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Desarrollo Histórico de La Contabilidad

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Desarrollo Histórico de la Contabilidad. Docente: C.P.

Edward Frank Rolong Velásquez

DESARROLLO HISTÓRICO DE LA CONTABILIDAD(1)

Autores: Gonzalo Sinisterra, Luis E. Polanco y Harvey Henao

LA CONTABILIDAD EN LA ANTIGÜEDAD

Existen varios vestigios que permiten inferir la existencia de la práctica contable desde la
antigüedad. Desde el año 6000 A.C. el hombre poseía los elementos básicos de
matemáticas y escritura. Con el surgimiento de la agricultura, la ganadería y el comercio
se sintió la necesidad de contabilizar las transacciones en estas actividades.

El indicio más remoto de contabilidad del que se tenga conocimiento data desde la época
de la civilización mesopotámica, la cual tuvo existencia miles de años antes de la era
cristiana, y, debido a su auge económico, tuvo la necesidad de contar con elementos de
contabilidad. En el museo semítico de la Universidad de Harvard se conserva una tablilla
de barro de más de 6000 años de antigüedad, en la cual aparecen números curvilíneos
trazados con un punzón sobre arcilla. Los historiadores interpretan estos símbolos como
los ingresos resultantes de la actividad económica de esta civilización. Entre los años
5400 y 3200 a.C. se evidencian movimientos de trueque en el Templo Rojo de Babilonia.

Posteriormente, también surgieron manifestaciones adicionales de contabilidad en Egipto.


Hacia el año 3600 a.C., como resultado de las gestiones económicas del faraón Menach,
se efectuaron anotaciones ordenadas de ingresos y egresos por parte de sus escribanos.

Los asirios también llevaron a cabo registros contables de carácter fiscal, impresos en
tablillas de barro. En Egipto, hacia el año 2550 a.C., los escribanos llevaban anotaciones
de carácter financiero sobre las operaciones mercantiles del imperio.

En Grecia, como resultado de sus actividades comerciales, nivel de desarrollo de su


marina y notable régimen económico pre-capitalista, se supone la existencia de un
estructurado sistema contable, aunque solo se cuenta con los testimonios de Pagani,
quien afirma que en la Grecia del siglo V a.C. se obligaba a los comerciantes a que
llevaran libros de contabilidad.

De la Roma antigua también se han encontrado rudimentos de prácticas contables que


datan de los primeros años de vida del Imperio y están registrados en los escritos de sus
pensadores más insignes. A los jefes de familia se les obligaba a anotar diariamente sus
ingresos y gastos y luego pasarlos a un registro de mayor cuidado, denominado Codex
Tabulae. En éste se llevaban a un lado los ingresos -Aceptum- y al otro lado los gastos
-Expensum-. La ley Paetelia, publicada en Roma hacia el año 325 a.C., constituyó la
primera norma de aprobación de los asientos realizados en libros de contabilidad. Esta
contabilidad de doble columna llevó a creer que se trataba de una contabilidad por partida
doble, hasta que Albert Dupont y André Boulanger, estudiosos de esta materia,
demostraron que sólo se trataba de un sistema de partida simple a doble columna. Tito
Livio, en su obra Historia de Roma, expresa la importancia de la contabilidad en aquella
época. Cayo Plinio, en el segundo libro de su obra Historia Natural, hace referencia a la
actividad contable.

A partir del año 235 d.C., con la muerte de Alejandro Severo, la contabilidad adquirió gran
importancia en la Roma antigua. En la época de la República y del Imperio la contabilidad,

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llevada por plebeyos, constaba de dos libros: el Adversaria, donde se anotaban las
transacciones de caja, y el Codex, donde se asentaban las demás operaciones. Con
estos libros los romanos llevaban un control preciso de su patrimonio. Los banqueros
romanos, casta privilegiada del Imperio, fueron quienes perfeccionaron las técnicas
contables, con el fin de controlar las asignaciones que debían otorgar al ejército para sus
conquistas territoriales y a los patricios para sus aventuras políticas.

(1) Tomado del libro "Contabilidad - Sistema de información para las organizaciones".
Editorial McGraw Hill. Santafé de Bogotá, 1997.

