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Historia Sin Máscara Vida y Obra de Severo Martínez Peláez

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Historia sin máscara

Vida y obra de Severo Martínez Peláez



Historia
sin máscara
Vida y obra de Severo Martínez Peláez

W. George Lovell y Christopher H. Lutz

Centro de Estudios Urbanos y Regionales


Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
–Sede Académica Guatemala

© Centro de Estudios Urbanos y Regionales y
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
2009

CEUR
Edificio S-111, Tercer Nivel
Ciudad Universitaria, ciudad de Guatemala 01012
Tel./Fax (502) 2418-7750 y (502) 2418-7753
Tels. (502) 2418-8000, Ext. 1155 y 1694
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FLACSO-Guatemala
3a. Calle 4-44 zona 10, ciudad de Guatemala
PBX: (502) 2414-7444
Fax: (502) 2414-7440
www.flacso.edu.gt
flacsoguate@flacso.edu.gt


Inevitablemente habrá quienes, movidos por un
patriotismo falso y mal intencionado, dirán que en
[La patria del criollo] se atenta contra ciertos “valores
nacionales”… No hallarán otro recurso cuando
comprueben que el análisis científico remueve
la máscara bajo la cual se oculta el verdadero
rostro de nuestra realidad colonial.

Severo Martínez Peláez (1970)



Contenido

Prefacio 9

Imágenes y recuerdos 11

Introducción 21

1. Orígenes y trayectoria intelectual 23

2. Respuesta a la publicación de
La patria del criollo 33

3. La historia guatemalteca y La patria del criollo 38

4. Contradicciones e inconsecuencias 43

5. El bloqueo agrario 47

6. Identidad étnica, ladinización y


“El problema del indio” 49

7. Destrucción y reivindicación 55

Obras citadas 57


Prefacio

L a inspiración para las reflexiones siguientes proviene de la


publicación por la Duke University Press de una versión
en inglés de La patria del criollo, obra monumental de Severo
Martínez Peláez (1925-1998) que apareció por primera vez
en español en 1970. Casi cuarenta años después, La patria del
criollo sigue teniendo una resonancia, y una relevancia, como
ningún otro texto en la historiografía centroamericana. Ha
sido un honor, y un enorme desafío, participar en un proyecto
de esta magnitud, cuya culminación nos permite expresar, por
fin, nuestra satisfacción en cumplir el deseo del autor de “llevar
a aquel mundo [anglosajón] unas cuantas nociones importan-
tes acerca de este otro”. Lamentablamente, Severo (nombre
con el que lo conocen numerosos colegas y estudiantes) no
vivió para ver el fruto no sólo de nuestra labor sino de los es-
fuerzos de varias personas más, sobre todo la dedicación de la
traductora Susan M. Neve.
Durante la formulación de nuestras ideas, recibimos
datos y apoyo de Armando J. Alfonzo, José Cal Montoya,
Ana Lorena Carrillo, Marta Elena Casellas, Julio Castellanos
Cambranes, Erwin Cifuentes Pérez, Ernesto Godoy Dárdano,
Coralia Gutiérrez Álvarez, Wendy Kramer, Brisila Martínez
Kuperus, Elisabeth Nicholson, Martha Peitzner de Cuéllar,
Thelma Porres, Arturo Taracena y Joaquín Zúñiga. Eddy
Gaytán se hizo cargo de que nuestras palabras en inglés se
lucieran en español con su toque inimitable, y Guisela Asensio
Lueg nos ayudó a revisarlas. Los recursos de Plumsock Meso­
american Studies han impulsado el proyecto desde el inicio. En
Canadá, Laurie Lewis de la Artful Codger Press, con la ayuda

 Carta de Severo Martínez Peláez a Christopher H. Lutz (30 de marzo de


1991).

de Maureen McCallum Garvie, asumió la responsabilidad del
diseño y la diagramación del texto, con la asistencia financiera
del Social Sciences and Humanities Research Council. En
Guatemala, el Centro de Estudios Urbanos y Regionales
(CEUR) de la Universidad de San Carlos (USAC) y la Facul­tad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) colaboraron
en asuntos técnicos de producción, sus esfuerzos coordinados
por Hugo Leonel de León.
Agradecemos a Julio Pinto Soria por proporcionarnos
una copia de la Revista Presencia 40 (2001), publicada por la
Facul­tad de Ciencias Económicas de la USAC. Ésta es una
colección de ensayos y comentarios sobre Severo que nos parece
valiosa. Son también muy útiles el libro editado por Oscar
Peláez Almengor ([2000] 2008) y la miscelánea compilada
por Eduardo Antonio Velásquez Carrera ([1998] 2008). La
reconstrucción de la vida y las experiencias de nuestro prota­
gonista proviene de muchas fuentes, pero los intercambios
con Marta Casaús Arzú, Carlos Figueroa Ibarra, Jorge Luján
Muñoz, Oscar Peláez, Julio Pinto, Edmundo Urrutia y
Eduardo Velásquez han sido especialmente fructíferos. Para
elaborar la sección “Imágenes y recuerdos” contamos con la
cooperación y la participación de la familia Martínez. La
foto­grafía que embellece la portada fue tomada por José
Enrique Asturias Rudeke durante la última visita de Severo a
“la patria del criollo”.
Que la publicación de La patria del criollo en su primera
edición en inglés (Martínez Peláez [1970] 2009) sea la
chispa para celebrar en Guatemala, cuatro décadas después,
una nueva edición en español de la “realidad colonial” en que
vive todavía un hermoso pero herido país.

W. George Lovell y Christopher H. Lutz

10
Imágenes y recuerdos

11
12
1928. Matrimonio orgulloso: Severo en el regazo de su
madre, Alicia Peláez Luna, cuando tenía tres años de edad.
Su padre, Alfredo Martínez Rodríguez, sostiene a la mayor
de las tres hermanas de Severo, Regina.

13
1931. Dolor e inocencia: Severo al lado de su madre y sus tres hermanas
(de derecha a izquierda) Alicia, Regina y Consuelo. Es la última foto con
su madre, tomada pocos días antes de que ella se quitara la vida.

1931. Severo con sus


tres hermanas en la
víspera de quedar
huérfanos de madre.

14
1933. Día de campo para la familia Martínez.

1934. Abrazando la cultura maya: el joven quetzalteco,


a los nueve años de edad, durante una visita al Parque “La Aurora”
en la ciudad de Guatemala.

15
1941. Independiente e idealista: Severo a los dieciséis años de edad
en la ciudad de Guatemala, cuando abandonó la casa
de su padre para vivir una vida fuera de su dominio e imposición.

16
1954. En el ojo del huracán: Severo, líder estudiantil pro-Arbenz,
dando su famoso y fogoso discurso en la radio nacional TGW,
antes de buscar refugio en la embajada de México.

17
1954-1957. Encuentro y reconciliación: reunido con su padre
en Veracruz, México durante su primer asilo político.

1954-1957. Cerveza para los amigos: cenando con su padre


durante su visita a México.

18
1971. Éxito entre exilios: recipiendario del premio “El Quetzal de Oro”,
otorgado por la Asociación de Periodistas de Guatemala
por su mágnum opus, La patria del criollo.

19
1992. El otoño de un gran maestro: recipiendario, de su amada USAC,
del Doctorado Honoris Causa.

20
Introducción

S evero Martínez Peláez fue un historiador comprometido


con el cambio revolucionario. A diferencia de una larga
lista de sus colegas de la Universidad de San Carlos de Guate­
mala, la universidad estatal y una de las más antiguas de las
Américas, Severo sobrevivió a las crisis de su época para dejar
una huella indeleble. Como líder estudiantil protestó contra
la intervención estadounidense de 1954, cuando el experi­
mento de cambio socioeconómico en Guatemala terminó con
el derro­camiento del presidente Jacobo Arbenz Guzmán. Ele­
gido democráticamente y con una mentalidad reformadora,
Arbenz tenía ideas para modernizar el país que rivalizaban
con los intereses de la United Fruit Company (UFCO) y, por
lo tanto, con el gobierno de Estados Unidos. La admi­nistración
Eisenhower ordenó que la Central Intelligence Agency (CIA)
planeara e implementara un golpe de Estado, momento de­
cisivo no sólo en la historia de Guatemala sino en la de toda
Latinoamérica. Cuando se desencadenó la con­­tra­­­rrevolución,
Severo se refugió en México, donde continuó sus estudios en
la Universidad Autónoma de México (UNAM) en el Distrito
Federal.
En 1958 regresó a Guatemala donde, dos décadas más
tarde, se enfrentó a otra situación de vida o muerte, cuando
las fuerzas guerrilleras, inspiradas en parte por sus escritos y
conferencias, chocaron con una serie de regímenes militares

 Asturias Rudeke (2000) es nuestra mejor fuente para los detalles biográficos
sobre Severo, aunque otros colaboradores del libro editado por Peláez Almengor
(2000) también incluyen observaciones pertinentes para formarse una idea del
hombre y su legado.
 Véase Gleijeses ([1991] 2005) para una evaluación del período de Arbenz y
su lamentable derrota.

