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Qué Es El Arte

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Y entonces, ¿qué es el arte?

Lic. Prof. Juan Solernó


Universidad Católica Argentina
solerno_juan@hotmail.com

Nos preguntamos qué es aquello que llamamos arte, palabra que utilizamos
constantemente en nuestra vida corriente. Todos entendemos lo que queremos decir cuando,
por ejemplo, catalogamos algo como “obra de arte”, pero al momento de hilar fino se torna
un tanto problemático determinar qué es aquello común que está presente en todas clases
posibles de obras artísticas (pinturas, composiciones musicales, esculturas, poemas hasta
incluso películas y happenings) que permite aunarlas bajo la categoría de “arte”. La dificultad
se profundiza si se repara en el hecho que un arte determinado, como la música, reúne
distintos géneros artísticos, como la música clásica, la música popular y la música tradicional
o folclórica. Por eso se vuelve indispensable formularnos la pregunta por la esencia del arte.
La filosofía se ocupa de todo lo que existe y el arte no escapa a su dominio. En efecto, existe
una disciplina filosófica que se ocupa de reflexionar acerca de esta cuestión: la estética. Por
lo general, al oír la expresión “estética” se nos vuelve inevitable pensar en las llamadas cirugías
estéticas y esta remisión es un buen punto de partida para clarificar en qué consiste esta rama
de la filosofía. Las cirugías estéticas se encuentran estrechamente vinculadas a la belleza: toda
aquella persona que se somete a este tipo de operaciones lo hace con el fin de verse más bella
de acuerdo, claro está, con los cánones de belleza de una sociedad en un tiempo y lugar
determinados. Y es que la estética tiene que ver no sólo con el arte sino también con la
belleza. Un breve recorrido histórico por el origen de esta palabra puede ayudarnos a
comprender qué es la estética y en qué medida ella nos puede brindar una respuesta a la
pregunta qué es el arte. Sólo así se estará en condiciones de analizar cómo ha ido fluctuando
el significado de lo que ha sido llamado “arte” a lo largo de la historia.

1. La estética
Etimológicamente el término “estética” proviene de la palabra griega aisthetiké que
significa “relativo a la sensación, a la sensibilidad, a la percepción”. A su vez, ella remite a

1 Ponencia presentada en la IV Jornada Intercolegial de Filosofía “Pensamiento y Vida” organizada por la


Universidad Católica Argentina (UCA) y la Junta Regional de Educación Católica (JUREC) de San Miguel el
día 22 de junio de 2018 en la Universidad Católica Argentina (UCA).

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otro vocablo griego que es el verbo aisthánomai que significa “yo percibo, yo siento”. Esta
sensibilidad a la que se refiere la palabra estética debe ser pensada de la misma manera que
cuando hablamos de la primera impresión que algo nos genera ya sea porque fue captado
por la vista, por la audición, por el tacto o por cualquiera de los restantes sentidos. Quien
introdujo la expresión “estética” por primera vez fue el filósofo alemán Alexander
Baumgarten en su disertación Reflexiones filosóficas acerca de la poesía en 1735. Históricamente
ubicamos a este autor dentro del racionalismo moderno como uno de los seguidores de los
pensadores alemanes Christian Wolff y de Gottfried Leibniz. A su vez, estas tres figuras
filosóficas (Baumgarten, Wolff y Leibniz) se convertirán en algunas de las influencias
fundamentales del pensamiento de Immanuel Kant. De acuerdo con Baumgarten, la estética
es la ciencia que versa sobre el conocimiento sensorial que llega a la aprehensión de lo bello.
La estética es entonces la ciencia de la aísthesis, de la percepción o del conocimiento sensible.
En continuidad con la filosofía cartesiana, la estética de Baumgarten corresponde a una
“gnoseología inferior” porque se ocupa de lo aquello que es relativo a la sensación; una
gnoseología de tipo “superior”, en cambio, versa acerca de las ideas claras y distintas. El
mérito de Baumgarten radica en haber tratado por separado el sentimiento de la apreciación
del arte y de la belleza en general.
La estética tal como se la entiende hoy en día es una de las ramas de la filosofía que
tiene por objeto de estudio la actividad artística, sus productos (las obras de arte) y el valor
que se relaciona con ellos: la belleza. Sus dos grandes ejes temáticos son entonces el arte y la
belleza. Algunas de las preguntas que se plantea la estética son las siguientes: en relación con
la gnoseología o teoría del conocimiento, se interroga por la posibilidad de que el arte brinde
algún tipo de saber, de si el arte nos hace más sabios y de si nos muestra una faceta nueva de
la vida; en vinculación con la ética, indaga si el artista debe tener un compromiso con la
sociedad, si el arte tiene que tener una función de denuncia, de señalar qué es lo que está mal
en la sociedad y en el mundo, o si, por el contrario, el arte debe hacerse “por amor al arte”
independientemente del contexto histórico-social; en cuanto a la epistemología o teoría de la
ciencia, pregunta si el arte requiere mayor imaginación que la ciencia, si alguno de ellos es
más importante que el otro existiendo una jerarquía y si acaso la ciencia no puede llegar a ser
pensada como arte; en conexión con la historia, interroga si las producciones artísticas deben
necesariamente trascender el momento histórico en que han surgido y qué puede decirle al
hombre del siglo XXI una obra hecha hace diez, cien o mil años atrás; sobre el artista
cuestiona la procedencia de su inspiración, si procede de su interior o se trata acaso de un
“don divino”, y si es posible que exista el arte sin la inspiración; sobre la belleza inquiere por

