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ESCUELA DE GRADUADOS
PRESENTADA POR
LIMA-PERÚ
2005
A mi madre, Carmen Plasencia Malpica, quien
fue la primera persona que me contó la historia
del Brujo.
“Él solo hizo la tarea de muchos hombres. Fue como la proa
de una nave que caminara aunque fuese mutilada. Los
harapos de sus soldados brillaban como una bandera al sol.
Parecía este puñado de hombres llevar la patria en brazos. Y
hubo momentos en que pudo decirse que en el Perú no relucía
oro de más quilates que la espada de Cáceres”.
Jorge Basadre
CONCLUSIONES 253
CRONOLOGÍA 261
BIBLIOGRAFÍA 422
ARCHIVOS 434
1
INTRODUCCIÓN
Con relación a las fuentes, la tesis pone en segundo plano los trabajos
monográficos sobre la materia, tanto antiguos como contemporáneos, así como
las conocidas Memorias de Cáceres, publicadas en 1924, un año después de la
muerte del caudillo ayacuchano. En esta línea, busca nutrirse, de preferencia, de
fuentes primarias del siglo XIX, particularmente de los años 1882 y 1883, tanto
peruanas como chilenas.
En un plano social, Cáceres está ubicado casi al centro del espectro de clases
y de grupos regionales y profesionales. Cáceres fue un serrano blanco de origen
terrateniente. Nació en Ayacucho, una ciudad señorial cuyos pergaminos de
fundación se remontan al tiempo de la Conquista. Para los años iniciales de la
guerra, como ocurría en el caso de las otras ciudades de la Sierra, Ayacucho
languidecía y se encogía económicamente frente a sus pares costeñas, vinculadas
por mar con Europa, mejor sintonizadas con los cambios de la época y más
beneficiadas con el pasajero auge del guano.
entre las breñas, Cáceres pudo establecer una relación directa con los guerrilleros,
que tan espectaculares resultados tuvo en los planos táctico y estratégico, como
probablemente no se ha visto en ningún otro momento de la historia peruana.
Fue como un abrazo fugaz, aunque muy significativo, entre el Estado peruano —
encarnado en Cáceres y en el Ejército del Centro— y el viejo trasfondo rural del
país. Además de su posición social, su situación de militar profesional de
prestigio le permitió tomar contacto, desde antes de la Guerra del Pacífico, con la
crema de las clases dirigentes del Perú costeño.
1
Veáse la carta que Cáceres dirigió al presidente Manuel Pardo desde Chanchamayo, cuando estaba a cargo
del batallón Zepita, fechada el 26 de octubre de 1874, donde habla de “sus conocimientos en la profesión, la
abnegación con que sirve y [de] sus buenas costumbres” (AGN, Colección de cartas del presidente Manuel
Pardo, D 2-9-578).
2
Carta personal de Andrés A. Cáceres a Isaac Recavarren (Quipán, 23 de marzo de 1883). Véase el apéndice
documental.
7
los que no ven más allá de lo que tienen a la vista y siempre al través de sus
pasiones y odiosidad que me tienen”. 3
3
Carta personal de Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Tarma, 15 de noviembre de 1882). Véase el
apéndice documental.
8
No hay que dejar pasar tampoco los rasgos de humanidad, en uno u otro
bando, que aparecen en las circunstancias más extremas. El coronel Estanislao
del Canto Artigas, militar de extrema dureza formado en las guerras de
Araucanía, y cabeza de la tristemente célebre ocupación chilena del Centro entre
febrero y julio de 1882, aparece en un testimonio peruano salvando del
fusilamiento y proporcionando atención médica al entonces joven teniente José
Gabino Esponda, uno de los oficiales de Cáceres que organizaron la desesperada
resistencia en las riberas del Mantaro en abril del citado año (Esponda 1936: 22-
25). Recordemos también que los únicos (y elogiosos) testimonios fiables sobre la
muerte de Leoncio Prado, no son de origen peruano sino chileno (Basadre 1983
t. VI: 340). Sin duda, hubo más de un protagonista chileno de la época que tuvo
una actuación cruel e indefendible y que fue cuestionada por sus propios
paisanos. Por ejemplo, en torno a las injustificadas ejecuciones de prisioneros
peruanos realizadas después de la batalla de Huamachuco, y criticando sobre
todo al jefe de las fuerzas chilenas, coronel Alejandro Gorostiaga, Gonzalo
9
Bulnes ha dicho lo siguiente: “...habría sido más digno que el vencedor hubiese
realzado su gloria con la piedad, y que considerase a los hijos del Perú que
morían por él, acreedores al respeto que inspira el noble anhelo de expulsar al
invasor” (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 258).
Sin perjuicio del uso legítimo que pueda hacerse de fuentes como las
anteriores, los testimonios extranjeros que buscaremos son otros, y deben
cumplir, como dijimos antes, con el doble requisito de una razonable distancia
emotiva frente a los sucesos que describen e interpretan y, adicionalmente (lo
que es más raro de encontrar), el de haber sido escritas sin el propósito de ser
convertidas posteriormente en fuentes que hubiesen podido estar a un fácil
alcance de las colectividades, grupos o individuos que fueron objeto de su
atención.
El caso más perfecto de una fuente de este tipo es el del Informe sobre las
actividades del teniente [Reginald] Carey Brenton, mientras estuvo de observador en el Cuartel
General del Ejército Peruano a cargo de la defensa de Lima contra los chilenos. Se trata del
informe confidencial que este oficial británico elevó a su comando, firmado en el
Callao, el 19 de enero de 1881, cuatro días después de la batalla de Miraflores
(Wu Brading 1986: 90-123). Aunque está escrito con tono narrativo, y hasta con
cierta elegancia, es esencialmente un informe técnico que tenía como objetivo
específico registrar datos que pudieran ser útiles o interesantes en un plano de
estado. Este tono técnico explica hasta cierto punto la escasez de referencias
intelectuales o ideológicas de moda. También es notable la ausencia (hasta el
punto en que estas variables podían ser controladas conscientemente) de
actitudes o reacciones que hubiesen reflejado rasgos típicos de la mentalidad de la
10
4
Diario Oficial. Lima, viernes 9 de febrero de 1883, p. 2. Como se verá en el texto de la tesis, es probable que
estas palabras hayan provenido de la pluma de Luis Milón Duarte.
5
Oficio del general Andrés A. Cáceres al coronel Isaac Recavarren (Canta, 1 de marzo de 1883). Véase el
apéndice documental.
13
del soldado romano de la Antigüedad que se arroja sobre su espada para evitar
los refinamientos de crueldad de su vencedor (Moreno de Cáceres 1976: 48).
Se trata de una época en la que coexisten loas al “progreso” junto con una
convicción, explicitada o no, de justificación del derecho del más fuerte, vale
decir, de una especie de socialdarwinismo. La derrota de Francia a manos de la
Prusia de Bismarck, resaltada en medio de una glorificación de la fuerza militar,
era una referencia constante cuando se hablaba de la Guerra del Pacífico y de
otros conflictos sudamericanos. Se trataba de una visión del mundo,
evidentemente originada en Europa, que impregnó un tanto más a la mentalidad
chilena, pero que no dejó de tener repercusiones en el Perú. Llama la atención,
por ejemplo, la abundancia de artículos en la prensa de la época sobre duelos y
ejecuciones, que sin duda expresan otra actitud ante la violencia y la preeminencia
de la fuerza física. De otro lado, eran bastante comunes las noticias en la prensa
sobre el dominio militar ejercido por los pueblos europeos sobre naciones pobres
o poco desarrolladas. En 1882, por ejemplo, el foco de atención internacional de
la prensa chilena de Lima era el tema de la Guerra de Egipto que involucraba a
Inglaterra, entonces la gran potencia militar del planeta.
Alemania fue sin duda claramente influenciada por las aspiraciones, explícitas o
implícitas, de un gran grupo humano (Febvre 1992). De otro lado, como ha
ocurrido en varios casos históricos, ciertos personajes parecen haber “formulado
con palabras el anhelo de su época” (Carr 1972: 72). Probablemente Lutero
cumplió este papel de modo verdaderamente paradigmático.
cadena causal que originó estos gigantescos escenarios, nos encontraremos, casi
invariablemente, por lo menos en parte, con decisiones tomadas en los gabinetes
políticos de los dos más conocidos dictadores europeos del siglo XX. De otro
lado, además de apoyarse en ellas y de utilizarlas, ¿puede el individuo llegar a
tener algún control creativo sobre las fuerzas sociales y económicas? El
historiador británico Carr parecería haber contestado afirmativamente a esta
pregunta cuando dijo que “tal vez deba reconocerse el más alto grado de
capacidad creadora a los grandes hombres que [...] contribuyeron a moldear las
fuerzas que les hicieron grandes, y no aquéllos que cabalgaron hacia la grandeza
montados en fuerzas ya existentes...” (Carr 1972: 72)
En tercer lugar, hace posible precisar con exactitud cuáles fueron las
decisiones conscientes tomadas por el protagonista en distintos momentos, tanto
en el ámbito militar como en el político. Ello permite aquilatar, a la luz de lo que
realmente ocurrió, tanto sus errores como sus aciertos así como su capacidad de
previsión política.
Sin llegar a ser una cronología razonada, ella hace posible apreciar la
simultaneidad en el tiempo de fenómenos que, por haber sido estudiados
separadamente, no suelen aparecer asociados. También es muy importante
observar que muchos de los datos cronológicos han sido tomados de fuentes
chilenas y de periódicos de la época.
22
Entre abril y julio de ese año tuvo lugar la primera incursión chilena
hacia la Sierra Central, encabezada por el comandante Ambrosio Letelier,
quien se caracterizó por su corrupción, por la abusiva e indiscriminada
imposición de cupos a nacionales y extranjeros, y por la brutalidad ejercida,
especialmente, contra las poblaciones campesinas de Huánuco y de Junín.
Esto fue, no cabe duda, un aviso para los habitantes de esa parte del país, que
comenzaron a sentir una amenaza hasta ese momento desconocida.
“Hace tres meses escasos que llegasteis a esta noble capital de gloriosos
recuerdos históricos…Hoy la salud y la honra del Perú nos llaman al
departamento de Junín, allí donde los pueblos han levantado la sagrada
enseña de la nación contra el invasor…Vuestra misión no puede ser
más noble y generosa… la victoria no podrá negaros sus favores…”
Tarapacá a Chile, que Iglesias y sus partidarios aceptaban como precio para
obtener la paz.
Cuando todavía estaba fresca la tinta del tratado de paz, y liberado del
problema militar que representaba Cáceres en el Centro, el presidente Santa
María procedió a dar el siguiente paso dentro de su gran esquema geopolítico:
la destrucción del gobierno de Arequipa encabezado por Montero, el
aislamiento de Bolivia del mar, la liquidación de la unión peruano-boliviana y
el descarte definitivo de toda posibilidad de un arreglo de paz que hubiese
podido ser realizado a través de la Alianza. Luego de un confuso
levantamiento popular arequipeño, que obstaculizó todo intento de contener a
la expedición chilena, Montero abandonó la ciudad asediada y, de paso por
28
considerando su poco margen de maniobra con la pérdida del dominio del mar),
definitivamente no debió ser solo el terreno llano de las grandes batallas campales
(decisión inevitable en algunos casos), o los interminables reductos y trincheras a
la europea como las que se hicieron en San Juan y en Miraflores, que condenaban
a una guerra estática donde se imponían la cantidad de combatientes y la calidad
del material. Ahora sabemos que el Perú debió también prepararse
conscientemente para un escenario bélico en el interior, en la misma línea de
pensamiento que tuvo el virrey La Serna cuando, a la llegada del Libertador José
de San Martín, estableció su poder militar en la Sierra, adaptándose de esta
manera a la geografía y al material humano del país. Así como Basadre imagina
razonablemente a un Grau con mejores medios navales, ¿cómo habría sido el
curso del conflicto si Cáceres hubiera dispuesto de una tercera línea de defensa
en la Sierra, luego de San Juan y Miraflores? ¿Cómo habría sido la Campaña de
La Breña disponiéndose siquiera de una tercera o cuarta parte de las fuerzas y del
armamento que terminaron dispersos luego de la campaña de Lima?
Parece ser que los peruanos de esa generación, entre los que se contaba a
Cáceres, no fueron del todo conscientes de esa fuerte europeización que
dominaba la mentalidad de la época, que había conducido, entre otras cosas, a
borrar a la Sierra peruana de la “civilización” en el plano estratégico-militar. La
Sierra había tenido una gran importancia en tiempos del Virreinato. Uno de los
desarrollos políticos más perniciosos desde la Independencia fue el
empobrecimiento de la Sierra y su separación de la Costa, sobre todo en el plano
de las mentalidades. Esta situación se reflejó en un limitado conocimiento
33
2
Notable excepción a esta norma fueron los Estudios sobre la provincia de Jauja, publicados por Manuel
Pardo y Lavalle en 1862 (Tauro 2001 t. 12: 1954). Cabe también comentar que una de las actitudes
dominantes del mundo peruano posterior a la guerra fue la búsqueda de un mejor conocimiento geográfico del
Perú. Ello fue una lección de la derrota frente a Chile, pero también efecto de la presión que generaron
entonces las diversas amenazas que tuvo el país en todas sus fronteras. No obstante estos esfuerzos, todavía
se tuvo que esperar hasta el año 1922 para tener un diccionario geográfico que fuera razonablemente
abarcador y preciso. Tampoco fue casual, por cierto, que éste haya sido elaborado por un destacado marino
(Stiglich 1922).
3
Cáceres habló en su Nota al Honorable Cabildo de Ayacucho del 29 de noviembre de 1883, de los
“empleados civiles y militares sin talento y sin carácter encumbrados por su propia miseria a la sombra de
revoluciones injustificables que han desmoralizado la República” (destacado nuestro). Véase el apéndice
documental. En otro texto, de atribución imprecisa, habría hablado de “nuestros aciagos directores” (véase en
el apéndice documental la Proclama al pueblo de Lima originada aparentemente en la secretaría del General
Andrés A. Cáceres, Jefe Superior, Político y Militar de los departamentos del Centro (¿principios de marzo de
1883?).
34
4 Queda, por cierto, pendiente la búsqueda en los textos de Cáceres posteriores, donde es probable que pueda
encontrarse este tipo de críticas. No obstante, el ambiente de guerra política entre cacerismo y pierolismo que
dominó el mundo político peruano, incluso desde los días de la guerra civil de 1884-1885, restaría, sin duda,
mucho valor a este tipo de testimonios en cuanto a su objetividad. El observador militar británico que vio las
batallas de San Juan y Miraflores desde el lado de las fuerzas peruanas, teniente Reginald Carey Brenton, tuvo
comentarios elogiosos sobre la ubicación y solidez de las posiciones peruanas, pero no dejó de señalar el
problema que representaba su excesiva extensión: “Los peruanos escogieron bien su línea exterior de
defensa. Se extendía desde Chorrillos, al extremo derecho de la posición, bordeando las crestas de varias
pequeñas colinas de arena que por sí mismas formaban una cadena de fuertes completamente naturales hasta
llegar a la cercanía de San Juan, de donde se desviaba hacia las montañas del este [...] Así pues se impedía el
acceso a Lima por el centro de las posiciones peruanas, y se extendía a la izquierda hasta La Molina y La
Rinconada, situadas en la carretera de Manchay, que es muy buena y accesible, tanto para artillería como para
caballería. Esta posición era básicamente sólida, pero hubiera sido extremadamente difícil concentrar
rápidamente tropas de apoyo en cualquier punto específico, ya que se extendía por unas ocho millas y los
caminos detrás eran muy malos” (Wu Brading 1986: 100).
35
5
Florencia Mallon citó y valoró esta importante referencia en su trabajo de 1995 (p. 409).
36
esperanzador, en primer lugar, a la guerra que los cristianos hicieron contra los
musulmanes que comenzó en las montañas ibéricas. 6 En segundo lugar, hablaba
específicamente de la acción de las guerrillas españolas, de extracción popular, que
hostigaron espontánea e incansablemente a los ejércitos napoleónicos hasta
niveles de tortura (como quedó tan fielmente retratado, dicho sea de paso, en
algunas obras de Francisco de Goya y en la literatura española). Es bien sabido
que, invirtiendo el argumento de Duarte, esta resistencia popular fue un apoyo
clave tanto para las tropas españolas organizadas en términos convencionales,
como para los auxiliares extranjeros que ayudaban. 7 En tercer lugar, Cáceres
habló del caso mexicano, vale decir, de la victoriosa resistencia de Benito Juárez
contra los invasores franceses, donde también se combinaron en forma muy clara
esfuerzos del ejército regular y del pueblo en general. En los tres ejemplos, la
palabra pueblo entrañó la participación de hombres, mujeres (y en algunos casos
de niños), con un componente mayoritario de los sectores más pobres de la
sociedad. En los tres casos, se trató también de una resistencia patria. Con
relación a México, debe tenerse presente que, entre 1862 y 1863, Cáceres había
trabajado en Francia como ayudante de la legación peruana en París. En 1863, las
tropas francesas ocuparon la Ciudad de México. Es previsible que Cáceres haya
tomado algún contacto informativo con los detalles de este conflicto
internacional, quizá hasta su mismo desenlace posterior, probablemente por vía
de la prensa de la época (Tauro 1981-1982: 53-55). 8
En esta primera cita, como en gran parte de las que se refieren a las
guerrillas desde el punto de vista chileno, la nota dominante es una clara
antipatía, precariamente envuelta en una actitud despectiva y de superioridad. En
marzo de 1883, el coronel Marco Aurelio Arriagada describió así las fuerzas de
Cáceres que habían realizado durante ese mismo mes una expedición sobre
Chancay:
9
Diario Oficial. Lima, lunes 24 de julio de 1882, p. 3.
10
Diario Oficial. Lima, sábado 15 de julio de 1882
40
11
Diario Oficial. Lima, martes 25 de julio de 1882, p. 3.
41
“Hay constancia de que no han sido los indios los que por sí
solos han levantado el grito de rebelión, sino que han obedecido
a inspiraciones de ciertos sacerdotes y de oficiales que dicen
pertenecer al ejército del general Cáceres. La prueba de ello es
que el cura de Huaripampa cayó, lanza en mano, animando a sus
combatientes y exhortándolos a no rendirse jamás. Confirma
también lo que decimos, el hecho de haberse capturado al
coronel Samaniego y a varios oficiales, los que fueron pasados
por las armas con todas las solemnidades de estilo en la plaza de
Huancayo”. 12
De cualquier forma, cabe destacar que inclusive en la célebre carta que los
guerrilleros de Acobamba dirigieron el 16 de abril de 1882 al terrateniente
12
La Situación, Lima, 10 de mayo de 1882, p. 2.
42
Es muy claro que el “vocerío aturdidor” que era escuchado cuando los
guerrilleros asomaban entre los cerros, así como su fama de crueldad en el
“martirio de los prisioneros o heridos” (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 165),
llegaron muchas veces a atemorizar a los chilenos y a fomentar la deserción,
sobre todo entre los soldados rasos. Es de imaginar el justificado terror que debe
haberse apoderado de muchos de ellos al momento de recibir órdenes de
internarse en la Sierra. Este tenso espíritu estuvo presente en el ejército chileno
entre julio de 1882 y comienzos del año siguiente. El desordenado regreso a Lima
de la expedición chilena a Zapán, a comienzos de marzo de 1883, fue claro
reflejo de esta parcial desmoralización. 13 El fantasma de los guerrilleros estaba
todavía presente en las instrucciones que Patricio Lynch dirigió al coronel Juan
León García el 5 de abril de 1883, quien marchaba en dirección a Canta al frente
de una división expedicionaria cuando se iniciaba la masiva ofensiva chilena
contra Cáceres:
13“...lo cierto es que se retiraron todos de Zapán hasta Lima, donde entraron en desorden, según informe de la
Delegación”. Carta personal de Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Canta, 12 de marzo de 1883). Véase el
apéndice documental.
43
2.1.2 La Sierra Central del Perú, bastión del país entre 1882 y 1883
¿Fue Cáceres más exitoso en el Centro que en el Norte del país por
razones de mejor adaptación al medio cultural y lingüístico? Hay testimonios que
señalan que Cáceres se sentía más integrado y acogido en su tierra, Ayacucho, así
como en el resto de la región central. Los chilenos sintieron vivamente que
Cáceres era más peligroso para ellos operando desde el Centro. Usando
expresiones que revelan una evidente irritación, Bulnes señala que la zona central
del país era el “nidal, el surtidero” de Cáceres “el punto en que recolectaba la
carne de cañón de su ejército: la sección de Jauja, Huancayo, Ayacucho...”
(Bulnes 1955 [1911-1919]: v. III: 300) ¿Intervinieron aquí solamente la fuerza y la
seguridad que a veces dan los lazos familiares o de amistad? ¿O es que, además,
Cáceres conocía mejor la cultura indígena del Centro que la del Norte? Si ello
fuera cierto, ¿tuvo que ver su desplazamiento al Norte del país con su derrota
militar de julio de 1883 en el sentido de haberse colocado —en gran parte contra
su voluntad— en una posición de debilidad?
Lo primero que hay que decir es que, en ese crucial día 20 de mayo de
1883, cuando una junta de guerra peruana decidía apuradamente en Tarma las
14
Por ejemplo, en una carta personal fechada en Izcuchaca el 26 de junio de 1882, un peruano no identificado
perteneciente a las fuerzas de Cáceres, conmovido con el entusiasmo de los guerrilleros, decía: “En el ejército
no hay novedad; mucho entusiasmo con la presencia de los montoneros...” La Bolsa. Arequipa, lunes, 31 de
julio de 1882, p.2.
15
En claro tono de desconcierto, y hasta de rabia reprimida, el diario chileno La Situación, que se editaba en
la Lima ocupada hacia mayo de 1882, llamaba a Cáceres “el más rebelde y testarudo de los montoneros de
casaca y espada” en el contexto del “levantamiento de las indiadas en los pueblos vecinos a los que ocupan
nuestras guarniciones del interior”. La Situación. Lima, mayo de 1882. La referencia sobre Cáceres se
encuentra en la edición del 25 de mayo (p. 2) y la de las “indiadas” en la del 9 de ese mes (p.2).
16
Diario Oficial. Lima, lunes 31 de julio de 1882, p. 2.
44
acciones a tomar ante el avance masivo de los chilenos en una “estrecha red de
hierro”, 17 Cáceres parece haber preferido enfrentar al enemigo en el escenario
familiar de la Sierra Central. Así lo manifestó en una carta personal de agosto de
1883:
También se sabe —esta vez por fuente peruana— que al día siguiente de la
batalla de Huamachuco, Gorostiaga impuso al pueblo de Santiago de Chuco,
bajo amenaza de incendio, un cupo de diez mil soles plata por haber enviado
trescientos hombres al ejército de Cáceres (Rodríguez y De los Heros 1886: 50).
En conjunto, acerca del escenario del Norte, el historiador chileno Gonzalo
Bulnes ha llegado a decir:
17
Proclama del general Andrés A. Cáceres a los pueblos y fuerzas de su dependencia (Ayacucho, 12 de
agosto de 1883). Véase el apéndice documental.
18
Carta personal de Andrés A. Cáceres a un destinatario desconocido en Arequipa (Ayacucho, 15 de agosto
de 1883). Véase el apéndice documental.
45
19
“Suyuyaco. Aldea. Provincia de Dos de Mayo, Distrito de Aguamiro. A 12 leguas de Huánuco” (Stiglich
1922: 1017).
20
Oficio del general Andrés A. Cáceres al coronel Isaac Recavarren (Tarma, 5 de mayo de 1883). Veáse el
apéndice documental.
46
21
Fragmento de una comunicación del general Andrés. A Cáceres al coronel Elías Mujica (Tarma, 8 de mayo
de 1883). Véase el apéndice documental.
22
Carta personal de Andrés A. Cáceres a un destinatario desconocido en Arequipa (Ayacucho, 15 de agosto
de 1883). Véase el apéndice documental.
47
“¡Vieja raza noble, que tan bien sabía comprender la grandeza del deber y
del honor! Siempre estuvieron listos a luchar valientemente contra el opresor,
sin más defensa que sus primitivas armas. Los departamentos del Centro
del Perú son dignos de toda admiración. Ellos soportaron, con la más
grande abnegación y coraje, todo el formidable peso de esa epopeya de La
Breña, que a fuerza de heroísmo y sacrificio dejó muy limpio y alto el
pendón del Perú. Como peruana y testigo de sus grandes hechos quiero dejar
una palabra de cariñosa gratitud a esos queridos indios de las sierras
andinas del Centro”
23
Antonia Moreno de Cáceres, Recuerdos de la Campaña de La Breña. Lima, 1976, p. 81.
48
24
Esta expresión aparece tanto en el fragmento de una comunicación de Cáceres al coronel Elías Mujica
(Tarma, 8 de mayo de 1883), como en una carta personal a Isaac Recavarren (Tarma, 18 de mayo de 1883).
Véanse ambos documentos en el apéndice documental.
49
25
Proclama del general Andrés A. Cáceres a los pueblos y fuerzas de su dependencia (Ayacucho, 12 de
agosto de 1883). Véase el apéndice documental.
50
Cáceres mostró una clara sensibilidad frente al tema del indio, que
coexistió siempre con su convicción sobre la necesidad del orden social como
requisito indispensable para el desarrollo. Ambos temas nunca estuvieron
desconectados en su pensamiento. No obstante, la anteposición de los criterios
de orden a las consideraciones de mejora social será un rasgo que caracterizará
siempre, incluso en años posteriores, al pensamiento y a la acción del futuro
Cáceres presidente y estadista
26
Nota del general Andrés A. Cáceres al señor alcalde del Honorable Concejo Provincial de Tayacaja
(Ayacucho, 3 de diciembre de 1883). Véase el apéndice documental.
27
Ibid.
28
El Perú Ilustrado. Nro. 156, Lima, sábado 3 de mayo de 1890.
