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Texto - Manifiesto de España Con Honra

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Proclama de los generales sublevados en Cádiz en 1868

" Españoles: La ciudad de Cádiz puesta en armas con toda su provincia, con la Armada anclada en su
puerto (...) niega su obediencia al gobierno que reside en Madrid, segura de que es leal intérprete de
los ciudadanos (...) y resuelta a no deponer las armas hasta que la Nación recobre su soberanía,
manifieste su voluntad y se cumpla. (...) Hollada la ley fundamental (...), corrompido el sufragio por la
amenaza y el soborno, (...) muerto el Municipio; pasto la Administración y la Hacienda de la
inmoralidad; tiranizada la enseñanza; muda la prensa (...). Tal es la España de hoy. Españoles, ¿quién
la aborrece tanto que no se atreva a exclamar: "Así ha de ser siempre"? (...) Queremos que una
legalidad común por todos creada tenga implícito y constante el respeto de todos. (...)
Queremos que un Gobierno provisional que represente todas las fuerzas vivas del país asegure el
orden, en tanto que el sufragio universal echa los cimientos de nuestra regeneración social y política.
Contamos para realizar nuestro inquebrantable propósito con el concurso de todos los liberales,
unánimes y compactos ante el común peligro; con el apoyo de las clases acomodadas, que no querrán
que el fruto de sus sudores siga enriqueciendo la interminable serie de agiotistas (especuladores) y
favoritos; con los amantes del orden, si quieren ver lo establecido sobre las firmísimas bases de la
moralidad y del derecho; con los ardientes partidarios de las libertades individuales, cuyas aspiraciones
pondremos bajo el amparo de la ley; con el apoyo de los ministros del altar, interesados antes que
nadie en cegar en su origen las fuentes del vicio y del ejemplo; con el pueblo todo y con la aprobación,
en fin, de la Europa entera, pues no es posible que en el consejo de las naciones se haya decretado ni
decrete que España ha de vivir envilecida. (...) Españoles: acudid todos a las armas, único medio de
economizar la efusión de sangre (...),no con el impulso del encono, siempre funesto, no con la furia de
la ira, sino con la solemne y poderosa serenidad con que la justicia empuña su espada.
¡Viva España con honra!

Cádiz, 19 de septiembre de 1868.- Duque de la Torre, Juan Prim, Domingo Dulce,


Francisco Serrano Bedoya, Ramón Nouvillas, Rafael Primo de Rivera, Antonio Caballero de
Rodas, Juan Topete".
Se trata de un texto de naturaleza política, una proclama con la intención decimonónica de los
pronunciamientos. Antecede al golpe que inicia la Revolución de 1868, conocida como “La
Gloriosa”, que dará fin al reinado de Isabel II en España. Será conocido el texto como ¡Viva
España con honra!
El lugar y la fecha nos vienen indicados en el texto: Cádiz, 19 de septiembre de 1868, así como los
autores del mismo (el colectivo de generales pronunciados), si bien es verdad que el verdadero autor
es el civil Adelardo López de Ayala, celebre dramaturgo liberal, que ocupó el
Ministerio de Ultramar con Serrano, en el primer gabinete de Amadeo I (1871) y en mayo 1872.
Durante el período conocido como Restauración, también ocupó este ministerio. Además, fue
presidente del Congreso y académico de la Lengua. Entre los militares firmantes de la proclama nos
encontramos con el general Prim, con Serrano y el almirante Topete, todos ellos destacados
protagonistas de la “Gloriosa”.
La idea fundamental es derrocar a la reina Isabel II, explícitamente marcado en el texto: “(...) niega su
obediencia al gobierno que reside en Madrid (...)”. Ideas secundarias, serían las que explican la
fundamental, es decir, la violación de la Constitución de 1845, el no cumplimiento del sistema
electoral, la falta de autonomía de los municipios, la corrupción administrativa, la falta de libertades, la
tiranía en la enseñanza, la inmoralidad de la corte. Tras esta exposición se muestran los objetivos de la
sublevación, para acabar con la corruptela a través de un gobierno provisional democrático.

Los años sesenta europeos son críticos (1866, crisis generalizada), pero en España se añade la
secular tradición agraria, que frenaba el cambio. Una serie de malas cosechas obligaron a reducir las
exportaciones y originaron la carestía de los alimentos y la hambruna. A esta crisis de subsistencia se
unió la crisis en la industria textil, por la falta de algodón originada por la
Guerra de Secesión de Estados Unidos; y en los ferrocarriles, que derivó en quiebras de sociedades y
la crisis en el sector financiero, que repercutiría en una mala situación de la
Hacienda Pública, que como solución parcial, incrementaría la presión fiscal. Todo ello acabó
generando un profundo malestar general, que lleva a una crisis social en todos los estamentos.

Basada en un régimen isabelino anclado en la Constitución de 1845, que no extendía la participación


política ni la representatividad nacional; se añadía el apoyo de la reina a los moderados, carentes ya
de una política positiva y moderna. Esta actitud de la reina provocó el enfrentamiento de gran parte de
los partidos políticos de la oposición (progresistas y demócratas), que ante la imposibilidad de llegar al
poder de manera democrática, en agosto del año 1866, firman un pacto frente a la monarquía
borbónica en la localidad belga de Ostende.
A estas causas se unieron otras como la desaparición de las principales figuras de los políticos
moderados y unionistas, O'Donnell y Narváez, que habían apoyado a la reina; la crisis moral y ética
de los dirigentes políticos isabelinos y el surgimiento de nuevos fundamentos ideológicos de los
intelectuales. En este sentido, sería esencial el krausismo como doctrina idealista, que asumieron los
denominados demócratas de cátedra, como Sanz del Río, Salmerón o Castelar.
Por último, habría que seguir considerando esa mentalidad romántica, todavía vigente en
España, que pensaba en soluciones revolucionarias de la conquista del poder por la fuerza
Con este caldo de cultivo, en septiembre de 1868 se sublevan en Cádiz los firmantes en
Ostende e inician el periodo denominado Sexenio Democrático o Revolucionario, que culminó con la
caída de Isabel II y con el gobierno provisional de Prim y Serrano, que tras valorar distintos candidatos
eligieron como monarca a Amadeo de Saboya, el cual apenas pudo mantenerse dos años en el poder.
De este modo, tras la muerte de Prim, Amadeo de Saboya renunció al trono y fue proclamada la
Primera República, circunstancia que no solucionó la crisis española y que obligó a Serrano a tomar la
determinación de asumir plenos poderes, iniciándose el periodo conocido como la República
Autoritaria, que concluyó con el golpe de
Estado del General Martínez Campos, que junto a Antonio Cánovas del Castillo entroniza a Alfonso
XII.

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