Rumazo JDSM
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Darío Di Zacomo
Director de Archivos y Publicaciones
PREÁMBULO
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JOSÉ DE SAN MARTÍN
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Además, con la creación del virreinato del Río de la Plata, Buenos Aires se in-
dependiza comercialmente del Perú y adquiere desarrollo económico de importancia,
mientras Lima se quebranta y debilita.1
En este mundo neo-virreinal, que acaba de organizar su cuerpo homogéneo,
nace José de San Martín, en 1778, mientras está en desarrollo la guerra de in-
dependencia de los Estados Unidos y a tiempo en que París hace la apoteosis de
Voltaire, que muere ese año. A solo un lustro de distancia, llega a la vida en Ca-
racas Simón Bolívar (1783), cuando se está firmando la Paz de Versalles, por
el triunfo de los Estados Unidos en su lucha de liberación. Los dos se presentan,
así, para la historia, en un lapso de conmoción en el nuevo mundo. Llegan a
tiempo.
Antes que ellos, como raíz nutricia de ambos y como magna dinamia
creadora, arriba a la existencia en Caracas, un cuarto de siglo atrás (1750) Fran-
cisco de Miranda. Este admirable venezolano le entregará a San Martín y a
Bolívar la América convulsionada que requerían para la plasmación del cambio
dialéctico que exigía ya la historia continental. Su martilleo titánico hizo saltar
la chispa ingente en las rocas de los Andes, en la soleada lumbre de las pampas
y los llanos, y en el caudal viajero de los ríos engendrados entre piedras solitarias.
En el planeamiento del destino americano, los dos líderes son hijos directos de
Miranda. Bolívar lo trató personalmente en Londres y lo acompañó en la apertura
de la guerra en Venezuela; San Martín no lo conoció directamente, pero fue adoc-
trinado en el evangelio mirandino por Bernardo O'Higgins, en Cádiz; el chileno
venía de recibir el redentor mensaje de labios del propio Miranda en la capital bri-
tánica. O'Higgins, de la misma edad que San Martín, será el amigo grande y
único del general rioplatense.
EL AUTOR
1 El historiador argentino Ricardo Levene define certeramente aquella rivalidad: “La severa madrastra
del Plata no fue España; fue el Perú. No tuvo Buenos Aires sino contadas permisiones de comercio, no
porque la monarquía las negara, sino porque suscitaba las protestas del comercio monopolista de Lima.
Aquellos hombres de Lima razonaban como sintiéndose en la posesión de verdades absolutas. Invocaban
un pasado de errores (en un lapso anterior al dieciocho) para legitimar una usurpación”. (Cita de CÉS-
PEDES DEL CASTILLO, GUILLERMO. Lima y Buenos Aires. Sevilla, 1962).
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Primera Parte
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6 La petición de ingresos la formuló el padre, en julio de 1789. Se exigía que el aspirante tuviera 12 años;
o sea que debió de ingresar al regimiento unos cuantos meses más tarde.
7 SALCEDO BASTARDO, J. L. Historia fundamental de Venezuela. Caracas: Ediciones de la Biblioteca de
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16 ROBERTSON, WILLIAM SPENCE. La vida de Miranda. Caracas: Publicaciones del Banco Industrial
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18 SÁNCHEZ, LUIS ALBERTO. Breve Historia de América. Buenos Aires: Editorial Losada, 2ª ed., 1965:
264-265.
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21 OTERO, JOSÉ PACÍFICO. Historia del Libertador José de San Martín. Buenos Aires, 1932, cuatro vols.,
T. I: 191.
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23 BALLESTER ESCALAS, R. General San Martín. Barcelona (España): Editorial Toray, 1967: 93.
24 MARTÍ, JOSÉ. San Martín, Bolívar, Washington. Guayaquil: Ariel Limitada, 1975: 15.
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diatamente.
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remedio para cortar un mal que nos traería mil males”.28 Nombran
su reemplazo en Tucumán: el general Francisco Fernández de la Cruz.
San Martín es astuto, como todo buen General. Algo mejorado
de su dolencia, solicita poder descansar en una ciudad apacible: Men-
doza, capital de la provincia de Cuyo, una población pequeña de ape-
nas cuarenta mil moradores. Se le nombra Gobernador de Cuyo.
Al solicitar como un descanso el gobierno
de la oscura Mendoza –escribe Benjamín Vi-
cuña Mackenna–, engañó San Martín a los
enemigos de la América y a los propios ami-
gos. Mendoza no es para él una provincia ar-
gentina, ni una ciudad de Cuyo; era,
simplemente, la puerta más ancha y más tra-
ficada de las pampas al Pacífico. La misma
táctica y la misma previsión de Guillermo el
Silencioso.29
Algo más sencillo y eficaz: el hallazgo del punto de apoyo de
Arquímedes, para mover la omnipoderosa palanca revolucionaria. En
Mendoza será engendrada la emancipación de Chile.
Muy pronto tendrá San Martín en sus manos, sin haberlo pre-
sumido, los más importantes elementos para conocer con precisión
la realidad chilena. ¿No era a Chile a donde pensaba marchar con las
tropas que comenzaba a preparar? La narración es del propio San
Martín:
Hacía un mes de mi recepción del gobierno
de la provincia de Cuyo, cuando el coronel
Las Heras, desde Santa Rosa, al otro lado de
los Andes, me comunicó el acontecimiento
fatal de la completa pérdida de Chile, por re-
sultado de la derrota del general O'Higgins
que, con novecientos bravos, dignos de
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30 Documentos para la Historia del Libertador General San Martín. Buenos Aires: Ministerio de Educación, T.
tres, con grandes ambiciones políticas, y la hermana, del mismo recio temple que los hermanos.
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C. Galván Moreno).
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París con Mariano Balcarce, y será la única compañía del héroe, en su largo destierro final.
38 ROMERO, JOSÉ LUIS. Las ideas políticas en Argentina. México - Buenos Aires: Fondo de Cultura
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39 MITRE, BARTOLOMÉ. Historia de San Martín y de la emancipación suramericana. Buenos Aires: Editorial
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47 Archivo de San Martín. T. I: 181. Se le asigna un sueldo de seis mil pesos anuales.
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y Christophe, en el Norte, con el título de Henry I. Cf. LECUNA, VICENTE. Bolívar y el arte militar. New
York: The Colonial Press, 1955: 64.
