Hora Santa Por La Vida
Hora Santa Por La Vida
Hora Santa Por La Vida
La siguiente Hora Santa por la Vida es un modelo y se basa en el Ritual de la Santa Comunión y la Adoración
de la Eucaristía fuera de la Misa, que se debe seguir en todos los aspectos. También puede ser útil, una
publicación del Comité de Liturgia de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos
titulado: Thirty-One Questions on Adoration of the Blessed Sacrament (“Treinta y una preguntas sobre la
Adoración del Santísimo Sacramento”), que esta disponible en inglés solamente.
PROCESIÓN
Reunida la asamblea, se entona un canto mientras el sacerdote o el diácono, revestido de capa pluvial y
acompañado por unos ministros asistentes, entra al presbiterio. Toda la asamblea se arrodilla mientras el
celebrante se pone el velo humeral y camina hacia el Sagrario. Luego, trae el Santísimo Sacramento, lo pone
en la custodia y lo expone sobre el altar.
El celebrante se arrodilla delante del altar e inciensa el Santísimo Sacramento. Cuando se termina la canción
de entrada, se hace un momento de oración en silencio.
ORACIÓN INICIAL
Después el celebrante se va a su sede y desde allí hace la Oración Inicial, usando uno de los siguientes
formularios:
o bien:
Todos:Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
Primera Lectura:
Génesis 9, 1-7
Al hombre le pediré cuentas de la vida de su hermano.
En aquel tiempo, Dios bendijo a Noé a sus hijos, diciéndoles: “Crezcan y multiplíquense y llenen la tierra.
Todos los animales los temerán y los respetarán a ustedes; les aves del cielo, los reptiles de la tierra, los
peces del mar están sujetos a ustedes. Todo lo que vive y se mueve les servirá a ustedes de alimento; se lo
entrego a ustedes, lo mismo que los vegetales.
Pero no coman carne con sangre, pues en la sangre está la vida. Por eso yo pediré cuentas de la sangre de
ustedes, que es su vida; se las pediré a cualquier animal; y al hombre también le pediré cuentas de la vida de
su hermano. Si alguien derrama la sangre de un hombre, otro derramará la suya; porque Dios hizo al hombre
a su imagen. Ustedes crezcan y multiplíquense, extiéndanse por la tierra y domínenla”.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial:
Salmo 138
Oración en silencio.
R. Aleluya, aleluya.
R. Aleluya.
Evangelio:
Juan 6, 51-58
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan
vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.
Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán
tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último
día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre,
permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el
que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que
come de este pan vivirá para siempre”.
Homilía
Luego, el sacerdote o diácono dice la homilía seguido por un periodo de oración en silencio.
Plegaria Universal
Puesto de pie, el sacerdote o diácono invita al pueblo a rezar:
Celebrante: Dios es el autor de la vida. En Él, ponemos nuestra confianza y esperanza y elevamos nuestras
peticiones:
El diácono u otro ministro: Que la justicia, la verdad y el amor por el don de la vida, pueda inspiran a todos los
legisladores, gobernadores y a nuestro Presidente, roguemos al Señor:
El diácono u otro ministro: Por todos aquellos que no apoyan los derechos de los no-nacidos, para que, en
amor, ellos puedan llegar a conocer la dignidad de cada persona en los ojos de Dios, roguemos al Señor:
El diácono u otro ministro: Por todos aquellos que se preparan para recibir el Sacramento del Matrimonio,
para que puedan abrazar su papel como co-responsables en el amor creativo de Dios, roguemos al Señor:
El diácono u otro ministro: Por todos aquellos que llegan a las vidas de los condenados, de los ancianos y de
los olvidados, que puedan tener compasión, respeto y aprecio por la dignidad de toda vida humana, roguemos
al Señor:
El diácono u otro ministro: Por los moribundos, que a través del amor, el cuidado y la devoción de otros,
puedan conocer la belleza de la vida en estos momentos, roguemos al Señor:
LECTURA:
Evangelium Vitæ, núm. 25
Papa Juan Pablo II
La sangre de Cristo, mientras revela la grandeza del amor del Padre, manifiesta qué precioso es el hombre a
los ojos de Dios y qué inestimable es el valor de su vida. Nos lo recuerda el apóstol Pedro: « Sabéis que
habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata,
sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo » (1 Pe 1, 18-19).
Precisamente contemplando la sangre preciosa de Cristo, signo de su entrega de amor (cf. Jn13, 1), el
creyente aprende a reconocer y apreciar la dignidad casi divina de todo hombre y puede exclamar con nuevo
y grato estupor: « ¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Creador, si ha “merecido tener tan gran
Redentor” (Himno Exsultet de la Vigilia pascual), si “Dios ha dado a su Hijo”, a fin de que él, el hombre, "no
muera sino que tenga la vida eterna" (cf. Jn3, 16)! ».
Además, la sangre de Cristo manifiesta al hombre que su grandeza, y por tanto su vocación, consiste en el
don sincero de sí mismo. Precisamente porque se derrama como don de vida, la sangre de Cristo ya no es
signo de muerte, de separación definitiva de los hermanos, sino instrumento de una comunión que es riqueza
de vida para todos. Quien bebe esta sangre en el sacramento de la Eucaristía y permanece en Jesús (cf. Jn6,
56) queda comprometido en su mismo dinamismo de amor y de entrega de la vida, para llevar a plenitud la
vocación originaria al amor, propia de todo hombre (cf. Jn1, 27; 2, 18-24).
Es en la sangre de Cristo donde todos los hombres encuentran la fuerza para comprometerse en favor de la
vida. Esta sangre es justamente el motivo más grande de esperanza, más aún, es el fundamento de la
absoluta certeza de que según el designio divino la vida vencerá. « No habrá ya muerte », exclama la voz
potente que sale del trono de Dios en la Jerusalén celestial (Ap21, 4). Y san Pablo nos asegura que la victoria
actual sobre el pecado es signo y anticipo de la victoria definitiva sobre la muerte, cuando « se cumplirá la
palabra que está escrita: “La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” » (1 Cor15, 54-55).
Se hace un momento de oración en silencio. A continuación, el celebrante dice las Letanías por la Vida.
PADRENUESTRO
Todos: Padre nuestro…
Después del Padrenuestro, el celebrante se arrodilla enfrente del altar, delante del Santísimo Sacramento.
Mientras se arrodilla se entona el canto Tantum Ergo (o cualquier otro himno Eucarístico apropiado) mientras
se inciensa el Santísimo Sacramento. Cuando se termina el himno, el celebrante se pone de pie y canta o
dice:
Oremos.
Todos: Amén.
Una vez dicha la oración, el celebrante toma el velo humeral, hace genuflexión, toma la custodia y, sin decir
nada, traza la señal de la cruz con la custodia.
Dichas las Alabanzas al Santísimo Sacramento, se entona un canto o himno. Terminado el canto o himno, el
celebrante y los ministros asistentes, mirando al altar, inclinan la cabeza y se retiran.