversid ad d e las situ aciones y d e las exp eriencias, y d e aterrizar en nu estra
ibérica ald ea.

1 En el original: «Whatever else it m ay be, AIDS is a story, or m u ltip le stories, read to a


su rp rising extent from a text that d oes not exist: the bod y of the m ale hom osexu al. It is a text
p eop le so want —need — to read that thay have gone so far as to w rite it them selves. Aid s is
a nexu s w here m u ltip le m eanings, stories, and d iscou rses intersect and overlap , reinforce,
and su bvert one another».

45
El eje del mal es heterosexual

SIDA: dedicatoria

A tod as las p ersonas qu e han m u erto p or VIH /SIDA tras u na agonía exenta d e
cu alqu ier esp eranza.
Porqu e estas m u ertes nu nca tend rán la m ism a consid eración qu e las qu e
han sid o cau sad as p or u n ataqu e d e los llam ad os terroristas o p or u na gu erra,
ni siqu iera qu e las p rod u cid as p or u na catástrofe natu ral o p or cu alqu ier
accid ente contem p oráneo con tu fo a fallo hu m ano. Porqu e no habrá
su p ervivientes qu e se ju nten el d ía d el arm isticio p ara record arles, su s
fam ilias no cobrarán u na p ensión au nqu e qu ed en en u na situ ación d e
p recaried ad , su s asociaciones d e p ersonas cercanas no recibirán cu antiosas
su bvenciones p ara exp licar la gratu id ad d e su m u erte física e intentar qu e no
se rep itan los m ecanism os d e segregación y castigo qu e la hicieron tam bién
social y hu m ana.
N u nca com p rend erem os p or qu é la vid a d e u n d inam itero d e la Gu ard ia
Civil, u n ju ez o u n p eriod ista vale m ás qu e las d e nu estros am igos-am antes:
H éctor, Fern an d o, Ju lián …, y la d e cu alqu ier otra am iga o am an te
d esconocid a aú n.

SIDA: las víctimas sin voz

Catástrofes natu rales, accid entes en los m ed ios d e transp orte y las m u ertes
d el terrorism o, sean estas d e gru p os arm ad os o d e las fu erzas d e segu rid ad d e
los Estad os, han cread o u na nu eva id entid ad : las víctim as.
Las víctim as son aqu ellas p ersonas qu e p ad ecen algu na secu ela o qu e han
p erd id o a algú n o a algu nos d e su s seres cercanos. Si el ser hu m ano está
cond enad o a m orir, p arece ser qu e cu and o la m u erte es —su p u estam ente—
ajena a u na d e las form as «natu rales» se convierte en gratu ita, d ejand o así u n
vacío o d olor qu e el resto d e la socied ad d ebe com p artir, consolar o rem ed iar.
Y rem ed iar es, y esta es la labor d e las víctim as constitu id as com o m em oria,
intentar qu e no vu elva a su ced er.
Sin embargo, hay muchos tipos d e víctimas, grosso modo se pod ría d ecir que
d os, las que interesan a los que ejercen el pod er público y las que son obviad as
y silenciad as. Y esto no es para nad a una cuestión d e falta d e recursos o d e
información, sino d el interés que pued an tener para perpetuar la política d e sus
grupos d e pod er, fácticos o reales. Por eso, unas víctimas nos parecen más
víctimas que otras, por eso unas víctimas ni siquiera nos parecen víctimas.
El sid a, sin d u d a algu na, ha sid o, es y será, p orqu e no p arece qu e haya
ningu na volu ntad d e atajarlo, u na d e las m ayores catástrofes hu m anitarias
qu e jam ás hayam os conocid o. Su s m u ertos son m u chos m ás qu e los qu e han
p rod u cid o las d iferentes gu erras ocu rrid as tras la Segu nd a Gu erra Mu nd ial,
m ás qu e los qu e d ejaron su s vid as en carreteras, trenes o aviones, m u chos m ás
qu e los qu e han d ejad o a su p aso terrem otos, tsunamis, olas d e frío o sequ ías,

46
Geografías víricas

y d esgraciad am ente esta su m a segu irá au m entand o ante la d esid ia crim inal
d e los p od erosos d el p laneta, y au n así, las víctim as d el sid a p arecen no tener
ni siqu iera esa consid eración.
Las víctim as, su p ervivientes d el sid a, no tienen m onu m entos en su s
ciu d ad es p ara celebrar y record ar tanta m u erte gratu ita. N o cobran p ensiones
au nqu e su situ ación sea d e absolu ta p recaried ad . Su s asociaciones no reciben
su bvenciones qu e p u bliciten y exp liqu en la gratu id ad d e su m u erte física, la
segregación y el castigo qu e la hicieron tam bién social. N o son recibid as y
hom enajead as p or m agnatarios. N o tienen voz, p orqu e han sid o silenciad as.
Y es que el virus que produce el sida no conoce colores de piel o clases
sociales, ni prácticas sexuales o géneros, las personas responsables de pararlo sí.
Sirva p u es tod o esto, no solo p ara d ar voz, sino p ara vertebrar u n grito d e
rabia, vid a y liberación.

SIDA: sus espejos

El sid a ha sid o, y sigu e siend o, u no d e los grand es esp ejos d e nu estro tiem p o,
d e finales y p rincip ios d e u n nu evo siglo. N os ha em p lazad o en lo m ejor y en
lo p eor qu e se p u ed a exp erim entar. El sid a ha sid o, y sigu e siend o, el gran reto
qu e nos ha confrontad o a cad a u no d e nosotros con la hom ofobia, el racism o,
el sexism o y el clasism o, en el m ism o corazón d e las socied ad es occid entales,
y d e los p aíses m ás ricos y p od erosos d el p laneta.
La crisis d el sid a reflejó las carencias d e tod o el sistem a sanitario y p u so
d e m anifiesto la m oral reaccionaria, o la d oble m oral, d e los gobernantes y
gestores d el llam ad o bien com ú n o Estad o d el bienestar, nom enclatu ra qu e
d ep end e exclu sivam ente d el lad o d el océano Atlántico en qu e nos situ em os.
La in fección m asiva qu e p rovocó el VIH tam bién evid en ció las
lim itaciones d e la investigación biom éd ica y d e las p rácticas clínicas y
m éd icas, y nos corroboró u na vez m ás los p ostu lad os fou cau ltianos al
m ostrarnos la inherente natu raleza p olítica d e la m ed icina, d e la ciencia y d e
su s tecnologías. Pero la p and em ia (ep id em ia global) nos ha contad o, ad em ás,
otras m u chas historias. N u estros am igos y novios m aricas, bolleras, p u tas y
m u jeres qu e viven con el sid a nos han enseñad o a cad a u na d e nosotras cóm o
p racticar sexo segu ro, cóm o acced er a nu evas p rácticas sexu ales, cóm o
establecer nu evas coaliciones p olíticas y cóm o ejercer resistencias. A nivel
local, en Esp aña, las p ersonas con sid a y las p ersonas qu e viven con sid a, así
com o su s aliad os «natu rales», se han m ovilizad o en frentes conju ntos d esd e
finales d e la d écad a d e los ochenta p ara d em and ar m ed icam entos y
p rogram as d e p revención y tratam iento ad ecu ad os; p ara exigir u nos servicios
d e salu d integrales qu e fu eran com p letam ente gratu itos. N os hem os
m ovilizad o p ara p rotegernos y enfrentarnos, con u n p od er nu nca su ficiente,
a la fu erte d iscrim inación y od io con los qu e teníam os qu e vivir y m orir.
ACT-UP (Aids Coalition To Unleash Power) qu e ap arece en la escena
neoyorqu ina en 1987, segu id o d e tod as las d em ás iniciativas p olíticas y
cu ltu rales qu e su rgen a su alred ed or o p aralelam ente, en EEUU. y Gran

47
El eje del mal es heterosexual

Bretaña (Radical Furies, Testing the Limits, Lesbian Avengers, OutRage, Queer
Nation, WAC, Gerrilla Girls, etc.) han sid o, m u y p robablem ente, los gru p os d e
acción d irecta m ás visibles y m ás efectivos, en térm inos p olíticos, en su lu cha
inicial contra la p and em ia.
Entre tod os ellos constru yeron u n am p lio m ovim iento qu e su p o com binar
y tejer arte, investigación, ed u cación, lazos y afectos com u nitarios con
p rotestas y d esobed iencia civil. Tod avía hoy, a p esar d e cierta am nesia y
d esid ia, su s tácticas son reconocid as com o u n m od elo d e acción social. Un
m od elo qu e se p rop agó d e inm ed iato entre tod o u n conju nto d e m ovim ientos
qu e su rgieron en los años noventa en d iferentes contextos nacionales. Fu e, en
este contexto y en esa genealogía m ilitante, d ond e se situ ó la ap arición y la
acción d e d os gru p os qu e su rgieron en Mad rid a p rincip ios d e la d écad a d e
los noventa: LSD y La Rad ical Gai (LRG). El cu erp o se había convertid o, com o
d ecía Barbara Kru ger, en u n «cam p o d e batalla», territorio p rivilegiad o d el
control y d e lógicas d iscip linarias; así, p ara esta nu eva generación d e
activistas, el cu erp o, la sexu alid ad y el género em ergerán en tod as su s
d im ensiones com o esp acios d esd e los cu ales ejercer y ejercitar resistencias.
Una constelación d e síntom as, a cual m ás d esagrad able, cuand o no
terriblemente bufonesca, fueron dando forma —formando y deformando— a
d eterm inad os cu erp os: cu erp os m u tantes. Cu erp os extraños qu e fu eron
ocupando las vidas y muertes de los llamados «portadores». Cuerpos afectados,
que con afecto nos transformaron a todos en nuestros viajes y aventuras.
«Un extrañ o viru s d e origen d escon ocid o», «u n a en ferm ed ad d e
transm isión sexu al», «el fantasm a d e la m u erte recorre el m u nd o», «la p este
gay», «u na enferm ed ad crónica», han sid o algu nos d e los titu lares o
acercam ientos qu e, d esd e su ap arición hasta estos m om entos, se han
enu nciad o sobre el sid a. La realid ad : u na p and em ia d e d im ensiones hasta
ahora nu nca registrad as en la historia, atravesad a p or la ineficacia creciente
d e u nas bu rocracias p ú blicas qu e ráp id am ente fu eron asaltad as p or los
in tereses p rivad os d el cap ital farm acéu tico. Con ju n tam en te, y en
com binación con m ú ltip les fu erzas y d iscu rsos reaccionarios, d ieron p aso a
u n d isp ositivo social qu e fom entó y d esarrolló, sofisticand o su exp resión al
m áxim o, el viru s d e la hom ofobia. La hom ofobia, u n p eligroso viru s qu e
p ortaban gru p os, qu e ensegu id a catalogam os en nu estros m anu ales d e
su p ervivencia com o d e alto riesgo. H an sid o ellos los qu e d esd e d iferentes
frentes han alim entad o el estigm a social hacia m aricas, transexu ales,
bolleras y otros in ad ecu ad os, léase p u tas, yon kis, in m igran tes o
d eterm inad os gru p os d e m u jeres.
Unos cu antos años m ás tard e cabe p regu ntarse cóm o esta p and em ia ha
d efinid o y reconfigu rad o nu estro esp acio social, las id eas sobre la vid a y la
m u erte, o las estrategias y resistencias p olíticas. Cabe p regu ntarse cóm o el
sid a ha transform ad o los significad os acerca d e las sexu alid ad es y la
d iferencia sexu al. Son estas algu nas d e las cu estiones qu e intentam os
traslad ar aqu í.

48
Geografías víricas

SIDA: cuando queer era un lugar inhóspito

El térm ino queer com ienza a ser lo su ficientem ente resp etable, ahora qu e va
u nid o a la teoría y al arte. Tan solo nos faltan anu ncios d e em p resas qu e
d em and en exp ertos queer p ara integrarse en su s d ep artam entos d e I+D+i,
p ara convertir, lo qu e com ienza com o u na exp eriencia p olítica rad ical, en u n
p rod u cto m ás d e la globalización d el cap ital.
Cind y Patton, Gary Dow sett y Simon Watney, son algunos d e los autores
imprescind ibles, cuyo trabajo ha girad o alred ed or d el SIDA/VIH. Las tres han
estad o ligad as al activismo y al movimiento político que se gestó en torno a la
pand emia, en un momento en el que queer era un lugar inhóspito d e habitar, y
en el que transitaban sujetos furiosos y peligrosos; enfermos sin reposo, y con
tan mala hostia que parecía, parad ójicamente, que lo último que les preocupaba
era curarse. Fue un momento en que queer estaba informad o por la resistencia
a la homofobia, al racismo y al heterosexismo, performativamente d ominantes.
Un momento en que queer ejercía una oposición política y cultural a las
prácticas id eológicas e institucionales d e los privilegios heterosexuales y
blancos d e las clases med ias.
En 1990, Teresa d e Lau retis acu ñó, p ara el títu lo d e u na conferencia qu e
im p artía en la Universid ad d e California, Santa Cru z, la frase «teoría queer».
Esta frase, en ese m om en to, estaba p en sad a y u tilizad a p ara ser
escand alosam ente ofensiva en el contexto en el qu e se escenificaba: la
u niversid ad d el p aís m ás p od eroso d el m u nd o, el centro en el centro.
Su propósito inmed iato era trastocar la satisfacción y alterar el asentamiento
que estaban incorporand o los recientes estud ios gais a los movimientos sociales
y a los d ep artam entos u niversitarios. Pretend ía, entre otras cosas, introd u cir
la problemática d e las d iferencias múltiples d entro d e los d iscu rsos d e la
hom ogeneización d e la d iferencia hom o/sexu al. Trataba d e ofrecer u na salid a
a la p red om inante hegem onía en los análisis d e lo blanco, m ascu lino, clase
m ed ia, y tam bién resistir al im p erativo intelectu al qu e se estaba ejerciend o
d esd e las ciencias sociales, qu e a bom bo y p latillo celebraban su carácter
em p írico y p ositivista.
Sin embargo, y casi inmed iatamente, la «teoría queer» se convirtió en la
«Teoría Queer», la etiqueta d e un subcampo d eterminad o d e las prácticas
acad émicas y posteriormente artísticas. Incluso los términos escand alosos y
ofensivos como «maricón», «bollera», «tortillera» o «camionera» se convirtieron
en resp etables en su asociación con la «teoría». Una vez qu e estos térm inos se
iban u niend o a la «teoría» iban p erd iend o su tonalid ad ofensiva, hasta
d esp lom arse en u n genérico cu alificad o e inofensivo, y p asand o a señalar u no
d e los d ep artam entos d e la acad em ia, o ap licánd ose a u na p ráctica artística
con alto valor añad id o en las ferias internacionales y en las galerías d e arte,
sobre tod o si el artista p asaba a ser consid erad o p or la crítica u n enfant terrible.

49
El eje del mal es heterosexual

SIDA: conjunciones de experiencias y luchas

La pand emia d el sid a eclosionó en Mad rid a med iad os d e la d écad a d e 1980,
d esgraciad amente el activismo en su contra no surgió con fuerza hasta más d e
un lustro d espués. Con estas líneas queremos record ar la respuesta política que
se generó d esd e los grupos bollos y maricas, a la sazón LSD y LRG,2 contra la
construcción d e un cuerpo sexual punible, contra la representación d el sid oso,
d el yonqui, d el maricón como personas ind eseables por sus opciones y
prácticas d e vid a, d e las bolleras como seres asexuales e inexistentes, contra los
mecanismos prácticos e id eológicos d e estigmatización, contra el ignominioso
silencio d e las autorid ad es públicas, contra el pacto d e exterminio firmad o entre
los pod eres públicos y los fácticos, contra la inercia d e la izquierd a rad ical o
progresista que siguiend o la moral mayoritaria fue incapaz d e vertebrar una
resp u esta a lo qu e en p rincip io sólo era u n p roblem a sanitario, así com o
u na lectura d e estas como el principio d e las que luego se conocerán como lo
que entend emos hoy por políticas queer.
Las m u ertes p or sid a em p ezaron a crecer d e form a alarm ante entre el
colectivo gay en la p rim era m itad d e la d écad a d e los 80. Desd e antes, m u cha
gen te ten ía con ocim ien to d e algú n caso cercan o, m u ch as veces sin
confirm ación p rop ia, p ero fu e a p artir d e estas fechas, y con com isiones
ciu d ad anas ya fu ncionand o y acceso al AZT,3 cu and o m u chas m aricas, bien
p or seroconversiones p rop ias, o p or enferm ed ad es op ortu nistas, o p or
m u ertes cercanas com enzaron a tom ar conciencia d el p roblem a, se trataba ni
m ás ni m enos qu e d e la p rop ia su p ervivencia.
El m ovim iento gay era m u y d ébil en esas fechas si se com p ara con los años
d e la Transición. Su p ostu ra ante el sid a era la d e intentar obviar lo m ás
p osible el tem a p ara evitar la ecu ación SIDA=H om osexu alid ad qu e se
exp and ía p or la m ayoría d e los m ed ios d e com u nicación. Es d e resaltar qu e,
d esd e el p rincip io d e la p and em ia, algu nos gais em p ezaron a interesarse p or
la enferm ed ad y su s tratam ientos, trad u ciend o y p u blicand o artícu los y
libros, p ero estos fu eron u na m inoría y no llegaron a p rod u cir ningú n d ebate
ni cu estionam iento d e las tácticas d e lo qu e entonces era el m ovim iento gay.
Las com isiones ciu d ad anas p or su p arte, cu brían u na labor asistencial e
inform ativa, si bien la p rim era no generó qu e los afectad os vertebraran
m ecanism os d e lu cha p olítica p ara lograr m ejoras en tratam ientos, la otra, la
inform ativa, era económ icam ente d ep end iente d e las ad m inistraciones, no
m u y d isp u estas a hacer cam p añas d e p revención, ni a soltar u n d u ro p ara qu e
lo hicieran otros. El tratam iento d e la hom osexu alid ad era el m ism o qu e
hacían los gru p os gais con el sid a, p or lo qu e se convirtieron en verd ad eras
p rolongaciones d el arm ario, salvo casos excep cionales.

2 También a med iad os d e la d écad a d e los noventa se forma en Barcelona, al igual que en otras
muchas ciud ad es d el mund o, ACT-UP-BCN, y seguid amente ACTUA y ACTUA DONA. El
primero fue más bien un intento, por su paso fugaz en el escenario militante, y los otros d os,
aunque se articularon d esd e una posición contrahegemónica y fue importante su labor, pronto
d erivaron en asociaciones d e carácter más informativo y asistencial, y menos activista.
También se registran las primeras representaciones o manifestaciones artísticas, que ponen
énfasis en la d enuncia d e los mecanismos más opresivos y estigmatizad ores.
3 El p rim er antirretroviral qu e se em p ezó a d isp ensar.

50
Geografías víricas

N o será hasta p rincip ios d e la d écad a d e 1990, con la articu lación d e los
gru p os LSD y LRG, qu e van a servir d e aglu tinante a u n incip iente gru p o
d e p ersonas inqu ietas y críticas, cu and o se intentarán crear m ecanism os d e
d enu ncia y resp u esta a la crisis qu e estaba p rod u ciend o la p and em ia.
Estos grupos se diferenciaban de los ya existentes por su nueva visión del
sujeto político, como maricón o bollo subversivos capaces de cuestionar el
heterocentrismo dominante, identidades estas concebidas como un contingente
en el qu e las transversales d e clase, raza, creencias o cu ltu ra eran factores
constitu tivos d e la p rop ia id entid ad , p ero qu e los alejaba d e esa falsa
p olarid ad d e hom osexu al vs. heterosexu al en las qu e estaban basad as las
p olíticas d e los gru p os d e liberación sexu al. Su s objetivos no eran, d esd e
lu ego, la integración y la acom od ación en el m od elo heterop atriarcal. N o
creíam os qu e d ar u na im agen salu d able y conform ista en los entierros d e
nu estros am igos y am antes fu era la form a d e establecer la lu cha contra el sid a.
La crítica qu e am bos gru p os establecieron al lengu aje d el p od er, qu e
d eterm inaba los p laceres y los cu erp os, su p u so u na nu eva rep resentación
d el su jeto p olítico. El m arica o la bollo no eran sim p lem ente las víctim as d e
u n sistem a sexu al rep resivo, sino los p rotagonistas d e u na sexu alid ad
su bversiva d inam itad ora d e los órd enes y d e los d iscu rsos. Es d e resaltar
qu e el sim p le u so d e las p alabras m aricón o bollera qu e se em p ezaron a
u tilizar p ara au tod eterm inarse d escolocaban tanto al m acho hom ófobo
com o al hetero enrollad o, p asand o p or el gay bien p ensante o la lesbiana
p ija. La rabia y la u rgencia fu eron los sentim ientos m otrices d e tod os los
d iscu rsos y d e tod as las acciones, qu e d e rep ente se m u ltip licaban: siem p re
había u n am igo con p roblem as con el su m inistro d e su s m ed icinas, u n caso
d e negligencia m éd ica, u n artícu lo censu rad o, u n sem inario op ortu nista o
trem end ista sobre el tem a..., u n m ontón d e situ aciones p rovocad as p or la
im p ericia, d esid ia y m ala fe d e las au torid ad es y a las qu e nos veíam os
im p elid os a contestar d e algu na m anera.
Era ju stam ente este concep to d e urgencia en la intervención p olítica el qu e
les acercaba a otros m ovim ien tos sociales d e n u evo cu ñ o, com o el
m ovim iento oku p a o el antim ilitarista. Au nqu e no se p u ed a d ecir qu e fu eran
estos ciertam ente recep tivos a los m ensajes y estrategias qu e d esd e LRG y
LSD se lanzaban: el heterop atriarcad o p arecía sentirse cóm od o en la m ayoría
d e los hom bres, y en m u chas d e las m u jeres, qu e los com p onían.

La lu cha anti-sid a era, y continú a siend o, u n gran cam p o d e batalla d ond e


entraban m u chos frentes, qu e cu estionaban u na gran cantid ad d e estru ctu ras
y m ecanism os sociales, estos son algu nos d e ellos:

El poder médico

Si el sid a se encarnaba, y se sigu e encarnand o, en las p ersonas a las qu e se


negaba la p alabra, d el m ism o m od o la enferm ed ad situ aba al p aciente en u na
relación d e total d ep end encia con resp ecto al m éd ico. El p aciente es
d esp oseíd o d e cu alqu ier cond ición d e p ersona au tónom a, ad u lta y d e los
d erechos —d e ciu d ad anía— qu e d e ello se d eberían d erivar. Sólo tiene
d erecho a callar y, con su m ied o ante el m éd ico, lo ú nico qu e esp era es u n

51
El eje del mal es heterosexual

vered icto. El d escréd ito d e u na gran p arte d e la institu ción m éd ica, m erced a
las contaminaciones d e personas hemofílicas, a transfusiones sin control o a las
actitu d es corp orativistas d e m éd icos qu e no d u d aban en enfrentarse a los
p acientes qu e no p od ían cu rar, ha servid o p ara cu estionar la relación m éd ico-
p aciente, y p ara retom ar u n d iálogo en térm inos d e igu ald ad qu e p osibilite la
negociación a la hora d e escoger u n tratam iento, o la elección d e cu alqu ier
d estino, au nqu e este sea el p rop io fin, la m u erte.

Procesos en la investigación científica

Si en la m od ernid ad la ciencia y la investigación científica conform aban u no


d e los p arad igm as d el p rogreso com ú n, con el sid a el m ito d e la investigación
d esinteresad a cayó com o u n íd olo d e p ies d e barro. El sid a d ejó al d escu bierto
tod a la u rd im bre d e intereses p olíticos y económ icos qu e d eterm inaban las
d iferentes m od alid ad es y fines d e la investigación, p ero tam bién d e su s
ritm os, coord inaciones y p riorid ad es. Bajo el p aragu as m anid o d e la
«op tim ización d e recu rsos» se refu gia u na m oralid ad qu e obvia la asistencia
y p revención tocoginecológica, d e las ETS y d e tantos otros cam p os qu e no
p arecen ser los qu e afectan al hom bre blanco heterosexu al y p rod u ctivo. La
necesid ad d e acelerar los p rocesos, y d e intercam biar inform aciones y
d escu brim ientos, se abre a u na nu eva realid ad qu e m od ifica la relación d e los
p acien tes con los laboratorios farm acéu ticos, p ara p asar d e sim p les
consu m id ores a u su arios qu e tienen m u cho qu e d ecir, tanto qu e su s op iniones
p u ed en transform ar los p rocesos d e investigación; esta es u na d e las líneas
estratégicas d e la m ilitancia qu e actu alm ente p erm anece activa, im p u lsad a
d esd e algu nos frentes activistas.

Prevención y atención sanitaria

Los p od eres p ú blicos son los ú nicos resp onsables d e hacer u na p olítica d e
p revención y d e atención sanitaria d e envergad u ra. Esto no solo se ignoró en
la falta d e control en las transfu siones, qu e se convirtió en la p u nta d el
iceberg, sino tam bién en la intervención en los esp acios p ú blicos d ond e se
d ebería haber llevad o u na p olítica d e inform ación, p revención y ap oyo; d esd e
los colegios a las cárceles, p asand o p or hosp itales y centros d e trabajo. Y
d esd e lu ego, no aband onar d e nu evo, a otra d e su s traged ias silenciosas, a los
p aíses em p obrecid os.

Iglesias y otras llamadas autoridades morales

Desde las religiones, partidos políticos o medios de masas la toma de posturas en


el ámbito moral puede influir de manera considerable en los comportamientos d e
las personas, pero las ad ministraciones públicas son las que d eben tomar
d ecisiones ind epend ientem ente d e esa tom a d e posturas. Ante ninguna
catástrofe cabe pensar que la actuación pued e ser una intervención idílica en

52
Geografías víricas

comportamientos o prácticas. No es casualidad que el seguimiento de estas


posturas supongan un ahorro a las arcas públicas, por dejar de invertir en
prevención, por obviar la asistencia a sectores que no son de primera categoría
en la sociedad o para evitar la intervención en temas con poco tirón electoral
como la despenalización de las drogas, la libertad sexual o el derecho al uso del
propio cuerpo. La sociedad civil no es un mero receptor de mensajes éticos
ajenos a una realidad cara en vidas y en medios, es por esto que surge la
necesidad de desenmascarar los intereses ocultos que están detrás de las débiles
políticas sanitarias que difuminan la prevención y dispersan la atención.
El p rim er p anfleto d e La Rad ical Gai renegaba d el u so d el cond ón en las
relaciones hom osexu ales p or ser u na form a, otra m ás, d e introm isión d el
sistem a en nu estros cu erp os, en nu estras relaciones, en nu estros p laceres. Si
bien, esta p ostu ra interesantem ente fou cau ltiana d io p aso a la m ás inteligente:
la d e p u blicitar cu áles eran las vías d e transm isión d el viru s y su s form as d e
evitarla, sobre tod o p or la falta d e cam p añas d e las institu ciones resp onsables;
en su s rep resentaciones, silencios y om isiones, ya qu ed aban bastante claros
los m ecanism os d e intervención d el p od er. En d efinitiva, «la p rim era
revolu ción es la su p ervivencia», así se exp resaba en el fanzine d e La Rad i, De
un plumazo, en 1994.
La ausencia o mezquindad de las
políticas preventivas obligaban a los
grupos de afectados a repartir condo-
nes o volantes con información sobre
las formas de transmisión. La urgencia
era lo que primaba PORQUE ALGUIEN
TENDRÁ QUE HACER LA PREVENCIÓN . No
sólo se cuestionaba la falta de cam-
pañas, sino también su contenido. No
se podía hablar del SIDA sin hablar de
prácticas sexuales, y hablar de estas no
debía suponer ninguna valoración
moral. Era necesario hablar de sexo y
de su práctica, pero en primera per-
sona y con un lenguaje claro y sin Cartel Lu cha contra el SIDA, La Rad ical Gai, Mad rid , 1994.
ambages.
Desd e sus inicios, la pand emia d el sid a se construyó en una clave
claramente homófoba. Cáncer gay, la enfermed ad d e las tres H: homosexuales,
haitianos, y heroinómanos, más tard e se incluiría un cuarto grupo que serían
los hemofílicos, infectad os por transfusiones sin control, aunque estos pronto
pasarían a ser otro grupo, el d e las «víctimas inocentes», en el que se escud arían
los mecanismos más grand es d e segregación. Hablar d e «víctimas inocentes»
correspond ía a un d iscurso en el que los gais y los yonquis eran los propios
responsables d e ad quirir la enfermed ad : sus vid as d isolutas, sus prácticas
antinaturales, su red ucción, al fin y al cabo, a un cuerpo ajeno a la d ignid ad o a
cualquier d erecho, les convertía en víctimas gratuitas.
Si el u so d el cond ón se constitu ía com o la m ejor arm a p ara evitar la
transm isión d el VIH p or vía sexu al, no se p od ía obviar qu e en las relaciones
heterosexu ales, p or su com p onente d e p od er, este u so era y es d e d ifícil
negociación. El im aginario m achista y p atriarcal hace recaer en la m u jer tod a

53
El eje del mal es heterosexual

responsabilid ad d el uso d el coito. Desd e los


med ios d e comunicación fueron muchos los
heterosexu ales, m u chos d e ellos grand es
p róceres d e la p rogresía y d e la izqu ierd a,
quienes hicieron apología d e los inconvenientes,
incom od id ad es y a veces hasta d el asp ecto
reaccionario que suponía el uso d el cond ón. De
nuevo, d esd e la altura d e los púlpitos y las
cáted ras, las mujeres, su salud y su vid a, eran un
asunto lejano y ajeno a la buena marcha d e su
sistema d e relaciones d e pod er.
Mientras la ep id em iología catalogaba y
contabilizaba «grupos de riesgo» abanderados
inicialm ente p or el gru p o hom o, altam ente
corporizado, estereotipado y estigmatizado; las
lesbianas quedaban, una vez más, descatalogadas,
d esclasificad as (y ¿fu era d e control?). Las
lesbianas atrap ad as en la econom ía qu e
representa lo no-nombrado, lo inexistente, lo
difuso quedaban, y nosotras con ellas, una vez
m ás, exclu id as; no sólo d e los intereses y
p reocu p aciones d e la ciencia m éd ica, sino
tam bién d e los catálogos d e sexo segu ro.
Desposeídas de materialidad corporal, en tanto
que lesbianas, y alejadas de cualquier imaginario
Cartel Lu cha contra el SIDA, La Rad ical Gai, Mad rid , 1994. que las relacionase con prácticas sexuales, las
lesbianas son pensadas de esta manera como no-
sujetos, carentes de estrategias de vida propia, de
prácticas sexuales diversas y de manifestaciones
d e libertad . En este sentid o, LSD d esarrolla una
militancia que insta por una parte a la visibilid ad ,
y a la resignificación y representación d el propio
cu erp o, véanse las im ágenes d e la serie
fotográfica Es-Cultura Lesbiana (1995) y
Menstruosidades (1996), con un llamamiento al
ejercicio responsable d e las prácticas sexuales
habituales entre lesbianas; lesbianas prostitutas,
lesbianas estud iantes, lesbianas presas, lesbianas
consumid oras d e d rogas, lesbianas promiscuas,
etc. La d ifusión d e información y d e los primeros
talleres d e sexo segu ro p ara bolleras, se
convirtieron d urantes estos años en verd ad eros
espacios d e d iscusión política (sexual).
Una característica d el activismo anti-sid a
eran las acciones en la calle, en las qu e
intentábamos dotar de potencial reivindicativo a
nuestra visibilidad. Los Primeros de diciembre, el
Día internacional de la lucha contra el sida, en la
Puerta del Sol, el Comité ciudadano anti-sida
solía colocar una mesa de propaganda donde
Contrap ortad a fanzine Non-Grata, LSD, Mad rid , 1995.

54
Geografías víricas

p olíticos y fam osos se hacían


fotos y demostraban su solida-
ridad frente a las cámaras. LSD y
La Rad ical sacaron p itos y
banderas a la calle, remedando
las acciones de otros grupos en el
extranjero, se pintaban siluetas
en el suelo con las siglas VIH, se
teñía de rojo la fuente de la plaza
o sigu iend o trad iciones m ás
ibéricas, se imprecaba, escupía y
se p retend ía am ed rentar con
rabia a los jóvenes de la secta
papista que con cara de martirio
se protegían tras sus carteles de
«La castidad es la solución».

Fanzine Non-Grata, LSD, Mad rid , 1994.

SIDA: desplazamientos

El hecho d e qu e el sid a tenga su s p rim eros d iagnósticos en hom bres gais, no


exp lica, y m u cho m enos ju stifica, p or qu é la investigación, el trabajo social
y bu ena p arte d el activism o se haya concentrad o en p articu lar, y casi
ú nicam ente, en ellos o en los hom bres en general. H asta 1990, no existió
ningú n p rogram a d e investigación sobre el d esarrollo d e la enferm ed ad en
las m u jeres. Y solo será a p artir d e
1993 cu and o el CDC 4 am p líe la
definición clínica de sida para tener en
cuenta las enfermedades oportunistas
específicas de las mujeres.
No nos extrañemos entonces d e
que la primera investigación rigu-
rosa sobre sid a y mujeres en España,
p end iente d e p u blicación, haya
venid o acompañad a, una vez más,
d e mano d el activismo. Las aso-
ciaciones Creación Positiva y Ser
Positivas, han promovid o reciente-
mente, d esd e Barcelona y Mad rid , el
primer estud io d irigid o a recabar Intervención d e LSD y La Rad ical Gai el 1 d e d iciem bre, Día internacional d e la «Lu cha
inform ación sobre d iferentes as- contra el SIDA» frente al Ministerio d e Sanid ad , Mad rid , 1996.

pectos que afectan a las vid as d e las mujeres con sid a o que viven con el sid a en
España. El acercamiento d e esta investigación según sus autoras, ha tenid o
como motor inicial, «(…) que uno d e los principios básicos fuera que las
mujeres seropositivas actuasen como sujetos activos d e su propia historia, y no

4 Central Disease Control (CDC).

55
El eje del mal es heterosexual

como objeto d e estud io, tal y como las mujeres positivas suelen estar ubicad as
entre los actores que conform an el escenario en esta lucha (científicos,
instituciones, ongs, etc.)».
Cind y Patton, u na d e las m ás lú cid as analistas en estas cu estiones,
insiste, d esd e su s reflexiones, en la relación entre las m igraciones, la salu d y
el género com o elem entos esenciales p ara p od er organizarse eficazm ente
contra el sid a. Esta au tora, si bien afirm a qu e las m u jeres han qu ed ad o
in visibilizad as en los p rin cip ales d ebates e in vestigacion es sobre la
p and em ia, tam bién su braya qu e no basta con restablecer o restau rar,
sencillam ente, la visibilid ad d e las m u jeres. Insertar el concep to d e «m u jer»
sin analizar y reflexionar críticam ente sobre cóm o las id entid ad es y los
gru p os d e «m u jeres» se constitu yen nos llevaría y, d e hecho así su ced e,
inevitablem ente a otro tip o d e atrofia visu al.
En este sentido, no podemos ignorar, porque son algo más que simples
casualidades, las numerosas tentativas encaminadas a asociar el sida con el
comportamiento «d esviad o» d e ciertos grupos d e mujeres, como por ejemplo,
el d e las p rostitu tas, las consu m id oras d e d eterm inad as d rogas, o las
inmigrantes del África negra. Estas mujeres, individual o socialmente, son
vistas, analizadas o tratadas clínicamente como vectores de propagación y
globalización del virus. Por una parte se representa a las mujeres como simples
receptoras pasivas, objetos sexuales «inocentes» para los hombres heteros o
bisexuales, y por otra, se insiste en la imagen de la mujer que infecta, llegando
incluso a poder contagiar a sus niños; pasando entonces a convertirse en la mala
madre seropositiva. Esta oposición entre mujeres culpables y mujeres inocentes se
articula alrededor de la raza y de la clase social: las mujeres inmigrantes, negras,
asiáticas o árabes, son estigmatizadas o «marcadas» como culpables por esa
presunción, tan exótica como racista, de «exceso» de sexualidad, mientras que se
establece el papel de víctimas inocentes para las mujeres blancas de clase media.
Patton, tam bién critica la investigación sobre la p rostitu ción y el sid a,
exp licand o qu e no basta con reem p lazar el térm ino d e «p rostitu ta» p or el d e
«trabajad ora sexu al». La contabilid ad y bu ena salu d cap italista sigu e
d ep end iend o d e la sep aración entre la esfera d om éstica (fem enina y
sexu alizad a) y la p ú blica (m ascu lina, sexu alm ente neu tral y u niversalizad a).
Esta sep aración haría im p ensable d e form a frontal el intercam bio sexu al fu era
d e la esfera d e la vid a p rivad a, y a lo su m o se d efiniría, estricta y
rigu rosam ente, com o u n intercam bio com ercial; obviand o e ignorand o, d esd e
nu estras visiones eu rocéntricas, qu e en otras cu ltu ras y en otros contextos
p u ed e tener otros significad os. De esta m anera, Patton se refiere a qu e en los
crecientes ciclos d e m igración hacia los grand es centros u rbanos en el África
au stral, el sexo tiene u n valor d e intercam bio d e servicios, este valor es el qu e
p erm ite a las m u jeres negociar con los hom bres, y tam bién es este tru equ e el
qu e les asegu ra acced er a d eterm in ad os recu rsos básicos p ara su
su p ervivencia, qu e d e otra m anera serían innegociables e inalcanzables. Por
lo tanto, p od em os d ed u cir qu e u n p rogram a d e p revención y concienciación
d el SIDA/VIH qu e se d irige ú nicam ente a las trabajad oras sexu ales, ignoraría
a u n gru p o m ás am p lio d e m u jeres.
Lo qu e nos viene a d ecir Patton, es qu e, p or encim a d e cóm o se m u estre
exactam ente la realid ad , hay intentos rep etid os qu e insisten en qu e ésta sea
p resentad a ante nu estros ojos d e m anera p arcial, interesad a o p reju iciosa, lo

56
Geografías víricas

que impediría en términos de pre-


vención, concienciación y cuidados,
ejercer una acción responsable. Una
acción que incluya en primer lugar a
todas las personas muertas, a todas las
personas enfermas, a todas las per-
sonas portad oras, a todas las perso-
nas que tienen prácticas sexuales
ajenas a lo d escrito oficialm ente
com o «norm al», etc. Y tod o ello
d ebería suced er sin la mugre moral
d e la qu e tan a m enu d o están
cubiertas las lentes d e tanto mirón.
El sid a sigue siend o un escánd alo.
La pand emia d el sid a es un escán-
d alo, u n escánd alo violento qu e
d em u estra su fu erza d estru ctora
cuanto más d escend emos hacia el
hem isferio su r. El sid a nos está
habland o a gritos d e m iles d e
historias d iferentes, y necesita, más
que nunca, d e la reflexión y d e la
acción. ¿Hasta cuánd o esta atrofia
sensorial d e carácter global y casi
end émico?

EPÍLOGO. SIDA: la crisis del sida está


todavía comenzando
Cartel d e La Rad ical Gai «Lu cha contra el SIDA», Dossier, Mad rid , 1994.

El sid a sigu e siend o el p rim er p roblem a d e salu d a escala m u nd ial. La


interrelación con el d esarrollo económ ico, social y p olítico d e m u chas zonas
d el p laneta convierten al sid a en u n p roblem a y am enazan la segu rid ad
m u cho m ás, p or su p u esto, qu e el terrorism o.
El sid a es u n arm a d e d estru cción m asiva, qu e p one en cu estionam iento la
viabilid ad d e la m ayor y m ás em p obrecid a p arte d e la hu m anid ad .
Los p rocesos d e investigación en tratam ientos y en la bú squ ed a d e
vacu nas, d ejan al d escu bierto la globalización hecha a m ed id a d e los p aíses
ricos y d e las grand es corp oraciones. La falta d e coord inación en los p rocesos
d e investigación evid encia qu e es la com p etitivid ad , en bu sca d e m ayores
beneficios, el m otor d e estos p rocesos, qu e d evienen en u n d esp ilfarro d e
recu rsos y en u na ralentización d e los resu ltad os.
Dice J. Gelm an «qu e lo contrario al olvid o no es la m em oria, sino la
verd ad ». Pod em os convertir la lu cha contra el sid a en ese libro, d iccionario o
m anu al d ond e su s entrad as o ep ígrafes sean cam inos, d ond e la vu elta atrás,
no sea m ás qu e u n grato p aseo y no u na p érd id a d e ru m bo. Dond e las
generaciones qu e nos sigu en se d oten (nos d oten) d e habilid ad es y afectos

57
El eje del mal es heterosexual

Cartel d e La Rad ical Gai «Lu cha contra el SIDA», Dossier, Mad rid , 1994.

cap aces d e segu ir m anteniend o u n im aginario p olítico com ú n, qu e rezu m en


d e saberes y d e actos d e transform ación. Dond e m u jeres, negros, yonkis,
p obres…, sean ad jetivos a valorar y n o su stan tivos su scep tibles d e
ind iferencia.
Desd e ese p equ eño m u nd o, qu e son nu estros cu erp os, sería d eseable la
m u tación d el viru s p ara qu e nos atraviese y contam ine, p ero con u na carga,
esta vez, d e rebeld ía y d e d eseos d e vivir u na vid a, d ond e la cotid ianid ad no
esté velad a p or tam ices qu e nos ocu lten el rostro y el d olor d e «el otro».
Pod em os ser cap aces d e situ ar nu estros cu erp os en com p licid ad es, d ond e
crear esp acios d e resistencias y su p ervivencia. Pod em os hacer qu e el sid a no
sea u na lección d e las d e «la letra con sangre entra», p ara así, al m enos, tener
la p osibilid ad d e d efinir nu estras vid as y nu estros cu erp os, ajenos a u nos
p arám etros interesad am ente herm éticos y p reñad os d e segregación.
El sid a no es p arábola ni m etáfora. Pero tam p oco p u ed e ser otra hip érbole
qu e nos sitú e, u na y otra vez, en la m iseria y el fracaso d e nu estra esp ecie.

58
Geografías víricas

Im agen en el fanzine De un Plumazo, La Rad ical Gai y LSD, Mad rid , 1993.

SIDA: recursos mínimos

A CH MAT, Z ACKIE, «Africa: AIDS activist en d s d ru g strike», 2003.


Disp onible en p lanetou t.com
BORDOWITZ , G REGG , The Aids Crisis is Ridiculous and other Writings, 1986-
2003, MIT, 2004.
C REACIÓN P OSITIVA DE BARCELON A Y SER P OSITIVAS DE M ADRID , «Mujeres
VIH+ Necesidades y Estrategias», 2004 (d ocu m ento inéd ito).
G RUPO DE TRABAJO SOBRE TRATAMIEN TOS DEL VIH (gTt), Lo + Positivo. Revista
gratu ita trim estral, Barcelona.
LLAMAS, RICARDO (Comp.), Construyendo sidentidades, Madrid, Siglo XXI, 1995.
PATTON , C IN DY, Gender, HIV and Globalization, a sp ecial issu e of Fem inist
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PATTON , C IN DY, Global AIDS/Local Context, Minneap olis, MN : University of
Minnesota Press, 2002.
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PATTON , C IN DY, Fatal Advice, Du rham , N C: Du ke University Press, 1996.
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Lond res/Philad elp hia: Taylor and Francis, 1994.
TREICH LER, PAULA A., How To Have Theory in an Epidemic: Cultural Chronicles
of AIDS, Duke University Press, 1999.
TREICH LER, PAULA A. Actu alm ente está trabajand o sobre u n libro qu e lleva
p or títu lo: How To Use a Condom: A Cultural Analysis.

Recursos bibliográficos On- line

SIDA: http ://m ensbiblio.xyonline.net/AIDS.htm l


SIDA ACTIVISMO:
http ://w w w.gtt-vih.org
http ://w w w.tac.org.za
http ://w w w.actu p .org
SIDA-Mu jeres-Bollos: http ://w w w.cap s.u csf.ed u /m u jeres.htm l
SIDA y ARTE: http ://w w w.ilp i.com /artsou rce/bibliograp hies/aid sbib.txt

59
Homofobia, ¿por qué hablar de ello?

3. Homofobia,
¿por qué hablar de ello?
Barbara Smith* (1983)

LEONORE GORDON me invitó a escribir este artículo para un


monográfico del Interracial Books for Child ren Bu lletin,
que editó sobre el tema «Homofobia y educación: cómo
enfrentarse con el insulto». Es importante recordar que la fecha
de publicación del Bu lletin fue 1983. En esa época pocas
lesbianas o varones gay Negros habían escrito sobre la
homofobia, especialmente en publicaciones al alcance de las
propias audiencias Negras. Dado el papel innovador que el
Cou n cil on In terracial Books for Ch ild ren había
desempeñado al expandir los currículo escolares para que
incluyeran materiales sobres personas de color y mujeres,
estaba emocionada; este trabajo me ofrecía la rara oportunidad
de llegar a personas de color que no fueran lesbianas ni gays,
muchas de las cuales eran educadoras.
Un cambio que ha acontecido desde que fue escrito es que
hay más y más retratos de lesbianas y gays, sobre todo blancos,
en los medios populares. Hubiera sido difícil imaginar en 1983
el número de personajes lesbianas, gays, bisexuales y
transgénero ahora visibles en televisión y en cine. Este giro es
en gran medida el resultado de la organización de lesbianas y
gays, y particularmente de una organización dirigida a los
medios de comunicación. El impacto de la epidemia del SIDA
en la industria del espectáculo y las artes también ha ayudado
a elevar la conciencia sobre los asuntos de las lesbianas y los
gays en estos contextos.

1 Publicación original: Barbara Smith, «Homophobia: Why Bring It


Up?», en The Truth That Never Hurts. Writings on Race, Gender and Freedom.
New Brunswick, Nueva Jersey-Londres, Rutgers University Press, Intervención d e GtQ contra la m anifestación
1983/2000, pp. 111-115 [N. del E.]. lesbófoba «la fam ilia im p orta», 18 d e ju nio,
Mad rid , 2005.

61
El eje del mal es heterosexual

Homofobia, ¿por qué hablar de ello?

En 1977 el Combahee River Collective, u na organización N egra fem inista d e


Boston d e la qu e fu i m iem bro, escribió:

La d escrip ción m ás general d e nu estra p olítica en el m om ento actu al es qu e


estam os activam ente com p rom etid as en la lu cha contra la op resión racial,
sexual, heterosexual y d e clase, y consid eramos que nuestra tarea concreta es el
d esarrollo d e un análisis integrad o y una práctica basad a en el hecho d e que los
p rincip ales sistem as d e op resión están interconectad os... N osotras...
encontram os a m enud o d ifícil separar la raza d e la clase d e la opresión sexual,
porque en nuestras vid as habitualmente se experimentan d e forma simultánea.1

A p esar d e la lógica y d e la clarid ad d el análisis d e la sim u ltaneid ad d e


op resiones d e las m u jeres d el Tercer Mu nd o, p ersonas d e tod as las razas,
inclu id as las p rogresistas, p arecen cu riosam ente p oco d isp u estas a asu m ir
estas verd ad es básicas, esp ecialm ente cu and o se trata d e incorp orar u na
resistencia activa hacia la hom ofobia en su s vid as d iarias. La hom ofobia es
norm alm ente la ú ltim a op resión en ser m encionad a, la ú ltim a en ser tom ad a
en serio, la ú ltim a qu e qu ed a. Pero es extrem ad am ente seria, en ocasiones
hasta el p u nto d e resu ltar fatal.
Consid erem os qu e en la noche d el 29 d e Sep tiem bre d e 1982, d e veinte a
treinta p olicías d e la ciu d ad d e N u eva York irru m p ieron sin avisar en el Blues,
u n bar d e Tim es Squ are. Acosaron y golp earon severam ente a los clientes,
d estrozaron el establecim iento, vaciaron la caja registrad ora y se m archaron
sin hacer u n solo arresto. ¿Qu é m otivó sem ejante com p ortam iento bru tal? La
resp u esta es sencilla. Los p olicías estaban insp irad os p or tres aclam ad os
p rincip ios d e nu estra socied ad , racism o, clasism o, y hom ofobia: la clientela
d el bar es N egra, d e clase trabajad ora y gay. Mientras la p olicía abría cabezas,
gritaba ep ítetos racistas y hom ófobos fam iliares p ara cu alqu ier escolar. El
od io d e los atacantes hacia la gente queer y d e color, lejos d e hacerlos
excep cionales, les situ aba rotu nd am ente en la corriente d om inante. Si su s
acciones resu ltaron m ás extrem as qu e las d e la m ayoría, su s actitu d es
ciertam ente no lo fu eron.
El Blues bar está situ ad o cru zand o la calle d esd e las oficinas d el New York
Times. El p ersonal blanco, d e clase m ed ia-alta, p resu m iblem ente heterosexu al
d el p rim er p eriód ico d e la nación, efectu aba regu larm ente llam ad as d e qu eja
sobre el bar a la p olicía. N o resu lta sorp rend ente, qu e ningu no d e los d iarios
d e N u eva York, inclu id o el Times, se m olestase en inform ar d el incid ente. Una
coalición d e lesbianas y varones gay d el Tercer Mu nd o y blancos organizaron
u na gran m anifestación d e p rotesta p oco d esp u és d e qu e ocu rriera el ataqu e.
Organizaciones antirracistas y d e d erechos civiles, tanto m od erad as com o

1 The Com bahee River Collective «A Black Fem inist Statem ent», in All the Women Are White,
All the Blacks Are Men, But Some of Us Are Brave. Black Women’s Studies, ed . Gloria T. H u ll,
Patricia Bell Scott, and Barbara Sm ith (N u eva York, The Fem inist Press at The City
University of N ew York, 1982), nu m . 13, p p . 13, 16.

62
Homofobía, ¿por qué hablar de ello?

m ilitantes, estu vieron notablem ente au sentes y tod avía no han p resentad o u n
rechazo p ú blico ante este incid ente verificable d e bru talid ad p olicial, sin d u d a
p orqu e las p ersonas N egras involu crad as no eran heterosexu ales.

Entretejiendo “Ismos”

Lo que ocurrió en el Blues ilustra perfectamente los modos en los que los
principales «ismos» incluyendo el heterosexismo están íntima y violentamente
entretejidos. No me es difícil ver cómo los sistemas de opresión se interconectan,
au nqu e sólo sea p or razón d e qu e su existencia afecta m i vid a m u y
frecuentemente. Durante las décadas de 1970 y 1980 las lesbianas políticas de
color han sido a menudo las más agudas en destacar la necesidad de desarrollar
una comprensión de las conexiones entre las opresiones. También se han
opuesto a la construcción de jerarquías y han desafiado la «fácil salida» de
escoger una «opresión primaria» y minimizar la importancia de esas enredadas
inconsistencias que ocurren siempre que raza, sexo, clase e identidad sexual se
mezclan de hecho. Irónicamente, para las fuerzas de la derecha, odiar a las
lesbianas y a los varones gays, a las personas de color, a los judíos y a las mujeres,
va de la mano. Ellos realizan conexiones entre opresiones en sus formas más
negativas, con resultados terroríficos. Personas supuestamente progresistas, por
otro lado, que se oponen a la opresión en cualquier otro ámbito, se resisten a
reconocer que el abuso socialmente sancionado de lesbianas y varones gays es
un problema serio. Su actitud tácita es: «Homofobia, ¿por qué hablar de ello?».
Existen nu m erosas razones qu e exp lican la resistencia d e p ersonas,
sensibilizad as con otras cuestiones, a confrontar la homofobia, tanto en ellas
mismas como en otros. Una razón fund amental es que las personas se sienten
generalmente amenazad as sobre cuestiones d e sexualid ad , y para algunas la
m era existencia d e hom osexu ales p one en cu estión su sexu alid ad /
heterosexu alid ad . A d iferencia d e m u chos otros gru p os op rim id os, los
homosexuales no constituyen un grupo cuya id entid ad esté d efinid a por
nacim iento. Med iante el p roceso d e salir d el arm ario, u na p ersona p u ed e
d e hecho ad quirir su id entid ad en cualquier momento d e su vid a. Una forma
d e proteger las cred enciales y privilegios heterosexuales es rebajar en tod o
momento a las lesbianas y varones gay, abrir una sima tan amplia como sea
posible entre «nosotros» y «ellos».
H ay algu nas actitu d es e id eas erróneas qu e encu entro p articu larm ente
d estru ctivas p or la form a en la qu e trabajan con el fin d e aislar las
p reocu p aciones d e lesbianas y varones gays:

a) Las opresiones de lesbianas y varones gay no son tan serias como otras opresiones.
No es un problema político, sino una preocupación privad a. El impacto vital
d estru ctivo d e p érd id a d e trabajos, hijos, am istad es, y fam ilia; el
d esmoralizante peaje d e vivir con el constante temor a ser d escubierta por
la persona equivocad a, que impregna las vid as d e tod as las lesbianas y
varones gays, tanto d entro como fuera d el armario; y la violencia física y las
m u ertes reales qu e varones gays y lesbianas su fren en m anos d e
homófobos, pued en ser, si se suscribe este mito, completamente ignorad as.

63
El eje del mal es heterosexual

b) «Gay» significa varones blancos con sustanciosos ingresos y sin cargas, punto.
Percibir a las personas gays d e esta form a perm ite ignorar que algunas d e
nosotras somos mujeres y personas d e color, y d e clase trabajad ora, y
pobres, y con d iscapacid ad , y viejas. Pensar limitad amente que las personas
gays son varones, d e clase med ia, blancos, tal y como los med ios d e
comunicación d el sistema quieren que piense la gente, socava la conciencia
d e cómo se superponen id entid ad es y conflictos. Resulta esencial, sin
embargo, al hacer conexiones entre la homofobia y otras opresiones, no
caer presa d el razonamiento d istorsionad o d e que la justificación para
abord ar seriam ente la homofobia es que afecta a algunos grupos que están
«constatablemente» oprimid os, por ejemplo, personas d e color, mujeres, o
personas con d iscapacid ad . La homofobia es, en y por sí misma, una
opresión constatable, y en un sistema heterosexista, tod as las personas no-
heterosexuales son vistas como «d esviad as» y están oprimid as.
c) La homosexualidad es un problema blanco o incluso una «enfermedad blanca».
Esta actitu d es bastante p red om inante entre las p ersonas d e color.
Ind ivid u os qu e se op onen m ilitantem ente al racism o, en tod as su s form as,
continú an consid erand o el lesbianism o y la hom osexu alid ad m ascu lina
com o algo d e lo qu e reírse d isim u lad am ente o, p eor aú n, d esp reciar. Las
p ersonas d e color hom ófobas no sólo son op resivas hacia p ersonas
blancas, sino hacia m iem bros d e su s p rop ios gru p os —al m enos u n 10% d e
su s p rop ios gru p os.
d ) Las expresiones de homofobia son legítimas y aceptables en contextos donde
otro tipo de fanatismo verbal estaría prohibido. H u m illaciones y brom as sobre
«bolleras» y «m aricas» se p u ed en hacer sin la m ás m ínim a crítica en
círcu los en los qu e brom as sobre «negratas» [nigger] y «chinos» [chink], p or
ejem p lo, conllevarían u na censu ra instantánea o inclu so ostracism o. Una
n och e vien d o la televisión in d ica lo acep tables qu e resu ltan las
exp resiones p ú blicas d e hom ofobia.

