Pedagogía y Alteridad
Pedagogía y Alteridad
Pedagogía y Alteridad
Preliminares
Nuestras formas de vivir, relacionarnos, identificarnos y aprender han estado marcadas por
las experiencias educativas hegemó nicas de la modernidad y el modelo masivo de escuela que
Occidente impuso a los países latinoamericanos que colonizó desde el siglo XV. Las
representaciones, imá genes y discursos educativos intentan, en su proceso de formalizació n,
lograr la intenció n de la igualdad; bú squeda afanosa por parecerse y modularse sobre los
criterios de normalizació n donde reposan las validaciones de prestigio en las dimensiones
personales, laborales, científicas, sociales y econó micas.
Como el modelo del individuo (las técnicas del yo), la psicología clínica generó un relato
teó rico constituido en verdad en términos de posicionar la identidad racional (control de la
persona) sobre un pará metro de cordura: salud mental integrada donde era posible dividir el
consciente del inconsciente. La diferencia comportamental fue calificada de patología,
perturbació n o desviació n, dependiendo del enfoque de aná lisis de turno.
Así las cosas, también desde la antropología de corte positivista y arqueoló gica la cultura
diferente a la de Occidente era calificada como subordinada; su singularidad era subestimada.
En segundo lugar, se hacía la comparació n de dominio sobre la diversidad en términos
clasificatorios civilizació n/barbarie, identificando de forma implícita la valoració n peyorativa
de lo que no es igual (léase mejor) a lo otro (Occidente).
El enfoque antropocéntrico excluyó las otras vidas no humanas como inferiores basado
igualmente en el criterio racional: los seres humanos racionales y los no racionales; ló gica
dicotó mica del A o no A propia de la racionalidad analítica (binaria) de la ciencia, la educació n,
la relació n humana y sus procesos de socializació n de má s de cuatro siglos en Europa. La
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Posdoctora en Educació n, Ciencias Sociales e Interculturalidad, doctora en Educació n, autora de numerosas obras,
artículos y propuestas sobre el tema de la educació n en diá logo con las pedagogías y epistemologías
contemporá neas. Correo: cvelez02@yahoo.es
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Con base en lo anteriormente descrito, este artículo pretende dar cuenta de un nuevo
horizonte de sentido en la educació n intercultural, narrada y dibujada desde los asombros y la
estética que lo no hegemó nico genera. Apoyada en las teorías de Frantz Fanon (1983)
Boaventura de Sousa Santos (2010), E. Dussel (1.976), Mignolo (2007), Quijano (2007),
Catherine Walsh (2005) y otros sobre la necesidad de decolonizar el pensamiento del Sur y
abrirse a nuevas ecologías de los saberes (comprendiendo el Sur como las voces silenciadas
de los sujetos, pueblos, saberes ocultados por las acciones de los colonizadores y los grupos
dominantes), se intentará dar cuenta, desde los relatos argumentativos, de có mo la diferencia
deja de ser un horror o una prá ctica subjetiva divisoria para pasar a ser interpretada, en el
contexto pedagó gico, como la alteridad inalienable. Para ello el presente texto contará con la
siguiente ruta de sentido:
I. Primer puerto
Otra de las vías desde las que se ha intentado responder este interrogante es desde las
investigaciones arrojadas por el grupo de Historias de las Prá cticas Pedagó gicas y desde la
forma como en América Latina se han adaptado y adoptado las teorías educativas de la
Conquista a nuestra época. Afortunadamente, en Colombia y la regió n el inventario de
producció n de saber ha sido extenso en estos 34 añ os de existencia del grupo reconocido con
este nombre.
