Historia Militar, II
Historia Militar, II
Historia Militar, II
(Capuchino)
Historia Militar de
Santo Domingo
(Documentos y noticias)
TOMO II
VOLUMEN X
Historia Militar de Santo Domingo
(Documentos y noticias)
FRAY CIPRIANO DE UTRERA
(Capuchino)
Historia Militar
de Santo Domingo
(Documentos y noticias)
TOMO II
CONSEJO DIRECTIVO
Mariano Mella, Presidente
Dennis R. Simó Torres, Vicepresidente
Bernardo Vega, Tesorero
Juan de la Rosa, Vicetesorero
José Felipe Chez Checo, Secretario
Sócrates Olivo Álvarez, Vicesecretario
Juan Tomás Tavares K., Comisario de Cuentas
Antonio Morel, Suplente de Comisario de Cuentas
VOCALES
Frank Moya Pons • Juan Daniel Balcácer
Eugenio Pérez Montás • Eleanor Grimaldi Silié
María Filomena González
EX PRESIDENTES
Enrique Apolinar Henríquez †
Gustavo Tavares Espaillat † • Frank Moya Pons
Juan Tomás Tavares K. • Bernardo Vega
José Chez Checo • Juan Daniel Balcácer
BANCO DE RESERVAS
DE LA REPÚBLICA DOMINICANA
CONSEJO DE DIRECTORES
Lic. Simón Lizardo Mézquita
Ministro de Hacienda
PRESIDENTE EX OFICIO
VOCALES
Sr. Luis Ml. Bonetti Mesa
Lic. Luis A. Encarnación Pimentel
Ing. Manuel Enrique Tavárez Mirabal
Lic. Luis Mejía Oviedo
Lic. Mariano Mella
SUPLENTE DE VOCALES
Sr. Manuel Agustín Singer Verdeja
Lic. Héctor Herrera Cabral
Ing. Ramón de la Rocha Pimentel
Dr. Julio E. Báez Báez
Lic. Estela Fernández de Abreu
Lic. Ada N. Wiscovitch C.
Esta publicación sin valor comercial
es un producto cultural de la conjunción de esfuerzos
del Banco de Reservas de la República Dominicana
y la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, Inc.
Coordinadores:
Juan Freddy Armando, por Banreservas; y
Mariano Mella, por la Sociedad Dominicana de Bibliófilos
Palabras Liminares . . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . 11
Exordio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Capítulo I
Presidencia del licenciado don Alonso Maldonado (1553-1558). 15
Capítulo II
Presidencias de Alonso López de Cepeda en comisión; de Juan de
Echagoián, interinaria (1558-1562). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
Capítulo III
Presidencia del lic. Alonso Arias de Herrera (1562-1566) . . . .. . . 87
Capítulo IV
Presidencia del lic. Alonso Arias de Herrera (1562-1566). . . . . . 113
(Continuación)
Capítulo V
Presidencias del lic. Grajeda (2ª interinaria) y del licenciado
Diego de Vera (1566-1568) . . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . 137
Capítulo VI
Presidencias del lic. Grajeda (2a interinaria) y del lic. Diego de
Vera (1566-1568) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
(Continuación)
Capítulo VII
Presidencia del doctor Antonio Mejía (1568-1570). . . . . . . . . . . . 197
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Capítulo VIII
Presidencias de Alonso de Grajeda (3ª interinaria) y del
licenciado Francisco de Vera (1570-1576). . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. 251
Capítulo IX
Presidencia del doctor don Gregorio González de Cuenca
(1576-1581). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
Capítulo X
Presidencia del doctor don Gregorio González de Cuenca.
(1576-1581) . . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . .. . . 333
(Continuación)
Capítulo XI
Presidencia del doctor don Gregorio González de Cuenca
(1576-1581). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371
(Conclusión)
Capítulo XII
Presidencias interinarias de los Oidores Alonso de las Cabezas de
Meneses y Pedro de Arceo (1581-1582) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 415
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Palabras Liminares
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Exordio
13
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Mariano Mella
Presidente
Sociedad Dominicana de Bibliófilos
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Capítulo I
Presidencia del licenciado don Alonso Maldonado
(1553-1558)
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vino a tal extremo que apenas se hallaba para celebrar» [misa], y por
estos términos así costaba todo lo demás. – AGI, Santo Domingo 49.
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y gran daño para esta tierra; perdiéronse algunos tiros. Queda esta
Fortaleza muy desproveida de todos»; suplica, etc. porque «importa
mucho, y si franceses se señoreasen de aquélla [la Habana, donde
ha habido refriegas con ellos] no terná S. M. Indias. Aunque aquí
queremos tornar a armar de nuevo, no habrá posibilidad, porque no
hay gente, ni artillería, ni munición; y si de allá no viene acá, no
se puede proveer, y los navíos es necesario que vengan también de
allá hechos para este propósito; han de ser dos navíos como V. S.
lo entenderá mejor, y dos pataches, navíos ligeros, que sin éstos no
valen nada los grandes.
Con el huracán que he dicho, ha quedado esta Isla muy perdida,
que no dejó en ella árbol en pie, y ha estado tan en forma después de
aquel huracán, que han muerto más de quinientas personas, según
me han informado; con estos y con los ahogados hay harta falta de
gente para poder armar.
En los navíos que se armaron aquí se gastaron 16,000 pesos, sin la
artillería y munición que se perdió. También se perdieron diez y seis
naos que estaban cargando en este puerto para España, y se ahogaron
hartas personas.
La carabela que S.A. mandó venir para dar aviso de los navíos que
salían de Francia, que partió poco antes de la armada, tomaron los
franceses en la isla de la Mona”.
Avisa de que envía relación de la artillería perdida y pide a los
Señores del Consejo se provea que la Fortaleza esté bien aparejada,
pues “todos los puertos de esta Isla temen ser robados de franceses”.—
AGI, Santo Domingo 49.
v «En la armada de mar que acá se desbarató, se perdieron doce tiros
de bronce de los que se tenían en la Fortaleza de esta Ciudad, que
parece hacen mucha falta en ella; y así, para proveer a la Fortaleza
como para fortalecer dos baluartes que se quedan haciendo sobre la
entrada de este puerto, que conviene mucho que estén a recado, son
menester veinte tiros de bronce en que haya medias culebrinas y
sacrés y falcones gruesos que sirvan por tiros de campo para cuando
se ofreciere, y que estos vengan en sus carretones bien aderezados y
con sus municiones de pelotas y atacadores, como se requiere”. Y al
margen: “Póngase por memorial y véase la artillería que hay en Santo
Domingo por el memorial que envió el Alcaide».
Para los casos de guerra «hácense alardes de pie y de caballo
y tienense en esta ciudad a la contina trescientos de caballo y
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otra nao, porque como la gente vió tan gruesa armada, dejándolo
todo y, aunque junto al baluarte se hallaron (según dicen) cien de a
caballo de toda suerte, por tener pocas armas y no estar tan a punto
de guerra, y con solo un pasamuro que se les tiró, mataron a ocho
franceses, y así los dejaron y se fueron más que de paso, y los corsarios
a todo andar sin se detener fueron al pueblo que está a una legua de
la mar y robaron cuanto en él había, porque los vecinos se fueron al
monte, de donde por aviso de algunos del mismo pueblo se tomaron y
prendieron los principales de ellos y después se rescataron, y tomaron
todos los azúcares y cueros que en un ingenio de azúcar hallaron y en
carretas llevaron a las naos, en lo cual se detuvieron más de veinte y
seis días, robando y cargando y entrando la tierra adentro a prender
y rescatar, que (según escriben) valió lo que en aquella villa robaron
más de cincuenta mil pesos; quemaron la iglesia y otras casas de las
principales y publicaron allí que venían a esta ciudad, y decían que
habían de ir a Santiago de Cuba…».
Dice Maldonado que al mismo tiempo, sobre la Mona, fué tomado
otro navío español, y «esta semana se ha tenido nueva que el armada
de estos corsarios que robó a la Yaguana, viene por la banda del Norte,
y que la han visto sobre Montecristi y Puerto de Plata, y que se tiene
sospecha que han de robar aquellos pueblos porque se tiene poca
defensa en ellos; avisados están días ha y puesto todo lo que tienen
y sus mujeres en cobro. Créese que viene a se poner sobre la Saona
para esperar esta flota que se queda aprestando, porque tenían nueva
que lleva de valor más de cuatrocientos mil pesos; antes que salga se
sabrá lo cierto.
Para la defensa de esta ciudad se acordó en esta Audiencia,
platicado con los oficiales de S. M., de hacer ciento y diez hombres
para que hagan de noche la guarda, y se hace como conviene; dase
a cada uno de ellos cuatro pesos cada mes de la hacienda de S. M., y
según estos corsarios tienen gran pesa y rica, no dejo de creer que no
invernarán por aquí; si así fuere, no habrá para qué tener gente aquí,
digo de estos cuatrocientos y diez hombres, y se excusará esta costa
y se despedirán estos hombres”. Agrega que el año antecedente, por
la discordia entre Oidores en el nombramiento de capitanes para la
armada que se perdió y por la tardanza en aviarla, fue causa que se
perdiese. Pide que se hagan las fortalezas de la Yaguana y Puerto de
Plata.—AGI, Sto. Domingo 71
v Santo Domingo 15 de mayo de 1553.— Carta de Maldonado:
Repite que el navío de aviso enviado, fué tomado de franceses, estando
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gente de esta Isla y de las comarcanas, entendí que por esta mar
había franceses corsarios que hacían daño; y porque me pareció que
era gente no muy bien apercibida y que sin gran dificultad se podría
tomar, hice hacer alarde de la gente y munición que había en esta
ciudad y Fortaleza de ella para salir a ellos”; vió la Fortaleza, sin
pólvora por haberse metido en la armada que después se perdió y “y
así fue necesario suspender el armar contra ellos hasta tener mayor
aparejo; porque dejar la Fortaleza sin la munición que tenía, que era
poca, esta ciudad e Isla pudiera correr gran riesgo”; suplica el envío
de pólvora, etc. — AGI, Santo Domingo 49.
v Santo Domingo 22 de septiembre de 1553.— El Cabildo de la
Ciudad de Consejo: Los franceses han mudado de sistema; lo de la
armada mandada hacer «hacía poco al caso para lo que se requería,
a cabsa que estos corsarios, como prácticos en estas navegaciones,
an mudado la orden de las armadas de cómo hasta aquí venían, y la
an convertido en navíos de remos, con los quales no se les irá navío
que vean; y así lo an comenzado a hazer”; proponen para la defensa
de la Isla que se siga el mismo sistema. Firman Cristóbal de Tapia,
Francisco Carmona, Diego Caballero, Alvaro Caballero, Luis de
Santa Clara, Gonzalo Fernández de Oviedo y Alonso de Peña. —
AGI, Santo Domingo 71.
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Diego Díaz 4 pesos por unas mazas para unos rayos de madera «para
las ruedas de un sacré de bronze de la Fortaleza de la cibdad». AGI,
Contaduría 1051.
v El 26 de septiembre de 1554 se dieron al alcaide G. Fernández de
Oviedo 43 pesos, 3 tomines y 4 granos de oro «por ciertas puertas y
cerraduras que hizo para la dicha Fortaleza, y se le pagaron por virtud
de una cédula de Su Alteza que está en el libramiento, como paresce».
AGI, Contaduría 1051.
El 20 de mayo de 1555 cobró Livin de Gante, carpintero, 65 pesos;
y el 30 de junio siguiente otros 13 pesos por la obra que hizo para los
tiros de la Fortaleza.— AGI, Contaduría 1051.
A Hernán Sánchez Alemán se pagó 4 pesos por una viga que dio
para dos ejes de dos tiros de la Fortaleza, en el mes de jullio del año
pasado de quinientos e cinquenta e siete.— AGI, Contaduría 1051.
El 2 de julio de 1557 danse a Francisco Díaz, piloto, 8 pesos y 4
tomines por 70 pelotas de hierro colado y 22 libras de pólvora para
la Fortaleza.— AGI, Contad. 1051.
El 20 de julio de 1557 recibió 17 pesos, 4 tomines y 9 granos de oro
al artillero Juan de Mata «para que comprase las cosas necesarias para
los tiros de la Fortaleza desta cibdad».— AGI, Contaduría 1051.
El 25 de agosto de 1557 se dieron 30 pesos a los carpinteros Leonís
de Gines a Alberto (flamencos), por las cureñas que hicieron para la
Fortaleza «para los dos» tiros que se compraron del capitán Sancho
de Villamontes».— AGI, Contaduría 1051.
«En veinte de noviembre del dicho año (1557) doze pesos que
por libramiento dí e pagué a Antón López, cantero, por la hechura
de una piedra que labró en la Fortaleza de Su Magestad».— AGI,
Contaduría 1051.
El 13 de junio de 1558 se paga a Juan Gutiérrez 12 pesos por
una viga grande «para adobar ciertas cureñas de la Fortaleza desta
cibdad».— AGI, Contaduría 1051.
El 6 de julio de 1556 recibió Pedro Gallego 6 pesos, 5 tomines
y 4 granos de oro, «piloto de la caravela del aviso de las paces, que
se le dan por su trabajo que tuvo en tomar este puerto».— AGI,
Contaduría 1051.
El 7 de julio de 1554 se dieron a Melchor de Torres 1.476 pesos y
10 tomines de oro, «por tantos que gastó en la Fortaleza desta cibdad».
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proveídos a sus tiempos como se solía hacer, que en esta Isla es lástima
ver lo que se padece con la falta de pan y vino y otros mantenimientos
que no lo hay sino dañado, y les cuesta a precios excesivos; y así parece
convendría que V.A. mandase que de cuatro en cuatro meses, como
estuviesen despachados, hiciesen su navegación, y lo mismo de acá
para allá, pues que para su seguridad basta el armada de la costa del
Andalucía y la que ha de andar en estas mares, V. A. mande en ello
lo que fuere su real servicio, que, cierto, notable es el daño que se
recibe en el proveerse estas tierras de año a año, y lo mismo en sacar
de ella las granjerías que se llevan a esos Reinos.
Nuestro Señor la vida y muy alto y real servicio de V. A. guarde
y conserve como su Real corazón desea. De Santo Domingo a XXII
de septiembre de (M)DLIII.
Muy alto y muy poderoso Señor.
Muy humildes criados de V. A. que reales pies y manos besan».
(Firmas) Recibida en Valladolid el 1° de febrero de 1554. AGI, Santo
Domingo 71.
v Santo Domingo 29 de agosto de 1554.— Maldonado y el oidor
Hurtado (capítulo de carta): «En lo que V.M. manda que se hagan dos
zabras o carabelas de ronda que anden en esta costa para cuando venga
a esta isla el capitán Mendechaga, en la isla de San Juan de Puerto
Rico se mandó hacer uno a este propósito y enviamos provisión para
que el Gobernador de aquella isla lo enviase luego que se acabase, y el
otro lo tienen a cargo de lo hacer los oficiales de V. M.; y para cuando
llegue el armada a este puerto, se cumplirá todo como V. M., lo manda.
Y porque la venida de esa armada es la cosa que mas importa a estas
partes para la seguridad de todo, suplicamos a V. M. que con toda
brevedad de envió. Y en lo del aviso que V. M. nos envió a mandar
que se diese a los pueblos de esta isla para seguridad de ellos y que no
los ofendiesen los corsarios franceses, luego se les envió la instrucción
que V. M nos mandó enviar para que, conforme a ella, se rigiesen
y cumpliesen lo en ella contenido.— AGI, Santo Domingo 49.—
(Referencias a espepeches de órdenes del Rey y su falta documental
en estos cuerpos documentos, débese a la perdida de los registros sin
trasunto hecho (o por menos, visto) de los instrumentos registrados
en papeles de la época).
v Valladolid 30 de junio de 1557.— Real cédula a los oficiales reales
de Tierrafirme, para que den las cantidades que se pidieren para la
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el salario que les dan y en tan mala moneda como la de esta Isla, no
les alcanza para nada. Han ordenado el General y los oficiales de la
armada que se les de por cada ducado de buena moneda dos pesos de
oro de cuartos de vellón en esta mala moneda «y hasta ahora no les
hemos pagado tal». Desde 9 de octubre de 1557 hasta fin de junio
de 1558 han pagado entre los de la armada 22.769 pesos y 6 tomines
en moneda de cuartos de la Isla. Esta armada, entienden, ha de durar
mientras dure la guerra. El General fue a San Germán, y ya es ido de
allí a la Yaguana.— AGI Santo Domingo 71.
v No han sido consultados los Libros de Armadas.— Los nombres
que se dan aquí se han sacado de las cuentas en Contaduría de la
Isla, como avances hechos a los interesados, sobre que después se
descontaba del monto que se entregaba al pagador de la armada junto
con los libramientos por él extendidos a favor de ellos.— (Los que
llevan * eran ya vecinos de Santo Domingo, que entraron en servicio
por otros, o difuntos o huidos):
Oficiales:
Diego de Alas, capellán Juan Ruiz de Gamara, escribano
Rodrigo Peláez, contador mayor
Francisco de Tovar, veedor Pedro Martínez Clavijo, escribano
Juan de Basurto, pagador mayor
Francisco de Lipar, cirujano *Alonso de Medina, escribano
Roque Martínez, escribano de la nao Bartolomé López, alguacil del agua
francesa Juan de Segovia, alguacil real de la
Alonso de Chávez, escribano armada
Alonso Sánchez, alguacil del agua Bernardino Rojo, guardián
en la galaceta del galeón «San Rodrigo Alonso Bayón, guard.