51
Con relación a este último momento, Klaiber añade que un “motivo clave
del movimiento fue el narcisismo cultural de Lima y el abandono de las
provincias”. Hay que decir con toda claridad que este narcisismo cultural del que
habla Klaiber fue un fenómeno observable desde los años anteriores a la Guerra
del Pacífico. Estuvo, además, acompañado de una suerte de europeización que
negó a la Sierra el rango de región “civilizada”. Corolario casi lógico de esta
actitud fue un acendrado racismo en vastos sectores de la sociedad letrada de la
época, que afloró de manera especial durante la guerra, sobre todo en las
argumentaciones que intentaban una explicación de la derrota frente a Chile y de
la debilidad del país. Esta actitud iba enfilada no sólo contra el indio, sino contra
la misma realidad del mestizaje. En mayo de 1883, José Antonio de Lavalle, sin
duda uno de los peruanos más cultos de su época, expresó los siguientes
comentarios en una carta a Miguel Iglesias que brilla por su franqueza:
52
29
Aparte del pequeño indigenismo que hemos identificado, el indigenismo de tiempos del Segundo
Militarismo (1884-1895) tuvo como su principal representante a Clorinda Matto de Turner (1854-1909),
iniciadora de la evolución de la novela peruana que incorpora en la literatura los conflictos propios del
hombre del país (Romero de Valle 1966: 200). Matto de Turner, fervorosa cacerista, fue hostilizada,
perseguida y finalmente exiliada por las triunfantes fuerzas revolucionarias coalicionistas dirigidas por
Nicolás de Piérola, en 1895 (Tauro 2001, t. 10: 1625).
53
30
La Bolsa. Arequipa, lunes 7 de agosto de 1882, p.1.
31
Comentando la represión del levantamiento de los pueblos aliados del Mantaro de abril de 1882, el diario
chileno La Situación, publicado en la Lima ocupada, señaló lo siguiente: “Las últimas acometidas que los
carabineros han llevado a cabo han dejado las serranías y los llanos sembrados de cadáveres. Las ascensiones
difíciles, las galgas y la maña de los indios, no han servido de obstáculo a los soldados del orden y de la
tranquilidad para llevar a cabo su pacificadora tarea” (La Situación, Lima, 9 de mayo de 1882, p. 2).
54
trágica muerte del obispo de Ayacucho Juan José Polo en una reyerta que tuvo
lugar por ese tiempo en Huanta. La nota decía en su parte central que “...ni la
Iglesia, siempre respetada, está a cubierto de los ataques del furor de los
indios...”. 32 La lógica de este tipo de acciones propagandísticas de los invasores
era simple: los desbordes no sólo eran peligrosos para los chilenos, sino también,
en forma principal, para los propios peruanos, que debían apurarse en firmar una
paz con cesión territorial y evitar así un holocausto social. Supuestamente, los
guerrilleros indios “merodeaban” tolerados y atizados por las autoridades
políticas y militares peruanas: “merodear como hasta ahora lo hacen Cáceres y
Montero es un crimen de que el Perú, más que nosotros, debería pedirles
estrecha cuenta...”. 33
32
Diario Oficial. Lima, 25 de noviembre de 1882, p. 3.
33
Diario Oficial. Lima, lunes 31 de julio de 1882, p. 2.
34
Proclama al pueblo de Lima originada aparentemente en la secretaría del general Andrés A. Cáceres, Jefe
Superior, Político y Militar de los departamentos del Centro (¿principios de marzo de 1883?). Véase el
apéndice documental, en especial su nota crítica.
55
masivo levantamiento contra los chilenos de abril de 1882 en el área del Mantaro,
que fue reprimido a sablazos por los carabineros chilenos y que constituyó una
especie de holocausto popular. La hoja también aludía al esfuerzo de los pueblos
del Centro durante la posterior campaña de julio de 1882, que estuvo esta vez
personalmente dirigida por Cáceres y que cristalizó en los triunfos de Pucará,
Marcavalle y Concepción. Al revés de lo que ocurría antes de la guerra, ahora la
Sierra y sus pobladores proyectaban hacia la capital una imagen positiva de fuerza
justiciera para el logro de la liberación del Perú de sus opresores extranjeros. En
términos de un historiador inglés contemporáneo estudioso del siglo XVII
europeo, era un atisbo, en versión decimonónica y andina, de un world turned
upside down, o mundo de cabeza. 35 Podría incluso creerse, sin forzar las cosas, que
la hoja llegaba a contrastar el valor y la pureza de los pueblos de la Sierra, de un
lado, y la “corrupción” el “ocio” e incluso la “falta de valor” asociados a Lima, de
otro. Era una calculada provocación para atizar el amor propio de los capitalinos.
35
Compárese esta situación, en un contexto muy diverso, con las ideas del libro The World turned upside
down (radical ideas during the English Revolution) de Christopher Hill. Si esta hoja de propaganda no fue
redactada, sino tan sólo aprobada por Cáceres, no es descabellado adivinar en su ejecución la mano de
personalidades de tendencias contestatarias en su entorno, y en ese preciso momento, como pueden haber sido
Manuel F. Horta y el futuro radical Carlos Germán Amézaga.
36
Esta percepción era ampliamente compartida por muchos extranjeros que manejaban un estrecho molde
positivista. Relatando la aproximación de las fuerzas chilenas a Lima, y basado sin duda en recuerdos y
testimonios de los soldados chilenos que formaron parte de la expedición a Lima, el historiador chileno
Gonzalo Bulnes habló de las “majestuosas ruinas del período prehistórico americano” de la región de Lurín,
en clara alusión al templo de Pachacámac (Bulnes 1955 [1911-1919] v. II: 329). No obstante, en otro pasaje
de su Guerra del Pacífico, Bulnes incluyó este rudo comentario, que no por sesgado deja de ser un buen
ejemplo de historia de las ideas: “El departamento de Junín, teatro de las operaciones por realizarse, está
encerrado de norte a sur por los dos grandes ramales de la Cordillera que dejan en su seno la altiplanicie
americana, la cual está densamente poblada y antes lo estaba mucho más, con los aborígenes que forman las
razas étnicas de los quechuas y de los aimarás. Aquéllos predominaron en el norte; éstos en el sur, sobre todo
en Bolivia. Esas razas tuvieron tradición, arte, religión y gobierno propio; capitales simbólicas de su
misticismo idolátrico, el Cuzco y Tiahuanaco; pero todo lo destruyó la conquista y más que ella el régimen de
esclavitud que han soportado por más de tres siglos. El indio peruano y boliviano perdió su personalidad, y la
civilización de sus nuevos amos, lejos de alzarlos en la escala de la cultura, los rebajó a uno de los niveles
más bajos de la intelectualidad humana. De su tradición de gobierno, de su arte, de su religión no le queda
nada, y no ha adquirido otra, porque no puede darse el nombre de religión a las supersticiones groseras que
practica con ese nombre. Había en esa época [1882] en la altiplanicie del departamento de Junín, más de
doscientos mil habitantes, de los cuales el 80 o 90 % eran indios. La única influencia efectiva sobre éstos es el
cura. La iglesia y el cura son el centro de su miserable vida ignorante y fanatizada. El cristianismo de esos
sacerdotes de la Sierra es un culto degenerado, y sus representantes seres repulsivos de la moral y la virtud”
(Bulnes 1955 [191-1919], v. III: 144).
56
Este espíritu se sintió en los mismos salones de la elite. Días después, del
episodio del Callao, en un banquete ofrecido a Cáceres por el Comité
37
Este episodio, que tuvo lugar el 7 de junio de 1883, coincide perfectamente con el comentario registrado
ese mismo día (sólo que en un estilo más escueto) en el diario de campaña original de Pedro Manuel
Rodríguez, que permaneció inédito hasta 1924: “Continuamos a Aguamiro. Al subir a la pampa de Huánuco
el viejo, observamos las ruinas con anteojo, pero no resistiendo a la curiosidad de ver las ruinas de aquella
ciudad del Imperio, con Heros y La-Puente nos dirigimos a la ciudad. Serían las 5 p.m. A las 5 3/4 estábamos
en el centro de las ruinas, vimos el templo, el palacio y la fortaleza. A las 6 y 3/4 regresamos y llegamos a la
1 1/2 a Aguamiro...” (Zulen 1924: 156).
38
El Comercio. Lima, jueves 3 de diciembre de 1885, p.2.
57
39
El Comercio. Lima, lunes 7 de diciembre de 1885, p.2.
58
Pese a los desastres de las campañas del Sur y de Lima, y según todas las
evidencias documentales de que disponemos, Cáceres nunca abandonó la idea de
resistir a la invasión chilena hasta el final, con todos los medios disponibles, y en
donde fuera posible destruir o simplemente hostilizar al enemigo. Hasta el 6 de
junio de 1884, cuando dio el paso final de reconocer el Tratado de Ancón como
hecho consumado en una nota dirigida al jefe de las fuerzas chilenas en Junín, 40
Cáceres fue, sin lugar a dudas, el adalid y el centro de la resistencia patriótica.
Parodi Revoredo ha precisado con mucha claridad lo importante que fue el
esfuerzo militar de Cáceres para el gobierno de Arequipa y para el fortalecimiento
de la Alianza peruano-boliviana, particularmente en los meses de tránsito entre
los turbulentos años 1882 a 1883 (Parodi Revoredo 2001: passim).
40
Nota del General Cáceres al jefe de las fuerzas chilenas en Junín reconociendo el Tratado de Ancón
(Huancayo, 6 de junio de 1884) (Ahumada Moreno 1891: 484 y s.)
41
Proclama del general Andrés A. Cáceres, Jefe Superior y Militar de los Departamentos del Centro (Tarma,
16 de octubre de 1882). Véase el apéndice documental.
59
42
Oficio del General Andrés A. Cáceres, Jefe Superior, Político y Militar de los departamentos del Centro a
una autoridad o personalidad peruana no determinada del departamento de Ancash, probablemente el prefecto
(hacia el 15 de octubre de 1882). Véase el apéndice documental.
60
Los textos de esta época escritos (o autorizados) por Cáceres incluyen casi
siempre ataques furibundos contra los sectores colaboracionistas. La recurrencia
de este tema en los documentos suscritos por Cáceres en esa época hace sin duda
pensar que junto con el entusiasmo que despertaban sus acciones tanto en Lima
como en el interior, también seguían aumentando los partidarios de la paz. Sin
aludir a la razón profunda de continuar la resistencia (el apoyo a los esfuerzos
diplomáticos de la Alianza peruano-boliviana), Cáceres acudía repetidamente al
recuerdo de la ferocidad de las expediciones chilenas que habían marchado al
interior, acusando a los “indiferentes” y a los partidarios de Iglesias de poner en
peligro la seguridad y la vida de los pobladores del centro del país. Sus ataques
iban enfilados, con nombre propio, contra personajes como Luis Milón Duarte,
Manuel de la Encarnación Vento y Mariano Vargas (cuñado de Vento). En su
oficio circular suscrito en Tarma el 30 de abril de 1883, teniendo ya evidencias
43
Proclama al pueblo de Lima originada aparentemente en la secretaría del General Andrés A. Cáceres, Jefe
Superior, Político y Militar de los departamentos del Centro (¿principios de marzo de 1883?). Véase el
apéndice documental.
61
muy claras de una masiva ofensiva enemiga contra su pequeño Ejército del
Centro, Cáceres manifestó los siguientes conceptos:
46 En una ocasión, el propio Cáceres comentó un caso “de actitud hostil de los indios contra la raza blanca” en
el área de Tayacaja. A juzgar por la expresión “tremenda conmoción de los indígenas”, parecería haber sido
un levantamiento sangriento contra peruanos blancos. Como una de sus causas, Cáceres no omitió hablar del
“carácter dócil y acomodaticio de las clases superiores por su fortuna y posición, carácter que les ha permitido
transigir constantemente con los enemigos del país y con los traidores hasta prestarse a firmar actas contra la
causa de la defensa nacional”. No obstante, el énfasis parece haber sido puesto aquí en las llamadas guerras de
castas, más que en un marco de lucha nacional. Véase en el apéndice documental el documento titulado Nota
del general Andrés A. Cáceres al señor alcalde del Honorable Concejo Provincial de Tayacaja (Ayacucho, 3
de diciembre de 1883), y compáreselo con la Nota al Honorable Cabildo de Ayacucho, que es
inmediatamente anterior.
64
Central favorecían sin duda esta idea, pero también cabe destacar que, salvo quizá
el caso de las guerras de Independencia, no había mayores antecedentes para una
empresa de este tipo en todo el Perú. De otro lado, aunque enraizado en el
Centro, el objetivo de Cáceres era el de extender el modelo al resto del país,
amparado en su legitimidad de base estatal. En palabras de Cáceres, la Campaña de
julio de 1882, donde brilló en forma muy particular el esquema del frente
nacional, había sido “un ensayo feliz de la guerra sangrienta que presto habrá de
encenderse en todos los ámbitos de la República” (Cáceres 1883: 16). Usando un
lenguaje prestado del historiador británico Edward Hallett Carr, se puede decir
que Cáceres moldeaba fuerzas sociales, en vez de limitarse a cabalgar montado
“en fuerzas ya existentes...” (Carr 1972: 72).
Además de su férrea voluntad, del criterio político que exhibió (sobre todo
a la hora de escoger a sus lugartenientes), de su prestigio y de su carisma, es
indudable que Cáceres pudo llevar a cabo su proyecto de unir diversos sectores
en torno a una causa patriótica debido también a su peculiar posición en el
espectro social y regional del Perú. Cáceres tenía hondas raíces familiares y
culturales en el Centro del país. Era un serrano blanco de profesión militar y de
raíces terratenientes que hablaba perfectamente el quechua. Sus canales
personales de interconexión social lo colocaban en situación igualmente próxima
a la elite serrana o costeña y a los campesinos. No era un caso frecuente, ni
siquiera entre los militares profesionales, gran parte de los cuales tenían perfiles y
rasgos urbanos, aun los que habían nacido en el interior.
Según la mayor parte de los estudios que han sido realizados, el punto
débil del frente nacional estuvo constituido por el grupo de terratenientes
serranos que vieron sus intereses directamente afectados por la guerra, y que
terminaron defeccionando. Los antes citados colaboracionistas Luis Milón
Duarte y Manuel de la Encarnación Vento formaron parte, por ejemplo, de este
sector. Desde un punto de vista temporal, el punto de inflexión hacia la
declinación del frente debe situarse entre agosto y octubre de 1882, cuando la
65
opción de hacer la paz con Chile, liderada desde Cajamarca por Miguel Iglesias,
comenzó a conseguir adeptos en todo el país. Se trata de conclusiones
esencialmente correctas, pero que deben ser objeto de importantes matizaciones.
47
La Bolsa. Arequipa, lunes 31 de julio de 1882, p. 2. Según indicación del periódico, esta carta personal fue
reproducida inicialmente en el boletín El Rejistro Oficial de Huancavelica, de donde fue copiada por el citado
medio arequipeño.
48
Parte central del decreto del Presidente Provisorio Andrés A. Cáceres relativo a la causa criminal seguida
por Manuel Fernando Valladares sobre restitución de ganados (18 de julio de 1884) (Manrique 1981: 364 y
s).
67
También ese mes de abril de 1882 tuvo lugar el asesinato del hacendado
Teodoro Peñalosa y de su madre. Dice Luis Milón Duarte en su Exposición de
1884 que en una quinta próxima al pueblo de Chupaca,
49
Oficio del general Andrés A. Cáceres a Miguel Lazón, Subprefecto de la provincia de Huanta
(Andahuaylas, 18 de noviembre de 1883); oficio del general Andrés A. Cáceres a Miguel Lazón, Subprefecto
y Comandante en Jefe de los guerrilleros de la provincia de Huanta (Ayacucho, 26 de noviembre de 1883);
Oficio del general Andrés A. Cáceres a Miguel Lazón, Subprefecto de la provincia de Huanta (Ayacucho, 29
de noviembre de 1883). Véase el apéndice documental.
50
Carta del general Andrés A. Cáceres al señor Manuel Sixto Miranda, residente en Pullo, Ayacucho
(Andahuaylas, 18 de noviembre de 1883).Véase el apéndice documental.
69
51
Antonia Moreno de Cáceres, Recuerdos de la Campaña de La Breña. Lima, 1976, p. 14.
52
Según el Diccionario de Uso del Español de María Moliner, “colaboracionismo” es un neologismo que
significa “acción de colaborar los naturales de un país con los ocupantes o invasores de él” (Moliner 1992 A-
G: 664).
71
53
El autor de esta tesis radicó en la República Democrática Alemana (RDA) durante los últimos meses de la
existencia de ese estado, entre julio y octubre de 1990. Se sabe que la RDA había vivido desde finales de la
Segunda Guerra Mundial en un estado de virtual ocupación militar por las fuerzas soviéticas. No era una
situación perfectamente equivalente a la que vivió Francia entre 1940 y 1944, porque el poder y la
administración eran ejercidos cotidianamente por una minoría de alemanes pro soviéticos. No obstante, era
bien sabido que la autoridad de éstos emanaba, en última instancia, de los cañones y de los tanques del Pacto
de Varsovia acantonados en la vieja Alemania del este. Para todo efecto práctico, era también una ocupación
militar. De septiembre a octubre de 1990 se vivió la consumación de la liberación de los alemanes orientales,
iniciada en noviembre del año anterior con la caída del Muro de Berlín, que condujo a la reunificación de
Alemania. Por esta razón, el autor tuvo ocasión de moverse en un ambiente de ausencia de restricciones
informativas que hubiesen estado fundadas en el temor. Cabe destacar que ni en Francia después de la
Segunda Guerra Mundial, ni en la antigua RDA luego del debilitamiento soviético y de la reunificación de
Alemania, fueron impuestos castigos por colaboracionismo pasivo. No habría sido racional ni justo hacerlo,
debido a la natural tendencia que tiene el ser humano de buscar su equilibro y su ajuste, aun en circunstancias
de crisis. En todo caso, era una tarea imposible de hacer: las penas hubiesen tenido que afectar a casi toda la
población. En cambio, los juicios y los castigos sí tuvieron lugar en los casos de colaboracionismo activo que
involucraron ayuda al invasor, sobre todo en casos de hostigamiento, deportación o muerte de compatriotas.
Ello fue evidente en el caso del criminal de guerra Papon en Francia y en el de Honecker en Alemania.
72
operaba como guía de los invasores chilenos en las labores de saqueo de las
haciendas de Junín, que sin duda conocía muy bien. Siempre de acuerdo con la
versión de Duarte, “Fray Diablo” parece haber sido quien desencadenó, en
forma involuntaria, el sangriento ataque con galgas protagonizado por la
comunidad de Comas contra un destacamento chileno en el paso de Sierralumi,
por haber tenido la iniciativa de incluir en la lista de exigencias a ser satisfechas
por los comasinos, en un acto de adulación, una “partida” de “15 muchachas
doncellas” (Duarte 1983 [1884]: 30 y s.).
sustento (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 269). Es muy claro que Iglesias actuó
con motivaciones patrióticas y de buena fe aunque, a nuestro entender, dio este
paso de forma apresurada. Desde el comienzo, Iglesias fue muy consciente del
halo de “miseria moral” que iba a rodear a su régimen. Fue un raro gesto de
valentía y de coraje cívico. En efecto, su régimen llegó a ser despreciado incluso
por chilenos como Patricio Lynch quienes, paradójicamente, se habían
beneficiado con su establecimiento (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 319).
espectacular, de sus contactos con Luis Milón Duarte y con el propio jefe militar
de la ocupación, Patricio Lynch, con quienes combinó un plan para sustraer toda
la estratégica zona de Canta del control de Cáceres (Bulnes 1955 [1911-1919] v.
III: 209). 57 Cabe destacar que el bando de Montán se nutrió, sobre todo en su
etapa de formación, de muchos antiguos cuadros pierolistas, como había
ocurrido en el mismo caso del caudillo cajamarquino. Entre el 4 y el 5 de febrero
de 1883, Cáceres se decidió a intervenir en Canta, donde la División Varguardia de
Vento, ya declarada a favor del bando “regenerador”, lo recibió a balazos, pero
terminó a los pocos minutos completamente dispersada.58 Vento se retiró a Lima
junto con el coronel Tadeo Simón Antay a buscar la protección de los chilenos y
ofrecer sus servicios. 59 Cáceres comentó en un oficio fechado en marzo de 1883
que Vento había sido visto actuando de guía de la fracasada expedición chilena a
Zapán del mes anterior, en las proximidades de Canta, “puesto al servicio activo
de los enemigos de su patria”. 60
66
Diario Oficial. Lima, viernes 9 de febrero de 1883, p. 2.
67
“...fui sorprendida en el camino por la desagradable noticia de que un señor Manuel E. Vento, a quien no
tengo el gusto de conocer y la señora Margarita C. de Benavides, se preparaban a vengarse de mí, el primero
por la prisión que dice su padre sufrió por orden de mi hijo en Canta, y la segunda, por su ganado que dice
consumió el Ejército. Cualesquiera que sean los motivos de las venganzas de estos dos personajes, no creo
justo ni racional que se estrellen contra una pobre anciana indefensa, mucho más cuando yo no he tenido
participación alguna en la política de mi hijo; si se me persigue y castiga sólo por el hecho de ser madre de
Andrés Avelino Cáceres, acepto todo sacrificio, pero en ningún caso haciéndome responsable de actos que no
conozco, y en los que no he tenido intervención la más pequeña”. Carta de doña Justa Dorregaray a Luis
Milón Duarte (Huasahuasi, 11 de agosto de 1883). La Bolsa. Arequipa, martes 25 de septiembre de 1883, p. 2.
68
El Comercio. Lima, viernes 9 de octubre de 1885 (p.3), y lunes 26 de octubre de 1885 (p. 1).
78
Chillán el 1 de febrero de ese año, Lavalle aceptó el encargo con las siguientes
palabras:
69
En 1886, Pedro Manuel Rodríguez y Daniel De los Heros manifestaron que los adeptos de Iglesias
“celebraron en Cajamarca con estúpida y cruel alegría el triunfo de los chilenos” (Rodríguez y De los Heros
1886: 53). Cabe destacar que esta afirmación fue escrita en un momento histórico de absoluto desprestigio
nacional de Iglesias, a poco tiempo de la derrota que le causaron en Lima las fuerzas de Cáceres en diciembre
de 1885. Iglesias estaba fuera del Perú y no podía defenderse. En enero de 1889 Manuel González Prada
habló de los peruanos “que se regocijaron con los chilenos por la derrota de Huamachuco” (Véase su artículo
sobre el Contrato Grace publicado en No. 2 de El Radical del 15 de enero de 1889, en las páginas 17 al 20).
La acusación ha sido repetida hasta hace poco por algunos historiadores, aunque sin la exhibición de un
sustento histórico sólido. Quien parece haber hablado más claramente sobre este delicado tema en el siglo XX
es Julio C. Guerrero, redactor de las Memorias de Cáceres, quien seguramente apeló a tradiciones orales
originadas en su medio cajamarquino de origen. Guerrero dijo, por ejemplo, que “Iglesias mandó una
comisión especial a Huamachuco para felicitar en su nombre a Gorostiaga” (Manrique 1981: 293). Que
sepamos, esta “comisión” no dejó huella alguna que pudiera ser rastreada en la colección Ahumada Moreno.
Mucho más probable es que algunos iglesistas hayan hecho votos por la “destrucción de Cáceres” como un
medio de calmar “el desconcierto en que están los hombres para decidirse por la paz”. Estas expresiones
aparecen en una carta que Mariano Castro Zaldívar dirigió a su cuñado Miguel Iglesias, que está fechada en
Lima el 11 de julio de 1883, en un tiempo en que se ignoraba en Lima la derrota de Huamachuco, producida
el día anterior. La carta fue reproducida en El Comercio el jueves 17 de diciembre de 1885 (p. 4), a pocos días
de la caída de Iglesias, y en plena apoteosis de Cáceres, en un momento de rencorosos destapes periodísticos.
Esta circunstancia echa algunas sombras de duda sobre la autenticidad de la misiva anterior. Ella no forma
parte del lote de cartas que publicó Vargas Ugarte en su Historia General del Perú (1971, t. X: 374-381). Lo
que cabe subrayar aquí, en todo caso, es que hay una diferencia notable entre una alegría bastarda y el deseo
de alcanzar un objetivo político.
70
Diario Oficial. Lima, miércoles 18 de julio de 1883, p. 2.
80
sido “más que Cáceres, sus empecinados auxiliares y consejeros, que le han
arrastrado a una hecatombe estéril”. 72 Cabe notar que la palabra “hecatombe”
aparece (con el calificativo “estéril”) tanto en el texto periodístico del 18, como
en el del día siguiente, y también, sin adjetivación, en la carta a Iglesias del 25 de
julio de 1883. En todo caso, como hemos visto, esta ambigüedad con relación a
Cáceres ya había desaparecido en el editorial de La Tribuna del 19 de julio de
1883, que es sin duda condenatorio.
72
La Tribuna. Lima, miércoles 18 de julio de 1883, p. 2.
83
73
Duarte escribió su Exposición muy poco tiempo antes de su asesinato, en 1884, y sólo salió a la luz pública
en 1983 a iniciativa del obispo de Cajamarca José Dammert Bellido, aparentemente con conocimiento del
propio Jorge Basadre, quien habría recomendado su publicación “por lo menos en copias mimeografiadas” (lo
que efectivamente ocurrió así). El manuscrito había llegado a poder del obispo Dammert de manos del nieto
de Duarte, el ingeniero Luis M. Duarte, quien trabajaba entonces como catedrático en el programa de
Agronomía de la Universidad Nacional Técnica de Cajamarca. En una especie de premonición de su propia
muerte, el Duarte de la Guerra del Pacífico menciona en las últimas líneas de su texto que su primo, don
Pantaleón Tueros, había sido fusilado en Castrovirreyna “por propagandista de la paz, siguiendo mis
doctrinas” (Duarte 1983 [1884]: Presentación y p. 62). También es importante señalar que, a juzgar por
ciertos detalles contenidos en su Historia de la República, Jorge Basadre no parece haber llegado a tener un
conocimiento directo del manuscrito, cuya edición había alcanzado a promover antes de su muerte (1983 t.
VI: 325 y s.).
