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Primer Parcial de Estética Final

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Primer Parcial de Estética

Nombre y apellido: Leandro M. Polack

DNI: 94.107.854

Dirección de Correo electrónico: leandropolack@me.com

Materia: Estética

Comisión: 2 (lunes 11 a 13 hs)

Cuatrimestre: segundo

Año: 2017

1
1. Kant abre su Critica del Juicio estableciendo al Juicio como una facultad
intermedia entre la razón y el entendimiento. El entendimiento y la razón son
ambas facultades dentro de la esfera del conocimiento, tienen una aplicación al
conocimiento y a la expansión de la misma (son facultades de conocimiento) y
ambas son tratadas en la Critica de la Razón Pura (específicamente en la Lógica
Trascendental). Los Juicios (juicios estéticos), están relacionados con el
sentimiento de placer y dolor, no con el conocimiento.
Cuando Kant habla del juicio estético, lo separa de los conceptos del
entendimiento que lo puedan regular y lo independiza de estos. Al hacer esto,
asocia el juicio estético al sentimiento de placer y dolor del sujeto, no al
conocimiento:

Para decidir si algo es bello o no, referimos la representación, no


mediante el entendimiento al objeto para el conocimiento, sino
mediante la imaginación (unida quizá con el entendimiento), al
sujeto y al sentimiento de placer o de dolor del mismo. El juicio de
gusto no es, pues, un juicio de conocimiento; por tanto, no es
lógico, sino estético, entendiendo aquel cuya base determinante no
puede ser más que subjetiva. 1

Este juicio (de gusto), estando así asociado al sujeto a través del efecto de lo que
la representación pueda producir en este, no aporta conocimiento alguno: “…lo
cual funda una facultad totalmente particular de discernir y de juzgar que no
añade nada al conocimiento…”2. En este juicio, el sujeto solo realiza una
contemplación. Así entonces Kant distingue entre tres formas de la satisfacción:
lo bello, lo bueno y lo agradable. En el análisis del juicio de gusto, a lo que Kant
le va a importar es el juicio estético ligado a lo bello, ya que, de los tres modos, lo
bello es el único juicio libre de interés (lo agradable depende de la existencia
sensible del objeto y en lo bueno hay una relación con la razón para que algo
califique como tal): “Puede decirse que, entre todos estos tres modos de la
satisfacción, la del gusto en lo bello es la única satisfacción desinteresada y libre,

1
Kant, I., Critica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 127
2
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 127

2
pues no hay interés alguno, ni el de los sentidos ni el de la razón, que arranque el
aplauso.” 3.
Ahora lo peculiar del juicio de gusto bello, es que a pesar de su carácter subjetivo
(ya que como dijimos al principio, el juicio estético no remite al objeto, sino al
sujeto y al efecto que una representación tenga en este), cuando se declara algo
como “bello”, hay una pretensión de universalidad del sentimiento generado y se
espera que ese sentimiento sea compartido por todos:

[…] el que juzga completamente libre con relación a la satisfacción


que dedica al objeto, no puede encontrar, como base de la
satisfacción, condiciones privadas, algunas de las cuales sólo su
sujeto dependa, debiendo, por tanto, considerarla como fundada en
aquello que puede presuponer también en cualquier otro.
Consiguientemente, ha de creer que tiene motivo para exigir a cada
uno satisfacción semejante. 4

Esto es lo anormal que encuentra Kant (en el juicio de gusto a partir de la


cantidad), la idea de que hay una validez universal del sentimiento del placer o
dolor generado a partir de una representación.
Teniendo esto en cuenta, Kant aclara que debido a que los juicios de gusto
referidos a lo bello no descansan sobre los conceptos de un objeto, no pueden ser
considerados juicios lógicos (u objetivos), sino que deben ser considerados
estéticos. Por lo tanto, solo son juicios subjetivos que remiten al sentimiento de
placer y dolor de los individuos que enuncian estos juicios. Esto último hace que
la universalidad sea estética y que su validez sea una validez común (o sea que la
representación esté relacionada con el sentimiento de placer y dolor de cada
sujeto, y no a la facultad de conocimiento). Aun así, existe la posibilidad de que
estos juicios puedan volverse universalmente lógicos mediante la comparación:
“Sin embargo, puede producirse un juicio universal lógico cuando la
representación individual del objeto del juicio de gusto se convierte, según las
condiciones que determinen este último, en un concepto mediante comparación.”5.
Por lo tanto, un juicio estético, a pesar de que no se funda en un concepto, puede
3
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 135
4
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 137
5
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 141