Prá cticas pedagó gicas alternativas como las derivadas del Movimiento Pedagó gico Nacional
(l982), de las redes pedagó gicas (l996) y de las Innovaciones educativas (l990), también
hicieron sus acercamientos y pudieron describir y conceptualizar sobre el docente como
sujeto de saber; la necesidad de comprender los contextos culturales de la escuela como
modos de producció n de sujetos pedagó gicos, prá cticas y saberes. Otros países ensayaron las
réplicas y dejaron evidencias sistemá ticas de sus hallazgos. Pero la tarea es inicial porque falta
socializar má s estos resultados para dar cuenta de có mo nos relacionamos pluralmente entre
nosotros, con el saber, con el pensamiento, y có mo orientamos aquello que sabemos hacia la
transformació n de nuestra realidad socioeducativa y política.
Sin embargo, la historia educativa lineal y oficial ha estado contada, para la gran mayoría,
desde el orden del conocimiento en las investigaciones historiográ ficas y lo que se trata de
objetar es que ese orden no es universal, por ello desde allí no se puede definir una pedagogía
ú nica para todas las regiones. Como dice Catherine Walsh (2005, 28) «la historia del
conocimiento está marcada geohistó ricamente, geopolíticamente, y geoculturalmente; tiene
valor, color y lugar de “origen”» y agrega Escobar (2003, 62) « ¿Existe una necesidad ló gica
para creer que el orden tan esquemá ticamente caracterizado arriba es el ú nico capaz de
devenir global?».
Así las cosas, existen varias formas de contar la historia colonial de la educació n y la
pedagogía en Colombia y América Latina que deben ser revisadas y en lo posible socializadas,
para conocer nuestras propias representaciones de saber sobre las experiencias educativas de
varias décadas.
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Teniendo en cuenta las palabras de Barbosa, se podría reiterar como intenció n que la tarea
está incompleta porque su visió n (la de la pedagogía y la historia colonial de la educació n) ha
sido parcializada e invisibilizada por las políticas socioeducativas, las cuales han impuesto la
mercantilizació n y privatizació n de la educació n desde los añ os ochenta en América Latina.
Arriesgando intuiciones previas, propuestas como supuestos a investigar, se podría advertir
que:
1. Histó ricamente en América Latina hay rasgos que permiten suponer la construcció n, como
hecho social, de un Pensamiento Pedagó gico Latinoamericano (PPL) vinculado a los contextos
socioculturales y a la tarea política de emancipar a los grupos má s vulnerables de su
condició n de marginació n, analfabetismo y enajenamiento. Lo anterior derivado de los
saberes y acciones que la Teoría de la Liberació n, orientada por varios educadores populares,
demarcó :
El final del siglo XVIII, caracterizado por la insurgencia revolucionaria en América Latina y por
conflictivos procesos de reordenamiento de lo social, de lo político y de lo econó mico,
constituyó en el hito fundacional, por así decir, del nacimiento de la ilustració n
latinoamericana y de las primeras propuestas de elaboració n de un proyecto educativo
responsable por concebir una nueva cultura política calcada en la participació n popular y
dirigida a la emancipació n política de la regió n. Su perspectiva se inscribía en la aportació n de
un papel político a la educació n en la construcció n y fortalecimiento de lo social como parte
constitutiva de los cambios coyunturales previstos para este momento de la historia de
Latinoamérica (Barbosa, 2011, p. 8).
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2. Existen actores en la regió n, pertenecientes a varias disciplinas o roles, que desde los
movimientos de independencia a la fecha preconizaron discursos motivados hacia la
liberació n política, especialmente reconociendo que la educació n juega un papel importante
en estos procesos de transformació n y cambio. Simó n Rodríguez (Venezuela), José Martí
(Cuba), Paulo Freire (Brasil), Gabriela Mistral (Chile), Santiago Castro-Gó mez (Colombia),
Frantz Fanon (Martinica), Eduardo Galeano (Uruguay), Manuel Zapata Olivella (Colombia),
Catherine Walsh (Ecuador) y Eduardo Lander (Venezuela), son algunos de ellos; en las ú ltimas
décadas se han unido a la causa otros autores como Abraham Magendzo, Boaventura de Sousa
Santos, E. Dussel, Antonio Elizalde y demá s pensadores de la pedagogía crítica y del
pensamiento decolonizador. A este enfoque pertenecen también los que opinan que las
formas y modos diversos de hacer educació n en América Latina pueden dar cuenta de
diferencias substanciales con las que orientan enfoques pedagó gicos y didácticos, socializados
en la teoría educativa desde la década de los setenta en la regió n y repetidos por las facultades
de educació n.
