Sobre La Confesión de María Zambrano
Sobre La Confesión de María Zambrano
Sobre La Confesión de María Zambrano
Para M L. A.
M Zambranol
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Papeles del «Seminario María Zambrano»
3 M. BLANCHOT, El libro que vendrd, Monte Avila Ed., Caracas, 1992, p.56
4 M. ZAMBRANO, Op. Cit., p. 82
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él; tropieza con el silencio, como si el exceso de se pueda confiar. Y sí, por su método, hallath
libertad en el retiro fuese ahora su condena. En la evidencia, la evidencia que es el "cógito", la
el fondo último de esta soledad se le revela el certeza de la soledad inicial del hombre a par-
proyecto: escribir sus Confesiones, exponerse a tir de la cual, y sólo a partir de la va a
la luz, a la mirada acusadora de sus contempo- poder relacionarse de nuevo con la realidad. La
thneos, pero descubre —y ésa es propiamente soledad, que antes había sido mero estado
la experiencia literaria que inaugura— que la pasajero, deviene con Descartes la condición
escritura en la que se embarca no debe repro- metafísica del hombre, su estatuto ontológico.
ducir los acontecimientos de su vida, que ate- Es el logro de la confesión cartesiana, saberse
nerse a los hechos sería rebajar la verdad, que sólo, saberse "yo", saberse conciencia, y ya
la verdad de la que se trata —precisamente nada va a quedar de la realidad que a esta sole-
para que su vida tenga sentido— debe ser pro- dad inicial no se someta.
ducida por la misma escritura, que son necesa-
rios todos los recursos de la ficción para que Las Confesiones de Rousseau son, al pare-
esta verdad pueda ser enunciada. Hacer, pues, cer de Zambrano, la primera queja ante esta
de la literatura el lugar de la experiencia, y no reducción de la realidad a la conciencia. Es
la mera reproducción de lo vivido, hacer por la necesario que cambie la forma de expresión
escritura una verdad que està condenada a pues la experiencia de que se va a hablar no
repetirse por no ser nunca suficientemente cabe en exposición rigurosa de un método.
dicha. Confesiones, pues, pero Confésiones del
«corazón independiente». Rousseau inaugura,
En principio éste es también el movi- junto con la experiencia literaria, la creencia en
miento de la Confesión, incluso de la agusti- el corazón, la creencia de que el corazón —es
niana, pero es un movimiento ambiguo, y se decir, de todo aquello que en el hombre no es
diferencia de este último por su confianza conciencia y que a ella queda oculto— es la
excesiva en el lenguaje, por la creencia en el única realidad. El corazón reclama sus dere-
"yo" (aunque sea un "yo" producido), y sobre chos frente a las pretensiones de la conciencia,
todo por la renuncia a la vida que presupone. trata de expresar su verdad frente a las verdades
Tanto Rousseau como San Agustín, en la de los hechos de conciencia, y ello bajo el
medida en que escriben Confesiones, parten doble supuesto de que el corazón es «lo natu-
de una situación similar: la vida se ha hecho ral» y de que adenth tiene una historia. La his-
imposible. Se siente una insatisfacción, una toria del corazón como única realidad es la his-
ausencia, un déficit de realidad que al hom- toria de Las Confesiones, es la historia que
bre se le hace insoportable aun estando apa- pronto va a desarrollar la novela. La historia
rentemente en ella. Pero lo que diferencia la urdida por la "imaginación creadora" que se
confesión de Rousseau de la de San Agustín aparta de la vida para mejor captarla, que huye
es que se trata de la primera confesión del de la realidad para, a través de la escritura,
«hombre nuevo», del que nace con Descartes crear otra nueva, màs real que la realidad, m as
y ante el que responde aun siendo su implíci- vital que la vida misma. No es sólo por el
to doble. hecho de que Rousseau se hubiese desprendi-
do de sus propios hijos para mejor poder
Descartes realiza la confesión exacta- hablar de la infancia que Zambrano cifra el
mente inversa a la de San Agustín, por eso fracaso de una tamaria empresa. No se trata
puede llamarse método. Se empieza descon- únicamente de la incapacidad personal de
fiando de la realidad, dudando de ella, de que Rousseau para abrir hueco en su vida a las rea-
no sea màs que vana apariencia. Por el ejerci- lidades concretas sobre las que sin embrago
cio de la duda, Descartes huye de la realidad y escribe. Es en el pasaje de la narración de su
va en busca de sí mismo, de algo en lo que sí amor por Madame Houdetot donde se hace
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explícita la escisión de la que parte su empresa ras de las dotes naturales del creador, pero
de salvación. No es a la mujer real a la que sobre todo parte de una renuncia a la vida. Así,
ama, Rousseau ama en ella al amor, es el amor escribe Virginia Woolf en su diario: «Quiero
al amor, el amor embriagador e inventado del esforzarme en mirar de frente la certeza de que
que la mujer concreta es sólo eventual ocasión: no hay nada, nada para ninguno de nosotros.