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su esencia y captación, si esta última se da mediante la intervención de los sentidos, por la
inteligencia o a través de las emociones; por último, la estética se plantea si puede hablarse
de una pluralidad de artes o todas esas variedades como la música y la pintura tienen algo en
común que permite hacer referencia al arte como tal, y si el arte se cierra al ámbito de la
música, la pintura, la literatura y la escultura, o puede hablarse también de arte en los casos
de la fotografía, la arquitectura y el video metraje (películas, documentales, videoclips, etc.).
Esta última pregunta nos lleva a plantear otro interrogante más fundamental: ¿qué es el arte?

2. El arte como imitación


Aquello que entendemos por “hacer arte” no es algo que haya sido definido de una
vez para siempre. Hay distintos ejemplos de obras artísticas que atestiguan cómo
históricamente el hombre fue concibiendo el arte y cómo dicha concepción fue sufriendo
múltiples mutaciones. Una primera forma de definir el arte es como mímesis, término griego
que significa “imitación”. El arte sería entonces una representación de la realidad: hay una
belleza natural que deseamos capturar y entonces el arte la copia o imita. La clave de la mímesis
es la idea de representación: volvemos a hacer presente el mundo natural para nuestra
contemplación. Un buen cuadro es el que mejor copia la realidad, la música no es más que la
reproducción de los sonidos naturales, la literatura es el conjunto de relatos que mejor reflejan
las historias reales que pretendemos narrar, etc. Este concepto del arte ya estaría presente en
las manifestaciones artísticas más antiguas que se conocen, a saber, las pinturas rupestres,
aquellos dibujos o bocetos prehistóricos que existen en algunas rocas o cavernas. Estas
pinturas y las otras manifestaciones asociadas revelan que el ser humano, desde antaño,
organizó un sistema de representación artística. Se cree que las pinturas rupestres estarían
relacionadas con prácticas de carácter mágico-religiosas para propiciar la caza, lo cual
explicaría el motivo por el cual en la mayoría de estas manifestaciones están representados
tanto animales como hombres cazándolos.
El arte fue concebido expresamente como mímesis en la antigua Grecia. En
Demócrito encontramos el uso del término mímesis como representación del mundo externo,
esto es, de la naturaleza. En Jenofonte y en Sócrates, la idea de mímesis tiene que ver con
copiar la apariencia de las cosas: la imitación es la función básica de las artes tales como la
pintura y la escultura. Esta noción de la imitación constituyó durante varios siglos la principal
teoría del arte. Aristóteles sostuvo la tesis de que el arte imita la realidad (cosas, personas y
acciones), pero esta mímesis no significaba para él necesariamente una copia fidedigna, sino
que cabía la posibilidad de un libre enfoque de la realidad: el artista podía presentar la realidad

