45-Reflex-Va-Arquitectura Divina-El Numero de Dios PDF
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EL NÚMERO DE DIOS
Ф
Josep Gonzàlez García
Medievalist Architect.
Fig. 1: Sección de la nave central. Catedral de Reims. Trazado armónico
“Ad pentagonum” (Trazado: © Josep Gonzàlez).
1
“A ti, cárcel feliz de la retina,
Aurea sección, celeste cuadratura,
Misteriosa fontana de mesura
Que el universo armónico origina”…
A la Divina Proporción
Rafael Alberti.
“... hubo un tiempo en la llamada Edad Media en el que el ser humano se supo capaz de
poder emular la grandeza de la Creación, y eso fue posible porque unos cuantos
iluminados encontraron la armonía de la proporción gracias a una simple relación
matemática a la que llamaron el número de Dios.”
El número de Dios
José Luis Corral
En la historia de las Ideas, como en aquella del Arte, la búsqueda de la armonía
y de los patrones geométricos que gobiernan lo Bello, ha sido y sigue siendo el
“Leitmotiv” de gran parte de la especulación artística. Es una preocupación
ontológica que arrastra al hombre a buscar y descubrir la compleja tesitura que
construye y constituye el “Mundo”. Durante generaciones y desde que el
vástago primigenio salió de las cavernas, el hombre ha contado, reunido y
seriado consciente e inconscientemente los ritmos de la naturaleza. Y emulando
a los Dioses, ha construido, a su imagen y semejanza, evocaciones del Logos.
Ha edificando Arquitecturas que antes de ser de piedra han sido manifestación
de ese pulso antiguo y saturnal que gobierna el orden universal de las cosas.
De ahí que a través de los tiempos la humanidad haya descubierto herramientas
físicas y metafísicas, como la matemática y el número. Y que mediante ellas
desarrollase la poderosa aquiescencia divina de la Geometría, también llamada
el lenguaje de Dios.
2
Porque, ¿Qué es lo divino sino Geometría? Y es a través de esta especulación
sobre el orden invisible que genera la naturaleza, que la arquitectura de lo
“bello” se materializa. “Lo Bello es esplendor de lo Verdadero” nos dice Platón, y
asevera que la sustancia que genera todas las cosas nos habla con el lenguaje de
la geometría, y podríamos inferir, la “Razón”. Porque es mediante la
“proporción”, que es razón y analogía entre números que lo inteligible se nos
manifiesta como una beldad moral trascendente: “…conferimos a las ciencias
matemáticas el poder dialéctico de ascender de la caverna a la luz, de lo visible a lo
inteligible, de los sentidos a la esencia por medio de la inteligencia. Por estas artes puede
elevarse la mejor parte del alma a la contemplación del mejor de los seres: el Bien.”1 De
igual manera para Aristóteles, la belleza, que es manifestación de un bien moral
y trascendente, consistía en magnitud (μέγεθος) y orden (τάξις). Y este orden,
o “Táxis”, es el que rige la forma, que es apariencia de las cosas y en el que se
encuentran las proporciones perfectas, mediante la justa medida, y la simetría, o
mejor dicho, la analogía: “...Por su parte, las formas supremas de la Belleza son el
orden, la proporción y la magnitud, que las ciencias matemáticas manifiestan en alto
grado...”2. Es decir, la Armonía, que es relación universal entre las partes y el
Todo. Y como nos recuerda Platón: “...es imposible combinar dos cosas sin una
tercera, hace falta una relación (Razón) entre ellas que las ensamble. La mejor ligazón
para esta relación es el Todo”. Y la relación por antonomasia que nos habla del
Todo es la “Sección Aurea” o “Divina Proporción”. Una relación sublime a cuyo
cociente se le dió precisamente el nombre de Tomé, es decir, Sección, (τομή) por
lo que su primera letra fue la τ o Tau griega, que curiosamente utiliza un signo
idéntico al ideograma egipcio reservado para el concepto cielo, o techo,
figurado por un dintel soportado por una pilastra en forma de T.
1
Platón, La República.
2
Aristóteles, Metafísica.