<11 objeto de este estado amoroso no puede Trabajar, leer, escribir son sólo disfraces; asi-
haber llegado a mayor decadencia: no es obje- mismo, las relaciones con la gente. Sí, incluso
to, es simple excitante y el anhelo no se dirige tener hijos no serviría de nada.» Y mas adelan-
hacia él como su término, sino que, pasando a te: «Es un error que la literatura puede ser
su través, recae sobre sí mismo. Es dentro del tomada en vivo. Hay que salir de la vida...
rnismo Juan Jacobo, dentro de su turbulenta Reconozco que esto es exacto, que no tengo el
alma, donde se verifica el goce de tal amor; es don de realidad. Desencarno deliberadamente
él quien en los efectos fantasmagóricos, se hasta cierto punto, porque desconfio de la rea-
recrea sin pretender salir de tan hermético lidad... Pero para ir mas lejos." 6
recinto.»5.
Esta desconfianza inicial ante la reali-
Es esta recreación del corazón que se dad, este querer el vacío del que se parte, esta
cuenta su propia historia la que va a constituir soledad inaudita en la que se desconfia incluso
la «vida literaria», es este amor al amor antes del acto mismo de escribir, parecen ser las con-
que a la mujer amada, esta expresión de una diciones necesarias para que la revelación se dé,
realidad siempre por encima de la simple reali- para comenzar a "ver" de otra manera, para
dad que sólo como ocasión se ofrece. De que la otra "realidad", por la que sólo vale la
hecho, tanto Descartes como Rousseau han pena vivir, se ofrezca. A esta otra realidad la lla-
abandonado la vida, ambos huyen de la reali- maba V. Woolf «moments of being», momen-
dad para encontrarse. Es la doble cara de la tos de ser, iluminaciones instantaneas que no
moneda del desamparo, movida por «la nostal- brindaban continuidad. Pero ni siquiera se
gia de una vida en que la realidad no fuese la puede estar seguro de haberlos conseguido, es
contrapartida obstinada del deseo». La litera- fàcil engariarse, y Virginia Woolf perecera en
tura va a instaurarse como medio para alcan- este intento. Tal vez sólo Proust hizo posible
zar, a través del lenguaje, esa segunda realidad que estos "momentos" tuvieran la capacidad
que se opone visceralmente a la pobre idea que transformadora que la vida necesita, y ello por-
de ella da la conciencia y que la filosofia, con que fue capaz de introducir en la novela otro
extraria generosidad, procura. tiempo que el tiempo lineal de la historia que
se narra. Tal vez por ello la novela de Proust no
Es esta experiencia literaria la que aún sea ya novela sino confesión.
