Primer Capítulo Monografía
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ESCRITURA
1. Consideraciones.
Actualmente, hablar de misericordia resulta un poco tedioso y a veces confuso, ya que,
para la gran mayoría, ésta tiene connotaciones muy diversas, cosa que la hace para muchos
una palabra difícil, e incluso una actitud de debilidad. Es por eso que, en este primer
capítulo, quiero enfocarme lo más claro posible y con el mejor de los esfuerzos en dar una
aproximación concreta y original a este término.
En primer lugar, la «palabra latina misericordia, según su significado originario quiere
decir: tener el corazón (cor) con los pobres (miseri), sentir afecto por los pobres. A esto
apunta también el término alemán Barmherzigkeit, en decir que significa tener un corazón
compasivo.»1 Este significado de la misericordia denota en la persona, una actitud de auto
trascendencia hacia los demás, llegando incluso a olvidarse de sí, para dar prioridad a los
otros.
Podemos también afirmar que la misericordia es la «disposición a compadecerse de los
sufrimientos y miserias ajenas. Se manifiesta en amabilidad, asistencia al necesitado,
especialmente en el perdón y la reconciliación. Es más que un sentimiento de simpatía, es
una práctica.»2 Si trasladamos esto a nuestro estudio teológico y a la vida del cristiano, nos
asentamos en que, la misericordia hace parte del importante conjunto de los atributos
divinos fundamentados en el amor que une y nos lleva a tener un corazón solidario con
aquellos que tienen o pasan necesidad.
En segundo lugar, este término también asienta sus bases etimológicas en los textos
hebreo y griego respectivamente. Así, en el hebreo proviene de Rahamin y Hesed.
Rahamin, expresa el amor de madre basado en rehem que significa e indica las vísceras
o el regazo materno en los rasgos femeninos del amor entrañable de una madre hacia su
creatura, haciendo brotar de esta unión, el más puro y gratuito de los amores. 3 Este vínculo
de amor visceral, se sitúa en la parte más íntima del hombre y su sentimiento brota de
manera espontánea abierto a toda forma de cariño, y en circunstancias especiales se traduce
en actos de compasión y perdón (Sal 106, 43; Dan 9, 9).4
Hesed, por su parte, media una actitud de profunda bondad y, esta bondad entre dos
hombres implica fidelidad recíproca que se convierte en fruto de una fidelidad hacia sí
mismo y de Dios hacia nosotros mediante su compromiso de amor, no por los méritos de
1
W. KASPER, «La Misericordia, clave del Evangelio y de la vida cristiana», 29
2
«Misericordia», [acceso: 16. 03. 2017], https//:wikipedia.org
3
Cf. R. VILLA, «La misericordia en la biblia y en la tradición de la Iglesia», [acceso: 16. 03. 2017],
https//:mercaba.org/ARTICULOS/M/misericordia-en-la-biblia-y-tradicion.html
4
Cf. A. SISTI, «Misericordia», [acceso: 16. 03. 2017], https//:mercaba.org/DicTB/M/misericordia.html
cada uno, sino por su deseo y coherencia que lo hace más fuerte que el mismo pecado y
traición del pueblo de Israel.5
Este término se distingue del anterior en cuanto que no nace de un sentimiento
espontáneo, sino de una deliberación consciente que surge a consecuencia de una relación
derecho – deber entre un superior y un inferior. Fundamentalmente, significa bondad, como
se expuso anteriormente, pero de manera ordinaria, se muestra bajo la forma de la
compasión o del perdón, siempre teniendo de base la fidelidad.
Ya en el texto griego y de manera especial la versión de los LXX, el término
mayormente utilizado en ambos testamentos es , que traduce a hesed, y parte de una
profunda conmoción de ánimo traducido en gestos de compasión, bondad y misericordia.
Después del término anterior sobresale el , que traduce al rahamin, y que
subraya el aspecto exterior del sentimiento de compasión que luego se traduce en piedad y
misericordia.6
En tercer lugar, es importante tener en cuenta algunas concepciones de misericordia que
el autor Wilson Chavarro Garzón, siguiendo su experiencia académica ha podido recopilar
en su obra «Misericordia y perdón». Analizándolo, podemos llegar a las siguientes
conclusiones:7
o Es esa capacidad de sentir consideración, especialmente por los más necesitados,
brindándoles apoyo y solidaridad.
o Es sentir compasión o ternura por el prójimo que está llevando una vida
infrahumana, valorándolo como persona, como bautizado y como hijo de Dios.
o Es tener la disposición para ayudar, perdonar y promover a un hermano en
necesidad, brindándole toda la caridad que necesite, desde la caridad fraterna, e
invitándolo a vivir desde un espíritu de perdón y reconciliación.
o Es la manifestación santa, infinita y eterna de Dios quien siempre busca el bien de
las personas.
o Es tener un espíritu humilde y misericordioso que nos impulse a realizar actos
nobles sin dejarnos llevar por el pecado del orgullo, la necedad u otras realidades
inequívocas.
o Es acoger en nosotros la gracia de la salvación que el Señor nos propone.
Estas experiencias recogidas, del concepto de misericordia van en sintonía y, por tanto,
en la línea de ese sentimiento que nos brota de los más profundo de nuestras entrañas para
ayudar a quien más lo necesita, pero, no siguiendo cualquier modelo, sino el del Padre
Misericordioso.
Para concluir este vasto análisis de reflexión en torno al término de misericordia, sale a
nuestro encuentro la obra de Xabier Pikaza y José Antonio Pagola, «Entrañable Dios. Las
obras de misericordia: hacia una cultura de la compasión», en la que reconocemos que la
palabra misericordia tiene un extenso campo de significados – como lo hemos visto – pero
5
Cf. A. SISTI, «Misericordia», [acceso: 16. 03. 2017], https//:mercaba.org/DicTB/M/misericordia.html
6
Cf. A. SISTI, «Misericordia», [acceso: 16. 03. 2017].
7
Cf. W. CHAVARRO GARZÓN, «Misericordia y perdón», 8-25
de manera singular puede denotar un sentimiento, una virtud social o una experiencia
religiosa.
Como sentimiento, ubicamos a la misericordia como una emoción que se podría vincular
a las entrañas o al vientre materno (según el hebreo rahamin). Como virtud social, la
misericordia es justicia, protección a los pobres y fidelidad al pacto o alianza de Dios con
los hombres y de los hombres entre sí (según el hebreo hesed). Y como experiencia
religiosa, la misericordia es el rostro de Dios, o sea, su revelación que aparece tanto en el
Antiguo y que en el Nuevo Testamento puede utilizarse como o 8
Ante este panorama, podemos concluir que a pesar de las muchas significaciones que
podemos construirnos de la misericordia, siempre apuntamos a que es una actitud y una
disposición de sentir con el corazón las necesidades de los hermanos que vienen a nosotros
como un don y, reconociendo que este deseo (misericordioso) brota de Dios como de su
fuente, de su iniciativa, de su santidad, de su finitud, de su permanencia, de su carácter
formativo, fraternal – familiar, y tiende de la misma manera a él como a su fin, no vacía,
sino, al modo de la lluvia que cae del cielo, empapa la tierra, la fecunda, la hace germinar y
da al hombre el pan necesario (Cf. Is 55, 10); así, su misericordia infinita regresará a Él
después de habernos hecho nosotros misericordiosos con el prójimo.
