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Ensayo Maria 2016

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“’La venganza del contagio o el poder de los colmillos en María V de Pedro Cabiya.

Estaba ansioso por aprender las canciones que cantaban los demonios al
precipitarse más allá de las regiones estelares, por oír las voces de los
dioses antiguos susurrando sus secretos al vacío preñado de resonancias.
Deseaba vivamente conocer los terrores de la tumba, el roce de las
larvas en mi lengua, a dulce caricia de una podrida mortaja sobre mi cuerpo.
Anhelaba hacer mías las vivencias que yacen latentes en el fondo de los ojos
vacíos de las momias, y ardía en deseos de aprender la sabiduría que sólo el
gusano conoce.”
--“El vampiro estelar” de Robert Bloc

Pedro Cabiya es uno de los pocos escritores puertorriqueños (actualmente residente en la


República Dominicana) que se han aventurado en la exploración del campo de la ciencia
ficción. Es también uno los pocos que han tratado el tema gótico de los vampiros y que
consistentemente ha desafiado las tendencias generales de la literatura puertorriqueña
desde los años 30 empeñada en cuestiones identitarias, nacionalistas, o enfrascada en
agendas sociopolíticas y culturales. Autor de dos excepcionales colecciones de cuentos,
Historias Atroces e Historias Tremendas, produce también varias novelas que
incursionan en campos muy poco tratados en el campo de las letras puertorriqueñas y
tocantes a la ciencia ficción. Es necesario mencionar sus novelas Trance (2007), La
Cabeza (2005), Malas hierbas (2011) y más recientemente, María V. (2013). Igualmente,
Cabiya, escritor prolífico y diverso, ha incursionado en el mundo del comic con Anima
Sola (2012).

Con respecto a su proyecto estético, Cabiya representa una lectura a contrapelo sobre la
narrativa puertorriqueña. Sobre este tema, en una entrevista hecha por Néstor Rodríguez,
Cabiya comenta:

Esa marca tan forzada y obvia de lo “puertorriqueño” que desde temprano detecté
en la literatura que nos daban a leer en la escuela me sacaba de quicio, me
repugnaba, me inspiraba un rechazo visceral. No soporté nunca las novelas de
Enrique Laguerre, de Emilio Díaz Valcárcel; el costumbrismo bobo de Abelardo
Díaz Alfaro; el talante pesimista de Pedro Juan Soto, ni las deprimentes historias
de René Marqués. Sé que estoy mezclando generaciones, pero, en gran medida, a
todas estas obras las atraviesa una misma tendencia a la desgracia, a la tragedia, a
la derrota. Cuando no se trata de regodeos lastimeros que “retratan” nuestra
enferma sociedad, son celebraciones autocongratulatorias del callejonismo, de
nuestra innegable debilidad por los usos del caserío y el vacilón de esquina.
(Rodríguez 1)

Luego señala que precisamente lo que le provoca una reacción adversa es que la literatura
se presenta como un agente que en cierta medida se niega a sí mismo al asumir una
posición pedagógica: “Pero no eran realmente estos contenidos los que me inspiraban
repudio; era el uso falso que de ellos hace esa literatura, forzándolos a servir un propósito
político, comunitario, de identidad. Hasta pedagógico, diría; estampas, moralejas.”
(Rodríguez 1).
Al tomar en consideración la reacción de Pedro Cabiya, presentada en las citas previas
sobre el canon literario puertorriqueño, podemos configurar una interpretación sobre su
proyecto tipo mashup del clásico romántico latinoamericano, María y escrito por el autor
colombiano Jorge Isaacs en 1867.

Dicha novela romántica, ahora re/escrita a cuatro manos, ofrece una lectura novedosa o
alternativa sobre “la marca” (the brand) María y lo que ésta representa. Basándose en los
principios de la ciencia ficción y enfocándose en la literatura de vampiros Cabiya utiliza
el concepto de mashup para hacer evidente una serie de patrones y valores conservadores
que figuran dentro del entramado cultural de la novela y para ofrecer una lectura
novedosa o refrescante sobre los enamorados, pero trágicos, adolescentes María y Efraín
y la sociedad oligárquica y terrateniente en la cual están inmersos. De la misma manera,
Cabiya invita nuevas interpretaciones sobre un texto que de otra manera podríamos
clasificar como anquilosadas.

Para comenzar, el concepto de mashup es uno relativo a la música que aparece en la


década de 1980 y que refiere a la combinación vocal o instrumental de dos piezas
musicales distintas para producir algo nuevo. Es la mezcla de elementos que provienen de
fuentes distintas y que reproducen y disputan simultáneamente el original. Escritores
como de Michel de Certau usan el concepto de poaching, en The Practise of Everyday
Life, para hablar sobre el consumo de textos o artefactos de la cultura, en donde la gente
interpreta textos por medio de ir más allá del significado dominante de los mismos. En
otras palabras, tanto el mashup como el concepto de poaching textual tiene que ver con
una forma de apropiación cultural para otorgar lecturas novedosas y más afines a
determinado sector social y que arrebatan el significado exclusivo otorgado por las élites
educadas o el mundo académico. En cierta manera es posible argumentar que ambos
conceptos refieren a una estrategia de resistencia. Henry Jenkins habla de una
apropiación que ofrece una lectura simultáneamente dominante y oposicional. Luego,
quien lee obtiene una cierta forma de franquicia por medio de ese mecanismo. Por
supuesto, esta idea puede ser también considerada o discutida dentro de los parámetro de
lo paródico.