21
brutales. Por su propia seguridad, y la de su familia, nueva-
mente se refugió en México. Sin embargo, en esta ocasión,
al llegar como catedrático y respetado académico, Severo
encontró un refugio en Puebla, donde la Benemérita Univer-
sidad Autó­noma le abrió las puertas a él y a sus opiniones
políticas. Lejos de las amenazas de violencia y asesinato, pudo
emprender nuevos proyectos con entusiasmo y tranquilidad.
Aunque un ambiente positivo prevaleció y aportó beneficios,
fue en Puebla donde la familia y los amigos de Severo, muchos
años más tarde, se dieron cuenta de que padecía de cierta forma
de demencia, la cual resultó ser la enfermedad de Alzheimer.
Severo regresó simbólicamente a Guatemala en 1992
para recibir un doctorado honorario de su amada USAC y
nuevamente en 1993 para recibir la Orden de Quetzaltenango,
homenaje de la ciudad donde había nacido. Cuando se había
apagado el resplandor de estas ceremonias, el exilio lo llamó
una vez más. Severo vivió sus últimos años en Puebla, donde
falleció el 14 de febrero de 1998.
Trataremos algunos de estos episodios con más detalles,
especialmente los que están relacionados con su educación y
formación ideológica, sobre todo con la decisión de hacer las
investigaciones que le ayudarían a escribir La patria del criollo,
una obra única en la historiografía de Centroamérica.

22
1. Orígenes y trayectoria intelectual

S evero nació el 16 de febrero de 1925 en Quetzaltenango, la


segunda ciudad más grande de Guatemala y un lugar que
siempre ocupó un rincón especial en su corazón. Perte­ne­cía a
un mundo privilegiado y había nacido, como dijo una vez, “entre
sábanas de seda”. Su padre, Alfredo Martínez Rodrí­guez, era
hijo de inmigrantes españoles de Asturias, quienes llegaron a
Guatemala alrededor de 1900. En Quetzaltenango, Alfredo
administraba la abarrotería La Sevillana, junto con un bar y
una sala de billar que quedaban al lado. La madre de Severo,
Alicia Peláez Luna, tenía raíces guatemaltecas mucho más
pro­fundas. Sus antepasados se habían establecido en Quet­zal­
tenango después de que los terremotos de 1773 destruyeran
Santiago de los Caballeros de Guatemala, la capital colonial.
El bisabuelo de Alicia, Fermín Peláez, figuraba entre los fun­da­
dores del Banco de Occidente, institución financiera importante
para el desarrollo de Guatemala, hasta que fue adquirido por
el Banco Industrial en 2007. Era también partidario de Justo
Rufino Barrios, cuya revolución burguesa y ascenso al poder
nacional, en la década de 1870, inició una era de reforma liberal en
Guatemala. Por el lado de su madre, la familia de Severo era muy
acauda­lada, ya que entre sus propiedades se contaba una finca de
café en la bocacosta del Pacífico, fruto de la visión de Barrios de
cómo desarrollar los recursos naturales de Guatemala.
Así como muchos de los vástagos de la élite de Quet­zal­
tenango, Severo estudió en un colegio privado alemán. Sin
embargo, una tragedia destruyó el mundo privilegiado del
niño cuando sólo tenía siete años: su madre se suicidó como
consecuencia de un romance desdichado. Huérfanos de madre,

 Figueroa Ibarra (2000, 136).

23
Severo y sus tres hermanas menores fueron criados por su
padre y una institutriz alemana, Lore Finke. La institutriz
reconoció los dotes intelectuales de Severo y era buena con él,
pero el disparo que acabó con la vida de su madre resonaría en
su conciencia para siempre.
Desde temprana edad, por cortesía de su institutriz y de
su colegio, Severo aprendió alemán y cultivó un gran amor
por la cultura alemana, el cual duró toda su vida. Adquirió
conocimientos sobre diversos temas de religión –aprendió de
memoria misas en latín y podía recitar pasajes enteros de la
Santa Biblia– y también de filosofía. Veneraba, sobre todo, las
enseñanzas de Friedrich Nietzche. En su adolescencia, Severo
disfrutaba de viajes escolares al campo, los cuales hicieron
nacer en él una pasión por los pueblos indígenas y sus paisajes
rurales. Viajaba con su padre para visitar la finca de café de la
familia. Allí veía a numerosos indígenas entregados al duro
trabajo. Anteriormente, ya había visto cuadrillas de ellos,
atados en grupos en las calles de Quetzaltenango, antes de
ser llevados en camiones a la costa, como parte del trabajo
forzado. Se sentía muy ofendido cuando escuchaba a sus
familiares y a otros finqueros hablar en términos peyorativos
“sobre la clase social que los sostenía”. Severo incluso pudo
haber estado expuesto a la ideología y la propaganda nazis,
ya que en el colegio alemán al que asistía en Quetzaltenango
había una rama de la “Hitler Jugend”.

 Véase Martínez Peláez ([1970] 1998, 424) en relación con el testimonio de


Severo de haber presenciado cómo reunían a las cuadrillas de campesinos para
enviarlos a trabajar, “seguidos a veces por grupos de mujeres indígenas a corta
distancia”. Severo añade que “[a]un los niños sabíamos que venían de los pueblos
del altiplano, e iban a trabajar a las fincas de café de la Costa Cuca”. El espec-
táculo creó una impresión perdurable, una especie de epifanía. “Triste cuadro
colonial”, comenta, “a mediados del siglo XX”.
 Asturias Rudeke (2000, 36).
 Ibid., citando a Wagner (1996, 362).

24
Mientras se cernía la guerra en Europa, en Guatemala se
tomaron medidas para cerrar el colegio de Severo y despojar a
los inmigrantes alemanes de sus propiedades. Severo fue inscrito
en una escuela pública para jóvenes, el Instituto Nacional para
Varones de Occidente, a la que nunca se acostumbró y en donde
nunca se sintió feliz. En 1940, la familia se trasladó a la ciudad
de Guatemala, donde su padre administraría otra abarrotería,
La Marina, situada cerca del mercado central en la zona 1.
Severo también encontró difícil el nuevo entorno. Conflictos
de adolescente con su padre lo obligaron a abandonar la escuela
secundaria e irse de su casa. Se alojó en una casa de pensio­
nistas y encontró trabajo en una tienda de departamentos.
Su jefe, Efraín Recinos Arriaza, fue una influencia estabili­
zadora y positiva. Severo leía profusamente; aprendió a jugar
ajedrez y tomaba clases en el Conservatorio Nacional, donde
estudió piano y teoría de la música. Se convirtió en un flautista
consumado y daba conciertos como parte de una orquesta de
cámara. Severo admiraba a muchos grandes compositores,
pero especialmente adoraba la música de Johannes Brahms,
cuyo retrato llegó a adornar el estudio de Severo, en la casa de
la familia Martínez, en décadas posteriores.
Sus 19 años fueron una época de grandes emociones y
tu­multo político. Primero vino la caída de Jorge Ubico, quien
fue derrocado el 20 de octubre de 1944, seguida poco después
por la fundación de la facultad de humanidades de la USAC,
donde Severo se inscribió como estudiante de filosofía. Sin
embargo, como no tenía diploma de escuela secundaria, Severo
sólo podía asistir como oyente. Esta falta de acreditación lo

 Debemos esta observación a Edmundo Urrutia, antiguo estudiante de


Severo. Edmundo cuenta que, cuando entró al estudio de su profesor para hablar
de cuestiones de filosofía, confundió a Brahms con Karl Marx. Subraya también
que Severo veneraba los logros de la cultura alemana y era gran admirador de
la obra de Sigmund Freud. Un pariente de Edmundo, Miguel Ángel Urrutia,
compartía la admiración de Severo por Freud, y consideró La patria del criollo “el
mejor estudio sobre el psicoanálsis que he leído”.

25
persiguió primero en la USAC, cuando decidió enfocarse en
el estudio de la historia y, años después, cuando vivió exiliado
en la ciudad de México donde, una vez más, asistió como
oyente a algunas clases en la UNAM, ya que no se le permitió
inscribirse para obtener un título.
Con la Revolución de Octubre, Guatemala entró en
un período de agitación. La fundación de una facultad de
humanidades en la USAC, como Severo también descubriría
en México, hizo posible que algunos profesores con simpatías
republicanas españolas, quienes habían huido del régimen de
Francisco Franco, llegaran a ocupar puestos en la enseñanza.
A mediados de la década de 1940, Guatemala no tenía ni un
solo historiador profesional con título de licenciado, mucho
menos con un doctorado en historia. En la USAC, Severo
no sólo se entregó a sus estudios, sino también a la política
universitaria. Fue elegido representante estudiantil de la junta
directiva de su facultad en 1952, y presidente de la Asociación
de Estudiantes de Humanidades dos años más tarde, lo cual
demuestra sus cualidades de liderazgo.
Su talento como orador quedó manifiesto en marzo de 1954,
cuando Severo pronunció un discurso conmovedor en apoyo
del ministro de Relaciones Exteriores de Arbenz, Guillermo
Toriello, quien había salido del país para asistir a una confe-
rencia de la Organización de Estados Americanos (OEA) en
Caracas. Allí, Estados Unidos hizo todo lo que estaba en su
poder para desacreditar al gobierno y manipular a las naciones
latinoamericanas, a fin de que se pusieran en contra de Guate-
mala.10 Las palabras de Severo, difundidas en la radio nacional,

 Luján Muñoz (2002, 35).


10 Véase Gleijeses ([1991] 2005, 355-382) para una descripción de los acon-
tecimientos que condujeron a la conferencia de Caracas y el discurso que Toriello
pronunció denunciando la intervención estadounidense. Guatemala obtuvo una
victoria moral en la conferencia de Caracas, pero las conminaciones del secretario
de estado John Foster Dulles aseguraron los votos necesarios para que Estados
Unidos tomara medidas contra Guatemala, con aprobación de la OEA.

