Las Batallas de La Bici Web2 PDF
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LAS BATALLAS
DE LA BICI
James Longhurst
LAS BATALLAS
DE LA BICI
Traducción: Laura Carasusán Senosiáin
Título original: Bike Battles. A History of Sharing the American Road
Título de la presente edición: Las batallas de la bici
Autoría: James Longhurst
Traducción: Laura Carasusán Senosiáin
Licencia original: Bike Battles. A History of Sharing the American Road – © 2015
by James Longhurst. This edition is published by arrangement with University of
Washington Press through International Editors’ Co.
Diseño de portada: Koldo Atxaga Arnedo
Primera edición en Katakrak: mayo de 2019
Fotografía: Plataforma 8/80
Diseño de portada: Koldo Atxaga Arnedo
Edición y maquetación: Katakrak Liburuak
Calle Mayor 54-56
31001 Iruñea-Pamplona
editorial@katakrak.net
www.katakrak.net
@katakrak54
Lan honek Nafarroako Gobernuaren dirulaguntza bat izan du, Kultura, Kirol eta Gazteria
Departamentuak egiten duen Argitalpenetarako Laguntzen deialdiaren bidez emana / Esta obra
ha contado con una subvención del Gobierno de Navarra concedida a través de la convocatoria de
Ayudas a la Edición del Departamento de Cultura, Deporte y Juventud.
NOTA DE LA EDITORIAL....................................................................................13
PREFACIO ........................................................................................................17
INTRODUCCIÓN................................................................................................21
– La historia de mi inminente muerte
– Conflicto en el Stop
– La carretera como bien común
– Política, políticas públicas y cultura
– El auge de la bici en el siglo XXI
– Una nueva esperanza
1
¡FUERA DE LA CARRETERA!:
LA BATALLA POR LA VÍA PÚBLICA EN EEUU, 1870–1900. ......................51
¿ES UN VEHÍCULO?
– El camino real y la vía pública
– Velocípedos
ALTA SOCIEDAD Y BICICLETAS DE RUEDA ALTA EN LA DÉCADA DE 1880
– Taylor contra Goodwin
– ¿Es un medio de transporte?
– Molestias, negligencias y normas de circulación
LA BICICLETA DE SEGURIDAD Y LA DIMENSIÓN SOCIAL
DE LOS CICLISTAS DE LA DÉCADA DE 1890
ACERAS
LEGISLACIÓN SOBRE SEGURIDAD DE 1890 EN ADELANE
– La fuerza pública y los locos de la velocidad
– Preparando el terreno para los automóviles
2
LA CLASE ADECUADA DE PERSONAS:
LA BATALLA POR LOS IMPUESTOS, LAS PISTAS PARA BICICLETAS Y LAS
CARRETERAS EN EL CAMBIO DE SIGLO............................................87
LOS LÍMITES SOCIALES DE LA EDAD DE ORO DEL CICLISMO
LA CONSTRUCCIÓN DE BUENAS CARRETERAS Y DE PISTAS
RECREATIVAS ANTES DE 1898
AUGE Y CAÍDA DE LAS PISTAS PARA BICICLETAS, 1898–1902
– El fracaso de los impuestos a la bicicleta
– El sueño de una nación surcada por pistas para bicicletas
– Las pistas para bicicletas: el camino que nunca llegó
a tomarse
EL PROBLEMA DE LAS ÉLITES
3
LAS NORMAS DE CIRCULACIÓN:
EL CICLISMO EN LA ÉPOCA DE LA AUTOMOCIÓN, 1900–1930...............125
EL DECLIVE DEL CICLISMO COMO ACTIVIDAD SOCIAL
DEL LIENZO EN BLANCO A LAS CARRETERAS AUTOCÉNTRICAS
– Transformando la legislación
– Reconfiguración de la carretera
– Elaboración de un código de circulación uniforme
EL CICLISMO TRAS EL BOOM INICIAL
– Adultos que iban a trabajar en bicicleta
– Las bicis en el campo de batalla
LA SINGULARIDAD ESTADOUNIDENSE
– Chicos en bici
UNA BATALLA SIN BICICLETAS
4
LAS BATALLAS DE LA BICI DE LA VICTORIA:
EL DEBATE SOBRE EL TRANSPORTE MÁS NECESARIO EN LA II GUERRA
MUNDIAL..............................................................................173
LA LEYENDA DE LA BICI DE LA VICTORIA
HOLLYWOOD Y EL CICLISMO ESTADOUNIDENSE EN LOS AÑOS 30
LA II GUERRA MUNDIAL Y EL RACIONAMIENTO DE BICICLETAS
LA BICICLETA Y EL AUTOMÓVIL
– Se acabaron las bicicletas nuevas
ANDAR EN BICICLETA COMO ACTO PATRIÓTICO
LA VIDA DURANTE LA GUERRA
EL LEGADO DE LA BICI DE LA VICTORIA
5
EL SÍNDROME DE LOS AÑOS 50:
LA EXCLUSIÓN DE LAS BICIS DE LAS CALLES DE LAS AFUERAS, DE LAS
CARRETERAS INTERESTATALES Y DE LA VIDA ADULTA...........................209
BEAV
LA PÉRDIDA DEL ACCESO A LOS BIENES COMUNES
– Excluidas por ley
– Carreteras exclusivas
– Desplazamientos desde y hacia los barrios periféricos
CHAVALES SOBRE DOS RUEDAS
– Las películas sobre seguridad de los años 50
– Licencia para montar
LA OCUPACIÓN DE JAPÓN Y EL CICLISMO EN EEUU
– Antes de la guerra
– La SCAP y la recuperación a través de la bicicleta
– Apuesta por la recuperación
– Diferencias de opinión
6
LAS BICIS MOLAN:
LA FIEBRE DE LA BICI, LAS VÍAS CICLISTAS Y LA BATALLA POR DÓNDE
CIRCULAR EN LOS AÑOS 70........................................................251
EL RETORNO DE LA BICI
– La «diez velocidades» en EEUU
– Defensores y gurús de la condición física
– El ecologismo y la tecnología apropiada
– La crisis energética
¿POR DÓNDE CIRCULAR CON LA BICICLETA?
– ¿Por la izquierda?
– Por las vías ciclistas
– Por las rutas ciclistas
– Por la derecha
– La conquista del carril
LA HERENCIA DE LA FIEBRE DE LA BICI
CONCLUSIÓN:
LA CARRETERA COMO BIEN COMÚN...............................................305
- La bici ha vuelto
- La bici nunca se fue
- La bicicleta y el análisis de las políticas públicas
- El camino continúa
AGRADECIMIENTOS........................................................................................319
SIGLARIO.........................................................................................................321
ÍNDICE ONOMÁSTICO Y TEMÁTICO................................................................325
NOTA DE LA EDITORIAL
James Longhurst 13
Este es el origen de muchas discusiones cotidianas, de las
que seguramente nadie que lea esto se haya librado, así como
de muchos accidentes y desgracias. Nuestras calles se han con-
vertido, en algunos casos, en espacios peligrosos en los que la
saturación de vehículos, el diseño de las vías y de los cruces y las
reglamentaciones de velocidades máximas y prioridades de paso
te pueden jugar una mala pasada. También, a la contra, esta peli-
grosidad está siendo enfrentada y en ocasiones reducida gracias
a algunas políticas urbanas activas, que muchas veces son resul-
tado de movimientos de protesta del entorno ecologista, ciclista
o del movimiento vecinal.
En todo caso, y más allá del asunto de la movilidad urbana
(como versión local e icónica de los modelos de movilidad gene-
ral), Las batallas de la bici tiene interés en dos sentidos.
Por un lado, Las batallas de la bici es un excelente ejem-
plo de estudio histórico sobre la evolución de un bien común;
en este caso las vías, las calles y las carreteras. Nos sirve de refe-
rencia para comprender la delicadeza y fragilidad de lo común, y
al mismo tiempo la potencia y posibilidades que nos da su con-
servación y mantenimiento. Nos inspira sobre la importancia de
toda esa serie de decisiones apartentemente técnicas, y funda-
mentalmente políticas, por las que el derecho de disfrute de un
bien común queda ensombrecido, si no anulado, por las trabas
prácticas que frenan y dificultan el acceso al mismo.
Por otro lado, a través del estudio y esclarecimiento de las
pugnas por el uso de las vías (calles y carreteras) vemos que lo
que hay en juego es mucho más que una confrontación entre
simples preferencias para moverse por la ciudad. Estamos ante
algo más que una guerra cultural. La defensa de la ciclabilidad
urbana no es solamente un entretenimiento de ecologistas de
clase media, ya que la bicicleta es y ha sido una herramienta
muy útil y eficaz para los desplazamientos de muchas perso-
nas, de diferentes ideologías, cosmovisiones, géneros y estratos
sociales. Como ejemplo, en los estratos más bajos también se
utiliza la bicicleta, y mucho, para desplazarse por el espacio ur-
bano (y muchas veces periurbano), por parte de personas que no
necesariamente comparten una pulsión ecologista ni algún tipo
de rechazo al coche (posiblemente buena parte de ellas sientan
más bien admiración y deseo por un bien de consumo que no
Pamplona-Iruñea
Mayo de 2019
James Longhurst 15
PRÓLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN
James Longhurst 17
Sin embargo, y como en otros ensayos sobre movilidad ci-
clista, hay que resaltar que la razón última que ha dado lugar a
esta obra es la pasión por la bicicleta. Ciertamente, Longhurst
aplica una metodología para abordar los interrogantes a los que
se enfrenta, pero cada línea escrita muestra que lo hace con una
elevada motivación. No en vano, y como él mismo cuenta en la
introducción, nos hallamos ante un «entusiasta defensor del ci-
clismo con el deseo de evitar ser atropellado».
En cualquier caso, el ciclismo urbano es un fenómeno con
muchas capas, y quizás lo más característico de su fase actual
sea su dimensión de movimiento social globalizado. Se trata de
una realidad en la que se difuminan las idiosincrasias locales,
aunque no esté exenta de contradicciones de género, clase, raza,
o territoriales. Esa escala global es la que hace tan interesante la
edición de Bike Battles en castellano. De alguna manera, el caso
de EEUU contiene claves y herramientas útiles para otros lugares
del mundo.
•••
•••
James Longhurst 19
Como hemos comentado, el autor analiza seis batallas,
y el último capítulo es el llamado Bike Boom de los años 70, di-
rectamente relacionado con las dos crisis del petróleo. Después
de 50 años de una regulación del territorio construida alrededor
del automóvil, el retorno de la bicicleta no podía ser fácil y gran
parte de las iniciativas tuvieron poco impacto. En todo caso, es
necesario señalar que las aproximaciones a la realidad española
que existen son herederas de esta última batalla, un conflicto
que todavía no ha sido analizado históricamente. Es en este úl-
timo ciclo histórico donde es más fácil trazar la conexión global.
Al igual que en otras partes del mundo, distintos aspec-
tos de una «nueva» cultura de movilidad está incorporándose al
urbanismo de las ciudades españolas a través del fomento del
ciclismo urbano. Este marco cultural, en el que se inserta el uso
social de la bicicleta, configura el aparato cognitivo con el que las
personas nos orientamos en el mundo urbano y está, por tanto,
cargado de conflictos y matices. Porque, a pesar del esfuerzo de
la ingeniería (social) por separar la dimensión técnica de la di-
mensión política del tráfico y del tránsito, la circulación ciclista
se torna social y política a la hora de explicar por qué se constru-
yen (o modifican) carreteras o calles.
De ahí que la hipótesis del autor sea también muy suge-
rente para nuestra realidad: porque permite explorar el ciclismo
urbano a partir de la trama de relaciones sociales, culturales,
económicas, geográficas, históricas, políticas, tecnológicas, y le-
gales que intervienen en la definición y planificación urbanística
de los desplazamientos en bicicleta.
•••
James Longhurst 21
PREFACIO
James Longhurst 23
Espero trasladar algunos descubrimientos de historiadores
académicos a un público más amplio formado por responsables
de la toma de decisiones, activistas y habitantes de las ciuda-
des, tanto para que los debates actuales estén mejor fundados
como para sacar a la luz muchas de las útiles aportaciones de
la investigación académica, que suelen quedar enterradas en
publicaciones especializadas. En este libro también se refleja mi
propio interés por la cultura popular, más allá de lo habitual en
prolijos análisis políticos o de la historia del transporte. He in-
cluido referencias al cine, la televisión, el vodevil y el cómic con
el fin de que el libro resulte más ameno y para tener una excusa
que me permitiera dar con el paradero de telecomedias olvida-
das de los años 50 en los rincones más oscuros de Internet.
Aunque me gustaría hacer aportaciones históricas útiles
al debate actual en torno a la bicicleta, mi objetivo no es defen-
der los derechos de los ciclistas modernos dando una versión
selectiva de la historia. El historial del ciclismo, como todas las
historias humanas, no es el cuento del héroe inmaculado que
tal vez quieran ver los espectadores más nostálgicos. Pretendo
complicar los supuestos simplistas que suelen asumir todas las
personas que usan la carretera, ciclistas incluidos.
Aviso: prestar atención a la historia de las políticas pú-
blicas relacionadas con la bicicleta, desatendida durante largo
tiempo, supone recurrir a ciertas pruebas poco convencionales
que sorprenderán a algunos lectores. Hay temas que pueden
explorarse usando como fuentes primarias los materiales ha-
bituales conservados en archivos profesionales, como las pistas
para bicicletas1 de la década de 1890, las bicis de la victoria de la
II Guerra Mundial y el nuevo impulso a las exportaciones de bi-
cicletas japonesas durante la ocupación aliada en la posguerra.
Pero el análisis de los acontecimientos en los periodos durante
los que la bicicleta quedó olvidada en los márgenes de lo es-
tablecido exige la exploración de fuentes menos tradicionales:
películas educativas cutres de los años 50, cartas indignadas a
los directores de periódicos locales, películas mudas de porrazos,
1 Sidepath en inglés, que literalmente significa «camino lateral, adyacente, que discurre
junto a otra cosa (en este caso, las carreteras)». Para bikeway, en cambio, hemos
utilizado la traducción de «vía ciclista», término más genérico que quiere decir «camino
para bicis» [N. de la T.].
James Longhurst 25
INTRODUCCIÓN
James Longhurst 27
o sin maldad, jueces, urbanistas, organismos gubernamentales,
asociaciones profesionales y grupos de interés han estructura-
do la calzada moderna de tal forma que se desata el conflicto.
Décadas de decisiones jurídicas, políticas y de infraestructuras
han acabado favoreciendo al automóvil y, como es lógico, las vías
urbanas estadounidenses se han diseñado en consecuencia. Pero
esas mismas decisiones no han suprimido los derechos funda-
mentales de ciclistas y peatones; han mantenido el compromiso
de una vía pública compartida, lo que puede tener sentido desde
un punto vista jurídico abstracto, pero en realidad ha dado lugar
a una competencia desigual de frenos chirriantes. El conflicto no
se limita a la pugna entre el conductor del automóvil y el ciclista,
centrados cada uno en sus propios intereses. Más bien, las deci-
siones pasadas han abocado a ciclistas y conductores a chocar,
y dirimen sus rencillas en la calle, en los tribunales, en disputas
feroces en foros online y en artículos de opinión de periódicos
locales.
Para los historiadores ambientales, estos combates pú-
blicos sobre responsabilidades y derechos son ejemplos de las
discrepancias humanas más básicas. Las batallas de la bici reve-
lan presunciones que, de lo contrario, no se explicitarían sobre
los derechos individuales, el bien común y el rol gubernamental
adecuado. Ilustran cómo se comparte un recurso común entre
varias partes de manera que casi nunca resulta completamente
equitativa o justa, pero que, al mismo tiempo, tampoco es nunca
lo suficientemente injusta como para causar agitación social. Es
bien sabida la historia de la adjudicación imperfecta de recursos
escasos mediante la toma de decisiones grupal, con la dificultad
añadida de que, en este caso, los errores pueden causar atrope-
llos, lastrar una economía o arruinar el planeta. Los historiadores
ambientales reconocemos que este debate es tan antiguo como
las ciudades humanas y tan inmediato como nuestro incierto fu-
turo climático.
Pensar en las bicis como historiador ambiental supone
considerar la bicicleta como parte de un sistema de transporte
que depende de la sociedad, la cultura, la política, la geografía,
los recursos naturales, la tecnología y la legislación. No habla-
mos de la bici, o no únicamente, porque la historia de la bicicleta
se ha configurado mediante una combinación de fuerzas que
Conflicto en el Stop
Está claro que la ciudad estadounidense moderna se ha
diseñado para el automóvil: tiene carriles de la anchura de los
coches, señales para controlar su movimiento, amplias zonas de
aparcamiento para almacenarlos y extensas redes de carreteras
elevadas o de acceso controlado para ajustarse a su velocidad y a
su peso. Todo esto cuenta con el respaldo de organismos, grupos
de representación política y corrientes de financiación dedicadas
a las necesidades del automóvil. Las bicicletas, sin embargo, se
mueven por calles que casi nunca disponen de un espacio es-
pecífico para ellas; habitan un lugar indefinido, atrapadas entre
el carril por el que se circula —lleno de vehículos rápidos cuyos
conductores se impacientan con cualquier cosa que les impida
moverse— y los coches aparcados, ocupados a veces por con-
3 Véase el prólogo de William Cronon a Wells, Car Country, pp. x, xii, 75, 193, 289;
McShane, Down the Asphalt Path, pág. xii; Bijker, Hughes, y Pinch, Social Construction of
Technological Systems, pp. xli–xliv; Bijker, Of Bicycles, Bakelites, and Bulbs, pp. 45–50.
James Longhurst 29
ductores despistados que parecen esperar a que vaya a pasar un
ciclista para abrir la puerta de repente. Pocos organismos guber-
namentales se responsabilizan de la gestión y del fomento del
ciclismo, y los que lo hacen normalmente no cuentan con re-
cursos para que resulte eficaz. La tecnología de señalización en
intersecciones, por ejemplo, detecta coches pero suele pasar por
alto las bicis. En las carreteras y las vías públicas importantes, se
impide físicamente que los peatones y los ciclistas las crucen, lo
que segrega la ciudad y en algunos lugares hace al coche impres-
cindible para salir del vecindario.
James Longhurst 31
ciclista, tal vez le genere confusión al conductor porque ocupo
una especie de carril imaginario, a la derecha del carril «real»
de desplazamiento de coches y a la izquierda de los vehículos
aparcados, y a veces reclamo el carril entero con todo descaro. Es
posible que los conductores bienintencionados me hagan señas
para que pase aunque ellos tengan preferencia, dando a enten-
der que mi bici no es un vehículo de la misma categoría que el
suyo y confundiendo a otros conductores que no nos hayan visto
interactuar. Los conductores con intenciones más dudosas, en
cambio, puede que consideren que no tengo ningún derecho a
desplazarme por la carretera y tal vez me manden a la acera con
algún insulto o con el parachoques.
«Si hay algún incidente» —pensamos los dos—, «¿de quién
será la culpa?» ¿Qué valor cultural se nos asigna a cada uno? La
sociedad, los peritos del seguro, los agentes de policía o un jura-
do formado por nuestros conciudadanos, ¿se pondrán de parte
del ciclista o del conductor del coche? ¿Son los ciclistas intrusos
no deseados en las carreteras, élites intelectualoides con mucho
tiempo libre? ¿O son «ciclistas invisibles», personas de barrios
urbanos pobres que viven sin coche y a los que tendría que pro-
hibírseles el acceso a los caminos de los miembros más exitosos
y productivos de la sociedad? ¿O tal vez son los conductores per-
sonas egoístas y moralmente culpables ya antes de salir de la
entrada de su casa, que ponen en peligro la vida, la salud y el
futuro del resto de la sociedad con sus motores de combustión
interna y su derroche de recursos sin sentido? La ley reconoce
los derechos del ciclista, pero la física newtoniana, la cultura
estadounidense del coche y el diseño material de las carreteras
favorecen claramente al conductor del automóvil.