Los párrafos anteriores implican que en la historia de la literatura latinoamericana la


novela María posee una dimensión hegemónica. En efecto, cualquier historia de la
literatura latinoamericana consultada coloca la novela en una posición de importancia,
pero en especial dentro del contexto del desarrollo de romanticismo como movimiento
literario durante el siglo XIX. Por ejemplo, dice José Luis Morales en su Introducción a
la literatura Hispanoamericana que: “En medio de toda esta sensiblería lacrimosa y
melodramática María (1867), del colombiano Jorge Isaacs (1837-1895) es como un oasis
de arte en un desierto de mal gusto y melodrama. Su asunto, sencillo y verosímil, y su
estilo, de emoción contenida, no tienen equivalente en las otras novelas de su época.”
(191). El crítico y ensayista Baldomero Sanín Cano señaló que María es “una de las
creaciones más hermosas y más cercanas a la perfección que haya producido la literatura
hispanoamericana” (Letras 111). John S. Brushwood, como otro ejemplo dice que “After
more than a century, María continues to be a vivid presence in the history and criticism
of Spanish-American fiction.” (82).
Brushwood especifica también que la novela María ha pasado a formar parte del
imaginario cultural y literario latinoamericano, a tal extremo que existe hoy día una
considerable cantidad de apropiaciones sobre la misma: “It is doubtful that anyone know
for sure how many editions have appeared since that time, because more than a few
editors have taken liberties with this text, which has come to be regarded as a common
property within Spanish-American culture” (Genteel Barbarism 5). Entre tantas
apropiaciones podemos citar algunas 14 adaptaciones cinematográficas, la última de ellas
producida en el año 2010 por el actor de cine mexicano Fernando Allende. Todas estas
citas anteriores proveen evidencia cierta sobre la importancia cultural y literaria de la
novela. En otras palabras, María resulta en algo similar a una marca que conlleva toda
una serie de reacciones, interpretaciones y consumo.

Sin embargo, muchos críticos han destacado la naturaleza conservadora de María como
artefacto cultural. De hecho, la novela ha sido discutida dentro de una representación de
los parámetros para “la deferencia en el trato privado y como una guía de urbanidad de
las nuevas élites urbanas” (Palacios 708). Aunque es cierto que Isaacs, en el plano
político pasó de conservador a liberal y se declaró como anticlerical, el liberalismo
colombiano de la época no puede ser entendido como el liberalismo actual, puesto que se
asociaban con sectores oligárquicos o terratenientes con políticas fundamentalmente
conservadoras o reaccionarias. De hecho, es posible argumentar que la novela presenta
toda una serie de valores tradicionales tales como obediencia ciega al padre (representado
como benevolente), la lealtad y discreción de los novios (con una fuerte represión de lo
erótico y de la sexualidad), una idealización romántica de la mujer en su recato y otras
virtudes asociadas con el trabajo de la casa, siempre apartada de la vida pública y
política. Sobre todo, María establece una clara y natural división de clases y una clara
posición jerárquica sobre las relaciones raciales.

Como botón de muestra inicial, sobre dicho conservadurismo y sobre el papel de la


mujer, en un momento determinado en la historia, Carlos, amigo de Efraín, repasa los
libros del anaquel de lectura de éste, se encuentra con el libro de Tocqueville,
Democracia en América e inmediatamente para a criticarlo: “—Tocqueville, Democracia
en América... ¡Peste! Ségur... ¡Qué runfla! (María Ch. XXII). Sobre esto, el crítico Marco
Palacios señala: “En la Democracia en América, un libro de ‘los autores predilectos’ de
la biblioteca de Efraín (cap. XII) Tocqueville había sostenido que Estados Unidos era una
nación fuerte gracias al papel de la mujer como administradora del hogar, aplicación
inteligente, dijo, de un principio de economía política” (709). A continuación,
Tocqueville, añade que la mujer encontraba la verdadera felicidad en el matrimonio.

Palacios comenta que “María tocaba cuestiones centrales de una sociedad a la búsqueda
de ese buen tono perdido en el gran desorden de la emancipación” (711). A esto añade
que “María forma parte de estos artefactos ideológicos de recomposición del cuadro
social dentro de los marcos del Estado-nación balbuceante” (712). Evidentemente, el
hacendado blanco y masculino del Valle del Cauca sería el elemento dominante como
representante de su clase y como futuro organizador del caos que dejó atrás las guerras de
independencia latinoamericanas. José Luis Morales, cuando habla del romanticismo
latinoamericano señala que: “Con la independencia no vino la paz, el bienestar la
felicidad con que tan confiadamente soñaron los pueblos hispanoamericanos durante la
guerra. La larga lucha dejó a la población diezmada; con los campos devastados y sin
cultivo; con las poblaciones destruidas por el cañoneo, el fuego, o el pillaje” (163). Frente
a este caos, una serie valores conservadores se producen como medida de contrapeso.

Precisamente, contra la naturalización de dichos valores y privilegios de los terratenientes


y de la oligarquía colombiana y contra los valores expuestos por el romanticismo, Pedro
Cabiya comete un acto de mashing up o de poaching al rescribir María, pero ahora en
plan vampirizada, ahora será María V., en registro vampírico. De hecho, María V puede
ser considerada como la primera novela mashup latinoamericana donde el romanticismo
y realismo de la novela es reconfigurado para incluir escenas de corte gótico y donde el
vampiro gana terreno sobre una Colombia fragmentada, que no logra obtener su unidad
nacional. Ahora, en María V, la familia terrateniente de María y de Efraín se dedica a
intentar recuperar el territorio o a contener el avance de lo que ellos llaman como los
Indeseables o los Nocturnos (i.e., vampiros).

Con este motivo, María y sus hermanas son entrenadas rigurosamente por su padre en las
artes marciales, con una especialización en el manejo de katanas, shurikens, estacas y
armas de fuego con el objetivo de erradicar el avance de los vampiros. De forma similar a
lo que hizo Seth Gramhame-Smith con la novela decimonónica de Jane Eyre y que
produce el texto zombificado titulado Pride Prejudice and Zombies, Cabiya hace una
lectura paródica del texto conservador, romántico-realista de Jorge Isaacs. Cabiya ofrece
una lectura deconstructiva sobre todos los valores expuestos más arriba, pero sobre todo
en lo referente al patriarcalismo y al papel de la mujer al convertir o rescribir María como
una novela de vampiros. Vampirizar a María se convertirá en un gesto o acto de
venganza, pero también pone en escena y explota aspectos de la personalidad de Efraín
convirtiéndoles así en personajes más complejos e interesantes que lo visto en las lecturas
e interpretaciones tradicionales sobre la novela.