LA CONTABILIDAD EN ELA EDAD MEDIA

A pesar de la caída del Imperio Romano, las prácticas contables se conservaron y


lograron un notable progreso a lo largo de la Edad Media. La Iglesia Católica cada día
tuvo más seguidores, logrando el mayor poder económico y político de la historia, lo cual
le obligó a llevar cuentas muy detalladas de sus actividades económicas, operaciones que
se manejaban en los monasterios.

Aunque no existen testimonios del ejercicio contable en la época del feudalismo, el alto
grado de desarrollo del comercio hace suponer la práctica usual de la contabilidad, la cual
era exclusividad del señor feudal.

En el siglo VIII Europa fue invadida por los normandos, quienes también practicaban el
comercio. Estos se establecieron en Sicilia, después de asolar las costas de Inglaterra y
Francia. De esta época se conserva una ordenanza de Carlomagno, el Capitulare de
Villis, mediante la cual se exigía a sus escribanos un inventario anual de las pertenencias
del imperio y el registro en libros de sus transacciones económicas en términos de
ingresos y egresos. Las actividades contables se facilitaron considerablemente entre los
siglos VII y IX con la aparición de una moneda común que tuvo aceptación internacional,
el "Solidus", emitida por Constantinopla.

En Italia, durante los Siglos VII y VIII, particularmente en Venecia, la actividad contable se
convirtió en una profesión de mucho prestigio; allí se encontraban grupos de personas
dedicadas a su práctica permanente.

Entre los siglos VIII y XII, en Europa Central, por mandato de los señores feudales, los
libros de contabilidad eran llevados por escribanos. Las ciudades de Venecia, Génova y
Florencia fueron durante esa época el epicentro del comercio, la industria y la banca,
constituyéndose en las pioneras de la contabilidad por partida doble. De esta época se
han hallado varios testimonios de práctica contable desarrollada. En 1157 un genovés,
Ansaldus Boilandus, repartió beneficios de una sociedad comercial con base en saldos de
cuentas de ingresos y egresos; en 1211 un comerciante florentino llevaba sus libros de
contabilidad en forma tan acertada y peculiar que dio origen a la llamada Escuela
Florentina. En 1263 en España, el rey Alfonso El Sabio impuso a los funcionarios públicos
la obligación de llevar cuentas anualmente. De este período se conocen los libros de la
compañía de los Peruzzi (1282) y los de la casa de Bonsignare, de Siena (1290), en los
cuales se registraban las operaciones de caja y de cuentas corrientes.

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En Francia, los hermanos Reinero y Baldo Fini, hacia el año 1300, añadieron nuevas
cuentas, como gastos y ventas; pero el más conocido conjunto de libros de la época fue
sin duda el que se llevó en la Comuna de Génova, donde se usaron los términos "debe" y
"haber", además de la cuenta de "pérdidas y ganancias", en la que se resumían las
operaciones de la comuna.

El mayor avance de la contabilidad en la Edad Media se dio con la aparición de los libros
auxiliares, los cuales permitían a los comerciantes registrar sus cuentas por clientes. En
1400 surgió la idea de la contabilidad por partida doble, cuando se incluyeron las cuentas
patrimoniales en los libros del mercader Florentino Francesco Datini. La mayoría de las
grandes empresas de esa época llevaban sus libros con base en un sistema utilizado en
los libros de los Medici de Florencia. En el Museo de Brujas se encuentran fragmentos de
libros que usaron partida doble, pertenecientes al inglés A. W, Gollard, que datan del año
1368.

La contabilidad por esta época continuó desarrollándose y adaptándose, a las nuevas


exigencias económicas, lo que generó a la postre el establecimiento de escuelas en
Génova, Florencia y Venecia, siendo esta última la de mayor técnica y pionera de las
prácticas contables actuales.

LA CONTABILIDAD EN LA EDAD MODERNA

Dos acontecimientos de gran importancia sucedidos en el siglo XV permitieron un notable


avance de la actividad contable: la generalización de los números arábigos y la aparición
de la imprenta. Este último desarrollo facilitó la divulgación de los conocimientos
impartidos por los monjes de la época y los mercaderes, hombres pujantes en la
economía. El monje Benedetto Cotrugli, pionero de la partida doble, señaló el uso de tres
libros: Cuaderno (Mayor), Giornale (Diario) y Memoriale (Borrador).