49 LECUNA, VICENTE. Bolívar y el arte militar: 66. Refiérese Lecuna a la comunicación de Pétion al
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52 VICUÑA MACKENNA, BENJAMÍN. Vida del Capitán General de Chile, don Bernardo O'Higgins, Brigadier
de la República Argentina y Mariscal del Perú. Santiago, 1882: Apéndice 18, 752.
53 GALVÁN MORENO, C. El Libertador de Chile O'Higgins, un gran amigo de San Martín. Buenos Aires:
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56 BARROS ARANA, DIEGO. Historia general de Chile. Santiago, T. III, 1890: 283.
57 GRIFFIN, CHARLES C. Op. cit.: 230-231.
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58GENERAL GERÓNIMO ESPEJO. El paso de los Andes. Buenos Aires, 1916: 453.
59Publicado por La Gaceta de Buenos Aires, el 18 de enero de 1817. (Cita de GALVÁN MORENO, C.
San Martín el Libertador: 142).
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Tercera Parte
LIBERTADOR DE CHILE
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60 El ejército sanmartiniano se descomponía así: 3.997 hombres en total; de ellos 2.795 de infantería,
241 de artillería, 742 de caballería, 14 Jefes y 195 oficiales. El volumen de expedicionarios se completaba
con 1.213 milicianos, obreros, arrieros.
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Difícil, pero hacedero, el viaje por esas rutas para una, para
pocas personas. Pero, ¡un ejército entero!61
El plan estratégico de San Martín se condensa en esta palabra:
desconcertar. El Capitán General español en Chile tiene que volverse
físicamente loco, el momento en que sea atacado por seis puntos,
muy distantes entre sí, simultáneamente; sus tropas, por fuerza serán
disgregadas en una línea de dos mil kilómetros, desde el sur chileno;
a la hora de la batalla, sus efectivos se verán gravemente mermados.
Para los dos pasos del sur –la ruta El Planchón, con el coman-
dante Freire, y la de El Portillo, con el comandante Lemos– destina
San Martín menos de cuatrocientos hombres, que llevan la consigna
de operar de modo que Marcó suponga que va a ser atacado por el
sur. Partieron el 14 de enero (1817). En la ruta se produjo un com-
bate; los realistas derrotados debieron de volar a informarle al Capitán
General del avance patriota. El comandante Freire y su contingente
no se detuvieron hasta que no tomaron la ciudad de Talca, con la
consiguiente alarma española. El comandante Lemos, por El Portillo,
parecía dirigirse a Santiago; otra alarma de los hispanos.
Al norte, muy lejos de la región central donde se encuentra el
grueso del ejército, también van a atravesar la cordillera dos contin-
gentes pequeños, de unos cuatrocientos hombres en total –el coman-
dante Cabot y sus hombres por el paso Olivares, y el comandante
Franciscano Zelada, por el de Vinchina–. Cabot tuvo que combatir y
derrotar a tropas superiores en número, hasta que tomó las ciudades
de La Serena y Coquimbo. Alarma de Marcó del Pont, al norte. Tam-
bién hubo de librar combate el comandante Zelada; victorioso, llegó
hasta la ciudad de Coquimbo.
61Iban con las tropas: 10.000 mulas de silla y carga; 1.600 caballos; 70 reses; cargas de víveres y forraje;
3.500 arrobas de “charqui”. Todo se vuelve ingente. Fusiles, 5.000, con su bayoneta, 741 tercerolas,
1.129 sables 749 cananas, 70.000 piedras de chispa, un millón de tiros de bala. Además carpas, puentes,
polvorines, azufre, salitre, ajo y cebolla para prevenir el escorbuto, una botella de vino para cada soldado,
harina de maíz tostado, queso, aguardiente y agua en “chifles” (cuernos de ganado). Asimismo, 2.000
balas de cañón, 200 de metralla, 600 granadas. Los cañones han sido envueltos por el capitán fray Luis
Beltrán en gruesas capas de lana y forrado con pieles de vaca para preservarlos en caso de caer a un
abismo; cañones con cobijas, como los soldados. Con Beltrán marcha un equipo de mineros expertos
en allanar los pasos difíciles; llevan herramientas adecuadas. Las fábricas de Córdoba han provisto de
mucho. Cf. GALVÁN MORENO, C. San Martín el Libertador: 145-150.
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Tanto las rutas del sur, como las del norte, se hallaban vigiladas
por los realistas.
Los últimos en partir fueron los batallones –ochocientos hom-
bres– de la división Las Heras, el 18 de enero, rumbo a la vía de Us-
pallata; y los comandados directamente por San Martín, quien se
dirigió a la ruta de Los Patos con el mayor número de tropas. El Ge-
neral en Jefe se despidió de los mendocinos en una expresiva pro-
clama. A O'Higgins se le había encomendado el cuidado de la reserva;
dos batallones, dos escuadrones y la artillería. Iba O'Higgins a una
jornada atrás de la vanguardia comandada por Soler. Los cañones
eran llevados por el paso de Uspallata, con Beltrán.
El 28 de enero fue día excepcional para O'Higgins. Hallándose
en plena cumbre andina –Los Manantiales– recibió una comunicación
ministerial procedente de Buenos Aires, en la cual se le informaba
que, una vez lograda la victoria, a él le correspondería el gobierno de
Chile, como Director. Cuando, después de siete días de marcha, divisó
desde la cima los territorios de su patria, pensó en una Proclama, que
hizo circular a la llegada al valle de Putaendo:
Compatriotas y amigos: el numen de la liber-
tad me restituye por fin al suelo patrio. Un
poderoso ejército donde brillan el orden, la
disciplina y el denuedo, viene a sacaros de la
esclavitud. Venguemos unidos nuestros ul-
trajes y padecimientos. La dulce patria, el
hermoso Chile, vuelve a ocupar el rango de
nación. Arrojemos el grupo miserable de es-
pañoles advenedizos, que dos años ha, vul-
neran nuestro honor, detentan nuestros
bienes, e insultan con cruel impavidez a todo
americano [ ... ] Chilenos, yo os juro morir o
libertaros.62
Cinco días más tarde, entrará en el gran combate.
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63 RUMAZO GONZÁLEZ, ALFONSO. O'Leary, Edecán del Libertador. Madrid: Edime, 1956: 25.