3
Sir Theodore Andrea Cook, The Curves of Live, 1914.
3
nombre dado por el sabio franciscano, amigo de Leonardo Da Vinci, Luca
Pacioli: “la Divina Proporción”4
Fig. 2: La generación del Número de Oro.Podemos observar como mediante el cuadrado
se genera la forma y la armonía de todas las derivaciones matemáticas que se encuentran
inmersas en esta figura, símbolo de la materia. © Josep Gonzàlez
Pero ¿qué es el número de oro? ¿Qué aporta a la belleza de las cosas, a su
forma y crecimiento, y a la organización de su estructura interna?
4
los cinco cuerpos o “sólidos platónicos”, poliedros regulares construidos y
analizados por Teeteto y con los cuales Platón estudió el origen y la estructura
del universo. Ellos combinaron la idea de Empedócles sobre la existencia de
cuatro elementos básicos constitutivos de la materia con la teoría atómica de
Demócrito. Y la clave fundamental con la que es posible reunirlos es mediante
la quinta esencia que los Pitagóricos simbolizaban con la estrella de cinco puntas,
figura poliédrica imposible de trazar si se desconoce la división de “Oro”. Y es
precisamente esta estrella pentálfica el signo que utilizaba la fraternidad
pitagórica para reconocerse, trazándola según el modo del maestro, de tal
manera que la violación del sumo secreto, la llave de oro, suponía la condena a
muerte del delator. Los cinco elementos pre‐socráticos de la creación: tierra,
agua, aire, fuego y el éter o universo, estaban representados por los cinco
sólidos platónicos. Cubo, tetraedro, octaedro, icosaedro y dodecaedro, y sus
equivalentes pitagóricos Gaia, Heile, Aer, Hudor e Hierón (Hile), se generaban
geométricamente por inclusión y tangencia consecutiva de cada uno de ellos en
el siguiente, apareciendo la “Extrema y Media Razón” como clave de esta
transformada espacial continua entre dichos poliedros regulares. Esta llave
secreta, se heredará en todos los grupos iniciáticos derivados del pitagorismo y
del orfismo, siendo mantenida en secreto (Fig.3) de adepto en adepto, o como
diría R.Ambelain5, de epopte en epopte, llegando en los albores del
renacimiento a ser desvelada. Su formula geométrica era recordada como
“figure de la Victoire” por Philipe Eléphant, sabio de Tolouse del s.XIV que
escribió sobre los Elementa de Euclides. La Victoria, uno de los nombres clave
con el que la masonería operativa y el compagnonnage ocultaban el trazado
generador de la proporción divina.
5
Richard Ambelain.“Dans l’Ombre des Catèdrales”
“La Alquimia Espiritual: La Vida Interior”
5
Fig. 3: Generación del Pentágono mediante la Sección Aurea. En los tres esquemas se
muestran sistemas geométricos de según la extrema y media razón. El sistema “Ad
Triangulum” pertenece especialmente al gremio de canteros medievales y denota la
simplicidad y belleza con que los masones geómetras del s.XII y ss. trazaban esta divina
proporción. © Josep Gonzàlez
A la fractura de las corporaciones gremiales del Medievo, con el advenimiento
del Renacimiento y a la consiguiente disolución progresiva de Logias, Cayenas
y Bahütte, le siguió la diáspora de maestros y compañeros capaces en el arte de
la geometría y la construcción. Estos se expandieron haciendo públicas sus
habilidades y conocimientos profesionales, entrando de lleno en el imponente
acerbo constructor y artístico de la “edad del humanismo”6. Maestros de tradición
como M.Roritzer publican sus conocimientos sobre geometría y construcción
haciendo caso omiso de sus Landmarks, ya en pleno s.XV, y rompiendo por
tanto el secreto Logial. Su “Geometria Deutsch” de 1488 contiene la descripción
del sistema proporcional empleado para calcular y dibujar pináculos góticos.