26
lo colocaron en la arena pública, ante los ojos de todos. Tres
meses más tarde, mientras Estados Unidos preparaba el golpe
de Estado contra Arbenz, Severo fue llamado para movilizar
a los ciudadanos a fin de que se opusieran a la invasión. En
esta ocasión sus palabras no fueron radiadas sólo una vez, sino
cada media hora durante dos días. Ricardo Ramírez, entonces
presidente del Frente Universitario Democrático, le pidió a
Severo que preparara este segundo discurso. Dos décadas más
tarde, como comandante del Ejército Guerrillero de los Pobres,
Ramírez adoptaría el nom de guerre Rolando Morán. Si la
radiodifusión de marzo de 1954 captó la atención del pueblo,
la radiodifusión de junio de ese mismo año convirtió a Severo
en un hombre marcado. No tuvo otra alternativa sino huir de
Guatemala y buscar asilo político en México.11
En la UNAM, varios profesores eminentes, entre ellos
Wenceslao Roces –ardiente republicano y filósofo español,
quien tradujo al español Das Kapital de Karl Marx–,
siguieron cultivando las ideas progresistas a las que Severo
estuvo expuesto en la USAC. Otros profesores con quienes
Severo estudió en la UNAM incluían a Edmundo O’Gorman,
Leopoldo Zea, Ernesto de la Torre Villar y Franciso de la
Maza.12 Fue durante estos años que pasó en la UNAM cuando
Severo concibió La patria del criollo, habiendo plantado la
semilla su lectura de la obra de José Carlos Mariátegui, Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana, publicada por
primera vez en 1928.13 La obra de Mariátegui tuvo un impacto
profundo en Severo, quien rindió homenaje al escritor peruano
al subtitular La patria del criollo “ensayo de interpretación de la

11 Véase Figueroa Ibarra (2000) para más detalles sobre este capítulo en la vida
de Severo.
12 Véase Cifuentes Medina (2000) para un análisis de los años que Severo pasó
en la UNAM.
13 Véase Mariátegui ([1928] 1996).

27
realidad colonial guatemalteca”, invocando el modelo marxista
de su mentor.14
En la ciudad de México, Severo se ganaba la vida haciendo
investigación histórica para la Unión Tipográfica Editorial
Hispanoamericana.15 Este trabajo complementaba sus estudios
y alimentaba su propia necesidad de escribir.16 Al regresar a
Guatemala, después de tres años en el exilio, Severo se mudó
a un apartamento con su hermana, Alicia, y encontró trabajo
dando clases en algunos colegios de secundaria privados de la
capital. Uno de ellos fue La Preparatoria.17
Con otra de sus hermanas, Consuelo, abrió y trabajó en la
Librería El Tecolote. Una librería popular, El Tecolote estaba
situada sólo a media cuadra de la facultad de humanidades de
la USAC. Reanudó sus estudios en la misma, dejando saber
que trabajaba en una obra basada en la Recordación florida,
crónica del siglo XVII escrita por Francisco Antonio de
Fuentes y Guzmán. Severo veía la obra como una tesis que
le permitiría graduarse de la USAC. Le leía extractos de la
misma a Luis Luján Muñoz, compañero estudiante que vivía
en la misma cuadra que Severo, en la zona 1 de la capital.18
Los viernes por la noche, Severo viajaba a Quetzaltenango
donde, los sábados por la mañana, daba clases a estudiantes de

14 Asturias Rudeke (2000, 41-42).


15 Castellanos Cambranes (2000, 72).
16 Cifuentes Medina (2000, 108).
17 Asturias Rudeke (2000, 42) afirma que Severo regresó a Guatemala en
1958, pero Luján Muñoz (2002) cree que fue en la segunda mitad de 1957, des-
pués del asesinato del coronel Carlos Castillo Armas, quien fue abatido a balazos
el 26 de julio. Severo y Luján Muñoz fueron compañeros de estudios en un curso
de cultura griega. De acuerdo con Luján Muñoz, la intención de Severo era com-
pletar sus estudios en humanidades, después de lo cual la regularización de los
cursos que había tomado en la USAC, antes de huir a México, le propor­cionarían
los créditos necesarios para graduarse. Los acontecimientos se desarrollaron de tal
manera que Severo nunca logró que le otorgaran el título de bachiller.
18 Luján Muñoz (2002, 34).

28
la extensión de la USAC. No recibía ningún salario. El sábado
por la noche estaba de regreso en la capital para cortejar a
Beatriz Mazariegos. Cuando la pareja se casó en 1960, apenas
contaba con un salario de su primer contrato formal con la
USAC, suplementado con el dinero que ganaba dando clases
de secundaria y en la Librería El Tecolote.
Severo tenía una vida muy ocupada, pero sacaba tiempo para
dedicarse a la política. Se afilió al Partido Guatemalteco del
Trabajo (PGT), el partido comunista oficial de Guatemala, en
1958 o 1959. Para 1960, ya había completado unos borradores
de los dos primeros capítulos de La patria del criollo. “En la
tarde hacía historia en el archivo, en la mañana la enseñaba en
los colegios, y en la noche trataba de cambiarla, a través de su
actividad en el Partido”, recuerda José Asturias Rudeke, otro
de sus antiguos estudiantes.19 El trabajo que Severo hacía para
el PGT se centraba en el comité de educación. No obstante,
no era activista de sillón, ya que además de producir grandes
cantidades de panfletos, hacía pintas en los muros de la ciudad.
Valiéndose de lo que entonces era una innovación, pintaban
los mensajes con pintura en aerosol, lo cual reducía el tiempo
que llevaba expresar sus ideas, minimizando así el riesgo de ser
sorprendidos, y muy probablemente asesinados, por las fuerzas
de seguridad. Servía asimismo en un comité que otorgaba becas
a estudiantes para estudiar en los países socialistas de la Europa
del este.20
Mientras transcurría la década de 1960, los regímenes
militares de Guatemala, apoyados por Estados Unidos, reac­

19 Asturias Rudeke (2000, 47).


20 Ibid. Entre los estudiantes que recibieron becas para estudiar en la Europa
del este estaba Mario Payeras, líder guerrillero y escritor prolífico, ahora difunto.
Otros dos beneficiarios fueron Julio Castellanos Cambranes y Julio Pinto Soria;
ambos tienen ensayos muy perspicaces sobre Severo en Peláez Almengor (2000).
Los tres asistieron a la Universidad de Leipzig, en la antigua Alemania del este o
República Democrática Alemana.

29
cionaban cada vez con mayor ferocidad a la insurgencia
guerrillera, iniciada por soldados disidentes que antes habían
servido en las filas del gobierno.21 El activismo de Severo se
hizo cada vez más peligroso, en gran medida por su reputación
en la USAC, que entonces era un semillero de fervor revo­
lucionario. Cuando la USAC se convirtió en el blanco de la
represión gubernamental, muchos de los estudiantes y colegas
de Severo fueron asesinados o los hicieron “desaparecer”.22
Retrospectivamente, es difícil imaginar cómo Severo logró
vivir y trabajar bajo tal nubarrón, pero lo hizo. Además de
impartir clases en el aula, Severo se sentía obligado a llevar a sus
estudiantes al campo, donde leía en voz alta textos históricos
para comunicarles el drama de la conquista española. Asturias
Rudeke recuerda una cátedra memorable que se impartió en
las ruinas de Iximché, donde Severo representó escenas de

21 Véase Galeano (1967) para un relato de primera mano sobre la situación


política en Guatemala durante la década de 1960.
22 Véase Dosal (1996) para un breve análisis de las “organizaciones terroristas”
anticomunistas de Guatemala. De acuerdo con Dosal, el blanco principal del
grupo conocido como Ojo por Ojo eran “los cerebros que estaban detrás de los
guerrilleros en la Universidad de San Carlos de Guatemala”. Para un análisis
más profundo del papel de la USAC en organizar la oposición política, véase
Kobrak (1999). El informe de Kobrak “documenta la muerte o desaparición
de 492 universitarios en Guatemala… La mayoría eran militantes estudiantiles
de la Universidad de San Carlos. Además, el Estado eliminó físicamente a más
de cien profesores y administradores universitarios. La violencia institucional
no sólo terminó con miles de vidas; también destruyó el Estado de Derecho
en Guatemala y diezmó la Universidad misma. Hay que ser claro: la violencia
política en Guatemala nunca estuvo limitada a la lucha contrainsurgente. Más
bien, la represión se puede entender como parte de un proyecto del poder
eco­nó­mico y el poder militar para gobernar el país sin buscar consenso social.
La Universidad siempre jugó un papel importante en la resistencia a este
proyecto, aun durante los peores años de corrupción y represión estatal. Esto es
lo que explica, más que otros factores, los altos índices de violencia contra los
universitarios” (Capítulo 2). El activismo de Severo en el PGT era suficiente para
garantizar su eliminación, afirma Asturias Rudeke (2000, 24), porque “en esa
guerra no se hicieron prisioneros”.