Fray Luca PacioIi, nacido en Borgo San Sepolcro, Toscana, hacia 1345, sin haber sido
contador trabajó como catedrático en las universidades de Roma, Padua, Florencia y
Asís, y redactó con gran maestría un tratado de contabilidad, en el cual sostiene que para
su aplicación se requiere el conocimiento matemático. En el año 1494 publicó su famosa
obra Summa de Arithmetica, Geometría, Proportioni et Proportionalita, de gran contenido
matemático, dedicando tan solo una parte a aspectos contables. Su segunda edición,
publicada en Venecia en 1509, abordó el tema contable solo para ampliar el tratamiento
de los conceptos y prácticas comerciales de la época, en especial lo relacionado con
sociedades, intereses y letras de cambio. Su profundo tratado de contabilidad explicaba el
concepto de inventario como una lista de activos y pasivos, la cual debe relacionar el
propietario antes de empezar a operar. Indicaba también que en el Memoriale deben
anotarse todas las transacciones en orden cronológico y en forma detallada; en el
Giornale debe registrarse toda la operación en términos de "débito" y "crédito", y en el
Cuaderno debe aparecer cada una de las cuentas.

Para el siglo XVI la actividad contable se encontraba en pleno apogeo, tanto en lo


académico como en lo profesional, constituyéndose en una herramienta de gran
importancia para los sectores económico y social.

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En Alemania, en el año 1518, Grammateus publicó un libro combinado de Algebra y


contabilidad; siete años más tarde, Tagliente escribió en Italia un tratado completo sobre
contabilidad. En 1590 se imprimió el primer estudio formal de contabilidad en español,
cuyo autor fue Bartolomé Salcedo de Solórzano, pionero de esta disciplina en España. En
este mismo país, en 1591, Felipe II ordena llevar la contabilidad real por partida doble.

En los siglos XVII y XVIII, ante el apogeo del mercantilismo en Holanda, Francia e
Inglaterra y el nacimiento de los emporios comerciales e industriales, se estableció en
estos países, especialmente en Inglaterra, la profesión contable como una actividad
independiente, profesional y libre. Carlos Manuel IV, rey del Piamonte, reorganiza la
profesión contable y exige que solo el contador autorizado sea la persona calificada para
ejercer esta profesión. Napoleón, en 1805, ordena que quien desee practicar la profesión
contable debe someterse a un severo examen, después de haber trabajado determinado
tiempo con un profesional calificado.

LA CONTABILIDAD EN LA EDAD CONTEMPORÁNEA

Los cambios más profundos y de mayor repercusión presentados en la actividad contable


en toda su historia, tuvieron lugar a partir del siglo XVIII. La Revolución Francesa, la
Revolución Industrial en Inglaterra, la filosofía individualista de Hegel y Kant, sentaron las
bases para el resurgimiento del comercio en Europa y la tecnificación de la contabilidad.

En el siglo XIX, con el desarrollo de la industria en Europa, en especial en Inglaterra, y el


nacimiento del liberalismo, predicado por Adam Smith y David Ricardo, la contabilidad
inició su más espectacular transformación.

En Francia, donde las finanzas públicas eran exclusividad real, pasaron al dominio
popular, gracias al célebre contador Count Mollier. En 1795, Edmond Degrange distinguió
dos clases de cuentas, unas deudoras y acreedoras y otras que representaban al
propietario, lo que dio paso al diario mayor único y sustituyó el conjunto de diario y mayor.

A partir de 1895, en Estados Unidos, como consecuencia del bloqueo económico de


Inglaterra, se comenzó a llevar a cabo una serie de inventos e innovaciones tecnológicas
en la industria y en la agricultura. La contabilidad paralela a ese desarrollo se
institucionalizó, constituyéndose en una actividad académica en la Universidad de
Pensilvania en 1881 y reconocida como gremio profesional a través de la American
Association of Public Accountants en 1886. En Europa surgieron agremiaciones similares.
En Edimburgo, 1854; en Francia, 1891; en Austria, 1895; en Holanda, 1895, y en
Alemania, 1896. En Italia, en 1893 comenzó a regir el Código Mercantil, regulador de la
práctica contable en ese país.

