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Abr. 9-2003 (Mesias Puma)

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Nº 20-2003

En el juicio ordinario (recurso de casación) No. 67-2002 que, por cumplimiento de


contrato, sigue Angel Mesías Puma Shagüi en contra de Mario Santiago Terreros
Serrano, en su calidad de Gerente propietario de “IMPORTADORA TERREROS
SERRANO Cía. Ltda.”, se ha dictado lo siguiente:

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


PRIMERA SALA DE LO CIVIL Y MERCANTIL

Quito, 28 de enero de 2003; las 11h00.

VISTOS: Angel Mesías Puma Shagüi deduce recurso de casación en contra de la


sentencia dictada por la Primera Sala de la H. Corte Superior de Justicia de Cuenca,
que confirma íntegramente la del inferior y rechaza la demanda, dentro del juicio
ordinario que, por cumplimiento de contrato, propuso el recurrente en contra de Mario
Santiago Terreros Serrano, en su calidad de Gerente propietario de Importadora
Terreros Serrano S. A. Dicho recurso es concedido, por lo que el proceso sube a
conocimiento de la Corte Suprema de Justicia. Habiéndose radicado la competencia
por el sorteo de ley en la Primera Sala de lo Civil y Mercantil, y una vez que ha
concluido la etapa de sustanciación de este proceso de casación, para resolver se
considera: PRIMERO.- En su escrito de interposición y fundamentación del recurso de
casación, la recurrente acusa al Tribunal de última instancia de haber infringido las
normas contenidas en los artículos 1484, 1487, 1591, 1595, 1759 y 1767 del Código
Civil; artículos 197, 198, 277 y 287 del Código de Procedimiento Civil; e imputa al fallo
del Tribunal ad quem de incurrir en las causales primera, segunda y tercera del
artículo 3 de la Ley de Casación. Estos son los límites dentro de los cuales se
desenvolverá la actividad revisora del Tribunal de Casación. SEGUNDO.-En su
impugnación, el recurrente acusa al Tribunal de última instancia de haber confundido
entre falta de legitimación procesal y falta de legitimación en la causa, pues ... en el
presente caso no consta que el demandado sea incapaz, ni que haya actuado en
nombre de otro, más bien se ratifica que es el representante legal de Importadora
Terreros Serrano desde su fundación el año de 1979, hasta la fecha, y/que la empresa
ha actuado tanto como sociedad anónima y compañía limitada.., lo que convalida
plenamente su llamado a juicio...”. Dice finalmente sobre este cargo: “...debo señalar
que no hay ilegitimidad de personería en quien interviene como demandado en un
juicio ya que en demanda- se pidió que contara con el representante legal de la
empresa constante en la factura de compraventa, que obra de autos, razón por la que
se la cita con dicha razón social y era obligación del citado vendedor probar su
representación social...”. Se analizará a continuación este cargo. TERCERO.- El
Tribunal de última instancia dice en el considerando tercero de su resolución: “El
demandado al contestar la demanda afirma que no ejerce ninguna representación en
la aludida Compañía, oponiendo la excepción de falta de personería pasiva y activa y
con el certificado del Registrador Mercantil del cantón Cuenca, obrante a fs. 19 de los
autos, demuestra que el señor Mario Terreros Serrano, es Gerente General de
«Importadora Terreros Serrano Cía. Ltda.» y no de «Importadora Terreros Serrano
SA.» que es persona jurídica diferente a la que precisa y demanda el actor en la
presente acción que es una compañía de sociedad anónima,
procediendo entonces la excepción dilatoria de ilegitimidad de personería pasiva
opuesta por el accionado al contestar la demanda...”. La distinción entre la legitimación
ad caussam y la legitimación ad processum ha sido nítidamente señalada por esta
Sala en múltiples resoluciones, en las que se ha señalado insistentemente que,
mientras la primera consiste en que el actor debe ser la persona que pretende ser el
titular del derecho sustancial discutido y el demandado el llamado por la ley a
contradecir u oponerse a la demanda, la segunda es aquella capacidad procesal de
una persona para comparecer como parte a juicio, por sus propios derechos o en
representación de otra. El razonamiento del Tribunal de última instancia confunde
estos dos conceptos, ya que en ningún momento se deja de admitir que Mario
Terreros Serrano tiene capacidad procesal para comparecer en este proceso a
nombre de la Compañía “Importadora Terreros Serrano”, compañía que fue