3. Las prá cticas socioeducativas presentes entre los pueblos mestizos, afrodescendientes,
indígenas, campesinos y urbanos, de todos los países latinoamericanos, muestran que el
hecho intersubjetivo de relació n es inter y transcultural, es decir, coexisten y hay flujos
comunicacionales en grupos diversos que desafían la educació n hegemó nica, donde la
excepció n se sitú a en la pretensió n masiva de sumar sujetos sobre un mismo modelo. Por ello,
lo que nos integra es la diferencia, el asombro por el otro y no el estigma del otro. Esta
interculturalidad obliga a transformar el canon de la pedagogía y de la educació n en todas sus
acepciones y categorías clá sicas de organizació n de la enseñ anza y de los saberes: currículos,
didá cticas, prá cticas evaluativas, tal y como lo nombra Walsh:
Ademá s de ser principio ideoló gico y organizador, la interculturalidad construye un imaginario
distinto de sociedad, permitiendo pensar y crear las condiciones para un poder social distinto,
como también una condició n diferente, tanto del conocimiento como de existencia, apuntando
a la descolonialidad (2005, p. 31).
De la misma forma, afiliaciones como el afecto, la creatividad y las analó gicas de pensamiento,
factores clave en la producció n de saber que se habían anatematizado como modos
irracionales, tribales y des-ordenados de conocer, constituyen rasgos de las escenas
educativas en América Latina que, con las expresiones artísticas, deben evidenciarse en su
cará cter y condicionamiento potente del enseñ ar/aprender.
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La resignificació n de connotaciones y categorías de aná lisis como: escuela, sujeto que sabe,
sujeto que desea saber, contenidos de enseñanza/aprendizaje y validaciones de lo aprehendido,
se dan y circulan distinto en los contextos locales, urbanos y rurales de América Latina.
Describirlos y socializarlos potenciaría los cambios que las prá cticas pedagó gicas fallidas de la
escuela tradicional, masiva y hegemó nica requieren.
La pedagogía moderna, supervivencia del dominio colonial en los saberes y los sujetos
educativos
De otro lado, el estudiante asiste y consiente participar pasivamente (valga la paradoja) del
simulacro de creer que existe, su palabra, para un docente narcisista, autista repetidor de
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textos ilustrados que se aprenden por efecto má gico en la cá tedra universitaria. Como lo diría
Baudrillard, todos consienten (consentimos) en que el simulacro siga pero sabemos
profundamente que ni las epistemes de los docentes, ni los saberes de los estudiantes,
establecen el diá logo pedagó gico necesario para encontrarse y ninguno de ellos supera el
nivel del monó logo personal.
En el vacío de saber, igualmente es recurrente notar el vacío del otro. Mientras el docente
habla (bajo el espejismo de ser escuchado y comprehendido), el estudiante se refugia en los
ordenadores personales, las redes sociales o la conversació n ocasional con el compañ ero,
pues hace rato ha aceptado que la regla del juego es parecer que se está aunque no se esté;
desaparecer y hacerse el muerto para que el docente florezca.
¿Por qué, aunque se reconozcan las importancias de las llamadas pedagogías activas, sociales,
participativas y culturales, la escena sigue congelada en el tiempo? Una de las respuestas
puede ser que la obediencia cultural, política y social apropiada, cual impronta de la
dominació n y las dictaduras del disciplinamiento familiar, escolar y social, ha creado un
cuerpo casi material del silencio y la aceptació n del amo absoluto, difícil de retar, ya que el
castigo para el disidente es la eliminació n.
