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1 - Estado, Nación y Sociedad Burguesa en El Siglo XIX

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I.

- Historia en perspectiva:Mundo, América y Chile

Estado nación y sociedad burguesa en el siglo XIX

La Ilustración y el Antiguo Régimen


En el siglo XVIII, surgieron en Europa, sobre todo en Francia, nuevas ideas que
criticaban duramente la sociedad de la época y demandaban la introducción de
cambios para eliminar las injusticias. Sus autores eran conocidos en la época
como los «filósofos». Estos, en nombre de la razón, el progreso y la verdad,
criticaron el absolutismo y los privilegios de la nobleza y del clero proclamando
su deseo de «iluminar» mediante la razón; por eso, este siglo es conocido
también como «El siglo de las luces». Sus principales ideas eran la igualdad de
todos los hombres ante la ley, la libertad de pensamiento y de expresión, y la
tolerancia. El inglés Locke fue un precursor de este pensamiento, y Montesquieu
(“El Espíritu de las Leyes”), Rousseau (“El Contrato Social”) y Voltaire (“Cartas
Filosóficas”) sus principales teóricos.
Las ideas fundamentales de la Ilustración fueron recogidas en la Enciclopedia.
Era un diccionario que pretendía recoger todo el saber de la época. Destacó por
la defensa de la libertad y de la participación del pueblo en la política, y por la
crítica al absolutismo y a la Iglesia. Publicada a partir de 1751, su divulgación
hizo llegar las ideas antiabsolutistas y la defensa de la igualdad y la libertad a
gran número de miembros de la burguesía, la nobleza y el clero. Estas ideas
arraigaron especialmente en la burguesía, que se consideraba injustamente
tratada por el absolutismo, al estar marginada de la mayor parte de los altos
cargos, monopolizados por la nobleza.
Desde la perspectiva ideológica, el racionalismo de los pensadores ilustrados
facilita el desarrollo del programa político burgués, y crea la crisis de legitimidad
del Antiguo Régimen. El legado político e ideológico de la Ilustración se puede
puntualizar en las siguientes ideas:

Economía: Los partidarios de la ilustración se dividen entre dos modelos


económicos, el Fisiocratismo y liberalismo económico, ambos critican por igual
al sistema mercantilista (que postulaba que la riqueza de una sociedad estaba
ligada a su capacidad para acumular metales preciosos) y los monopolios.
Mientras que los Fisiócratas señalaban que el motor de la economía se
vinculaba a la capacidad agrícola de una sociedad, el liberalismo económico,
donde destacaba el teórico Adam Smith, argumentaba a favor de la iniciativa
privada y de la renuncia del Estado a actuar en economía, de esta forma el
trabajo se multiplicaría, base de la riqueza de una sociedad.
Política: En sus obras el pensador británico J. Locke legítimo al poder político que
respetase los derechos naturales del hombre. Se sustituye y critica el poder
absoluto del rey por un nuevo principio: La legitimidad del poder esta basada en los
ciudadanos. La división del poder en lugar de un único poder en manos del rey.
Postula un sistema que elimine la representación por estamentos y permita que se
oiga la voluntad general a través del Parlamento. Los principios políticos y los
derechos naturales del hombre son establecidos en Constituciones escritas, las que
deben ser obedecidas y respetadas por gobernantes y gobernados.
Sociedad: El pensamiento ilustrado proviene de los sectores burgueses que
ven en las estructuras sociales del antiguo régimen un impedimento para su
ascenso social. Es por esto que postulaban el fin de la sociedad estamental y el
establecimiento de una de clases.
Religión: Se declararon librepensadores, propugnan la tolerancia religiosa y
rechazaban la influencia que el clero ejercía sobre la sociedad. El racionalismo
también actuó sobre lo religioso, apuntando al deísmo, que proponía la
existencia de un Dios creador pero que no interviene en el mundo.