Desde el comienzo en la novela, en vez de la presentación de un mundo idílico campestre


María V., y en contraste con la María original, observamos que una atmósfera de
brutalidad, crueldad y violencia se hace evidente: “[…] pero los que dedicamos la vida a
la erradicación de estos exiliados del Infierno sabemos que la única manera de purificar el
mundo es el empalamiento y la decapitación, no oraciones o escapularios.” (María V. Ch.
I). En la páginas iniciales de la novela de Cabiya, la figura originalmente romántica de
María, adolescente y frágil, de origen judío y extranjera, ahora se presenta como una
mujer de armas tomar, como una fuerte guerrera cazadora de vampiros:

Llevaba María una vasija de porcelana poco más blanca que los brazos
que la sostenían, en la que cargaba la cabeza ensangrentada de un
Indeseable que la cuadrilla habría decapitado en las
cercanías, y que María usaría para sus pociones y amuletos. Ella, riendo
con su compañera, discutía seguramente el uso que le daría a los ojos, a
los colmillos molidos y al cabello. (María V, Ch 1)
Son precisamente estas características, las que hacen a María un personaje de mayor
interés y fuerza y que violenta la imagen de la original María, puesto que se supone que
la mujer romántica exhiba recato, timidez y que necesite ser protegida por los hombres de
la familia. La violencia ejercida y el peligro inminente de los vampiros hace que el lector
se sienta sobrecogido por lo sangriento, por lo macabro, pero a la vez interesado por la
familiaridad del vampiro como un tropo abundante en la imaginería popular
contemporánea. Como botón de muestra, observemos otro ejemplo de violencia absoluta
cuando Efraín reconoce a un amigo que ha sido convertido en Nocturno y dice:
“entonces caemos en la postración infernal: nuestra voz es imponente, nuestros oídos no
escuchan ya la suya, nuestras miradas dejan ya de distinguirlo al tiempo que
respondiendo a años de entrenamiento arduo, nos abandonamos a una cruenta masacre en
la que ruedan cabezas por doquier… incluyendo la de nuestro amigo” (María V. Ch. II).

María, dado su entrenamiento en artes marciales, no se queda atrás y exhibe galas de sus
habilidades de combate contra los monstruosos vampiros: “María entonces, bajó de su
montura, desenvainó su katana y descabezó a una triste sobreviviente de los Indeseables
que padecía la agonía de la transformación en pleno sol” (María V. Ch XXXV). De
hecho, sus destrezas marciales superan a las de Efraín. En una larga escena de combate
de entrenamiento entre Efraín y María, pero que en realidad es el resultado de los celos
de María, vemos que ella muestra una clara superioridad sobre él:

Di la vuelta y entré en la armería, y si no fuera porque mis reflejos, fruto


de un entrenamiento feroz a manos de los mejores maestros, son un
mecanismo acerado de rauda y fulminante reacción, hubiera
perdido una oreja, pues María me recibió con un sablazo que me dejó el
oído zumbando. Caí de rodillas y apenas me incorporaba y
desenvainaba la primera espada con que topó mi mano a toda prisa,
María descargó otro golpe fiero dirigido a cercenarme la cabeza, y lo
hubiera logrado si yo no hubiera bloqueado la afilada hoja con la
calavera de un Antiguo [...] (María V. XLVI)

El combate continúa y Efraín queda en posición humillante, aunque aprovecha para


tocarle los senos a María. Esta escena erótica, kinky, resulta en una escena erótica
impensable en la María de Isaacs, pero que Cabiya explota en varios otros momentos:
“La levanté del suelo por el pelo y la inmovilicé contra mí. Luchaba por mi vida, de
modo que no sentí pudor en maltratarle los senos mientras la estrangulaba” (María V. Ch.
XLVI). Ella no se inmuta y estimulada por celos y la rabia le golpea los testículos a
Efraín dejándolo postrado. Hasta este momento, la violencia marca el proceder diario en
la vida de la hacienda de la familia de Efraín. De hecho, en la novela podemos observar
varios ejemplos donde una cierta violencia verbal acompaña la violencia física ejercida
contra los Indeseables.

Como es posible observar, los celos de María son una respuesta negativa a las actividades
sexuales de Efraín con las otras mujeres a su disposición, usualmente negras o de clase
social subordinada. No es de sorprenderse que Cabiya echa mano del erotismo para
resaltar la sexualidad reprimida en la novela original en su recato de los amantes, pero
también para destacar la diferencia de clases. Efraín, como es de suponer tiene un varios
encuentros eróticos con María. El más notable es cuando en un lenguaje que respeta la
convenciones del decoro romántico se revela el goce sexual. Tómese como ejemplo la
siguiente cita:

Entonces mi corazón palpitaba fuertemente y me le colocaba por detrás,


ciñéndola [A María] contra mí.
—Esa estaca me hace daño— se quejaba, aludiendo falsamente a la
bandolera donde ajustaba mis armas.
—La punta de la estaca— respondía yo— es sumamente importante. De lo
contrario, espetarla se hace muy laborioso.
—Pero no puede punta nada más— replicaba ella—, sino que debe tener
cuerpo, longitud y grosor, de otra manera, ¿cómo sujetará a la
víctima para que no quiera levantarse más?
—En efecto. Veo que aprovechas muy bien nuestras lecciones. María, con
la frente infantilmente grave y los labios casi risueños, se
abandonaba entonces a la inspección táctil de la estaca para evaluar si
cumplía con los requisitos expuestos […] (María V. Ch. XII)

Evidentemente, la estaca reemplaza el falo, pero obsérvese que hay en María una
exigencia sobre el mismo, cosa inimaginable para una novela popular del XIX y que
quiebra las leyes fundamentales de dicha narrativa.