8
Cf. X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios. Las obras de misericordia: hacia una cultura de la
compasión», 27-28
9
M. SÁNCHEZ MONGE, «Este es el tiempo de la misericordia», 22
En un primer momento, es absolutamente necesario traer a nuestra memoria la primacía
del amor de Dios a su pueblo, para poder comprender la misericordia en el Antiguo
Testamento. Este acontecimiento en el que el pueblo de Israel experimenta que el Dios que
sale a su encuentro es un Dios verdaderamente misericordioso, que ha oído sus súplicas y
que los ha encontrado.10 Hablamos de la misión encargada a Moisés de liberar a un pueblo
esclavo en país extranjero por la misma iniciativa amorosa de Dios: «He visto la aflicción
de mi pueblo en Egipto; he escuchado su clamor…» (Éx 3, 7) Por misericordia, Dios se ha
dignado escuchar a este pueblo y por misericordia llega a establecer una alianza amorosa
marcada por la solidaridad, la bondad y la misericordia.
Claramente, el hecho de que Dios se haya autodefinido como «Señor, Dios compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.» (Éx 34, 6), debe convertirse en
una evocación al estilo del amor de una madre por su hijo. De ahí, que en la mayoría de
textos se sugiera la imagen de un Dios que se conmueve y enternece por nosotros, como
una madre que toma en brazos a su niño, deseosa de amarlo, protegerlo, ayudarlo, etc., así
como las otras categorías que se da el mismo Dios, que se inclina sobre quien es débil y
pobre para acoger y perdonar, que sabe esperar como el agricultor hasta que se den los
buenos frutos (Cf. Mt 13, 24-30), que muestra su verdadero amor dando él, el primer paso
sin tener en cuenta los méritos humanos pues, va más allá del pecado, lo vence y lo
perdona.11
Como segundo elemento de reflexión, se nos presenta que este pueblo de Israel, el
pueblo de la alianza con Dios, no fue del todo fiel a ella, sin embargo, a pesar de todo esto,
Yahvé suscitaba hombres: profetas y jueces para que apelaran a la gran e infinita
misericordia divina y en la que finalmente, se manifestaba el triunfo del Señor y de su
misericordia (Cf. Jue 3, 7-9; 1 Re 8, 22-53; Miq 7, 18-2; Is 1, 18; 51, 4-16; Bar 2, 11-3, 8;
Neh 9). De esta manera se deja claro el papel de la misericordia «como elemento
correlativo de la experiencia interior de las personas en particular, que versan en estado de
culpa o padecen toda clase de sufrimientos y desventuras.»12
Como consecuencia de esto se tiene, pues, que la misericordia en la tradición
veterotestamentaria no es una cualidad propiamente de Dios, sino que, hace parte de la
caracterización de la vida del pueblo de Israel y de sus hijos ya que, es «el contenido de la
intimidad con su Señor, el contenido de su diálogo con él.»13
Además de este pasaje bíblico emblemático, tenemos – como lo veremos a lo largo de
este capítulo – que la misericordia de Dios está presente a lo largo de toda la Escritura y de
manera palpable en la vida del mismo pueblo de Israel. Es el mismo Dios que con su
infinita misericordia acompaña la misión de los patriarcas, conduciéndolos por caminos de
gracia y reconciliación (Cf. Gén 37-50); el que convierte a Moisés en verdadero mediador
de la misericordia que lo salvó de las aguas del Nilo; ilumina de la misma manera la labor
profética como testigos privilegiados de la misericordia continua de Dios con su pueblo,
10
Cf. R. D. LÓPEZ, O.P., retiros espirituales a los seminaristas de la Arquidiócesis de Bucaramanga, 2017
11
Cf. FRANCISCO, «Audiencia General, 13 enero de 2016.»
12
DM, 4
13
DM, 4
para luego acompañar la experiencia sapiencial y poética de Israel plasmada en los salmos
y su gran riqueza cultural y social.14
Finalmente, para dejar paso a la siguiente reflexión acerca de los nombres de la
misericordia, es necesario apropiarnos a modo general del término básico que utiliza el
Antiguo Testamento para referirse a ella. Este es «hesed», que es favor inmerecido,
afabilidad, benevolencia, gracia y misericordia divinas (Sal 25, 6; 40, 12; 103, 4; Is 53, 7;
Jer 16, 5; Os 2, 21). Así, esta expresión cala en el diario vivir del pueblo de Israel no
solamente como un enternecimiento o tristeza por el sufrimiento humano sino más bien, por
la solicitud amorosa de Dios por él y que se prolonga en el tiempo, mucho más allá de la
imaginación y pensamiento humanos. Ella no es una idea abstracta sino «una realidad
concreta por medio de la cual Dios revela su amor… se trata pues, de un amor
entrañable.»15
Partimos de este texto para analizar los cuatro nombres de la misericordia, pues, la
anterior cita bíblica ha sido considerada la carta magna de la misma, que «se eleva sobre el
pecado de los hombres, a quienes ofrece perdón para que ellos (pecadores perdonados)
puedan así superar su tentación anterior de idolatría, iniciando así un camino de humanidad
que responda a la misericordia.»16
Nos encontramos en esta escena por tanto, con la clara modalidad de la infidelidad a la
alianza por parte del pueblo de Israel, pues, Moisés en su primera ocasión de subida al
monte Sinaí había ido a recibir de parte de Dios las tablas de la ley y al bajar se encuentra
con que los israelitas se hallan adorando un becerro de oro, provocando de esta manera la
ira de Dios (Cf. Éx 32, 1-10). Pero, por pura misericordia divina, Moisés sube de nuevo al
monte y dialoga con Yahvé, trayendo consigo de vuelta otras tablas con la ley inscrita (Cf.
34, 4-7).
Con este presupuesto, Yahvé Dios revela su verdad con cuatro nombres de misericordia
que expondré a continuación de manera ligera, pues ya han sido trabajados un poco en el
capítulo anterior:17
1. Amor entrañable (rehem): Es la vinculación propia al vientre materno y
consecuentemente, al amor expresado por la madre para con quienes han salido de
sus entrañas. Ahora bien, un padre puede también tener rehem, pero su modelo
14
Cf. FRANCISCO, «Audiencia General, 27 enero de 2016.»
15
MV, 6
16
X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios…», 35
17
Cf. X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios…», 36-39
original es la madre. Mientras los hebreos vinculan la misericordia con el vientre
materno, los latinos lo refieren al corazón que se apiada de los miserables.