demandada por su intermedio, sin que la denominación de sociedad anónima (como
consta en la demanda) o de compañía limitada implique necesariamente, y como
erróneamente afirma el Tribunal ad quem, que sean entonces dos personas jurídicas
distintas, y que en este proceso se ha contado, como con quien no era el llamado a
contestar a nombre de esa persona jurídica la demanda propuesta. En efecto: 1) La
demanda (fojas 4-4 vta, del cuaderno de primer nivel) se dirigió en contra de una
persona jurídica determinada, esto es, Importadora Terreros Serrano. 2) En ningún
momento, quien comparece a nombre de la persona jurídica demandada, señor Mario
Terreros Serrano, ha dicho que ésta no es la llamada a contestar la demanda, sino
que se ha limitado a decir que no ejerce representación legal de la misma; ello sin
embargo no ha impedido que a nombre de la misma comparezca al proceso y deduzca
excepciones (fojas 7). 3) Del certificado del Registrador Mercantil del cantón Cuenca
(foja 19), consta la sucesiva transformación de la razón social de la compañía
demandada: de “Importadora Terreros Serrano Cia. Ltda.” a “Importadora Terreros
Serrano SA.” y luego a “Importadora Terreros Serrano Cia. Ltda.”, haciéndose constar
que Mario Terreros Serrano ejerce la representación legal, judicial y extrajudicial de la
mencionada compañía, lo cual también consta del informe de registro de sociedades
con los datos actuales de Importadora Terreros Serrano otorgado por la Intendencia
de Compañías de Cuenca (foja 22-23). 4) Esta sucesiva transformación no implica de
ninguna manera que en este proceso no se haya contado con quien no era
representante legal de la Compañía “Importadora Terreros Serrano”. Ni tampoco, y
como se desprende del No. 3, que un cambio en la figura societaria sea motivo para
considerar que se ha demandado a una persona jurídica que no era la llamada a
contestar la demanda. En efecto, el cambió de nombre o el cambio de tipo societario
no implica que surja una nueva persona jurídica, diferente de la que sufre tales
modificaciones en la denominación o en el tipo societario; la persona jurídica sigue
siendo la misma, sin variaciones, no se trata de la constitución de una nueva
compañía que suceda a la anterior, y el Tribunal ad quem comete un grave error que
denota ciertamente desconocimiento de los principios societarios al encontrar que
“Importadora Terreros Serrano Cía. Ltda..” es persona jurídica diferente de
“Importadora Terreros Serrano S.A.”, no obstante que del proceso consta tanto el
certificado del Registrador Mercantil del cantón Cuenca como el informe de registro de
sociedades con los datos actuales de Importadora Terreros Serrano otorgado por la
Intendencia de Compañías de Cuenca. Aún más, ampararse en el cambio de
denominación o en el cambio del tipo social para incumplir obligaciones,
podría constituir un caso de fraude a la ley, respecto del cual el artículo 17 de
la Ley de Compañías señala que “Por los fraudes, abusos o vías de hecho que
se cometan a nombre de compañías y otras personas naturales o jurídicas,
serán personal y solidariamente responsables: 1.- Quienes los ordenaren o
ejecutaren, sin perjuicio de la responsabilidad que a dichas personas pueda afectar”.
Esta Sala ya ha advertido sobre la obligación que tiene todo juzgador de, cuando
advierte que hay una manipulación de la figura societaria, levantar el denominado velo
de la persona jurídica, y penetrar en el campo que estaba oculto por dicho velo, para
determinar cuál es la verdadera situación jurídica y quien es el verdadero
responsable u obligado, ya que lo contrario sería amparar un fraude a la ley o
abuso del derecho, cosa que por un principio de moral pública no puede
admitirse jamás; en su fallo No. 120 de 21 de marzo de 2001, publicado en el
Registro Oficial 350 de 19 de junio del mismo año así lo señaló: “En la actuación de las
personas jurídicas, se ha observado en los últimos años una notoria y perjudicial
desviación, ya que se le usa como camino oblicuo o desviado para burlar la ley o
perjudicar a terceros, Pierde por completo su razón de ser y su justificación económica
y social; ya no es más una persona ideal o moral y se convierte en una mera figura
formal, un recurso técnico que permite alcanzar proditorios fines. Como señala la
doctrina, «la reducción de ella (la persona jurídica) a una mera figura formal, a un mero