3
fundar un juicio lógico por adhesión de los demás a aquello que se considera
bello: “…solo exige a cada cual esa aprobación como un caso de la regla, cuya
confirmación espera, no por conceptos, sino por adhesión de los demás.”6.
En el cuarto momento (el juicio de gusto a partir de la modalidad), Kant habla
también de esta cuestión de la pretensión de universalidad de los juicios de gusto.
Esta pretensión de universalidad es supuesta solo a través del sentido común (el
cual se diferencia del entendimiento común por no hacer juicios a base de
conceptos, sino que a partir de sentimientos), la cual tiene una necesidad
ejemplar, ya que aquello que sea enunciado a través de un juicio de gusto, servirá
como ejemplo de regla universal y deberá ser aprobado por todos: “Sino que,
como necesidad pensada en un juicio estético, puede llamarse solamente
ejemplar, es decir, una necesidad de aprobación por todos de un juicio
considerado como un ejemplo de una regla universal que no se puede dar.” 7
Solo a través de este sentido común, sería posible para Kant emitir un juicio
estético “universal”: “…solo suponiendo, digo, un sentido común semejante,
puede el juicio de gusto ser enunciado.”8

2. En el tercer momento de la “Analítica de lo bello”, Kant habla sobre que es lo que


nos debe generar placer para que el juicio respecto a ese placer sea un juicio de
gusto puro. Para esto, Kant introduce el concepto de “finalidad”. La finalidad es
el motivo por el cual un objeto fue hecho de la forma en que fue hecho. Esto es la
relación entre la forma de un objeto (una catedral, una obra de arte, etc.) que fue
hecho y la finalidad de ese objeto: “La causalidad de un concepto, en
consideración a su objeto, es la finalidad (forma finalis).”9. A partir de esto, Kant
dice que para poder realizar un juicio de gusto: no puede tenerse en consideración
la finalidad del objeto al cual se esta juzgando. Un juicio de gusto debe ser
desinteresado, y cuando hay un fin que motiva una satisfacción, este conlleva un
interés, lo cual estropea el juicio de gusto: “Todo fin, cuando se le considera como

6
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 142
7
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 167
8
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 168
9
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 147

4
base de la satisfacción, lleva consigo siempre un interés, como motivo de
determinación del juicio sobre el objeto del placer. Así, pues, no puede ningún fin
subjetivo estar en la base del juicio de gusto.” 10. El juicio de gusto es un juicio de
la forma de aquella finalidad, de la forma del objeto, sin tener en cuenta el fin con
el que ese objeto fue hecho; es meramente un juicio contemplativo.
El gusto para Kant contiene en si algo de encanto, ya que esta (junto a la
emoción) es necesaria para el sentimiento de satisfacción que nos genera la forma
de un objeto, pero esto lleva a creer (erróneamente) que el encanto es en si mismo
la belleza, la forma de la materia que nos satisface. Esto para Kant es un error,
ya que para él, el encanto no puede elevar por si sola a un objeto para que
esta pueda ser considerado bello. Considerarlo como una parte que eleve la
belleza (o belleza en sí) de un objeto es erró neo para Kant ya que estropearía
el juicio de gusto colmá ndolo de interés, quitá ndole su imparcialidad: “Todo
interés estropea el juicio de gusto y le quita su imparcialidad…” 11; “Pero esos
encantos hacen realmente dañ o al juicio de gusto, cuando atraen a sí la atenció n
como motivo de determinació n de la belleza…” 12. El encanto puede ser tenido en
cuenta para Kant e incluso puede ser agregada a la belleza para así llamar la
atención de aquellos que no tienen el gusto ejercitado; pero debe ser hecho
precavidamente, ya que no aporta nada, no es capaz de elevar a algo al grado de
belleza, y hasta puede dañar el juicio. Por eso deben ser dejados en un plano
inferior a la forma del objeto: “El encanto de los colores o de los sonidos
agradables del instrumento, puede añadirse, pero el dibujo en el primero, y la
composición, en el segundo, constituyen el objeto propio del puro juicio de
gusto.”13.
Otra confusión a la que Kant responde es a la distinción hecha entre el concepto
del bien y de lo bello, donde se ve al concepto del bien como un concepto claro de
la perfección, y a lo bello como uno confuso de la misma. Kant aclara que esta no
puede ser la distinción, ya que esto haría caer al bien y a lo bello dentro de la

10
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 148
11
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 150
12
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 153
13
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 154

5
esfera del entendimiento. Esto se debe a que aquellos que tienen esta confusión,
asocian estos conceptos de lo bello y de lo bueno a la perfección, la cual forma
parte de la finalidad objetiva interna del objeto (la perfección del objeto es la
finalidad objetiva interna). Si uno intenta de darle el nombre de bello o de bueno a
conceptos claros o confusos de la perfección, estaría cayendo en un juicio de tipo
lógico y dejaría entonces de ser un juicio estético el que se produce: “La facultad
de los conceptos, sean confusos o claros, es el entendimiento…”14.
Aun así, se puede dar un juicio de gusto donde se tenga en cuenta la perfección,
aunque a partir de este, el juicio de gusto dejaría de ser puro. Para esto hay que
saber que existen dos clases de belleza: belleza libre y la belleza solo adherente.
En la belleza libre, no hay un concepto que la determine, por lo tanto esta belleza
es pura. En la segunda, existe como una adhesión a algo que fue construido bajo
un fin particular (haciendo de esta, una belleza condicionada). Un concepto de
perfección que subsume la belleza, determina el juicio de esta y le quita su
carácter de puro: “…presupone un concepto de fin que determina lo que deba ser
la cosa; por tanto, un concepto de su perfección, así, pues, es belleza
adherente.”15; “…así el enlace del bien (para el cual lo diverso es bueno a la cosa
misma, según su fin) con la belleza daña la pureza de ésta.”16. En este segundo
tipo de belleza, se estaría mezclando lo bello con lo bueno (teniendo en cuenta la
distinción entre ambas hechas por Kant en el primer momento de la analítica de lo
bello, donde lo bello era aquello que satisface independientemente de un
concepto, y lo bueno satisface a partir de uno). A partir de esto, existe para Kant
la posibilidad de establecer juicios de gusto mixto (donde el bien y la belleza se
mezclan), pero dice que estos tipos de juicios dañan la pureza del juicio de gusto:
“Pero si el juicio de gusto, en consideración al objeto, se hace dependiente del fin
en el concepto, como juicio de razón, y, por tanto, es limitado, entonces no es a un
libre y puro juicio de gusto.”17