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Guido, Las Heras, Alvarado, Zenteno, Zañartu y Luis de la Cruz. (Cf. VICUÑA MACKENNA. Op. cit.:
295).
70 Pensamiento político de la Emancipación, publicado por la Biblioteca Ayacucho de Caracas, T. II, 1977: 195
y siguientes.
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71La presencia de los eclesiásticos en la masonería, como integrantes de ella, puede consultarse en la obra
Los archivos secretos del Vaticano y la masonería, por José Antonio Ferrer Benimeli. Edición de la Universidad
Católica Andrés Bello, Caracas, 1976. No sólo señala esa presencia, sino que da los nombres y los cargos
de cada uno. “A lo largo del siglo dieciocho –dice–, una de las características más uniformes de todos
los países, sean o no de mayoría católica, es precisamente la presencia de sacerdotes en casi todas las Lo-
gias [ ... ] En vísperas de la Revolución, solamente en Francia más de una treintena de Logias tienen por
Venerable a eclesiásticos [ ... ] Los francmasones del siglo XVIII prepararon la Revolución [ ... ]” etc.
Págs. 708 a 723.
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Puede consultarse la obra Quién es quién en la masonería venezolana, por CASTELLÓN, HELIO y
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73 CASTELLÓN, HELIO y CASTILLO, FRANCISCO. Op. cit.: 63. En la misma obra y en la misma
página se dice que en los archivos de la Logia “Bella Altagracia” de Cumaná, reposan los archivos de la
Logia “Perfecta armonía” N. 2; en el libro de Actas de esta última entidad aparece el nombre de Antonio
José de Sucre, como asistente a una de las tenidas o sesiones el año 1811.
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Cuando San Martín llegó a Europa, como autoexiliado, buscó ese dinero para auxiliarse en su pobreza.
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ADDISON. Cato. I, 1.
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88 HUDSON, DAMIÁN. Recuerdos históricos sobre la provincia de Cuyó. Buenos Aires, 1931: 66.
89 LECUNA, VICENTE. Bolívar y el arte militar: 95.
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ridad, sobre todo en la campaña del Perú. ¡Si hasta las últimas tropas
colombianas que debían combatir en Ayacucho llegaron cuando ya se
había cumplido la Independencia con esa batalla! El regidor, el líder,
ve de una manera; de otra, los otros constituidos en autoridad. En lo
profundo de cada hombre grande rige una presencia tiránica de
soledad, porque no se les comprende plenamente.
En los graves descensos de los líderes hay siempre una germi-
nación. La de San Martín fue situarse más alto que el plano de los
gobernantes de la Argentina y Chile, y desde allí, puesto sobre el
pavés, lanzar la amenaza gigante. Visto que no se ha considerado con
suficiente responsabilidad su proyectada hazaña sobre el Perú, ordena
que el Ejército de los Andes –son su país, son su república, son su
querencia esos oficiales y soldados, rioplatenses y chilenos– se traslade
en masa al valle del Aconcagua, de modo que esté listo a repasar los
Andes en cualquier momento. Opera con lo suyo y, sobre ese funda-
mento, pide permiso al gobierno de Buenos Aires, del cual depende
directamente, antes que del de Chile, para viajar a Mendoza porque
se halla enfermo:
V.E. está persuadido de que el partido que
tomo no es hijo del comprometimiento
público en que me hallo, pues sabría sacrifi-
car mi misma reputación por la felicidad del
país, sino porque me es absolutamente im-
posible continuar con el mando del ejército,
sin que mi muerte sea muy próxima. En esta
inteligencia, si V.E. accede a la licencia que
pido, le ruego con el mayor respeto se sirva
concederme mi licencia absoluta.
Al Gobierno le dice que, al haberse presentado en las Provin-
cias del Río de la Plata la anarquía política, se ve obligado a partir a la
provincia de Cuyo “a tomar parte activa, a fin de adoptar los medios
conciliativos que estén a mis alcances para evitar una guerra que
puede tener la mayor trascendencia a nuestra libertad”. Y, sin demorar
más la decisión tomada de partir, encarga del comando del Ejército
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líder y su amenaza de repasar los Andes con las tropas habían forzado
a todos en Chile a reaccionar, a actuar; el catalítico operó con evidente
eficacia. Desde luego, se reconocía la importancia de las divisiones
del Ejército de los Andes para fines políticos rioplatenses; para ello,
el propio O'Higgins había ofrecido a San Martín hasta mil quinientos
soldados, de modo de reforzar las gestiones de intermediario que se
había propuesto entre el gobierno de Buenos Aires y López y Artigas.
O'Higgins, en la carta enviada con Borgoño, decíale a San Martín:
En cualquier circunstancia sería muy sensi-
ble la separación de V.E., pero lo es mucho
más en el día al considerar que vamos a
malograr la preciosa ocasión que se nos pre-
senta de ver solucionada la grande obra de li-
bertad americana.
Y le hacía entrega, por medio del emisario, del nombramiento
de Brigadier General. Esta vez, San Martín tuvo que aceptar esa
nominación, que ya había rechazado dos veces; y lo hizo en estos
términos:
Ya sería una ingratitud si no admitiese el des-
pacho de brigadier con que nuevamente me
condecora el Estado de Chile y que V.E. me
remite en su apreciable oficio del 20 del
pasado. Mi protesta de no admitir otro
empleo que el de coronel mayor, era con
relación sólo a las Provincias Unidas; mi
delicadeza me había hecho renunciar el que
en 15 de junio de 1817 me remitió V.E. con
igual condecoración. Esté V.E. persuadido
que la admisión que hago de este empleo no
es nominal y que sabré sostenerlo en bene-
ficio de ese Estado con el mismo interés y
decisión que si hubiera nacido en él.106
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por los indios. Decidió Bolívar tomar esta vía absurda, impracticable
para un ejército, a pesar de la oposición de la mayoría de sus oficiales.