30
los Anales de los cakchiqueles y de otros testimonios de primera
mano.23 Pudo, incluso, diseñar y dirigir la construcción de una
casa para su familia, no lejos de la universidad, en la Colonia
El Carmen. La casa, completada en 1967, incluía un estudio
con vistas de los volcanes en la distancia, panorama que Severo,
como muchos guatemaltecos, encontraba inspirador. Allí pudo
dar los últimos toques a La patria del criollo, después de un
período de investigación en el Archivo General de Indias (AGI)
en Sevilla.
Una beca de dos años financiada por la USAC, lejos del
tormento que se vivía en Guatemala, fue valiosísima de muchas
maneras para Severo. Es incontestable que le proporcionó a él
y a su familia –Severo ahora era padre de dos niñas peque­
ñas– un período de tranquilidad para la inves­tigación y la
escritura. Pero su estancia en Sevilla también lo apartó de la
línea de fuego. Aunque varias personas que conocen la situación
creen que el viaje a Sevilla fue planeado por adelantado, Jorge
Luján Muñoz afirma otra cosa. “Alrededor de 1967, Martínez
salió inesperadamente del país a España, aparentemente por
amenazas recibidas por su actividad y militancia en el Partido
Guatemalteco del Trabajo”.24 De acuerdo con Luján Muñoz,
Severo salió de Guatemala tan rápidamente que, a petición
del rector de la USAC, Edmundo Vázquez Martínez, Luján
Muñoz impartió los cursos de Severo en Quetzaltenango.
El rector le informó a Luján Muñoz que Severo lo había
recomendado para que lo sustituyera.25 En calidad de rector,
fue Vázquez Martínez quien hizo arreglos para que la USAC

23 Asturias Rudeke (2000, 45).


24 Luján Muñoz (2002, 34-35).
25 Ibid. Luján Muñoz escribe: “Yo me hice cargo de sustituirlo en sus clases
en Quetzaltenango… sólo para terminar el ciclo y no perjudicar a los alumnos.
Personalmente él me dio las explicaciones necesarias con la dedicación de tantos
años que aquí digo”.

31
financiara el viaje a España. Que el rector y Severo fueran
primos hermanos tenía poca importancia; cualquier percepción
de conflicto de intereses por vínculos familiares importaba
mucho menos que la bala de un asesino.26
La temporada que Severo pasó en Sevilla también lo ayudó
a superar lo que Asturias Rudeke llama un “bloqueo intelectual”,
relacionado con partes de su manuscrito que trataban de los
indígenas, el mestizaje y el ascenso de los sectores de la clase
media. Asturias Rudeke señala que, después de que Severo
regresó a Guatemala en 1969, terminó de escribir La patria
del criollo en un tiempo muy corto.27 Luján Muñoz tiene una
perspectiva diferente. Con base en lo que sabía por haber estado
en la USAC mientras Severo estaba en Sevilla, Luján Muñoz
afirma que los resultados de la investigación de Severo en el
AGI fueron incorporados al libro ya terminado, “en lo posible”,
pero que el manuscrito empezó a imprimirse “alrededor de
1968”.28 Teniendo en cuenta la extensión del proyecto, le
habría llevado un tiempo considerable al editor componer el
manuscrito, lo cual habría dado a Severo una oportunidad para
elaborar e incluir adiciones de último minuto, especialmente
en las notas y materiales de referencia, con base en lo que había
descubierto en Sevilla. En cualquier caso, La patria del criollo:
Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca salió
de la imprenta de la USAC el 30 de septiembre de 1970, después
de unos quince años de creación.29

26 Gordillo Castillo (2000, 191), Luján Muñoz (2002, 34) y Piedrasanta


Arandi (2000, 238) señalan la conexión familiar.
27 Asturias Rudeke (2000, 49).
28 Luján Muñoz (2002, 35).
29 El Prólogo del autor está fechado en mayo de 1970, cuatro meses antes de la
fecha oficial de la primera impresión. Asturias Rudeke (2000, 42), muy consciente
del saludo a Mariátegui en el subtítulo del libro, observa con ironía: “Después
de 15 años de investigación en tres países, la obra final de 786 páginas y más de
1,300 referencias documentales no podría llamarse un ensayo”.

32
2. Respuesta a la publicación de
La patria del criollo

L a obra monumental de Severo apareció en Guatemala


mientras bullía la guerra civil. En la década de 1960
habían ocurrido incursiones guerrilleras, y reacciones drásticas
en contra de éstas, en el oriente del país, donde predominan
las poblaciones ladinas. En la década de 1970 surgieron
nuevos grupos armados en el área occidental de Guatemala,
donde las poblaciones indígenas son más numerosas. La
ciudad de Guatemala, situada a mitad del camino entre los dos
focos guerrilleros, era, en sí misma, una zona de conflicto. El
campus de la USAC en la capital era considerado por muchos
miembros del ejército guatemalteco no tanto como una insti­
tución de educación superior, sino como un entorno en el
cual se convertía a los estudiantes en partidarios de la causa
revolucionaria. La patria del criollo se debe apreciar en este
contexto y, por consiguiente, se debe considerar que Severo
escribió la obra con dos objetivos en mente: primero, al ver la
historia de Guatemala a través de un lente marxista, Severo
intentaba convencer a los lectores de que el pasado colonial del
país en realidad continúa existiendo en un presente colonial; y
segundo, Severo y sus colegas esperaban que el texto sirviera,
si no como un llamado a las armas, por lo menos como un
medio para pensar de manera crítica. Severo escribe en su
Prólogo: “La programación y aun la redacción de este ensayo
contemplan las posibilidades de un lector culto pero no
espe­cializado, que es a quien principalmente se dirige como
mediador activo entre el autor y los sectores que no leen”.30

30 Martínez Peláez ([1970] 1998, 14). De Vos (2001) también señala esta cita
fundamental en su afectuoso recuerdo de Severo y evoca la primera vez que tuvo
en sus manos La patria del criollo.

33
Poco después de que se publicase La patria del criollo, Severo
declaró que entre los “mediadores activos” consideraba que los
maestros y los periodistas eran de especial importancia para
diseminar sus ideas.31
¿Cómo se mide el impacto de La patria del criollo en la
sociedad guatemalteca y, especialmente, en “los sectores que
no leen”? Ésta no es una tarea fácil. Se debe recordar que
la mayor parte de la población rural del país, en su mayoría
indígena, era (y aún es) analfabeta. Muchos mayas no hablan
español, mucho menos leerlo. La capacidad de leer y escribir
es más alta en las áreas urbanas, la ciudad de Guatemala prin­
cipalmente, pero no hay un mecanismo confiable a través del
cual podamos discernir un vínculo entre la recepción de La
patria del criollo y la acción política. Lo que sabemos, de la
manera más inequívoca, es que el libro de Severo tuvo un
gran éxito de venta. No se dispone de cifras exactas, pero el
propio Severo calculó que las tiradas de La patria del criollo en
la década de 1970 sumaron unas 30,000 copias.32 Durante las
décadas de 1980 y 1990 se hicieron muchas más impresiones,
tanto en Costa Rica como en Guatemala, culminando en
una elegante edición mexicana que apareció en 1998. Iván
Molina Jiménez estima que La patria del criollo ha vendido
más de 50,000 copias en las cuatro décadas pasadas, sin contar
las decenas de miles de copias piratas, disponibles a precios
mínimos para los estudiantes universitarios.33 Éstas son esta­

31 Cifuentes Medina (2000, 120), citando un artículo en El Gráfico del 13


de abril de 1971, “Severo Martínez habla de su libro La patria del criollo”. Este
artículo contiene las declaraciones de Severo después de que La patria del criollo
había sido galardonada con el Quetzal de Oro de la Asociación de Periodistas de
Guatemala.
32 El cálculo de Severo se menciona en Gordillo Castillo (2000, 196).
33 Molina Jiménez (2000, 200). Una conversación con Oscar Peláez Almengor,
en mayo de 2004, reveló la práctica de imprimir copias piratas de La patria del
criollo por miles, a fin de que los estudiantes de la USAC y otras universidades

34
dísticas impresionantes de acuerdo con cualquier criterio,
pero son extraordinarias para un país y una región afligida por
niveles altos de analfabetismo y pobreza.
Sorprende la discrepancia entre las tiradas de La patria del
criollo y las críticas que fueron publicadas. Las reseñas, ya sean
positivas o negativas, probablemente tuvieron poca o ninguna
influencia en las personas que estaban dispuestas a conseguir el
libro en Guatemala, ya que si bien las noticias verbales habrían
atraído a los estudiantes y a los trabajadores, también habrían
puesto en contra de la obra a ciertos miembros de la élite. En
un país pequeño pero dividido como Guatemala, se sabía cuál
era la visión política de Severo antes de la publicación de La
patria del criollo. Sin embargo, el mundo académico prestó poca
atención. Ciro Cardoso y Víctor Hugo Acuña consideraron
que el marxismo de Severo era demasiado dogmático, su
enfo­que materialista demasiado rígido.34 Murdo MacLeod
estuvo de acuerdo: “La economía lo determina todo”, se
lamentó.35 Mario Rodríguez fue más caritativo, al considerar
La patria del criollo “un hito en la literatura de Centroamérica
colonial”,36 sentimiento compartido por Thomas B. Irving,
para quien “este fascinante libro abre nuevas avenidas para el
pensamiento y la investigación”.37
Quizás la valoración más equilibrada de la obra de Severo
fue la que hizo el antropólogo Robert M. Carmack. Aunque
criticó muchas de las caracterizaciones de la cultura nativa,
Carmack descubrió muchas cosas que se podían alabar en su

pudieran comprar su propia copia, sin que les costara mucho, y así tener acceso
directo a las ideas de Severo.
34 Cardoso (1972) y Acuña (1977), en Velásquez Carrera ([1998] 2008, 45-89
y 143-148).
35 MacLeod (1974), en Velásquez Carrera ([1998] 2008, 109).
36 Rodríguez (1974), en Velásquez Carrera ([1998] 2008, 92).
37 Irving (1974), en Velásquez Carrera ([1998] 2008, 116).