84
sucio. Pese a todo, a juzgar por diversos pasajes de su Exposición, es evidente que
Duarte jamás dejó su recelo y su animadversión frente a los chilenos, a los que
deseaba ver lo antes posible (y en forma casi obsesiva) fuera del país, aun al
precio de la pérdida de los territorios peruanos en el Sur (Duarte 1983 [1884]: 45
y s.). Una interpretación simplista podría suponer que su motivación habría sido
únicamente la de impedir una continuación de la erosión de su patrimonio, así
como el de los otrora poderosos Valladares, sus parientes políticos. Sin embargo,
hay indicios de que sus motivaciones eran (a su manera) esencialmente
patrióticas. Otro rasgo de la trayectoria de Duarte es su ambigüedad. De hecho,
como veremos, Duarte llegó a proteger a la madre de Cáceres en un tiempo en
que calificaba a su enemigo político literalmente como un salteador.
Lima y se retiró a su provincia. Duarte parece haber estado convencido del gran
error de “desagradar” a la tropa del interior, como la que él llevó a la costa,
separándola de sus oficiales “comprovincianos” que, a su entender, era los únicos
que podían infundirles “entusiasmo y contento” (Duarte 1983 [1884]: 4 y s.; 42).
Luego del retiro de Letelier, en julio de 1881, Cáceres se estableció con sus
tropas en la quebrada del Rímac y avanzó hasta Chosica. En enero del año
siguiente fue empujado hacia el interior por la segunda oleada invasora chilena a
la Sierra Central, esta vez al mando del coronel Estanislao del Canto, que se
prolongó hasta el mes de julio de 1882. Durante este período tuvieron lugar dos
de los acontecimientos más extraordinarios de la guerra: el levantamiento general
de las comunidades campesinas del Mantaro (marzo-abril), y la ofensiva de
Cáceres desde Ayacucho hasta Junín que culminó con las victorias de Pucará,
Marvavalle y Concepción, y con el retorno apresurado de las fuerzas invasoras a
la Costa (junio-julio). En la carta de un soldado chileno, fechada en Huancayo el
27 de abril de 1882, a poco de haber sido sofocado en forma sangrienta el
levantamiento de las comunidades, se lee: “El alcalde municipal del pueblo de
Concepción, en junta de cabildo, ha declarado que es prudente, cuerdo y necesario
pedir la paz”. 75 La carta no aclara si el episodio tuvo lugar antes, durante o
después del levantamiento, aunque la primera posibilidad parece ser la más
plausible. Duarte refiere en su Exposición que se presentó al coronel del Canto, en
nombre del pueblo de Concepción, a manifestarle que éste no podía “resistir por
más tiempo el peso de la ocupación” y proponía la expresión de un “plebiscito”
para declarar el fin del estado de guerra en esa jurisdicción, a cambio del retiro de
las fuerzas chilenas. Pondera este gesto, quizá en forma un poco exagerada, como
la primera iniciativa significativa de paz que tuvo lugar varios meses antes del
célebre Grito de Montán de agosto de 1882 (Duarte 1983 [1884]: 37-40). Siempre
siguiendo el relato de Duarte, Canto informó a Lynch sobre la idea. La primera
entrevista entre el jefe militar de la ocupación y Duarte tuvo lugar en Lima,
cuando el segundo —en un pasaje bastante dudoso de su testimonio— habría
declarado haber bajado a la capital a hacer “compras” para la municipalidad de
Concepción. Este encuentro con Lynch, que marcó el inicio de la trayectoria de
Duarte como colaboracionista, debió realizarse un día no precisado de abril de
1882. En ella, el jefe de la ocupación le habría llegado a manifestar su
complacencia, así como la del Ministro Jovino Novoa, por la idea de una
multiplicación de “actas” por la paz emitidas por “todas las municipalidades”
siguiendo el ejemplo de Concepción (Duarte 1983 [1884]: 40-47). De regreso en
Concepción, Duarte se encontró con la sorpresiva actitud de “algunos vecinos”
75
La Bolsa. Arequipa, miércoles 14 de junio de 1882, p. 1. Este medio arequipeño había copiado la carta de la
edición del 20 de mayo de 1882 de El Mercurio de Valparaíso.
87
76
Carta política de Luis Milón Duarte al Ministro chileno en Lima Jovino Novoa (Lima, 3 de noviembre de
1882) (Ahumada Moreno 1890: 382). Este documento no aparece mencionado ni citado en la Exposición,
porque ella concluye abruptamente con el relato las represalias chilenas contra el pueblo de Concepción, en
julio de 1882.
88
nacionalidad española (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 160 y s.). Duarte debió
recibir de este sirviente, y de otros lugareños sobrevivientes, datos que le
permitieron evocar, dos años después, el cuadro dantesco de la venganza chilena
sobre Concepción, que quedó así reducida a una “segunda Sagunto”:
77
Diario Oficial. Lima, viernes 9 de febrero de 1883, p. 2.
90
78
La Prensa Libre. Lima, lunes 10 de marzo de 1884, p. 2.
91
84
La Integridad. Nro. 67. Lima, 1 de noviembre de 1890, p. 1.
85
Véase el subcapítulo 4.2.
94
88
Oficio del General Andrés A. Cáceres al Subprefecto de Huancavelica (Ayacucho, 10 de mayo de 1882).
Manuscrito original conservado en la Sala de Investigaciones de la Biblioteca Nacional del Perú
(Correspondencia Particular, Onomástico).
89
Diario Oficial. Lima, sábado 12 de agosto de 1882, p. 3.
90
Diario Oficial. Lima, sábado 8 de julio de 1882, p. 3.
96
a ser el primer alcalde de religión católico romana. 91 Entre 1886 y 1887, Michael
llegó a ser nada menos que el intermediario entre el gobierno de Cáceres y el club
de tenedores de bonos británico de la deuda externa encabezado por el conde de
Donoughmore. Luego de un tortuoso proceso, esta gestión fructificó en 1889
con la aprobación del contrato que lleva en la historia peruana el apellido de los
hermanos Grace.
93
Nota del general Andrés A. Cáceres al Honorable Cabildo de Ayacucho (Ayacucho, 29 de noviembre de
1883). Véase el apéndice documental.
98
Cáceres habla también en forma muy directa de las que, a su juicio, fueron
las causas de la derrota en la guerra. Menciona la corrupción, la ausencia de
cuadros adecuados de gobierno y de estado, y las nefastas “revoluciones
injustificables” que caracterizaron al Perú de la preguerra:
Es muy probable que Cáceres haya aludido a Piérola cuando habló de las
“revoluciones injustificables”. De hecho, él mismo había combatido a una de
ellas en tiempos del presidente Manuel Pardo. Cuenta Tauro que “a órdenes del
capitán de navío Lizardo Montero, el teniente coronel Andrés A. Cáceres
combatió en la cuesta de Los Angeles [...] y en el desfiladero de Chuculay;
persiguió a los vencidos hasta obligarlos a dispersarse, en las inmediaciones de
Torata”. En mérito a su actividad en esta campaña, Cáceres fue ascendido a la
clase de coronel graduado en enero de 1875 (Tauro 1981-82: 59 y s.). Aunque
tampoco compaginaría con el sincero respaldo que Cáceres dio a Piérola en la
defensa de Lima, e inclusive hasta fines de 1881, es plausible que el caudillo
ayacuchano se haya referido también al golpe de estado contra Prado que tuvo
lugar a fines de 1879. En sus pasajes más claros, el texto que comentamos
subraya, con bastante franqueza, que los puestos claves del gobierno y del estado
no estaban en manos idóneas cuando estalló el conflicto. Este grupo de
“audaces” aupados al poder como resultado de “revoluciones” estaba integrado
94
Ibid.
95
Ibid.
99
tanto por civiles como por militares “sin talento y sin carácter”. Con relación a
los segundos, Cáceres aludía, sin lugar a dudas, a las terribles deficiencias del
comando, sobre todo en los rangos más altos, que había observado desde el
inicio de la guerra en los militares profesionales.
96
“Creo que en Parinacochas puede levantarse fácilmente un empréstito de 5,000 soles entre los capitalistas y
acomodados del lugar, los mismos que le serán reembolsados con la contribución sobre la renta y aún con la
personal. Otro tanto puede hacerse en Lucanas”. Carta del general Andrés A. Cáceres al señor Manuel Sixto
Miranda, residente en Pullo, Ayacucho (Andahuaylas, 18 de noviembre de 1883). Véase el apéndice
documental.
97
Proclama al pueblo de Lima originada aparentemente en la secretaría del general Andrés A. Cáceres, Jefe
Superior, Político y Militar de los departamentos del Centro (¿principios de marzo de 1883?). Véase el
apéndice documental.
98
En 1879, en plena campaña naval, Miguel Grau habló de “la vanidad [del presidente Mariano Ignacio
Prado], quien cree saber ya más de marina que cualesquiera de nuestros jefes, y da órdenes y discute asuntos
profesionales con un aplomo asombroso” (Puente Candamo 2003: 296).
100
que, sin duda, inundó los medios políticos y académicos de esos años, sobre todo
a propósito de los desastres del Sur y de la caída de Lima, hasta desbordarse
sobre la misma vida cotidiana en el seno de los hogares y de las familias. El
enjuiciamiento, personalizado o no, sobre la causas de la derrota debió ser un
tema recurrente en los espacios públicos y en las calles. Es evidente que su
tratamiento conmovía a cada paso muchas de las certitudes que habían tenido los
peruanos de la preguerra. Debido a su carácter traumático, este torrente de
opiniones no se reflejó en forma proporcional en los periódicos y en las
publicaciones con pie de imprenta de ese tiempo. Tampoco en los actos
académicos que, por lo general, dejaban una huella escrita. De allí la importancia
que tiene para Jorge Basadre el discurso de Belisario Llosa pronunciado el 20 de
abril de 1881 en la apertura del año académico de la Universidad de Arequipa,
cuando apenas habían transcurrido algo más de tres meses desde las batallas de
San Juan y Miraflores:
Es notable el fondo común de las ideas de Llosa con las de Cáceres, pese a
las diferencias que sin duda existieron entre ambos enfoques, sobre todo en lo
que se refiere a la invocación de hacer una paz inmediata con Chile.
Tratado de Ancón por la Asamblea convocada por el régimen de Iglesias. Las dos
visiones panorámicas son particularmente estériles en comentarios de fondo
sobre las causas de la derrota. Un tenue sentido crítico asoma apenas en la
primera, cuando habla de las “corruptelas” del pasado. Pudo haber influido, en
ambos casos, el hecho de que las tropas chilenas se encontraban todavía en el
Perú. También se adivina el efecto de la vigilancia del régimen de Iglesias sobre la
prensa. En todo caso, cabe señalar el contraste desproporcionado, en términos
de sentido crítico, que existe entre el citado editorial de El Comercio del último día
de 1883, y la carta que Cáceres dirigió a un anónimo amigo en Lima, en la misma
fecha, que apareció publicada en La Prensa Libre en febrero del año siguiente, y
que ya hemos citado en el subcapítulo anterior. 103 En cuanto al segundo editorial
de El Comercio de marzo de 1884, éste se limitaba a plantear en forma admirativa
la pregunta sobre cómo pudo ingresar el Perú a un conflicto en forma tan
desventajosa, en alusión específica al terreno militar.
103
Carta de respuesta del general Andrés A. Cáceres a un ciudadano peruano no identificado residente en
Lima (Ayacucho, 31 de diciembre de 1883). Véase el apéndice documental, especialmente la nota crítica de
este documento.
104
El Comercio. Lima, martes 16 de septiembre de 1884, p. 3.
105
Un buen ejemplo de excepción es la ampliamente comentada carta de Cáceres del 31 de diciembre de 1883
(véase el apéndice documental). Esta misiva fue publicada por el periódico La Prensa Libre de Lima, de
orientación ostensiblemente favorable a Cáceres, menos de dos meses después de su redacción con el
deliberado propósito de atacar y desprestigiar al régimen de Montán, en medio de un fuego cruzado
informativo.
104
especial. Hemos visto que Ricardo Palma y José Antonio de Lavalle tuvieron en
su correspondencia personal comentarios de tipo racista para explicar la debilidad
del Perú en la guerra (Palma 1964: 13; Miró Quesada 1981-1982: 27). Apenas un
año después del discurso de Llosa, el 9 de marzo de 1882, Maximiliano Frías y
Julio S. Hernández, dirigieron desde Cajamarca una carta condenatoria a Nicolás
de Piérola, oponiéndose a que éste fuera cabeza del recién creado Partido
Nacional (antecedente del Partido Demócrata):
106
Más adelante hablaremos de la percepción que diversos sectores de la opinión publica de Chile pudieron
tener de este tratado a la luz de la mentalidad de la época.
106
107
“...el Perú, durante un período de casi veinte años, de 1845 a 1862, fue el líder de la defensa
hispanoamericana contra todas las formas de agresión provenientes del exterior y el poder que movilizó a las
otras repúblicas hacia la confederación y cooperación [...] ello se debió, en gran parte, a la política y dirección
de un hombre, Ramón Castilla” (Garibaldi 2003: XVII).
108
Proclama del general Andrés A. Cáceres, Jefe Superior y Militar de los Departamentos del Centro (Tarma,
16 de octubre de 1882). Véase el apéndice documental.
109
Carta del general Andrés A. Cáceres al general Miguel Iglesias (Ayacucho, 29 de diciembre de 1883).
Véase el apéndice documental.
110
El Comercio. Lunes, 1 de agosto de 1887, pp. 2 y s. Véase también la edición oficial (Cáceres 1887).
108
fue una percepción equivocada, pero que no dejó de ser una poderosa
herramienta motivadora. Todas las anteriores son referencias tomadas durante o
después de la guerra. Pero, ¿pudo vislumbrarse esta amenaza desde antes de
1879? Esta pregunta sería materia de una investigación que escapa al tema de
esta tesis. No obstante, podría comentarse que, en los años previos a la guerra, la
política exterior del Perú había sido americanista y de ninguna manera agresiva
(Larrabure y Unanue 1887: 408). Esta posición de principio se mantuvo en forma
sincera y consistente al calor de la posguerra del conflicto con España, en el
borde de los años sesentas y setentas del siglo XIX, cuando el Perú tuvo una
abrumadora superioridad naval con la adquisición en Inglaterra de sus blindados
Huáscar e Independencia. Ello fue muy claro hasta la llegada al Pacífico de los
poderosos acorazados Blanco Encalada y Cochrane, que desequilibraron
notablemente la balanza del poder marítimo en favor de Chile. De otro lado, la
confianza excesiva que tuvo el Perú en una posible intervención favorable de los
EEUU a fines de 1881 y comienzos del año siguiente, revelaba también poca
claridad sobre la naturaleza del entorno internacional de la época, aun teniéndose
en cuenta que la gran potencia americana había llegado a estimular inicialmente al
Perú a que resistiera militarmente a una cesión territorial a Chile. Así lo
comentaba en 1883, con verdadera amargura, el distinguido diplomático peruano
Evaristo Gómez Sánchez. 111
111
Véase la entrevista al diplomático peruano Evaristo Gómez Sánchez al Herald de Nueva York, el 17 de
octubre de 1883 (El Comercio, Lima, lunes 17 de diciembre de 1883, p. 2.).
109
112
Diario Oficial. Lima, jueves 15 de junio de 1882, p. 2.
110
coincidencia, pero hay fuertes sospechas de que no fue así (Bulnes 1955 [1911-
1919] v. III: 296).
Hasta aquí hemos hablado de las perspectivas de las elites de ambos países.
Pero, ¿podían percibirse rasgos que apuntaran a afirmar una vulnerabilidad del
Perú en el ámbito de la vida cotidiana antes de que estallara la Guerra del
Pacífico? Jeffrey Klaiber ha hecho el siguiente ilustrativo comentario:
piensa en todo esto, los conceptos que vienen a la mente son —como dijo
muchas veces Jorge Basadre— los de imprevisión y de atolondramiento. Para
mencionar un solo ejemplo dentro de cientos, o quizá miles, de casos análogos,
suenan también patéticas las palabras contenidas en un oficio que el gobernador
del distrito de Pachangara dirigió al subprefecto de la provincia de Cajatambo,
suscrito en Churín el 4 de junio de 1883, con la alarmante noticia del avance de
una partida chilena al puente de Alco el día anterior: “...es imposible hacer la
defensa”. 114
114
Archivo Histórico Militar del Perú. Archivo Recavarren. Cuaderno 9: “Documentos que se relacionan con
los servicios militares del cor[one]l Recavarren el año de 1883 – Expedición al Norte – formación del Ejército
– Batalla de Huamachuco”.
113
septiembre de 1836. 115 Sólo que la tradición política nacional no les daba a estos
talentos el mismo nivel de oportunidades para acceder al control del sistema de
toma de decisiones que sí tenían sus equivalentes chilenos en su propio país. Lo
normal era la admiración de los talentos peruanos por parte del público chileno
culto. Llama la atención, por ejemplo, el grado de atracción y de “debilidad” que
Santa María sentía frente a la inteligencia y la cultura de su prisionero José María
Químper, cuyo nivel de estadista está fuera de toda duda (Bulnes 1955 [1911-
1919] v. III: 196; Basadre 1983 t. VII: 244-247).
Al abismo social del que nos habló Basadre había que añadir otro abismo
casi tan macabro (pero del que se ha hablado menos) entre la Constitución y la
ley, de un lado, y las prácticas políticas concretas, de otro. Al revés de lo que
siempre se ha pensado, este abismo también existía en Chile, pero era
compensado por una sana afirmación del poder civil, que no había en el Perú.
Donde más dramáticamente se expresaban estos rasgos es en la ausencia en el
Perú de una estructura de toma de decisiones y de distribución y seguimiento de
órdenes que fuera racional, abarcadora y equilibrada, sobre todo a nivel nacional.
Sin haber sido en lo absoluto democrático, ni tampoco totalmente apegado a las
jerarquías, sino más bien “autocrático y despótico” (las palabras son de Francisco
García Calderón), 116 el sistema político chileno tenía la ventaja de apoyarse
efectivamente en un cerebro director, que era un Presidente del sector civil, y
donde también había una adecuada distribución de funciones entre éste último y
el grupo militar. Frases como la siguiente, fechada en junio de 1882, eran
corrientes en la correspondencia oficial de Patricio Lynch: “...y si va el coronel
Arriagada a tomar el mando de las fuerzas es porque así me lo indica el
Presidente...” (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 238 y s.). Se sabe, por ejemplo, que
el gran artífice administrativo de los triunfos chilenos en la campaña de Tacna y
Arica, en 1880, fue el Ministro de la Guerra chileno en campaña, Rafael
Sotomayor, un civil que acaparaba las decisiones estratégicas y dejaba el terreno
táctico y operativo en manos de los militares. Eran prácticas más sintonizadas
con los tiempos. En cambio, ¿cómo podían aparecer rasgos esenciales de un
sistema político eficiente, aun sobre la base de un esquema autoritario, dentro de
una visión del mundo esencialmente señorial y caudillista, como era la que —
salvo unas pocas excepciones— dominaba en el Perú de tiempos de la guerra?
115
En 1836, preocupaban a Portales “el mayor número [...] de gente ilustrada de raza blanca muy vinculada a
las familias de España que se encuentran en Lima” y la “mayor inteligencia de sus hombres públicos, si bien
de menos carácter que los chilenos...” (Basadre 1983 t. II: 65).
116
“...he llegado a esta convicción: en Chile los Ministros, los Intendentes y Gobernadores, con raras
excepciones, son instrumentos políticos que el Presidente de la República pone en juego, prescindiendo hasta
del orden jerárquico; y como este orden de cosas nada tiene de República, es preciso decir que el actual
Gobierno de Chile es autocrático y despótico” (García Calderón 1949: 96).
114
117
Sobre el tiempo posterior al acuerdo peruano-chileno alcanzado a comienzos de mayo de 1883 en las
Conferencias de Chorrillos, Bulnes ha dicho lo siguiente: “Figuraba a la cabeza de los enemigos del convenio
el partido civilista, cuyo jefe era don Aurelio Denegri; no por lo que ese documento establecía sino porque lo
suscribía Iglesias. Y tan es así que no se habrá olvidado que el propio Denegri había patrocinado una solución
de paz más onerosa para el Perú que el gobierno de Chile rechazó por respetar sus compromisos con Iglesias”
(Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 266 y s.)
118
Carta personal de Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Huancayo, 20 de septiembre de 1882). Véase el
apéndice documental.
115
En uno de sus más famosos escritos, Jorge Basadre ha llegado a decir que
durante la Campaña de la Sierra, entre 1881 y 1883, el estado peruano había
sufrido una desintegración temporal con “núcleos” que pretendían representarlo,
como los de Arequipa con Montero (del cual dependían los departamentos del
119
Carta personal de Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Tarma, 15 de noviembre de 1882). Véase el
apéndice documental.
120
Carta personal de Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Tarma, 5 de diciembre de 1882). Véase el
apéndice documental.
121
En su Memoria al gobierno de Arequipa, suscrita en Tarma el 20 de enero de 1883, Cáceres expresó con
un claro sabor andino: “Creo deber de justicia tributar un voto de aplauso a la provincia de Huarochirí, que
acudiendo entusiasta a mi llamamiento, se organizó en fuerzas guerrilleras destinadas a guardar los puestos
más avanzados, en cuya defensa tenían que comprometer frecuentemente choques de más o menos
importancia, pero siempre encarnizados. Esos patriotas ciudadanos, no sólo hacían la ofrenda de su sangre,
sino que proveían a su subsistencia a espensas [sic] de sus propios recursos, turnándose semanalmente en el
servicio para darse tiempo de atender sus labores ordinarias” (Cáceres 1883: 4).
116
Centro bajo el mando de Cáceres) y Cajamarca con Iglesias (Basadre 1971, t. II:
497). Pero, ¿había existido un Estado, en el cabal sentido de esta palabra, antes de
la guerra? ¿Era, en verdad, un cuerpo político que reflejaba a toda la Nación?
Probablemente lo primero que tengamos que hacer para intentar dar una
respuesta tentativa a esta pregunta es procurar apartarnos de los prejuicios y
condenas que han caído sobre el Estado republicano en su conjunto. Como lo ha
señalado Basadre, el Estado tenía, para comenzar, una implantación antiquísima
en el Perú. Había mostrado una considerable fuerza centralizadora para mantener
enlazado lo que era ostensiblemente diverso. 122 Al margen de percepciones
politizadas, es imposible desconocer que el Estado peruano había tenido algunos
logros antes de la guerra en lo referente a la modernización del país. Miguel Grau
y la heroica oficialidad naval que defendió al Perú en el crudo invierno de 1879
fueron, por ejemplo, elementos eficientes del Estado peruano, disminuidos en su
labor debido a una lamentable falta de equipamiento material. Cáceres era
también un oficial de carrera que había sido, además, muy apreciado por Manuel
Pardo. La huella del Estado se notaba también a otros niveles. El teniente
Esponda, uno de los oficiales que en febrero de 1882 recibió órdenes de Cáceres
para organizar la defensa de los pueblos del Mantaro había sido alumno de la
Escuela de Clases en 1876 (Esponda 1936: 1). Finalmente, a juzgar por muchas
citas dispersas en la correspondencia de Cáceres y en otros documentos de la
época, la estructura de organización de la población civil en términos de Guardia
Nacional, que databa de antes de la guerra, parece haber tenido algún efecto en la
organización de los cuadros de oficiales. Por ejemplo, cuando Cáceres nombró a
Elías Mujica como Prefecto y Comandante General del Departamento de Lima
en una etapa verdaderamente crítica de la guerra, destacó de manera muy especial
que su elegido era “coronel de Guardia Nacional”. 123 Estos ejemplos pertenecen
sólo al ámbito de las fuerzas armadas, pero es perfectamente posible encontrar
numerosos ejemplos que nos hablen de una presencia positiva del Estado en
otros muchos terrenos. Pese a las enormes dificultades que planteaba la geografía
peruana, no dejó de haber alguna presencia de las autoridades del Estado en los
122
“Me parece que existe un hecho histórico ininterrumpido y es que en el Perú, en el territorio que hoy
llamamos el Perú, a pesar de los recortes o cambios a través de los siglos, ha habido un hecho muy
importante: la existencia de una fuerza centralizadora que ha sido el Estado. La tenemos desde antes de los
Incas, con los Incas, con la Conquista, en el Virreinato, en la Independencia y en la República; o sea que
abarca un período de muchos siglos, y en ese sentido resulta un fenómeno mucho más antiguo que el de otros
países del mundo. Ahora, al mismo tiempo, creo que hay un fenómeno de ausencia de integración, que hay
capas distintas desde un punto de vista geográfico, social, cultural, económico, etc. y sobre todo que no se ha
resuelto fundamentalmente el problema creado por la conquista española cuando se superpuso el grupo
conquistador (y quienes siguieron a los conquistadores) a la masa indígena. Esa especie de dualismo no se ha
roto definitivamente a pesar de la existencia de un vasto mestizaje” (Basadre-Macera 1974: 145).
123
Carta personal de Andrés A. Cáceres a Carlos de la Riva-Agüero (Tarma, 2 de enero de 1883). Véase el
apéndice documental.
117
124
En tiempos de la expedición del coronel chileno Martiniano Urriola a la Sierra Central, que se inició en
tiempos de la campaña de Huamachuco, “los curas mantenían el espíritu de rebeldía y eran los mejores
aliados de Cáceres para los reclutamientos. Uno con cogulla y con insignias de coronel dirigía ahora a la
indiada” (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 300).
125
A partir de sus pesquisas en fuentes judiciales, Patrick Husson menciona el caso del cura de Luricocha,
Eusebio Cancho quien, en abril de 1882, sublevó a los indios de las haciendas Huayllay (de Miguel Lazón) y
Chaca (de Salomé Arias). Los indios “atacaron a un destacamento militar encargado de requisar ganado”
(Husson 1992: 169).
118
Si bien el gobierno de Chile tuvo muy claro, por lo menos desde 1882, el
objetivo de abandonar el Perú en cuanto se tuviera “el Tratado de paz en la
cartera” (Duarte 1983 [1884]: 43), muchos integrantes del ejército de ese país, así
como chilenos “empleados en el Perú” se acostumbraron al estilo señorial de las
poblaciones peruanas, tan distinto del que había en su país. De ese sector vino
una resistencia a hacer la paz y a abandonar un país donde tenían tantos
privilegios y eran, además, señores (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 262; 265).