2. Amor gratuito (hen): Referido a la persona que acoge y ayuda a los hombres de un
modo gratuito. Dios es la gratuidad en modo pleno pues ella nace de su misma
misericordia. Él es hen, pues, quiere, ama y goza perdonando.
3. Fiel (hesed): Podríamos decir que esta palabra incluye las dos anteriores, añadiendo
su propia especialidad: lealtad y fidelidad (a la alianza). Ante la escena del
rompimiento de la alianza y el pecado de la idolatría, lo más justo que hubiese
podido hacer Dios sería responder de la misma manera rompiendo su pacto y
entregando al pueblo en manos de su propia destrucción, pero no, él se mantiene fiel
y leal a la misma, denotando su esencia misericordiosa.
18
Cf. J. SASTRE, «Profetismo», [acceso: 03. 08. 2017], http://www.mercaba.org/Pastoral/P/profetismo.htm
Teniendo en cuenta este presupuesto, surge la gran figura representativa del profeta con
dos características esenciales: por un lado, la profunda experiencia de Dios que los hace
portavoces de sus designios de salvación, y por otro, el hecho de compartir con el pueblo la
situación que se está viviendo.19 Esto los hace ver el futuro no con una mirada devastadora,
sino de renovación y gracia, ya que, siendo conscientes de su pequeñez (Cf. Jer 1, 8),
limitación e impureza (Cf. Is 66, 5), sienten la importante llamada que Dios les hace para
participar de su misión siendo intercesores y extractores de la única fuente de luz que es
Dios para su pueblo.
El profeta, de hecho posee un lenguaje muy sencillo. Él parte o se vale incluso de
sentimientos pero ante todo, de las diversas situaciones en lo que respecta a las situaciones
mencionadas en el primer párrafo. Unido a este lenguaje viene el llamado a la conversión
que se halla referenciado en la insistencia de hacer comprender el amor infinito de Dios,
que perdona y espera el cambio de su pueblo escogido. Lo mismo acontece con la
misericordia de Dios, tan predicada y anunciada por los profetas, de manera especial en
boca de Amós, Oseas, Isaías y Jeremías. Ellos, dejan entrever dentro de todos sus mensajes,
profecías y oráculos el gran amor que Dios tiene al pueblo de Israel y la constante
esperanza que guarda en ver a sus hijos nuevamente por caminos de luz en la obediencia a
la Alianza.
19
Cf. J. SASTRE, «Profetismo», [acceso: 03. 08. 2017], http://www.mercaba.org/Pastoral/P/profetismo.htm
20
«Amós» [acceso: 03. 08. 2017], http://www.mercaba.org/Biblia/Comentada/profetas_amos.htm
Con esta reflexión que hace el profeta se deja ver claramente la situación en el pueblo de
Israel hacia el siglo VIII a.C., que después de haber salido de la esclavitud de Egipto,
prospera haciéndose rico, aunque, a costa de los más pobres.
Del mismo modo, Amós profetizaba contra aquellos que mantenían oprimidos a los
esclavos violando las leyes del año sabático, así como los que faltaban contra el
mandamiento de «no robar». Así nos lo hace saber:
«Así dice Yahvé a Gaza: por tres delitos y por cuatro no los perdonaré, porque hicieron
prisioneros en masa y los vendieron a Edom… Así dice Yahvé a Tiro: por tres delitos y por
cuatro no los perdonaré, porque vendieron innumerables prisioneros a Edom (Am 1, 6.9).
Vemos, pues, con la presentación del mensaje profético de Amós, que el tema de la
misericordia viene a ser descubierto a raíz de toda esta problemática presentada en el
pueblo, como un mandato ético conforme al ejemplo del propio Dios y que, el no
practicarla contradeciría aquella misericordia divina. Es en Amós, donde podemos decir
que «la misericordia guarda una relación esencial y recíproca con la justicia, porque en el
fondo actúa cuidando las relaciones existentes y recomponiendo las relaciones rotas.»21
21
G. AUGUSTIN, «El evangelio de la misericordia» 21
22
«Oseas: el Dios fiel y misericordioso», [acceso: 09. 08. 2017],
http://www.mercaba.org/Caravias/experiencia_04.htm
23
«Oseas: el Dios fiel y…», [acceso: 09. 08. 2017], http://www.mercaba.org/Caravias/experiencia_04.htm
«Por eso, voy a seducirla: voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón. Allí les daré sus
viñas, convertiré el valle de Acor en puerta de esperanza; y ella responderá allí como en los
días de su juventud, como cuando subió al país de Egipto. Aquél día – oráculo de Yahvé –
ella me llamará “marido mío”; ya no me llamará “Baal mío”… Te haré mi esposa para
siempre; te desposaré en justicia y en derecho, en amor y en compasión; te desposaré en
fidelidad y tú conocerás a Yahvé.» (2, 16-18.21)
ᴥ Lealtad al pacto: Aquí, el profeta nos ofrece «una genealogía de la misericordia, que va
de la justicia y del amor apasionado a la entrega mutua, trazando una historia de ruptura
y recuperación, que se expresa en forma de amor total.»24
Sigue ante esto, el trazo de una ruptura por parte del pueblo con su Dios y que Oseas es
muy intransigente al denunciarla: «No hay en la tierra verdad, ni lealtad, ni conocimiento
de Dios, sino perjurio, engaño, asesinato, robo, adulterio y sangre tras sangre.» (4, 1-2). En
este versículo hallamos los tres gestos de falta de misericordia que en la época del profeta
estaban muy patentes, seguido de los seis pecados que se oponen al decálogo, y que son
consecuencia de la violación de la alianza misericordiosa de Dios muy marcada por la
verdad (´emunah), la lealtad (hesed) y el conocimiento (da´at) de Dios. Es por eso, que el
profeta Oseas, durante toda su predicación quiere mostrarnos el modo de superar estos
pecados e infidelidades, apelando a la misericordia divina que se va a convertir en el centro
de su ser como profeta de Dios, así como en la experiencia mesiánica de Jesús. 25 Para ello,
utiliza su sentencia célebre de la cual Jesús también hará eco en su momento:
«Porque yo quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que
holocaustos.» (6,6)
Nos queda claro, pues, que «el Dios de Oseas es, en resumen, un Dios que se arriesga a
amar a su pueblo con un amor inmenso de esposo y de padre, siempre tierno y fiel, a pesar
de sus infidelidades y sus ingratitudes. Es un Dios que sabe amar gratuitamente. Un Dios
que termina haciendo triunfar su amor.»26
Finalmente, uno de los pasajes más emblemáticos de este libro del profeta Oseas, quizás
sea el del capítulo 11, 1-4:
«Cuando Israel era niño, lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Y cuanto más los llamaba,
más se alejaban de mí: ofrecían sacrificios a los Baales e incienso a los ídolos. Yo enseñé a
caminar a Efraín, tomándole por los brazos, pero no sabían que yo los cuidaba. Los atraía
con cuerdas humanas, con lazos de amor; yo era para ellos como las personas que alzan a
un niño contra su mejilla; me inclinaba y le daba de comer.»