35
“análisis científico, sobrio y meticuloso”, llegando incluso a
decir que La patria del criollo “proporciona… la interpretación
más significativa de la sociedad guatemalteca”. Dos rasgos que
Carmack valoró especialmente en Severo son “la disposición
del autor para ilustrar generalizaciones con materiales ilustra-
tivos de casos reales y su intento firme de relacionar formas
del pasado con las situaciones del presente”. Carmack supo
percibir las implicaciones políticas de la obra de Severo, al
señalar que la misma “nos ofrece un enfoque nuevo y estimu-
lante de algunos problemas conocidos” y “ofrece la sugerencia
más provocativa, hasta la fecha, de lo que es necesario si el
desarrollo social se va a dar en Guatemala”.38
Mientras que las valoraciones académicas fueron variadas,
mucho más entusiasta fue la recepción del libro entre la
iz­quierda revolucionaria, grupo que podía identificarse más
fácilmente con el análisis de Severo y apreciar la aplicabilidad
de sus argumentos, especialmente en Latinoamérica. Tomás
Borge, por ejemplo, uno de los fundadores del Frente Sandi­
nista de Liberación Nacional de Nicaragua, observa en sus
memorias que los sandinistas leían a Severo en la década de
1970, cuando la lucha por acabar con la dictadura de Somoza
se intensificaba.39 Que la importancia de La patria del criollo
pervive en la imaginación popular, entre los guatemaltecos
sobre todo, está demostrado por un intercambio que ocurrió
hace algunos años en una librería de la ciudad de Guatemala.
Cuando Paul Lokken, quien entonces era un estud­iante
uni­versitario que hacía su investigación doctoral sobre el
mestizaje en la Guatemala colonial, localizó una copia de La
patria del criollo y decidió comprarla, el librero declaró: “Este
libro es fundamental para nosotros”.40

38 Carmack (1972), en Velásquez Carrera ([1998] 2008, 97-100).


39 Borge (1989).
40 Lokken (2000, 79).

36
¿Qué tiene tan fundamental La patria del criollo? ¿Qué la
hace una contribución tanto controversial como clásica para
la historia de Guatemala y el mundo más amplio de las letras
latinoamericanas?

37
3. La historia guatemalteca y
La patria del criollo

D ado que interpreta la historia guatemalteca desde una


perspectiva materialista histórica, La patria del criollo
es un edificio marxista por el cual Severo no ofreció ninguna
disculpa y en el que tuvo poca piedad. En el principio, subraya
que “la tarea implica riesgos y una gran responsabilidad inte­
lectual”, riesgos y responsabilidad que estaba dispuesto a correr
por razones políticas en la consecución de objetivos políticos.41
Sin embargo, escribir La patria del criollo, usando el lenguaje
que eligió, también exigía que Severo corriera riesgos con
su tema de estudio; y aquí tampoco se hizo atrás. Severo era
muy consciente, política e intelectualmente, de que su obra
provocaría una reacción y también serviría de chispa para la
acción.
Carlos Figueroa Ibarra narra un episodio en el que vemos
a Severo mantener resueltamente sus principios, siendo tal vez
afortunado de que no lo matasen por ello. A principios de la
década de 1960, nos cuenta Figueroa Ibarra, allanaron la casa
de Severo y confiscaron sus libros. Severo mismo fue encarce-
lado. Antes de ser dejado en libertad, Severo pidió hablar con
el jefe de la policía, quien resultó ser un antiguo compañero
de la escuela secundaria, y exigió que le devolvieran sus libros.
Mientras el jefe de la policía hojeaba el material confiscado,
Severo eligió una obra, un tratado sobre el marxismo, y se la
dio. “[T]omá, te lo regalo para que aprendás qué cosa son los
comunistas”.42
Cuando leyeron u oyeron hablar de La patria del criollo, los
guatemaltecos de cualquier orientación política no tuvieron

41 Martínez Peláez ([1970] 1998, 11).


42 Figueroa Ibarra (2000, 144).

38
ninguna duda de lo que Severo creía que eran ellos mismos.
“En ningún punto de este trabajo se quiere juzgar a los
hombres o a los grupos aludidos”, escribe. “Se sostiene, muy
al contrario, que no les habría sido posible comportarse ni
pensar en otra forma, porque su conducta estaba modelada
por factores históricos más poderosos que su voluntad”.43 Si
sus opiniones venían a agitar las cosas, mucho mejor. “Hay
en Guatemala muchas personas aplicadas a la historia, en
plan profesional y también como aficionados, que desearán
aportar valiosa crítica, de detalles y de fondo, cuando este
primer esfuerzo de interpretación global de la colonia se les
ofrezca como incitante y como punto de partida”. Como autor
“le agradaría suscitar esa crítica, no sólo porque es necesaria
para el afinamiento de la interpretación misma, sino porque
significaría una cierta activación del pensamiento histórico”.44
Aun si su análisis fue rechazado como propaganda izquierdista,
Severo consideró positivo que sus ideas por lo menos hubiesen
sido consideradas, aunque fuese superficialmente.
La tesis de Severo, para la cual presenta una enorme
cantidad de evidencia, es que Guatemala sigue siendo una
sociedad colonial porque las condiciones que surgieron hace
siglos, cuando dominaba la España imperial, han persistido.
Ni la Independencia en 1821 ni la reforma liberal que siguió
después de 1871, argumenta Severo, alteraron las circunstan­
cias económicas que aseguran la prosperidad para unos pocos
y la privación para la mayoría. Los pocos en cuestión son una
élite de criollos, personas de ascendencia española nacidas en
Guatemala; la mayoría está constituida por indígenas mayas,
cuya pobreza es también compartida por muchos ladinos.
“Se está viendo, pues”, afirma Severo sin ambages, “cómo los
grandes problemas de fondo de la actualidad guatemal­teca…

43 Martínez Peláez (1998 [1970], 13).


44 Ibid. (12).

39
son realidades coloniales que se han mantenido por mucho
tiempo después de la emancipación, sin alterar su esencia a
pesar de ciertos desarrollos. Especialmente importante”, nos
advierte, “es no engañarse acerca de la Reforma [y su] ropaje
ideológico liberal, [porque] la verdad es que las dictaduras
cafetaleras fueron la realización plena y radicalizada de la
patria criolla”.45 Esta patria era la que los criollos les habían
arrebatado a los españoles en nombre de la Independencia,
consolidando el control de la misma en nombre de la reforma
liberal, acto que despojó aún más a las comunidades indígenas
del recurso que daba a la patria todo su significado: la tierra.
Sin embargo, la tierra no tiene valor sin acceso a mano de obra
para hacerla productiva. Por consiguiente, la explotación de la
mano de obra, especialmente la mano de obra indígena, era un
complem­ento necesario de la tierra en la patria forjada por los
criollos para su beneficio exclusivo.
Fiel a sus creencias marxistas, Severo colocó las con­si­
deraciones de clase por encima de las cuestiones de etnicidad,
argumentando que “debe enfatizarse el hecho de que nunca
fue la sangre española ni el color de la piel lo que configuró
y compactó a la clase criolla”. Para Severo fue más impor-
tante “la función acaparadora de la tierra y explotadora de
trabajo servil”, lo cual lo lleva a afirmar que “la condición de
criollidad nunca dependió en absoluto de factores raciales”.46
El punto clave es que los beneficios de la patria creada por
los criollos serían disfrutados por ellos solos. “Es innegable”,
concluye Severo, “que la gran mayoría de indios guatemaltecos
–y también un crecido porcentaje de proletarios agrícolas
ladinos– carecen totalmente de una noción siquiera geográfica
de lo que es Guatemala, y que, en general, no comparten la
patria guatemalteca, aunque la Constitución de la República

45 Ibid. (484-485). Énfasis de Martínez Peláez.


46 Ibid. (486).

40
los defina como ciudadanos con todos los derechos”. Sólo por
medio de la transformación revolucionaria –la reforma agraria
de Arbenz era progresista, pero medidas mucho más radicales
eran necesarias– podía “una patria de pocos” convertirse en
“una patria de todos”.47
El cuadro que pinta Severo de la realidad colonial es deso­
lador, y su descripción del comportamiento de españoles y
criollos hacia los indígenas es implacable al enfatizar la crueldad
y la opresión. No sorprende que los guatemaltecos que se
sienten orgullosos de su herencia española y criolla encuentren
este énfasis de mal gusto, si no ofensivo. Nada de esto molestó
a Severo, quien veía tal respuesta como una negación abyecta,
como incapacidad para enfrentar un pasado terrible que salía
a la luz en un presente igualmente terrible, especialmente
para los indígenas. Desde la guerra emprendida por Pedro de
Alvarado hasta el sonido del látigo, ya bien entrada la noche,
que mantenía despierto en su alcoba al arzobispo Pedro Cortés
y Larraz, tres siglos de subyugación colonial intimidaron a los
indígenas y los some­tieron por medio del uso excesivo de la
fuerza. “El régimen colonial”, escribe Severo, “fue un régimen
de terror”.48 Igual que para el gran historiador estadounidense
Charles Gibson, para Severo la “leyenda negra” no fue otra
cosa sino una realidad dura e innegable.49
El foco de la explotación, donde los talones de la codicia se
hincaron más profundamente y obtuvieron lo más que pudieron,

47 Ibid. (487 y 524).


48 Ibid. (427).
49 Gibson ([1964] 1967, 413) escribe: “La Leyenda Negra da una interpre-
tación burda pero esencialmente justa de las relaciones entre los españoles e
indígenas. Se construye sobre historias de sadismo deliberado y florece en una
atmósfera indignante que aleja la cuestión de todo conocimiento objetivo. Es
insuficiente en su conocimiento de las instituciones de la historia colonial. Pero su
contenido esencial sostiene que los indios eran explotados por los españoles, y de
hecho lo fueron”.