126
Véase la entrada del Diario de Rodríguez del 5 de junio de 1883: “Salió [camino a Mito] la 1ª y 2ª división
a las 7 a.m. Por el camino se encontraron varios rifles de los desertores” (Zulen 1924: 156). En la Memoria de
Rodríguez y De los Heros, se dice que el día 4 de junio se detectaron cien bajas en el Ejército por deserción
(1886: 21).
127
Véase la entrada del Diario de Rodríguez del 22 de abril de 1883: “Nada notable en la mañana. En la tarde
llegó una parte del batallón San Jerónimo conduciendo a tres oficiales del Jauja que se habían desertado.
Inmediatamente se dio orden para que se preparasen para ejecutarlos a las 4 y 1/2 p.m. Formado el ejército
fueron fusilados. Se dio orden para que el ejército marchase a Tarma” (Zulen 1924: 154). Este pasaje ha sido
concordado con la Memoria de 1886 (p. 12).
128
“El mismo día de la salida de Tarma, algunos jóvenes de la Escolta, haciendo un vergonzoso contraste con
sus leales, valerosos y patriotas compañeros, que siguieron hasta Huamachuco, se escaparan del cuerpo”
(Rodríguez y de los Heros 1886: 20). Las deserciones, aún mayores, que hubo en el bando chileno tuvieron un
origen distinto que será estudiado más adelante.
119
que corrieron desde agosto de 1882 hasta mediados del año siguiente, los
agentes de Iglesias se hubiesen multiplicado de tal manera que no faltaran “en
ninguna parte” (Rodríguez y De los Heros 1886: 29).
129
Carta personal de Andrés A. Cáceres a Isaac Recavarren (Tarma, 18 de mayo de 1883). Véase el apéndice
documental.
130
Archivo Histórico Militar del Perú. Cuaderno 10: “1883. Correspondencia privada que medió entre el
Com[andan]te G[ene]ral y en Jefe del Ejército de Operaciones en el Norte[,] cor[one]l Ysaac [sic] Recavarren
120
El tiempo que siguió a las batallas de San Juan y Miraflores fue, sin lugar a
dudas, uno de los momentos históricos de peor proyección internacional del
Perú. Es preciso remontarse en el tiempo y recrear un entorno internacional que
ensalzaba las victorias militares y las soluciones de fuerza. Nítida señal de este
desprestigio militar peruano fue esa terrible sensación de “orfandad” que
confesaron tantos escritores y políticos nacionales cuando comentaban la actitud
que habían asumido los países de América. Una excepción fue el pasajero (y a la
postre fútil y hasta pernicioso) gesto de los EEUU de hacer sentir su poder en el
Pacífico entre 1881 y 1882. También lo fue la valiente declaración del presidente
venezolano Guzmán Blanco de 1881 denunciando las conquistas chilenas luego
de la caída de Lima. De hecho, la abrumadora mayoría de los países del
Hemisferio optaron por un silencio que muchas veces era acompañado por
sutiles gestos de simpatía hacia la nación vencedora. Este fue el caso del Imperio
del Brasil. Por lo menos así lo sintió, en forma amarga, el entonces Ministro
Plenipotenciario peruano en Río de Janeiro, José Antonio de Lavalle quien lo
registró de esta manera en sus informes diplomáticos (Bulnes 1955 [1911-1919]
v. II: 229-231). Estas actitudes deben entenderse, repetimos, dentro del contexto
mundial de la época. Estaba todavía muy fresco, por ejemplo, el recuerdo de la
violenta redistribución del poder en el Viejo Mundo que había erigido
temporalmente al Imperio Alemán (a expensas de Francia) como el nuevo polo
hegemónico en la Europa continental. El vuelco de poder que se había dado en
Sudamérica como consecuencia de la derrota del Perú encajaba perfectamente
dentro de este esquema.
[y] autoridades y particulares hasta después de la batalla de Huamachuco”. El texto reproducido forma parte
del borrador de la carta a Cáceres del 28 de mayo de 1883 que Recavarren conservó entre sus papeles
personales.
131
Pedro Manuel Rodríguez y Daniel De los Heros, Memoria sobre la retirada del Ejército del Centro al
norte de la República y combate de Huamachuco. Lima, 1886, p. 3.
121
literaria y política en tiempos posteriores (Tauro 2001 t. 1: 140; Milla Batres 1986,
t. I: 172-174). El médico arequipeño José A. Morales Alpaca “logró fundir un
cañón de cobre tipo Krupp de a cuatro [...] que, enviado luego al Centro, sirvió
en la batalla de Huamachuco (Basadre 1971 t. II: 599 y s.). Llegó a haber en
importantes sectores, aunque de manera fugaz, un intenso espíritu de integración
nacional que se expresó en la puesta en práctica de una maquinaria bélica
eficiente. El esfuerzo de Cáceres generó también un ambiente político adecuado
para el fortalecimiento de la Alianza con Bolivia.
132
De una carta de Modesto Basadre y Chocano, suscrita en Lima, el 13 de noviembre de 1904 (Basadre y
Chocano 1953: XXXIX). Debido probablemente a su ancianidad, Basadre y Chocano menciona
equivocadamente la fecha 24 de marzo de 1884 para los acontecimientos aquí descritos.
125
133
De la correspondencia publicada por el diario chileno El Ferrocarril, en las semanas que siguieron a las
batallas de San Juan y Miraflores y al inicio de la ocupación chilena de Lima. Colección de recortes de la
prensa chilena de la época, f. 37. Archivo de Límites del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.
134
Correspondencia publicada por el diario chileno El Heraldo. Colección de recortes de la prensa chilena de
la época, ff. 30 y s. Archivo de Límites del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú. La fuente señala
equivocadamente la fecha 8 de enero para la “sorpresa de Ate”, cuando en realidad tuvo lugar el 9 (Bulnes
1955 [1911-1919] v. II: 329).
135
Luis Milón Duarte. Exposición que dirige el Coronel Duarte a los hombres de bien (con revelaciones
importantísimas sobre la ocupación enemiga de 1879 a 1884), p. 34.
126
El último día del convulso año 1883, el general Andrés A. Cáceres escribió
desde Ayacucho una expresiva carta a quien era, al parecer, un cercano y
anónimo amigo suyo que residía entonces en Lima. Ya hemos citado este
documento en otro contexto. Era, en realidad, una misiva de respuesta, donde
Cáceres expresaba elocuentemente las razones por las que se negaba a secundar
a Miguel Iglesias en sus esfuerzos de paz con Chile. Nos estamos refiriendo al
tiempo posterior a la derrota de Huamachuco y anterior a la ratificación del
Tratado de Ancón. Se trata de una pieza bastante rara dentro de la
correspondencia de Cáceres, escrita con una franqueza ruda y hasta brutal, que
sin duda brotaba de las “torturas”, “sufrimientos” y “horrorosas decepciones”
que confiesa en ella ante la destrucción, la confusión y la desunión que se
enseñoreaban por doquier en el país Hacia el final de esta carta, en un párrafo
que retrata un rasgo característico de su personalidad, Cáceres señalaba que, para
mantenerse en el “camino de la resistencia”, se necesitaba “carácter para
perseverar, carácter para no transigir con el cálculo y la cobardía, carácter para
sobreponerse a todo, inclusive las derrotas, carácter y siempre carácter”. Y
añadía, en tono inusual:
136
Carta de respuesta del general Andrés A. Cáceres a un ciudadano peruano no identificado residente en
Lima (Ayacucho, 31 de diciembre de 1883). Véase el apéndice documental.
127
137
Véanse, por ejemplo, las primeras palabras del editorial del Diario Oficial chileno de Lima del martes 2
de enero de 1883, comentando el inicio del Año Nuevo: “El siglo diez y nueve avanza en la carrera del
tiempo, y con él avanzan también todos los pueblos en el camino del progreso” (p. 2).
128
A ello podríamos añadir que esta visión del mundo justificó también, en la
mente de los protagonistas, un recrudecimiento del dominio militar ejercido por
los pueblos europeos sobre naciones pobres o desorganizadas, en particular en
Asia y África, con una tónica que enfatizaba las visiones racistas sobre la supuesta
superioridad intrínseca del hombre blanco sobre el oscuro o el amarillo. Fue el
caso, por ejemplo, del espíritu que expresaba la llamada Guerra de Egipto, que
involucró a Inglaterra, entonces la gran potencia de la época. Cabe destacar que
este fue el foco de atención internacional privilegiado de la prensa chilena de
Lima durante el año 1882. 138 Su crudeza quedaba claramente reflejada en esos
días en los relatos e ilustraciones de los diarios europeos de la época. Un dibujo
titulado “Rendición”, publicado en el Illustrated London News (Grimberg 1968:
266), que muestra un episodio de la guerra entre Inglaterra y Egipto de 1882
donde un militar británico somete a punta de pistola a un soldado egipcio,
mientras otro arremete con furia también contra tropas lugareñas, hace
irresistible la comparación con los terribles enfrentamientos que tenían lugar, ese
mismo año, en la Sierra Central del Perú entre jinetes chilenos armados con
sables y campesinos defendiéndose con hondas y rejones.
138
Sobre la “cuestión egipcia”, véase, por ejemplo el “Boletín del día” incluido en el Diario Oficial chileno de
Lima del sábado 15 de julio de 1882 (p. 2).
130
139
Véanse, como ejemplo, los epígrafes que encabezan este primer capítulo.
140
La Bolsa. Arequipa, martes 7 de agosto de 1883, p. 2.
141
Diario Oficial. Lima, viernes 18 de agosto de 1882, pp. 2 y s.
131
142
“El momento más duro de la vida de la capital peruana fue desde agosto de 1882 a febrero de 1883, el
semestre de los cupos y de las deportaciones. Santa María, Balmaceda, Novoa y Lynch, todos a una creyeron
que después de la Concepción había que sustituir la benignidad por el rigor, sobre todo contra los que vivían
en relación con las montoneras, alentándolas y dirigiéndolas” (Bulnes 1955 [1911-1919] t. III: 169).
143
Diario Oficial. Lima, lunes 31 de julio de 1882, p. 2.
132
circulaban en Lima en mayo de 1882. 144 Daría la impresión de que chilenos como
Vergara y muchos observadores europeos, inmersos todos ellos en la misma
visión del mundo, habrían llegado a conclusiones similares a partir de sus
observaciones sobre la derrota y la fragmentación política del Perú en enero de
1881. No obstante, este triunfalismo asimilacionista chileno fue un fenómeno
pasajero. De hecho, ante el peligro de la prolongación indefinida de la guerra con
sus inevitables costos humanos y pecuniarios, las clases dirigentes chilenas
comenzaron a manejar claramente, entre mediados de 1882 y comienzos de 1883,
un escenario ideal que contemplaba la retención de las provincias conquistadas
del Sur por medio de un tratado de paz y el retiro gradual de sus tropas del resto
del territorio peruano. Un escenario menos favorable contemplaba la posibilidad
de una desocupación aun sin haberse llegado a conseguir un tratado o al menos
una tregua. Este punto de vista fue una consecuencia de la intensificación de la
Campaña de la Sierra por acción de las fuerzas de Cáceres. Hacia agosto de 1882,
el propio presidente Santa María había llegado a aceptar la alternativa de un retiro
chileno al sur de la línea de Sama (Basadre 1983 t. VI: 303). “Chile quiere la paz
que nosotros la queremos doblemente...”, había expresado Mariano Castro
Zaldívar, representante personal de Iglesias en las negociaciones de paz con
Chile, en una carta fechada en Lima el 12 de abril de 1883 (Vargas Ugarte 1971:
378). No obstante, se trataba de una imagen que aparece clara sólo si
contemplamos el proceso de la guerra en perspectiva, y que no lo estuvo en lo
absoluto para muchos de los peruanos de esa época. Siguiendo simplemente la
“lógica” supuestamente inevitable del socialdarwinismo, estos peruanos sintieron
de cerca el peligro de una subyugación permanente del país. Uno de estos
personajes fue Cáceres quien, en octubre de 1882, llegó a señalar los “propósitos
de dominación y de conquista” de Chile. 145 Esta actitud continuó en los años
posteriores. En una carta de enero de 1884, y en clara alusión al Tratado de
Ancón y a la actitud sumisa del gobierno de Iglesias, Cáceres habló también de
haberse sellado “la esclavitud de la patria por la continuación del dominio
reconocido del enemigo, después de cederle gran parte de nuestro territorio y
todas nuestras riquezas” (Ahumada Moreno 1891: 467). En julio de 1887, ya
siendo presidente, Cáceres recordó conmovido los esfuerzos de la Nación
durante siete años de guerra “empeñada en la defensa de su integridad primero y
del principio de su soberanía después...”. 146
144
La Situación. Lima, 13 de mayo de 1882, p. 2. Este artículo no fue invención de La Situación, sino que fue
efectivamente publicado el 12 de abril de 1882 por The Times de Londres (Amayo 1988: 240).
145
Proclama del general Andrés A. Cáceres, Jefe Superior y Militar de los Departamentos del Centro (Tarma,
16 de octubre de 1882). Véase el apéndice documental.
146
El Comercio. Lunes, 1 de agosto de 1887, pp. 2 y s.
134
147
Diario Oficial. Lima, viernes 15 de septiembre de 1882. p. 2.
148
De la correspondencia publicada por el diario chileno El Ferrocarril, en las semanas que siguieron a las
batallas de San Juan y Miraflores y al inicio de la ocupación chilena de Lima. Colección de recortes de la
prensa chilena de la época, f. 77. Archivo de Límites del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.
135
149
El Comercio. Lima, martes 16 de septiembre de 1884, p. 3. Se trata de un comentario sobre la Narración
histórica... de Paz Soldán, tomado de El Nacional de Buenos Aires, fechado el 3 de agosto de ese año.
136
150
La Prensa Libre. Lima, viernes 7 de marzo de 1884, p. 3.
151
Diario Oficial. Lima, miércoles 27 de septiembre de 1882, p. 3.
137
Viene aquí al caso comentar que, cuando señalamos una mayor presencia
del socialdarwinismo entre las clases dirigentes de Chile con relación a sus pares
peruanas, estamos hablando tan sólo de una tendencia, y no de una actitud
totalmente generalizada. Más de un testimonio chileno habla, por ejemplo, de la
inicial reticencia del presidente chileno Aníbal Pinto a involucrar a su país en una
guerra contra el Perú. Más de un chileno debió considerar extraño ir a la guerra
contra un país que había sido un aliado tan estrecho en la lucha contra España
en la década anterior. De otro lado, como un relativo amortiguador de las
tendencias socialdarwinianas propias de la mentalidad de ese momento, también
hay que tener en cuenta la existencia de incontables lazos afectivos, e inclusive de
parentesco, que unían entonces a muchas familias peruanas y chilenas.
De otro lado, fuera del ámbito específico del pensamiento radical, y como
una acentuación de tendencias que ya eran observables desde antes de la guerra,
menudeaban en la prensa de tiempos del Segundo Militarismo artículos de
contenido más bien chocante para la mentalidad actual, que abundaban en forma
recurrente en temas tales como la descripción minuciosa de duelos, ejecuciones,
experimentos seudocientíficos y acontecimientos bélicos, en todos los cuales se
percibía una valoración más bien positiva de la violencia. 153 En la prensa peruana
de la guerra y del tiempo posterior encontramos comentarios de tipo racista,
aunque con una formulación de pretensiones supuestamente científicas. En
muchos de ellos se establecía una asociación entre debilidad nacional y
abundancia de “razas inferiores” o “híbridas”. Era, sin duda, un pesimismo
enraizado en convicciones surgidas de una visión del mundo que era por lo
menos parcialmente socialdarwiniana. 154
152
Véase el periódico El Radical. Nro. 1. Lima, 1 de enero de 1889, pp. 2 y s.
153
Véanse los artículos La toma de Khartum, y La cabeza de los guillotinados aparecidos, respectivamente, el
lunes 30 de marzo (p. 3) y el martes 23 de junio (p. 3) de 1885, en el diario El Comercio de Lima.
154
Véase el artículo Movimiento de la población de Lima en 1884, firmado por E. Ramírez Gastón, donde se
habla con toda claridad del “predominio de las razas de inferior condición...”. El Comercio. Lima, lunes 31 de
agosto de 1885, p. 2. Durante la guerra, personajes tan encumbrados en el mundo de las letras como José
Antonio de Lavalle y Ricardo Palma dejaron claros ejemplos de apreciaciones racistas muy propias de la
mentalidad de la época (Miró Quesada 1981-1982: 27; Palma 1964: 13).
140
155
De un editorial de La Patria de Valparaíso, reproducido en La Bolsa de Arequipa del jueves 3 de agosto de
1882, p. 2.
141
No resulta extraño que esta lente haya hecho ver la sincera hermandad
peruano-chilena durante la guerra contra España como una suerte de retorcida
maniobra de los políticos limeños para adquirir la supremacía naval luego de la
destrucción de Valparaíso mediante la rápida adquisición del Huáscar y la
Independencia (Bulnes: id.). No obstante, revelando su naturaleza claramente
156
Diario Oficial. Lima, miércoles 13 de septiembre de 1882, pp 2 y s.
157
Diario Oficial. Lima, sábado 29 de julio de 1882, p. 3.
143
Para el caso del Perú anterior a la guerra, la tendencia parece haber sido la
afirmación del americanismo (Larrabure 1887). Es cierto que desde la
Independencia hasta la era de Ramón Castilla el Perú fue protagonista, pero
también víctima, de invasiones y de intervenciones internacionales. Luego de
Castilla, no parece haber habido voluntad (ni medios económicos) para la
realización de alguna expedición militar ofensiva fuera de las fronteras peruanas.
Ya hemos visto, de otro lado, que entre los sesentas y los setentas del siglo XIX
el Perú llegó a tener una clara supremacía naval en todo el Pacífico Sur. De haber
sido instrumento de políticas y de sentimientos expansionistas en el seno de la
clase dirigente peruana, este poder marítimo habría hecho posible fáciles
conquistas territoriales. No obstante, precisamente a contrapelo de la visión del
mundo socialdarwiniana que dominaba entonces, los años setentas del siglo XIX
parecen haber sido más de introversión en asuntos de política interna que de
extroversión en materias internacionales. Esto es un indicio, cuando no una
prueba tangible, de que esta visión tuvo una escasa influencia en los hombres
públicos peruanos de entonces. En 1887, luego de la guerra, y con un desencanto
parecido al que iban a mostrar los radicales peruanos dos años después, el ya
citado Eugenio Larrabure expresó los siguientes comentarios referidos a la
política internacional del Perú anterior a marzo de 1879:
144
158
Larrabure alude aquí al pronunciamiento del presidente venezolano Guzmán Blanco de 1881, quien
protestó contra los derechos de conquista como nefasto precedente jurídico en América.
145
159
De un oficio que Cáceres dirigió al coronel Tomás Patiño, prefecto de Huancavelica, comentándole el
triunfal ingreso de sus fuerzas en Huancayo y la apurada evacuación de las fuerzas chilenas de la Sierra
Central (11 de julio de 1882) (Ahumada Moreno 1890 t. VII: 191).
160
De una comunicación del presidente chileno Domingo Santa María a Jovino Novoa, su representante en
Lima, aludiendo a las represalias que debían tomarse por los daños ocasionados a las fuerzas chilenas en el
marco de la reciente ofensiva de Cáceres en la Sierra Central (28 de julio de 1882) (Bulnes 1955 [1911-1919],
v. III: 169.
146
Sólo restaría añadir que, por el lado de los chilenos, y como era de
esperarse, surgieron inmediatamente las apelaciones a la “civilización” contra una
guerra supuestamente bárbara y despiadada que, paradójicamente, había sido
desencadenada por ellos mismos. Sin embargo, no era el cambio de escenario lo
que afectaba a las fuerzas invasoras. Un año antes, en 1881, en una etapa previa al
crecimiento del Ejército del Centro y de la organización guerrillera, el
comandante Ambrosio Letelier se había paseado impunemente por gran parte de
la Sierra Central. Sus grandilocuentes (por no decir fanfarrones) parte militares
148
161
Diario Oficial. Lima, viernes 11 de agosto de 1882, p. 3.
149
1
Gonzalo Bulnes. Guerra del Pacífico, vol. III, pp. 148 y s.
150
“He ahí a los extremos a que son conducidos los pueblos oprimidos por
un vencedor implacable y cruel, y que empuñando las armas para
defender sus hogares, saborean hasta el colmo una venganza horrible y
repugnante, pero justa”. 4
2
Según el Diccionario de Uso del Español de María Moliner, “malón” es una palabra originada en
Hispanoamérica que significa “ataque inesperado de los indios” (Moliner 1992 H-Z: 318).
3
Jorge Guillermo Leguía. El Centenario del Mariscal Andrés A.Cáceres..., pp. 31 y s.
4
De un relato hecho por el periodista M. F. Horta sobre la campaña de julio, publicado por El Eco de
Junín el 26 de agosto de 1882 (Pascual Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico, tomo VII (1890), p. 192.)
Este texto fue copiado al pie de la letra, algunos años después, en el folleto anónimo Rasgos militares del
ilustre y benemérito General Andrés Avelino Cáceres, Presidente de la República. Homenaje a sus
relevantes méritos en el día de su cumpleaños, noviembre de 1886 (p. 12). En este mismo folleto
evocador de la campaña del Centro se habla de los “antes pacíficos labriegos llamados a la vida del
patriotismo” (p. 15).
152
de Letelier de 1881 al decir que había “señalado su paso por los pueblos con
actos de crueldad y de barbarie, propios de una guerra de depredación y de
exterminio y conculcatorios de las reglas más triviales consagradas por las
prácticas del Derecho Público” (Cáceres 1883: 3).
5
Sin duda, este tema amerita un estudio detallado. Para el caso de la defensa de Lima en enero de 1881,
y en el presente estado de los conocimientos, nos vemos obligados a hablar en forma vaga de “los
campesinos”, sin especificación de las circunstancias y de los lugares en que tuvieron lugar los
reclutamientos en la Sierra. Es evidente que debieron existir situaciones diversas. No obstante, cabe
mencionar dos testimonios extranjeros sobre la defensa de Lima que hablarían de una tendencia de los
campesinos a no comprometerse con el esfuerzo de lucha, tanto por razones de distancia cultural con la
sociedad criolla, como por haber sido en muchos casos forzados a combatir. El primero es el informe del
observador británico en las fuerzas peruanas, teniente Reginald Carey Brenton, escrito pocos días después
de la batalla de Miraflores, el 19 de enero de 1881 (Wu Brading 1986: 92 y s.). El segundo es el extracto
de un informe que el Ministro Plenipotenciario de los EEUU en el Perú I. P. Christiancy dirigió desde
Lima al Departamento de Estado con fecha 4 de mayo de 1881, en uno de cuyos párrafos comentaba la
naturaleza de los reclutamientos en la Sierra: “De estas pobres clases del pueblo también sacaban toda la
soldadesca peruana (a excepción de las reservas de Lima), que alistaban temporalmente para la defensa de
la capital, y estas fuerzas se llamaban voluntarios; pero la manera como se hacían estos voluntarios, era
mandando oficiales que recorrieran el país con una escolta armada y obligando a todos los que
encontraban en su camino a seguirlos. Si rehusaban, eran tomados por la fuerza, atados juntos y
colocados en los carros u obligados a marchar a Lima. Yo mismo he visto veintenas de tales voluntarios,
así atados, marchando por las calles de Lima” (Ahumada Moreno 1889: 168).
6
Bulnes publicó este texto en 1919 (Encina 1955: 12).
153
7
Copiando, sin duda, a las fuentes chilenas, Basadre llama también Ascotambo a Acostambo (Basadre
1983 t. VI: 292).
155
8
Gonzalo Bulnes. Guerra del Pacífico, volumen III, p. 285. La cita se refiere al escenario del sur del
Perú.
156
1955 [1911-1919] v III: 85). Ya hemos visto que la reacción chilena fue el
envío a la Sierra Central de una segunda expedición al mando del coronel
Estanislao del Canto, que ocupó el área comprendida entre La Oroya y
Huancayo desde febrero de 1882 y que obtuvo su abastecimiento logístico
apelando a la fuerza compulsiva de los ya citados malones, sobre todo después
del estallido, en marzo, de un levantamiento general de las comunidades en el
Mantaro que se oponían a las exacciones:
9
“Las autoridades y Jefes militares que mandé al Departamento de Ica han levantado los pueblos contra
los invasores con el mejor éxito. Han tenido varios encuentros favorables, y según las últimas noticias que
me comunica el amigo Valle se creía fundadamente que se efectuaría la desocupación por el enemigo. A
fin de que no desmayen en la obra que han emprendido, he ordenado que de los pueblos limítrofes de
Huancavelica y Ayacucho salgan guerrillas a apoyarlos”. Carta personal de Andrés A. Cáceres a Lizardo
Montero (Tarma, 30 de agosto de 1882). Véase el apéndice documental. Hay también esta otra referencia,
correspondiente a octubre de 1882: “Lo que más llama la atención es la valerosa actitud de los
guerrilleros de Ica. Han tenido varios encuentros siempre ventajosos y el entusiasmo acrece cada día. Me
piden auxilio con mucha instancia; pero tú sabes que no es posible desprender a tanta distancia parte de la
poca fuerza que tengo, y no hay rifle siquiera que poderles mandar. Sin embargo, en estos días sale
Patiño, el Prefecto de Huancavelica con la Gendarmería de ese Departamento y una fuercesilla más que le
he agregado a apoyarlos y organizar bien las guerrillas...”. Carta personal del general Andrés A. Cáceres a
Lizardo Montero (Tarma, 10 de octubre de 1882). Véase el apéndice documental.
10
Véase, por ejemplo, el siguiente comentario incluido en un telegrama dirigido por dos altos
funcionarios chilenos desde el Perú al presidente Santa María, fechado el 10 de enero de 1882, que
comienza hablando de las impresiones de Lynch cuando éste subió a la Sierra: “General en Jefe llegó a
Chicla y nos dice que después de pasar un ramal de la cordillera, viendo lo que han sufrido las tropas con
motivo de las nieves y de las lluvias, es de opinión que la expedición debe suspenderse hasta la buena
estación y ocupar mientras tanto a Huacho, Supe y hostilizar a Montero” (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III:
143).