Antonio»
Juan García, alguacil mayor.
Capitanes:
Alonso Hernández de Ayala, del Diego López, nao San Juan
pataje D i e g o d e Vi e d m a , c a p i t á n y
Martín de Goiti gentilhombre
Blas de Carrión
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Alféreces:
Diego Hernández, de la almiranta Pedro de Viedma, alférez mayor de
Juan de Oñate, del galeón la capitana
Gentileshombres:
Alonso Carrillo Hernando de Carvajal
Alonso Ortiz Juan de Aguirre
Francisco de Guzmán Juan de Murcia
García Tello, don Pedro Méndez de Sotomayor
Pajes:
Alonso Rodríguez Francisco López
Baltasar, del Almirante Gaspar de los Reyes
Benito Martín Juan Gutiérrez, del General
Blas de Cuenca Luis N…
Diego Hernández, del General Melchor N…
Domingo González Simón de Lepe
Francisco de Lepe
Caporales:
Diego Manzano Marcos Chacón
Francisco de Villegas Juan Francisco
Gaspar Ramírez
Soldados:
Alonso Hernández Alonso de Orteguilla
Alonso Díaz Vigara Hernando de Ahumada
Alonso Martin Cebada Hernando Carrillo
Hernando Rodríguez Francisco Ortiz
Jerónimo de Fuentes Francisco Ponce
Juan de Arteaga Francisco Rodríguez
Juan García de Echevarria Garci Hernández de Chaparro
Juan Gómez Garci Páez
Juan Hernández Gonzalo Sánchez de Esquivel
Juan Jimeno Juan López
Antón Criado Juan Martín
Antonio Bernal Juan Pérez
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Maestres:
Rodrigo Alonso, de la capitana Baltasar de Figueroa, de la nao «San
Alonso Bernal, de la nao francesa Antonio»
Andrea, de la capitana Luis de Buitrón, de la nao almiranta
* Juan Flamenco Diego López, del patache
Contramaestres:
Esteban Rodríguez Juan Tirado
Gregorio del Castillo Julián Felipe
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Pilotos:
* Andrés Lucas Miguel Hernández
* Diego Gómez Bartolomé de Borges
Diego López de Zamudio * Sebastián Gallego
* Martín de Aldave Pedro Bernal, piloto mayor
* Melchor Cano Sebastián Lucas
Condestables:
Enrique de Amberes, del galeón Hernando Alvarez, de la almiranta
Diego Báez, de la capitana
Artilleros:
Bartolomé Pérez Juan de Lora
Antonio Fernández Juanes de Ibarguen
Batolomé de Garaño Lope de Alvarengo
Bartolomé de Medina Martin de Gámiz
Cristóbal Martín Miguel Hernández
Enrique de Holanda Miguel de Rodas
Francisco Hernández Pedro Rodríguez
Fulano de Güldres Roberto de Londres
Gonzalo de Bemujo Rodrigo López de Ojeda
Guillermo de Amberes Sancho de Azpe
Jácome Paulo Sancho de Muguía
Juan Chistel Simón de Arria
Marineros:
Adam Bazán Francisco Martín
Agustín, maese Francisco Pérez
Alonso Aragonés Giraldo de Rivera
Alonso de Lisboa Gregorio Alonso
Alonso de Pío Hernán Guillermo
Antonio de Cascaes Hernado, genovés
Antonio de Villafranca Jácome, genovés
Constantin de Corfú Jacques Juan Aledrón
Cornielles de Holanda Jorge de Corfú
Diego Ramírez Juan Antonio Orlando
Diego de Segura Juan Airado
Flor de Holanda Juan de Campos
Francisco Gómez Juan Fernández
Francisco González Juan García Montañés
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13. — A una van las cartas del Presidente y del General don
Tello sobre la inutilidad de esfuerzos hechos para dar sobre enemigo
alguno, y en el mismo cuerpo de la armada fuertes disgustos entre
el General y contador y tesorero y veedor de ella en materia de
estimación subida de las pagas por causa de la mala moneda en tanto
se conseguía plata.
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estaré por acá, pero si hay paces, dejaré mi almiranta e iré a dar cuenta
a V.M. de todo.
Esta tierra no es para armada por muchas causas, y la principal
porque la gente entiende que ninguna paga basta para vestirse de la
más ruín ropa que viene de Castilla, y hombres se han huído que se
les debía más de cien pesos de estos cuartos, y no lo tienen en nada;
en el entretanto que V.M. envíe a mandar qué se les ha de dar de
pago, se da cuatro pesos a un soldado y seis a un marinero, y a este
respecto a los demás….» (Pide velas, lonas, etc. por no haber en estas
partes; y que se le den otros oficiales (contador, veedor y pagador de la
armada) porque a los actuales «no los puedo sufrir y cada uno quiere
ser más general que yo, y si les pide algo, responden de manera que
algún día les pesase…..». — AGI, Santo Domingo 71.
v Santo Domingo 27 de junio de 1558. — Maldonado y el oidor
Sánchez de Angulo, capítulo de carta: Que la mayor parte de la gente
que don Tello de Guzmán trajo en la armada, se ha ido; se sospecha
que por ser el salario corto y malo, pues se les paga en la moneda del
país y que para obviar tales dejaciones, se les dan por cada ducado de
Castilla dos pesos de cuartos; aún así no tendrán para unas calzas y un
jubón; que nadie se quiere alistar para cubrir tales huecos. Don Tello
supo que había franceses por la banda del norte, los cuales «entraron
en Puerto de Plata y le saquearon, aunque lo más de la hacienda de
aquellos vecinos estaba a recaudo»; tomaron allí un navío con cueros
y azúcares, «y en Montecristi tomaron otro; saltaron en tierra ciento
y cincuenta hombres franceses bien en orden; no sabemos cómo le
ha sucedido al General, aunque hay nueva que éste vuelve por la
banda del norte a invernar en este río, porque no es tiempo para
navegar ya en esta costa, por los huracanes, hasta pasado septiembre
y aún mediado octubre. Habrá tres días que pasaron otros tres navíos
franceses, que saquearon un ingenio en San Germán, según noticias».
— AGI, Santo Domingo 71.
v Santo Domingo 1º de julio de 1558. — Francisco de Tovar,
contador; Pedro de Mallén, pagador; y Luis de Basurto, veedor,
oficiales de la armada, al Rey: La armada fue al Zoco en busca de una
nao francesa, y no la halló; fueron dos naos con el General. «Hanse
deshecho los navíos por falta de gente, porque de 570 personas que
vinieron ganando sueldo, no hallamos el día de hoy ni 300, porque
los unos quedaron en Sanlúcar con la paga de los que vinieron; el
número que falta cuasi los más por pasajeros para quedar aquí, y
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14.— Bien mucho antes del arribo de esta armada de don Tello
de Guzmán, el Presidente Maldonado había recibido dos noticias
que no se casaban muy limpiamente: una el 1 de mayo de 1556,
oficial, de que el Rey de Francia despachaba armada para atacar
diferentes puertos de Indias, y otra el 8 del mismo mes y año de
haberse firmado una tregua con Francia por cinco años (la que se
concertó en la abadía de Vaucelles el 5 de febrero de 1556), divulgada
por particulares arribados. De ambas nuevas avisó al rey, y por vía
ejecutiva dió las órdenes que correspondían por si tales enemigos
aparecían en las costas, y al pueblo dió licencia para que, a falta de
pan y municiones de bocas baratas, tuviese toros, bailes, saraos y
banqueteos, conque así pasaba él por todos aquellos esparcimientos
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Capítulo II
Presidencias de Alonso López de Cepeda,
en comisión; de Juan de Echagoián, interinaria
(1558-1562)
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estar navíos franceses listos para ir a ejecutar sus daños en las Indias,
y se reiteraron a la Audiencia los encargos de resistir y también de
ofender a aquellos enemigos dondequiera se presentasen.
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que de la sisa que pagan los vecinos para la cerca, que no se labra
cosa alguna, se puedan tomar los dineros necesarios para banderas
y pagar atambores y comprar cajas, que, siendo defensa de la tierra,
está claro que los vecinos han de contribuir los gastos que se hicieren
en defensdella”: y suplicaron lo mismo para acudir a reparos de la
Fortaleza y artillería por cuenta de la Real Hacienda. Y en otra
carta de 17 de septiembre, por ser evidente que la Fortaleza debía
ser atendida en las presentes circunstancias, se solicitó poder gastar
de la sisa de la carne para la cerca dos o tres mil pesos, “pues todo
es cerca y fortalecimiento”. A los Oidores se les había adelantado
e1 alcaide de la Fortaleza don Rodrigo de Bastidas, pues como
viese que en la ejecución de la venta mandada hacer de los navíos
de la armada de don Juan Tello de Guzmán, los cañones quedaron
depositados en el factor para darlos a capitanes de barcos que más
dinero pusiesen al efecto de adquirir algunas piezas, elevó una
instancia para que todas se pasasen a la Fortaleza. El antecedente
causal de esta petición era la cantidad de artillería que se sacó de
ella para la armada que destrozó el ciclón y se perdió; el estado
actual, su mucha necesidad; y por Real cédula de Aranjuez 10 de
septiembre de 1561, se mandó a la Audiencia visitar la Fortaleza
y reconocer la necesidad de tiros y especificar los que quedaban
de la armada de don Tello, para proveer lo mejor.... A tono con
las necesidades de la Isla y los ahogos de la Real Hacienda, y con
enemigos día por día más atrevidos, dióse licencia a negociante en
armas, para meterlas y venderlas, al par que se dió por ley general
libertad de traer consigo cada nuevo poblador, para defenderse,
las armas que mejor manejaban. Y, de contado, por regla general,
capitanes nombrados contra franceses y demás corsarios, o contra
negros, eran los que levantaban hombres y armas “a su propia costa
y mención”, aunque a veces la empresa saliese cara (como en el caso
de Pedro Martín de Agramonte), y, por el contrario, de barato se
sirviera a S. M. (caso del licenciado Lorenzo Bernáldez), de que se
hará memoria en el capítulo siguiente.
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moneda, que se le devían por un año e tres meses menos dos días
que a servido en el dicho officio, desde dos de octubre del año pasado
de quinientos e cinquenta y ocho que se hizo a la vela en la ysla de
Tenerife para venir a servir el dicho officio, como paresce por fee de
escrivano que está en el dicho libramiento, hasta fin de diziembre
del año pasado de mill e quinientos e cinquenta y nueve años que a
servido el dicho officio, a razon de dos mill ducados cada un año, que
S.M. le manda dar de salario con el dicho officio, que montan dos mill
e quatrocientos e ochenta e seys ducados, siete y medio tomines, y los
seyscientos y veynte e cinco ducados por el tiempo que a gozado del
ayuda de costa, que por un mandamiento de la dicha Real Audiencia
se le manda dar a razon de quinientos ducados cada un año, de los
quales a gozado solamente dos años, como todo paresce por el dicho
libramiento».— AGI, Contaduría 1051.
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por diversas partes en esta Isla andan alzados, lo cual si con brevedad
no se remedia….. etc.”
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Capítulo III
Presidencia del lic. Alonso Arias de Herrera
(1562-1566)
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Islas de Canarias han venido aquí dos carabelas y han dado aviso que,
aunque allí se quieren cargar algunos navíos para estas partes, no se
les consiente. Conviene que V.S. provea que en esto haya libertad
y no haya novedad, pues hasta agora no se ha visto cosa semejante;
y aunque hubiera habido alguna prohibición, convenía que agora
se permitiera que se pudiera allí cargar navíos para estas partes para
que lo que S.M. acá tiene, se pudiese conservar, porque la necesidad
que acá se pasa a causa de no venir navíos como otras veces, no lo
podría decir en ésta a V. S. ».— AGI, Santo Domingo 71.
Santo Domingo 15 de junio de 1556.— El Cabildo secular al
Rey: sobre las necesidades recibidas, «tenemos por cierto que V.M.
teniendo lástima de la congoja y estrechura en que pusiera a esta
ciudad la necesidad y obligación de pagar alcabala y almojarifazgo,
nos quiso hacer libres de esta carga, así también, teniendo compasión
de la grandísima falta y necesidad que padecemos de cuantas cosas
son necesarias para sustentar la vida, nos hará de merced que hemos
pedido, dando licencia para que a esta isla vengan navíos de todas
partes de los reinos de V.M.; esto nos es tan necesario que, no
haciéndosenos esta merced, estamos en esta isla como presos en ella
y condenados a comer por onzas, demás del daño grandísimo que
recibimos de no haber navíos que nos lleven a Castilla la cosecha y
fruto de nuestras haciendas, de lo cual se sigue que nos perdamos todos.
Tenemos también confianza en V.M. que, viendo que en esta isla no
hay quien labre la tierra sino negros, y que, no labrándose, cuantos
en ella estamos quedamos perdidos y sin haciendas, dará asimismo
licencia general para que, libremente y sin licencias particulares de
V.M. pedimos es muy necesario para el bien y conservación de esta
tierra, estas dos cosas son las principales, y tan principales que sin ellas
así se acabaría un hombre si le quitasen el mantenimiento; porque
de no venir navíos y de no venir negros, no se sigue otra cosa sino
que nos falte el sustentamiento necesario para vivir, y juntando V.M.
estas mercedes con la que nos ha hecho de la libertad de la alcabala y
almojarifazgo….», etc. (Firmada de los regidores Diego de Guzmán,
Alvaro Caballero, Juan del Junco, Gonzalo Fernández [de Oviedo],
Alonso de Peña, Juan Caballero Bazán, don Cristóbal Colón, Juan
Caballero de la Puebla, Juan de Gudiel y Hernando……).— AGI,
Santo Domingo 74.
Valladolid 16 de junio de 1556.— Real cédula de concesión de
comercio con las Indias a favor de los vecinos de Tenerife y extranjeros
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Capítulo IV
Presidencia del lic. Alonso Arias de Herrera
(1562-1566)
(Continuación)
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1. Esta maniobra echó tan larga cola, que por real cédula de Madrid 17 de agosto
de 1700, se mandó que se cobrasen los derechos de los negros desde que se introdujeron
en el puerto, aunque muriesen dentro de los treinta días siguientes a su introducción.