Había dos razones: por allí, no encontrarían avanzadas del enemigo;
por lo mismo, la sorpresa al otro lado de la mole andina sería decisiva
para los soldados libertadores; el general español Barreiro se descon-
certaría, como se desconcertó el general del Pont, cuando aparecieron
las tropas de San Martín en territorio chileno. Para realizarlo, habían
de ser hombres con médula de titanes, el jefe, los oficiales, la tropa,
las mujeres. Una de ellas –lo cuenta O'Leary– dio a luz en lo alto del
páramo, y continuó la marcha al otro día. “Allí iban llaneros habitua-
dos al rigor de sus tierras ardientes, ingleses, irlandeses, escoceses,
franceses, alemanes, polacos e italianos; allí se mezclaban negros,
blancos, indios, mestizos, y sólo gozaban de privilegios los más auda-
ces, valientes y patriotas”.113 Bolívar les había dicho a sus oficiales:
“Nadie podrá imaginarse que todo un ejército va a exponerse a la
muerte en lo alto de las nieves perpetuas, ni nadie habrá de calcular
que la audacia de los revolucionarios llegue a tales términos absur-
dos”. Desde mucho antes, se le había asignado la vanguardia a San-
tander. La fantástica expedición comienza el ascenso; el frío congela
hasta los huesos; las mujeres siguen a sus maridos o amantes y pre-
paran la comida para todos; sencillas y rudas, son tan valerosas como
los hombres. A los cuatro días, ya casi no hay ganado y la mayor parte
de las bestias de carga van quedando inutilizadas; mueren los hom-
bres; mueren los animales; juntos ruedan a veces al abismo; el agua
helada descompone el intestino a muchos; el soroche corta la vida a
unos cuantos. Al quinto día llegan a lo alto de la mole andina; allí hay
unas casuchas –treinta– donde viven indígenas miserables y valientes
(pueblo de Pisba). La naturaleza tiene allí una grandeza colosal, trá-
gica, de nieves perpetuas de cimas negras; los soldados no ven en ella
sino un enemigo monstruoso y la detestan. Al que se detiene, le mata
el frío. Han alcanzado los cuatro mil metros sobre el mar, por entre
rocas, piedras resbalosas, lodo, nieve. Por indicación de los jefes, las
marchas se hacen en grupos de veinte, de treinta, que de por sí se
sienten hermanos y solidarios, ante el peligro de muerte. Cuenta O'-
Leary:
113 ARELLANO MORENO, ANTONIO. Op. cit.: 175.
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experiencias en un libro titulado The Journal of an Expedition Across Venezuela and Colombia, 1906-1907. Yale
Publishing Association, 1909.
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115 Entre los prisioneros está el oficial Francisco Fernández Vinoni, que le traicionó a Bolívar siete años
atrás en Puerto Cabello. Se le fusila, con degradación, en presencia de todo el ejército.
116 Santander en Apuntamientos. Bogotá, 1838: 34, dice, en relación con la victoria de Boyacá: “Yo estaba
tan enajenado de gozo al ver destruidos a los opresores de mi patria, que me habría arrodillado para besar
la mano de Bolívar, como principal autor del bien que empezaba a disfrutar”. (Cita de Rafael Bernal Me-
dina en Ruta de Bolívar. Caracas, 1977: 100).
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117 Obra citada por Vicente Lecuna, en Bolívar y el arte militar: 125 y 127.
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una Junta, presidida por el poeta José Joaquín de Olmedo. Su posición estratégica creará bien pronto gra-
ves problemas.
130 PETRIELLA, DIONISIO. José de San Martín: 224.
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133 Las tercianas son fiebres palúdicas intermitentes, muy frecuentes en las regiones calientes del trópico.
En estado agudo, eran mortales en aquellos tiempos.
134 OTERO, JOSÉ PACÍFICO. Historia del Libertador... T. II: 232.
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136Al respecto, Charles C. Griffin (Ensayos sobre historia de América) escribe:”Para la mayoría de los mar-
xistas, la revolución de la independencia fue una revolución malograda, en que las clases populares no
llegaron a conseguir ninguno de los objetivos buscados. El hecho de que la revolución de la indepen-
dencia no hubiese sido el levantamiento de una clase oprimida [salvo en algunos casos aislados], y menos
aun la lucha de un proletariado que no existía entonces, tuvo por resultado que los escritores de dicha
tendencia trataran de desvalorizar los resultados del movimiento”. Pág. 27.
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137 LECUNA, VICENTE. Crónica razonada de las guerras de Bolívar. New York: The Colonial Press, Inc.,
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141 El texto de las proposiciones del general San Martín al virrey La Serna es el siguiente: “Si se reconoce
la independencia de un modo público y solemne, el General San Martín hace las siguientes proposicio-
nes: 1ª. El General La Serna será reconocido Presidente de una Regencia compuesta de tres individuos;
2ª. El mismo general o el que él elija mandará los ejércitos de Lima y patriótico como una sola fuerza;
3ª. Quedará sin efecto la entrega pretendida y convenida del castillo del Real Felipe y demás fortifica-
ciones del Callao; 4ª. El general San Martín marchará a la Península en compañía de los demás que se
nombren para negociar con el Soberano de España; 5ª. Las cuatro provincias pertenecientes al virreinato
de Buenos Aires quedarán agregadas a la monarquía del Perú; 6ª. El grande objeto de estas proposiciones
es el establecimiento de una monarquía constitucional en el Perú. El monarca será elegido por las Cortes
generales de España y la constitución a que quede ligado será la que formen los pueblos del Perú; 7ª.
Se cooperará a la unión del Perú con Chile para que ingrese a la monarquía y se harán iguales esfuerzos
respecto a las provincias del Río de la Plata; 8ª. Resumido todo esto (el arreglo en los 18 ó 20 meses que
debe durar el armisticio) bajo un sistema, se ganará este tiempo preciso para uniformar las ideas de los
pueblos, organizarlos, establecer las autoridades por una sola cabeza y preparar la constitución adecuada
a nuestras costumbres, a las preocupaciones y atraso del país; 9ª. Guayaquil, cuya intención es unirse a
Colombia se unirá al Perú por grado o por fuerza, como puerto necesario para los progresos de la mo-
narquía”. (Cf. CEVALLOS, PEDRO FERMÍN. Historia del Ecuador. Guayaquil: Ediciones “Clásicos
Ariel”, Cromograf S. A. T. IV: 145).
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143 El eminente político peruano José Sánchez Carrión refutó el proyecto monárquico de San Martín –
que era también el de Monteagudo–, en un artículo extenso publicado en La Abeja Republicana, en forma
de carta dirigida al editor del Correo Mercantil y Político de Lima. Apareció el 15 de agosto de 1822, o sea
durante el protectorado del Perú por San Martín, cuyo ministro principal era Monteagudo. (Cf. Pensa-
miento político de la emancipación, ya citado; T. II: 177-185).