160
11
“La extraordinaria aglomeración de gente en la quebrada de Chosica, harto encerrada y estrecha; las
crecientes del Rímac, que infestaban la atmósfera con emanaciones palúdicas; la alimentación escasa y de
mala calidad; los rigores de la estación y otras causas más, provenientes de condiciones antihigiénicas,
desarrollaron en el cuartel general fiebres de mala índole, que hacia los meses de noviembre y diciembre
[de 1881] tomaron un carácter epidémico de funestísimas consecuencias, causando por término medio
diez defunciones diarias en el ejército, sin que fuera posible combatir eficazmente los estragos de la peste
por la falta de un cuerpo médico bien organizado y la escasez de medicamentos” (Cáceres 1883: 5).
12
Oficio del general Andrés A. Cáceres al coronel jefe de Estado Mayor del ejército (Canta, 2 de marzo
de 1883). Véase el apéndice documental.
161
13
La Situación, Lima, 27 de marzo de 1882, p. 3.
14
“Desde que se supo que Huancayo iba ser desocupado circuló por toda la Sierra la noticia de la fuga de
los chilenos. La anunciaban a toda voz los agentes de Cáceres. La repetían el obispo Valle, los curas y los
162
alcaldes. Y las comunidades indígenas preparaban sus armas para perseguir en su huida a esos invasores
que les habían arrebatado sus ganados y destruido sus villorrios” (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 155).
15
Diario Oficial. Lima, 25 de julio de 1882, p. 3.
163
A esta causa habría que añadir otra, sugerida por las fuentes, que es la
de los maltratos y el excesivo rigor disciplinario que sufrían los rasos chilenos
como parte normal de su vida en los cuarteles. Desde el pueblo de Tongos, el
28 de mayo de 1882, el ciudadano peruano Lucio Cárdenas, presumiblemente
un periodista, dirigió a La Unificación Nacional de Ayacucho una extensa carta
referente a los combates que ocurrieron en Junín y el norte de Huancavelica
entre marzo y mayo, durante el levantamiento general de las comunidades de
esa área. Según Cárdenas, después de los enfrentamientos de abril, el comando
chileno habría dispuesto una reconcentración en Huancayo (que, a juzgar por
el mantenimiento de la dispersión de las guarniciones, sólo parecería haberse
verificado parcialmente). En su informe, Cárdenas transmite rumores de
alarma en el cuartel general chileno y de desaliento en las tropas invasoras por
la reciente pérdida de 470 hombres. Aunque no habla de las enfermedades
como una de las causas de estas bajas, sí menciona que debido al “trato cruel e
inhumano” de sus jefes “se han desertado últimamente veintidós hombres en
distintas direcciones [...] pues se nos dice que han llegado algunos de ellos a
Ayacucho...”. 16 Llama la atención la concordancia que existe entre esta
referencia peruana y la visión que nos proporciona Bulnes en cuanto al
número de uno de los grupos de soldados chilenos que desertaron por esos
meses en Junín. También es razonable vincular la “alarma” que según el
observador peruano había por entonces en la jefatura chilena y la dramática
inspección sanitaria que fue mencionada líneas arriba. Las bajas en combate
con las comunidades fueron considerables, pero sin duda hay que tener en
cuenta también las pérdidas por enfermedades y deserción.
17
Oficio del general Andrés A. Cáceres al coronel jefe de Estado Mayor del ejército (Canta, 2 de marzo
de 1883). Véase el apéndice documental.
18
Carta de doña Justa Dorregaray a Luis Milón Duarte. La Bolsa. Arequipa, martes 25 de septiembre de
1883, p. 2.
19
En las Memorias de Cáceres aparece el siguiente comentario que corresponde, según el texto, a los
últimos meses de 1881: “Continuamente presentábanse, en grupos o individualmente, en nuestro
campamento [de Chosica], desertores del ejército enemigo, los mismos que eran remitidos a las haciendas
de la selva de Chanchamayo, como peones, siendo el comandante Diez el encargado de llevarlos a dicha
región” (Cáceres 1973 [1924]: 118 y s.). La información de esta cita concuerda parcialmente con un
oficio que Cáceres dirigió al señor “ministro general de estado” del gobierno de Piérola, suscrito en
Matucana, el 28 de octubre de 1881. Vale la pena citar su texto completo: “Tengo el honor de poner en
conocimiento de V.S. que el ejército enemigo, según datos que he recibido de Lima, se halla en la mayor
desmoralización y que sus deserciones aumentan diariamente. Hasta el día he recibido más de treinta
soldados chilenos pertenecientes a casi todos los cuerpos. Estos manifiestan su descontento por el mal
trato que se les da. A todos los que se me presentan los remito a las montañas de Chanchamayo para que
allí se les emplee como peones en la haciendas. No dejaré de manifestar a V.S. que estas deserciones
obedecen a los trabajos que se tienen emprendidos sobre ellos por algunos hacendados y agentes que hay
en Lima con tal objeto. Que participo a V.S. a fin de que llegue a conocimiento de S.E. el Presidente de la
República”. Este documento fue incluido por Zoila Aurora Cáceres en su trabajo sobre la Campaña de La
Breña de 1921 (Guzmán Palomino 2000: 162 y s.)
165
20
Oficio del general Andrés A. Cáceres al coronel jefe de Estado Mayor del ejército (Canta, 13 de marzo
de 1883). Véase el apéndice documental.
21
De la nota de los vecinos del pueblo de San Juan de Jarpa (distrito de Huancayo) al Benemérito
General o Jefatura del Ejército del Centro (comienzos de mayo de 1881) (Zoila Aurora Cáceres, La
campaña de La Breña. Memorias del Mariscal del Perú D. Andrés A. Cáceres, p. 176.)
167
“La mayor parte de estos indios no habla español y viene desde largas
distancias, algunas desde 30 leguas, mandados por las autoridades
nombradas por Cáceres. Su objetivo no es sólo hacer la guerra al chileno
y a los partidarios de la paz, sino también a los hombres blancos de
todo partido, que ellos en su idioma llaman mistis”. 23
22
De la carta de los jefes guerrilleros de Comas a un terrateniente colaboracionista, el “señor civilista”
don Jacinto Cevallos (Acobamba, 16 de abril de 1882) (Nelson Manrique, Las guerrillas indígenas en la
guerra con Chile, p. 393.)
23
Del parte oficial del coronel chileno Martiniano Urriola al General en Jefe del Ejército en Lima,
comentándole un reciente encuentro de sus fuerzas con una “montonera” en Pucará (Huancayo, 17 de
agosto de 1883) (Pascual Ahumada Moreno. Guerra del Pacífico, tomo VIII (1891), p. 313.)
168
24
Fragmento de una comunicación del general Andrés. A Cáceres al coronel Elías Mujica (Tarma, 8 de
mayo de 1883). Véase el apéndice documental.
169
entre mayo y julio de ese mismo año (Rodríguez y De los Heros 1886: 49). En
el caso de los pueblos del Centro, refiriéndose a la Campaña de julio de 1882,
fue el mismo Cáceres quien señaló que las “enormes masas de gentes
decididas al sacrificio”, que se levantaban con tanto entusiasmo, invocaban
“quizá si por primera vez el sagrado nombre de la Patria, que comenzaban a
echar de menos, bajo la opresión de sus verdugos, en sus hogares
atropellados, en sus familias sin garantías, en sus bienes sin seguridad”
(Cáceres 1883: 15). En un estudio comparativo, Florencia Mallon ha señalado
que en Junín las comunidades campesinas eran más fuertes y más conectadas
con la Costa que las de Cajamarca de tiempos de Miguel Iglesias, donde el
poder de los terratenientes era mucho mayor (Mallon 1990: 224 y s.; 237 y s.).
En el caso de Chupaca, hemos visto antes la presencia de arrieros
acostumbrados a bajar a la Costa y a manejar el castellano (Duarte 1983
[1884]: 35). En palabras de Heraclio Bonilla:
El tema es más complejo, pero queda bastante claro que Cáceres contó,
en la región central, con un ambiente social y con una mentalidad colectiva
que fueron afines con sus esfuerzos en la defensa nacional, a diferencia de los
obstáculos que (salvo meritorias excepciones) halló en el Norte. Recordemos
que, en una perspectiva de larga duración, la totalidad de la Sierra Central
tuvo desde la época colonial peculiaridades muy marcadas con relación a los
espacios Sur y Norte del Perú. Por lo menos desde mediados del siglo XVIII
fue una zona no sólo agrícola y ganadera, sino también comercial y con un
importante componente mestizo. También fue un área donde los curas de
pueblo tuvieron mucha capacidad de movilización política sobre las
comunidades (O´Phelan 1988: 144-147).
También el sector sudoriental del valle fue afectado por estas tensiones
previas a la guerra entre cabeceras y anexos, pueblos del valle y poblaciones
de altura. En cambio, en la parte norte del valle del Mantaro, sobre todo en
los alrededores de Jauja, tuvo lugar una alianza mucho más perdurable entre el
sector más moderno (donde destacaban los comerciantes) y los campesinos,
basada en la canalización de conflictos a través de sólidas relaciones de
clientelaje que fueron muy útiles durante la guerra internacional (Mallon 1995:
182; 186). Estas peculiaridades explican el sentido de la siguiente apreciación
de Mallon:
Hasta aquí hemos hablado con algún detalle del eje Jauja-Huancayo.
¿Qué ocurría en las poblaciones campesinas situadas al sur del departamento
de Junín, en Huancavelica y Ayacucho? Recordemos, por ejemplo, que en su
fulminante ofensiva de julio de 1882, que hizo huir en alas del pánico a las
guarniciones chilenas de Marcavalle y Pucará hasta Zapallanga, Cáceres estuvo
acompañado por miles de guerrilleros oriundos de localidades situadas en gran
parte en el área de Huancavelica, como Huando, Huaribamba y Pampas
(Basadre 1983 t. VI: 293). A diferencia de Jauja, Huancavelica languidecía
desde la época virreinal “donde la sociedad, decapitada de sus elites
económicas, empobrecida por el cierre definitivo de las minas y por las
incesantes guerras civiles [permaneció durante el siglo XIX] en un estado de
marasmo y ensimismamiento, poco favorable al espíritu de empresa” (Favre
1964: 241). Al decir del médico, paisano y amigo de Cáceres, Luis Carranza,
en Huancavelica en tiempos de la guerra los indios habían “conservado ciertos
hábitos de trabajo y subordinación” (Manrique 1981: 25). De otro lado, el
quechua que se habla en el valle del Mantaro es una lengua diferente de la de
Huancavelica y Ayacucho (Manrique 1981: 51). ¿Podrían estas diferencias
explicar tal vez por qué un oficial chileno de tránsito por un territorio
172
26
Obsérvese la notable concordancia entre este testimonio y las afirmaciones del coronel Urriola
incluidas en el tercer epígrafe de este subcapítulo.
27
Nota del general Andrés A. Cáceres al Honorable Cabildo de Ayacucho (Ayacucho, 29 de noviembre
de 1883). Véase el apéndice documental.
28
Nota del general Andrés A. Cáceres al señor alcalde del Honorable Concejo Provincial de Tayacaja
(Ayacucho, 3 de diciembre de 1883). Véase el apéndice documental.
173
29
Parte central del decreto del Presidente Provisorio Andrés A. Cáceres relativo a la causa criminal
seguida por Manuel Fernando Valladares sobre restitución de ganados (18 de julio de 1884) (Manrique
1981: 365)
175
30
De la Exposición de Luis Milón Duarte, sobre el origen de la emboscada realizada por el pueblo de
Comas a una partida chilena en marzo de 1882. (Luis Milón Duarte, Exposición que dirige el Coronel
Duarte a los hombres de bien (con revelaciones importantísimas sobre la ocupación enemiga de 1879 a
1884), pp. 30 y s.)
31
Proclama al pueblo de Lima originada aparentemente en la secretaría del General Andrés A. Cáceres,
Jefe Superior, Político y Militar de los departamentos del Centro (¿principios de marzo de 1883?). Véase
el apéndice documental.
176
estudiamos radica en el hecho de que, más que los saqueos y las muertes
mismas, la violación de mujeres, o su amenaza, parece haber sido una
auténtica frontera moral que, una vez atravesada, convertía a pacíficos
campesinos en violentos y sangrientos guerrilleros:
32
Archivo Histórico Militar del Perú. Archivo Recavarren. Cuaderno 10: “1883. Correspondencia privada
que medió entre el Com[andan]te G[ene]ral y en Jefe del Ejército de Operaciones en el Norte[,] cor[one]l
Ysaac [sic] Recavarren [y] autoridades y particulares hasta después de la batalla de Huamachuco”.
178
Era muy usual que las poblaciones andinas festejaran en el marco de los
combates. En marzo de 1882, luego del ya citado —y devastador— ataque
con galgas que tuvo lugar en el paraje de Sierralumi (Junín), algunos de los
heridos y contusos chilenos alcanzaron a escapar debido a las tradicionales
costumbres festivas de los campesinos:
33
Debe tratarse de un error de Esponda, porque la mayor parte de fuentes peruanas y chilenas habla del
ataque general iniciado el 19 de abril de 1882 (Ahumada Moreno 1891: 406).
34
El autor debe esta apreciación general a la Dra. Cecilia Méndez.
179
35
Zoila Aurora Cáceres, La campaña de La Breña. Memorias del Mariscal del Perú D. Andrés A.
Cáceres, pp. 157-159.
181
37
Proclama del general Andrés A. Cáceres a los pueblos y fuerzas de su dependencia (Ayacucho, 12 de
agosto de 1883). Véase el apéndice documental.
38
Carta personal del general Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Tarma, 10 de octubre de 1882).
Véase el apéndice documental.
186
39
Andrés A. Cáceres, La guerra del 79: sus campañas. Memorias, p. 230. Según Eduardo Mendoza
Meléndez, esta versión aparece reiterada en un testimonio del mayor Alejandro Montani, “testigo
presencial de ese suceso”, quien añadía que el protagonista había sido un veterano del batallón
Concepción (Mendoza Meléndez 1993, t. II: 116).
187
“Hay constancia de que no han sido los indios los que por sí solos han
levantado el grito de rebelión, sino que han obedecido a inspiraciones de
ciertos sacerdotes y de oficiales que dicen pertenecer al ejército del general
Cáceres. La prueba de ello es que el cura de Huaripampa cayó, lanza
en mano, animando a sus combatientes y exhortándolos a no rendirse
jamás. Confirma también lo que decimos, el hecho de haberse capturado
al coronel Samaniego y a varios oficiales, los que fueron pasado por las
armas con todas las solemnidades de estilo en la plaza de Huancayo”.
40
La Situación, 10 de mayo de 1882, p. 2.
188
Cáceres (Husson 1992: 174 y s.; 194 y s.). Nuestro personaje tuvo una
relación muy sólida con uno de los jefes guerrilleros de Lazón, de nombre
Fernando Sinchitullo, quien era natural de Luricocha. En 1893, muchos años
después de la guerra, cuando se sentían los primeros vientos de una sangrienta
guerra civil, Cáceres se dirigió por escrito a Sinchitullo en un tono que hablaba
en forma inequívoca del apoyo que sentía todavía en este tipo de jefes
guerrilleros que lo habían acompañado en la época luctuosa de la Campaña de la
Sierra. 41 Las apreciaciones anteriores corresponden específicamente a
Ayacucho, y en particular a Huanta, pero pensamos que pueden ser
generalizables a los otros departamentos que estuvieron bajo la autoridad de
Cáceres, y a Junín en particular.
41
“Los hombres que como usted se mostraron firmes en la defensa Nacional, deben también ser firmes y
leales al partido Constitucional que represento, y por cuyo triunfo han combatido. No deben dejarse
engañar por los agentes de otros partidos que los atraería[n] para conducirlos al pierolismo abominable.
El pueblo de Huanta es digno de mejor suerte y me preocupo de él invitando a sus habitantes a vivir en
completa unión respetando a las autoridades a quienes he mandado nombrar y mantenido frecuente
correspondencia con Don Pedro José Ruiz que es mi representante en ese Departamento a fin que los
ponga al corriente de mis determinaciones, sin perjuicio de dirigirse a mi que tengo mucho gusto en leer
sus cartas. Participe usted a todos los comandantes que siempre los recuerdo y que será muy grato para mi
mantener correspondencia con ellos como la teníamos establecida en la época luctuosa de la campaña”
(Husson 1992: 195; Del Pino 1955: 86 y s.)
189
42
“Sapayanga.- Distrito de Huancayo” (Stiglich 1922: 963).
43
Oficio del general Andrés A. Cáceres a don Hilario Rodríguez, primer jefe de los guerrilleros de
Sapallanga (Ayacucho, 9 de febrero de 1884) (La Prensa Libre. Lima, miércoles 26 de marzo de 1884, p.
3.)
44
Oficio de José Alvarado al comandante militar de la zona V de Huancayo, Tomás Bastidas (Izcuchaca,
29 de enero de 1884) (con una nota al final de Cáceres); oficio del general Andrés A. Cáceres a Tomás
Bastidas, comandante militar de la zona occidental de Huancayo (Ayacucho, 28 de febrero de 1884);
oficio del general Andrés A. Cáceres a Tomás Bastidas, comandante de las guerrillas de Chupaca
(Huancayo, 5 de junio de 1884) (circular); oficio del general Andrés A. Cáceres a Tomás Bastidas,
comandante de la guerrilla de Chupaca (Huancayo, 26 de junio de 1884) (circular); oficio del general
Andrés A. Cáceres a Tomás Bastidas, jefe de guerrillas de Chupaca (Huancayo, 14 de julio de 1884)
(circular) (Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú 1984: pp. 317, 318, 319, 321,Y 323).
190
obstante, hay que recordar que estamos hablando del ejército profesional que
fue esencialmente destruido a lo largo de las duras campañas del Sur, entre
1879 y 1880. Surgieron graves (y no siempre bien destacadas) dificultades
cuando se improvisó un ejército para defender Lima, particularmente en
cuanto al engranaje entre la oficialidad y tropa. En su Exposición, Luis Milón
Duarte señala como uno de los errores cometidos (o tolerados) por Nicolás de
Piérola el haber separado a los soldados de origen campesino, traídos desde el
interior, de sus oficiales “comprovincianos”, que los conocían y que tenían un
ascendiente especial sobre ellos (Duarte 1983 [1884]: 42). El comentario de
Duarte no es descabellado si se recuerda precisamente que durante la batalla
de San Juan y Chorrillos el sector mandado por el coronel cajamarquino
Miguel Iglesias, que comandaba directamente por lo menos una parte
importante de tropas que lo identificaban plenamente como su líder nato, fue
el que mejor desempeño tuvo y el que mereció más elogios de los chilenos.
Una historia muy diferente parece haber tenido lugar cuando las tropas indias
recibieron por jefes a oficiales criollos costeños. Aunque el tema amerita un
estudio especial y escapa al ámbito de esta tesis, nos puede dar pie para
comenzar a introducirnos en el tema de la cadena de mando que existió
durante la Campaña de la Sierra. En síntesis, lo que postulamos aquí es que el
lazo que unió a los oficiales, suboficiales y a la tropa en el ejército del Cáceres
no fue uno de tipo funcional o basado en el esprit de corps de los ejércitos
convencionales, sino que tenía, en el mejor de los casos, una naturaleza
intermedia entre la modernidad y la tradición paternalista. El vínculo entre un
oficial y un soldado en el ejército peruano de 1882 a 1883 se basaba no sólo
en el respeto a la ordenanza y en los valores patrióticos, sino también, en gran
parte, en relaciones de dependencia personal. Como ocurrió en los casos de
tantos rasgos análogos de tiempos de la Campaña de La Breña, fue una
solución práctica, inteligente y, sobre todo, adecuada a las circunstancias
sociales de ese momento, que no fue verbalizada, analizada ni muchos menos
sistematizada. De hecho, se la puede rastrear en las fuentes sólo de manera
fragmentaria. Pero fue también, como veremos, una solución que no dejó de
mostrar grandes limitaciones.
45
Sobre la falta de municiones un relato chileno de la época decía lo siguiente: “...al principio los cholos
contestaron al ataque con vigor; pero que, concluidas sus municiones de cien tiros por plaza, se
desbandaron, y tuvo de golpe una dispersión de setecientos hombres que no le fue posible contener”
(tomado de El Diario Oficial de Lima del 30 de julio de 1883). La Bolsa, Arequipa, jueves 16 de agosto
de 1883, p. 1.
193
46
Este impresionante relato fue publicado a pedido del propio Recavarren en El Comercio de Lima en dos
partes: el lunes 14 y el martes 15 de julio de 1884. Tiene el valor de haber sido dado a la luz pública
apenas un año después de la batalla de Huamachuco. Según indicó en la carta con la que presentó este
documento, se trata de una sección del parte de batalla que Recavarren no había llegado a alcanzar
todavía a Cáceres por las complicadas circunstancias políticas que se vivían entonces, a inicios de una
guerra civil. El fragmento trascrito corresponde a la segunda parte (pp. 3-4). Sólo a título anecdótico, cabe
resaltar la admiración con la que se refiere a Leoncio Prado, cuyo heroico desempeño había borrado los
grandes desacuerdos que habían existido entre estos jefes durante la campaña (véase, por ejemplo, en el
apéndice documental, la carta personal de Cáceres a Recavarren suscrita en Aguamiro, el 8 de junio de
1883).
194
Gonzalo Bulnes. 49
Dejando de lado los juicios de valor chilenos que por momentos lindan
con la caricaturización, es posible vislumbrar un fondo de verdad en lo que se
refiere al poder que pudo haber tenido la religión campesina como uno de los
soportes anímicos de la resistencia contra los invasores.
196
50
La Situación. Lima, 10 de mayo de 1882, p. 2.
51
El Comercio. Lima, lunes 23 de noviembre de 1885, p. 3. No debe sorprender el tono racista que se
desliza al final de la cita, que era bastante usual en la época.
197
52
“En Huanta ha habido un levantamiento del que aún no tengo pormenores pero en el que sé ha sido
víctima, tal vez no intencionalmente, el Obispo Polo de Ayacucho”. Carta personal de Andrés A. Cáceres
a Lizardo Montero (Tarma, 15 de noviembre de 1882). Véase el apéndice documental.
199
mis caros hijos [...] que han dado a la Patria días de gloria imperecedera, gloria
de alta significación, sin duda, y de gratitud eterna para todo peruano de
corazón” (Cáceres 1883: 112). 53 Los chilenos sintieron el peso de la Iglesia y
de sus curas-soldados hasta el fin de la Campaña de la Sierra. Ambrosio
Salazar y Márquez, protagonista y testigo de la época, relató que el 7 de agosto
de 1883, menos de un mes después de la batalla de Huamachuco, los chilenos
dieron el paso de tomar preso al obispo del Valle en el convento de Ocopa
(Manrique 1981: 309).
53
En general, se siente ausencia de un trabajo sobre el papel de la Iglesia peruana durante la Guerra del
Pacífico. Por citar ejemplos vinculados directa o indirectamente a la vida de Cáceres, Bulnes menciona el
dinámico papel cumplido en Lima por el obispo Pedro José Tordoya, cabeza de una facción civilista en
Lima cercana a Lizardo Montero y, sobre todo, a Francisco García Calderón (Bulnes 1955 [1911-1919] v.
III: 267). Tauro comenta que, durante la ocupación de Lima, Tordoya “ejerció la presidencia del Comité
Patriótico que desde esta ciudad alentó a la combatientes de la resistencia mediante el suministro de
dinero y armas” (Tauro 2001 t. 16: 2577). De otro lado, en una carta a Montero, de febrero de 1883,
Cáceres le refirió brevemente un episodio de resistencia militar dirigida por un sacerdote, solo que esta
vez referido al pueblo de Ocros, dentro del territorio controlado por Jesús Elías, Jefe Superior de los
Departamentos del Norte: “Según la última carta del señor Elías de Oyón, aquello del Norte relativo al
desembarque de fuerzas en Casma, no es tan grave como me lo pintó el doctor Bueno. Pequeñas fuerzas
desembarcaron, y mandaron a Ocros una expedición a recoger ganado, y el cura de ese lugar amotinó al
pueblo y atacó a los chilenos en un desfiladero haciéndoles algunas bajas y quitándoles el ganado que
llevaban”. Carta personal de Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Canta, 15 de febrero de 1883). Véase
el apéndice documental.
54
Oficio con el parte oficial de la batalla de Huamachuco dirigido al Ministro de Estado en el Despacho
de Guerra (Huancayo, 30 de julio de 1883). Véase el apéndice documental.
200
58
“De un día a otro debo trasladarme a Londres, en donde, al mismo tiempo que trataré de obtener el
reconocimiento del Gobierno Provisorio [de Montero] procuraré persuadir al gobierno inglés que tome la
iniciativa de la acción común a favor de la paz, que la Francia está dispuesta a aceptar. Desde ahora puedo
indicar a US. que muy poca esperanza abrigo de alcanzar estos dos objetivos, a causa de la mala
impresión que ha producido en Inglaterra la noticia de la celebración de un tratado de paz entre el Sr.
Iglesias y Chile y los telegramas llegados recientemente que anuncian la derrota de nuestro ejército del
Centro y haberse firmado actas de adhesión al Gobierno de D. Miguel Iglesias en todos los pueblos que
los chilenos van ocupando”. El texto se refiere a los acuerdos alcanzados en las Conferencias de
Chorrillos, que concluyeron en mayo de 1883 con un borrador preliminar del tratado definitivo de paz.
Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, 5-14, Servicio Diplomático del Perú en
Francia, 1883.
59
El Comercio. Lima, sábado 17 de noviembre de 1883, p. 2.
60
Carta personal de Andrés A. Cáceres al coronel Isaac Chamorro (Ayacucho, 4 de diciembre de 1883).
Véase el apéndice documental.
