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Mireya Zapata - Organo Sin Cuerpo

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E ste trabajo forma parte de la inves-

tigación sobre las enfermedades


autoinmunes. Se plantea una discusión
sobre el estatuto del cuerpo en psicoaná-
lisis y su diferencia con la concepción
organicista de la medicina en especial

O
en la aparición de los trastornos por
autoinmunidad, como es el caso de la
diabetes infantil insulinodependiente;
Órgano sin cuerpo* se presenta una descripción de una
intervención de corte psicoanalítico con
niños y la posibilidad de metaforización
MIREYA ZAPATA TARRAGONA y subjetivación en estos trastornos.

EL OBJETIVO DE ESTE TRABAJO es comunicar desde la clínica psicoanalítica


con niños con trastornos crónicos, concretamente los llamados trastornos
autoinmunes, mi trabajo con un paciente con diabetes infantil por
autoinmunidad. 1 Iniciaré con una breve descripción del sistema
inmunológico y de los trastornos autoinmunes para continuar con lo que
se entiende por cuerpo en psicoanálisis, seguiré con la exposición del caso
clínico, que sirve como ejemplo a las ideas expresadas, siguiendo la
estructura clásica en la que se presenta un caso clínico en psicoanálisis y
terminaré con algunas ideas finales.

El sistema inmune

El sistema inmune está compuesto de diferentes células que interactúan


entre sí y a su vez con el agente extraño; cuando aparece una alteración en
las funciones de uno de los componentes la capacidad de resistir a las

* Este trabajo forma parte de la investigación conjunta de la UAM-Xochimilco y el CEP de la


APM sobre las enfermedades autoinmunes, aprobada por el Consejo Divisional de DCSH.
1
El caso clínico es presentado con las reglas metodológicas de todo caso clínico psicoanalítico,
cuidando la privacidad y anonimato del paciente, pero se cuenta con su aprobación y la de sus
padres para el uso del material clínico para la publicación.

ANUARIO DE INVESTIGACIÓN 2004 • UAM-X • MÉXICO • 2005 • PP. 580-590


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enfermedades, ésta se ve comprometida o se desarrolla una reacción


autoinmune que daña el cuerpo: las enfermedades autoinmunes.
La competencia inmunitaria es la capacidad de desarrollar la inmunidad
bajo una estimulación apropiada, es una característica única de los animales
vertebrados e implica reconocer bioquímicamente una variedad aparentemente
ilimitada de sustancias extrínsecas, sin embargo, cada vez hay mayor razón
para creer que cuando menos una parte del sistema inmunitario puede haberse
formado para combatir a un tipo de amenaza mucho más insidiosa, cuyo
origen está dentro del organismo, o sea, una célula neoplásica. Existen poderosos
mecanismos de vigilancia inmunitaria que son capaces de lograr el
reconocimiento y la destrucción del tejido neoplásico.
Sin embargo, hay circunstancias en que una respuesta puede actuar como
un mecanismo patógeno y no como una reacción defensiva. Así, las respuestas
inmunitarias conjuntamente con otros mecanismos homeostáticos del
organismo poseen la capacidad de dañar y de proteger al cuerpo.
Cuando la reacción inmune se dirige a componentes del cuerpo se
desarrolla el trastorno autoinmune, éstos constituyen un amplio espectro
de trastornos con el común denominador de una respuesta crónica a un
autoantígeno; aunque la etiopatogénesis de estos trastornos no está del
todo comprendida por parte de la medicina, es indudable la participación
de factores psíquicos tanto en su génesis como en su desarrollo.