resuena como "leif motif" de la literatura
moderna. La búsqueda de una "realidad" mas
allà de la realidad que sólo por la literatura se 11.- La vida en crisis
ofrece. Hay quienes han pagado con su vida la
fidelidad a esta experiencia, pues se trata de Corresponde a M. Zambrano el estable-
una experiencia exigente que sólo la vocación cimiento de un nuevo modo de pensar los
mas pura conoce. La experiencia de alcanzar géneros literarios, sólo comparable, tal vez, al
esta segunda realidad exige, a menudo, que se quehacer de Benjamin. Si en éste la cuestión se
reriuncie al talento, a las facilidades traicione- centraba en torno a la comunicabilidad o inco-
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cos 8 . De ahí que el género que responde a lector a la novela es la esperanza de calentar
este abandono de la vida por parte de la filo- su vida helada al fuego de una muerte, de la
sofía no sea ya, como antario, la tragedia, que lee» rn . Pero "calentar" la vida no es trans-
sino la novela, demasiado enmarariada en esa formarla, y en el poder que genera su domi-
lógica dual como para ofrecer una verdadera nio sobre el sentido, la novela produce vanos
transformación. Si lo que distingue a los personajes en la vida real, seres que empren-
géneros literarios, adems de su necesidad, es den el imposible viaje en busca de un paraíso
la posición del sujeto respecto a la realidad y donde todo alcanzaría el prometido sentido,
la vida, el tiempo que instaurar o pretenden criaturas que por mas que se muevan han de
alcanzar, y la acción que ejecutan (no sólo seguir siendo los mismos, pues —como la
respecto a quien escribe sino sobre todo en novela— arrastran consigo una tragedia que
relación a quien lee), se diría que la novela — no quiere ser vivida, un suerio que no ha
contrariamente a la tragedia— se diferencia obtenido transformación (como diría Zam-
del resto de géneros, según la caracterización brano).
que dibuja Zambrano, por partir de un per-
sonaje que se da por nacido, que va en busca Falta tiempo. Cuando la vida està en cri-
de su total identidad instaurando con ello un sis lo que rn6 necesita es tiempo, lentitud para
tiempo cronológico que es el de su propia madurar la experiencia, tiempo para dejar nacer
historia, ejecutando una acción que sólo la verdad. La novela es a la confesión o la guía
s ucede en su conciencia. Y no es de desderiar lo que el cine a los primeros retratos fotogthfi-
que Zambrano coincida aquí, como en tantas cos que tan caririosamente analizase Benjamin:
otras ocasiones, con la posición que Benja- sucesión de planos que por su montaje impo-
min concede a la novela como género de cri- nen un sentido, precisamente el sentido, la ver-
sis que no està a la altura de la brecha que dad de la vida, que habría que extraer de su con-
enuncia. La novela, contrariamente a la templación si en lugar de historias continuas y
narración (especialmente a la de tradición discursos cerrados se nos ofreciese tiempo.
oral), se revela incapaz de transmitir la expe-
riencia, de enunciar —como la Guía— un
«saber de experiencia», un "consejo", una Vida, vivir, escritura.
"iluminación momenthnea" que permita al
lector sentir nacer la verdad en él, producir el Todos los géneros de creación por la
sentido que la historia encubre. La novela, palabra mantienen una relación con la vida,
por el contrario, «informa sobre la carencia todos parten de su necesidad. Pero si de entre
de consejo», sobre el desconcierto del Nom- todos los géneros literarios la Confesión es el
bre viviente. Sobrecargada de «sentido», por que de modo rris enérgico anuda vida y escri-
este mismo exceso, se revela como la pertinaz tura, es por el redoblamiento casi metódico al
contrapartida de la carencia de sentido de la que somete ese tercer elemento que es el vivir.
vida que se le supone al lector que con extra- Puede que la novela suerie con una vida trans-
na voracidad la consume: «Lo que atrae al formada, pero huye de la realidad para mejor
E1 contrapunto del sistema seth en la modernidad la queja estilizada y compleja de S. Kierkegaard, del que dice precisamente Zam-
brano que no escribió sino confesiones. En un texto de juventud, Johannes Climacus o de omnibus dubitandum est, (hay traducción
francesa en Ed. LOrante, Oeuvres Complètes, Paris, v. II) narra Kierkegaard el proceso espiritual de un joven que emprende el cami-
no de la filosofía para acceder a la salvación que ésta promete. La de Climacus es la historia de un fracaso, porque la filosofía sólo
reserva su verdad a quien esté dispuesto a renunciar a la vida, a la temporalidad, al «inter-esse». Podría leerse la obra de Kierkegaard
como la respuesta de Climacus ante este fracaso, como el intento de concebir una «Segunda Filosofía» capaz de penetrar la realidad.