Este diálogo denota la deconstrucción de una serie de valores del momento sobre todo en
lo referente al papel de la mujer. Cabiya, en plan lúdico, explora de esta manera lo
innombrado en la relación entre Efraín y María, y pone en evidencia los deseos, que
como cualquier ser humano, deben haber sentido y en este modo humanizándolos. De
esta manera, la aristocracia y oligarquía del Valle del Cauca que ellos representan son
rebajados al nivel del vulgo.

Cabiya trabaja el tema erótico en varias dimensiones, en especial cuando coloca a Efraín
en un encuentro sexual con una campesina que devela tensiones de clase. Esta escena en
la novela es larga, pero vale la pena la reproducción de algunos de los párrafos:

Ella tendió la sábana sobre la suave hierba, se acostó boca abajo, se


enrolló la falda hasta la cintura y contestó:
—Una buena molienda. Que deje el grano refino. Una molienda con
piedra nueva.
Molimos grano durante mucho rato y, a juzgar por las voces que daba
Salomé, aventuro que la harina que se produjo allí salió más fina
que la cal. (María V. Ch XLIV)

Luego de varios momento donde “muelen” honrando un happy ending, a lo película


porno, terminan en una escena transgresiva para una sensibilidad decimonónica, pero
perfectamente normal en el mundo de la realidad actualidad del internet, con sexo oral:
Salomé abrió la boca y comenzó a saciar un hambre que le había tomado
de pronto.
—Cualquiera te castiga por imprudente— dije entre dientes, extasiado.
—Usted se lo toma a la ligera— dijo Salomé con la boca llena—, porque
se hace el desentendido.
—Hay que saber vivir en paz.
—Yo sé cómo quitársela. Lo único que tengo que hacer es preguntarle si
usté cree que no le he hecho esto mismo a Tiburcio...
Me poseyó una especie de demonio rabioso al tiempo que descargaba en la
boca de Salomé el zumo de mis generaciones. Luego la levanté del suelo
halándola por el pelo. (María V. Ch. XLIV)

Inmediatamente Cabiya tuerce aún mucho más el discurso recatado de la novela


romántica María cuando introduce una escena sadomasoquista y de orgasmo femenino
(con un squirt femenino) al final del encuentro sexual con Salomé:

Esperó a que me sentara en un tronco, se levantó la falda hasta la cintura,


se colocó en mis piernas y me ofreció su trasero para la
reprimenda. Como un perro lamí sus heridas, besé sus cardenales y
terminé de sanarla montándomele hasta sacudirle bien el calabacín,
tanto y tanto, que extraje el cristal de sábila que toda mujer guarda
para su amigo más especial. (María V. Ch XLIV)

Aparte del evidente placer erótico que estas escenas pueden provocar en quien lee, esta
escena cobra importancia cuando nos damos cuenta que el encuentro entre Salomé y
Efraín es un encuentro sexual interracial. Dicho tipo de encuentro sexual era una práctica
común en la colonia y mucho más en cuanto a lo amoroso en las novelas posteriores a las
guerras de independencias y que retóricamente abogan por la unidad nacional. Sin
embargo, la María original es anómala y la Colombia de mediados y finales del siglo
XIX no logra producir, precisamente, la retórica de proyecto nacional. De hecho, María
reprime dicho proyecto con un claro posicionamiento conservador sobre las relaciones y
jerarquías de clase. Sin embargo, la Salomé en la María V. de Cabiya convierte la
diferencia en un reclamo político y personal. Dice Salomé: “Yo no tengo ojos más que
para usted, y si yo fuera , y si yo fuera blanca y no estuviera la señorita María…” (María
V. Ch. XLIV) y luego dice “ — ¿Y qué remedio? ¿Porque quiero a ese creído? Si fuera
blanca, pero bien blanca; rica pero bien rica... sí que lo querría a usté; ¿no? (María V. Ch
XLIV).

El feliz encuentro sexual pareciera indicar una cierta armonía, o cuando menos tolerancia
de la diferencia étnica. De hecho, la María de Isaacs, pinta un mundo patriarcal idílico,
benevolente, en donde los esclavos y negros sometidos al servicio de la familia de Efraín
se sienten a gusto y hasta felices bajo la protección patriarcal del padre de Efraín. María,
en gran medida, naturaliza la división racial y de clases. Doris Sommer comenta que el
racismo presentado en Isaacs es más sutil que en otras novelas de la época: “And though
color never seems at issue in María (Jorge Isaacs, 1867), Latin America’s most popular
nineteenth-century novel, racial distinction haunts the book in the fissured identity of
originally Jewish María, a figure for the incestuous destructive aristocracy and for the
racially unassimilable blacks” (Irresistible Romance, 21).

Pero, por supuesto, este tema ha sido debatido extensamente y algunos críticos
argumentan que la discriminación racial no existe en la María de Isaacs. María Camila
Nieto, por ejemplo, cita a críticos como Manuel Zapata Olivella y a Darío Henao quienes
piensan que María erige a los afrocolombianos como personajes importantes. Sin
embargo, es posible observar una cierta idealización problemática que trasunta un
prejuicio que permite a Isaacs mantener y defender los privilegios de su clase hacendada
al fin y al cabo esclavista. En un viejo artículo sobre dicho debate, Richard Jackson dice:

I would like to add that in Maria we do have many black characters


(among them the black slave who longs to be white), most of them
contented, many of them faithful, and practically all of
them to a degree removed from the evils of slavery. In addition to
this "contented slave" image, Isaacs under the influence of Chateaubriand
interpolates a sentimental story about noble Africans whom he
idealized. And consistent with the noble savage tradition, and with the
heritage of white racial consciousness in Spanish America he
distinguished them from other Africans by giving them "pelo largo
y lacio … nariz aguileña" (68).

Cabiya, sin duda alguna, reinterpreta la presencia del afrocolombiano como una de clara
subyugación. Si atendemos el diálogo citado más arriba en boca de Salomé vemos que es
un reclamo amoroso enlazado con un reclamo de justicia racial. En éste podemos
observar la conciencia racial y de clase de Salomé y la denuncia de la misma sobre el
oportunismo por parte de Efraín.