recurso técnico, va a permitir su utilización para otros fines, privativos de las personas
que los integran y distintos de los de la realidad jurídica para la que nació esta figura.
Esta situación desemboca en el llamado “abuso” de la persona jurídica, que se
manifiesta, principalmente, en el ámbito de las sociedades de capital:» (Carmen Boldó
Roda, «La desestimación de la personalidad jurídica en el derecho privado español»,
R.D.C.O., año 30, Depalma, Buenos Aires, 1997, pp. 1 y ss). Frente a estos abusos,
hay que reaccionar desestimando la personalidad jurídica, es decir, descorriendo el
velo que separa a los terceros con los verdaderos destinatarios finales de los
resultados de un negocio jurídico llegar hasta éstos, a fin de impedir que la figura
societaria se utilice desviadamente como un mecanismo para perjudicar a terceros,
sean acreedores a quienes se les obstaculizaría o impediría el que puedan alcanzar el
cumplimiento de sus créditos, sean legítimos titulares de un bien o un derecho a
quienes se les privaría o despojaría de ellos. Estas son situaciones extremas, que
deben analizarse con sumo cuidado, ya que no puede afectarse la seguridad jurídica,
pero tampoco puede a pretexto de proteger este valor, permitir el abuso del derecho o
el fraude a la ley mediante el abuso de la institución societaria.”. Sobre la teoría del
“levantamiento del velo” o del “disregard” de la sociedad o compañía también se ha
dicho: “Si consideramos a la sociedad como un instrumento técnico que el derecho
provee a los seres humanos, atribuyéndole determinadas cualidades que permiten
diferenciar totalmente la sociedad de los socios que la integran, resulta fácil establecer
en qué casos es posible prescindir de esa personalidad. Cada vez que los individuos
que recurren a la forma jurídica corporativa lo hacen apartándose de los fines que tuvo
presentes el Legislador, la imputación de los derechos, obligaciones y
responsabilidades no se debe hacer a la sociedad, sino directamente a los socios,
prescindiendo o pasando por alto la personalidad jurídica atribuida.”, señala Carlos
Alberto Villegas en su obra Tratado de las Sociedades, Santiago, Editorial Jurídica de
Chile, 1ª edición, 1995, p. 48. El mismo autor continúa: “En tales supuestos el juez
puede
«romper el velo» de esa personalidad jurídica y «penetrar» en la realidad, atribuyendo
a los individuos que están detrás del velo societario (ocultos o escondidos detrás de
él), directamente, la consecuencia de los actos o conductas antijurídicos.” (Ibídem, p.
48). De igual forma opina R. Serick, citado por Guillermo Cabanellas de las Cuevas
(Derecho Societario, parte general, la personalidad jurídica societaria. Buenos Aires,
Heliasta, 1994, p. 73), quien expone: “Si la estructura formal de la persona jurídica se
utiliza de manera «abusiva», el juez podrá descartaría para que fracase el resultado
contrario a derecho que se persigue. Existe «abuso» cuando con la ayuda de la
persona jurídica se trata: a) de burlar una ley, b) de quebrantar obligaciones
contractuales, o c) de perjudicar fraudulentamente a terceros”. Aceptar entonces la
tesis del Tribunal de última instancia seria legitimar un abuso de la sociedad
demandada, porque en esta causa no cabe aseverar que no se ha contado con quien
no es su representante legal, ni que se ha demandado a una persona jurídica distinta,
porque un cambio sucesivo en la denominación de sociedad anónima o de
responsabilidad limitada mas no en las personas o su objeto social no trae como
consecuencia la conformación de una persona jurídica distinta. Procede, por lo tanto,
casar la sentencia y dictar la que corresponda en su lugar, de conformidad con el
artículo 14 de la Ley de Casación. CUARTO.- Comparece a fojas 4-4vta del cuaderno
de primer nivel Angel Mesías Puma Shagüi, quien consigna como fundamentos de
hecho lo siguiente: que el 31 de diciembre de 1999 contrató con Importadora Terreros
Serrano S.A. a través de su vendedor Carlos Trelles, la compra de varios tipos de
aceites, conforme consta de los documentos que adjunta a su demanda, por el monto
global de S/. 66’089.960,oo, valores que dice los canceló previo a la entrega de la
mercadería. “Dándose el caso señor Juez que el propietario de la indicada
Importadora Sr. Mario Terreros Serrano, ante si y por sí solo, en forma arbitraria y
violatoria de toda norma legal de trato comercial y mercantil, decide no entregarme la