El Despotismo Ilustrado
Una frase resume cómo se gobernaba la mayor parte de los Estados europeos
del siglo XVIII: «Todo para el pueblo pero sin el pueblo». El absolutismo del
siglo XVII se modificó, cuando algunos gobernantes asumieron la idea de que el
Estado y el rey debían preocuparse por el bienestar del pueblo. Pero al mismo
tiempo, se reafirmó la idea básica de que el poder residía en el rey y su
autoridad no podía tener limitaciones.
Tradicionalmente, a estas monarquías se las conoce con el nombre de
«Despotismo ilustrado», pero resulta más adecuado el término «Absolutismo
Ilustrado».
Su mayor originalidad residía en su espíritu innovador. Los monarcas ilustrados
del siglo XVIII promovieron la intervención del Estado en la economía, la
sanidad, las obras públicas o la beneficencia, para que éstas estuvieran al
servicio de la nación y no de los privilegios de una minoría. Estas
preocupaciones se manifestaron en el desarrollo de las vías de comunicación, la
creación de nuevas industrias, el fomento del comercio, la puesta en riego de
nuevas tierras, etc. Pero también en la extensión de la educación a capas cada
vez más numerosas de la sociedad, o en la abolición de algunos abusos de los
nobles y algunos privilegios del clero. Así, el Estado creó escuelas, fundó
academias para el fomento de la cultura y arrebató parcialmente a las iglesias
el control de la educación. La mayoría de los países europeos tuvieron, a lo
largo del siglo, uno o varios monarcas que aplicaron algunas de estas medidas:
José II de Austria, Carlos III de España, Catalina la Grande de Rusia o Federico
II de Prusia, entre otros.

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A finales del siglo XVIII, la situación en Europa había cambiado poco, a pesar de
los intentos reformistas de los monarcas ilustrados. Básicamente, la nobleza y
el clero continuaban ostentando la mayor parte de los privilegios tradicionales
de tipo feudal. La monarquía había conseguido concentrar el poder, mientras el
resto de la población no podía participar en los asuntos públicos. La burguesía
era tan culta o más que la nobleza; su riqueza, conseguida gracias a su trabajo
e iniciativa, se multiplicaba y con frecuencia superaba a la de muchos nobles.
Pero socialmente estaba marginada: la mayor parte de los altos cargos de la
Administración, de la Iglesia y del Ejército recaían en el estamento nobiliario.
Además, los burgueses veían cómo el clero y los nobles no pagaban impuestos,
mientras ellos, que con su trabajo se consideraban los creadores de la riqueza
del país, se veían obligados a pagarlos. Cultos, ricos y marginados, ansiaban
transformar la situación, para poder ocupar el lugar que les correspondía en la
sociedad.
Sus ideales ilustrados, igualdad, razón y libertad, así como su crítica a los
privilegios de la nobleza y del clero, daban fuerza a la protesta burguesa contra
el Antiguo Régimen. A su lado estará una parte del campesinado, opuesto a los
privilegios y derechos de los señores.
Por otra parte, los componentes del estamento popular (burguesía, campesinado,
asalariados de las ciudades) tenían ejemplos de otros pueblos que se habían
liberado de situaciones injustas parecidas. Gran Bretaña, con su compromiso

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entre el Parlamento y la monarquía, desde finales del siglo XVII, era
considerada el modelo para conseguir una sociedad más justa y libre. La
guerra de la independencia americana era otro ejemplo del triunfo de las
ideas antiabsolutistas.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII se consolidaron en la costa oriental de
América del Norte una serie de colonias dependientes de Inglaterra. Sus
habitantes, influidos por las ideas ilustradas europeas y por la experiencia
británica, aspiraban a poder expresar sus ideas y decidir sus propios asuntos,
entonces dependientes de la voluntad de la metrópoli. Se sentían injustamente
tratados, porque no participaban en el gobierno, pero tenían que someterse a
los impuestos que decretaba Inglaterra. Así, a fines del siglo XVIII, los colonos
americanos protestaron contra una subida de impuestos, lo que motivó una
enérgica intervención inglesa. El incidente provocó, en 1775, la guerra abierta
entre la población de las llamadas Trece Colonias y el ejército de Inglaterra. En
1776, los diputados de los colonos americanos redactaron la Declaración de
Independencia, naciendo de este modo los Estados Unidos de América. En
1783, por el Tratado de Versalles, se reconocía su independencia.
El nuevo Estado puso en práctica, inmediatamente, los principios fundamentales
de la Ilustración y del Liberalismo: en 1787, promulgaba la primera constitución
escrita de la historia. La Declaración de Derechos consagraba la libertad de los
ciudadanos, su igualdad y el derecho a la justicia. La independencia americana
se convirtió para muchos en un ejemplo a seguir en Europa.

