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Texto Argumentativo 2

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31.08.

2012 | OPINIÓN – Tiempo Argentino


El voto joven
Incorporar la franja etaria de 16/17 a la vida cívica obteniendo el derecho al voto es un proyecto que ya tiene
sus años, y que vuelve a reaparecer. En realidad, más allá de especulaciones políticas o conjeturas
electorales, el proyecto tiene una resonancia epocal innegable. La relación de la juventud con la sociedad se
ha modificado en el mundo, con mayor aceleración en Occidente, al punto de convertirse en una subcultura
con identidad propia.

Por: Ricardo Rouvier

La sociabilidad que hoy fluye con mayor caudal en las sociedades modernas se realiza, entre
otras, en una cultura joven que mantiene con mucha riqueza y externalización sus propios
contenidos. La incesante red comunicacional apunta a receptores cada vez más jóvenes; y el nivel
de información que tiene hoy un menor a 18 años, por su destreza con la aparatología de
comunicación, lo pone en situación de paridad o superioridad con respecto a los mayores. La
publicidad, la moda, la indumentaria, la industria cultural lo tienen como blanco.
La psicología evolutiva que se ocupa de los procesos de maduración debe actualizarse
constantemente, porque la dinámica social modifica las escalas anteriores. Las responsabilidades
sociales son asumidas con anterioridad a los 18, y el tiempo que vivimos, caracterizado por la
técnica, es dominado por los jóvenes mucho más hábilmente que por los adultos.
La relación actual entre edad y política ha cambiado con respecto a la década de los '90. En
aquella época, el modelo juvenil era difundido y multiplicado por los medios, que endiosaban a un
emprendedor que miraba a un futuro luminoso guiado por las hegemonías.
El primer escalón en la sociología electoral entre los 18 a 25 años mostraba hasta el 2003 la
abstención ante la problemática política y a la hora de sufragar. Su distanciamiento era también la
brecha con una sociedad que no los comprendía y que los convertía en sospechosos por ser jóvenes.
El kirchnerismo modificó la pirámide de edades en su compromiso y adhesión política,
pasando del desencanto y la indiferencia al interés y el compromiso. Se ensanchó el espacio público
con el resurgimiento de un sentido que se había perdido, un sentido que para los jóvenes significa
en algún punto la continuidad de un sueño emancipatorio, en tiempos de paz y democracia.
¿Por qué no va a tener derecho a votar un menor al que ya se le exige estudiar y/o trabajar?
Y que si estudia, puede defender sus derechos de estudiante; y si trabaja, sus derechos laborales.
En esas edades es que aparece la militancia como una forma de vida pública de dedicación y
servicio. Acaso podríamos decirle: "militá, pero no votás".
A un joven de 16 años, que la sociedad ha decidido que le alcanza la responsabilidad penal,
¿podríamos decirle que no puede elegir legisladores o presidente? Todo indica que tarde o
temprano este paso hacia la ampliación ciudadana es cuestión de tiempo, porque ocurrir va a
ocurrir. Hay cambios que son inexorables y detenerlos es una forma de conservadorismo y
discriminación.

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