41
fueron los pueblos de indios, asentamientos nucleados en los
que los indígenas habían sido confinados bajo la política de la
reducción. Puesto que, de acuerdo con Severo, “la existencia
en los pueblos estuvo presidida por la coerción, un pueblo
era en cierto sentido una cárcel con régimen de municipio”.
Sus habitantes eran considerados como “una concen­tración
de fuerza de trabajo”, cuya labor aseguraba todo el proyecto
colonial.50 La descripción que hace Severo de la vida en los
pueblos de indios, donde los repartimientos de mano de obra
nativa obligatoria duró mucho más que en cualquier otra parte
de Hispanoamérica, es quizás el capítulo más perturbador de
toda La patria del criollo, ya que documenta lugar por lugar,
época tras época, una letanía de abuso, exceso y sufrimiento.

50 Martínez Peláez ([1970] 1998, 371 y 373).

42
4. Contradicciones e inconsecuencias

A sí como la Recordación florida que la inspiró –Severo


se llevó una copia de la “crónica criolla” de Fuentes
y Guzmán en 1954, cuando se fue exiliado a México– La
patria del criollo, en calidad de “visión de totalidad”, no deja
de tener sus contradicciones e inconsecuencias.51 Por ejemplo,
que Severo considere “una cárcel con régimen de municipio”
a los pueblos de indios provoca una imagen impresionante
pero no consecuente con sus propias descripciones de huida y
fugitivismo. Como todos los prisioneros retenidos en contra
de su voluntad, los indígenas conspiraban para escapar de las
reducciones y refugiarse en las montañas o en la frontera abier­
ta del norte de Guatemala, lejos del alcance de las autori­dades
españolas. Severo considera dramático este último fenómeno,
el cual ocurría en menor escala que el primero, e implicaba
que “formaban poblados clandestinos o ‘pajuides’… conjuntos
de chozas provisionales y jacales o cobertizos improvisados,
que servían de albergue temporal a grupos de indios eva­
didos de sus pueblos”, incluso en “un área extensa en las
regiones correspondientes al centro de la actual República de
Guatemala”, vigiladas y controladas más fácilmente.52 Como
Severo aclara viceralmente, había suficientes razones para que

51 Cifuentes Medina (2000, 108-112). “También al leer La patria del criollo”,


Cifuentes Medina (2000, 131-132) observa, “uno se puede enganchar en una
suerte de novela con personajes, luchas, dramas y desenlaces. [E]s la novela de la
vida de unos seres humanos que habitamos Guatemala en un pasado que se hizo
presente eterno”. Cifuentes Medina recuerda una conversación con Severo en la
que, después de preguntarle acerca de su primer exilio en México en 1954, “…
me comentó que… decidió llevarse un ‘pedazo’ de patria y lo que consideró más
apropiado fue la Recordación florida de Fuentes y Guzmán”. Esta “alquimia” entre
vida y obra, afirma Cifuentes Medina, es lo que hace de La patria del criollo “una
obra excepcional”.
52 Martínez Peláez ([1970] 1998, 466).

43
los indígenas huyesen de los pueblos de indios, en busca de
una existencia menos acosada en los bosques o en la serranía.
La huida y el fugitivismo indican que los indígenas actuaban
para desafiar el orden imperial y trastornar el gran proyecto,
como Severo entendió bien. Sin embargo, la oposición nativa
al gobierno colonial, la ahora famosa construcción de las
“armas del débil” creada por James Scott, recibe poco análisis
consciente como tal en La patria del criollo, cuyas páginas repre­
sentan a los indígenas más como víctimas u objetos que como
sujetos, de acuerdo con la orientación ideológica de Severo.53
Dicho eso, Severo sí concede que, en relación con la adquisi­
ción de conocimiento funcional del español, “es obvio que los
indígenas elaboraron profundas resistencias psicológicas ante
el aprendizaje de la lengua de sus opresores”, observando que
“el uso de las lenguas maternas les otorgara una sensación
de solidaridad con su pasado y de sustracción a la conquista
total”.54 Severo también hace algunas observaciones mordaces
acerca de la supuesta “holgazanería” indígena, que considera
una forma de “resistencia” a la hegemonía española o criolla.55
Aunque gran parte de la evidencia que recopiló se prestaba
a otras opciones interpretativas, el objetivo de Severo en La
patria del criollo era ver la Guatemala colonial a través del
prisma del materialismo histórico. Quizás él mismo dándose
cuenta de que no había hecho justicia al papel de la resistencia
nativa, Severo dedicó su siguiente proyecto de investigación no
a un estudio de la Independencia y el siglo XIX, como había
sido planeado originalmente, sino a las rebeliones indígenas
del período colonial en toda Centroamérica.56

53 Véanse Scott (1985) y Lovell (1989). Las representaciones de Lovell se


basan en las de Farriss (1983).
54 Martínez Peláez ([1970] 1998, 494).
55 Ibid. (176-183).
56 Martínez Peláez (1985).

44
El pensamiento de Severo acerca del mestizaje también
justifica una revisión. Al analizar cuestiones relacionadas con
la mezcla de razas, Severo casi invariablemente usa el término
“mestizo”, refiriéndose a personas de ascendencia española-
indígena mixta, en lugar de “casta”, término que tiene un tinte
más multirracial. “Casta” específicamente incorpora sangre
africana, así como europea y americana nativa en la mezcla
colonial. Quizás porque no contaba con evidencia archivística
que se lo habría permitido, Severo no pudo reconocer que el
mestizaje en Guatemala incluyó una cantidad importante de
negros. Su omisión tiene que ver con una falta de apreciación
del grado en que los africanos figuraban en “las capas medias”
de la sociedad colonial.57 Severo raras veces parece estar cons­
ciente de que, a finales del siglo XVIII, las capas medias, que
incluían más de una tercera parte de la población del Reino de
Guatemala, estaban compuestas de un porcentaje significativo
de personas de ascendencia africana.58 De manera un poco
sorprendente, el efecto global es que Severo minimiza la
importancia del mestizaje. En ninguna parte esto se refleja
mejor que en su complejo “Diagrama ilustrativo de las capas
medias en la dinámica de clases”, donde los negros están
representados por un círculo quebrado y una línea quebrada
que se dirige hacia un círculo pequeño no quebrado que flota
indecisamente junto a la plebe urbana y la media baja rural.59
Así como su punto ciego en cuanto a los negros y el
mes­tizaje, Severo tampoco comprendió el papel clave que
jugaron las enfermedades del Viejo Mundo en la despo­bla­
ción del Nuevo Mundo, especialmente en la mortandad de

57 Martínez Peláez ([1970] 1998, 211-220).


58 Lovell y Lutz (1995, 14).
59 Martínez Peláez ([1970] 1998, 285).

45
los indígenas durante los siglos XVI y XVII.60 Aunque sí
reconoce la presencia de “… pestes de viruela y sarampión que
hacían estragos en los pueblos de indios”, Severo se conforma
simplemente con informar al lector de que, en la Guatemala
colonial, “en la época de nuestro cronista [Fuentes y Guzmán]
no eran conocidas, y por ende tampoco controladas, las causas
reales de las epidemias, y no se podía hacer otra cosa que
rezar”.61 Para ser justos con Severo, gran parte de la literatura
que estableció que el colapso de las poblaciones nativas en
México y Centroamérica fue ocasionado principalmente por
las enfermedades, todavía no había aparecido en español
cuando La patria del criollo estaba en proceso de creación.
Además, a menudo es difícil conseguir las contribuciones
originales en inglés.62 Por lo tanto, aunque ciertamente
era consciente de que la despoblación indígena había sido
un rasgo crucial de la vida colonial temprana, con toda las
implicaciones que tenía para el bienestar de españoles y
criollos, la relación que tuvo con los brotes de enfermedad no
está bien desarrollada en su obra.

60 Véase Cook y Lovell ([1992] 2000), en el que Lovell ([1992] 2000, 89-117)
se concentra específicamente en brotes de enfermedad y despoblación nativa en
Guatemala durante los siglos XVI y XVII.
61 Martínez Peláez ([1970] 1998, 189).
62 Véanse, por ejemplo, Cook y Borah (1978-80) para México y MacLeod
(1980) para Centroamérica. Severo muy probablemente se enteró de las publica-
ciones en español de las obras de estos estudiosos, las cuales sólo son una fracción
de un campo de estudio ahora inmenso, después de que La patria del criollo
apareció por primera vez. La literatura pertinente a la historia demográfica de la
Centroamérica colonial, con amplias citas relacionadas con Guatemala, se analiza
en Lovell y Lutz (2000).