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por el mes de marzo del año pasado de 1563 que se hiciese la dicha
fortaleza o fuerte, que fuese bastante para defender la entrada del
puerto, y, para ello se dio provisión, inserta la real cédula; y para que
se efectuase, se encargó a Francisco de Ceballos, vecino de aquella
villa, para que lo hiciese en parte y lugar que a él y a la Justicia y
Regimiento y oficiales de V.M. que allí residen, les pareciese, y en ella
por entonces gastase dos mil pesos de la moneda de cuartos de esta
isla de vuestra Real Hacienda, atento que pareció haberse cobrado
de las deudas rezagadas que V.M. manda [se cobren] mucha más
cantidad, y se nombró por Alcaide al dicho Francisco de Ceballos en
el entretanto que V.M. otra cosa proveyese, por ser persona bastante
y haberse encargado de la hacer. Y el dicho Francisco de Ceballos,
en cumplimiento de lo que se le encargó, señaló el lugar donde la
fortaleza se hiciese, y hizo la traza y forma que había de llevar, y hizo
un modelo de ella y lo envió a esta Audiencia Real, y tenemos relación
que juntó materiales y abrió y sacó cimientos, y hizo a la lengua
del agua un fuerte de tierra-pleno donde se plantó el artillería para
defensa del puerto, y los cimientos están abiertos y se van sacando;
y hizo junto al fuerte una casa donde están las municiones seguras y
a buen recaudo, y hizo un aljibe de agua para el servicio de la dicha
fortaleza, y en ella están nueve tiros de bronce y los dos de ellos son
de hierro colado; y los otros dos de bronce son que se hubieron de un
navío de portugueses que el dicho Francisco de Ceballos tomó en un
puerto cercano a Puerto de Plata, que se aplicó todo para el fisco de
V.M., y los otros cinco son que se compraron allí de otro navío en
precio moderado, que son los nueve, y más cuatro pequeños que el
dicho Francisco de Ceballos ha comprado de su hacienda, y en este
estado está la fortaleza, la cual es muy necesaria para la defensa de
aquella costa, por lo dicho, y porque de allí se podría armar contra
cualesquier corsarios que por allí vayan, y se tiene noticia que navíos
portugueses no han osado entrar en puertos despoblados cercanos a
Puerto de Plata por saber que hay allí fuerte y aparejo para armar y
para tomallos. Y conviene al servicio de V.M. que allí haya Alcaide
perpetuo para que la fortaleza esté guardada y haya quien apellide
gente y esté a punto para el efecto que se hizo.
Francisco de Ceballos es hombre bien entendido en semejantes
cosas y de edad de sesenta años, y de fuerzas, y que ha seguido la
guerra, y es hombre hidalgo notorio y por tal es habido y tenido en
esta isla, y constó por una ejecutoria, librada en Valladolid por los
alcaides de hijosdalgo y notario de Castilla, y así en Sevilla y otras
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Capítulo V
Presidencias del lic. Grajeda (2ª interinaria) y del
licenciado Diego de Vera
(1566-1568)
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50.— Por lo que toca a Santo Domingo, más que estar a la espera
de lo que pidiese el Adelantado, que habría de ser gente de a caballo,
por una real cédula se mandó a la Audiencia que, dejadas otras
providencias del cargo de la Rea1 Hacienda, llevara cien caballos y
les diese capitán de honor y celo, que los gobernase debajo el mando
del Adelantado y que sin otra dilación que la indispensable, en el
barco mejor acondicionado que más pronto se hubiese, los enviase
a la Florida. No se hallaron hombres de igual satisfacción, porque
mucha gente de denuedo, sin que hubiese poder que lo estorbase, se
iban subrepticiamente de la tierra en busca de mejores horizontes de
vida (cualquier clase de mantenimiento era ya sobradamente cara
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53.— Dejó en San Juan una guarnición, y con sus barcos hizo
rumbo a la Mona, refugio y escondite de piratas (no los halló),
y como en aquella isla hubiese cantidad de yuca, dió licencia de
descanso a los capitanes para que con todo disimulo tuviesen los
barcos a la espera de enemigos y que esta licencia les durase hasta
hacerse cazabe según diese la cosecha, y él se encaminó a la Isla
Española; entró en el puerto de Santo Domingo el 23 de noviembre
de 1566, en tiempo y sazón de haberse recibido noticias de que
corsarios franceses avanzaban haciendo grandes muertes y robos,
como los ejecutados en la isla de Madera. La entrada de Menéndez
de Avilés en Santo Domingo había tenido un principio cómico que
ayudó mucho a levantar la expectación general de los vecinos. Los
vientos de tierra le habían impedido acercarse a puerto y hubo de
seguir ruta de distracción hasta que los vientos cambiasen; en el
medio tiempo divisó una nave que traía rumbo a Santo Domingo, y
creyendo ser francesa, se le puso a popa para dejarle el sólo arbitrio
de acelerar y encaminarse a la Mona, dando así carnada a los navíos
propios; la nave enfiló al puerto de Santo Domingo, buscando asilo,
pues era española y huía creyéndose perseguida de francés. Tras un
reconocimiento, uno y otro barco izó pabellón español al acercarse
a la Fortaleza, y entonces se reconoció el común engaño.
54.— La visita del Adelantado a la Fortaleza marcó un paso
más para que tuviese ser y estado más cumplidos, que no el de casa
del alcaide; pues habiendo aprobado cuanto en ella se hacía por los
cuidados de la Audiencia (presidía el oidor más antiguo, Grajeda),
sin desconocerse en Junta de Guerra y Hacienda, que todos los
presentes estaban más para extender la mano en solicitud de dineros
de las Cajas de Tierrafirme que para gastar de la desmedrada Caja
Real de la Isla, de una vez por todas y sin más consultar la voluntad
del Rey se resolvió destruir las casas de particulares de que tan
enojado estuvo toda la vida el primer alcaide Gonzalo Fernández
de Oviedo, se comprasen y demoliesen y con sus materiales se
acumulasen piedras para construir el muro con que después se cerró
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dieron a vecinos tanto por tanto, conque los vasallos libraron lealtad
debida y pellejo propio. Más liberal que los Oidores fué el fiscal de
la Audiencia sin llegar a la declaración ingenua; y quien narró la
verdad fué Aguirre, aunque a destiempo, denunciando a los culpables
con tan difusa memoria y tan confusa explicación que su escrito no
sirvió para nada. Esta Relación de Aguirre pone en descubierto las
hazañas que en distintas ocasiones de corsarios, testigo el propio
capitán, ejecutaron en consorcio con Francisco de Ceballos vecinos
de la villa: Pedro Rengifo de Angulo y Juan Fernández de Estrada; los
que, por haber sido sucesores consecutivos de Ceballos en la alcaidía
de la fortaleza de aquella villa, manifestaban ya lo que serían desde
que hiciesen juramento y pleito homenaje de lealtad, obrando según
los severos principios de las conveniencias personales a la manera
de Ceballos, pues ambos se hicieron ricos y dejaron bien heredados
a sus hijos…
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Por el mes de mayo del sesenta y siete, poco más o menos, allegó a
la boca del puerto un nabío francés i él pensó que era nabío de Juan
de Buen Tiempo; vió que le tirasen una pieça de artillería dándole
abiso que abia gente de guerra, que aquello tenía él por señal para
con los franceses, i ansí se fue el nabio i fué a cargar a Puerto Real,
adonde robó un nabío portugués que allí estaba, i mató al capitan del
nabío, i estubo este nabío allí surto más de quatro meses i la gente dél
saltaban en tierra i iban al pueblo de Puerto Real sin que los bezinos
se lo destorbaran aunque yban los franceses desarmados.
El mes de ebrero a seis días del dicho mes allegaron a Puerto de Plata
dos nabíos de franceses luteranos, el uno sería de más de trescientos
toneles i el otro era un pataj, i entraron con bandera de guerra i
tocando trompetas i atanbores i encima de la chazeta del nabío con
las espadas desnudas, dando bozes, diziendo que todos abíamos de
ser pasados a cuchillo, i yo luego me puse en defensa; empecé a batir
la nau grande i pataj; pasó a una nau que se dezia ‘la Pintadilla’ i la
tomó, porque los que estaban dentro, que eran los dueños della, en
una barca se fueron a tierra uyendo, i yo rebolbí azia el pataj algunas
pieças de artillería i, yo derribando el castillo de proa del pataj, se iba
a fondo i les maté la mayor parte de la gente; los luteranos, como el
pataj se iba a fondo, dejaron la nau que abian tomado i bolbieronse
a la nau grande que me estaba batiendo el fuerte; i visto esto, los
luteranos con barcas quisieron echar gente en tierra, i yo con mi
gente defendí que no lo iziesen.
En esto, como yo les daba prisa desde la Fortaleza, dio bozes el
capitán del nabío luterano, diziendo que él azía lo que yo quisiese;
en esto tornelos a batir, luego pusieron bandera de paz. Yo fui a unas
barcas que estaban en la playa, que sería un quarto de legua del Fuerte
y allélas desfondadas, i pregunté que quien las abía desfondado;
dijéronme que Pedro de Ceballos por mandato del Francisco de
Ceballos; i de manera que por los aber desfondado, no entré a acabar
de rendir el nabío; i Pedro de Ceballos i otro que se dize Juan Ortiz de
Salazar, que son onbres principales del pueblo, i Francisco de Ceballos
el teniente de factor del Rei i alcaide ordinario lo bi que con una
barca que allí llegó de los franceses, habío i les dio por abiso que no
tubiesen pena, que ellos me esconderían la pólbora i balas i las demas
municiones, i por esto no pude acabar de rendir el nabío. El Ceballos,
aunque yo le pedí la pólbora, no me la quiso dar; yo fui a la casa de
la munición i no allé pólbora ni balas ni otra municion alguna, que
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que el Ceballos quiere; porque luego ieba los juezes a su casa i les da
muchos presentes de oro i plata i otras cosas; i el Bazán fue a posar
a un monasterio; no embargante esto, posó en su casa el escribano
que el Bazán traía, i él fue a comer con el Ceballos muchas bezes, i sé
que lo iebó a su yngenio i le izo muchos regalos, i aunque toman sus
dichos a los bezinos del pueblo i de la tierra, no dizen la berdá, porque
todos an contratado con los luteranos, i los que no an tratado, son
pobres i no osan decirlo porque, ido el juez, los trata mal el Ceballos
i los otros bezinos ricos, i ansi se perjuran.
Yo auí decir al mesmo Ceballos, diciéndole yo que no era serbidor
del Rei, que aquellas cosas eran traicion al Rei i que yo daría abiso a
S.M.; él respondía que no se le daba nada, que todo lo abian de remitir
a la Audiencia de Santo Domingo i que allí las espaldas tenía segura
i que dineros lo abian de azer; i quando yo prendí al Caramancana,
dijo públicamente que él lo abia de librar i andar libre, i lo tiene en
su casa; i aunque yo enbié testigos que sabían lo del Ceballos i del
Caramancana, dezía el que lo tomaba que no dijesen del Ceballos
nada; este sélo porque los memos testigos me lo dezían, que el uno
es un Francisco de Rutia, vizcaíno, que está casado en Puerto de
Plata, i el otro un Francisco, gallego, que ya es muerto, que es el que
arriba. Digo tanbien heran testigos destos Lope de Rutia, bezino de
Puerto de Plata, i Blas Ortiz de Mendibe, bezino de Santiago que
antes bibió en Puerto Plata, i otro que se dize Diego de Mendibil,
que bibe en Santo Domingo que antes bibió en Puerto de Plata, i
todos los demás bezinos si quisiesen decir la berdá. Los que an sido en
estos tratos son Francisco de Ceballos i Pedro de Ceballos, i Juan de
Estrada, i Pedro de Renjifo, i Juan Ortiz de Salazar, Alonso Méndez,
bezinos de Puerto de Plata; i los enducidores son Caramancana i el
Montero i Pantaleón i Manga, el negro. Si a estos les dan tormento
i les aprietan los cordeles, ellos dirán la berdá; i un Ortiz, que se dize
Albaro Ortiz, bezino de Puerto de Plata. Estos son los que entraron
en los nabíos de los franceses a tratar por los otros bezinos, i todos
son criados de Francisco de Ceballos.
Serán testigos un Padre de Santo Domingo que se dize frai Agustin
de Aranda, i en Sebilla un Juan Yañez i Francisco Lorenzo su ermano,
i otro que se dize Pedro Sanchez; i estos se allaron allí que tenían una
nau que se dize ‘la pintadilla’, en el puerto; esto con juramento dirán
de otros que allí se allaron; en la Contratación de Sebilla dirán estos,
porque son pilotos o maestres de nabíos, i los otros pilotos dirán destos.
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cosa cierta que a los marineros deste nabío les dio caballos i fabor
para que se fuesen la tierra adentro, i a mis soldados i a mí nos dezía
que ¿qué aziamos allí?, que el Rei ni el Adelantado no se acordarían
de nosotros ni nos pagarían, que como cosa perdida nos abian dejado
allí, i que aquella Fortaleza no era del Rei, ni lo que en ella estaba, ni
la pólbora, antes bí que [a] todos los traidores de la Florida los acoje en
su casa i en su yngenio, i a los que de otras partes bienen; i a un San
Bicente, capitán de la Florida, lo acojió en su casa i a los demás que
binieron amotinados, i les tomaban las armas; i el San Bicente, con
estar mandado benir a España, no lo an cumplido, antes a él i a sus
alférez los enbiaron a la ysla de Cuba, al uno por escribano, i al otro
por alguacil con un juez que se dize Ortegón, ermano de Ortegón el
oidor de Santo Domingo; i allá izieron muchos robos en los bezinos
de la tierra; desto dirá un Ulano de Cabrera, procurador de la ysla de
Cuba, que es bezino de la ysla de Cuba; él dirá de otros bezinos que
lo saben i están en la Corte.
Bino una galeaça a Puerto de Plata amotinada, i un Pedro de
Ceballos que hera alcaide ordinario de Puerto de Plata, entró en ella,
se concertó con los pilotos o maestres, i sacaron gran parte de los que
abía i se lo usurparon, i consintieron que los soldados se fuesen la
tierra a dentro; i aunque el sargento pidió fabor, no se lo dieron para
volver a la Florida, que era de los que yban en socorro a las probincias
de la Florida. Un Pedro de Renjifo, bezino de Puerto de Plata, yo auí
dezir que enbiaba, o enbió en una barca muchos cueros a los nabíos
de los franceses, i los marineros que yban en la barca se bolbieron i
me dijeron que los cueros abían ydo a poder de los franceses.
Un Abiar fue a la Isabela, i un sargento que se dezía Urtado, fue
i tomole la barca i prendió al Abiar; i después concertóse con los
soldados del sargento, i el Abiar bínose a la casa del Ceballos i le acojió
i enbarcó para España, abiendo ydo sin registro i contra la boluntá del
Rei; i esto ázenlo por interese que los bezinos de la banda del Norte
reciben, yendo los galeones. Costeando la banda del Norte supo el
Adelantado que estaba un nabío francés; supe que unos bezinos de
Puerto Real abían benido a abisar al francés, i se quedó una barca
del francés en el puerto, i cerca deste puerto ai unos atos de bacas,
i allí dieron abiso desto a los que fueron en busca del nabío francés,
que me lo dijo un Juan de Medina, alférez del Adelantado, i otro,
Antonio de Cos, sargento mayor.