61
Un coronel Manuel Isaac Chamorro aparece mencionado entre los militares iglesistas que enfrentaron a
las fuerzas caceristas en Asnapuquio (valle del Mantaro), el 15 de noviembre de 1885, en lo que se pensó
(erróneamente) que era la derrota final del caudillo ayacuchano en el contexto de la cruenta guerra civil
que enfrentó a Cáceres e Iglesias entre 1884 y 1885. Durante ese episodio, en un gesto de nobleza,
202
Finalmente, encontramos a oficiales como Pedro Mas o José Rosas Gil cuyos
nombres casi no sonaron durante los combates contra los chilenos, pero que,
curiosamente, terminaron prestando en los años siguientes un ardoroso
concurso y apoyo al régimen dominado por Iglesias. 62
Chamorro impidió el repique de campanas en Jauja, en son de triunfo, por considerar que “acababa de
derramarse sangre peruana” (El Comercio. Lima, sábado 21 de noviembre de 1885, p. 1).
62
A estos últimos debió referirse sin duda el observador alemán E. W. Middendorf, cuando dijo (en una
frase que debió ser más precisa) que “los peruanos han combatido siempre con más bravura entre ellos
que contra los chilenos” (Middendorf 1973 [1893]: 277).
63
Véase en el apéndice documental el texto y la nota crítica de la carta que el general Andrés A. Cáceres
dirigió al general Miguel Iglesias desde Ayacucho, con fecha 29 de diciembre de 1883.
203
“Importantes noticias.
El Perú se levanta.
Los guerrilleros del Ejército del Centro.
Glorioso combate en Marcavalle y Concepción.
Pérdida completa del batallón chileno «Santiago».
Gran mortandad en las filas enemigas.
El coronel Gastó derrota a los chilenos en Concepción.
El general Cáceres en Huancayo.
Fuga de los chilenos.
El pánico se apodera de ellos.
Entusiasmo de los pueblos del Centro”
Toda guerra se hace con balas y bombas en los campos de batalla, pero
también con palabras en las salas de redacción de los medios, por no hablar de
otros ámbitos alejados del terreno militar. No en vano, en el momento de
iniciarse las operaciones ofensivas de la Primera Guerra del Golfo en 1991, y
muy consciente del poder de la prensa, el general estadounidense Schwarzkopf
ordenó un blackout informativo en medio de una ola de protestas mundiales.
Se trata de un asunto ampliamente comentado y de enormes resonancias en
nuestro tiempo que, como sabemos, se caracteriza por un desarrollo
vertiginoso de la información. Pero, ¿qué ocurría en este terreno en las últimas
décadas del siglo XIX y, específicamente, en la guerra que se desarrollaba
entre el Perú y Chile?
3
Diario Oficial. Lima, sábado 15 de julio de 1882, p. 2.
205
4
Diario Oficial. Lima, viernes 21 de julio de 1882, p. 1.
5
La Situación. Lima, 25 de mayo de 1882, p. 2 (referencia sobre Cáceres). La Situación. Lima, 9 de mayo
de 1882, p.2 (referencia sobre las “indiadas”).
6
La Bolsa. Arequipa, martes 27 de junio de 1882, pp. 1 y s.
7
Diario Oficial. Lima, miércoles 14 de junio de 1882, pp. 2-3.
207
8
La Bolsa. Arequipa, jueves 15 de junio de 1882, p. 1.
9
Diario Oficial. Lima, martes 11 de julio de 1882, p. 2.
10
La Situación. Lima, 13 de mayo de 1882, p. 2.
208
11
Destacado del propio texto transcrito. Diario Oficial. Lima, sábado 15 de julio de 1882, p. 2.
12
Diario Oficial. Lima, martes 18 de julio de 1882, p. 2.
209
13
Diario Oficial. Lima, sábado 22 de julio de 1882, p. 3. El Diario Oficial insistió, al parecer, en el
supuesto “arrasamiento” de Tarma a manos de la fuerzas de Cáceres, lo que motivó las burlas de La Bolsa
de Arequipa (miércoles, 9 de agosto de 1882, p. 1).
14
Diario Oficial. Lima, viernes 21 de julio de 1882, p. 3.
15
Diario Oficial. Lima, jueves 10 de agosto de 1882, p. 3.
210
16
La Bolsa. Arequipa, miércoles 16 de agosto de 1882, p.1.
211
17
Diario Oficial. Lima, jueves 10 de agosto de 1882, pp. 2 y s.
18
Diario Oficial. Lima, sábado 12 de agosto de 1882, p. 3.
212
19
Diario Oficial. Lima, viernes 18 de agosto de 1882, p. 3.
20
La Bolsa. Arequipa, lunes 7 de agosto de 1882, p.1.
21
Diario Oficial. Lima,viernes 4 de agosto de 1882, p. 3.
22
La Bolsa. Arequipa, miércoles 9 de agosto de 1882, p. 1.
213
hordas salvajes de guerrilleros, lo que, como hemos visto, había sido casi un
estribillo del Diario Oficial de Lima:
También llaman mucho la atención los elogios que Horta hizo de los
soldados chilenos que combatieron en Concepción, en un tiempo en que las
pasiones no estaban todavía aquietadas. El mismo Cáceres se había abstenido
de hacer cualquier comentario admirativo sobre los chilenos caídos en los días
de la ofensiva. Es probable que el espíritu de este pasaje haya sido también el
de mostrar al público costeño (bombardeado por los enfoques periodísticos
chilenos) que Cáceres y sus fuerzas no eran hordas salvajes, y que respetaban
al adversario. También hay una suerte de explicación de la crueldad de las
represalias de los campesinos. Por momentos, la motivación política está por
encima de la exactitud histórica. De hecho, el episodio de la rendición de
quince soldados chilenos al final de combate es poco creíble:
Por otro lado, es seguro que Cáceres tuvo durante la guerra por lo
menos un admirador guayaquileño vinculado directamente con el ambiente de
la prensa. Ello se deduce claramente de una carta personal que Cáceres dirigió
desde Ayacucho, el 15 de febrero de 1884 a don Juan B. Elizalde, director de
La Nación de Guayaquil. 25 El caudillo ayacuchano, entonces replegado en su
ciudad natal en la época peor documentada de su vida, en un tiempo muy
posterior al que estamos estudiando, agradecía a Elizalde el obsequio que le
había hecho de una faja presidencial que había pertenecido al Mariscal José de
La Mar, ilustre miembro de la familia del periodista guayaquileño. También se
desprende que Elizalde había hecho una campaña a favor de la causa del Perú,
aunque no se dice desde cuándo. En todo caso, Elizalde es otro de los
posibles personajes a los que la airada prensa chilena podía haber aludido en
esos tensos días de julio de 1882.
26
Diario Oficial. Lima, sábado 12 de agosto de 1882, p. 2.
27
En su citada edición del 12 de agosto de 1882, el Diario Oficial señalaba que había retornado a Europa
luego de la batalla de Miraflores (p. 2.). Alberto Tauro, en cambio, sostiene que viajó a Francia en 1880
(Tauro 2001 t. 13: 2114). De la misma opinión es Héctor López Martínez (1989: 55-58).
28
En febrero de 1883, el Diario Oficial calificó a Leoncio Prado, oficial de Cáceres que entonces se
encontraba operando en Cajatambo, como “jefe de una cuadrilla salteadora” (Diario Oficial. Lima, martes
27 de febrero de 1883, p. 2).
217
29
Diario Oficial. Lima, jueves 31 de agosto de 1882, p. 2.
30
La Tribuna. Lima, jueves 19 de julio de 1883, p. 2. Reproducido en el Diario Oficial. Lima, viernes 20
de julio de 1883, p. 3.
31
Algo parecido ocurrió con los millones de franceses que creyeron sinceramente que la invasión
alemana de su país se justificaba por ser un paso en la lucha contra la Unión Soviética y contra el
comunismo en general.
32
Diario Oficial. Lima, sábado 2 de septiembre de 1882, p. 3.
33
Diario Oficial. Lima, miércoles 24 de enero de 1883, p. 2.
218
Cáceres dirigió a Montero hace ver que no existía ni una sombra de verdad en
las afirmaciones de la prensa chilena.
34
Diario Oficial. Lima, 27 de octubre de 1882, p. 2.
35
Proclama del general Andrés A. Cáceres, Jefe Superior y Militar de los Departamentos del Centro
(Tarma, 16 de octubre de 1882). Véase el apéndice documental.
36
Diario Oficial. Lima, 29 de noviembre de 1882, p. 3.
37
Carta personal de Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Canta, 15 de febrero de 1883). Véase el
apéndice documental.
38
Diario Oficial. Lima, viernes 9 de febrero de 1883, p. 2.
219
39
Veáse el subcapítulo número 2.2.2 titulado Discusión sobre el problema del colaboracionismo, en la
parte correspondiente a los rasgos biográficos de Manuel de la Encarnación Vento.
40
Diario Oficial. Lima, martes 10 de abril de 1883, p. 3.
41
Esta relación fue reproducida también por Ahumada Moreno en su Guerra del Pacífico, t. VIII (1891),
p. 117.
42
Comparemos esta relación con la carta personal que Cáceres dirigió a Montero desde Canta, el 28 de
marzo de 1883 (véase el apéndice documental). En primer lugar, la relación menciona que el buque
chileno que se encontraba en Chancay cuando las tropas se aproximaban a esa localidad era la
Chacabuco, en tanto que Cáceres habla de la Pilcomayo. Los textos tampoco son coincidentes en lo que
se refiere a los detalles de la partida de Cáceres de Chancay.
220
periódicos estaba fechado dos días después de la batalla y contenía el texto del
primer (y escueto) parte suscrito por el victorioso coronel Alejandro
Gorostiaga desde las “Alturas de Huamachuco” el día del enfrentamiento (10
de julio de 1883). El redactor local de La Idea señalaba que este pequeño parte
militar se volanteaba en Cajamarca, en forma impresa, el 12 de julio. Todos
estos datos fueron consignados en la edición del 18 de julio del Diario Oficial. 43
Cabe destacar también el tono mesurado de la prensa cajamarquina que fue la
primera en recoger la noticia de Huamachuco. Si bien ese tono era crítico
contra Cáceres, no expresaba ningún sentido de alegría por la matanza de las
tropas peruanas. Decía La Idea:
47
La Bolsa. Arequipa, jueves 6 de septiembre de 1883, p. 1.
48
La Bolsa. Arequipa, miércoles 9 de agosto de 1882, p.1
49
Carta personal de Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Tarma, 5 de diciembre de 1882). Véase este
documento en el apéndice documental, y también los inmediatamente anteriores, referidos a la emisión de
vales provisionales para el sostenimiento del Ejército del Centro.
50
Carta personal de Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Tarma, 10 de enero de 1883). Véase el
apéndice documental. Cáceres menciona al medio “El Perú” en esta misiva.
222
51
En 1919, el historiador chileno Bulnes habló sin ambages (con honestidad que cabe resaltar, e
independientemente de la inexactitud del rango militar que menciona) del “asesinato del comandante don
Leoncio Prado” por orden del coronel Alejandro Gorostiaga, estando herido y prisionero, cinco días
después de la batalla de Huamachuco (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 258).
52
La Bolsa. Arequipa, martes 7 de agosto de 1883, p. 2.
223
56
Un editorial decía: “Piérola que como guerrero nos llevó a las plantas de Chile por su orgullo y
presuntuosa ignorancia, como financista nos ha conducido a la miseria arruinando la fortuna pública y la
privada” (La Prensa Libre. Lima, lunes 18 de febrero de 1884, p. 2).
57
Horta publicó un artículo titulado Catolicismo y Racionalismo, donde habló de la “intransigencia”
católica (La Prensa Libre del viernes 18 de abril de 1884 , p. 2).
58
Véase, por ejemplo, el oficio que el general Andrés A. Cáceres dirigió a don Hilario Rodríguez, primer
jefe de los guerrilleros de Sapallanga (Ayacucho, 9 de febrero de 1884). Este documento fue publicado
por La Prensa Libre el miércoles 26 de marzo de 1884, p. 3.
59
Nota del general Andrés A. Cáceres al Honorable Cabildo de Ayacucho (Ayacucho, 29 de noviembre
de 1883). Véase el apéndice documental.
60
Véase una referencia bastante realista sobre el fantasma del protectorado en El Cascabel. Lima, sábado
3 de julio de 1886, p. 1.
225
Tampoco parece haber sido una coincidencia que La Prensa Libre fuese
el medio donde fueron publicadas las más importantes piezas documentales
firmadas por Cáceres que expresaban con mayor claridad su pensamiento
político. Lo más probable es que la publicación de estos documentos para su
difusión en Lima haya sido deliberadamente coordinada con el propio
Cáceres. En su edición del 20 de febrero de 1884, este medio publicó, por
ejemplo, la impresionante carta que el caudillo dirigió desde Ayacucho a un
anónimo amigo suyo residente en Lima. Estaba fechada el último día del
aciago año 1883. 62 Esta misiva es, sin lugar a dudas, el retrato más descarnado
de la decepción y del abatimiento que vivía en ese momento el líder de la
resistencia peruana. Proporciona, además, muchas claves para el estudio de su
visión del mundo.
61
La Prensa Libre. Lima, martes 4 de marzo de 1884, p. 2.
62
Carta de respuesta del general Andrés A. Cáceres a un ciudadano peruano no identificado residente en
Lima (Ayacucho, 31 de diciembre de 1883). Véase el apéndice documental.
63
La Prensa Libre. Lima, viernes 28 de marzo de 1884, p. 1.
64
La Prensa Libre. Lima, viernes 8 de febrero de 1884, p. 3.
226
6
Proclama al Ejército (Pasco, 26 de mayo de 1883). Véase el apéndice documental.
7
Decreto del general Andrés A. Cáceres asumiendo el mando supremo de la Nación como Presidente
Provisorio (Huancayo, 16 de julio de 1884). Véase El Comercio. Lima, sábado 26 (p. 2) y lunes 28 (p. 1)
de julio de 1884.
231
8
Diario Oficial. Lima, viernes 9 de febrero de 1883, p. 2. Hemos dicho en otras partes de esta tesis que,
debido a ciertas coincidencias estilísticas, los textos del levantamiento de Canta pudieron haber sido
redactados por Luis Milón Duarte, en obvia connivencia con las altas autoridades chilenas.
232
una corriente que buscó un acercamiento directo con Chile y que tenía como
objetivo la obtención de una salida soberana al Pacífico a través de los
territorios peruanos de Tacna y Arica.
cuantiosa deuda externa, cuya confusión derivaba del hecho de haber perdido
el país, en los hechos, los bienes hipotecados que habían sido conquistados
por Chile. Como es obvio, se trataba de un asunto que también generaba
mucha preocupación en Chile, país que buscó por todos los medios, hasta
después de la guerra, liberarse de sus nuevas obligaciones.
10
Según Gonzalo Bulnes, Lavalle habría llegado a preguntar a Santa María, antes de partir al Perú, si
Chile tenía pensado ceder Tacna y Arica a Bolivia, en caso de que estas provincias quedaran inicialmente
en su poder, a lo que el presidente chileno no habría contestado. También según esta versión, Lavalle
habría expresado su deseo de que a las conferencias de paz asistiera un delegado de Bolivia, a lo que se
habría negado Santa María (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 217). Cabe resaltar que estos comentarios no
234
compaginan con el espíritu opuesto a Bolivia que dominaba entonces a Iglesias, jefe de Lavalle y cabeza
del bando de Montán.
11
Para tener una visión panorámica de la negociación peruano-chilena de las Conferencias de Chorrillos
véase la cronología de esta tesis.
12
Bulnes pone en boca de Lavalle las siguientes (francamente dudosas) expresiones resumidas de las
cuales no hay rastro en la correspondencia de este último: “Como el debate se extremara y Lavalle
manifestase que aunque reconocía que esos territorios estaban destinados a ser de Chile de todos modos,
deseaba encubrir la forma de la cesión para salvar las susceptibilidades nacionales, propuso un plebiscito
a diez años, a ciencia cierta de que al fin de ese término el plebiscito diría lo que deseara Chile, y pidió a
Novoa que consultase la idea a Santiago” (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 220).
13
Proclama al pueblo de Lima originada aparentemente en la secretaría del General Andrés A. Cáceres,
Jefe Superior, Político y Militar de los departamentos del Centro (¿principios de marzo de 1883?). Véase
el apéndice documental.
235
sólo que en un contexto muy distinto (Ibid: 223). Tampoco debe dejar de
mencionarse que, luego de la orgía de cupos impuestos en Lima desde el año
anterior como represalia por la Ofensiva de julio llevada a cabo por Cáceres y sus
fuerzas, la capital y las demás zonas controladas por las tropas chilenas
estaban ya casi esquilmadas. De hecho, la ocupación comenzaba a convertirse
en una seria carga económica para Chile y había urgencia, cada vez más
perentoria, de darle fin y de apurar la sanción jurídica de las conquistas.
Recordemos que el 12 de abril de 1883, aludiendo a los desarrollos de las
semanas anteriores, Mariano Castro Zaldívar, uno de los negociadores
peruanos de las Conferencias de Chorrillos, decía a su hermano político
Miguel Iglesias que Chile quería la paz “que nosotros la queremos
doblemente” (Vargas Ugarte 1971: 378). También hay que considerar que, a
pesar de haber asimilado muchas lecciones, los chilenos nunca se
acostumbraron a la guerra en la Sierra, origen, entre otras cosas, de un
alarmante aumento de los desertores (Bulnes 1955 [1911-1919] v. III: 260).
Todas estas consideraciones podrían contribuir a explicar la súbita flexibilidad
de Santa María. Parece fuera de duda que el dolor de cabeza que representaba
Cáceres para los chilenos favoreció la sincera, y ciertamente esforzada, labor
patriótica de Lavalle en el tenso escenario de la mesa de negociaciones.
14
El Comercio. Lima, jueves 16 de abril de 1885, p. 3.
15
La Revista Social. Lima, 24 de abril de 1886. p. 1.
237
“Bastante difícil es, señor general, dar caza al famoso Cáceres desde que
tiene tantos elementos de movilidad y está acostumbrado a hacer
larguísimas jornadas. Sin embargo, no cesaré en perseguirlo, aunque sea
a costa de los mayores sacrificios”.
3
Diario Oficial. Lima, lunes 31 de julio de 1882, p. 2.
241
ser el centro de resistencia más activo contra la paz” (Bulnes 1955 [1911-1919]
v. III: 233).
4
Diario Oficial. Lima, miércoles 18 de julio de 1883, p. 2.
5
La Bolsa. Arequipa, viernes 31 de agosto de 1883, p. 1.
242
“Dedication
to
ANDRES AVELINO CACERES
(general of Brigade in the Peruvian Army),
10
En un oficio que Cáceres dirigió al prefecto de Junín, coronel Máximo Tafur, suscrito en Jauja el 27 de
abril de 1881, en la etapa auroral de la campaña, le decía entre otras cosas que era “necesario oponer al
invasor la mayor resistencia posible, aprovechando de los obstáculos naturales” (Cáceres 1921: 155 y s.).
11
La expresión apareció en un reportaje que el Diario Oficial chileno hizo sobre el ataque de guerrilleros
al pueblo de San Bartolomé en el punto llamado Verrugas, que tuvo lugar el 23 de julio de 1882 (Diario
Oficial. Lima, martes 25 de julio de 1882, p. 3.)
246
light which break the black cloud now hanging over the
country...” (Cieza de León 1883: xiii-xiv).
12
En las notas a las Memorias de Cáceres, Julio C. Guerrero consideró una cifra parecida: “Total gastado
en el ejército del centro, desde el comienzo de su organización (27 de abril de 1881) hasta el 31 de
diciembre de 1883: S/. 332,439.99” (Cáceres 1973 [1924]: 195). La fuente común de ambas cifras fueron
las cuentas guardadas por el coronel Francisco Mendizábal “Jefe de la Sección de Contabilidad del
Ejército del Centro y Comisario de Guerra”.
13
Véase el artículo El alma de los chilenos, publicado por Gamarra en el periódico La Integridad (Lima,
26 de mayo de 1894, p. 1.).
248
14
“[Durante la guerra] la deuda pública del Perú representada en bonos fluctuaba por capital e intereses
entre 50 y 60 millones de libras esterlinas. La suma exacta no se conocía” (Bulnes 1955 [1911-1919] v.
III: 213).
15
En junio de 1884, Clorinda Matto de Turner lo llamó el “Miguel Grau de los Andes” (Matto 1889:
187).
16
Proclama del general Andrés A. Cáceres a los pueblos y fuerzas de su dependencia (Ayacucho, 12 de
agosto de 1883). Véase el apéndice documental. En Fiestas Patrias de 1921, el año del Centenario de la
249
Aunque Cáceres siempre recordó, con una dureza que lindaba con el
rencor, el hecho de que muchos peruanos no lo secundaron en su lucha,
también es cierto que la Campaña de la Sierra fue una especie de laboratorio
del potencial de integración del país. No sólo unió a muchos representantes
del mundo urbano o moderno, desde miembros de familias acomodadas hasta
pobres de las ciudades, sino que incorporó como un elemento esencial de la
lucha a las poblaciones rurales organizadas como guerrilleros. Fue
precisamente este rasgo, que tocaba las viejas raíces del Perú, el que dio a la
campaña esa personalidad tan especial. La energía y el sacrificio de las
poblaciones campesinas fueron vitales durante la campaña, y así lo entendió
siempre, con toda claridad, el propio Cáceres. Los campesinos fueron los ojos,
los oídos y hasta el sustento de las fuerzas peruanas y de su carismático líder.
“No debe V. S. olvidar que la mayor parte de su gente, sobre no tener una
verdadera organización militar, son indios armados de lanzas”, se leía en las
instrucciones de Patricio Lynch a uno de sus altos oficiales que subían a la
Sierra en abril de 1883, refiriéndose a los guerrilleros de Cáceres (Ahumada
Moreno 1891: 168). Lo que quería decir el jefe militar de la ocupación chilena
con estas palabras que traslucían cierta inseguridad, es que no quería oír hablar
de repliegues que se justificaran en la presencia amenazante de grandes masas
de guerrilleros en los cerros. No obstante, fueron estos mismos “indios
armados de lanzas”, auxiliares vitales del Ejército del Centro, los que
contuvieron y desconcertaron a los chilenos durante largos meses, hasta el
punto de hacerlos concebir la necesidad de una retirada general a la Línea de
Sama (Frías Valenzuela 1979: 377).
Sierra; es el Cáceres admirado en silencio por los rasos y por los desertores
enemigos que lo llaman El Brujo; es el jinete del prodigioso salto ecuestre de
Huamachuco que le salva la vida; es el Cáceres irascible y colérico ante los
traidores, pero también conmovido por la fidelidad, la entrega y el sacrificio
sin límites de las poblaciones andinas que lo abrigan en la soledad de la
derrota; es el ciudadano abatido por las desgracias de su Patria, pero que
siempre termina levantándose animado por una prodigiosa fortaleza de
carácter.
CONCLUSIONES
6) Como diversos autores han precisado antes, las Memorias de Cáceres deben
ser utilizadas con mucho cuidado, y en constante cotejo con las fuentes
primarias, como aquí hemos buscado hacer. En cierta medida, la recopilación
254
8) Como aparece muy claro en textos como los de Belisario Llosa y de Julio
Hernández, la crítica social y el enjuiciamiento de las causas de la guerra no
fueron un rasgo aislado del pensamiento de Cáceres, sino que aparecen como
el producto de un sacudimiento espiritual que afectó a toda la generación de la
derrota. En esta perspectiva, a nivel conceptual, las ardientes frases del
Discurso en el Politeama de Manuel González Prada de 1888, en particular las
que llaman a los jóvenes a la obra, deben sin duda ser puestas en un contexto
temporal más amplio que comprenda los años del conflicto.
11) En el plano de las ideas políticas, como diversos indicios lo dejan traslucir,
Cáceres se expresó muchas veces mediante la pluma de colaboradores que
concibieron los textos que él corrigió y firmó. Para bien o para mal, Cáceres
tuvo siempre la costumbre de depender de un grupo que él consideraba
selecto, ya sea por haber pertenecido al ejército peruano que venció en
Tarapacá o en otra acción de guerra, o por algún gesto probado de valor y de
lealtad personal. Es razonable distinguir las ideas de secretarios y asesores de
Cáceres en documentos firmados por éste, tales como el secretario J. Salvador
Cavero (entre fines de 1881 y abril de 1883), el periodista asesor Manuel F.
Horta (entre mediados de 1882 y comienzos de 1883), el secretario y
“encargado del ramo de Gobierno” Pedro Manuel Rodríguez (entre abril y
julio de 1883), el secretario Florentino Portugal (entre julio y septiembre de
1883), y el secretario Arturo Morales Toledo (entre los últimos meses de 1883
y la primera mitad de 1884). Hemos insinuado en esta tesis, por ejemplo, que
Manuel F. Horta parece haber sido el redactor de la Memoria de Cáceres al
gobierno de Arequipa de enero de 1883, cuando el caudillo ayacuchano se
encontraba en plena gloria militar. A los secretarios y asesores habría que
añadir su círculo de amigos incondicionales, algunos de los cuales, como
Manuel Irigoyen, continuaron siendo leales partidarios políticos hasta muchos
años después. De otro lado, se sabe con seguridad que la redacción de la
Proclama al Ejército, suscrita por Cáceres en Pasco, el 26 de mayo de 1883,
fue hecha esencialmente por el secretario Pedro Manuel Rodríguez.
14) Según se deduce con claridad de la lectura de las fuentes primarias (incluso
las de origen chileno o colaboracionista), la Campaña de la Sierra (1881-1883)
fue un esfuerzo significativo de integración de la organización estatal con las
viejas raíces rurales del Perú, con resultados verdaderamente espectaculares
256
16) En el plano del poder con relación a las poblaciones campesinas, Cáceres
desplegó esencialmente una autoridad de tipo señorial. Ella, combinada con su
carisma y con su dominio del quechua, le permitió convertirse en un líder de
las poblaciones andinas que reaccionaban militarmente despertadas por los
golpes de una agresión sin precedentes, llevada a cabo por las destructivas
tropas chilenas que las trataron (en lo que fue un grave error de los invasores)
como a las tribus mapuches de su propio país.