¿Cómo pueden ser confrontadas y transformadas actitudes y comportamientos


tan p rofu nd am ente atrincherad os? Ciertam ente el activism o gay y
lesbiano/fem inista ha realizad o incu rsiones significativas d esd e finales d e la
década de 1960, tanto en la esfera pública como en la conciencia de los
individuos. Estos movimientos han desempeñado una función principalmente
ed u cativa, p ero ni siqu iera han tenid o u n im p acto su ficiente sobre el sistem a
ed u cativo en sí. Cu rrícu los qu e enfocan d e form a p ositiva cu estiones d e
id en tid ad sexu al, sexu alid ad y sexism o con tin ú an sien d o raros,
p articu larm ente en p rim aria y secu nd aria. Sin em bargo las escu elas son
cald eras virtu ales d e sentim ientos hom ófobos, com o atestigu a tod o lo qu e va
d esd e las p intad as en los baños y los insu ltos gritad os en los p atios, hasta los
sesgos heterosexistas d e la m ayoría d e los textos y el d esp id o d e p rofesores
sobre la ú nica base d e qu e no son heterosexu ales.
En el actu al clim a p olítico, las escu elas están bajo u n constante y hostil
escru tinio d e fu erzas conservad oras bien organizad as. Se necesita bastante
valor p ara d esafiar las actitu d es negativas d e los estu d iantes sobre lo qu e
significa ser hom osexu al, m u jer, d el Tercer Mu nd o, etc., p ero estas actitu d es
han de ser d esafiad as p ara qu e la hom ofobia, p erm itid a y tom ad a p or
evid ente, acabe en algú n m om ento. H e encontrad o, tanto d and o clases com o

64
Homofobía, ¿por qué hablar de ello?

im p artiend o conferencias a u na am p lia varied ad d e au d iencias, qu e hacer


conexiones entre las op resiones es u na form a excelente d e introd u cir las
cu estiones referid as a la id entid ad lesbiana y gay y a la hom ofobia, p orqu e
ofrece a las p ersonas u n m arco d e referencia sobre el qu e constru ir. Este es
especialmente el caso si previamente se han hecho esfuerzos en el aula para
abord ar el racismo y el sexismo. Es objetivamente incorrecto y estratégicamente
inad ecu ad o p resentar m ateriales gay com o si tod a las p ersonas gays fu eran
blancas y varones. Afortu nad am ente, hay u n creciente volu m en d e trabajo
d isp onible, habitu alm ente escrito p or fem inistas d el Tercer Mu nd o, qu e
p rop orcion a u n a p ersp ectiva in tegrad a d e la in tersección d e u n a
m u ltip licid ad d e id entid ad es y p roblem as.
Qu izás algu n os lectores aú n se p regu n tan , «H om ofobia, ¿p or qu é
h ablar d e ello?». Un a razón p ara h ablar d e ello es qu e al m en os el d iez
por ciento de tus estudiantes serán o ya son lesbianas y varones gay. Un diez por
ciento d e tu s colegas lo son tam bién. La hom ofobia bien p u ed e ser la ú ltim a
op resión qu e qu ed e, p ero d esap arecerá. Y d esap arecerá m ás ráp id am ente si
las p ersonas qu e se op onen a cualquier form a d e op resión trabajan en coalición
p ara hacer qu e esto su ced a.

65
Reflexiones desde la negritud y el lesbianismo

4. Reflexiones
desde la negritud
y el lesbianismo
Esther Ortega (2005)
«I made the choice to be queer»
Anzaldúa ( 1987)
«Marcha d el m illón d e m u jeres», Filad elfia, 25 d e octu bre, 1997.

Mad rid , p rim avera d e 2005. En la televisión, el Teled iario anu ncia qu e se ha
votad o en el Congreso la ley qu e p erm ite a los hom osexu ales casarse. La ley
se ha ap robad o y los p rim eros m atrim onios se anu ncian p ara agosto d e este
m ism o año. Diversos p ensam ientos se agolp an en m i cabeza p ero m e resu lta
im p osible verbalizarlos, tam p oco qu iero hacerlo. Unos m eses antes, cu and o
se anu nció qu e la p rop osición d e ley se p resentaba a trám ite p arlam entario
m u cha gente d e m i entorno se fu e a celebrarlo a Chu eca. Yo no. Du rante u n
p ar d e sem anas, al m enos, estu ve recibiend o felicitaciones d e fam iliares y
am igos: «Ya te p u ed es casar, ya sois igu ales».
De nu evo las im ágenes d el teled iario, esta vez no en el congreso sino en la
calle, varios gays, algu n a lesbian a d eclaran d o abiertam en te an te los
m icrófonos y ante las cám aras lo contentos qu e se sienten. Tod os blancos,
tod os p u lcros, m u y p u lcros.
Mad rid , 8 d e Marzo d e 2005. Tráfico caótico a las 8 d e la tard e, m e
d esesp ero en el au tobú s d e cam ino a la mani, llego tard e, tend ré qu e bu scar a
la gente. Su bo a bu en ritm o la calle Atocha, p or fin m e encu entro con la
cabecera d e la m anifestación. El tem a elegid o p ara este año p one esp ecial
énfasis en los d erechos d e las m u jeres lesbianas, au nqu e segú n m e llegó en los
d ías p revios hu bo gran p olém ica al resp ecto. Por fin, tras u nos m inu tos
d u rante los cu ales d eam bu lo arriba y abajo p or la m anifestación consigo
encontrar a «m i gente». N os colocam os en la p arte d elantera, cerca d e la
cabecera y com enzam os con nu estros cánticos y lem as. Poco a p oco, las
m u jeres qu e se encu entran a nu estro alred ed or, algu nas a títu lo ind ivid u al y
otras organizad as en gru p os d el m ovim iento fem inista, com ienzan a
segu irnos en nu estros lem as qu e se convierten en u n clam or contra la
p recaried ad laboral fem enina, la conciliación d e la vid a fam iliar y laboral,
contra la Conferencia Ep iscop al... N os vam os anim and o y los lem as lésbicos
afloran d e nu estras gargantas. De rep ente, el silencio a nu estro alred ed or,
m u chas d e las qu e antes se d esgañitaban ju nto a nosotras y nos d ed icaban
m irad as y sonrisas d e com p licid ad ahora callan y m iran hacia otro lad o.
Claro, tod as hetero.

67
El eje del mal es heterosexual

Mad rid , p rim avera d e 2005. Mientras esp ero en la p u erta d el Círcu lo d e Bellas
Artes a qu e llegu en las am igas con las qu e qu ed é ap arece ella y con u na gracia
su til su be la escalinata qu e d a acceso al interior d el ed ificio. Me su d an las
m anos, m e tiem blan las p iernas, estoy nerviosa. Y recu erd o. Recu erd o cóm o
u nos años antes, a m od o d e acción conm em orativa d el 8 d e m arzo,
em p ap elam os la facu ltad con u nos carteles realizad os en cartu linas d e colores
en los qu e ap arecían las fotos d e m u jeres «im p ortantes» ju nto a u na p equ eña
biografía d e cad a u na. Al p ie d e tod as las cartu linas u na frase qu e d ecía: «¿Por
qu é nos olvid a la H istoria?». Creo qu e fu e la p rim era acción sim bólica
im p ortante qu e realizam os com o «Insu m isas al Género», gru p o en el qu e
com encé m i m ilitancia fem inista. Cad a u na d e nosotras escogió a cu atro o
cinco m u jeres p ara hacer estos carteles y entre m is cu atro, u na era ella: Angela
Davis. Vuelvo a la realid ad , subimos a la sala d el Círculo d ond e se realiza la
presentación y veo muchas caras conocid as d e d iferentes ámbitos, bastantes
caras negras conocid as, pienso. Termina su presentación y un chico negro coge
el m icro, hace rato qu e com enzó el tu rno d e p regu ntas. El chico negro
com ienza a hablar, le agrad ece a Angela Davis su p resencia en Mad rid y
finalm ente se p regu nta d ónd e están las m u jeres negras en Mad rid . Se refiere
a m u jeres m ilitantes. Qu e tú no nos conozcas no significa qu e no existam os,
qu e no estem os. Pero claro, era u n hom bre.

Dibujando puentes

Trazar las conexiones entre las d iferentes form as d e op resión sexo, género,
raza, sexu alid ad ha sid o u na constante entre las activistas y gru p os d e
lesbianas negras y d e color en los Estad os Unid os d esd e la d écad a d e 1970
hasta la actu alid ad . Para la com p rensión d e u na realid ad p olítica com p leja
p or p arte d e estos gru p os, es fu nd am ental el d esarrollo d el concep to d e
simultaneidad de la opresión.

N o vem os ningu na razón p ara hacer u n ranking d e op resiones o p ara, com o


m u chas fu erzas d entro d e la com u nid ad negra p retend en, p ensar qu e el
sexism o o algu nos otros –ism os no existen (Sm ith, 1983: xxxii).

Paralelam ente, las lesbianas d e color p roblem atizan, m ás si cabe, el concep to


d e id entid ad . Entend id o éste, en u n p rincip io, com o id entid ad étnica o
cu ltu ral realizan u n d eslizam iento hacia lu gares fronterizos d e la p rop ia
id entid ad con u na habilid ad , qu e sólo p u d e ser fru to d e la exp eriencia
p ersonal. Al m ism o tiem p o tiend en u nos p u entes sólid os p ara conform ar u n
incip iente m ovim iento d e mujeres de color. En este sentid o, consid ero cru cial
com o catalizad or d e este m ovim iento la p u blicación p or Moraga y Anzald ú a
(1981) d e su ya m ítico This Bridge Called My Back.
La fem inista lesbiana chicana Gloria Anzald ú a (1987) hace exp lícito el
choqu e con su p rop ia cu ltu ra y la d esid entificación con los roles qu e ésta le
im p one p or ser m u jer:

68
Reflexiones desde la negritud y el lesbianismo

Para u na m u jer d e m i cu ltu ra ú nicam ente había tres d irecciones hacia las qu e
volverse: hacia la Iglesia com o m onja, hacia las calles com o p rostitu ta, o hacia
el hogar com o m ad re. (…) Ed u cad as o no, la resp onsabilid ad d e las m u jeres
aú n es la d e ser esp osa/m ad re —sólo la m onja p u ed e escap ar d e la m aternid ad
(Anzald ú a, 2004: 72-73).

Pero este choqu e se p rod u ce al tiem p o qu e se reconoce com o lesbiana en u na


cu ltu ra p rofu nd am ente hom ófoba:

Para las lesbianas d e color, la máxima rebelión que pued en emprend er contra su
cultura nativa es a través d e su cond ucta sexual. La lesbiana va en contra d e d os
p rohibiciones m orales: sexu alid ad y hom osexu alid ad . Siend o lesbiana y
creciend o católica, ad octrinad a como heterosexual, I made the choice to be queer. Es
un camino interesante que se d esliza continuamente d entro y fuera d e lo blanco,
d e lo católico, lo mexicano, lo ind ígena, los instintos (Anzald úa, 2004: 76).

La experiencia de las lesbianas de color en Estados Unidos desde la década de 1970


nos sitúa en un lugar complejo pero a la vez nos da algunas claves de análisis y
acción en u n m arco esp acio-tem p oral com p letam ente d iferente (o no tanto).

El cuerpo como frontera.

Dam os u n salto y volvem os a encontrarnos en la p rim avera d e 2005,


p rincip ios d el siglo XXI, Estad o esp añol, Mad rid ciu d ad carca, rancia y facha.
La situ ación se contem p la d esd e u n m arco d iferente. La gente p rogresista ya
no se p regu nta «H om ofobia, ¿p or qu é hablar d e ello?» (Barbara Sm ith,
1983/2000). La cu estión ahora es, ¿cóm o la gente p rogresista habla d e ello?
Ahora se habla d e estas cosas en el teled iario, la cu estión d el m atrim onio gay
está en la calle, tod o el m u nd o op ina. La gente p rogresista se felicita y esa
gente siem p re te cu enta qu e tiene u nos am igos gays qu e son «m u y norm ales
y m u y m ajos» y qu e, ya qu e p agan su s im p u estos com o tod o el m u nd o, tienen
qu e tener los m ism os d erechos.
Detrás d e esto está el intento d e norm alización y regu lación d e la
sexu alid ad . Am p liar los m arcos legales d e la sexu alid ad p ara intentar
d om esticar al m onstru o. Se reconfigu ra el m ap a d e la jerarqu ización d e
categorías sexu ales y la h om osexu alid ad legal, aqu ella qu e qu ed ará
sancionad a p or m ed io d el m atrim onio, cru zará la frontera y p asará a form ar
p arte d e lo aceptable, eso sí, ocu p and o el ú ltim o escalón en la grad ación qu e
com ienza con el m atrim onio heterosexu al con d escend encia. El resto
segu irem os siend o inacep tables, desviadas, o p eor aú n, no siendo. Porqu e
m u chas d entro d e esta hip ervisibilid ad , u n tanto circense y m u y p oco
p erform ativa, segu im os siend o invisibles.
En este contexto, hablar d e hom osexu alid ad sigu e significand o hablar d e
varones blancos con p od er ad qu isitivo. N o es casu al qu e la m archa d el
«Orgu llo» en Mad rid esté p rácticam ente m onop olizad a en los ú ltim os años

69
El eje del mal es heterosexual

p or, eso qu e se ha d ad o en llam ar, el «m ercad o rosa» y los em p resarios d e


Chu eca. Pero algu nas d e nosotras som os lesbianas y negras y au nqu e nu estro
DN I d ice qu e som os esp añolas, p asam os p or no serlo, p or ser otras.
¿Som os m u jeres las lesbianas? Esta p regu nta m e vu elve u na y otra vez a
la cabeza d esp u és d e lo ocu rrid o en la m anifestación d el 8 d e Marzo. De
nu evo invisible, ahora en u n contexto fem inista. De nu evo la frontera. Lo
som os d esd e lu ego p ara reclam ar la igu ald ad frente a los hom bres en el
asp ecto laboral, lo som os p ara reclam ar los d erech os rep rod u ctivos
heterosexu ales, p ara p od er abortar cu and o cream os qu e es lo qu e d ebem os
hacer sin d ar exp licaciones ni atenernos a su p u estos legales. Claro, esas
lu chas son d e tod as las m u jeres, son los grand es tem as qu e a tod as nos afectan
y los m ínim os com u nes sobre los qu e p od rem os constru ir/reconstru ir el
m ovim iento fem inista. Y m e sigo p regu ntand o, ¿m ínim os com u nes? Para m í,
algu nos d e estos m ínim os no son en absolu to com u nes, la d iferencia es qu e
no se m e ocu rriría jam ás callarm e cu and o se reclam a, p or ejem p lo, aborto
libre y gratu ito. Tod as las m u jeres son heterosexu ales p ero algu nas som os
lesbianas y negras (Gloria T. H u ll, Patricia Bell Scott y Barbara Sm ith, 1982).
Las com u nid ad es negras en el Estad o esp añol son heterogéneas p ero las
p alabras qu e p ronu nció aqu el joven negro en la reu nión con Angela Davis,
m u estran d e nu evo la invisibilid ad d e las m u jeres d entro d e este m ovim iento.
Au nqu e hay gente d entro d el m ovim iento qu e realiza grand es esfu erzos p ara
d ar la vu elta a esta situ ación, el ú nico tem a central d entro d e éste es la raza.
El sexism o y la hom ofobia son d esgraciad am ente d os constantes qu e
p ersisten en la actu alid ad . Otro p roblem a añ ad id o es qu e se sigu e
m anteniend o la visión d e la hom osexu alid ad com o «p roblem a blanco», la
negritu d tend ría así, p ara estos ind ivid u os, u na esencia heterosexu al. Pero
algu nas com enzam os hace ya bastante tiem p o la rebelión, p orqu e som os
lesbianas y tenem os voz.
A veces, resu lta ciertam ente d ifícil vivir en la encrucijada de las diferencias
(Au d re Lord e, 1982/1996). Ser constantem ente interp elad a o vilip end iad a
p or algu na o p or varias d e tu s d iferencias. Sin em bargo, algu nas nos
negam os a d ejar d e ocu p ar esa p osición, u na p osición qu e lejos d e ser algo
natu ral, es sin d u d a u na p osición p olítica, u na p osición p olítica frente a la
hetero-d esignación .
1

1 Me gu sta em p lear esta p alabra con u na d oble acep ción. Por u n lad o, com o d esignación p or
p arte d e «otros», siend o ese otros la socied ad y p or otro lad o, com o d esignación d esd e la
heterorealid ad .

70
Reflexiones desde la negritud y el lesbianismo

Referencias bibliográficas

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Au nt Lu te, 1987.
Anzald úa, Gloria, «Movimientos d e rebeld ía y las culturas que traicionan»,
1987/2004 en bell hooks (et al.), Otras inapropiables. Feminismos desde las
fronteras, Mad rid , Traficantes d e Su eños, 2004, p p . 71-80.
H u ll, Gloria T., Scott, Patricia Bell y Sm ith, Barbara (ed s.), All the Women
are White, All the Blacks are Men, but Some of Us are Brave, N u eva York, The
Fem inist Press, 1982.
Lord e, Au d re, Zami: A New Spelling of My Name, Lond res, Pand ora,
1982/1996.
Moraga, Cherríe y Anzand ú a, Gloria (ed .), This Bridge Called My Back.
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Kitchen Table/Wom en of Color Press, 1983.
Sm ith, Barbara, «H om op hobia: Why Bring It Up ?», en The Truth That Never
Hurts. Writings on Race, Gender and Freedom. N ew Bru nsw ick, N u eva
Jersey-Lond res, Ru tgers University Press, 1983/2000, p p . 111-115.

71
Anhelos diaspóricos y la pequeña libertad

5. Anhelos diaspóricos
y la pequeña libertad: sexualidad,
migracióny precariedad
Encarna Gutiérrez Rodríguez
«Es gab schon m al zwei Am eisen,
d ie wollten nach Au stralien reisen.
Bei Altona au f d er Chau ssee
taten ihnen d ie Fü ße weh.
So verzichteten sie weise
au f d em letzten Teil d er Reise.»1
(«Käp ten» en Kleine Freiheit)

«N o, no se trata d e u na relación gay», resaltaba el


d irector d e cine Yü ksel Yarvu z ante el com entario
d e u n esp ectad or sobre la relación d e su s d os
p rotagonistas, Chernor y Baran, en la p elícu la Kleine
Freiheit (Pequeña Libertad, 2003). La reacción d el
d irector m e llam ó la atención, p u es tam bién yo
había id entificad o la am istad entre estos d os chicos
com o u n a relación h om osexu al. Me qu ed é
p ensativa, intentand o com p rend er lo qu e Yarvu z
p lanteaba. Me p arecía qu e estaba habland o d e la no
corresp ond encia entre lo qu e se rep resenta com o
«gay» en los m ed ios d e com u nicación y en la
literatu ra, in flu en ciad os p or el d iscu rso d el
m ovim iento queer blanco anglosajón y lo qu e el
d irector d enom ina «u na am istad entre d os jóvenes»
qu e se resiste a ser encasillad a fu era d el lengu aje
qu e ellos m ism os m an ejan . An te la p osible
ad scrip ción d e su s p ersonajes a u na noción d e Panfleto d e La Rad ical Gai p ara la Manifestación
id en tid ad h erm ética y basad a en d iscu rsos Antifascista, Mad rid , 1994.

occid en tales, Yarvu z p arece op tar p or u n a


rep resentación d e su bjetivid ad es qu e em ane d e u n
conju nto social, económ ico, geográfico y d iscu rsivo
d eterm inad o, m arcad o p or líneas genealógicas d e
p erten en cia e id en tificación . Qu izás con esta

1 Trad . EGR: «H u bo ya u na vez d os horm igas, qu e qu erían viajar a Au stralia. En Altona (barrio p op u lar d e
H am bu rgo) en la Chau ssee les d olían los p ies. Así qu e sabiam ente d ejaron la ú ltim a p arte d el viaje».

73
El eje del mal es heterosexual

su gerencia Yarvu z intenta d econstru ir u n d iscu rso u niversalizad or sobre la


id entid ad y la sexu alid ad , insistiend o en p rácticas localizad as. Ya qu e cu and o
un practicante de «actos homosexuales», o un cuerpo marcado por rasgos queer,
se mueve entre espacios diferentes como la nación, la región, la metrópolis, el
barrio, p ero tam bién en d iferentes niveles sociales, com o la cu ltu ra, el género
o la religión, la relación entre id entid ad , p olítica y d eseo, se p lantea d e
m anera nu eva, creand o nu evos víncu los d e im bricación. Se alteran así los
p lanos d e id entid ad qu e rep ercu ten en las d efiniciones d e id entid ad y d e
p erten en cia colectiva, tran sform an d o referen cias d e orígen es y
renegociánd olas o reim aginánd olas sobre la base d e las exp eriencias y los
d iscu rsos d el p resente. Consid erand o la exp eriencia d e «transform igración»
(Sánchez-Ep p ler y Patton, 2003), d e transform ación en la inm igración, el
enfoqu e d e análisis d ebería basarse m enos en u n d iscu rso id entitario
u niversalizad or qu e en p rácticas contextu alizad as y localizad as. Son p rácticas
qu e p arecen no estar p resentes en las rep resentaciones oficiales d e las
p olíticas queer o d e la teoría queer.
De m od o qu e la cau tela d el d irector ante el d eseo d el p ú blico p or d efinir
la relación d e estos d os jóvenes p u ed e d eberse a d os cu estiones, (a) el intento
d e no inscribir a su s p rotagonistas d entro d e u n d iscu rso m arginal —el
d iscu rso queer—, qu e su rge d e lu chas y d ebates d entro d el contexto
an glosajón , u n d iscu rso d el qu e las su bjetivid ad es m igratorias o las
exp eriencias ajenas d el m arco «anglosajón» p arecen estar au sentes; (b) el
intento d e rep resentar exactam ente ese hu eco, esa hu ella d e algo qu e no se
refleja en el nom bre o en la escritu ra y qu e se rep resenta a nivel d e la
visu alización d el silencio, arrop ad o p or gestos y m irad as. Partiend o d e estas
d os su p osiciones, el p rim er asp ecto nos p lantea la cu estión d e cóm o tratar
el triángu lo entre m ascu linid ad , d eseo hom oerótico y rep resentación en el
contexto d el asilo y la inm igración. El segu nd o nos p resenta u na estrategia d e
cóm o evad ir las p olíticas d e enu nciación id entitarias p ara abrir u n esp acio a
las articu laciones m ú ltip les d el d eseo. Estas d os p rop u estas van ligad as al
contexto geop olítico d el qu e em ergen: el d e la ciu d ad anía y la exclu sión
basad as en las p olíticas m igratorias d e la Unión Eu rop ea.

Unión Europea, políticas migratorias y derechos queer

Dos d ebates han llenad o en los ú ltim os m eses las p áginas d e los p eriód icos
d el Estad o esp añol: el reconocim iento d e los d erechos, hasta ahora reservad os
a los m atrim onios heterosexu ales, en «los m atrim onios hom osexu ales» y la
regu larización d e los inm igrantes m ed iante contratos d e trabajo p rom ovid os
p or em p resas nacionales. Acom p añad os p or la introd u cción d e la ley d e
regu larización extraord inaria d e inm igrantes, llam ad a «norm alización» p or el
Gobierno y la ap robación d el p royecto d e ley d irigid o a m od ificar el cód igo
civil p ara p erm itir el m atrim onio entre p arejas d el m ism o sexo, otorgánd oles
el m ism o tratam iento ju ríd ico qu e a los m atrim onios heterosexu ales. Esta
ú ltim a p rop u esta h a id o acom p añ ad a p or u n d ebate feroz y la op osición
d e algu nos sectores d e la socied ad . Estos d os p royectos p lantean u n
p rogram a d e integración en el m arco d e los d erechos cívicos y laborales,

74
Anhelos diaspóricos y la pequeña libertad

creand o a la vez líneas d e d iferenciación entre los qu e se inclu yen en el p rim er


p lano d e los d erechos cívicos, los hom osexu ales, y los qu e reciben u n estatu s
transitorio a través d e los d erechos laborales, los inm igrantes. Aqu í se p one
en evid encia la d istinción entre d erechos d e ciu d ad anía y el estatu s d e
«extranjer@» en relación con las p olíticas d e inm igración y asilo, ya qu e
basán d ose en ellas se in clu ye p or u n a p arte al colectivo LGTB,
p resu p u estam ente interp elad o p or esta ley com o ciu d ad anos d el Estad o
esp añol, y p or otra p arte se exclu ye al colectivo d e inm igrantes, interp elad o
p or el Estad o com o m ano d e obra tem p oral. Así, p or u na p arte se otorga al
colectivo LGTB la p osibilid ad d e u n reconocim iento legal d entro d el m arco
heteronorm ativo, y p or otra se p erm ite a los em p resarios em p lear a
inm igrantes p or u n tiem p o d eterm inad o (cinco años). Estos d os p rogram as
van d irigid os a d iferentes colectivos qu e no se p erciben com o vincu lad os
entre sí. Mientras qu e al p rim er colectivo se le atribu ye el estatu to d e
ciu d ad anía, consid erand o qu e cu m p len con las norm as vigentes, al segu nd o
se le exclu ye d el m ism o, ya qu e su p ertenencia a la Polis es p recaria y d ep end e
d e la coyu ntu ra económ ica. Estas d os caras form an p arte d e la m ism a
m oned a, son estrategias neoliberales de gobierno. El Estado neoliberal, como
Stuart Hall (1994) indica, se desarrolla a través de su capacidad de integrar a las
minorías dentro de su concepto de ciudadanía —p or ejem p lo m u jeres, gays—
m ientras qu e al m ism o tiem p o p rolonga las p olíticas trad icionales d e
exclu sión en relación con con cep tos com o extran jería y «colectivos
extracom u nitarios». Así qu e, cu and o se habla d e los d erechos d el colectivo
LGTB, a m en u d o se olvid a qu ién es p ercibid o com o in tegran te d el m ism o.
¿Pensam os en la trabajad ora d om éstica qu e lim p ia la casa d e u na p areja gay?
¿Pensam os en «los novios bú lgaros», u n térm ino qu e ya en sí transp orta el
im aginario d el «Otro» exótico? ¿Se nos ocu rre p ensar en Glad y, u na
transexu al brasileña qu e trabaja en la Casa d e Cam p o?
Desd e 1992 la Unión Europea d istingue entre los «ciud ad anos d e la Unión
Europea» y los d enominad os «miem bros extra-comunitarios». Med iante las
leyes d e extranjería y d e asilo se ha id o restringiend o el d erecho d e asilo que
por ejem plo en el Estad o alemán ha estad o vigente hasta el 27 d e junio 1993.
Desd e entonces las solicitud es d e asilo en Alemania se d ecid en basánd ose en
unas listas d e países elaborad as por el Ministerio d e Asuntos Exteriores.
Solamente la proced encia d e un país d ond e —en opinión d el gobierno
alemán— existe persecución por parte d el Estad o, es d ecir, un país d ond e las
personas son perseguid as, torturad as y asesinad as por el régimen d e gobierno,
pued e justificar una solicitud d e asilo. Partiend o d e esta base hay que
d em ostrar ind ivid ualmente que se está expuesto a tales amenazas y peligros.
El d erecho ind ivid ual e ind epend iente d e un país a conced er asilo en caso d e
persecución política se suprime, d e hecho, d esd e la última mod ificación d el
d erecho d e asilo. Un d erecho que según avanzan las leyes d e inmigración y d e
segurid ad a escala europea, se está limitand o cad a vez más. El mod elo d e la
«política d e asilo alemana» ha sid o imitad o d entro d e la Unión Europea, tal y
com o d em uestran el acuerd o d e Ámsterd am (1997) y las cumbres d e Tampere
(1999) y Sevilla (2002). En estas reuniones los gobiernos europeos pusieron en
evid encia su empeño por lo que se d enomina «la armonización d e políticas d e
asilo e inmigración» y la puesta en m archa d el «espacio d e libertad , segurid ad
y justicia». Con ello se aspira a una amplia asimilación d e las políticas d e asilo
y d e migración en el ám bito d e la Unión Europea.

75
El eje del mal es heterosexual

El p rim ero d e Mayo 1999 se im p lem entó el Tratad o d e Ám sterd am (Kop p ,


1999). Este Tratad o im p lica el d esarrollo d e u na p olítica d e asilo e inm igración
com u nitaria, qu e d esarrolla en p articu lar la coop eración entre el sistem a legal
y las p olíticas d e extranjería. Un cam ino ya tom ad o p or el Tratad o d e
Maastricht, en el cu al los Estad os eu rop eos p u sieron d e m anifiesto su interés
p or hom ologar su s leyes d e extranjería y su sistem a d e visad os, y qu e fu e
inau gu rad o en el Tratad o d e Schengen d e 1990 firm ad o p or los Países Bajos,
Lu xem bu rgo, Francia, Alem ania, Italia, Esp aña y Portu gal, y ratificad o hoy
p or los restantes m iem bros d e la Unión Eu rop ea con excep ción d e Reino
Un id o. Sobre la base d e este tratad o se estableció la libre circu lación d e
los ciu d ad anos d e la Unión Eu rop ea y el cierre d e las fronteras eu rop eas p ara
los d enom inad os «m iem bros d e terceros Estad os». Una intención qu e se ha
id o m aterializand o con m ayor intensid ad en el transcu rso d e encu entros
p osteriores, com o p u so d e m anifiesto la cu m bre d e m inistros d e Interior d e
Sevilla en 2002. Este d esarrollo va ligad o a la im p lem entación d e u n
sofisticad o sistem a d e con trol —com o la in trod u cción d el acu erd o
EURODAC—, qu e introd u ce u n archivo d e d atos genéticos d e refu giad os, u n
sistem a d e nu evo visad o p ara 130 p aíses y la p ersecu ción legal d e las
em p resas d e transp ortes bajo la sosp echa d e «tráfico d e p ersonas», así com o
u na d efinición com u nitaria d el concep to d e «refu giad o» y la lim itación d e la
reu nificación fam iliar p ara niñ@s m enores d e d oce años. En la cu m bre d e
Sevilla d e 2002, se d estacó el em p eño d e los gobiernos d e Esp aña, Alem ania,
Italia y Gran Bretaña p or acelerar el p roceso d e control d e inm igración en
Eu rop a. Aznar p resentó su «Plan contra la inm igración ilegal» ap oyad o p or
Berlu sconi, Blair y Schröd er. En este p lan se p lanteaba sancionar a los p aíses
d e p roced encia y d e tránsito d e refu giad os, recortand o las ayu d as al
d esarrollo. Au nqu e esta p rop u esta no llegó a ser acep tad a, se introd u jeron los
térm inos d e «p aíses d e p ersecu ción» y «tránsito» en el p rogram a d e
segu rid ad d e la UE (Kop p , 2002, p . 6); reveland o así la conexión d iscu rsiva
entre el área d e segu rid ad y la d e inm igración qu e se m anifiesta en u n nivel
p ráctico m ed iante la coord inación entre la p olicía y el control d e fronteras;
facilitand o la d ep ortación y el internam iento d e «sin p ap eles», así com o la
aceleración d el p roceso d e d em and a d e asilo a escala eu rop ea.
¿Qu é significa este breve resu m en d e la p olítica d e asilo actu al p ara las
p regu ntas qu e nos p reocu p an en este ensayo? ¿Qu é significan las «p olíticas
queer» en el contexto d el asilo y la inm igración? ¿Qu é im p licaciones tiene esto
p ara la rep resentación d e las lesbianas, los hom osexu ales, los bisexu ales y los
transexu ales inm igrad os, exiliad os y d isp ersad os?

Queer, “extranjer@” y subalternidad

En p u blicaciones o d ebates p ú blicos sobre hom osexu ales, la vid a cotid iana d e
inm igrantes o refu giad os hom osexu ales, bisexu ales, transexu ales casi sólo
ap arece com o anexo m u lticu ltu ral o com o caso p roblem ático. Llega a ser u n
p roblem a, si refu giad os e inm igrantes solam ente se m encionan en cu estiones
com o el asilo, sin estar p resentes en otras com o la sexu alid ad , la relación
am orosa, la ed u cación y la p olítica general. Debid o a la p articu larización u

76
Anhelos diaspóricos y la pequeña libertad

om isión qu e exp erim enta el colectivo d e inm igrantes en los d ebates sobre los
d erechos queer, su estatu s vincu lad o a las p olíticas d e inm igración y a u n
régim en d e exclu sión e inclu sión, en relación con los d erechos cívicos, no es
cu estionad o en este contexto, así com o la reivind icación d e d erechos p ara
gays y lesbianas no es encu ad rad a d entro d e las p olíticas d e interp elación
estatal. Se establece así una vinculación de los Derechos Humanos con el
concepto de ciudadanía, que en el caso de los inmigrantes queda completamente
desarticulada, ya que estos llegan a ser miembros de la sociedad d em ocrática
sólo m ed iante su calid ad p rod u ctiva, su m ano d e obra. Su integración a la
Polis es así d eterm inad a p or su cap acid ad p rod u ctiva y regu larizad a
m ed iante d em and a em p resarial. Sólo en fu nción d el m ercad o laboral figu ran
com o ciu d ad anos al m ism o tiem p o qu e reciben d erechos com p letam ente
transitorios y p recarios. En este contexto algu nas d e las bases d e los Derechos
H u m anos, com o los d erechos a la reagru p ación fam iliar d e los niños o el
d erecho al libre asentam iento qu ed an fu era d el m arco. En el caso d e los «sin
p ap eles» se m inan tod a clase d e d erechos cívicos com o el d erecho a la
viviend a, la ed u cación, el trabajo y la salu d . Bajo estas p olíticas, las p ersonas
en la inm igración y en el exilio su fren en d istintos niveles u na objetivación
d erivad a d e esta p olítica d e interp elación estatal.
El Estad o introd u ce u na d iferencia d iscu rsiva y ju ríd ica entre «la/el
ciu d ad ano/a» y «la/el extranjera/o». El estatu to d e «extranjero/a» sitú a al
individuo fuera del contexto geográfico y político que habita, independientemente
de que lleve tres meses o treinta años viviendo en un país. Perp etú a la noción d e
u n «afu era» constitu tivo d e la p rod u cción d e u n «ad entro»: los qu e
p ertenecen a este p aís y d isfru tan d e los d erechos d e ciu d ad anía. En
consecu encia, la d efinición d e «extranjera» fu nciona com o sinécd oqu e d e u n
régim en d e regu lación y control basad o en la lógica binaria d e la exclu sión y
la inclu sión. Con esta categoría se ap arta a ciertas p ersonas d e los d erechos
humanos y cívicos presuntamente universales, creando a la vez diferentes
nom enclatu ras d e p erm isos d e resid encia, p or las qu e se d eterm ina el m arco
d e existencia y de movilidad de los sujetos migratorios. Dentro del contexto de
inmigración alemán, según la nueva ley de inmigración («Zuwanderungsgesetz»)
en vigor d esd e enero d e este año (2005) se ha d eterm inad o qu e habrá tres
estatu s d e resid encia: el p erm iso d e asentam iento (estilo green card), el
p erm iso d e resid encia y el sistem a d e visad os. A los refu giad os y los
solicitantes d e asilo se les conced e u na resid encia lim itad a y d ep end iente d el
resu ltad o d e su d em and a.
En el contexto alem án, la «extranjera» no sólo d esigna a u na viajera
p roced ente d el extranjero, sino m ás bien m arca la exclu sión resp ecto d e la
com u nid ad hegem ónica y étnicam ente d efinid a. Esta sep aración d el conju nto
d e la ciu d ad anía no sólo se reglam enta m ed iante leyes, sino esp ecialm ente
m ed iante la constru cción d e la «extranjera» com o «otra», en el sentid o d e la
«ajena». Para fijar su «otred ad » se le atribu ye características racializad as y
etnizad as. «Ser extranjera/o» significa, en este contexto, enfrentarse al
rebajam iento y a la violencia racista, tanto su til com o d irecta. Confrontarse
con el estatu s d e «extranjera/o» significa obtener u na id entid ad p lantead a p or
el Estad o y exp erim entad a p or los ind ivid u os m ed iante la violencia qu e
genera. Esta violencia d eja hu ellas en la su bjetivid ad d e los ind ivid u os,
em p u jánd olos a enfrentarse forzosam ente con las p rácticas d e enajenación y

77
El eje del mal es heterosexual

exp lotación qu e se inscriben d e m anera som ática com o d olor y anhelo, tanto
en su s cu erp os com o en su p siqu e. A la vez se crean nu evas estrategias d e
resistencia, nu evos esp acios d e contacto y nu evas d efiniciones d e id entid ad .
La p osición d e la/el «extranjera/o» se sitú a en algu na m ed id a d e form a
p aralela con la p osición d e lo «queer» a nivel d el efecto interp elad or cread o
p or las p olíticas d e exclu sión estatal. Lo «queer» es lo silenciad o, lo no visible,
lo qu e sólo se articu la com o sobred eterm inación, exagerand o, ya sea el lad o
sed u ctor o el lad o carnavalesco. Es lo no articu lad o d entro d el m arco oficial
d e rep resentación o lo escond id o d etrás d e clichés d e lo exótico o lo grotesco,
evad iend o así la seried ad d e la existencia d e lo «queer» com o com p lejid ad
social. Lo «queer» se ha transform ad o en algu nas m etróp olis occid entales en
m arca d e consu m o, p u esta tam bién en la p antalla p or u nos m ed ios d e
com u nicación em p eñad os en resaltar lo excéntrico y lo trágico. En la
rep resentación m ed iatizad a, sobre tod o d e los «gays», resalta el glam ou r, lo
«cam p », la travesti, racializand o u orientalizand o figu ras qu e ocu p an u na
p osición ú nica p or su p roced encia geográfica o p or su color d e p iel. En estas
rep resentaciones la p osición d e la/el «extranjera/o» es p resentad a m ed iante la
acentu ación d e características fenotíp icas y el m anejo d e la lengu a.
Mientras qu e se encu entran rasgos p aralelos en la rep resentación d e lo
«queer» y d e lo «extranjero», los m ecanism os a través d e los qu e se constru yen
estas d os p osiciones, así como las posiciones en sí, no son idénticos, ya que la
posición de la «extranjera» no es silenciada, sino que más bien se crea sobre la
base d e su pronunciación pública, creand o un d oble efecto paralelo d e
visibilidad e invisibilidad. El marco geo-político en el que estas dos categorías se
encuentran en el contexto de la inmigración y el asilo, resalta las diferentes
genealogías y los hilos entrelazados que impactan sobre los sujetos migratorios
y/o queer. Teniendo en cuenta esto no se trata de recrear el marco de la doble o
triple opresión, sino más bien de resistir el intento de homología entre lo «queer»
y lo «extranjero» como dos efectos de diáspora inter- y contrapuestas.
En el caso d e la p osición d el su jeto m igratorio, el esp acio p ú blico d e
rep resen tación qu e se crea, va m arcad o p or u n a p olítica om n ip resen te
d e ciu d ad anía y exclu sión, ya qu e la existencia ind ivid u al, las p rácticas
colectivas y los saberes d e los su jetos m igratorios en p articu lar, m arcad os p or
las p olíticas d e ilegalización, no llegan a form ar p arte d el texto oficial d e
rep resentación. Es en relación a esta au sencia e inaccesibilid ad al texto d e
rep resentación qu e Gayatri C. Sp ivak d efine la p osición d e la «su balterna»
(Sp ivak, 1988). Es u na p osición en la qu e el su jeto carece d e tod a clase d e
m ovilid ad social. Desconectad a d e tod a clase d e víncu lo y d e acceso a u n
texto rep resentativo, «la su balterna» es la sinécd oqu e d e la ap oría global entre
u n m u nd o cap italizad o y u n m u nd o com p letam ente exclu id o d e este p roceso,
au nqu e la exp lotación d e su s recu rsos sea fu nd am ental p ara el d esarrollo
global. Atribu ir a la «extranjera», en general, la p osición d e la su balterna, sería
m alentend er a Sp ivak, ya qu e ésta ha entrad o en el m u nd o occid ental y vive
en él. Sin em bargo, se convierte igu alm ente en u na figu ra p arad ójica cu and o
carece d e p ap eles o su p resencia sólo es ad m itid a p or u n contrato d e trabajo
d e tiem p o d efinid o. Dentro d e la situ ación d e ind ocu m entación, el su jeto
m igratorio no tiene acceso a la infraestru ctu ra qu e rige el p aís en el qu e vive,
au nqu e obtenga el acceso gracias a red es d e solid arid ad . Su s p osibilid ad es d e
m ovilid ad , au nqu e haya consegu id o llegar a Eu rop a, son lim itad as e inclu so
p u ed en term inar en u na d ep ortación, anu land o en el acto los retos hasta ahí

78
Anhelos diaspóricos y la pequeña libertad

consegu id os. Aú n así, com o p osición m arginal y al tiem p o exclu id a, ha


invocad o con su p resencia u n nom bre p rop io, m arcad o p or las p olíticas d e
extranjería, inm igración y asilo. Es en esta encru cijad a en la qu e se crean
su bjetivid ad es m arcad as p or estos d os m om entos, p or u na p arte el m om ento
d e «su balternid ad » y p or otro el d e la «m arginalid ad ».
En esta d inám ica los su jetos m igratorios crean su s p rácticas, cu estionand o
y evad iend o el m arco d e rep resentación qu e se les atribu ye. Su esp acio es el
d e la d iásp ora, el d e la flu id ez y el d el contacto con d iferentes p osiciones
sociales y cu ltu rales, com o vam os a ver a continu ación a través d e algu nos
extractos d e la p elícu la Kleine Freiheit.

Kleine Freiheit: La pequeña libertad, amistad y deseos incorporados

Kleine Freiheit abarca m u chos tem as d elicad os y com p licad os com o el rol d e la
m em oria y d e la id entid ad ku rd a, qu e en este ensayo no voy a tem atizar, ya
qu e volveré m i m irad a hacia las cu estiones d e la am istad , la intim id ad y la
id entificación m ascu lina. Analizaré d os niveles, p or u na p arte el im p acto d e
(a) cóm o se articu la u n d eseo hom oerótico en u n contexto qu e está m arcad o
p or las lim itaciones ju ríd icas y territoriales qu e em anan d e las p olíticas d e
inm igración y asilo y (b) cóm o los su jetos transgred en esta esfera norm ativa
p ara d ar u n nom bre al anhelo d e u n d eseo translocal, a la exp resión d e u na
sexu alid ad qu e no está fijad a en u n lu gar, qu e se m u eve en los esp acios entre
las fronteras, —esp acios d e tránsito y no d efinid os p or las leyes d e la
soberanía nacional. Se abre así u n esp acio d ond e la sexu alid ad se configu ra a
través d el contacto y d el encu entro transcu ltu ral, viviénd ose d e m anera
íntim a e inm ed iata. Esta exp eriencia es trad u cid a a escala internacional
m ed iante las id entid ad es «gay» o «queer», lo qu e evap ora la esp ecificid ad d e
su p rop ia constitu ción y com p lejid ad local. Es en este trasfond o qu e qu izás
Yarvu z se resiste a d escribir a su s p rotagonistas con el térm ino «gay».
Su s p rotagonistas son: Chernor, u n chico negro, con el p elo corto y teñid o
d e ru bio, qu e vive sin p ap eles en Alem ania y ha d ejad o a su s p ad res y
herm anas en África Occid ental, y Baran, u n chico ku rd o sin p ap eles qu e
trabaja en u n Imbiss (kiosco) tu rco en el corazón d e St. Pau li.2 St Pau li es u no
d e los barrios m ás p obres d e H am bu rgo, con u n alto p orcentaje d e p ersonas
m ayores qu e viven solas, d e ham bu rgu eses d e origen tu rco, d e ku rd os y d e
estu d iantes. Es la cu na d e la p rostitu ción d e la ciu d ad y en la qu e hoy resid en
trabajad ores d el sexo d el tod o el m u nd o, con o sin p ap eles. En este barrio
sitú a Yarvu z a su s d os p rotagonistas. Los d os trabajand o sin p ap eles en la
calle, u no d e rep artid or, llevand o encargos d e kebab a los clientes, otro
vend iend o estu p efacientes. Esta rep resentación d e la d ivisión d el trabajo,

2 St. Pau li es u no d e los barrios m ás fam osos d e H am bu rgo, d ond e se encu entra la
«Rep erbahn». De la «Rep erbahn» se d ice qu e es la calle m ás fam osa y antigu a d e H am bu rgo,
p or su s bu rd eles, sexshop s y p rostitu ción callejera. Desd e siem p re ha sid o u n barrio qu e ha
atraíd o a m arineros y trabajad oras d el sexo, así com o a com erciantes d e tod o el m u nd o.

79
El eje del mal es heterosexual

m arcad a p or el estatu to d e refu giad o, p or la p roced encia geográfica, así com o


p or el color d e p iel, m oviliza p or u n lad o estereotip os racistas al tiem p o qu e
ap u nta los m ecanism os d e acceso al m ercad o laboral.
Chernor y Baran se conocen m ed iante u n am igo, u n m arinero qu e ellos
llam an cariñosam ente «Käp ten» (cap itán), u n m arinero sin techo. El «Käp ten»
p asa su tiem p o sentad o en u n banco d e u na p lazoleta m u y frecu entad a en el
barrio d e St. Pau li. Sentad os sobre este banco, escu chand o atentam ente las
aventu ras d el «Käp ten» qu e ha cru zad o m ed io m u nd o, Chernor le d irige la
p alabra a Baran qu e acaba d e d ecirle al «Käp ten», qu e hablaba sobre su s
am igos d e Estam bu l, qu e cóm o p od ía tener am igos en esa ciu d ad , si allí son
tod os u nos m achistas. De m anera su til se introd u ce u na d iferencia entre u na
m ascu linid ad m achista y la qu e estos tres p ersonajes rep resentan y qu e es
rep etid a en varias ocasiones d u rante el transcu rso d e la p elícu la. Por ejem p lo,
cu and o la hija d e qu ince años d el d u eño d el Imbiss, N ergiz, interesad a en
Baran , le p regu n ta cóm o es qu e lleva tod o el d ía sen tad o en el ban co con
el «Käp ten », segú n ella «u n tip o rep u gnante y m orboso», Baran rechaza qu e
el «Käp ten» p u ed a tener interés p or ella, ya qu e añad e en voz baja: es
«schw u l» (gay). Ella le rep lica: «Ah, p or eso estás siem p re sentad o a su lad o.»
Baran no d ice nad a. El ad jetivo «schw u l», así com o el insu lto «Schw u chtel»
(m aricas), ap arece en varias escenas. Por ejem p lo cu and o N ergiz le d ice a
Baran qu e es «schw u l», p orqu e se p asa el d ía con Chernor, o cu and o los
com p añeros d e Chernor le insu ltan con este térm ino al verlo con Baran. El
entorno d e los chicos p ercibe en la am istad d e estos u na intim id ad qu e
rechazan. Sabem os, d esd e u n p rincip io, p or los com p añeros d e Chernor qu e
éste tiene p lu m a. Por su p arte, p ara Baran la hom osexu alid ad d el «Käp ten» no
es nad a qu e d eba esp antar o com entar, sim p lem ente está ahí.

Au nqu e este significante ap arece y d esap arece d u rante la tram a d e la


p elícu la, los chicos no llegan a d efinirse a través d el m ism o, ni a situ ar su
am istad d entro d e este m arco. La am istad qu e les u ne se entrelaza m ed iante
la figu ra «gay» d el «Käp ten », au n qu e en los en cu en tros con él, la
hom osexu alid ad no se tem atiza. Pero es sobre el banco d el «Käp ten» qu e
ellos, Chernor y Baran, se encu entran.
Los d os viven sin p ap eles en esta ciu d ad , ya qu e su s solicitu d es d e asilo
fu eron rechazad as. Llegaron con la ed ad d e once o d oce años com o m enores
no acom p añad os a H am bu rgo y estu vieron varios años en u na resid encia
p ara niños y jóvenes refu giad os hasta cu m p lir los d ieciséis. Al cu m p lir los
d ieciséis años sólo p u ed en p erm anecer en el p aís si obtienen asilo, si no, son
exp u lsad os. Chernor y Baran viven bajo estas circu nstancias, sin fam ilia en
H am bu rgo. Chernor lleva d os años sin noticias d e su fam ilia, ya qu e se
m u d aron d e casa. Los p ad res d e Baran fu eron asesinad os en Ku rd istán. En
H am bu rgo, Baran tiene u n p rim o qu e le consigu e trabajo en el Imbiss d e u n
tu rco d e izqu ierd as. El contexto p olítico d e resistencia ku rd o y tu rco es u no
d e los tem as p rincip ales d e la p elícu la. Chernor sólo tiene colegas qu e trafican
con d rogas, a lo qu e él tam bién se d ed ica. Un hecho qu e Baran d etesta,
intentand o convencer a su am igo d e qu e d ebería d ejarlo. Inclu so, trata d e
convencer al d u eño d el Imbiss, qu e va a abrir u n nu evo restau rante, p ara qu e
le d é u n p u esto a Chernor. Éste rechaza em p lear a u n «negro» com o cam arero,
p ero Chernor le su giere qu e p od ría trabajar en la cocina. El d u eño term ina la
d iscu sión d iciend o qu e se lo p ensará.

80
Anhelos diaspóricos y la pequeña libertad

El acceso d e los chicos al m ercad o laboral y a la viviend a d ep end e d e su


infraestru ctu ra, d e su s red es fam iliares y d e su s am igos. Cu and o Chernor
p ierd e su habitación al p elearse con su s colegas, qu e le han robad o el d inero
qu e tenía ahorrad o p ara salir d el p aís e irse qu izás a Au stralia, Baran le ofrece
su habitación y su cam a. Los d os chicos d esarrollan u na am istad íntim a,
ap oyánd ose el u no en el otro y p asand o ju ntos el tiem p o qu e p u ed en.
Esta am istad se ve afectad a p or los eventos qu e han traíd o a Baran a
H am bu rgo. Baran se top a en la calle con u n hom bre ku rd o m ayor qu e le
invita a u n trago en el Imbiss. Su p rim o inm ed iatam ente reconoce a este
hom bre com o el m ilitar qu e traicionó a su p u eblo y el cau sante d el asesinato
d e los p ad res d e Baran. Al enterarse d e esto, Baran se ap od era d e u n arm a y
acecha d u rante d ías a este hom bre, hasta qu e u n d ía ap u nta hacia él con el
arm a. Finalm ente d ecid e no m atarlo. Destrozad o em ocionalm ente p or lo
su ced id o, Baran llega a su casa. Chernor m ientras le esp era im p aciente en su
cu arto. En el reflejo d e la ventana vislu m bra la silu eta d e Baran d esnu d o qu e
acaba d e salir d e la d u cha. Chernor se d a la vu elta y ap resu rad o se d irige a
Baran, p id iénd ole exp licaciones. Baran no resp ond e y p erm anece tod a la
noche en silencio. Esa noche los chicos d u erm en d esnu d os y Chernor acaricia
a Baran. La esp ectad ora ve a u n Baran au sente, aú n su m ergid o en los su cesos
d el d ía. Chernor lo m ira cariñosam ente y sigu e acariciánd olo, sigu e
acariciánd olo inclu so cu and o Baran se d a la vu elta d ánd ole la esp ald a. Baran
p arece segu ir au sente, p ero no ap arta a Chernor d e su lad o.
A la mañana siguiente vemos a Baran con su bicicleta, preocupad o y
sonriente a la vez. Esa tard e Baran vislumbra a lo lejos a Chernor, se alegra y se
quiere acercar a él, pero se d a cuenta d e que éste se encuentra en med io d e un
negocio d e d rogas. Desencantad o se d a la vuelta. Ya por la noche cuand o
Chernor llega a casa, Baran se d irige a él d e mal genio. Enseguid a Chernor
empieza a d isculparse por lo suced id o la noche anterior. Pero el enojo d e Baran
no se d ebe al encuentro sexual, sino al tráfico d e d rogas. La pelea vislumbra la
ternura entre los chicos a través d el cuid ad o que transmiten sus mirad as y
gestos. Baran subid o encima d e Chernor golpea d e manera suave y juguetona
a Chernor, cuand o un amigo d e la casa entra en la habitación y los interrumpe
con un «hola chicos» que parece encuad rar la situación d entro d e un marco
homoérotico que no se pronuncia, pero se vive, se percibe y se sabe.