Tienen en la banda del Norte por costumbre dejarse prender
dos bezinos de cada pueblo i asta que an cargado los cueros que los
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Capítulo VI
Presidencias del lic. Grajeda (2a interinaria) y del
lic. Diego de Vera
(1566-1568)
(Continuación)
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y quando en esta cibdad solía aver alcalde mayor por maravilla salía
una cabsa aunque fuese grave, de sus manos y escusábase lo dicho,
y esta será una grande merced que V. M. hará a esta tierra, demás
de ser cosa que tanto toca a su servicio”. A lo que, desde luego, no
se pone glosa porque entre las que puso el deán, se halla ésta: “En
la verdad, se tiene por cosa brava un oydor, que a quatro años que
vino a esta ysla, aver labrado una casa que le qüesta seis mil pesos
e tener veynte esclavos negros en una estancia e otros tantos en
su casa que le sirven, y aparador de plata, que acá no ay nadie que
otro tal alcance, y que en esta Real Abdiencia contra cosa que
le toque no se alcance justicia…” El oidor en este párrafo es en
la carta Alonso de Grajeda, el mismo que, ya viejo y todavía sin
haber resuelto todos sus problemas, se pone de acuerdo (siquiera
en cuanto a firmar) con sus discordes colegas Cáceres y Ortegón
(cosa muy bien vista del fiscal que también arrimó poco después
de su leal parecer), y solicita de S. M. la creación del oficio para
que, atendiendo a la administración de justicia en la tierra adentro
siquiera en causas livianas o de poca monta en grado de apelación
de los autos de los alcaldes ordinarios, tuviese a su cargo perseguir
a los incursos en rescates y contrabandos; y daba por razón que con
el sistema en uso de enviar jueces de comisión, forzosamente el tal
juez llegaba a su destino con grandísimo atraso y cuando ya a los
testigos les habían nacido alas como para no ser habidos en parte
alguna. Lo que era verdad en un tantico; pues, y por otras cartas ya
se reconoce, siempre era nombrado juez, o sujeto que quería sacar
la tripa de mal año, o cómplice en los rescates, bien amartelado con
dos intentos: el de recibir con amor los descargos de los acusados y
el de admitir parte de los rescates hechos en especies disimuladas
o desemejantes a las rescatadas. Esta era la tierra de Dios, que creó
el sol para que todos quedaran alumbrados…, lo que el Fiscal de
S.M. con seguridad denunciaba. Y dentro la dorada probidad de
Grajeda y sus compañeros, muy bien cabía que, dirigida la aguja
al norte de la administración pronta de la justicia, los ministros
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que son causa que los [negros] que los vecinos tienen en sus casas
para el servicio de ellas y en sus haciendas, se les vayan y alcen, y se
temía no viniesen muchos daños y aún muertes, y de ellos se tomó
información; y por esta necesidad instante, a pedimento del Cabildo
de la Ciudad, se proveyó habrá tres meses, que un Diego Rodríguez
Peguero, capitán y visitador de los negros, hombre en esto bien
diestro, anduviese por los campos y montes con ocho o diez soldados
de ordinario, y si más hubiese alguna vez menester se le diesen, y
que para la paga de éstos se echase sisa en el vino que se vende en
las tabernas, y así se ha fecho»; suplican aprobación de ello y cédula
«para que de aquí adelante se pueda echar sisa y proseguir por todo el
tiempo que durare esta necesidad», como tambien para cualesquiera
otras, y que la Audiencia pueda dar la licencia al Cabildo, señalándole
cantidad a que haya de llegarse según la necesidad.— Resolución, al
margen: «Que se le dé cédula en que se apruebe lo que la Audiencia
ha hecho en lo que toca a los negros alzados y para que lo continúe
el tiempo que hubiere la misma necesidad, y den relación siempre
al Consejo de lo que hagan en esto y en lo demás, y, ofreciéndose
necesidad [nueva], avisen de ella al Consejo para que provea lo que
convengan».— AGI, Santo Domingo 71.
v Alcaldes de negros; cédula real. «El Rey, Presidente y Oidores de
la nuestra Audiencia Real que reside en la ciudad de Santo Domingo
de la Isla Española. El licenciado Lorenzo Bernáldez, en nombre y
como Procurador General de esa Isla, me ha hecho relación que en
esa tierra comunmente se rebelan y alzan los esclavos negros y algunos
de ellos han hecho muchas muertes, robos y daños en los caminos y
haciendas del campo, y demás de lo susodicho, se juntaron muy gran
cantidad de ellos armados, con su pífano y atambor, y acometieron la
villa de San Juan de la Maguana y la quemaron y destruyeron (nota:
está referido de lo antiguo, tiempos de Lemba), y porque se entendía
que semejantes alzamientos sucedían por los malos tratamientos que
a los dichos esclavos les hacían sus propios dueños, se había ordenado
y mandado que el Cabildo y Regimiento de esa Ciudad y [de] cada
pueblo de esa Isla eligiesen cada un año un alcalde visitador que
llaman de los negros, cada uno de los cuales, en su término y distrito,
pueda visitar los ingenios, hatos, estancias de minas y otras haciendas
del campo y tomar información de cómo son tratados los dichos
negros, ansí en lo tocante al comer y vestir como en todo lo demás
y, hallando que había algún exceso o desorden, proveyese de remedio
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64. — Hízose, pues, una junta el día 7 de abril de 1567, sin haber
respeto a la calidad atribuida por una real cédula a1 Cabildo de la
Ciudad, y se resolvió según la cédula de ordenación de obras, ganada
por Bernáldez, que había introducido en su petición que para todo
el cercar de la Fortaleza se acudiese con los dineros de la sisa de la
cerca de la ciudad, y se tuvo cuenta con asignar a Real Hacienda
todos los demás reparos y obras que se hiciesen. Y conforme a este
plan se dió principio a juntar materiales, herramientas y trabajadores.
Sin embargo de que el acto no da lugar a vislumbre sobre la cuestión
de competencia para entrar el Cabildo secular en semejantes juntas
(por ocultación de la cédula renovadora de tal calidad), seguramente
que los regidores trataron de rehacerse contra la zancadilla que
Bernáldez les había echado, tirándolos patas arriba en su petición
como quien había pleiteado sin parte; pero venció la letra de la
cédula sobre la interpretación municipal, fuese o no fuese el muro
de la Fortaleza cerca ni muralla de la ciudad, (y no lo era porque
aquel muro no cortaba paso al enemigo invasor, que podía entrar por
el lado Norte y apoderarse de ella, debiendo luchar de nuevo para
entonces romper el lienzo que la Fortaleza tuviese por delante), los
Oidores hicieron oídos de mercader, y en esta coyuntura arribó, el
20 de mayo, el nuevo Presidente titular, licenciado Diego de Vera,
quien por mejor imponerse de la disputa proveyó que los trabajos se
empezasen (los comienzos el 14 de junio) al tenor de lo acordado el
7 de abril, porque tiempo habría para aclararse el punto, conque los
regidores se pusiesen llanos a dar el dinero de la sisa correspondiente
a gastos hechos, pues de inmediato era la Real Hacienda quien
suplía, obligada a devolver en aquella forma el dinero que antes
había recibido en préstamo de la misma sisa.
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en las juntas que hiciesen para el hacer todas obras, tuviesen parecer
y oyesen al Cabildo de la Ciudad, y la mayoría de votos prevaliese, y
que en adelante nunca los Oidores en obra alguna oían al Concejo, de
que siempre se habían seguido muy graves inconvenientes; y suplicó
que, conforme a aquel ordenamiento, se mandase que nunca se hiciese
cosa sin el parecer de la Justicia y Regimiento ni su voto, («y no de
otra manera»), y lo mismo se guardase sobre el traer del agua de Jaina
a la ciudad; ordénase que así se haga, y no se vaya contra lo mandado
en esta forma de atender a dichas obras.— AGI, Santo Domingo 899.
v Licenciado Diego de Vera: su título de Presidente de la Real
Audiencia el 11 de noviembre de 1566. De la misma fecha: que
los Oidores desocupen la Audiencia para el Presidente si no hay
aposento bastante para todos; licencia para que Vera, con su mujer,
hijos y diez mujeres de servicio, vaya a su destino; de concesión de
500 ducados de ayuda de costa sobre salario; AGI, Santo Domingo
899.— Se embarcó Vera en Sanlúcar de Barrameda el 20 de marzo
de 1567; AGI, Contaduría 1052.— El 20 de mayo de 1567 «entró en
este puerto el licenciado Diego de Vera que V.M. mandó enviar a esta
Real Audiencia por Presidente» (carta del Ayuntamiento de Santo
Domingo de 25 de julio de 1567): AGI, Santo Domingo 71.— Su
última paga del tiempo corrido «desde primero de mayo de sesenta y
ocho hasta diez y siete de agosto del dicho año que dexó de presidir
para ir a Panamá», AGI, Contaduría 1052, con título de Presidente,
de 18 de febrero de 1568.— El 20 de agosto de 1568 Vera dió noticia
al Rey de que el 16 del propio mes pasó con rumbo a Ocoa la flota
que iba a Nueva España, «y con buen tiempo (hubo ciclón el 10 de
agosto) entraron en el puerto de esta ciudad dos navíos [de ella] en los
cuales vino el doctor Mejía, Presidente, y el licenciado Peralta, oidor;
fueron recibidos… El doctor Mejía me entregó el título de Presidente
de Panamá» y agregaba que no podría salir para el nuevo puesto hasta
mediarse octubre, por falta de navíos que fuesen a Panamá; AGI,
Santo Domingo 71.— El 10 de octubre comunicaba Mejía al Rey
por qué Vera no había ido a su destino «cuando pensaba», y que a su
petición, le había dado un barco pequeño, que se tomó para ello; AGI,
Santo Domingo 71.— El 30 de octubre, todavía en Santo Domingo,
decía al Rey cuán bien se portaba Mejía en su cargo y que convenía
que los Oidores actuales se llevasen separadamente a otros destinos,
por ser sujetos muy atravesados para seguir aquí juntos; AGI, Santo
Domingo 71. Pero cuando Mejía recibió comisión, (su fecha 1 de
octubre de 1568) para residenciar a Vera, ausente, el apoderado no
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Capítulo VII
Presidencia del doctor Antonio Mejía
(1568-1570)
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de Plata hasta hoy, y los dos mill pesos restantes los tiene recebidos y
están pasados en quenta del año de sesenta y cinco, como parece por
la carta de pago». — El registro de los 2.000 pesos dice: «En nueve
de jullio de dicho año [1565], dos mill pesos que por libramiento dí
y pagué a Francisco de Cevallos, tesorero de la villa de Puerto de
Plata e vezino della, que los ovo de aver en cumplimiento de una
Cédula de S.M. y aquerdo desta Real Audiencia y Oficiales de S.M.
para hazer la fortaleza que S.M. manda hazer en la dicha villa de
Puerto de Plata, como paresce en el dicho libramiento e carta de
pago». — En el propio día 4 de julio de 1569 se dieron a Aguirre
para el sustento de sus hombres en Puerto de Plata, Cevallos 1000
pesos por otros que entregó al capitán. A concentrados, y al propio
Aguirre otros 800 pesos «para mantener los soldados que estavan en
Puerto de Plata». — AGI, Contaduría 1052.
v «Este día [4 de julio de 1569], noventa y tres pesos, por libramiento
de los oficiales de S.M., dí e pagué a los marineros que por mandado
de los Señores Presidente y Oydores y de los oficiales de S.M. fueron
a la Saona para saver si havia franceses, para que saliese flota para
España». — AGI, Contaduría 1052.
v Extranjeros y tratantes con ellos o con ellos tomados en noviembre
de 1569, condenados a galeras y embarcados en ocasión de barcos por
enero de 1570; tres, en la nao de Juan Aguión Osorio, capitan; tres,
en la de Martín de Santa Ana; dos, en la de Pedro Camiña; dos, en la
de Pedro de Fuentes; tres en la de Vicente Freyle. Algunos nombres:
Oliver Chevalier, Juan Antonio, Juan Peson, Felipe Galván, Melchor
Pérez. — AGI, Contaduría 1052.
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y ansí lo que quiere uno y le toca, quieren todos, y ansí es todo para
ellos y sus deudos; y conviene, cierto, remediarlo, y esto cesaría si los
regimientos fuesen añales, porque asi cada uno procuraría hacer a
su tiempo el deber y darían con nuevas personas, nuevas trazas, para
que esta república creciece y cabría a todos parte; y esto ha mucho
tiempo que se tiene por entendido que sería gran remedio, y es plática
muy antigua y tratada por todos los de esta ciudad e Isla, y para el
aumento de ella convendría hacerse ansí; pero como los que lo han
de pedir son ellos, nunca se hace….» — AGI, Santo Domingo 71.
La siguiente toca materia semejante, por ser en la ciudad en
donde blancos ni negros libres ni esclavos asistían a la misa en que
se predicaba la palabra de Dios:
Carta de 18 de noviembre de 1569. — Por el comercio con
extranjeros casi no hay costumbre de ir los domingos a misa mayor,
y cuesta mucho persuadir a los vecinos a ser buenos cristianos; esto
predica ordinariamente, pero es en vano; sienten mucho las censuras
eclesiásticas y cuando se ponen, la Audiencia llama al notario y al
fiscal y al provisor y les reprende duramente; quitan la vara al fiscal
eclesiástico y le amenazan con destierro, «y a mí díceme que no
puedo prender a ningún excomulgado ni a ningún amancebado, ni
por causa ninguna eclesiástica, sin pedirles a ellos, digo a los Oidores,
primero licencia; y de esta manera viven los seglares y aún algunos de
los clérigos tan desvergonzadamente que me llora el corazón gotas de
sangre, porque si los quiero prender, apelan a la Audiencia y siempre
quedan sin castigos».— AGI, Santo Domingo 71.
El prelado, como ya se ve, estableció relación cerrada entre la
efectiva ejecución de poner clérigos en los ingenios para la instrucción
de los negros y la visita de un juez de la Audiencia (cual rodillo
que aplana y asienta y afirma el camino), como estaba mandado,
pues no sino con la acción civil y real la acción eclesiástica podía
cumplirse. Si para aquella acción se alegaba por los Oidores un salario
congruente, el prelado así lo recordó, aunque el texto no basta para
ser reconocimiento de lo que es justo, ni para acusar indirectamente
que ningún salario bastaba en teórica, si los magistrados lo querían
grueso, seguro, a tiempo y en oro o buena plata.
La inferencia mutua de los salarios de los Oidores y la carga de
visitar el distrito de la Audiencia se puede conocer cumplidamente
por la sucesiseón de documentos del siglo XVI de los que, a
continuación, algunos se enuncian:
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de esta tierra dicen [me] que esta tierra en los tiempos pasados era la
más próspera y rica que había en todas las Indias, y a causa de haberle
quitado V.M. algunas mercedes que le había hecho, está agora tan
perdida, que todos dicen que en breve tiempo todo se arruinará a falta
del comercio que solía tener de mercaderías; y así lo veo, porque la
mitad de la ciudad no se habita porque no hay quien la habite, y lo
mismo es en los lugares de la Isla, que solían tener quinientos vecinos,
no tienen veinte, o treinta; la causa de esto dicen que es por que V.M.
ha mandado que no venga mercadores extranjeros, digo de Portugal
a esta Isla, los cuales la solían proveer de muchas cosas necesarias, y
había gran comercio y contratación y vivían las gentes. Y a mí me
parece que para el remedio de esta Isla, lo que V.M. debería mandar
[es] viniesen a ella de todas partes, como van a Sevilla, pagando los
derechos a V.M.». Otra causa de tanta pobreza, agrega, es la falta de
negros, y pide también labradores, «porque, cierto, sería otra Sicilia
en pan». — AGI, Santo Domingo 71.
