Ensayo Maria 2016
Ensayo Maria 2016
Ensayo Maria 2016
Estaba ansioso por aprender las canciones que cantaban los demonios al
precipitarse más allá de las regiones estelares, por oír las voces de los
dioses antiguos susurrando sus secretos al vacío preñado de resonancias.
Deseaba vivamente conocer los terrores de la tumba, el roce de las
larvas en mi lengua, a dulce caricia de una podrida mortaja sobre mi cuerpo.
Anhelaba hacer mías las vivencias que yacen latentes en el fondo de los ojos
vacíos de las momias, y ardía en deseos de aprender la sabiduría que sólo el
gusano conoce.”
--“El vampiro estelar” de Robert Bloc
Con respecto a su proyecto estético, Cabiya representa una lectura a contrapelo sobre la
narrativa puertorriqueña. Sobre este tema, en una entrevista hecha por Néstor Rodríguez,
Cabiya comenta:
Esa marca tan forzada y obvia de lo “puertorriqueño” que desde temprano detecté
en la literatura que nos daban a leer en la escuela me sacaba de quicio, me
repugnaba, me inspiraba un rechazo visceral. No soporté nunca las novelas de
Enrique Laguerre, de Emilio Díaz Valcárcel; el costumbrismo bobo de Abelardo
Díaz Alfaro; el talante pesimista de Pedro Juan Soto, ni las deprimentes historias
de René Marqués. Sé que estoy mezclando generaciones, pero, en gran medida, a
todas estas obras las atraviesa una misma tendencia a la desgracia, a la tragedia, a
la derrota. Cuando no se trata de regodeos lastimeros que “retratan” nuestra
enferma sociedad, son celebraciones autocongratulatorias del callejonismo, de
nuestra innegable debilidad por los usos del caserío y el vacilón de esquina.
(Rodríguez 1)
Luego señala que precisamente lo que le provoca una reacción adversa es que la literatura
se presenta como un agente que en cierta medida se niega a sí mismo al asumir una
posición pedagógica: “Pero no eran realmente estos contenidos los que me inspiraban
repudio; era el uso falso que de ellos hace esa literatura, forzándolos a servir un propósito
político, comunitario, de identidad. Hasta pedagógico, diría; estampas, moralejas.”
(Rodríguez 1).
Al tomar en consideración la reacción de Pedro Cabiya, presentada en las citas previas
sobre el canon literario puertorriqueño, podemos configurar una interpretación sobre su
proyecto tipo mashup del clásico romántico latinoamericano, María y escrito por el autor
colombiano Jorge Isaacs en 1867.
Dicha novela romántica, ahora re/escrita a cuatro manos, ofrece una lectura novedosa o
alternativa sobre “la marca” (the brand) María y lo que ésta representa. Basándose en los
principios de la ciencia ficción y enfocándose en la literatura de vampiros Cabiya utiliza
el concepto de mashup para hacer evidente una serie de patrones y valores conservadores
que figuran dentro del entramado cultural de la novela y para ofrecer una lectura
novedosa o refrescante sobre los enamorados, pero trágicos, adolescentes María y Efraín
y la sociedad oligárquica y terrateniente en la cual están inmersos. De la misma manera,
Cabiya invita nuevas interpretaciones sobre un texto que de otra manera podríamos
clasificar como anquilosadas.
Sin embargo, muchos críticos han destacado la naturaleza conservadora de María como
artefacto cultural. De hecho, la novela ha sido discutida dentro de una representación de
los parámetros para “la deferencia en el trato privado y como una guía de urbanidad de
las nuevas élites urbanas” (Palacios 708). Aunque es cierto que Isaacs, en el plano
político pasó de conservador a liberal y se declaró como anticlerical, el liberalismo
colombiano de la época no puede ser entendido como el liberalismo actual, puesto que se
asociaban con sectores oligárquicos o terratenientes con políticas fundamentalmente
conservadoras o reaccionarias. De hecho, es posible argumentar que la novela presenta
toda una serie de valores tradicionales tales como obediencia ciega al padre (representado
como benevolente), la lealtad y discreción de los novios (con una fuerte represión de lo
erótico y de la sexualidad), una idealización romántica de la mujer en su recato y otras
virtudes asociadas con el trabajo de la casa, siempre apartada de la vida pública y
política. Sobre todo, María establece una clara y natural división de clases y una clara
posición jerárquica sobre las relaciones raciales.