14
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 157
15
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 159
16
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 159
17
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 159

6
3. Kant en su libro no solo habla de lo bello, sino que también se dedica a estudiar lo
que el llama “sublime”. Aunque ambos presentan similitudes (como por ejemplo,
el hecho de que ambos placen por si mismos sin la necesidad de un concepto), hay
diferencias que las distinguen. Principalmente que aquello que nosotros llamamos
sublime, no puede ser determinado por nuestra imaginación; su magnitud es tal
(ya que lo sublime refiere a lo ilimitado) que no puede ser experimentada por
nuestras facultades sensibles o nuestro entendimiento, y hasta llega a violentar a
la imaginación: “…el sentimiento de lo sublime, podrá parecer, según su forma,
desde luego, contrario a un fin para nuestro Juicio, inadecuado a nuestra facultad
de exponer y, en cierto modo, violento para la imaginación…” 18.
Con estas diferencias, Kant se da cuenta que el tipo de satisfacción que lo sublime
produce en el sujeto es distinto del de lo bello. Algo que pueda ser considerado
sublime no puede estar dentro de una forma sensible por que lo sublime implica la
infinitud, por lo tanto lo que ocurre es que lo sublime refiere a ideas de la razón
que exponen algo sublime que se encuentra en el espíritu:

Solo podemos decir que el objeto es propio para exponer una


sublimidad que puede encontrarse en el espíritu, pues lo
propiamente sublime no puede estar encerrado en forma sensible
alguna, sino que se refiere tan solo a ideas de la razón, que, aunque
ninguna exposición adecuada de ellas sea posible, son puestas en
movimiento y traídas al espíritu justamente por esa inadecuación
que se deja exponer sensiblemente. 19

Lo que place entonces, la satisfacción en lo sublime no es por algo estético que se


encuentra fuera de nosotros. En lo sublime, el tipo de satisfacción es negativa, es
un placer negativo. Lo que ocurre cuando estamos frente a lo sublime es que
notamos la inadecuación de nuestra imaginación de representarnos aquello que
excede las capacidades de esta misma, y entonces como entra en juego una
facultad suprasensible, la razón, la cual ayuda a la imaginación a “abarcar” y
comprender aquello que le es inabarcable por sus limitación: “Pero, sin embargo,
para poder solo pensar el infinito dado sin contradicción, se exige en el espíritu

18
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 177
19
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 177

7
humano una facultad que sea ella misma suprasensible…” 20. Esto lleva entonces a
un sentimiento de placer, no a un conocimiento, aunque es un placer “negativo”:
“La satisfacción en lo sublime de la naturaleza es, por eso, también sólo
negativa…”21. Cuando no alcanza la imaginación y entra la razón en juego, esa
capacidad de abarcar lo infinito suprasensiblemente. Esta posibilidad de abarcar a
través de una facultad interna aquello que es infinito genera una satisfacción
mucho más fuerte que cualquier satisfacción que lo bello nos pueda dar.
Sabiendo esto, Kant explica que los ejemplos de lo sublime pertenecen
primordialmente a la naturaleza. La naturaleza para Kant se presenta frente al
sujeto como una fuerza todo-poderosa y el sujeto queda reducido a algo
insignificante. Pero en ese estado al que quedamos reducidos, a través de nuestra
razón, resistimos a esta fuerza inconmensurable conocida como “naturaleza” y
somos capaz de abarcarla y hasta de reducirla a algo pequeño:

….y llamamos gustosos sublimes esos objetos porque elevan las


facultades del alma por encima de su termino medio ordinario y nos
hacen descubrir en nosotros una facultad de resistencia de una
especie totalmente distinta, que nos da valor para poder medirnos
con el todo-poder aparente de la naturaleza. 22

BIBLIOGRAFIA UTILIZADA

20
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 188
21
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 205
22
Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977, Pág. 196

8
 Kant, I., Crítica del juicio, Trad. Manuel Garcia Morente, Madrid, Austral, 1977

 Kant, I., Critica del juicio, México, Porrúa, 1997

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