Ciertamente, ante la sensibilidad humana, este pasaje despierta cierta conmoción, pues
desde la vida y experiencia del pueblo de Israel, el pueblo de la primera alianza, se deja
entrever – y con esto respondemos a los cuestionamientos de muchos hoy – a un Dios
totalmente compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia (Cf. Sal 103, 8).
Es el mismo Dios que «se muestra, por un lado, humanamente conmovedor y, por otro, se
24
X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios…», 49
25
Cf. X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios…», 50
26
«Oseas: el Dios fiel y…», [acceso: 10. 08. 2017], http://www.mercaba.org/Caravias/experiencia_04.htm
revela como completamente distinto de todos los seres humanos, como el Santo, como el
totalmente otro.»27
El primer Isaías se halla en medio de un pueblo con gran incoherencia de vida: cumplen
a cabalidad la ley, en lo que tiene que ver con los ritos; pero sin un ápice de misericordia
(Cf. 1, 12). A causa de esto, se alza la voz del profeta para proclamar que Yahvé, Dios está
harto de esta situación (Cf. 1, 11). La misma situación de Amós y Oseas, se sigue
presentando con Isaías. En esta época siguen siendo los pobres, los huérfanos y las viudas,
las víctimas de una sociedad opresora.
De su parte, el segundo Isaías, centra su mensaje en la figura del siervo de Yahvé que
promueve la libertad a su pueblo:
«Yo, Yahvé, te he llamado para la justicia, te he tomado de la mano y te guardé y te he
constituido alianza del pueblo y luz para las naciones, para que abras los ojos a los ciegos y
saques de la cárcel a los presos y de la prisión a los que moran en las tinieblas.» (42, 6-7)
Este pasaje es sin duda, una de las revelaciones de la misericordia de Dios para con su
pueblo, manifestada en la figura del siervo. Esta nueva vida querida por Dios será trazada
por el camino en libertad que emprenderá el pueblo aún en cautiverio e iluminado por la
misericordia y la esperanza en Dios Salvador.29
Por otro lado, el tercer Isaías, presenta a un Dios profundamente enamorado de un
pueblo cumplidor pero sin misericordia. A modo de ver del profeta, el verdadero culto que
agrada a Dios no consiste en otra cosa que en ayudar a los necesitados, liberándolos,
alimentándolos, hospedándolos y vistiéndolos.
«Este es el ayuno que yo deseo: romper las cadenas injustas, soltar las coyundas del yugo,
dejar libres a los maltratados, y arrancar todo yugo; compartir tu pan con el hambriento,
27
M. SÁNCHEZ MONGE, «Este es el tiempo…» 28
28
«Isaías: Dios santo a quien ofende la hipocresía y la injusticia», [acceso: 10. 08. 2017],
http://www.mercaba.org/Caravias/experiencia_04.htm
29
Cf. X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios…», 53
acoger en tu hogar a los sin techo; vestir a los que veas desnudos y no abandonar a tus
semejantes.» (58, 6-7)
Del mismo modo, como Jesús toma las palabras del profeta Oseas, que hemos citado
anteriormente, también lo hace retomando a Isaías en el conocido texto de Lc 4, 18-19: «El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena
Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.» Con esto, el profeta
realiza la revolución de la misericordia fundamentada en tres puntos esenciales: año de
gracia, liberación y consolación.30
Experiencia histórico – social: Ha de tenerse en cuenta que los salmos son ante
todo, composiciones hechas oración que dejan ver el recuerdo de las experiencias
del pueblo de Israel en los distintos momentos de su historia. Entendido así, la
particularidad individual con que algunos salmos suelen iniciar hace referencia al
colectivo del pueblo en su totalidad que reconoce la bondad y fidelidad de Dios.
Para comprenderlo mucho mejor tenemos algunos ejemplos:
«Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su
misericordia.» (33, 18)
«Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.» (118, 2)
37
Cf. X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios…», 72-73
Cualquier persona que se ponga de frente a estos salmos propuestos y los demás que
llevan la misma dinámica literaria como el salmo 11; 18; 35; 79; 109; entre otros, queda en
primer momento un tanto desconcertante a tal punto de querer que sean borrados de la
Sagrada Escritura, por lo mismo y tanto que hemos comentado anteriormente. Sin embargo,
con ayuda de Pikaza y Pagola38, quisiera ofrecer algunos elementos para entender un poco
mejor la finalidad de estos salmos:
a) Hay que dejar claro que este tipo de salmos son en cierta manera, una resistencia
normal a la misma misericordia de Dios, es decir, que es muy propio del corazón
humano desear el mal o incluso la muerte para aquel que lo consideramos nuestro
enemigo. Es como si estos salmos fueran la voz de nuestra conciencia que en un
momento determinado se expresa como signo de protesta frente a quien nos hace
daño.
b) Estos salmos están expresando una exigencia de la justicia que viene de parte de
Dios y la consecuente resistencia del hombre frente al plan misericordioso de Dios
que mediante la revelación de su Hijo Jesucristo, está dispuesto a perdonar y no a
castigar.
d) Son finalmente, el camino que todo creyente ha de trazarse para superar la ira y
transformarla en misericordia. En otras palabras, es en estos salmos donde Dios
expone su pedagogía, que lleva al ser humano a superar toda clase de venganzas,
pero sin ocultarlas ni mucho menos reprimirlas.
38
Cf. X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios…», 74-75
39
Cf. W. KASPER, «La Misericordia…», 66
3. ESTE ES EL TIEMPO DE LA MISERICORDIA: NUEVO
TESTAMENTO.
40
Cf. FRANCISCO, «Audiencia General, 6 abril de 2016.»
41
MV, 1
42
MV, 8
3.1. Jesús, revelador del rostro misericordioso de Dios Padre.
Al respecto, traemos a colación las palabras del papa emérito Benedicto XVI:
«La misericordia es en realidad el núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre
mismo de Dios, el rostro con el que él se ha revelado en la antigua Alianza y plenamente en
Jesucristo, encarnación del Amor creador y redentor. Este amor de misericordia ilumina
también el rostro de la Iglesia y se manifiesta, ya sea a través de los sacramentos, en
particular el de la Reconciliación, ya sea con obras de caridad, comunitarias e
individuales.»43
Esta revelación explícita de la misericordia divina a través de Jesús, se da como es
sabido en el misterio de la Encarnación. De este modo tan sublime proclama san Agustín:
« ¿Pudo haber mayor misericordia para los desdichados que la que hizo bajar del cielo al
creador del cielo y revistió de un cuerpo terreno al creador de la tierra? Esa misericordia
hizo igual a nosotros por la mortalidad al que desde la eternidad permanece igual al Padre;
otorgó forma de siervo al Señor del mundo, de modo que el pan mismo sintió hambre, la
saciedad sed, la fortaleza se volvió débil, la salud fue herida, y la vida murió. Y todo ello
para saciar nuestra hambre, regar nuestra sequedad, consolar nuestra debilidad, extinguir la
iniquidad e inflamar la caridad.»44
Qué misterio insondable para nosotros el hecho de que por el mismo Cristo se hace
visible el Dios creador de todas las cosas, poniendo de relieve uno de sus principales
atributos que la tradición del Antiguo Testamento llamó misericordia.