Desterritorializaciones, violencia y anhelos hogareños

Kleine Freiheit em pieza en la plazoleta d ond e los chicos se encontrarán un par


d e d ías m ás tard e. Es d e noche y en primer plano vemos llegar a Baran con su
bicicleta, en el fond o nos percatamos d e d os policías que han parad o a d os
jóvenes y les pid en los papeles. Los policías d esaparecen con los jóvenes. La
persecución constante que viven Baran y Chernor representa un Leitmotiv que
guía la trama d e la película. La am enaza constante d e ser d eportad os y el
hecho d e no tener familia, sitúa a los jóvenes en un espacio no d efinid o por un
territorio d eterm inad o, sino m ás bien estru ctu rad o p or la hu id a y la
cland estinid ad permanente en la que viven. El único anclaje que aparece como

81
El eje del mal es heterosexual

país futuro es Australia. En una d e las escenas aparecen los chicos d elante d el
«Bibi Bunker», un enorme barco anclad o en el puerto d e H amburgo, utilizad o
como centro d e internamiento para refugiad os en proceso d e d emand a d e
asilo. En esta escena, vemos a los chicos d elante d el barco, intercambiand o sus
propias experiencias d e d emand a d e asilo y d e d enegación, aunque Baran fue
torturad o en Turquía por vend er el periód ico d el partid o cland estino obrero
kurd o PKK. Paseánd ose por la orilla d el puerto, Baran le pregunta a Chernor
si sabe por qué los canguros d an saltos tan enormes. Chernor le respond e:
«Porque están tratand o d e llegar a Australia».
Tam bién el «Käp ten» les cu enta cóm o llegó a Au stralia. Es con estas
im ágenes e im aginaciones d e libertad y d esp lazam iento qu e los p rotagonistas
y el «Käp ten» crean u n víncu lo d e am istad y los chicos u no d e intim id ad .
N ingu no d e ellos tiene u n hogar p erm anente, el hogar d el «Käp ten» es u n
banco y su s aventu ras. El hogar d e los chicos son las fotos d e fam ilia y, en el
caso d e Baran, u na cám ara d igital con u na cinta qu e ha recibid o d e su
herm ana d e catorce años. El víd eo consiste en im ágenes d e su s abu elos y
fam iliares en Ku rd istán. Estas im ágenes abren com o p reám bu lo la p elícu la
Kleine Freiheit y la cierran com o ep ílogo. Baran se d ed ica a film ar en cad a rato
libre situ aciones d e la calle y am igos y am igas su yos, cap tand o así cad a
instante vivid o y m aterializand o su s recu erd os. Recu erd os qu e qu iere
m and ar a su herm ana en Ku rd istán p ara qu e ésta p u ed a ver d ónd e vive su
herm ano. La fam ilia transnacional rep resentad a p or el retrato d e la herm ana
qu e cu elga en la habitación d e Baran y las im ágenes d igitales d e los fam iliares
y en p articu lar d el abu elo en Ku rd istán rep resen tan las h u ellas d e
p ertenencia. Esta genealogía u nid a p or lazos em ocionales, m arcad a p or la
d istancia geográfica y recop ilad a en las im ágenes d igitales, se m ezcla con las
nu evas im ágenes d e H am bu rgo, con su s nu evos am igos y con las calles qu e
transita. El lu gar d el «ayer» d e Ku rd istán se entrecru za con el «hoy» d e
H am bu rgo, situ and o a Baran com o u n su jeto d iasp órico, qu e constru ye y
exp erim enta d iferentes niveles d e convivencia, fam iliarid ad y p ertenencia.
Un a p erten en cia m arcad a p or el d olor y la con stan te h u id a, p or la
evanescencia d el p resente y p or la p royección d e u n fu tu ro im aginad o qu e
p u ed e ser aniqu ilad o en u n instante p or las esp osas d e u na au torid ad
p ertinente y violenta.
Los chicos viven sin p ap eles en u na ciu d ad m arcad a p or el cap italism o
global, p or u na constante d em and a d e m ano d e obra barata p ara la
constru cción d e nu evos p royectos u rbanos, p ara la lim p ieza d e las calles, las
oficinas y las casas, p ara la ind u stria d el sexo. En u na d e las escenas vem os u n
m ontaje con im ágenes su p erp u estas qu e cru zan u na im agen p rincip al en la
qu e p od em os ver a Baran p ed aleand o sin p arar en su bicicleta, recorriend o
p anad erías ind u striales tu rcas, bu rd eles y lu gares en constru cción, y qu e
term ina con u na im agen noctu rna e ilu m inad a d e la «Rep erbahn». Estas
im ágenes d e H am bu rgo com o «ciu d ad global» d el siglo XXI nos transm iten la
im agen d e la libertad lim itad a —la p equ eña libertad — «la libertad d e
bolsillo»: Kleine Freiheit. Esta p equ eñ a libertad qu e los p rotagon istas Baran
y Chernor viven, escond iénd ose en casas d iferentes, escap and o d e la p olicía
y aú n así transitand o las calles d e H am bu rgo, d isfru tand o los instantes,
viviend o exp eriencias sexu ales y am orosas —viviend o el anhelo d e libertad ,
inclu so trasp asand o los lím ites im p u estos p or la socied ad , com o es el d e la
heterosexu alid ad .

82
Anhelos diaspóricos y la pequeña libertad

Sobre la base d e la fragilid ad d e su s lazos em ocionales, cond icionad os y


m ed iad os p or los m ecanism os d e rep resión d e los regím enes d e inm igración
y asilo, así com o p or su s constantes d esp lazam ientos y líneas d e fu ga
forzad as, p ero tam bién exp erim entad os e im aginad os com o m om entos d e
trasgresión —d e éxod o d entro d e u na lógica d e territorialización—, se crea u n
m om ento d e d esterritorialización. Una d esterritorialización m arcad a p or
u n con stan te in ten to d e las au torid ad es p or crear territorios d e
d esp lazam iento y com p artim entos d e id entid ad es. Baran y Chernor cru zan
este ord enam iento, no volu ntariam ente, sino sim p lem ente p or estar fu era d el
m arco d e la norm alid ad . Com o refu giad os sin p ap eles no figu ran ni d entro d e
las interp elaciones estatales a la ciu d ad anía, ni en las d e los inm igrantes con
p ap eles. Su transitar p or las calles d e H am bu rgo es com p letam ente efím ero y
p u ed e term inar a cad a segu nd o y en el m om ento m enos esp erad o. Este efecto
d e d esterritorialización no conlleva en sí la trascend encia ep istem ológica,
p rop u esta p or Deleu ze y Gu attari (Deleu ze y Gu attari, 1980). Au nqu e las
estrategias d e los chicos p ara escap ar d el encap su lam iento, se p u ed en ver
com o líneas d e fu ga qu e cru zan tod a lógica binaria, territorial o cronológica.
Aú n así su s d esp lazam ientos son alcanzad os p or las au torid ad es, qu e los
m aterializan en la territorialid ad d e u na cárcel d e internam iento, en u n avión
d e d ep ortación o en u na com isaría en u n p aís d esconocid o. Au nqu e esta
territorialid ad no sea infinita y sea constantem ente cru zad a p or los d eseos, las
intim id ad es y los anhelos y, a veces, p or u n nu evo intento d e escap ar y u na
hu id a exitosa. En este entram ad o se configu ra u na p osición su bjetiva
m arcad a, d e u n lad o p or la traged ia, y d e otro, p or la resistencia. De ahí qu e
Kleine Freiheit term ine d e m anera trágica y rebeld e a la vez.
Baran, d esp u és d e p erd er su trabajo a consecu encia d e las red ad as d e «sin
p ap eles» en el barrio y p or el tem or d el d u eño d el Imbiss d e su frir u na, se
encu entra con la m u erte d el «Käp ten», qu e ha sid o p resenciad a p or Chernor.
En la ú ltim a escena, se ve a Baran sentad o ju nto a Chernor en el banco d el
«Käp ten». Los d os están p asand o u n bu en rato, cu entan chistes sobre la
p olicía. A su s esp ald as m ientras tanto se ve u na p ersecu ción p olicial d e d os
«sin p ap eles». Los «sin p ap eles» logran hu ir y los p olicías d e p aisano qu e
cansad os d e correr y recobrand o el aliento se p aran ju sto d etrás d e los
jóvenes, giran su m irad a hacia los chicos. Se acercan lentam ente hacia ellos y
su eltan la p regu nta: «H abt ihr Pap iere?» (¿Tenéis p ap eles?). Los chicos saltan
d el banco y echan a correr. Cad a u no d e los p olicías p ersigu e a u no d e ellos.
Baran consigu e escap ar, m ientras Chernor es cap tu rad o p or otra p atru lla qu e
se acerca. Baran observa tod o esto d esd e u na esqu ina, se qu ed a com o
p aralizad o y em p ieza a d ar p atad as contra la p ared , p rim ero sin fu erzas y
d esp u és violen tam en te. Llega a su casa d esesp erad o, recorrien d o su
habitación d e arriba y abajo. La cám ara se qu ed a fija en la p ared , recogiend o
los p aseos d e Baran qu e d esap arece en el m argen d el m onitor. La im agen fija
recoge el retrato d e su herm ana, qu e al enfocar la cám ara cad a vez m ás en la
p ared , se p ierd e y el m ism o m ovim iento d e Baran se d ilu ye p or lo instantáneo
qu e ap arece en la im agen. Desesp erad am ente y sin oír los consejos d e su s
am igos, corre hacia el escond ite d ond e d ejó la p istola con la qu e intentó
asesinar al traid or d e su s p ad res. La recobra y sale corriend o a la central d e
p olicía, situ ad a en la calle Kleine Freiheit. Al llegar, u nos p olicías tienen cogid o
a Chernor con esp osas e intentan m eterlo en u n coche. Baran se d irige a ellos
con su p istola p id iend o qu e lo su elten. En ese instante llegan los p olicías d e

83
El eje del mal es heterosexual

p aisano y otra p atru lla m ás, rod eand o a Baran. En u n instante lo asaltan,
d escu bren su cám ara d igital, se la arrancan y la p onen encim a d el coche d e
p olicía. Vem os im ágenes d esd e la p ersp ectiva d e la cám ara: antes d e p oner la
cám ara encim a d e u n coche, p ercibim os im ágenes d el forcejeo y m u cha gente
alred ed or d el su ceso, m irand o y sin hacer nad a. El forcejeo term ina y la
cám ara recoge u n trozo d e la cara d e Baran, su ojo izqu ierd o. La p olicía se
lleva a Baran. A continu ación oím os las voces d e los p olicías p regu ntand o
cóm o ap agar la cám ara. Mu even la cám ara arriba y abajo, sin saber qu e sigu e
film and o, vem os los lad rillos d el su elo y lu ego d os esqu inas d e la fachad a d e
d os ed ificios, sobre el p rim ero p od em os leer «St. Pau li Theater» (teatro St.
Pau li) y en el segu nd o: «Polizeiwache» (Cu artel d e Policia). De rep ente vem os
u na p antalla negra, u na p au sa d e u nos segu nd os y la im agen d e los abu elos
d e Baran en Ku rd istán vu elve a ap arecer. H ablan d e los p u ercos qu e están
d estrozand o su s tierras, p orqu e han m atad o a u no d e ellos. Decid en qu e
tienen qu e consegu ir u na escop eta p ara frenar este estrago.
Ante esta com p lejid ad , se nos p lantea la cu estión d e cóm o analizar d entro
d e este contexto la relación íntim a d e los chicos, su exp eriencia sexu al. Basta
con qu e le d em os u n nom bre, sea «gay» o «jóvenes exp lorand o id entid ad es
sexu ales» o «su jetos queer». Pero, creo qu e antes d e d ar u na resp u esta
d efin itiva qu e en casille y territorialice, qu e red u zca, d igam os, esta
com p lejid ad , d eberíam os p regu ntarnos qu é p ersp ectiva se nos abre si
p lanteam os u n análisis queer d e estos d esp lazam ientos d iasp óricos y
m igratorios. ¿N o será qu izás qu e la teoría torcid a no nos p reste las
herram ientas p ara analizar esta conexión?

Teoría torcida y subjetividades migratorias

Los d esp lazam ientos d iasp óricos y m igratorios con su s connotaciones


históricas d e esclavitu d , colonialism o, im p erialism o y los nu evos regím enes
d e inm igración, teniend o au n así u n efecto d esterritorializad or, p arten d e u na
lógica binaria d e la id entid ad . Una observación qu e com p arten con la teoría
torcid a qu e a su vez ha sid o influ enciad a p or la crítica fem inista N egra y
p ostcolonial. La teoría queer nos abre u na p ercep ción d e la sexu alid ad com o
u n fenóm eno social qu e estru ctu ra tod os los ám bitos d e la socied ad y no sólo
los esp acios d e la intim id ad o d e las p rácticas sexu ales, analizand o así el
ord en heteronorm ativo sim bólico y m aterial d e la socied ad . Con este
p lanteam iento la teoría queer ha cu estionad o la lógica binaria d e la id entid ad ,
haciend o hincap ié en las rep resentaciones d e las id entid ad es gays y lesbianas.
Sobre tod o m ed iante el análisis d e las lu chas d el m ovim iento gay y lesbiano
d e las d écad as d e 1970 y 1980, se ha cu estionad o la retórica d el m ovim iento,
ap u ntad o hacia su lógica binaria y la necesid ad d e d econstru irla. Pero este
acto d e d econ stru cción , n o facilita el recon ocim ien to d e los efectos
totalizad ores d e los p rop ios d iscu rsos. Algo qu e, com o hem os visto, se
evid encia en u na Eu rop a m arcad a p or regím enes d e exclu sión p or razón d e
p asap orte y d e color d e p iel. Con esta observación p resente, se nos p lantea
cóm o con textu alizar las reivid icacion es p olíticas d en tro d el m arco
institu cional local y global en el qu e se p lantean. Ya qu e, con p alabras d e

84
Anhelos diaspóricos y la pequeña libertad

Benigno Sánchez-Ep p ler y Cind y Patton, p od em os ver qu e el entrelazam iento


entre los d eseos incorp orad os y las geop olíticas locales y globales no nos abre
u n cam p o qu e se p u ed a red u cir a u n solo nom bre o a u na sola id entid ad . Ya
qu e d e nu evo segú n Sánchez-Ep p ler y Patton: «”ser ” gay, hom osexu al,
lesbiana, joto, internacional, tortillera, “d e esa form a”, battym an, bakla, katoi,
bu tch, etcétera, conlleva resp ond er o no a aqu ellos térm inos y d eseos qu e se
p retend en clasificar, en u n lu gar d ad o, p or u na d u ración d eterm inad a» (2003,
p . 3). Los efectos d e los m ovim ientos p rod u cid os p or la d iásp ora, la
inm igración o el nexo inm igración/asilo rep resentan cam bios tectónicos
interesantes qu e abren brechas y abism os a otros niveles —rep resentand o así
la tran sform ación d e u n a existen cia tan violen tam en te restrin gid a.
Plantearnos la cu estión d e la sexu alid ad a este nivel, significa qu e no la
p od em os p ensar fu era d e u n m arco d e territorialización y al tiem p o d e
d esterritorialización. Así qu e d entro d el violento im p acto d e la regu larización
y d e la id en tificación , ten em os qu e p lan tearn os la rein ven ción y
renegociación d e nu evos esp acios, sin cerrarlos con u n nom bre p rop io o
id entitario. Term inand o con Sánchez-Ep p ler y Patton: «Los cu erp os no
d escansan establem ente en u n lu gar hasta qu e el d iscu rso sobrep asa, agita y
nom bra su s d eseos. Más bien los cu erp os incorp oran y llevan consigo trop os
y lógicas d e su s lu gares d e origen; bu scan u na «com u nid ad im aginaria» d e
queeridad in trín seca, con la qu e leen en tre las lín eas d e la p olítica
internacional, los m ed ios globales, las d iscip linas acad ém icas y las id eologías
nacionalistas...» (Sánchez-Ep p ler y Patton, 2003: 10).

Referencias bibliográficas

D ELEUZE, G ILLES Y G UATTARI, FELIX, Capitalisme et Schizophrénie. Mille


Plateaux, 1980 [ed . cast. Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia,
Pre-Textos, 1994].
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SPIVAK, G AYATRI C H AKRAVORTY, «Can the Su baltern Sp eak?», en N elson,
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Chicago, 1988.
SÁN CH EZ -EPPLER, BEN IGN O Y PATTON , C IN DY, Queer Diasporas, Du ke: Du ke
University Press, 2003.

85
Hermafroditas con actitud

6. Hermafroditas
con actitud:
cartografiandola emergencia del
activismopolíticointersexual
Cheryl Chase1 (1998)

Portad a d e la revista Chrysalis: The Journal of Transgressive Gender Identities,


2 (5), 1997-1998.

La insistencia en d os sexos claram ente d iscernibles tiene d esastrosas


consecu encias p ersonales p ara los m u chos ind ivid u os qu e llegan al m u nd o
con u na anatom ía sexu al qu e no p u ed e ser fácilm ente id entificad a com o d e
varón o d e m u jer. Tales ind ivid u os son etiqu etad os p or los d iscu rsos m éd icos
m od ernos (Migeon, Berkovitz, y Brow n, 1994: 573-715) com o «intersexu ales»
o «herm afrod itas». Alred ed or d e u no d e cad a cien nacim ientos exhibe algu na
anom alía en la d iferenciación sexu al (Ram an-Wilm s et al., 1995: 141-148), y
alred ed or d e u no d e cad a d os m il es su ficientem ente d iferente com o p ara
convertir en p roblem ática la p regu nta «¿es u n niño o u na niña?» (Fau sto-
Sterling, 2000). Desd e com ienzos d e la d écad a d e los sesenta p rácticam ente
cad a gran ciu d ad d e EE UU ha tenid o u n hosp ital con u n equ ip o p erm anente
d e exp ertos m éd icos qu e intervienen en estos casos p ara asignar —a través d e
d rásticos m ed ios qu irú rgicos— u n statu s d e varón o d e m u jer a los bebés
intersexu ales. El hecho d e qu e este sistem a qu e p reserva las fronteras d e las
categorías d e varón y d e m u jer haya existid o d u rante tanto tiem p o sin
d esp ertar críticas ni escru tinio d esd e ningú n flanco ind ica la incom od id ad
extrem a qu e d esp ierta la am bigü ed ad sexu al en nu estra cu ltu ra. Las ciru gías
genitales p ed iátricas convierten en literal lo qu e d e otra form a p od ría ser
consid erad o u n ejercicio teórico: el intento d e p rod u cción d e cu erp os
sexu ad os y su jetos gen erizad os n orm ativam en te a través d e actos
constitu tivos d e violencia. En los ú ltim os años, sin em bargo, las p ersonas
intersexu ales han com enzad o a p olitizar las id entid ad es intersexu ales,
transform and o así intensam ente las exp eriencias p ersonales d e violación en
u na op osición colectiva a la regu lación m éd ica d e los cu erp os qu e hace queer
las bases d e las id entificaciones y d e los d eseos heteronorm ativos.

1 Pu blicación original: Cheryl Chase (1998) «H erm ap hrod ites w ith Attitu d e: Map p ing the
Em ergence of Intersex Political Activism », A Journal of Lesbian and Gay Studies. The
Transgender Issue, vol. 4, nu m . 2, 1998, p p . 189-211, [N. del E.].
Qu iero exp resar m i agrad ecim iento a Su san Stryker p or su s extensas contribu ciones a la
estru ctu ra y contenid o d e este artícu lo.

87
El eje del mal es heterosexual

Hermafroditas: autoridad médica e invisibilidad cultural

Mu chas p ersonas fam iliarizad as con las id eas d e qu e el género es u n


fenóm eno qu e no se d escribe ad ecu ad am ente p or el d im orfism o varón/m u jer
y d e qu e la interp retación d e las d iferencias sexu ales físicas está constru id a
cu ltu ralm ente se sorp rend en al conocer cu án variable es la anatom ía sexu al
(Bu tler, 1990; Laqu eu r, 1990). Au nqu e el binario varón/m u jer está constru id o
com o natu ral y se p resu p one inm u table, el fenóm eno d e la intersexu alid ad
ofrece u na clara evid encia d e lo contrario y p rop orciona u na op ortu nid ad
p ara d esp legar estratégicam ente la «natu raleza» p ara cortocircu itar los
sistem as heteronorm ativos d e sexo, género y sexu alid ad . El concep to d e sexo
corp oral, en su u so com ú n, se refiere a m ú ltip les com p onentes inclu yend o el
cariotip o (organización d e los crom osom as sexu ales), la d iferenciación
gonad al (p .e. ovárica o testicu lar), la m orfología genital, la configu ración d e
los órganos rep rod u ctivos internos y las características sexu ales d e la
p u bertad tales com o los p echos y el vello facial. Debid o a qu e se esp era qu e
estas características sean concord antes en cad a ind ivid u o —o bien tod os
m ascu linos o bien tod os fem eninos— u n observad or, u na vez ha atribu id o el
sexo d e varón o d e m u jer a u n ind ivid u o p articu lar, asu m e el valor d e las otras
características no observables (Kessler y McKenna, 1978).
Dad o que la med icina interviene d e forma inmed iata en los nacimientos
intersexu ales p ara cam biar el cu erp o d el bebé, el fenóm eno d e la
intersexualidad es hoy en día ampliamente desconocido fuera de las prácticas
m éd icas esp ecializad as. La conciencia p ú blica general d e los cu erp os
intersexuales se desvaneció lentamente en las sociedades europeas occidentales
mod ernas en la med id a en que la med icina se apropió grad ualmente d e la
autorid ad d e interpretar —y eventualmente d e gestionar— la categoría que
previamente había sid o ampliamente conocid a como «hermafrod itismo». La
taxonomía méd ica victoriana comenzó a borrar el hermafrod itismo como
estatus legitimad o al establecer la histología gonad al mixta como un criterio
necesario para el «verd ad ero» hermafrod itismo. Según este criterio, tenían que
estar presentes tanto tejid os ováricos como testiculares. Dad as las limitaciones
d e la cirugía y la anestesia victorianas, tal confirmación era imposible en un
paciente con vid a. Tod as las otras anomalías fueron reclasificad as como
«pseud o-hermafrod itismos» enmascarand o un «verd ad ero sexo» d eterminad o
por las gónad as (Dreger, 1995a; 1995b: 336-70; 1997a: 46-66; 1997b: 15-22).
Sin em bargo, con los avances en anestesia, ciru gía, em briología y
end ocrinología, la med icina d el siglo veinte se d esplazó d esd e el sim ple
etiquetad o d e los cuerpos intersexuales a las más intrusivas prácticas d e
«fijarlos» para que se conformasen a un sexo d iagnosticad o y verd ad ero. Las
técnicas y protocolos para transformar físicamente cuerpos intersexuales
fueron d esarrollad os por primera vez en la Johns H opkins University en
Baltimore d urante los años 1920 y 1930 bajo la d irección d el urólogo H ugh
H ampton Young. «Sólo en los últimos años», se entusiasmaba Young en el
prefacio d e su manual pionero, Genital Abnormalities, «hemos comenzad o a
acercarnos a la explicación d e las maravillas d e la anormalid ad anatómica que
pued e ser mostrad a por estos increíbles ind ivid uos. Pero la cirugía d el

88
Hermafroditas con actitud

hermafrod ita ha permanecid o como una tierra incógnita». El «triste estad o d e


estos d esafortunad os» empujó a Young a ingeniar «una gran varied ad d e
proced im ientos quirúrgicos» por los cuales intentó normalizar sus apariencias
corporales en el m ayor grad o p osible (You ng, 1937: xxxix-xl).
Pocos d e los p acientes d e You ng se resistieron a su s esfu erzos. Una d e
ellas, u na «“vigorosa” joven m u jer negra con u na bu ena figu ra» y u n gran
clítoris, se había casad o con u n hom bre p ero encontraba su p asión sólo con
m u jeres. Se negó a «ser convertid a en u n hom bre» p orqu e la elim inación d e
su vagina significaría la p érd id a d e su «ticket d e com id a», a saber, su m arid o
(You ng, 1937: 139-42). H acia los cincu enta, el p rincip io d e d etección e
intervención p ostnatal ráp id a p ara los bebés intersexu ales había sid o
d esarrollad o en la Jonhs H op kins con el objetivo exp lícito d e com p letar la
ciru gía lo su ficientem ente p ronto com o p ara qu e el bebé 2 no tu viera m em oria
d e ello (Jones Jr. y Scott, 1958: 269). Una se p regu nta si la insistencia en la
in terven ción tem p ran a n o estu vo al m en os p arcialm en te m otivad a p or
la resistencia ofrecid a p or intersexu ales ad u ltos a la norm alización vía
ciru gía. Pad res tem erosos d e bebés am bigu am ente sexu ad os estaban m u cho
m ás abiertos a las su gerencias d e la ciru gía norm alizad ora, m ientras qu e los
p rop ios bebés no p od ían p or su p u esto ofrecer resistencia d e ningu na clase. La
m ayor p arte d e las bases teóricas qu e ju stifican estas intervenciones son
atribu ibles al p sicólogo John Money, u n investigad or d el sexo invitad o a la
Johns H op kins p or Law son Wilkins, el fu nd ad or d e la end ocrinología
p ed iátrica (Money, H am p son, y H am p son, 1955a: 301-19; 1955b: 284-300;
Money: 1986). Consecu entem ente nu m erosos estu d iantes d e Wilkins llevaron
estos p rotocolos a los hosp itales d e tod o Estad os Unid os y m ás allá (Blizzard ,
1994 en Kap p y et al.: xi-xiv). Su zanne Kessler señala qu e hoy en d ía los
p rotocolos d e Wilkins y Money d isfru tan d e u n «consenso d e ap robación qu e
raras veces se encu entra en la ciencia» (Kessler, 1990: 3-26).
Manteniend o el m od elo d e la Johns H op kins, el nacim iento d e u n bebé
intersexu al, hoy en d ía, se consid era u na «em ergencia p sicosocial» qu e lleva
a actu ar a u n equ ip o m u ltid iscip lin ar d e esp ecialistas in tersexu ales.
Significativam ente son ciru janos y end ocrinólogos m ás qu e p sicólogos,
bioéticos, rep resentantes d e organizaciones d e ap oyo a los intersexu ales o
p ad res d e bebés intersexu ales. El equ ip o exam ina al bebé y elige o bien varón
o bien m u jer com o u n «sexo d e asignación» y entonces inform a a los p ad res
d e qu e ese es el «verd ad ero sexo» d el recién nacid o. La tecnología m éd ica,
inclu yend o ciru gía y horm onas, es entonces u tilizad a p ara hacer qu e el
cu erp o d el bebé se conform e lo m áxim o p osible a ese sexo.

2 N ota d e trad u cción: las p alabras nos m alinterp retan. El lengu aje está d icotóm icam ente
estru ctu rad o y los genéricos no d ejan d e ser m ascu linos. N os hem os visto forzad as a trad u cir
child, children, infant, qu e en inglés no están genéricam ente m arcad os, p or los concep tos
neu tros «bebé» o «recién nacid o» y no p or «niño». Ello ha su p u esto d istorsionar a veces el
p eríod o evolu tivo referid o, ya qu e child abarca u na ed ad m ayor qu e la qu e se consid era qu e
tiene u n bebé. H em os acu d id o al térm ino «niños» cu and o claram ente es interp retad o com o
genérico, y en ocasiones hem os u tilizad o «m enores» cu and o exp lícitam ente se hace
referencia a u n p eriod o evolu tivo m ayor qu e el d e «bebés».

89
El eje del mal es heterosexual

El tip o d e d esviación d e las norm as sexu ales exhibid a p or los intersexu ales
está en tal m ed id a estigm atizad a qu e la p robabilid ad esp erad a d e d año
em ocional d ebid o al rechazo social al intersexu al p rop orciona al m éd ico el
argu m ento m ás convincente p ara ju stificar intervenciones qu irú rgicas
m éd icam en te in n ecesarias. El estatu s in tersexu al es con sid erad o tan
incom p atible con la salu d em ocional qu e la d istorsión, el ocu ltam iento d e
hechos y las m entiras abiertas (tanto a los p ad res com o m ás tard e a la p ersona
intersexu al) son d escarad am ente aconsejad as en la literatu ra p rofesional
m éd ica (Dew hu rst y Grant,1984: 1191-94; N atarajan, 1996: 568-570; Mazu r,
1983: 417-422; Slijp er et al., 1994:9-17). Pero, el sistem ático encu brim iento d el
hecho d e nacim ientos intersexu ales y d el u so d e técnicas violentas p ara
n orm alizar los cu erp os in tersexu ales h a cau sad o u n p rofu n d o d añ o
em ocional y físico a los intersexu ales y a su s fam ilias. El d año com ienza
cu and o el nacim iento es tratad o com o u na crisis m éd ica, y las consecu encias
d e ese tratam iento inicial se p rolongan p ara siem p re. El im p acto d e este
tratam iento es tan d evastad or qu e hasta hace tan sólo u nos p ocos años, las
p ersonas cu yas vid as habían sid o tocad as p or la intersexu alid ad m antenían
silencio sobre su su frim iento. H asta u na fecha tan reciente com o 1993, nad ie
criticó p ú blicam ente al ciru jano Milton Ed gerton cu and o escribió qu e en
cu arenta años d e ciru gía clitoriana en intersexu ales, «nad ie se había qu ejad o
d e la p érd id a d e sensación, incluso cuando se eliminó el clítoris por completo»
(Ed gerton, 1993: 956).
La trágica iron ía es qu e, m ien tras la an atom ía in tersexu al in d ica
ocasionalm ente u n p roblem a m éd ico su byacente tal com o u na d isfu nción
ad renal, los genitales am bigu os no son en sí m ism os d olorosos ni d añinos
p ara la salu d . La ciru gía es esencialm ente u n p roceso d estru ctivo. Pu ed e
elim inar y, en u n grad o lim itad o, recolocar los tejid os, p ero no p u ed e crear
nu evas estru ctu ras. Esta lim itación técnica, ju nto con la conform ación d e lo
fem enino com o u na cond ición d e falta, lleva a los m éd icos a asignar com o
m u jeres al 90 p or ciento d e los bebés anatóm icam ente am bigu os m ed iante
elim inación d e tejid o genital. Miem bros d el equ ip o intersexu al d e la Johns
H op kins han ju stificad o la asignación com o m u jer d iciend o, «p u ed es hacer u n
agu jero, p ero no p u ed es constru ir u na verga» (H end ricks, 1993: 10-16).
Esfu erzos realm ente heroicos sostienen u n tenu e estatu s m ascu lino p ara el
d iez p or ciento restante asignad o com o varón, qu e son su jetos a m ú ltip les
op eraciones —veintid ós en u n caso (Stecker et al., 1981: 539-44)— con el
objetivo d e norm alizar el p ene y constru ir u na u retra qu e les p erm ita orinar
d e p ie. Para algu nos, las ciru gías term inan sólo cu and o el niño o la niña crece
lo su ficiente com o p ara resistirse (McClintock, 1997: 53-54).
Los recién nacid os asignad os al sexo femenino son sujetos a una cirugía que
elimina el problemático clítoris hipertrofiad o (el mismo tejid o que habría sid o
un problemático micropene si el bebé hubiera sid o asignad o como varón).
Durante la d écad a d e 1960 la cirugía genital ped iátrica feminizante era
abiertamente etiquetad a como «cliterectomía» y era positivamente comparad a
con las prácticas africanas que recientemente han sid o foco d e tan intenso
escrutinio. Com o tres ciru janos d e H arvard afirm aban, «la evid encia d e qu e el
clítoris no es esencial p ara el coito norm al se p u ed e obtener d e ciertos d atos
sociológicos. Por ejem p lo, es costu m bre en nu m erosas tribu s africanas
extirp ar el clítoris y otras p artes d e los genitales externos. Sin em bargo se
observa u na fu nción sexu al norm al en estas m u jeres» (Gross, Rand olp h y

90
Hermafroditas con actitud

Crigler, 1966: 300-08). Una op eración m od ificad a qu e elim ina la m ayor p arte
d el clítoris y recoloca u na p arte d e su extrem o se d enom ina d iversam ente (y
eu fem ísticam en te) «cliterop lastia», red u cción clitorid ian a, o recesión
clitorid iana y es d escrita com o u n «sim p le p roced im iento estético» p ara
d iferenciarlo d e la hoy infam e cliterectom ía. Si em bargo, la op eración d ista
mucho de ser benigna. Aquí presento un resumen ligeramente simplificado (en
mis propias palabras) de la técnica quirúrgica —recomendada p or los ciru janos
Oesterling, Gearhart, y Jeffs d e la Johns H op kins— qu e es rep resentativo d e
la op eración:

H acen u na incisión alred ed or d el falo, en la corona, entonces d iseccionan la p iel


sep aránd ola d e su interior. Segu id am ente d iseccionan la p iel sep aránd ola d e la
cara d orsal y elim inan tanto d e corpora, o cu erp os eréctiles, com o sea necesario
p ara crear u n «clítoris d el tam año ap rop iad o». Segu id am ente, se p onen p u ntos
d e su tu ra d esd e el área p ú bica a lo largo d e am bas caras d e la longitu d total d e
lo qu e qu ed a d el falo; cu and o estos p u ntos se aju stan, el falo se p liega com o las
tablas d e u na fald a y retroced e a u na p osición ocu lta tras el m onte p ú bico. Si el
resu ltad o es tod avía «d em asiad o grand e», el gland e es red u cid o m ás aú n
cortand o u na p orción d el m ism o (Oesterling, Gearhart y Jeffs, 1987: 1079-1084).

Para la m ayoría d e los intersexu ales este tip o d e d escrip ción m éd ica arcana y
d eshu m anizad a, ilu strad a con p rim eros p lanos d e ciru gía genital y m enores
d esnu d os con u na franja negra ocu ltand o su s ojos, es la ú nica versión
d isp onible d e Nuestros cuerpos, nuestras vidas. Com o cu ltu ra hem os d ejad o en
m anos d e la m ed icina la au torid ad d e p atru llar las fronteras entre varón y
m u jer, d ejand o qu e los intersexu ales se recu p eren lo m ejor qu e p u ed en, solos
y en silencio, d e la norm alización violenta.

Mi carrera como hermafrodita: renegociando los significados culturales

N ací con genitales am bigu os. Un d octor esp ecializad o en intersexu alid ad
d eliberó d u rante tres d ías —sed and o a m i m ad re cad a vez qu e p regu ntaba
qu é p roblem a había con su bebé— antes d e conclu ir qu e yo era u n varón con
u n m icrop ene, com p leta hip osp ad ias, los testícu los sin d escend er y u na
extraña ap ertu ra extra d etrás d e la u retra. Se cu m p lim entó p ara m í u n
certificad o d e nacim iento d e varón y m is p ad res com enzaron a ed u carm e
com o a u n chico. Cu and o tu ve u n año y m ed io m is p ad res consu ltaron a u n
equ ip o d iferente d e exp ertos, qu ienes m e ad m itieron en u n hosp ital p ara la
«d eterm inación sexu al». «Determ inar» es u na p alabra rem arcablem ente
ad ecu ad a en este con texto, al sign ificar tan to «in d agar m ed ian te
investigación» com o «cau sar la obtención d e u na resolu ción». Describe
p erfectam ente el p roceso en d os p asos p or el cu al la ciencia p rod u ce a través
d e u na serie d e op eraciones enm ascarad as lo qu e afirm a tan sólo observar.
Los d octores d ijeron a m is p ad res qu e sería necesaria u na investigación
m éd ica p ara d eterm inar (en el p rim er sentid o d e esa p alabra) cu ál era m i
«verd ad ero sexo». Ju zgaron m i ap énd ice genital com o inad ecu ad o com o
p ene, d em asiad o corto p ara m arcar efectivam ente estatu s m ascu lino o p ara

91
El eje del mal es heterosexual

p en etrar a m u jeres. Com o m u jer, sin em bargo, sería p en etrable y


p otencialm ente fértil. Al haber sid o reetiqu etad a m i anatom ía com o vagina,
u retra, labia y clítoris enorm e, m i sexo fu e d eterm inad o (en el segu nd o
sentid o) m ed iante la am p u tación d e m i ap énd ice genital. Sigu iend o las
instru cciones d e los m éd icos m is p ad res cam biaron m i nom bre, registraron
m inu ciosam ente su casa p ara elim inar tod os los restos d e m i existencia com o
ch ico (fotografías, felicitacion es d e cu m p leañ os, etc.), cam biaron m i
certificad o d e nacim iento, se d esp lazaron a u na ciu d ad d iferente, d ieron
instru cciones a los m iem bros d e la fam ilia extensa p ara qu e no se refirieran a
m í p or m ás tiem p o com o u n chico, y nu nca le d ijeran a nad ie —inclu id a a
m í— qu é h abía su ced id o. Mi in tersexu alid ad y cam bio d e sexo se
convirtieron en p equ eños secretos su cios d e fam ilia.
A la ed ad d e ocho años, volví al hosp ital p ara u na ciru gía abd om inal qu e
elim inase la p orción testicu lar d e m is gónad as, cad a u na d e las cu ales tenía u n
carácter p arcialm ente ovárico y p arcialm ente testicu lar. N o se m e d io
entonces ningu na exp licación p or la larga estancia en el hosp ital o la ciru gía
abd om inal, ni p or las p osteriores visitas regu lares al hosp ital, en las cu ales los
m éd icos fotografiaban m is genitales e insertaban d ed os e instru m entos
d entro d e m i vagina y m i ano. Estas visitas cesaron tan p ronto com o em p ecé
a m enstru ar. En el m om ento d el cam bio d e sexo los m éd icos habían
asegu rad o a m is p ad res qu e su u na vez hijo / ahora hija se convertiría en u na
m u jer qu e p od ría tener u na vid a sexu al norm al e hijos. Con la confirm ación
d e la m en stru ación , m is p ad res ap aren tem en te con clu yeron qu e esa
p red icción se había cu m p lid o y su ord alía había sid o su p erad a. Para m í la
p arte p eor d e la p esad illa sólo estaba com enzand o.
Como adolescente, fui consciente de que no tenía clítoris o labios internos y
era incapaz de tener orgasmos. Al final de mi adolescencia, comencé a investigar
en bibliotecas médicas tratando de descubrir lo que podía haberme sucedido.
Cuando finalmente decidí obtener mis informes médicos, me llevó tres años
superar los impedimentos de los médicos a los que pedí ayuda. Cuando los
conseguí, apenas tres páginas, supe por primera vez que era una «verdadera
hermafrodita» que había sido el hijo de mis padres durante un año y medio y
llevado un nombre desconocido para mí. Los informes también documentaban
mi cliterectomía. Eso fue a mediados de la década de 1970, a comienzos de mis
veinte. Había comenzado a identificarme como lesbiana, en un tiempo en el que
el lesbianismo y un esencialismo de género de base biológica eran virtualmente
sinónimos: los hombres eran violadores y causaban la guerra y la destrucción
ambiental; las mujeres eran buenas y sanarían la tierra; las lesbianas eran una
forma superior de seres incontaminados por la «energía de los hombres». En un
mundo así, ¿cómo le podía decir a alguien que de hecho había poseído el
terrorífico «falo»? Ya no era una mujer a mis propios ojos sino más bien una
criatura monstruosa y mítica. Dado que mi hermafroditismo y mi niñez
masculina, ocultos durante tanto tiempo, eran historia tras la cliterectomía, nunca
pude hablar abiertamente sobre ello o sobre mi consecuente incapacidad para el
orgasmo. Estaba tan traumatizada por el descubrimiento de las circunstancias
que produjeron mi corporalidad que no pude hablar de estos temas con nadie.
Casi qu ince años m ás tard e su frí u na crisis em ocional. A los ojos d el
m u nd o yo era u na exitosa m u jer d e negocios, d irectora en u na com p añía
internacional d e alta tecnología. Ante m í m ism a, yo era u n m onstru o, incap az
d e am ar o ser am ad a, com p letam ente avergonzad a d e m i estatu s d e

92
Hermafroditas con actitud

herm afrod ita y d e m i d isfu nción sexu al. Incap az d e hacer las p aces conm igo
m ism a, finalm ente bu squ é la ayu d a d e u na p sicoterap eu ta, qu e reaccionó a
cad a revelación sobre m i historia y situ ación con algu na versión d e «no, no es
p osible» o «y, ¿qu é?». Yo p od ía d ecir, «realm ente no soy u na m u jer», y ella
p od ía d ecir, «p or su p u esto qu e lo eres, p areces u na m u jer». Yo p od ía d ecir,
«m i com p leta renu ncia a la sexu alid ad ha d estru id o cad a relación qu e he
tenid o». Ella p od ía d ecir «tod o el m u nd o tiene su s su bid as y bajad as». Intenté
con otra terap eu ta y m e encontré con u na resp u esta sim ilar. Crecientem ente
d esesp erad a, confié m i historia a varias am igas, qu e d esap arecieron con u n
silencio em barazoso. Me encontraba en u na agonía em ocional, sintiénd om e
com p letam ente sola sin ver u na salid a p osible. Decid í su icid arm e.
Confrontarme al suicidio como una posibilidad real resultó ser mi epifanía
personal. Fantaseaba con suicidarme de una forma bastante sangrienta y
d ramática en el d espacho d el cirujano que había amputad o mi clítoris,
enfrentándole a la fuerza con el horror que había impuesto a mi vida. Pero
reconociendo el deseo de dar uso a mi dolor, y no desperdiciar completamente
mi vida, doblé una esquina crucial, encontrando un camino para dirigir mi rabia
productivamente hacia el mundo en lugar de destructivamente hacia mí. No
tenía un marco conceptual para desarrollar una autoconciencia más positiva. Sólo
sabía que me sentía mutilada, no completamente humana, pero que estaba
decidida a sanar. Luché durante semanas en un caos emocional, incapaz de
comer, dormir o trabajar. No podía aceptar mi imagen de un cuerpo hermafrodita
más de lo que podía aceptar la carnicería con la que el cirujano me había dejado.
Pensamientos de mí misma como un patchwork del monstruo de Frankenstein
alternados con anhelos de escapar con la muerte, seguidos inmediatamente por
indignación, ira y la determinación de sobrevivir. No podía aceptar que fuera
justo, o estuviera bien, o fuera bueno tratar a nad ie como yo había sid o tratad a
—mi sexo cambiad o, mis genitales amputad os, mi experiencia silenciad a e
invisibilizad a. Llevé un infierno privado dentro de mí, desgraciadamente sola en
mi condición sin ni siquiera mis torturadores como compañía. Finalmente
comencé a verme a mí misma de pie en medio de una tormenta pero con cielos
claros y un visible arco iris en la distancia. Estaba todavía en agonía, pero estaba
comenzando a ver el proceso doloroso en el que estaba atrapada en términos de
revitalización y renacimiento, una forma de investir mi vida con un nuevo
sentido de autenticidad que poseía vastos potenciales para una transformación
posterior. Desde entonces he visto esta experiencia de desplazamiento desde el
d olor hacia el em p od eram iento p ersonal d escrita p or otros activistas
intersexuales y transexuales (Triea, 1994: 1; Stryker, 1994: 237-54).
Lentam ente d esarrollé u na nu eva form a d e au tocom p rensión p olitizad a y
críticam ente consciente. H abía sid o el tip o d e lesbiana qu e en su tiem p o tu vo
u na novia, p ero qu e nu nca había p articip ad o realm ente en la vid a d e la
com u nid ad lesbiana. Me sentía casi com p letam ente aislad a d e las p olíticas
gay, d el fem inism o y d e la teoría queer y d e género. Poseía el ru d im entario
conocim iento d e qu e el m ovim iento p or los d erechos gay había cobrad o
im p u lso sólo cu and o p u d o d enegar efectivam ente qu e la hom osexu alid ad era
u na enferm ed ad o inferior y afirm ar p or el contrario qu e «lo gay es bu eno».
Por im p osible qu e p arezca, m e p rom etí afirm ar igu alm en te qu e «lo
intersexu al es bu eno», qu e el cu erp o en el qu e había nacid o no era enferm o,
sólo d iferente. Me p rom etí abrazar la id ea d e «no ser u na m u jer» qu e
inicialm ente tanto m e había horrorizad o d escu brir.

93
El eje del mal es heterosexual

Comencé a buscar una comunid ad y consecuentemente me fui a San Francisco


a finales d e 1992, en la creencia d e que las personas que vivían en la «meca
queer» tend rían los análisis d e la corporalid ad sexuad a y generizad a más
sofisticad os conceptualmente, más socialmente tolerantes y políticamente m ás
agu d os. Encontré lo qu e estaba bu scand o en p arte d ebid o a qu e m i llegad a al
Área d e la Bahía d e San Francisco coincid ió con la m ás bien rep entina
em ergencia d e u n enérgico m ovim iento p olítico transgénero. Transgender
Nation (TN ) se había d esarrollad o d esd e Queer Nation, u n gru p o p ost-
gay/lesbiano qu e bu scaba trascend er las p olíticas id entitarias. Las acciones d e
TN atrajeron la atención d e los m ed ios —esp ecialm ente cu and o algu nos
m iem bros fu eron arrestad os d u rante u na «carga» en la convención anu al d e
la American Psychiatric Association cu and o p rotestaban p or la categorización
p siqu iátrica d e la transexu alid ad com o enferm ed ad m ental. La artista
p erform ance transexu al Kate Bornstein estaba introd u ciend o con hu m or las
cu estiones transgénero en la com u nid ad gay/lesbiana d e San Francisco y m ás
allá. Los tem as trans d e m u jer-a-hom bre habían alcanzad o u n nu evo nivel d e
visibilid ad d ebid o en gran m ed id a a los esfu erzos realizad os p or Lou
Su llivan, u n activista gay M-a-H qu e su frió u na m u erte p rem atu ra d e
enferm ed ad es relacionad as con el VIH en 1991. Y com o consecu encia d el éxito
d e ventas d e su novela u nd ergrou nd , Stone Butch Blues, el m anifiesto d e Leslie
Feinberg Transgender Liberation: A Movement Whose Time has Come estaba
encontrand o u na au d iencia consid erable, u niend o p or p rim era vez u na
ju sticia social transgénero con u na agend a p olítica p rogresista m ás am p lia
(Feinberg, 1992 y 1993). Al m ism o tiem p o, había em ergid o u na vigorosa
nu eva ola d e estu d ios d e género en la acad em ia (Bu tler, 1990 y 1993; Laqu eu r
1990; Ep stein y Strau b, 1991). En este contexto, la teórica y activista
intersexu al Morgan H olm es p u d o analizar su p rop ia cliterectom ía en su tesis
d e m aster y consegu ir qu e fu era consid erad a seriam ente com o trabajo
acad ém ico (H olm es, 1994). Teóricas abiertam ente transexu ales, inclu yend o a
Su san Stryker y a Sand y Stone, eran visibles en p osiciones acad ém icas d e
resp onsabilid ad en p restigiosas u niversid ad es. El «Em p ire Strikes Back: A
Posttranssexu al Manifesto» d e Stone resignificó d e form a abierta y visible a
los transexu ales no com o conform istas d e género qu e ap u ntalaban u n sistem a
d e sexo rígid o y binario, sino com o «u n conju nto d e textos encarnad os cu yo
p otencial d e su bversión p rod u ctiva d e las sexu alid ad es estru ctu rad as y d e los
esp ectros d e d eseo tod avía estaba p or exp lorar» (Stone, 1991: 296).
En esta atm ósfera em briagad ora, yo ap orté m i p rop ia exp eriencia.
Presentad a por Bornstein a otras activistas d e género, exploré con ellas las
políticas culturales d e la intersexualid ad , que para mí representaban otra nueva
configuración más d e los cuerpos, id entid ad es, d eseos y sexualid ad es d esd e la
que confrontar los aspectos violentamente normativizad ores d el sistema
d ominante d e sexo/género. A finales d e 1993, la pionera d e Transgender Nation
Anne Ogborn m e invitó a p articip ar en u n retiro d e fin d e sem ana llam ad o la
Conferencia d e la N u eva Mu jer, d ond e m u jeres transexu ales p ostop erad as
com p artieron su s historias, su s p enas y alegrías y d isfru taron la libertad d e
nad ar y tom ar el sol d esnu d as con otras qu e tam bién habían cam biad o
qu irú rgicam ente su s genitales. Vi qu e las p articip antes volvían a casa en u n
estad o d e eu foria y m e p rop u se llevar el m ism o tip o d e exp eriencia sanad ora
a la gente intersexu al.

94
Hermafroditas con actitud

La emergencia de un movimiento intersexual: Oposición y aliados

A m i llegad a a San Francisco, com encé a contar m i historia ind iscrim i-


nad am ente a tod o el m u nd o con el qu e m e encontraba. En el cu rso d e u n año
sim p lem ente p or hablar abiertam ente d entro d e m is p rop ios círcu los sociales,
su p e d e otros seis intersexu ales —inclu yend o d os qu e habían sid o lo
su ficientem ente afortu nad os com o p ara escap ar d e la atención m éd ica. Me d i
cu enta d e qu e la intersexu alid ad , m ás qu e ser extrem ad am ente rara, d ebe ser
relativam ente com ú n. Decid í crear u na red d e ap oyo. En el verano d e 1993,
elaboré algu nos p anfletos, m e hice con u n ap artad o d e correos y com encé a
anu nciar la Intersex Society of North America (ISN A) m ed iante p equ eñas
noticias en los m ed ios. N o m u cho d esp u és, m e encontraba recibiend o varias
cartas p or sem ana d e intersexu ales d esd e tod os los rincones d e Estad os
Unid os y Canad á y ocasionalm ente algu nas d e Eu rop a. Au nqu e los d etalles
variaban, las cartas ofrecían u na im agen rem arcablem ente coherente d e las
consecu encias em ocionales d e la intervención m éd ica. Morgan H olm es:
«Tod as las cosas qu e m i cu erp o p od ía haber llegad o a hacer, tod as las
p osibilid ad es, fu eron engu llid as ju nto con m i clítoris am p u tad o p or el
d ep artam ento d e p atología. Lo qu e qu ed ó d e m í fu e a la sala d e recu p eración
—tod avía m e estoy recu p erand o». Angela Moreno: «Me horroriza lo qu e se
ha hecho conm igo y la consp iración d e silencio y m entiras. Estoy llena d e
d olor y d e rabia, p ero finalm ente tam bién alivio, al saber qu e qu izás no soy la
ú nica». Thom as: «Rezo p ara tener los m ed ios p ara com p ensar, en algu na
m ed id a, a la American Urological Association p or tod o lo qu e ha hecho en m i
beneficio. Pero estoy teniend o algu nos p roblem as p ara conectar el m ecanism o
d e relojería con el d etonad or».
El objetivo más inmediato del ISNA ha sido crear una comunidad de gente
intersexual que pudiera proporcionar apoyo entre iguales para afrontar la
vergüenza, el estigma, el dolor, y la rabia, así como temas prácticos como por
ejemplo cómo obtener informes médicos antiguos o localizar un psicoterapeuta o
endocrinólogo simpatizante. Con esa finalidad, cooperé con periodistas que juzgué
capaces de informar amplia y responsablemente de nuestros esfuerzos, listé el
ISNA en autoayuda y en entidades de compensación de referencia y establecí un
sitio en Internet (http://www.isna.org). El ISNA conecta ahora a cientos de
intersexuales de toda Norteamérica, Europa, Australia y Nueva Zelanda. También
ha comenzado a promover un encuentro intersexual anual, el primero de los cuales
tuvo lugar en 1996 y emocionó a los participantes tan profundamente como me
emocionó a mí la Conferencia de la Nueva Mujer en 1993.
Sin em bargo, la m eta m ás im p ortante y m ás a largo p lazo d el ISN A es
cam biar la form a en la qu e son tratad os los bebés intersexu ales. Defend em os
qu e no se ap liqu e la ciru gía sobre los genitales am bigu os a no ser qu e exista
u na razón m éd ica (tal com o u na orina bloqu ead a o d olorosa), y qu e se
p rop orcione a los p ad res las herram ientas concep tu ales y el ap oyo em ocional
p ara acep tar las d iferencias físicas d e su s hijos. Au nqu e es fascinante p ensar
en el d esarrollo p otencial d e nu evos géneros o p osiciones d e su jeto basad as
en form as d e corp oralid ad qu e se salen fu era d e la fam iliar d icotom ía
varón /m u jer, recon ocem os qu e el m od elo d u al-d e-sexo/gén ero es
actu alm ente hegem ónico y p or lo tanto d efend em os qu e los niños sean
criad os o bien com o chicos o bien com o chicas, d e acu erd o con la d esignación

95
El eje del mal es heterosexual

qu e p arezca más capaz de ofrecer al menor el mayor bienestar futuro. Defender


la asignación de género sin recurrir a cirugía normalizadora supone una
posición rad ical al requ erir la su bversión d eliberad a d e la concord ancia
asu m id a entre la form a corp oral y la categoría d e género. Sin em bargo, esta
es la ú nica p osición qu e p reviene el d año físico irreversible d el cu erp o d e la
p ersona intersexu al, qu e resp eta la agencia d e la p ersona intersexu al
atend iend o a su p rop ia carne y qu e reconoce qu e la sensación genital y el
fu ncionam iento erótico son al m enos tan im p ortantes com o la cap acid ad
rep rod u ctora. Si u n m enor o ad u lto intersexu al d ecid e cam biar el género o
som eterse a u na alteración qu irú rgica u horm onal d e su cu erp o, tam bién esa
d ecisión d ebería ser com p letam ente resp etad a y facilitad a. El p u nto clave es
qu e los su jetos intersexu ales no d eberían ser violentad os p or el bienestar o la
conveniencia d e otros.
Uno d e los aspectos para alcanzar el objetivo a largo plazo d el ISNA ha sid o
d ocumentar la carnicería emocional y física prod ucto d e las intervenciones
m éd icas. Com o ha d ejad o p atentem ente claro u na literatu ra qu e crece
rápid amente (véase la bibliografía d e nuestra página web), la gestión méd ica d e
la intersexualid ad ha cambiad o poco en los cuarenta años transcurrid os d esd e
mi primera intervención. Kessler se sorprend e d e que «a pesar d e las miles d e
operaciones genitales que se realizan cad a año, no existen meta-análisis d entro
d e la comunid ad méd ica acerca d e los niveles d e éxito» (Kessler, 1998). No
saben si los intersexuales postoperad os permanecen «en silencio y felices o en
silencio e infelices» (Jeffs, 1996: 6-8). No existen esfuerzos d e investigación para
mejorar el funcionamiento erótico d e los intersexuales ad ultos cuyos genitales
han sid o alterad os, ni existen psicoterapeutas especializad os en trabajar con
clientes intersexuales ad ultos que tratan d e recuperarse d el trauma d e la
intervención méd ica. Para proporcionar un contrapunto a las montañas d e
literatura méd ica que d escuid an la experiencia intersexual y comenzar a
compilar una memoria etnográfica d e esa experiencia, el foro d e d ebate d el
ISNA Hermafroditas con actitud (Hermaphrodites with Attitude) se ha convertid o en
un foro para que las personas intersexuales narren sus propias historias. H emos
enviad o copias d e los d ebates, llenas d e sangrantes narraciones personales, a
acad émicos, escritores, period istas, a organizaciones d e d erechos d e minorías y
a p rofesionales m éd icos —a cu alqu iera qu e p ensam os p od ía influ ir
positivamente en nuestra campaña para cambiar la forma en que son tratad os
los cuerpos intersexuales.
La p resencia d el ISN A ha com enzad o a generar efectos. H a ayu d ad o a
p olitizar el creciente nú m ero d e organizaciones intersexu ales, así com o a las
p rop ias id entid ad es intersexu ales. Al p rincip io cu and o com encé a organizar
el ISNA, me encontré con líd eres d e la Turner Syndrome Society, el más antiguo
grupo d e apoyo conocid o sobre d iferenciación sexual atípica, cread o en 1987. El
Sínd rome d e Turner es d efinid o por un careotipo genético XO que d eriva en
u na m orfología corp oral fem enina con ovarios no fu ncionales, estatu ra
extremamente pequeña y una varied ad d e otras d iferencias físicas d escritas en
la literatu ra m éd ica con etiqu etas tan estigm atizantes com o «cu ello
membranoso» («web-necked») y «boca d e pez» («fish-mouthed»). Cad a una d e
estas mujeres me contó lo profund a y transformad ora que había sid o la
experiencia d e simplemente conocer a otras personas como ellas. Me inspiraron
sus logros (son una organización nacional que sirve a miles d e miembros), pero
quería que el ISNA tuviera una orientación d iferente. Estaba menos d ispuesta

96
Hermafroditas con actitud

a pensar en la intersexualid ad como una patología o d iscapacid ad , más


interesad a en cuestionar completamente su med icalización, y más tod avía en
politizar una id entid ad pan-intersexual que atravesara las d ivisiones d e
etiologías p articu lares d e cara a d esestabilizar m ás efectivam ente las
asunciones heteronormativas que subyacen a la violencia d irigid a hacia
nuestros cuerpos.
Cu and o establecí el ISN A en 1993, no existía u n gru p o p olitizad o
sem ejante. En el Reino Unid o en 1988, la mad re d e una niña con el sínd rome
d e insensibilid ad -and rógena (AIS, qu e p rod u ce varones genéticos con
morfologías genitales femeninas) form ó el Grupo d e Apoyo AIS. El grupo, que
inicialm ente p resionó p ara increm entar la atención m éd ica (técnicas
quirúrgicas mejores para prod ucir una mayor profund id ad vaginal, más
investigación sobre la osteoporosis que con frecuencia afecta a los AIS), tiene
hoy sed es en cinco países. Otro grupo, K.S. and Associates, fue cread o en 1989
por la m ad re d e un chico con Sínd rome d e Klinefelter y hoy d a servicio a cerca
d e un m illar d e familias. Este sínd rome está caracterizad o por la presencia d e
uno o m ás cromosomas X ad icionales, lo que prod uce cuerpos con genitales
externos m asculinos equilibrad os, altura sobre la med ia y miembros algo
d esgarbad os. En la p u bertad las p ersonas con K.S. con frecu encia
experim entan un ensanchamiento pélvico y el d esarrollo d e pechos. K.S. and
Associates continúa estand o d ominad a por pad res, con una orientación méd ica
en gran m ed id a y se ha resistid o a intentos por parte d e varones ad ultos con el
Sínd rome d e Klinefelter por d iscutir cuestiones d e id entid ad d e género u
orientación sexual relacionad as con su cond ición intersexual.
Desd e la ap arición en escena d el ISN A, han com enzad o a ap arecer otros
gru p os con u na p ostu ra d e m ayor resistencia frente al sistem a m éd ico. En
1995, u na m ad re qu e rechazó la p resión m éd ica p ara la asignación com o
m u jer d e su bebé intersexu al creó la Ambiguous Genitalia Support Network, qu e
hace qu e se conozcan p ad res d e intersexu ales y estim u la el d esarrollo d e
relaciones ep istolares d e ap oyo. En 1996, otra m ad re qu e había rechazad o la
p resión m éd ica p ara asign ar com o m u jer a su bebe in tersexu al m ed ian te
la elim inación d e su p ene creó la Hermaphrodite Educational and Listening Post
(H ELP) con el fin d e p rop orcionar ap oyo entre igu ales e inform ación m éd ica.
Sin em bargo, ningu no d e estos gru p os d irigid os a p ad res enm arcan su trabajo
en térm inos abiertam ente p olíticos. N o obstante, la acción y el análisis p olítico
d el tip o qu e d efiend e el ISN A no ha d ejad o d e tener efecto en los gru p os m ás
estrecham ente d efinid os com o asistenciales o d irigid os a p ad res. El AIS
Support Group, actu alm ente el m ás rep resentativo tanto en lo qu e se refiere a
ad u ltos com o a p ad res, señalaba en u n reciente foro d e d ebate:

N u estra p rim era im p resión d el ISN A fu e qu e estaban qu izá d em asiad o


enfad ad os y eran d em asiad o m ilitantes com o p ara obtener el ap oyo d e la
p rofesión m éd ica. Sin em bargo, tenem os qu e d ecir qu e, habiend o leíd o [los
análisis p olíticos d e la intersexu alid ad realizad os p or el ISN A, Kessler, Fau sto-
Sterling y H olm es], sentim os qu e los concep tos fem inistas relacionad os con el
tratam iento p atriarcal d e la intersexu alid ad son extrem ad am ente interesantes y
tienen d e hecho m u cho sentid o. Desp u és d e tod o las vid as d e las p ersonas
intersexu ales están estigm atizad as p or la d esap robación cu ltu ral d e su
ap ariencia genital, [qu e no tiene p orqu é] afectar a su exp eriencia com o seres
hu m anos sexu ales (AIS Su p p ort Grou p , 1996: 3-4).