Palacios comenta que “María tocaba cuestiones centrales de una sociedad a la búsqueda
de ese buen tono perdido en el gran desorden de la emancipación” (711). A esto añade
que “María forma parte de estos artefactos ideológicos de recomposición del cuadro
social dentro de los marcos del Estado-nación balbuceante” (712). Evidentemente, el
hacendado blanco y masculino del Valle del Cauca sería el elemento dominante como
representante de su clase y como futuro organizador del caos que dejó atrás las guerras de
independencia latinoamericanas. José Luis Morales, cuando habla del romanticismo
latinoamericano señala que: “Con la independencia no vino la paz, el bienestar la
felicidad con que tan confiadamente soñaron los pueblos hispanoamericanos durante la
guerra. La larga lucha dejó a la población diezmada; con los campos devastados y sin
cultivo; con las poblaciones destruidas por el cañoneo, el fuego, o el pillaje” (163). Frente
a este caos, una serie valores conservadores se producen como medida de contrapeso.
Con este motivo, María y sus hermanas son entrenadas rigurosamente por su padre en las
artes marciales, con una especialización en el manejo de katanas, shurikens, estacas y
armas de fuego con el objetivo de erradicar el avance de los vampiros. De forma similar a
lo que hizo Seth Gramhame-Smith con la novela decimonónica de Jane Eyre y que
produce el texto zombificado titulado Pride Prejudice and Zombies, Cabiya hace una
lectura paródica del texto conservador, romántico-realista de Jorge Isaacs. Cabiya ofrece
una lectura deconstructiva sobre todos los valores expuestos más arriba, pero sobre todo
en lo referente al patriarcalismo y al papel de la mujer al convertir o rescribir María como
una novela de vampiros. Vampirizar a María se convertirá en un gesto o acto de
venganza, pero también pone en escena y explota aspectos de la personalidad de Efraín
convirtiéndoles así en personajes más complejos e interesantes que lo visto en las lecturas
e interpretaciones tradicionales sobre la novela.
Llevaba María una vasija de porcelana poco más blanca que los brazos
que la sostenían, en la que cargaba la cabeza ensangrentada de un
Indeseable que la cuadrilla habría decapitado en las
cercanías, y que María usaría para sus pociones y amuletos. Ella, riendo
con su compañera, discutía seguramente el uso que le daría a los ojos, a
los colmillos molidos y al cabello. (María V, Ch 1)
Son precisamente estas características, las que hacen a María un personaje de mayor
interés y fuerza y que violenta la imagen de la original María, puesto que se supone que
la mujer romántica exhiba recato, timidez y que necesite ser protegida por los hombres de
la familia. La violencia ejercida y el peligro inminente de los vampiros hace que el lector
se sienta sobrecogido por lo sangriento, por lo macabro, pero a la vez interesado por la
familiaridad del vampiro como un tropo abundante en la imaginería popular
contemporánea. Como botón de muestra, observemos otro ejemplo de violencia absoluta
cuando Efraín reconoce a un amigo que ha sido convertido en Nocturno y dice:
“entonces caemos en la postración infernal: nuestra voz es imponente, nuestros oídos no
escuchan ya la suya, nuestras miradas dejan ya de distinguirlo al tiempo que
respondiendo a años de entrenamiento arduo, nos abandonamos a una cruenta masacre en
la que ruedan cabezas por doquier… incluyendo la de nuestro amigo” (María V. Ch. II).