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Carta de Bolívar a San Martín, desde Trujillo (Venezuela), el 23 de agosto de 1821, Cf. BOLÍVAR,
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SIMÓN. Obras Completas, compilación de Vicente Lecuna. La Habana: Editorial Lex, 3 vols., T. I, 1950:
582.
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Oficio de Bolívar a San Martín, desde Trujillo (Venezuela), el 24 de agosto de 1821. Cf. O'LEARY,
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a sus fieles esta decisión suya: “Cualquiera de nuestros súbditos que voluntariamente jurase la escandalosa
independencia con pretextos frívolos y de puro interés propio, lo declaramos excomulgado vitando y
mandamos que sea puesto en tablillas”. ¡Un obispo digno de integrar el Santo Oficio de la Inquisición!
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155 Lord Thomas Cochrane era casi de la misma edad que San Martín. Nacido aristócrata –conde de Dun-
donald–, cuando integró el Parlamento Inglés, se situó en la oposición con dura intransigencia. Al des-
cubrírsele combinaciones bursátiles de oscura trama, fue enjuiciado y expulsado del Parlamento.
Entonces, optó por trasladarse a América, donde sirvió inmensamente a la emancipación, a pesar de sus
vanidades y rebeldías. De Chile y el Perú, pasará al servicio de la independencia del Brasil.
156 Archivo de San Martín. T. VIII: 365.
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158 Antes de todas estas complicaciones, Cochrane, en el mes de julio había intentado negociar directa-
mente, a espaldas de San Martín, con los españoles sitiados en El Callao, a fin de obtener su rendición.
Fue un acto desleal, casi de traición, que no le dio al almirante ningún resultado. Aspiraba, de tener
éxito, a minar gravemente la autoridad de su Jefe, el Protector.
159 El historiador Vicente Lecuna sintetiza así los servicios del curazoleño, almirante Luis Brión: “Este
grande hombre, desde 1814 consagró su fortuna y valor al servicio de la patria. En la organización de
la empresa de los Cayos tuvo gran parte. La expedición conducida por él al Orinoco, en julio de 1817,
decidió la conquista de Guayana. Encargado del mando de la República como Presidente del Consejo
de Gobierno, durante la campaña de 1818, delegó sus funciones en el intendente Zea y en crucero audaz
y feliz, sorteó con destreza la marina española, logró negociar el parque de la Bretagne, uno de los buques
ingleses despachados de Londres por López Méndez en 1817, y asegurar el armamento de los otros de
la misma expedición, desembarcados en la isla de San Bartolomé [ ... ] Audaz en sus empresas, supo man-
tener libre los mares de Cumaná, sin cuya ventaja no se habría podido sostener la Guayana. [Cf. LE-
CUNA, VICENTE. Crónica razonada...:76-77].
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José de La Mar, casi de la misma edad que San Martín, nació en la ciudad ecuatoriana de Cuenca. Des-
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pués de declararse partidario de San Martín, le sirvió a éste como su delegado ante Guayaquil. Combatió
en Ayacucho. Fue Presidente del Perú. Desleal a Bolívar, le declaró la guerra; derrotado por Sucre en
Tarqui, en 1829, fue depuesto y desterrado del Perú. Murió poco después, en Costa Rica (1830).
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1963: 15436.
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Esta Orden fue disuelta por el Congreso Constituyente del Perú en 1825. El Dictador del Perú,
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167 PALMA, RICARDO. Tradiciones. Capítulo “La protectora y la libertadora”. Palma escribe: “La rela-
ciones del General y la Campuzano eran de tapadillo, pues San Martín no quería dar en Lima escándalo
por aventuras mujeriegas. Jamás se le vio en público con su amante”.
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177Este Gamarra invadirá años más tarde, a Bolivia, donde gobernaba Sucre; le expulsarán los bolivianos.
Este Gamarra, con el general La Mar, invadirá después territorios colombianos, y será derrotado por
Sucre en el campo de Tarqui (1829). Algo más de dos lustros después invadirá nuevamente a Bolivia y
en esa agresión encontrará la muerte, en la batalla de Ingaví.
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178 Oficio de Sucre al Ministerio de Guerra del Perú, el 25 de febrero de 1822. Cf. Boletín de la Academia
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ese cargo militar habría sido el general Álvarez de Arenales, por razones de antigüedad, según se lo
comunicó a San Martín. Álvarez de Arenales se excusó, y en su reemplazo fue enviado el General Santa
Cruz.
180 Archivo de San Martín. T. VII: 433.
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183 Carta desde Quito, 17 de junio de 1822. Cf. LECUNA, VICENTE. Obras Completas. T. I: 643.
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184 Carta de Quito, del 21 de junio de 1822. Cf. LECUNA, VICENTE. Obras Completas. T. I: 646-647.
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185Carta desde Quito, 22 de junio de 1822. Cf. LECUNA, VICENTE. Obras Completas. T. I: 649-650.
186 En Quito conoció Bolívar a Manuela Sáenz, quiteña aristócrata que había sido condecorada por San
Martín como Caballeresa del Sol. El amor y las relaciones íntimas de Bolívar y Manuela duraron hasta
el final de la vida del Libertador, a quien le salvo de asesinos en dos ocasiones, en Bogotá, en 1828.
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nativo de la ciudad de Cuenca, era mayor que Bolívar con siete años. Por lo mismo, mayor que San
Martín con dos años.
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1920: 343.
191 Sucre se quedó en Quito, con parte de las tropas, como gobernante de las provincias recién liberta-
das.
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192 Las minorías de pro-Perú y de pro-independencia absoluta provocaron en las calles conflictos, en los
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Ejecutivo. El 31, por aclamación, declaró que desde aquel momento quedaba para siempre la provincia
de Guayaquil restituida a la República de Colombia.
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Expulsado del Perú se refugió en Quito, donde escribió una Memoria sobre los principios que seguí en la
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administración del Perú, indispensable para tomar una exacta captación del lapso del Protectorado de San
Martín.
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Carta de Guayaquil, del 29 de julio de 1822. Cf. BOLÍVAR, SIMÓN. Obras...: 662-663. También aquí
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hay que advertir que la palabra “delicado” significa, en lenguaje de Bolívar, agudo. San Martín no era
poeta.