mercadería contratada y cancelada, exigiéndome para su entrega casi la duplicación
del valor contratado, sorprendiéndome este accionar, ante mi negativa a aceptar un
sobreprecio de los productos se me envía de vuelta por intermedio de un agente
vendedor los cheques correspondientes...”. Demanda a la Importadora el cumplimiento
inmediato del contrato, “cuya mercadería consta de la factura comercial No. 0006415
que se adjunta”; el pago de daños y perjuicios, en los que se incluirá el lucro cesante y
daño emergente, y el pago de costas procesales y honorarios profesionales.
Fundamenta en derecho su demanda en los artículos 1588 y siguientes del Código
Civil. En la contestación a la demanda (foja 7), comparece Mario Terreros Serrano
quien se da por legalmente citado con la demanda y la contesta proponiendo las
siguientes excepciones: “No ejerzo ningún tipo de representación en la compañía
aludida, ni he celebrado ningún tipo de contrato, razón por la que opongo de manera
principal la excepción de falta de personería pasiva y también activa. Subsidiariamente
opongo la negativa pura y simple de sus fundamentos.”. Reconviene al actor por el
daño moral que dice se le provoca, “pues este tipo de acciones son una afrenta para
mi reputación, y me provocan efectos negativos de orden psíquico”, fijando su cuantía
en ochenta millones de sucres. QUINTO.- Trabada de esta manera la litis con los
fundamentos de hecho y de derecho de cada una de las partes, corresponde a la Sala,
actuando como Tribunal de instancia, el decidir la controversia dentro de estos límites:
1) Respecto a la alegada “falta de personería activa y pasiva”, se reitera el
pronunciamiento expresado en el
considerando tercero de esta resolución, en cuanto en la especie no existe falta de
legitimación procesal, que además no debe confundirse con falta de legitimación en la
causa. En efecto, del certificado otorgado por el Registrador Mercantil del cantón
Cuenca (foja 19), como del informe de registro de sociedades con los datos
actuales de Importadora Terreros Serrano otorgado por la Intendencia de Compañías
de Cuenca (fojas 22-23), se desprende que la compañía demandada ha sufrido varias
transformaciones en su tipo societario, sin que conste que haya cambiado su
personalidad ni su objeto social, siendo en consecuencia una misma persona
jurídica Importadora Terreros Serrano SA. e Importadora Terreros Serrano Cia. Ltda.
Es más, es el mismo demandado Mario Terreros Serrano quien mediante escrito
que consta, a foja 20, solicita que se tenga como prueba de su parte el
contenido del certificado aludido, lo cual demuestra en definitiva que ha ejercido
la representación legal de Importadora Terreros Serrano a lo largo de sus
sucesivas transformaciones, por lo que es su representante legal, y también está
llamado a contestar esta demanda a nombre de la compañía demandada, sin que
tenga importancia para la decisión que el tipo social haya cambiado de sociedad
anónima a compañía de responsabilidad limitada, cuando en un principio, Importadora
Terreros Serrano se constituyó bajo esta figura. El actor no tenía porqué saber de
estos cambios al momento de proponer su demanda, ya que de los documentos que
adjunta a su demanda (fojas 1-2), consta que contrató con Importadora Terreros
Serrano, cuya, denominación es la misma en ambos, que constituyen un recibo de
cobro y una factura comercial, aunque en el primero conste que actuaba como
compañía de responsabilidad limitada, y en la segunda, como sociedad anónima.
Constan además otras probanzas fundamentales en esta causa, como son las cinco
facturas comerciales de “Importadora Terreros Serrano SA.” (fojas 11-15 del cuaderno
de segunda instancia), que demuestran que las partes venían contratando en las
calidades invocadas; y la confesión judicial del señor Mario Terreros Serrano (fojas 20
vta. 21 ibídem), quien señala al contestar al pliego de preguntas, en el número 2 (“diga
el confesante como es verdad y cierto que ha venido manteniendo la representación
legal durante muchos años hasta la fecha de Importadora Terreros Serrano sociedad
anónima y compañía limitada”), responde que “es representante legal de Importadora
Terreros Serrano desde su fundación, esto es desde el año setenta y nueve, la
compañía fue inicialmente compañía limitada, se transformó en anónima y
nuevamente se ha transformada en limitada”, y en las números 6 y 8 reconoce que el