María, dado su entrenamiento en artes marciales, no se queda atrás y exhibe galas de sus
habilidades de combate contra los monstruosos vampiros: “María entonces, bajó de su
montura, desenvainó su katana y descabezó a una triste sobreviviente de los Indeseables
que padecía la agonía de la transformación en pleno sol” (María V. Ch XXXV). De
hecho, sus destrezas marciales superan a las de Efraín. En una larga escena de combate
de entrenamiento entre Efraín y María, pero que en realidad es el resultado de los celos
de María, vemos que ella muestra una clara superioridad sobre él:
Como es posible observar, los celos de María son una respuesta negativa a las actividades
sexuales de Efraín con las otras mujeres a su disposición, usualmente negras o de clase
social subordinada. No es de sorprenderse que Cabiya echa mano del erotismo para
resaltar la sexualidad reprimida en la novela original en su recato de los amantes, pero
también para destacar la diferencia de clases. Efraín, como es de suponer tiene un varios
encuentros eróticos con María. El más notable es cuando en un lenguaje que respeta la
convenciones del decoro romántico se revela el goce sexual. Tómese como ejemplo la
siguiente cita:
Evidentemente, la estaca reemplaza el falo, pero obsérvese que hay en María una
exigencia sobre el mismo, cosa inimaginable para una novela popular del XIX y que
quiebra las leyes fundamentales de dicha narrativa.
Este diálogo denota la deconstrucción de una serie de valores del momento sobre todo en
lo referente al papel de la mujer. Cabiya, en plan lúdico, explora de esta manera lo
innombrado en la relación entre Efraín y María, y pone en evidencia los deseos, que
como cualquier ser humano, deben haber sentido y en este modo humanizándolos. De
esta manera, la aristocracia y oligarquía del Valle del Cauca que ellos representan son
rebajados al nivel del vulgo.
Cabiya trabaja el tema erótico en varias dimensiones, en especial cuando coloca a Efraín
en un encuentro sexual con una campesina que devela tensiones de clase. Esta escena en
la novela es larga, pero vale la pena la reproducción de algunos de los párrafos:
Aparte del evidente placer erótico que estas escenas pueden provocar en quien lee, esta
escena cobra importancia cuando nos damos cuenta que el encuentro entre Salomé y
Efraín es un encuentro sexual interracial. Dicho tipo de encuentro sexual era una práctica
común en la colonia y mucho más en cuanto a lo amoroso en las novelas posteriores a las
guerras de independencias y que retóricamente abogan por la unidad nacional. Sin
embargo, la María original es anómala y la Colombia de mediados y finales del siglo
XIX no logra producir, precisamente, la retórica de proyecto nacional. De hecho, María
reprime dicho proyecto con un claro posicionamiento conservador sobre las relaciones y
jerarquías de clase. Sin embargo, la Salomé en la María V. de Cabiya convierte la
diferencia en un reclamo político y personal. Dice Salomé: “Yo no tengo ojos más que
para usted, y si yo fuera , y si yo fuera blanca y no estuviera la señorita María…” (María
V. Ch. XLIV) y luego dice “ — ¿Y qué remedio? ¿Porque quiero a ese creído? Si fuera
blanca, pero bien blanca; rica pero bien rica... sí que lo querría a usté; ¿no? (María V. Ch
XLIV).
El feliz encuentro sexual pareciera indicar una cierta armonía, o cuando menos tolerancia
de la diferencia étnica. De hecho, la María de Isaacs, pinta un mundo patriarcal idílico,
benevolente, en donde los esclavos y negros sometidos al servicio de la familia de Efraín
se sienten a gusto y hasta felices bajo la protección patriarcal del padre de Efraín. María,
en gran medida, naturaliza la división racial y de clases. Doris Sommer comenta que el
racismo presentado en Isaacs es más sutil que en otras novelas de la época: “And though
color never seems at issue in María (Jorge Isaacs, 1867), Latin America’s most popular
nineteenth-century novel, racial distinction haunts the book in the fissured identity of
originally Jewish María, a figure for the incestuous destructive aristocracy and for the
racially unassimilable blacks” (Irresistible Romance, 21).