A esta carta se dió respuesta favorable, pero quedó demorada su
expedición, por haberse pedido informes a la Casa de la Contratación
y al Presidente Mejía, sobre si la prohibición impuesta por real cédula
de 20 de marzo de 1565 de sacar de Santo Domingo para otras partes
mercancías importadas de España, ofrecía o no inconvenientes a
los vecinos. Mejía, con el antecedente de que ya antes se habían
representado tales inconvenientes, se conformó con aquel informe,
«porque sabiendo los mercaderes que de aquí no pueden salir con
mercaderías, no traen aún las que son menester, y así las que vienen,
se venden a excesivos precios y de esta isla se proveen las de Cuba
y Jamaica y Puerto Rico y la Margarita y Burburata y costa de
Tierrafirme a donde no llega navío de España, y así como no pueden
sacar mercaderías, se dejan de traer muchas cosas que se solían
contratar; y con esto y padecer todos los que se habían de proveer aquí,
suplicamos», etc.; carta de 5 de mayo de 1569, AGI, Santo Domingo
71. Como la resolución definitiva (está al margen de la carta) fué:
«Que se envíen las provisiones sobre esto dadas», y el real despacho
ahija a Fr. Andrés la solicitud de la restauración de la libertad de
comercio entre Santo Domingo y otras partes de Indias respecto de
las mercaderías importadas de España, y se mandó que en la Española
no se guardase lo dispuesto por la cédula del 20 de marzo de 1565, y
que ninguna autoridad pusiese a esta libertad impedimento alguno;
Cedulario Indiano IV, 93; el Presidente Mejía prefirió no publicar la
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70.— Otro cuidado del arzobispo fué atender, desde que llegó, a
la percepción íntegra de los diezmos que le cabían por su dignidad
prelacial y otras obvenciones, lo mismo justas que injustas, que se
cobraban en la Contaduría arzobispal. La distribución, dependiente
de cierta forma de procedimiento, ni era tan rápida que no se
esperase a agotar diligencias contra morosos, ni parecía llano estarse
a satisfacción de librarse conforme a petición de parte, si la otra por
diferentes arbitrios menos legales tenía porciones comprometidas
en favor de rematistas, por su trabajo de recaudación, prevista la
merma del interés y beneficio sobre las cantidades desembolsadas al
tiempo de recibir la patente de recaudadores; lo que, constituyendo
una expectativa sobre incierto negocio, aquél perdía en la dernanda
que más mirase a su conciencia que al dinero. La cosa se concentró
en punto de ética administrativa y perdió Fr. Andrés, porque por
real cédula circular de El Pardo 29 de enero de 1569 se ordenó que a
ningún prelado de Indias se le acudiese con los diezmos hasta después
de haber cornenzado a residir en su propia Iglesia; disposición que
embebía, salvo marcedes expresamente concedidas, el descuento
proporcional, dentro del año del arribo del prelado, del tiempo que
no había residido. Pero antes que llegase esta real cédula, y en curso
litigioso el asunto, llovieron sobre clérigos y legos ligados al mismo
censuras sobre censuras eclesiásticas y, tocando aquellas fulminaciones
a cuantos se manifestaban sus parciales, unos por amancebados, otros
por sospechosos en la fe o por cualquier otra tacha notoria, fué en la
Audiencia en donde hallaron el refugio y escudo, porque saliendo
ésta (eran a una el Presidente Mejía y el oidor decano Grajeda) en
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donde hasta el más infeliz del pueblo rivalizaba en el lujo del aseo
y del bien vestir (efloración lujuriosa de todo lo bien y todo lo mal
adquirido, independientemente de la restriccion o de la libertad de
comercio), y era lo usual en la Isla, como lo era en otras muchas
partes desde los días del descubrimiento; de que dió cuenta el prelado,
más llevado de las normas concernientes a la división de clases,
que de su aversión a tratar con gente pobre que había de contraer
infinidad de obligaciones por no manejarse civil y socialmente con
gentes que por su raza estaban libres del perpetuo martirio de la
exudación pestilente que de la suya era propia, y siendo a la vez para
el blanco tormento horripilante contraer el mismo complejo, aunque
transitorio, permaneciéndose unos momentos de bajo la influencia
del trabajador y en el ambiente natural de sus trajines. Aviso, en
verdad, no frívolo, pero supérfluo. A ninguno se le ocurrirá jamás
no juntar con abundancia porque hay ladrones; o dejar de labrar la
tierra junto a los ríos ni lejos de él, porque si se sale de madre o la
tormenta implacable adviene, todo se destruye y arrasa; ni hacerse
casa en que vivir ni amueblarla porque el terremoto o el huracán
despiadado se la abata; ni vestirse y lucir a la luz del sol, porque sea
pobre; sino que, siendo un mal social que predomine la inmoderación
donde la codicia crece y aquélla se extienda y arraigue más y más si a
ésta le porfía la envidia,y por esa inmoderación general, los pueblos
así olvidados de la ley de Dios los que, como si las buscaran, se atraen
toda clase de desdichas, miserias y calamidades, y para ellos, sin ley
divina, no hay más ley que valga como vale la ley de la espada o
la ley del fuego, que brinda a los que la practican cuanto pueden
acarrear, y lo que no, dejan en ruinas o reducido a pavesas. A lo que
por sus pasos contados, por no haber oidos para la predicación ni
predicadores que hablasen a los oidos, caminaba la alegre y confiada
ciudad de Santo Domingo, y tan ajenos sus habitantes de haberse
ya transformado el corsario calculador que comerciaba en el pirata
cruel que depredaba.
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se envolvió sin tener y sin conseguir por vías rectas y llanas caudal
para dar fomento a un exagerado nepotismo, y por ello hubo de
estar siempre a la greña con otros dos Presidentes y también con su
Cabildo Catedral y con los religiosos franciscanos, y así entreveró
sus diligencias espirituales con las temporales sin aquel acierto que
por bastantes documentos se reconoce. He aquí mención de varias
reales cédulas: Escorial 18 de noviembre de 1568 al arzobispo Fr.
Andrés; que vaya a su Iglesia sin esperar las bulas por la falta tan
larga de pastor, y, en llegando, «sepáis cómo y de qué manera están en
vuestra diócesis las cosas espirituales, y qué iglesias y monasterios hay
hechos y qué diezmos ha habido, y cómo se han gastado y distribuido,
y si no estuvieren hechas las iglesias y monasterios que convienen,
proveáis que luego se hagan y edifiquen en los lugares y partes que a
vos y a nuestra Real Audiencia de la dicha ciudad pareciere, y pornéis
los clérigos y religiosos que convinieren para la administración de
los santos sacramentos, entretanto que Nos, como patrono de las
dichas iglesias y de las otras de las Indias, mandamos proveer en los
beneficios de ellas las personas que los sirvan». De la propia fecha
las siguientes: una, licencia para que el arzobispo Fr. Andrés pueda
embarcarse; otra, para que lleve 18 criados; otra, para que conduzca
sus tres esclavos negros; otra, de concesión de 400 ducados en
Sevilla de los frutos de la vacante anterior; otra, para que lleve seis
labradores y de ellos tres sean casados y vayan con sus mujeres e hijos;
otra, finalmente, de 23 de noviembre, para llevar en su compañía
seis frailes de su Orden; AGI, Santo Domingo 899.— Entre los 18
criados estaban tres sobrinos carnales de apellido Cáceres Carvajal,
y a éstos habría de dar heredamientos de casas y tierras, y en las
tierras meter aquellos labradores, paisanos y quizás de la parentela, y
entretanto había de correr con la carga de sustentarlos hasta tenerlos
heredados, y a los seis frailes más regalados que en conventos (tres
trajo y los tres se le quitaron por disposición real); así toda la guerra
de este pastor con unos y con otros, Presidente, oidores, regidores,
canónigos y frailes, guardaba relación con los tropiezos de no hallar
“cum quibus quomodolibet” tan pronto como fáciles fueron intentos
y pensamientos. Como arreciasen las quejas (de que están recogidas
numerosas cartas), se despachó real cédula de Madrid 28 de diciembre
de 1574, amonestándosele que gobernase bien su Iglesia, pues se tenía
entendido que, después de haber recibido la admonición anterior,
hacía todo lo contrario, y que S. M. se tendría por muy deservido si
no ponía remedio en ello; AGI, Santo Domingo 868, lib. 3, f. 44.
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Capítulo VIII
Presidencias de Alonso de Grajeda (3ª interinaria)
y del licenciado Francisco de Vera (1570-1576)
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también él, presa de dolor intenso, se abatió y por sus pasos contados
se despidió, ya despedido del mundo, de la vida.
83. — Por este tiempo era oidor Gaspar del Castillo; un Castillo
para toda diversión: el paseo, la pesca, el baile y los devaneos, y
aún tenía la mar de gracia como valiente degollador de toros y no
sobre la arena, sino en el agua; faena tan vistosa llena de incidentes
que toda la ciudad, ajena al temple indispensable para los días de
prueba, se juntaba en las riberas del Ozama para gozar de espectáculo
tan “bonito”….. Debía tener Castillo quien se le opusiera, y entre
muchos uno era el arzobispo Fr. Andrés, que fracasó en su empeño
de desterrar, no obstante bulas y cédulas, la afición que durara
entre españoles hasta el presente y durará mientras haya España y
toros dentro y fuera de ella. Mejor suerte tuvo el agrio prelado para
acabar con el bárbaro juego de las naranjas voladoras, porque se
quiso llevar la corriente del gusto popular por sendas de expresión
no ser los naranjazos materia de deshonor o de irrespeto si el juego
era tradicional y bien grande el público placer en jubilosos días de
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guardar por tres años, y para lo demás para siempre; porque habiendo
esta cuenta con la sal no podrían rescatar los vecinos, porque no
teniendo sal no podrían hacer cueros”; y, en consecuencia, siendo
el negocio propuesto tan enrevesado para tratarse sin antecedentes
que lo hicieran viable por voluntad soberana, a la Audiencia tocaba
ver si aquello convenía, y en tal caso lo pusiera en obra, vigilara la
guarda y el cumplimiento, y diese cuenta previa para determinarse
todo con mejor acierto.
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ellos para este efecto, los paguen luego de cualquier hacienda nuestra
que huvieren y que con vuestras libranzas y cartas de pago de los que
los recibieren, les sea recibido y pasado en quenta lo que así dieren y
paguen. Fecha en el Pardo a XVII de diciembre de mill y quinientos y
setenta y tres años.— Yo el Rey.— Refrendada de Antonio de Eraso,
señalada del Consejo».— AGI, Santo Domingo 868, libro 3, f. 32.
v Francisco Luis Carvallo, portugués avecindado en Montecristi,
hombre rico, fué nombrado inspector de la fortaleza de Puerto de
Plata, conforme la real cédula, arriba inserta; hizo la visita y escribió
a la Audiencia, año de 1574, una relación, de la que se han tomado
los puntos siguientes: «Y luego entró en la casa de los maestros y
municiones, que es una casa baja de teja y madera y tapia y tablas con
una sala en medio blanqueada y siete aposentos con dos corredorcillos,
a cada lado el suyo, como portales; había en una cámara….etc.— Una
bandera de Santiago en medio, grande, nueva, de seda de colores y
dos cajas de tambores y dos trompetas» (del inventario). «Visitó la
obra de la dicha fortaleza, la que es un torreón redondo que tiene
ochenta pies en través, el qual está al presente enramado, todo él
de dos tapias y en alto sobre la tierra, todo de piedra y argamasa y
ladrillo, que es el altura donde se an de mover las tres bóvedas que
se an de hazer sobre que se a de asentar el artillería, y todo esto a de
subir de mas de dos tapias, que tiene otras cinco tapias de piedra y
argamasa en alto y las bovedas de ladrillo. Este cubo a de llevar un
pretil de tres quartas de alto, donde a de jugar a barba el artillería, y
se a de hazer encima un aposento conveniente para pólvora y pelotas,
y quedan abajo tres salas para donde esté recogida la gente y lo demás
que huviere y fuere necesario.— Tiene este torreón o cubo, por la
parte de hacia la mar, un cavallero…y sobre él echado un suelo de
argamasa y un pretil de ello que tiene por la parte de adentro de altura
una vara, y de la parte de fuera dos varas, y de anchura tendrá dos
varas y media, con una alberquita de argamasa donde se recoge agua.
Este cavallero solamente está a la parte de la mar; tiene de largura
cien pies y de ancho treinta pies».— AGI, Santo Domingo 79.
v Artillería para la fortaleza de Puerto de Plata. — «El Rey.
Nuestros Oficiales que residís en la ciudad de Sevilla en la Casa de
la Contratación de las Indias: Porque somos informados que, para
que en la fortaleza de la villa de Puerto de Plata que es en la Isla
Española, haya la defensa necesaria, conviene enviar a ella tres piezas
de artillería; la una de cincuenta quintales, otra de hasta cuarenta y
la otra de treinta y cinco, y cincuenta arcabuces; yo vos mando que
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de que hago presentación ante V.A., y por estas confesiones que les
fueron tomadas a los franceses de la dicha nao que fueron presos en
el puerto de la Yaguana; y porque podría ser que los dichos piratas
y corsarios franceses, o el dicho Juan García de Moguer, español, su
piloto, pudiesen ser habidos y presos en algunos puertos y lugares de
estos reinos y señoríos, o en los del Serenísimo Rey de Portugal, o en
otras partes, con sus haciendas y navíos, como tratantes que suelen
ser, y para ello tengo necesidad de vuestra cédula y provisión real
para que se les embarguen y secuestren cualesquier bienes suyos, y
ellos sean presos y a buen recaudo traídos a esta cárcel real para que
sean castigados conforme al delito que cometieron, y yo pueda cobrar
los dichos cuatro mil pesos de oro que así me robaron y llevaron,
porque, si es necesario, yo me querello ante V.A. de todos ellos como
piratas corsarios. Porque pido a V.A. sea servido de mandar que se
me dé vuestra provisión real, inserta esta querella e información y
testimonios que presento, para que, dondequiera que pudieren ser
habidos, sean presos y traídos a esta cárcel real con todos sus bienes
y haciendas para el dicho efecto, y si más me conviene pedir, lo pi
do, y pido justicia. - Adriano de Padilla”.
91.— En otro papel (uno de los testimonios que Padilla presentó
en la Audiencia, y era otra declaración anterior hecha en Santiago
de Cuba) después de enarrar el asalto, la lucha y rendición del navío
al pirata, el querellante dice: “Y con todo ello nos llevaron a una
nao de alto bordo, francesa, de su compañía que estaba en el Cabo
de Tiburón, la cual nao y la dicha goleta luego determinaron de
irse al pueblo de la Yaguana, de la Isla Española, a robar los navíos
que allí habían, y habiendo llegado al dicho puerto en veinte de
noviembre, pasando la dicha nao francesa, en que nos llevaron
presos, cautivos y robados, se halló este día de improviso en me
dio de la armada real de S. M. de los galeones y fragatas que andan
de armada en estas partes, a los cuales bombardeó el dicho navío
francés con sus piezas de artillería, y pudiéndola abordar y tomar la
dicha armada por la haber alcanzado con los patajes y una fragata, lo
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indios a trueque de estas cosas algunos vecinos de alli les dan lo que
tienen de cueros y azúcar a trueque de esclavos, paño,vino y lienzos,
y estos con brevedad, corren a San German y Guadianilla, y con la
misma hacen sus contratraciones….», etc. Dice Torres que, ya los
corsarios en las costas de la Española, «en este puerto de Yaquimo ya
saben si hay armada en la Yaguana, o no, porque ya se lo avisan los
negros a trueque de cosillas y vino….», etc. «Las armadas de V.A. de
ordinario acuden más a la Yaguana que a otro puerto de estas islas,
a causa que tiene más comida que en otro puerto, y vase a proveer
y a ver si puede tomar algún francés y, aunque la aya, algunas veces,
según son de atrevidos, como fué a Nicolas de Cardona, y otra vez
a Pedro Menéndez Márquez, y otra vez a Alvaro Florez, y este año
pasado a Cristóbal de Eraso, que a todos estos generales les ha venido
la ocasión de franceses a la mano, estando ellos en el puerto surtos,
y se les a descabullido la ocasión de entre las manos, o por poca
ardura o por mucha fuerza del francés, y aun el mismo Adelantado
se vió con el inglés a vista de la Yaguana y se le fue: el porqué, yo
lo diré si fuere necesario…..» Y en otro pasaje dice Torres: «Todas
estas armadas que de orden de V. A. allá van, caso que hazen sus
diligencias, jamás an hecho, con que siempre an tenido ocasión y
ocasiones en la mano y se les an escabullido, dizen que por mejores
navíos de vela y otros achaques… y también que a abido falta en los
vecinos: y de todo esto daré, si fuere necesario, razón de mí y de lo
que digo….» AGI, Patronato 259, ramo 67.— El texto íntegro de
este documento fue cedido graciosamente por el autor para el vol. II
de “Relaciones Históricas de Santo Domingo” y corre inserto en las
págs. 128 a 144.
v El expediente sobre la muerte del Oidor Mejía: AGI, Justicia
1003.— Padilla lo inició en Santiago de Cuba ante el alcalde
ordinario Alonso de Mondocar el 1 de diciembre de 1575; lo siguió
en la Yaguana el 20 del mismo mes y año ante el alcalde ordinario
Diego Fernández de Ocampo para tomarle la declaración a seis
de los franceses prisioneros (Juan Ilconte, Amon Forniel, Oliver
Simon, Barthelemy, Juan Lebujon y Francisco Trozau) tomados por
este tiempo (después de 1585, Leonardo de Vía, hijo de antiguos
pobladores de la Yaguana, capitán que era contra negros alzados, en
una enumeración de méritos alegaba que en 1575, estando en el hato
de Hatibonito, del capitán Diego Fernández de Ocampo, prendió a
seis franceses que habían entrado a robar y hacer daño; AGI, Santo
Domingo 80); después ante la Audiencia, que le dio provisión Real
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Capítulo IX
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Cuenca (1576-1581)
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99.— Bien antes de tomar llaves y Caja, tan solícito fué en cerrar
el pico a la gente que consigo trajo, que, al darles socorro para el
sustento, los fué desatando de su tutela con avisos de buscar cada
cual el acomodo según aficiones y disposiciones, conque estuviesen
a punto, siendo llamados, para seguir camino y poblar en Bayajá (a
lo cual se denominó repartimiento entre vecinos, y fué dispersarlos);
arbitrio placentero pues los más que se decían labradores, ni eran
ni parecían serlo, y aquella nube se desvaneció para Encinas, quien
escribió a su hermano que, no estando la Tesorería en estado
satisfactorio según la abundancia de papeles y de asientos sin hacer y
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siendo tan recia esta obligación, menester era que, entretanto se daba
con sujeto suficiente que entendiese el negocio, fuese comisionado
un Oidor por virtud de Real mandato, en quien sin estorbo de
objeciones, negaciones y demás demoras hijas del miedo general
a corsarios y piratas, residiese la potestad necesaria para verificar
la formación del pueblo. Por otra parte, sirvióse Encinas de la cir
cunstancia de haber dejado en España, haciendo sus preparativos
de embarcar, nuevo Presidente, nuevos Oidores y Fiscal, para bien
esperar y atenerse a las últimas resoluciones emanadas del Consejo
de las Indias tocantes a dicha fundación, y aún dilató el tomar la
posesión del oficio por si en su postura frente a Jiménez de Peralta se
cambiaba la suerte de ambos, pues tan precaria había salido la suya
para su duración en el oficio. No hubo accidente en ello y Encinas
retuvo el oficio hasta quitárselo la muerte.