Desde sus inicios, el erotismo en la literatura de vampiros ha estado presente, donde la


pulsión de la destrucción y la pulsión creativa juegan de forma lúdica, donde el poder
sobre los otros, el potencial de la vida eterna, el misterio, el control, la venganza y lo
sexual coexisten (como señalarían Sigmund Freud y George Bataille). De hecho, esto es
lo que hace que María sea profundamente atractiva para Efraín en la versión de Cabiya:
“Alzó los ojos para verme con la más arrobadora expresión que pueden producir, al
combinarse en la mirada de una mujer, la ternura y el pudor, la reconvención y las
lágrimas, la gracia de la inocencia y el poderío demoníaco de la vampira en ciernes”
(María V. Ch. XVIII). Ahora, el poder que se anuncia en ella es seductor.

En este punto debo señalar que el mal de María, la enfermedad que sufre, no es
únicamente por ser judía, o producido por el exceso de las pasiones o generado por la
relación incestuosa que se insinúa con el padre de Efraín (como señalan Doris Sommer,
Jean Franco y Lee J. Skinner, respectivamente). En la versión de Cabiya, el mal de María
no sólo es la unión de todo lo anterior, sino que encima de todo ello ha sido contagiada
con el virus que transforma a los seres humanos en vampiros. Aunque Cabiya no descarta
ninguna de dichas lecturas anteriores sobre María, ahora su mal es nacer de una Madre
que fue contagiada por un vampiro estando preñada. Esto anuncia una debacle:
María puede arrastrarte y arrastrarnos contigo a una desgracia lamentable
de que está amenazada. El doctor Mayn se atreve casi a asegurar
que ella sucumbirá eventualmente al mismo mal a que sucumbió su
madre, de tal modo que nos veremos obligados, como manda nuestro
credo, a... actuar con religiosa congruencia. Lo que terminará sufrió
ayer es un síncope vampírico, que tomando incremento en cada acceso,
por transformarla definitivamente en una criatura de la oscuridad de la
peor calaña conocida: eso dice el doctor. (María V. Ch. XVI)

La cita anterior devela una frustración o miedo frente al futuro incierto en términos
económicos, políticos y sociales frente al fracaso que experimenta la familia de Efraín
gracias a las malas transacciones en los negocios del padre, y gracias a la carencia de una
modernidad que no llega, e igualmente gracias a un país que no termina por consolidarse.

La desconfianza sobre el futuro se hace evidente en las continuas alusiones a la pérdida


de terreno por el avance de los nocturnos o los indeseables. De hecho, ambos temas son
repetidos en varias ocasiones en la novela lo que es indicativo de la ansiedad de las
posibles transformaciones que ocurrían en el resto del mundo en esos momentos: la
transformación de una sociedad de cultivo a una industrializada y la abolición de la
esclavitud. Aunque es cierto que Isaacs era un conocido abolicionista, también es cierto
que Jorge Isaacs defendió activamente los privilegios de su clase:

La parábola vital de Jorge Isaacs sugiere las desazones y las ambigüedades


morales de las clases altas sometidas a los vaivenes de la movilidad
hacia arriba y hacia abajo; las esperanzas, engaños, mentiras piadosas y
capitulaciones que convinieron alrededor de los ideales de la vida
pública: progreso material, democracia constitucional, un cierto grado de
igualitarismo civil, un lugar para la nueva Colombia en el concierto de
naciones. (Palacios 707)

Las aprehensiones descritas arriba coinciden con un miedo al contagio, como es de


esperar en este tipo de novela y es lo que acerca a María V. al género de la ciencia
ficción. El indeseable, el nocturno o el vampiro, pone en escena dichos temores
relacionados con la ruptura de la frontera vida/muerte, humano/animal, saludable/
enfermo. El vampiro, representa lo impuro, la ruptura con o todo tipo de categoría o de
organización ontológica. De ahí el verdadero terror frente al virus que contagia, y de ahí
que María, al ser vampirizada cobre un significado a otro nivel de lectura.

De hecho, de acuerdo con Shannon Winbust, el vampiro tiene que ver con fantasías sobre
la pasión, la violencia, la invasión y las transgresiones. Para ella, en su ensayo titulado
“Vampires, Anxieties, and Dreams”:

It is a dream of passion, violence, transgression, invasion-and all the


perverse titillation that these bring. It is also a dream of power,
violation and purity, of strict and rigid and obsessive fascination with
boundaries. It frightens, infuriates, traps or protects us according to the
bodies and subject positions we inhabit within this cultural symbolic.
(1)

Por lo tanto, el vampiro como monstruo puede ser asociado con el conocimiento, el orden
social y la ruptura del mismo. El vampiro es la sustitución para aquello que es
innombrable, de lo que no se habla de otra manera, y de ahí que en María V. la palabra
vampiro no sea utilizada. De la misma forma, en el mashup titulado Pride, Prejudice and
Zombies, los personajes nunca utilizan la palabra zombi por ser indecoroso. Sin embargo,
tanto en María V. como en Pride, Prejudice and Zombies es por medio del monstruo
donde el uso de la violencia y del horror proponen lecturas alternativas que develan la
violencia existente en las sociedades respectivas y que ambos textos clásicos ocultan.

Críticos como Cynthia Davis y Martin S. Pernik establecen que entre la cultura y el
contagio en su dimensión metafórica existe una relación estrecha. Davis demuestra en su
ensayo que la cultura y la enfermedad son mutuamente constitutivas, y aunque
(evidentemente) no es posible curar una enfermedad por medio de la escritura, es posible
utilizar la literatura para trabajar con problemas estéticos, incluyendo aquellos
relacionados con enfermedades contagiosas. Luego, podría argumentarse que el contagio
y la violencia están relacionados con un espacio cultural. En el contexto de María V.,
Cabiya hace evidente, por medio de la contaminación y del vampiro, que la cultura y la
enfermedad quedan directamente relacionadas. Isaacs, en su novela original, no puede
producir una novela de la sutura, es decir, una novela que fomente la unidad nacional
(como se ha señalado muchas veces sobre María y que otros países latinoamericanos
produjeron, como indica Doris Sommer en Foundational Fictions). En realidad, Isaac
produce una novela de la frustración: sobre las relaciones eróticas amatorias, con el atraso
colombiano relativo a los procesos de modernización, con los procesos retrasados de
cambio social, pero sobre todo con su propia incapacidad de poder adaptarse a las
transformaciones del capitalismo y exigencias de la cultura. Cabiya, va a explotar y a
hacer evidentes dichos temores.