Pero, por supuesto, este tema ha sido debatido extensamente y algunos críticos
argumentan que la discriminación racial no existe en la María de Isaacs. María Camila
Nieto, por ejemplo, cita a críticos como Manuel Zapata Olivella y a Darío Henao quienes
piensan que María erige a los afrocolombianos como personajes importantes. Sin
embargo, es posible observar una cierta idealización problemática que trasunta un
prejuicio que permite a Isaacs mantener y defender los privilegios de su clase hacendada
al fin y al cabo esclavista. En un viejo artículo sobre dicho debate, Richard Jackson dice:
Cabiya, sin duda alguna, reinterpreta la presencia del afrocolombiano como una de clara
subyugación. Si atendemos el diálogo citado más arriba en boca de Salomé vemos que es
un reclamo amoroso enlazado con un reclamo de justicia racial. En éste podemos
observar la conciencia racial y de clase de Salomé y la denuncia de la misma sobre el
oportunismo por parte de Efraín.
En este punto debo señalar que el mal de María, la enfermedad que sufre, no es
únicamente por ser judía, o producido por el exceso de las pasiones o generado por la
relación incestuosa que se insinúa con el padre de Efraín (como señalan Doris Sommer,
Jean Franco y Lee J. Skinner, respectivamente). En la versión de Cabiya, el mal de María
no sólo es la unión de todo lo anterior, sino que encima de todo ello ha sido contagiada
con el virus que transforma a los seres humanos en vampiros. Aunque Cabiya no descarta
ninguna de dichas lecturas anteriores sobre María, ahora su mal es nacer de una Madre
que fue contagiada por un vampiro estando preñada. Esto anuncia una debacle:
María puede arrastrarte y arrastrarnos contigo a una desgracia lamentable
de que está amenazada. El doctor Mayn se atreve casi a asegurar
que ella sucumbirá eventualmente al mismo mal a que sucumbió su
madre, de tal modo que nos veremos obligados, como manda nuestro
credo, a... actuar con religiosa congruencia. Lo que terminará sufrió
ayer es un síncope vampírico, que tomando incremento en cada acceso,
por transformarla definitivamente en una criatura de la oscuridad de la
peor calaña conocida: eso dice el doctor. (María V. Ch. XVI)
La cita anterior devela una frustración o miedo frente al futuro incierto en términos
económicos, políticos y sociales frente al fracaso que experimenta la familia de Efraín
gracias a las malas transacciones en los negocios del padre, y gracias a la carencia de una
modernidad que no llega, e igualmente gracias a un país que no termina por consolidarse.
De hecho, de acuerdo con Shannon Winbust, el vampiro tiene que ver con fantasías sobre
la pasión, la violencia, la invasión y las transgresiones. Para ella, en su ensayo titulado
“Vampires, Anxieties, and Dreams”:
Por lo tanto, el vampiro como monstruo puede ser asociado con el conocimiento, el orden
social y la ruptura del mismo. El vampiro es la sustitución para aquello que es
innombrable, de lo que no se habla de otra manera, y de ahí que en María V. la palabra
vampiro no sea utilizada. De la misma forma, en el mashup titulado Pride, Prejudice and
Zombies, los personajes nunca utilizan la palabra zombi por ser indecoroso. Sin embargo,
tanto en María V. como en Pride, Prejudice and Zombies es por medio del monstruo
donde el uso de la violencia y del horror proponen lecturas alternativas que develan la
violencia existente en las sociedades respectivas y que ambos textos clásicos ocultan.
Críticos como Cynthia Davis y Martin S. Pernik establecen que entre la cultura y el
contagio en su dimensión metafórica existe una relación estrecha. Davis demuestra en su
ensayo que la cultura y la enfermedad son mutuamente constitutivas, y aunque
(evidentemente) no es posible curar una enfermedad por medio de la escritura, es posible
utilizar la literatura para trabajar con problemas estéticos, incluyendo aquellos
relacionados con enfermedades contagiosas. Luego, podría argumentarse que el contagio
y la violencia están relacionados con un espacio cultural. En el contexto de María V.,
Cabiya hace evidente, por medio de la contaminación y del vampiro, que la cultura y la
enfermedad quedan directamente relacionadas. Isaacs, en su novela original, no puede
producir una novela de la sutura, es decir, una novela que fomente la unidad nacional
(como se ha señalado muchas veces sobre María y que otros países latinoamericanos
produjeron, como indica Doris Sommer en Foundational Fictions). En realidad, Isaac
produce una novela de la frustración: sobre las relaciones eróticas amatorias, con el atraso
colombiano relativo a los procesos de modernización, con los procesos retrasados de
cambio social, pero sobre todo con su propia incapacidad de poder adaptarse a las
transformaciones del capitalismo y exigencias de la cultura. Cabiya, va a explotar y a
hacer evidentes dichos temores.