97
El eje del mal es heterosexual

Actu alm ente han com enzad o a em erger otros gru p os m ás m ilitantes. En 1994,
intersexu ales alem anes crearon tanto el Workgroup on Violence in Pedriatrics and
Ginecology com o el Genital Mutilation Survivors’ Support Network, e Hijra
Nippon hoy rep resenta a los activistas intersexu ales en Jap ón.
Fu era d e la m ás bien p equ eñ a com u n id ad d e organ izacion es
intersexu ales, el trabajo d el ISN A ha generad o u n com p lejo entram ad o d e
alian zas y op osicion es. Activistas queer, esp ecialm en te los activistas
tran sgén ero, h an p rop orcion ad o án im o, con sejo y ap oyo logístico al
m ovim iento intersexu al. El gru p o d e acción d irecta Transsexual Menace ayu d ó
a u n gru p o ad hoc d e m ilitantes intersexu ales llam ad os a sí m ism os
Hermaphrodites with Attitude a p lanear y llevar a cabo u n p iqu ete en la reu nión
anu al d e 1996 d e la American Academy of Pediatrics en Boston —el p rim er
ejem p lo registrad o d e p rotesta p ú blica intersexu al en la historia m od erna
(Barry, 1996). El ISN A fu e tam bién invitad o a u nirse con el GenderPAC, u n
consorcio nacional d e organizaciones transgénero d e reciente creación qu e
p resiona contra la d iscrim inación sobre la base d e exp resiones atíp icas
corp orales o d e género. Organizaciones p olíticas lesbianas y gay m ás
institu cionalizad as tales com o la National Gay and Lesbian Task Force tam bién
han qu erid o inclu ir las p reocu p aciones intersexu ales com o p arte d e su s
agend as p olíticas. Gru p os transgénero y d e lesbianas/gays tam bién han
ap oyad o am p liam ente el activism o p olítico intersexu al ya qu e encu entran
sim ilitu d es en la m ed icalización d e estas d iversas id entid ad es com o u na
form a d e control social y (esp ecialm ente los transexu ales) em p atizan con
nu estra lu cha p or la d efensa d e la agencia d entro d e u n d iscu rso m éd ico qu e
trabaja p ara borrar la cap acid ad d e ejercer u n consentim iento inform ad o
resp ecto a lo qu e le ocu rre al p rop io cu erp o.
Com ités d e gays/lesbianas y gru p os d e interés esp ecial d entro d e las
asociaciones p rofesionales m éd icas han sid o p articu larm ente recep tivos a la
agend a d el ISN A. Un m éd ico escribió en el foro d e d ebate virtu al glb-medical:

El efecto qu e m e cau saron los correos d e Cheryl Chase —ad m itám oslo, d esp u és
d e qu e p asara el shock— fu e hacerm e consciente d e qu e AQUELLOS QUE
H ABÍAN SIDO TRATADOS bien p od ían p ensar [qu e no habían sid o bien
asistid os p or la intervención m éd ica]. Esto im p orta m u cho. Com o varón gay, y
sim p lem ente com o p ersona, he lu chad o gran p arte d e m i vid a ad u lta p ara
encontrar mi propio yo natural, para d esentrañar las confusiones causad as por
las presuposiciones d e otros sobre como soy/d ebería ser. Pero, afortunad amente,
¡sus d ecisiones no se me impusieron quirúrgicamente!

Los p siqu iatras queer, em p ezand o p or Bill Byne d el H osp ital Mou nt Sinai d e
N u eva York, han ap oyad o con rap id ez al ISN A, en p arte d ebid o a qu e los
p rincip ios p sicológicos qu e su byacen a los actu ales p rotocolos d e tratam iento
in tersexu al son m an ifiestam en te errón eos. Parecen d esign ad os casi a
p rop ósito p ara exacerbar m ás qu e p ara m ejorar las ya d ifíciles cu estiones
em ocion ales qu e em ergen d e la d iferen cia sexu al. Algu n os d e estos
p siqu iatras p erciben la d om inación qu irú rgica y end ocrinológica d e u n
p roblem a qu e inclu so ciru janos y end ocrinólogos reconocen m ás com o u n
p roblem a p sicosocial qu e biom éd ico, com o u na invasión inju stificad a d e su
área d e com p etencia p rofesional.

98
Hermafroditas con actitud

El ISNA ha cultivad o d eliberad amente una red d e d efensores no intersexuales


que poseen un cierto grad o d e legitimid ad social y pued en hablar en contextos
d ond e voces intersexuales no interpretad as no serían oíd as. Dad o que existe
una fuerte tend encia a d esacred itar lo que los intersexuales tienen que d ecir
sobre la intersexualid ad , ha sid o bienvenid a una representación simpatizante
—especialmente ayudando a los intersexuales a reformular la intersexualidad
en términos no médicos. Algunas académicas de la teoría de género, críticas
feministas de la ciencia, historiadoras médicas y antropólogas han comprendido
y apoyado rápidamente el activismo intersexual. Años antes de la existencia del
ISNA la bióloga feminista y académica de los estudios de la ciencia Anne Fausto-
Sterling había escrito sobre la intersexu alid ad en relación con las
intelectualmente sospechosas prácticas científicas que perpetúan el constructo
masculinista del género y se convirtió en una de las primeras aliadas del ISNA
(Fausto-Sterling, 1985; 1993: 20-25). Igualmente, la psicóloga social Suzanne
Kessler había escrito una brillante etnografía de cirujanos especializados en el
tratamiento de intersexuales. Después de hablar con diversos «productos» de su
práctica, ella también se convirtió en una importante defensora del activismo
intersexual (Kessler, 1997: 33-38). Especialmente importante ha sido el apoyo de
la historiadora de la ciencia Alice Dreger, cuyo trabajo se centra no sólo sobre el
hermafroditismo sino sobre otras formas de corporalidad atípica potencialmente
benignas que se convierten en sujetos de intervenciones médicas destructivamente
normalizadoras (gemelos siameses, por ejemplo). Fausto-Sterling, Kessler y
Dreger han pu blicad o recientem ente trabajos qu e analizan el tratam iento
m éd ico d e la intersexu alid ad com o algo cu ltu ralm ente m otivad o y lo critican
com o d añino p ara su s p retend id os p acientes (Fau sto-Sterling, 2000; Kessler,
1998 y Dreger, 2001).
Los aliad os qu e ayu d an a contestar la m ed icalización d e la intersexu alid ad
son esp ecialm ente im p ortantes ya qu e el ISN A ha encontrad o casi p or
com p leto infru ctu oso intentar interacciones d irectas y no confrontacionales
con los esp ecialistas m éd icos qu e d eterm inan la p olítica sobre el tratam iento
d e los bebés intersexu ales y qu e d e hecho llevan a cabo las ciru gías. Joycelyn
Eld ers, la p rim era ciru jana general d e la ad m inistración Clinton, es u na
end ocrinóloga p ed iatra con m u chos años d e exp eriencia en el tratam iento d e
bebés intersexu ales, p ero, a p esar d e u na ap roxim ación generalm ente
fem inista al cu id ad o sanitario y frecu entes p rop u estas d el ISN A, ha hecho
caso om iso d e las p reocu p aciones d e los p rop ios intersexu ales («Dr. Eld ers’
Med ical H istory», 1994; Eld ers y Chanoff, 1996). Otro p ed iatra señaló en u na
d iscu sión en Internet sobre intersexu alid ad : «Me p arece qu e tod o este asu nto
es rid ícu lo... Su gerir qu e [las d ecisiones m éd icas sobre el tratam iento d e las
cond iciones intersexu ales] son d e algu na m anera cru eles o arbitrarias es
insu ltante, ignorante y equ ivocad o... Exp and ir las afirm aciones qu e [el ISN A]
está haciend o es sim p lem ente erróneo y esp ero qu e este [gru p o on-line d e
m éd icos y científicos] no les acep te ciegam ente». Otro p articip ante en el
m ism o chat p regu ntaba lo qu e p ara él era obviam ente u na cu estión retórica:
«¿Qu ién es el enem igo? Realm ente no creo qu e sea el sistem a m éd ico. Pu esto
qu e, ¿acaso establecim os nosotros la hegem onía varón/m u jer?». Mientras u n
ciru jano citad o en u n artícu lo d el New York Times sobre el ISN A nos d escalificó
su m ariam ente com o «fanáticos» (Angier, 1996: E14), existe u na consid erable
inform ación anecd ótica su m inistrad a p or sim p atizantes d el ISN A d e qu e las
reu niones p rofesionales en los cam p os d e la p ed iatría, u rología, ciru gía

99
El eje del mal es heterosexual

p lástica genital y end ocrinología son u n avisp ero d e d iscu siones ansiosas y a
la d efensiva sobre activism o intersexu al. En resp u esta a las p rotestas d e
Hermaphrodites with Attitude en la reu nión d e la American Academy of Pediatrics,
esta organización se sintió obligad a a enviar el sigu iente com u nicad o a la
p rensa: «La Acad em ia está p rofu nd am ente p reocu p ad a p or el d esarrollo
em ocional, cognitivo y d e la im agen corp oral d e los intersexu ales y cree qu e
u n a exitosa ciru gía gen ital tem p ran a m in im iza estos p roblem as». Se
p lanearon nu evas p rotestas p ara 1997.
Las raíces d e la resistencia hacia las afirm aciones d e verd ad d e los
intersexu ales circu lan p rofu nd am ente en el sistem a m éd ico. El ISN A no sólo
critica los sesgos norm ativistas qu e inform an la m ayoría d e las p rácticas
científicas, d efiend e tam bién u n p rotocolo d e tratam iento p ara los bebés
intersexu ales qu e su bvierte las concep ciones convencionales d e la relación
entre cu erp os y géneros. Pero en u n nivel qu e am enaza m ás p ersonalm ente a
los p rofesionales m éd icos, la p osición d el ISN A im p lica qu e han d ed icad o su s
carreras —inconscientem ente en el m ejor d e los casos, m ed iante la negación
consciente en el p eor— a infligir u n p rofu nd o d año d el cu al su s p acientes
nu nca se recu p erarán com p letam ente. La p osición d el ISN A am enaza con
d estru ir las asu nciones qu e m otivan u na com p leta su besp ecialid ad m éd ica y
d e este m od o com p rom ete la cap acid ad d e realizar lo qu e m u chos ciru janos
consid eran u n trabajo técnicam ente d ifícil y fascinante. Melissa H end ricks
señala qu e el Dr. Gearhart es conocid o entre su s colegas com o u n «artista»
ciru jano qu e es cap az d e «escu lp ir u n gran falo red u ciénd olo a u n clítoris» con
habilid ad consu m ad a (H end ricks, 1993). Más d e u n m iem bro d el ISN A ha
d escu bierto qu e d e hecho los ciru janos op eraron su s genitales gratu itam ente.
La fascinación d el sistem a m éd ico con su p rop io p od er p ara cam biar el sexo
y su im p u lso p or rescatar a los p ad res d e su s bebés intersexu ales son tan
fu ertes qu e las intervenciones heroicas se rep arten sin atend er al m od elo
cap italista qu e ord inariam ente gobierna los servicios m éd icos.
Dad as estas p rofu nd as razones, qu e se refu erzan m u tu am ente p ara
op onerse a la p osición d el ISN A, no resu lta sorp rend ente, en su gran m ayoría,
qu e los esp ecialistas m éd icos en intersexu alid ad nos hayan hecho oíd os
sord os. La ú nica excep ción hasta abril d e 1997 es la u róloga Ju stine Schober.
Desp u és d e ver u n víd eo d el encu entro d el ISN A d e 1996 y recibir otra
inform ación d e HELP y d el AIS Support Group, su giere en u n nu evo m anu al
d e ciru gía p ed iátrica qu e m ientras la tecnología ha avanzad o hasta el p u nto
d e qu e «nu estras necesid ad es [com o ciru janos] y las necesid ad es d e los
p ad res d e tener u n bebé p resentable p u ed en ser satisfechas», es tiem p o d e
reconocer qu e existen p roblem as qu e «nosotros com o ciru janos... no p od em os
tratar. El éxito en el aju ste p sicosocial es el verd ad ero objetivo d e la asignación
sexu al y la genitop lastia... La ciru gía hace qu e p ad res y d octores se sientan
cóm od os, p ero la orientación p sicosocial hace qu e la gente se sienta cóm od a
tam bién, y no es irreversible» (Schober, 1998).
Si bien el ISN A va a continu ar ap roxim ánd ose al sistem a m éd ico con el fin
d e d ialogar con él (y continú a ap oyand o las p rotestas frente a las p u ertas
cerrad as d e los m éd icos qu e se niegan a hablar), qu izás el asp ecto m ás
im p ortante d e nu estras activid ad es actu ales es la lu cha p or cam biar las
p ercep ciones p ú blicas. Al u tilizar los m ed ios d e com u nicación d e m asas,
Internet y nu estra creciente red d e aliad os y sim p atizantes p ara hacer

100
Hermafroditas con actitud

consciente al p ú blico general d e la frecu encia d e la intersexu alid ad y d el


intenso su frim iento qu e ha cau sad o el tratam iento m éd ico, bu scam os crear
u n entorno en el cu al m u chos p ad res d e niños intersexu ales habrán oíd o ya
algo acerca d el m ovim iento intersexu al cu and o su bebé nazca. Esp eram os
qu e estos p ad res inform ad os estén m ejor p rep arad os p ara resistir la
p resión m éd ica hacia la ciru gía genital innecesaria y el secretism o, y qu e
d irijan su s p asos hacia u n gru p o d e ap oyo y orientación en lu gar d e hacia
u na sala d e op eraciones.

Feminismo del Primer Mundo, Cliterectomía Africana y Mutilación Genital Intersexual

Debem os localizar y cu estion ar p rim ero n u estra p rop ia p osición tan


rigu rosam ente com o cu estionam os la d e los otros.
Salem Meku ria, «Fem ale Genital Mu tilation in Africa».

Las p rácticas africanas trad icionales qu e elim inan el clítoris y otras p artes d e
los genitales d e las m u jeres han sid o ú ltim am ente u n objetivo d e intensa
cobertu ra m ed iática en el activism o fem inista d e Estad os Unid os y d e otras
socied ad es occid entales ind u strializad as. El eu fem ism o circuncisión femenina
ha sid o am p liam ente su stitu id o p or el térm ino p olitizad o mutilación genital
femenina (en ad elan te MGF). Op eracion es an álogas realizad as sobre
intersexu ales en Estad os Unid os no han sid o objeto d e u na atención sim ilar
—d e hecho, los intentos p or u nir las d os form as d e extirp ación genital se han
encontrad o con m ú ltip les tip os d e resistencias. Al exam inar cóm o las
fem inistas d el p rim er m u nd o y los m ed ios d e com u nicación d om inantes
tratan las p rácticas africanas trad icionales, y al com p arar ese tratam iento con
su s resp u estas a la m u tilación genital intersexu al (MGI) en N orteam érica, se
evid encian algu nas d e las com p lejas interacciones entre id eologías d e raza,
género, colonialism o y ciencia qu e d e form a efectiva silencian y vu elven
invisible la exp eriencia intersexu al en los contextos d el p rim er m u nd o. La
m u tilación d e los genitales intersexu ales se convierte así en otro m ecanism o
ocu lto d e im p osición d e la norm alid ad sobre la carne insu m isa, u na form a d e
contener la anarqu ía p otencial d e los d eseos y d e las id entificaciones d entro
d e estru ctu ras op resivas heteronorm ativas.
En 1994, el New England Journal of Medicine p u blicó u n artícu lo sobre el
d año físico resu ltante d e la ciru gía genital africana ju nto con u n ed itorial qu e
d enu nciaba la cliterectom ía com o u na violación d e los d erechos hu m anos,
p ero d eclinó inclu ir u na rép lica red actad a p or el antrop ólogo m éd ico d e la
Universid ad d e California, Berkeley, Law rence Cohen y d os m iem bros d el
ISN A d etalland o el d año cau sad o p or las cliterectom ías m ed icalizad as en
Estad os Unid os (Schroed er, 1994: 739-40; Tou bia, 1994: 712-716). En resp u esta
a la creciente atención m ed iática, el Congreso ap robó el Acta Fed eral d e
Prohibición d e la Mu tilación Genital Fem enina en octu bre d e 1996, p ero el
acta exim ía esp ecíficam en te la p roh ibición d e las cliterectom ías
m ed icalizad as com o las realizad as p ara la «corrección » d e cu erp os
intersexu ales. La au tora p rincip al d e la ley, la excongresista Patricia
Schroed er, recibió e ignoró m u chas cartas d e m iem bros d el ISN A y d e la

101
El eje del mal es heterosexual

cated rática d e Ciencia Méd ica en la Universid ad d e Brow n Anne Fau sto-
Sterling p id iénd ole reform u lar los térm inos d e la ley. La colu m nista sind icad a
d el Boston Globe Ellen Good m an es u na d e las p ocas p eriod istas qu e cu bre la
MGF africana y qu e ha resp ond id o al ISN A. «Debo ad m itir qu e no estaba al
tanto d e esta situ ación», m e escribió en 1994. «Ad m iro vu estra valentía». Sin
em bargo, continu ó d iscu tiend o regu larm ente en su colu m na sobre la MGF
africana sin m encionar p rácticas sim ilares en Estad os Unid os. Una d e su s
colu m nas sobre la MGF en octu bre d e 1995 se titu laba p rom eted oram ente,
«no qu erem os creer qu e ocu rre aqu í», p ero d iscu tía sólo sobre inm igrantes en
Estad os Unid os p roced entes d e p aíses d el tercer m u nd o qu e realizaban
cliterectom ías a su s hijas m anteniend o las p rácticas d e su s cu ltu ras nativas.
Mientras qu e m u jeres inm igrantes africanas cliterectom izad as activistas
anti-MGF en los Estad os Unid os han sid o recep tivas a las p eticiones
realizad as p or los op ositores intersexu ales a las cliterectom ías m ed icalizad as
y están en d iálogo con nosotras, las fem inistas d el p rim er m u nd o y
organizaciones qu e trabajan sobre la MGF africana nos han ignorad o
totalm en te. Qu e yo sep a, sólo d os d e los m u ch os gru p os an ti-MGF
contactad os han resp ond id o a las rep etid as p rop u estas d e los activistas
intersexu ales. Fran H osken, qu e d esd e 1982 ha p u blicad o regu larm ente u n
catálogo d e estad ísticas sobre la m u tilación genital fem enina en el m u nd o, m e
escribió u na breve nota d iciend o «no estam os interesad os en excep ciones
biológicas» (H osken, 1994). Forward International, otra organización anti-MGF,
resp ond ió a u na solicitu d d e la intersexu al alem ana H eike Sp reitzer qu e su
carta era «d e lo m ás interesante» p ero qu e ellos no la p od ían ayu d ar p orqu e
su trabajo se centraba sólo en la «m u tilación genital fem enina qu e es realizad a
com o u na p ráctica trad icional o cu ltu ral d añina sobre niñas p equ eñas». Com o
d em u estra la resp u esta d e Forward International a Sp reitzer, m u chas activistas
anti-MGF d el p rim er m u nd o consid eran qu e los africanos tienen «p rácticas
cu ltu rales o trad icionales d añinas», m ientras qu e nosotros en el occid ente
ind u strializad o m od erno p resu m iblem ente tenem os algo m ejor. N osotros
tenem os ciencia, lo cu al está u nid o a las m etanarrativas d e la Ilu stración, d el
p rogreso y d e la verd ad . La m u tilación genital es cond onad a en la m ed id a en
qu e sostiene estas au to-concep ciones cu ltu rales.
Robin Morgan y Gloria Steinem establecieron el tono d e p osteriores
análisis fem inistas d el p rim er m u nd o sobre la MGF con su rom p ed or artícu lo
en el nú m ero d e m arzo d e 1980 d e la revista Ms., «The international crim e of
genital m u tilation» (Morgan y Steinem , 1980: 65-67). Una ad vertencia
negativa: «Estas p alabras resu ltan d olorosas d e leer. Describen hechos d e la
vid a qu e llegan tan lejos com o las m ás tem ibles d e nu estras p esad illas —y tan
cercanas com o cu alqu ier rechazo a la libertad sexu al d e las m u jeres». Para las
lectoras d e Ms., d e las qu e las ed itoras im aginan qu e es m ás p robable qu e
exp erim enten el d olor d e la m u tilación genital entre las cu biertas d e su revista
qu e entre su s m u slos, la cliterectom ía se p resenta com o u n hecho d e vid a
extranjero cu ya p rincip al relevancia p ara su lectu ra es qu e ejem p lifica u na
p érd id a d e «libertad », la p osesión m ás celebrad a d el su jeto liberal occid ental.
El artícu lo p resenta u na fotografía d e u na niña africana con su s p iernas
abiertas su jetas p or el brazo d e u na m u jer qu e no se ve a su d erecha. A su
izqu ierd a está la m ano d escorp oralizad a d e la m atrona, su jetand o la hoja d e
la navaja con qu e acaba d e realizar u na cliterectom ía ritu al. El rostro d e la
niña —la boca abierta, los ojos d esencajad os— es u na m áscara d e d olor.

102
Hermafroditas con actitud

Du rante m ás d e qu ince años d e cobertu ra, las im ágenes occid entales d e las
p rácticas africanas ap enas han cam biad o. «Los am ericanos han hecho u n
horrible d escu brim iento este año», Life inform ó sobriam ente a su s lectores en
enero d e 1997 m ientras m ostraba u na foto extensible a d os p áginas d e u na
niña keniana su jetad a p or d etrás m ientras u nas m anos invisibles m u tilaban
su s genitales (Fu rrer, 1997: 38-39). El Prem io Pu litzer d e fotografía d e 1996 fu e
a p arar a otro retrato d e u na cliterectom ía keniana (Prem io Pu litzer, 1996). Y
tras la estela d e la exitosa p etición d e asilo d e Fau ziya Kassind ja en Estad os
Unid os d esp u és d e escap ar d e la cliterectom ía en Togo, el nú m ero d e
im ágenes d e MGF d isp onibles d e su p aís se ha d isp arad o (Du gger, 1996a y
1996 b; Fu rrer, 1997).
Tod as estas rep resentaciones m anifiestan u na p rofu nd ización d e la
otred ad d e la cliterectom ía africana qu e contribu ye al silencio qu e rod ea a
sim ilares p rácticas m ed icalizad as en el occid ente ind u strializad o. «Su »
m u tilación genital es u n ritu al bárbaro; la «nu estra» es científica. La su ya
d esfigu ra; la nu estra norm aliza lo d esviad o. Las im p licaciones colonialistas
d e estas rep resentaciones d e m u tilación genital resu ltan inclu so m ás
notoriam ente obvias cu and o las im ágenes d e ciru gías intersexu ales se
yu xtap onen con im ágenes d e la MGF africana. Los libros m éd icos qu e
d escriben cóm o realizar u na ciru gía clitoriana sobre bebés intersexu ales
blancos norteam ericanos ap arecen casi siem p re ilu strad os con rad icales
primeros planos d e los genitales, d esconectand o los genitales no sólo d e la
persona intersexual ind ivid ual sino d el propio cuerpo. Las imágenes d e cuerpo
entero tienen siempre los ojos cubiertos. ¿Por qué se consid era necesario cubrir
los ojos d e las niñas americanas cliterectomizad as —preservand o d e esta form a
u n fragm ento d e su p rivacid ad y contribu yend o a evitar la id entificación
d el observad or con la im agen abyecta— p ero no los ojos d e las niñas
africanas cliterectom izad as en las p áginas d e las revistas am ericanas?
(Du gger, 1996a; Meku ria, 1995).
El d iscu rso d e las fem inistas d el p rim er m u nd o sitú a la cliterectom ía no
sólo «en otro lu gar», en África, tam bién «en otro tiem p o». Un reciente artícu lo
en el Atlantic Monthly sobre la cliterectom ía africana afirm aba qu e «la
p rofesión m éd ica am ericana había d ejad o d e realizar cliterectom ías hace
d écad as» y d esd e entonces la revista ha d eclinad o p u blicar u na carta d el
ISN A al ed itor contrad iciénd olo (Bu rstyn, 1995: 28-35). Las p u blicaciones
acad ém icas son tan p rop ensas a esta actitu d com o la p rensa p op u lar. En la
reciente antología Deviant Bodies, los «Teatros d e la locu ra» d e la artista visu al
Su san Jah od a yu xtap on en m aterial d el siglo d iecin u eve y vein te
rep resen tan d o «la in terd ep en d en cia con cep tu al d e la sexu alid ad , la
rep rod u cción, la vid a fam iliar, y los “d esórd enes fem eninos”» (Jahod a, 1995:
251-276). Para rep resentar p rácticas d e cliterectom ía m éd ica d el siglo veinte,
Jahod a cita u na carta escrita en la revista Ms. en ju lio d e 1980 en resp u esta a
Morgan y Steinem . La au tora d e la carta, u na asistente sanitaria en u n
geriátrico, d ecía qu e se había sorp rend id o p or las extrañas cicatrices qu e vio
en los genitales d e cinco d e las cu arenta m u jeres a su cu id ad o: «Entonces leí
vu estro artícu lo... ¡Dios m ío! ¿Por qu é? ¿Qu ién d ecid ió negarles el orgasm o?
¿Qu ién les hizo qu e p asaran p or sem ejante p roceso? Qu iero saberlo. ¿Estaba
d e m od a? ¿O era p ara corregir “u na cond ición”? Me gu staría saber qu é
criterio u tilizaba este p aís llam ad o civilizad o p ara tal p roced im iento. ¿Y hasta
qu é p u nto está extend id o aqu í en Estad os Unid os?» (Carta al ed itor, 1980).

103
El eje del mal es heterosexual

Au n qu e el extracto d e Jah od a d e esta carta abord a el tem a d e las


cliterectom ías m ed icalizad as estad ou nid enses, localiza d e form a segu ra la
m u tilación genital en el p asad o, com o algo exp erim entad o hace m u cho
tiem p o en m u jeres qu e hoy están en las ú ltim as etap as d e su vid a.
Sign ificativam en te, Jah od a literalm en te d esp erd icia u n a excelen te
op ortu nid ad p ara com entar la p ráctica continu ad a d e la cliterectom ía en los
Estad os Unid os contem p oráneos. Dos m eses antes, en el nú m ero d e Abril d e
1980 d e Ms., las biólogas fem inistas Ru th H u bbard y Patricia Farnes tam bién
resp ond ieron a Morgan y Steinem :

Qu erem os llam ar la atención d e vu estras lectoras hacia la p ráctica d e la


cliterectom ía no sólo en el Tercer Mu nd o... sino aqu í m ism o en los Estad os
Unid os, d ond e se p ractica com o p arte d e u n p roced im iento p ara «rep arar»
m ed iante «ciru gía p lástica» las llam ad as am bigü ed ad es genitales. Poca gente
se d a cu enta qu e este p roced im iento ha im p licad o d e form a ru tinaria la
elim inación com p leta d el clítoris y su p rovisión nerviosa —en otras p alabras,
la total cliterectom ía... En u n extenso artícu lo [el exp erto intersexu al d e la
Johns H op kins John] Money y d os colegas escribieron... qu e «u na niña d e tres
años a p u nto d e ser cliterectom izad a... d ebería estar bien inform ad a d e qu e los
médicos harán que se parezca a todas las otras niñas y mujeres» (el énfasis es
nu estro), lo cu al no d ifiere d e lo qu e frecu entem ente se les d ice a las chicas
africanas sobre su s cliterectom ías... Pero hasta la fecha, ni Money ni su s
críticos han investigad o los efectos d e las cliterectom ías sobre el d esarrollo d e
las niñas. N o obstante se p od ría esp erar qu e con segu rid ad esto afectaría a su
d esarrollo p sicosexu al y a su s sentim ientos d e id entid ad com o m u jeres
jóvenes (H u bbard y Farnes, 1980: 9-10).

Mien tras qu e la con scien te exp osición fem in ista d e la cliterectom ía


m ed icalizad a en los Estad os Unid os contem p oráneos d e Farnes y H u bbard se
hu nd ió sin d ejar rastro, se ha d ad o u na exp losión d e trabajos qu e m antiene la
cliterectom ía «d om éstica» a u na d istancia segu ra. Tales concep tu alizaciones
d e la lejanía cu ltu ral geográfica y tem p oral d e la cliterectom ía, p erm iten qu e
la ind ignación fem inista d el p rim er m u nd o se canalice en u na introm isión
p otencialm ente colonialista sobre los asu ntos sociales d e otros, al tiem p o qu e
se im p id e trabajar p or la ju sticia social en casa (Daw it y Meku ria, 1993: A27).
El fem inism o se rep resenta a sí m ism o com o interesad o en d esenm ascarar
el silencio qu e rod ea la violencia contra las m u jeres. La m ayoría d e los
tratam ientos m éd icos a intersexu ales constitu yen otra form a d e violencia
basad a en u na d evalu ación sexista d el d olor d e las m u jeres y d e la sexu alid ad
d e las m u jeres. Los m éd icos consid eran la p ersp ectiva d e crecer com o u n
chico con u n p ene p equ eño com o u na alternativa p eor qu e la d e crecer com o
u na chica sin clítoris ni ovarios; corresp ond ientem ente generizan los cu erp os
intersexu ales y los m u tilan p ara consegu ir qu e los géneros asignad os ap oyen
las n orm as cu ltu rales d e corp oralid ad . Estas in terven cion es m éd icas
tran sform an m u ch os cu erp os tran sgresores en otros qu e p u ed en ser
etiqu etad os d e form a segu ra com o m u jeres, y p or tanto som etid os a las
m ú ltip les form as d e control social a las qu e d eben resp ond er las m u jeres. ¿Por
qu é entonces la m ayoría d e las fem inistas d el p rim er m u nd o se enfrentan a
los intersexu ales con u na m irad a d e incom p rensión?

104
Hermafroditas con actitud

Los intersexu ales se han encontrad o con tales d ificu ltad es p ara generar ap oyo
d el fem in ism o h egem ón ico n o sólo d ebid o a los m arcos racistas y
colonialistas qu e sitú an la cliterectom ía com o u na p ráctica extraña a los
su jetos ad ecu ad os d el p rim er m u nd o, sino tam bién p orqu e la intersexu alid ad
socava la estabilid ad d e la categoría «m u jer» sobre la qu e se asienta la m ayor
p arte d el d iscu rso fem inista d el p rim er m u nd o. N osotras p onem os en
cu estión la asu m id a relación entre géneros y cu erp os y d em ostram os cóm o
algu nos cu erp os no encajan fácilm ente en las d icotom ías varón/m u jer.
N osotras encarnam os visceralm ente la verd ad d e la afirm ación d e Ju d ith
Bu tler d e qu e el «sexo», el concep to qu e logra la m aterialización y
natu ralización d e las d iferencias cu ltu ralm ente constru id as y atravesad as d e
p od er, ha sid o d e hecho «género tod o el tiem p o» (Bu tler, 1990: 8). Al rechazar
p erm anecer silenciad as, hacem os queer los fu nd am entos sobre los qu e
d ep end e no sólo el tratam iento m éd ico d e los cu erp os sino tam bién
asu nciones fem inistas am p liam ente com p artid as sobre la su bjetivid ad
fem enina ap rop iad am ente corp oreizad a. En la m ed id a en qu e no som os
n orm ativam en te fem en in as o n orm ativam en te m u jeres, n o som os
consid erad as los su jetos p rop ios/ap rop iad os d e consid eración fem inista.
Com o su jetos no-d esead os d e la ciencia y su jetos im p rop ios/inap rop iad os
d el fem inism o, las activistas intersexu ales p olitizad as tenem os p rofu nd os
intereses en aliarnos con y p articip ar en la clase d e trabajo cu ltu ral
p ostestru ctu ralista qu e evid encian las asu nciones fu nd acionales sobre la
p ersona com p artid as p or la socied ad d om inante, el fem inism o convencional
y m u chos otros m ovim ientos sociales d e op osición con base id entitaria. N os
interesan, tam bién, los esfu erzos d e los queer d el género qu e escu lp en
esp acios sociales vivibles p ara form as reconfigu rad as d e corp oralid ad ,
id entid ad y d eseo. En 1990, Su zanne Kessler señaló qu e «las p osibilid ad es
p ara transform aciones sociales reales serían ilim itad as» si m éd icos y
científicos esp ecializad os en el tratam iento d el género p u d ieran reconocer
qu e «finalm ente, y siem p re, las p ersonas constru yen el género tanto com o los
sistem as sociales qu e se asientan en concep tos generizad os... Acep tar la
am bigü ed ad genital com o u na op ción natu ral requ eriría qu e los m éd icos
tam bién reconocieran qu e la am bigü ed ad genital es “corregid a” no p orqu e es
am enazante p ara la vid a d el niño sino p orqu e es am enazante p ara la cu ltu ra
d el niño» (Kessler, 1990: 25). En ese m om ento, tod avía no se había oíd o nad a
sobre los intersexu ales y existían escasas razones p ara p ensar qu e m éd icos u
otros m iem bros d e su cu ltu ra reflexionarían algu na vez sobre el significad o o
el efecto d e lo qu e estaban haciend o. La em ergencia d e u na op osición
intersexu al activista lo cam bia tod o.

105
El eje del mal es heterosexual

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108
Hermafroditas con actitud

The Murk Manual (El manual tenebroso)


Cómo comprender la escritura médica sobre Intersexuales
Por Raphael Carter*

ANDRÓGENO. Andro = varón ; gen = h acien d o. Los an d rógen os se


ad m inistran a los bebés p ara p revenir qu e se conviertan en and róginos.
Véase testosterona.
ANGUSTIA. Una cond ición qu e acontece en los p ad res cu and o su s hijos
intersexu ales p erm anecen no-m u tilad os.
CIRCUNCISIÓN. Ed ición d e m asas sobre ciru gía intersexu al, valorad a p or el
hom bre com ú n. Las razones p ara la circu ncisión son m u y nu m erosas p ara
ser tratad as aqu í, p ero T.V.N . Persau d d e la Universid ad d e Manitoba
p rofiere u na ingeniosa op inión: «Algu nas cond iciones, com o la fim osis, a
m enu d o cond u cen a la circu ncisión a u na ed ad m ás tard ía, lo qu e se p od ía
haber evitad o si se hu bieran realizad o anteriorm ente». Los m éd icos
exhiben d e este m od o la m ism a p resciencia d e los Monop od s en The
Chronicles of Narnia d e C.S. Lew is, qu ienes hervían las p atatas antes d e
p lantarlas p ara evitar tener qu e hacerlo d esp u és cu and o las d esenterraran.
CIRUGÍA DE REASIGNACIÓN SEXUAL (A BEBÉS). Constru ir la oreja d e u na cerd a
d e u n bolso d e sed a. Se sabe qu e cau sa sord era.
CRIPTORQUIDIA. Una cond ición en la cu al los testícu los (-orchid) están
ocu ltos (crypto-). ¿Ocu ltos p ara qu iénes? Obviam ente p ara los m éd icos. La
crip torqu id ia es así p racticad a p or aqu ellos bebés p ersp icaces qu e no
d esean p oner p erlas d elante d e los cerd os.
DERECHOS. Errores. En la literatu ra m éd ica, los «d erechos» d e los
intersexu ales se refieren exclu sivam ente al d erecho a ser m od ificad os,
nu nca al d erecho a p erm anecer com o son. Por ejem p lo, u n texto ap ela a
qu e el hip osp ad ias sea «corregid o» inclu so cu and o es algo p u ram ente
cosm ético, basánd ose en qu e «a la ed ad d e cinco años tod o niño tiene
d erecho a ser u n “ap u ntad or ” y no u n “sentad o” [al m ear]».
DETERMINACIÓN. 1. (Cu and o es u sad a p or intersexu ales y su s p ad res)
ad ivin an d o d e qu é sexo es u n bebé. Determinar: en con trar p or
investigación. 2. (Cu and o es u sad o en revistas m éd icas) d ecid ir qu é sexo
d ebería tener u n bebé. Terminar: p oner u n fin a la m ateria.
ESTENOSIS. Estrechez. Una cond ición d e los m eatos y las m entes.
ESTRÓGENO. 1. Un p ersonaje en Esperando a Godot d e Sam u el Beckett, qu e
se consu m ía p or u n m éd ico qu e viniera a cam biar su sexo. 2. Un p ersonaje
en La Mano Izquierda de la Oscuridad d e Ursu la K. Le Gu in, qu e d e ningú n
m od o lo hacía.

* Rap hael Carter vive en Minneap olis y es el au tor d e The Fortunate Fall u na novela d e
ciencia-ficción p u blicad a p or Tor Books. El títu lo es u n ju ego d e p alabras sobre el Merk
Manual, qu e es u sad o p or los m éd icos p ara d iagnosticar m ú ltip les d esórd enes.

109
El eje del mal es heterosexual

EX-INTERSEXUAL. Un térm ino u tilizad o p or los esp ecialistas p ara referirse a


cu alqu ier in tersexu al lo su ficien tem en te m ayor com o p ara ser
contestatario. Tal p ersona no tiene el d erecho a hablar p or los bebés
intersexu ales; d ejad a los bebés qu e hablen p or ellos m ism os.
GENITALES AMBIGUOS. Genitales qu e se resisten a d eclarar su sexo a los
m éd icos —no hay d u d a d el p rincip io d e qu e bajo interrogación d el
enem igo sólo se d ebe d ar el nom bre, el rango y el nú m ero.
GINECOMASTIA. Alargam iento d e los p echos en u n p aciente qu e hem os
d ecid id o llam ar varón. En u n p aciente qu e hem os d ecid id o llam ar m u jer,
el m ism o rasgo es llam ad o «excelente d esarrollo d e los p echos».
HIPERTROFIA. Literalm ente, d em asiad a carne. ¿Cu ánto es d em asiad o? Más,
señora, qu e lo qu e tiene su herm ana; m enos, caballero, d e lo qu e tend rá
cu and o hayam os acabad o con u sted .
HIPOGONADISMO HIPOGONADOTRÓPICO. Una condición en la cual las gónadas
son p equ eñas d ebid o a la au sencia d e señales qu ím icas qu e las activan.
Para ser d istingu id o d el hip ogonad ism o hip ergonad otróp ico, en el cu al las
gónad as son p equ eñas d ebid o a u n exceso d e señales qu ím icas qu e las
activan . El p rogreso d e la cien cia h ace p osible estas in gen iosas
exp licaciones d e antigu os fenóm enos oscu ros.
HIPOGONADISMO PRIMARIO. El h ip ogon ad ism o p rim ario red u ce las
horm onas sexu ales d el cu erp o d ebid o a u n su bd esarrollo d e testícu los u
ovarios; véase micropene, el cu al a veces lo cau sa. N o está claro p ara el
com p ilad or d e este m anu al p or qu é algu nos m éd icos sienten qu e al
hip ogonad ism o p rim ario le d ebe segu ir u na elección genital.
HIPOSPADIAS. Una condición en la cual el meato del pene está en cualquier
lugar menos en la punta. La etimología de este término es digna de reflexión:
hypo = «demasiado pequeño»; spadix es en latín «espada». Si tan sólo la espada
del bebé fuera más grande, sería capaz de luchar contra el cirujano.
IDIOPÁTICO. Encontrad o en soled ad . Una cond ición qu e los groseros nu nca
p erm iten ni a las m u jeres ni a los síntom as. Contrariam ente a lo señalad o
p reviam ente, id iop atía no significa «m ed icina estú p id a», no es necesario
qu e haya u n térm ino esp ecial p ara id entificar tal p rósp era Ciencia.
INSENSIBILIDAD A LOS ANDRÓGENOS. La cond ición d e aqu ellos bebés qu e
cru elm ente se resisten a resp ond er al tratam iento con testosterona; la
cau sa d e m u cho su frim iento en u n end ocrinólogo.
LUSUS NATURAE. Un m onstru o d e la natu raleza. Pu ed e en p rincip io
sorp rend er al lector qu e este térm ino no sea ap licad o a la gente qu e
am p u ta genitales p erfectam ente sanos; p ero si bien esa cond u cta es
ciertam ente m onstru osa, la natu raleza no tiene nad a qu e ver con ella.
MEGACLÍTORIS. Micropene en la m u jer. Una d efinición m ás extensa sería
su p erflu a, d ad o qu e esta cond ición está d estinad a a ser elim inad a antes d e
qu e la p aciente p u ed a p ronu nciarla.
MICROPENE. Clitoromegalia en el varón. Am p u tar el m icrop ene y criar al
bebé com o niña es u na vía com ú n d e p rod u cir u n aju ste p sicológico
satisfactorio; «p orqu e es u n hecho qu e tod o el m u nd o conoce, qu e Pobbles
era m ás feliz sin su s d ed os d el p ie» (Ed ward Lear).

110
Hermafroditas con actitud

MUJER. 1. Un varón intersexu al cu and o el end ocrinólogo ha term inad o con


él. 2. Una m u jer intersexu al a la qu e tod avía no ha visto el u rólogo.
MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA (MGF). La cicatrización o extirp ación d el
clítoris, ejecu tad a p or d octoras-bru jas y cond enad a p or tod a la gente d e
recto p ensam iento. Si el clítoris es u n p oco m ayor qu e el p rom ed io, sin
em bargo, la m u tilación es ejecu tad a p or ciru janos acred itad os y cu bierta
p or tod os los p rincip ales segu ros m éd icos.
PRESENTAR. Ten er. Com o en , «el bebé p resen taba u n m icrop en e
hip osp ád ico» (d icho p or los m éd icos) o «el corred or p resentaba u na
cartera d e gran tam año» (d icho p or los asaltantes).
PSEUDOHERMAFRODITA. Pseudo significa «falso»; u n p seu d oherm afrod ita es
algu ien cu yos genitales am bigu os falsos d esvían cru elm ente al d octor d e
la esp eranza d e p u blicación. Así, al m enos, d ice la p seu d ociencia.
RECESIÓN CLITORIDIANA. Véase mutilación genital femenina. A pesar de la falsa
afinidad apuntada [por el diccionario] Webster, «recesión» se deriva de
«rescisión», la forma sustantiva del verbo «rescindir». A los endocrinólogos,
com o a ciertos congresistas, les gu sta rescind ir los p resu p u estos qu e en
su op inión son d em asiad o grand es, inclu so si ello im p lica cercenar
servicios esenciales.
RES IPSA LOQUITUR. Legal, no m éd ica, d el latín: «La cosa habla p or ella
m ism a». Una esp onja d ejad a en el cu erp o d e u n p aciente habla p or sí
m ism a y se p aga bien cu and o se hace; p ero p or el órgano sexu al elim inad o
d el cu erp o, nad ie hablará.
SÍNDROME DE KLINEFELTER. Una d e esas am p lias clases d e sínd rom es cu yo
nom bre es en honor a gente qu e no ha p ad ecid o d ichos sínd rom es.
TESTOSTERONA. Un andrógeno qu e tom a su nom bre d el test en el cu al es
ap licad o a u n m icrop ene. Los m icrop enes qu e no crecen d eben ser
am p u tad os; si sí crecen, entonces no se necesita ningú n tratam iento.
Com p arar con la p ru eba d el agu a, ad orad a p or los cazad ores d e bru jas, en
la cu al las bru jas qu e flotaban d eberían ser ahogad as, m ientras qu e las qu e
se hu nd ían d ebían m antenerse com o estaban. Debem os sim p lem ente
enorgu llecernos d e los avances en nu estra ilu strad a Socied ad .
TRANSEXUAL POST-OPERADO. Una p ersona qu e ha d ecid id o p or él o ella
m ism a consegu ir u na ciru gía d e reasignación sexu al. Es necesario el
certificad o d e u n terap eu ta. Aqu ellos qu e d ecid en sobre la CRS p ara otros
son llam ad os especialistas; sorp rend entem ente, no es requ erid o ningú n
exam en p sicológico.
URÓLOGOS. Aqu ellos ben efactores d e la h u m an id ad qu ien es, con
consid erable d ificu ltad , d istingu en a los bebés intersexu ales niños d e los
bebés intersexu ales niñas.
VARÓN. Véase mujer. Cu alqu ier cosa qu e p u ed as d ecir d el fascism o m éd ico
hace a los varones continu ar en el tiem p o.

Fu ente: Chrysalis:
The Journal of Transgressive Gender Identities, 2 (5), 1997-1998, p p .10 y 30.

111
Mi cuerpo no es mío

7. Mi cuerpo no es mío.
transexualidadmasculina y presiones sociales de sexo
Moisès Martínez

Los transexu ales m ascu linos —MaH (d e Mujer a H om bre), MaV (Mujer a
Varón) en Latinoam érica, o FtM (Female to Male), tam bién FtoM y F2M, en los
p aíses anglosajones— som os hom bres a los qu e, al nacer, el estam ento m éd ico
id entifica com o m u jeres, tan sólo con u n exam en visu al d e nu estros genitales,
sin cu estionarse la verd ad era id entid ad sexu al d el neonato. Es d ecir, qu e
cu and o llegam os al m u nd o, en el p aritorio algu ien d ice: «—H as tenid o u na
niña». Esto no es u na sim p le anécd ota en la vid a, ya qu e rep resenta el inicio
d e u n m ecanism o qu e im p regna d e valores al nu evo bebé con tod a u na serie
d e cód igos sociales relativos al sexo y a la sexu alid ad . Dicen qu e tod os los
bebés p arecen igu ales, p ero al nacer ya se ocu p a la fam ilia d e ind icar bien
claro su sexo m ed iante el nom bre, la rop a, los p end ientes, los ju gu etes o el
color d e los p añales. Se hipersexualiza a los bebés con una saturación de género.1
Prim ero la clase m éd ica, lu ego la fam ilia y d esp u és la socied ad en su conju nto
m od u lan u nos clichés d e com p ortam iento férreos d e los qu e es d ifícil salir. En
la m ed id a en qu e nu estro entorno nos lo p erm ite, al ir creciend o los hom bres
transexu ales asu m im os u n rol m ascu lino qu e choca con el com p ortam iento
qu e la socied ad esp era d e nosotros. A p esar d e nu estros genitales, som os
niños, som os hom bres, p ero se esp era d e nosotros u n com p ortam iento
fem enino. Para ser consid erad os hom bres se necesita u na im agen social e
íntim a d eterm inad a, u nas form as y u nos u sos.
H em os acep tad o qu e ya no existen las razas y hablam os d e etnias com o
concep to socio-cu ltu ral, p ero segu im os m anteniend o qu e existen los sexos tal
y com o Dios colocó en el m u nd o a Ad án y Eva, com o verd ad es biológicas y
no com o estánd ares p red iseñad os. Segu im os sin asu m ir otras realid ad es
sexu ales qu e cu estionan la esencia biológica d e los cu erp os, sin acep tar qu e
los estereotip os sociales m u tan en el esp acio y en el tiem p o.

1 Del LaGrace Volcano, en su conferencia Cuerpos obscenos y especímenes espectaculares, en el


sem inario Tecnologías del género, Mu seu d ’Art Contem p orani d e Barcelona (MACBA), abril
d e 2004.

113
El eje del mal es heterosexual

¿Cómo se puede definir sentirse hombre?

Siempre hay un momento en la vid a d e un transexual masculino en que se le


pregunta por qué se siente hombre. Se nos exige tener una respuesta, una
justificación, ante los no transexuales que les permita entend er que tienen un
hombre ante sí. Ocurre, por el contrario, que si traslad amos la pregunta d e qué
es ser un hombre a una persona no transexual sólo saben respond ernos que es
una cuestión física, que tod o se red uce a tener unos d eterminad os genitales.
Si u n FtM no se ve en el esp ejo com o u n hom bre ¿cóm o sabe qu e lo es?
Porqu e... ¿d ónd e rad ica la id entid ad sexu al?: ¿En u na im agen?, ¿en u n vial d e
horm onas?, ¿en u n bistu rí?, ¿en u na id entificación gru p al?, ¿en u na categoría
social? o... ¿es sim p lem ente u n sentim iento?
Es d ifícil d efinir qu é es sentirse hom bre. Sin em bargo, es m enos d ifícil
exp licar cu áles son los lím ites d e actu ación d e u n hom bre y cu áles son los
requ isitos fisiológicos p ara ser u n hom bre. Está establecid o socialm ente qu é
com p ortam ien tos son p rop ios d el rol m ascu lin o, y cóm o d eben ser
físicam ente los hom bres. Así, tanto p or com p ortam iento com o p or físico,
p od rem os reconocer qu ién es hom bre y qu ién no lo es. Ahora, siem p re es
d ifícil d efinir u n sentim iento.
Los hom bres transexu ales tenem os, qu e no es p oco, la certeza d e nu estra
id entid ad , el convencim iento d e ser qu ienes som os, ind ep end ientem ente d e
nu estro asp ecto. Pero los transexu ales d ebem os d em ostrar qu ienes som os, y
d em ostrar qu iere d ecir cu m p lir u nos requ isitos a los qu e la socied ad obliga.
Palad ines d e esta rep resión, son la ciencia y el cu erp o ju ríd ico. El ser m u jer o
ser hom bre, y p or lo tanto, tam bién la transexu alid ad , es u na realid ad social
qu e la m ed icina p rotocoliza y las leyes d elim itan; el Estad o crea este m arco
m éd ico-legal qu e fom enta y p erp etú a esta situ ación.
Bajo esta p resión, las p ersonas transexu ales som os la p u nta d el iceberg, la
situ ación m ás extrem a d e la d isfu nción entre u na realid ad y u na actitu d
coercitiva, au nqu e bajo esta p resión social, el iceberg som os tod os. Tod os
estam os influ enciad os p ara segu ir u nos com p ortam ientos sobre cóm o
d ebem os m ostrarnos y relacionarnos en fu nción d el sexo al qu e p ertenecem os
o al qu e nos d icen qu e p ertenecem os.
En tod os nosotros los binom ios hom bre/m u jer y m ascu lino/fem enino es, o
d ebe ser, u na actitu d som etid a a constante cu estionam iento. N ad ie es, en
esencia, cien p or cien hom bre o cien p or cien m u jer, au nqu e a la Iglesia, la
Med icina o al Estad o les interese esa visión red u ccionista. Sin em bargo, los y
las transexu ales y las p ersonas transgénero d esd e la p ersp ectiva d el
cu estionam iento d e sexo y género som os la realid ad m ás evid ente d e la
d econstru cción d e ese binom io.
La transexu alid ad transgred e la estru ctu ra social qu e segrega p or sexos
(com o si se tratase d e u na granja, en qu e los m achos son MACH OS y las
hem bras son H EMBRAS) y, evid encia la p osibilid ad d e la m ovilid ad d e los
géneros y d e la m u tabilid ad d e los sexos. La transexu alid ad rom p e la barrera
d e los sexos, y los transexu ales cu estionam os, con nu estra p resencia, la
«esencia biológica» d e los cu erp os.