9 W BENJAMIN, El narrador, en Iluminaciones IV Para una crítica de la violencia, Taurus, pp. 111-134
i ° W. BENJAMIN, op. Cit., p.127
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captarla, abandona el tiempo para instaurar un sión el sujeto, si huye, es ante todo de sí mis-
tiempo imaginario en el que el sentido final- mo y acepta, por el contrario, la realidad. Can-
mente se revelarà. Puede que la filosofía no sado de ser hombre, fatigado de ser quien se es,
busque sino otro género de vida, pero es basta asumir una culpa —el robo de unas peras
renunciando al tiempo y a la realidad, es some- bastaría— para renunciar a ver, para renunciar
tiéndola a su idealidad como quisiera reencon- a saber, para simplemente, con una humildad
trarla. Ya era esta la denuncia que Kierkegaard atroz, darse a ver. La humildad, casi hiriente,
dirigía a la filosofía de su tiempo, la de crear con que nos convoca San Agustín en sus Con-
hombres capaces de construir hermosas estruc- fesiones, es la condición necesaria, previa, para
turar conceptuales pero abocados a dirigir sus ofrecer el tiempo de transformación que la
vidas bajo cómodas categorías, pensamientos vida necesita. Ni que decir tiene que ningún
que no perturbaban la vida de sus pensadores autor de confesiones puede sentirse "autor",
porque eran incapaces de producir una trans- mucho menos de una obra. La confesión es
formación". Cada género literario nos infor- una acción, acción que se ejecuta por desespe-
ma acerca de la posición de la vida que ración, asunción de una culpa —aunque fuera
emprende la escritura, y la Confesión nos la de haber nacido— y extrema humildad.
habla de una vida que ha llegado a su m àxima Puede que el sujeto hable de sí, de su vivir, y
dispersión y que, en lugar de ir a descubrir una sin embargo no habla jams del "yo", ni siquie-
verdad que la someta, decide rememorar su ra del yo diferido en las terceras personas de la
vivir, descubrirse a sí mismo para encontrarse, novela, ni siquiera del yo reseriado y sometido
deshacer las entrarias de la vida vivida y de la a la vana estructura que el diario íntimo pro-
no vivida, para que la verdad que surja de su cura. El diario malograría el movimiento de la
ejercicio sea de veras una «verdad»: el abrirse confesión 13 , el olvido necesario para poner en
paso de la vida12. marcha la rememoración de las culpas, el
"tiempo puro" en el que debe recogerse el vivir
No es la verdad del «corazón indepen- disperso que le precedió. La confesión "repite"
diente» la que grita el modelo de confesión el vivir, pero repite lo que no es reservable por
agustiniana en el que Zambrano piensa, sino la el diario, rescata por la memoria aquello que
verdad capaz de transformar el corazón. Si la està en vías de transformación.