Ahora bien, el mismo Jesús confiere un significado definitivo a la tradición recibida de
la misericordia divina, pues con sus enseñanzas y hechos, hace presente al Padre entre los
hombres. Con su estilo de vida y sus acciones, nos ha demostrado cómo en el mundo está
presente el amor que se dirige al hombre y abraza todo aquello que forma su humanidad.
De la misma manera, hace de su predicación una completa exposición de la misericordia
divina mediante las parábolas que hacen expresar un poco mejor las nuevas maneras de
ternura y compasión que deben acompañar a los discípulos de Jesús. Ese Dios es a quien
Jesús revela: al Dios amor, al Dios rico en misericordia con los que lo invocan, en
definitiva, al Dios que está dispuesto a todo con tal de ganar y atraer hacia sí a sus hijos
predilectos.45
47
M. SÁNCHEZ MONGE, «Este es el tiempo…» 38
48
Cf. C. MONGARDI, «El rostro de la misericordia del Padre», [acceso: 16. 08. 2017],
https://www.mexico.xaverianos.org
49
MV, 8
50
W. KASPER, «La Misericordia…», 73
51
Cf. M. SÁNCHEZ MONGE, «Este es el tiempo…» 39-44
Lo mismo pasa con Zaqueo donde se queda en su casa y perdonando de corazón a
quienes parece que no merecen el perdón de Dios ante los ojos del mundo: la mujer
pecadora (Cf. Lc 7, 36); a Pedro que lo niega (Cf. Lc 22, 61); a sus propios verdugos (Cf.
22, 34); al buen ladrón (Cf. Lc 23, 42-ss), entre otros.
Jesús misericordioso con los enfermos: Ellos también fueron objeto directo de la
misericordia de Jesús. Esta tarea la descubrimos en la sinagoga, en la cual desenrollando el
libro del profeta Isaías, hace suyas estas palabras en las que viene a dar vista a los ciegos,
liberar a los oprimidos, proclamar un año de gracia del Señor (Cf. Lc 4, 18-ss). Su
ministerio lo comienza según los relatos evangélicos, realizando innumerables curaciones
(Cf. Mc 1, 32-34). En esta actitud frente a los enfermos se destaca sobre todo las curaciones
hechas en sábado, pues tras ellas se logra ver que la misericordia divina está por encima de
las cargantes leyes judías (Cf. Mc 3, 1-6).
Sobre todo, es el evangelio de san Lucas, quien pone de relieve esta actitud maravillosa
de Jesús para con aquellos que se hallan necesitados de la misericordia de Dios. Su
lenguaje, sus términos, sus matices y demás, hacen comprender el gran favor inmerecido de
Dios hacia el hombre sufriente: su perdón y misericordia, que no se queda solo en el plano
físico sino que trasciende a lo espiritual, dando a entender que «el pecado es la peor
enfermedad del hombre.»52
Jesús misericordioso con las mujeres: Cada día el judío en tiempos de Jesús,
rezaba de la siguiente manera: «Bendito sea Dios, porque no me ha creado gentil, porque
no me ha creado mujer, porque no me ha creado ignorante.»53
Es importante que se conozca el contexto y la situación de la mujer en este tiempo, para
poder entender claramente la actitud misericordiosa de Jesús sin llegar a caer en la
tentación del juzgamiento. En resumidas cuentas, no valían absolutamente nada para la
sociedad judía, eran consideradas inferiores al varón y vulnerables; sus deberes serían
siempre las ocupaciones del hogar (cocer, moler trigo, tejer, hilar, cocinar, lavar el rostro,
las manos y los pies del hombre, etc.), no tenían los derechos que un varón; su testimonio
no era aceptado como válido; en otras palabras, no tenían lugar o sitio alguno en la vida
social.54
Ante este panorama, un poco lúgubre sobre la mujer, Jesús no duda un instante en
acercarse a ellas, las acoge, las elogia y les asegura el perdón como en el caso de la mujer
pecadora (Cf. Lc 7, 36-50). De su grupo de seguidores hacen parte muchas mujeres que ven
en el mismo Jesús, un hombre del cual se pueden fiar y devolver su dignidad perdida; no
escuchan de sus labios palabras despectivas, ni exhortaciones a vivir sometidas a sus
esposos. Ellas lo acompañan incluso hasta su deceso en el sepulcro y para las mujeres
fueron las primeras apariciones del Resucitado con su misión de comunicar a los discípulos
la Buena Nueva, ya que de manera especial, María Magdalena, la llamada «Apóstol de los
52
M. SÁNCHEZ MONGE, «Este es el tiempo…» 41
53
L. SWIDLER, «Mujer y judaísmo», [acceso: 17. 08. 2017], https://www.descubriendoalcreador.com.html
54
Cf. J. A. PAGOLA, «Jesús, aproximación histórica», 213-214
apóstoles»,55 «fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes
y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no le creyeron.»56
En conclusión, nos unimos a las palabras de A. Sisti, cuando afirma:
«En realidad, la vida pública de Jesús es todo un despliegue de amor y misericordia, frente a
todas las formas de miseria humana, con todos aquellos que física o moralmente tenían
necesidad de piedad y compasión, de ayuda y sostén, de comprensión y de perdón, por los
que él no solo acude a su poder de hacer milagros, sino que se enfrenta incluso a la
mentalidad estrecha y hostil del ambiente, con tal de hacer el bien y sanar a todos (Hch 10,
38). Médico de los cuerpos, por consiguiente, pero, sobre todo, de las almas (Mc 2, 17),
como lo demuestra su actitud llena de indulgencia y de favor con los pecadores, que
encuentran en él a un amigo y con los que no tiene ningún reparo en tratar, a pesar de los
recelos de muchos, llegando incluso a sentarse a su mesa (Lc 5, 27-32; 7, 36-50)» 57
Así expresado, este cántico representa una lectura profética de la historia del pueblo de
la primera alianza, en otras palabras, Zacarías iluminado por el Espíritu de Dios, descubre
el sentido último de los acontecimientos que han sido guiados sólo por la mano poderosa de
Dios y en los que felicita al nuevo precursor que preparará la venida del Mesías, todo por la
entrañable misericordia de Dios.61
De otro lado, tenemos el cántico expresado en los labios de María, la Virgen, como
signo preclaro de la piedad iniciada en el Antiguo Testamento con Ana. El contexto se da
en que, una vez dada la anunciación del ángel y con el Hijo de Dios en su vientre, sale
presurosa a visitar a su prima Isabel, quien la reconoce como Madre de Dios y
bienaventurada por el hecho de haber creído en las palabras del Señor; a lo que María
responde de manera profética:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
61
Cf. M. SÁNCHEZ MONGE, «Este es el tiempo…» 55
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Vistos estos dos cánticos que ensalzan la misericordia divina, se concluye que, esta
misericordia hecha vida y mostrada con rostro concreto en Jesús, no se convierte en un
mero acontecimiento anclado a la historia de la humanidad, sino en un momento oportuno
en la vida de los hombres, o lo que sería lo mismo decir, en el kairós de Dios en cada
persona y en cada acontecimiento que se abre hacia el Reino de Dios.63
Jesús, es el ungido de Dios, el Mesías, quien posee el Espíritu del Señor para proclamar
el mensaje de salvación, expresado en las promesas de la misericordia: buena noticia a los
62
X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios…», 93
63
Cf. G. AUGUSTIN, «El evangelio de la misericordia» 27
pobres, libertad a los presos, vista a los ciegos, libertad a los oprimidos y año de gracia del
Señor.