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205 Puede advertirse, según este informe enviado inmediatamente después de la entrevista, el error de
quienes suponen que la Conferencia de Guayaquil produjo la renuncia de San Martín. ¡Si ya la había
dejado escrita, y bajo sobre cerrado, en Lima, antes de partir a Guayaquil! Viajó a verse con Bolívar, pre-
via la decisión que había tomado de retirarse del poder. ¡San Martín era rectilíneo!
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campaña del Perú según el plan suyo señalado a San Martín, y triunfará en Junín y Ayacucho (1824).
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210 Bernardo Monteagudo había nacido en Tucumán en 1785 y se había graduado en Derecho en la Uni-
versidad de Chuquisaca, una de las más célebres en Hispanoamérica entonces. Su talento era extraordi-
nario; sus métodos políticos, de inflexible rigor. En Lima persiguió sistemáticamente, desde el poder, a
los españoles. Cuando regrese al Perú más tarde, acompañando desde Guayaquil a Manuela Sáenz, vol-
verán los odios contra él, hasta que morirá asesinado.
211 Esta miniatura, de escaso valor artístico, se conserva en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires.
¿Es auténtica?
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212Memorias del general Tomás de Iriarte, publicadas por Enrique de Gandía. Citadas por Vicente Lecuna en
Crónica razonada..., T. III: 224-225.
213 Guillermo Morón, en su Historia de Venezuela, pág. 324, transcribe una aserción de Salvador de Ma-
dariaga: “Los ánimos estaban contra San Martín, tanto por ser extranjero como por ser monárquico”
(Bolívar. T. II: 204 de Madariaga).
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nia”. Muchos fueron muy injustos con él. Los periódicos El Deposi-
tario y La Abeja Republicana le atacaron hasta el punto que el propio
San Martín reaccionó airadamente contra eso, en justísimo rechazo.223
La ingratitud, en su colosal maldad, ha sido el logro inmediato de los
grandes. También Bolívar, en su despedida de Santa Marta, tuvo que
decir: “Mis enemigos hollaron lo que es más sagrado: mi reputación
y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que
me han conducido a las puertas del sepulcro”. ¿Y el periódico Aurora,
de Filadelfia, no escribía esto contra el libertador norteamericano
Jorge Washington: “Este día de la terminación de su Presidencia
debería ser un día de júbilo en los Estados Unidos, pues el hombre
que es la fuente de todas las desgracias de nuestro país, vuelve hoy a
hallarse al mismo nivel que sus conciudadanos”?224
Antes de embarcarse en el bergantín Belgrano, en el puerto de
Ancón, hízole San Martín esta confidencia a su amigo Guido:
Por muchos motivos no puedo ya mante-
nerme en mi puesto sino bajo condiciones
decididamente contrarias a mis sentimientos
y mis convicciones más firmes. Voy a de-
cirlo: para sostener el honor y la disciplina
del ejército, tendría necesidad de fusilar al-
gunos jefes, y me falta valor para hacerlo con
compañeros que me han seguido en los días
prósperos y adversos.225
Este grande hombre, que jamás había sentido ni ambición ni
vanidad, calumniado como ambicioso y aspirante al despotismo; este
gran general que tanto tuvo en poder suyo en Lima, al ejercer el Poder
Supremo del Perú, se embarcó y partió, “llevándose consigo por todo
caudal ciento veinte onzas de oro, el estandarte de Pizarro y la cam-
panilla de oro de la Inquisición de Lima”.226 Su desinterés estuvo a la
altura de su nombre excelso.
223 PETRIELLA, DIONISIO. Op. cit.: 321.
224 RUMAZO GONZÁLEZ, ALFONSO. Bolívar: 247.
225 GUIDO, TOMÁS. “El general San Martín. Su retirada del Perú”. La Revista de Buenos Aires, N. 13,
año II.
226 PETRIELLA, DIONISIO. Op. cit.: 323.
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229 Esta decisión de Bolívar de auxiliar con tropas el Perú, pues advertía posibles desastres militares allá
–que se produjeron a muy corto plazo– fue tergiversada y falseada en una carta que publicó el capitán
francés C. Lafond en su obra: Voyages autour du monde et naufrages célèbres. Voyages dans les Amériques. París,
T. II, 1844: 136-137. Supuestamente, la carta es de San Martín a Bolívar, con fecha 29 de agosto de
1822, desde Lima. (Fue reproducida y ampliamente comentada por los escritores argentinos Alberdi, Sar-
miento y Mitre, en el siglo pasado). El historiador venezolano Vicente Lecuna, con otros historiadores,
la consideran apócrifa; el original no ha sido nunca localizado, hasta hoy. Contiene evidentemente, datos
falsos e incurre en contradicciones; está escrita en un estilo que no es el de San Martín; trae, en suma,
lo suficiente para desecharla como documento inauténtico. También a Bolívar, después de su muerte,
le inventaron una carta a Fanny du Villars. Los componedores de la historia los hay en todas partes. Esta
vez, a San Martín había que inventarle algo en relación con la entrevista de Guayaquil; algo, de interés
localista o “patriótico”, para tratar de darle otra interpretación a su renuncia del poder. Con esto, no se
le ha engrandecido sino que se le ha ofendido. Varón recto, muy claro en sus cosas y muy concreto, dejó
dicho cuanto tenía que decir y hecho cuanto quiso hacer, según su criterio enteramente personal. A
Guayaquil llegó cuando ya en Lima había dejado el texto de su renuncia; se lo dijo a Bolívar; su decisión
estaba tomada con anterioridad a la conferencia, de modo que ésta nada tuvo que ver con motivos nue-
vos para la dejación del poder. En el presente trabajo se han extractado todas las cartas sanmartinianas
relativas al caso. ¿Por qué ni para qué hacer depender su retiro de la referida entrevista? Es hacerle poco
favor; es humillarlo, presentándole sometido a las determinaciones de Bolívar.