Si llego ileso a trabajar, tengo el privilegio de enseñar la
historia de las políticas medioambientales a estudiantes univer-
sitarios. Las personas que se matriculan en clases sobre estos
temas suelen ser veinteañeros apasionados y preocupados por
la sostenibilidad, y preguntan con impaciencia por qué resulta
tan difícil actuar frente a problemas medioambientales urgen-
tes, sobre todo cuando las soluciones parecen obvias y racionales
a ojos de la generación milenial. A alguien ajeno a mis clases le
puede parecer que me dedico a machacar los sueños y las es-
peranzas de mis estudiantes, cosa que desde luego no era mi
James Longhurst 33
académicos señalaron que casi nunca ha existido un recurso hu-
mano compartido sin ningún sistema de gestión o distribución.
A economistas y a antropólogas, en particular, les han fascinado
desde entonces las soluciones recurrentes que las personas han
concebido para gestionar los recursos de uso común a lo largo
de miles de años de historia. Su concepto de «nuevos comunes»
examina tanto los recursos de uso común como el régimen que
los gestiona. Esta idea está adquiriendo cada vez más importan-
cia: a medida que las capacidades de la humanidad aumentan
gracias a la tecnología, a los mecanismos del Estado nación ra-
cionalista y a la miríada de interconexiones que se conoce como
globalización, cada vez más espacios del planeta pueden defi-
nirse como comunes. Desde los bosques a las zonas de pesca,
pasando por el espectro radioeléctrico y los acuíferos, todos los
elementos del mundo físico están sujetos a la acción de distintos
grupos de personas. Cualquiera de estos grupos puede invadir el
uso del otro, lo que hace necesario un sistema de gestión para
evitar el expolio.6
James Longhurst 35
Dado que los tribunales de la América colonial recono-
cían el derecho consuetudinario inglés, los jueces de este lado
del Atlántico asumieron el derecho a desplazarse e incluso lo
incorporaron a algunos documentos. Se produjeron ciertas dife-
rencias tras la Guerra de la Independencia de EEUU: el concepto
británico de camino real se expresó en términos de carreteras
públicas. Aunque en la constitución no se explicitaba el derecho
a desplazarse ni la libertad de circulación, los tribunales llegaron
posteriormente a la conclusión de que esos derechos estaban
implícitos. En 1849, un magistrado del Tribunal Supremo declaró
que «todos somos ciudadanos de EEUU; y [...] tenemos derecho
a pasar una y otra vez por cualquiera de sus partes sin interrup-
ciones, con la misma libertad que en nuestro propio estado».
Décadas después, este concepto del derecho consuetudinario se
integró en la definición de las carreteras públicas en sí mismas.
Un experto del ámbito jurídico señalaba en 1895 que, para enton-
ces, el derecho público a desplazarse se había vuelto implícito:
«tal y como suele utilizarse, [...] 'carretera' significa carretera
pública». Partiendo del derecho consuetudinario con siglos de
antigüedad, a finales del siglo XIX la palabra camino se definía
también como una ruta en la que se garantizaba «el derecho de
tránsito de todas las personas de la comunidad».12
Esta concepción de la carretera como recurso de uso co-
mún que solo podía existir si estaba al servicio de todo el que
viniera se complicaba un poco en el caso de las calles de la
ciudad, que se destinaban a muchos otros usos aparte del des-
plazamiento. Antes de finales del siglo XIX, la calle de una ciudad
también funcionaba como mercado, corral, espacio de juegos y
punto de encuentro público. Pero, a medida que la población de
las ciudades aumentó y que los vehículos tirados por caballos
se volvieron más pesados y más numerosos, el desplazamiento
se convirtió en el rasgo definitorio de las calles urbanas, rele-
gando los usos anteriores.13 Aun así, la calle de la ciudad era un
espacio común ocupado por muchas formas distintas de trans-
James Longhurst 37
evolución de las perspectivas culturales con el paso del tiempo.
El significado de la bicicleta, señala el antropólogo cultural Luis
Vivanco, «guarda una estrecha relación con el momento de una
bicicleta, es decir, con su periodo histórico y con los diversos fac-
tores sociales y técnicos que han influido en la configuración y
en las cualidades del objeto».15 Así, aparte de todas las demás
formas de ver una bicicleta (como producto, como medio de
transporte, como tecnología o como objeto material), tenemos
que pensar mucho en las distintas concepciones que las perso-
nas tienen de ese objeto material. ¿Es un juguete infantil o una
maravilla tecnológica? ¿La solución a una crisis o una molestia
de cuyo uso debe disuadirse? ¿La moda pasajera de una élite o
un indicador de pobreza? Desde el punto de vista del análisis
de las políticas públicas, este bagaje cultural puede describirse
como valores —las filosofías esenciales y a menudo contrarias de
distintos grupos que complican la capacidad para acordar una
acción común— o como marco —la retórica y los supuestos cam-
biantes de los medios que dan forma a episodios específicos de
la toma de decisiones en materia de políticas públicas—.
La percepción popular, está claro, no debe interpretar-
se como el único factor que determina el éxito de un tipo de
transporte. Decir que los estadounidenses se desplazan casi
exclusivamente en coches particulares solo porque les encan-
tan las cajas metálicas sería una forma chapucera de estudiar
la historia. Las políticas públicas y la percepción han de inter-
pretarse más bien como factores que se influyen mutuamente.
Existen muchas otras fuerzas que configuran la percepción y las
vivencias de las personas sobre una tecnología de transporte y
que determinan si un sistema se impone sobre otro. Por lo tanto,
aunque este libro tiene en cuenta las percepciones populares so-
bre las bicicletas y quienes las montan, se centra sobre todo en
determinados debates públicos sobre la acción gubernamental
que han influido en el desarrollo del ciclismo práctico en las ciu-
dades estadounidenses. A esos debates me refiero cuando hablo
de batallas de la bici.
James Longhurst 39
los últimos 30 años. Según el Washington Post, «se estima que el
número de personas que van en bici a trabajar ha aumentado un
43% desde 2000» en todo el país, y al mismo tiempo indica (tal
vez con cierto grado de exageración) que «la cantidad de bicis en
las grandes ciudades —como Los Ángeles, Nueva York, Chicago y
Washington D. C.— ha crecido exponencialmente».18 La LAB, por
su parte, calculó que el aumento a escala nacional fue del 61,6%
entre 2000 y 2012, de acuerdo con los datos de la Encuesta sobre
la Comunidad Estadounidense del Censo de EEUU. Esta cifra im-
plica que un total de 865 000 personas iban en bicicleta a trabajar
en EEUU en 2012. El más sorprendente de todos estos indicadores
tal vez sea que los adolescentes encuestados muestran menos
inclinación que las generaciones anteriores a querer ser propie-
tarios de un automóvil o incluso a sacarse el carné de conducir.
La bici ha vuelto, se miren las cifras que se miren.19
El aumento del número de personas que circulan en bici
a diario se debe en parte a los intentos de rediseñar las calles
de las ciudades estadounidenses que se llevan produciendo
desde los años 70, pero también se usa como argumento para
pedir más reformas. Sea en forma de carriles bici integrados en
la carretera, de zonas de espera adelantadas para bicis, de vías
verdes independientes o de ciclorrutas, el espacio para bicis se
está incorporando cada vez en mayor medida a la calzada física.
Muchos de estos esfuerzos actuales en EEUU se basan en la filo-
sofía de las calles completas, que defiende unos criterios de diseño
de transporte urbano al servicio equitativo del tráfico de auto-
móviles, peatones y bicicletas, y propugna también el transporte
público, la seguridad y los intereses económicos.20
18 Goodman, J. David, «More Than 200,000», NYT, blog City Room, 26/04/2010, disponible
online en: http://cityroom.blogs.nytimes.com/2010/04/26/more-than-200000-a-
daynow-cycling; Halsey III, Ashley, «What Drivers Should Know», Washington Post,
15/09/2012.
19 LAB, «ACS: Bike Commuting Continues To Rise», disponible online en: www.
bikeleague.org/content/acs-bike-commuting-continues-rise [última visita: 26/03/2014];
White, Ronald D., «Fewer Teens Getting Driver’s Licenses», Los Angeles Times,
06/12/2011.
20 El enfoque de las calles completas se resume muy bien en McCann, Completing Our
Streets, pp. 22–25; McShane, Down the Asphalt Path, pp. 79–80; National Association
of City Transportation Officials, Urban Street Design Guide, Nueva York, Island Press,
2013; National Association of City Transportation Officials, Urban Bikeway Design
Guide, 2.ª ed., Nueva York, Island Press, 2012.
21 Hurst, Cyclist’s Manifesto; Wray, Pedal Power; Blue, Bikenomics; Penn, It’s All about the
Bike; cita de Mapes, Pedaling Revolution, pág. 7.
22 Furness, One Less Car, pág. 8; Henderson, Street Fight; Pucher y Buehler, City Cycling,
pp. xiii, xi; Pucher, Buehler y Seinen, «Bicycling Renaissance In North America?»,
pp. 451–75.
James Longhurst 41
del salvaje oeste». En Texas, la muerte de un agente de policía de
Lubbock fuera de servicio mientras montaba en bici motivó que
se escribiese una carta al director para animar a los estadouni-
denses a «unirse y retirar a estos ciclistas de todas las calzadas
para evitar más tragedias». En algunos casos, estas actitudes han
hecho que se apliquen nuevas restricciones legales al ciclismo:
en 2010, los ciclistas que intentaban atravesar Black Hawk, Colo-
rado, se encontraban con la prohibición de circular por las calles
de la ciudad, y el caso llegó hasta el Tribunal Supremo estatal.23
Las bicicletas también han sido objeto de debate en el
Congreso. Tras el impulso al ciclismo del Secretario de Transpor-
te Ray LaHood en 2010, «los miembros del partido republicano
sugirieron que LaHood estaba colocado, descartaron la mera idea
de los carriles bici y ridiculizaron cualquier modificación de una
sociedad dependiente del coche», de acuerdo con los medios de
comunicación. Según se informó, el congresista Steven LaTouret-
te, de Ohio, insinuó que los proyectos en torno a la sostenibilidad
medioambiental y la bicicleta habían «robado» 300 millones de
dólares a los programas de carreteras, mientras que Tom Latham,
congresista por Iowa, afirmaba de manera incorrecta que cada
nuevo ciclista era un contribuyente menos al fondo de transpor-
te y que, por lo tanto, había que poner freno al ciclismo. Esta
reacción antibicis desencadenó más polémicas; LaTourette se
quejó después de la cobertura mediática tachándola de «difama-
toria»: «tengo que volver a casa durante el parón del Congreso y
reunirme con un montón de gente en mallas para decirles que
no iba en serio».24
En las ciudades, la incorporación de carriles bici a las
carreteras ya existentes dividió a la opinión pública. Entre los
aspectos menos agradables del debate se encuentran las acusa-
ciones a la responsable de transporte de la ciudad de Nueva York,
23 Mapes, Pedaling Revolution, pág. 8; Goodnam, J. David, y Farrell, Sean Patrick, «As
Bike Lanes Proliferate», NYT, blog City Room, 25/08/2009; Tyler, Terry, «It’s Time to
Outlaw», Lubbock Avalanche-Journal, 19/05/2010; Blevins, Jason, «Colorado Supreme
Court Overturns», Denver Post, 04/02/2013; Webb v. Black Hawk, n.º 11SC536 (Colo.
04/02/2013).
24 Wilson, Nick, «Republicans Ridicule Bike Lanes», Courthouse News Service,
17/03/2010; Departments of Transportation [...] Appropriations for 2011: Hearings, Part
4, before House Appropriations Subcommittee, Congreso 111.º, Washington D. C.,
U.S. Government Printing Office, 2010.
25 Shaer, Matthew, «Not Quite Copenhagen», New York, 28/03/2010; véase también
Sullivan, Robert, «Bicyclists vs. Pedestrians: An Armistice», NYT, 27/09/2009; Cassidy,
John, «Battle of the Bike Lanes», New Yorker, blog Rational Irrationality, 03/08/2011;
Goodman, J. David, «Expansion of Bike Lanes in City», NYT, 22/11/2010; Grynbaum,
Michael, «Lawsuit Seeks to Erase», NYT, 07/03/2011; Grynbaum, «Judge Rejects
Groups’ Effort», NYT, 16/08/2011.
26 «Bike-Lane Bloodbath», New York Post, 21/09/2011; Shaer, «Not Quite Copenhagen»;
«Bill de Blasio Wins the Bike Vote», New York Daily News, 03/09/2013.
James Longhurst 43
I think that I shall never like
Anything as much as my bike.
A bike that makes me feel so free,
Because the laws don’t apply to me.
I go through lights of red, you’ve seen,
It doesn’t matter ’cause I’m green.
[Nada me gustará tanto
como mi bici con encanto.
La bici me hace sentir libre,
a mí las leyes no me sirven.
Paso cuando no está verde
y el ecologismo me pierde.]
28 Smith, Jordan Michael, «Conservatives’ New Enemy: Bikes», Boston Globe, 16/12/2013;
O’Rourke, P. J., «Dear Urban Cyclists: Go Play in Traffic», WSJ, 02/04/2011; Caldwell,
Christopher, «Drivers Get Rolled», Weekly Standard, 18/11/2013; «Why Walking Leads
to One-World Government», The Economist, blog Democracy in America, 26/06/2012.
29 «Opinion: Death by Bicycle», WSJ, disponible online en: http://live.wsj.com/video/
opinion-death-bybicycle/5/31/2013 [última visita: julio de 2014]; Bernstein, Andrea,
«Wall Street Journal Editor», Transportation Nation, WNYC, 07/06/2013, disponible
online en: http://www.wnyc.org/story/297726-wall-street-journal-editor-has-even-more-
say-bike-share [última visita: 25 de marzo de 2019].
James Longhurst 45
que probablemente conllevará más modificaciones en las calles
de la ciudad.
El rechazo de las bicis y de sus conductores combina críti-
cas legales, políticas, sociales y culturales, a veces de los propios
ciclistas. Un escritor resume: «a medida que el grupo de presión de
los ciclistas se vuelve más poderoso [...], están descubriendo —con
auténtica sorpresa— que generan desconfianza e incluso hostili-
dad en la opinión pública». Otra persona señala que «los ciclistas
urbanos tienen un problema de imagen. Se les ha encasillado en
el estereotipo de gilipollas pretenciosos y distantes». Otro, en un
artículo en defensa de las bicis en la sección de opinión bajo el
título irónico de «¿Está bien matar ciclistas?», admite que «cada
vez que voy en coche por San Francisco, veo a ciclistas saltándose
señales de Stop como imbéciles que se creen inmortales. Así que
entiendo el impulso de ver a los ciclistas como personas que se la
juegan por placer y que se merecen lo que les pase».30
El auge de la bici y la reacción en su contra han sido toda-
vía más intensos en Reino Unido, Australia y zonas con menos
desarrollo económico del continente europeo. En Italia se ha
observado un descenso sin precedentes en la venta de coches,
acompañado del ascenso en la venta de bicicletas. En Londres,
el crecimiento del ciclismo podría incluso llevar a soñar con una
utopía ciclista: «los defensores de la teoría del peak car [pico del
automóvil] se imaginan un futuro en el que los centros urbanos
se entregan a los peatones, a los ciclistas y al transporte públi-
co, y en el que la cultura de las cafeterías sustituye a la cultura
del coche», escribía un periodista del Times de Londres en 2012.
Pero, según un documental de la BBC de 2012, The War on Britain’s
Roads, puede que ese futuro esté muy lejos: se mostraban vídeos
aterradores grabados con las cámaras del casco de los ciclistas
en los que se veían gritos, acusaciones, golpes con capós, epi-
sodios de violencia vial y experiencias cercanas a la muerte. El
programa, al que el Guardian calificó como «un documental con
mucha repercusión, demasiado alarmista y algo sesgado» generó
aún más debate.31
30 Caldwell, «Drivers Get Rolled»; Doig, Will, «Are Urban Bicyclists Just Elite Snobs?»,
Salon, 04/12/2011; Duane, Daniel, «Is It O.K. to Kill Cyclists?» New York Times,
09/11/2013.
31 Burgess, Kaya, y Buchanan, Rhoda, «10,000 Pedal for Action», Times, Londres,
09/05/2012; Squires, Nick, «More Bikes Sold Than Cars», Telegraph, 02/10/2012;
Herenstein, Amelie «Crisis Hit Italians Swap Cars for Bikes Despite Perils», Agence-
France Press, 27/05/2013; Pank, Philip, «Welcome to the Age of the Bike», Times,
06/11/2012; BBC, War on Britain’s Roads, 05/12/2012; Walker, Peter, «Even More
Fake», Guardian Bike Blog, 13/12/2012.
32 Hume, Christopher, «What Goes around in Ontario», Toronto Star, 10/08/2011; Margolis,
Jason, «Cyclists Accuse Toronto Mayor», BBC News Magazine, 02/05/2012.
James Longhurst 47
jurídica de las carreteras estadounidenses, por no hablar de las
propias carreteras, no se ha puesto al día».33
James Longhurst 49
pueden mejorar la situación. Tal vez tenga una forma de esca-
par a mi muerte inminente: ese EEUU autocéntrico no ha surgido
por amor desenfrenado a los automóviles, ni ha sido obra de
una mano invisible que favorece una tecnología superior, ni de
dictados inalterables del clima y de la geografía. Más bien, es el
resultado de las acciones colectivas de las personas a través de
mecanismos de gobierno. Si es cierto que somos nosotros los que
nos hemos metido en este lío, también podremos salir. La ca-
rretera puede compartirse. Debe compartirse, porque, como el
planeta, es la única que tenemos.
James Longhurst 51
estadounidenses también han olvidado la compleja historia de
la carretera como recurso compartido.34
A decir verdad, los usuarios de las distintas tecnologías
rivales llevan más de un siglo echándose de la carretera, incluso
desde antes del nacimiento del cine. En 1883, un ciclista de Nueva
Jersey denunció los improperios que había recibido de conducto-
res de coches de caballos: «¡Saca ese cacharro de la carretera!»,
gritó uno de ellos. Otro chilló: «¡Esos cacharros molestan, señor!
¡No tiene derecho a estar en la carretera!» Un cuarto de siglo más
tarde cambiaron las tornas. Mientras el automóvil desbancaba
a los coches de caballos, en 1908 un automovilista de Long Is-
land gritó a un coche de caballos que le cortaba el paso para que
saliera de la carretera y le tocó la bocina a su conductor. Este
automovilista en particular no se calmó hasta que el conductor
del coche de caballos sacó una escopeta y comenzó a vociferar:
«¡Ya vale de pitar, maldita sea!» Cuando las bicicletas volvieron a
ponerse de moda y retomaron las calles de las ciudades a finales
del siglo XX, los conductores volvieron a decir que los ciclistas
no tenían sitio en la carretera. El columnista de un periódico de
Bangor, Maine, se quejó en 1978 de que, cuando iba a dar una
vuelta con la bici, «los conductores intentaron quitarme la parte
que me corresponde» de la carretera y, «cuando no me fui a la
cuneta, empezaron a dar voces y una mujer me gritó desde un
coche '¡Fuera de la carretera!'» Un conductor de Nacogdoches,
Texas, insistió en lo mismo de forma más enérgica en 2008, des-
cribiendo una escena demasiado habitual. Dos ciclistas bajaban
por una calle «cuando un vehículo los adelantó y sus ocupantes
les gritaron que se fueran de la carretera» —recogía el registro
policial—. «Los ciclistas también les gritaron, el vehículo se detu-
vo y los pasajeros les agredieron».35
Las discrepancias actuales no son más que la encarnación
más reciente de batallas que vienen de largo entre los distintos
usuarios de la carretera; el rey del mambo de turno siempre le
dice a la generación anterior que se vaya de la carretera. Pero
34 View on Boulevard, New York City, American Mutoscope and Biograph Company,
1896, del EYE Filmmuseum, Ámsterdam, Países Bajos.
35 C. K., «‘Left’: Or How the Bicycle Saved My Client», Wheelman 2, n.º 3, 1883,
pp. 214, 212; «He Stopped Tooting», Washington Post, 08/11/1908; Martin, Michael,
«Bike Touring Builds Character», Bangor Daily News, 21/08/1978; «Riding a Bike»,
Nacogdoches Daily Sentinel, 20/09/2008.