Cuando se consulta la noció n de decolonialidad, tanto en los trabajos de Quijano (2001) como
en los de Immanuel Wallerstein (2000), es claro que la pedagogía, en la jerarquizació n que de
ella hizo la modernidad, terminó siendo un saber menor, que enseñ a a los sujetos educativos a
subordinarse. Si bien es cierto que la divisió n internacional del trabajo se dio entre centros y
periferias, las ciencias copiaron el paradigma. Igualmente, así como la jerarquizació n étnica-
racial de las poblaciones dominó a los negros, indígenas del Sur ante los blancos del Norte, los
docentes hicieron lo mismo con los estudiantes. Es decir, en las teorías pedagó gicas modernas
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y contemporá neas no ha habido transformació n sino adaptació n de las formas de dominio del
colonialismo moderno a colonialidad global.
En este caso, la lectura de Gilles Deleuze retomaría como antecedente los aportes teó ricos de
M. Foucault (1976) a la comprensió n de có mo la sociedad disciplinar viene transformando sus
signos de disciplinamiento corporal, científico y social de las instituciones de vigilar y castigar
(incluyendo la escuela en ellas) para la actual sociedad del conocimiento. Es recomendable
leer a Deleuze (1925-1995) en el concepto de diferencia subjetiva para reconocer que el
autor centra la diferencia entre ser y sujeto como un proceso en deconstrucció n conceptual
alrededor de categorías complejas como el de la identidad; contrastando con Habermas:
De nuestra identidad hablamos siempre que decimos quiénes somos y quiénes queremos ser.
Y en esa razó n que damos de nosotros se entretejen elementos descriptivos y elementos
evaluativos. La forma que hemos cobrado merced a nuestra biografía, a la historia de nuestro
medio, de nuestro pueblo, no puede separarse en la descripció n de nuestra propia identidad
de la imagen que de nosotros nos ofrecemos a nosotros mismos y ofrecemos a los demá s y
conforme a la que queremos ser enjuiciados, considerados y reconocidos por los demá s
(Habermas, 1993, p. 115).
Deleuze (1991) muestra que lo que aparece tras la subjetividad no es la antigua noció n de ser
trascendental, sino la diferencia; el ser como diferencia posibilita pensar este aspecto en los
escenarios educativos del enfoque de la educació n intercultural. Lo anterior derivaría en la
necesaria fundamentació n filosó fica de la pluralidad en el pensamiento pedagó gico y en la
prá ctica educativa diferencial, no solamente para las modalidades de educació n especial ni la
escolar, sino para todo tipo de proceso de formació n y diálogo transcultural.
Realidades como el mercado y el poder del consumo han producido dividuos y eliminados, los
sujetos que no está n en capacidad de estar involucrados en la compulsió n de adquirir la
cultura hegemó nica, entre otros que el capitalismo transnacional pretende.
datos, mercados o “bancos”» (Deleuze, 1996, p. 256), frente a esto Guattari (2004) sostiene
que:
El capitalismo se apodera de los seres humanos desde su interior. Su alienació n por medio de
imá genes e ideas no es má s que un aspecto de un sistema general de sometimiento de sus
modos fundamentales de semiotizació n, tanto individual como colectivo. Los individuos está n
«equipados» con modos de percepció n o de normalizació n del deseo al mismo título que las
fá bricas, las escuelas, los territorios(…). El capitalismo pretende apoderarse de las cargas de
deseo producidas por la especie humana. Se instala en el corazó n de los individuos a través del
cauce indirecto de la servidumbre maquínica (Guattari, 2004, pp. 95-96).