114
Mi cuerpo no es mío

De la transexu alid ad se han d ad o m ú ltip les d efiniciones. Una d e las m ás


p op u lares es la qu e d ice qu e som os p ersonas atrap ad as en u n cu erp o
equ ivocad o; otra, d esd e u n ángu lo d iferente, qu e som os p ersonas atrap ad as
en u na socied ad equ ivocad a. Am bas d efiniciones coexisten en nu estra
socied ad y p u ed en coexistir en nosotros m ism os. Am bas coincid en en afirm ar
qu e las p ersonas transexu ales estam os atrap ad as en u na equ ivocación. Pero,
¿qu ién se equ ivocó? ¿u na cad ena d e am inoácid os al trad u cirse en p roteína o
la p u blicid ad d e «La Casa d el Bebé» con su s cu nas rosas y azu les? ¿Se
equ ivocan los cu erp os al form arse o se equ ivocan las socied ad es al form ar a
los cu erp os? ¿De d ónd e p roviene la certeza d e esa equ ivocación? ¿Cóm o y
qu ién d ebe d ecid ir ante esa equ ivocación?
Pod em os, racionalm ente, ser conscientes d e la rigid ez cu ltu ral con la qu e
se encasilla al hom bre y a la m u jer, p ero com o seres sociales, es d ifícil zafarse
d e la necesid ad d e ver reconocid a nu estra id entid ad ante los d em ás.

¿Hay un origen natural de la transexualidad?

Lo natu ral se u tiliza com o sinónim o d e norm al y, lo qu e no es norm al, o sea,


lo qu e no sigu e la norm a se cataloga com o antinatu ral. De esta m anera u nos
valores sociales se instau ran com o u na cu estión intrínseca d e los cu erp os.
Au nqu e hay qu ien ju zga, y ap eland o a la natu raleza d ice qu e tal «m anera
d e ser» es antinatu ral, sin em bargo, en la natu raleza existe el cam bio d e sexo,
la hom osexu alid ad y la d iversid ad d e roles. H ay alm ejas y p eces qu e cam bian
d e sexo u na o m ás veces a lo largo d e su vid a, los caracoles son herm afrod itas
teniend o d os tip os d e genitales totalm ente d iferenciad os. Personalm ente he
visto a u na gallina cantar com o u n gallo, y a u n gato y u n p erro, am bos
m achos, p racticand o sexo (qu e ad em ás d e hom osexu alid ad es zoofilia), y
existen aves qu e en trío form an u na fam ilia y se rep arten las tareas d el nid o,
la bú squ ed a d e com id a, el cu id ad o d e las crías... Posiblem ente hay m u chas
m ás esp ecies qu e aú n están en el arm ario.
Nosotros, los seres humanos controlamos y reprimimos nuestra naturaleza,
nuestros instintos, por la presión d e una moral secular: las emociones y los
sentimientos los solemos prohibir, d elimitar, legalizar, castigar, ensalzar; no
tenemos una sexualid ad relacionad a con el celo aunque igualmente esté
orientad a hacia la reprod ucción; aprend emos los límites temporales d e nuestra
fertilid ad pero no tod os los puntos d e placer d e nuestra piel; nuestro olor
corporal es concebid o como d esagrad able y, para contrarrestarlo, nos aplicamos
cremas que lo anulan, nos perfumamos con colonias artificiales, perd iend o así
la ind ivid ualid ad d e nuestro olor, estand arizánd olo.
N os hem os d om esticad o a nosotros m ism os. En este sentid o som os el
anim al y el am o a la vez. El género y el sexo son tam bién algo qu e hem os
d om esticad o. H em os d es-natu ralizad o nu estro com p ortam iento. Establecid o
cóm o d ebem os m ostrarnos y relacionarnos, qu é d ebem os m ostrar y qu é
d ebem os ocu ltar, cóm o ha d e ser lo qu e m ostram os, y en qu é m om ento y d e
qu é m anera es ap rop iad o hacerlo. Sand y Stone, en Gendernauts, nos d ice: «El

115
El eje del mal es heterosexual

sexo p u ed e ad op tar tod as las form as im aginables. Creem os qu e sólo existen


d os —el m ascu lino y el fem enino— p orqu e hem os ap rend id o a hacer los otros
invisibles. Tenem os qu e ap rend er a verlos, tenem os qu e red escu brir nu estro
conocim iento d e ellos».2
La natu raleza rom p e m u chas veces nu estros esqu em as sociales, p ero la
socied ad crea d iscu rsos antinatu raleza. Tam bién la p rop ia natu raleza nos
ofrece d iscu rsos «antinatu rales», p or m u y contrad ictorio qu e p arezca. Al
igu al qu e la socied ad p u ed e ser asocial. Por esto, ni natu raleza, ni socied ad
p u ed en p rescribir com p ortam ientos o realid ad es sentand o cáted ra en la Real
Acad em ia d e la Sexu alid ad . Realm ente, ni las Ciencias N atu rales ni la
Sociología p od rían crear u nos p ostu lad os m áxim os ind u d ables, com o Verd ad
Su p rem a, p u es cu and o se em p ieza a p rofu nd izar ellas m ism as entran en
contrad icción.

El dogma genital

Socialmente se nos d ivid e d esd e el nacimiento en hombres y mujeres e, incluso


d esd e antes d e nacer con una ecografía. ¿Quién no ha escuchad o alguna vez
preguntar a una embarazad a si lleva en la barriga un niño o una niña?
La interrelación p ersonal se d esarrolla d e form a d istinta si tenem os
d elante u na niña o u n niño. N os ap roxim am os d e m aneras d iferentes. La
m anera d e hablar está sexu alizad a en lo qu e d ecim os y en la m anera d e
hacerlo: las brom as, el tono d e voz, las sú p licas, los argu m entos, las
concesiones se establecen bien hacia u na m u jer o bien hacia u n hom bre. La
form a d e tocarnos o d e ap roxim arnos se vive d e d iversas m aneras (p or
ejem p lo en el salu d o: d ar la m ano o d os besos en las m ejillas). Y esto es así
p orqu e nos han enseñad o a tener com p ortam ientos d iferentes, actitu d es
d iferentes, e inclu so ap titu d es d iferentes. A hom bres y a m u jeres, nos hacen
m irar la vid a con d esigu ales valores y exp ectativas.
Com o d ecía m ás arriba, al nacer, el estam ento m éd ico asigna u n sexo a
cad a bebé p or la sim p le observación d e los genitales. Debid o a la existencia d e
esta p rim era asignación, al m al d enom inad o «cam bio d e sexo» se le llam a
p roceso d e reasignación d e sexo (o Ciru gía d e Reasignación Sexu al —CRS).
En las p ersonas, los genitales externos (qu e son los consid erad os p ara
asignar el sexo al nacer) se p u ed en d ivid ir en tres grand es bloqu es. Los
d enom inad os genitales fem eninos, el clítoris, la vagina y la vu lva, qu e se
asocian a la m u jer. Los llam ad os genitales m ascu linos, el p ene y los testícu los,
qu e se asocian al hom bre. Y los genitales d efinid os com o am bigu os o
interm ed ios qu e se asocian a p ersonas intersexu ales (térm ino m od erno d e
herm afrod ita), d ond e encontram os hasta 6003 tip os (constatad os, qu ed an los
no constatad os) d e com binaciones d iversas d e p ene, vagina, testícu los,

2 Stone, Sand y, en el d ocu m ental Gendernauts (Monika Trent, 1999).


3 Pescad o en la red , en la web d e Intersex Society of North America: http ://w w w.isna.org

116
Mi cuerpo no es mío

ovarios externos y clítoris d e form as, tam años y cantid ad es d iferentes (tres
testícu los, clítoris grand e, d os vaginas, ovotestes —u n interm ed io entre
ovario y testícu lo—, cinco p enes, vagina no p erforad a...). De hecho este tercer
bloqu e no tiene u na entid ad p rop ia, ya qu e d econstru ye el binom io genital
vagina/p ene (coño/p olla), y p or ello no tiene u n nom bre p rop io sino qu e
d ep end e d e los d os anteriores. N o se le llam a «C», sino qu e es «no A-no B». Y
es en estas p ersonas d ond e se p rod u ce el d ilem a, d ond e es necesaria la
d efinición d e los genitales, p ara así p od er d efinir el sexo y su realid ad social.
Porqu e C solam ente se convertirá en A o en B a través d e la ciru gía.
«Actu alm ente, la m ayoría d e las p ersonas intersexu ales no son resp etad as y
son castrad as p or p arte d e la clase m éd ica, con la connivencia d e los p ad res.
Esto ocu rre p orqu e la p resión social p ara d eterm inar u n ú nico sexo a cad a
u no d e nosotros es m u y fu erte, y se op ta entonces p or elegir u no d e los d os
qu e ya tiene la p ersona intersexu al; generalm ente el fem enino p u es, ya se
sabe, es m ás fácil qu itar qu e p oner, extirp ar qu e reconstru ir, y la ligereza d el
bistu rí es p rod igiosa».4
Al anotar el nu evo nacim iento, tanto en la ficha m éd ica com o en la hoja d e
inscrip ción d el Registro Civil, nos encontram os ante la categoría d e sexo con
sólo d os casillas p osibles: «hom bre» o «m u jer». Es obligatorio rellenar este
cam p o y m arcar sólo u na d e las d os op ciones. Los nom bres tam bién tienen
cond icionantes d e género. Así, el p arágrafo segu nd o d el Artícu lo 54 d e la Ley
d el Registro Civil p rohíbe qu e éstos p rod u zcan confu sión en el sexo: «En la
inscrip ción se exp resará el nom bre qu e se d a al nacid o... Qu ed an p rohibid os
los nom bres qu e objetivam ente p erju d iqu en a la p ersona, así com o los
d im inu tivos o variantes fam iliares y coloqu iales qu e no hayan alcanzad o
su stantivid ad , los qu e hagan confu sa la id entificación y los qu e ind u zcan en
su conju nto a error en cu anto al sexo».5
Por ejem p lo, tenem os el caso d e qu e a p rincip ios d e los noventa, en el
Estad o esp añol, m u chos p ad res jap oneses se encontraron con im p ed im entos
p ara p od er registrar los nom bres d e su s hijas p orqu e eran consid erad os
nom bres d e niño. Los nom bres fem eninos jap oneses acaban en «ko», y p ara
n u estra cu ltu ra occid en tal latin a es u n a term in ación m arcad am en te
m ascu lina. Para solventar estas d iferencias cu ltu rales las au torid ad es d el
lu gar d e origen d el nom bre exp id en u n certificad o d e au tenticid ad d e d icho
nom bre con su género.
Consid erar u n nom bre m ascu lino o fem enino p orqu e éste acabe en u na u
otra vocal, o p orqu e contenga u nos u otros fonem as es aberrante. Es conocid o
qu e los nom bres p rop ios term inad os en [o] se tom an com o m ascu linos y en
[a] com o fem eninos; o qu e los qu e contienen los fonem as [i] y [n], Cristina,
Sabina, Marina, tienen u na «sonorid ad » fem enina. La sexu alización d el
lengu aje es u n hito tam bién m arcad am ente d iscrim inatorio.
El lengu aje, las leyes, la m ed icina p arecen tener id éntico criterio: la
d istinción d e sexos en hom bre y m u jer p or la sim p le casu alid ad d e tener u nos
u otros genitales. Así, los cu erp os d e hom bre y m u jer tienen u nas form as,
tam años y u sos d eterm inad os. Sobre la base d e esto reciben tam bién solu ción

4 Pered a, Ferran, El Cancaneo. Diccionario Petardo de Argot Gay, Lesbi y Trans, Entrad a
Intersexual, Barcelona, Ed . Laertes, 2004, p . 104.
5 Ley d e Registro Civil, art. 54 II d e la LRC.

117
El eje del mal es heterosexual

quirúrgica ped iátrica los clítoris grand es (que pod rían parecerse o usarse como
penes) y los penes pequeños (que pod rían no ser aptos para penetrar). Acortar
un clítoris es semejante a prescribir una ablación. Y a los recién nacid os
d iagnosticad os con micropene (pene en RN d e tamaño inferior a 2,5 cm) y con
sexo cromosómico XY (que d etermina sexo macho) se les corta el micropene. En
este punto, el estamento méd ico ya no separa a las personas entre hombres y
m u jeres, sino en p ersonas qu e p oseen u n p ene y p ersonas qu e carecen d e él.
Falocracia en estad o p u ro. Otro caso sem ejante es lo qu e les ocu rre a los bebés
sin vagina, qu e se les qu ita u na p orción d el colon p ara realizarles u na
vaginop lastia. En este otro p u nto, el estam ento m éd ico ya no sep ara a las
p ersonas entre hom bres y m u jeres, sino en p ersonas p enetrad oras y p ersonas
p enetrables. Mau ro Cabral, activista intersex argentino, critica al m ovim iento
fem inista p or no inclu ir la p olítica d e los cu erp os intersex en su agend a, a
p esar d e qu e las intervenciones d u rante la infancia ord enan com o m u jeres a
«fallad os» d e los d os p osibles sexos.6
Pero no tod a la d iversid ad d e intersexu alid ad es se hace visible en los
genitales externos. H ay otros tip os d e intersexu alid ad es en qu e, habiend o
nacid o con genitales ap arentem ente hetero-norm ativizad os, d esp u és los
scanners y ecografías ap ortarán las p ru ebas m éd icas d e intersexu alid ad . En la
ed ad p ú ber actú an las horm onas d el otro sexo evid enciand o la d iscord ancia,
la intersexu alid ad . H ay p ersonas m u jeres qu e, bu scand o la cau sa p or la qu e
no se qu ed an em barazad as, d escu bren qu e su s crom osom as son XY, habiend o
sid o u na form a severa d el Sínd rom e d e Insensibilid ad a los And rógenos la
qu e p rovocó qu e la testosteron a, qu e ord en aba fabricar su «Y», n o
m ascu linizara su cu erp o en el vientre d e su m ad re, y no naciera genitalm ente
varón. ¿Cóm o se p lantean entonces su id entid ad d e sexo estas m u jeres XY?
Por otro lad o, existen corrientes m éd icas qu e exp lican la transexu alid ad com o
u na intersexu alid ad entre el físico y la m ente.
Los genitales, a nivel d el d esarrollo fetal, p rovienen d e las m ism as célu las
m ad re y evolu cionan, d ep end iend o d e las horm onas, hacia u no u otro tip o d e
genitales. Por lo tanto, tod os los genitales tienen la m ism a base y com p arten
los m ism os tejid os y estru ctu ras. Así, el clítoris equ ivale al p ene (am bos tienen
cu erp os cavernosos y erección), los ovarios equ ivalen a los testícu los, el ú tero
a la p róstata, el escroto a la vu lva, etc...
Pod ríam os ju gar con las p alabras y d ecir qu e el p ene es u n clítoris grand e
o qu e el clítoris es u n p ene p equ eño, qu e los ovarios son testícu los ascend id os
e internos o qu e los testícu los son ovarios d escend id os y externos, o qu e el
ú tero-p róstata p u ed e estar canalizad o al exterior entre la u retra y el ano, o no.
Un efecto d el tratam iento con testosterona en transexu ales m ascu linos es
el crecim iento d el clítoris (entre cu atro y seis cm s.), qu e, a m enu d o, los FtM
p asarem os a llam arle p ene o p olla. En lengu aje m éd ico, este órgano se
d enom ina clítoris hip ertrofiad o y sólo d esp u és d e som eterse a la CRS-
Metad oiop lastia p asará a d enom inarse p ene o m icrop ene.

6 Pescad o en la red , en la web w w w.p agina12web.com .ar. Entrevista a Mau ro Cabral


realizad a p or María Moreno, en el p eriód ico Página 12, sobre su intervención en el foro
latinoam ericano sobre sexu alid ad es «Cu erp os inelu d ibles», organizad o p or el gru p o
fem inista Ají de Pollo y el Área Queer del Centro Cultural Ricardo Rojas, Bu enos Aires,
sep tiem bre d e 2003.

118
Mi cuerpo no es mío

6 De la 1 a la 5: Atlas of congenital anormalies of the external genitalia. http://www.atlasperovic.com


Imagen número 6: Intersexualidad. Pescada en la red.

3 4 5

119
El eje del mal es heterosexual

Proceso de reasignacion sexual

La transexualid ad se entiend e como el salto d e un sexo a otro, como un proceso


d e búsqued a d e la id entid ad que tiene un inicio y un final establecid o. Un
camino que, como en los bebés o en los ad olescentes intersexuales, está pautad o
en un protocolo méd ico d e actuación. Los pad res d e intersexuales con sus hij@s,
l@s intersexuales y l@s transexuales acud imos a los cirujanos d esd e la carencia
d e un cuerpo. Nuestro cuerpo no nos pertenece. Somos el cuerpo mold eable
por necesid ad . En el caso d e los transexuales masculinos necesitamos un
cuerpo que nos signifique como hombres.
«En el transexu alism o, a falta d e conocim ientos claros sobre su etiología,
el ú nico tratam iento p osible es rehabilitad or, esto es, la reasignación d e
sexo, ad ecu and o d e la m anera m ás com p leta y ráp id a p osible el fenotip o al
sexo qu e el su jeto se siente p ertenecer m ed iante intervenciones p sicológica,
horm onal y qu irú rgica».7

Psiquiatría - certificado de identidad

La transexu alid ad está catalogad a en los m anu ales d e p siqu iatría com o
sínd rom e d e d isforia d e género. Los p siqu iatras realizan tests p sicológicos
p ara d iagnosticar esa d isforia (au nqu e no existan p ru ebas qu e p u ed an
d eterm inarla), d escartar p atologías qu e p u ed an interferir en la concep ción d e
la p rop ia id entid ad y com p robar qu e u no es consciente d el p roceso qu e qu iere
iniciar. Una p ersona transexu al se siente ante el p siqu iatra con los nervios d e
qu ien se p resenta a u n exam en y esp era el ap to o no ap to p ara p od er iniciar
el tratam iento. De esta form a, qu ed a en m anos d e terceras p ersonas valorar la
necesid ad d e ese cam bio físico p ara el d esarrollo p ersonal.
Los transexu ales MaH d ebem os m overnos d entro d e p arám etros d e
m ascu linid ad , d e heterosexu alid ad y d e rechazo d e nu estros p rop ios
genitales. Ante el p siqu iatra, es contrap rod u cente afirm ar qu e a u no le gu ste
coser o arreglar las p lantas, qu e el d eseo afectivo-sexu al se d esp ierte con
hom bres y no con m u jeres,8 y qu e u no se tom e la licencia d e m astu rbarse.
Sobre la m esa está el d erecho a la p rop ia id entid ad d e sexo, el d erecho a la
p rop ia exp resión d e género, el d erecho a la op ción sexu al y el d erecho al
p rop io cu erp o.

7 Becerra, Antonio. Trastornos de identidad de género. Guía Clínica para el diagnóstico y tratamiento.
Ed itad o por la Socied ad Española d e End ocrinología y Nutrición, mayo d e 2002, p. 16.
8 Para u n d esarrollo m ás am p lio d el tem a d e la hom osexu alid ad en transexu ales m ascu linos,
ver: Martínez, Moisès. Transexuales gays, en la revista Infogai, nº 122. Ed ita Col·lectiu Gai d e
Barcelona. Barcelona, 2002.

120
Mi cuerpo no es mío

Endocrinología – la voz, la barba y el crecimiento del clítoris

Las horm onas tienen u na im p ortancia relevante en los cam bios físicos, sobre
tod o la testosterona (and rógenos). De hecho, d esd e la infancia hasta la
p u bertad tod os los cu erp os son igu ales (excep tu and o la zona genital) y es en
la ed ad p ú ber cu and o el estallid o d e las horm onas p rovoca u na verd ad era
d iferenciación física, con tod os los cam bios em ocionales qu e se d esencad enan
en el estad o aním ico. Con el tratam iento horm onal, los transexu ales, vivim os
u na segu nd a ad olescencia.
N o se ha d e olvid ar qu e tod as las p ersonas tenem os estrógenos y
and rógenos p ero en d iferente p rop orción. En el afán d e sexu alizarlo tod o se
las con oce com o h orm on as sexu ales, y con su gén ero (fem en in as y
m ascu linas). Pero estas horm onas tam bién intervienen en p rocesos vitales tan
im p ortantes com o, p or ejem p lo, la cap tación d el calcio; y ad em ás no
solam ente se segregan en ovarios y testícu los sino tam bién en las glánd u las
su p rarrenales. A su vez, situ aciones d e m ied o, estrés, p lacer... p rovocan u na
m ayor p rod u cción d e horm onas.
En los F2M, la testosterona p rod u ce, en m ayor o m enor grad o, la ap arición
d e vello en la cara y el cu erp o, el cam bio d e voz a u na tonalid ad m ás grave,
la d esap arición d e la regla, el au m ento d e la m asa m u scu lar, el crecim iento
d el clítoris y el au m ento d e la libid o, la caíd a d el cabello, etc.
Gracias a esta horm ona d ond e antes se p resu m ía u n sexo ahora se ve otro.
Ese es el p od er d e las horm onas, esa es su m agia y eso es lo qu e las convierte
en su bversivas.
De hecho, los hombres transexuales no cambiamos d e sexo, nuestro «yo»
siem pre es d el mismo sexo. Como tampoco cambiamos d e sexo cromosómico.9
Lo que cam bia es la percepción d e a qué sexo pertenecemos en la mirad a d e
los d emás y en nuestra propia m irad a ante el espejo. Las hormonas son las
verd ad eras responsables d e un cambio d e sexo social, frente a la importancia
que se le d a a la cirugía.

Las operaciones quirúrgicas

— Qu itar lo qu e sobra

Los p echos, los ovarios, el ú tero y la vagina son órganos qu e a u n FtM le son
ajenos, y, o los rechaza, o p referiría no tenerlos. A la extirp ación d e las m am as
se le llam a m astectom ía. La necesid ad y el resu ltad o d e esta ciru gía su elen
venir en fu nción d el tam año d e los p echos. Si éstos son grand es no sólo se han
d e extirp ar las glánd u las m am arias sino tam bién la p iel sobrante. Si los
p echos son p equ eños el resu ltad o su ele ser m ás satisfactorio, ya qu e las
cicatrices se d isim u lan realizand o la incisión alred ed or d e los p ezones.

9 Interesante el d esarrollo d el concep to d e los FtM com o hom bres con crom osom as XX en:
Pascu al, Sergi. ¿Cambio de sexo?, en la revista Infogai, nº 120. Ed ita Col·lectiu Gai d e
Barcelona. Barcelona, 2001.

121
El eje del mal es heterosexual

Evid en tem en te, tam bién están p resen tes en el resu ltad o la p ericia o
p rofesionalid ad d el ciru jano: si realiza o no el corte sigu iend o la línea d el
p ectoral p ara d isim u lar, si vacía d em asiad o qu ed and o hu nd im ientos o bu ltos
en el p echo o, si p ara evitar cicatrices, elim ina la p iel sobrante p róxim a a la
au reola, d ejand o u nos p rofu nd os p liegu es alred ed or d e la m ism a, u otras.
Tam bién, el resu ltad o d ep end erá d e las p rop ias com p licaciones d e la
op eración: si se infectan los p u ntos, si se p ierd en los p ezones p or falta d e
riego sangu íneo, etc.
La m astectom ía solu ciona el hecho d e tener p echos, p ero a m enu d o
cond iciona al transexu al m ascu lino a no qu itarse la cam iseta en p ú blico e
inclu so en la intim id ad . Mu chas veces, tam bién, observam os las m astectom ías
con lu p a, qu ejánd onos, p or ejem p lo, d e u na asim etría d e los p ezones, o si no
nos vem os su ficientem ente p lanos, p or el efecto visu al d e ver, p or p rim era
vez, el m ú scu lo p ectoral qu e había d ebajo d e las m am as. Porqu e es necesario,
d esp u és d e u na op eración d e reasignación sexu al, reap rop iarse d el cu erp o.
El útero y los ovarios se suelen extirpar una vez iniciad o el tratamiento
hormonal. La vagina, como tal, no se pued e extraer. Para los FtM la vagina es el
órgano oculto. Es el emblema d e la feminid ad . Es por d ond e, cad a mes, nuestro
cuerpo nos recuerd a que es el d e una mujer. Es la gran bofetad a menstrual.

— Faloplastias y falocracia

La falop lastia es la ciru gía qu e m arca el final d el p roceso d e reasignación


sexu al. Se d a m u cha im p ortancia a ese final d el p roceso, la op eración d e
genitales, y m u chas veces se resu m e la transexu alid ad en esta op eración.
Los transexu ales m ascu linos qu erem os tener u n p ene entre las p iernas
p ero, d ebid o al tabú qu e su p one hablar d e genitales, d esconocem os qu é es lo
qu e ansiam os tener. Porqu e, ¿cu ántos transexu ales m ascu linos saben cóm o
es?, ¿cóm o saberlo?, ¿cu ántos FtoM han visto u no d e cerca?, ¿cóm o fu nciona?,
¿cu ál es su tam año, en rep oso, en erección y m orcillona?
Cu and o u n transexu al m ascu lino se enfrenta a la d ecisión d e la op eración
d e genitales d ebe sop esar y ser consciente d e m u chas cu estiones:
—necesid ad es p ersonales
—exigencias d e la socied ad
—lim itaciones d e las ciru gías
—p oco o nu lo control d e la m ed icina p rivad a
—inclu sión en la m ed icina p ú blica d el Estad o
—abu sos d e la m ed icina p rivad a
—valoración estética
—fu ncionalid ad u rinaria y sexu al
—grad os d e sensibilid ad (al tacto, al frío, al calor, al d olor, al p lacer...)

En sentid o estricto, cu and o hablam os d e falop lastia se ha d e d ecir qu e existen


d os técnicas p ara la constru cción d el p ene: la m etad oiop lastia y la falop lastia
p or colgajo.

122
Mi cuerpo no es mío

En la m etad oiop lastia, a raíz d el tratam iento horm onal con testosterona qu e
p rovoca el crecim iento d el clítoris (alred ed or d e 5 cm ), qu irú rgicam ente éste
se sep ara, p or su p arte inferior, d e los labios m enores, d ánd ole u na form a
tu bu lar. Con esta op eración se p u ed e m antener la sensibilid ad y la erección
qu e tenía cu and o era consid erad o u n clítoris
En la falop lastia p or colgajo, se constru ye el p ene a p artir d e u n segm ento
d e p iel y m ú scu lo d el brazo, abd om en, o m u slo, qu e se coloca en el p u bis, p or
encim a d el clítoris. Al tratarse d e u n m ú scu lo, este p ene no tiene sensibilid ad
erógena ni erección. Su m ed id a p u ed e ser hasta d e veinte cm s.
En am bas técnicas la u retra, qu e llegará hasta la p u nta d el p ene, se
constru ye a p artir d e u na tira o segm ento d e la vagina qu e se enrolla y se cose
en form a d e tu bito. La finalid ad es qu e tras esta op eración se p u ed a orinar d e
p ie. Tam bién, tanto en la m etad oiop lastia com o en la falop lastia p or colgajo,
los labios m ayores se cosen entre sí y se colocan, d ebajo d e la p iel, u nos
testícu los d e silicona.
Los resu ltad os d e las falop lastias nos m u estran generalm ente p enes
grand es. Qu e si bien p u ed en ser habitu ales en erección, no lo son en rep oso.
Y el p ene reconstru id o m ed iante u na falop lastia p or colgajo no varía ni en su
tam año ni en su consistencia con la excitación sexu al. Ante la p regu nta d e
¿p or qu é estos p enes tan grand es?, m u chos ciru janos resp ond en qu e son los
p rop ios transexu ales MaH los qu e reclam an esas m ed id as.
Existe en argot la exp resión «qu ed arse a m ed ias» p ara d efinir a u n
transexu al m ascu lino qu e no se ha realizad o u na falop lastia. Se refiere a qu e
el FtM no ha term inad o d e consegu ir ser u n hom bre, p u esto qu e no tiene
p ene. Esta genitocracia tam bién afecta a hom bres no transexu ales, qu e son
consid erad os p oco hom bres o incap aces d e d ar satisfacción sexu al a su
partner, p or tener u n p ene p equ eño. Así el tam año d el p ene está relacionad o
con u n estatu s. Por su tam año se valora la virilid ad , la hom bría, el orgasm o...
La falocracia, el cu lto a la p olla, es u n valor instau rad o en nu estra socied ad
qu e cond iciona nu estras necesid ad es y d ecisiones.
La ciru gía genital en transexu ales FtM es m u y com p leja, a m enu d o tiene
resu ltad os nefastos. Es p or ello qu e no tod os los hom bres transexu ales
d ecid en som eterse a d icha ciru gía. Pero se sigu e sin tener en cu enta nu estra
calid ad d e vid a y, m u chas veces, el ju ez encargad o d e d ecid ir la m od ificación
d el sexo legal d el FtM le exige la realización d e la falop lastia. Mu chos
transexu ales, tras este chantaje ju ríd ico, se som eten a d icha op eración p ara
obtener, p or fin, qu e se vea reflejad o su sexo y su nom bre en los d ocu m entos
d e id entid ad . Tal vez los hom bres transexu ales no sep am os lo qu e es u n p ene
p ero ni los ju eces, ni los fiscales, saben lo qu e es u na falop lastia.
¿Por qu é?, ¿hasta qu é lím ite hem os d e sacrificar nu estra salu d ? ¿a cu ántas
op eraciones hem os d e som eternos p ara ver reconocid a nu estra id entid ad ?, y
las p ersonas qu e no p u ed en recibir tratam iento o no tienen acceso a ellos
¿cóm o ganan el reconocim iento social d e su id entid ad ? En esta situ ación
están los m enores d e 18 años, los d iscap acitad os p síqu icos y físicos, y los FtM
con u na econom ía p recaria.
N o tod os los cam bios físicos qu e u na p ersona p u ed e consegu ir m ed iante
la m ed icina están p rotocolizad os. Creand o p aralelism os entre la CRS y otras
ciru gías, se p u ed e m od ificar los p óm u los o la nariz, qu itar las bolsas d e las

123
El eje del mal es heterosexual

11

10

9 8
Imagen número 7: FtM con tratamiento hormonal con testosterona (Estado español).
Grup de Transsexuals Masculins de Barcelona www.geocities.com/mahftm
Imágenes números 8 y 9: Metadoioplastias.
Grupo de Transexuales, Amigos y Familiares-Ilota Ledo www.terra.es/personal8/gtaf.na
Imágenes números 10 y 11: Faloplastias por colgajo (10 realizada en el Estado Español).
Grupo de Transexuales, Amigos y Familiares-Ilota Ledo www.terra.es/personal8/gtaf.na

124
Mi cuerpo no es mío

ojeras, enganchar las orejas a la cabeza (las conocid as p op u larm ente com o
«orejas d e sop lillo» se op eran p or la segu rid ad social en el Estad o esp añol),
im p lantar p elo o vello, realizar u na lip osu cción, im p lantar silicona, red u cir el
estóm ago, alargar el p en e, au m en tar o d ism in u ir el tam añ o d e los p ech os,
qu itar costillas, etc., sim p lem en te acu d ien d o al ciru jan o y p agan d o. Y así
se p u ed e consegu ir u n asp ecto realm ente d iferente. Inclu so si esta p ersona se
cam bia d e nom bre y altera el ord en d e su s ap ellid os, p od ría llegar a tener otra
id entid ad física y legal. Pero si esas ciru gías y tratam ientos van encam inad as
a m od ificar los rasgos d e la cara y d el cu erp o d e u n sexo a otro, u no d ebe
p rim ero visitar la consu lta d e u n p siqu iatra. ¿Por qu é entonces antes d e
iniciar u n tratam iento ad elgazante no se exigen certificad os p siqu iátricos
d escartand o ind icios d e anorexia? Así, u na p ersona p u ed e d ecid ir som eterse
a u na op eración estética p ara corregir su tabiqu e nasal, p ero no a u na
op eración genital, «¿p or qu é m i nariz es m ía y m i sexo es d el Estad o?».10

La educación o la trampa cultural

A los transexuales MaH, desde el momento del nacimiento en que, por nuestros
genitales, se nos cataloga con el sexo mujer, se nos educa para desarrollar un
comportamiento femenino. Somos hombres educados, no como mujeres, sino
para ser mujeres. Personas dirigidas a tener una función social de mujer.
A m u jeres y a hom bres la ed u cación nos socializa d entro d e u nos p atrones
d e cond u cta qu e se instau ran com o inherentes a cad a sexo. Dentro d e cad a
cu ltu ra, la ed u cación m arca los cim ientos d el com p ortam iento. N os d a las
bases p ara actu ar ante los acontecim ientos y en las relaciones interp ersonales.
Las p resiones sociales d e género son m ecanism os p ara estabilizar los
cánones d e fem inid ad y m ascu linid ad , y m antener u n ord en social qu e bajo
la rep resión sea inalterable. La p resencia d e estos m ecanism os es su til,
ap arecen en el d ía a d ía. Pu ed en consistir en ocu p ar m ás o m enos esp acio
p ara m arcar el territorio o som eterse al d el m acho d e la tribu , en alzar m ás o
m enos la voz p ara ser escu chad os, en actu ar o p ed ir p erm iso p ara actu ar, en
si p u ed es hacer esto o aqu ello, o no p u ed es hacer ni esto ni aqu ello, en si la
rop a va abotonad a hacia la izqu ierd a o la d erecha, o si p antalones o fald as, en
si la altu ra d e los tacones d e los zap atos p erm iten m enor o m ayor agilid ad ...
Los hombres transexuales, al pasar de un sexo social a otro, experimentamos
las diferencias de que se nos trate como a una mujer o como a un hombre. Somos
hombres que, por haber sid o consid erad os mujeres, conocemos: la violencia d e
género y la violencia sexual, la anulación social y la d iscriminación laboral-
económ ica. Y cuand o somos consid erad os hombres subimos un escalón social,
pero entonces se nos exigen unos comportamientos para los que no hemos
sid o preparad os ed ucacionalmente. Tenemos vivencias a los veinticinco,
treinta o cuarenta años que los hom bres no transexuales tienen a los d iez,
quince o veinte años.

10 Preciad o, Beatriz. Taller de dildos. Jornades de Transsexualitat Masculina. Organizad as p or el


Grup de Transsexuals Masculins de Barcelona, Barcelona, d iciem bre d e 2003.

125
El eje del mal es heterosexual

Masculinidad

En el vértice su p erior d e la p irám id e d e los sexos está el hom bre heterosexu al,
m ascu lino y p oseed or d e u n gran p ene. Este H OMBRE se erige com o el
referente qu e d ebem os em u lar si qu erem os ser consid erad os hom bres.
Para los transexu ales FtM, la m ascu linid ad es u n arm a, u na herram ienta
p ara reafirm ar la id entid ad , ante los d em ás y ante el esp ejo. Ante u n esp ejo en
el qu e nos m iram os y no nos reconocem os, p orqu e la im agen qu e nos
d evu elve no nos es p rop ia. Una im agen tan ajena com o si estu viésem os
viend o a otra p ersona.
Los transexuales hacemos, y vivimos, una separación entre el cuerpo y la
mente, entre el coche y el cond uctor. Está claro que el cuerpo es una imagen que
proyectamos d e nosotros mismos y, que ésta es interpretad a por los d emás.
En la etap a en la qu e la ap ariencia d e u n FtM no es inequ ívocam ente la d e
hom bre solem os ad op tar u na p osición hip erm ascu lina. Ya sea m ed iante la
rop a, rem arcand o el género m ascu lino d e los ad jetivos, forzand o la voz a u n
tono grave, con d em ostraciones d e fu erza o fanfarronería. Esta exageración d e
la m ascu linid ad es la p lu m a transexu al MaH .
Esta es u na m ascu linid ad con la qu e los transexu ales FtM p od em os no
estar d e acu erd o, p ero qu e rep rod u cim os p orqu e nos ayu d a a relacionarnos
en el día a día. Porque tanto en la panadería o en la parada del autobús, o en la
d iscoteca, se nos interp ela sobre nu estra id entid ad d e sexo, p oniend o en
entred icho la p ertenencia al sexo m ascu lino. Los FtM hem os d e tener claro
qu e esa h ip erm ascu lin id ad es u n a performance. Qu e es u n tip o d e
m ascu lin id ad im p u esta, en m arcad a en u n a etap a y en u n con texto
d eterm inad o. Debem os no asim ilar esa im agen y actitu d com o p rop ias. Es
n ecesario en con trar y con stru ir esp acios liberad os d on d e exp lorar y
d esarrollar el tip o d e hom bre qu e som os, sin olvid ar qu e nu estro p asad o
social com o m u jeres nos enriqu ece com o hom bres.
N os obsesionam os p or tener u n p ene. El p ene es el sím bolo p or excelencia
d e la m ascu linid ad . Es el cetro d e p od er d e los hom bres. Y los transexu ales
m ascu linos o p or horm onas o p or ciru gía lo tenem os. Pero nu nca tend rem os
(la ciru gía no nos lo p u ed e conced er) u n p ene con las m ism as características
qu e tend ría si hu biésem os nacid o con él. Un FtM p u ed e d ecid ir no op erarse
p ero segu ir sintiend o la angu stia d e la au sencia d el p ene. «H ay m u chos chicos
qu e d ad o el alto coste d e las falop lastias y la cu estionable estética y
fu ncionalid ad sexu al y u rinaria, op tan p or alternativas com o el realce d e los
genitales m ed iante p iercings o la su cción (o pumping). El pumping es u na
técnica d e su cción en vacío qu e sirve p ara au m entar el tam año d el clítoris».11
Otra alternativa a la falop lastia, qu e tam p oco contem p la ni la m ed icina ni el
Derecho, es la u tilización d e p rótesis. Existen gran varied ad d e p enes, d ild os
o p ollas d e p lástico (flácid os y en erección), e inclu so u n m ercad o d irigid o
esp ecíficam ente a transexu ales m ascu linos. La cu estión es, o colocarse

11 Gru p d e Transsexu als Mascu lins d e Barcelona. Dossier médico sobre transexualidad
masculina. w w w.geocities.com /m ahftm /d ossier

126
Mi cuerpo no es mío

físicam ente u n p ene (ya sea d e carne o d e p lástico) o d esconstru ir el valor


p olítico-social d e los gen itales, asu m ien d o u n cu erp o queerizado y
conced iénd oles u n valor p rop io, m ás allá d e la m irad a y d el ju icio d el otro.
Por otra p arte, al evolu cionar en nu estra p rop ia historia, los transexu ales
m ascu linos tam bién reivind icam os nu estra fem inid ad . Tenem os d erecho a
m ostrar, sin qu e sea u n im p ed im ento p ara nu estro d esarrollo com o hom bres,
nu estra p arte fem enina. Som os conscientes qu e, com o tod o el m u nd o,
tenem os u n lad o m ascu lino y u n lad o fem enino. Vivim os en u n m u nd o d e
hom bres y m u jeres p red iseñad os, y los transexu ales m ascu linos intentam os
elim inar los rasgos y las p artes d el cu erp o qu e nos id entifican con el sexo qu e
no sentim os. Pero el objetivo no d ebe ser p arecerse a los d em ás, ni cu m p lir
con u n estereotip o, sino qu e se resp ete socialm ente nu estra id entid ad en las
form as y signos qu e d eseem os m ostrar.

127
El eje del mal es heterosexual

FALOSINPLASTIA – EXPOSICIÓN FOTOGRÁFICA


Falosin p lastia es u n a crítica a las
op eraciones genitales (falop lastias) qu e se
realizan a tran sexu ales m ascu lin os. La
«constru cción d e u n p ene» p or p arte d e los
ciru janos asegu ra la m od ificación legal d el
sexo (p or sen ten cia ju d icial favorable).
Falosinp lastia cu estiona la legitim id ad d e
las ciru gías tran sexu alizad oras p ara
d efinirnos com o hom bres o com o m u jeres.

Falosinplastia también nos quiere mostrar


otras posibilidades de tener una polla, las que
nos podemos proporcionar /crear nosotros
mismos, y que no contemplan ni la medicina
ni la ju sticia. Se trata d e evid enciar la
capacidad personal de trasladar partes del
cuerpo (los dedos, el brazo —faloplastia por
colgajo—) al p u bis, y d e incorp orar
elementos como propios, sin la intervención
Exp osición «falosinp lastia», Moisès Martínez, Gru p d e
Transsexu als Mascu lins d e Barcelona, 2005. d el bisturí. La plasticid ad d e la piel no
depende del bisturí, sino de los significados y
los valores que le otorguemos.

128
Mi cuerpo no es mío

Estas fotografías se p resentan com o u n


au toretrato evolu tivo d e la relación con el
p rop io cu erp o. Plasm a la d iversid ad d e
genitales, la m astu rbación y la integración
d e los d ild os com o elem ento p ersonal, y el
hom oerotism o.
Faltan representaciones en primera persona
d e las sexu alid ad es m inorizad as. En la
pornografía, nuestras supuestas sexualidades
siempre aparecen como el morbo del otro y
como el personaje que satisface la sexualidad
del otro, creando así la linea entre el raro y el
normal. Estableciendo una jerarquía, dogma-
tizada d e m anera binom ial, qu e afecta m ás
allá d e lo p orno. A u n lad o d el binom io
siem p re está el m ism o y en el otro lad o
estam os tod os los d em ás: activo-p asivo,
n orm al-raro, h om bre -m u jer, com p leto-
incom p leto, m ascu lino-fem enino, etc.
En d efinitiva, Falosinp lastia cree en u na
id entid ad y u na sexu alid ad sin cicatrices.
Moisès, 2005.
Gru p d e Transsexu als Mascu lins d e Barcelona

129
Una visión feminista de la transexualidad

8. Una visión feminista


de la transexualidad.
Juana Ramos Cantó

Las reflexiones qu e a continu ación exp ongo son el resu ltad o d e u n taller d e
d ebate, qu e venim os realizand o varias p ersonas d e las asociaciones Genera y
Transexu alia, d esd e el verano d e 2003 hasta p rincip ios d e 2004.
A través de los textos leídos y debatidos en el seminario hemos sentido cómo
algunos de nuestros principios y valores más profundos se desmoronaban ante
la implacable fuerza d e la razón. Cómo la d econstrucción d e conceptos ha sid o
una d e las tónicas d ominantes. Cómo hemos id o elaborand o un conjunto d e
hipótesis d esd e perspectivas d iversas y a veces contrapuestas. En resumen, ha
resu ltad o ser u na experiencia cargad a d e continu as d econstru cciones y
reconstrucciones, que en no pocas ocasiones han agrietad o nuestros esquemas
y han conseguid o tambalear nuestros mund os o realid ad es, percibid as siempre
d esd e la subjetivid ad d e cad a persona, pero con los correspond ientes principios
comunes, marcad os por el sistema social y ad quirid os en el aprend izaje a través
d e la socialización, proceso necesario a través d el cual se prepara a los
ind ivid uos para pod er funcionar en la socied ad humana, pero que según
veremos está bastante arcaizad o, lleno d e imposiciones morales, marcad as por
las religiones, y que constituye en muchos casos una fuente d e sufrimiento y
d esad aptación para las personas.

Deconstruyendo la norma sexual dicotómica: el continuo entre sexos

El p rim er texto, «Los cinco sexos», d e la p lu m a d e Anne Fau sto-Sterling,(1)


bióloga y fem inista norteam ericana, contrad ice el p arad igm a d icotóm ico d e
los sexos biológicos, m ostrand o la realid ad d e u n continu o, existente entre lo
qu e conocem os categóricam ente com o «m u jer» y «varón» d entro d e la esp ecie
hu m ana. N arra la existencia d e p ersonas qu e no se p u ed en encu ad rar en
ningu na d e am bas categorías, p ersonas qu e d enom ina intersexu ales o

131
El eje del mal es heterosexual

herm afrod itas, y qu e constitu yen entre el 2 y el 4 % d e la p oblación hu m ana.


Una d iversid ad d e intersexu ales d iferentes llenan las p áginas d el artícu lo:
p ersonas con caracteres sexu ales secu nd arios d e las d os categorías sexu ales
norm ativizad as-estereotip ad as, otras con caracteres sexu ales p rim arios, tales
com o las gónad as (ovarios y testícu los) d e am bos sexos «biológicos», algu nas
d e ellas con u na sola gónad a com p u esta p or tejid o ovárico y testicu lar,
personas que en teoría, con una tecnología apropiada, podrían autofecundarse
y ser, al mismo tiempo, padres y madres de sus propios hijos; personas que
p u ed en m antener relaciones «heterosexu ales» con los d os m od elos d e sexo;
p ersonas qu e en ocasiones reivind ican su d erecho a p erm anecer con su s
cu erp os intersexu ad os...
Conclu yend o, el artícu lo visibiliza la clara existencia d e u n continu o entre
los m od elos d e sexo (biología) y p or lógica d e género (cu ltu ra) qu e establece
la norm a sexu al d icotóm ica existente en las socied ad es «occid entales» en las
qu e vivim os.
Tam bién visu aliza la existencia d e d icha norm a sexu al, qu e p resiona a
tod os los ind ivid u os d e la esp ecie hu m ana hacia algu no d e los m od elos
establecid os; a interiorizar u na id entid ad d e género y sentirla com o p rop ia,
p ero segú n d os y sólo d os m od elos d e género qu e el sistem a establece com o
ú nicos p osibles.
Es u na constatación d e la frase-hip ótesis: «N o se nace m u jer, se llega a
serlo», qu e Sim one d e Beau voir tu vo la lu cid ez d e exp resar en su obra El
segundo sexo, escrito en 1949. Las p ersonas transexu ales som os la constatación
em p írica d e d icha hip ótesis.

La transexualidad comoprocesoque ha existidoa lolargode la historia y en las diferentes culturas

N u m erosos d ocu m entos m u estran cóm o a lo largo d e la historia y en d istintas


cu ltu ras han existid o p ersonas qu e no se ad ap taban a los m od elos d e sexo-
género im p u estos p or el sistem a social, siend o m u y frecu ente la existencia d e
p ersonas catalogad as com o hom bres, y qu e tras su m u erte o p or ejem p lo u n
accid ente, se d escu bre qu e biológicam ente eran d el sexo «m u jer».
Es a partir de la década de 1950 cuando se acuña el término transexual, en el
momento en el que la tecnología hace posible la transformación corporal-sexual,
incluyendo la cirugía de genitales; y se establece como una categoría de
sexualidad «anormal», pero real y comenzó, por lo tanto, a consensuarse la
necesidad de un apoyo médico-científico con el objeto de acabar con el sufrimiento
que tal condición ocasionaba en las personas que lo experimentaban. Todo hay
que decirlo, tal objeto pronto se convirtió para muchos médicos en una
provechosa fuente de ingresos, en un negocio, el negocio de las operaciones de
cambio de sexo, casi siempre realizadas desde consultas privadas.

132
Una visión feminista de la transexualidad

La teoría queer: un paso más hacia la deconstrucción de la norma sexual dicotómica

El manifiesto contrasexual, escrito por Beatriz Preciad o,(2) nos d escubre la


perspectiva queer en la que se analiza la prod ucción d e los géneros y los sexos.
Nos d ibuja una hipotética socied ad en la que d esaparecen las categorías d e
hombre y mujer, tod os los seres humanos somos «cuerpos parlantes con un
órgano sexual común: el ano» y establecemos las relaciones sexuales sin
atend er a mod elos d e cond ucta preestablecid os, sino a través d e contratos
particulares, d iferentes y únicos en cad a relación. Las id entid ad es no son
rígid as, sino flexibles. El sistema no presiona a los ind ivid uos para que ad opten
una id entid ad en función d e sus características físicas. Son los ind ivid uos los
que eligen mod elos, los mod ifican, los d econstruyen y construyen nuevos
mod elos id entitarios que se ad aptan mejor a sus d eseos y necesid ad es...
Al ad entrarnos en la teoría queer d escu brim os el carácter «p erform ativo»
d e las p alabras. El hecho d e enu nciar p alabras inju riosas com o anorm al, bollo,
m arica, etc. genera realid ad es e influ ye en cóm o p ercibim os las cosas, ciertos
enu nciad os tienen carácter p erform ativo, no sólo d escriben, sino qu e
m od ifican lo existente. Este p roceso p u ed e su p oner p ercibir u na m ism a
p ráctica con sentim iento d e cu lp a, con trivialid ad e inclu so con orgu llo, segú n
el contexto, los em isores y recep tores d el m ensaje, el tono em p lead o, etc. La
teoría queer ha realizad o u na d e las críticas m ás contu nd entes d e ese sistem a
binario d e op osición hom bre-m u jer, así com o d e la p osible esencia d e cad a
u no d e esos concep tos.

Las hipótesis biologicistas sobre la causa de la transexualidad

Existe u n a trad ición p resu n tam en te cien tífica qu e afirm a qu e la


transexu alid ad p u ed e tener u n sop orte biológico (el nú cleo basal d e la estría
term inal, u bicad o en el cerebro y tam bién d enom inad o BSTc). N o obstante el
significad o qu e atribu yo a este tip o d e investigaciones es la necesid ad d el
sistem a social d e d efend er el p arad igm a establecid o p or la norm a sexu al
d icotóm ica, intentand o p or tod os los m ed ios a su alcance (en este caso la
ciencia) natu ralizar tales p resu p u estos p ara otorgarles veracid ad ; frente a las
p ostu ras qu e p onen en d u d a tal p arad igm a, con el argu m ento d e la fu erza
qu e la cu ltu ra ejerce sobre nu estra concep ción d e las cosas, y en p articu lar d e
los cu erp os sexu ad os y los géneros.

El Imperio Transexual, de Janice Raymond: la reacción de sectores feministas ante la realidad


transexual, en la década de 1970

«Los transexu ales violan el cu erp o d e la m u jer al red u cir su s form as a m ero
artificio, ap rop iánd ose d e este cu erp o p ara sí» (frase extraíd a d e la obra «The
Transexu al Em p ire», escrita p or Janice Raym ond en 1979). Esta obra reflejaba

133
El eje del mal es heterosexual

la p ostu ra d e ciertos sectores d el MF norteam ericano ante la extensión d e la


realid ad transexu al. A m i ju icio la fu erte op osición qu e m ostraron tales
sectores, consid erand o la transexu alid ad com o el resu ltad o d e p erversas
estrategias d el p atriarcad o p ara contrarrestar la lu cha fem inista, d ivid iend o a
las m u jeres, no d ejaba d e ser u na p ostu ra m arcad am ente esencialista d el
sistem a d e sexos y géneros, cu ya d escrip ción es la sigu iente: u n gru p o d e
p ersonas qu e en teoría han nacid o en el sexo varón y d icen sentirse m u jeres,
rep rod u ciend o ad em ás los estereotip os (d e género) m ás convencionales, qu e
el m ovim ien to fem in ista (MF) lu ch aba p or d econ stru ir, p or resu ltar
asim étricos y jerarqu izad os en beneficio d e los hom bres. Tal gru p o atentaba
contra la id entid ad m onolítica y esencialista d e m u jer, necesaria p ara
cohesionar al MF y otorgarle la fu erza su ficiente en su lu cha contra el final d el
p atriarcad o. En cu anto a la transexu alid ad m ascu lina era p oco tratad a, p ero
se esgrim ían argu m entos com o: «Mu jeres su jetos d el MF son extraíd as hacia
el band o d e los hom bres en virtu d d e u na m ejora en su s p rivilegios d e género,
soslayand o tam bién d e esta m anera la fu erza d e la lu cha fem inista».
Al igu al qu e Sand y Stone, en «El m anifiesto p ost-transexu al», m u chas d e
nosotras hu biéram os reaccionad o tam bién ante lo qu e en aqu ella ép oca se
consid eraba u na bu rd a im itación d e los estereotip os d e m u jer m ás afines al
p atriarcad o, cu and o la p ercep ción d el género m u jer, p or p arte d e los
m encionad os sectores d el MF, era claram ente esencialista y no constru ctivista.
La exp licación qu e ap orto en este ensayo es qu e tales p ersonas im itaban los
m od elos m ás convencionales com o u na form a contu nd ente d e reafirm arse
ante u na socied ad qu e les negaba la p osibilid ad d e vivir el género qu e sentían
com o p rop io. Lo sentían p rop io p or haberlo interiorizad o, p roceso qu e com o
com entaba con anteriorid ad realizam os tod as las p ersonas, tanto transexu ales
com o no transexu ales.

Conclusiones

La tran sexu alid ad es u n p rod u cto social, en m arcad o en u n sistem a


p rofu nd am ente d icotóm ico en los m od elos d e sexo y género.
En u na socied ad hip otética, com o la p lantead a p or Beatriz Preciad o, no
existiría segu ram ente la necesid ad d e m od ificar nu estro cu erp o sexu ad o p ara
vivir la p rop ia y sentid a id entid ad , ya qu e el sistem a social no p resionaría a
los ind ivid u os a ad op tar u nos m od elos d eterm inad os d e sexo y género.
Pienso qu e las p ersonas transexu ales sentim os la necesid ad d e m od ificar
nu estro cu erp o d ebid o a esta fu erte p resión hacia los m od elos establecid os e
interiorizad os tam bién p or nosotros/as. De esta form a la transexu alid ad
p osiblem ente d esap arecería. Siend o conscientes d e qu e esta visión p u ed e ser
p olém ica, las p ersonas transexu ales no d ebem os tener m ied o a p erd er la
legitim id ad d e nu estra cond ición. Para los seres hu m anos son tan reales los
constru ctos sociales com o los cond icionantes físicos. Vivim os en el p resente,
en u n sistem a social con u na norm a sexu al rígid am ente d icotóm ica, y som os
p rod u cto d el m ism o, al igu al qu e las p ersonas no transexu ales. Esto es
im p ortante: absolu tam ente tod as las p ersonas som os p rod u ctos sociales,
d ep en d ien tes d el m om en to h istórico, d e la cu ltu ra en la qu e n os

134
Una visión feminista de la transexualidad

d esarrollamos, d e los concretos sistemas políticos, sociales y económicos en los


que nos ha tocad o vivir. Y el sentid o d e la vid a es principalmente vivir y hacerlo
con la propia id entid ad , y al menos con unas mínimas cuotas d e ética colectiva.
N o pod emos cambiar nuestra id entid ad , d eseos y necesid ad es como si
fuéramos máquinas computad oras. Seguramente para ello nos tend ríamos que
someter a un transplante d e cerebro, con lo que d ejaríamos d e ser nosotros/as
para convertirnos en otras personas, completamente d istintas.
En este sentid o, aunque seamos conscientes d e la transexualid ad como
constructo social no pod emos evitar sentir nuestra id entid ad d e género. Pero sí
pod emos aportar nuestra experiencia d e vid a para la necesaria lucha política y
social que hará posible una socied ad como la comentad a. En cualquier caso, el
cambio social necesario es lento, muy lento, y como prod uctos sociales somos
esclavos/as d e las normas que conforman nuestra socialización.
Bajo mi punto d e vista las personas transexuales somos víctimas y el
resultad o d e este sistema esclavizante d e los sexos-géneros, y también una d e
las semillas que contribuirán al cambio rad ical, cad a vez más evid ente, hacia
una socied ad en la que los conceptos mujer, hombre, varón, hembra, pierd an
trascend encia y pued an ser substituid os por otra nomenclatura como la
siguiente: sexo A, sexo B, sexo C, sexo D1, sexo D2...; género A1, género A2,
género B, género C, etc...; socied ad en la que las id entid ad es no serán impuestas
ni rígid as, sino flexibles, d iversas, variables, mutables, no jerarquizad as, y
amold ables a la experiencia vivid a y sentid a por cad a persona.