36 Balogh, Government Out of Sight; Novak, «Myth of the ‘Weak’ American State».
James Longhurst 53
se asociaron en la cultura popular a grupos específicos, y estas
asociaciones unas veces facilitaron y otras complicaron la reivin-
dicación de la carretera por parte de estos grupos.37
Una consecuencia de estos conflictos fue que la ley acabó
considerando a carros, bicicletas, motocicletas e incluso automó-
viles entidades jurídicas con derechos similares a circular por la
vía pública. Una bicicleta tiene el mismo derecho que un camión
semirremolque de 18 ruedas a ocupar el mismo espacio físico en
la calle de una ciudad, aunque, a ser posible, no al mismo tiem-
po. Esta es la paradoja esencial de la historia de la bicicleta; una
paradoja que está detrás tanto de la exasperación de los ciclistas
que insisten en su igualdad de derechos como del asombro de
los conductores que ven la desigualdad evidente entre maravi-
llas tecnológicas de varias toneladas y delicados artefactos de
nueve kilos. La igualdad jurídica conquistada en los tribunales
no eliminó la desigualdad material, y el derecho a la carretera
trajo consigo la posibilidad de que apareciera una división social
entre los grupos de ciclistas y los de conductores.
¿ES UN VEHÍCULO?
En una serie de sentencias de los tribunales del siglo XIX
se incluyeron las bicicletas en una larga lista de vehículos legal-
mente reconocidos, en la que figuraban los tranvías eléctricos o
de tracción animal y todos los medios de transporte tirados por
caballos, bueyes o mulas. Pero estas sentencias también hicie-
ron posible que los tribunales respaldasen la regulación de las
bicicletas, que asignasen responsabilidades a los ciclistas y que
se les pudiera considerar responsables de negligencia y, con el
tiempo, que los automóviles se añadiesen a la misma lista.
Esta batalla de la bici se libró en muchos tribunales antes
de que la mayoría de las asambleas legislativas o los gobier-
nos aprobasen legislación específica para la bicicleta y antes de
que los usuarios de la bici aumentasen en la década de 1890.
La tradición del derecho consuetudinario también implicaba que
las decisiones jurídicas de EEUU respecto a los derechos y las
responsabilidades de la bicicleta se basaran en sentencias britá-
nicas anteriores. Según el principio jurídico de stare decisis, estas
38 Blount, Thomas, Glossographia Anglicana Nova, Londres, Dan Brown, 1707, s. pág.; Blount,
Thomas, Glossographia, Londres, Thomas Newcomb, 1656, s. pág.; Bailey, An Universal
Etymological Dictionary, 5.ª ed., 1731, es muy similar a la obra de Blount de 1707.
39 «Feast of Wit», Sporting Magazine 14, abril de 1799, pág. 276; McShane y Tarr, Horse
in the City, pp. 60–113.
James Longhurst 55
defecto de los ciclistas sería la de intrusos a los que se los podría
expulsar por la fuerza: solo podrían acceder legalmente a las
carreteras mediante excepciones específicas a la legislación. Por
otro lado, si se entendía que las bicicletas eran vehículos, se les
aplicarían todas las leyes y los precedentes legales que regían el
uso de otros vehículos.
Velocípedos
A comienzos del siglo XIX, las primeras oleadas de arte-
factos de dos ruedas de tracción humana dieron lugar a cierto
alboroto legal, pero estos casos no sentaron precedentes jurídi-
cos significativos. La primera máquina de la que se tuvo noticia
fue la draisiana de madera, conocida también como «caballo para
dandis» por los caballeros ricos y modernos que se sentaban a
horcajadas sobre el cuadro y se impulsaban usando los pies y el
suelo. En Europa, algunos de sus primeros usuarios recorrieron
largas distancias con este aparato, pero en EEUU el mal estado
de las carreteras hizo que se utilizase solo por placer en algunas
calles urbanas y en instalaciones cubiertas, como pistas de pa-
tinaje. No hubo oportunidad, por lo tanto, de que se generasen
desavenencias legales que alcanzasen los tribunales de segunda
instancia, de forma que se sentase precedente. Aun así, quienes
montaban este artefacto eran capaces de meterse en proble-
mas: en 1819, se llevó ante los tribunales británicos a algunos
infractores por circular de forma indebida por las pocas calles
pavimentadas reservadas fundamentalmente para peatones, y
en un caso posterior del Tribunal Supremo de EEUU se menciona
que la ciudad de Nueva York había prohibido los velocípedos en
las calles de la ciudad ese mismo año.43
Esta moda desapareció enseguida, pero volvió medio siglo
después, cuando aparecieron los velocípedos con cuadro de me-
tal, llamados boneshakers [agitahuesos]. En este caso, el aparato
se había diseñado con pedales conectados directamente al eje
delantero y, en muy raras ocasiones, con neumáticos de goma
maciza. Pero el velocípedo, al que se le atribuía un «carácter re-
belde», seguía restringido en gran medida a las pistas cubiertas
en muchas zonas de EEUU: como medio de transporte, se consi-
James Longhurst 57
deraba poco práctico y no parecía merecedor de la intervención
de los tribunales.44
En los pocos casos en que los velocípedos atrajeron la
atención de la ley, se los trató esencialmente como una anoma-
lía, no como un vehículo que tuviese que someterse a las normas
de circulación vigentes. En 1869, los magistrados del municipio
de Southampton, Inglaterra, declararon que el operador de una
carretera con peaje no tenía razón al cobrar a un velocipedista,
aunque no le hubiese cobrado más que la tarifa para carretillas,
porque su medio de transporte no era un vehículo. Pero ese mis-
mo año en Hartford, Connecticut, un fiscal hizo la comparación
opuesta, afirmando que una ordenanza municipal que prohi-
bía el uso de las aceras a cualquier vehículo propulsado «con la
mano» también se aplicaba a los velocípedos. El razonamiento
continuaba: la ordenanza se aplicaba a las carretillas; una per-
sona que usase una carretilla empleaba las dos manos y los pies
para desplazarse y, por lo tanto, los velocípedos propulsados
con los pies también se regían por esta norma. Como muestra
de esta confusión, los responsables de los parques de la ciudad
de Nueva York prohibieron brevemente el uso del velocípedo en
los bulevares de los parques en el invierno de 1868 porque eran
una molestia, pero luego revocaron su decisión la primavera si-
guiente. Pero es posible que todo esto se hiciera en vano: como
se explicaba en una publicación de temática jurídica en la que
se aplaudían los esfuerzos de los tribunales por prohibir los ve-
locípedos, «confiamos en que esta sentencia aseste el golpe de
gracia a la fiebre de los velocípedos, que ahora están desapare-
ciendo rápidamente».45 Aunque en muchas ciudades llegaron
a prohibirse los velocípedos en 1869, al final no fue necesario
controlar ni defender los velocípedos mediante leyes: la moda se
estaba autorregulando y la mayoría de los velocipedistas aban-
donaron sus aparatos en poco más de un año.46
44 Dunham, «Bicycle Era», pág. 137; véase también Petty, «Impact of the Sport».
45 «Velocipedes and Turnpikes», Bench and Bar 1, n.º 2, 1869, pág. 92; Dunham,
«Bicycle Era», pp. 142, 111; «Obstructions», Local Courts and Municipal Gazette 6,
diciembre de 1870, pág. 178; R. v. Plummer, 1871, 30 U.C.R. 41.
46 Dunham, «Bicycle Era», pp. 145–46.
47 Recibía este nombre porque la relación del tamaño de sus ruedas recordaba a la
relación de tamaño entre el penique (penny) y el cuarto de penique (farthing), moneda
más pequeña [N. de la T.].
48 Polite Athletics, CDT, 17/04/1881, 27/06/1881; «Some Odd Bike Suits», CDT,
01/05/1895.
James Longhurst 59
agrícola que ganase algo menos de 14 $ al mes, o casi dos meses
del salario de un herrero que ganase 1,99 $ al día.49
El alto precio de la común servía para excluir a las clases
bajas: «es mejor que una bici no sea algo que cualquiera pueda
conseguir fácilmente», escribía un ciclista en The Wheelman. Mos-
trando de pasada los prejuicios contra los inmigrantes recientes,
el autor argumentaba que los precios altos aseguraban «una
clase de caballeros que no sería tal si Patsy O’Rafferty y Hans
Schneider pudieran conseguir sus 'monturas' sin hacer grandes
esfuerzos». Estos precios elevados, argüía, allanaban el cami-
no de quienes podían permitirse una bici: «¿cuántas muestras
de buena educación vial se respetarían si este nuevo vehículo
llegase a manos de todas las clases sociales? Muy pocas, se lo
aseguro».50
«La bicicleta no es un juguete ni es cosa de niños» —añadía
un defensor del ciclismo en 1882—: «gran parte de los ciclistas son
hombres adultos, muchos de ellos cabezas de familia dedicados a
los negocios y a la vida profesional». En su papel de hombre con
una gran educación y con liderazgo moral, declaró que la bicicleta
no tenía «nada de 'común ni de sucio'. Su coste, su delicadeza, su
elegancia y su belleza han de evitar que se vulgarice. Es un capricho
de caballeros». Otro autor escribía en términos halagadores sobre
sí mismo y sobre su público en 1889: «puede decirse con justicia
que la inteligencia media de la comunidad ciclista se sitúa por
encima de la de cualquier otro grupo de hombres y mujeres del
mundo dedicado al ocio, al deporte y al ejercicio». Otro defensor
del ciclismo declaraba que el 90% de los ciclistas de rueda alta
eran «empleados y propietarios de negocios 'activos y pujantes',
u hombres profesionales, como médicos, abogados, editores,
miembros del clero, arquitectos e ingenieros de caminos».51
James Longhurst 61
imposible que las montase cualquier otra persona, y mucho me-
nos mujeres».52
Todas estas asociaciones de ideas se plasmaban en las
actividades de la League of American Wheelmen, una organi-
zación nacional con secciones locales dedicada a la promoción,
las actividades sociales y las carreras en el ámbito del ciclismo.
Un historiador la ha descrito como promotora de «las creencias
victorianas en las actividades al aire libre siguiendo los paráme-
tros de la pompa militar, el orden de caballeros y la exclusividad
racial». En un manual de la década de 1880 se abogaba por los
uniformes de corte militar, las medallas y los galones indicado-
res del rango, los ejercicios en formación cerrada y las canciones
con alabanzas a la valentía masculina de los ciclistas:
52 Hubert Jr., Philip G., «The Wheel of Today», en Sargent, Dudley Allen, et. al., Athletic
Sports, Nueva York, Scribner’s, 1897, pág. 179.
53 Fein, Paving the Way, pág. 27; Miller, T. S., Bicycle Tactics [...], 3.ª ed., Chicago,
sin. ed., 1887, canción n.º 5; véase también Dunham, «Bicycle Era», pág. 201.
James Longhurst 63
común en 1879 y 1880 dio lugar a una serie de prohibiciones, mu-
chas de las cuales se basaban en el precedente de los vetos a los
velocípedos de la década anterior. Los responsables del Prospect
Park de Brooklyn, del Fairmount Park de Filadelfia y del Lincoln
Park de Chicago prohibieron a los ciclistas entrar en sus terre-
nos. En San Francisco la presencia de ciclistas en las calles estaba
completamente prohibida a comienzos de la década de 1880 y en
Brooklyn se sometió a las bicis a un control férreo. Pero la pro-
hibición más famosa se aplicó en Central Park y Riverside Drive,
en Nueva York. Las bicicletas estuvieron prohibidas en el parque
hasta 1883 y se las sometió a un control muy estricto hasta 1887,
mucho después de que otras normativas similares se volvieran
más laxas. Estas restricciones desencadenaron batallas políticas
y legales importantes a lo largo de esa década, financiadas en el
caso de los defensores del ciclismo por el coronel Augustus Al-
bert Pope, el fabricante de bicicletas más poderoso de la nación.57
Más al sur, las perspectivas de los ciclistas eran aún más
desalentadoras a principios de la década de 1880. En Kentucky
se prohibieron completamente las bicicletas de rueda alta en
la vía pública. El alcance draconiano de este veto solo quedó
atenuado porque había pocas bicicletas en el estado en ese mo-
mento. En Carolina del Norte se aprobó en 1885 una ley estatal
en la que se permitía que algunos trabajadores de carreteras de
peaje prohibieran de forma efectiva el acceso de las bicicletas a
sus carreteras de propiedad privada, y se aplicó un veto similar
en una carretera de peaje cerca de Hannibal, Missouri. En otras
ciudades de EEUU, como Rome (Georgia), Nashville (Tennessee),
Wheeling (Virginia Occidental), Springfield (Illinois) y al menos
una ciudad de Delaware, se prohibió que las bicicletas circularan
por las carreteras durante la primera mitad de la década.58 Hubo
que esperar hasta 1884 para que los esfuerzos de los grupos de
presión, la creciente popularidad del ciclismo y las sentencias
judiciales revirtiesen la mayoría de las prohibiciones; el fin del
veto a las bicicletas en Central Park no llegó hasta la aprobación
de una ordenanza de Nueva York a finales de la década.
59 El propio Taylor era consciente de lo paradójico del caso: véase su carta al director
«Are Bicycles Carriages?», Evening Standard, Londres, 31/03/1879, en respuesta a
una historia publicada el 29/03/1879.
60 Clementson, Road Rights, pp. 89–90.
61 Pratt, Charles E., «Regarding Rights of Bicycles in Streets, Parks, &c.», Broadsides and
Ephemera Collection, Duke University Digital Collections, reimpreso en The Bicycling
World 2, 06/05/1881, pág. 409.
James Longhurst 65
la relevancia del caso: el Queen’s Bench era un tribunal de ex-
cepcional importancia en Inglaterra, porque supervisaba a todos
los tribunales de instancias inferiores, y casi todas las sentencias
posteriores en tribunales estadounidenses remitieron al caso
Taylor para determinar los derechos de los vehículos y las carre-
teras según el derecho consuetudinario.62 Cuando los ciclistas
locales y la LAW presionaban contra las prohibiciones locales a
comienzos de la década de 1880, citar un precedente inglés con-
vincente era crucial, dado que no existían orientaciones en la
legislación estatal ni casos en EEUU. Como se expuso más tarde
en un tratado jurídico estadounidense, siguiendo la lógica del
caso Taylor, «la legislación sobre la bicicleta no es sui generis»;
más bien, «se trata básicamente de aplicar principios antiguos
y arraigados a circunstancias nuevas».63 Cuando los tribunales
estadounidenses buscaron algo que les guiase para decidir si las
bicis podían prohibirse en las ciudades, el caso Taylor les propor-
cionó un precedente sólido: la bicicleta era un vehículo.
62 Porter, Luther H., Wheels and Wheeling, Boston, Wheelman, 1892, pág. i; Mionske,
Bicycling and the Law, pp. 10–11; Holland v. Bartch, 16 Am. St. R. 307, 314, Ind. 1889.
63 Lobingier, Charles Sumner, «Bicycles», en Garland, David S., y McGehee, Lucius P.,
eds., American and English Encyclopaedia of Law, 2.ª ed., vol. 4, Northport, Nueva
York, Edward Thompson, 1897, pp. 15–16.
James Longhurst 67
durante mucho más tiempo y está más generalizado ahora mis-
mo que el uso de bicicletas» —se señalaba en un caso de Indiana
en 1889—, «las personas que se desplazan mediante caballos
no tienen más derechos que quienes lo hacen con métodos de
transporte mejorados».66
Las ordenanzas municipales y las leyes estatales siguieron
estos precedentes de la jurisprudencia y codificaron la bicicleta
de forma inequívoca como medio de transporte. La ley estatal de
Nueva York de 1887 en la que se categorizaba de forma específica
a las bicicletas como medios de transporte se imitó en muchos
sitios, por ejemplo, en esta ordenanza de Pittsburgh de 1889: «las
bicicletas, los triciclos y todos los vehículos impulsados con la
mano o con el pie [...] en las vías públicas de este estado dis-
frutarán de los mismos derechos y serán objeto de las mismas
restricciones [que] en los casos de las personas que utilicen vehí-
culos tirados por caballos».67
66 Holland v. Bartch, 120 Ind. 46, 1889; Clementson, Road Rights, 93; análisis de la
importancia del caso Taylor en Holland v. Bartch, 16 Am. St. R. 307, 314, Ind. 1889.
67 1887 N.Y. Laws 184, cap. 704; General Ordinances of Pittsburgh (Pa.), art. 2590, 1889.
Sobre las distinciones entre jurisprudencia y derecho estatutario, véase Petty, «Impact
of the Sport», pp. 188, 202–3.
James Longhurst 69
a los caballos no habituados a encontrarse con este tipo de vehícu-
los manejados por un ciclista». Pero, a diferencia de lo ocurrido en
el caso Yopp, el tribunal rechazó este argumento. Aun entendien-
do que podía considerarse al ciclista responsable de una acción
negligente, el tribunal declaró que el simple hecho de montar un
artefacto que resultase extraño a los caballos no podía suponer
por sí mismo una molestia para otros usuarios de la carretera. Con
respecto a las bicicletas, el tribunal opinó que «declarar que usar-
las en la vía pública era una molestia prohibiría su uso en la forma
para la que se han previsto».70
72 Thompson v. Dodge, 49 Am. St. Rep. 533, Minn. 1894. Cinco años después, en
Minnesota se propuso una ley estatal para obligar a los ciclistas a desmontar cuando
se encontrasen con otras formas de tráfico; al parecer, «este proyecto de ley murió de
muerte natural al poco de nacer». Choate, A. B., «The Bicycle on Roads and Streets»,
LAW Magazine 1, julio de 1900, pág. 10.
James Longhurst 71
personas a usar las vías públicas de una ciudad está tan arraiga-
do y tan generalmente reconocido en este país que se ha vuelto
una parte esencial de los derechos fundamentales del ciudadano».
Cuatro años después, un tribunal de un condado de Pensilvania
usó exactamente la misma fórmula al declarar al conductor de un
coche de caballos negligente por atropellar a una bici que se en-
contraba en un lado de la carretera. En otra sentencia del Tribunal
Supremo de Pensilvania de 1898 también se consolidaban estos
derechos, señalando que las bicicletas eran vehículos, pero debían
ceder el paso a los coches de caballos cuando procediera; no por-
que las bicicletas tuvieran menos derechos, sino porque todos los
vehículos tenían el deber de evitar accidentes.73
Ahora que se encontraban en la misma categoría que los
vehículos de tracción animal, las bicicletas estaban claramente
sujetas a las normas de circulación básicas: circular por la mitad
derecha de la calzada cuando se cruzasen con tráfico en direc-
ción contraria, adelantar por la izquierda, ceder el paso cuando
procediera y aplicar la atención y la vigilancia debidas. Seguir las
normas de circulación protegía a los ciclistas frente a acusaciones
de negligencia, como en el caso de Alfred Schimpf (1892), de Al-
bany, que, mientras circulaba a la tranquila velocidad de 5 km/h
por el lado correcto de la calzada, chocó con un coche de caballos
que se movía a más velocidad por el lado incorrecto de la carre-
tera. En opinión del tribunal, el hecho de que el coche se moviera
más rápido y fuera más grande no obligaba al ciclista a cederle el
paso; él había seguido la norma acostumbrada en la carretera.74
Pero, si la presencia de bicicletas en la calzada no podía
considerarse un estorbo para los conductores de coches y carros
que ya estaban ahí antes, las vías del tranvía de las calles tampo-
co podían molestar a los ciclistas, a no ser que se produjese una
negligencia extrema. Un ciclista se quejaba en la revista de la LAW
de que «para el ciclista, [las vías] son [...] una continua fuente de
problemas para sí mismo y de daños para la rueda, porque no pue-
de cruzarlas con seguridad sin hacer un ángulo recto», sobre todo
si había llovido. Sin embargo, tanto los tranvías como las bicicletas
73 Swift v. Topeka, 23 P. 1075, Kan., 1890; Lindsay vs. Winn, 12 Lancaster L. Rev. 61,
Common Pleas Court of Lackawanna County, 1894; Taylor v. Union Traction Co. 184
Pa. 465, 1898.
