Efraín Miranda - Perfil
Efraín Miranda - Perfil
Efraín Miranda - Perfil
PRIMERA
En la ciudad que pudo ser capital, la orgullosa ciudad blanca, la leal, en una
vivienda del distrito de Yanahuara, a solo dos kilómetros del centro histórico, se
encontraba viviendo como en una tierra sin más, aparentemente olvidado, uno
de los más grandes poetas peruano, por su labor persistente, encomendada a
desentrañar los conceptos que el viento sopla, y a crearlos el mismo, con su
labor de profesor, allá donde apenas llega la visión del hombre blanco, como
diría, “solo en sus libros de texto”, se le conoce como el poeta indio, y con
orgullo, aunque no sé si para él, tanto como para nosotros.
Adelantando el tiempo, comenta que fue una sorpresa, cuando necesito por
primera vez su partida de nacimiento y vio que en esta decía: Lugar de
nacimiento, San Antonio de Putina. No puede ser, dice, incluso recuerda
Condoraque, en pleno campo, atendido por dos mujercitas, una ya vieja y la
otra tanto más joven, indiecitas las llama con cariño. Año y siete mese recuerda
haber vivido ahí, después sus padres lo llevaron a Puno, allí cree el, fue donde
cambiaron su lugar de nacimiento. Un caso curioso, casi onírico, que recuerde
con tanta seguridad sus primeros años de vida.
Como bien otros han dicho, Efraín es un poeta prácticamente marginal, los
diccionarios no dicen mucho, los manuales escolares no dicen nada, los tratados
literarios lo mencionan como alguien que llego con un buen libro a Lima y se
amisto con Sebastián Salazar Bondy, no confundirlo con su filosofo hermano.
Lo cierto es que hay que imaginarle una biografía, reunir los fragmentos
prístinos de su cansada memoria con los testimonios de sus conocidos.
Viaja a Lima en 1953, allí conoce a Sebastián Salazar Bondi, este es otro punto
de inflexión en el desarrollo de su poética, allí publica su primer libro, Muerte
Cercana, prologado por Bondy, quien lo describe como “un creador hondo en la
inspiración y excelente en la expresión”. El suceso ocurre atolondradamente,
según Walter Paz, en las puertas del diario la prensa Efraín Miranda
preguntaba a un hombre alto por trabajo, ese hombre era Salazar Bondi, “¿qué
sabes hacer?”, le dijo, Miranda no espero, saco un manojo de hojas y le tendió la
mano, Bondy leyó una primera parte impresionado, guardaba el manuscrito
mientras decía estas breves palabras: “Vuelve mañana”.
Y claro que volvió, ahora el problema era el dinero, Efraín tenía un hermano del
que podía prestarse, una carta de Bondy y una promesa de un prólogo bastaron
para que el hermano apareciese con el dinero y en Lima en unos cuantos días.
El libro se publicó, así nació “Muerte Cercana”. Después de su venta el poeta se
habría comprado unos zapatos luego de haber cancelado el préstamo a su
hermano.
Bondy le habría contagiado algo, pues Lima es imaginada como un lugar hostil,
una ciudad hosca, oscura, y sus habitantes invencibles, como un muro enorme.
Así es que decide retornar a Arequipa en 1955, donde luego ira con su hermano
a aventurar fortuna en unas minas de oro.
Volvemos a una imagen más personal. Efraín comenta sobre su estancia en
Putina, alli vivía en casa de un tío y se iba a trabajar a la mina de la rinconada,
tres años estuvo allí con su hermano, pensando que él era el “teniente” de la
mina, la autoridad, cuenta con tristeza que no saco ni un solo centavo, de hecho,
su hermano debía más de ochenta mil soles, se fue a buscar otra forma de
ganarse la vida. De casualidad se encontró con una señora puneña amiga de su
madre, comento que buscaba trabajo, ella fue quien le ofreció trabajar en el
campo como profesor, cualquier cosa le dijo, el necesitaba trabajar. El esposo de
esta señora, presunto inspector de educación de puno, quedo con él para una
llamada a fines de abril, Juan Frisancho Pineda, aunque el nombre se le escapa
de la memoria, y en otras fuentes aparece como Juan Frisancho Quiroga, como
fuere, él es el que le va a dar la colocación, tenía que trabajar cuatro o cinco años
como maestro de tercera categoría, le dijeron, no importaba, él tenía que comer.
Así fue que consiguió su primer trabajo de profesor en el distrito de Mañazo,
Puno. Hasta que una maestra de primera categoría lo saco. Es así, le dijeron,
ahora hay que esperar a que haya otra vacante, si nadie la pide, entonces viene
usted. Así consiguió su segundo trabajo en el distrito de Coata, zona aymara en
platería, con varios núcleos escolares campesinos, creaciones de José Luis
Bustamante y Ribero según recuerda, paso un año trabajando ahí, también lo
sacaron.
Transcurren treinta años allí en las alturas de Puno. Retorna a las cercanías del
lago Titicaca, luego a Arequipa. Allí vivió, su hermana lo trajo de Puno hasta
esa casita en jirón Zela, Yanahuara, Arequipa, donde vive sin mucho lujo y con
las justas visitas, de admiradores que siguen su trayectoria, de jóvenes curiosos,
de estudiantes interesados, a merced de quien le traiga el viento.
En una de las ultimas video entrevistas donde aparece, expresa con la cabeza
cana, pero con una mirada ambiciosa, el sueño siempre presenta de todo
intelectual, característica de un poeta que supera su propia obra, casi como un
mensaje a la posteridad y una esperanza de una obra nunca conclusa:
“Lo que pienso del libro, como va a ser mi última obra, yo quiero que sea
esencia, hablar de dios, hablar del mundo, del porvenir de la humanidad,
hablar del indio, hablar del reto de los países que somos mirones,
consumidores, de eso es lo que quiero hablar”.