Referencias bibliográficas

1) «Los cinco sexos» d e Anne Fau sto-Sterling. Artícu lo inclu id o en el libro:


Transexualidad, transgenerismo y cultura, com p ilad o p or José Antonio N ieto,
Mad rid , Ed itorial Talasa, 1998.
2) Beatriz Preciad o, Manifiesto contra-sexual. Prácticas subversivas de
identidad sexual, Mad rid , Óp era Prim a, 2002.

135
Excesos de la masculinidad

9. Excesos de la
masculinidad:
la cultura leather y la cultura de los osos
Javier Sáez

Portad a d el fanzine De un Plumazo,


La Rad ical Gai, Mad rid , 1994.

Existen en la com u nid ad gay d os su bcu ltu ras qu e m antienen u na relación


m u y p articu lar con la rep resentación d e la m ascu linid ad : la cu ltu ra leather
(d el cu ero) y la cu ltu ra d e los osos (bears). El d iscu rso y las p rácticas d e am bas
su bcu ltu ras p rod u cen u n efecto p arad ójico alred ed or d e las rep resentaciones
sim bólicas y p olíticas d e lo m ascu lino: la cu ltu ra leather p otencia los cu erp os
y las actitu d es hip erm ascu linas, llevand o el d isfraz d el cu ero hasta u n exceso
qu e vu elve p aród ica la p rop ia constru cción d e la m ascu linid ad . La cu ltu ra d e
los osos intenta constru ir u n cu erp o y u nos valores «natu rales» a p artir d e
algu nos valores trad icionales d e la m ascu linid ad : la barba, el vello corp oral,
el cu erp o fu erte, grand e u obeso, la virilid ad , la au sencia d e afem inam iento.
N u estra tesis es qu e am bas estrategias su p onen d os nu evas form as
p olíticas d e cu estionam iento d e la m ascu linid ad , a p artir d e u na reinvención
artificial basad a en el exceso, estrategias qu e p onen en cu estión cu alqu ier
p resu nta «natu raleza m ascu lina».

Introducción: los orígenes de la cultura leather (cuero) y de la cultura bear (osos).

La cultura leather (cuero)


A p rincip ios d e la d écad a d e 1950 ap arecen en Estad os Unid os los p rim eros
colectivos gays qu e se id entifican con form as y cód igos trad icionales d e la
m ascu linid ad .1 H asta esos años, las rep resentaciones sociales y m ed iáticas d e
los gays se basaban en la im agen d el hom osexu al afem inad o, qu e p rod u cía en

1 Agradezco a José Manuel Martínez sus referencias sobre los orígenes del movimiento leather.
La reflexión posterior sobre la vulnerabilidad del sexo en el SM se debe también a él. Véase su
artículo http://www.terra.es/personal8/leatherweb/men.htm.

137
El eje del mal es heterosexual

el im aginario social u na id entificación casi com p leta entre el gay y «lo


fem enino» (o, m ejor d icho, con u na im agen estereotip ad a d e lo fem enino):
fragilid ad , sensibilid ad , estética d elicad a, d u lzu ra, am aneram iento, etc. Es el
p rototip o d e «la loca», d el gay con p lu m a.
Du rante la Segu nd a Gu erra Mu nd ial se crearon en el ejército nu m erosos
lazos hom oeróticos entre hom bres qu e hasta ese m om ento habían vivid o en
el arm ario. Inclu so, m u chos d e ellos su frieron la rep resión hom ófoba qu e
caracteriza al ejército y fu eron exp u lsad os d el m ism o. N o obstante, al
term inar la gu erra algu nos d e estos hom bres, atraíd os p or ciertos valores
exp erim entad os en el ejército, com o la d iscip lina, el com p añerism o, la
solid arid ad , la jerarqu ía, la ind u m entaria, las insignias, etc., d ecid en
continu ar reu niénd ose en p equ eños gru p os d e aficionad os a las m otos, d ond e
se recrean estos cód igos hip erm ascu linos: relaciones d e d om inación y
su m isión, m otos, estética «d u ra» basad a en el cu ero com o signo d e id entid ad ,
y elem entos característicos d el cu erp o m ascu lino: los bigotes, el vello
corp oral, los m ú scu los, la fu erza física, etc. Los p rim eros gru p os leather2 se
constitu yeron en California alred ed or d e estos cód igos en la d écad a d e 1950.
En 1954 se estren ó la p elícu la The wilde ones, d e Laslo Ben ed ek,
protagonizada por Marlon Brando. En esta película Brando protagoniza a un
líder de uno de esos grupos de moteros marginales; los guionistas se habían
basado en los pequeños grupos leather existentes en aquel momento. A su vez la
p elícu la tu vo u n gran éxito y realim entó la creación d e u na red cad a vez m ás
extensa d e gru p os leather en los Estad os Unid os.
En esa m ism a ép oca 3 Kenneth Anger realizó el corto Fireworks (1946)
d on d e se m u estra a sí m ism o tortu rán d ose y en d iversas escen as
sad om asoqu istas, y d ond e ap arece p or p rim era vez en la historia d el cine u na
referencia a la incip iente estética leather. En otra p elícu la ya clásica d e 1964,
Scorpio Rising, Anger recogerá am p liam ente los cód igos d e los gru p os leather:
clu bes d e m oteros, fiestas con elem entos satánicos, sad om asoqu ism o, m ú sica
frenética, cerem onia d e la vestim enta con el cu ero y estéticas m ilitares
(inclu yend o el u so d e esvásticas, u n tem a qu e creará m u cha p olém ica d entro
y fu era d e las com u nid ad es leather, p roced ente d e sectores incap aces d e
com p rend er su u so com o fantasía excitante).
A com ienzos d e la d écad a d e 1960 las com u nid ad es leather gozaban d e
cierta d ifu sión d entro d el m u nd o gay am ericano. De hecho, en 1962 la revista
Life p u blicó u n rep ortaje sobre ellas a p artir d e u n fam oso m u ral d e Chu ck
Arnett; segú n Life los leather rep resentan «el lad o antifem enino d e la
hom osexu alid ad » (verem os m ás ad elante esta cu estión d e lo leather com o
p osible argu m ento p lu m ófobo). A p artir d e ese m om ento, California
exp erim entó u na im p ortante inm igración d e gays leather, d e m od o qu e a
com ienzos d e la d écad a 1970 existía u na abu nd ante p roliferación d e bares y

2 Es im p ortan te in d icar qu e tam bién su rgieron gru p os d e lesbian as leather y


sad om asoqu istas (y heterosexu ales). Por razones d e esp acio nos referirem os aqu í sólo a los
gru p os d e hom bres. Para m ás inform ación sobre las lesbianas leather SM, véase la
bibliografía (SAMOIS y Pat Califia).
3 N o d ebem os olvid ar en esta relación la novela d e Mishim a Confesiones de una máscara, d e
1949, d ond e relata d iversas escenas sad om asoqu istas d esd e u na p ersp ectiva gay fu era d el
arm ario sorp rend ente p ara el Jap ón d e la ép oca (y p ara el Jap ón actu al).

138
Excesos de las masculinidad

clu bs d ond e se celebraban fiestas y orgías con sofisticad os cód igos y nu evas
p rácticas sexu ales (back-rooms, slings, fist-fucking,4 u so d e d ild os, im p ortancia
d e la zona anal, p rácticas sad om asoqu istas, p reocu p ación p or la atm ósfera
qu e rod ea las escenas, etc.). Clu bs com o The Catacombs, Inferno o Shaw’s
atraían a m u chos gays d e Estad os Unid os y d e Eu rop a, entre ellos al filósofo
Michel Fou cau lt, qu e realizó u na lectu ra m u y interesante d e las p rácticas
sad om asoqu istas. En u na entrevista afirm aba lo sigu iente:

El sad om asoqu ism o [...] es la erotización d el p od er, la erotización d e las


relaciones estratégicas. Lo m ás chocante d el sad om asoqu ism o son su s
abism ales d iferencias con el p od er social. El p od er se caracteriza p orqu e
con stitu ye u n a relación estratégica qu e resid e en las in stitu cion es. La
m ovilid ad , d entro d e las relaciones d e p od er, es su m am ente red u cid a; ciertos
bastiones son en tod o p u nto inexp u gnables p orqu e se han institu cionalizad o,
p orqu e tienen u n influ jo p ercep tible en los tribu nales, en la legislación. Las
relaciones estratégicas interind ivid u ales se caracterizan p or su extrem a rigid ez.
El sad om asoqu ism o es, a este resp ecto, su m am ente interesante ya qu e p ese a
tratarse d e u na relación estratégica se caracteriza p or su flexibilid ad . H ay, claro
está, d os p ap eles, p ero nad ie ignora qu e esos p ap eles p u ed en intercam biarse.
En ocasiones, al com ienzo d el ju ego u no es el am o y otro es el esclavo y al final
el qu e era esclavo p asa a ser el am o. O inclu so cu and o los p ap eles son
p erm anentes, los actores saben p erfectam ente qu e se trata d e u n ju ego, ya se
cu m p lan las norm as, ya exista u n acu erd o, tácito o exp reso, p or el qu e se
establecen ciertos lím ites. Este ju ego d e estrategias reviste u n enorm e interés
com o fu ente d e p lacer físico. Pero no m e atrevería a d ecir qu e se trata d e u na
rep etición, en la esfera d e la relación erótica, d e la estru ctu ra d e p od er. Es u na
rep resentación d e las estru ctu ras d e p od er a través d e u n ju ego d e estrategias
cap az d e p rop orcionar u n p lacer sexu al o físico.
[...]
La p ráctica d el sad om asoqu ism o term ina p or introd u cir u n p lacer, qu e a su vez
hace nacer u na id entid ad , razón p or la cu al el sad om asoqu ism o es u na
au téntica su bcu ltu ra; es u n p roceso inventivo. El sad om asoqu ism o consiste en
la u tilización d e u na relación estratégica com o fu ente d e p lacer (d e p lacer
físico), hecho este, el d e hacer u so d e las relaciones estratégicas p ara
p rop orcionar p lacer, qu e se ha p rod u cid o en otras ocasiones. Ya en la Ed ad
Med ia, la costu m bre d el am or cortesano, con el trovad or, el cortejo entre la
d am a y el galán etc., era tam bién u n ju ego d e estrategias. Una clase d e ju ego
qu e p u ed e ad vertirse actu alm ente entre los jóvenes qu e frecu entan las salas d e
baile los sábad os p or la noche; incorp oran relaciones estratégicas. El interés
rad ica en qu e en la esfera heterosexu al, las relaciones estratégicas p reced en al
sexo; se ju stifican p ara llegar al sexo. En el sad om asoqu ism o, p or el contrario,
las relaciones estratégicas son p arte integrante d el sexo, u n convenio d e p lacer
en el m arco d e u na situ ación esp ecífica.

4 Back-room: literalm ente, la habitación d e atrás (en Esp aña se le llam a «el cu arto oscu ro»).
Son salas sem ioscu ras qu e hay en los bares sad om asoqu istas-leather, d ond e se p ractica el
sexo anónim o o d ond e se celebran sesiones d e sexo qu e requ ieren ciertas instalaciones
esp eciales: bañeras p ara llu via d orad a (orina), slings p ara fist, cru ces d e m ad era p ara atarse,
etc. Sling: esp ecie d e cam a colgante, consiste en u n rectángu lo d e cu ero colgad o al techo p or
cad enas o cu erd as d ond e se acu esta boca arriba aqu él qu e qu iere ser p enetrad o (con d ild os,
p u ños, p enes u otros objetos). Fist-fucking: p ráctica sexu al qu e consiste en introd u cir el p u ño
y p arte d el brazo en el ano (d e otras p ersonas o d e u no m ism o).

139
El eje del mal es heterosexual

En este caso, las relaciones estratégicas son relaciones nítid am ente sociales qu e
afectan al ind ivid u o en tanto qu e m iem bro d e la socied ad ; m ientras qu e en el
otro es el cu erp o lo qu e está en cu estión. El interés rad ica p recisam ente en esa
transp osición d e las relaciones estratégicas qu e p asan d el ritu al corp oral al
p lano sexu al.5

La reflexión d e Fou cau lt es im p ortante p or varias razones: p rim ero p orqu e en


lu gar d e hacer u na lectu ra m oral, p sicologista o p sicoanalítica d e estas
p rácticas, las consid era com o su bcu ltu ras con u n d iscu rso p rop io, form as d e
asociación y d e p lacer qu e a su vez son p rod u ctivas, cap aces d e u na inventiva
resp ecto a la sexu alid ad y el p lacer, y basad as en cód igos claros y p actad os.
Esta visión se op one a la típ ica visión m oralizante y negativa qu e existe sobre
el sad om asoqu ism o, in clu so en tre algu n os sectores n orm alizad os d el
m ovim iento gay o p elícu las m anip u lad oras com o A la caza (Cruising) d e
William Fried kin, d ond e el am biente leather se retrata com o algo violento,
asesino y p eligroso.
A p artir d e estas p rácticas leather y sad om asoqu istas, y d e algu nos textos
p rod u cid os p or gru p os p olíticos gays, la antrop óloga lesbiana Gayle Ru bin
com enzó u na interesante reflexión sobre las d iferentes sexu alid ad es qu e
tam bién tu vo efectos en las p rop ias p olíticas d e las lesbianas d e las d écad as
d e 1980 y 1990 y en las p rim eras referencias d e la teoría queer. En lu gar d e
analizar las d iferentes p rácticas d e las cu ltu ras gays d e la d écad a d e 1970 (en
esp ecial la cu ltu ra d el cu ero y el sad om asoqu ism o) en térm in os d e
fetichism o (Freu d ), o d e ver en ellas hu ellas d e u n p atriarcad o m achista y
op resor (fem in ism o), Ru bin h a h ech o u n a lectu ra d e la sexu alid ad
entroncad a en la historia d e las tecnologías, y en la p rod u cción m aterial d e
los objetos d e consu m o, la historia d e la transform ación d e las m aterias
p rim as y la historia d el u rbanism o. En el SM (sad om asoqu ism o) la relación
d e los su jetos con estos objetos form a p arte d e la m od erna p rod u cción d el
cu erp o y d e la relación d e éste con los objetos m anu factu rad os. La noved ad
d e este análisis es qu e «la historia d e la sexu alid ad se d esp laza d esd e el
ám bito d e la historia natu ral d e la rep rod u cción p ara form ar p arte d e la
historia (artificial) d e la p rod u cción». 6
Este giro ep istem ológico d e Ru bin es m u y im p ortante p ara com p rend er la
d istancia qu e va a tom ar la teoría queer resp ecto d el p sicoanálisis. Mientras
qu e éste hace u na interp retación sim bólica d e la relación d el su jeto con los
objetos en fu nción d e los avatares d e la historia inconsciente d el su jeto (con
su s id entificaciones, rechazos, rep resiones), en u n entram ad o vital m arcad o
p or la castración (y d ond e el fetichism o es interp retad o com o u na p osición
su bjetiva p or no p od er asu m ir la no existencia d el p ene en las m u jeres), Ru bin
va a concebir estas p rácticas com o p arte d e u n d isp ositivo d e tecnologías qu e
reconfigu ran el cu erp o y las relaciones entre los su jetos en u n m arco histórico
y cu ltu ral concreto, y va a criticar al p sicoanálisis com o u n m arco exp licativo
m u y lim itad o a la hora d e abord ar la cu estión d el fetichism o:

5 La entrevista com p leta está d isp onible en w w w.hartza.com /fu ckau lt.htm .
6 Preciad o, Manifiesto contra-sexual, p . 78. La activista y filósofa queer Beatriz Preciad o va a
u tilizar esta concep ción d e Ru bin p ara analizar el lu gar qu e ocu p a el d ild o en esa red d e
tecnologías d e p rod u cción d e las sexu alid ad es.

140
Excesos de las masculinidad

N o veo cóm o se p u ed e hablar d e fetichism o y d e sad om asoqu ism o sin p ensar


en la p rod u cción d el cau cho, en las técnicas u sad as p ara gu iar y m ontar a
caballo, en el betú n brillante d e las botas m ilitares, sin reflexionar sobre la
historia d e las m ed ias d e sed a, sobre el carácter frío y au toritario d e los vestid os
m ed ievales, sobre el atractivo d e las m otos y la libertad fu gaz d e aband onar la
ciu d ad p or carreteras enorm es. Cóm o p ensar sobre el fetichism o sin p ensar en
el im p acto d e la ciu d ad , en la creación d e ciertos p arqu es y calles, en los
«barrios chinos» y su s entretenim ientos «baratos» o la sed u cción d e las vitrinas
d e los grand es alm acenes qu e ap ilan bienes d eseables y llenos d e glamour. Para
m í el fetichism o su scita tod a u na serie d e cu estiones relacionad as con cam bios
en los m od os d e p rod u cción d e objetos, con la historia y la esp ecificid ad social
d el control, d e la d estreza y d e las «bu enas m aneras», o con la exp eriencia
am bigu a d e las invasiones d el cu erp o y d e la grad u ación m inu ciosa d e la
jerarqu ía. Si tod a esta inform ación social com p leja se red u ce a la castración o al
com p lejo d e Ed ip o o a saber o no lo qu e se su p one qu e u no d ebe saber, entonces
7
se p ierd e algo im p ortante.

Retom and o esta breve introd u cción histórica, hay qu e señalar u n p eriod o d e
crisis en el m ovim iento leather y sad om asoqu ista SM con la ap arición d e la
p and em ia d el sid a a com ienzos d e la d écad a d e 1980. El sid a, con su s efectos
d evastad ores, su p u so u n cam bio en las p rácticas y en las form as d e
organización d e estos colectivos. Las com u nid ad es leather-SM reaccionaron
ráp id am ente e iniciaron fu ertes cam p añas p ara im p lantar el sexo segu ro, con
iniciativas m u cho m ás organizad as y p recoces qu e las d e las p rop ias
ad m inistraciones Reagan-Bu sh, cu ya p asivid ad su p u so u na esp ecie d e
genocid io p lanificad o. Los cu artos oscu ros y las sau nas fu eron cerrad os p or
las au torid ad es (sin m ed id as com p lem entarias d e tratam iento o inform ación),
d e form a qu e los colectivos leather-SM tu vieron qu e reorganizarse en clu bes
p rivad os con fu ertes m ed id as d e higiene y segu rid ad . H oy en d ía algu nos
locales y sau nas d e Estad os Unid os han vu elto a abrir p ero sigu e habiend o
bastantes lim itaciones p ara p racticar el sexo en ellos. En este sentid o, los
locales leather-SM eu rop eos son m u cho m ás abiertos, y com p aginan la
p osibilid ad d e encu entros sexu ales y fiestas leather-SM con m ed id as d e
higiene 8 y segu rid ad im p ortantes (p reservativos, gu antes d e látex y gel
gratu itos, folletos inform ativos, etc.).
En la actu alid ad las com u nid ad es leather y SM están extend id as p or
m u chos p aíses d el m u nd o, organizad as en clu bes, asociaciones, locales,
p ágin as w eb, libros y revistas esp ecializad os, y n u tren n u m erosos
m ovim ientos artísticos (Map p lethorp e, Esp aliu , Catherine Op ie, Tom d e
Finland ia, cine p orno, The Leather Archives and Museum en Chicago...). Qu izá
han p erd id o algo d el carácter cland estino y transgresor qu e tenían en las
d écad as d e 1960 y 1970, p ero p or otra p arte su visibilid ad su p one u n reto a los
intentos d e norm alización qu e se ciernen sobre la com u nid ad gay.

7 Ru bin G. y Bu tler J., Marché au sexe, París, EPEL, 2001, p . 33.


8 Desgraciad am ente no es este el caso d e los bares y clu bs esp añoles, d ond e no siem p re se
encu entran estos m ed ios gratu itam ente o d e form a visible. Ello tiene qu e ver con la
escand alosa inacción y p asivid ad d e las au torid ad es esp añolas resp ecto a la p and em ia d el
sid a en nu estro p aís, y tam bién con la d ejad ez e inconsciencia d e algu nos em p resarios gays.

141
El eje del mal es heterosexual

La cultura bear (osos)


A finales d e la d écad a d e 1980 el barrio d e Castro, en San Francisco, era ya
m u y conocid o com o esp acio gay: p roliferaban los locales d e am biente,
librerías, cines, restau rantes, la m ayor p arte d e los resid entes en el área eran
gays y nu m erosas organizaciones tenían su s sed es en el barrio.
El Castro no era ajeno a la estética d el m om ento; p or su s calles era
frecu ente ver p aseand o chicos d e p orte atlético, bien afeitad os, jóvenes,
elegantem ente vestid os a la m od a, afanánd ose en rep rod u cir el m od elo d e
belleza gay im p erante. Pero, en esa m ism a acera, em p ezaban a ap arcar su s
m otos u nos tip os d e asp ecto m u y d istinto: barbu d os, barrigu d os, corp u lentos,
con las p iernas enfu nd ad as en viejos vaqu eros y el vello d el p echo asom and o
d e la cam isa d e leñad or entreabierta: los osos. N ad ie sabe con segu rid ad
cu ánd o se em p ezó a generalizar el u so d e esta d enom inación, p ero tod o
ap u nta a d os referencias: el bar Lone Star y la revista Bear Magazine. De hecho
existía cierto lazo con la p rop ia com u nid ad leather, ya qu e algu nos m oteros
exhibían d e form a orgu llosa la barriga y la barba com o señas d e id entid ad , y
se reu nían tam bién en el Lone Star. (Este víncu lo p ersiste hoy en d ía, d e form a
qu e en la com u nid ad leather es fácil ver p ersonas d e asp ecto osu no, y en los
bares «bear» encontram os a veces algu nos osos con estética leather).
Cu and o ap arece p or p rim era vez el Bear Magazine, se p rod u ce u n
fenóm eno social sin p reced entes. La revista se agota en p ocos d ías y
com ienzan a llegar a la red acción cientos d e cartas eu fóricas celebrand o su
contenid o: p or fin u na revista con fotos d e hom bres p elu d os, gord itos, con
barbas p oblad as, y... sorp resa: ¡no su p erd otad os! Pero vayam os p or p artes.
¿Qu é es eso d e «p or fin»? La revista acababa d e inau gu rar la p osibilid ad d e
u n reconocim iento d istinto, u n esp acio d e rep resentación nu evo, había
p resentad o u na im agen d e «cu erp o d eseable» hasta entonces atíp ica, qu e sin
em bargo p rod u jo la id entificación d e u n enorm e nú m ero d e p ersonas. Los
lectores exp resaban básicam ente d os id eas: «A m í m e encantan ese tip o d e
hom bres, p ero p ensé qu e nad ie com p artía m i gu sto». Y tam bién: «Yo tengo
ese asp ecto, p ero creía qu e yo no era d eseable».
Los ed itores d e la revista eran conscientes d e la d iferencia qu e qu erían
m arcar resp ecto a la im agen típ ica d el cu erp o. Se p osicionaron exp lícitam ente
criticand o el im p erio d e ese cu erp o norm alizad o p or la m od a, exclu yente d e
otras estéticas y form as d e d eseo. Esa reflexión p olítica sobre el cu erp o tenía
otra vertiente: los hom bres qu e ap arecían en las fotos tenían p enes norm ales,
no esas p ollas d escom u nales d e las revistas d el m ercad o. Ello favoreció aú n
m ás la p osibilid ad d e id entificación d e los lectores, liberánd oles d e los
com p lejos d e inferiorid ad qu e se su elen d ar cu and o u no se com p ara con
sem ejantes p rod igios d e la natu raleza. Y, finalm ente, los osos no eran
necesariam ente jóvenes: en la revista ap arecían frecu entem ente hom bres
m ad u ros, m ostrand o gozosam ente su d esnu d ez (los osos p olares, d e
herm osas barbas canosas).
El fenóm eno bear se d ifu nd ió ráp id am ente en Estad os Unid os y Canad á, y
u n p oco m ás tard e p or Eu rop a, Au stralia y Jap ón. Se fu nd aron nu m erosos
clu bes, se abrieron bares d e osos, se crearon cientos d e p áginas d e Internet y
se com ercializaron otras revistas (Husky Magazine, American Bear, Bulk Male,
Big Ad, etc.) víd eos y com p lem entos u rsinos. En 1997 ap areció el p rim er
ensayo sobre el m u nd o d e los osos gays, u n estu d io en el qu e se analizaba el

142
Excesos de las masculinidad

origen d e este m ovim iento, su s características y las im p licaciones sociales qu e


estaba teniend o (Les Wright (ed .), The Bear Book. Readings in the History and
Evolution of a Gay Male Subculture, Bingham ton-N u eva York, H arrington Park
Press, 1997). En el Estad o esp añol se crean los p rim eros colectivos d e osos a
m ed iad os d e los años noventa y d esd e entonces han crecid o hasta form ar
gru p os en casi tod as las com u nid ad es au tónom as. Bares com o el Bear Factory
en Barcelona, el HOT o El hombre y el oso en Mad rid y el Man to man en Sevilla
son referencias m u y p op u lares d el m ovim iento oso d el Estad o esp añol.
Los osos han producido un efecto de subversión en dos ámbitos diferentes.
Dentro del mundo gay, el movimiento oso es una estrategia de resistencia contra
la tend encia d om inante d e valoración d e u n tip o d e cu erp o/ed ad (d anone
/joven); está generand o nu evos esp acios d e relación y d e d isfru te, y ha
d em ostrad o qu e existe u na d iversid ad m u cho m ayor en las form as d e
relacionarse d e los gays qu e la qu e se ofrece habitu alm ente en los m ed ios
d e com u nicación (inclu id os los m ed ios gays). En el ám bito heterosexu al, la
im agen d e d os h om bres barbu d os besán d ose resu lta trem en d am en te
inqu ietante, rom p e el m old e tóp ico d el «m ariqu ita-loca-afem inad o» qu e es tan
ú til p ara los heteros a la hora d e d istanciarse d e los gays y d e m arcarles com o
u na cosa rarita, ajena a ellos. Esto es d istinto, la estética d e los osos es cercana
p ara el m u nd o heterosexu al, d em asiad o cercana: el carnicero d el barrio d e la
barba negra qu e te vend e las m orcillas o el fontanero d e brazos p elu d os y
bigotes qu e viene a rep ararte las cañerías p u ed en ser gays («¡qu ién lo iba a
d ecir!»). En el ap artad o sigu iente estu d iarem os esa «cercanía» en lo qu e
su p one d e p arod ia d e la m ascu linid ad .

La masculinidad en cuestión: las subculturas leather y bear como performances de género.

La su bcu ltu ra leather–SM y la su bcu ltu ra d e los osos tienen u na relación


p arad ójica resp ecto a la m ascu linid ad . Por u na p arte se basan en el exceso, en
u na p u esta en escena qu e m u estra el carácter p erform ativo d el género. En el
térm ino p erform ativo recogem os el análisis qu e d esarrolla Ju d ith Bu tler en su
libro El género en disputa. Bu tler tom a la noción d e Au stin d e actos
p erform ativos y, a p artir d e la elaboración qu e d e ella hace Derrid a, la u tiliza
p ara m ostrar qu e el género en sí mismo es una ficción cultural, un efecto
performativo de actos reiterados, sin original ni esencia:

El género no d ebe interp retarse com o u na id entid ad estable o u n lu gar d ond e


se asiente la cap acid ad d e acción y d e d ond e resu lten d iversos actos, sino, m ás
bien, com o u na id entid ad d ébilm ente constitu id a en el tiem p o, institu id a en u n
esp acio exterior m ed iante u na repetición estilizada de actos. El efecto d el género
se p rod u ce m ed iante la estilización d el cu erp o y, p or lo tanto, d ebe entend erse
com o la m anera m u nd ana en qu e los d iversos tip os d e gestos, m ovim ientos y
estilos corp orales constitu yen la ilu sión d e u n yo con género constante. Esta
form u lación ap arta la concep ción d e género d e u n m od elo su stancial d e
id entid ad y la coloca en u n terreno qu e requ iere u na concep ción d el género
com o temporalidad social constitu id a. Es significativo qu e si el género se
institu ye m ed iante actos qu e son internam ente d iscontinu os, entonces la

143
El eje del mal es heterosexual

apariencia de sustancia es p recisam ente eso, u na id entid ad constru id a, u na


realización p erform ativa en la qu e el p ú blico social m u nd ano, inclu id os los
m ism os actores, llega a creer y a actu ar en la m od alid ad d e la creencia. [...] Las
p osibilid ad es d e transform ación d e género se encu entran p recisam ente en la
relación arbitraria entre tales actos, en la posibilid ad d e no pod er repetir, una d e-
formid ad o una repetición paród ica que revela que el efecto fantasmático d e la
id entid ad constante es una construcción políticamente end eble. [...] El hecho d e
que la realid ad d e género se cree med iante actuaciones sociales continuas
significa que los conceptos d e un sexo esencial y una masculinid ad o una
feminid ad verd ad era o constante también se constituyen como parte d e la
estrategia que oculta el carácter performativo d el género y las posibilid ad es
performativas d e que proliferen las configuraciones d e género fuera d e los
9
marcos restrictivos d e d ominación masculinista y heterosexualid ad obligatoria.

Llevand o esta reflexión al terreno d e las d os su bcu ltu ras qu e nos ocu p an,
p od em os afirm ar qu e ese exceso d e «m ascu linid ad » qu e m u estran las
estéticas y p rácticas leather y bear no son u na reafirm ación d e u na «esencia» o
u na «natu raleza m ascu lina» qu e habría sid o arru inad a p or las m aricas locas
y qu e habría qu e recu p erar. Precisam ente la exhibición tan exp lícita qu e se
hace d el exceso m ascu lino, sobre tod o en la cu ltu ra leather–SM, m u estra la
fragilid ad d e la m ascu linid ad . De hecho, m u chas d e las p rácticas SM no se
centran ya en el p ene erecto y en la eyacu lación, sino qu e d esp lazan el interés
a otras p artes d el cu erp o o se d ed ican a p racticar m anip u laciones d e los
genitales qu e m u estran su vu lnerabilid ad (atar los testícu los, atravesar el
p en e con alfileres, p equ eñ as d escargas eléctricas, p in zas, etc.).10 Esta
exhibición y celebración d e la vu lnerabilid ad genital su p one u n giro histórico
en la rep resentación d e la m ascu linid ad , d ond e el p resu nto falocentrism o d e
las p rácticas gays se ve cu estionad o rad icalm ente.
En el caso d e la cultura bear, la representación es d e otro tipo, se trata d e
una replicación d e «lo natural». El hombre bear juega con una presunta
naturaleza salvaje, una masculinid ad id ealizad a que enlaza d irectamente con
lo anim al y que rechaza —aparentemente— los suplementos d e la cultura gay
d ominante (interés por la mod a, refinamiento, amaneramiento, maquillaje,
afem inam iento, etc). Pero también en este caso se trata d e una naturaleza que
nunca estuvo allí, es d ecir, se recrea performativamente una estad o natural-
an im al qu e jam ás h an exp erim en tad o los seres h u m an os. En ese sen tid o,
la fragilid ad d e la m asculinid ad se muestra en la laboriosa reconstrucción, en
la imposible nostalgia de un «hombre natural» que es recreado en la estética bear.
Este d oble ju ego d e natu ral-artificial se m u estra claram ente en la revista
Bear Magazine. En la cabecera d e la p ortad a reza la sigu iente frase:
«Mascu linity w ithou t the trap p ings» [Mascu linid ad sin ad ornos]. Sin
em bargo, en su interior la m itad d e las p áginas d e la revista son anu ncios d e
com p lem entos p ara la constru cción d el oso id eal, es d ecir, esos ad ornos d e los

9 Bu tler, J., El género en disputa, p . 172.


10 En el fist-fucking, p or ejem p lo, el interés se centra en el ano com o lu gar p ara el p lacer y
en las m anos y los brazos com o objetos p enetrantes y qu e a su vez d isfru tan. En la
p ornografía SM el p ene en erección es algo bastante p oco frecu ente; se insiste sobre tod o
en otras p artes d el cu erp o y en u na recreación estética y teatral: lu gares sórd id os, fábricas
aband onad as, vestim entas d e cu ero, d u reza en el trato, d om inación, fetiches com o botas,
m otos, rop a m ilitar, etc.

144
Excesos de las masculinidad

qu e se renegaba en la p ortad a: gorras, tirantes, cam isas d e cu ad ros tip o


leñ ad or, botas d e m on tañ a, vaqu eros, cin tu ron es... In clu so la barba,
elem ento clave d e esta cu ltu ra, su ele ap arecer cu id ad osam ente recortad a
en los m od elos d e la revista.
Se trata u na vez m ás d e u na estilización d e la cond u cta, p ero es im p ortante
señalar qu e la m ascu linid ad heterosexu al p articip a exactam ente d el m ism o
p roceso. El hom bre heterosexu al ap rend e d esd e el nacim iento u nos cód igos
qu e va a rep etir continu am ente, y qu e m arcarán su exp eriencia su bjetiva d e la
m ascu linid ad . Pero esos cód igos no son m enos artificiales qu e los d e u n
leather o u n oso. Es m ás, p od ríam os d ecir qu e «la heterosexu alid ad » es u no d e
esos rasgos qu e constitu yen la m ascu linid ad id eal. Lo interesante d e los
leather y los osos es qu e u tilizan los cód igos m ascu linos p ero al final se
p rod u ce u na traición, no son hom bres «d e verd ad » p orqu e son gays.
En este sentid o, p od ríam os d enom inar a los p racticantes d e la cu ltu ra
leather y la cu ltu ra d e los osos com o drag-kings. Au nqu e esta d enom inación se
su ele ap licar a m u jeres qu e se d isfrazan d e hom bres con el fin d e m ostrar el
carácter p erform ativo d e la m ascu linid ad , no hay razón p ara exclu ir a los
h om bres com o p osibles drag-kings, si en su p ráctica p rod u cen u n
cu estionam iento p arecid o. Com o d ice Ju d ith H alberstam en su obra queer
clásica Female Masculinity:

Un drag king es generalmente u na p ersona d e sexo fem enino qu e se viste d e hom bre
d e form a reconocible y qu e realiza d e este m od o u na performance d e tip o teatral.11

Es im p ortante record ar qu e «vestirse d e hom bre» es algo qu e los hom bres


ap rend en; los hom bres «biológicos» rep iten u nos cód igos qu e les integran
en la «hom bría social» y en la m ascu linid ad , p ero esos cód igos vienen d ad os
p or u n contexto cu ltu ral concreto, no son p rop ios d e ningú n su jeto a p riori.
Si llevam os al extrem o esos cód igos d e la m ascu linid ad , com o hacen los
leather y los osos, p od em os m ostrar y d esenmascarar ese carácter teatral d e
tod a id entid ad .

Doble lectura: ¿cuestionamiento de la masculinidad o reforzamiento de roles tradicionales?

H asta aqu í hem os hecho u na lectu ra u n tanto id ealizad a d e estas d os


su bcu ltu ras, insistiend o en su carácter su bversivo en la m ed id a en qu e
introd u cen nu evas id entid ad es d entro d e los circu itos gays y d entro d e los
cód igos d e la m ascu linid ad . Sin em bargo hay siem p re u n envés en estos
p rocesos sociales, se d a la p osibilid ad d e u na asim ilación a los sistem as d e
d om inación heterocentrad os.
La otra lectu ra qu e p od em os hacer d e estas su bcu ltu ras va en la d irección
contraria. Lo leather y esp ecialm ente lo bear p lantea u na p osibilid ad d e
norm alización y d e integración bastante p eligrosa. Su p arecid o a la cu ltu ra

11 Op . cit., p . 232. (la cu rsiva es nu estra).

145
El eje del mal es heterosexual

heterosexu al d om inante hace qu e a veces se caiga en la tentación d e recu p erar


el d iscu rso p lu m ófobo y norm ativo. Algu nas corrientes d e la cu ltu ra d el cu ero
y d e los osos son p rofu nd am ente p lu m ófobas (ad em ás d e m isóginas y
lesb ófob a s), a cu sa n a la s locas d e d a r u n a im a g en r id ícu la d e los g a y s,
y r eiv in d ica n u na m ascu linid ad «norm al» e integrad a qu e bu sca la
acep tación d el colectivo heterosexu al. Son argu m entos d el tip o: «Soy norm al,
no qu iero d iferenciarm e d e los heteros, soy u n hom bre m ascu lino, no qu iero
qu e se m e note qu e soy gay, así m e acep tan m ejor, yo valoro a los hom bres d e
verd ad no a esas locas rid ícu las...». En realid ad este d iscu rso su p one u n nu evo
p roceso d e arm arización, u n u so interesad o d e la m ascu linid ad p ara p asar
«d esap ercibid o».
Esta lectu ra, p rofu nd am ente conservad ora, p retend e recu p erar la id ea d e
u n hom bre natu ral y vincu larla d e form a d irecta con la m ascu linid ad (com o
si el binom io hom bre = m ascu linid ad tu viera sentid o). Para la m irad a
heterosexu al es tam bién enorm em ente reconfortante, p erm ite recu p erar a u n
gay «sano», qu e no cu estiona la m ascu linid ad ni p ertu rba su s cód igos. Este
p roceso m u estra la cap acid ad d e los sistem as p ara asim ilar e incorp orar las
nu evas id entid ad es.
N o obstante, siem p re nos qu ed a la p osibilid ad d e retorcer d e nu evo los
cód igos, d e hacer p roliferar nu evas su bcu ltu ras qu e d esestabilicen el sistem a
heterocentrad o y su p rod u cción d e géneros estables.

146
Excesos de las masculinidad

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segu nd a p arte d e este libro, The Bear Book II, se p u blicó en la m ism a
ed itorial en noviem bre d e 2000). Se p u ed e leer u n resu m en d el m ism o en
la p ágina d e internet: w w w.bearhistory.com

Sitios webs de interés:

_____http ://w w w.hartza.com /gu ad alkibear.htm


_____http ://w w w.hartza.com /sm .htm
_____http ://w w w.bearhistory.com
_____Gayle Ru bin: Thinking sex: http ://w w w.yorksj.ac.u k/m bsc/Read ing
/ru bin.htm l
_____http://w w w.terra.es/personal8/leatherweb [Excelente espacio leather,
d irigid o por José Manuel Martínez para los lectores d e habla hispana].
_____http ://w w w.lacu evad eloso.org

147
Los servicios públicos

10. Los servicios públicos:


¿necesidades inmundas ocallejónsinsalida
de la transgresiónde género?
Susanne Mobacker

En el esp acio p ú blico, es m u y im p ortante m antener el ord en d e las cosas. Es


esp ecialm ente im p ortante d istingu ir entre los hom bres qu e m ean y las
m u jeres qu e hacen lo p rop io. Si existe u n m om ento en el cu al es im p ortante
bu scar el casillero ad ecu ad o y elegir, ése es cu and o m eas, y d ond e. H om bre o
m u jer —lo siento, no p od éis elegir m al.
Yo p ersonalm ente elijo m al tod o el rato. H ace p oco, estaba en u n
aerop u erto en Lond res. «Es el servicio d e señoras» m e ad virtió u na m u jer con
p elo azu l. «Lo sé», le resp ond í, «yo soy u na señora». Se d iscu lp ó y tod o
ap arentó volver a la norm alid ad . Salvo qu e m entí. N o soy u na señora, ni u na
d am a, ni u na chica, ni u na m u jer. Eso es sólo biología, no resp ond e a qu ien yo
soy —au nqu e elija volu ntariam ente el servicio d e señoras (lo siento chicos,
p ero es u n p oqu ito m enos asqu eroso) y esta ru tina ocu rre tod avía en
cu alqu ier sitio y en tod o m om ento.
Existen u n sinfín d e historias d e m arim achos, p ersonas trans y m aris y su s
exp eriencias con las colas d e los servicios y los com entarios qu e reciben. De
hecho, aqu ellas d e nosotras qu e hem os tenid o qu e red efinir el significad o d e
la sim p le u rgencia corp oral «necesito hacer p is» p od ríam os escribir novelas
sobre estas exp eriencias.
«Existen m om entos d ond e qu errías gritar “tengo u n coño” o bajarte las
bragas sólo p ara ver qu é p asa», d ice P, qu e está entre o es ambos y tam bién es
u na exp erim entad a visitad ora d e servicios. «Estaría bien no tener qu e hacer
u na d eclaración p olítica cad a vez qu e vas, ¿no crees?».
En u n m u nd o H BT, d ond e en el m om ento en qu e escribo el activism o real
p arece alejad o y el m ovim iento cansad o, los locales gays son nu estra cara
hacia el m u nd o. Son los locales gays los qu e se están m u ltip licand o y
reclam and o esp acio. Los qu e son visibles. Y p or tanto, las exp resiones
activistas d eberían im p ortar en estos contextos.
LASH, un club para bolleras que les gusta el cuero y los intercambios d uros,
hosped ad o en las mazmorras d el Stockholm Leather Men en Estocolmo, nunca ha
tenid o mied o d e mod ificar sus reglas con las cambiantes d emand as d e nuestra

149
El eje del mal es heterosexual

comunid ad . De hecho, el club ha sid o transinclusivo (en ambos sentid os)


d urante muchos años. En LASH tienes la opción d e «afeitad o» o «sin afeitar»
cuand o eliges la puerta d el cuarto d e baño. ¿No son d e hecho estos pequeños y
aparentemente poco significativos d etalles los que cambian las cosas al final?
Pienso en m i am iga con barba y coño a la qu e echaron d e m alos m od os d el
servicio d e señoras d e u n clu b gay m ixto d e Estocolm o. Pienso en los m aricas
m acho qu e con su s brazos cru zad os vigilan la ú ltim a frontera d e la
m ascu linid ad : los m ead eros. ¿Cu áles son los lím ites d e la transgresión d e
género en nu estra p rop ia com u nid ad ?
«A algu nos les m olesta qu e no tengam os ningú n signo d e género en las
p u ertas d e los servicios» d ice Lotta qu e lleva el clu b gay m ixto Häcktet en
Estocolm o. «Los qu itam os cu and o renovam os y nu nca los hem os vu elto a
p oner d esd e entonces. La gente se qu eja d e las colas, qu e las m u jeres “se
tom an m u cho tiem p o en el baño”». En u n clu b gay qu e atrae tanto a m aricas
relu cientes con m aqu illaje d ecad ente com o a bollos cerveceras d e cu ero,
encu entro este argu m ento d ifícil d e creer.
N o m e m alinterp retéis, no estoy im aginand o u n m u nd o d ond e «el género
no exista» y d ond e tod os m eem os y cagu em os ju ntos y librem ente. Tam p oco
im agino lu gares d ond e la necesid ad d e hacer sitio a los letreros d e los cu artos
d e baño p ara cad a acrónim o d e género red u zca el bar a u na ú nica m esa. Solo
estoy p id iend o u n p oco m ás d e fantasía y u nas cu antas op ciones m ás. ¿Qu ién
sabe qu é tip o d e revolu ción d e cu artos d e baño p od ría ocu rrir?
El movimiento ahora mismo está d e hecho d esorientad o. Nos encontramos
con varones ed itores d e periód icos d e tirad a nacional d eclarand o orgullosos
que no tienen ningún problema en probarse maquillaje en grand es almacenes.
Tenemos una bollo butch como presentad ora estrella d el clásico programa
televisivo d e nochebuena. Pero, ¿eso es tod o? ¿Es ahí d ond e queremos estar?
Los tem as trans con frecu encia son vistos com o algo qu e sólo afecta a
transexu ales o a gente trans. Se ve sim p lem ente com o u na cu estión d e
reclam ar igu al valor y d erechos. Yo qu iero u n m ovim iento qu e se d é cu enta
d el p otencial d e la «t» p ara tod o el m u nd o. Un m ovim iento qu e sep a qu e
tod as estas letras «h, b, t, i, l» están atad as u nas a otras d e m ás form as d e las
qu e qu erem os reconocer.
Prop ongo: com encem os p or revolu cionar las colas d e los servicios en los
bares gay. Entonces revolu cionarem os los baños d e los aerop u ertos. Entonces
revolu cionarem os el m u nd o entero y ya no estoy habland o sólo d e servicios.
Se convertirá en algo m ás grand e y m ejor. Entonces, ya qu e estam os p u estas,
d em and arem os com p resas d iseñad as p ara ad ap tarse a la abertu ra frontal d e
los boxers y no sólo a la tira d e los tanga.
Mientras tanto, de vuelta a la realidad hetero, una noche ya tarde me
encuentro en un bar d e la zona sud oeste d e Estocolm o observand o el
comportamiento en los servicios. Las dos puertas están marcadas con los
símbolos habituales. Sin embargo, parece prevalecer un caos total; nadie presta
atención a esos símbolos con círculos y flechas señalando diferentes direcciones.
Las mujeres y los hombres (porque en este bar en particular, son precisamente
eso: mujeres y hombres) simplemente entran en el servicio que está libre. Nadie
siquiera se da cuenta de esta total anarquía de género. Solo mean.
¿Por qué, me pregunto, no es así en todos los lados? Si mejorasen un poco la
música y cambiase ligeramente la clientela, este sería el mejor bar de la ciudad.

150
El baúl de los disfraces

11. El baúl de los


disfraces:
Unmanifiestofemme-inista
Ulrika Dahl

Intervención d e LSD. Manifestación d el 8 d e


Biomitografía Marzo. Mad rid , 1995.

Es Löninglördag —el sábad o d esp u és d el d ía d e p ago, cu and o las tiend as


p erm anecen abiertas hasta las cinco— en u na ciu d ad d el norte d e Su ecia. Con
u na ligera resaca y tras u nas oscu ras gafas d e sol, cam ino bajo el p álid o sol d e
sep tiem bre a través d e m iríad as d e gente en la zona com ercial d el centro d e
la ciu d ad . La ciu d ad d e m i niñez. La ciu d ad d ond e no te p u ed es escond er,
d ond e siem p re te encu entras con algu ien qu e conoces. De rep ente no sé qu é
año es, o si tengo catorce o trece. H e sid o nóm ad a d u rante d iez años y
continúa p areciend o qu e nad a ha cam biad o y qu e hu biera u n fantasm a d el
p asad o d etrás d e cad a esqu ina. De nu evo m e escu ece tod o. Una m u jer m e está
m irand o fijam ente a través d e la m u ltitu d y m e d oy cu enta d e qu e es u na
am iga d e otro tiem p o. Cu and o finalm ente nu estros ojos se encu entran, está
atu rd id a. «Ap enas he p od id o reconocerte» d ice. «Pareces tan fu erte, tan
segu ra d e ti m ism a». Em p u ja u n carrito d e bebé. Yo em p u jo m is gafas d e sol
sobre m i p elo corto d esteñid o.
«Ahora qu e te veo, estás com o siem p re» d ice d esp u és d e qu e hayam os
hablad o u n rato. Parece aliviad a. ¿De veras?, p ienso p ara m í, com p letam ente
fascinad a p or cóm o la vid a ha resu ltad o tan d iferente p ara algu nas d e
nosotras. Qu izá ahora soy m ás com o siem p re fu i d e lo qu e solía ser. Qu izá la
historia se ha vu elto a escribir. Cansinam ente resp ond o a las p regu ntas
habitu ales. N o, no estoy casad a. N o, no tengo ningú n hijo. Estoy viviend o con
m i novia. Para m i sorp resa, p arece extrañam ente com p asiva. «Oh, así qu e eres
lesbiana. Segu ram ente eso exp lica p or qu é eras tan infeliz en el institu to».
Sonrío con d esolación.
Es verd ad , realm ente no era feliz en el gymnasiet, el institu to, p ero ¿qu ién
d em onios ha oíd o hablar d e u na ad olescencia feliz? Mi am iga, ap arente y
convincentem ente, ha olvid ad o los torm entos d e la vid a ad olescente ahora

151
El eje del mal es heterosexual

qu e ha hecho p recisam ente lo qu e se esp era d e u na m u jer —tiene u n carrito


d e bebé y u n anillo d e bod a. Sí, m i vieja am iga p arece d escarad am ente
convencid a d e su p rop io triu nfo y p erfección. Y com o la m ayoría d e la gente
con la qu e m e encu entro, bu sca u na exp licación p ara m i d esviación d e su
m u nd o. Sin invitación, continú a su narración sobre m í. Recu erd a qu e ap enas
tu ve novios en el institu to. De acu erd o, vale, p ienso p ara m í, rem em orand o
m u ltitu d d e exp eriencias y atenciones d e chicos. Qu izás no con el tip o
ad ecu ad o d e chicos, o en el m od o acep table d e ir d e la m ano a esp acios
p ú blicos y actos im p ortantes. Entonces, com o ahora, no m e p od ía acom od ar
a las norm as sobre cóm o d eben ser las relaciones entre chicos y chicas.
Prefiero no entrar ahí, p ero m e irrita qu e d e rep ente resu lte m ás fácil ahora,
cu and o soy bollera, exp licar cóm o era entonces. Resu lto m ás fácil d e
com p rend er com o queer y d esviad a. N acid a bollera.
La verd ad es, qu e nu nca estu ve secretam ente enam orad a d e m i m ejor
am iga en el colegio. N o p u ed o conectar con m i au téntica niñez lesbiana. N o
tu ve u na. Qu izás eso signifiqu e tod a la d iferencia.

* * * * *

Ese p rim er beso, la p rim era chica, el verd ad ero p rim er m om ento. ¿Cu ánd o lo
su p iste? ¿H as sid o siem p re bollera? Esos recu erd os, esas p regu ntas. Sólo los
d esviad os están forzad os a salir d el arm ario. Tienes qu e contar u na historia
qu e te haga com p rensible p ara la gente, tanto gay com o hetero. Tienes qu e
d escribirte y exp licarte continu am ente a ti m ism a. Vale, la m ayoría d e las
veces cam bio d e tem a al llegar a este p u n to. Pero en ocasion es es
terriblem ente cansad o. Los qu e no com p arten tu m u nd o a m enu d o te
consid eran obsesiva, com o si estu vieras habland o demasiado d e tu sexu alid ad .
¡Cóm o si la gente hetero no lo hiciera!
Estos p rim eros m om entos son im p ortantes p ara las id entid ad es queer. Y la
m ayoría d e las bolleras de hecho recu erd an el m om ento exacto en el qu e
su p ieron qu e eran d iferentes. A veces es casi u na com p etición sobre qu ién
salió p rim ero d el arm ario, o qu ién tu vo el m enor nú m ero d e encu entros
hetero. N o es sorp rend ente qu e las historias d e salid a d el arm ario su enen tan
p arecid as. Qu izá es el anhelo d e ser au téntica y d e p ertenecer a u na
com u nid ad queer. Y la gente u tiliza su s historias d e form a estratégica. Se
convierte en u n lengu aje com ú n, u na form a d e crear p ertenencia en u na
socied ad heterosexista. Pero m ás allá d e esa m arca d e p ertenencia, tod as
tenem os historias d iferentes, exp eriencias d iferentes y, sobre tod o, d iferentes
form as d e contar esos m om entos. Vam os a p restarles atención.
Escribo esto p or esa falta d e niñez lesbiana. Por la necesid ad constante d e
salir d el arm ario, p or ser leíd a habitu alm ente com o «hetero». Escribo en favor
d e los vestid os, el m aqu illaje y los tacones. Para honrar a las chicas qu e
ap recian estas cosas y p or la fu erza d e acep tar qu e los hom bres siem p re lo
harán, sin im p ortar lo qu e yo d iga. Escribo p orqu e rechazo ser u na víctim a
d el p atriarcad o. Porqu e m i d eseo no m e convierte en u na chica hetero
d esp istad a, u na fem inista p olíticam ente incorrecta o u na falsa bollera. Porqu e
id entid ad y biografía son cu estiones necesarias, cru ciales, p olíticas y m íticas.

152
El baúl de los disfraces

Porqu e son h erram ien tas d e m an ip u lación y revolu ción . La p oeta


revolu cionaria Au d re Lord e lo llam ó biom itografía —u na biografía con
elem en tos m íticos, ficticios, tan to en térm in os d e p erson as com o d e
acontecim ientos. Las historias se cu entan p ara p osicionarse, p ara su brayar u n
conju nto d e relaciones. Escribo m i m anifiesto biom itográfico sobre qu é es ser
u na bollo femme-inista.

El Baúl de los Disfraces: Sobre el travestismo femme

Mascarada (la mascarade);


«Una versión alienad a o falsa d e la fem inid ad qu e su rge d e la conciencia d e la
m u jer d el d eseo d el varón p ara qu e ella sea su otro, la m ascarad a p erm ite a
la m u jer exp erim entar d eseo no p or d erecho p rop io sino p or cóm o la sitú a el
d eseo d el varón».1

Bollera, femme, fem inista. Son p alabras qu e u so a m enu d o p ara d escribirm e.


Palabras qu e nu nca d icen tod o y qu e nu nca son su ficientes. Pero qu e au n así
son im p ortantes. Es im p osible, realm ente, d ecir qu é viene p rim ero, o qu é es
m ás im p ortante. Pero la fem inid ad , esa tram p a constante y fu ente d e
vergü enza, es lo qu e las m antiene ju ntas. Y creo qu e tod o em p ezó con el
utklädningslådan. El Baú l d e los Disfraces.