18) La Campaña de la Sierra vio el afloramiento de una idea de Patria entre los
campesinos, aunque ciertamente a distintos niveles. Quizá la mayor parte
identificó esta idea con la seguridad de las sementeras, de los animales y, sobre
todo, de las mujeres, ante una situación de invasión y de conmoción del orden
conocido. Otros comenzaron a tener una visión más global del país, sobre
todo en oposición a la agresiva imagen que mostraban los invasores chilenos,
como portadores de otra tradición, de otro aspecto físico y de otros usos
culturales. También puede apreciarse la ausencia de una idea de Patria, sobre
todo en las reacciones de odio étnico, y en los casos de acciones
delincuenciales y de saqueo que solían estar revestidas de un encubridor
lenguaje “patriótico” de venganza contra los colaboracionistas.
20) Es probable que inclusive los jefes y oficiales de raíz urbano-costeña hayan
tenido que ajustarse, de alguna manera, al molde de estas relaciones
paternalistas de poder. La inmersión en ellas permitió, por ejemplo, conocer
con precisión las jerarquías internas de campesinado, lo que fue un elemento
crucial en el proceso de selección de líderes guerrilleros.
CRONOLOGÍA
1882
1 de enero. Una división chilena, al mando de Patricio Lynch, sale de Lima con rumbo a la
Sierra para acometer al Ejército del Centro de Andrés A. Cáceres.
14 de enero. La totalidad de la división Lynch confluye con las fuerzas de Gana en Chicla.
25 de enero. Desde Jauja, Cáceres dirige una carta al Ministro Stephen Hurlbut
expresándole su confianza en una mediación de los EE.UU. en favor del Perú // Gana en
Tarma // Circular de Nicolás de Piérola, desde Lima ocupada por el ejército chileno,
donde manifiesta su propósito de fundar un partido político.
2 de febrero. Desde Huancayo, próximo a retirarse ante “la poderosa expedición enemiga
que viene a retaguardia”, Cáceres dirige un oficio al coronel Arnaldo Panizo pidiéndole
“sostener juntos la causa nacional” y disponiendo que confluya con él, para efectos de la
defensa, “con todo el Ejército acantonado en Ayacucho a ocupar la línea de Izcuchaca” //
Oficio del coronel Arnaldo Panizo a Cáceres donde le manifiesta que en vista de la decisión
de este último de adherirse al gobierno de la Magdalena (“orden de cosas [...] en abierta
oposición con mis convicciones”), hacía “formal renuncia del mando” del ejército de
Ayacucho.
262
5 de febrero. Combate de Pucará (primero) entre las fuerzas del general Cáceres y las del
coronel Canto. El primero se retira ordenadamente con la mayor parte de sus fuerzas.
6 de febrero. Desde Izcuchaca, Cáceres invoca por medio de un oficio al coronel Panizo,
de simpatías pierolistas, para que se ponga a sus órdenes junto con el ejército de Ayacucho:
“...tiempo es aún de asociarse a la ardua obra de la defensa nacional...”
22 de febrero. Combate de Acuchimay contra las fuerzas rebeldes peruanas del coronel
Arnaldo Panizo y entrada triunfal de Cáceres en Ayacucho.
25 de febrero. Circular de Cáceres a los prefectos de la zona del Centro sobre los sucesos
de Ayacucho: “La sangre peruana derramada en aras de una funesta obcecación, denuncia
un grave atentado que llena de vergüenza al país y de justa indignación a los hombres de
bien que se interesan por su suerte”.
9 de marzo. Desde Cajamarca, Maximiliano Frías y Julio S. Hernández se dirigen por carta
a Piérola manifestando su disconformidad con la idea de que este último sea cabeza del
Partido Nacional, y sobre la necesidad de hacer la paz con Chile: “Todos vieron en Piérola
al hombre, cuando se llevó a cabo la revolución de 21 de diciembre de 1879. Pero el
hombre no solo no respondió sino que lo arruinó todo”.
gobierno peruano para sustituir una eventual ocupación por diez años de Tacna y Arica por
la simple adquisición de dichas provincias.
5-6 de abril. Encabezados por un cura, 3,000 indígenas atacan la guarnición chilena de
Ñahuimpuquio.
19 de abril. En el contexto del levantamiento general de los “pueblos aliados” de las riberas
del Mantaro contra las fuerzas chilenas invasoras por negarse a entregar suministros, tiene
lugar la desesperada defensa de Chupaca por los lugareños frente al asalto de la caballería
enemiga.
27 de abril. Carta de un soldado chileno desde Huancayo: “El alcalde municipal del pueblo
de Concepción, en junta de cabildo, ha declarado que es prudente, cuerdo y necesario pedir la
paz”.
Pedro Mas [...] sobre los graves cargos contraídos [...] en el desempeño de la Prefectura y
Comandancia General del Departamento de Ica...”
24 de mayo. El coronel Estanislao del Canto llega a Lima desde el interior para informar
sobre la situación de sus fuerzas en el Centro.
28 de mayo. Desde Tongos, Lucio Cárdenas dirige una carta a los editores del periódico La
Unificación Nacional de Ayacucho, subrayando que la reconcentración chilena en Huancayo
luego de los combates de abril revelaba apuros, y que había llegado el momento de hostigar
a los invasores // Decreto de Patricio Lynch en Lima señalando que “los artículos que se
publiquen en la sección editorial del Diario Oficial serán los únicos que se reputen como la
palabra de la autoridad chilena en el territorio ocupado por el Ejército que depende del
Cuartel General”.
1 de junio. En Ayacucho, Cáceres dirige una proclama al Ejército del Centro anunciando su
próxima partida para combatir a las fuerzas chilenas estacionadas en Junín // El
presidente Domingo Santa María menciona ante el Congreso de Chile “la necesidad de
echar las bases que deberán servir para la constitución definitiva de la propiedad salitrera en
Tarapacá”.
20 de junio. El Ejército del Centro llega con Cáceres a Izcuchaca // Por un error,
mediante un telegrama abierto, el comando chileno repite a Canto la orden de
desocupación de Huancayo y de retorno del batallón 2º a Lima, ocasionando la difusión de
la noticia del repliegue chileno.
265
2 de julio. El teniente chileno Meyer defiende exitosamente el paso de la Oroya del ataque
sorpresivo de las fuerzas peruanas del coronel Tafur.
4 de julio. Lynch dispone la partida de Lima de fuerzas al mando del coronel Martiniano
Urriola para establecerse en Chicla y cuidar la línea férrea // Oficio de Canto a Lynch: “La
situación en que se encuentra el ejército de mi mando que ocupa el departamento de
Huancayo, en el interior del Perú, es a todas luces insostenible, si se ha de estar
manteniendo de víveres a costa de las poblaciones...”
6 de julio. Sin tener todavía conocimiento de una nueva orden de Lynch para reconcentrar
todas las fuerzas chilenas en la Oroya, Canto da inicio a la desocupación de Huancayo
luego de decidir, por acuerdo de jefes, reconcentrarse únicamente en Tarma, abandonando
Concepción y Jauja.
7 de julio. Una “montonera” peruana de 300 efectivos, ataca a una fuerza del batallón
Curicó en Cañete.
8 de julio. Por la tarde, el Ejército del Centro vivaquea en las alturas que dominan
Marcavalle.
9 de julio. Violento ataque del ejército y de las guerrillas de Cáceres contra la avanzada
extrema de las fuerzas de ocupación integrada por el batallón Santiago. Combates en
Marcavalle y Pucará (segundo) y repliegue caótico y en pánico de las fuerzas chilenas. El
coronel Juan Gastó ataca Concepción con tropa regular y guerrilleros.
11 de julio. Canto desocupa totalmente Huancayo. Poco más tarde, ese mismo día,
consumada la liberación de la ciudad, Cáceres hace su ingreso en medio de las aclamaciones
de la gente. Ese mismo día, antes o después del ingreso a Huancayo, Cáceres recibe los
partes y el oficio enviados por el coronel Gastó y toma conocimiento de la destrucción de
los chacabucanos en Concepción.
13 de julio. Cáceres en Apata // Explosión popular contra los abusos de los invasores
chilenos en Cajamarca: combate de San Pablo y fuga de los chilenos hasta Pacasmayo
266
16 de julio. Dos compañías del 2º de Línea que guardaban el camino de Maco en los cerros
de San Juan, resisten exitosamente el ataque de “300 rifleros y 12,000 indios” peruanos.
17 de julio. En Tarma, un oficial chileno escribe: “...el enemigo nos tiene rodeados y es
preciso salir del encierro...” A las diez de la noche de ese mismo día, las fuerzas de Canto
desalojan Tarma sigilosamente, con sus enfermos a cuestas. Atraviesan luego la cordillera
en dirección a La Oroya en medio de una “gran nevada” que mata a varios soldados //
Desde San Pedro, Ramón Carvallo Orrego, jefe de las fuerzas chilenas estacionadas en el
Norte, escribe a Patricio Lynch: “...se ve claramente que Iglesias está decidido a tomar la
ofensiva, pretendiendo batir en detalle las diferentes guarniciones en que se encuentra
distribuida esta división”.
21 de julio. Llegan a Lima noticias sobre el contraste chileno en San Pablo (Cajamarca).
23 de julio. En la parte baja del pueblo de San Bartolomé, la primera compañía del Buin es
atacada desde las alturas, según el Diario Oficial chileno de Lima, por “más de 1,500 indios”.
Los atacantes cortan el telégrafo que comunica con las fuerzas de Chosica, queman catorce
durmientes del puente de Verrugas para obstaculizar el paso del tren con un convoy de
enfermos y tirotean constantemente “ocultos entre las breñas”.
24 de julio. Por la noche, llega a Lima por vía ferroviaria el convoy de enfermos de la
división Canto, que había estado temporalmente detenido durante el ataque guerrillero al
puente Verrugas del domingo 23. Los enfermos son trasladados al hospital Dos de Mayo.
Aparecen en el Diario Oficial de Lima noticias sobre el combate de San Bartolomé, del día
anterior, que ocasiona un oficial herido grave y seis soldados de tropa muertos.
27 de julio. Desde Tarma, Cáceres oficia a Morales Bermúdez, prefecto de Ayacucho: “Con
la desocupación de la Oroya se ha consumado por completo la libertad del importante
departamento de Junín, reducido por seis meses a la opresión más ignominiosa” // En
Tambo de Mora, un “gran número de negros sublevados” ataca al destacamento de catorce
soldados chilenos del batallón Lontué.
3 de agosto. La Bolsa de Arequipa difunde una eufórica primera plana relativa a los triunfos
en Marcavalle, Pucará y Concepción y la retirada de los chilenos del escenario del Centro,
sobre la base de informaciones oficiales recibidas del “correo de Ayacucho y Huancavelica”
// En Lima, el representante del presidente de Chile, Jovino Novoa, organiza honras
fúnebres por los caídos chilenos en Concepción, Marcavalle y San Bartolomé en el
convento de Santo Domingo con asistencia de lo principal de la oficialidad y de colonia
chilenas.
4 de agosto. El Diario Oficial chileno de Lima informa sobre la escapatoria del “prisionero
de guerra” César Canevaro a Arequipa.
8 de agosto. Una expedición punitiva chilena concebida para vengar la derrota de San Pablo
a órdenes del coronel Ramón Carvallo Orrego ocupa la ciudad de Cajamarca, que había
sido evacuada por Miguel Iglesias // En Lima, Lynch remite a Chile, en calidad de
“prisioneros de guerra [...] a disposición del Presidente de la República” a varias
personalidades peruanas, esencialmente civilistas, entre los que estaban Carlos Elías,
Ramón Ribeyro y Manuel Candamo.
9 de agosto. Editorial de La Bolsa de Arequipa: “Por los partes oficiales del enemigo y lo
que refiere su prensa, se ve, claramente, que la situación es demasiado crítica para los
invasores, los cuales han tenido que reconcentrarse vergonzosamente sobre Lima, acosados
por indios cobardes que tienen la osadía de provocarlos y herirlos, a toda hora, con el palo, la
piedra y la lanza”.
12 de agosto. Propaganda chilena en Lima: el Diario Oficial menciona que “todos los que
tienen propiedad” en la “ultra cordillera” huyen “de Cáceres y los suyos [...] buscando
nuestra protección y nuestro amparo”.
16 de agosto. Como parte del paquete de represalias por los contrastes chilenos en el
Centro, Lynch prohíbe en Lima la transferencia de propiedades rústicas y urbanas
pertenecientes a peruanos.
23 de agosto. Lynch remite a Chile a otro grupo de “prisioneros de guerra”, entre los que
estaban Emilio Forero y José María Químper.
24 de agosto. Lynch decreta en Lima el primer cupo de guerra como represalia por la
ofensiva de Cáceres en la Sierra.
15 de octubre. En Tarma, por medio de un recorte del Diario Oficial chileno remitido por
la Delegación de Lima, Cáceres toma conocimiento del Grito de Montán.
16 de octubre. Proclama de Andrés A. Cáceres, desde Tarma, como Jefe Superior y Militar
de los Departamentos del Centro: “...el General Iglesias ha venido a levantar el odioso
pendón de la anarquía...”
20 de octubre. Partida rumbo a Chile del tercer grupo de “prisioneros de guerra” por orden
de Lynch, entre los que estaban José Antonio de Lavalle, Fernando O`Phelan y Andrés
Avelino Aramburú.
13 de noviembre. El Ministro de los EE.UU. en Santiago, Cornelius Logan, dirige una carta
a Montero en Arequipa pidiéndole que su régimen acepte los términos chilenos de cesión
absoluta de Tarapacá y de adquisición de Tacna y Arica.
31 de diciembre. La Asamblea del Norte inviste a Iglesias con facultades para negociar la
paz.
1883
3 de enero. Miguel Iglesias nombra a su hermano Lorenzo como ministro único a cargo de
las tres carteras creadas por la Asamblea Nacional del Norte.
4 de enero. Lynch decreta en Lima el cuarto cupo de guerra como represalia por la Ofensiva
de julio de 1882.
5 de enero. Desde Cajamarca, Miguel Iglesias escribe a José Antonio de Lavalle a Chile
pidiéndole su concurso, como representante del Partido Nacional, para participar en los
esfuerzos de “ajustar inmediatamente con Chile, la paz posible”.
19 de enero. Desde su prisión, García Calderón condena los términos de la carta de Logan
a Montero del 13 de noviembre del año anterior, por considerarla completamente
parcializada en favor de Chile.
1 de febrero. Desde su prisión en Chile, José Antonio de Lavalle escribe a Miguel Iglesias
en Cajamarca aceptando participar en los esfuerzos para conseguir una paz posible como
“único medio de salvar lo que aún nos queda de patria”.
15 de febrero. Carta de Manuel Castro Zaldívar a Miguel Iglesias, desde Lima: “...corren
bolas de mucha magnitud con motivo de la venida de Cáceres [...] sobre Vento [...] Los
chilenos noticiosos de esto, han movilizado sus fuerzas por dos direcciones, por la Chosica
y por Cavallero [sic]; puede que el destino fatal lo haya traído a Cáceres a un encierro...”
Aproximadamente por la fecha de esta carta, la segunda de las expediciones chilenas, guiada
por Vento, llegaba a la zona situada entre Macas, Zapán y Yangas.
20 de febrero. Desde Cajamarca, Julio S. Hernández escribe a Juan Martín Echenique: “¿Es
posible la continuación de la guerra con buen éxito hasta vencer a Chile? No. ¿Puede
soportar el Perú un año más la situación lamentable que los desastres le han creado? No.
¿Vencidos, podemos aspirar a la paz ventajosa? No. ¿La intervención extranjera vendrá a
salvarnos? No. ¿La resistencia obcecada e inerte tendrá otro fin que la conquista u
ocupación indefinida de nuestro territorio? No. Luego no queda más camino para la
salvación del Perú que el de marchar a la paz posible, a la paz inmediata”.
25 de febrero. Encuentro de Lavalle con el presidente Santa María en Viña del Mar.
27 de febrero. Propaganda chilena en Lima: el Diario Oficial comenta las actividades del
“famoso [Leoncio] Prado, jefe de una cuadrilla salteadora”, quien habría sido rechazado
por la población peruana de Cajatambo. // En Valparaíso, Lavalle se entrevista a solas con
el presidente Santa María para hablar de “los negocios del Perú y Chile”.
4 de marzo. Encuentro, en las inmediaciones de Santa Eulalia, entre una fuerza pequeña del
batallón Atahualpa y un piquete de caballería chilena.
5 de marzo. Dos compañías de Guerrillas del Rímac al mando del sargento mayor Manuel
Vivas, y una fuerza del batallón Jauja del coronel Miguel E. Luna, sostienen una escaramuza
en el punto de Santa Ana con fuerzas chilenas basadas en Chosica.
19 de marzo. Cáceres llega al puerto de Chancay, procedente de Canta, con una fuerza de
aproximadamente 800 hombres. Intenta infructuosamente sorprender a la compañía del
Aconcagua del capitán José Vicente Otero, que se embarca presurosamente con sus
subordinados a la primera noticia de la aproximación de las tropas peruanas.
21 de marzo. Llega a Chancay por vía marítima, con retraso, la fuerza chilena al mando del
coronel Marco Aurelio Arriagada encargada de atacar a Cáceres en ese punto.
7 de abril. Las fuerzas del coronel chileno León García parten de Lima hacia Canta, por la
ruta de Nievería, para hostilizar a Cáceres. Ese mismo día, una avanzada chilena de cien
jinetes de la primera compañía del Buin sostiene un combate con guerrilleros en la aguada
de Punabamba.
10 de abril. Por la tarde, Cáceres sale con sus fuerzas desde Matucana con dirección a
Chicla, Asunción de Huanza y San Jerónimo de Carampoma para atacar la retaguardia de
León García en coordinación con las fuerzas del coronel Santa María que operarían entre
Canta y las alturas de Lachaqui.
12 de abril. Carta de Mariano Castro Zaldívar, desde Lima, a Miguel Iglesias, en Cajamarca:
“Chile quiere la paz que nosotros la queremos doblemente...”
14 abril. El coronel León García hace su ingreso en Canta. donde es recibido y abastecido
por los colaboracionistas Luis Milón Duarte, Manuel de la Encarnación Vento y Mariano
Vargas.
17 de abril. Producida la retirada inconsulta e inesperada del coronel Santa María de Canta
y frustrado así el ataque coordinado contra las fuerzas chilenas de León García, Cáceres
retrocede desde Asunción de Huanza hacia Chicla.
20 de abril. Retirada del Ejército del Centro desde Matucana hacia Casapalca y la Oroya.
Cáceres cae enfermo a la altura del camino de Morococha, donde se sufría de “un frío
riguroso”.
22 de abril. Cáceres en la Oroya. Ejecución de tres desertores peruanos del batallón Jauja
// Instalación en Arequipa, con presencia del contralmirante Montero, del Congreso
Constitucional Extraordinario de 1883 // Tercera Conferencia de Chorrillos: sobre la base de
instrucciones recibidas del presidente Santa María el día 13, Novoa acepta la posibilidad del
pago de 10 millones de pesos al Perú si el plebiscito en Tacna y Arica, luego de diez años
de ocupación, favoreciese a Chile, pero a condición de reciprocidad en caso se produjera la
situación inversa. De manera infructuosa, la delegación del Perú objeta este punto alegando
que no debía obligarse a pagar nada por algo que le pertenecía. Con relación al tema de los
acreedores extranjeros del Perú, Chile mantiene lo resuelto en su decreto del 9 de febrero
de 1882, “obligándose a seguir pagando igual suma, o sea el 50% de la utilidad líquida sobre
todo el guano que hubiese en los yacimientos conocidos, no en los que se descubrieran”
(Bulnes).
273
23 de abril. Las fuerzas de Cáceres continúan su retirada desde la Oroya hacia Tarma.
Queda en la Oroya el batallón San Jerónimo para defender el puente.
25 de abril. Las fuerzas del coronel chileno Estanislao del Canto salen de Lima hacia la
Sierra.
26 de abril. Carta personal de Cáceres al presidente Montero, desde Tarma: “Es cosa
resuelta que el enemigo intenta destruir este ejército y arrasar estas poblaciones...”
27 de abril. Exitoso ataque de las fuerzas de León García contra los guerrilleros
comandados por el prefecto Elías Mujica en Huamantanga. Los prisioneros peruanos
vencidos, entre ellos el coronel Villegas, son fusilados en el lugar.
28 de abril. Clausura de la Asamblea del Norte, para dar paso a las elecciones del Congreso
General Constituyente.
30 de abril. Desde Tarma, y ante las evidencias del avance enemigo, Cáceres dirige una
carta circular a los alcaldes del Centro: “La causa que sostenemos no sólo es de la honra y
de la independencia del Perú, sino del honor de nuestras familias, de la conservación de
nuestros bienes y de la propia vida; y la defendemos contra un enemigo para quien nada
hay sagrado ni respetable”.
4 de mayo. Desde Lima, Patricio Lynch escribe al coronel Alejandro Gorostiaga en Trujillo
para que “sin esperar nuevas instrucciones marchase a Huamachuco, con 850 hombres y
tres piezas a interponerse entre Recavarren e Iglesias”.
6 de mayo. El coronel León García recibe órdenes de Patricio Lynch de atacar a Cáceres en
Tarma. Lo autoriza también a ofrecer “una suma prudente a la persona o personas que
entregaren [...] al general Andrés Avelino Cáceres”.
8 de mayo. Desde Chocas (Carabayllo), Luis Milón Duarte dirige un manifiesto llamando a
apoyar al régimen de Iglesias, ordenando el desarme de los ciudadanos y prometiendo
recompensas para las guerrillas que abandonasen la lucha.
17 de mayo. En Huaraz, Jesús Elías, Jefe Superior del Norte amenaza con declarar traidor a
la Patria a todo peruano apto que no tome las armas contra los invasores, en clara alusión a
la actividad del bando iglesista en la zona.
19 de mayo. Las primeras avanzadas chilenas, en marcha acelerada hacia Tarma, se asoman
en Saco y la Oroya.
20 de mayo. En la madrugada, el general Pedro Silva llega a Tarma a revienta cincha a dar
personalmente el aviso a Cáceres de que los chilenos habían atravesado el río por Quihulla,
burlando el resguardo peruano establecido en la Oroya, y que se aproximaban a Tarma.
Por la tarde, y en vista de la superioridad de las fuerzas chilenas que avanzaban, un consejo
de guerra presidido por Cáceres decide el retiro hacia el Norte // Domingo de Trinidad en
Huancayo: saqueos y asesinatos cometidos por los guerrilleros contra la población
peruana.
21 de mayo. En Tarma, “... a las 12 [a.] m. todo el ejército estaba formado en la plaza, lleno
de entusiasmo, vivó al Perú y a su general, y principió a desfilar hacia el Cerro de Pasco...”
(Pedro Manuel Rodríguez y Daniel de los Heros). Cáceres permanece en la localidad hasta
las cuatro de la tarde, cuando ya se divisaban las avanzadas chilenas en las alturas. A las seis,
hace su ingreso el primer destacamento chileno en Tarma con una orden de Luis Milón
Duarte para la Municipalidad.
22 de mayo. Salida del Ejército del Centro de Palcamayo en dirección al pueblo de Junín, a
donde se arriba ese mismo día. En el camino, al pasar por la histórica Pampa de Junín, se
sufre un fuerte aguacero con granizo.
26 de mayo. Proclama del general Cáceres, desde Pasco, a los soldados del Ejército del
Centro: “...vosotros sois el sostén de la República y la esperanza de su regeneración...” //
Fuerzas chilenas ocupan la hacienda Angasmarca, a cuatro leguas de Mollepata, en el límite
entre los departamentos de Ancash y La Libertad.
7 de junio. El Ejército del Centro pasa cerca de las ruinas prehispánicas de Huánuco el viejo y
llega a Aguamiro.
12 de junio. A las nueve de la mañana, Cáceres y su ejército ingresan a Chavín, donde son
recibidos “con arcos y flores”.
13 de junio. Algunos jefes peruanos visitan las galerías subterráneas preincas y el Lanzón de
Chavín.
19 de junio. El Ejército del Centro abandona Huaraz e ingresa en Yungay. Pocas horas
después de la partida de Cáceres de Huaraz, el ejército chileno de Arriagada entra a la
ciudad // En sesión secreta, el Congreso de Arequipa vota a favor de la cesión de Tarapacá
a Chile.
20 de junio. El ejército del coronel Recavarren, de unos 1,100 efectivos “la mayor parte
reclutas”, se une en Yungay a las fuerzas de Cáceres.
22 de junio. Las fuerzas de Arriagada salen de Huaraz hacia Carhuaz, donde pernoctan //
El Ejército del Centro pasa la noche en la hacienda Tingo.
23 de junio. Las primeras avanzadas chilenas llegan a Yungay, a la vista de la montaña que
llaman “Pan de Azúcar” (Huascarán) // El Ejército del Centro pernocta en la hacienda
Yurma, ya muy lejos del alcance de Arriagada // Gorostiaga en Corongo // El Congreso
de Arequipa da una ley por la que se autorizaba a negociar la paz con Chile sobre la base de
la cesión de Tarapacá.
276
6 de julio. El coronel chileno Herminio González, quien avanzaba desde Trujillo, pasa por
Tres Cruces, camino de Huamachuco. Se frustra, por las distancias, una emboscada
peruana a esta reducida pero bien pertrechada fuerza invasora.
7 de julio. Consejo de jefes presidido por Cáceres para decidir sobre la conveniencia de
atacar a las fuerzas de Gorostiaga o retornar al Centro. Se decide lo primero // En
Huamachuco, las tropas de Gorostiaga reciben alborozadas la llegada del refuerzo de
González.
18 de julio. Con la llegada del transporte “Amazonas”, se difunde por toda Lima la noticia
de la derrota de Huamachuco contenida en dos periódicos publicados en Cajamarca.
19 de julio. Del editorial de La Tribuna, dictado por José Antonio de Lavalle: “...con la
destrucción total de las fuerzas que acaudillaba el general Cáceres, ha desaparecido todo
elemento de resistencia por débil que fuese, todo motivo, todo pábulo a las recalcitrantes
ilusiones del patriotismo, o las fingidas esperanzas que bajo su manto abriga la ambición o
el interés personal. [...] el Perú no tiene más salvación que aceptar la paz que viene
ofreciéndole el vencedor [...] la senda que conduce a la paz está marcada. Un ciudadano
honrado y leal ha proclamado la necesidad de esa paz en momentos en que para hacerlo se
requería más valor que el que desplegó en el Morro Solar donde derramó su sangre [...]