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con visos interesados podía ser sospechoso ante el rey, sobre todo
si en ello se colaba algún oculto enemigo, que todos los buenos
tienen sin saber. Manifestó que de ambos pueblos había partidarios
para aquella unión, pero que no todos tenían parecer igual, había
quienes se mudarían a expensas propias, y quienes necesitarían de
socorro para mudarse y edificar, y como todos también soñaban con
adquisición de solares y de más tierras laborables y para el ganado,
en esto tocaba al Rey proveer, porque todo lo demás era ya de su
propia cuenta. Y con tan gratas promesas, se volvió a su casa.
103.— En este medio tiempo que el Francisco Luis fomentaba la
unión de voluntades de aquellos dos vecindarios, fué despachada,
por diligencia de Diego de Encinas, una Real cédula por la que se
mandaba al Presidente el cometer a un Oidor la ejecución de la
fundación de Bayajá, y se le mostraba desplacer porque reconociendo
en el tesorero real mucha recarga de trabajo, no debió esperar ocasión
tardía para hacer, como por otra se le tenía mandado, que la obra
tuviese algún comienzo; y como llegase a manos de González de
Cuenca este despacho y hasta entonces Francisco Luis no había
dado razón de su encomienda, fué llamado. Compareció en forma
de parlamento. Justamente la unión podía considerarse hecha, sino
que ellos con vecinos habían interpuesto tres reparos: había de
dárseles la demora necesaria para recoger sus frutos y tener juntos
sus ganados hasta recibir tierras competentes para ellos inmediatas
al pueblo nuevo; debía darse al sitio previa defensa de artillería
y enviarse defensores competentes de España para robustecer la
fuerza armada que los vecinos opondrían a enemigos, y esto sin
dilación porque se esperaba mayor frecuencia si eran espantados
de las costas de Tierrafirme en donde estaba reforzada la armada de
guarda (justamente la de Pedro Menéndez de Avilés), y serían más
de temer si veían que cada vecino era un soldado; y que las mercedes
de pobladores se concedieran a los juntados de la Isla como estaban
concedidas a los que llegaron y llegarían de España.
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Capítulo X
Presidencia del doctor don Gregorio González
de Cuenca. (1576-1581)
(Continuación)
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haga merced a las dichas galeras de los negros que en estas partes se
tomaren por perdidos, viniendo mal despachados. Item, habiendo
en estas Indias delincuentes, se echarán a galeras según sus culpas y
méritos. Item, habiendo delincuentes en estas dichas Indias que sus
culpas se puedan conmutar en penas pecuniarias, así sea con que la
tal pena se conmute en algún negro o negros, según las culpas, para
las dichas galeras, o en pago de algún tiempo o tiempos de soldado o
soldados. Item, que los corsarios que se tomaren en estas Indias sean
forzados en las dichas galeras».
(Diego Sánchez de Sotomayor fue marino o navegante, conocedor
de cuanto escribió, y se le halla presente en Santo Domingo casi
todo el año de 1577 y primer semestre de 1578; dieron pareceres
favorables al Memorial los pilotos examinados Antonio Barbudo,
Alonso Rivilla y Cristobal Sánchez, y Pedro López, maestre y piloto,
ninguno de ellos residente, sino estantes en Santo Domingo.)
v Juan de Valladares, piloto examinado de los mares de las Indias,
expuso, para la defensa de ellas, que los corsarios «en la Isla de
Santo Domingo harán mucho daño en ella por tener muchos
puertos alrededor, y en todos ellos hay poca resistencia, y toman
los mantenimientos que quieren porque en toda la isla hay mucha
comida. Y asimismo hacen daño a los navíos que salen de San Juan
de Puerto Rico para Santo Domingo...
«Y sabido por V. M. lo arriba dicho, para guardar dichas Indias
proveyó y mandó que en Bilbao hiciesen doce navíos a doscientos
y cincuenta toneles cada uno, y se armasen para que anduviesen de
armada en las dichas Indias a estorbar los dichos daños, los cuales
se hicieron y armaron y por capitán general de ellos [fué] Pedro
Menéndez de Avilés, Adelantado de la Florida y Capitán General
del Mar Océano por V. M. Los cuales navíos son mancos, porque si
no hay tiempo próspero para donde quieren ir, no pueden efectuar sus
designios ni hacer efecto ninguno en la guarda de las dichas Indias
y, ademas de esto, si los dichos doce navíos están en el puerto de la
dicha ciudad de Santo Domingo y quieren salir para rodear y guardar
la dicha Isla, costeándola toda hasta el Cabo de Tiburón y a la Yaguana
y ir al Cabo de San Nicolás y a Puerto Real y a Montecristi y a Puerto
de Plata y al Cabo del Engaño y a la isla de la Saona y tornar a la
ciudad de Santo Domingo, de donde salió el armada, tardará en este
camino mas de cuatro meses, porque los vientos son contrarios todo
lo más del año y, andando con esta armada toda la Isla, mal puede
guardar las otras islas y la tierrafirme.
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Rico a Santo Domingo sin los peligros de echarse los vientos desde
punta Espada y caer en manos de corsarios, que lo menos que hacían
con estos aventureros,si dejaban de defenderse, era soltarlos con
aquel caudal inherente al que se Ie pone del todo en todo corito en
cualquiera playa. Esta brevedad en la travesía fue tan conocidamente
ventajosa que con presentarse ante un teniente de oficial puesto allí
para dar pase a viajeros en regla, veinte oportunidades tenían para
salir presto desde Chavón contra una de Santo Domingo en el mismo
espacio de tiempo. Pero era allí, por esta circunstancia de haber
teniente, donde se destruía todo papel de licencia dada con firma
del Presidente sin que fuese del Presidente, importando poco que el
nombre del pasajero fuese verdadero o falso; que no había reclamo
que pudiera tener curso contra sujeto alguno, si el tal, cuyo nombre
se significaba, ni por semejas parecía a flor de labio, ni en hoja de
registro. Otras transmigraciones, y eran contínuas, se deslizaban con
más suavidad y llaneza: solíase salir a la mar por cualquier rincón
costero, y viajero y barquichuelo se recibían abordo, jam numerata
pecunia, y en la orilla opuesta se repetía la operación, y llévete
Dios con ventura...... Las repetidas reales cédulas que ordenaban
la vigilancia para impedir semejantes transmigraciones, ya fuese
moderando las autoridades las licencias, o ya obligando a cada cual
a estar a las condiciones debajo de las cuales podían vivir en donde
primero pidieron y fueron licenciados, solo sirven para aquilatar los
avances de la legislación, según la mente del Consejo o del Soberano;
la falta de tal vigilancia y, tantas veces la transgresión de lo mandado,
actuando ministros desaprensivos, y la fuga o emigración clandestina
de particulares, sirven para demostrarse el ningún respeto que, sin
temor ni empacho alguno cordialmente se tiene a todo mandato
prohibitivo o a toda ley coercitiva, si hay por medio un par de pesetas
que cubran la firma del Rey con la vera efigies del Rey. Todos los
tránsfugas estaban más o menos asegurados; los que sabían nadar,
por virtud de su pericia; los que no, dando prima, porque el maestre
del barco esperaba hasta verlos en tierra, o ponía a su disposición
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de ellos, y así cada semana entran aquí barcos robados de ellos, por
manera que los señores de ingenios y ganados no son señores de sus
azúcares y cueros porque, trayéndolos a este puerto, se los toman los
corsarios, a cuya causa está esta ciudad e Isla paupérrima; si no se pone
remedio que los galeones anden por esta costa, o se ponen galeras
que corran de ordinaria ésta, todo está a riesgo de perderse». — AGI,
Santo Domingo 50.
v Santo Domingo 18 de julio de 1576. — EI fiscal Villanueva Zapata
al Rey sobre lo dificil que es reparar el trato con los franceses en la
banda del Norte, pues los vecinos de aquellos puertos son los mas
encubiertos en dicho trato. «Este daño parece que tiene uno de dos
medios: o quitar los lugares y vecindad de los puertos, trayéndolos
la tierra adentro, pues es cierto que no tienen defensa y las veces
que quisieren los cosarios los robarán y destruirán, o mandar V. M.
proveer galeras que guarden estas costas y no consientan llegar navíos
enemigos que deben ser los de este año casi veinte. Estos se llevan gran
parte de los frutos de la tierra, o por robo o por contratación».—AGI,
Santo Domingo 50.
v Santo Domingo 2 de julio de 1577. — El fiscal ViIlanueva Zapata
al Rey, capítulo de carta, manifestando que don Antonio Henríquez
es hombre muy entendido en las cosas de guerra y no mal marino, y
que cabrá bien en él tener el mando de las galeras, caso que se pongan
para guarda de las costas de la Isla. (Esta recomendación de gran amigo
contiene también el intento de dar quehacer al Presdente, porque el
don Antonio es acérrimo enemigo de González de Cuenca.)—AGI,
Santo Domingo 50.
v Lisboa 6 de julio de 1582. Real cédula: los mercaderes de Santo
Domingo se han quejado de que el Presidente González de Cuenca
les habrá impuesto la obligación de dar cada año 200 ducados al
general de las galeras para sus gastos, y estiman que es imposición
ilegal y piden se les quite; Presidente y Oidores envíen la relación
de este caso. — AGI, Santo Domingo 899.
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que por haber llegado este aviso a cuanto barco pasaba, ninguno
acometió por la banda del sur, pero todos enfilaron a la Yaguana,
en donde hallaban los refrescos (y los resecos, esto es, cueros, que
buscaban), sin haber poder que lo estorbara. La armadilla hizo salida
a Ocoa en seguimiento de franceses, y fué por capitán o cabo de ella
Ambrosio Borgonovo, italiano, buen marino, sujeto que desde años
atrás solía ser nombrado “almirante” de armadillas contra corsarios,
y que más tarde (1582) dió tan buena prueba de su valor y lealtad en
choque contra valeroso y obstinado enemigo, que hizo información
de sus méritos y servicios para conseguir carta de naturalización
española. Y en carta de los señores del Cabildo de Santo Domingo,
de 18 de octubre de 1579, se expresa que para entonces el Presidente,
con acuerdo de los Oidores, tenía a punto una armada de tres navíos
de alto bordo y tres fragatas buenas, en la que estaba señalado por
general don Antonio de Cuenca y Contreras, hijo del Presidente
(a que juntaron su protesta contra la sisa que para ello se mandó
echar, a cargo de vecinos y mercaderes). Ninguna acción inmediata
se refiere de esta armadilla, salvo un crucero de 1580 para desbaratar
al francés Jean Jacques, llamado también Juan Aquete, si era si no
era un Juan Haque, que en papeles disyuntos se supone que fué
inglés, en el intento de distinguirlo de John Hawkins, en pausa no
pirática por estos tiempos.
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vara y cinco sesmas de anjeo para collera al caballo”; todo por 265
pesos de cuartos.– AGI, Contaduría 1052.
v “En veinte y siete de henero de mill e quinientos y setenta y siete,
a Antonio Jorge, señor y maestre de su nao, siete mill y quinientos
mrs. de buena moneda por el aforo de cinquenta mosquetes y aparejos
dellos, que se entregaron por mandado de la Audiencia a don Miguel
de Lizana”, [gobernador de la isla Margarita].– AGI, Contaduría 1052.
v Diversas partidas de maravedís se entregan al factor García
Fernández de Torrequemada para gastar en obras que se hacen y se
han de hacer en la Fortaleza de Santo Domingo: el 14 de noviembre
de 1577 se le dan 112.500 mrs. de buena moneda; el 1 de marzo
de 1578, 750.000 maravedises buenos; posteriormente, este año,
1.125.000 más sobre 2.000 ducados que antes se le dieron.– AGI,
Contaduría 1052.
v En 1577 los servidores de la Fortaleza, a las órdenes de su alcaide
Bastidas eran cinco, conforme a la paga del último tercio del año
anterior; “y cinco hombres esclavos que tiene de servicio en la dicha
Fortaleza”.– AGI, Contaduría 1052.
v 14 de noviembre de 1577.– Al factor García Fernández de
Torrequema se dan 112.500 mrs. “para reparos y gastos que se an de
hazer a la Fortaleza desta ciudad”.– AGI, Contaduría 1052.
v Se le paga a Alonso de Cuéllar, carpintero y albañil, por el trabajo
de asolar y aderezar la garita de la Fortaleza y aderezar una puerta de
la Torre donde está la polvora”.– AGI, Contaduría 1052.
v El 10 de diciembre de 1580 se hizo concierto con Diego García
para poner la artillería en buen estado, por orden del factor Lope
de Bardeci, en conformidad con el asiento que anteriormente tenía
hecho con el factor García Fernández de Torrequemada; AGI,
Contaduría 1052.– Se reconocen sucesivamente diferentes obras de
García, no obstante el remate que se hizo en febrero de 1581, que
sería anulado, y del que se hace mención literal seguidamente:
v “E despues de lo susodicho en treze dias del dicho mes de hebrero
del dicho año de mill y quinientos y ochenta y uno años, estando en
la Fortaleza de esta dicha ciudad el ilustre señor García Fernandez
de Torrequemada, y por presencia de mi el escrivano yuso escrito,
y por voz de Pedro Vazquez, pregonero, anduvo en pregón la dicha
obra de la Fortaleza, conforme a la dicha memoria, ques la siguiente:
adereçar la esquina que está junto a las monjas de Santa Clara de
manera que ninguna persona pueda entrar por ella;
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Capítulo XI
Presidencia del doctor don Gregorio González
de Cuenca (1576-1581)
(Conclusión)
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que fué nombrada Puerta Grande, estuvo cerrada hasta los días
de Chávez Osorio cuando abrió un camino cerca del mar para la
comunicación con el fuerte de San Jerónimo, y tuvo desde los mismos
tiempos de la construcción uno, cuando menos, de los dos portillos
o postigos, que aún subsisten cegados, y fué de uso circunstancial
para pasarse a la sabana, nombrada del Rey, sin otro destino ni
aprovechamiento que el militar o el municipal, paraje o campo al
que eran conducidos los infames a ser cremados después de estar
suspendidos hasta morir en horca. La segunda puerta estuvo cerrada
hasta 1655. La tercera, situada a sesenta pies de distancia del límite
Norte de la muralla, estuvo abierta desde el principio hasta 1655,
que se abrió la del centro por orden del Conde de Peñalba, quien
dispuso que las otras dos fuesen cerradas, y se cerraron; de que se
dará razón a su debido tiempo.
123.– Esta única puerta abierta, que por ser de tráfico común,
permaneció larguísimos años sin calidad para cerrarse, careció
siempre de todo aparato de previsión para ocasiones de guerra, y fué
construida, poco más o menos, atravesada al camino real que iba
de la ciudad de Santo Domingo al interior de la Isla, monte arriba
cruzaba el paraje nombrado la Esperilla, seguía por Monte Grande, y
se bifurcaba, yéndose por un ramal al ingenio del licenciado Estévez
(Emgombe) y Jaina arriba, y el otro ramal doblaba al Noreste, rumbo
al Cibao. Parece que esta puerta, porque hubiese en su mismo
contorno pasaje libre durante las obras, se hizo antes que cualquiera
otra porción del muro, y el nombre con que primitivamente se le
conoció más que para discriminar una de las puertas respecto de las
otras dos y que a la sazón estarían a medio hacer, fué por el recuerdo
de uno de los espectáculos públicos a que en aquellos tiempos el
vecindario hubo de asistir con regocijada emoción: el recibimiento
hecho a la gente que, después de dar recias guazábaras a los negros
alzados, acaudillados por el valiente y feroz criminal Lemba,
destruyeron a éste y en prenda de su victoria trajeron consigo su
cabeza, que arbolaron en una pica al tiempo de entrar por aquella
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puerta y que, paseaba por varias calles, se dejó expuesta por mucho
tiempo en lugar competente en la “puerta que sale a la barca”. Lo
que corresponde a los días en que el oidor Alonso de Grajeda tenía
en interim la presidencia de la Audiencia, esto es, entre los años
1547 y 1551. Al camino que trajeron los bravos lidiadores, el mismo
camino real mencionado, todavía un siglo más tarde se le nombraba
Camino de Lemba, y la Puerta de Lemba conservó su nombre hasta
que definitivamente fué cerrada por el Conde de Peñalba.