El Baú l d e los Disfraces era u n arcón m ágico d e viejos trajes, joyas,


zap atos, m aqu illaje y accesorios, escond id o en u n arm ario en u na casa d e
estilo setentero en la qu e crecí en los su bu rbios d e u na p equ eña ciu d ad d el
norte d e Su ecia. Du rante m u chos años, fu e u n tesoro y u na evasión, y sobre
tod o u na fu ente d e interm inable felicid ad em briagad ora. En el Baú l d e los
Disfraces, la fem inid ad era u na m ascarad a, algo qu e p onerm e cu and o qu ería
y p ara m i p rop io d ivertim ento. Una fantasía, u n esp ectácu lo y u na com ed ia,
y au n así no era sim p lem ente u na performance.
En algú n lu gar vecino a m i p u bertad d ejé d e ju gar a m i ju ego favorito en
el cu arto d e ju egos. Dejé d e d isfrazarm e y d e hacer coros a las canciones d e
ABBA. Dejé d e tratar la fem inid ad com o algo m ítico y esp ectacu lar. Com o
algo d ivertid o y extraño. Com o algo herm oso. En lu gar d e eso el p royecto
d e «convertirm e en u na m u jer» se convirtió p ara m í, com o p ara m u chas
otras, en u n tema serio. No había espacio para más d isfraces. Ahora tod o iba
d e d ietas y d epilaciones y d e hacerse permanentes y d e comprar absolutamente
las mismas ropas que el resto d el mund o llevaba. Muchas bollos recuerd an este
period o d e su s vid as com o algo trau m ático. Mu chas d eseaban continu ar
siend o chicazos y ju gar al fú tbol. Las entiend o, au nqu e los balones nu nca
fu eron m i fu erte.
N o, yo qu ería continu ar teniend o ese estilo d e chica d ivertid o. «Girls just
want to have fun» [Las chicas sólo quieren divertirse] se convirtió, con razón, en
u na p elícu la d e cu lto p ara las chicas d e m i generación. Au n así, tod as las
veces qu e se ap agaba el víd eo y m e encontraba u na vez m ás fantaseand o con

1 Irigaray, Lu ce; This sex which is not one. N ote on selected term s.

153
El eje del mal es heterosexual

qu e era H elen H u nt (la verd ad era heroína d e la p elícu la, en m i op inión)


m ontad a en aqu el carro d e caballos, tod as las p equ eñas reglas no escritas d e
m i p equ eña ciu d ad caían d e nu evo sobre m í. Una no d ebía vestir d e form a
inap rop iad a p orqu e qu ed aba m arcad a com o «u na chica fácil». O, al m enos no
era tom ad a en serio. Una no d ebía sobreactu ar o tener d em asiad as id eas locas
p orqu e qu ed aba m arcad a com o u na d iva. La atención y la ap robación d e los
chicos, eso era lo m ás im p ortante.
En octavo cu rso m is am igas y yo consegu im os u n p rem io en la fiesta d e
fin d e cu rso en el centro cu ltu ral d e jóvenes. En negrita d ecía: «Som os las m ás
gu ap as, som os las m ejores, som os las m ás arrogantes». Eso es lo qu e ocu rría
a las chicas con actitud. Yo m e sentí avergonzad a, hu m illad a, p orqu e no había
consegu id o u n p rem io p or algo «serio» —lo qu e qu iera qu e fu era eso en u n
centro d e ad olescentes. En noveno cu rso p articip am os en u n concu rso d e
talentos com o bailarinas d e la d anza d el vientre. Tod o el resto d el m u nd o era
cantante, tenía u na band a, u n gru p o d e d anza u otros «talentos esp eciales». El
nu estro no era com o ningu no d e los anteriores. Ind u d ablem ente gu iad as p or
lo qu e ahora d enom inaría fantasías orientalistas d esd e el corazón d e lo su eco,
d ecid im os llam arnos Iztanbulliz Bellyz y nos d ed icábam os p rincip alm ente a
agitar nu estras cad eras d e qu inceañeras d e u na form a qu e no se p arecía en
absolu to a la d anza d el vientre. Llevábam os u na m áscara azu l, el p elo ru bio
con m u cha laca. Estábam os sexy. Con gran sorp resa p or nu estra p arte y sobre
tod o p orqu e nad ie m ás se había ap u ntad o al concu rso, ganam os. Una tard e
d e p rim avera hicim os la d anza d e nu evo, en la final d el concu rso en la escu ela
d el d istrito, d elante d e m iles d e chicos d e secu nd aria. El concu rso d e talentos
se tom aba m u y en serio, com o si d eterm inase qu iénes eran los «verd ad eros
talentos». N o hace falta d ecirlo, no ganam os, p ero fu e d ivertid o estar bajo los
focos, en fila y entre am igas. Mu cha gente p ensó qu e estábam os m al d e la
cabeza. Esto era m u cho antes d e las riot grrls y las band as d e chicas, y tod as
las chicas qu e p articip aban eran o bien «verd ad eras» bailarinas, o tocaban
m ú sica clásica, o eran coristas d e los chicos. H ace p oco vi u n gru p o d e chicas
d e institu to tocar en San Francisco. Tenían su p rop io CD, vend ían cam isetas y
tocaban canciones con letras inteligentes con m u cha actitud. ¿Es eso a lo qu e
llam an «evolu ción»? Si es así, ap u ntad m e.
Crecer siend o u na chica en u na ciu d ad d el norte d e Su ecia en los ochenta
era ap aren tem en te bastan te id ílico. Pero tam bién estaba cargad o d e
contrad icciones. Y u nas cu antas m entiras. Probablem ente no m u y d iferente a
hoy en d ía. En retrosp ectiva p u ed o ver qu e d u rante los ford istas ochenta, el
fem inism o d e los setenta y otras id eas rad icales sobre u n m od elo d e socied ad
d iferente fu eron estratégicam ente rid icu lizad os. Tod as estábam os liberad as,
el fem inism o ya no era relevante. Com o chicas se nos d ijo qu e teníam os el
m u nd o a nu estros p ies. Sin em bargo, p ara la clase m ed ia m ayoritaria sin
ed u cación su p erior, las im ágenes d e m u jeres triu nfad oras continu aban
llegand o p rincip alm ente a través d e los libros d e Jackie Collins, Shirley
Conran y Danielle Steele. En ellos, las m u jeres fu ertes siem p re ap arecían
p atologizad as, y eran «calcu lad oras» en lu gar d e estar «orientad as a fines».
Siem p re eran gu ap as, y si tenían algú n p od er, siem p re había sid o ad qu irid o
acostánd ose con hom bres p od erosos o al m enos u sand o su belleza y su
cu erp o d e algú n m od o. Los hom bres continu aban teniend o la llave tanto d e
la felicid ad com o d el su frim iento. Las exp ectativas sobre cóm o se d ebía ser
p ara ser u na «m u jer d e verd ad » se volvieron m ás feroces en los ochenta. Y sin

154
El baúl de los disfraces

ser tod avía u na bollera femme-inista fatal, ni siqu iera en ciernes, hice u n serio
intento d e tratar qu e tod o encajara, p ero la m ayoría d e las veces escocía y
d olía d e form a incóm od a. La fem inid ad nu nca acababa d e tener sentid o. N o
p orqu e no qu isiera llevar u n vestid o o m aqu illarm e, sino p orqu e d e rep ente
tod o eso p arecía al tiem p o p eligroso y lim itad or, necesario y jod id o. Una y
otra vez m e golp eaba la cabeza contra el m u ro. N o encajaba en los estrechos
m arcos d e la fem inid ad heterosexu al. Ya no era d ivertid o.
Como joven ad ulta se me hace d uro pensar cuánto tiempo pasé, en ese
m om ento, tratand o d e averigu ar cóm o ser p op u lar y acep tad a. Mis
preocupaciones sobre las d iscusiones con mis amigas y mis pad res, con hablar
sobre chicos, con soñar d esp ierta, con escribir en m i d iario y con p erd er el
tiem p o en el área com ercial d el centro d e la ciu d ad han sid o fu entes d e
vergü enza. Si al m enos hu biera escrito p oesía qu e p u d iera p u blicar o
ap rend id o a tocar algú n instru m ento o hu biera sid o artista. Pero era com o la
m ayoría d e las otras chicas. N o d em asiad o p ecu liar, no m u y p rofu nd a. Y cad a
vez qu e m e sentía bien y p od erosa, p resente y feliz con m i cu erp o, fu erte y
viva, interiorizaba el sentim iento d e estar siend o «excesiva», d em asiad o
ru id osa, equ ivocad a. Ocu p aba d em asiad o sitio, m e reía d em asiad o alto, tenía
d em asiad as op iniones. Por la noche escu chaba a Mad onna y leía a Su sanne
Brögger en m i habitación rosa d e niña y fantaseaba sobre ser p od erosa y sexy
al m ism o tiem p o, sobre ser ind ep end iente y libre y continu ar siend o u na
chica. Bu scaba m od elos, d e m u jeres vam p iresas inteligentes qu e no fu esen
víctim as y qu e no estu viesen asu stad as. Pero esto era antes d e las Riot Grrls y
Bust, d e los m anifiestos p olíticos y d e los fanzines underground. Mi tip o d e
fem inism o no existía. N o allí y no entonces.
Au nqu e raram ente escu cham os esto, las qu e vivim os ahora tenemos su erte
en algú n asp ecto. Tenem os el p rivilegio d e u na larga historia d e lu cha
fem inista y queer a nu estras esp ald as. Debem os a esas lu chas la p osibilid ad d e
vivir d el m od o en el qu e lo hacem os. Libros com o éste no existirían sin ellas.
Es im p ortan te record ar esto. Estu d ian d o n u estra h istoria p od em os
com p rend ernos a nosotras m ism as, situ arnos en u na genealogía, escribir
nu estras p rop ias biom itografías y form u lar nu estros p rop ios m anifiestos.
Teniend o en cu enta tod o esto, en los ú ltim os años, sin em bargo, m e he sentid o
crecientem ente sorp rend id a p or lo qu e veo com o u n od io internalizad o d el
fem inism o hacia la fem inid ad , d isfrazad o bajo la ap ariencia d e u n interés en
la «liberación» d e lo que se percibe como las restricciones d e la feminid ad . No
im p orta cóm o exp liqu em os los «orígenes» d e la fem inid ad (com o u na
constru cción social–com o u na consp iración p atriarcal/religiosa–com o
biológicam ente d eterm inad a–com o u na esencia–o com o histórica y
culturalmente constituid a y específica, etc.), la mayoría d e las feministas, con
buenas razones, han señalad o que la culpa es d e la heterosexualid ad y d el
p atriarcad o. Desp u és d e alred ed or d e u n siglo d e fem inism o hay
sorprend entemente pocas que hayan d elinead o exitosamente los pod eres y los
placeres d e la feminid ad para aquellas que se id entifican con ella. La id ea d e
que los chicos y las chicas no tienen las mismas oportunid ad es y cond iciones ha
d ejad o d e ser un argu m ento, u na crítica o u na observación. H a p asad o a
convertirse en u na verd ad au toevid ente. Algo d e lo qu e las fem inistas en
ocasiones p arecen m ás interesad as en afirm ar qu e en p ensar cóm o cam biar.
¿Qu izá las fem inistas necesitan d el p atriarcad o p ara su p rop ia existencia?
Estoy interesad a en u n fem inism o qu e exp lora la esp ecificid ad d e la id entid ad

155
El eje del mal es heterosexual

y la exp eriencia y, sobre tod o, qu e qu iere revolu cionar la fem inid ad . Al hacer
eso d ebo cartografiar u na genealogía d iferente. Una qu e trace los contornos
d e la fem inid ad fu era d e la ley, d e la femme-inid ad .
Com o chicas creo qu e de hecho sentim os las invisibles regu laciones d e la
fem inid ad d e u na form a m u y encarnad a. Id eas com o las d e qu e com o chica
u na no d ebe em borracharse, ni ocu p ar esp acio, ni acostarse con gente, ni retar
a las norm as d e lo qu e constitu ye la fem inid ad , se vu elven p arte d e nu estras
p rácticas au torregu lad oras. Así qu e necesitam os otros m od elos si vam os a
cu estionar tanto las d efiniciones, com o el bajo estatu s d e la fem inid ad . En u na
d e su s canciones, el gru p o queer-riotgirl Le Tigre enu m era tod a u na lista d e
m od elos p ara ellas m ism as. Yo tam bién tengo u na, y d e entre las qu e ad m iro
están (sin ningú n ord en concreto) Am ber H ollibau gh, Annie Lennox,
Mad onna, Mona Seilitz, Lu cy Liu , Marilyn Monroe, Ingrid Bergm an, Carla
Freccero, Su sanne Brögger, Erica Zand er, Angelina Jolie, Lili Taylor, Siou xie,
Janis Jop lin, Erykeh Bad u , Feven, Thea H illm an, Lil Kim , Ani d i Franco,
Kathleen H annah, Lesie Mah d e Tribe 8, Petra Östergren, Tristan Taorm ino,
Elisabeth Stark y m u chas, m u chas m u jeres d e las com u nid ad es a las qu e
p ertenezco. La base d el fem inism o, tal y com o yo lo entiend o, es la lu cha p or
abrir p osibilid ad es a lo qu e p od em os llegar a ser. H asta el p u nto d e qu e
cu alqu iera p u ed a llegar a ser libre, el p royecto d ebería ser qu e seam os libres
p ara am ar a qu ien qu eram os, p ara d efinir nu estra p rop ia sexu alid ad y d eseo
y nu estra p rop ia id entid ad .
Cad a d ía elijo d isfrazarm e com o u na m u jer. Cad a d ía m e enam oro d e
m u jeres qu e no lo hacen. Estos sim p les hechos su p onen tod a la d iferencia.

Besando a chicos como ella

Mimetismo (mimétisme);
«Una estrategia p rovisional p ara enfrentarse con la esfera d el d iscu rso (d ond e el
su jeto hablante se sitú a com o m ascu lino), en la cu al la m u jer d eliberad am ente
asu m e el estilo fem enino y la p ostu ra asignad a p ara ella en este d iscu rso d e cara a
d esvelar los m ecanism os p or los qu e es exp lotad a p or éste».2

N os han invitad o a m i am ante y a m í a u na cena con gente gu ap a, hetero.


Cód igo d e vestir: esm oqu in. Ella sonríe y d ice: vale, d e tod as form as necesito
u n traje nu evo. Yo encu entro u n p recioso vestid o negro y m e siento u n p oco
com o Cenicienta. Qu izás es la p rim era vez. Unos d ías d esp u és m i am ante m e
llam a. Qu izás no d eberíam os ir a la fiesta d esp u és d e tod o. Encontrar u n traje
resu lta d em asiad o d ifícil. De rep ente, entrand o en la sección d e caballeros,
ella resu lta tan m u jer. Pero el traje le sienta d em asiad o bien. La beso en el
p robad or y el vend ed or sonríe nerviosam ente cu and o le p ed im os consejo. En
la fiesta ocu p o m i asiento al lad o d e u n hom bre. Ella se sienta en la cabecera
d e la m esa. Tod o el m u nd o qu iere hablar d e sexo. Desp u és d e la cena m i
am ante se fu m a u n p u ro con los hom bres en su s trajes m ientras qu e chicas

2 Irigaray, Lu ce, This Sex which is not One, (note on selected term s).

156
El baúl de los disfraces

con vestidos cortos la sonríen seductoramente. Después de unas cuantas copas


de más un viejo amigo se lanza sobre mí. «¿Por qué tienes que ser siempre tan
extrema?», me pregunta enfadado. No es mi vestido a lo que se refiere. Es ella y
yo, imitándoles. Son nuestros cuerpos en este espacio. Es mi mano en la de ella.
Cu and o em p ecé a enrollarm e con chicas qu ería qu e tod o el m u nd o
su p iera lo qu e era. Qu e era bollera. Al p rincip io p ensé qu e el m ejor m od o
sería si no m e m aqu illaba ni llevaba rop a fem enina aju stad a. N o es qu e fu era
m u y d ifícil ya qu e d e tod as form as antes raram ente lo hacía. H abía id o a u na
u n iversid ad d on d e tod o el m u n d o an d aba con las su d ad eras d e la
u niversid ad , p antalones m ilitares cortad os y sand alias Birkenstocks. Más tard e
d escu brí qu e qu ería volver al Baú l d e los Disfraces, qu e no estaba sola y qu e
había m u chísim as m u jeres a las qu e yo les gu staba así. Entonces com encé a
ver qu e la p rop ia id ea d e qu e los atribu tos clásicos fem eninos no son sino
fu entes d e lim itación, p eligro y op resión, raram ente se cu estionaba en los
círcu los lésbicos m ayoritarios. N o m e m alinterp retéis —las estéticas bollos
son geniales y contra la creencia p op u lar son excitantes y d eseables, no son
sim p lem ente u n intento d e «salirse» d e la fem inid ad clásica. Desp u és d e tod o,
el fem inism o ya m e había enseñad o qu e «yo estaba bien tal com o era» y qu e
«no necesitaba cam biarm e a m í m ism a» p ara obtener la ap robación d e los
hom bres —o en el m ism o sentid o d e las m u jeres. A p esar d e tod o, yo qu ería
el Baú l d e los Disfraces. Y finalm ente d escu brí qu e el m u nd o reaccionaba.
Ante m í y m is elecciones.
Algu nos viejos am igos qu e su p ieron qu e salía con chicas elevaron su s
cejas y d ijeron, «¡p ero si estabas tan loca p or los chicos en secu nd aria!». Sí, d e
hecho lo estaba. Y ya no lo estoy. El d eseo no es u na cosa, no es
necesariam ente m ás estable qu e ningú n otro asp ecto d e la id entid ad . A m enos
qu e consid eréis m i d ebilid ad p or las chicas butch. Chicas qu e p arecen chicos.
Chicas qu e se visten com o chicos. Chicas qu e se vu elven chicos. Algu nas
p ersonas qu e han notad o esto en m í m e han p rop orcionad o las m ás
extraord inarias y d ivertid as teorías sobre p or qu é m e ocu rre esto. Ya sabéis, el
tip o d e exp licaciones freu d iano-p op eras qu e básicam ente afirm an qu e en
«realid ad » soy heterosexu al y qu e, o bien 1) he tenid o algu na exp eriencia
horrible con un hombre, o sólo he encontrad o a los hombres «equivocad os» lo
que significa que algún d ía encontraré al «Sr. Perfecto» y tod o volverá a ser
normal, o bien 2) que soy «d emasiad o fea» para conseguir un novio, o que no
me pued o «comportar como una mujer d ebería hacerlo» para conseguir un
novio. Dad o que habitualmente me entran hombres (que en ocasiones insisten
en que pued en «salvarme»), encuentro esto último particularmente gracioso.
El freu d ianism o vu lgar y su s teorías sobre la hom osexu alid ad encajan
hábilm ente con las id eas heteronorm ativas sobre el género, está claro. Ya
sabéis, la id ea d e qu e los queers d e algu na form a han sid o erróneam ente
«p rogram ad os» en la fase d e «gu au , el m u nd o p arece estar d ivid id o en p enes
y vaginas y yo qu iero lo qu e no tengo» en la tem p rana infancia. Me d a la
im p resión qu e la «sagrad a niñez» llega a exp licar d em asiad o en nu estro
m u nd o. Se vu elve d em asiad o p rogram ática. N ingu no d e estos m od elos
exp lica p or qu é m e solían gu star los chicos y ahora ya no m e gu stan, p ero
d icen m u chísim o sobre la heterosexu alid ad . N u nca he su frid o m alas
relaciones o m al sexo —al m enos no en el sentid o qu e im p lica este m od elo.
Con am bos géneros. Pero no soy bisexu al y no m e arrep iento. Sólo ocu rre qu e

157
El eje del mal es heterosexual

m e gu stan las m u jeres butch. Aqu ellas qu e no encajan. Afirm o, re-escribe tu s


historias d e niñez d e cu alqu ier form a qu e te p erm ita com p rend erte a ti
m ism a. Porqu e si no lo haces, ¿cóm o vas a com p rend er cóm o es qu e sin haber
tenid o u na au téntica niñez lesbiana, u na «m ala infancia», o u na llena d e
relaciones trau m áticas con hom bres has p od id o hacerte queer? Com o m i
am ante le d ijo u na vez a su m ad re: «N o elegí esto y sin em bargo si tu viera qu e
elegir m il veces continu aría eligiend o esto. De hecho elegí esto».
«Y ¿qu é ed ad tiene m i qu erid o señor?». El tip o en la p u erta d el bar m ira a
m i am ante. Ella se ríe y d ice su ed ad , añad iend o d e form a d esenfad ad a qu e
es u n a m u jer. Con la cara roja el tip o se d iscu lp a p rofu sam en te.
H abitu alm ente lo hacen. Y a p esar d e tod o ve lo qu e está entrenad o p ara ver.
Lo qu e qu iere ver. Para m u cha gente, la «butch» es el estereotip o d e bollera.
N acid a así —u na chicazo, u na d esviad a. Las chicas butch «no p u ed en evitar
ser qu ienes son». Una femme, m e d a la im p resión, es d oblem ente p erversa. N i
«au téntica» ni con u n d eseo acep table, p u esto qu e d esea a la «verd ad era»
d esviad a. La femme qu e «realm ente qu iere a u n hom bre». Butch y femme no se
p u ed en entend er la u na sin la otra, d ijo algu ien hace d écad as. N o estoy segu ra
d e eso, p ero lo cierto es qu e som os op u estos com p lem entarios, nu estras
id entid ad es están forjad as en relación m u tu a. N ad ie p regu nta, p ero tod o el
m u nd o m ira. Pertu rbam os el ord en tanto d el fem inism o, com o d el m u nd o
bollo y d e la socied ad hetero. Pertu rbam os p orqu e agitam os esos m od elos
freu d ianos. La extraord inaria su p er femme su eca, Petra Östergren, afirm a qu e
la p areja butch-femme ind ica sexo y qu e «u na p u ed e estar segu ra d e qu e la
butch se folla a la femme». Sea o no siem p re así, la cu estión es, butch-femme
exp lícitam ente sexu aliza el m u nd o bollo, lo qu e m olesta a la gente. Reivind ico
u na p olítica sexu al bollera rad ical qu e cu estione el p atriarcad o al tiem p o qu e
la heteronorm ativid ad . En m i antigu o trabajo en la tiend a d e vid eos, m ientras
sonreía y escond ía en u na bolsa neu tra su oscu ro secreto, p ensaba cóm o los
hom bres a los qu e alqu ilaba «lesbianas p ara p rincip iantes p artes 1-3» no
tenían ni id ea d e qu e estaban alqu iland o esa basu ra p rod u cid a-p or-heteros a
u na verd ad era bollera. Com o la m ayoría d e la gente hetero, esos hom bres no
tenían ni id ea d e qu é asp ecto tenem os, cóm o vivim os o lo qu e hacem os.
Gracias a la d iosa.

Las burlas me han hecho fuerte: sobre volver a casa

Un d ía d e invierno m e senté en u na p u erta d e em barqu e en Arland a*


leyend o Fittstim, u na antología d e jóvenes escritoras su ecas fem inistas,
trad u cid o literalm ente «Una escu ela d e coñitos». Estaba esp erand o p ara
tom ar u n vu elo hacia la ciu d ad d e m i niñez, d e cam ino p ara im p artir u n
cu rso d e fem inism o a chicas, p orqu e eso es lo qu e hago ahora en m i vid a
ad u lta. De vez en cu and o echo u n vistazo al creciente trop el d e gente
esp erand o en la salid a. Siem p re m e encu entro con algu ien qu e conozco en
estos vu elos. Para bien o p ara m al, d ebería añad ir. «H ola Ulrika» escu cho d e

* Arland a es el nom bre d el aerop u erto d e Estocolm o [N. de la T.].

158
El baúl de los disfraces

rep ente y escu d riño u n rostro broncead o. Un hom bre bien vestid o con aire
cosm op olita está d e p ie frente a m í. Era u n antigu o am igo d el institu to.
H abían d esap arecid o las gru esas gafas d e los d ías en los qu e estu vim os ju ntos
en el consejo d e estu d iantes, la ép oca en la qu e era conocid o com o «ese tip o
raro qu e va a clases d e ballet». Su esp ald a estaba ergu id a, y orgu llosam ente
m e contó sobre su vid a en otra ciu d ad eu rop ea, sobre su novio y su
ap artam ento en el centro d e la ciu d ad . Sobre su s viajes y su trabajo. Este
hom bre estaba d isfru tand o d e la vid a. Com o su ele ocu rrir cu and o te
encu entras con p ersonas d e tu p asad o, com enzam os a cotillear sobre viejos
com p añeros d e ju egos. Sobre qu ién se ha id o y qu ién se ha qu ed ad o, qu ién
se ha casad o y qu ién tiene hijos. «Sí...» d ice p ensativam ente el hom bre
cosm op olita. «Es interesante qu e aqu ellos qu e eran tan d u ros y fu ertes
entonces, no han llegad o m u y lejos. Continú an tod os allí y te p regu ntas si
son tan gallitos ahora». Asintiend o m e reí sofocad am ente. «Ya sabes, se
bu rlaban bastante d e m í en el institu to» continu ó él com o d ánd olo p or
hecho. Perd ona, p u ed es rep etir eso, p ensé p ara m í. «Pero», añad ió, «d ios, eso
siem p re m e ha hecho m ás fu erte».
Su fu erza y su venganza m e hizo feliz. Mi viejo am igo era sin d u d a la
m ayor m arica d e nu estro colegio. «Tod o el m u nd o» sabía qu e era gay. En los
ú ltim os años he sabid o qu e no era el ú nico m arica d e nu estra ciu d ad o inclu so
d e nu estro colegio. Y au nqu e él p robablem ente no d iría qu e yo estaba p or
entonces entre los d escastad os (d ad o qu e tan enconad am ente trataba d e
encajar), o ni en su s m ás atrevid as im aginaciones p ensaría qu e se trop ezaría
conm igo qu ince años m ás tard e en el Orgu llo d e Estocolm o, ahora nos
p ertenecem os m u tu am ente, segú n esp eram os en la p u erta d e em barqu e
habland o d e p olíticas queer en m ed io d e p ad res d e viejos am igos, ex-vecinos
y antigu os p rofesores. Y ahora m e d oy cu enta qu e ser u n tip o com o él, d ebió
ser d u ro en aqu el entonces. «¿Cóm o es la vid a en Fjollträsk?» en ocasiones m e
p regu nta brom eand o u n viejo am igo qu e tod avía vive en m i ciu d ad d e
origen. Fjollträsk significa «u na ciénaga d e m aricas» en nu estro d ialecto
nórd ico y es el nom bre nórd ico p ara Estocolm o. Au nqu e es sobre tod o u na
form a d e resp ond er a los arrogantes u rbanitas d el su r y a la olead a d e éxod o
d esd e el norte ru ral, tam bién d ice algo sobre la norm a m ascu lina en el interior
d el norte d e Suecia. Definitivamente uno no d ebe ser marica. Y d ifícilmente un
chicazo y tampoco una butch, d eberíamos añad ir, aunque la feminid ad rural
norteña pued e ser un poco más «butch» que la d e las ciud ad es d el sur. Una
pued e fácilmente recibir una paliza. Entonces cuand o leo el anuario d el colegio
d e un primo más joven y veo anuncios para la versión local d e la organización
nacional gay, bi, lesbiana y trans, me pregunto si las cosas han cambiad o.
Trop ezarm e con viejos am igos d e la ciu d ad d e m i infancia m e hace
rem em orar las p olíticas d el Baú l d e los Disfraces y p ienso en el género y la
sexu alid ad , en cóm o nos d an form a y nos afectan. Vivim os en u n p atriarcad o.
Una socied ad m od elad a p or u n ord en d e p od er generizad o y heterosexista
d ond e las m u jeres y la fem inid ad están siem p re su bord inad as a los hom bres
y a la m ascu linid ad . Dond e la fem inid ad es sinónim o d e víctim a, d e estar
op rim id a, lim itad a, d e ser vu lnerable. De no ser tom ad a en serio. La conexión
entre género y sexu alid ad no es sólo u na teoría, es u na realid ad . Los hom bres
gays afem inad os y las bollos butch son la d oble am enaza a nu estras
concep ciones d e qu é constitu ye u n hom bre y u na m u jer. Son nu estros m ás
obvios gu erreros d e género. Pero sigo creyend o qu e las femme lu cham os u na

159
El eje del mal es heterosexual

batalla d iferen te. La batalla con tra la su bord in ación d e la fem in id ad d e


las m u jeres y su conexión con la sexu alid ad . Algu ien d ijo qu e las femmes son
«las m ás queer d e las queer». Qu izá sea cierto, no lo sé. Lo qu e sé es qu e
d esap rend er seriam ente tod o lo qu e se nos ha d icho sobre cóm o d ebem os ser
com o m u jeres y cu áles son los valores d e la fem inid ad , es u na tarea d ifícil.
Pero el sentim iento d e extrañam iento, no im p orta com o sea constru id o y
concebid o, te hace d e hecho m ás fu erte, tal y com o d ice m i am igo. Y tom ar
p ersp ectiva d e ese extrañam iento p erm ite ver p or qu é ocu rren las cosas.
Cóm o son cread as las norm as y se m antienen los órd enes. N os p rop orciona
herram ientas p ara cam biar las cosas. Mu chas d e nosotras rechazam os ser
d iscip linad as. Y d isfru tam os m u chísim o m ientras estam os en ello.

“¡California te hizo bollera!”: Sobre empezar de nuevo

«Tod o esto es p orqu e viviste en California» es u n argu m ento qu e he


escu chad o m u cho. En ocasiones, esp ecialm ente p or p arte d e las p ocas
p ersonas qu e en algú n m om ento exp resan algu na fru stración cu and o anu ncio
al m u nd o qu e salgo con m u jeres, se d ice esto con cierto tono d e fru stración y
d evastación ante la «d iferencia» com o algo situ ad o fu era d e Su ecia y,
ciertam ente, d el norte d e Su ecia. Sí, d e hecho vivía en California cu and o salí
d el arm ario y sí, d e hecho creo qu e los lu gares nos m old ean y p u ed en abrir
nu estros ojos a cosas nu evas. Pero sin em bargo no ocu rrió así exactam ente.
Mi viejo am igo d el consejo d e estu d iantes se m u d ó d e nu estra ciu d ad p ara
salir d el arm ario. N o p orqu e se sintiera forzad o a hacerlo, sino p orqu e
anhelaba u n m u nd o queer. N o resu lta sorp rend ente, p u esto qu e cu and o se
p iensa en la cu ltu ra gay no se p iensa exactam ente en el interior d el norte d e
Su ecia. Se p iensa en San Francisco, Barcelona, París o Lond res. O al m enos
en Estocolm o o en Gotebu rgo. Com o p eregrinos en cam ino a la tierra
sagrad a, en estos d ías las p ersonas queer a m enu d o em igran a u na gran
ciu d ad , al m enos p or u n cierto tiem p o. Raram ente se escu cha d e los qu e
salieron d el arm ario d ond e crecieron, inclu so cu and o los ru m ores circu lan
con rap id ez. Mu chos sostienen el m ito d e qu e es im p osible ser gay en u n
am biente ru ral, p orqu e la gente d el cam p o tiene m ás p reju icios y es m ás
d ifícil ser tú m ism o. Afirm o qu e hay p reju icios en tod os los sitios. Afirm o
qu e los queer u rbanos tam bién tienen p reju icios contra la gente d el cam p o.
Qu izás es m ás u na cu estión d e anhelo d e p ertenencia. Un d eseo d e no estar
m ás tiem p o solo, d e no ser la ú nica p ersona con u na orientación sexu al o
id entificación d e género d iferente. Al m enos p ara m u chas p ersonas qu e
conozco ésta es la razón p or la qu e se m u d aron.
Com o p reten ciosas bailarin as d el vien tre, m is am igas y yo n os
im aginábam os lejos d e la abu rrid a vid a d e p equ eña ciu d ad d el norte. Sobre
in term in ables tazas d e té h ablábam os sobre las fabu losas vid as qu e
llevaríam os tan p ronto com o p u d iéram os escap ar d el horrend o lu gar en el
qu e nu estros p ad res nos habían forzad o a vivir. Si creces alejad a d e d ond e
ocu rre cualquier cosa, es bastante p revisible qu e tu su eño d e llegar a ser otra
cosa d e lo qu e se te anim a a ser requ iera ir a algú n otro lu gar. Así qu e com o

160
El baúl de los disfraces

m u chas otras mujeres jóvenes me mudé el día después de mi graduación en el


instituto. Unos pocos meses después salí del armario, casi por casualidad, con
una amiga en un baño mientras estaba de vacaciones en una isla griega.
Recuerdo que me sorprendió que no me asqueara como debería haber ocurrido.
También recuerdo que no tenía nada de especial. Al menos no entonces.
Mi d eseo d e entend er los aspectos más amplios que mod elaron mi urgencia
y la d e muchas otras mujeres jóvenes para salir d e la parte d e Suecia d ond e
crecí finalmente me llevaron d e nuevo allí. He hecho d e mis preguntas sobre la
significación d el lugar, el género y el cambio, mi trabajo, y me siento
privilegiad a d e pod er hacerlo. Y sin embargo, a pesar d e haber buscad o por
tod os los lad os, tod avía no he encontrad o a ninguna otra bollera d e mi
generación y mi ciud ad . Ni entonces ni ahora. Quince años d espués escud riño
mis anuarios d el instituto, pensand o que estad ísticamente d ebería haber tod o
un puñad o d e bollos y no pued o ver ninguna. Entonces miro mi propia
fotografía y me d oy cuenta que esas fotografías d ifícilmente me pod rían
proporcionar las pistas que estoy buscand o. Tengo el aspecto d e cualquier otra
chica. Era como cualquier otra chica. ¿Quién pued e d ecir si era la única?
Estoy bastante segu ra d e qu e si no m e hu biera m u d ad o m i vid a hu biera
sido muy diferente. Yo habría sido muy diferente. Quizás me hubiera rendido.
Qu izás hu biera encontrad o algo d istinto. Al final, ¿realm ente im p orta tanto?

Femme- inidad, femme- inismo: sobre la naturaleza política del travestismo femme

H ace u n os p ocos añ os ayu d é a m is p ad res a m u d arse d e la casa en la


qu e crecí. En m ed io d el fren esí d e em p aqu etarlo tod o, en con tré el Baú l
d e los Disfraces. Au nqu e, he d esenterrad o u nos cu antos fabu losos trajes d e
los setenta p ara fiestas d e d isfraces, d esd e m is tiem p os d e hacer coros a
ABBA, hacía años qu e no lo veía. De rep ente record é d e nu evo los ju egos, d e
u na form a nu eva. Me encontré transp ortad a en el tiem p o a la d elirante alegría
d e tod o aqu ello. Allí d e p ie, sintiend o los viejos vestid os d esgastad os, m e d i
cu enta d e qu e ahora tenía m i p rop io Baú l d e los Disfraces. Está lleno d e
m ed ias d e rejilla, vestid os, som breros y boas, brillantina, m aqu illaje, lim as d e
u ñas y p elu cas. Qu izás he com p letad o u n círcu lo. Bollera, fem inista, femme.
Estos ya no son concep tos contrad ictorios. Ya no resu ltan lim itad ores. Son lo
qu e yo hago d e ellos. H oy en d ía concibo m i fem inid ad com o u na form a d e
travestism o, com o u na id entid ad queer y m e resu lta m ás fácil constru ir
sororid ad con drag queens y tran s d e H -a-M qu e con las m u jeres
heterosexu ales. Aqu ellas qu e com o yo saben cóm o celebrar y al tiem p o
p arod iar la fem inid ad . N o la vem os com o u na tram p a, sino com o algo
d ivertid o, algo excitante y qu izás tam bién com o algo necesario. En m i op inión
el travestism o femme es u n d isfraz exp lícitam ente fem enino. Uno qu e no
p u ed es consegu ir en el d ep artam ento d e señoras d e u nos grand es alm acenes.
Es u n p royecto artístico. Algu nas p ersonas lo p u ed en encontrar algo
extravagante, algo d efinitivam ente no fem inista, o inclu so p olíticam ente
incorrecto. Y resp eto esos argu m entos. Constru yo alianzas con herm anas qu e
saben qu é significa vend er tu cu erp o p orqu e es el m ayor recu rso qu e tienes y

161
El eje del mal es heterosexual

constru yo alianzas con aqu ellas qu e rechazan hacerlo. Tod o es u na cu estión


d e estrategia. Cu and o estoy en la barricad a no qu iero qu em ar m i su jetad or.
Pero tam p oco qu iero olvid ar a aqu ellas qu e lo hicieron y qu e sienten qu e
tenían qu e hacerlo.
Cu and o m e p ongo m i wonderbra no es p ara satisfacer a ningú n hom bre, no
es p orqu e no m e p u ed o resistir a la p rop agand a d e las revistas d e las m u jeres
hetero sobre cóm o d ebe ser u na m u jer. N o es u na cu estión d e cu ánto d inero
gastas en ser femme. Es sobre cu ál es el significad o d e la fem inid ad . Se trata d e
transform ar algo negativo en algo p ositivo. De cam biar el significad o d e u n
térm ino. Lavar la m arca d e víctim a, aliviarla con u n tónico facial y p intar
sobre ella u n nu evo p ersonaje esp ectacu lar. Com binar el wonderbra con u n p ar
d e botas p atea-cu los d e form a qu e p u ed as correr si tienes qu e hacerlo y
cam inar si el coche se te jod e. Usar estrategias fem eninas p ara realizar
m ilagros y extend er la alegría y el glam ou r en el gris d e cad a d ía. Ser u na
femme fatal qu e d ice no gracias cu and o los hom bres le ofrecen u na cop a p ero
qu e se sonroja cu and o u na butch le ofrece u n asiento.
Llevar u na fald a no significa qu e en tu fu ero interno eres hetero. N i
siqu iera tiene p or qu é significar qu e seas u na m u jer. La fald a no le p ertenece
a nad ie. Desear a m u jeres qu e nu nca llevan fald as no significa qu e se qu iera a
u n hom bre. El d eseo es relacional. Tener u na larga historia d e intentar ser u na
chica y estar con chicos no significa qu e tengas qu e cu estionarte tu
au tenticid ad com o bollera. El género y la sexu alid ad son siem p re categorías
cam biantes. Pero los cu erp os en el esp acio im p ortan. Vivir en u n p atriarcad o
significa qu e la su bord inación d e la fem inid ad raram ente resu lta cu estionad a
d e u na form a sostenid a. Es u n hecho. Y afecta a las m u jeres. A las bolleras.
Tod as d ebem os p ensar sobre lo qu e significa la fem inid ad y lo qu e significa la
su bord inación. Para qu iénes, d ónd e, cu ánd o y cóm o. N o qu iero qu e los
biólogos tengan el m onop olio sobre el significad o d e la fem inid ad , o qu e las
fem inistas rad icales tengan la ú ltim a p alabra sobre la falta absolu ta d e p od er
qu e su p one tod a su bord inación, tam p oco qu iero qu e ningu no d e ellos sean
los ú nicos en gu ard ar estas cosas en beneficio d e su p rop ia agend a.
La p olítica femme es u na crítica exp lícita a los id eales d e fem inid ad
bu rgu eses d e clase m ed ia. Para u na chica p roced ente d e la clase m ed ia, com o
yo m ism a, d em an d ar u n a p osición femme, e in vocar u n a fem in id ad
d escastad a qu e tiene m ás en com ú n con trabajad oras sexu ales, p rostitu tas y
m u jeres d e clase trabajad ora qu e con las «m u jeres p rop ias/ap rop iad as» d e m i
com u nid ad d e nacim iento, es u n m anifiesto p olítico. Me u no a las m u jeres d e
color y fem inistas d e clase trabajad ora y con m is herm anas femme d e tod os los
sitios. Tod as som os críticas con los p ersistentes valores d e clase m ed ia d el
fem inism o occid ental y su error d e tom ar las p reocu p aciones d e las m u jeres
d e clase m ed ia com o la exp eriencia u niversal d e las m u jeres. Este fem inism o
rebaja, ignora y cu estiona la exp eriencia d e otras m u jeres. Es hora d e cam biar
esta situ ación.
Qu iero lu char p or u na nu eva revolu ción bollera femme-inista. Qu iero
cam biar el m u nd o y los géneros qu e lo habitan. ¡Únete!

162
Accesorios y complementos

12. Accesorios y complementos


Javier Pérez Iglesias
(edición y presentación de las entrevistas)

Los fragm entos d e entrevistas qu e p resentam os a continu ación p roced en d e


u n p royecto d e investigación sobre las p rácticas fem inistas, lesbianas y queer
en el arte y la p olítica d esd e la d écad a d e los sesenta hasta nu estros d ías. La
investigación fu e llevad a a cabo p or Fefa Vila, Carm en N avarrete y María
Ru id o d entro d e u n p royecto m ás am p lio, d enom inad o DESACUERDOS,1
qu e intenta analizar las m anifestaciones artísticas y teóricas —y las p rácticas
p olíticas qu e les influ yeron— qu e han qu ed ad o relegad as en la historia
reciente d el Estad o esp añol. Es u n intento d e rescatar lo qu e ha sid o borrad o
en la historia oficial d esd e la Transición hasta el final d el siglo XX.
Los m ateriales recop ilad os p or Vila, N avarrete y Ru id o, qu e inclu yen
varios gru p os d e d iscu sión y entrevistas p ersonales, son m u y am p lios y
p erm itirán fu tu ros acercam ien tos a las rep resen tacion es y p rácticas
fem inistas, lesbianas y queer d e las tres ú ltim as d écad as d el siglo p asad o.
Por nu estra p arte, hem os elegid o u nos fragm entos d el gru p o d e d iscu sión
d e los años setenta p orqu e reflejan algu nos d e los p roblem as qu e interesan a
la p ráctica y al p ensam iento queer en la actu alid ad . Tem as com o el
lesbianism o, o la visión qu e tienen algu nas corrientes fem inistas sobre la
p ornografía y la p rostitu ción, ilu stran cóm o esas m irad as «p roblem atizad as»
sobre la sexu alid ad tienen u na trad ición qu e sigu e p esand o. En otros casos,
algu nas d e las d eclaraciones escogid as nos p arecen interesantes d esd e el
p u nto d e vista d e la p ráctica p olítica y p or coincid ir con nu estro intento d e
incid ir en la realid ad social.

1 Este p royecto se vio tru ncad o p or m otivos ajenos a las investigad oras. Para m ás
inform ación véase el artícu lo d e N avarrete, C., Ru id o, M. y Vila, F., «Trastornos p or d evenir:
entre artes y p olíticas fem inistas y queer en el Estad o esp añol». En: Desacuerdos, nu m . 2,
Barcelona, Macba (etc.), 2005. DESACUERDOS ha estad o p atrocinad o p or tres institu ciones:
Arte y Pensam iento UN IA (Sevilla), Arteleku (Donostia) y Macba (Barcelona).

163
El eje del mal es heterosexual

En cu anto a los testim onios qu e se refieren a las m ilitancias y gru p os d e los


años noventa, creem os qu e inclu yen inform ación qu e com p lem enta algu nas
d e las contribu ciones qu e ap arecen en este libro. Por otra p arte, ilu stran m u y
bien cóm o se crean esp acios p olíticos d e d isid encia, cóm o ap arecen otras
form as d e rep resentación y se articu lan acciones qu e p od em os reconocer
com o queer.

164
Accesorios y complementos

GRUPODE DISCUSIÓN: Años Setenta


(Madrid, junio 2004)

Intervienen: Paloma González (ex militante de la ORT), Empar Pineda (ex


militante del MC), Justa Montero (ex militante de la LCR), Cristina
Garaizábal (ex militante del MC), Begoña San José (ex militante del PCE),
Raquel Osborne (socióloga y profesora de la UNED) y Luisa Posada (filósofa
y profesora de la Universidad Complutense de Madrid).
Modera: Fefa Vila.

Fragmentos tendenciosamente escogidos


Lesbianas = a silencio, o los vericuetos de la lesbofobia. Negociaciones y claudicaciones

Empar Pineda. A m í lo d e Palom a m e ha rem ovid o cosas d e entonces. Cu and o


se crea el Colectivo d e Fem inistas Lesbianas d e Mad rid , en enero d e 1981,
solicitam os p erm iso a los gru p os qu e ocu p aban esta casa. La actitu d ,
p articu larm ente d el Colectivo Fem inista, es d ecir, d e las rad icales, era qu e no
nos d ejaban ocu p ar Barqu illo. ¿Por qu é? Porqu e éram os u n gru p o esp ecífico
d e lesbianas. Para nu estra d esgracia, tu vim os qu e p ed ir p erm iso a la
Su bd irección General, qu e tod avía era d e la Cond ición Fem enina y fu e Mabel
Pérez Serrano la qu e escribió u na carta a tod os los gru p os d e Barqu illo p ara
d ecir qu e nos ad m itieran a nosotras.
Paloma González. H ay m atices.
Empar Pineda. Esp era, d éjam e term inar. Ese m aravilloso sem inario d el qu e
tú hablas sobre p atriarcad o vino p recisam ente a raíz d el d ebate qu e tu vim os
en esta sala con Carm en Vigil, Carm en Sarasú a, Marisa Vicente, en fin, el
Colectivo Fem inista, el colectivo rad ical, d igam os segu id or d e Christine
Delp h y, p orqu e n o h abía m an era d e con ven cerles d e qu e ten íam os
legitim id ad p ara organizar u n gru p o fem inista en tanto qu e lesbianas.
Paloma González. N o recu erd o yo eso...
Empar Pineda. ¡Qu e está tod o aqu í! H u bo u nos d ebates bru tales p orqu e no
reconocían legitim id ad a la orientación sexu al p ara basar en ello u na
organización. ¿Por qu é? Y entonces ahí salió tod o su d iscu rso id eológico d e
qu e los gru p os fem inistas tienen qu e ser, a ser p osible, m onolíticos, es d ecir,
con u na id eología m onolítica qu e u nifiqu e a tod as y ad em ás tienen qu e lu char
p or cin cu en ta m il h istorias. N o h abía ju stificación p ara u n gru p o
esp ecíficam ente d e lesbianas. Y a raíz d e esa gran d iscu sión, com o en el
d ebate u tilizam os tod as nosotras el térm ino p atriarcal, hu bo gente qu e d ijo:
«Oye, ¿y eso d e p atriarcad o qu é es?».

165
El eje del mal es heterosexual

Paloma González. Estand o d e acu erd o, yo qu erría d ecir u na cosa, p orqu e


tam bién m e p arecería inju sto. Es d ecir, entonces estábam os nosotras, cinco
asociaciones. Manteníam os relaciones con la Ad m inistración, con Mabel
Pérez Serrano com o rep resentante d e la Su bd irección d e la Cond ición
Fem en in a. Por m an ten er esos con tactos fu im os atacad as, in ju riad as,
m achacad as, hasta el p u nto d e qu e se celebran u nas jornad as sobre cu ltu ra,
qu e organiza la Su bd irección y nu estras com p añeras d e aqu í p oniénd onos
verd es, con u nos p ap eles, a las m u jeres qu e negociábam os. Lo qu e resaltaron
es qu e esa negociación p erm itió, entre otras cosas, qu e p u d iéram os tener
locales. Otra p arte d el m ovim ien to n o qu ería n egociar, rech azaba
frontalm ente la negociación. Pero la gente qu e estábam os negociand o, a p esar
d e los ataqu es viru lentos qu e su frim os p or esa negociación, siem p re abrim os
la p u erta a tod o el m u nd o. Es verd ad qu e había u nas p osiciones m u y
rad icalizad as, m u y absolu tas y ad em ás se hablaba d el lesbianism o p olítico,
qu e era u na cosa qu e hasta qu e entend im os qu é era aqu ello... Yo no sabía
tam p oco m u y bien qu é era.
Justa Montero. Yo creo que en ese momento había gente que se sentía agraviada
por unas cosas o por otras. Trazaría una línea de debate y de confrontación en el
buen sentido de la palabra. Estábamos en un momento de la Transición y
muchas mujeres, no sé si todas, pero muchas mujeres pensábamos que era el
momento para cambiar radicalmente la sociedad, estábamos convencidas de
que podíamos hacerlo y que teníamos fuerza y que no era solamente pedir tal
ley o tal otra sino que podíamos cambiar las estructuras de la sociedad, que
podíamos discutir sobre cómo establecer relaciones distintas entre la gente, entre
nosotras y los hombres. Todo estaba puesto sobre la mesa. Queríamos cambiarlo
todo. Queríamos cambiar la sociedad y ahí llega la política de la Transición, la
política de pactos y consensos, que la vivimos también dentro del feminismo
aunque de forma distinta, y hay todo un sector de mujeres, en el que me incluyo,
que veíamos que el resultado de esa política de consenso iba dejando en
segundo lugar las cuestiones relativas a las mujeres. Por dos cosas: una, porque
los propios políticos de los partidos que pactaban no lo veían tan importante. O
sea, pensaban que lo importante era conseguir otras cosas. Y luego porque,
efectivamente, enfrente tenían una oposición férrea a cualquier tipo de cambio
relacionado con la posición de las mujeres. Por lo tanto, el resultado de todo eso
era que nosotras veíamos que en la política de pactos muchas de nuestras
aspiraciones iban quedando relegadas. Y ahí se entiende la polémica sobre la
p articip ación qu e d ecía Palom a, las reticencias d e qu é p asaba con la
Subdirección de la Condición Femenina y por qué había que pactar o no y eso
qué significaba para las mujeres, integrarnos o no, perder fuerza... Ese era un
poco el debate. Y eso también se refleja en el debate de la Constitución, que es
por lo que muchas organizaciones se plantean una posición activa de rechazo a
la Constitución (...) Por un lado estaba eso y por otro lado lo que era el debate
que todo el mundo necesitaba para fundamentar lo que era nuestra actividad,
eso más teórico dentro del feminismo. Había una necesidad de legitimar la lucha
feminista y el movimiento feminista porque, efectivamente, dentro de la
izquierda había resistencias con diferencias entre partidos, entre sindicatos...
Aquello era una necesidad colectiva. Y luego, ya dentro de esa necesidad,
estaban los debates sobre el tipo distinto de orientación. Esto tuvo mucho peso
en el inicio, marcando los términos del debate en relación con el peso numérico
que tenía cada grupo dentro del propio movimiento.

166
Accesorios y complementos

Fefa Vila. H abláis d e la influ encia d e Christine Delp hy p ero en Francia


Moniqu e Wittig se sep ara. Yo qu ería saber si p or ejem p lo ella, y su trad ición
d e lesbianism o, tiene u na influ encia en el m ovim iento aqu í o si es u n d ebate
qu e se introd u ce o no.
Empar Pineda. Tienes qu e p ensar, Fefa, qu e p ara em p ezar, d esp u és d e las
Jornad as d e Granad a en 1979 se celebran las jornad as p or el d erecho al aborto
y a lo largo d e esas jornad as se com p ru eba qu e la reflexión sobre la
sexu alid ad es m u y, m u y, m u y escasa. Estam os habland o d el año 1981. De tal
m anera, qu e la coord inad ora d ecid e organizar otras jornad as d e ám bito
estatal exclu sivam ente sobre sexu alid ad , qu e se celebran en el año 1983. El
colectivo d e fem inistas lesbianas p resenta esas jornad as d el 83, exclu sivas
sobre sexu alid ad . Por p rim era vez se em p ieza a hablar d e fantasías. Fu e en
esas jornad as, p recisam ente d e la m ano d e Tina Sanz. El Colectivo lo qu e hace
es p resentar u na p onencia qu e consiste en revisar escritos, hojas, revistas,
boletines, d e la m ayor p arte d el m ovim iento fem inista p ara analizar cu áles
son las p osicion es en m ateria d e sexu alid ad y p articu larm en te d e
lesbianism o. A p artir d e ese m om ento, el Colectivo d ecid e centrar su tarea en
llevar a cabo d ebates internos en el conju nto d e la coord inad ora fem inista y
d ed icar la revista d el colectivo a trad u cir artícu los d e fu era qu e p u d ieran
alim entar ese d ebate en m ateria d e lesbianism o p ara el conju nto d el
m ovim iento. En ese sentid o, hay u n p ronu nciam iento, d esd e el p rincip io, en
contra d el lesbianism o com o op ción p olítica, en contra d el sep aratism o
lesbiano, y a favor d e am p liar la visión d e la sexu alid ad p ara tod o el m u nd o
d e m anera qu e el lesbianism o ap arezca com o u na op ción sexu al m ás,
p osible p ara tod as las m u jeres; d e m anera qu e el m ovim iento fem inista no
sólo se lim ita a d efend er los d erechos d e las lesbianas sino el lesbianism o
com o u na op ción p osible.
Paloma González. Lo d e las francesas tu vo m u cho qu e ver en el gru p o
rad ical, y no se p lasm aba en la coord inación d e la p lataform a en asp ectos
p olíticos p orqu e en la p ráctica p olítica el colectivo rad ical hacía agu as en
m u chas cosas. Ellas estaban m u cho m ás centrad as en la p arte teórica. Y eso
les afectó bastante, tal y com o lu ego se veía en las d iscu siones. Com o esa
p olém ica y esa sep aración y d em ás. Yo lo qu e creo es qu e cu and o antes d ecíais
qu e el tem a d e la sexu alid ad se abord ó m u cho con el tem a d e los
anticoncep tivos, es verd ad . Fu im os d escu briend o u na serie d e cosas y se
habló m u chísim o y se p rofu nd izó. Lu ego viene el tem a d el lesbianism o y
se d a u n nu evo im p acto ahí, u n p roceso en el qu e estábam os ap rend iend o
tod o, qu e fu e cu and o llegam os a d ecir qu e las su fragistas eran u nas
bu rgu esas, qu e las d ejábam os y d ecíam os qu e n o valían . Y cu an d o
em p ezam os a hacer u na serie d e rectificaciones ju nto con el ap rend izaje
p orque todo era un aprendizaje. Sin embargo, si avanzamos en el tema sexual,
en el lesbianismo fuimos más lentas en un aspecto importante; y es que cuando
se habla de los anticonceptivos y manifestamos no a los anticonceptivos nos
manifestamos desde el análisis de no a la penetración, no a la sexualidad
im p erante. Y a m í eso m e p arece m u y im p ortante d entro d el d ebate y ahí
estábam os tod as d e acu erd o e íbam os d and o com o p asitos. Eso era m u y
im p ortante. H acíam os u nos análisis d e cu estionam iento d e la sexu alid ad qu e
eran m u y interesantes y no los hem os vu elto a hacer.