El primer dato falso es el de que el ejército realista estaba integrado por 19.000 hombres; según el es-
tado formado por el coronel Vidal, en agosto de aquel 1822, era de 10.930 soldados, de los cuales en la
parte baja del Perú no estaban sino 8.250. San Martín tenía 11.000 veteranos; por esto le dijo a Bolívar
que él era más fuerte que los españoles. El otro dato falso es el de que las bajas de la división peruana
de Santa Cruz, que combatió en Pichincha, no habían sido reemplazadas. Al respecto, Bolívar le escribió
a Santander: “Les he dado el batallón Cuenca por las bajas sufridas de Quito y Guayaquil, a fin de que
los peruanos no se quejen nunca de que no se les ha llenado admirablemente la contrata que hizo el ge-
neral Sucre con el general Santa Cruz a su venida”. También se dice en la carta que la división Santa Cruz
había perdido muchas unidades al regresar al Perú por tierra; la realidad es que viajó por mar. ¿Con qué
objeto este falseamiento? Para justificar la renuncia de San Martín, fundamentándola en la negativa de
Bolívar a proporcionarle tropas. Dícele San Martín, en su supuesta carta a Bolívar: “Los resultados de
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nuestra entrevista no han sido los que me prometía, para la pronta terminación de la guerra [ ... ] Las
noticias que tienen de las fuerzas realistas son equivocadas [ ... ] Sin el apoyo del ejército de su mando,
la operación que se prepara por Puertos Intermedios no podrá conseguir las ventajas que debían espe-
rarse, si fuerzas poderosas no llamaran la atención del enemigo por otra parte”. Bien sabido queda, por
todo cuanto se ha trascrito en páginas anteriores, que Bolívar, después de la entrevista, no pensó obse-
sivamente sino en el auxilio de tropas al Perú, aun a pesar de que San Martín no se hubiera referido al
punto por considerarse, con sus ejércitos, más fuerte que el enemigo.
Todo esto, en la carta, es de segundos planos. Se la forjó con fines estrictamente políticos y
de vanidad regional, en el siglo pasado –hoy, no rige ese criterio–, para tratar de poner en vigencia un
sentido de egoísmo y mezquindad en Bolívar, frente al desprendimiento de San Martín. La carta de La-
fond –un resentido contra Bolívar, a quien, en otra parte juzga “inferior” a San Martín, por considerar
él, Lafond, que la guerra de Colombia no la ganó el Libertador sino que fue obra de sus generales–
busca crear una situación de rivalidad o competencia entre los dos grandes líderes, inventando un pro-
blema que no existió: el de saber quién iba a manda en el Perú, en la continuación de la guerra, después
de Guayaquil. Esta cuestión no la pensó nadie. Mientras fuera San Martín el Jefe de aquel Estado, a él
le correspondía ese comando. Al renunciar el poder, le tocaba la cuestión al Congreso peruano que se
hallaba reunido. Y ese Congreso le designó al general La Mar, junto con el general Alvarado. Fueron ellos
los nuevos jefes. ¿Qué cuestión de disputa de comando iba a brotar de la entrevista? Lafond, o quien
escribió la falsa carta, estampó este disparate: “Yo (San Martín) estoy, desgraciadamente, íntimamente
convencido, o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de
mi mando, o que mi persona le es embarazosa”. Ni San Martín ni Bolívar pudieron hablar de un punto
que no era motivo de controversia, por inexistente. Añade la carta, aun con mayor desacierto: “Para mí
hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un
general a quien la América del Sur debe su libertad”. San Martín jamás se subestimó a si mismo, ni
jamás su sencilla austeridad le llevó a minimizarse. ¿No les recordó a los peruanos, al despedirse, que
había actuado en la emancipación de Chile y el Perú, al decir: “Presencié la declaración de la indepen-
dencia de los Estados de Chile y el Perú: he aquí recompensados con usura diez años de revolución y
de guerra”? Tanto como apócrifa, la carta de Lafond es ofensiva a la memoria de San Martín.
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230 ROMERO, JOSÉ LUIS. Pensamiento político... “Memoria de Bernardo Monteagudo” (1823), T. II: 95.
231 GRAY, WILLIAM H. “The social reforms of San Martín”, en The Americanas, T. VIII, 1950: 4.
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239Bernardo O'Higgins, derrocado “por exceso de autoridad”, salió de Santiago a los pocos días a Val-
paraíso, donde le atendió y agasajó el gobernador Zenteno. Pero llegó a este puerto el general Freire y
ordenó el arresto de O'Higgins, con esta anotación para la Junta de Santiago: “Como este sujeto ha
ejercido la primera magistratura y como todos lo pueblos de la República tienen derecho a exigir de él
una justa residencia, he mandado sujetar su persona en un arresto decoroso”. O'Higgins, por toda res-
puesta, pidió permiso a la junta para salir del país y dirigirse a Irlanda, donde estaba la familia de su
padre. Freire, vuelto a Santiago, tomó el poder; reunió el Congreso y éste lo nombró Director Supremo.
Hacía julio, el Senado autorizó la salida del país de O'Higgins, quien partió al Perú acompañado de su
madre, su hermana, su hijo ilegítimo Demetrio y dos sirvientes. Pudieron instalarse en la hacienda Mon-
talván, al sur de Lima, que San Martín, a nombre del Estado peruano, le había otorgado un año atrás,
por sus servicios a la emancipación. Cuando llegó Bolívar al Perú, entró en comunicación con él (fines
de 1823) y presionó mediante cartas para que el Director Freire enviara tropas auxiliares chilenas al
Perú. Hacia junio de 1824, escribió Bolívar: “Un bravo general como usted, temido entre los enemigos
y experimentado, no puede menos que dar un nuevo grado de aprecio a nuestro ejército”. En agosto,
partió a unirse con Bolívar en el valle de Jauja (acababa de darse la batalla de Junín); acompañábale
Monteagudo. Bolívar, por una maniobra torva del Congreso de Bogotá, influido por Santander, tuvo que
dejarle el mando a Sucre y volver a la costa peruana; con él viajó O'Higgins. Y se produjo entonces, Aya-
cucho. Freire, en Chile, se proclamó dictador y le dio de baja a O'Higgins en el ejército nacional. Después
lo más importante para el glorioso chileno fue actuar de modo que el Perú le pagara cumplidamente a
San Martín la pensión que había asignado cuando su renuncia. Quiso volver a Chile; se lo impidió la gue-
rra peruano-chilena de 1838. Sólo cuatro años más vivió O'Higgins, que murió en Lima en octubre de