La Revolución Francesa
La revolución americana tuvo una continuación en Francia. Este país protagonizó la
que está considerada como la gran revolución burguesa y liberal. Su ejemplo
influyó, durante más de un siglo, en la política y la ideología de Europa, porque fue
el modelo que siguieron todas las revoluciones liberales del siglo XIX.
La Francia anterior a la revolución reflejaba la situación de toda Europa,
(exceptuada Inglaterra): una monarquía absoluta y una sociedad estamental,
en la que el estamento popular padecía los privilegios de la nobleza y del clero.
A fines del siglo
XVIII, el país conoció una situación de crisis económica, que acentuó la miseria
de la mayoría de la población y la ruina del Estado por los gastos ocasionados
en diversas guerras. Todo ello dio lugar a que se generalizara el malestar social
y la oposición al absolutismo, que culminaron en la revolución de 1789.

Etapas del proceso revolucionario


Desde la década de 1780 la Hacienda francesa vivía una aguda crisis fiscal,
producto de los cuantiosos gastos que la corona realizó para sustentar la
participación de Francia en la Guerra de Independencia de EE.UU. A fines de la
década el déficit llegó hasta un 20%, esto obligó a la monarquía a tomar medidas
excepcionales. En el año 1787 la corona intento por última vez convencer a los

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nobles de la necesidad de aceptar un impuesto sobre la tierra. La ocasión de
ésta solicitud, fue la Asamblea de Notables, donde los nobles y el clero se
opusieron al impuesto. Ante ésta negativa el Rey Luis XVI convocó a los Estados
Generales, asamblea que reunía en forma separada a los tres estamentos.
Serían ellos los llamados a votar la aceptación o negación de los nuevos
impuestos. Sin sospechar que este sería el primer paso hacia la revolución.
El 5 de mayo de 1789 los 1.139 diputados se reúnen en Versalles bajo la
presidencia del rey. Los representantes del Tercer Estado, que igualaban en número
a los dos estamentos privilegiados, propusieron votar por delegado y no por
estamento, es decir, un voto por diputado o delegado. Ante este gesto de rebeldía
el rey solicitó la disolución de la Asamblea. A la vista de esta situación, el Tercer
Estado se reunió por separado, en una sala donde se practicaba el juego de pelota;
lo que condujo a la formación de una Asamblea Nacional Constituyente. El día 9 de
julio, la Asamblea se proclamó Asamblea Nacional Constituyente y juraron "no
separarse jamás... hasta que la Constitución del Reino sea establecida". Este hecho
suponía el despertar de la soberanía nacional, la ciudadanía y la democracia
representativa. Una parte del clero y la nobleza se sumaron al Tercer Estado, pues
eran partidarias de una Monarquía Constitucional.

La Asamblea Nacional Constituyente (1789-1791): En París el 14 de julio


se produjo el asalto y la toma de la Bastilla, antigua cárcel y símbolo del
absolutismo, esto hizo que la revolución se extendiera a otras ciudades, en
donde las muchedumbres empobrecidas descontentas por la escasez y carestía
de los alimentos, hicieron protagonizar revueltas. A finales de julio en las zonas
rurales se quemaron títulos nobiliarios, se destruyeron documentos que
establecían obligaciones feudales y se asaltaron castillos. Lo que se llamo el
gran miedo. Ante el convulsionado ambiente la Asamblea Nacional
Constituyente realizó cuatro reformas fundamentales:
• Abolición del régimen feudal;
• Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en los que se
establecen cuatro derechos fundamentales: la libertad individual, la igualdad ante la
ley, el derecho a la propiedad privada, la soberanía nacional;
• La Constitución de 1971: En ella se establece la separación de los poderes
del Estado (legislativo, judicial y ejecutivo); Un gobierno monárquico constitucional;
sufragio censitario;
• Constitución civil del clero, en la que los sacerdotes son obligados a jurar
fidelidad a la Constitución, además de ser considerados
funcionarios públicos.