74 Schimpf v. Sliter, 46 N.Y. St. Rep. 225, 64 Hun 463, N.Y.S., 1892.
James Longhurst 73
ACERAS
Los tribunales del siglo XIX habían considerado sistemá-
ticamente que las bicicletas siempre eran vehículos, a veces las
concebían como medios de transporte y, en raras ocasiones, en-
tendían que suponían una molestia por sí mismas. Pero, ¿eran
peatones los ciclistas? ¿Tenían derecho a circular por la acera
elevada, fuera de la calzada normalmente sin asfaltar, por lo ge-
neral embarrada y a veces llena de estiércol? En mayo de 1884,
David Corbin «se encontraba en una acera pública del municipio
de Rochester», Indiana, cuando Edwin C. Mercer, en bicicleta, «lo
atropelló, lo tiró al suelo y le causó heridas de consideración». El
lenguaje de la denuncia era contundente; se decía que Corbin
había sido «agredido, golpeado y herido» y en la cobertura pe-
riodística posterior se insinuaba que Corbin estaba en el borde
de una acera de 4,25 m de anchura. «Mercer se le acercó sigilo-
samente en una bicicleta con ruedas de goma, lo atropelló, lo
tiró al suelo y le hizo varias dolorosas contusiones». Cuando la
apelación del caso llegó al Tribunal Supremo de Indiana, el des-
tino intervino. Una vez que el caso se había expuesto al tribunal
en noviembre de 1888 y después de que sus miembros debatie-
ran la sentencia en febrero de 1889, se retiraron a cenar. «A los
tres minutos, un ciclista irresponsable atropelló a los magistra-
dos Coffey y Burkshire y tumbó al primero, dejándolo tirado en
la acera de piedra, delante de la sede judicial estatal; le hirió de
tal gravedad que no pudo atender sus deberes judiciales», se-
gún un periódico de Chicago. «No le llevó mucho tiempo a ese
augusto organismo vengar la afrenta», comentó un observador
de Indiana. En la sentencia se declaraba con contundencia que
«las aceras están previstas para que las usen los peatones, no
personas con vehículos». Por lo tanto, «si la bicicleta puede con-
siderarse un vehículo, el apelante no tenía derecho a circular con
su bicicleta longitudinalmente por la acera».76
A pesar de ser la definición misma de la ironía, el atro-
pello de Indiana no fue un incidente aislado. La fiebre de la bici
llenaba las calles de nuevos ciclistas y los periodistas cubrían
76 Mercer v. Corbin, 117 Indiana 450, 1888; análisis en Clementson, Road Rights,
pág. 146; «Bicycles and Vehicles», Rochester Weekly Republican, 07/03/1889;
«Wheelmen Must Keep Off Sidewalks», CDT, 24/02/1889, pág. 9; «Bicycles and
Vehicles», Weekly Republican, 07/03/1889, pág. 3.
77 Swift v. Topeka. Véase también Elliott y Elliott, A Treatise on the Law, pág. 635. Sobre el
derecho constitucional a desplazarse, véase Mionske, Bicycling and the Law, pp. 11–13.
James Longhurst 75
jueces—, «el ayuntamiento tiene competencias para regular las
condiciones en las que las bicicletas pueden usar las aceras o
para prohibirles por completo que circulen por ellas». Dado que
el ayuntamiento no había ejercido de forma explícita su auto-
ridad para prohibir las bicicletas en el tramo concreto de acera
recorrido por Gagnier, este último podía demandar a la ciudad
por negligencia, por no encargarse del mantenimiento de la
acera. Dando una pirueta final, el tribunal señaló la conclusión
de esta lógica: la ciudad no tenía por qué estar atenta a las ne-
cesidades de los ciclistas si estos circulaban por sitios que en
esencia no les correspondían. «El deber [de la ciudad de Fargo] es
mantener la acera en condiciones adecuadas para los peatones
y su deber para con los ciclistas [...] no puede basarse en el mero
hecho de que les hayan dado permiso para circular», escribieron
los magistrados. El principio fundamental seguía prevaleciendo:
como las bicicletas eran vehículos y las aceras existían para pro-
teger a los peatones frente a los vehículos, las bicicletas podían
quedar excluidas de las aceras, y los gobiernos no eran respon-
sables de la seguridad de los ciclistas, ni aun en el caso de que
tuviesen permiso para circular por ellas. En 1901 se consideró que
se trataba de legislación consolidada y en un caso de Indiana se
citaron numerosos precedentes para declarar que «la bicicleta es
un vehículo y no tiene derecho legal a usar la acera».78
78 Gagnier v. Fargo, 88 N.W. 1030, N.D., 1902; Knouff v. City of Logansport 59 N.E. 347,
Ind. App., 1901.
79 «Recent Humorous Cases», Albany Law Journal 19, 1879, pág. 368; véase también
«Bicycles», American Law Review 13, 1879, pág. 748.
80 Porter, Wheels and Wheeling, pág. 22; Choate, «Bicycle on Roads and Streets»,
pág. 10; sobre el intento infructuoso de revocación legal de la prohibición, véase In
re Wright, 29 Hun. 357, N.Y., 1883; no fue un caso del Tribunal Supremo de EEUU. Cf.
Herlihy, Bicycle, pág. 205; Clementson, Road Rights, pág. 138.
James Longhurst 77
redujo las probabilidades de que los estados intentasen echar a
los ciclistas de sus carreteras.81
81 Por ejemplo, la Ley de Pensilvania de 1889, P. L. 44; Dunham, «Bicycle Era», pp. 286–89.
82 Novak, The People’s Welfare; Novak, «Police Power and the Hidden Transformation of
the American State», en Dubber y Valverde, Police and the Liberal State, pp. 54–73.
James Longhurst 79
Gettysburg, quedan las víctimas abatidas por este maníaco sal-
vaje y descontrolado».85
El miedo a estos locos de la bici hizo que se aprobasen
ordenanzas municipales que regulaban la velocidad de las
bicicletas; los tribunales consideraron, en general, que estas or-
denanzas eran aplicaciones aceptables de la fuerza pública. El
estereotipo de ciclistas peligrosos y egoístas, infractores habitua-
les en los espacios comunes, era un cabeza de turco útil para
críticos y para ciclistas. La LAW se volcó para apoyar la mayoría
de los intentos de limitar las bicis que hacían carreras o iban
demasiado rápido en las calles de la ciudad, diciendo que «estos
locos de la velocidad molestan y perjudican al deporte» y pro-
metiendo «esfuerzos especiales para ayudar a las autoridades a
llevarlos ante la justicia».86
La obligación de usar luces y timbres también se conside-
raba una aplicación adecuada de la fuerza pública: regulaba el
uso de la bicicleta, pero no la prohibía en las vías compartidas. En
1890, en Cicero, Illinois, se planteó una ordenanza municipal en
la que se exigiese a los ciclistas «circular únicamente por la cal-
zada, en columna de a dos como máximo, tan cerca unos de otros
como sea posible y quedarse en el lado derecho [...], anunciar su
presencia tocando el timbre y llevar siempre una señal luminosa
por la noche». En 1896, una guía de rutas ciclistas de Michigan re-
cogía 19 ciudades con ordenanzas diferentes: algunas casi no se
cumplían, pero otras exigían el uso de luces o timbres, prohibían
circular por la acera y limitaban la velocidad a 13 km/h.87
Aunque estas normas eran aceptables desde el punto
de vista judicial, no estaba claro cómo hacer que algunas de
ellas se cumplieran. El límite de velocidad era tan bajo que so-
lía ignorarse, según sostenía el Chicago Daily Tribune: «hay casi
200 000 ciclistas en Chicago que pueden superar fácilmente los
límites de velocidad [...]; no es raro que se produzcan infraccio-
nes habituales y flagrantes a todas horas». A la policía de Chicago
ya le habría costado bastante calcular la velocidad de los ciclistas
James Longhurst 81
animal pero, en una sola década, la lista se había ampliado para
incluir medios que utilizasen cualquier fuente de alimentación
posible y para ofrecer garantías de futuro. Por ejemplo, en el
Código de circulación del estado de Nueva York de 1891, la de-
finición de medio de transporte se dividía en dos partes. En un
apartado se definía a los transportes por su propósito de portar,
y se incluían «las diligencias, los coches de caballos, los carros,
los trineos y cualquier otro tipo de carruaje o vehículo», mientras
que en el otro se recogían los vehículos no tirados por caballos:
«las bicicletas, los triciclos y todos los demás vehículos propul-
sados con las manos o con los pies». En la Ley de circulación de
Nueva York de 1902 se añadían «los automóviles o vehículos de
motor» a la primera lista y los vehículos propulsados «con elec-
tricidad, vapor, gasolina u otra fuente de energía» a la segunda.
Por lo tanto, los automóviles, igual que sucedió con las bicicle-
tas, se consideraban tanto medios de transporte de personas o
mercancías como vehículos con permiso para circular por la vía
pública, independientemente de su fuerza motriz.90
Aunque los vehículos de tracción animal habían pasado
siglos sin estar sujetos a un control estricto por parte del dere-
cho estatutario, la abundante regulación del uso de la bicicleta
durante las últimas décadas del siglo XIX brindó una novedosa
oportunidad filosófica y retórica para incrementar el control de
coches de caballos, carruajes y, después, vehículos de motor. Un
ciclista obligado a mantener el control de su manillar se quejaba
en 1899: «ya tenemos aquí la última normativa para los regula-
dísimos ciclistas. Los mandatarios municipales hacen cualquier
cosa para proteger a las personas frente a los ciclistas, pero
¿qué se hace para proteger a los ciclistas de los cocheros y de
los conductores?» Si un cochero girase de repente a la derecha,
arriesgándose a pillar a un ciclista en lo que hoy se conoce co-
loquialmente como gancho de derecha, «¿por qué no se le exige
que extienda la fusta en esa dirección, como están obligados a
hacer por ley los conductores en Europa? [...] ¿No es hora ya de
dar un respiro a la legislación del ciclista y de dedicar algo de
atención [a controlar] a los conductores?»91
90 Greene, H. Noyes, The Highway Laws of New York, Albany, Nueva York, Matthew
Bender, 1902, art. 162.
91 “Law for the Wheelman,” CDT, 29/06/1899.
92 Cita de Macomber v. Nichols; Huddy, Xenephon P., The Law of Automobiles, 2.ª ed.,
Albany, Nueva York, Matthew Bender, 1909, pág. 22, n.º 5; Berry, Claude Perrin, The
Law of Automobiles, 2.ª ed., Chicago, Callaghan, 1916, pp. 18, 23, 25.
93 Lobingier, Charles Sumner, «Bicycles», en Garland y McGehee, eds., American and
English Encyclopaedia of Law, vol. 4, pág. 18.
94 Berry, Law of Automobiles, 2.ª ed., pág. 30.
95 House v. Cramer, 134, Iowa, 374, 1907; Berry, Law of Automobiles, 2.ª ed., pág. 14.
96 Berry, Claude Perrin, The Law of Automobiles, 3.ª ed., Chicago, Callaghan, 1921,
pp. 11, 14, 30.
James Longhurst 83
que en su mayoría se habían lanzado a los caminos sin licen-
cias, reglamentos ni ningún requisito de equipamiento, las bicis
y su funcionamiento eran objeto de numerosos estatutos y leyes.
Después se impusieron controles parecidos para las motocicletas
y luego para los coches. La única diferencia fue que los automó-
viles, además de considerarse tanto vehículos como medios de
transporte, se clasificaron también en una categoría nueva: la de
vehículos de motor.
James Longhurst 85
2
LA CLASE ADECUADA DE PERSONAS
LA BATALLA POR LOS IMPUESTOS,
LAS PISTAS PARA BICICLETAS Y
LAS CARRETERAS EN EL CAMBIO DE SIGLO
James Longhurst 87
ha vuelto a reclamar un espacio en la vía pública mayor del que
le corresponde».97
Desde que comenzó a usarse la bicicleta, las etiquetas
sociales del ciclismo limitaron su aceptación y su influencia
política en EEUU y dificultaron los intentos de los ciclistas de
reclamar el acceso igualitario a un recurso de uso común. La
división social entre el granjero Wycoff y los urbanitas ciclistas
no se resolvió con las sentencias de los tribunales de apelación, y
esa brecha resultó ser letal para los clubs ciclistas que intentaron
traducir su capital social en influencia política. En dos batallas
políticas relacionadas —por los impuestos para carreteras y
sobre la propuesta de una red de vías ciclistas independientes—,
el aislamiento social contribuyó a que los ciclistas salieran
derrotados.
La historia social del ciclismo sigue dando forma a la per-
cepción popular de las bicicletas y de sus usuarios. Si la primera
consecuencia relevante de las batallas de la bici fue su inclusión
en la definición legal de vehículos, la segunda fue que la socie-
dad en general percibiera a los ciclistas como «el otro». En EEUU,
el número de personas que se identifican como ciclistas casi
nunca ha sido lo suficientemente elevado como para superar las
divisiones de clase, raza y sexo. Debido a este obstáculo, y a pe-
sar del gran empeño de sus defensores, nunca se ha considerado
del todo a los ciclistas una parte de la comunidad imaginada,
más amplia, de la población estadounidense. Esta comunidad
imaginada es la manera en que las personas de un Estado na-
ción moderno —que nunca van a conocerse en persona, sino que
conocen a grupos nuevos y diferentes a través de la prensa po-
pular— se asignan unas a otras las definiciones personales de
«nosotros» y «ellos». Las normas, las leyes y los acuerdos que
los gobiernos alcanzaran en relación con los ciclistas dependían
en gran medida de si iban a ser bien recibidos en la concepción
popular de la comunidad imaginada. En particular, la definición
de lo que constituía un bien público, en constante proceso de
renegociación, dependía de si se entendía que los ciclistas eran
iguales a la población en general o si, en cambio, se los conside-
raba un pequeño subgrupo de élites.
James Longhurst 89
Imagen 2.1. Representantes de los distintos grupos sociales discuten sobre
quién tiene preferencia en un estrecho camino de tierra en esta ilustración de
A. B. Frost en Harper’s Weekly (1896). Puede que los ciclistas quieran adelantar
por la izquierda, como lo haría un vehículo, o tal vez le estén diciendo al carro
que les deje pasar; el granjero no les hace caso.
James Longhurst 91
La suerte de estos dos movimientos de defensa rela-
cionados con la bicicleta ilustra el impacto no deliberado de
la asociación de ideas que relaciona al ciclismo con «la gente
adecuada». Como han expuesto los historiadores Jesse Gant y
Nicholas Hoffman, «fijar los límites de decoro de este deporte
llevaría a tomar decisiones que acabaron socavando el futuro del
ciclismo». Las batallas por delimitar la comunidad ciclista en la
década de 1890 tuvieron un efecto duradero sobre los lugares por
los que cualquiera podría circular en bici durante el siglo siguien-
te y en adelante.100
James Longhurst 93
y cortesía tanto a los pedales como pie a tierra». Un lector de Mis-
souri retomaba la idea la semana siguiente: «un caballero o una
dama pueden seguir siendo finos y elegantes y tener un aspecto
cuidado y atractivo cuando montan en bici; montar en bici no es
en absoluto una excusa razonable para aparecer en público con
aspecto indecoroso».104
El ciclismo de la edad de oro no se limitaba al transporte;
era una actividad social civilizada en la que los ciclistas «se re-
únen [y] forman clubs con sus dirigentes, crean carreras y dan
vida a celebraciones sobre el asfalto», como relataba un artículo
de 1889. Según sus defensores, este comportamiento era exclusi-
vo del ciclismo: «los dueños de carretillas no se unen en torno a
su interés común por las carretillas, y tener un carrito o un carro
de reparto tampoco crea vínculos de amistad».105 Los miembros
de la LAW entendían que el ciclismo tenía una serie de virtudes,
como la compañía de hombres de clase social ascendente, la aso-
ciación deseable con la modernidad y el progreso tecnológico y
los esfuerzos deportivos, que seguían considerándose refinadas
y adecuadas a su clase.106
Sin embargo, y para mayor confusión, este lenguaje exclu-
yente de las publicaciones de la LAW y de los escritos de personas
que no eran miembros se mezclaba con un argumento popu-
lar según el cual la bicicleta era la salvación de la humanidad.
Frances Willard, sufragista, reformista y defensora del ciclismo,
escribió en 1895 que sabía que «decenas de miles de personas
que nunca podrían permitirse poseer, alimentar y cuidar a un
caballo habían podido disfrutar, gracias a este brillante invento,
de la rapidez del movimiento [...], del encanto de las vistas de la
naturaleza y de la sensación de dominio, que es, probablemente,
lo que más atrae de montar a caballo». Otro autor reafirmó este
argumento en un escrito de 1897: «la bicicleta es mejor que el
caballo para 99 de cada 100 hombres y mujeres, porque no cuesta
casi nada mantenerla y nunca se cansa».107
104 Historias de la LAW Bulletin and Good Roads Magazine (en adelante: LAW Bulletin) 24,
1896: 03/07/1896, pág. 9; 07/08/1896, pág. 185; 03/07/1896, pág. 3; 17/07/1896, pág. 96.
105 «Have Bicycles an Earnest Purpose?» Rochester Union and Advertiser, 26/08/1889.
106 Véase Taylor, «Bicycle Boom», pp. 213–40.
107 Willard, Frances A Wheel Within a Wheel [...], Chicago, Women’s Temperance
Publishing Association, 1895, pág. 11; Hubert Jr., Philip G., «The Wheel of Today»,
en Sargent, Athletic Sports, pág. 177. Véanse también Gant y Hoffman, Wheel Fever,
James Longhurst 95
Sin embargo, la estimulante libertad que la bici brinda-
ba a las mujeres se acompañó de críticas y hostilidad hacia las
ciclistas que circulaban sin acompañante y vestidas con bomba-
chos. Muchas mujeres ciclistas se ajustaban escrupulosamente a
todos los detalles sociales mientras montaban en bici: llevaban
atuendos de clase alta y se limitaban a participar en actividades
organizadas por clubs. La LAW era una organización de hombres
y, aunque permitía la participación de mujeres en secciones au-
xiliares y a veces incluso su incorporación como miembros, el
lenguaje y el contenido de sus publicaciones indicaban clara-
mente que las mujeres eran ciclistas de segunda. Una semana
después de que el LAW Bulletin publicara uno de sus numero-
sos chistes machistas, la autora de una carta reprendía a sus
editores, preguntándoles «¿qué les parecería que las mujeres
fundaran un periódico y lo llenasen de difamaciones y chistes
sobre los hombres?»109
La libertad que ofrecían las bicicletas las convirtieron en
un recurso argumental frecuente en la literatura romántica. Al
fin y al cabo, una pareja que se va de excursión en bici lo hace sin
carabinas y era más probable que una mujer sola en bici fuera
joven, atlética y audaz, por no hablar de su atuendo revelador (en
comparación, al menos, con el rígido estilo victoriano). La expre-
sión más recordada de esta libertad se recoge en la canción Daisy
Bell escrita por Harry Dacre en 1892. El estribillo se convirtió en
un símbolo imperecedero de la edad de oro del ciclismo que se
citaba con frecuencia en la cobertura periodística de esta acti-
vidad durante el siglo siguiente: «It won’t be a stylish marriage / I
can’t afford a carriage / But you’ll look sweet upon the seat / Of a bicycle
built for two. [No será un matrimonio elegante/ No tengo para un
coche con pescante / Pero estarás preciosa en el sillín / de una
bici hecha para dos]». Pero la letra también describía los espacios
aislados a disposición de una pareja: «We will go ‘tandem’ / As man
and wife [...] When the road’s dark / We can both despise / P’licemen
and ‘lamps’ as well [Iremos en tándem / Como marido y mujer [...]
109 Cita de LAW Bulletin 24, n.º 2, 10/07/1896, pág. 41. Véanse también Marks, Bicycles,
Bangs and Bloomers; Garvey, «Reframing the Bicycle»; Mackintosh, Phillip Gordon,
y Norcliffe, Glen, «Men, Women and the Bicycle: Gender and Social Geography of
Cycling in the Late-Nineteenth Century», en Horton, Rosen y Cox, Cycling and Society,
pp. 153–77; Macy, Wheels of Change.