46
5. El bloqueo agrario

U na de las ideas más desacertadas de Severo tiene que ver


con lo que él llama “el bloqueo agrario de los mestizos”,
la cual le sirve para sostener que los criollos impidieron efec­
tivamente que los mestizos poseyeran tierras y dirigieran
sus propios gobiernos municipales en las áreas rurales, espe­
cial­­mente cerca de Santiago de Guatemala.63 Privados de
derechos de propiedad, Severo afirma que los mestizos fueron
obligados a marcharse al interior, donde trabajaban como
asalariados en las haciendas de los criollos.64 Allí vivían en
asentamientos informales llamados rancherías, las cuales se
hallaban adyacentes a, o en el interior de, las haciendas. Severo
mantiene que la mayoría de los mestizos en el campo vivían
como empleados de los hacendados. Solamente unos cuantos
de ellos podían trabajar, ilegalmente, ya sea en la tierra que
pertenecía a los pueblos de indios o en la tierra que pertenecía
a la Corona. Severo llega incluso a afirmar que más de la
mitad de la población mestiza del Reino de Guatemala se
ganaba la vida, o lo que pasaba por vida, trabajando en las
haciendas criollas. Atribuye este fenómeno a la política de
la Corona, la cual restringía efectivamente la posesión de
tierra a los españoles, los criollos y las comunidades indígenas.

63 Martínez Peláez ([1970] 1998, 121-123).


64 Inspirado tal vez por sus estudios en México, donde el modelo colonial
de François Chevalier ([1952] 1976) había sido desarrollado, Severo aplicó la
misma terminología de la hacienda a Guatemala. Sin embargo, en Guatemala
la mayoría de las propiedades rurales, con algunas excepciones, eran mucho más
pequeñas y menos importantes que sus contrapartes mexicanas. En Guatemala sí
se formaron algunas propiedades azucareras grandes, o ingenios, las más extensas
y prósperas poseídas por los jesuitas o los dominicos; véase Belaubre (2001) para
un análisis de las últimas y la red de la que formaban parte. Haciendas ganaderas
tan extensas como las que existían en México no fueron un rasgo de la economía
colonial en Guatemala.

47
Para Severo, no es que los mestizos fueran desposeídos sino
que en realidad nunca tenían derechos. Era un grupo para el
cual se habían hecho pocas previsiones, o ninguna, en la visión
colonial.65
La caracterización de Severo, válida en algunos casos, es
exagerada. Algunos estudios realizados después de que se
publicó La patria del criollo revelan que, aunque los mestizos
no siempre disfrutaron de propiedad de jure, un número
importante de ellos tenía control de facto de la tierra –no sólo
en Guatemala sino que también en El Salvador y en otras
partes de Centroamérica. Algunos mestizos incluso lograron
legalizar tales arreglos, más aún en tierras anteriormente
adjudicadas a los pueblos de indios.66 Sin embargo, visto
en una luz positiva, el postulado de Severo de que había un
bloqueo agrario ha sido responsable de generar investigación
que ha venido a refutarlo y nos ofrece una apreciación más
matizada de la cuestión agraria.

65 Martínez Peláez ([1970] 1998, 141-149).


66 Véanse Bertrand (1987), Fry (1988), Pinto Soria (1989), Lutz (1994), Luján
Muñoz (1976) y Jefferson (2000) para una muestra de literatura relevante. En
relación con El Salvador, véase Fernández (2003).

48
6. Identidad étnica, ladinización y
“El problema del indio”

L a postura más polémica de Severo se relaciona con el


llamado “problema del indio”, en la cual se adhiere a una
firme línea marxista, aunque sí modificó un poco su posición
como resultado de investigaciones subsecuentes. En un pasaje
estridente Severo declara:
No hay indio en sí; ésa es una abstracción antihistórica.
Pedro de Alvarado nunca vio un indio; murió cuando
todavía no había indios. Vio en todas partes nativos, incluso
nativos sometidos a esclavitud. No vio nunca trabajadores
de repartimiento semanal, ni pueblos de indios, ni tierras
comunales, ni indios con sombreros y chaqueta, ni cofradías,
ni alcaldes, porque todo eso no había sido configurado
cuando perdió la vida en el accidente en Nochistlán.67

En un tono sin transigencia, Severo continúa:


Lo que él llamó “indios” y más corrientemente “naturales”,
todavía no era la realidad humana y social que después iba
a ser moldeada por la colonia y llamada con esos mismos
nombres; y mucho más lejos se hallaba, naturalmente, de la
realidad que nosotros llamamos “el indio”, “el indígena” (en
los documentos coloniales no se usa la palabra “indígena”
que es relativamente moderna). Hay indios porque
hubo coloniaje y porque la estructura colonial se ha ido
transformando con gran lentitud. Y así como no hubo
indios antes de que la colonia los formara, debe suponerse
que dejará de haberlos cuando el desarrollo de la sociedad
guatemalteca haya borrado todas las supervivencias
estructurales de la colonia.68

67 Martínez Peláez ([1970] 1998, 508).


68 Ibid. (509).

49
La lógica de la intepretación de Severo dictaba que, como
“el problema del indio tiene su verdadera fuente en la opresión
del indio”, sólo con “la supresión de los factores de opresión”
se crean las condiciones para “la transformación del indio”.69
La revolución social era la respuesta y, aunque Severo no tenía
duda de cuán difícil sería esto, tampoco dudaba de por qué
razón era necesaria:
Negamos, pues, no al hombre que es siervo sino la
servidumbre, y esto en nombre del hombre que se
encuentra en potencia bajo las ataduras coloniales del
indio. Creemos que se le hace más honor y más justicia
al proletariado indio cuando se exalta en razón de lo que
puede y debe llegar a ser, que cuando se pretende exaltarlo
por lo que ha venido a ser (a no ser) como consecuencia
de la opresión. Y es muy probable que el indio mismo se
sintiera mejor comprendido por quienes se acercan a él
con la primera de esas dos actitudes –la revolucionaria y
futurista–, aunque prudentemente deba condescender con
la segunda –la retórica y tradicionalista–, pues se trata, al
fin y al cabo, de una vieja actitud oficial.70

El cambio radical, creía Severo, vería a los indígenas


convertirse en otra clase de campesinos guatemaltecos, una
clase bastante distinta a la “misteriosa metamorfosis” que los
transformaría en ladinos. En relación con esta cuestión era
inflexible. “No estamos diciendo que la solución del indio sea
su ladinización”, insistía, criticando “el concepto mismo de la
ladinización [que] es vago, confunde y casi no dice nada”, el
cual disimula “las enormes barreras que le impiden al indio
proletario –por indio y por proletario– salir de su difícil
situación”. Para Severo, la ladinización era un “malhadado
concepto” que se fundamenta en “la gran mentira de que la

69 Ibid. (469-472 y 509).


70 Ibid. (510).

50
sociedad guatemalteca se divide en dos ‘grupos culturales’ de
indios y ladinos”.71
Las ideas de Severo, articuladas ante todo teniendo pre­­­­­­
sen­tes consideraciones de clase, son contrarias a las proposi­
ciones de Carlos Guzmán Böckler y Jean-Loup Herbert, cuya
obra Guatemala: Una intepretación histórico-social fue publicada
en el mismo año que La patria del criollo. El análisis de estos
aca­démicos se basa en la premisa fundamental que Severo
atacó con tanta vehemencia: que Guatemala en el fondo
es una sociedad plural en la que los indígenas y los ladinos
coexisten con desconfianza e incomprensión mutuas. El
debate en torno a estas dos perspectivas polarizadas continúa
en la actualidad, siendo Guzmán Böckler y Herbert quienes
gozan de una aceptación más favorable entre los intelectuales
mayas, influenciados por lo que Severo seguramente habría
descartado al considerarlo la idealización de las costumbres y
los atributos nativos.
Severo criticaba cáusticamente a quienes pensaban que
ciertos elementos de la cultura nativa constituían esencias
definidoras, y desdeñaba a otros que consideraban ciertos
rasgos como exhibiciones emblemáticas. En lugar de consi­derar
a los indígenas coloniales como agentes activos que adaptaron
ciertas prácticas que se les impusieron, para que se acomodaran
a las necesidades y valores nativos, Severo argumenta que “un
complejo cultural esencialmente nuevo” surgió bajo el régimen
español.72 Los idiomas mayas, por ejemplo, sobre­vivieron
tanto como consecuencia de que las órdenes religiosas los
manipulaban para controlar a los indígenas y crear dominios
eclesiásticos estrechamente vigilados, como por ser un acto
deliberado de resistencia por parte de los hablantes nativos.
El monolingüismo “fomentaba localismos” y, reforzando la

71 Ibid. (471-472).
72 Ibid. (492).

51
estrategia conquistadora de divide y vencerás, “entorpecía la
compactación de su conciencia de clase”.73 Severo también
somete el traje indígena a un escrutinio crítico, señalando sus
múltiples préstamos e improvisación de la ropa española –en
estilo, diseño, adorno y elección de tela. Los españoles llevaban
ventaja a los indígenas en todo tipo de cuestiones técnicas y
tecnológicas, la equitación y la habilidad de fabricar armas de
hierro siendo dos ejemplos, entre muchos. Para Severo, “la
superioridad de los conquistadores” en el campo de batalla
iba de la mano con un “prejuicio de la superioridad hispana”,
para asegurar que los españoles y sus descendientes criollos
prevalecieran, sin importar cómo ni de qué manera resistieran
los indígenas.74
La postura de Severo en cuanto a los pueblos nativos y su
cultura no ha dejado de ser criticada. Julio Pinto Soria habla
en nombre de muchos cuando afirma, como pocos intelec­
tuales de centro izquierda se han atrevido a hacer, que la visión
de Severo es “indudablemente un poco racista, pues niega el
derecho a una propia identidad”.75 Pinto Soria señala que varios
de los conceptos claves de Severo se derivan de la obra de su
camarada del PGT, Víctor Manuel Gutiérrez, quien en 1949
escribió “El problema indígena de Guatemala”.76 Así como
Mariátegui había hecho para Perú, Gutiérrez argumentaba
que la causa del llamado problema indígena era socioeco-
nómico, no étnico ni racial por naturaleza, y que su solu-
ción estaba en la reforma agraria. De acuerdo con Pinto Soria,
Severo incorporó en su análisis no sólo las ideas de Mariátegui,
sino también las de Gutiérrez: la conquista española convirtió

73 Ibid. (493).
74 Ibid. (19 y 21).
75 Pinto Soria (2000, 251).
76 Ibid. (251-252). Pinto Soria nos informa que el ensayo de Gutiérrez, escrito
en 1949, no fue publicado sino hasta 1978.