De hecho, Cabiya en cierta manera convierte la novela en un debate estético politizado.


Si pensamos en la figura romantizada de la mujer como ‘ángel del hogar’ (figura
típicamente decimonónica y explotada por los diversos movimientos literarios), es
posible observar que Cabiya rinde homenaje al lenguaje romántico de la época, sin
embargo, al mismo tiempo parodia dicho discurso al establecer una ecuación gótico-
romántica que desmantela la imagen de la mujer sumisa y enclaustrada y la forma de ésta
ser representada.

En cuanto a la parodización de los discursos literarios, o la referencia a la estética de


otros discursos, en una escena muy similar a “El Almohadón de Plumas,” de Horacio
Quiroga, el bicho que enferma a la mujer en dicho cuento, ahora es el que ataca al padre
de Efraín, el responsable por la muerte eventual de María, para postrarlo en cama. En ese
sentido es un ajuste de cuentas literario con respecto a la mujer “inválida” al invertir los
papeles de quién se encuentra enfermo o atacado por el bicho. Aunque la cita es larga,
vale la pena por lo que implica con respecto a la discusión en esta sección:
El sabio pareció recibir una revelación. Corrió a la cabecera de la
cama levantó la cabeza del enfermo por los cabellos y le arrebató
la almohada que había debajo.
— ¡Doctor!— exclamamos a coro. El doctor Mayn hizo caso omiso de
nuestra indignación y lanzó la almohada al suelo. Fue como si
hubiera dejado caer un pesado cuero de vino; incluso pudimos oír
cierto chapoteo. Instintivamente nos alejamos. Mayn, entonces,
desenvainó su espada y rasgó el almohadón. De entre la explosión
de plumas surgió una criatura ensangrentada que se desdobló hasta
casi adquirir la estatura de un niño de cuatro o cinco años.
Era humanoide. Tenía seis extremidades: dos superiores, parecidas
a brazos, dos inferiores que le servían de piernas y dos
extremidades torácicas, pequeñitas garras que no cesaban de moverse. Su
cabeza estaba de desprovista de ojos, de orejas, de nariz; era un pomo
reluciente y descarnado, un óvalo dividido por una hilera de colmillos
babeantes, dos mandíbulas partidas exactamente por la mitad. Al
verse acorralado, el magnífico parásito separó las quijadas filosas y,
dejando salir una lengua larga y serpenteante, lanzó un potente
alarido. (María V. Ch. XXXV)

Esta cita es importante, puesto que (aparte del vampiro tradicional) ratifica la entrada del
texto reescrito de María en el reino de la ciencia ficción por el tipo de discurso utilizado.
Ahora el vampirismo es tratado como la propagación de un virus y tratado como una
enfermedad contagiosa y que la tecnología médica debe atender. Aunque de origen
variado, el vampirismo ahora es originado por un tipo de parásito llamado nécator
luciferinus y que le produce las fiebres intensas al padre de Efraín y que lo lleva al borde
de la transformación. En otras palabras, la enfermedad es producida por el contagio de
fluidos corporales y de viruses que atacan el organismo: “—Me temo que nos las vemos
con un parásito necroformo—dijo. Su diagnóstico. El padre de Efraín se ha contaminado
por la exposición a la sangre contaminada de los Indeseables” (María V. Ch. XXXVII).

La figura del doctor en María V. intenta ofrecer explicaciones científicas en cuanto al


contagio y relativos a la mecánica de su reproducción por medios biológicos. La sangre,
por supuesto, es uno de los fluidos que transmiten el virus que produce el vampirismo.
Por otro lado, la saliva, imitando así la comunicación de la rabia, produce de la misma
manera el vampirismo: “—La aflicción de nuestra era se transmite por la mordida. El
agente infeccioso, muy poco conocido, pasa de la saliva, medio en el cual su
concentración es mayor, al torrente sanguíneo. Una vez ahí, la suerte del mordido está
sellada. Digamos que es una variante extrema de la rabia. No es una condición
hereditaria” (María V. Ch. XVI).

En varias ocasiones, lo sicosomático se utiliza como una forma de explicación lógica y


alternativa de la debacle a la cual se encuentra sometida la población: “Existen
enfermedades que proviniendo de sufrimientos del ánimo se disfrazan con los síntomas
de otras, o se complican con las más conocidas por la ciencia” (María V. Ch. XXXVI).
Pero en general, la invasión de los vampiros es referida en la novela de Cabiya como una
plaga, lo que resulta en una alusión directa a enfermedades infecciosas o comunicables
producidas por bacterias o por viruses. Estas referencias al contagio resultan de interés
por su dimensión figurativa, pero también por un intento de explicación lógica:

Contagion has long used both literally and metaphorically. The late-
nineteenth-century compiler of the Oxford English Dictionary
labeled several definitions of contagion as “figurative,” including
“hurtful, defiling, or corrupting contact” and effects of
personal “influence or… example, sympathy, an the like.” The
examples listed, dating back to Chaucer, use contagion to describe
the interpersonal transmission of sin, fanaticism, foreign influence, grief,
loyalty, and enthusiasm” (Pernick p. 860)

El contagio, la enfermedad comunicable, la batalla contra la misma en María V. y el


intento de ofrecer una explicación racional y científica. De esta manera se comunica y
expone las ansiedades sobre el orden y la higiene social que coinciden con el desarrollo
de la ciencia en el siglo XIX en su búsqueda de los microbios causantes de enfermedades.
Dicha ansiedad sobre las transformaciones del orden social se encuentra en la novela
original de Isaac, pero es por medio del vampiro y sus ataques que dichas ansiedades son
puestas en evidencia. Para ser más específico, la contaminación racial y el cruce de clases
sociales son fuente de dichas ansiedades en la novela de Isaac. En la novela Pride
Prejudice and Zombies, se revela una ansiedad similar y que se encuentra oculta en el
texto de Jane Austin: el miedo a una rebelión de masas y la destrucción del orden
establecido.