James Longhurst 97
para añadir las palabras de raza blanca a los requisitos de admisión
como miembro de la Liga. Esta modificación cosechó reacciones
muy positivas en el sur, cada vez más segregado; el representan-
te de la LAW, «G. E. Johnson [...] dio las gracias a la asamblea en
nombre de la división de Kentucky y del sur y prometió a la Liga
2000 nuevos miembros durante el año siguiente y 5000 en el año
posterior». Los miembros negros de la LAW en Boston y en otras
partes de la nación protestaron, pero fue en vano. La votación re-
flejó el hecho de que la segregación se estaba volviendo la norma,
no la excepción: el Tribunal Supremo de EEUU ratificó esa socie-
dad regida por el principio de «separados pero iguales» dos años
después, en el caso de Plessy contra Ferguson.113
La experiencia del ciclista profesional negro Marshall
«Major» Taylor ilustra muy bien los efectos de la segregación
racial en el ciclismo. Como ciclista profesional que competía a
escala internacional, Taylor no podía ser miembro de la LAW,
independientemente de su raza. Pero, como la LAW comisiona-
ba la mayoría de las carreras, su mera participación ya era un
problema. Aunque Taylor ganó un campeonato del mundo y es-
tableció varios récords mundiales, su capacidad para competir
en carreras con ciclistas blancos se vio muy limitada por luchas
épicas dentro de las uniones profesionales de ciclistas y muchos
estadounidenses han olvidado sus logros.114
113 «Negroes are Barred», CDT, 21/02/1894; véanse también Finison, Boston’s Cycling
Craze, pp. 18–23; Ritchie, Major Taylor, pp. 38–39.
114 Balf, Major, pp. 77–78; véase también Ritchie, Major Taylor, pp. 10–11.
James Longhurst 99
do que socias blancas del club con la cara pintada de negro se
burlen de las pretensiones de los ciclistas negros mediante un
teatro improvisado con juego de roles, imaginando incluso que
los miembros del club son quienes practican la exclusión social
expulsando a una de las suyas. El dialecto exagerado del guion ri-
diculizaba los intentos de los afroamericanos de introducirse en
los deportes de la buena sociedad: «damas y compañeros de club,
sus llamo al orden para considerar el asunto de desaparecerle
de esta nuestra esquisitísima organización a la señorita que le
ha trajido la desgracia», proclama uno de los personajes. El texto
termina con una canción particularmente atroz:
115 Horne, Mary Barnard, The Darktown Bicycle Club Scandal, Boston, Walter H. Baker,
1897, pp. 8, 16; véase también Finison, Boston’s Cycling Craze, pp. 197–208.
117 Citas de Fein, Paving the Way, pp. 24, 26; McShane, Down the Asphalt Path, pp. 6–7,
19, 63–73; Mason, «League of American Wheelmen», pp. 84–86; historia de Twain
posiblemente apócrifa de «A Very Bad Road», Good Roads 1:3, 1892, pág. 158.
118 Cita de Fein, Paving the Way, pág. 29. Véanse también Fuller, «Good Roads»,
pág. 69; Mason, «League of American Wheelmen»; Hilles, «Good Roads Movement»;
Campbell, «Good Roads Movement in Wisconsin», pp. 273–93; Wells, «Changing
Nature of Country Roads», pp. 148–51.
119 Cita de Fein, Paving the Way, pp. 35, 20–26; Fuller, «Good Roads», pp. 69–70; Hugill,
«Good Roads and the Automobile», pp. 327–49.
120 Cita de «Roads for Cyclists», CDT, 24/05/1895; «Separate Roadway», CDT,
31/10/1894; «A Colorado Cycle-Path», LAW Bulletin 28, n.º 12, 1898, pág. 232; «Side
Path Built», Morning Oregonian, Portland, 25/09/1896; «A Dollar Wheel Tax», Morning
Oregonian, 05/05/1897; cita de «Sidepath League», Daily Transcript, North Adams,
MA, septiembre, pp. 9, 13, 14, 1897; Berger, Roots of Tomorrow, cap. 1.
121 Annual Report of the City Engineer of Minneapolis, Minneapolis, Minnesota, Harrison
and Smith, 1897, pp. 36, 61, 151; «Cycle Paths of City», St. Paul Globe, 08/06/1902;
«The Cycle-Paths of St. Paul», LAW Bulletin 28, n.º 14, 1898, pág. 262.
122 «Charles T. Raymond: A Brief Sketch [...]», Sidepaths 4, n.º 4, febrero de 1901, pág. 72.
123 El proyecto de ley de 1895 fracasó por cuestiones de procedimiento, pero volvió a
presentarse en 1896. Journal of the Senate of the State of New York, pág. 322; ley del
4 de marzo de 1896, cap. 68, 1896, N.Y. Laws, pág. 90.
124 «Charles T. Raymond», pág. 73; «Roads and Side Paths», LAW Bulletin 23, n.º 24,
12/06/1896, pág. 864; «Roads versus Paths», op. cit., pág. 851.
125 «Charles T. Raymond», pp. 72–73. Véanse también Mason, «League of American
Wheelmen», pág. 121; Armstrong, William W., The Higbie-Armstrong Good Roads Law
[...], Buffalo, Nueva York, LAW, 1898.
128 Smith, Franklin, «An Object Lesson in Social Reform», Appleton’s Popular Science
Monthly 50, enero de 1897, pp. 306–9.
129 «Wheelmen Pleased», Rochester Democrat and Chronicle, 25/04/1896; «Sidepath Bill
is Dead», Rochester Post-Express, 07/05/1896.
130 «Sidepaths for Bicycles», Rochester Post Express, 13/05/1896; «Official Souvenir
Program, LAW Good Roads Cycle Show», 9–13 de marzo de 1897, pág. 1, en RPL;
Megargle, Percy F., «The Work of Side-Path Building», LAW Magazine 1, n.º 8, 1901,
pp. 15–17; Smith, «Object Lesson», pág. 311.
131 Ley del 11 de marzo de 1897, cap. LIII. art. 2, 1897 Wash. Sess. Laws 89; Ley de 18 de
marzo de 1896, cap. 62, 1896 N.J. Laws 100; «Cycling», Trenton (NJ) Evening Times,
22/03/1896. En Ontario, véase Norcliffe, Ride to Modernity, cap. 5, n.º 35.
132 Para una explicación más detallada, véase Longhurst, «Sidepath Not Taken»,
pág. 566; «Charles T. Raymond», pág. 73.
133 Ley de 27 de marzo de 1899, cap. 152, 1899 N.Y. Laws 301.
134 Op. cit.; Greene, Highway Law, pág. 246; Ryan v. Preston, 10 N.Y. Ann. Cas. 5. (N.Y.S. 1901).
136 Greene, Highway Law, pp. 335–38. Un ejemplo de este tipo de elementos identificativos
puede verse en la Realia Collection, MSHS, con la denominación incorrecta de
«matrícula para vías de bicicletas».
137 Radford, «From Municipal Socialism to Public Authorities», pág. 867.
138 Cita de «A Special Tax», LAW Bulletin 23, n.º 24, 12/06/1896, pág. 851; «Special Tax on
Bicycles», LAW Bulletin 25, n.º 1, 01/01/1897, pág. 12; «Get out of the Road», Wichita
Daily Eagle, 07/05/1897. Véase también Gant y Hoffman, Wheel Fever, pág. 84.
139 «Rights of Wheelmen», CDT, 24/05/1896.
140 «Get Good Roads», CDT, 28/02/1900; «Charles T. Raymond», pág. 73.
141 «Charles T. Raymond», pág. 73; ley de 18 de feb. de 1899, S.B. 143, 1899 Or. Laws
152; Ellis v. Frazier, 38 Ore. 46, Or. 1901; «Cycle Path Legislation», LAW Magazine 1,
n.º 10, 1901, pág. 2; «Suit in Oregon», Sidepaths 3, n.º 23, 1900, pág. 442; «A New
Law», Sidepaths 4, n.º 3, 1901, pág. 46.
142 Lay de 6 de marzo de 1899, cap. 31, 1899 Wash. Laws 41; People v. Bruce, 23 Wash. 777,
1901; cf. «Washington Tax Law Illegal», Chicago Legal News 34, n.º 56, 1901, pág. 28.
143 People v. Bruce.
144 Ley de 11 de abril de 1899:35, art. 2, 1899 Pa. Laws 36; Westgate v. Spalding, 8 Pa. D.
490 (Pa. Com. Pl. 1899)
145 Pa. Const. Art. III, art. 20; Keeler v. Westgate, 10 Pa. D. 240 (Pa. Com. Pl. 1901); véase
también «Sidepath Law Inoperative», Bucks County Gazette, 10/05/1900.
146 Porter v. Shields, 200 Pa. 241, 1901; ley de 7 de marzo de 1907:8, art. 1, 1907 Pa. Laws 10.
147 «Annual Report: Sidepath Commission by R. E. Archibald», 21/12/1901, Record
Series: Highway Papers—Sidepath Commission, Archivos del condado de Warren,
Lake George, Nueva York; véase también Sidepaths 3, n.º 24, 1900, pp. 456–57. Los
presupuestos de los condados de Fulton y Seneca Falls también eran diez veces más
pequeños que el de Monroe. Sidepaths 4, n.º 2, 1901, pp. 30–33.
148 «Monroe County Sidepath Guide», 1900, archivo de folletos, RPL; también en el NYS.
149 Ley de 10 de abril de 1900, cap. 658, 1900 Md. Laws 1047; ley de 13 de abril de 1900,
H.B. 605, 94 Ohio Laws 138; ley de 4 de mayo de 1900, cap. 757, 1900 R.I. Pub Laws
58; ley de 17 de junio de 1901, cap. 180, 1901 Conn. Pub. Acts. 147; ley de 27 de
mayo de 1901, cap. 4948, 1901 Fla. Laws 83; ley de 2 de abril de 1901, cap. 126, 1901
Minn. Laws 153.
150 «No Let Up», Sidepaths 3, n.º 23, 1900, pág. 436; LAW Magazine 1, n.º 11, 1901, pág. 16.
151 «Sidepaths in Canada», Sidepaths 3, n.º 23, 1900, pp. 436–37; ley de 29 de marzo
de 1901, cap. 53, 1901 S.M. 235; Norcliffe, Ride to Modernity, pp. 149–57; Lehr y
Selwood, «Two-Wheeled Workhorse», pág. 6.
152 Salt Lake City, Código de Utah, cap. LI, art. 727, 1903; «Cycle Path in the Granite State»,
LAW Bulletin 28, n.º 22, 1898, pág. 392; «Cycle-Paths in Ohio», LAW Bulletin 28, n.º 16,
1898, pág. 290; «Activity in the Far West», LAW Magazine 1, n.º 6, 1900, pág. 3.
153 «New Laws Needed», St. Paul Globe, 11/03/1900; «Wrong in Principle», St. Paul
Globe, 07/04/1900.
154 Bemidji Pioneer, 03/05/1900; «Keeping up the Paths», St. Paul Globe, 30/02/1901.
155 «New Laws Needed», St. Paul Globe, 11/03/1900; «State Cycle License», Minneapolis
Journal, 28/01/1901; «Plan for Next Season», St. Paul Globe, 28/03/1901.
156 Journal of the Senate of the Thirty-Second Session of the Legislature of the State of
Minnesota, St. Paul, Minnesota, McGill-Warner, 1901, pág. 658; 1901 Minn. Laws 153.
157 Cita de «Want Commissioners Named», St. Paul Globe, 14/04/1901; «Cycle Paths of
City», St. Paul Globe, 08/06/1902; «Cycle Path Plans», Minneapolis Journal, 15/04/1901;
Isaac Houlgate, «Guide to Minneapolis Bicycle Paths», 1902, folleto en MSHS; cita de
Hudson, Horace B., Dictionary of Minneapolis and Vicinity, Minneapolis, Minnesota,
Hudson Publishing, 1906, pág. 12.
158 Ryan v. Preston; véase también O’Donnell v. Preston, 74 A.D. 86, estado de Nueva
York, 1902.
159 «Bicycle Sidepaths», GDN, 18/04/1900; McCally, «Bloomers and Bicycles», pág. 14;
«License System Commended», LAW Magazine 1, n.º 6, 1900, pág. 2.
160 «Cycle Paths», LAW Bulletin 28, n.º 1, 1898. pág. 42; «Cycle Path Legislation», LAW
Bulletin 28, n.º 27, 1898, pág. 476; «Director Dodge Interested», LAW Magazine 1,
n.º 5, 1900, pág. 2.
161 «First Tag Brought a V», GDN, 01/06/1899; «Bids for Bicycle Tags», GDN, 11/04/1900;
«Three Cyclists Nabbed», GDN, 21/05/1900.
162 «Sidepath Funds Gone», GDN, 14/06/1900. Otra medida para ahorrar costes fue
cubrir las pistas con gravilla en lugar de carbonilla. Véase «Preparations for Work»,
GDN, 30/05/1901; «Sale of Sidepath Tags Slow», GDN, 02/05/1901.
166 «The Basis of State Aid», LAW Bulletin 28, n.º 17, 1898, pág. 346; «Side Paths vs.
Roads», LAW Bulletin 24, n.º 3, 1896, pág. 95; Novak, «The Myth of the ‘Weak’
American State»,pp. 758–59; Radford, «Municipal Socialism», pág. 888.
167 Fein, Paving the Way, pp. 35, 30. Véase también Lipin, «Cast Aside the Automobile
Enthusiast».
168 Automobile Parade, Edison Manufacturing Company, 1900; A Trip down Market Street
before the Fire, Miles Brothers, 1906, Colección AFI/Post (George), LOC; Speedy,
Paramount Pictures, 1928.
169 Wells, Car Country, pág. 75.
175 Citas de Paxson, «The Rise of Sport», pág. 159; «Sterling Elliott Signs Up», American
Motorist 12, mayo de 1920, pág. 44.
176 Informe, marzo de 1936, carpeta «0–871 League of American Wheelmen», Archivos
RG 79 del National Park Service, State Park Files, 1933–1947, NARA II.
177 UCTD, Third Annual Report, Nueva York, UCTD, 1919, pág. 16.
178 CTA, Fourth Annual Report, Nueva York, CTA, 1920, pp. 13–14, 17.
179 «Bicycle Output Was Reduced», WSJ, 16/07/1926; Fifer, C. Arthur, Do You Remember?,
Quincy, IL, sin ed., 1951, pp. 31–32.
Transformando la legislación
Como ha señalado irónicamente el historiador Peter Nor-
ton, «las ciudades trataron la llegada del automóvil como lo
habrían hecho con cualquier otra emergencia». Los automóvi-
les generaron una crisis sobre todo porque se los consideraba la
causa de un baño de sangre sin precedentes; en 1915, en Nueva
York, los accidentes de coche se llevaron por delante a más del
doble de la cantidad de personas asesinadas ese año.184 Ese caos
que podía acabar siendo mortal se reflejaba en la película muda
de 1928 Relámpago. La experiencia de atravesar a toda velocidad
las calles de Nueva York aterra incluso a la quintaesencia de la
masculinidad, el jugador de béisbol Babe Ruth (interpretándose
182 McConaghie, James R., «The Use of Paint on Roads to Direct Traffic, II», Good Roads
63, n.º 6, 1922, pág. 47; «Road Signals», LAW Bulletin, 12/06/1896, pág. 858.
183 Jakle y Sculle, Signs in America’s Auto Age, pág. 57; «Autoists, Horsemen and Cyclists»,
Automobile Topics 3, n.º 14, 18/02/1902, pág. 528; Norton, Fighting Traffic, pág. 48.
184 Norton, Fighting Traffic, pág. 63; las cifras fueron 659 fallecidos en accidentes de
coche y 260 asesinados. Wells, Car Country, pág. 88.
188 «New Automobile Laws», Automobile Topics 3, n.º 14, 18/01/1902, pág. 526; Deering,
James H., 1905 Supplement to the Codes of California [...], San Francisco, Bancroft-
Whitney, 1905, pp. 857–66.
Reconfiguración de la carretera
El requisito de los carnés de conducir supuso un avance
sorprendente, pero fue solo una de las formas de reconfigurar el
medio físico y reglamentario para satisfacer las demandas del
automóvil. Se produjeron más innovaciones, como las calles de
sentido único, las señales de control del tráfico, las señales con
iluminación eléctrica, los carriles pintados, las aceras elevadas y
el concepto completamente novedoso de «aparcamiento».
Entonces, igual que ahora, las intersecciones urbanas
eran los puntos más complicados y peligrosos de la vía. Antes
de que existieran señales que indicasen que el tráfico debía de-
tenerse y leyes que especificasen quién tenía prioridad, o luces
que permitieran desplazarse a algunos vehículos mientras otros
permanecían detenidos, las intersecciones no tenían ningún
control o bien requerían la presencia de agentes uniformados.
Estos «agentes de esquina», provistos solo de un silbato, guantes
blancos y nervios de acero, constituían una nueva incorporación
a la policía, organismo que a su vez acababa de profesionalizarse
a finales del siglo XIX. Aunque eran cada vez más numerosos,
seguían sin poder competir con las crecientes huestes de au-
tomóviles, y las autoridades municipales enseguida intentaron
resolver la cuestión con tecnología.
189 Cita de Barber, A. B., «Why Drivers’ License Laws with Examination Are Needed»,
Georgia Lawyer, julio de 1931, pág. 14; véase también Roots, «Orphaned Right».
190 La revolución de la autonomía local de finales del siglo XIX aumentó mucho las
competencias de las ciudades. Hall y Karsten, Magic Mirror, pág. 213.
191 Norton, Fighting Traffic, pp. 57, 61–62. Cf. Jakle; Sculle, Signs in America’s Auto Age,
pág. 64.
192 Norton, Fighting Traffic, pág. 52; McConaghie, «Use of Paint on Roads», pp. 57, 62.
193 Shepherd, C. H., «Devices for Traffic Control», American City 26, junio de 1922,
pág. 583; la cursiva se ha añadido.
194 Citas de R. v. Cross, 1812, 3 Camp. 223; Cohen v. Mayor, 113 N.Y. 532–535, 1889.
Véanse también Buttenheim, Harold S., «The Problem of the Standing Vehicle», Annals
of the American Academy of Political and Social Science 133, septiembre de 1927,
pp. 144–55; Segrave, Parking Cars in America, pág. 5. En Buttenheim y en Segrave se
parafrasea de forma incorrecta la sentencia de R. v. Cross.
195 En castellano se mantiene felizmente la raíz entre parque y aparcar, aunque en inglés
directamente se comparte el vocablo; park, y to park [N. de la T.].
196 Pratt, Fletcher, «No Parking», American Mercury 39, octubre de 1936, pp. 155–56.
200 «Space Grabbing Vehicle», Electric Railway Journal 52, n.º 4, 27/07/1918, pág. 149;
Wis. Stat., art. 85.69, 1929.
201 BSA, Cycling, Nueva York, BSA, 1930, pág. 23.
205 NCSHS, Manual on Street Traffic Signs, Signals, and Markings, Washington D. C.,
NCSHS, 1930; AASHO y NCSHS, Manual on Uniform Traffic Control Devices for Streets
and Highways, Washington D. C., NCSHS, 1935.
206 Wells, Car Country, pág. xxxii.
207 Sky, National Road, pp. 155–60; Heitmann, Automobile and American Life, pp. 76–79.
208 MacDonald, Thomas H., «Four Years of Road Building under the Federal-Aid Act»,
Public Roads 3, junio de 1920, pág. 11; Wells, Car Country, pág. 129.
209 Heitmann, Automobile and American Life, pág. 78. La AASHO se convirtió después en
la AASHTO.
210 McShane, Down the Asphalt Path, pág. 58; Wells, Car Country, pp. 76–7; Fein, Paving
the Way, pp. 88–90, 228–29; Heitmann, Automobile and American Life, pp. 76–78,
Holley, «Blacktop», pp. 723–32.
211 Véase, entre otros, DiMento y Ellis, Changing Lanes, pp. 15–21, 23–44.
212 Norton, Fighting Traffic, pp. 175–81.
215 Bureau of Public Roads, Uniform Vehicle Code [...], ed. rev., Washington D. C., U.S.
Government Printing Office, 1930, art. 5.
216 Bolles, Albert Sidney, Business Man’s Commercial Law Library, vol. 2, Nueva York,
Doubleday, 1922, pág. 325; MTO, art. 12–14, citado en TLA, pág. 324. Sobre la
autorización de las bicicletas en las aceras en el UVC, véase Mionske, Bicycling and
the Law, pag. 67.
223 BSA, Cycling, pág. 22; Chancellor, William Estabrook, Educational Sociology, Nueva
York, Century, 1919, pág. 204.