52
a los pueblos nativos en una clase social oprimida; y el capita-
lismo convirtió conjuntamente a los indí­genas y a los ladinos
pobres en una clase social oprimida.77 Atrevida y articulada,
La patria del criollo nos obliga a buscar una respuesta para el
dilema actual de Guatemala: ¿unirá alguna vez a los indígenas
y a los ladinos pobres la marginaliz­a­ción socioeconómica, más
de lo que las diferencias étnicas y raciales los dividen?
Una nueva generación de estudiosos mayas, que incluye a
grupos de activistas en evolución, considera que no. Al defender
la integridad de la cultura maya, Enrique Sam Colop acusa a
Severo de “desinformación y opiniones racistas”, dirigiendo
su crítica a las intepretaciones que Severo hace de la supuesta
superioridad cultural, los idiomas nativos y el concepto de ladi-
nización.78 Sam Colop pone en la picota a Severo por una afir-
mación en particular. “Bien se entiende que un indio que viste
de lona y calza botas ya no es un indio”, escribe Severo. “Y lo
es menos si junto al castellano maneja otros idiomas modernos.
Y todavía menos si cambia la cofradía por el sindicato, y el
‘temascal’ por los antibióticos”.79 Sólo se puede especular acerca
de lo que Severo habría pensado de la mareante serie de indi-
viduos a los que Diane Nelson llama “hackers mayas”, pero es
seguro que su marco marxista ortodoxo tendría que ensancharse
para incluirlos como los actores nativos que son y ellos mismos
se consideran ser.80 Severo habría observado, incluso con mayor
incredulidad, cómo los indígenas que viven en una era cada vez
más globalizada ahora se comunican por medio de celular y de

77 Ibid. (252).
78 Sam Colop (1996, 111).
79 Martínez Peláez [1970] 1998, 503). Sam Colop (1996, 111) está muy en
contra de tal representación.
80 Nelson ([1999] 2006). Para un debate entre Nelson y otros investigadores,
véase el foro “Luchas mayas a través del tiempo y el espacio”, en Velásquez
Nimatuj et al. (2005).

53
la internet; no solamente los mayas educados que viven en las
ciudades y tienen trabajos de oficina, sino también los mayas
rurales con menos escolaridad que cultivan las milpas y venden
frutas y verduras en el mercado. Además, ser maya en el siglo
XXI y autoidentificarse como tal puede resistir la dislocación
de trabajar en Estados Unidos o Canadá, al mismo tiempo que
se mantienen vínculos con los “pueblos de indios” de su tierra
natal, donde las remesas tienen un impacto tan palpable en la
vida de la comunidad como el que en otra época tuvieron los
repartimientos.81
Antes de que los movimientos mayas, vigorosos y variados,
reconfiguraran la agenda nacional, el propio Severo empezó a
reevaluar algunas de sus hipótesis. En un debate con Robert
M. Carmack celebrado en marzo de 1978, Severo reconoció
que Carmack tenía razón al decir que La patria del criollo
describe a una “población indígena” –Severo se creyó en la
obligación de usar la palabra “indígena”, no “indio” – demasiado
“sumisa y conformista”, en relación con el régimen colonial.82
Severo atribuyó esta tendencia al hecho de que entonces no
había empezado su investigación de las rebeliones indígenas
coloniales, la cual posteriormente produjo resultados que
cla­ramente cambiaron la manera en que enfocaba el papel de
la agencia nativa.83

81 La literatura sobre la transmigración y la manera en que afecta a Guatemala


y a su población indígena es ahora voluminosa. Los estudios que documentan el
fenómeno incluyen Burns (1993), Hagan (1995), Loucky y Moors (2000), Fink
(2003) y Foxen (2007).
82 Martínez Peláez, según se cita en Pinto Soria (2000, 236). Este debate
histórico ha sido transcrito y se encuentra disponible para ser consultado. Véase
Muñoz Navichoque (2000).
83 Ibid. (264). Por causa de enfermedad, Severo nunca terminó lo que habría
sido su segunda obra fundamental, aunque sí publicó (Martínez Peláez 1985) una
versión preliminar de la misma. Dos de sus antiguos estudiantes, Coralia Gutié-
rrez Álvarez y Ernesto Godoy Dárdano, han emprendido la tarea de preparar una
versión más completa de Motines de indios para una publicación póstuma.

54
7. Destrucción y reivindicación

D os meses antes del debate de Severo con Carmack, la


masacre de cientos de indígenas q’eqchi’es en Panzós,
Alta Verapaz –los habitantes del pueblo se habían reunido
para protestar contra irregularidades en la tenencia de la tie-
rra y la manera en que se administraba– marcó el comienzo
de niveles de terror sin precedente.84 En La patria del criollo,
Severo afirma que “en Guatemala ningún programa revolu-
cionario puede ir lejos si no cuenta con los indios”.85 Mientras
se desarrollaban los acontecimientos que vinieron después de
Panzós, Severo observó con satisfacción que los indígenas se
habían movilizado y se habían unido a las filas de organiza­
ciones guerrilleras fundadas y dirigidas por no indígenas. En
1981 reiteró su opinión de que la participación nativa era “re-
quisito indispensable del desarrollo y triunfo de la revolu­ción
popular en Guatemala”, el cual “parecía totalmente imposible
hace apenas dos décadas”. Muy probablemente refiriéndose a
él mismo, Severo admitió que nadie “podía predecir las posi-
bilidades de cambio social progresivo en cualquier grupo so-
cial”, más aún en el caso de un “pueblo oprimido”, dispuesto a
“liberar su potencial creativo en nuevas condiciones materiales
de vida, condiciones a las que aspiran como parte del proce-
so revolucionario”. Sin embargo, hizo una advertencia contra
el “pensamiento social burgués”, el cual simplifica demasiado
lo que se necesita para efectuar el cambio.86 Aunque era muy

84 Aunque la masacre de Panzós es considerada por muchos investigadores


como el comienzo de las tácticas letales de contrainsurgencia –véanse, por
ejemplo, Schirmer (1998, 41), Sanford (2003, 53-56) y Manz (2004, 94)–
Grandin (2004, 1-17 y 133-167) la conceptualiza y discute como “la última
masacre colonial”.
85 Martínez Peláez ([1970] 1998, 482).
86 Martínez Peláez (1981, 93).

55
consciente de las consecuencias que le esperaban a cual­quiera
que se opusiera a los regímenes militares que habían goberna-
do Guatemala desde el derrocamiento de Arbenz, ni siquiera
Severo podía haber previsto la horrible brutalidad que se des-
encadenó contra las comunidades mayas por su parti­cipación,
real o percibida, en la revolución popular. Aunque las noticias
de las matanzas trascendieron, no fue sino hasta después de
que se firmó un acuerdo de paz en diciembre de 1996 cuando
la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) pudo
documentar la extensión de las atrocidades, como lo había
hecho anteriormente una investigación de la Oficina de los
Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala.87 Con-
sumido para entonces por la batalla contra la enfermedad de
Alzheimer que eventualmente perdería, Severo no sobrevivió
para enterarse de que el CEH estima que 36 años de guerra
civil en Guatemala costó la vida de más de 200,000 personas,
93 por ciento de ellas asesinadas por las fuerzas de seguridad
del Estado. Del número de personas muertas, 83 por ciento
eran indígenas.88
A Severo no le habría servido de consuelo saber que las
terribles estadísticas del genocidio confirman uno de sus
argumentos básicos: que los indígenas mayas de Guatemala,
quienes han sido maltratados y discriminados durante siglos,
verdaderamente son un pueblo oprimido en “la patria del
criollo”.89

87 Comisión para el Esclarecimiento Histórico (1999) y Oficina de los Dere-


chos Humanos del Arzobispado de Guatemala (1998).
88 Comisión para el Esclarecimiento Histórico (1999). Las estadísticas vienen
de las “Conclusiones” del informe.
89 Aunque Casaús Arzú ([1992] 2007) plantea su argumento utilizando una
metodología muy distinta, y basa su tesis en tipos de evidencia muy diferentes, su
investigación sobre “linaje y racismo” confirma en gran medida las opiniones que
tenía Severo sobre la formación de la sociedad guatemalteca.

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