Sin embargo, es posible observar una cierta ambigüedad en María V., puesto que Efraín
se regodea y goza del contacto sexual con una mulata y se entusiasma con la posibilidad
de casarse con una María de origen judío y con un posible destino vampírico. Sin
embargo, el erotismo en el contexto de la relación entre el hombre blanco de la clase alta
y mujeres de baja clase social o de origen étnico diverso no es algo precisamente nuevo o
revolucionario, al fin y al cabo el objetivo final de la novela siempre queda claro: la
preservación de los valores de la clase a la que pertenece Efraín.

Curiosamente, el padre de Efraín representa una clase social que no es capaz de


transformarse y que dadas sus malas decisiones termina destruyendo el patronazgo que de
otra manera le pertenecería a Efraín, al tomar una serie malas decisiones en cuanto a
inversiones. El padre de Efraín será también el responsable, en gran medida, por la
muerte de María, al separar a los amantes y posponer el encuentro erótico amoroso. De
hecho, María V. hace evidente el odio al padre que de otra manera Isaacs oculta bajo una
aparente benevolencia paternalista y bajo la obediencia de Efraín. Cabiya reescribe dicha
relación en varias instancias de la novela mostrando el potencial de rebeldía que existe
alrededor de un ambiente de precariedad como producto de la plaga vampírica. Al fin y al
cabo, situaciones de crisis proveen un potencial para develar las estructuras de poder.
Desde un principio en la novela, se presenta la posible culpa del padre: “Pocos momentos
después seguía yo a mi padre, que ocultaba el rostro a mis miradas” (María V. Ch. 1).
Esta idea se desarrolla más cuando Efraín desea la muerte de su padre y cuando su
obediencia viene matizada por resentimiento. Cuando su padre sale de la enfermedad y
anuncia que Efraín debe regresar a Europa, Efraín comenta: “Todos quedamos en
silencio; y a poco salí yo con pretexto de llevar al escritorio los útiles que había traído,
pensando, y con ello me condeno, que más nos hubiera valido no haberle negado al
nécator su alimento (María V. Ch XXXVIII).

Luego, más adelante, cuando le confirma los planes de su viaje: “Yo no tuve palabras qué
responderle. Si hubiera tenido una katana cerca le hubiera cercenado la cabeza” (María
V. Ch. XXXIX). Dicha añadidura o reescritura tiene que ver con que Cabiya desea
resaltar: la rebeldía contra un patriarcado que se encuentra a punto de perder su herencia,
sus privilegios, por encontrarse anquilosado, incapaz de tomar las decisiones correctas
con respecto al desarrollo nacional. En la novela, los padres de los adolescentes toman
decisiones incorrectas con respecto al desarrollo político económico de la zona. Los
planes de modernización de Efraín, como los de sus amigos, se estrellan contra la tozudez
y la inhabilidad comercial de sus progenitores: “Algunas angarillas y sudaderos de junco
deshilachados y montados sobre el barandaje bastaron a convencerme de que todos los
planes hechos en Bogotá por Emigdio, impresionado con mis críticas, se habían
estrellado contra lo que él llamaba chocheras de su padre” (María V. Ch. XIX).

En la novela, la lucha entre generaciones implicada en el rechazo a la modernización del


sistema de producción, se anuncia desde un principio no sólo por el avance de los
Indeseables o de los Nocturnos quienes poco a poco van ganando terreno, destruyendo
todo a su paso y haciendo desmerecer a los hacendados y ganaderos. La plaga entonces se
mueve en dos direcciones, el vampiro y las actitudes antimodernas del patriarcado del
valle. De hecho, en la novela, Efraín clasifica como rancia a la oligarquía colombiana
(María V. Ch XI). Los esfuerzos de Efraín, de convertirse en profesional y de rescatar su
herencia paternal resultan fallidas: “¡extraños malditos habitan hoy la casa de mis
padres!” (María V. Ch.XXXIII). En la novela, la enfermedad del padre, la progresiva
transformación de María, la pérdida del territorio, la insuficiencia dela oligarquía y el
desprecio por el padre van tomados de la mano del contagio y las incursiones de los
vampiros.

La venganza sobre la oligarquía del Valle del Cauca y sobre lo que la familia de Efraín
representa viene representada por el monstruo, como agente de cambio, y en este caso lo
es el vampiro que poco a poco va ocupando el territorio y coaptando la atención de Efraín
y acaparrando la atención narrativa en la novela de Cabiya. La transformación de María
en un monstruo no es gratuita ni inocente en su significado. El monstruo es una condición
necesaria para el género del horror y también, en gran medida, para la ciencia ficción. El
filósofo, Noël Carroll ya ha señalado que el monstruo denota el encuentro con lo
anormal, como una perturbación del orden natural.

En María V., el vampiro perturba el orden de la sociedad colombiana del Valle, pero
también a un nivel global. María V. muestra un mundo donde a nivel global la plaga
vampira amenaza a todos por igual. Para Carroll: “The monsters of horror, however,
breach the norms of ontological propriety presumed by the positive human characters in
the story. That is, in examples of horror, it would appear that the monster is an
extraordinary character in our ordinary world, whereas in fairy tales and the like the
monster is an ordinary creature in an extraordinary world” (The Philosophy 16). El asco,
o el disgusto que produce la presencia del vampiro es indicativo de tal perturbación,
puesto que el mundo deja de ser tal y como lo habíamos entendido en su ordenamiento.
En otras palabras, el monstruo, como la vampira María, nos fuerza a evaluar la retórica de
la novela en sí, así cómo el mundo en el cual es representado.