agente vendedor que contrató con el actor si pertenece a la organización comercial
demandada. 2) Analizada esta excepción, toca establecer si, como sostiene el actor,
se llevó a cabo una contratación para la compraventa de lubricantes automotrices, ya
que el demandado dice en la contestación a la demanda que no ha celebrado ningún
contrato con el actor, a nombre de Importadora Terreros Serrano SA. El actor adjunta
al proceso una factura comercial No. 0006415 de “Importadora Terreros Serrano SA.”,
donde se describe la compraventa de mercadería entre las partes por un valor total de
66’089.969 sucres, valor que como señala el actor, cancela mediante tres cheques de
su cuenta en Filanbanco que constan de fojas 14 a 16, cada uno por el siguiente valor:
No. CA00399, por once millones novecientos setenta y siete mil novecientos noventa y
nueve sucres (11’977.999); No. CA000400, por treinta y ocho millones novecientos
veintisiete mil novecientos ochenta y dos sucres (38’927.982); y No. CA000401, por
treinta y ocho
millones novecientos veinte y siete mil novecientos ochenta y dos sucres (38’927.982),
por un valor total de sesenta y seis millones ochenta y nueve mil novecientos sesenta
y nueve sucres (66’089.969), que equivale al valor facturado por Importadora Terreros
Serrano en el documento que consta a foja 2 del cuaderno de primer nivel. Estos
documentos han sido impugnados por el demandado “en los términos del Art. 198
ordinal 4º” (del Código de Procedimiento Civil, “ya que no me obligan, pues hay falta
de autenticidad, son de índole privada y contienen falsedad tanto material como
ideológica.”. Se analizará esta afirmación, pues son éstas las pruebas fundamentales
en las que se ha apoyado esta acción de cumplimiento de contrato. SEXTO.- Los
documentos incorporados a fojas 1-2 del cuaderno de primer nivel consisten en un
recibo de cobro y en una factura comercial de “Importadora Terreros Serrano”; en el
recibo de cobro se detallan los tres cheques entregados a dicha compañía por los
valores ya indicados; y en la factura comercial, el detalle de la mercadería negociada,
señalándose en dicha factura que los valores han sido cancelados. El primer
documento, que probarla la cancelación por el comprador de su obligación de pagar el
precio de la mercadería adquirida, ha sido impugnado; pero al contestar la pregunta
quinta del interrogatorio (“diga el compareciente cómo es verdad y cierto que
paralelamente cancelé a la citada importadora los valores de la precitada factura
02369, acorde recibo de cobro No. 02369”), el demandado rehuye dar una
contestación explícita pero tampoco niega el contenido de la pregunta y únicamente
afirma que existirían otras facturas impagas. Respecto al segundo, que es una factura
comercial, cabe recordar que el artículo 201 del Código de Comercio dispone: “El
comprador tiene derecho a exigir del vendedor que le entregue una factura de las
mercaderías vendidas, y que ponga al pie de ella el recibo del precio total o de la parte
que se le hubiere entregado. No reclamándose contra el contenido de la factura,
dentro de los ocho días siguientes a la entrega de ella, se tendrá por irrevocablemente
aceptada.”. Esta disposición, que consta en el ordenamiento mercantil ecuatoriano
desde el Código de Comercio de Veintimilla (artículo 200), establece que la factura
constituye para el comprador medio de prueba del contrato de compraventa y del pago
de la totalidad o de una parte del precio cuando lo haya hecho; y respecto del
vendedor, igualmente, sirve de prueba de la entrega de la mercadería, cuando lo haya
hecho. En consecuencia, la factura comercial sirve de medio de prueba del contrato
que origina su emisión y, por lo tanto, de las obligaciones de las partes y de su
cumplimiento cuando se produzca. Este documento constituye, pues, una prueba
esencial de la celebración del negocio jurídico cuyo cumplimiento se reclama; prueba
que se refuerza con la confesión judicial rendida por el demandado (fojas 20 vta. - 21
del cuaderno de primer nivel), en que ratifica que el agente vendedor que contrató con
el actor sí pertenece a Importadora Terreros Serrano. De conformidad con lo que
dispone el artículo 132 del Código de Comercio, aunque los factores y dependientes
omitieran la expresión de que obran por poder se entenderá que han contratado por
cuenta de sus principales en los cuatro casos que señala dicha norma. En el presente