En Estados Unidos, como consecuencia del desarrollo industrial y el crecimiento de las


empresas, empezaron a aparecer las máquinas de contabilidad, lo que facilitó, el
procesamiento de la información. En 1888, William Burroughs patentó la primera
sumadora de teclas; por la misma época, William Bundy patentó una especie de reloj para
marcar la entrada y salida de los trabajadores. El doctor Hollerith inventó un sistema de
tarjetas perforadas que permitió sumar y restar con mayor rapidez; en 1906, John
Whitmore ideó un procedimiento mecánico de control de mercancías con base en tarjetas.

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A principios del siglo XX empezaron a surgir en todo el mundo las asociaciones de


contadores, las cuales, además de sus propias normas, establecieron una serie de
convenios y pautas para el ejercicio de las actividades contables: en Suecia, 1899; en
Suiza, 1916, y en Japón, 1917.

Por estos años, el gobierno, la banca, las bolsas de valores, comenzaron a exigir los
estados financieros certificados por contadores públicos independientes. La organización
American Institute of Public Accountants se encargó de reunir agrupaciones profesionales
con el fin de estudiar los problemas contables, y en 1934 surgieron las primeras seis
reglas de los principios contables de hoy. En los años 1936, 1941, 1948 y 1957 se
publicó, verificó y adicionó, por parte de la American Accounting Association (AAA), todo
lo relacionado con los principios contables.

Actualmente, con el vertiginoso desarrollo de los sistemas, la contabilidad ha logrado


ocupar el lugar que le corresponde dentro de las organizaciones. El volumen de
información que puede manejar y la alta velocidad de su procesamiento la hacen
indispensable en la exigente administración de nuestros días.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS EN COLOMBIA

En la América precolombina, donde predominaban tres culturas relativamente


desarrolladas (azteca en México, Inca en Perú y Chibcha en Colombia), no se conocía la
escritura alfabética. A pesar de esto, la actividad contable era práctica común entre los
aborígenes; por ejemplo, los aztecas llevaban cuentas de los tributos que recaudaban a
las tribus sometidas; los incas llevaban sus cuentas en lazos con nudos que
representaban cifras, y los chibchas, cuyo comercio se realizaba por medio del trueque de
mercancías, registraban sus transacciones con colores pintados sobre sus trajes.

Con la llegada de los españoles a territorio americano se inició en esta región una
actividad económica sin precedentes. Los conquistadores obtuvieron de la corona
múltiples concesiones, lo que dio comienzo a la explotación no sólo de los recursos
naturales sino también de los aborígenes. Así, el español logra imponer en estas tierras,
además de su cultura y costumbres mercantilistas, sus prácticas contables. Al conocer la
consolidación de la conquista americana, en 1552, Carlos V, mediante cédula real nombra
a Rodrigo de Albornoz como contador real de estas tierras, y le proporciona junto con su
acreditación instrucciones muy precisas sobre el registro de las operaciones mercantiles.

Posteriormente, en 1591, el rey Felipe II ordena Ilevar la contabilidad del reino por partida
doble, resaltándose de esta manera la influencia italiana en la contabilidad española.

Los colones establecieron en el territorio americano una serie de instituciones de carácter


socio-económico con el propósito de explotar al aborigen; por ejemplo, la Encomienda
(obligación representada en servicios personales y productos naturales a cargo del
colono), el Tributo para el encomendero, las Pensiones para particulares, el Quinto del
rey, el Sueldo para los corregidores y la Mita se constituyeron en importantes fuentes de
ingresos para la corona.

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Durante la Colonia, la Iglesia sin lugar a dudas fue la institución más poderosa en el
Nuevo Reino; se apropió de grandes extensiones territoriales tanto rurales como urbanas,
al cambiar el método de la fuerza usada por los colonos, por la enseñanza y la
evangelización.

En 1605 se establecieron en América tres tribunales de cuentas (Santa Fe, Lima y


México), se nombraron contadores especiales en La Habana y Caracas y se dictaron
normas de manejo contable. En 1678, Felipe IV determinó que los contadores reales
debían presentar cada dos años cuentas en términos de "cargo" y "data" (debe y haber) al
Real Tribunal de Cuentas. De esta forma se logró el control y registro de los impuestos
recaudados y administrados por la corona.