Este sistema que utiliza la generación del “Ad Quadratum” , es decir del
cuadrado y las variantes porporcionales por el generadas, corresponde a la
experiencia de su actividad constructiva en Ulm, Ingolstadt, Regensburg y
Eichstätt. De igual manera H.Schumuttermayer, Lorenz Lacher y otros hacen lo
mismo provocando que las bahütes alemanas pierden progresivamente su
caracteristica hermética y el control artesanal y productivo de la construcción
pública y religiosa.
6
Geoffrey Scott, “The Architecture of Humanism” 1914
Rodolf Wittkower “La arquitectura en la edad del Humanismo”. Ediciones Nueva Visión,
Buenos Aires, Argentina, 1968. 1° edición: The Warbug Institute , Londres.
6
Pero este nuevo humanismo, extensión de aquel que produjo las
extraordinarias catedrales, recoge la herencia clásica y a través de las
principales ciudades‐estado de la península itálica, crea centros propagadores
del conocimiento y la filosofía clásicas. Las Academias como la de Ficino, en la
que comparten conocimiento y obra, Piero ella Francesca, Boticelli, Brunelleschi
León B. Alberti, y Leonardo entre otros, emulan a aquella en la que Platón dejó
su divisa: “No entres si no eres Geómetra”. Y es de esa fusión crística entre Cábala
y Hermetismo, que surge la revolución del mundo de las ideas, liderando ese
neo‐platonismo, mestizaje de nuevos mundos que allana los caminos del alma
para liberar ese nuevo conocimiento universal. En esta mescolanza Luca Pacioli
escribe su “De Divina Proportione”y ayudado por Leonardo da Vinci incluye en
su tratado las figuras poliédricas, vacuas y llenas que este le dibuja, mostrando
el amplísimo elenco de cualidades únicas que hacen del numero de oro un
recurso divino. Describe su naturaleza siguiendo a Euclides y seguramente al
mismísimo Leonardo, el cual le dibuja el conocido “Hombre de Vitruvio” (Fig.4) o
también llamado en los círculos herméticos, “L’Huomo di Trezzo”, es decir,
trazado. En él se resumen las proporciones antropomórficas del ser humano
según la descripción clásica que el arquitecto romano Vitruvio nos legó:
7
Vitruvio Op.cit. Libro Tercero‐Capítulo I.
7
Fig. 4: “L’Huomo di Vitruvio” y la Sección Aurea (Trazado: © Josep Gonzàlez)
Leonardo, al igual que sus coetáneos que investiga y aporta una nueva visión al
texto de Vitrubio, del cual no nos ha llegado dibujo o esquema gráfico alguno.
Une el círculo con el cuadrado, pero a diferencia de Alberti y otros, no lo centra
en el sexo del hombre, como el cuadrado, si no que lo desplaza hacia el
ombligo, justamente allá en donde se cumple la proporción más celebrada. Y
con una relación 5/3 (1,66666…), es decir, la aproximación al uso del número de
oro (1,618033…) rescata una dicotomía conocida desde la antigüedad y es “la
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cuadratura del círculo”, esto es, la rectificación de lo celeste, circulo, en lo
terreno, cuadrado. Para ello intenta interpolar toda la matemática por el
conocida y siguiendo al Arquitecto romano, traza uno de los dibujos más
celebrados por la historia del arte. Pero su uso le viene de de los arquitectos que
pertenecen al antiguo voto de silencio. Utiliza el mismo Canon invisible que
gobierna el esplendor de lo bello, y que contiene esa Divina Luminitas del
pentalfa. Y estudia uno de los sistemas visuales y estéticos más importante de la
antigüedad, el de la Proporción, que los griegos llamaban analogía (αναλογíα),
concepto que como bien expresan las raíces de la palabra, significan relación y
logos. Esto es, la Razón, primera y última, que diría Kant, el Pater‐Cronos, o
Saturno epicíclico, que es en definitiva la Epísteme (ἐπιστήμη) del Logos. Sin
adentrarnos en las raíces antediluvianas del número y la proporción, el Logos
se manifiesta como una relátio, entre lo invisible y lo visible. Es decir, una
relación entre los mundos, en todos sus sentidos y dimensiones. Esta puerta que
une lo celeste con lo material, lo sacro con lo profano, se reduce a un número
irracional que tanto los egipcios como los griegos conocían, no por su guarismo
aritmético si no por su geometría y por el hilemorfismo (del griego Hile [ὕλη],
matèria y morphos [μορφή] forma) que provoca esa capacidad armónica entre
lo carnal y lo espiritual, entre la materia y la forma, concepto aristotélico que la
escolástica de la edad media restringió al rango de orden y figura. El lenguaje de
esta relación es la matemática, que parafraseando a Platón es Geometría, es
decir, lenguaje de Dios.