La Asamblea Legislativa (1791-1792): Luego del establecimiento de la


Constitución, la Asamblea Nacional se disolvió y dio paso a la Asamblea
Legislativa Pese al nuevo orden impuesto por la Constitución los problemas
económicos y políticos se mantenían y agudizaban. En junio de 1791, Luís XVI,

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al ver limitado su poder, intentó huir con su familia pero fue capturado en
Varennes. Las fuerzas monárquicas buscaron apoyo en el extranjero lo que
provocó el inicio de la guerra extema, que no dejaría de sacudir a Francia
durante todo este período. Las monarquías europeas veían con temor el triunfo
de los revolucionarios franceses, por lo que se unieron en coaliciones para
frenar el avance revolucionario, que comenzaba a inundar el continente. Por
otra parte, al interior de la Asamblea Legislativa se evidenciaban diferencias
entre los mismos revolucionarios, distinguiéndose principalmente dos grupos:
Los girondinos, representantes de los sectores conservadores de la burguesía;
Los Jacobinos partidarios de profundizar la revolución estableciendo un genuino
régimen democrático en Francia.

La Convención o la república democrática (1792-1795): Las circunstancias


internas y externas condujeron al proceso revolucionario hacia posiciones más
radicales. La Revolución Francesa adoptó durante esta etapa "la vía realmente
revolucionaria". La amenaza externa e interna lleva a los jacobinos, encabezados
por Robespierre, a un proceso de mayor radicalización de la revolución, llamado la
época del Terror: La revolución llegó en este período a su máximo radicalismo con
la creación de un Tribunal Revolucionario, en que ejecutaron a unas 40.000
personas. Durante este período se realizaron las siguientes obras:
• Se dictó la ley del maximun que estableció la dirección centralizada de la
economía para poner precios en armonía con los salarios y asegurar el pan
cotidiano.
• Se creó la ley de instrucción obligatoria y gratuita;
• se instituyó el derecho al trabajo;
• se produjo la separación de la Iglesia y el Estado;
• se fomentaron la educación y la construcción de centros de desarrollo
científicos y artísticos, como: la Escuela Normal, el Conservatorio de Artes y Oficio,
el museo de Louvre, la Biblioteca y Archivos Nacionales, la Escuela de Medicina, la
Escuela Politécnica;
• se suprimió la esclavitud en las Colonias;
• se creó una nueva constitución, la más radical y democrática, pero se dejo
suspendida hasta que acabara la guerra.

Incluso, se cambió el nombre de los meses para señalar, así que empezaba una
nueva era. Además se Proclamó la República y el rey fue ejecutado en 1793.
Para triunfar en el exterior sobre las potencias aliadas se adoptaron medidas
como la movilización general, reforma al ejército y se organizaron nuevos
planes de abastecimiento y campaña.
Paulatinamente la situación externa se fue resolviendo en favor de Francia y los
problemas internos se atenuaron, por lo que ya no era necesario un poder
fuerte y autoritario como el que representaba Robespierre, quien será tomado
preso y condenado a morir en la guillotina.