El cuerpo en psicoanálisis

Sin embargo, para el psicoanálisis, ¿qué significa la expresión sintomática en


el cuerpo?, ¿de qué cuerpo se habla en la teoría psicoanalítica?, ¿es un concepto
organizador?, ¿es una noción de referencia?, ¿está presente en la clínica?, ¿en
el cuerpo cabe la palabra?, ¿es objeto de interpretación?, ¿es una representación
psíquica del cuerpo o una imagen inconsciente del mismo?
Se puede pensar que la problematización cuerpo-somático-representación-
imagen-inconsciente, se juega en el corazón mismo de la teoría psicoanalítica.
Todos estos problemas, que han sido tratados de una u otra manera,
dejan entrever una triple característica: la pregunta sobre el cuerpo en el
psicoanálisis es marginal y fronterizo; definitivo y constitutivo; evitado y

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resistido; y no cabe duda que su discusión se origina en el cuerpo del texto


freudiano.
Los niños se hallan en los primeros momentos de su construcción
subjetiva, troquelando las primeras inscripciones, pero en ocasiones algo
de esta delicada trama se trastoca, dando lugar a diversas dificultades que
convocan la presencia del psicoanalista. Es pues desde ese lugar que inicio
esta comunicación.
El cuerpo, desde el psicoanálisis, plantea una separación definitiva de la
concepción de lo orgánico. Este término, lo orgánico, como bien plantea
Assoun (1998), remite al cuerpo como máquina y ha sido el saber médico el
encargado de nombrar las disfunciones de esta máquina y las lesiones de los
órganos llamados afectados, aquí hay que destacar el uso de la palabra afectados.
La expresión sintomática en el cuerpo es el campo del psicoanálisis: las
conversiones, las hipocondrías, las órganoneurosis, las somatizaciones hasta
lo que se conoce como los trastornos psicosomáticos. Sabemos que el cuerpo
del que habla el psicoanálisis es el cuerpo pulsional. Sin embargo, es necesario
aclarar desde dónde se dice cuerpo y desde dónde cuerpo infantil.
“Sin duda desde el otro, quien con su mirada y su palabra hace las
inscripciones corporales y hace un cuerpo” (Chamizo, 1998) ya que el niño
no tiene palabras, sólo hay un territorio —carne sin ningún organizador. Es
la palabra —mirada del otro— la que habrá de sostener este territorio-carne
para darle cuerpo. La unidad del cuerpo es la ilusión que se configura desde
la madre para que éste pueda ser apropiado por la libido narcisista. Es desde
el deseo materno que el cuerpo del niño recibirá palabras de amor y ternura,
odio y desazón, que van a ir configurando los espacios y los bordes que
harán zonas erógenas para los circuitos pulsionales que estabilizarán
facilitaciones del dispositivo narcisista que tiene su sede en el yo. Esta
facilitación va más allá de lo orgánico es la erogeneidad del cuerpo. Es la
mirada materna la que construye la imagen narcisista del cuerpo.
Siguiendo el pensamiento de McDougall (1980) de una “matriz del
psicosoma” como origen de los momentos iniciales de fusión que conduce
a la fantasía de un cuerpo para dos, fantasía que debe sufrir una progresiva
diferenciación del cuerpo, del mundo, de lo psíquico, de lo somático. En
este espacio la interdicción paterna es convocada para que los modos de
comunicación corporal sean reemplazados por la palabra. Pero este proceso

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puede verse perturbado porque la imago paterna está degradada y por lo