confesión se opone en cierto modo a la tragedia
y a la novela es porque no se trata de un género La acción de ofrecerse, de «des-nacer» en
literario sino de un «método», método de cierto modo, de descubrirse y darse a ver, es la
transformación de la vida por la rememoración que lleva la confesión a la evidencia, a la coin-
del vivir. La posición del sujeto es, en la confe- cidencia entre la vida y la verdad. Cuando el
sión, la opuesta a la huida de la realidad que movimiento ha sido ejecutado, como es el caso
Descartes inaugura y que Rousseau prosigue de San Agustín, entonces no hay ya distinción
con su novelización de la vida abriendo el entre la escritura y la vida, entre pensamiento
escarpado camino de la literatura. En la confe- y realidad. Se ha alcanzado un punto de iden-
" S.KIERKEGAARD, Post-scriptum definitivo y no cientzfico a las Migajas Filosóficas, Op. Cit., v. 11
12 Sobre la relación entre verdad, tiempo y realidad, el artículo de M. ZAMBRANO, El tiempo y la verdad (Suplementos Anthro-
pos/2), donde escribe: «Como si descubrir las cosas denunciåndolas sólo por el pensamiento careciera, en las situaciones en que se
està bajo ellas, de realidad. Y tuviese realidad sólo cuando el tiempo, él, lo descubre. Como si el tiempo diera realidad a la verdad
de las cosas, como hace con todo. Transformando así dioses, seres, cosas, en acontecimientos. Como si la verdad para ser comple-
ta necesitara de aparecer como algo que sucede, cosa de la vida.», p.110
13 Sobre el diario íntimo afirma Blanchot: «Hay en el diario, como la feliz compensación, una por otra, una doble nulidad. El que
no hace nada con su vida escribe que no hace nada, y he aquí, sin embargo, algo realizado (...) Finalmente, pues, ni se ha vivido,
ni se ha escrito, doble fracaso a partir del cual recupera el diario su tensión y gravedad.», op. Cit., p.209-210
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tidad que no es la identidad del concepto que no salva solo al individuo que la emprende. Si
La filosofía procura, un tiempo que no es la lo propio de la confesión es ser ejecutiva
intemporalidad de los conceptos ni el tiempo —escritura y acción— es por ofrecer al lector
imaginario del arte; un tiempo de transforma- el tiempo que requiere madurar la experiencia,
ción de la vida por la escritura que trae consi- por eludir toda fórmula capaz de condensar el
go una pobre, pero operante, verdad: «En su sentido y violentar con una verdad, por operar
(Confesión se ha transformado recobrandose, en el lector que atiende una modificación. Si la
ahora es. Y su ser se levanta sobre un punto de Guía, como Zambrano recuerda 16, es para los
identidad. Tal es y sigue siendo , el problema. perplejos, para los hombres indecisos ante un
(...) No es un punto de identidad sino un cen- nudo de alternativas, puede que la confesión
tro que confiere la unidad de otra manera»." no se dirija sino a los «hombres subterraneos»,
a los que han corrido la suerte de encarnar esta
Zambrano pudo, desde ahí, medir las escisión entre la vida y la verdad, a los suicidas
confesiones truncadas que dejó tras de sí nues- que, a diferencia de Virginia Woolf, pereceran
tra historia de verdades altaneras y ajenas a la sin dejar obrar, sin mas vocación que les justi-
vida, pudo medir y hasta amar, por lo que de fique que la condena de haber fracasado una y
significativo tenían, todas aquellas confesiones otra vez en «el mero oficio de ser hombres».
que partían de una desconfianza inicial ante la
realidad. Las confesiones precipitadas de la Y puede también que M. Zambrano no
,.
`poesía pura" que sólo alcanzaban el "tiempo haya escrito sino confesiones, la confesión que
otro" en el éxtasis de un instante arrebatador, y clamaba nuestra cruenta historia, y que no se
ello a cambio de agotar el propio tiempo de dirige a filósofos e intelectuales —a quienes sus
vida. Pero también, la confesión malograda de verdades «pobres en contenido intelectual» pero
un Proust, a quien reprochaba Benjamin el operantes, como lo son todas las evidencias fru-
salvarse sólo15. to de la confesión, no excitarían— sino a aque-
llos emperiados en ser hombres sin mas. Por
Puede que la confesión —tal y como entre su escritura comparecen algunos persona-
Zambrano la entiende— realice, por la escri- jes imposibles, seres bienaventurados que no
tura pero en la vida, la melodía duradera «que escriben porque encarnan la identidad de la vida
Lo salve todo, que lo haga todo necesario, en la y la verdad. Seres que estan ahí como una dadi-
que todo lo divergente aspire al final a uni- ya, presentimiento de un anhelo que toda alma
dad», como bien hubiese querido Kassner. escindida necesita y que el género literario que
Pero la confesión en la que Zambrano piensa es la confesión ejecuta: el «entrar en realidad».
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