caso se han ratificado facturas y recibos membretados de la compañía demandada,
que se han suscrito por el agente vendedor de la misma, autorizado para realizar los
negocios y recibir los pagos y el negocio corresponde al giro ordinario del
establecimiento, por lo que aparece probada la celebración de la compraventa cuyo
cumplimiento se demanda. SEPTIMO.- Habiéndose determinado que existió un
negocio jurídico entre las partes, cabe determinar si hubo o no el incumplimiento
reclamado por el actor. El artículo 1588 del Código Civil dice: “Todo contrato
legalmente celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino
por su consentimiento mutuo o por causas legales.”; a su vez dice el artículo
1589: “Los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan,
no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan
precisamente de la naturaleza de la obligación, o que, por la ley o la
costumbre, pertenecen a ella.”. Estas normas, aunque se refieren a los
negocios jurídicos bilaterales, sin embargo son aplicables a toda obligación sea
cual sea la fuente de la que dimanen ya que contienen un axioma básico de
todo el ordenamiento jurídico patrimonial, esto es, que las obligaciones han de
cumplirse de buena fe, ya que es una proposición tan clara y evidente que ni
siquiera precisa de demostración y constituye postulado fundamental que sirve
de base para la justificación de la potestad de la que se halla asistido todo
acreedor para acudir ante el Estado a solicitarle y alcanzar de éste que ponga
todo el imperio del cual se halla dotado al servicio de su interés privado a fin
de que coercitivamente se ejecute la prestación a la cual está constreñido el
deudor y que sirve para satisfacer el interés privado de tal acreedor; como ya
lo dijera la Sala en su sentencia No. 136 de 26 de febrero de 1999, publicada en el
Registro Oficial 162 de 5 de abril del mismo año, “...ausente la buena fe en el
comportamiento de las partes unidas por una relación obligatoria, cambia por complete
el panorama; en efecto, si desaparece este elemento vital en la parte deudora, no
solamente que el Estado le impondrá compulsivamente el cumplimiento de su deber
jurídico, sino que además será responsable de todo daño y perjuicio que sufra la parte
acreedora y, en ciertos casos en que este comportamiento in jurídico afecta al interés
de la sociedad toda, causando alarma y provocando sentimiento de inquietud que
incide en el bienestar colectivo, vulnerando así un bien social, inclusive llega a
tipificarlo como delito penal; pero de la misma manera, si la parte acreedora no actúa
de buena fe y pretende alcanzar beneficios exorbitantes, más allá de aquellos que se
hallan justificados por la causa de la relación creditoria, o trata de imponer al deudor
su voluntad abusiva, pretendiendo rebasar los límites que le señalan no solamente la
declaración de voluntad que ha originado la relación obligatoria (cuando ésta nace de
un negocio jurídico) sino también la ley, la costumbre y la propia naturaleza de la
obligación, el Estado no puede acudir en auxilio de este acreedor que no pide se le
ampare en el ejercicio de su derecho sino que pretende abusar de él. El
comportamiento de las dos partes, acreedora y deudora, ha de ser, pues, equilibrado,
enmarcado dentro de los límites señalados y caracterizado por la buena fe. Esta
piedra angular y regia fundamental del derecho de las obligaciones es básicamente,
una norma de comportamiento, implica un deber de recto comportamiento de acuerdo
a la equidad, constituye, en definitiva, «una regla objetiva de honradez de; comercio
jurídico» (Von Thur. citado por Camacho Evangelista en «La buena fe en el
cumplimiento de las obligaciones», Granada, 1962, pág. 32). Como lo viene
sosteniendo la doctrina francesa contemporánea la buena fe descansa en un deber
moral que se transforma en obligación jurídica de lealtad entre las partes. Georges
Ripert, en su célebre obra «La regle morale dans les ohligations civiles», 4a ed. París,
Librairie Général de Droit et de Jurisprudence, 1949, pág. 6. No. 3) así lo entiende y
por ello dice que «la regla moral puede ser estudiada en primer lugar, en su función
normativa, cuando viene a impedir el
abuso de la forma jurídica que se querría utilizar para fines que la moral reprueba.
Frente al principio de la autonomía de la voluntad, se lleva la necesidad para las partes
de respetar la ley moral, la protección necesaria debida al contratante que se