tanto la imago materna es una promesa de felicidad y una amenaza de muerte.
¿Pero qué sucede en aquellas perturbaciones llamadas orgánicas que
convocan a un resto del cuerpo perdido que no puede pasar al cuerpo
narcisista?, como en las afecciones llamadas autoinmunes, que van minando
el cuerpo y los bordes decaen inexplicablemente.
En los momentos de constitución subjetiva, cuando los procesos de
separación originarios no han culminado, no existe una estructura más
que en proceso, sólo la mirada de la madre la alimenta desde lo imaginario.
Ante esta indisponibilidad provisoria para tramitar la desinvestidura de
esta mirada la respuesta del hijo se da por medio de la angustia como el
afecto que da cuenta de ello y aparece un padecimiento. El cuerpo pasa a
primer plano (Donzis, 1998).
En los tiempos de las operaciones fundantes de la subjetividad, la
separación del objeto es también la separación del cuerpo y es este un
movimiento de pérdida con avatares específicos. Si se fractura la necesaria
ilusión de completud a la que la madre suficientemente buena que
Winnicott convoca, se desestructura el dispositivo protector narcisista
constituyéndose una ruptura histórica. Esto es un trauma que sólo lo será
retroactivamente, es decir en dos tiempos: un tiempo de ofrenda del cuerpo
al otro y un tiempo del cuerpo afectado que cae sobre el infante como
resto. Así se construye el síntoma en un atajo de lo orgánico antes que en
un cuerpo pulsional. El padecimiento es un intento de respuesta que tiende
a revelar la presencia del cuerpo. Es la temática de lo siniestro.
La fractura del dispositivo narcisista es una pérdida en la historia de la
construcción de los límites del yo. En el trastorno psicosomático no hay
proceso de metaforización, sus raíces se fundan en lo imaginario y la
enfermedad es un llamado al otro para recuperar la historia.
El fenómeno psicosomático no puede ser entendido desde la sustitución
y metaforización en la que se despliega el síntoma, por el contrario, lo
psicosomático cuando se despliega en un tratamiento da cuenta de cómo
la falta de metáfora se coagula en el cuerpo. Estas perturbaciones orgánicas
que no responden a metaforización alguna dan cuenta de ese núcleo de
real inaccesible, resto que queda del cuerpo perdido que no puede pasar al

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cuerpo narcisista. Es la silenciosa


presencia de la pulsión de muerte
que trabaja; son un pasaje al acto
pasivo y silencioso.
Pero el cuerpo habla aunque lo
haga de manera enigmática. Así en
los trastornos autoinmunes el
sistema inmunológico pierde su
función de asegurar la integridad
Roberto Matta, Homo Tumultum, 1974 del propio ser, pierde su función
de reconocer lo propio de lo ajeno.
Será en la experiencia analítica que encuentra inscripción de lo somático en
la realidad psíquica para no dejarla en la extraterritorialidad.
Los trabajos de Sami-Ali (1997) sobre estos trastornos son interesantes
pues destacan el atolladero que cuestiona la identidad del sí mismo respecto
del otro; una vez adquirida la identidad, ésta no puede mantenerse,
creándose una confusión que tiene su efecto sobre el cuerpo sexuado y su
posición en el tiempo y el espacio, este atolladero tiene su fundamento en
la extrema dificultad de separarse del otro, para él se trata de una dificultad
relacional. Ali también destaca el papel del estrés, cuestión que podemos
pensar de manera psicoanalítica como angustia.
A su vez otros autores como Chiozza (2002) han abordado estas
patologías, su planteamiento central es que el significado inconsciente de
las enfermedades autoinmunes tiene que ver con la dificultad del sujeto
de incorporar un mestizaje que los padres le transmiten, pues hacer una
integración implicaría una traición a alguno de los miembros de la pareja
parental. Más allá de lo discutible de esta proposición, que yo no lo he
visto así clínicamente, es importante destacar el lugar de la agresión no
metabolizada que priva en los padres y que, me parece, tiene su expresión
en el cuerpo del hijo.
Por supuesto que en este trabajo no se van a desarrollar todos los aportes
psicoanalíticos que sobre las enfermedades orgánicas o lo llamado
psicosomático se han hecho (unas más analíticas que otras, a mi parecer).
Sin embargo, me interesa hacer una precisión importante: sin negar su
importancia en el campo de lo psicosomático los aportes de P. Marty,

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quien funda la escuela psicosomática de París, dan un peso fundamental


al preconsciente y a la biología, lo cual marca una diferencia fundamental
con los aportes de Lacan y la holofrase en la cadena de significantes y con
los aportes de Nassio en relación con las forclusiones parciales, en estos
autores aparece la noción psicoanalítica de sujeto sin la cual no hay
especificidad del análisis, el desarrollo de estos postulados y su utilidad en
la clínica forman parte de otro trabajo.