El sujeto de la condició n ética está siendo amenazado por la sociedad del consumo y por el
proyecto narcisístico individual donde con la adquisició n del poder econó mico pareciera que
todo es posible de obtener. Trabajar y conquistar de forma fá cil el éxito prometido por la
publicidad y los medios, opaca al sujeto existencial y explícita como modelo (inclusive para la
tarea de formar docentes) el animal laborans (Campillo 2004), diná mico, ubicuo y
depredador de los demá s quienes se constituyen en obstá culo para su triunfo individual.
La colonialidad del poder, del saber y del ser se interrelacionan para producir una mirada de
la ciencia desde la resignificació n de nuevos sentidos y lenguajes:
La ciencia (conocimiento y sabiduría) no puede separarse del lenguaje; los lenguajes no son
só lo fenó menos “culturales” en los que la gente encuentra su “identidad”; estos son también
el lugar donde el conocimiento está inscrito. Y si los lenguajes no son cosas que los seres
humanos tienen, sino algo que estos son, la colonialidad del poder y del saber engendra,
pues, la colonialidad del ser (Mignolo, 2003, p. 669)
Sobre los sujetos que constituyen a los docentes/estudiantes que son formados en las
facultades de educació n, se tiene que las relaciones de género, generació n y afiliaciones
familiares han sido modificadas en cuanto los horizontes éticos de la modernidad. Los valores
de construcció n del sujeto moral de la ilustració n no son los de la sociedad de la informació n;
el conocimiento y el capitalismo cognitivo que circunda producen, en consecuencia, el autismo
de los programadores de currículos de la formació n de maestros que así lo demuestran; estos
desconocen la incidencia del contexto en otras formas pertinentes de enseñ ar la pedagogía y
la actualizan sustituyendo el saber por la mediació n.
Esta condició n es la que obliga a que muchas facultades de educació n piensen el lugar de la
subjetividad de los estudiantes que ingresan, asimismo, obliga a considerar incluir en sus
propuestas de formació n didá cticas sustantivas donde cabe la posibilidad de expresió n
personal de los docentes que allí se forman. La dificultad en estas propuestas es que en
algunas ocasiones queda expulsado de la escena de formació n el conocimiento (el cual
también es importante) y la alteridad.
Dicho de otro modo, la carencia de visibilidad del otro, que la exacerbació n del individualismo
ha causado, puede ser neutralizada en la formació n de docentes con un alto contenido de
educació n intercultural y de diversidad, donde quede claro que las relaciones intersubjetivas
no son hegemó nicas sino plurales. La diferencia no es enfermedad ni es jerarquizable. El otro
diverso enriquece el paisaje pedagó gico con sus diferentes imaginarios y percepciones.
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Para contrarrestar la invisibilidad del otro, la consideració n sobre la identidad del docente,
tanto subjetiva como profesional y social, sigue siendo importante. El llamado a instalar de
nuevo el proyecto colectivo en sintonía con el proyecto individual es una perspectiva que
posibilitaría la formació n de docentes con sentido social e intercultural del futuro. Muchos
estudiantes carecen de sentido de pertenencia y participació n a un grupo determinado. Sus
filiaciones son pocas o desconocidas, bien porque han sido educados como hijos ú nicos o
porque son criados por familias sustitutas o madres/padres divorciados. La crisis de los
cuidadores ha fortalecido la soledad humana a temprana edad.
Somos creadores de una sociedad educativa y académica del horror, porque todo es igual,
lineal, cartesiano, ordenado monolíticamente. Esa cultura de la cuadrícula, de la copia seriada,
de la norma estética publicitada, del eje x/y, estalla por su aburrida estandarizació n. Las
bellezas fabricadas iguales, como modas, imploran por el contraste. Las narrativas científicas
codificadas por APA versió n 6.0 revientan el relato potente de un saber que va má s allá de los
criterios de validació n científica.
Si alguna vez fue urgente el elogio a la dificultad que Estanislao Zuleta proponía, hoy má s que
nunca se impone la bú squeda por el mosaico plural que el color de la deconstrucció n
epistémica/pedagó gica insinú a.
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