Teniendo así la situación, podemos decir que este anuncio mesiánico está implicado
dentro de una acción propiamente liberadora que trasciende límites o fronteras y que acoge
tanto a judíos como a extranjeros, pues, así como Jesús anuncia el mensaje de la
misericordia del Padre, también se dedica a vivirlo, se compadece de los enfermos y los
atormentados, etc.64
Es a través de las parábolas donde «Jesús interpreta bellamente para nosotros el mensaje
de la misericordia del Padre»,66 y en donde la memoria de la humanidad a lo largo de los
siglos ha descubierto el gran amor del Creador hacia su creatura.
Nos detendremos de modo especial en dos parábolas que han marcado sobremanera la
conciencia cristiana en los últimos siglos: el Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) y el Hijo
Pródigo (Lc 15, 11-32).
Aquí, Jesús pone de relieve la extremada compasión de aquel hombre que se hace
verdadero prójimo de quien está herido a la vera del camino. Viendo la escenografía de la
parábola, se contrasta el hecho de que Jesús quiera colocar de modelo de misericordia a un
samaritano ya que si miramos, notamos que convergen en ella un sacerdote, un levita y un
samaritano. «Los dos primeros son figuras relacionadas al culto del templo, el tercero es un
judío cismático, considerado como un extranjero, pagano e impuro.»67
Ayudados por esta intervención del papa, podemos distinguir al mismo hombre que cayó
en manos de los ladrones, en tres situaciones completamente distintas.
Vemos en primera instancia, a un hombre malherido que al bajar de Jerusalén a Jericó,
cae en manos de ladrones que lo dejan medio muerto. De su nacionalidad no sabemos nada,
lo que suponemos que era un judío. Lo que llama la intención aquí, es un hombre que se
halla sin fuerzas, sin esperanza de vida, a menos de que algún transeúnte lleno de
compasión le auxilie.
En tercera instancia, se logra ver al mismo hombre pero socorrido por un samaritano,
nada más y nada menos que un extranjero que tiene compasión de aquel hombre, se acerca,
curó sus heridas, lo vendó, lo montó en su cabalgadura y lo llevó a una posada pagando por
él y dando de más por si hacía falta. Vemos en este samaritano a un hombre que ha
comprendido el verdadero mensaje de la misericordia de Dios y se hace uno con su
hermano que sufre, con su prójimo, que no se mide por lazos de familiaridad o grados de
simpatía, sino su necesidad real por la que está pasando.69
De este modo, nosotros que nos convertimos en actuales oyentes de la Palabra de Dios,
no debemos dejar resonar en los oídos la misma pregunta del maestro de la ley, ¿Quién es
mi prójimo?, sino más bien, ¿Quién está necesitado de que yo me acerque y me haga su
prójimo? Así, es posible comprender el actuar de la misericordia de Dios en la vida
personal, pues, cuando nos sentimos convencidos de esto, se aprende a tomar con seriedad
y respeto a quien(es) sufre(n), sin importar razas, ideologías, lugares de procedencia, etc.
68
FRANCISCO, «Audiencia General, 27 abril de 2016.»
69
Cf. M. SÁNCHEZ MONGE, «Este es el tiempo…» 67
37). Descubrir el regalo y el compromiso que se puede sacar de esta parábola tiene que ser
en nosotros una preocupación diaria, como lo exhorta el papa Francisco:
Siguiendo esta misma línea «misericordiosa» del evangelio de san Lucas, nos hallamos
con otra de sus parábolas: la conocida como el Hijo pródigo (Cf. Lc 15, 11-32). He aquí, el
punto álgido de la narración:
«Estando todavía lejos, su padre lo vio y tuvo misericordia y, corriendo, se echó a su cuello
y lo besaba. El hijo decía: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti…” Pero el padre dijo
a sus criados: “Pronto, traigan un vestido primero y vístanlo… porque este hijo mío estaba
muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y comenzaron a celebrarlo.
El hijo mayor estaba en el campo. A la vuelta, cerca ya de casa, oyó la música y el baile;
llamó a un criado y le preguntó qué pasaba. Él contestó: “Ha vuelto tu hermano y tu padre
ha mandado matar el ternero cebado, porque ha recobrado a su hijo sano y salvo”. Él se
indignó y se negaba a entrar.» (Lc 15, 20-28)
Ahora bien, detengámonos un poco en cada uno de los detalles que nos ofrece esta
parábola para descubrir así el mensaje desconcertante de un padre que se desborda en
misericordia.
Se destaca como primer elemento, la figura del hijo menor que después de hacer una
atrevida petición a su padre – en la que exige la parte de la herencia que le corresponde –
emprende un camino que sin saberlo terminará en una desgracia progresiva, a tal punto –
como se presentía – de comer hasta de las algarrobas de los cerdos que cuidaba, para no
70
FRANCISCO, «Audiencia General, 27 abril de 2016.»
71
W. KASPER, «La Misericordia…», 76
72
FRANCISCO, «Audiencia General, 11 mayo de 2016.»
morir de hambre. Esta particularísima situación lo lleva a reflexionar acerca de su identidad
religiosa y personal especialmente, pues, en su mente no está precisamente la figura paterna
sino su afán de tener algo qué comer como sí lo tenían los jornaleros en su casa.