La diabetes por autoinmunidad

La diabetes infantil es una de las enfermedades metabólicas crónicas de


mayor incidencia y se sabe que anteceden al síndrome procesos de pérdidas
fundamentales para el niño. Lo anterior sugiere una vía de acceso directo
de la angustia hacia el cuerpo, la diabetes es una expresión no mediatizada
de la angustia sobre el cuerpo infantil.
Un hijo con una enfermedad crónica produce una fractura en el proyecto
narcisista de los padres; la terapéutica médica presenta una serie de
complicaciones que tienen efecto sobre el psiquismo en constitución, los
trabajos de Anna Freud (1952) a este respecto resultan interesantes, aunque
ella no se detiene a pensar la metapsicología de la enfermedad sino las
implicaciones psíquicas de la terapéutica médica.
Los problemas a las restricciones alimenticias, los horarios rígidos para
la comida, las heridas para medir los niveles de glucosa y sobre todo las
inyecciones diarias de insulina son un ataque al cuerpo infantil que desata
fantasías de fusión y ansiedades de castración con fijaciones en la pasividad
dentro del par antitético masoquismo/sadismo. El cuerpo infantil se
convierte en propiedad del otro, es para el otro, es un cuerpo ofrenda,
cuerpo sacrificio (Chamizo, 1998), que necesita ser agredido para sobrevivir.
En las intervenciones psicoanalíticas con niños con trastornos crónicos,
en este caso diabetes por autoinmunidad, es muy importante establecer
una diferenciación entre el trastorno y las diferentes líneas del desarrollo
en proceso. No es lo mismo pensar en un diabético que en un niño con
diabetes, es fundamental entender el lugar de la enfermedad que ha puesto
al cuerpo fuera de sentido.

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Según Cramer (1990) es necesario atender a varios factores para


comprender el lugar que la diabetes ocupa en el desarrollo del niño:

1. De qué manera reaccionan la familia y el niño ante el diagnóstico.


2. Cuál es la inscripción inconsciente de la enfermedad.
3. Cómo integra el niño y la familia el tratamiento. En esta parte es
fundamental que se conozca la enfermedad, pues existen diferentes
investigaciones en las que se confirma que el conocimiento y la
educación en diabetes es el mejor apoyo de la terapéutica médica y que
el equilibrio en los controles de glucosa tiene que ver con este
conocimiento, que por supuesto no pasa sólo por la información sino
por la incorporación de este trastorno crónico al mundo psíquico.
4. La calidad de la relación con el analista, el médico y el resto del equipo
involucrado en este tipo de intervenciones de carácter interdisciplinario.

Material clínico

Sam llega a mi consultorio cuando tiene dos años ocho meses. Es hijo
único de una pareja muy mal avenida, su padre nunca quiso tener hijos y
su madre se embaraza sin su consentimiento; ella pare acompañada sólo
por el abuelo paterno del hijo y por eso la madre le pone su mismo nombre
sin consultarle al padre. Durante casi cuatro años la pareja se mantiene
unida y durante ese tiempo el padre establece una buena relación con su
hijo. Cuando Sam tiene dos años su madre se vuelve a embarazar, nuevamente
sin incluir al padre, lo cual distancia aún más a la pareja; en el primer trimestre
de este embarazo sufre un aborto espontáneo que, según las mismas palabras
de la madre, la enloquecen. Ella se desvincula de su hijo y de su familia
cayendo en una grave depresión, de la que saldrá para atender a su hijo
enfermo. Poco después de este suceso Sam presenta una bronconeumonía
que requiere hospitalización y a la semana de estar en casa es necesario un
nuevo ingreso al hospital donde se le diagnóstica diabetes por autoinmunidad,
tiene dos años tres meses. Es importante destacar que la madre seguirá
insistiendo en tener otro hijo, afortunadamente ingresa a tratamiento
psicoterapéutico donde abandonará esta idea.