Esta cita es importante, puesto que (aparte del vampiro tradicional) ratifica la entrada del
texto reescrito de María en el reino de la ciencia ficción por el tipo de discurso utilizado.
Ahora el vampirismo es tratado como la propagación de un virus y tratado como una
enfermedad contagiosa y que la tecnología médica debe atender. Aunque de origen
variado, el vampirismo ahora es originado por un tipo de parásito llamado nécator
luciferinus y que le produce las fiebres intensas al padre de Efraín y que lo lleva al borde
de la transformación. En otras palabras, la enfermedad es producida por el contagio de
fluidos corporales y de viruses que atacan el organismo: “—Me temo que nos las vemos
con un parásito necroformo—dijo. Su diagnóstico. El padre de Efraín se ha contaminado
por la exposición a la sangre contaminada de los Indeseables” (María V. Ch. XXXVII).
Contagion has long used both literally and metaphorically. The late-
nineteenth-century compiler of the Oxford English Dictionary
labeled several definitions of contagion as “figurative,” including
“hurtful, defiling, or corrupting contact” and effects of
personal “influence or… example, sympathy, an the like.” The
examples listed, dating back to Chaucer, use contagion to describe
the interpersonal transmission of sin, fanaticism, foreign influence, grief,
loyalty, and enthusiasm” (Pernick p. 860)
Sin embargo, es posible observar una cierta ambigüedad en María V., puesto que Efraín
se regodea y goza del contacto sexual con una mulata y se entusiasma con la posibilidad
de casarse con una María de origen judío y con un posible destino vampírico. Sin
embargo, el erotismo en el contexto de la relación entre el hombre blanco de la clase alta
y mujeres de baja clase social o de origen étnico diverso no es algo precisamente nuevo o
revolucionario, al fin y al cabo el objetivo final de la novela siempre queda claro: la
preservación de los valores de la clase a la que pertenece Efraín.
Luego, más adelante, cuando le confirma los planes de su viaje: “Yo no tuve palabras qué
responderle. Si hubiera tenido una katana cerca le hubiera cercenado la cabeza” (María
V. Ch. XXXIX). Dicha añadidura o reescritura tiene que ver con que Cabiya desea
resaltar: la rebeldía contra un patriarcado que se encuentra a punto de perder su herencia,
sus privilegios, por encontrarse anquilosado, incapaz de tomar las decisiones correctas
con respecto al desarrollo nacional. En la novela, los padres de los adolescentes toman
decisiones incorrectas con respecto al desarrollo político económico de la zona. Los
planes de modernización de Efraín, como los de sus amigos, se estrellan contra la tozudez
y la inhabilidad comercial de sus progenitores: “Algunas angarillas y sudaderos de junco
deshilachados y montados sobre el barandaje bastaron a convencerme de que todos los
planes hechos en Bogotá por Emigdio, impresionado con mis críticas, se habían
estrellado contra lo que él llamaba chocheras de su padre” (María V. Ch. XIX).
La venganza sobre la oligarquía del Valle del Cauca y sobre lo que la familia de Efraín
representa viene representada por el monstruo, como agente de cambio, y en este caso lo
es el vampiro que poco a poco va ocupando el territorio y coaptando la atención de Efraín
y acaparrando la atención narrativa en la novela de Cabiya. La transformación de María
en un monstruo no es gratuita ni inocente en su significado. El monstruo es una condición
necesaria para el género del horror y también, en gran medida, para la ciencia ficción. El
filósofo, Noël Carroll ya ha señalado que el monstruo denota el encuentro con lo
anormal, como una perturbación del orden natural.