Frente a esta situación ya conocida del hijo menor, el padre no duda en conmoverse en
su interior al ver a su hijo todavía lejos, a tal punto que se echa a correr, lo abraza y lo llena
de besos. Lo podemos resumir de la siguiente manera:
«La acogida del hijo que regresa se describe de un modo conmovedor: “Estaba él todavía
lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó” (v. 20). Cuánta
ternura; lo vio cuando él estaba todavía lejos: ¿qué significa esto? Que el padre subía a la
terraza continuamente para mirar el camino y ver si el hijo regresaba; ese hijo que había
hecho de todo, pero el padre lo esperaba. ¡Cuán bonita es la ternura del padre! La
misericordia del padre es desbordante, incondicional, y se manifiesta incluso antes de que el
hijo hable. Cierto, el hijo sabe que se ha equivocado y lo reconoce: «He pecado... trátame
como a uno de tus jornaleros» (v. 19). Pero estas palabras se disuelven ante el perdón del
padre. El abrazo y el beso de su papá le hacen comprender que siempre ha sido considerado
hijo, a pesar de todo. Es importante esta enseñanza de Jesús: nuestra condición de hijos de
Dios es fruto del amor del corazón del Padre; no depende de nuestros méritos o de nuestras
acciones, y, por lo tanto, nadie nos la puede quitar, ni siquiera el diablo. Nadie puede
quitarnos esta dignidad.»73
Un padre de este talante, que tiene la capacidad de tener una mirada amplia frente a las
situaciones concretas y detalladas, devuelve el anhelo de esperanza a un hijo
completamente desahuciado; produce del mismo modo una conmoción en lo más profundo
de su ser que lo hace salir al paso de las miserias de su propio hijo.
Como segundo elemento destacamos al otro hijo, al mayor, que también se encuentra
con el padre. Éste, al enterarse del gran ruido, decide llamar a uno de los criados y
preguntar el motivo; al enterarse de que es por causa de su hermano despilfarrador se niega
a entrar, a lo que el padre se ve en la «obligación» de salir a su encuentro; «el hijo mayor
responde con recriminaciones y reproches. El padre no se inmuta, y cuando, por fin, puede
tomar la palabra, es para decir afectuosamente: “hijo mío” (v. 31).»74
A modo de síntesis, este hijo mayor se puede catalogar y/o valorar con el siguiente
criterio:
73
FRANCISCO, «Audiencia General, 11 mayo de 2016.»
74
M. SÁNCHEZ MONGE, «Este es el tiempo…» 60
como el sufrimiento de Dios, el sufrimiento de Jesús cuando nosotros nos alejamos o
porque nos marchamos lejos o porque estamos cerca sin ser cercanos.
El hijo mayor, también él necesita misericordia. Los justos, los que se creen justos, también
ellos necesitan misericordia. Este hijo nos representa a nosotros cuando nos preguntamos si
vale la pena hacer tanto si luego no recibimos nada a cambio. Jesús nos recuerda que en la
casa del Padre no se permanece para tener un compensación, sino porque se tiene la
dignidad de hijos corresponsables. No se trata de «trocar» con Dios, sino de permanecer en
el seguimiento de Jesús que se entregó en la cruz sin medida.» 75
«No carece de significado que Lucas nos haya presentado tres parábolas seguidas: la oveja
perdida que se había descarriado y fue recobrada; la dracma perdida que fue hallada; el hijo
pródigo, al que daban por muerto, que fue recobrado con vida, para que solicitados por este
triple remedio, nosotros curásemos nuestras heridas. ¿Quién es este padre, este pastor, esta
mujer? ¿No es Dios Padre, Cristo, la Iglesia? Cristo que ha cargado con tus pecados, te
lleva en su cuerpo; la Iglesia te busca; el Padre te acoge. Como un pastor, te conduce; como
una madre, te busca; como un padre, te viste de gala. Primero la misericordia, después la
solicitud, luego la reconciliación.
Cada detalle conviene a cada uno: el Redentor viene en ayuda, la Iglesia asiste, el Padre
reconcilia. La misericordia de la obra divina es la misma, pero la gracia varía según
nuestros méritos. La oveja cansada es conducida por el pastor, la dracma perdida es hallada,
el hijo vuelve donde su padre plenamente arrepentido de su mala vida…» 76
Del mismo modo, el papa Francisco hace referencia a estas parábolas diciendo:
«Cada uno de nosotros es esa oveja perdida, esa moneda perdida; cada uno de nosotros es
ese hijo que ha derrochado la propia libertad siguiendo ídolos falsos, espejismos de
felicidad, y lo ha perdido todo. Pero Dios no nos olvida, el Padre no nos abandona nunca.
Es un padre paciente, nos espera siempre. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre
fiel. Y cuando volvemos a Él, nos acoge como a hijos en su casa, porque jamás deja, ni
siquiera por un momento, de esperarnos con amor. Y su corazón está en fiesta por cada hijo
que regresa. Está en fiesta, porque es alegría. Dios siente esa alegría cuando uno de
nosotros, pecadores, acude a Él y pide su perdón.»77
«En esta página evangélica nos parece escuchar la voz de Jesús, que nos revela el rostro del
Padre suyo y Padre nuestro. En el fondo, vino al mundo para hablarnos del Padre, para
75
FRANCISCO, «Audiencia General, 11 mayo de 2016.»
76
SAN AMBROSIO, «Tratado sobre el evangelio de san Lucas», [acceso: 28. 08. 2017],
https://www.books.google.com.html
77
FRANCISCO, «Ángelus, 15 septiembre de 2013.»
dárnoslo a conocer a nosotros, hijos perdidos, y para suscitar en nuestro corazón la alegría
de pertenecerle, la esperanza de ser perdonados y de recuperar nuestra plena dignidad, y el
deseo de habitar para siempre en su casa, que es también nuestra casa.
Jesús narró las tres parábolas de la misericordia porque los fariseos y los escribas hablaban
mal de él, al ver que permitía que los pecadores se le acercaran, e incluso comía con ellos.
Entonces explicó, con su lenguaje típico, que Dios no quiere que se pierda ni siquiera uno
de sus hijos, y que su corazón rebosa de alegría cuando un pecador se convierte…» 78
En conclusión, podemos decir que, esta parábola del hijo pródigo «expresa de manera
sencilla, pero profunda la realidad de la conversión»79, a la vez que es «la expresión más
concreta de la obra del amor y de la presencia de la misericordia en el mundo humano». 80
Así entendida, esta parábola se convierte y se constituye en el «contenido fundamental del
mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza constitutiva de su misión.» 81 Esto nos hace
comprender y reflexionar en última instancia, la gran necesidad de misericordia en nuestra
época.
78
BENEDICTO XVI, «Ángelus, 16 septiembre de 2007.»
79
DM, 6
80
DM, 6
81
DM, 6
82
X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios…», 103
Bienaventurados los constructores de paz, porque serán llamados hijos de Dios.» (Mt 5, 3-
9)
«Estos desposeídos, estos extranjeros, estos carentes de poder, estos pecadores, estos
seguidores de Jesús viven ahora con él incluso en la renuncia a su propia dignidad, pues son
misericordiosos. Como si no tuviesen suficiente con su propia aflicción, con su propia
carencia, se hacen partícipes de la aflicción de otros, de la bajeza de otros, de la culpa de
otros. Sienten un amor irresistible por los pequeños, los enfermos, los desdichados, los
humillados; por las víctimas de la violencia; por los que sufren y son excluidos
injustamente; por todos aquellos que se angustian y apenan; y buscan a quienes incurren en
pecado y culpa. Ninguna aflicción es demasiado profunda, ningún pecado demasiado
terrible para que allí se haga presente la misericordia. Las personas misericordiosas regalan
su propio honor a los deshonrados y echan sobre sí mismas la deshonra de estos. Cabe
encontrarlas al lado de publicanos y pecadores y asumen de buen grado la ignominia de
frecuentar su compañía. Sacrifican el mayor bien del ser humano – la dignidad y el honor
personales – y son misericordiosas. Solo conocen una dignidad y un honor: la misericordia
de su Señor, lo único de lo que viven. Él no se avergonzó de sus discípulos, fue un hermano
para los seres humanos, cargó con su deshonra hasta la muerte en cruz. Tal es la
83
BENEDICTO XVI, «Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1 enero de 2013.»
misericordia de Jesús, lo único de lo que quieren vivir quienes están vinculados a él, la
misericordia del Crucificado.»84
De esta manera, cada uno debe tener misericordia con su prójimo porque está recibiendo
o ha recibido misericordia en su propia persona. Ya lo recomienda el apóstol Pablo cuando
escribe: «Como el Señor los perdonó, perdónense también ustedes.» (Col 3,13).