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La madre de Sam, a quien llamaremos Elisa, es sumamente dependiente


de su madre, ésta sufre depresiones, pero sobre todo tiene una marcada
preferencia por su otra hija y sus otros nietos, Elisa siempre ha resentido
esta relación.
El padre, a quien llamaremos Juan, es el hijo único de una pareja que se
une ante el embarazo. Su padre, el abuelo de Sam, tiene otros hijos con los
que no mantiene relación alguna. Esta pareja continúa unida hasta la
adolescencia de su hijo y cuando se separan Juan se enoja con su madre a
la que no vuelve a ver, manteniendo con su padre una intensa y apegada
relación, tanto que dice que sólo lo quiere a él. Este abuelo paterno es
diabético tipo II, por lo que el caso de Sam es el primero en su familia, él
es el único insulínico dependiente.
Sam es un niño muy inteligente, bien vestido, agradable y con una
gran capacidad lúdica. Hasta el diagnóstico se había desarrollado más o
menos adecuadamente, el control del esfínter anal que en esa época se
estaba estableciendo no ha podido ser adquirido aún. Dada la corta edad
de Sam en ocasiones pide que alguno de sus padres entre a la sesión por los
momentos iniciales de la misma. Uno de los primeros juegos que Sam
despliega en el consultorio es el del hombre araña: hace como que lanza
telarañas con sus manos y me atrapa, se cuelga de unos lazos como si fuera
volando, tal cual lo hace Spiderman. También se disfraza de este personaje,
prendas de vestir que tiene en gran estima.
Después de jugar poniendo el cuerpo, Sam pasa varias sesiones
dibujando al hombre araña, al que pinta cubierto por otro ser monstruoso
que le da mucho miedo, pero que cubre
y protege al hombre araña, también
dibuja una serie de garabatos encerrados
en un círculo diciendo que ahí está su
nombre. Cuando yo le digo que su
nombre está adentro protegido y que hay
también un afuera me dice que sí, porque
sabes yo soy como el hombre araña con
su máscara, ¿lo has visto? Sabes a
Spiderman le pico una araña y se sintió
muy pero muy mal, sólo que después Marina Láscaris, Vida, 2003

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tuvo sus poderes, a lo que yo le contesto sí, tú también sabes de piquetes,


sí, me responde. A la semana siguiente los niveles de glucosa se estabilizaron
por primera vez.
A partir de aquí Sam inicia una serie de sesiones en las que pinta tortugas
y caracoles y en una sesión invita a su padre para enseñarle cómo es que
estos animalitos tiene un caparazón.
El siguiente tema que aparece es el de la alimentación. Se inicia en una
sesión en la que Sam llega con unos bocadillos de plastilina y con azúcar
ficticia que ha cocinado en su casa para mí. Se inicia el juego del té y la
comida. En este juego vamos al mercado, invitamos a comer a toda la
familia, ponemos la mesa con las frutas y comida de juguete que hay en el
consultorio. En algunas ocasiones se enoja conmigo y avienta los juguetes,
a lo que yo le digo que le enoja no poder comer de todo lo que él quiera,
pero que hay cosas que le gustan que sí pueda comer.
Al mismo tiempo la madre y yo diseñamos un dispositivo para que
asista a las fiestas de sus amiguitos, participe en la recolección de dulces de
las piñatas y coma pastel, se organiza así su fiesta de cumpleaños.
Poco a poco el juego del té y la comidita se va transformando en hacer
con plastilina hamburguesas y papas fritas que colocamos en un horno
que él ha construido, me solicita que yo haga las hamburguesas y que él las
llevará al horno. Durante esta etapa del juego hay una sesión que me
interesa destacar, Sam entra al consultorio y ve recargado un libro de láminas
sobre el cuerpo humano, pide que su mamá entre por un momento, se
sienta junto a ella y le dice algo en secreto, a lo que la madre le dice dilo tú;
entonces me pide ver el libro para que le presente al páncreas. Buscamos la
lámina en la que aparece el sistema digestivo y yo le indico la figura y él a
manera de explicación le dice a su mamá: ves, la comida entra por aquí,
pasa por aquí, señalando el páncreas y sale por acá como popo; la madre
dice: nunca habíamos visto el páncreas.
La madre sale y él revisa entonces todas las láminas, del sistema óseo
dice que parece una calaca, cuando aparecen los músculos faciales o la
nariz y los ojos se toca la cara y me dice “como yo”; se detiene otra vez en
la lámina del sistema digestivo y me repite la explicación, a lo que yo le
respondo que si por eso hay que ayudarlo con la comida y eso a veces nos
enoja, sí responde y vuelve a hacer el recorrido con el dedo.