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de un modo personal. A su vez, el arte de acuerdo con este filósofo debía procurar placer y
permitirle a uno adquirir conocimiento. Él admitió una evolución de las formas artísticas y
una jerarquía entre ellas: en relación con la poesía las formas más elevadas son la epopeya y
la tragedia; esta última tiene una función especial que es la catarsis, esto es, la purificación del
alma de aquellas pasiones que son excesivas en el hombre mediante las emociones que
provoca la contemplación de una situación trágica.
El maestro de Aristóteles, Platón, sostuvo que el arte es en efecto imitación de la
realidad visible, pero este filósofo tuvo una visión crítica de esta teoría debido a que la
imitación de la realidad visible alejaba de las ideas eternas e inmutables al hombre volcado
sobre la realidad sensible: si una cosa es una “versión empobrecida” de su correspondiente
idea perfecta, entonces la imitación de una cosa sería algo aún más alejado del modelo ideal.
Por otra parte, Platón también rechazaba el arte hasta el punto de expulsar de su propuesta
política a los artistas en la República debido a que los poetas tales como Homero se centran a
menudo en relatar actos reprobables (peleas entre dioses y semidioses, amoríos entre dioses
y mujeres) y estos relatos no constituyen ejemplos edificantes para la juventud. A esto se le
agrega el hecho de que el buen artista tiene una capacidad de seducción semejante a la del
sofista que puede tornar atractivos semejantes ejemplos, advirtiéndose dentro del planteo
platónico la influencia negativa que puede llegar a tener el arte y sus productos sobre los
jóvenes.
En la Edad Media la cultura estuvo fuertemente marcada por el sentimiento religioso
y sus múltiples manifestaciones. El objetivo central de los artistas fue la expresión de ese
sentimiento, como lo atestiguan las magníficas iglesias, sobre todo las catedrales, así como
todos sus ornamentos interiores y exteriores. No existía la intención de copiar a la naturaleza
y las figuras que aparecían en cuadros y esculturas incluían en general algún elemento
sobrenatural. La función fundamental del arte era rendir homenaje a Dios, de modo que la
escultura y la pintura abundaron en motivos religiosos y la arquitectura se puso al servicio de
la construcción de las iglesias y catedrales. En muchos casos, a través de vitraux, mosaicos,
pinturas sobre tela, esculturas, música y poesía se intentaba brindar información a los
creyentes acerca de la vida de los santos y de distintos episodios bíblicos para fortificar la fe
religiosa. En definitiva, lo que el arte tenía que imitar era el mundo invisible que es eterno y
más perfecto que el visible. En el caso de la representación del mundo visible, lo que se
buscaba era mostrar las huellas de la belleza eterna presentes en el mundo cambiante.
La definición del arte como imitación o mímesis genera una serie de problemas en los
que resulta pertinente reparar: en primer lugar, ¿qué es lo imitable? ¿Lo real tal como es o lo

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real en su expresión ideal? Por ejemplo, ¿cómo pinto una figura humana? ¿Tal como es? ¿O
tal como idealmente nos la imaginamos? En general, el arte mimético suele copiar no las
cosas como son, sino como deberían ser y, así, contradice su propia definición; segundo, si
el arte mimético imita la realidad, ¿partimos de algún consenso de qué es lo real? ¿Desde qué
teoría se definiría lo real? ¿Desde el psicoanálisis, desde el materialismo dialéctico? ¿O desde
la mera percepción que nos brindan los sentidos?; y tercero, la gran mayoría de las obras
artísticas contemporáneas más volcadas hacia la abstracción quedarían absolutamente afuera
de la definición del arte como mímesis. Hoy en día, la imitación o mímesis es considerada más
como una técnica, destreza o incluso rareza antes que una expresión artística.