224 Cita de McShane, «Origins», pág. 388; Andrews, Managing the Environment, pág. 156;
Herlihy, Bicycle, pág. 360.
230 Folleto de Columbia Bicycles, 1911, pp. 3–4, 32, serie «Bicycles», Colección Warshaw,
NMAH; Motorcycling and Bicycling, 06/12/1915, pág. 41.
231 Bridgeport Standard Telegram, 15/02/1919; Bill Henry, Paramount Pictures, 1919;
UCTD, Third Annual Report, pp. 10, 13; United States Tariff Commission, Tariff
Information Surveys [...] C10, ed. rev., Washington D. C., U.S. Government Printing
Office, 1921, pág. 48.
234 Citado en Koelle, «Pedaling on the Periphery», pág. 313. Véanse también Sorensen,
Iron Riders; Herlihy, Bicycle, pág. 292.
LA SINGULARIDAD ESTADOUNIDENSE
Aunque en EEUU seguían existiendo el ciclismo por mo-
tivos prácticos y las personas que iban en bici a trabajar, la
tecnología ciclista era distinta del diseño europeo. A finales del
siglo XIX, esta tecnología era similar a ambos lados del Atlántico:
neumáticos con cámara de aire en bicicletas de seguridad im-
pulsadas por una cadena y de piñón fijo. Los ciclistas recreativos
apreciaban mucho la ligereza del cuadro. Pero, con la llegada del
nuevo siglo, las innovaciones europeas hicieron que el progre-
so tecnológico siguiese caminos diferentes: en 1921, el gobierno
federal señaló que «la bicicleta británica suele estar más evolu-
cionada que la estadounidense; normalmente dispone de una
transmisión de dos o de tres velocidades, de dos frenos manuales
y de cubiertas que protegen la cadena y el sistema de transmi-
sión, todo ello con una factura de la más alta calidad». Según la
Comisión de Aranceles de EEUU, a los niños y a los trabajadores
estadounidenses no les interesaban estos refinamientos: «estos
aparatos, considerablemente más caros, no tienen mercado aquí,
donde la clase que utiliza bicicletas los consideraría más bien ne-
gativos». Gracias a los aranceles elevados que los protegían de las
importaciones, los fabricantes estadounidenses producían cada
vez más bicis y más pesadas, normalmente de una sola marcha
y con alguna modalidad de freno de pedal (el freno funciona gi-
rando los pedales hacia atrás).236
Estas bicis sencillas, duraderas y pesadas acabaron emu-
lando a los vehículos de motor. En 1934, Columbia anunciaba «lo
más estiloso que haya podido ver sobre dos ruedas», una bici que
235 Cartas al ayudante de intendencia del ejército de Wilson, C. S., 8 de mayo, y de Fry,
Thomas C., 11 de mayo de 1898, y de «Chief Engnr.», 21 de junio de 1917, «Bicycles»,
Microfilm M698 rollo 104, RG 94, «Records of Adjutant General», NARA I.
236 United States Tariff Commission, Tariff Information Surveys, pág. 49; Berto, Dancing
Chain, pp. 107–8, 145–46.
Chicos en bici
La publicidad impresa y la cobertura mediática del ciclismo
se centró cada vez más en los chicos: mensajeros del telégrafo,
scouts o escolares. «Los chicos y las bicis están hechos el uno para
el otro: forman un equipo imbatible», rezaba un anuncio de 1925.
El texto del anuncio y las historias de aventuras de niños recalca-
ban que la bicicleta era una tecnología masculina, una promesa
de dominio, fuerza y libertad. En 1932, la industria establecía la
relación causal entre estos temas en una campaña publicita-
ria: «¡la BICICLETA es tu mejor COMPINCHE!» —exclamaba un
anuncio de la Cycle Trades of America—. «Como cualquier chi-
co estadounidense, te mereces una bicicleta y debes tenerla. [...]
Tienes derecho a tener una bici». En otro anuncio de la serie se
afirmaba que los chicos y las bicis eran «inseparables, uña y car-
ne». [...] En cuanto salen de la cuna buscan el manillar [...] y los
pedales se convierten en sus más fieles y alegres aliados durante
la niñez».240 En un folleto de 1930 se anunciaba: «te sorprenderá
saber cuánto ayuda una bicicleta a que un hombre triunfe cuan-
239 CTA, Fourth Annual Report, pp. 6–8, 12; anuncio en Boys’ Life, febrero de 1917,
pág. 51.
240 Anuncios en Boys’ Life, mayo de 1925, pág. 49; mayo de 1932, pág. 44; abril de 1932,
pág. 44.
241 CTA, «Cycle-Logical Ways to Happier Days», 1930, en la colección de la Brian Sutton-
Smith Library and Archives of Play, Rochester, Nueva York; anuncios en Boys’ Life,
junio de 1935, pág. 28; agosto de 1935, pág. 49.
242 Downey, Telegraph Messenger Boys, pág. 73; «Special Delivery Messenger, U.S. Post Office»,
American Mutoscope & Biograph Company, 1903, Paper Print Collection, LOC; Motorcycling
and Bicycling, 04/10/1915, pág. 43; BSA, Cycling, pág. 21; CTA, «Cycle-Logical».
243 Anuncio en Boys’ Life, abril de 1927, pág. 60; Jahn’s Administrator v. McKnight, 25 Ky.
L. Rptr. 1758, 78 S.W. 862, 1904.
244 Clower v. Western Union, 18 Ga. App. 775, 90 S.E. 730, 1916.
245 Postal Telegraph-Cable Co. v. Minderhout, 14 Ala. App. 392, 71 So. 89, 1916.
246 Postal Telegraph-Cable Co. v. Murrell, L.R.A. 1918D, 357, 201 S.W. 462, 1918.
247 Western Union v. Ausbrooks, 148 Tenn. 615, 257 S.W. 858, 1924.
248 Anuncio en Boys’ Life, marzo de 1926, pág. 40; Downey, Telegraph Messenger Boys,
pp. 76–77.
249 Anuncios en Boys’ Life, marzo de 1916, pág. 43; diciembre de 1917, pág. 51; abril de
1917, pág. 39.
250 Seton, Ernest Thompson, A Handbook of Woodcraft, Scouting, and Life-Craft, Nueva
York, Doubleday Page, 1910, pág. 15.
251 BSA, The Official Handbook for Boys, Garden City, Nueva York, Doubleday, Page,
1912, pág. 31.
256 «Boy Scouts’ Bicycle Hike», Boys’ Life, septiembre de 1912, pág. 16; anuncio en Boys’
Life, diciembre de 1915, pág. 37; Olive, Charles, «Selecting and Adjusting a Bicycle»,
Boys’ Life, abril de 1923, pág. 47; Crump, Irving, «Twenty Years the Crowd’s Hero»,
Boys’ Life, abril de 1927, pág. 8.
257 BSA, Cycling, pág. 16.
258 Véanse, entre otros, Seiler, Republic of Drivers; Urry, «‘System’ of Automobility»;
Goodwin, «Reconstructing Automobility».
260 «Leon Henderson, Price Boss», Life, 26/01/1942, pág. 33; McCall, Robert, «And We’ll
Look Sweet», Washington Post, 29/01/1942; «Editorial», New York Sun, 16/01/1942;
News Parade: Washington in War Time, Castle Films, 1942.
264 La mayor parte del programa se promulgó en New Adult Bicycle Ration Regulations,
Washington D. C., U.S. Government Printing Office, julio de 1942, con enmiendas en
informes trimestrales.
265 Sessions, Robert E., director, Consumer Division, para Sultini, Betty, 29 de mayo de
1942, carpeta «Bicycles Rationing R-7», RG 188, «Records of the Office of Price
266 National Recovery Administration, Code of Fair Competition for the Bicycle
Manufacturing Industry, Washington D. C., U.S. Government Printing Office, 1934,
pág. 288.
267 «Amazing Return of the ‘Bikes‘», Popular Mechanics, enero de 1935, pág. 62; véase
también «Sears,’ Ward’s Sales Helped», WSJ, 10/07/1934; «Bicycle Production», WSJ,
08/09/1936.
268 Citas de «Our Hollywood Neighbors», Movie Classic 4, marzo–julio de 1933, pág. 71;
op. cit., pág. 15; «My Beauty Hint», Hagerstown Daily Mail, 11/12/1933.
269 Photoplay 44–45, julio–diciembre de 1933, pág. 87.
270 Eskew, Garnett L., «The Bike Completes a Cycle», Rotarian, agosto de 1938, pp. 34–
36.
271 Op. cit.; «Life Goes Bicycling», Life, 17/07/1939, pág. 71.
272 «Shipments of Bicycles: Years 1935 to 1941 Inclusive», «Bicycle Production»; cita de
Eskew, «The Bike Completes a Cycle».
273 Berto, Dancing Chain, pp. 56, 108; «Life Goes Bicycling», pág. 71.
274 Cita del anuncio de Schwinn en Life, 11/08/1941, pág. 15; Herlihy, Bicycle, pp. 325–34;
Berto, Dancing Chain, pp. 145–47; Hadland y Lessing, Bicycle Design, pág. 196.
275 BSA, Cycling, New Brunswick, Nueva Jersey, BSA, 1949, pág. 6.
276 Sucursal de Mitsubishi Shoji Kaisha en Seattle para el director de la sede de Osaka, 26
de julio de 1934, caja 5; memorando, «Bicycle Business in California», 30 de julio de
1935, caja 6, «Seized Correspondence», RG 131 «Office of Alien Property», NARA II.
277 Eskew, «The Bike Completes a Cycle»; Kearney, Paul W., «Stopping Trouble on Two
Wheels», Rotarian, agosto de 1941, pág. 19.
278 Según el deflactor del PIB, el valor real de las bicis vendidas en 1900 rondaría los
701 millones en dólares de 2009; en 1939, estaba alrededor de los 534 millones de
dólares. Merriam, Robert H., «Bicycles and Tricycles», Census of Manufactures, Part
IV, Washington, D. C., U.S. Government Printing Office, 1905, pp. 289–92; 16th Census
of the United States, 1940, Census of Business, 1939, vol. 5, Washington, D. C., U.S.
Government Printing Office, 1941, pp. 188–89.
279 «Number of Automobiles and Bicycles Produced from 1937 through 1941», «Bicycle
Transportation vs. Automotive».
280 «Bicycles: Do a Come-back», WSJ, 04/09/1941; «OPM Gives Radio, Bicycle Makers»,
WSJ, 17/12/1941.
281 Polenberg, War and Society, pág. 32.
282 Fitzpatrick, Bicycle in Wartime, pág. 172; «Sale of Bicycles to Adults Curbed», NYT,
03/04/1942; «New Bicycle Sales Banned», WSJ, 03/04/1942.
LA BICICLETA Y EL AUTOMÓVIL
Durante la primavera y el verano de 1942, mientras la OPA
institucionalizaba el racionamiento de bicicletas, diversos or-
ganismos federales debatían si tenía sentido destinar recursos
estratégicos a bicicletas para el transporte civil. Hoy ese oscu-
ro debate interno solo puede seguirse a través de los registros
de la OPA, ahora en los Archivos Nacionales. Esta cuestión no
se debatió públicamente en la época y después de la guerra fue
eclipsada por el relato positivo de los voluntarios que usaron
la Bici de la Victoria, impulsado por los medios de comunica-
ción. En el debate participaron una desconcertante variedad de
oficinas y organismos del poder ejecutivo. Resulta irónico que
los responsables del control de los automóviles (la División de
Racionamiento de Automóviles de la OPA) acabase abogando fir-
memente por el transporte en bicicleta, mientras que el grupo
al que se le había encomendado la gestión de las compras de
los consumidores (el grupo de Suministros Civiles de la WPB) se
opusiera a que siguiesen vendiéndose bicicletas a civiles.284
La situación era desesperada y reinaba la confusión. En-
tre todas las complicadas decisiones estratégicas que exigía el
viraje hacia una producción para tiempos de guerra a principios
de 1942, puede resultar sorprendente que algunas partes del
gobierno federal estuvieran discutiendo si era más eficiente ir
a trabajar en bici o en coche. Pero este debate crucial tenía mu-
chos desenlaces posibles: el gobierno podía decidir impulsar el
desplazamiento de civiles en automóvil, ferrocarril, autobús o
bicicleta; intentar apoyar equitativamente todos los medios de
transporte, o aprobar un programa de austeridad estricta que
minimizase el transporte civil y produjese únicamente mate-
rial militar. Dado que el petróleo, el caucho, el níquel y el acero
283 Stone, Robert E., para Nugent, Rolf, 9 de mayo de 1942, carpeta «Bicycles Rationing
R-7»; Office of Price Administration, Second Quarterly Report for the Period Ended July
31, 1942, Washington D. C., U.S. Government Printing Office, 1942, pág. 80.
284 La historia de estos organismos y oficinas es compleja. La OPA se creó por mandato
ejecutivo del presidente el 11 de abril de 1941. Véanse Zimring, Cash for Your Trash,
pág. 90; Polenberg, War and Society, pág. 7; Sparrow, Warfare State, pp. 171–73;
Graham, Toward a Planned Society, pág. 70.
288 Stone, R. E., para Nugent, R., et al., «Comparison of Rubber Uses between
Competitive Forms of Transportation», 15 de junio de 1942, «Bicycle Transportation vs.
Automotive».
289 Gráfico, «Travel per Pound of Crude Rubber: Thousands of Miles», «Bicycle
Transportation vs. Automotive».
290 «Advance Release», 4 de junio de 1942, «Bicycles Rationing R-7».
291 Richtmeyer, A. G., «A Study of the Relative Economy [...]», 22 de junio de 1942,
«Bicycle Transportation vs. Automotive».
292 Op. cit.
293 Memorando de Fennelly, John F., End Products Committee, WPB, 26 de junio de 1942,
297 Fennelly dijo que ese otro organismo era el Directorio de Vías Públicas, pero
probablemente fuera el Directorio de Estándares. Fennelly, memorando; Stone,
Robert E., para Fennelly, John F., «Allotment of Rubber for New Adult Bicycles», 27 de
junio de 1942, «Bicycle Transportation vs. Automotive».
300 Myers, Fred, para DeSilva, Harry, 9 de julio de 1942, «Bicycle Transportation vs.
Automotive».
301 DeSilva, Harry, para McFadden, C., «Facts about Bicycle Transportation», 7 de agosto
de 1942, «Bicycle Transportation vs. Automotive».
302 «U.S. Trims List of Eligibles», CDT, 11/08/1942; «2 Plants Designated to Produce
Bicycles», NYT, 03/09/1942; «88,000 Bicycles Set as October Quota», NYT,
27/09/1942; «OPA Relaxes Bicycle Purchase Rules», WSJ, 13/01/1943.
303 Documento sin título y sin fecha [octubre de 1942], «Bicycle Transportation vs.
Automotive».
304 Liebers, Arthur, «More Bicycles to Keep», NYT, 22/03/1942; «War Increases Bicycle’s
Popularity», NYT, 13/01/1942; «Offers Bicycle Traffic Plan», NYT, 07/03/1942; «Bicycle
Use Quadrupled», NYT, 07/03/1942; «He’ll Be Riding Without», CDT, 08/03/1942.
305 Strand, William, «Adult Bicycle Sales Banned», CDT, 03/04/1942; véase también Egan,
Charles E., «Sale of Bicycles to Adults Curbed», NYT, 03/04/1942.
306 «War Workers Use Bicycles», American Bicyclist, junio de 1942, pág. 32; «Cycling
to Work», American Bicyclist, julio de 1942, pág. 28; «War Plant Employees Cycle»,
American Bicyclist, noviembre de 1942, pág. 30.
307 Anuncio en Life, 25/05/1943, pág. 14.
308 Informes de Investigación de la AAA n.º 20, julio de1943; y n.º 23, diciembre de 1943,
en «Bicycle Transportation vs. Automotive».
309 Zimring, Cash for Your Trash, pp. 89, 94.
310 Cita de Polenberg, War and Society, pág. 32; Zimring, Cash for Your Trash, pág. 94.
312 Gawne, Evan y Janet, para Henderson, Leon, 13 de junio de 1942, «Bicycle Rationing R-7».
313 «Form Letter to Schoolchildren», 19 de enero de 1943, caja 305, «Rationing
Department».
314 McFadden, C. P., para Phillips, Charles F., 17 de diciembre de 1942, «Bicycle Progress
Reports 1942».
315 Op. cit.
316 «Bicycle Production», Wyman, A. H., para Hufstader, O. P., 4 de marzo de 1944,
«Bicycle Production». Una publicación de la posguerra respalda estas cifras totales,
calculando la fabricación de 144 000 bicicletas al año: Bidwell, Percy, What the Tariff
Means to American Industries, Nueva York, Council on Foreign Relations, 1956,
pág. 74.
317 Febrero y marzo de 1943, «Press Releases».
318 Gillogly, Harry, para Taylor, Elliott, 5 de febrero de 1944, «Bicycle Production»;
«Comments from the Field on Bicycle Rationing», informe de 1944; Paul, Russ, para
Taylor, Elliott, 19 de junio de 1944, «Field Reports».
319 «Quarterly Report for the Months of July, August, and September 1944», «Bicycle
Progress Reports 1942».
320 Arnold, Schwinn & Co., «A Survey Concerning Post-war Employment and Production in
the Cycle Industry», sin fecha, “Bicycle Production.”
321 Zimring, Cash for Your Trash, pp. 97, 100–101; Frohardt-Lane, «Promoting a Culture of
Driving», pág. 355.
BEAV
En la primavera de 1957, algunos espectadores estadouni-
denses vieron el episodio piloto de la que acabaría convirtiéndose
en una serie de televisión desaforadamente popular (Leave It
to Beaver). Ese primer episodio se tituló provisionalmente «El
mundo es un pañuelo» y analizaba el reino de los adultos desde
la perspectiva de un niño, recolocando a veces la cámara para
contemplar con admiración a las figuras de autoridad. Toda la
acción se desarrollaba en un idealizado barrio residencial de las
afueras. Convenientemente tanto para el escenario como para
la visión infantil, el episodio giraba en torno a una bicicleta: a
Wally, de 13 años, y a su hermano pequeño, Theodore «Beaver»
Cleaver, les engañan y les hacen creer que, si reúnen mil tapones
de botellas de leche, ganarán la bicicleta que tanto desean. Sus
esfuerzos desencadenan una comedia de adultos aturullados,
subterfugios infantiles y un ejemplo épico del juego del teléfono
estropeado cuando convencen a un directivo intermedio al que
pillan desprevenido para que les dé el premio de un concurso
que no existía. Pero, para los chicos, la bici es mucho más que un
premio: es la promesa de un mundo más amplio de interacción
con otros chicos, de moverse ellos solos por la ciudad. En pocas
palabras, simboliza un camino a la edad adulta. Como dice Beav,
tener una bici implica aprender a ser «esponsable», una lección
que los niños aprenden al menos temporalmente cuando tienen
que devolver el premio ganado con malas artes. Durante las seis
temporadas siguientes, las vidas de los chicos Cleaver suelen re-
presentarse sobre dos ruedas: desde ser chicos de los periódicos
323 Leave It to Beaver: «It’s a Small World», ep. piloto; «The Paper Route», temp. 1, ep. 17;
«Beaver’s Prize», temp. 3, ep. 4; «Beaver’s Bike», temp. 3, ep. 26, 1957–60; Universal,
2005, DVD.
324 Pfister, Christian, «The ‘1950s Syndrome’ and the Transition from a Slow-Going to a
Rapid Loss of Global Sustainability», en Uekoetter, Turning Points, pág. 92; Wells, Car
Country, pág. 287.
Imagen 5.1. Wally, Ward y Beaver Cleaver (de derecha a izquierda) con la bici
nueva que los chicos se han ganado trabajando de chicos de los periódicos en
la primera temporada de Leave It to Beaver, 1958. El tema del transporte en el
barrio idealizado de los Cleaver se trataba en muchos episodios.
328 «After Lean War Years», WSJ, 26/09/1945; «Bendix to Produce», WSJ, 14/08/1945;
«Bicycle Output Expected to Top», New York Herald Tribune, 02/10/1947.