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El Directorio o la república burguesa (1795-1799): Una nueva
Constitución estableció el gobierno de un Directorio compuesto por cinco
miembros. Esta nueva Constitución conservaba el régimen republicano, pero en
amplios sentidos representó un paso atrás en relación a los avances
democráticos del período anterior, a modo de ejemplo se restableció el voto
censitario. El poder definitivamente se concentró en los sectores más
conservadores de la burguesía, específicamente en una pequeña plutocracia,
que debió enfrentar la oposición de grupos monárquicos y sectores populares.
La situación económica no mejoró y la guerra continuaba. En 1799 se
cumplirían 10 años del inicio de la revolución, período en el cual la sensación de
crisis fue permanente, no era de extrañar que una parte importante de la
población se sintiera atraída por el restablecimiento de la paz y el orden.
Paralelamente a esta situación comienza a destacarse en la guerra externa un
joven oficial, Napoleón Bonaparte, que alcanzó gran prestigio, por derrotar a los
austriacos en el norte de Italia, lo que permitió extender la frontera francesa
hasta el río Rhin. Además atacará las rutas comerciales inglesas en las
campañas de Egipto. Estos éxitos militares convirtieron a Napoleón en un héroe
popular. Los conflictos internos transformaron a Napoleón, en un árbitro de
ellos, con lo que gano poder en las esferas de poder político. Finalmente dará
un golpe de estado el 18 de Brumario del año VIII en el calendario
revolucionario, el 9 de noviembre de 1799.

El gobierno de Napoleón (1799-1814): Disuelto el Directorio, el poder


ejecutivo de Francia recayó en tres Cónsules nombrándose a Napoleón como
Primer Cónsul. Apenas asumió el gobierno inicio una política de reconciliación
declarando: "No quiero vencedores ni vencidos, ni boinas rojas, ni talones rojos
(aristocracia), sino sólo franceses". El realismo político indujo al Napoleón a
renunciar a gobernar en contra de los sacerdotes y a plantear en términos
nuevos las relaciones entre el Estado y la Iglesia, es por ello que firmó un
concordato a través del cual se reconocía a la religión católica y proclamaba su
libre ejercicio público. Con este acuerdo pretendía controlar a la iglesia y
ganarse el apoyo de los católicos. Napoleón estableció la estabilidad política y
social de las que habían carecido la Asamblea Constituyente y el Directorio.
Hacia el año 1804 el senado le confiere a Napoleón el título de Emperador quien
parece cada vez más un monarca del siglo XVIII, preocupado por tejer en tomo
suyo una red de intereses dinásticos y de asociarlos mediante alianzas
matrimoniales con las más antiguas familias reinantes. Se acentuó el carácter
absolutista de su gobierno, valiéndose cada vez más de la policía y la censura,
para el mantenimiento del orden.
A pesar de esto una de las pretensiones de Napoleón fue extender la revolución
francesa, Napoleón comprendía que la estabilidad interior de Francia, necesitaba de
un ejército nacional victorioso en el exterior. El éxito militar garantizaba la
destrucción definitiva del Antiguo Régimen en Francia. Esta necesidad hará que se
acepte el progresivo carácter personalista del poder. Esto permitió que en Europa
se comenzara a desmantelar la sociedad del Antiguo Régimen. Napoleón veía en el
Código Civil (1804 principal obra napoleónica, afirmaba el triunfo de la

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sociedad liberal) una panacea y lo llevó por toda Europa, imponiendo las
nociones revolucionarias de la igualdad ante la ley y del carácter civil del
contrato de matrimonio, así como una nueva definición de propiedad.
El afán imperial de Napoleón era un peligro para toda Europa, la guerra
continuo hasta que su desastrosa campaña a Rusia significara el comienzo del
fin, en efecto en 1814, en la llamada batalla de las Naciones fue derrotado y
capturado para ser enviado a la isla de Elba, de donde escapara para retomar el
poder por 100 días. Será totalmente derrotado en 1815 en la batalla de
Waterloo y enviado a la isla de Santa Elena donde muere en 1821.