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adelante con tanto rigor y en tan breve tiempo como los dichos
oficiales lo quieren cobrar, antes sería acabar de una vez; y pues V.S.
vino a esta Isla, como todos tenemos entendido, para remedialla,– A.
V. S. pedimos y suplicamos, atento lo susodicho, mande a los dichos
oficiales que, asegurando las debdas, hagan la cobranza de alguna
manera que sean los vezinos sobrellevados; y pues en tiempo que esta
Isla no estava en tanta necesidad, S.M. les hizo merced como a V.S.
le consta, se cobrasen sus rentas reales y debdas en cueros y azúcares
y frutos de la tierra, V.S., en cumplimiento de la dicha real cédula,
mande que, queriendo hazer las dichas pagas en los dichos frutos, los
dichos oficiales lo reciban, dando tiempo competente en que puedan
pagar, porque de esta manera Su Mgd. será servido y V.S. hará bien y
merced a esta Isla”.– AGI, Contaduría 1052.
Diego Jiménez de Peralta, tesorero, que comenzó a hacer presión
a los deudores el 4 de julio, en virtud de un auto del visitador (de 2
de julio), dirigió a Valdivia el 29 del mismo mes este memorial:
“Diego Ximenez de Peralta, tesorero en esta Isla por S.M., digo:
que por V.S. me fué mandado meter en la arca de las tres llaves de
S.M. todas las debdas que son devidas en esta dicha Isla por todo este
mes de jullio, en lo qual yo e hecho todas las diligencias posibles,
repartiendo mandamientos por todos los alguaciles; y, aunque se a
cobrado alguna parte, sería ynposible cobrarse todo, como por V.S.
me es mandado, por muchas razones.
Lo primero, porque en toda la Isla ay muy poca buena ni mala
moneda, que de mala no abrá cinquenta o sesenta mill pesos, y la buena
que a abido toda se a recogido y está en la caxa de bienes de difuntos
de debdas que se devian y se an cobrado en este año; lo qual a puesto
en grande necesidad y aprieto a los vezinos, como a V.S. es notorio.
Lo otro, porque las debdas que a S.M. se deven, son en cantidad
de más de ciento y cinquenta mill pesos y los debdores son muchos,
como paresce por el memorial dellas; y, aunque los dichos debdores
tuvieran moneda con que pagar, no se podría cobrar en tan breve
tiempo, pues con cada uno se a de hazer un juicio, y si agora en la
necesidad que están se huviesen de cobrar, no podría ser de otra
manera si no es vendiéndo[se]les sus bienes, y, haziéndose esto, queda
el mismo ynconveniente, porque sería hazer debdas de nuevo, porque
los que los compraran, no lo abían de poder pagar, por ser la falta de
la moneda general, y sería necesario darles a los compradores tiempo
en que pudiesen pagar.
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que todas las razones que e dicho no son por dilatar la paga y cobranza
de las dichas debdas, sino porque realmente pasa así, me ofrezco,
reduciendo la dicha cantidad a buena moneda de cuartos en plata de
ley y el oro a treze pesos de quartos cada peso de oro fino de veynte y
dos quilates y medio, como al presente vale, de lo cobrar y lo meter
en la dicha real caxa en el dicho oro y plata y moneda de quartos,
dándome para ello término conpetente en el qual pueda cobrar en
la manera que tengo dicha, pues con esto se cumple, y es ofrecerme
a todo lo que puedo, por aver, como dicho es mala moneda.
Pido y suplico a V.S. así lo mande probeer como lo tengo pedido,
y en esto será S.M. servido. (AGI, Contaduría 1052). Diego Ximenez
de Peralta.
(Valdivia tardó en responder hasta el 21 de septiembre de 1571,
que dió un auto, accediendo a la petición del tesorero para que
cobrase en la forma que mejor le pareciese segura, pero que todo el
riesgo que ocurriese, fuese a cuenta del mismo cobro y a cargo del
propio tesorero; en otro cabo de notas y noticias en este volumen,
se da cuenta de haber sido Jiménez de Peralta bien fiscalizado por el
fiscal Miguel de Pinedo.
v Los tenedores o receptores de la sisa, mayordomos peculiares de
este impuesto, fueron:
1.– No conocido el que fué hasta 1549.– Menciónase a Melchor
Endrino, al año de 1546, como “bolsero” de la sisa y de las obras.
2.– Alonso de Mansilla, desde 4 de agosto de 1533 hasta 16 de agosto
de 1549, que falleció.
3.– Juan de Leguizamón desde 4 de agosto de 1553; el regidor Luis
Gómez le tomó las cuentas, por encargo del Cabildo, hasta
finalizarse el mismo año Leguizamón seguía en este puesto en 1556.
4.– Diego de Medina, y fué hasta 1560.
5.– Luis Gómez, a quien tomó las cuentas el regidor Alvaro Caballero,
desde 10 de julio de 1560 (fenecidos el 8 de octubre de 1562);
Gómez cesó el 8 de abril de este año de 1562.
6.– Antonio de Villoria, que rindió cuentas, por orden de la Audiencia,
al oidor Cáceres y, por orden del Rey al oidor Ortegón, después;
la real cédula del caso, dada en Madrid 2 de marzo de 1565.
7.– Pedro Vázquez de Ayllón, nombrado por el Cabildo en oposición
a exceso de Ortegón, que puso por receptor a Hernando de
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con sus personales arbitrios que cualquiera mala res cimarrona les
echase a perder el “ganado” entero, si hasta los mismos negros mansos
acariciaban las esperanzas de su libertad, de que vendría a correr, ya
desde aquellos tiempos, el viejo dicho de que “algún día ahorcarían a
los blancos”. Ello es que el galardón propuesto por el Soberano estaba
en general descrédito desde que el Presidente Alonso Maldonado
faltó a la palabra dada con Juan Bautista de Berrio, aprensor de Juan
Vaquero (v. la carta de Fernández de Oviedo, p. 37). Y, desde luego,
no se ha hallado episodio histórico acerca de cimarrones adjudicados
a sus aprensores en conformidad con la real cédula enunciada. En el
mismo Almirante don Cristóbal Colón tuvo cabida esta infidencia
de autoridad con Rodrigo de Triana, que por no haber recibido el
premio de su celebérrimo grito de ¡tierra!, ¡tierra!, y fué el grito del
descubrimiento del Nuevo Mundo, renegó de patria y fe, se pasó al
Africa y se hizo mahometano.
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Capítulo XII
Presidencias interinarias de los Oidores Alonso de
las Cabezas de Meneses y Pedro de Arceo
(1581-1582)
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como parece por sus títulos”. Para quitar dudas se había resuelto “que,
yendo los susodichos juntos en una flota a servir sus cargos, sea el más
antiguo de ellos en la dicha Audiencia el dicho licenciado Esteban
de Quero, y luego el dicho licenciado de las Cabezas de Meneses, y
después el dicho doctor Juan del Barrio; y que si fueren los dos los
primeros, o después de haber ido el uno, fueron juntos, que por la
orden susodicha prefieran el uno al otro, y si fueren cada uno de por
sí en diferentes flotas, vayan prefiriendo el uno al otro como fueren
llegando a esa dicha Isla, aunque sea segundo o tercero el que llegare
primero, y por esta orden se entiendan todos”.– AGI, Santo Domingo
868, lib. 3.
Licenciado Pedro de Arceo, Oidor.– Hijo del lic. Arceo, Oidor que
fué 40 años de la Audiencia de Valladolid; AGI, Santo Domingo 83.–
Su título de Los Molinillos y licencia de ir a su destino, 3 de julio de
1576; AGI, Santo Domingo 899.– Primera paga por “dos meses y onze
días de su salario, que comenzaron a correr desde veynte días del mes
junio pasado deste año de mill e quinientos y setenta y siete años que
Su Merced se hizo a la vela desde la barra de Sanlucar de Barrameda,
como paresce de una fué de Rodrigo Guillén, escrivano del navío
nombrado “La María”, maestre Juan Agustín”; AGI, Contaduría
1052.– Pasó a la Margarita en comisión pesquisidora y cobró por
ello tres pesos de oro por día durante diez meses “que comenzaron a
correr a veynte y nueve de octubre del año pasado de ochenta años
y se cumplieron a veynte y ocho de agosto del año de quinientos y
ochenta y uno, que le fueron librados por el licenciado Rodrigo de
Ribero, Visitador en esta Isla, por el tiempo que se ocupó en tomar
residencia a don Miguel Maza Lizana y sus oficiales, governador que
fué de la dicha Isla” Margarita; AGI, Contaduría 1053.– Su última
paga “fasta siete de agosto del año de noventa, que murió”; AGI,
Contaduría 1058. Fué Oidor en lugar del licenciado Gaspar del
Castillo.
v Dr. Martin de Aliaga, Oidor. Su título de Los Molinillos 9 de
julio de 1576, y licencia de ir a su destino, del mismo día; AGI, Santo
Domingo 899.– Llegó a la Isla la noche del 6 de agosto de 1577; AGI,
Santo Domingo 79.– Su primera paga: “por razón de dos meses y dos
días de su salario, que comenzaron a correr a diez y nueve de junio
pasado deste año de mill e quinientos y setenta y siete años, que se
hizo a la vela de la barra de Sanlucar de Barrameda, como paresce por
una fee de Gaspar de los Reyes, escrivano del navío nombrado “San
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dos referidos, eran campantes por sus respetos entre Puerto Rico
y Cuba, no ya estuvieron desacordes en lo que habrían de hacer
(dice Rengifo, por lo que gritaban los tripulantes), antes dieron
por respuesta que dentro de meses volverían dispuestos a darle
satisfacción perfecta. Rengifo, entre alegre y cautelado, dió aviso a la
Audiencia de su gesta, y al Rey igualmente para estar preparado con
toda munición, por si la amenaza salía cierta; al fin, mucha amistad
había tenido con corsarios, buena hacienda había amontonado en
servicio de S. Sacra M. la “panza”, y el recelo era fuerte; si por caso se
le escuchaba antes que volvieran franceses, manifestó a la autoridad
que estaba interesado ya en dejar la alcaidía de la Fortaleza; habíala
concluido y el Rey que pusiera soldados y capitán en ella con otros
bríos y también con otras confianzas. Murió, como se ha dicho ya,
antes que retornasen corsarios belicosos, y que alcaide nuevo diese
el Rey a la Fortaleza de Puerto Plata.
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esto aparte, está muy puesto en razón que el delito que se comete
contra las galeras, conozca de él el que las trajere”, etc.– AGI, Santo
Domingo 72. (Referencia a esta carta en la pág. 454.)
v Puerto de Plata 13 de marzo de 1582.– Pedro Rengifo de Angulo
al Rey: “Han acudido a la costa de la banda del Norte en el mes de
julio y de agosto y septiembre y octubre muchos navíos de franceses
corsarios y, lo que jamás habían hecho, hicieron este año: que a diez
leguas de este puerto que se dice la Isabela, vino con dos lanchas
el capitán Richarte (Richard, p. 129), natural de Abra de Gracia
(el Havre de Grace), bien aderezadas y cargadas de mercadurías, a
contratar. Tuve aviso de ello y procuré hacelles una armada con una
lancha y una fragata que estaba aquí; y tuvieron aviso los franceses
y se fueron luego. En el mes de octubre vinieron a otro puerto doce
leguas de éste, otras dos lanchas, en el puerto de Saonés, que eran
del capitán Giraldo (Girald) y del capitán Calamote, cargadas de
mercadurías, con treinta y seis hombres, sus arcabuces bien aderezados
y picas y espadas, y los falcones de bronce; la una de mil y quinientos
cueros, traía por la proa dos piezas de bronce de a ocho quintales, y
cuatro falcones por los lados; la otra, mucho más pequeña, y tenía
dos falcones por proa. Tuve aviso de espía que tenía en la costa y con
cuatro arcabuceros y cuatro de a caballo, se les hizo una emboscada, y
de diez y seis hombres que saltaron en tierra a tomar agua, se mataron
nueve y prendieron dos, los demás se escaparon y se metieron a este
puerto de Montecristi, donde estaban las naos de los dos capitanes
Giraldo y Calamote, vecinos de Abra de Gracia. Había llegado
otro navío en que venía por capitán Pirandel, hombre que se dice
el capitán Lorenzo, hijo del gobernador de Abra de Gracia, bien
aderezado y con cien hombres; enviéles una carta a que se fuesen
de aquel puerto y costa, y que viesen lo que les había hecho en el
puerto de Saones; que allá iría a hacelles todo el daño que pudiese.
Quisieron todos tres navíos venir a este puerto y los capitanes no se
concertaron más de enviarme amenazas y que en el mes de junio o
de julio vendrían derechos de Francia sobre este puerto a vengar la
muerte de los franceses que les había muerto, y a ver cómo les defendía
el entrar en este puerto y el contratar en la costa. De todo esto di
aviso a vuestro Presidente y Oidores de la Audiencia Real de V.M.
de la ciudad de Santo Domingo, como verá V.M. por un traslado de
carta autorizado”, etc.– AGI, Santo Domingo 80. (Cf. el documento
inserto en primer término, supra.)
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con la mayor brevedad que fuere posible por la necesidad que de ello
hay”.– AGI, Santo Domingo 51.
v Fortaleza de Santo Domingo.– Real cédula. “Presidente y
Oidores de la nuestra Audiencia Real que reside en la ciudad de
Santo Domingo de la Isla Española. Don Rodrigo de Bastidas, alcaide
de la Fortaleza de esa ciudad, Nos ha fecho relación que la dicha
Fortaleza tiene mucha falta de artilleros, bastimentos, artillería,
armas y pólvora, balas y municiones para poder estar en la defensa
que conviene, y que convendría fuese proveída de ello en la cantidad
que veréis en un memorial que presentó en el nuestro Consejo de
las Indias, cuyo traslado se os enviará con ésta firmado de Juan de
Ledesma, escribano de Cámara de Gobernación en el dicho nuestro
Consejo; y porque querernos ser informado de la necesidad que de
ello hay en la dicha Fortaleza, o lo que será menester proveer, os
mandamos que veáis el dicho memorial y luego Nos enviéis relación
particular de ello con vuestro parecer para que, se provea lo que
convenga. Fecha en El Pardo a cuatro de agosto de mil y quinientos
y setenta y ocho años.– Yo el Rey.– Por mandado de S.M., Antonio
de Eraso.
En virtud de la cual dicha cédula y visto un memorial que
juntamente con ella se vió, que de suso va incorporada, los dichos
señores Presidente y Oidores de esta Real Audiencia fueron
personalmente a la Fortaleza de S.M. que está en esta ciudad y,
habiendo visto la artillería y pólvora y municiones que en ella se
hallaron, acordaron y fueron de parecer que se enviase a suplicar a
S.M. fuese servido de mandar con toda brevedad enviar para la dicha
Fortaleza las cosas que le faltan de que tiene precisa necesidad, y sin
las cuales esta ciudad y el puerto de ella no se podrían defender como
conviene, que son las cosas siguientes:
Primeramente, hay necesidad que S.M. mande enviar dos artilleros
que sepan tirar la dicha artillería, demás de uno que está en dicha
Fortaleza; porque, aunque hay dos, el uno no ve por habérsele acortado
la vista y así no puede apuntar la artillería.
Item, tiene necesidad por lo menos de tres piezas de alcanzar, que
tengan a cien quintales cada una; porque las piezas de alcanzar que
en la dicha Fortaleza había, que hacían al caso, se perdieron en la mar
en una armada que se hizo días ha (¡en 1552!) que fué por General
don Cristóbal Colón; las cuales vengan con cada doscientas balas,
la mitad de barra y cadena y la mitad lisas.
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balas: las cincuenta de cadena y barra, y las demás, lisas, del dicho
peso.