«A primera vista, parece que la recompensa es igual al bien que se ha hecho, pero en
realidad es infinitamente más grande. Los hombres ejercitan la misericordia como hombres
y obtendrán, en cambio, la misericordia del Dios del universo. La misericordia humana y la
divina no son iguales: hay entre ellas tanta distancia como entre la maldad y la bondad.» 85
Entablada de esta manera la relación con el prójimo, nos preocupamos por la relación
con Dios manifestada en la oración. Esta, tendrá pleno sentido a los ojos de Dios, si se
fundamenta en la justicia y la misericordia, en otras palabras, la oración es la expansión de
la misericordia, es una forma de tener misericordia, de acompañar a Dios en el acontecer de
cada día.
Con estas dos anteriores, se da paso a la tercera que es el ayuno. Él debe convertirse en
la base de la alegría de todo creyente, no al estilo de los fariseos que demacran su rostro
para que la gente lo note. El llamado ante todo es a practicar un ayuno de misericordia
frente a aquellos que sufren para ayudarlos de la mejor manera. El mejor texto que explica
el ayuno es quizás el de Is 58, 5-10:
«Este es el ayuno que quiero: alimentar a los hambrientos, abrir las cárceles injustas…»
84
D. BONHOEFFER, «El precio de la Gracia: el seguimiento», 86
85
SAN JUAN CRISÓSTOMO, «Comentario a Mateo 15, 4.»
86
Cf. X. PIKAZA – J.A. PAGOLA, «Entrañable Dios…», 107
Sobre estos pilares, entonces, es necesario sostener la vida cristiana a modo de exigencia
social que busque la igualdad, la misericordia nacida del interior del corazón humano y el
deseo de consolidar una sociedad justa que atiende las necesidades de sus hermanos.
Sin duda alguna, la exigencia más difícil de Jesús, es el amor a los enemigos y es ese
amor precisamente el que se va a convertir en uno de los principales mandamientos para el
cristiano. Ya lo atestiguaban los Santos Padres como san Clemente: «Quien no ama a quien
lo odia no es cristiano»89; Tertuliano: «El amor a los enemigos es ley fundamental»90; y san
Juan Crisóstomo que lo considera «suprema quintaesencia de la virtud.»91
Hay que añadir además, que no ha sido fácil para los creyentes y para la misma Iglesia,
realizar este amor a los enemigos anunciado por el mismo Jesús. Diariamente, se ven
situaciones muy marcadas por el odio, la rivalidad y el ansia de poder que cauteriza los
corazones bondadosos y muchas veces misericordiosos. Súmese a esto, las terribles
abominaciones del siglo XX. Frente a todo esto, es necesaria una nueva comprensión del
actuar humano que debe dejarse guiar por la misma Palabra de Dios en los que la
misericordia y el perdón, además de provenir del mismo Creador, también son realizables
mediante la razón humana.
En primer lugar, Mateo nos muestra una misericordia capaz de perdonar los pecados,
sacando al hombre de su honda miseria. Muchas veces, este anhelo de misericordia que de
por sí tiene el ser humano, se puede ver truncado o adormecido. Es necesario tener en
87
Cf. A. CHÁVES, Sacramentos II, apuntes de clase, 2017.
88
Cf. W. KASPER, «La Misericordia…», 139
89
SAN CLEMENTE, «Segunda Carta capítulo 13.»
90
TERTULIANO, «De la paciencia 6», pdf.
91
SAN JUAN CRISÓSTOMO, «Homilías sobre el evangelio de san Mateo.»
cuenta además, que la misericordia de Dios no es simplemente una manifestación más de su
benevolencia sino el rostro del amor de Dios que libremente se da al hombre.92
En segundo lugar, una misericordia gratuita, pues, es el mismo Dios quien toma la
iniciativa de perdonar y lo hace sin ningún precio. A la pregunta que le formula Andrea
Tornielli al papa Francisco de ¿Por qué Dios no se cansa nunca de perdonarnos? Éste le
responde:
La misericordia será siempre más grande que cualquier pecado, nadie puede ponerle un
límite al amor de Dios cuando perdona. Basta con mirarlo a él, basta con levantar la mirada
concentrada sobre nuestro yo y nuestras heridas y dejar al menos una grieta a la acción de
su gracia.»93
Es pues, una misericordia que es capaz de llegar a la profundidad del corazón humano y
hacerle descubrir que todo él debe ser instrumento de la misma vida de Dios, de tan gran
profundidad que alcance la sensibilidad integral (sentidos, órganos, todo el ser) para que
como santa Faustina pueda expresarse el verdadero sentir de la misericordia en el ser
personal:
«Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o
juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a
ayudarle.
Ayúdame, oh Señor, a que mis oídos sean misericordiosos, para que tome en cuenta las
necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa, para que jamás hable
negativamente de mi prójimo, sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para
todos.
Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras, para
que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí las tareas más difíciles y
penosas.
92
Cf. M. SÁNCHEZ MONGE, «Este es el tiempo…» 83
93
FRANCISCO, «El nombre de Dios es misericordia, una conversación con Andrea Tornielli», 96
94
Cf. MV, 1
Ayúdame, oh Señor, a que mis pies sean misericordiosos, para que siempre me apresure a
socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero
está en el servicio a mi prójimo.
Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso, para que yo sienta todos los
sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincera incluso con
aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerraré en el
misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que
tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí.
Tú Mismo me mandas ejercitar los tres grados de la misericordia. El primero: la obra de
misericordia, de cualquier tipo que sea. El segundo: la palabra de misericordia; si no puedo
llevar a cabo una obra de misericordia, ayudaré con mis palabras. El tercero: la oración. Si
no puedo mostrar misericordia por medio de obras o palabras, siempre puedo mostrarla por
medio de la oración. Mi oración llega hasta donde físicamente no puedo llegar. Oh Jesús
mío, transfórmame en Ti, porque Tú puedes hacer todo.» (Santa Faustina Kowalska, «Diario:
La divina misericordia en mi alma»).