La República Dominicana (Análisis de Su Pasado y Su Presente) Cap. 1
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EMIGRACIONES Y ESTANCAMIENTOS
La esclavitud adquirió carácter legal en las Antillas. El negro fué siempre
para el europeo, bestia de carga. Y no había atenuación ni eufemismo en cuanto
a la realidad de su estado. Desconócense las cifras exactas del número
introducido en Santo Domingo. Pero hay un hecho claro: mientras las nuevas
conquistas alejaban a muchos pobladores blancos, el número de negros y
mestizos iba en aumento.
Parece, no obstante, que la emigración, las epidemias y las guerras, evitaron
la multiplicación rápida de los pobladores. El crecimiento de la población fué
lento… Según un censo de la época, el territorio de la actual República
Dominicana poseía en el año 1822 —tres siglos y cuarto después del
descubrimiento— 70,000 habitantes. Ello denuncia la lentitud con que se fueron
desarrollando todas las manifestaciones de vida, después de constituidos los
núcleos originales, y de haber sido edificadas, a cal y canto, a principios del
siglo XVI, por Roldán, Grunaldo y Briones, las primeras casas de la Ciudad
Primada.
La función de la ciudad como punto de escala forzosa de las expediciones
continentales, influyó tal vez en el auge que adquirió desde los comienzos, su
contextura urbana. Construyéronse iglesias y palacios. Aún ofrecen motivos
de admiración al viajero, entre otros monumentos, la magnífica Catedral, las
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ruinas del Alcázar de Diego Colón, y las de los templos de San Nicolás y San
Francisco.
Junto al guerrero vino el colono, y junto al colono, el cura y el legislador.
El guerrero realizaba la conquista y mantenía la paz. El colono explotaba la
tierra. El legislador dictaba la política y dirimía las pendencias. El cura
evangelizaba las razas sometidas, y difundía a su modo, la cultura de la época.
Nacieron en la vieja ciudad la Primera Real Audiencia y la primera Universidad
de América., Pero las masas, sumidas en la esclavitud, no aprovecharon las
enseñanzas monjiles. Salvo excepciones escasas, la instrucción, en manos del
clero, se limitó a un reducido número de hijos de terratenientes, pequeños
comerciantes y funcionarios. Fué instrucción de minorías. No disfrutaban de
ella ni el negro esclavo, ni el mestizo emancipado, ni muchos blancos. Su
labor, además, circunscribíase a la Capital. Las otras poblaciones y los campos
no la conocieron. Hecho que no debe causar extrañeza, ya que la situación era
más o menos similar, durante esos años, en muchos países cultos de la vieja
Europa. Se imponía el contraste: mientras Santo Domingo de Guzmán hacía
galas de su saber y era llamada la Atenas del Nuevo Mundo, a pocas leguas de
distancia predominaban el oscurantismo y la superstición.
Durante toda la época colonial, la economía dominicana sigue siendo
esencialmente agrícola. También se incrementó, en potreros abiertos, la
ganadería. Pero no había comparación entre el movimiento económico de la
isla y el de las otras regiones americanas que apoyaban su riqueza en las
minas. El progreso se estancó. Mermáronse las actividades agrícolas, y toda la
vida del país parecía orientarse hacia la función que la carencia de minas y la
geografía señalaban: ser base económico-militar, guardián de las demás
conquistas de España en el Nuevo Mundo. El movimiento vital no se desarrolló,
por tanto, con propósitos de superación propia. Desenvolver la riqueza significó
mucho menos, ante los ojos de los gobernadores y de la burguesía que se fué
paulatinamente creando alrededor de ellos, que la defensa de los intereses de
la monarquía española en los demás y ricos puntos del Continente. Por eso no
se estimuló el trabajo de la tierra; en cambio, la ciudad fué dotada de magníficas
murallas y espléndidos edificios. No solamente era ella prominente sitio cultural,
sino también bastión, fuerte avanzada del imperialismo español en sus nuevos
dominios. A medida que fueron pasando los lustros se acentuó el carácter
militar de su destino.
ACTUACIONES Y CONSECUENCIAS DE LA
DOMINACIÓN HAITIANA
¡Veintidós años duró la dominación de Haití! Para ganarse el apoyo de la
masa de color, uno de los primeros gestos del gobernante extranjero fué la
abolición de la esclavitud. El despotismo caracterizó su régimen. Toda expresión
de hostilidad era ahogada en sangre. Renovóse, ahora en gran escala, la
emigración de familias burguesas españolas. Hombres notables, que
prestigiaban con su sabiduría la Atenas del Nuevo Mundo, se hicieron a la vela
hacia playas cercanas. Muchos se fijaron en Cuba y Puerto Rico.
Aún no se ha hecho un estudio suficientemente hondo sobre la naturaleza
íntima y las consecuencias sociales y jurídicas del régimen haitiano en Santo
Domingo. Innecesario afirmar la trasmutación de cosas por él acarreado. El
pueblo dominicano, compuesto de blancos, mestizos y negros desarrollados a
la sombra de la cultura hispánica, se vió repentinamente dominado por un
gobierno compuesto de hombres de raza negra, sobre cuyas costumbres
semiprimitivas la cultura francesa imprimió ligeras influencias. Había que
distinguir, entre esos hombres, a aquéllos que vivían en plena autoctonía
cultural y civilizadora —hombres que parecían recién llegados del África— y a
los demás —minoría marcadísima— que supieron captar apariencias francesas,
y que utilizaron el ideario de la Revolución del 1789 como arma insustituíble
para la liberación de su raza. A la influencia de estos últimos en el seno del
gobierno se debió la abolición de la esclavitud y la adopción de las legislaciones
y códigos franceses, con sus normas igualitarias ligeramente modificadas.
Medidas éstas de tendencia liberal, en franco contraste con el carácter despótico
de régimen impuesto. Los primeros, que eran los más, y formaban la masa del
ejército invasor, no aportaron, por el contrario, ningún elemento de progreso.
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