1842. Sus restos reposan en Santiago.
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J. DE SAN MARTÍN.243
A más de un año de distancia de la conferencia de Guayaquil,
y pasados ya tantos y tantos sucesos, éste era el espíritu del líder San
Martín: el de una amistad sincera, firme, que no solamente le desea a
Bolívar la victoria, sino que le previene contra la ingratitud. Hasta le
cuenta, íntimamente, sus dolencias físicas. Guayaquil, ya se ve, fue el
inicio de una real amistad entre los dos grandes jefes de la emancipa-
ción. Quedaban en cierta manera refrendadas las palabras del propio
San Martín, en la proclama suya al regreso de la entrevista en el Gua-
yas: “Tuve la satisfacción de abrazar al héroe del Sur de América. Fue
uno de los días más felices de mi vida. El Libertador de Colombia
auxilia al Perú con tres de sus bravos batallones. Tributemos todos un
reconocimiento eterno al inmortal Bolívar”.244
En Lima, Bolívar fue recibido con grandes demostraciones
multitudinarias de admiración y aplauso. Encarnaba la única espe-
ranza. A los siete días de llegado, las autoridades le ofrecieron sun-
tuoso banquete. En él, “Bolívar brindó por el buen genio de la
América que trajo al general San Martín con su ejército libertador
desde las márgenes del Río de la Plata hasta las playas del Perú; por
el general O'Higgins que generosamente lo envió desde Chile; por el
Congreso del Perú que ha reasumido de nuevo los derechos sobera-
nos del pueblo y ha nombrado espontánea y sabiamente al general
Torre Tagle de presidente del Estado; y porque a mi vista los ejércitos
Cita de J. L. Salcedo Bastardo en su discurso “San Martín en Caracas” en abril de 1975. Cf. Bolívar y
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San Martín. Homenaje en Buenos Aires y Caracas. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República,
1975: 21.
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San Martín: su correspondencia. Buenos Aires: Edición del Museo Histórico Nacional, 1910: 321.
245
246RODRÍGUEZ, SIMÓN. El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un
amigo de la causa social. Arequipa, 1830. Vale recordar aquí la opinión de Bolívar sobre Riva Agüero, ex-
presada desde Guayaquil a Santander (4 de agosto), antes del viaje del Libertador al Perú: “El gobierno
de Riva Agüero es el gobierno de un Catilina unido al de un Caos... Setecientos mil pesos se han robado
entre Riva Agüero, Santa Cruz y el ministro de guerra”.
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252 Guillermo Morón –Op. cit.: 326– hace un resumen del proceso de liberación peruana en estos tér-
minos certeros: “Los dos aspectos de la liberación del Perú son estos: a) el Protector San Martín co-
mienza la lucha, sin lograr una victoria; por el contrario, su presencia levantó discordias, las cuales
permitieron que los realistas se fortalecieran y lograran ventajas; b) Bolívar planea una campaña y la
lleva a cabo, valiéndose de su auxiliar Sucre. Por otra parte, consolida políticamente la situación interna.
De modo que si la victoria guerrera libertó al Perú del poder español, la acción organizativa del Liber-
tador echó bases para el funcionamiento de la República. El Perú fue hostil a los dos grandes líderes,
tanto cuando estuvieron en ese país como cuando se fueron. Tal vez fue la carencia de algún gran general
peruano, con quien hubieran podido dialogar tanto San Martín como Bolívar”.
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257 Esta circular fue escrita en Lima, a mucha distancia geográfica de Ayacucho, dos días antes de esta
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262SAN MARTÍN. Su Correspondencia: 7. La guerra de que se habla es la de las Provincias del Río de la
Plata contra el Brasil, invasor de la provincia del Uruguay.
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269 ABAD, PLÁCIDO. San Martín en Montevideo: 150. Citado por C. GALVÁN MORENO, C. San Martín
el...: 352.
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era la defensa de éste del “honor del país” frente a potencias europeas.
Su visión era no nacional, no humana, no de derechos del hombre,
sino internacional. ¿Erró en esa fragmentación de la persona del dés-
pota? Evidentemente que sí. Nadie puede, en lógica recta, dividir a un
hombre, para dejar de considerar una de sus expresiones y tomar en
cuenta sólo la otra. Los “septembrinos”, que intentaron asesinar a
Bolívar en Bogotá, en 1828, decían que su acción no era contra el Li-
bertador sino contra el dictador. Si hubiesen logrado matarle, ¿a cuál
de los dos asesinaban, dejando a salvo al otro? ¿No era uno solo el
muerto? El Rosas tirano y asesino es uno mismo con el Rosas defen-
sor del país frente a agresiones del exterior. La actitud de San Martín
en este caso –en este único caso– no es justificable. Y menos, muchí-
simo menos, el que en su Testamento, en 1844 (23 de enero) hubiese
estatuido en la cláusula tercera lo siguiente:
El sable que me ha acompañado en toda la
guerra de la independencia de la América del
Sud, le será entregado al General de la Repú-
blica Argentina don Juan Manuel de Rosas,
como una prueba de la satisfacción que
como argentino he tenido al ver la firmeza
con que ha sostenido el honor de la Repú-
blica contra las injustas pretensiones de los
extranjeros que trataban de humillarla.
Un Rosas heredero del sable de San Martín... Rosas, poseso de
infinita vanidad, decía en un Mensaje, volteando la realidad cínica-
mente:
El ilustre General San Martín héroe glorioso
de nuestra Independencia, ha merecido un
nuevo recuerdo del Gobierno [ … ]281
Un San Martín “mereciendo” algo del gobierno de un Rosas...
Sarmiento trató de explicar: “San Martín es el ariete desmontado ya,
que sirvió a la destrucción de los españoles; hombre de una pieza,
281 Cf. GALVÁN MORENO, C. San Martín...: 369. El texto del Testamento, en pág. 382.
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GARCÍA DEL RÍO, JUAN. Biografía del General San Martín. Londres,
1823. (Apareció con el seudónimo de Ricardo Gual y Jaén).
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Índice
Preámbulo .......................................................................................5
Primera Parte
UNA MUY IMPORTANTE ESCUELA ..................................9
Segunda Parte
DESCUBRIMIENTO DEL RUMBO ....................................33
Tercera Parte
LIBERTADOR DE CHILE .....................................................73
Cuarta Parte
PROTECTOR DEL PERÚ ....................................................145
Quinta Parte
UN EXILIO LARGAMENTE AGÓNICO .......................251
Bibliografía ..................................................................................305
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