Item, para un sacré que tiene por armas un Escudo en blanco, que
pesa veintiún quintales y doce libras, que tira seis libras de bala, ha
menester a ciento y cincuenta balas: las cincuenta de cadena y barra,
y las demás, rasas, del dicho peso.
Item, para otro sacré que tiene por armas un Escudo en blanco,
pesa veinte quintales y tira seis libras de bala, ha menester ciento y
cincuenta balas: las cincuenta de cadena y barra, y las ciento, rasas.
Item, para otro sacré sin armas, que tiene de peso diez y seis
quintales y tira de bala cuatro libras y media, ha menester esta pieza
cien balas rasas.
Item, un medio sacré ochavado, sin armas; tiene doce quintales,
tira de bala tres libras; ha menester esta pieza cien balas rasas del
dicho peso.
Otro medio sacré ochavado, sin armas, que tiene doce quintales y
tira de bala tres libras; ha menester esta pieza otras cien balas rasas.
Item, once medios sacrés redondos, tienen por armas un Niño
desnudo; llámanse los Inocentes; pesa cada uno once quintales poco
más; tiran a tres libras de bala; ha menester cada pieza de éstas cien
balas rasas del dicho peso.
Item, otros cuatro medios sacrés que tienen por armas las Reales;
pesa cada uno doce quintales poco más o menos, tira de bala tres
libras en cada una de estas piezas; han menester [sendas] cien balas
rasas.
Item, ocho piezas de cámara que llaman falcones, con dos cámaras
cada una, que una sirve a todas, tienen por armas las Reales; tienen a
once quintales escasos; cada uno tira de bala a dos libras; ha menester
cada pieza de éstas cien balas.
Item, veinte versos que tienen por armas las Reales; pesa dos
quintales cada uno; tiran de bala doce onzas; son todos de cámara
de cada dos, que una sirve a todas; ha menester cada verso de éstos
cincuenta balas rasas.
Item, cuatro versos con cuatro cámaras de hierro cada uno; pesa
cada uno a tres quintales, tiran de bala una libra; ha menester cada
una de estas piezas cincuenta balas rasas.
Item, otros dos versillos, que pesa cada uno cinco quintales, tiran
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esto, otro navío francés, que el capitán se llama Lorenzo que será de
porte de ciento y cinquenta toneladas, que este mes de agosto en
Cabo Verde robó una nao de uno de Sevilla, que iba por negros, y
le quitó más de cuatro mil ducados en dinero y muchas sedas y otras
cosas y doce piezas de artillería de bronce y hierro colado, con que
aderezó su nao. Este, junto a la Saona, tomó una canoa que iba de
esta ciudad a la Margarita, en que iba el Provincial de los dominicos,
y algunos negros y otras mercadurías; y asimismo tomó otro barco
con veinte cajas de azúcar, que venía de un ingenio de esta ciudad; y
pasó a vista de esta ciudad, y envió a pedir rescate de Ocoa a quince
leguas de esta ciudad, adonde surgió y aguardó a que viniesen aquí
al rescate y volviesen y, al fin, rescató algunas mercadurías aunque
pocas y de allí se volvió a la Saona y tomó otros dos barcos de cueros
y un navío de doscientas toneladas que venía aquí a cargar; ha ocho
días le corrió la lancha con otros dos barcos de los que ha tomado,
que los tres hechos lanchas, y a los maestres y pilotos de los barcos
los trae consigo para gobernarlos, y vinieron cañoneando este navío
hasta tres leguas de esta ciudad. Vistas estas cosas, ha acordado la
Audiencia de tomar un navío, una urca y una saetía y otro barco de
los que aquí hay para ir a España, para ir a tomar este francés, porque
aunque el daño es grande, es mayor su desvergüenza y atrevimiento,
que ningún francés se sabe que tan solo haya llegado a lo que éste
y con tan poco temor. Hase juntado ahora con él otro navichuelo
pequeño que tendrá como veinte hombres y él como ochenta, los
sesenta de todos (dicen) son buenos soldados. Saldrá de aquí esta
armada de cuatro cascos bien aprestada y llevará como ciento y
cincuenta hombres de guerra de los mejores que hubiere; espero en
la misericordia de Dios que ha de tener buen suceso”. Copiado por
el dr. Américo Lugo, en Patronato, del AGI.
Reprensión a la Audiencia.– “El Rey. Presidente y Oydores de la
nuestra Audiencia Real que reside en la ciudad de Santo Domingo
de la Isla Española: Nos somos ynformados que, aunque a sido hasta
agora costumbre y poco castigado el rescatar los vecinos de esa Isla
de la vanda del Norte con los corsarios franceses y ingleses, agora
a llegado esto a tanta rotura que ya casi se a acabado el ganado por
averse cargado treze navíos de franceses con mas de quarenta mill
qüeros de muy poco tiempo a esta parte, y porque esse descuydo y los
daños que dél se siguen y pueden seguir assí de allar los corsarios este
amparo que tan perjudicial podría ser para la seguridad de las nuestras
Indias, como por el peligro que se puede temer de la yntrodución de la
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con esta carga, pero quieren servir; se propuso sisa sobre el vino y la
carne y sobre lo que entrase y saliese por el puerto. Se hizo un tanto
para asentarlo en los libros; se asentó, se firmó por todos, y todo “en
sustancia es que se sirva a V.M. con la dicha contía (10.000 duc.,
buena moneda) en cada un año de los que anduvieren en esta costa
las dichas galeras, asegurándola”; proponen que si hubiere sobras de
esta sisa, sean para obras públicas; si no hubiere o si no alcanzase en
cada año la sisa, los vecinos no estén obligados a suplir cosa alguna
en ello.– AGI, Santo Domingo 73.
San Lorenzo 13 de abril de 1583.– Real cédula al Presidente
y Audiencia. El licenciado Alonso Bernáldez, procurador de
la Española ante el Consejo, había manifestado que, según las
instrucciones que trajo y se vieron en el Consejo, “fuésemos servido
de mandar poner galeras en esa costa para defensa de esa Isla y las
otras de barlovento”, representando para ello los daños que, a la
contínua, hacen en ellas los corsarios, “y ofreció que, haciéndoles esta
merced, proveerán de los bastimentos y mantenimientos necesarios
para la gente que anduviese en las dichas galeras, repartiendo por
averías en las mercaderías que entrasen y saliesen en las dichas islas
lo que para esto montare”; se vió esta petición y se aprobó; “y agora
Nos ha suplicado el licenciado Bernáldez, en el dicho nombre [de la
Isla] que le mandásemos dar el recado necesario para la cobranza de
la dicha avería porque a la gente de las dichas galeras no les faltase
el dicho mantenimiento”; y se les avisa que vean qué será menester
para mantener a aquella gente, y cómo se podrá cobrar ello sin que
se haga agravio a persona alguna, ni se les saque o cobre más de lo
justo; y que envíen relación de ello con el parecer de ellos mismos.–
AGI, Santo Domingo 868, lib. 3, f. 114.
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comunicación que los de la tierra tenían con los del mar, y pensar
que las costas quedasen limpias, tocando el castigo de los de tierra a
las diligencias de la Audiencia Real, era ilusión o sueño. Parece por
esta carta que ya Ruy Díaz estaba tocado del mal de afrenta, pues por
real cédula reciente se había declarado que la gente de las galeras
que cometiesen delitos en tierra, debían ser entregados a las justicias
dependientes de la Audiencia; y así tanto los de tierra como los del
mar habrían de quedar impunes, y las galeras con falta de personal.
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fue, el cual dió una estocada por los riñones al dicho Ruy Díaz de
Mendoza, de que vino a morir de las heridas que tenía, y Romero y
Aparicio, forzados; los cuales dichos forzados se alzaron con la dicha
galera, porque después se pareció y vido [el testigo] cómo andaban por
la galera y como señores de ella, diciendo que el dicho Pedro, forzado,
había herido al patrón Catanio y al maestredaja Bautista, y al cómitre,
y a Fraga, soldado; y que habían muerto a maeso Pedro, lombardero;
y a Juan Freile, soldado. Y demás de esto les oyó este testigo que a
Juan Gallego, soldado que estaba puesto por guarda, le habían herido,
el cual quedaba muriéndose, y de que se entiende que estará muerto
según estaba el dicho Juan Gallego, que le habían echado en tierra y
que no escaparía; y este testigo, estando en la dicha galera, oyó decir
por público y notorio que los dichos forzados lo tenían determinado
de hacer desde que estuvieron en el puerto de la Yaguana, el dicho
alzamiento. Y asimismo este testigo oyó decir a Juan de la Fuente,
francés, que él había sido causa del dicho alzamiento de esta dicha
galera y les había favorecido con espadas a los que este testigo tiene
dicho, para que se alzasen con la dicha galera y gozasen todos de su
libertad, y que él había sido parte para alzarse la dicha galera”.– “Y
preguntado (Mendoza) que diga y declare, so cargo del juramento que
tiene hecho, si sabe quién les dió favor y ayuda a los dichos forzados
que ha declarado y fueron los alzados para hacer el dicho motín, y con
qué persona lo trataron y comunicaron…, declara que Lucero, forzado,
facilitó seis hachas para que los forzados se desherrasen, porque Lucero
andaba suelto, sirviendo a Ruy, y otros cuatro o cinco hacía días que
andaban sueltos”.– Preguntóse al testigo si había costumbre de cercar
a los forzados una o dos veces cada día para ver sus cadenas y otras
veces a la noche los que tenían cargo de ello. Respondió: sí había
costumbre, pero el día del motín no se les visitó, y el que tenía cargo
de ello era el alguacil Constantino, y un mozo de éste los herraba
por mandado del alguacil.– (Todas las declaraciones de los testigos
son muy amplias.) – AGI, Patronato 269, nº 2.
De la información promovida por Osorio se hizo la siguiente
relación: “Las dichas galeras salieron del río de Santo Domingo para
dar vuelta a la dicha Isla y acompañar a las últimas naves de la flotas
que del río partieron para ir a España en 29 de mayo de 83 y, dejando
a las dichas naves cuatro leguas del puerto de Doña María, pasaron
a la villa de la Yaguana y llegaron a ella en seis de junio siguiente, y
estuvieron en ella hasta XXV del dicho mes, aguardando a que se
labrasen doscientas cargas de cazabe; y en este tiempo tuvo Ruy Díaz
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dos cartas del licenciado Arceo, oidor del Audiencia Real de la dicha
ciudad, que a la sazón presidía, y en ellas le pedía que no saliese de
la Yaguana en tres o cuatro meses, porque en Santo Domingo había
gran falta de cazabe y, de fuerza, la gente había de pasar gran hambre.
Sin embargo de esto, se hizo a la vela la vuelta de Santo Domingo,
y fué principio de la pérdida de dichas galeras… Prosiguiendo el dicho
viaje, llegó a Montecristi en dos de julio… Entre el dicho Montecristi
y la Isabela está una ensenada a manera de medialuna, que se llama
la Saonesa, en la cual hay cantidad de bajíos, particularmente dos,
que se llama Recife, de largo de tres leguas, y en medio de ellos se
hace un canal de más de diez estados de fondo y en parte de catorce
y quince, y ninguna vez que las galeras dieron vuelta a la dicha Isla,
entraron por este canal, y este último viaje Ruy Díaz se metió por
entre los dichos recifes, y el dicho día cuatro de julio dió fondo a tres
leguas de Montecristi.– El siguiente día dió fondo a la salida del canal,
y la galera “Santiago”, por ser más pesada, iba una gran legua atrás,
y don Diego Osorio, capitán de ella, hizo dar fondo, con designio de
dar de comer a la chusma.– El dicho día y tarde Ruy Díaz salió en
tierra tres leguas de la Isabela a verse con un Francisco Tostado,
hombre fugitivo por [ser] uno de los mayores rescatadores de toda
aquella comarca, a informarse de él si había algún navío en la costa,
y a comunicarle cierto trato que el dicho Tostado ofrecía de tener
con los franceses, como persona de quien ellos daban mucho, para
que las galeras por este medio tomasen un navío cargado de negros;
y, estando dicho Ruy Díaz en este concierto, el cómitre de su galera
Capitana, una hora antes que anocheciese, se levó de aquel puerto,
y la galera Santiago hizo lo mismo por seguir a su Capitana, la cual
navegó sin encender el farol con hacer la noche muy oscura, y a este
tiempo había dos lumbres en tierra hechas por el dicho Tostado, y el
dicho don Diego Osorio mandó demarcar la tierra; y navegando la
dicha galera Santiago hora y media, dió en una seca que está en medio
de dicho canal, y sin topar en ella se salvó la dicha galera hasta el
fogón, y desde el fogón hasta la popa se asentó en medio de unas
piedras fijas agudas; y, con haberse hecho la diligencia, no se pudo
mover a ninguna banda, y a hallarse la Capitana junto a ella, con
facilidad se hubiera sacado.– Luego que encalló la dicha galera, se
tiraron cuatro piezas de artillería para que la Capitana le socorriese;
sólo Ruy Díaz las oyó desde tierra y envió una barquilla que traía
consigo. Y sabida esta nueva por Ruy Diaz, tornó a enviar la barquilla
a decirle al capitán que si hasta otro día, de mañana, se sustentase,
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iría a tomar la gente [y esto dejó] hasta el otro día, dos horas después
del sol salido, que la dicha Capitana llegó a dar fondo, y en pasar la
gente de ella a la dicha Capitana se tardó una hora, y luego se levó
la Capitana para la Isabela, y a poco rato se acabó de hundir la galera
Santiago. Ruy Díaz pasó a Puerto de Plata con su Capitana, llevando
en ella toda la gente de cabo y remo de entrambas galeras, y escogió
para la dicha galera doscientos y veinte remeros y alguna gente de
cabo de la de Santiago, y la demás hizo desembarcar, para que por
tierra se llevase a Santo Domingo, y para llevar esta gente señaló al
capitán don Diego Osorio, al contador y al patrón, alguacil,
sotacómitre y cinco o seis soldados, y salió (en su Capitana) para ir
a Santo Domingo, en ocho de julio, con muy pocos bastimentos.– En
veinte [del dicho mes] llegó el dicho Ruy Díaz al Cabo del Engaño
con mucho trabajo de la chusma y gran falta de agua y provisión; y
en este tiempo se valió de dos caballos que la gente de cabo mataron
en tierra; y a las once de la noche, tres o cuatro forzados del banco
del cómitre, y otros cuatro o cinco que andaban sueltos, de diferentes
bancos, se pusieron en crujía, teniendo por cabeza a un Alonso de
Reina natural de Antequera, y con unas espadas que hubieron por
medio de un francés, mozo de la cámara de en medio, forzado viejo
y ladino en la lengua española, comenzaron a herir a la gente de cabo,
apellidando ¡libertad, libertad! A este tiempo estaba Ruy Díaz echado
en la bancaza de popa y con una espada desnuda corrió la crujía hasta
encontrar con el dicho Alonso de Reina, el cual le dió dos estocadas:
la una en los riñones y la otra sobre la tetilla izquierda y otra en una
mano; y cayó luego en la crujía cerca del lugar del esquife y vivió
toda aquella noche y otro día hasta las nueve; y mataron a un negro
forzado que le servía, y a un soldado y a un artillero; e hirieron al
capellán [y al] patrón, al maestredaja y al alguacil Real y a otros ocho
o nueve; y echáronse a la mar el sotacómitre, [el] remolar y el dicho
maestredaja y otros tres, y salieron a tierra sin que se ahogase ninguno,
y con esto quedó rendida la dicha galera. Dicen que hasta que expiró
Ruy Díaz, le decían muchas palabras ignominiosas porque estaban
mal con él y de industria no consintieron que le acabasen de matar,
por hacerle penas…– Toda aquella noche del levantamiento
estuvieron sin moverse de aquel puesto, y otro día xxi de julio, por
la mañana, dieron vuelta por la banda del Norte junto al Cabo de
Cabrón; echaron a la mar al dicho Ruy Diaz encueros, y este mismo
día eligieron por capitán general a Pedro de Vargas, hijo de Bartolomé
de Leyba, forzado natural de Castro del Río, por tener entre ellos
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Historia Militar de Santo Domingo
(Documentos y noticias)
de Fray Cipriano de Utrera
terminó de imprimirse en el mes de agosto de 2014
en los talleres de Editora Búho,
Santo Domingo, Ciudad Primada de América.
República Dominicana.
SOCIEDAD DOMINICANA
DE BIBLIÓFILOS