329 «Stiff Pedaling», WSJ, 18/05/1948; «Bicycle Makers Expect 2 Million», WSJ,
03/10/1947; «Bicycle Demand Put in Millions», NYT, 29/01/1947. En Berto, Dancing
Chain, pág. 179, se afirma que se fabricaron 1,7 millones de bicicletas en 1946,
2,8 millones en 1948 y 1,5 millones en 1954.
330 Fiege, Republic of Nature, pág. 392. No está claro el momento exacto en el que
dejó de funcionar la LAW. En los años 30 y 40 solo quedaban unas pocas secciones
diseminadas. Hoffman sitúa su desaparición en 1942, el año de la última convención
nacional en Chicago. Hoffman, E. Peter, «The League of American Wheelmen», en
Leete, Best of Bicycling!, pág. 397.
331 «New Executive Secretary of the Bicycle Institute», NYT, 04/11/1946. Sobre el BIA,
véase Epperson, «The Great Schism», pág. 78, n.º 16.
332 Cita de Hailey, Foster, «Bicycles Built for Millions», New York Times Magazine,
16/10/1949, pp. 78–79; Herlihy, Bicycle, pág. 336. Sobre el incremento de automóviles
en Europa, véase Buehler, Ralph, y Pucher, John, «International Overview», en Pucher
y Buehler, City Cycling, pp. 16–17.
333 Oakley, Winged Wheel, cita de la pág. 127, pp. 98–100, 134, 214.
335 UVC, acto V, subapartado 93, letra d), ed. rev. de 1944, reimpreso en TLA, 1; la cursiva
se ha añadido.
336 NCSHS, Model Traffic Ordinance, Washington D. C., U.S. Government Printing Office,
1946, pág. 1.
Carreteras exclusivas
Las bicicletas, cada vez más marginadas en las calles de las
ciudades y en las carreteras estatales, estaban a punto de quedar
excluidas de forma explícita del nuevo sistema de carreteras in-
terestatales. El proceso comenzó con la Ley de ayuda federal a las
carreteras (1944), que asignó una cantidad de fondos federales
sin precedentes a los proyectos de construcción vial ya en mar-
cha, pero también empezó a planificar una propuesta de Sistema
Nacional de Carreteras Interestatales, al que la Ley de carreteras
de 1954 dedicaba los primeros fondos. Dos años después, con el
337 Ley de Carolina del Norte, art. 20–38, ap. 38, citada en TLA, pag. 26. Para un ejemplo
concreto de legislación estatal, véase Davis, «California Vehicle Code», pág. 377.
338 «The Traffic Program», Southeast Missourian, 28/12/1948.
339 Matson, Theodore Malvin, Traffic Engineering, Nueva York, McGraw-Hill, 1955,
pág. 245.
341 Levin, David R., Legal Aspects of Controlling Highway Access, Washington D. C., U.S.
Government Printing Office, 1945, pp. 31, 4; Netherton, Control of Highway Access, pág. 5.
342 Rose, Interstate, pp. 34, 46–47, 93; Wells, Car Country, pág. 193; Wells, «Fueling the
Boom», pp. 72–81.
343 Wells, Car Country, pág. 275; véanse también Rose y Mohl, Interstate; Motormania,
Walt Disney, 1950; Powers, Walter, «The Danger of Bike Riders», Sarasota Herald
Tribune, 03/10/1965; McCann, Completing Our Streets, pág. 10.
Para más información sobre la mitología de la financiación de carreteras, véase Blue,
Bikenomics, pp. 11–13.
344 Duany, Plater-Zyberk y Speck, Suburban Nation, pág. xiii; Hayden, Building Suburbia;
Harris, Second Suburb.
348 Bidwell, Percy, What the Tariff Means to American Industries, Nueva York, Council on
Foreign Relations, 1956, pág. 70; Furness, One Less Car, pág. 115; Berto, Dancing
Chain, pp. 179, 199.
349 «Lucy’s Bicycle Trip», I Love Lucy, temp. 5, ep. 2, 1956; «Bicycle Trip for Two», Father
Knows Best, temp. 6, ep. 6, 1959; «Opie and the Spoiled Kid», The Andy Griffith Show,
temp. 3, ep. 21, 1960.
350 Yarber, Ken, «Safety on Two Wheels», Rotarian, agosto de 1953, pág. 16.
351 Berto, Dancing Chain, pp. 179, 199; Furness, One Less Car, pág. 115; «Beaver’s
Bike», Leave It to Beaver, temp. 3, ep. 26; anuncios de Life, 15/03/1948, pág. 142, y
14/03/1949, pág. 108.
352 Véanse Orgeron, Orgeron y Streible, Learning with the Lights Off, pp. 9–11; Alexander,
Academic Films for the Classroom, pp. 5–10.
353 Conferencia Presidencial de Seguridad en las Carreteras, Preliminary Report of
Committee on Education, Washington D. C., U.S. Government Printing Office, 1946,
pág. 11.
354 National Commission on Safety Education of the National Education Association, Bicycle
Safety in Action, Washington D. C., National Education Association, 1950, pág. 5.
355 I’m No Fool with a Bicycle, with Jiminy Cricket, Walt Disney Pictures, 1956. Véase
también Furness, One Less Car, pp. 115–17.
356 BSA, Cycling, New Brunswick, Nueva Jersey, BSA, 1949, pág. 5 (la cursiva es del
original); Bike Safety, Centron, 1950; Bicycle Clown, Sid Davis, 1958.
Antes de la guerra
El pueblo japonés había adoptado la bici enseguida y su
participación en el auge de la bicicleta en la década de 1890 fue
muy destacada. El hecho de que incorporasen rápidamente las
modas sociales y los avances tecnológicos europeos encajaba con
la ideología del Japón posterior a la Restauración Meiji; además,
la bicicleta ofrecía una solución para recorrer las vías rurales
de Japón, muy poco desarrolladas. Al principio, los consumido-
res japoneses adquirían bicicletas de seguridad de Europa y de
América, pero no tardaron en aparecer productores nacionales.
A los fabricantes de bicicletas estadounidenses les preocupaba la
competencia de precios que pudiera suponer Japón ya en 1896:
367 Hoffman, E. Peter, «The Cycling Scene», en Leete, Best of Bicycling!, pág. 73; Steele,
«Making of a Bicycle Nation», pág. 75.
370 Berto, Dancing Chain, pp. 108–9; Steele, «Making of a Bicycle Nation», pág. 72.
371 «Japan Factories Turn to Making», WSJ, 18/08/1922; Steele, «Making of a Bicycle
Nation», pág. 72; Berto, Dancing Chain, pp. 108–9.
372 Mitsubishi Shoji Kaisha para Great Falls Paper Company, 21 de abril de 1938, «Seized
Correspondence of the Machinery Department of Mitsubishi Shoji Kaisha», RG 131
Records of the Office of Alien Property, NARA II.
373 «Trade and Industry», Oriental Economist, 20/04/1946, pág. 254; Berto, Dancing
Chain, pp. 180–82.
374 Allinson, Japan’s Postwar History, pp. 52–82; Dower, Embracing Defeat, pp. 75–76.
375 Dower, Embracing Defeat, pp. 83–84, 533.
376 Steele, «Making of a Bicycle Nation», pág. 75.
377 «Trade and Industry». El fundador de la revista, Tanzan Ishibashi, tuvo un historial
político extraordinariamente complicado tanto antes como después de la guerra;
«purgado» por la SCAP, después fue primer ministro a mediados de los años 50.
378 «Blackmarket: Bicycle Production», 20 de mayo de 1947, carpeta «Bicycle General»,
caja 7728, RG 331, Registros Generales del CG de la SCAP, NARA II.
379 Allinson, Japan’s Postwar History, pp. 74–75; Dower, Embracing Defeat, pág. 533;
Diferencias de opinión
La clave para comprender esta serie de acontecimientos
son las implicaciones culturales de la bicicleta en la mente de
los funcionarios de la SCAP. La bicicleta se percibía como un
objeto que no suponía una amenaza, pacifista y vinculado a la
infancia. Si bien otros sectores de fabricación con aplicaciones
militares se desmantelaron después de la guerra, la fabricación
de bicicletas se potenció. Igual que consideraban la bicicleta el
fruto de una etapa premoderna, adolescente, del desarrollo in-
dustrial, los funcionarios de la ocupación estadounidense veían
a los japoneses como un pueblo inmaduro. En 1951, el general
MacArthur señaló en una popular declaración ante el Senado de
EEUU que «los japoneses, [...] según los criterios de la civilización
moderna, [...] serían como un chico de 12 años en comparación
con nuestro desarrollo propio de los 45 años». Aunque los japo-
neses se sintieron traicionados por las palabras de MacArthur,
sus declaraciones no se cuestionaron en EEUU, según la historia-
dora Naoko Shibusawa, «porque los americanos y los europeos
llevaban mucho tiempo creyendo que los 'pequeños' japoneses
y su país 'de juguete' tenían algo de inmaduros y de poco desa-
rrollados».387 Esta visión reflejaba la actitud, que venía de muy
atrás, de las naciones occidentales respecto a sus colonias y a los
países no occidentales, y se reforzaba con la pseudociencia de la
388 Bayly y Harper, Forgotten Armies, 116; cf. Fitzpatrick, Bicycle in Wartime, pp. 144–
56; Headrick, Alan C., «Bicycle Blitzkrieg: The Malayan Campaign and the Fall of
Singapore», informe del U.S. Naval War College, 08/02/1994.
EL RETORNO DE LA BICI
Los analistas nunca han atribuido el retorno de la bicicle-
ta de finales del siglo XX a una única causa predominante. Han
identificado factores que han contribuido, como la mejora de la
tecnología ciclista, una oleada de conciencia medioambiental
y acciones políticas. En un estudio de 1972 se identificaron «la
buena condición física, el ocio y los programas de 'protección del
medioambiente'» como cuestiones que «concuerdan de forma di-
recta con el auge de la bicicleta y le dan […] vitalidad». Dos años
después, un portavoz de la industria achacó «la popularidad reno-
vada de la bicicleta» a los «jóvenes preocupados por la ecología y
[a] las subvenciones federales destinadas a caminos para bicicle-
tas», y señaló que «la reciente crisis energética no ha sido más que
el impulso definitivo».393
393 Department of Public Works, California Bikeway Planning Criteria and Guidelines,
Washington D. C., US DOT, 1972, pág. 1; Rugaber, Walter, «U.S. Sets Safety
Standards», NYT, 03/07/1974.
394 Berto, Dancing Chain, pág. 201; «Bicycle Parts: Duty Suspension», U.S. Congressional
and Administrative News 3, 1970, pp. 6115–16.
395 Berto, Dancing Chain, pp. 203, 201; Frost, Robert, «On a Bicycle Built», NYT,
24/02/1965.
396 Department of Public Works, California Bikeway Planning, pág. 1; Mullen, Donald E.,
«Bicycle Boom», Beaver County Times, Pennsylvania, 23/08/1972.
397 Kolata, Gina, «How Safe is Cycling?» NYT, 22/10/2013; Mullen, «Bicycle Boom».
400 Berto, Dancing Chain, pág. 203; Epperson, Bicycles in American Highway Planning,
pp. 74–75.
401 «A Bicycle Page for You», WEC, marzo de 1970, pág. 41; Kirk, Counterculture Green, pp. 30–31.
La crisis energética
Después de octubre de 1973 surgió una razón aún más
convincente para montar en bicicleta: la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP) impuso un embargo sobre las
exportaciones de petróleo a las naciones que apoyaban a Israel.
El precio del petróleo se cuadruplicó en pocos meses. Ya antes
del embargo, la inflación y el estancamiento de la economía
habían hecho que el coste del combustible subiera en EEUU. El
«aumento continuo del precio de la gasolina está haciendo que
cada vez más gente se decante por la energía a pedales», escribía
un miembro del club ciclista de West Palm Beach en 1973; en la
historia de una agencia de noticias se abogaba por el carácter
práctico de la bicicleta y el ahorro en transporte que permitía:
«hoy en día, la idea de que la bicicleta es un juguete parece saca-
da de una película en blanco y negro».404
Debido en parte a todo ello, la Ley de ayuda federal a las
carreteras de 1973 incluyó por primera vez en la historia la finan-
ciación para el transporte público e incluso las infraestructuras
para bicicletas como posibles usos de los fondos de carreteras.
Este cambio brindó a los estados la opción de usar la financia-
ción proveniente de los impuestos sobre la gasolina y reservada
a las carreteras para construir carriles, señales y caminos para
bicis. Era un ejemplo típico del Nuevo Federalismo: la idea de que
el gobierno federal transfería algunas competencias a los esta-
dos para que decidiesen qué hacer con los fondos federales que
se les adjudicaban. El presidente Nixon firmó la Ley de carreteras
apenas unos meses antes del embargo de la OPEP sobre el pe-
tróleo. El viraje hacia la bicicleta evidenció un cambio tectónico
en la actitud de los estadounidenses en la posguerra respecto
al consumo de energía. El historiador Mark Fiege ha calificado
403 Frankel, Lillian Berson, y Frankel, Godfrey, The Bicycle Book (Bike-Ways), Nueva York,
Cornerstone Library, 1972, pág. 7; «Open a Bike Shop», Mother Earth News, CDT,
14/09/1975; Lott, «Fred DeLong», pág. 10.
404 Husky, Bob, «Bicycling for Fun, Health and Sport», Palm Beach Post, 17/05/1973;
«Bicycling Growing», Spartanburg Herald-Journal, 01/05/1973.
405 Fiege, Republic of Nature, pp. 392, 393–95; Maitland, Leslie, «10,000 Cyclists», NYT,
23/04/1979.
406 «Millions of Americans Are Now», New London Day, 05/06/1973; «Minnesota State
Bicycle Committee Report», 15 de enero de 1977, en la colección de la Biblioteca de
referencias legislativas, St. Paul, Minnesota.
407 Del, Ernest; Moss, Lawrence C.; Reicher, Thomas Z.; A Handbook for Bicycle Activists,
Stanford, California, Stanford Environmental Law Society, 1976, pág. 2.
¿Por la izquierda?
Al hacer hincapié en el hecho de que las bicicletas eran
vehículos, la película de Bill Cosby refutaba el mito extrañamen-
te persistente de que el lugar adecuado de la bicicleta era el lado
izquierdo del carril situado más a la izquierda de la calzada, cir-
culando en sentido contrario al tráfico. En 1939, en una carta al
director del Pittsburgh Press se preguntaba: «¿no sería posible […]
conseguir que se clasificara a los ciclistas como peatones y ha-
cer que circulen por el lado izquierdo de la calzada, de frente
al tráfico? [...] Llama la atención que las autoridades de tráfico
hayan pasado por alto durante tanto tiempo una precaución tan
obvia». Aunque muy pocos expertos en seguridad dieron alas a
este mito, hay algunos ejemplos de autoridades que fueron repi-
tiendo el cuento. En un periódico de Maine se aconsejaba en 1940
a los niños que volvían a la escuela: «cuando vayáis en bicicleta,
circulad siempre en sentido contrario al tráfico y fuera de la cal-
zada».408 En 1942, las escuelas públicas de Detroit reconocieron
la longevidad de esta mala idea, escribiendo en un manual es-
colar que «durante años ha habido [...] discrepancias en torno
a si [las bicicletas] deben o no circular por el lado izquierdo de
la carretera, en sentido contrario al tráfico». El texto ofrecía una
refutación muy débil de la idea de circular por la izquierda y, con
gran insensatez, indicaba a los jóvenes ciclistas que salieran de
la carretera y circulasen por la acera. En una historia periodísti-
ca de 1951, un policía del estado de Connecticut, muy irritado,
culpaba a los padres de la perpetuación de este mito: «algunos
niños me dicen que sus padres les han enseñado a circular por el
lado izquierdo, de frente al tráfico, como peatones. Es un error y
es peligroso. El lado derecho es el único lado de la carretera que
puede ocupar cualquier persona que esté manejando un vehícu-
lo, sea cual sea».409
408 «Safe Ways to School Days», Lewiston Evening Journal, Maine, 29/08/1940.
409 «Wants Bicyclists to Ride», Pittsburgh Press, 28/10/1939; Detroit Public Schools,
Traffic Safety in Detroit, Detroit, Michigan, Board of Education, 1942, pág. 88; «State
418 «Cyclists Creating a Problem», Ludington Daily News, 30/5/1990; «Bicycle Safety»,
Lakeland Ledger, Florida, 09/04/2005; «Change Law for Bike», Ocala Star-Banner,
18/07/1986.
419 Kerr, Sophie, Wife’s Eye View, Nueva York, Rinehart, 1947, pág. 92; Blume, Judy, Tiger
Eyes, Nueva York, Bradbury, 1981, pág. 41; véase también pág. 72. En la edición de
Delacorte de 2013, estas instrucciones aparecen al revés: «‘recuerda [...] circular en
el sentido del tráfico’, me dice Walter. [...] ‘En el sentido del tráfico’, repito».
420 «Minnesota State Bicycle Committee»; «Hitchin’ Rack», Boys’ Life, septiembre de
1977, pág. 4; «Cyclist Fights ‘Dumb Law’», New London Day, 04/08/1979; «More on
Bike Safety», St. Petersburg Times, 08/06/1982.
421 «Bike Paths Are the Answer», Boca Raton News, 28/11/1973.
422 Hoffman, E. Peter, «200,000 Miles of Bikeways», en Leete, Best of Bicycling!, pág. 290;
McIntyre, Bike Book, pág. 159.
423 Department of Public Works, California Bikeway Planning, pág. 1.
424 Op. cit., pág. 11; Hudson, Charlie, «Hollywood Legend West Dedicates», South
Dade News Leader, 16/09/2012; Hoffman, «200,000 Miles of Bikeways», pp. 287–90;
BIA, Boom in Bikeways, Nueva York, BIA, 1968; Cook, Walter Lewis, Bike Trails and
Facilities: A Guide to Their Design, Construction and Operation, Wheeling, Virginia
Occidental, American Institute of Park Executives, 1965.
425 Berto, Dancing Chain, pág. 201; «Udall Urges More Bicycle Paths», NYT, 02/05/1964;
DOI, Trails for America, Washington D. C., US Government Printing Office, 1966,
pág. 126.
426 Nationwide Trails System Hearings, 90th Congress, primera sesión, en H.R. 4865 and
related bills, Washington D. C., US Government Printing Office, 1967, pp. 1, 42.
427 Op. cit., pág. 144. Aspinall también presionó al representante de la United Auto
Workers en relación con este tema (pág. 160).
429 Pucher y Buehler, City Cycling, pág. 113; Department of Public Works, California
Bikeway Planning, pág. 11.
430 Cantwell, Robert, «Where All Roads Lead to Roam», Sports Illustrated, 26/05/1975,
pp. 36–44.
431 117 Cong. Rec. 10830, 1971; resolución citada en Department of Public Works,
California Bikeway Planning, pág. xii.
432 Department of Public Works, California Bikeway Planning, pp. xii, 48.
433 Nichols, Mary Perot, «Start Pedaling, John», Village Voice, 07/06/1971; «Bikes
Shifting», Reading Eagle, 25/12/1974; Del, Moss y Reicher, Handbook, pág. 23.
434 «Bikeway Planning and Design», CoEvolution Quarterly, primavera de 1975, pág. 120;
cita de Epperson, «Great Schism», pág. 85.
435 Cantwell, «Where All Roads», pág. 36; Johnson, «Transformation of Civic Institutions»,
cap. 10; Johnson, Curt, «Solon Relates Fight», Eugene Register-Guard, 03/12/1971;
Uhrhammer, Jerry, «Cyclists Battle Proposal», Eugene Register-Guard, 03/04/1973.
436 «Count ’Em», Bend Bulletin, 31/07/1972; Kenyon, Ed, «‘Plot’ to Unseat Bike», Eugene
Register-Guard, 01/02/1973; Panshin, Daniel, carta al director, Sports Illustrated,
30/06/1975.
437 Neilan, Edward, «Bicycle Boom Here to Stay», Wilmington Star-News, Carolina del Norte,
16/05/1972; dictamen de los magistrados para el Senado, 370 Mass. 895 (1976).
438 Cita de Epperson, «Great Schism», pág. 81; Feige, Republic of Nature, pág. 394;
Federal-Aid Highway Act of 1973, Public Law, pp. 93–87, 87 Stat. 262.