3. El arte como producción de belleza


Continuando con el desarrollo histórico, en la Modernidad y a partir del
Renacimiento (siglo XVI) se volvió al planteo grecorromano y con él a la idea de que el arte
debía representar la naturaleza de la manera más fidedigna posible. No solo se buscaba
representar a la naturaleza en lo que de esta se podía observar superficialmente, sino en sus
relaciones menos visibles: el artista debía “descubrir sus secretos”. Todas las bellas artes
tenían una misma finalidad: imitar la “bella naturaleza”. Esta no es sino la naturaleza
transfigurada por el genio del artista de modo tal de producir placer en el espectador; el arte
tiene que dar fuerza y elegancia a los objetos naturales haciéndolos parecer, así, en un cierto
sentido, nuevos.
Los artistas comenzaron a tomar conciencia de que la imitación era una tarea muy
difícil para el arte porque ella no puede igualar nunca al modelo. Lentamente la noción de
imitación se fue reemplazando por la de invención: si el arte es invención, entonces no imita
y el arte puede ser más perfecto que el objeto que antes imitaba. El arte supera así a la
naturaleza embelleciéndola. De esta manera, comienza a resquebrajarse la gran teoría del arte
de que este es imitación de la realidad, idea que predominó en la cultura europea durante
veinte siglos admitiendo ciertas variantes. De acuerdo con algunos de los argumentos en
contra de esta gran teoría del arte, la realidad no puede ser el tema del arte porque,
primeramente, ella no puede ser bella dado que comprende en gran medida varios objetos
no-coordinados entre sí y que no forman una armonía, y, en segundo lugar, si la realidad
posee alguna belleza, se trata entonces de una belleza transitoria y temporal. El propósito del
arte no es entonces imitar lo que la realidad tiene de bello, sino más bien producir o crear
belleza. Se trata de alcanzar aquello que no existe en la realidad. El arte, a lo sumo, saca
algunos temas de la realidad, pero los transforma y los reelabora haciéndolos bellos.

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La concepción del arte como “producción de belleza” es también una definición
problemática. En primer lugar, ¿cómo definimos la belleza? El concepto clásico de belleza
como la disposición de las partes y la proporción cae a partir del siglo XIX con el
romanticismo, volviéndose la belleza cada vez más subjetiva y relativa. Con los diferentes
movimientos artísticos del fin del siglo XIX y principios del XX se va pasando de una idea
de la belleza objetiva, racional, medible y cuantitativa a una idea de la belleza más cercana a
la desmesura, el exceso, el desborde, lo irracional. De ese modo, no hay consenso sobre qué
es la belleza. En segundo lugar, podemos decir que una obra es bella, como El David o una
obra de Bach, ¿pero lo podemos decir de todas las obras? La categoría de lo bello, ¿resulta
adecuado a la hora de enfrentarnos a algunas obras de arte de vanguardia o con el mismo
arte pop? ¿No hay todo un arte que tiene otros propósitos más transgresores y más políticos?

4. El arte como expresión


Una tercera forma de pensar el arte, y quizás la más difundida, es como expresión.
Esta definición puede ser pensada en relación con las dos concepciones anteriores: en el arte
como expresión cambia el lugar donde se había puesto el peso al definir el arte: en el arte
mimético y en el arte como producción de belleza el foco está puesto sobre el producto,
sobre la obra que debe imitar o embellecer la realidad; en el arte como expresión, en cambio,
la atención se desplaza de la obra al artista. Lo que vemos en la obra son las motivaciones
por parte del artista. El arte como expresión es una definición que particularmente invierte
aquella del arte como imitación. En el arte como mímesis se da la duplicación del objeto,
mientras que en el arte como expresión acontece la duplicación del sujeto: lo que se busca es
transportar el estado de ánimo o la emoción del sujeto a la obra.
Por más difundida que sea esta concepción del arte, ella no está exenta de problemas.
En primer lugar, ¿qué sucede si el espectador no sintoniza con la obra producida, si no logra
captar las motivaciones que llevaron al autor a producir su obra?; y, en segundo lugar, ¿Y si
el espectador termina por entender en la obra algo distinto a lo que quiso expresar su autor?
¿Acaso la obra de arte no se independiza de su creador, de modo que cada cual puede
interpretarla independientemente de lo que el artista haya querido plasmar en ella?

5. El arte como ruptura y choque


El arte como ruptura y choque es una definición postulada por las vanguardias y que
toma en cuenta la dimensión política del arte. El vanguardismo es un fenómeno del principio
del siglo XX que propone revelarse contra las instituciones que separan el arte de la vida. El

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arte se fue volviendo una actividad muy elitista y las vanguardias proponen, por un lado, un
arte que denuncie esta situación, pero al mismo tiempo también proponen un arte que llegue
a todos los estratos de la sociedad. El vanguardismo introduce el rol del artista revolucionario
convirtiéndose el arte en algo cada vez más provocativo. El arte es utilizado de acuerdo con
esta concepción como un recurso para generar consciencia social. El arte debe reconciliar el
arte con la vida dotando a esta última de un sentido creativo, a la vez que el arte debe ser un
arma para revolucionar la existencia.