En María V., el vampiro perturba el orden de la sociedad colombiana del Valle, pero
también a un nivel global. María V. muestra un mundo donde a nivel global la plaga
vampira amenaza a todos por igual. Para Carroll: “The monsters of horror, however,
breach the norms of ontological propriety presumed by the positive human characters in
the story. That is, in examples of horror, it would appear that the monster is an
extraordinary character in our ordinary world, whereas in fairy tales and the like the
monster is an ordinary creature in an extraordinary world” (The Philosophy 16). El asco,
o el disgusto que produce la presencia del vampiro es indicativo de tal perturbación,
puesto que el mundo deja de ser tal y como lo habíamos entendido en su ordenamiento.
En otras palabras, el monstruo, como la vampira María, nos fuerza a evaluar la retórica de
la novela en sí, así cómo el mundo en el cual es representado.
En el caso de María V., llama la atención de que María será un ser que oscila entre
espacios, el de la vida y la muerte, entre lo hermoso y lo grotesco, entre lo amado y lo
abyecto, entre lo humano y lo monstruoso. En consonancia con el contagio, María V. va a
representar todo aquello que resulta impuro, por lo tanto, aquello que no puede ser
clasificado, ordenado y al fin y al cabo controlado. Por ello, el monstruo es inclasificable,
y por lo tanto horrible: “They are un-natural relative to a culture’s conceptual scheme of
nature. They do not fit the scheme; they violate it. Thus monsters are not only physically
threatening; they are cognitively threatening. They are threats to common knowledge”
(The Philosophy 34).
El momento en que María se convierte finalmente en una vampira, no tan solo resulta en
un evento dramático, sino que se propone ideológicamente como una transformación
importante, aunque sabemos que Cabiya viene reconstruyendo la novela anticipando
dicha conversión desde un principio. La transformación de María se nos ofrece como
gradual y Cabiya se regodea en la descripción del proceso hasta que finalmente se
completa la misma:
Ahora, la delicada y amorosa María se convierte en un feroz ser que emite rugidos
demoníacos. Pronto, Efraín descubre que ella ha estado haciendo incursiones en la noche
matando y devorando a aquellas mujeres que de alguna manera se habían relacionado
afectiva o sexualmente con Efraín.
María se torna en un ser sobre el cual la sociedad ha perdido toda posibilidad de control y
se alía (metafóricamente hablando) con las horda que atacan el Valle y a todas las
familias aristocráticas y pobres por igual. Dicha horda produce un holocausto ecológico
que destruye la economía de la zona y la hegemonía de la clase de donde viene Efraín.
Su poder es indiscriminado y ahora la venganza sobre el padre y sobre Efraín es absoluta.
La venganza se lleva al máximo al ser extendida hacia todos y todo.
El simple gesto de no devorar a Efraín podría ser interpretado como un acto amoroso o
compasivo, pero también como un acto de rechazo o negación de la posibilidad de
otorgarle poder a Efraín, puesto que al fin al cabo, el monstruo es un ser poderoso.
Richard Greene comenta que: “After all, vampire lore emerges from our innermost
desires, not only to live forever, indulge in our basest passions, and be subversive, but to
embrace our mortality, control the animal within, and blot out evil wherever it may lurk”
(Damned 73). La vampira María rechaza así el intercambio de fluidos con Efraín, pero
también el intercambio de poderes.
María vampira muestra ahora una capacidad de decisión más allá del poder adjudicado a
las mujeres en ese momento histórico concreto y sobre todo relativo a la mujer en la
sociedad colombiana del siglo XIX. Al fin y al cabo, la lucha de clases, los conflictos de
raza y la xenofobia han sido temas constantes en la narrativa de vampiros. Contra todo
ello, la venganza es absoluta, ahora María se encuentra libre de su humanidad, muerde si
quiere y de paso destruirá el orden social de todo aquello que intentó darle forma,
discriminarla y controlarla. En este sentido, y para finalizar, la reescritura que hace Pedro
Cabiya de María es desafiante, liberadora y revolucionaria