Consecuencias del proceso


La Revolución francesa tuvo una influencia universal. Fue un ejemplo para todos los
movimientos revolucionarios siguientes ya que proporcionó los programas de los
partidos liberales y democráticos, los códigos legales, y fue un símbolo de las
luchas futuras contra la opresión; produjo, el fin de una sociedad, que había
surgido en la Edad Media, y el comienzo de otra, la sociedad burguesa, que aún hoy
permanece; significó el fin de la sociedad estamental y concurrió a la formación de
la sociedad de clases. La posición que se ocupe en la sociedad no

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vendrá determinada por el nacimiento, sino por el dinero; Favoreció la creación
del Estado liberal y laico basado en la libertad individual, la igualdad ante la ley,
el derecho a la propiedad y la soberanía popular, es decir, a los principios de la
Declaración de los Derechos del hombre de 1789; permitió la formación del
moderno concepto de nación: la nación era la masa de ciudadanos unidos, y no
separados por estamentos. Todo cuanto era francés componía la nación, y la
nación debía tener instituciones y una administración iguales para todos, que
debía formularse en una Constitución, carta fundamental del nuevo estado
naciente.

La Restauración y las revoluciones liberales


Luego de la derrota napoleónica, una gran parte de Europa se vio afectada por
la intención de las monarquías de restaurar el pasado, las principales
expresiones de esto fueron: El Congreso de Viena en ella las antiguas
monarquías que resistieron el avance revolucionario, acordaron restablecer el
orden anterior a 1789 en base a los principios de equilibrio y legitimidad. La
Santa Alianza constituyo un pacto militar del que participaron Rusia, Austria y
Prusia con la intención de defender militarmente el orden absolutista,
interviniendo en aquellos estados amenazados por la revolución.

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Pero los cambios provocados por la revolución habían sido tan profundos que la
Restauración sólo se produjo parcialmente. Así, en Francia, en realidad se llegó
a un pacto entre absolutistas y liberales, manteniéndose algunas de las
reformas revolucionarias a través de la «Carta Otorgada» por el rey Luís XVIII.
En 1820 se produjo una primera oleada revolucionaria que afectó a gran parte
de Europa, pero fue aplastada por las potencias absolutistas unidas en la Santa
Alianza. En 1830 estalló una segunda revolución, iniciada en Francia, en donde
se instauró una monarquía constitucional con el rey Luis Felipe de Orleans. Su
reinado, que duró hasta la revolución de 1848, es el de los liberales moderados.
Estos representaban a la burguesía rica y sólo permitían votar a quienes tenían
una cierta riqueza (sufragio censitario), mientras los liberales radicales o
demócratas defendían el voto de todos los ciudadanos (sufragio universal). El
descontento popular contra las limitaciones de la monarquía de Luís Felipe
culminó con la revolución de 1848, que lo derrocó y proclamó una república
democrática. Una ola de revoluciones similares se produjo en casi todos los
Estados europeos. El absolutismo, muy debilitado ya, fue desapareciendo. Por
tanto, la restauración absolutista de 1814, afectada por las revoluciones de
1830, se puede dar por terminada con las de la década de 1840. El liberalismo
había triunfado en bastantes países europeos.

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El Nacionalismo
Pero Europa arrastraba otro grave problema, además del enfrentamiento
absolutismoliberalismo. Las antiguas monarquías absolutas tenían sus orígenes en
las herencias de las familias reinantes. Con frecuencia sus fronteras no tenían que
ver con los límites de los diferentes pueblos: ya Grecia (1829) y Bélgica (1831) se
habían independizado, en tanto que algunos pueblos seguían divididos en
numerosos Estados, como era el caso de los alemanes y los italianos.

Alemania en 1814 se dividía en 28 Estados diferentes con sus fronteras,


monedas y gobiernos propios. Pero los habitantes de estos Estados tenían en
común la lengua, la cultura y la historia. Las ideas liberales, al defender que la
soberanía pertenece al pueblo, favorecían el deseo de unión de los pueblos por
encima de las fronteras del pasado y de los principados existentes.
Así surgió el movimiento unificador alemán: todos los alemanes debían formar
una sola nación. Por otro lado, la modernización de la economía exigía
mercados cada vez mayores.

En 1833 habían logrado la unión económica a través de la unidad aduanera o


"Zollverein". Buscando la unidad alemana, surgieron en Prusia, el estado más
poderoso de Alemania, tres personajes: El rey de Prusia, el Káiser Guillermo I,
el canciller Otto Von Bismarck encargado de dirigir la unificación en torno a
Prusia y el militar Von Moltke quién lidero un proceso de reforma en el ejército
prusiano que lo convirtió en el más poderoso de Europa.