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Un poco después y con los niveles de glucosa más estables tienen lugar
una serie de pérdidas muy importantes para Sam, hay un cambio de
endocrinóloga y de educadora en diabetes, pero sobre todo el padre se
distancia de la familia, generando una fuerte crisis incluso económica. Si
bien trabajamos un tiempo con una cuota más baja, ya no pueden costear
la terapia, entonces damos un periodo de suspensión mientras la situación
se regulariza. Finalmente la pareja se separa y con la madre más tranquila
parece que las perspectivas económicas pueden ser mejores, entonces la
madre me llama y se prepara un reencuentro entre Sam y yo.

Conclusiones

El niño en psicoanálisis pone el cuerpo, juega-cuerpo y así se construye.


Crea significaciones que hacen cuerpo (Casas de Pereda, 1999). Este proceso
se da en transferencia, en el ámbito del consultorio se da la posibilidad de
que el juego, que es el discurso infantil (ibid.), haga cosas, imaginarise y
pueda aparecer la posibilidad de la palabra.
El decir-hacer crea sentido para el sujeto infantil, se trama la subjetividad.
Al entrar al consultorio el niño considera que el analista sabe jugar y así
inaugura la transferencia y en este encuentro lúdico se produce un proceso
de subjetivación y simbolización en donde la pulsión trabaja hacia un
nuevo acto psíquico: el Yo (Donzis, 1998).
Creo que Sam transcurrió por su análisis creando juegos por medio de
los cuales se apropiaba en lo imaginario de su cuerpo erógeno con diabetes,
articulando textos-dibujos, relatos-explicaciones e imágenes.
Finalmente, quisiera decir que en el tratamiento analítico de niños con
enfermedades crónicas, como en este caso lo es la diabetes, implica una
intervención de carácter interdisciplinario. Es fundamental constituirse
como parte del equipo: pediatra, educador, endocrinólogo, y por supuesto
los padres.
Esta es una tarea apremiante dado que en México hay una escasa cultura
en torno a la diabetes infantil y juvenil, incluso puedo decir que en general
sobre los trastornos crónicos. Espero que este trabajo cumpla su objetivo
de colaborar a la construcción de esta cultura.

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Bibliografía

Assoun, Paul-Laurent (1977), Lecciones psicoanalíticas sobre cuerpo y síntoma, (trad.


Horacio Pons), Nueva Visión, Buenos Aires, 1998.
Casas de Pereda, Myrta (1999), En el camino de la simbolización. Producción del sujeto
psíquico, Paidós, Buenos Aires.
Chamizo Guerrero, Octavio (1998), “Cuerpo y ética. Un esbozo posible de la relación
entre Freud y Lévinas”, en Espectros del Psicoanálisis. El cuerpo, núm. 2, pp. 10-31.
Chiozza, L. (2002), “El significado inconsciente de las enfermedades por
autoinmunidad”, en La transformación inconsciente de la enfermedad, http://
www.funchiozza.com/libros/transformación/capítulo6.htm
Cramer, Bertrand (1990), “La expresión somática: aspectos psiquiátricos de la diabetes
juvenil”, en Serge Lebovici, Rene Diatkine y Michel Soulé (eds.), Tratado de
psiquiatría del niño y del adolescente, tomo IV (trad. Eloisa Castellano y José María
Marco), Biblioteca Nueva, España.
Donzis, Liliana (1998), Jugar, dibujar, escribir. Psicoanálisis con niños, Homo Sapiens
Ediciones, Rosario-Argentina.
Freud, Anna (1952), “The role of bodily illness in the mental life of children”, en
Psychoanalytic Study of the Child, 7:69-81.
Sami-Ali, Mahmoud (1997), El sueño y el afecto. Una teoría de lo psicosomático (trad.
Irene Agoff ), Amorrortu, Buenos Aires, 2000.

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