encuentra en estado de inferioridad y que es explotado por la otra parte, ella enseña
que la justicia debe reinar en el contrato y que la desigualdad en las prestaciones
puede ser reveladora de la explotación de los débiles; ella arroja la duda sobre los
acuerdos que son la expresión de una voluntad muy poderosa doblegando una
voluntad debilitada,>. Camacho Evangelista (op. cit., pág. 20) señala que la buena fe
obligacional «exige que se realice no sólo lo que se debe en razón de la obligación,
sino que se cumpla con la moral y con las reglas sociales que suponen un proceder
honesto». Enneccerus (en Enneccerus-Kipp-Wolff; Tratado de Derecho Civil, T. II,
Derecho de Obligaciones, vol. 1, Bosch, Barcelona, 7ª ed., 1954, págs. 19-20), en
relación al qué y al cómo de la prestación, dice: «la doctrina dominante y, en particular,
la jurisprudencia han deducido como principio supremo y absoluto que domina todo el
derecho de las obligaciones, el de que todas las relaciones de obligación, en todos los
aspectos y en todo su contenido, están sujetas al imperio de la buena fe, pero
teniendo presente que el contenido de la deuda, cuando se trata de obligaciones
derivadas de negocio jurídico, se determina en primer término por la voluntad de los
interesados, mientras que en las obligaciones legales esta voluntad es indiferente...”
En la especie, el actor ha adjuntado tres cheques, girados a nombre de
Importadora Terreros Serrano, por el valor establecido en la factura comercial
otorgada al actor por dicha compañía. La devolución inexplicable de los
cheques, por decir menos, constituye una prueba clara de la mala fe
obligacional con la que ha actuado el representante legal de dicha compañía,
al negarse a cumplir con un contrato legalmente celebrado y no exponer las
razones por las cuales se niega a dicho cumplimiento. No puede uno de los
contratantes unilateralmente, por sí y ante si, dar por ineficaz un contrato sino que ha
de acudirse al órgano judicial respectivo demandando la respectiva declaración. De los
autos no aparece que se haya convenido la venta de la mercadería bajo condición
suspensiva, por lo que de ninguna manera podía proceder el demandado
arbitrariamente a romper unilateralmente el contrato válidamente celebrado. El artículo
1532 del Código Civil señala que en todo contrato bilateral va envuelta la condición
resolutoria de no cumplirse por uno de los contratantes lo pactado, y que en tal caso,
podrá el otro contratante pedir, a su arbitrio, o la resolución o el cumplimiento del
contrato, con indemnización de perjuicios. El actor ha optado por la segunda opción,
demostrándose además en el proceso que él por su parte, ha estado dispuesto a
cumplir con el contrato en el tiempo y forma acordados, por lo que cabe declarar con
lugar el cumplimiento solicitado, sin que el demandado, por su parte, haya aportado
prueba alguna que justifiquen las razones de su incumplimiento. Como el actor no ha
solicitado la indemnización de daños y perjuicios derivados del incumplimiento de la
parte demandada, no cabe pronunciamiento alguno en este sentido. Por las
consideraciones que anteceden, la Primera Sala de lo Civil y Mercantil,
ADMINISTRANDO JUSTICIA EN NOMBRE DE LA REPUBLICA Y POR AUTORIDAD
DE LA LEY, casa la sentencia dictada por la Primera Sala de la Corte Superior de
Justicia de Cuenca, y en su lugar, acepta la demanda propuesta por Angel Mesías
Puma Shagüi, y dispone que la parte demandada cumpla inmediatamente con el
contrato celebrado que se describe en la demanda,
debiendo el actor pagar el precio estipulado, esto es, la suma de 66’089.969 sucres,
convertidos a dólares de los Estados Unidos de América, a razón de 25.000 sucres por
cada dólar, al momento en que reciba la mercadería completa en los términos del
contrato. Con costas a cargo de la parte demandada, en 100 dólares de los Estados
Unidos de América se fijan los honorarios del abogado de la parte actora.- Notifíquese,
publíquese y devuélvase.

Fdo.) Dres. Santiago Andrade Ubidia, Galo Galarza Paz y Ernesto Albán Gómez,
Ministros Jueces.

Certifico.- Dra. Isabel Garrido Cisneros, Secretaria Relatora.

RAZON: Las copias que anteceden son iguales a sus originales. Certifico.- Quito, 28
de enero de 2003.

f.) Dra. Isabel Garrido Cisneros, Secretaria Relatora de la Primera Sala de lo Civil y
Mercantil de la Corte Suprema de Justicia

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