En el caso de María V., llama la atención de que María será un ser que oscila entre
espacios, el de la vida y la muerte, entre lo hermoso y lo grotesco, entre lo amado y lo
abyecto, entre lo humano y lo monstruoso. En consonancia con el contagio, María V. va a
representar todo aquello que resulta impuro, por lo tanto, aquello que no puede ser
clasificado, ordenado y al fin y al cabo controlado. Por ello, el monstruo es inclasificable,
y por lo tanto horrible: “They are un-natural relative to a culture’s conceptual scheme of
nature. They do not fit the scheme; they violate it. Thus monsters are not only physically
threatening; they are cognitively threatening. They are threats to common knowledge”
(The Philosophy 34).

El momento en que María se convierte finalmente en una vampira, no tan solo resulta en
un evento dramático, sino que se propone ideológicamente como una transformación
importante, aunque sabemos que Cabiya viene reconstruyendo la novela anticipando
dicha conversión desde un principio. La transformación de María se nos ofrece como
gradual y Cabiya se regodea en la descripción del proceso hasta que finalmente se
completa la misma:

María dejó de hablar y temblaba en los brazos de Emma; cubrióla ésta de


besos y sus labios la hallaron yerta; llamóla y no respondió... Y de
pronto María empujó a Emma con fuerza inaudita y se deshizo de sus
ropas. Aturdida, Emma apenas tuvo tiempo de incorporarse, darse cuenta
de lo que sucedía y abalanzarse sobre la formidable Nocturna que la
incineraba con mirada hambrienta, sus enormes alas extendidas, sus
caninos al descubierto. (María V. Ch. LIV)

Ahora, la delicada y amorosa María se convierte en un feroz ser que emite rugidos
demoníacos. Pronto, Efraín descubre que ella ha estado haciendo incursiones en la noche
matando y devorando a aquellas mujeres que de alguna manera se habían relacionado
afectiva o sexualmente con Efraín.

El momento culminante y más significativo de la novela se produce cuando Efraín se


dirige al cementerio para completar la tarea de matar a la vampira María descabezándola.
Sin embargo, a Efraín le tiembla la mano y decide remover la estaca que atraviesa su
corazón para así despertar a María:
Su faz angelical tornó en breves momentos demoníaca; sus caninos
sobresalieron y bajo su espalda despertaron con duros espasmos sus alas
entumecidas.
Abrió los ojos, y el tajo escarlata de sus pupilas verticales paralizó
todos mis músculos. Al salir volando de su tumba, María me
apartó de sí con un empellón recio que me envió casi hasta la entrada
del camposanto. (María V. Ch. LVII)

Justo en ese momento, Efraín decide abandonarse a la furia hambrienta de María


vampirizada y se le ofrece como alimento: “Pero los segundos pasaban y no sentía yo la
mordida que me traería la paz. Y cuando la volví a mirar, sus ojos rojos de pupilas
verticales me observaban de otra manera; sus caninos protráctiles habían retrocedido. En
su rostro batallaban el asombro y la misericordia (María V. Ch. LVII).

La decepción de Efraín no se hace esperar y la novela termina con un Efraín rechazado


como alimento y Cabiya retoma el final clásico de la novela: “La vi volar hacia la cruz de
hierro del cementerio y posada ya en uno de sus brazos, aleteó repitiendo su espantoso
canto. Entonces se fue, perdiéndose en el firmamento. Estremecido, partí a galope por en
medio de la pampa solitaria, cuyo vasto horizonte ennegrecía la noche” (María V. Ch.
LVII).

Esta última escena, de acuerdo a esta interpretación, es la escena más importante en la


novela. La María de Isaacs es absolutamente sumisa y complaciente y funciona dentro de
los parámetros aceptados de la idea romántica de la mujer decimonónica y que responde a
los intereses de la clase dominante en el Valle del Cauca. Ahora, Cabiya le otorga el
poder absoluto del monstruo al vampirizarla. Ahora la contaminación, el contagio, y la
enfermedad vencen, pero convierten a María en un ser majestuoso donde adquiere un
poder de determinación sobre la vida y la muerte (el poder máximo del ser soberano).

María se torna en un ser sobre el cual la sociedad ha perdido toda posibilidad de control y
se alía (metafóricamente hablando) con las horda que atacan el Valle y a todas las
familias aristocráticas y pobres por igual. Dicha horda produce un holocausto ecológico
que destruye la economía de la zona y la hegemonía de la clase de donde viene Efraín.
Su poder es indiscriminado y ahora la venganza sobre el padre y sobre Efraín es absoluta.
La venganza se lleva al máximo al ser extendida hacia todos y todo.

El simple gesto de no devorar a Efraín podría ser interpretado como un acto amoroso o
compasivo, pero también como un acto de rechazo o negación de la posibilidad de
otorgarle poder a Efraín, puesto que al fin al cabo, el monstruo es un ser poderoso.
Richard Greene comenta que: “After all, vampire lore emerges from our innermost
desires, not only to live forever, indulge in our basest passions, and be subversive, but to
embrace our mortality, control the animal within, and blot out evil wherever it may lurk”
(Damned 73). La vampira María rechaza así el intercambio de fluidos con Efraín, pero
también el intercambio de poderes.
María vampira muestra ahora una capacidad de decisión más allá del poder adjudicado a
las mujeres en ese momento histórico concreto y sobre todo relativo a la mujer en la
sociedad colombiana del siglo XIX. Al fin y al cabo, la lucha de clases, los conflictos de
raza y la xenofobia han sido temas constantes en la narrativa de vampiros. Contra todo
ello, la venganza es absoluta, ahora María se encuentra libre de su humanidad, muerde si
quiere y de paso destruirá el orden social de todo aquello que intentó darle forma,
discriminarla y controlarla. En este sentido, y para finalizar, la reescritura que hace Pedro
Cabiya de María es desafiante, liberadora y revolucionaria

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