El mayor aporte para el desarrollo de la contabilidad en América lo proporcionó la


comunidad religiosa de la Compañía de Jesús, la cual introdujo por primera vez en estas
tierras libros de contabilidad, el concepto de inventarios, la noción de presupuestos y
demás elementos desarrollados en la Europa de ese entonces. La contabilidad no era
ejercida como profesión liberal, sino por los clérigos como parte de sus actividades
administrativas en las comunidades religiosas.

En Colombia, después de la independencia, se continuaron usando por mucho tiempo las


técnicas contables traídas por los españoles, de acuerdo con las ordenanzas de Bilbao. El
surgimiento de la República no trajo consigo modificaciones profundas en las estructuras
socio-económicas; la influencia francesa se extendió más allá del campo cultural,
quedando atrás la universidad colonial, lo que dio paso al modelo francés de énfasis en la
profesionalización.

Esta tendencia dio origen a la reforma de 1826, inspirada por el general Santander, y
orientadora de la creación de la Universidad de la Gran Colombia con sedes en Bogotá,
Quito y Caracas.

En 1821, mediante la ley del 6 de octubre, se organiza la Contaduría General, con el fin
de reglamentar el funcionamiento de la Oficina de Contaduría de Hacienda con cinco
contadores bajo nombramiento oficial. Treinta años más tarde se sustituye la Corte de
Cuentas por la Oficina General de Cuentas, en la cual se establece como jefe un
funcionario denominado Contador Mayor Presidente. En el año de 1873 se elabora el
Código Fiscal.

De acuerdo con el Código de Comercio de 1887 se exige a todos los comerciantes llevar
al menos cuatro libros de contabilidad: Diario, Mayor, Inventarios y Balances, junto con el
libro copiador de cartas; en los años siguientes se establecen las normas y
procedimientos para el manejo de estos libros.

A comienzos del presente siglo y como resultado del desarrollo de la actividad comercial,
financiera e industrial del país, se reglamentó, la revisoría fiscal y se decretaron algunas
normas tributarias con el fin de incentivar la inversión privada.

Por esa época surgieron empresas como la Compañía Colombiana de Tejidos y la


Compañía Colombiana de Cerveza de Medellín; Hilados y Tejidos Obregón de
Barranquilla; Cervecerías Bavaria y Germania y Cementos Samper en Bogotá.

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Paralelo a este desarrollo surgió la necesidad de capacitación comercial y contable, y se


creó la Escuela de Comercio de la Universidad de Antioquia en 1901 y la Escuela
Nacional de Comercio de Bogotá en 1905.

Años más tarde, estos ejemplos fueron seguidos por otras ciudades del país, que a la
postre dieron origen a la organización definitiva de gremios de contadores. En 1923 se
expidió la Ley 17 mediante la cual se amplió la Escuela Nacional de Comercio y sus
enseñanzas se orientaron de acuerdo con los modelos europeos.

La actividad industrial continuó su desarrollo para fomentar la creación de sociedades


anónimas, para lo cual el Gobierno expidió la Ley 58 de 1931, mediante la cual se creó la
figura del Revisor Fiscal. En el artículo 46 de esta ley se dio reconocimiento a la profesión
de contador juramentado.

Con el paso de los años se dictaron algunas leyes adicionales encaminadas a la


reglamentación de la profesión contable; por ejemplo, la Ley 73 de 1935, relacionada con
el manejo contable de las empresas públicas y privadas y el ejercicio de la profesión, fijó
normas reglamentarias para el ejercicio de la profesión en el país. En 1951 se creó el
Instituto Nacional de Contadores Públicos (INCP), conformado por contadores de gran
trayectoria. Cuatro años más tarde se organizó la Academia Colombiana de Contadores
Públicos Titulados (Adeconti). La Ley 145 de 1960 reglamentó definitivamente el ejercicio
de la profesión y fijó los requisitos necesarios para su práctica. En 1961 se expidió el
Decreto 1651, en el que se determinaron normas y procedimientos requeridos para
ejercer la profesión, llevar contabilidades, autorizar estados financieros y elaborar
declaraciones de renta. Actualmente, la contaduría pública como carrera profesional se
ofrece en muchas universidades del país, tanto públicas como privadas.

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