167
El eje del mal es heterosexual

Debates que persisten: lesbianismo, prostitución, pornografía

Fefa Vila. Yo qu ería, ya qu e está Raqu el aqu í, p oner sobre la m esa la cu estión
d e los d ebates qu e hu bo en Estad os Unid os y qu e tú reflejabas en el libro qu e
tienes p u blicad o, La construcción sexual de la realidad, y en esp ecial, las
d iscu siones sobre p ornografía, ¿cóm o influ ye, cóm o se gesta aqu í ese d ebate?
Raquel Osborne. Yo estoy ap roxim ánd om e al m ovim iento fem inista d esd e
los setenta p ero jam ás com o m ilitante d e ningú n tip o. Yo ya había escrito algo
sobre p rostitu ción y sexu alid ad p ero es al irm e a Estad os Unid os, a p rincip ios
d e los ochenta, cu and o m e m eto en el d ebate sobre sexu alid ad y p ornografía
qu e se estaba p rod u ciend o allí. Em p iezo a p u blicar aqu í en el año 1983 y se
p rod u ce u na conexión entre algu ien qu e trabaja en el m u nd o acad ém ico,
siend o fem inista, y el m ovim iento fem inista d e aqu í. De ahí m i conexión m ás
activam ente con el m ovim iento. H ay tres tem as qu e d esarrollo en los años
ochenta y qu e se están d ebatiend o o están p resentes en el m ovim iento
fem inista: p rostitu ción, lesbianism o y p ornografía. Por lo tanto, tod os tienen
qu e ver con la sexu alid ad . Sobre p rostitu ción em p iezo a p u blicar en el año
1983. Existía u na p olém ica con el Institu to d e la Mu jer, en aqu el m om ento
controlad o p or el PSOE, qu e d efend ía p ostu ras qu e lu ego hem os conocid o
com o abolicionism o o p ostu ras, inclu so d entro d el p rop io PSOE, qu e eran u n
p oco m ás d e tip o reglam entarista. Ese d ebate ya existía en aqu el m om ento y
son cosas qu e inclu so llegan hasta hoy d ía, p orqu e tam p oco el PSOE es
m onolítico en ese sentid o y hay d istintas p osiciones, m al p resentad as
p osiblem ente. O m al trabajad as, p oco trabajad as. Es u na p olém ica qu e p or lo
m enos en Mad rid se está d esarrolland o.
Lu ego el lesbianism o viene a abrir el d ebate sexu alid ad /p ornografía. Es u n
tod o frente a la p osición d el m ovim iento en torno a la sexu alid ad y el
norm ativism o, d igam os. El m ovim iento d e allá y d e aqu í. Y la cu estión d e la
p rostitu ción evid entem ente va tam bién p or ahí, así lo toco en m i trabajo. Estas
cu estiones calan p or el interés d el colectivo d e lesbianas, aqu í en Mad rid , p or
abrir el d ebate a d istintas p osibilid ad es d e entend er la sexu alid ad d entro d el
lesbianism o, tratand o tem as p articu larm ente p olém icos com o la fu nción d e
los roles en el seno d e las vivencias d el lesbianism o o el tem a d el
sad om asoqu ism o. En ese sentid o, el trabajo d e allí, las p olém icas d e allí tienen
aqu í su reflejo. El tercero es el d ebate sobre la p ornografía...
Cristina Garaizábal. Que tiene también conexión con la polémica sobre la causa
d e las agresiones y la sexualid ad como causa o no d e la opresión y la
pornografía... en fin, tod os estos d ebates cristalizan d e forma muy fuerte en las
Jornad as Contra la Violencia Machista d el año 1988 en Santiago d e Compostela.
Raquel Osborne. Yo estaba term inand o la tesis y conecto con ese tip o d e
cosas qu e se estaban haciend o aqu í. Me encu entro con u nos d ebates d e lo m ás
cru d os. En relación con eso, tú hablas d el libro La construcción sexual de la
realidad, p ero el qu e creo qu e tu vo realm ente calad o en el m ovim iento fu e el
d e Las mujeres en la encrucijada de la sexualidad d el año 1989. Fu e u n libro qu e
d io en la d iana en ese m om ento y ahí se trataban estos tem as. (...) Era u n
m ovim iento qu e estaba y u na se top ó con él.

168
Accesorios y complementos

Cristina Garaizábal. Yo creo que el debate de la sexualidad ha dividido al


movimiento y, en determinados temas, en posiciones bastante enfrentadas como
para encontrar, ni tan siquiera, instrumentos de unidad práctica. Hasta hace
poco yo era de las que pensaba que si dejábamos nuestros programas máximos
de lado podíamos llegar a acuerdos con cosas como la violencia contra las
p rostitu tas, siem p re y cu and o nos m etiéram os contra la violencia concreta y
no insistiend o en qu e la p rostitu ción en sí es violencia. Y bu eno, d esp u és d e
u nos cu antos años d e intentarlo he llegad o a la conclu sión d e qu e la Red
Fem inista contra la Violencia, p or ejem p lo, nu nca recoge ningu na agresión a
p rostitu tas, ningu na m u erte. La cosa m ás grave, d esd e m i p u nto d e vista, fu e
el asesinato d e Ed ith en agosto d el año p asad o. Para u n acto d e hom enaje
d ed icad o a ella se convocó a tod o el m u nd o y hu bo u na im p osibilid ad total
d e llegar a u n m ínim o acu erd o cu and o lo ú nico qu e se reivind icaba era: «N o
a la violencia». Es u n d ebate qu e no se ha p od id o nu nca llevar a térm ino
p orqu e se p arte d e u nas p osiciones m u y encontrad as y las cargas em ocionales
son fortísim as y esto ha llevad o a u na total d ificu ltad , inclu so p ara las
acciones m ás m ínim as en relación con los d erechos hu m anos. Yo creo qu e
p ara u na corriente d el fem inism o las p rostitu tas son «las otras m u jeres», u nas
m u jeres d iferentes y eso sí tiene qu e ver con p osiciones id eológicas qu e
p erd u ran hoy p ero qu e arrancan d e fechas m u y tem p ranas...
Justa Montero. Una cosa general sobre los d ebates. Yo creo que esa tend encia
d e polarizar absolutamente tod o es lamentable no sólo por las formas a las que
se llega sino porque empobrece. Al final se polariza tanto que no hay
posibilid ad d e enriquecer los d iscursos d esd e aproximaciones d iferentes. Yo
creo que eso genera también malestar. Te coloca en una posición que te impid e
d iscutir y profund izar porque siempre está la otra posición que está enfrentad a.
Al final genera insatisfacción porque se empobrece el d ebate, porque la
participación es menos factible y porque se restringe más el terreno d e la propia
d iscusión. Con cualquier id ea que se ha plantead o siempre al final ha resultad o
un d ebate muy polarizad o cuand o a veces no tend ría que ser así.
Cristina Garaizábal. Yo creo qu e ahí tenem os u na d ificu ltad enorm e. Estaba
record and o otra vez las jornad as catalanas (...) no sé la fecha p ero a lo qu e voy
es qu e en esas jornad as, qu e se p rod u cen d esp u és d e u n m om ento bastante
árid o y d e bastante d isp ersión, y qu e es com o u n reencu entro d e tod as las
corrientes, d e intentar crear... Recu erd o qu e en las jornad as estábam os
consigu iend o u n clim a estu p end o. Pero había com o u n cierto tem or a abord ar
tem as p olém icos p orqu e tenem os u na d ificu ltad d e llevar a cabo los d ebates,
p arece qu e nos va la vid a en ellos...
Paloma González. Yo estoy d e acu erd o con lo qu e d ecía Ju sta: la p olarización
qu e hem os m antenid o y segu im os m anteniend o. Lo qu e veo es qu e,
p osiblem ente, ha habid o u n tiem p o en el qu e bu scábam os acu erd os y lo
d em ás lo d ejábam os d e lad o. Vam os a bu scar la u nión d entro d e las p olíticas
p osibilistas d e la igu ald ad y d e tod o esto... y nos ha cond u cid o a ced er en el
d ebate p rofu nd o a costa d e d ecir: «N os u nim os p or lo qu e estam os d e
acu erd o y no nos m etem os en m ás p roblem as». Y yo, p ersonalm ente, noto
qu e hay falta d e d ebate. Es m ás, yo en estos m om entos con el tem a d e la
p rostitu ción, qu e m e p reocu p a, no he consegu id o p oner a am bas p artes d e
acu erd o y hacer u n d ebate. Cu and o vas a u n lad o, no, qu e yo no m e ju nto con
las otras, qu e son no sé qu é. Y cu and o vas a otro d icen no, p orqu e estas vienen
con u na no sé qu é y entonces no. Y bu eno, ¿d ónd e está el d ebate?

169
El eje del mal es heterosexual

Cristina Garaizábal. Creo qu e hay u n p roblem a qu e tiene qu e ver con el nivel


d e id eologización y d e p atente fem inista; es d ifícil llevar d ebates y d arnos
au torid ad m u tu a cu and o negam os qu e lo qu e se d ice es fem inista y, m u chas
veces, en el m ovim iento, el d ebate se sitú a en esos térm inos: es o no es
fem inista. Creo qu e tiene qu e ver con hacer id entid ad sobre la id eología y, a
la vez, p oca p olítica, p oca conexión con la realid ad qu e nos p od ría llevar a
d ecir: céntrate en esto, qu e esto es lo im p ortante.

Luchas y representaciones: “Las besadas”

Empar Pineda. Lo m ás herm oso fu e la besad a en la Pu erta d el Sol [el 23 d e


Enero d e 1987]. La p olicía había d etenid o y m altratad o a d os m u jeres qu e se
habían besad o, tam p oco ostentosam ente, d elante d e la Dirección General d e
Segu rid ad y las trincaron. Las m altrataron tanto qu e al d ía sigu iente, cu and o
las llevaron al ju ez a Plaza d e Castilla, ellas ya lo p ensaban hacer, p ero el
p rop io ju ez les d ijo qu e p or qu é no p onían u na d enu ncia p or m altrato. Y
entonces vinieron al Colectivo, nos lo contaron y entonces d ijim os: «¿Ah sí?,
p u es ahora nos vam os a besar tod as en la Pu erta d el Sol». Avisam os al
conju nto d el m ovim iento y la verd ad es qu e la resp u esta fu e m u y solid aria y
fu e p recioso. Pu erta d el Sol, u n viernes a las 8 d e la tard e. Abarrotad o d e
gente d e lo m ás d iverso. Y p ensam os: «Oye, cu alqu iera qu e nos vea
m orreánd onos ¿qu é va a p ensar? Tend rem os qu e exp licar algo, hacer algo».
Entonces hicim os u na hojita exp licand o el asu nto y llevam os u na p ancarta
qu e era com o tod as d e gracia y con las letras en lila. Fu e m u y bu eno p orqu e
u na p eriod ista, creo qu e era d e Cam bio 16, estaba haciend o u na encu esta d e
calle a ver qu é p ensaba la gente d e la besad a. Bu eno, fu e la m ayor
concentración d e m ed ios hasta entonces, estaba hasta la televisión soviética.
Así qu e hicim os u na cam p aña d e p rensa tela. Era ap etitoso: tías m orreánd ose,
besánd ose en la boca... Y esa p eriod ista d e Cam bio 16 iba p regu ntand o a la
gente: «¿Usted qu é p iensa d e esto?» Y vino y m e d ijo, m ira, no p u ed o
resistirm e a contártelo, venía u n m atrim onio qu e bajaba p or Preciad os y han
v isto ju sto así el m ogollón y les h e p regu n tad o: «Y u sted es qu é p ien san
d e esto?» «¿N osotros? ¿Sobre las fem inistas y el aborto? Com p letam ente d e
acu erd o con ellas».

170
Accesorios y complementos

ENTREVISTA: Colectivos años noventa


(Madrid, junio 2004)

Entrevistada: Fefa Vila Núñez-LSD


Entrevistadora: Gracia Trujillo Barbadillo

Lesbianas Sin Duda y la resistencia Non Grata

Fefa Vila. LSD ap arece com o gru p o en febrero d e 1993, en el contexto d e u n


barrio d e Mad rid , Lavap iés, bastante p olitizad o, e inicialm ente con algu nas
com p onentes qu e habían form ad o p arte d e otros gru p os d u rante los años
och en ta: d e fem in istas, d e lesbian as o d e gru p os d e la izqu ierd a
extrap arlam entaria. Su rge a la vez qu e La Rad ical Gai y a través d e u na red
d e am igas qu e vivíam os y qu e com p artíam os intereses y vivencias com u nes
y qu e en ese m om ento nos lanzam os d e u na m anera m u y p oco p rogram ática
al activism o. Desd e lu ego qu e no teníam os inicialm ente ni id ea d e qu e
qu eríam os hacer fotografías, d e qu e íbam os a hacer fanzines, d e cóm o nos
íbam os a p royectar, no había nad a p reconcebid o, lo qu e sí teníam os claro es
qu e la rep resentación y los d iscu rsos qu e circu laban a nu estro alred ed or a
través d e los gru p os y d e las p osiciones p olíticas m ás trad icionales nos
p rovocaban cierto sarp u llid o vital. N u estra estrategia no era cargarse la
p olítica trad icional o esos gru p os, no se trataba d e eso, au nqu e inicialm ente
se nos vio así, sino incid ir con nu estro trabajo en u n esp acio am p lio, sobre
tod o en nu estras p rop ias vid as, y ver qu é p asaba. Era u na necesid ad p olítica,
necesitábam os qu e p asasen cosas, otras cosas, p ara p od er segu ir viviend o
aqu í, p ara p od er rep resentarnos, p ara p od er escribir o p ara crear red es d e
afecto m u cho m ás am p lias. Contestábam os a los gru p os, p ero nu estra id ea era
sobre tod o d irigirnos a tod o aqu ello qu e nos p arecía norm ativo, im p ositivo,
op resor, sin p ensar qu e íbam os a tener efectos inm ed iatos, qu eríam os
contarnos a nosotras m ism as e intervenir en el esp acio y en la p olítica d esd e
p osiciones m u y locales.
Gracia Trujillo. ¿Cóm o os d efiníais cu and o su rgió el gru p o? Porqu e la p rop ia
u tilización d e las siglas LSD invitaba a p ensar en significad os d iferentes.
Fefa Vila. Sí, LSD tenía m u chos nom bres: lesbianas sin d u d a, lesbianas se
d ifu n d en , lesbian as sexo d iferen te, lesbian as sin d estin o, lesbian as
sosp echosas d e d elirio, lesbianas sin Dios, lesbianas son d ivinas, etc. H abía
p or u na p arte u n d iscu rso id entitario y d e afirm ación y p or otra p arte u n
d iscu rso d e d esp lazam iento d e las p rop ias id entid ad es y d e las p rop ias
estrategias p olíticas. Interrelacionábam os los d iscu rsos d e la id entid ad con
u na serie d e d iscu rsos com o el anticap italism o, d iscu rsos contra el ejército, la
m ilitarización, contra la gu erra, etc. Esto se ve en las acciones qu e hem os
realizad o. Antes d e sacar nu estro fanzine La Rad ical Gai, en el 92, ya tenía el
su yo p rop io De un plumazo y la p rim era intervención d e LSD fu e escribiend o
en torno al SIDA en el fanzine d e la Rad ical Gai.

171
El eje del mal es heterosexual

A la p rim era revista qu e hicim os le d im os el nom bre d e Non Grata. De algu na


m anera, el nom bre significaba ap rop iarnos d e u na estrategia nom inal qu e nos
estu viese id entificand o a nosotras m ism as com o p ersonas «no norm ales», no
p acíficas, no su m isas, tanto a la hora d e ocu p ar d eterm inad os esp acios com o
a la hora d e reinventarnos a través d e los p rop ios fanzines. En d efinitiva,
éram os p ersonas non gratas y así nos qu eríam os sentir.
N o p oníam os m u cha energía en d efinirnos, lo nu estro era p or u na p arte
u na ru p tu ra con u na trad ición, no con el legad o d e esa trad ición, sino con lo
qu e esa trad ición significaba en nu estras vid as en ese m om ento. Bu scábam os
otros esp acios y otras p osibilid ad es d e nom brar y d e rep resentarte, p ero no
teníam os u na necesid ad im p eriosa d e nom brarnos o d efinirnos. Por u na p arte
éram os hip er id entitarias, éram os lesbianas sin d u d a y bolleras, p ero p or otra
p arte ju gábam os a la d escentralización d e la id entid ad , d e ahí nu estra frase
«d efínete y cam bia», es d ecir, no som os siem p re las m ism as, no nos vam os a
d efinir siem p re igu al, no som os u n gru p o estable con u n id eario estable, con
una estrategia d efinid a cuya meta es llegar a la toma d e la Moncloa o a la toma
d el p od er en el sentid o clásico d e hacer p olítica, sino qu e era u na
d escentralización y una contestación a una id entid ad fija, incluso a la id entid ad
lesbian a tal y com o estaba form u lad a y con la cu al n os sen tíam os
encorsetad as, el estar d e algú n m od o en continu a contestación en u n contexto,
en u n barrio, d ond e se atravesaban m u chas cosas. N o es ingenu o qu e nu estras
alianzas fu eran con la Rad ical Gai, con qu ienes com p artíam os, a p arte d el
esp acio físico, u n esp acio p olítico y u na reflexión teórica com ú n; y nu estras
lu chas p or el tem a d e la p and em ia d el SIDA no eran ú nicam ente p orqu e
qu isiéram os ayu d ar a nu estros am igos gays, sino p orqu e a través d e eso
estábam os contestand o no sólo a u nos d iscu rsos oficiales y norm ativos sobre
las p rácticas sexu ales, sino qu e estábam os reinventand o y reform u land o
nu estras p rácticas sexu ales y nu estros cu erp os d esd e otros ángu los m enos
clásicos, d esd e otras p ersp ectivas m enos encorsetad as.
Inicialm ente, nu estras p rim eras d iscu siones fu eron en torno al sexo, a
reivind icarnos com o sexu alm ente activas y sexu alm ente p roblem atizad as,
salir u n p oco d el esqu em a trad icional y p u ritano d ond e nos estaba situ and o
p arte d el lesbianism o e inclu so d el fem inism o, haciend o d e ello u na
reivind icación tanto d e id entid ad com o erótica, com o u na reivind icación d e
u tilización d el cu erp o y d e nu estras p rop ias p rácticas sexu ales p ara interp elar
los esp acios y los d iscu rsos m ás norm ativos. N o sólo a través d e u na fácil
p rovocación, d e d esnu d arse, sino d e cóm o nosotras com o lesbianas p od em os
estar habland o d e nu estros p rop ios d eseos, los p od em os rep resentar, y el
d eseo com o u na acción. Retirarnos d e esas m arcas d e lo p rivad o, d e lo p asivo
y d e su jetos en d efinitiva no d eseantes. El sexo y el d eseo d e d esear a otras y
d e reinventarnos u n cu erp o qu e se escap a d el qu e está rep resentad o, com o
u na táctica p olítica d e interferir, y en u n contexto m u y hom ófobo y m u y
lesbófobo: lesbófobo p or invisible, y hom ófobo esp ecialm ente p or tod o el
contexto d el SIDA en ese m om ento.
Gracia Trujillo. Por lo qu e se refiere a los elem entos d e rep resentación, no
u tilizabais sólo vu estras p rop ias creaciones sino qu e abristeis esp acio p ara
otras ap ortaciones, com o Del Lagrace. Inclu so hu bo algú n d ebate sobre qu é
im ágenes d e rep resentación u tilizar.

172
Accesorios y complementos

Fefa Vila. En ese m om ento, en el año 1995, no se hablaba en el Estad o esp añol
d e los drag-kings. N osotras teníam os d iscu siones sobre cóm o rep resentarnos,
sobre las fotografías qu e u tilizaba Del Lagrace p ara d ar u na im agen d e
p od erío y d econstru ir esa im agen negativa qu e tenía la lesbiana con p lu m a.
Em p ezam os a hablar d e qu é es lo m ascu lino y qu é es lo fem enino y cóm o los
d iscu rsos m ás oficiales rep resentaban al lesbianism o, qu e siem p re eran
d iscu rsos, com o d ice Teresa d e Lau retis, d e la ind iferencia sexu al, en torno a
«qu ieren ser hom bres» o «son histéricas» o «tienen algo incom p leto y p or eso
tienen esa cierta d isfu nción...» Inclu so d entro d el p rop io m ovim iento
fem inista había u na cierta fobia a la p lu m a o a ciertas m anifestaciones qu e se
consid eraban no ad ecu ad as p orqu e p arecían m ascu linas. Ese d ebate sí se d io
en torno al p rop io cu erp o y a la p rop ia rep resentación en el sentid o d e cóm o
te ven los d em ás y cóm o ju egas tú a qu e te vean los d em ás.
Gracia Trujillo. Teníais m u cha fu erza en vu estras rep resentaciones y le
d abais m u cha im p ortancia a tod o el asp ecto gráfico y d e iconografía. ¿Qu é
op inas d el d ebate sobre la asim ilación d e lo queer con algo artístico? Se su p one
qu e el activism o queer es algo qu e va m ás allá, p ero, a veces, se asim ila con la
creación artística y con p rop u estas rom p ed oras o noved osas d entro d el
m u nd o d el arte.
Fefa Vila. Evid entem ente el activism o queer no es arte en el sentid o clásico d el
térm ino y no sólo es rep resentación, hay m u chísim as m ás cosas, au nqu e sí
hay u na necesid ad d e p u esta en escena d e crear u n sim bólico y u na
rep resentación visu al gráfica p rop ias. En LSD, y tam bién en la Rad ical Gai, la
iconografía y la au to-rep resentación tan fu erte qu e llevam os a cabo tenía
m u cho qu e ver con esa contestación hacia u na rep resentación d e qu é es lo gay
y qu é es la lesbiana y cóm o qu ed a rep resentad a en esp acios m ú ltip les y
tam bién en el esp acio artístico. Otra cosa es cóm o el m arco institu cional qu e
d elim ita el arte u tiliza esos lengu ajes, o cóm o tú p u ed es negociar esas
rep resentaciones tu yas en u n esp acio qu e realm ente está fu ertem ente
norm ativizad o y contextu alizad o d e form a interesad a. En LSD no hu bo esa
reflexión. Sí hu bo reflexión sobre cóm o rep resentarnos y cóm o u tilizar u n
lengu aje llam ad o artístico o u nas técnicas qu e u tiliza el arte p ara hablar y p ara
nom brar y cóm o u tilizarlas a nu estro favor; cóm o crear u n lengu aje no sólo a
través d e las acciones p olíticas, no sólo contestand o a los d iscu rsos p olíticos
en el sentid o clásico, sino tam bién a través d el arte, p orqu e p ara nosotras el
arte tam bién era p olítico. N osotras lo veíam os com o acciones y com o
p rod u ctos d e nu estra p rop ia reflexión y d e nu estro d eseo d e rep resentarnos a
nosotras m ism as. Es d ecir, hartas d e qu e los otros nos u tilicen y nos
rep resenten, m ejor hacerlo nosotras sobre nosotras m ism as. La p arte
negativa, qu e no tu vim os en cu enta, es el cóm o realm ente d iscu tes tú con las
«institu ciones artísticas», ahí hay u n p eligro qu e realm ente corta y p araliza la
p rop ia d inám ica activista o la p u ed e p aralizar. En nu estro caso, inicialm ente
no, p ero en los ú ltim os coletazos d e LSD realm ente este tem a p rod u jo ciertas
tensiones entre las com p onentes d el gru p o, p or esa im p osibilid ad d e negociar
con esos esp acios.
Gracia Trujillo. En el momento actual, en el que el movimiento feminista está
bastante desmovilizado, muy institucionalizado y muy cerrado a propuestas
n u evas, n u evas realid ad es, n u evas voces y n u evos d iscu rsos, ah ora qu e
el movimiento de gays y lesbianas mayoritariamente está centrad o en el

173
El eje del mal es heterosexual

m atrim onio civil, en la cu estión legal y p arece qu e no hay otra d em and a m ás


allá d e esa hom ologación legal ¿qu é lu gar y qu é p ap el tiene ahora m ism o el
activism o queer? ¿Dónd e están ahora los p u ntos d e fu ga d e ese activism o queer
m ás latente o m ás im p ortante?
Fefa Vila. H a habid o u na m ovilización m ayoritaria d e gays, lesbianas y
fem inistas, o d e d eterm inad as fem inistas, p orqu e no p od em os hablar
actu alm ente d e u n solo fem inism o, en la d irección m enos ad ecu ad a. Creo qu e
tanto gays com o lesbianas están siend o consu m id os p or el p rop io sistem a
cap italista. Ya no se trata d e qu e creen u n m ercad o rosa, sino qu e realm ente
su s p rop ias p rácticas y su s p rop ias relaciones p olíticas están inm ersas en u na
d in ám ica p eligrosa, la d in ám ica d e ser ellos m ism os fagocitad os y
consu m id os p or el gran ap arato d el Estad o cap italista, y eso en u na d oble
d irección, en la d irección d e p rod u cción y consu m o d e m ercancías y en la
d irección legal d e hom ologar y norm ativizar los cu erp os y las vid as d e los
su jetos vivientes. Creo qu e en el Estad o esp añol no ha habid o u n m ovim iento
queer im p ortante, ha habid o exp eriencias queer interesantes. Las p osibilid ad es
queer hoy en d ía p asan p or reestablecer el d esord en en tod o ese tip o d e
p rácticas y d e relaciones form ales qu e se están estableciend o a nivel
institu cional y d e consu m o exacerbad o. Por otra p arte, la vía está abierta p ara
establecer relaciones en contextos p olíticos m u cho m ás d iversos, d ond e la
inm igración está fu ncionand o, en contextos p olíticos transnacionales, p orqu e
m e p arece alu cin an te qu e se esté trabajan d o p or la legalización d el
m atrim onio m ientras en África se esté m u riend o d e SIDA. Me p arece
alu cinante qu e el m ovim iento gay institu cional no tenga u n id eario o u na
visión m ás allá d e su p rop ia p rod u cción consu m ista y d e su p rop ia relación
con los ap aratos qu e les están p rod u ciend o y qu e no vea u na serie d e
contrad icciones qu e están op erand o a nivel local, en nu estro barrio y en
nu estra p rop ia casa, p ero tam bién a nivel transnacional. Cóm o nos p eleam os
nu estro trabajo en nu estro d ía a d ía, p or ejem p lo, eso cru za con la
p recaried ad , p ero no son sim p lem ente las relaciones d e p rod u cción las qu e te
están constru yend o, hay otro tip o d e relaciones qu e evid entem ente no se
p u ed en olvid ar, qu e te están atravesand o y son las relaciones y las
constru cciones sexu ales, las constru cciones d e raza, las constru cciones d e
sero-p ositivid ad , las constru cciones d e legalid ad e ilegalid ad , etc.

174
Accesorios y complementos

ENTREVISTA: Colectivos de la década de 1990


(Madrid, junio 2004)
Entrevistadas: Gracia Trujillo Barbadillo y Carmen Romero Bachiller
Entrevistadora: Fefa Vila Núñez

Fragmentos tendenciosamente escogidos

Gracia Trujillo. La Eskalera Karakola es u na casa oku p ad a d e m u jeres,


au togestionad a y fem inista, qu e está en el barrio d e Lavap iés, en Mad rid . La
casa es realm ente u n p royecto m u y interesante, es u n esp acio oku p ad o p or
m u jeres en el qu e ha habid o u n m ontón d e p royectos, y p or d ond e han
p asad o m u chísim as m u jeres. En 1996 u n gru p o d e chicas, qu e venían d e otra
casa oku p ad a en la calle Lavap iés 15, ocu p ó este inm u eble. H abían salid o
m u y qu em ad as d e aqu ella oku p ación p orqu e qu erían form ar otra asam blea
d iferenciad a d e la asam blea m ixta. Tras el d esalojo d ecid ieron oku p ar u na
casa qu e fu era sólo p ara m u jeres (esto tiene relación con el gru p o d e lesbianas
qu e form am os d esp u és d entro d e la Karakola p orqu e inicialm ente hu bo
m u cha p olém ica). En las p rim eras asam bleas nos llevó m eses d ecid ir si la
nu eva casa oku p ad a iba a ser solam ente d e m u jeres o no, las qu e d efend íam os
y teníam os la necesid ad d e qu e la casa fu era u n esp acio sólo p ara m u jeres
éram os casi tod as lesbianas. Por falta d e exp eriencia, o p or p reju icios, y qu izá
p or u n concep to d e p od er d e las chicas qu e habían oku p ad o, las lesbianas
fu im os ap artad as y hu bo u n m ontón d e p roblem as d esd e el com ienzo. La
crítica y la au tocrítica nu nca son negativas si se hacen d e form a constru ctiva,
y esa es m i intención. Sobre tod o si nos estam os au tod enom inand o fem inistas.
Para m í, u na d e las grand es cosas d el fem inism o es qu e es u n p ensam iento
crítico, así qu e la crítica sea bienvenid a cu and o ésta sea constru ctiva y cu and o
p od am os verla en clave enriqu eced ora. En el p rim er gru p o en el qu e m ilité,
antes ya había estad o involu crad a en m u chas cu estiones fem inistas, fu e en u n
gru p o d e lesbianas. Éste su rgió d entro d e la casa y hay qu e verlo en ese
m ism o contexto. Éram os u n gru p o d e bollos en u na casa oku p ad a p or
m u jeres y nosotras reclam ábam os nu estro p rop io esp acio. N os llam am os
«Las Gou d ou s», qu e significaba «bollo» en francés, p orqu e varias am igas
francesas entraron en el gru p o y así le d im os u n p u nto m ed io extranjero al
gru p o. Esto d u ró u n año, u n año y p ico, y nos encontram os sobre tod o con
m u chas d iferencias id eológicas. H icim os m u chas cosas, com o conciertos,
acciones en la calle, p anfletos en las m anifestaciones. Pero teníam os
d em asiad as d iferencias id eológicas p rincip alm ente sobre el fem inism o. A
p artir d e entonces u na d e las cu estiones qu e nos p lanteam os fu e el d e si nos
teníam os qu e retirar el filtro d e ser fem inista o no, al p rincip io esa p regu nta
nos cau só m u chos p roblem as y fu e p referible p asar a la acción antes qu e estar
d ebatiend o las bases d el gru p o. A p esar d e tod o, continu am os en la Karakola.
H a habid o varias ép ocas en la casa, p ero au nqu e los inicios fu eron
com p licad os, con el tiem p o la cosa se fu e estabilizand o, yo creo qu e fu e

1 w w w.sind om inio.net/karakola/

175
El eje del mal es heterosexual

p orqu e reclam am os nu estro p rop io esp acio. Sin em bargo hace p oco se ha
hecho u n intento d e archivo, d e m irad a retrosp ectiva sobre la casa y d e nu evo
las lesbianas no estam os, no hay fotos, no hay d ocu m entos, no hay fanzines y,
sobre tod o, hay p oco interés en qu e ap arezcam os. El p roblem a sigu e estand o
ahí y esp ero qu e con interés, p or am bas p artes, p od am os solu cionarlo.
Fefa Vila. ¿Por qué crees que ocurre eso? Porque los intereses id eológicos o la
apuesta por un proyecto político que supone la Karakola está inmerso en un
p royecto d iferente o p orqu e exclu ye d iscu rsos m ás alternativos y m ás
revolucionarios en torno a las sexualid ad es como un proyecto d e cambio y d e
paso ad elante y, por tanto, ponen el acento en otro tipo d e prácticas, o crees
simplemente que es por la propia d inámica d el proyecto... ¿Cuáles son las
contrad icciones d entro d e los propios grupos d e mujeres en un contexto
alternativo como la Karakola? Es d ecir, cuand o se d esmonta esa id ea tan
homogénea d e que tod as somos feministas, que tod as somos lesbianas, que
tod as somos mujeres y que tod as tenemos los mismos intereses, aparecen
posiciones d iferentes, porque d etrás existe la lucha d e un sujeto político
d iferente. ¿Eso es algo explícito d entro d el proyecto? Y ¿cómo se ha articulad o?
Carmen Romero Bachiller. Yo m e incorp oré m ás tard e a la Karakola, en el
verano d el 2000 y m i exp eriencia ha sid o d iferente, au nqu e tam bién m e he
encontrad o con situ aciones d e exclu sión y d e conflicto. Recu erd o qu e, p or
ejem p lo, iniciam os el p royecto d e u na revista fem inista qu e se iba a llam ar
EX-céntricas, d ond e se inclu ían m u chas cosas, y en u na d e las p rim eras
reu niones p ara organizarnos su rgió d e rep ente u na gran crisis p orqu e se
d ecid ió qu e ap areciese la p alabra lesbiana en el títu lo. Al p arecer, la ap arición
d e la p alabra lesbiana en el títu lo haría qu e la revista se convirtiera en u n
esp acio restrictivo y entonces su rgió el conflicto. ¿Por qu é no p od ía ap arecer
exp lícitam ente el térm ino lesbiana? ¿Qu é tip o d e p roblem as y lesbofobias
estaban ap areciend o ahí? Y esto en p ersonas qu e se su p one qu e ya lo tienen
tod o trabajad o y p ara las qu e la p alabra lesbiana form aba p arte d e su d ía a
d ía, d entro d e su cotid ianid ad , ¿qu é tip o d e ocu ltam ientos se estaban
volviend o a crear? Esta es u na tend encia qu e yo creo qu e se rep ite en
ocasiones y qu e hace qu e m e p regu nte sobre cóm o se constru yen los
consensos y las p riorid ad es y cóm o esto term ina generand o p osiciones o
lu chas qu e se convierten o acaban ap areciend o sistem áticam ente com o
secu nd arias. Sí, es verd ad qu e en la casa se han hecho cosas qu e tienen qu e
ver con sexualid ad , por ejem plo nosotras, en parte quem ad as por el tem a d e la
revista pero tratand o d e hacer algo constructivo, proyectamos lo que se llamó
en aquel momento «La casa d e la d iferencia», rescatand o la frase d e Aud re
Lord e que nos parecía muy potente justamente para pensar esos espacios.
Daba la casualid ad , y eso ha ocurrid o muchas veces en la Karakola, que
muchísimas chicas eran bollos, pero luego eso no se d istinguía tanto en las
prácticas políticas o aparecía d e una forma pseud o-secund aria. Últimamente
ha id o cambiand o: el bar d e la Karakola siempre ha sid o un espacio d e
encuentro bollero clave; apareció La Esquina d e Safo o Retóricas, transformad o
en GtQ. Se han id o haciend o otras cosas y ha id o cambiand o el espacio.
Gracia Trujillo. Es interesante ver cóm o com enzó la Karakola p ero no sólo
p or la Karakola, p orqu e p ara m í la Karakola es com o u na esp ecie d e
m icroorganism o en Lavap iés interaccionand o con otros. Ju sto d esp u és d e qu e
se oku p ara la Karakola se oku p ó el Laboratorio, el p rim er Laboratorio grand e

176
Accesorios y complementos

qu e hu bo al final d e la calle Em bajad ores. Recu erd o qu e m ientras teníam os


las d inám icas qu e teníam os en la Karakola, d ond e el gru p o qu e había
oku p ad o era el gru p o qu e oku p aba tam bién tod as las activid ad es y teníam os
tod os nu estros conflictos d e p od er internos entre las qu e éram os lesbianas y
las qu e no, tam bién teníam os conflictos d e p od er con el Laboratorio. La
Karakola levantó u n m ontón d e p olém icas y d e su sp icacias y d e d ebate,
p arecía m entira qu e u n esp acio tan p equ eño p u d iera su scitar tanto follón.
Porqu e los chicos no entend ían qu e nosotras tu viéram os u na casa sólo p ara
m u jeres, p ero las heterosexu ales tam p oco entend ían cóm o p od íam os convivir
m u chos tip os d e m u jeres con m u chísim os tip os d e p royectos d istintos y tod os
eran válid os y tod os p od ían estar en p aralelo actu and o. Eso no se entend ió
hasta bastante tard e, con el d evenir d el tiem p o y d e las activid ad es y sobre
tod o a p artir d e «La casa d e la d iferencia» qu e es cu and o em p ieza a haber otro
tip o d e p royectos y se em p ezó a ver qu e había esp acio p ara m ás cosas.
Cu and o d ejam os lo d e «Las Gou d ou s» y em p ezam os con el p royecto d el
fanzine Bollus Vivendi, entre 1999 y el año 2000, la Karakola estaba realm ente
m atad a. La Karakola ha tenid o m om entos, yo creo qu e p or d isensiones, p or
m alos rollos, y p or lo qu e p asa en cu alqu ier esp acio d e m ilitancia, en los qu e
no va ni Dios. Entonces nos em p ezam os a reu nir en Barqu illo, qu e en aqu el
entonces tam bién estaba m u y vacío, p ero p ara nosotras fu e com o volver al
local fem inista d e tod a la vid a y fu e d esd e allí d ond e em p ezam os a sacar
Bollus Vivendi qu e su rgió com o, ya m ás centrad as en lo qu e era el am biente
«m ari bollero», u na resp u esta a la au sencia total d e fanzines, d e acción, d e
d ebate y d e id eas en el aire sobre el tem a «m ari bollero». Porqu e ya la Rad ical
Gai y LSD estaban u n p oco entrand o en m ed io d eclive. Ahí ap arecim os
nosotras con la Bollus Vivendi con la qu e d u ram os cinco nú m eros, com o u n
año y p ico d e activid ad con u n p royecto qu e en realid ad era m u y d eu d or d e
LSD, p ero qu e tu vo u n m atiz m ás colectivo qu e el tem a queer d e LSD.
N osotras tanto con el gru p o qu e form am os en la Karakola com o con las
Bollus Vivendi siem p re bu scam os m ás el tem a colectivo, tan to en la
organización d el gru p o, la id ea d e la m ilitancia, d e reu nirse con u na cierta
regu larid ad , y sobre tod o con la id ea d e qu e la gente nos tenía qu e entend er,
qu e teníam os qu e m ontar activism o bollero p ero qu e llegara cu anto m ás lejos
m ejor. N o tanto com o p ercibíam os a LSD y las Non Grata, qu e era com o qu e
ellas lanzaban su s p rop u estas y las qu e las cogieran p u es las cogían y si no,
p u es nad a. N osotras teníam os la herencia d e la m ilitancia, d e intentar
contagiar, crear conciencia y acción en la calle. Creo qu e este fu e u no d e los
m otivos p or los qu e d u ram os p oco, p orqu e la m itad se cansa, volvim os a
tener d isensiones id eológicas, p ero aqu í tu vo m ás qu e ver con el tem a d e ser
lesbianas. N os salía com o p u nto d e fu ga a algu nas qu e veíam os qu e en u n
gru p o d e lesbianas había cosas qu e ya no nos convencían tanto. Recu erd o u no
d e los grand es d ebates qu e tu vim os qu e era el tem a d e los dildos, íbam os a
hacer u n artícu lo en la Bollus sobre dildos y tu vim os u n cism a d e m u cho
cu id ad o p orqu e p ara algu nas aqu ello no era fem inista ni era nad a, u no d e
tantos d ebates com o el tem a d e los ju gu etes qu e ya ap u ntaba qu e a m u chas
d e nosotras nos p ed ía el cu erp o otro tip o d e activism o. Aqu í es d ond e entra
u n p oco el tem a d e p or qu é nos reu nim os el GtQ en la Karakola, bu scand o a
gente qu e tu viera otro tip o d e afinid ad es m ás en torno a las m inorías
sexu ales, m ás d isid ente, no tan cortad o p or u n p atrón.
Fefa Vila. ¿En qu é se trad u ce a nivel d e p rácticas concretas?

177
El eje del mal es heterosexual

Carmen Romero Bachiller. Pues, por ejemplo, con todo el tema de los drag kings
que se empieza a poner en marcha, como el seminario que se hace en UNIA, y
después lo hemos seguido llevando a cabo aquí, tanto con la fiesta de Drag-Kings
que hicimos la noche de reyes como con el D.N.I que presentamos en la
manifestación del 28 de junio de 2003. El introducir lo queer en la Karakola ha
significado que una de las premisas básicas e intocables de la Karakola que era
la no admisión de chicos en lo que era una casa de, para y por mujeres de repente
se transforma. ¿Quiénes son mujeres? Un par de años antes de que empezara
todo el tema de Retóricas y de GtQ, hubo una acción sobre violencia de género
y violencia sexista en la calle con una serie de movilizaciones en Lavapiés. Vino
Juana Ramos, que es la presidenta de Transexualia y se trajo a Charly que fue
presentado como transgénero. En ese momento ni nos lo planteamos, pero luego
sí lo repensamos. Sobre todo a partir del proyecto de «La casa de la diferencia»,
empezamos a pensar qué significaba tener una casa exclusiva para mujeres. Nos
dimos cuenta de que estábamos cuestionando todo el rato qué era una mujer y
que en el fondo no nos creíamos mucho eso de qué es una mujer, puesto que en
determinadas ocasiones nosotras mismas decíamos que no éramos mujeres. Ya
cuando se empieza a introducir en la Karakola el GtQ entran tres tíos que son
maricas. ¿Cómo se maneja esto? ¿Eso significa que son tíos? ¿Qué tipos de
exclusiones estás planteando? No estábamos planteando exclusiones, estábamos
planteando la necesidad de un espacio para mujeres en un sentido propositivo
porque ya existen muchos espacios excluyentes, pero al mismo tiempo veíamos
que esta definición se nos quedaba demasiado corta o demasiado amplia y
también que las situaciones de quiénes okupan estas posiciones de género
tampoco estaban tan claras, más cuando tú también performas masculinidad en
tu vida cotidiana o haciendo un taller de drag kings, etc. Esto es muy interesante
porque ha sido como hacer práctico un debate que es muy complejo, que tiene
que ver con el hecho de que cuando se inicia la Karakola una de las premisas sea
que la casa fuese sólo un espacio de mujeres. Recuerdo que hubo una serie de
debates en la Karakola para hablar de la mixticidad y para mí esa no era la forma
de plantear el tema, porque no es una cuestión de decir si un espacio es mixto o
no. El debate, que a mí me ponía muy nerviosa, enfocaba el tema como si, por el
hecho de que entrara un personaje con un género «masculino», con una «forma»
determinada, el espacio ya se convertía en espacio mixto. A mí lo que me
preocupaba era qué tipo de dinámicas se estaban produciendo, qué tipo de
temas se están poniendo en cuestión y qué cuerpos se están cuestionando. No es
suficiente con decir hombres y mujeres, ni género, ni nada, pero tampoco
olvidarnos de las diferencias de poder que también están ahí y las diferentes
posiciones en lo simbólico, en la representación, etc. Hay chicos en el grupo, pero
son gays o maricas y ¿qué significa todo esto? ¿Qué cuerpos están puestos a
trabajar? ¿Cómo se están respetando las palabras? Ese era el tipo de cuestiones
que a mí me parecía interesante poner sobre la mesa y no tanto hablar de
mixticidad sí o mixticidad no, que me parecía que era un debate que carecía
absolutamente de sentido.
Gracia Trujillo. Pero los tres tíos qu e hay en nu estro gru p o son «osos», o
chicos qu e son bastante m ás fem eninos qu e yo, p or ejem p lo. Esa es u na d e las
cosas d e nu estro gru p o, u n gru p o d e activism o queer en el qu e realm ente
estam os haciend o u n intento d e englobar las d iferencias y qu e éstas sean
legítim as. N o d ebem os d ejar d e ser vigilantes resp ecto a si tod as las
d iferencias están teniend o la m ism a legitim id ad bajo este p aragu as queer,

178
Accesorios y complementos

estar realm ente su p oniend o u na alianza d e gente d istinta, d isid ente, rarita,
extraña, d esd e las butch-femme, los drag kings, los osos, las su p er-m aricas
rad icales, las nenas, p u es bienvenid as tod as p ero m e p arece qu e p od em os
hacer p olíticas d esd e esas coaliciones p ero sin olvid ar qu e fu era d e ese
activism o queer no tenem os la m ism a legitim id ad tod avía.
Carmen Romero Bachiller. Esa es u na d e las cosas qu e yo p lanteaba tod o el
rato. Yo recu erd o ese d ebate y p or eso d ecía qu e los térm inos en los qu e se
estaba p lanteand o m e sonaban a chino, p orqu e no tenían nad a qu e ver con la
vivencia ni con lo qu e se estaba p lanteand o. ¿De qu é form as se resp etan los
esp acios? ¿De qu é form a se resp eta la libertad d e invitar o no? La d efinición
d e esp acios sigu e siend o necesaria y sigu e siend o u na cu estión p olítica a la
qu e no hay p or qu é renu nciar, eso no significa recu p erar p or la p u erta d e atrás
u na id entid ad fu erte qu e im p liqu e u na cerrazón ni nad a p or el estilo, significa
sim p lem ente qu e estás ju stam ente ju gand o a ese ju ego p olítico, y en ciertos
m om entos tienes necesid ad d e reservarte ese espacio. Cuand o hablamos d e
inclusiones y exclusiones, que es gran parte d el d ebate que está ahí, creo que sí
es necesario hacer un ejercicio d e inclusivid ad rad ical, pero al mismo tiempo
teniend o en cuenta que lo político se marca con d eterminad as exclusiones,
marcand o d eterminad as posiciones d e fijación d e id entid ad o d e posiciones
políticas en un momento d eterminad o, y esto ni invalid a ni esencializa ni nad a
por el estilo. Ha habid o una tend encia, que viene a través d e lo queer, a juzgar
rápid amente tod o lo que significa id entid ad como posesión fuerte d e id entid ad ,
como algo inamovible, y creo que tod o ello a lo que invita es a plantear
precisamente lo político d e las id entid ad es y ponerlas a jugar.
Fefa Vila. Y no sólo eso, sino qu é tiene qu e d ecirle al m ovim iento m ás oficial
y a los p rocesos tanto d e institu cionalización com o d e rep resentación d e
id entid ad es tan fu ertes y tan en boga com o es la id entid ad gay o cierta
id entid ad bollera o cierta institu cionalización d el fem inism o. ¿Qu é p asa aqu í
y ahora? ¿Qu é contestación hay qu e hacer?
Carmen Romero Bachiller. Yo estoy haciend o u na tesis sobre m u jeres
m igrantes en Lavap iés y u na d e las cosas qu e estoy cu estionand o es qu é se
entiend e p or m u jer m igrante, qu é im ágenes tenem os d el cóm o tiene qu e ser
clónicam ente esa im agen. Una d e las cosas qu e he visto es qu e hay m u jeres
bolleras que son inmigrantes y esto nad ie lo está teniend o en cuenta. Incluso
ocurría que teníamos amigas y colegas que reconocías como bollos pero que no
reconocías com o m u jeres inm igrantes sim p lem ente p or el hecho d e qu e eran
tu s colegas y se estaban m oviend o en los m ism os ám bitos qu e tú . De rep ente
resu lta qu e los cu erp os m arcan, y tener u n color d e p iel d istinto m arca, y te
p u ed en d ar u na p aliza p or ello. Este tip o d e cosas hay qu e tenerlas en cu enta
y no se está haciend o cu and o el ú nico d ebate qu e se p lantea gira en torno al
tem a d el m atrim onio sí o m atrim onio no, o d erecho a la ad op ción o
norm alización total, se está obviand o qu e hay gente qu e tiene p roblem as con
p ap eles y hay m u chos otros tem as qu e están sobre la m esa qu e no se están
tratand o y qu e tienen p oco qu e ver con el acceso a los lu gares d e ocio oficiales
com o p u ed a ser Chu eca.
Gracia Trujillo. En u na charla reciente la p resentad ora d e la m esa hizo u n
resu m en d e lo d ebatid o y d ecía qu e el activism o queer p rop one u na coalición
con los inm igrantes, con la izqu ierd a d e tod a la vid a, con las fem inistas, etc.,
y, claro, yo no m e p u d e estar callad a y contestar qu e no estam os p rop oniend o

179
El eje del mal es heterosexual

u na coalición y qu ed arnos en estas p alabras m aravillosas d e qu e vam os a


echar u n cable a los inm igrantes, p obrecitos ellos qu e están ahí p u tead os, o
vam os a echar u n cable a las m u jeres fem inistas, no, es qu e lo qu e estam os
d iciend o y lo qu e p retend e este tip o d e activism o es el reconocer qu e ahí están
las sexu alid ad es y hasta qu e no entend am os qu e son algo transversal, es d ecir,
qu e eres m u jer, p ero eres bollera, p ero eres m arroqu í, p ero no tienes u n d u ro,
p ero estás sin p ap eles, no estarem os entend iend o nad a. Y no sólo eso, sino
qu e contestan la form ación d e id entid ad es p revias, d el ser m u jer, d el ser
inm igrante. Es u na cu estión transversal qu e ad em ás está p oniend o contra la
p ared el cóm o se han form ad o las id entid ad es y el cóm o se han form ad o los
activism os y las p rop u estas a p artir d e las id entid ad es. El caso d el fem inism o
es claro, cóm o se nos qu ed ó a m u chas com o u na cosa encorsetad a, casi
p u ritana, y aqu í p od ríam os hablar largo y tend id o d el tem a d e la lesbofobia
en el m ovim iento fem inista, etc. Una d e las grand es contestaciones a la
form ación d e la id entid ad m onolítica y bien cerrad ita y a la actitu d al
activism o qu e se m onta sobre esa id entid ad . A veces nos qu ed am os en las
p alabras grand ilocu entes y en el qu erer bu scar coaliciones p ero en realid ad
eso ya está en la calle, ya está tod o im bricad o, es qu e lo llevam os tod as en el
cu erp o colocad o.
Carmen Romero Bachiller. Yo d iría que es más que transversal, que es algo más
complejo que esto. Claro que la sexualid ad lo atraviesa tod o, pero el género
también, igual que tener una d eterminad a pertenencia nacional o étnica o una
religión. Tod o eso está continuamente atravesánd ose mutuamente y eso nos
lleva a p rop onernos u na visión m u cho m ás com p leja d e lo qu e son nu estras
id entid ad es, qu e son m enos estáticas y ap rehensibles d e lo qu e se su p onía qu e
eran y ad em ás esto está m od ificand o rad icalm ente cad a u na d e las p osiciones
qu e vas a ocu p ar en m u chos otros esp acios. Pienso qu e el gran reto en este
sentid o es no solam ente d ar cu enta p olíticam ente, abriend o esp acios p olíticos
qu e sean cap aces d e abord ar esa com p lejid ad , sino tam bién abord arlo
teóricam ente.
Gracia Trujillo. Ap ortaciones teóricas ind ivid u ales, p or su p u esto, p ero creo
qu e tam bién qu e habría qu e m eter m ás caña con la falta d e d ebate general qu e
tenem os y hem os tenid o el m ovim iento fem inista y el m ovim iento d e gays y
lesbianas en este p aís.
Carmen Romero Bachiller. ¡Es qu e ha sid o m onolítico!
Gracia Trujillo. Sí, ha sid o m onolítico y a p arte ha habid o im p actos y casi
lacras d e esa falta d e d ebate p orqu e, p or ejem p lo, el p ap el qu e tiene hoy p or
hoy el fem inism o cu ltu ral en lo qu e es el ám bito d e la lu cha fem inista y la
lu cha d e gays y lesbianas es u na p asad a, segu im os tod avía d ánd ole vu eltas a
lo m ism o, en contra d e la p ornografía y el sexo, el tem a d el sexo y el p eligro,
el p lacer y el p eligro, y segu im os tod avía arrastrand o ese tip o d e id eas, esas
d icotom ías qu e nos hacen p olvo: hom bre-m u jer, natu raleza-cu ltu ra, la bu ena-
los m alos, m od ernid ad -p osm od ernid ad , las fem eninas-lo m ascu lino, etc., es
u n horror. Lo he m encionad o p orqu e está totalm ente relacionad o con el hecho
d e qu e no se ha d ebatid o, no ha habid o foros su ficientes y no ha habid o tías
y tíos, d igo tías p orqu e m e estaba refiriend o al fem inism o, d ebatiend o este
tip o d e cosas y p rod u ciend o teorías, cu estionand o la teoría, etc.

180
Accesorios y complementos

Carmen Romero Bachiller. H ay d eterm inad os esp acios d e d ebate qu e son


im p osibles. Yo tengo la exp eriencia d e haber id o varios años a p rep arar la
fam osa m anifestación d el 8 d e m arzo y las consignas d el 8 d e m arzo. ¡Son u n
horror!, se su p one qu e tod os los gru p os fem inistas d e Mad rid se reú nen y se
p onen d e acu erd o sobre u n lem a y u na serie d e consignas y p anfletos, p ero en
las ú ltim as qu e yo he estad o hem os acabad o casi p egánd onos p or estas
cu estiones. En u na ocasión salió el tem a, el gran d ebate, d e la niña Fátim a qu e
no qu erían d ejar ir al colegio con el p añu elo y resu lta qu e si cu estionabas qu e
el p añu elo fu era op resor, d e rep ente p ara algu nas ya p asabas a estar a favor
d e la ablación d el clítoris. Este era el nivel d el d ebate. El año sigu iente se nos
ocu rrió hablar d e «m u jeres lesbianas, d iscap acitad as, trabajad oras sexu ales,
etc., tod as fem inistas», y algu nos gru p os abolicionistas m ontaron en cólera
p orqu e no se p od ía d ecir «trabajad oras sexu ales», sino en tod o caso «m u jeres
p rostitu id as», qu e son víctim as, etc. Entonces llegó u na tip a d e H etaira, qu e
es u na tip a m ilitante qu e es trabajad ora sexu al y no eran cap aces d e d ejarle
esp acio p ara qu e ella d ijera lo qu e p ensaba. Para ellas p rácticam ente le
habían com id o el coco. Yo entiend o qu e hay d eterm inad as cu estiones qu e
están tan encasillad as qu e es francam ente d ifícil abrir esp acios d e d ebate,
ad em ás d e qu e hay p osiciones teóricas d entro d el fem inism o qu e yo no tengo
p or qu é com p artir.
Gracia Trujillo. Esos cism as sigu en existiend o.

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mapas
1. Virtuosismo y revolución
La acción política en la época del desencanto
Paolo Virn o. I.S.B.N.: 84-932982-1-2, 154 pp., 9 eu ros.

2. Contrageografías de la globalización
Género y ciudadanía en los circuitos transfronterizos
Sask ia Sassen . I.S.B.N.: 84-932982-0-4, 125 pp., 8,5 eu ros.

3. En el principio... fue la línea de comandos


Neal Steph en son . I.S.B.N.: 84-932982-2-0, 158 pp., 9,5 eu ros.

4. El gobierno imposible
Trabajo y fronteras en las metrópolis de la abundancia
Em m an u el Rodrígu ez. I.S.B.N.: 84-932982-3-9, 188 pp., 9,5 eu ros.

5. La fábrica de la infelicidad
Nuevas formas de trabajo y movimiento global
Fran co Berardi (Bifo). I.S.B.N.: 84-932982-4-7, 188 pp., 10.5 eu ros.

6. O tras inapropiables
Feminismos desde las fronteras
Bell Hook s, Avtar Brah, Chela San doval, Gloria An zaldú a...
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7. Gramática de la multitud
Para un análisis de las formas de vida contemporáneas
Paolo Virn o. I.S.B.N.: 84-932982-6-3, 160 pp., 9 eu ros.

8. Capitalismo cognitivo
Propiedad intelectual y creación colectiva
Y. Mou lier Bou tan g, An ton ella Corsan i, M Lazzarato et alli.
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9. Software libre para una sociedad libre


R . M. Stallm an . I.S.B.N.: 84-932555-0-X, 320 pp., 16.5 eu ros.

10. Plan sobre el planeta


Capitalismo Mundial Integrado y revoluciones moleculares
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11. Derecho de fuga


Para un análisis de las formas de vida contemporáneas
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12. Cuando el verbo se hace carne


Lenguaje y naturaleza humana
Paolo Virn o. I.S.B.N.: 84-96453-01-4, 184 pp., 12 eu ros.

13. Por una cultura libre. Como los grandes grupos de comunicación utilizan la tecnología y la ley
para clausurar la cultura y controlar la creatividad
Law ren ce Lessig. I.S.B.N.: 84-96453-02-2, 184 pp., 18 eu ros.
útiles
1. A la deriva por los circuitos de la precariedad femenina
Precarias a la deriv a. I.S.B.N.: 84-392982-9-8, 280 pp., 12 eu ros.

2. Nociones comunes
Experiencias y ensayos entre investigación y militancia
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2. O kupación represión y movimientos sociales


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VV. AA.
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