5. 2. La función de denuncia y provocación


La denuncia es la característica principal de esta definición del arte, el cual es
entendido como una resistencia contra el orden establecido que debe alertar en nuestro
mundo consumista contra la alienación que las industrias culturales ejercen sobre la
ciudadanía. De acuerdo con esta concepción, una auténtica obra de arte no estaría allí para
ser comprendida, si no para provocar una disonancia, una incomodidad, un disgusto. Esta
búsqueda del arte como oposición es la fuerza vital de su desarrollo, permite que el sentido
no esté fijado y empuja los límites del arte hacia contenidos que antes no existían. El arte
lleva en su centro la transgresión que encarna su propia emancipación. Busca provocar,
escandalizar hasta el extremo, hasta poner en riesgo la propia vida del arte.

5. 3. El problema del arte como choque y ruptura


El problema que es posible reconocer en esta definición del arte como choque es que
al desdibujar los límites entre lo artístico y lo cotidiano, más que reconciliar el arte con la
vida, se corre el riesgo de volverlo a alejar. La expresión termina siendo de avanzada para la
comprensión de un público que o bien no lo acepta o bien la asume convertida en mercancía,
logrando así estrictamente el efecto adverso al perseguido. El arte se reconcilia con lo
cotidiano, pero con su aspecto mercantil; se sale de una institución para entrar en otra más
grande: el capitalismo. El absurdo sólo tiene sentido si logra generar un choque radical en el
sentido común establecido. Pero si el absurdo causa risa y no terror, el gesto vanguardista
termina siendo solo eso: un gesto, experimentos osados con fines pasatistas y nunca un acto
revolucionario.

6. La no-definición del arte


La imposibilidad de definir al arte llevó a sostener que la ausencia de definición es la
única definición posible. ¿Y si el arte no tiene una definición? ¿Y si el arte es lo que un

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conjunto de personas denominadas “artistas” así lo consideran? Arte es lo que hacen los
artistas, y un artista es el que hace arte. En la actualidad se observan dos situaciones con
respecto al arte: por una parte, el arte se ha convertido en un objeto más del mercado
capitalista atravesado por la lógica de la mercancía, de modo que la forma de acceso a las
obras deja de ser la contemplación para pasar a ser una relación de posesión; y, por otra parte,
los límites para definir al arte se han vuelto borrosos. El arte se ha expandido en una infinidad
de estilos, técnicas, artistas y medios. Las concepciones y categorías tradicionales ya no nos
sirven para explicar los fenómenos estéticos contemporáneos.

6. 2. El fin de la historia del arte


El crítico de arte Arthur Danto se da cuenta de esta crisis contemporánea y anuncia
que la contemporaneidad está marcada por el fin de la historia del arte: ya no hay un solo
ideal de arte que atraviese el curso histórico de todas las obras de la humanidad como lo era
la concepción del arte de acuerdo con la gran teoría de la imitación, sino que nos encontramos
con distintas maneras incluso diametralmente opuestas de entender al arte. Para Danto, la
respuesta a qué es el arte es más bien historicista: en cada época en la que se producen obras
artísticas existe un cierto contexto llamado “el mundo del arte” que es el que permite clasificar
a una como tal. El mundo del arte es el contexto que le da sentido a las obras y sin el cual
ellas no pueden ser entendidas como producciones artísticas.
El fin de la historia del arte no es algo apocalíptico, sino la oportunidad de redefinir
un nuevo concepto de arte. Y es que la historia del arte pudo haber acabado, pero el arte y la
producción artística no: lo que ha muerto es la historia del arte y no el arte mismo. Lo propio
del arte es estar transgrediéndose y reinventándose permanentemente. Podemos decir que el
arte “está muriendo” todo el tiempo para no estancarse en ningún lugar estable. Hoy vivimos
la tensión entre una realidad estetizada, donde todo parece mercantilizarse, y el espíritu de la
vanguardia, que aún concibe al arte como un lugar de autenticidad y de protesta. No sabemos
si un poema puede cambiar el mundo, pero, por lo menos, lo puede “poner entre paréntesis”:
una experiencia estética puede generar una zozobra, una sensibilidad, una perplejidad que
interrumpe la lógica cotidiana y nos permite conectar con otra dimensión de la belleza. Es
probable que, como sostenía Oscar Wilde, el arte no sirva para nada, en especial, porque nos
permite dejar de pensar que todo tiene que servir para algo o para alguien.

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