439 Frankel, Godfrey, Bike-Ways, Nueva York: Sterling, 1950; «Bike Route Hearings Set»,
Imagen 6.3. El término vía ciclista tenía significados diferentes para las distintas
personas. Un sendero independiente y específico para bicicletas en una
compañía eléctrica, como este de Racine, Wisconsin, a finales de los 70, era una
infraestructura poco común. Era mucho más habitual añadir la señalización de
ruta para bicis (como la señal en la parte izquierda de la foto), recién diseñada, a
calles que ya existían.
441 Comunicado de prensa del DdI, 5 de febrero de 1967, Bureau of Outdoor Recreation, Press
Releases 1963–1974, RG 48, registros de la Oficina de la Secretaría de Interior, NARA II.
442 «Phase I of Bike Route», Salt Lake City Deseret News, 31/05/1973; Albright, Mark,
«Officials ‘Rethink’ Bike Path Plans», St. Petersburg Evening Independent, 20/08/1974;
Miller, Roger, «Bike Path Established», Bowling Green Daily News, 06/07/1975.
443 Baker, Ann, «Springfield Bike Group», Eugene Register-Guard, 21/02/1974; Ballantine,
Richard, Richard’s Bicycle Book, Nueva York, Ballantine, 1974, pp. 243–44; Del, Moss y
Reicher, Handbook, pág. 2.
444 «Ed Mollring on Bicycle Paths», Prescott Courier, 18/08/1974; «Bicycle Path Plan»,
Prescott Courier, 02/02/1976.
445 «City’s Bike Route Redrawn», Wilmington Morning Star, Carolina del Norte, 10/05/1979.
446 O’Hara, Tom, «Optimism, Hard Work Not Enough», Daytona Beach Morning Journal,
15/07/1977.
447 Kirksey v. Jackson, 461 F. Supp. 1282, S.D. Miss. 1978.
448 City of St. Paul Planning Department, «Bicycle Feasibility Study», febrero de 1974,
Minnesota Department of Transportation Library; Longhurst, James, «Awheel from
Chicago to the Twin Cities», en Vrtis y Wells, Two Cities, One Hinterland.
449 National Highway Traffic Safety Administration (NHTSA), Pedestrian and Bicycle Safety
Study, Highway Safety Act of 1973 (art. 214), pág. 3. Podría decirse que la Ley de
seguridad en las carreteras de 1973 formaba parte de una oleada de legislación de
interés público que comenzó con la Ley de seguridad del automóvil de 1966. Véase
Hall y Karsten, Magic Mirror, pág. 336.
450 NHTSA, Pedestrian and Bicycle Safety Study, pág. 67; TLA, pág. 324.
451 Citado en Wachtel, «Bicycles and the Law».
452 TLA, pág. 320; Del, Moss y Reicher, Handbook, pág. 59; Mionske, Bicycling and the
Law, pp. 57–59.
453 Albrecht v. Broughton, 6 Cal. App. 3d 173, Cal. App. 1st Dist., 1970.
454 Puerto Rico y el Distrito de Columbia tenían sus propias formas de implementación.
TLA, pp. 320–21; Maryland Citizens’ Bicycle Study Committee, A Report on the Status
of Bicycling in Maryland, enero de 1979, I-9–I-10, en la colección de los Archivos
Estatales de Maryland.
455 Townsend v. State, 309 So. 2d 887, La. App. 3rd Cir., 1975; Vaughn v. Cortland 1980
WL 352137, Ohio App. 11 Dist., 1980.
456 Owen v. Burcham 100 Idaho 441, 1979.
459 «Minnesota State Bicycle Committee»; «Testimony for the Governor’s Advisory Bicycle
Coordinating Council», 18 de septiembre de 1978, registros de la League of American
Wheelmen, sección de La Crosse, Area Research Center, La Crosse, Wisconsin.
460 TLA, pp. 1, 316–17; Wachtel, «Bicycles and the Law».
469 Nilsson, David, «Bikeway Plan Called Bum Steer», Pittsburgh Press, 24/05/1981;
Albright, «Officials ‘Rethink’ Bike Path Plans».
470 TLA, pág. 322. La MTO de 1946 repetía la formulación del UVC de 1944: véase la
MTO de 1946, artículo 113, letra c). Véase también Mionske, Bicycling and the Law,
pág. 66.
471 Del, Moss y Reicher, Handbook, pág. 2; Best v. Avon Lake, 1979 WL 207596, Ohio
App. 9th Dist., 1979.
472 Wolfe, Frederick, The Bicycle: A Commuting Alternative, Edmonds, WA, Signpost,
1979, pág. 67; Forester, Effective Cycling, 4.1.1.
473 Kingbay, Keith, Inside Bicycling, Chicago, Regnery, 1976, pág. 52; Forester, Bicycle
Transportation, pág. 120.
474 Petty, «Impact of the Sport»; CPSC, Sprocket Man, Washington D. C., U.S. Government
Printing Office, 1975, pág. 1; Forester v. CPSC, 559 F.2d 774, D.C. Cir., 1977.
477 Department of Transportation and DOI, Bicycling for Recreation and Commuting,
Washington D. C., US Government Printing Office, 1972, pág. 16.
478 H.R. 955, 95th Congress (1977–78); Pub. L. 95–599, the Surface Transportation
Assistance Act of 1978.
479 Hardin, «Tragedy of the Commons», pp. 1243–48; Ostrom, Governing the Commons,
pp. 1, 30–33. Aunque Ostrom no incluye la carretera en su amplísima definición
de recursos de uso común, yo mantengo que la carretera pública encaja en dicha
definición.
La bici ha vuelto
Contando la moda original de la década de 1890 y el revival
de la bici en los años 70, es posible que el siglo XXI esté siendo
testigo de la tercera gran época del ciclismo. La National Bicycle
Dealers Association informó de que los alrededor de 14 millones
de bicis para adultos que se habían vendido en 2005 constituían
la cifra más elevada desde 1973. Pero el fenómeno va más allá de
la cantidad de bicis en las carreteras. Tras analizar características
demográficas, encuestas y políticas, John Pucher y otros expertos
han afirmado que se está produciendo un «renacimiento» de la
bicicleta.482
483 Véanse la Intermodal Surface Transportation Efficiency Act (ISTEA) Public Law 240,
102nd Cong., 1st sess., 18 de diciembre de 1991, y la Transportation Equity Act for the
21st Century (TEA-21) Public Law 178, 105th Cong., 2nd sess., 9 de junio de 1998.
484 «Uses of the Bicycle», Wheelman 1, octubre de 1882, pág. 22; «Manufacturers
Booming the Bike», Spokane Press, 29/06/1904; «Bicycles: Do a Come-back», WSJ,
04/09/1941; «The Amazing Return of the ‘Bikes’», Popular Mechanics, enero de 1935,
pág. 62; Frankel, Bike-Ways, pág. 9; Shannon, Martin J., «Bicycle Makers Rolling»,
WSJ, 07/10/1965; «Open a Bike Shop», Mother Earth News, CDT, 14/09/1975;
Cabanatuan, Michael, «San Francisco Bicycle Boom», San Francisco Chronicle,
12/12/2013.
485 «Bicycle Sidepaths», GDN, 18/04/1900; Kearney, Paul W., «Stopping Trouble on Two
Wheels», Rotarian, agosto de 1941, pág. 20; Powers, Walter, «The Danger of Bike
Riders», Sarasota Herald-Tribune, 03/10/1965; McIntyre, Bike Book, pp. 159–61.
486 People for Bikes, «Green Lane Project», disponible online en: http://www.
peopleforbikes.org/green-lane-project/pages/about-the-project [última visita: 26 de
febrero de 2019].
487 En la legislación española, esta distancia es de 1,5 m en las vías interurbanas [N. de la T.].
El camino continúa
El Fondo de Carreteras, que depende de los impuestos so-
bre la gasolina, es un ejemplo muy ilustrativo del concepto de
trayectorias dependientes. Es extraordinariamente irónico que
esta fuente de financiación se esté agotando justo cuando gran
parte de las infraestructuras de carreteras se están acercando al
final de su vida útil. La disminución de los desplazamientos, la
mayor eficiencia del combustible y la falta de voluntad política
para subir los impuestos a la gasolina hacen que el acuerdo de
compromiso que dio lugar al sistema de carreteras esté atrave-
sando un momento difícil. Cada vez será más habitual que los
gobiernos hagan lo que propuso el gobernador de Wisconsin,
Scott Walker, en 2013: completar el déficit de los impuestos a la
gasolina aumentando el porcentaje de la financiación de carrete-
ras que ya procede de los impuestos generales y de otras fuentes
de ingresos para costear la construcción y el mantenimiento de
las carreteras. En el verano de 2014, el Congreso de EEUU propuso
recurrir a los fondos de pensiones (al parecer no se les ocurrió
otra cosa) para apuntalar el sistema. Estas acciones acaban con
la conexión que ha alimentado el mito de que son los propios
coches los que pagan las carreteras. Ahora más que nunca, todo
el mundo —camine, conduzca, coja el autobús o se quede en su
casa— será cada vez más consciente de que está financiando la
construcción de carreteras. Estos cambios drásticos indican que,
sea como sea la carretera del futuro, no será como las carreteras
de la segunda mitad del siglo XX.
La historia que reconoce la carretera como bien común
nos puede ayudar a prepararnos para ese cambio. Los urbanistas,
los administradores y los responsables de la toma de decisiones
tienen que concebir la carretera como un bien común que fun-
488 Mumford, Lewis The Highway and the City: Essays, Nueva York: Harcourt, 1963,
pág. 248.
A
Administración del Progreso de Obras, 195
Administración Federal de Ayudas de Emergencia, 195
Administración Federal de Carreteras, 276
Administración Federal de la Vivienda (FHA), 225
Administración Nacional de la Recuperación, 179
agentes de esquina, 135, 139
Alliance for Biking and Walking, 41
Alternativas de Transporte (ciudad de Nueva York), 39
American Association of State Highway Officials (después Ame-
rican
Association of State Highway and Transportation Officials), 143
American Automobile Association (AAA), 128, 141, 146, 199, 292
imag., 298
American Youth Hostels, Inc., 257
Amsden, Frank J., 108
aparcamiento, 125, 135, 138-139, 145, 155, 202, 278, 284
apuestas, 244, 245
aranceles de importación, 155, 160, 183, 226
asfaltado e ingeniería vial, 144, 171, 172, 218
Asociación de Pistas para Bicicletas de St. Paul, 116
Asociación Nacional de Educación, 229
Aspinall, Wayne, 271
Atwood, Margaret, 19
B
Baden-Powell, Robert, 168
C
calles completas, 40, 308, 309, 314
calles de bicicletas, 198
Cámara de Comercio, 134, 145, 263
cambios de marcha, 92, 182, 236, 247, 255
camino real, 35, 36, 56, 137, 317
caminos para bicis, 260, 268, 282, 310
Campaña por el Millón de Bicicletas, 169
carnés de conducir, 134, 135
carreras ciclistas de seis días, 171
carreras ciclistas, 171, 182, 245, 257, 279
carreras de keirin, 244-246
carreras de perros (Japón), 245
carreteras de acceso controlado, 29, 219
carreteras segregadas, 219, 295
carriles al estilo holandés, 311
carriles bici, 20. 40. 41-44, 47, 279, 282, 296, 298, 301, 311
carriles para ciclos, 184. Véase también pistas bici
carriles pintados, 48, 126, 135-137, 282, 284, 298, 304
caucho crudo, 189-193
caucho regenerado, 192, 193
caucho sintético, 174, 191, 192
Centro Abierto de Investigación de Técnicas de Producción de Bi-
cicletas (Japón), 245
Cherry, Don, 47
Chicago Telephone Company, 154
Chicago, IL, 40, 44, 64, 74, 80, 87, 91, 94, 103,111, 112, 118, 128, 152-
154, 158, 198, 257, 259, 271, 285, 309
chicos 162-171
chismes, 182, 183, 228
ciclismo como actividad social . Véase elitismo
D
Dacre, Harry, 96
Daisy Bell (canción), 96
Darktown Bicycle Club (Currier and Ives), 99
Davis, CA, 273-277, 282
Daytona, FL, 284
DdI. Véase Departamento de Interior
de Blasio, Bill, 43, 45
DeLong, Fred, 257, 260
Departamento de Interior (DdI), 254, 270, 271, 272, 279, 301, 302
Departamento de Transporte, 264, 274, 286
Departamento de Vehículos Motorizados, 134
derecho consuetudinario inglés. Véase derecho consuetudinario.
derecho consuetudinario, 34, 36, 54, 56, 76, 71, 83, 141, 148, 149,
216, 286, 287
DeSilva, Harry, 194-196, 208
Directorio de Investigación de Carreteras, 101
Directorio Federal de Vías Públicas (BPR), 143
División de Racionamiento de Automóviles, OPA, 187, 194, 195
Dower, John, 243
draisianas, 57
Drive Your Bike (película sobre seguridad), 230, 266
E
ecologismo, 45, 123, 124, 178, 207, 251, 253, 258-260, 276,303
ejusdem generis, 67
elitismo, 89, 91, 100, 109, 114, 123, 124
Elliott, Sterling, 128
embargo del petróleo de 1973, 260
Eno, William P., 133
Epperson, Bruce, 276, 278, 293, 296, 298, 319
espectáculos ciclistas de acrobacias, 127
Estatuto de Marlborough (1267), 56
Eugene, OR, 277, 282
eundo et redeundo (ir y venir), 35
F
fabricantes de la industria de la bicicleta no operativos, 206
faros de bicicleta, 81, 238, 246
Fennelly, John, 191-194
Fiege, Mark, 261
Filadelfia, PA, 43, 64
Fondo de carreteras de 1956, 221
Fondo de Conservación de la Tierra y las Aguas (DdI), 302
Ford, Doug, 47
Ford, Rob, 47
Frankel, Godfrey, 279, 309
fuerza pública, 78-81, 111, 220
Furness, Zach, 41, 226
G
Gagnier contra Fargo, 75
Gant, Jesse, 92
Gawne, Evan y Janet, 202, 203
Gaynor, Janet, 180
Geiger, Joseph, 202
George, hermano, 202
golf, 127
Goodyear Tire Company, 162
Gran Cisma, 298
Gran Depresión, 179, 181, 184, 194
Green Lane Project, 41, 311
grupo de Suministros Civiles, 187
«Guerra psicológica» (DeSilva), 195
guerra relámpago en bicicleta (Segunda Guerra Mundial), 248
guía de vías ciclistas de California, 282
H
Hara, Setsuko, 236
Hardin, Garrett, 33, 303
Heering, John, 267
Henderson, Jason, 41
I
I Like Bikes (película sobre seguridad), 291
impuestos a la gasolina, 124, 221, 222, 278, 302, 314, 316
Insignias de mérito de scout ciclista, 25, 168, 169, 230
Instituto Japonés de Fomento de la Bicicleta, 245
intermitentes con luz eléctrica, 140
intersecciones, 30, 31, 125, 126, 135, 136, 139-14, 154, 153, 276, 291,
294, 296
islas de seguridad, 137
Italia, 46, 47
J
Jahn, Albert, 165
Japón, 24, 174, 183, 189, 213, 215, 235-248, 256, 316
jaywalking, 141
Johnson, G. E., 98
Johnson, Steven Reed, 276
Junta de Producción Bélica (WPB), 186, 187, 189, 191-196, 205, 206
Junta de Racionamiento y Precios de Guerra, 203
Justiniano, 34
K
Keefer, Vivian, 180
Kingbay, Keith, 258, 271, 298
L
LAB (League of American Bicyclists), 39, 312
N
National Bicycle Dealers Association, 215, 307
National Cash Register, 153
Negri, Pete, 263
Netherton, Ross De Witt, 221
neumáticos de baja presión, 161
neumáticos de caucho, 189, 191-193
Nihon Jitensha Shinkokai, 245
O
O’Rourke, P. J., 44
Oficina de Administración de Precios (OPA), 173, 194
Oficina de Suministros Civiles, 191, 192, 196
Oficina de Tecnología Apropiada, California, 259
Olin, C. F., 168, 169
One Less Car (Furness), 41
Only One Road: The Bike-Car Mix (película educativa), 291, 292,
298
Orden de racionamiento n.º 7, 186, 203
Ordenanza municipal modelo de tráfico (MTO), 146, 217
Organización de Comercio Exterior de Japón, 246
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), 260
Ostrom, Elinor, 316
Owen, Randall, 290
Ozu, Yasujiro, 236
P
Palo Alto, CA, 294
Panasonic, 238, 246
pasos de cebra, 146
pastillas de cafeína de nuez de cola, 158
Peatones:28, 30, 40, 41, 43, 45, 46, 51, 57, 74-76, 125, 126, 137, 139,
141, 145-147, 150-152, 165, 184, 212,227, 262, 265, 275, 286, 308, 312
Pedaling Revolution (Mapes), 41, 42
películas educativas, 24, 213, 228, 231, 235, 251, 258, 290, 295, 301
People for Bikes, 41, 311
Pepito Grillo, 229, 230
Pfister, Christian, 248, 249
R
Rabinowitz, Dorothy, 45
racionamiento, 173, 175, 178, 185-189, 193-196, 198, 200-208, 214,
242
racismo, 99, 296
Raymond, Charles T., 104, 105, 108, 109, 111, 120, 121
reacción antibicis, 42
Reagan, Ronald, 278
recauchutado de neumáticos, 192
reflectores de bicicletas, 146, 241, 299
S
Sadik-Khan, Janette, 43
Salt Lake City, UT, 114, 228
San Francisco, CA, 41, 46, 47, 64, 125, 134, 136, 137, 183, 238, 273,
309
Sanyo, 246
SCAP (Comandancia Suprema de las Fuerzas Aliadas), 240-245,
247, 248
Schimpf, Alfred, 72
Schumacher, E. F., 259
Schwinn, 182, 206, 255-258, 290
segregación racial, 97, 98
II Guerra Mundial, 24, 25, 41, 171, 173, 175, 185, 210, 216, 240, 255,
266, 306
Seguridad en bicicleta, 252, 266
señales, 29, 30, 31, 125, 126, 131 ,132, 135, 139, 140, 142, 143, 172,
22, 229, 230 ,236, 260 ,269, 275, 280-282, 284, 297, 3023, 304, 311
señalización de ruta ciclista, 281
senderos ciclistas urbanos, 271, 272,
senderos en vías férreas, 272
Sessions, Robert, 177, 178, 203
«setas de Milwaukee», 136
Shimano, 239, 243
Sistema Nacional de Carreteras Interestatales, 218, 219, 221
Smith, Franklin, 106, 107
Southard, Ernest, 263
Sprocket Man, 299
St. Clair, T. A., 264
T
Taylor contra Goodwin, 62, 65, 76, 286, 295
Taylor, Marshall «Major», 98
tecnología ciclista, 160 182, 253
tecnología de señalización, 30
teoría del peak car[pico del automóvil], 46
The Road Rights and Liabilities of Wheelmen (Clemenston), 65
The War on Britain’s Roads (BBC), 46
Thompson contra Dodge, 71
Tiger Eyes (Blume), 267
timbres, bicicleta, 78, 80
Topeka, KS, 75
Toronto, Canada, 47
Townsend, Rory, 289
tragedia de los bienes comunes, 303
trayectorias dependientes, 313
Twain, Mark, 102
U
UCLA, 275
Udall, Stewart, 270, 271, 280
Universidad de California en Davis, 274-277
V
Van der Ryn, Sim, 259
vehículos de tracción animal, 72, 82, 83, 102, 126, 131, 134, 137, 152
viae publicae, 34, 316
W
Walker, Scott, 314
Washington, D. C., 40, 43, 163, 174, 279
«We Need Plenty of Bicycles during the War» [«Necesitamos mu-
chísimas bicicletas durante la guerra»] (DeSilva), 194
Wells, Christopher, 126, 143, 221, 319
West, Mae, 270
Westfield, 205
White, Paul Dudley, 257, 270
Whole Earth Catalog, 258, 259
Willard, Frances, 94
Williams contra Ellis, 67
Williams, Ernest, 264
Wilmington, NC, 284
Wolfe, Frederick, 298
Wycoff, Absalom, 87, 88, 123
Y
Yopp, estado contra, 68-71, 78, 79
You and Your Bicycle (película sobre seguridad), 231
Z
zaibatsu, 238, 243
Zimring, Carl, 207, 319