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Para lograr la unificación Prusia y los otros estados alemanes debieron enfrentar a
Austria y Francia. A Austria la derrotaron en 1866 y a Francia en 1871. El Káiser se
transformará así en el principal líder del nuevo Reich o imperio alemán.
Luego del Congreso de Viena, Italia quedo dividida en una serie de estados. Al
avanzar el pensamiento liberal se fueron gestando en los estados italianos una
serie de movimientos pro unidad, especialmente importante fueron: Mazzini y el
movimiento "joven Italia"; Victor Manuel II y Camilo Cavour rey y ministro de la
monarquía parlamentaria existente en el reino italiano de Piamonte; Cerdeña,
desde donde se forjará el movimiento unificador llamado IL Resorgimiento.;
Giusseppe Garibaldi impulsor militar de la unificación italiana entre los estados
del sur.
Paulatinamente fueron derrotando los obstáculos que impedían la unificación,
entre ellos Francia y Austria los que al ser vencidos por los alemanes le
permitieron a los italianos consolidar su unificación.
Finalmente hacia 1870 el proceso estaba consolidado, quedando Roma como
capital del nuevo estado. El Papa no acepto la situación y se consideró un
"prisionero de la unificación". La cuestión Romana como fue llamada se
soluciono en 1929 con el tratado de Letrán.

Cambios en la Conciencia Social


La nueva organización industrial exigía a los empresarios producir objetos cada
vez más baratos para evitar la competencia de otros industriales. Para ello,
procuraban bajar los salarios y aumentar la jornada de trabajo.
El movimiento obrero nació como consecuencia de la injusta situación laboral.
A principios del siglo XIX, los obreros tomaron conciencia de su fuerza y
empezaron a organizarse. Así nacieron las primeras Asociaciones de Ayuda
Mutua o «Trade Unions», que fueron legalizadas por el Parlamento inglés en
1825. Su objetivo era, fundamentalmente, ayudarse en situaciones de
enfermedad, paro o cierre de las fábricas. Pero también sirvieron para conseguir
mejores salarios y reducir la jornada de trabajo.
Desde 1848, el movimiento obrero cobró un contenido político con la
publicación del Manifiesto Comunista, de Marx y Engels, y con la reunión de los
representantes de los obreros en la Primera Reunión Internacional de
Trabajadores, celebrada en Londres en 1864. Allí se elaboró por primera vez un
programa conjunto de actuación, basado en principios socialistas.
Los problemas sociales hicieron surgir una serie de propuestas de mejoras,
reformas o transformaciones radicales de la nueva sociedad creada por el
capitalismo. Entre estos pensamientos destacan:

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Socialismo Marxista
Basado en las ideas de Kart Marx (alemán), considera que el capitalismo será
inevitablemente superado por un estadio más avanzado en el desarrollo de la
sociedad: el socialismo que se incubara en las entrañas del capitalismo hasta
inevitablemente derrotarlo. Postula que ha existido una lucha constante en las
distintas épocas entre los propietarios de los medios de producción (opresores)
y los trabajadores (los oprimidos).
La causa de los problemas sociales se encuentran en la apropiación de los
beneficios (plusvalía) a raíz de que la burguesía posee los medios de producción
(máquinas, materias primas, bancos). Así la burguesía se enriquece con la labor
realizada por los obreros, que sólo disponen de su fuerza de trabajo ofrecida a
cambio de un salario.
La solución planteada pasa por la abolición de la propiedad privada y por la
colectivización de los medios de producción. De este modo desaparece la lucha
de clases, ya que los beneficios se repartirán. Al igual que la eliminación del
Estado, al que cataloga como una dictadura de una clase sobre otra, pues el
Estado liberal es un instrumento de clase que representa los intereses de la
burguesía.
El sujeto de esta transformación de la sociedad era la clase obrera, elemento
revolucionario por excelencia. Como esta transformación no podría lograrse de
manera pacífica, sería necesaria la formación de un partido obrero que
organizase a la clase obrera para que finalmente conquistase el Estado, de
forma revolucionaria y violenta, estableciendo un Estado obrero que impulsara
los cambios.