Sin embargo, es la arquitectura del Medievo quien guarda encriptado en su
“Arte Real” los aforismos geométricos y místicos del Número de Oro, al cual
me atrevería a calificarlo de órfico, y en cuyo hermetismo se encuentran los
principios básicos de la creación. Pues toda obra sacra, antes de ser edificada,
ha sido pensamiento edilicio, forjado por un espíritu cuya entidad impregna
todos los recursos constructivos y figurativos que la harán posible. Este espíritu
fundamenta no solo lo construido y ordenado materialmente, si no que fecunda
el Alma, que es dadora de vida, siendo capaz de generar tanto la Casa de Dios
como la de los hombres y construyendo sobre la faz terrestre tanto para vivos
como para muertos. Y lejos de toda definición moderna, esquiva de aquellos
atributos que quieren que la arquitectura sea funcional y a un tiempo bella, o
que la sitúan a medio camino entre lo semiótico y lo simbólico para acabar
convirtiéndola en ese guiño absurdo y peripatético de la “máquina para vivir” o
para “habitar”, ella, la arquitectura solo existe si es emanación y materialización
del Verbo creador. Y su hierofante, el arquitecto, es, o mejor dicho, fue médium
y rabdomante, heredero de aquel sacerdocio que sabía comprender las fuerzas
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de la naturaleza, obrando según sus leyes, sin deshonrar el orden de la diosa
Madre, la Naturaleza y canalizando las inmensas y poliorcéticas fuerzas que
fraguan la materia prima en su atanor. Porque construir es un acto
taumatúrgico y significa “crear juntos”, es decir, “unir” los mundos. Por ello es,
antes que una ciencia de la materia, una presciencia de lo inmaterial. Y
Precisamente lo inmaterial, la fecunda de ese aurea radiante que impele por
doquiera que nos encontremos con sus obras. Véanse por ejemplo, las
catedrales, las primeras concebidas con el estilo cruzado, dual y angélico del
gótico. Gótico y por antonomasia Goético, pues es el espíritu quien empuja a la
materia a replegarse abriéndose a la Luz y elevando sus atalayas hacia los
cielos. También aquí y especialmente en la concepción de la traza inicial del
edificio, el número de Oro llega a bordar las partes maestras que son estructura
simbólica del acto de fundación (Fig.1‐5‐6). Saint Denis, Chartres, Notre Dame
de París, Reims o Amiens, Catedrales de la victoria sobre el caos de la dualidad,
substituyen la palabra y la topología clásicas por la Geometría que es Luz
omnisciente. Y sus maestros, masones operativos desconocidos, sumidos en
aquel espíritu de la escolástica en que el Trivium y el Quatrivium organizaban
no solo el culto si no la mirada de los excelentes vitreaux, esos lienzos
diamantinos, preñados del Color y la Luz de la redención, que parecen
recordarnos aquellas palabras de Aristóteles:
“lo que importa es la obra y no los artífices”
“… Y Virgilio asegura que esto mismo ocurre en la naturaleza, diciendo:
‘Mira, disiparé totalmente la nube que ahora, enturbiando tus ojos, embota tu mirada
mortal y te rodea de una húmeda oscuridad’.”
Commentarii in somnium Scipionis
Macrobio
Josep Gonzàlez
Ullastrell Juny de 2013
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Fig. 5: Catedral de Chartres, Francia. Sección trazada “Ad Pentagono”
(Trazado: © Josep Gonzàlez)
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Fig. 6 Catedral de Amiens, Francia.
(Trazado: © Josep Gonzàlez).
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