Anarquismo
Es una corriente filosófica y revolucionaria ligada a Mijail Bakunin, Kroptkin
(ambos rusos), Enrico Malatesta (italiano), P. Proudhom (frances). Bakunin
coincidía con Marx en relacionar la miseria de los trabajadores con el
enriquecimiento de la burguesía, apoyada en el Estado liberal, en la
coordinación obrera internacional y de promover una lucha revolucionaria.
No obstante, ambos discrepan en la forma de alcanzar la destrucción del
capitalismo. Para Bakunin, la revolución debía basarse en la lucha continua, en la
huelga general revolucionaria que colapsase el orden burgués y en la que debían
participar no sólo obreros, sino mujeres, campesinos, estudiantes. El objetivo de la
revolución, no era como decía Marx la creación de un Estado obrero que impusiera
el socialismo, sino la destrucción de toda organización estatal.
Se opone a cualquier tipo de autoridad. Considera que la expresión máxima del
ser humano, es la libertad. Se oponen a los nacionalismos y los estados
nacionales por representar los intereses de la burguesía. La sociedad debe
organizarse según federaciones de asociaciones libres y autónomas de
trabajadores.

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Doctrina Social de la Iglesia
la Iglesia Católica levantó su Doctrina Social, en la que planteó que el
liberalismo económico no es capaz de resolver los problemas de la nueva
sociedad capitalista. Los problemas sociales habían sido enfrentados por la
Iglesia en la primera mitad del siglo XIX, a través de instituciones caritativas
como las Conferencias de San Vicente de Paúl, los hogares de los Hermanitas
de los Pobres y la Sociedad Salesiana de Juan Bosco.
La nueva postura institucional de Roma pasa por la elaboración de la Enciclica
Rerun Novarum por el Papa León XIII en 1891. En ella se ataca tanto a las
doctrinas socialistas acusándolas de plantear una falsa solución al problema
social, como a los excesos de la doctrina económica liberal responsable de la
situación creada por la Revolución Industrial. Con esta posición pretendió
reafirmar su influencia en las capas asalariadas y proponer soluciones a los
agudos problemas sociales. Este análisis fue la base para todo el posterior
pensamiento social cristiano, que en el siglo XX se transformo en Democracia
Cristiana.
La iglesia comienza a asimilar el pensamiento moderno. No obstante, los cambios
fueron muy lentamente asumidos por la mayoría del clero. Para estos amplios
sectores, las ideas tradicionales siguieron dictando la norma. La verdadera
aceptación de las nuevas ideas modernas por parte de la iglesia sólo se produjo a
principios de la década de los '60 del siglo XX, durante el Concilio Vaticano II.

Hacia 1870, la burguesía estaba fuertemente enfrentada con los obreros


industriales. El número de estos aumentaba con rapidez debido al desarrollo
industrial. En general, su situación había mejorado respecto a periodos
anteriores y los salarios eran superiores, aunque existían grandes diferencias
según los países.
La situación de los trabajadores estaba lejos de ser satisfactoria. La jornada
laboral seguía siendo larga: hacia 1890 los hombres aún trabajaban de diez a
doce horas diarias en casi todos los países; tan sólo existían limitaciones de
horario para las mujeres y los niños, lo que ya significaba un avance. En 1899,
la Segunda Internacional Socialista reivindicó la jornada de ocho horas diarias
para todos los trabajadores. Los empresarios consideraron esta petición como
una declaración de guerra, pues creían que significaría su ruina.
Aunque las condiciones laborales habían mejorado algo, el nivel de vida en los
barrios obreros continuaba siendo muy bajo. El continuo crecimiento de la
población de las ciudades dio lugar a la escasez de viviendas y al aumento de
sus precios. Las familias trabajadoras se hacinaban en espacios pequeños con
unas condiciones mínimas de habitabilidad (carencia de agua corriente, de
alcantarillado, etc.).

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