¿Qué más hay que hacer, sino robustecer a ese gobierno por medio de francas, resueltas y
decididas adhesiones?”.
22 de julio. Declaración suscrita por Antonio Arenas, Ricardo Palma y otras personalidades
afines al pierolismo reconociendo a Iglesias, propugnando la paz y promoviendo la
convocatoria de una Asamblea Constituyente // Llega a Arequipa, por fuente chilena, la
noticia del desastre de Huamachuco.
23 de julio. En sesión de concejo presidida por el alcalde de Huancayo, señor José María
Vega, es preparada una solicitud formal dirigida al prefecto y comandante general del
departamento para castigar a los culpables de los saqueos y asesinatos perpetrados por los
guerrilleros en Huancayo (20 de mayo y 4 de julio) y en Huayucachi, Colca, Chupaca y
Chongos. Solicitan, asimismo, el depósito inmediato de las lanzas, que deberán ser
utilizadas sólo en caso de tener que “combatir al enemigo de la Patria”.
24 de julio. El comandante E. de la Combe, quien había sido segundo jefe de ingenieros del
Ejército del Centro derrotado en Huamachuco, suscribe en Yungay su relato de la batalla
de Huamachuco que posteriormente será difundido en Europa.
7 de agosto. A instigación de Luis Milón Duarte, el obispo Manuel Teodoro del Valle es
tomado prisionero por los chilenos en el convento de Santa Rosa de Ocopa, acusado de
agitar a los guerrilleros.
278
11 de agosto. Carta de la madre de Cáceres, doña Justa Dorregaray, a Luis Milón Duarte,
desde Huasahuasi: “...si se me persigue y castiga sólo por el hecho de ser madre de Andrés
Avelino Cáceres, acepto todo sacrificio...” // Desde Huancayo, oficio de Luis Milón
Duarte al Delegado del Superior Gobierno de Lima, informado sobre el saqueo de la
ciudad perpetrado el 4 de julio por “una turba de indios armados de lanzas, que seguían la
tropa del montonero [Justo Pastor] Dávila”, la muerte del ciudadano Fernando Hugues, y
el saqueo de sus casas y las de su familia.
12 de agosto. Oficio del general Cáceres, desde Ayacucho, al Ministro de Guerra: “Aunque
[...] el ejército de mi mando sucumbió valerosamente en los campos de Huamachuco, me
siento aun firmemente resuelto a seguir consagrando mis esfuerzos a la defensa nacional,
pues el desastre sufrido, lejos de abatir mi espíritu, ha avivado, si cabe, el fuego de mi
entusiasmo” // Proclama del general Andrés A. Cáceres a los pueblos y fuerzas de su
dependencia informando sobre la derrota de Huamachuco: “Guerrilleros: [...] Me siento
orgulloso al asociar a vuestras legendarias picas y rejones la espada que la patria me
encomendó para su defensa”.
20 de agosto. Se lee en Huancayo, en sesión de concejo, un oficio del Jefe Superior de los
Departamentos del Centro, Luis Milón Duarte, con el objeto de convocar a todos los
propietarios de fundos urbanos y rústicos para la constitución de la defensa cívica de la
ciudad: “...cuando están en peligro la familia, la propiedad, la vida, todo se debe dejar a un
lado...”
17 de septiembre. En Huancayo, Luis Milón Duarte comunica que se marcha a Lima y deja
en su lugar al Dr. Manuel T. Torres.
22-23 de septiembre. En Ayacucho, ante al avance del coronel Urriola, Cáceres decide
retirarse con sus fuerzas hacia Andahuaylas.
279
25-27 de septiembre. Los guerrilleros de Huanta, liderados por Miguel Lazón, se enfrentan
a la fuerzas del coronel chileno Martiniano Urriola en avance hacia Ayacucho. El 25,
Cáceres abandona Ayacucho con sus fuerzas rumbo a Andahuaylas.
15 de octubre. Carta de Cáceres a Antonio Miró Quesada desde Andahuaylas: “es preciso
hacer constar que la decisión y patriotismo de los pueblos sobrepasa toda ponderación:
esas pobres masas que siempre hemos mirado con desprecio por su triste condición y su
ignorancia, dan hoy a las clases ilustradas ejemplos de abnegación, de valor y de
patriotismo; si se encuentran partidarios de la paz a todo trance, es sólo entre la gente
acomodada por el deseo de salvar su fortuna que es su única mira [...] Las indiadas de
Ayacucho, Huancavelica y Junín están en gran efervescencia y sólo esperan mi
aproximación para lanzarse sobre el enemigo [...] La inacción del Gobierno de Arequipa es
cosa que espanta”.
17 de octubre. El New York Herald publica una entrevista al político y diplomático peruano
Evaristo Gómez Sánchez, donde se señala que los EEUU habían hecho daño al Perú, al
infundirle primero esperanzas de una paz sin cesión territorial para, después, abandonarlo a
su suerte.
18 de octubre. Mediante una nota formal, firmada por el Ministro de Chile en Lima Jovino
Novoa, el gobierno chileno reconoce formalmente “al excelentísimo señor general don
Miguel Iglesias como gobierno nacional de la República del Perú”.
28 de octubre. A bordo del Yavarí, en Puno, rumbo a Bolivia, Montero escribe a Cáceres:
“...me creo obligado a dirigir a V.E. la presente carta oficial, con el propósito de hacer
constar mi alejamiento del poder a fin de que V.E. pueda encargarse desde luego del
Gobierno [...] Hago fervientes votos porque V.E. salve a nuestra patria y glorifique su
nombre, mientras yo desde suelo lejano deploro sus desgracias”.
29 de octubre. Por la noche, una fuerza de 1,300 soldados chilenos ocupa Arequipa.
13-15 de noviembre. Entre Pacaicasa, Huanta y Huancayo, las fuerzas invasoras de Urriola
combaten con guerrillas iquichanas al mando de Miguel Lazón. Del informe del coronel
chileno: “...he encontrado a todas las indiadas sublevadas...”
18 de noviembre. Carta del general Cáceres, desde Andahuaylas, a don Manuel Sixto
Miranda pidiendo un apoyo económico para su ejército por parte de los notables de
Parinacochas y Lucanas: “[El] Ejército del Centro es el llamado a arrojar al ejército chileno
de los departamentos del Centro y a mantener incólume el honor e integridad del Perú”.
También desde Andahuaylas, Cáceres dirige una conmovida carta de felicitación a Miguel
Lazón y a los guerrilleros de Huanta por el hostigamiento a la división chilena de Urriola.
bando de Iglesias: “A los malos peruanos que haciendo causa común con nuestros
enemigos han servido a éstos o que manifiesten tendencias subversivas no los consienta
US. en los pueblos encomendados a su vigilancia, pues de ninguna manera deben haber
condescendencias con los traidores”.
3 de diciembre: Desde Ayacucho, Cáceres dirige una nota al alcalde del Concejo Provincial
de Tayacaja donde habla de la “tremenda conmoción de los indígenas” en esa parte del país
en “actitud hostil […] contra la raza blanca”.
12 de diciembre. El Comercio de Lima difunde una carta de Iglesias a Cáceres (sin fecha
precisa) pidiendo a este último que deponga las armas en aras de la concordia nacional.
14 de diciembre. Desde Guayaquil, el director del diario La Nación, Juan B. Elizalde, remite
a Cáceres, como un gesto de homenaje por ser el “más constante y el más valeroso de los
adalides peruanos”, la faja presidencial que perteneció al Gran Mariscal José de La Mar,
antiguo miembro de su familia.
29 de diciembre. Carta del general Cáceres, desde Ayacucho, a Miguel Iglesias donde se
niega a deponer las armas y expresa dudas sobre el tratado de paz: “...mucho me engaño o
temo fundadamente que el pacto de paz ajustado con Chile, cuyas condiciones no conozco
todavía, sea, más que un arreglo decoroso, el texto de una ominosa ley impuesta por el
implacable y soberbio vencedor al vencido...”
31 de diciembre. Carta del general Cáceres, desde Ayacucho, a un ciudadano de Lima: “Yo
no veo en Iglesias sino a un teniente chileno, que obedece a los propósitos chilenos, que
vive bajo la sombra de los chilenos, que cede territorio y dinero a los chilenos...” // El
Comercio de Lima hace un balance general sobre la guerra.
282
Apéndice Documental
1882
284
“En todos estos pueblos se mantiene el mismo entusiasmo que antes y siguen organizados prontos a venir
tan luego como se les llame. De Lima también me comunican que se ha despertado tal ardor, que están
listos para venir a ayudarme tan luego como me aproxime y aun para hacer un levantamiento”.
Querido amigo:
Tengo el placer de saludarte de la manera más cordial, y deseo que hayas ingresado
a Arequipa sin novedad.
No espero sino saber la instalación de tu Ministerio para dar cuenta de todo lo
ocurrido en la zona de mi jurisdicción y las providencias que he dictado.
Cuando ésta llegue a tus manos, supongo que ya habrás dado pasos de gran
importancia en armonía con los propósitos que te llevaron a esa. Dios te alumbre en tus
determinaciones que serán decisivas de la suerte del país.
Las autoridades y Jefes militares que mandé al Departamento de Yca han levantado
los pueblos contra los invasores con el mejor éxito. Han tenido varios encuentros
favorables, y según las últimas noticias que me comunica el amigo Valle se creía
fundadamente que se efectuaría la desocupación por el enemigo. A fin de que no desmayen
en la obra que han emprendido, he ordenado que de los pueblos limítrofes de Huancavelica
y Ayacucho salgan guerrillas a apoyarlos.
En todos estos pueblos se mantiene el mismo entusiasmo que antes y siguen
organizados prontos a venir tan luego como se les llame. De Lima también me comunican
que se ha despertado tal ardor, que están listos para venir a ayudarme tan luego como me
aproxime y aun para hacer un levantamiento. Así es que solo espero que cumplas tu oferta
de la remisión de los 2,000 rifles o fuerzas de línea a fin de principiar mis operaciones sobre
la capital como acordamos y antes que con el tiempo se apaguen los ánimos y las buenas
disposiciones que hoy existen.
Tengo el sentimiento de darte noticia de un hecho gravísimo. Dos jóvenes que
llegaron al Cerro de Huánuco dicen que el pueblo se había levantado apoyado por la fuerza
de Coloma y asesinado al Prefecto Carrión. Aún no sé nada oficialmente; pero sí
últimamente me ofició Carrión sobre el entredicho en que estaba con el C[orone]l Coloma,
porque éste invadía sus facultades y atribuciones y sobre todo porque no lo dejaba
apoderarse de todas las entradas, quedando en la imposibilidad de socorrer este Ejército
con algún contingente como lo tenía ordenado. Naturalmente escribí a ambos
reduciéndolos a la conciliación y señalándoles sus respectivas facultades, a fin de que no
hubiese más tropiezos; pero mi comunicación estaba en camino, cuando ha tenido lugar
este hecho desgraciado y funesto. Espero tener conocimiento exacto de lo ocurrido para
tomar las medidas del caso.
Si se ratifica el hecho anterior, quizá mande al C[orone]l Dávila de Prefecto de
Huánuco, tanto porque éste se me ha presentado ofreciendo sus servicios, cuanto porque
no tengo otra persona para el caso. Pero si tal nombramiento hago, será con el carácter de
accidental hasta que tú des tu aprobación.
285
En vista de los sucesos que se desarrollan en Yca [sic] y en previsión del orden que
debe establecerse en ese Departamento tan luego como sea desocupado por el enemigo,
conviene que apruebes el nombramiento que he hecho de Prefecto en favor del D. D.
Alonso Valle y de Sub-Prefecto en favor del D. D. Augusto Benavides, para que éstos
puedan dedicarse con mayor fe y seguridad.
Por lo que importe te diré que de Huancavelica y Ayacucho me escriben acerca de
la mala impresión que ha causado ver a tu lado a Solar y sobre todo designado para
desempeñar una cartera, lo mismo se piensa en este Departamento. Sin embargo que si su
deseo de servir es de buena fe y sólo obedece a un propósito patriótico, es muy loable su
conducta y sería un valioso elemento.
Las últimas noticias y periódicos de Lima aseguran que nuevas fuerzas destacadas
de Lima entraron a Cajamarca e impusieron un cupo de S/. 50,000 plata y 500 rifles.
Yglesias [sic] se habría retirado a Chota.
Químper habría sido aprehendido en Lima.
Teniendo noticia de las municiones que enviaron de Huaraz, fuerzas chilenas
desprendidas de Huacho fueron por la vía de Oyón a tomarlas en el camino; pero
afortunadamente no han acertado, pues ya tengo noticia de que llegaron al Cerro todas las
municiones.
“...pásese nota al señor doctor Daniel Zapatel, en representación de sus dignos compañeros, a fin de que
les manifieste la complacencia de esta Jefatura Superior por la actitud altamente recomendable que han
asumido...”
(Firmado) A. Cáceres”.
286
“Ojalá todos los hombres prescindieran de partidos y se unieran sinceramente en la obra de salvar el país”.
Estimado amigo:
de las líneas que comienzan y terminan con las palabras “Pero si, como aseguras...obra de
buena fe”.
“USI.no ignora la parte muy activa que han tomado los habitantes de los pueblos de Acostambo, Tongos,
Pasos y Ñahuimpuquio, cuyo oportuno concurso y valioso esfuerzo, tanto han contribuido a alcanzar las
glorias que el país cuenta en el curso de la actual campaña”
Andrés A. Cáceres
Es copia fiel.-
El Secretario
J. Salvador Cavero”
288
FUENTE: Andrés A. CÁCERES Memoria que el Jefe Superior, Político y Militar de los
departamentos del centro, general de brigada D. Andrés Avelino Cáceres, presenta al Supremo Gobierno,
por el período de tiempo que desempeña ese cargo, que le fue conferido en 25 de abril de 1881, pp.110 y s.
Esta misma Memoria incluye, en su página 112, la respuesta del Obispo de Ayacucho,
desde Huanta, fechada once días después, “aceptando y aplaudiendo” “la justa y patriótica
indicación” de Cáceres en beneficio de los pobladores de Acostambo, Tongos, Pasos y
Ñahuimpuquio [...] “que han dado a la Patria días de gloria imperecedera [...] y de gratitud
eterna para todo peruano de corazón”. Según Luis Guzmán Palomino, la carta de Cáceres
al obispo de Ayacucho fue reproducida también en el diario El Perú de Tarma en octubre
de 1882. En esta versión, Huancayo, y no Tarma, aparece como fecha tópica (Cáceres y La
Breña. Compendio Histórico y Colección Documental, pp. 226 y s.)
Decreto del general Andrés A. Cáceres, Jefe Superior Político y Militar de los
Departamentos del Centro sobre la exoneración de contribuciones a los guerrilleros
(Huancayo, 16 de septiembre de 1882)
“...la conducta observada por muchos ciudadanos de los departamentos de Junín y Huancavelica ha sido
altamente patriótica y ha contribuido eficazmente a expulsar a los invasores...”
“Andrés Avelino Cáceres, General de Brigada de los Ejércitos Nacionales, Jefe Superior
Político y Militar de los Departamentos del Centro.
CONSIDERANDO:
DECRETO:
Art. 1. Exonérese del pago de la contribución personal que adeudan por los años
atrasados y la que deben pagar por el presente y por el próximo de 1883 a todos los
ciudadanos que se hallen inscritos para prestar sus servicios en la condición de guerrilleros
en las columnas organizadas de los departamentos de Junín y Huancavelica y que han
contribuido a desalojar de estas provincias al enemigo.
Art. 2. Igualmente se les exonera de contribuir con reses, granos, pastos y bestias a
sostener las necesidades del ejército nacional;
Art. 3. Ningún guerrillero podrá ser alistado en los cuerpos del ejército del Centro
por pertenecer a él como tal;
Art. 4. Los prefectos de los respectivos departamentos en vista de las relaciones
certificadas que les envíe esta Prefectura Superior, dictarán las órdenes del caso para el más
estricto cumplimiento de las disposiciones contenidas en los artículos anteriores.
289
Dado en Huancayo, a los 16 días del mes de setiembre de 1882. Firmado: Andrés
A. Cáceres. Luis M. Ibarra. Secretario”.
“[...] pues abrigo el convencimiento, que también lo tienes tú, de que el sentimiento de la paz domina toda
la República...”
S[eñ]or General
D. Lizardo Montero
Arequipa.
que fuera necesaria, pues abrigo el convencimiento, que también lo tienes tú, de que el
sentimiento de la paz domina toda la República y facilitará el camino de negociaciones con
el enemigo con las pérdidas que en nuestra situación son ineludibles.
Una vez iniciado el movimiento que se prepara en la Capital, tengo seguridad de
que será secundado en las Provincias de Canta y Huarochirí, donde son fanáticos e
idólatras de Piérola. Esto tiene que desquiciar un tanto mi situación y tal vez hacerla muy
crítica y peligrosa y en previsión de esta expectativa, necesito reforzar mi Ejército para
conservar el orden y la tranquilidad y afrontar cualquier ataque que venga. Ya tengo en pie
once batallones que rápidamente avanzan en su organización y disciplina, y sólo aguardan
las armas que debes mandar de allí. Precisa, pues, que con toda celeridad y allanando todo
obstáculo, me envíes dos mil rifles que me ofreciste más una División, pues la G[uardia]
Nacional constituida allí y el número de las fuerzas regulares permiten desprender esta
fracción quedando tan fuertes como deben estar, y dando, al mismo tiempo, la consistencia
que aquí necesitamos para quedar en todas partes en aptitud de hacer frente a las
emergencias que surjan.
Quizá el desarrollo de los acontecimientos de que me ocupo sea presto y rápido, y
desde ahora te anuncio que no respondo de lo que acontezca si su violencia es superior a
los elementos de que dispongo y no llegan a tiempo los que te pido.
Reflexiona con la debida madurez lo que dejo apuntado y obra en consecuencia,
disponiendo lo que creas más acertado, que por mi parte ya sabes mi modo de pensar y lo
firme que siempre estaré en el sendero del deber y puro patriotismo que me he trazado.
La terrible noticia de la muerte del Prefecto Carrión que te trasmití, corrió
generalmente en el Cerro como un hecho positivo y unánimemente me la comunicaron;
pero afortunadamente ha resultado falsa. Sólo si se dibujaron serios peligros por el
entredicho odioso en que están Coloma y Carrión. Últimamente he recibido quejas de
ambos: Carrión acusa a Coloma de invadir de hecho sus atribuciones y Coloma a Carrión
de hostigarlo por todos medios; lo cierto es que, entrambos sostienen una lucha
irreconciliable y a fin de evitar un escándalo, he ordenado a Coloma que se venga con su
fuerza a Tarma.
Habría nombrado a Coloma Comandante General de una División, compuesta del
Cuerpo que trajo de Huaraz y el que ha formado Leoncio Prado; pero habiendo pedido
éste pasar a la vanguardia a la quebrada de Huarochirí y creyéndolo oportuno, mas en las
actuales circunstancias, he accedido a su solicitud; y viendo que la fuerza de Coloma no
tiene los doscientos hombres que se anunciaron, si no solamente ochenta y en un estado
indecible de desmoralización, creo más conveniente repartir esa fuerza en los Cuerpos de
Nueva Organización. Una vez que esto tenga lugar, Coloma ocupará un puesto adecuado a
él, salvo que desee pasar a tu lado.
Te he dicho que Canta y Huarochirí secundarán el movimiento que debe verificarse
en Lima, no sólo por el afecto apasionado que tienen a Piérola, si no por que me avisan de
Lima que con armas y dinero de los chilenos, la nueva insurrección se apoderará de Canta
como punto de operaciones. Hay algo más aún: constituidas en Canta las autoridades que
aquí acordamos, tuvieron que huir al levantamiento de esos pueblos que pedían a Vento y
Vargas como autoridades. Días y los Bao huyeron y se escondieron. En tal estado,
comandaba fuerza para restablecer el orden, o condecendía [sic] con el pedido de esos
pueblos. En las circunstancias actuales no era dable y prudente lo primero y fue preciso
acudir a lo segundo, mas desde que Vargas se me presentó a justificarse él y a Vento de no
haber tenido parte en aquellos sucesos, presentándolos como un acto espontáneo del
pueblo. Indudablemente Días y los Bao no tienen el ascendiente que les suponíamos, y tuve
que restablecer a Vento como Comandante General de una División que se organiza y a
Vargas como Sub-prefecto. Ahora bien, tú sabes lo adictos que estos sujetos son a Piérola;
y no hay como deshacerse de ellos a buenas porque cuentan con el pueblo y cualquiera
291
orden en contra [testado: de ellos] no surtiría sus efectos. Ellos, pues, secundarán el
movimiento de Lima. Pienso [testado: que] tan luego como esto suceda, caerles de
improviso y aplastar la fuerza que venga de Lima; pero para esto necesito contar con los
rifles y fuerza que te pido, pues la que tengo ahora es insuficiente para este género de
operaciones.
Paso ahora a hacerte un pedido. Sé que cuando estuviste en Ayacucho, ofreciste
nombrar de Cajero Fiscal de ese Departamento a un señor del Campo que desempeñaba
antes ese puesto. Yo llamé al que hoy existe porque era el llamado por la ley y porque
legítimamente había ascendido hasta ese puesto desde amanuense de esa oficina. En el
tiempo que he estado en Ayacucho [h]a prestado los mejores servicios, pues a pesar de ser
hijo del lugar, se ha echado ensima [sic] la aversión de sus paisanos por conseguir recursos
para el Ejército. Por todos motivos, pues, su separación sería una flagrante injusticia, que te
suplico no la hagas. Algo más, él ha vestido al Ejército que salió de Ayacucho y su
competencia [y] honorabilidad son a toda prueba.
He mandado al Comandante Alvarado a esa en comisión para que sea el conductor
de las armas.
Como es natural, supongo que hayas sido recibido en esa con gran entusiasmo y
espléndidas muestras de afecto adhesión.
Espero saber cómo haz [sic] organizado tu gabinete.
Tuyo af[ectísim]o amigo
S[eguro] s[ervidor]
P.S.
Olvidaba decirte que la nueva faz que presentan los acontecimientos hacen
necesario que yo esté investido de facultades amplias para poder obrar según las
circunstancias y allanar todos los obstáculos que se presenten inmediatamente. Espero,
pues, que me otorgues dichas facultades, con la seguridad de que no sabré hacer mal uso de
ellas”.
Resolución del general Andrés A. Cáceres, Jefe de los Departamentos del Centro
del Perú, suspendiendo el reclutamiento militar en Junín (Tarma, 29 de septiembre
de 1882)
Siendo necesario dejar en libertad a los agricultores de estas provincias para que
puedan entregarse a sus labores, en provecho aún del mismo ejército,
292
Se resuelve:
ANDRÉS A. CÁCERES”.
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VII), p. 387.
...tengo a bien encomendarle se haga cargo de la recaudación de las cantidades con que los hacendados de ese
valle deben contribuir para las atenciones del ejército encargado de la defensa nacional”
Con el señor García, su socio, tuve el gusto de escribirle a usted y a los otros
amigos hacendados de ese valle, manifestándoles la situación y condiciones del Ejército del
Centro y sus loables propósitos, que no son otros que la salvación del honor e integridad
del Perú.
En esa misma época encargué al señor don Vicente Silva que se hiciera cargo de
los fondos provenientes de las cuotas que los hacendados quisieran contribuir al
sostenimiento del Ejército de mis órdenes, pero últimamente he recibido la contestación de
dicho señor Silva, y según ella veo los inconvenientes que expone para el ejercicio de ese
cargo.
Confiado pues en nuestra antigua amistad y en los muy buenos deseos que le
animan de contribuir de todas maneras en bien del país, tengo a bien encomendarle se haga
cargo de la recaudación de las cantidades con que los hacendados de ese valle deben
contribuir para las atenciones del ejército encargado de la defensa nacional.
Me han impuesto que la relación que remití señalando cantidades fijas a los
distintos propietarios, no es equitativa ni está conforme a las rentas que esos fundos
producen.
Por esta causa dejo al arbitrio de usted, puesto que tiene razón y motivos de
conocer los rendimientos de las haciendas, para que les asigne las cantidades con que deben
contribuir.
Con esos fondos se servirá usted atender de preferencia a los gastos que ocasione
la organización de la columna que debe formarse en los valles de Lurín y Pachacamac, cuyo
jefe, el sargento mayor Chavarri, solicitará de usted cuanto necesite para dicho organización
y algunos gastos que demanden comisiones secretas del servicio.
293
Seguro servidor,
A. Cáceres.
Tarma, octubre 3 de 1882”.
FUENTE: Publicada en la revista Enseñanza de la Historia Nro. 13, Lima, Instituto Riva-
Agüero 1980, p. 22 y s. El manuscrito original de esta carta se encuentra en el Archivo
Histórico Riva-Agüero.
Decreto del general Andrés A. Cáceres, Jefe de los Departamentos del Centro del
Perú (Tarma, 5 de octubre de 1882)
“Las armas que con su peculio adquieran los ciudadanos que se ponen al servicio del Estado alistándose en
cuerpos activos, serán tenidas y respetadas como propiedad particular”.
Decreto:
Art. 1.° Las armas que con su peculio adquieran los ciudadanos que se ponen al
servicio del Estado alistándose en cuerpos activos, serán tenidas i respetadas como
propiedad particular.
294
ANDRÉS A. CÁCERES”
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VII), p. 387.
Reglamento consta de 26 artículos en total. Firma Cáceres como Jefe Supremo [sic] Político
y Militar de los Departamentos del Centro el 6-10-882”.
Querido amigo:
Sin ninguna tuya a que contestar me es grato dirigirte la presente, saludándote con
la mayor cordialidad y dándote cuenta de lo poco que ocurre por acá.
Lo que más llama la atención es la valerosa actitud de los guerrilleros de Yca. Han
tenido varios encuentros siempre ventajosos y el entusiasmo acrece cada día. Me piden
ausilio [sic] con mucha instancia; pero tú sabes que no es posible desprender a tanta
distancia parte de la poca fuerza que tengo, y no hay rifle siquiera que poderles mandar. Sin
embargo, en estos días sale Patiño, el Prefecto de Huancavelica con la Gendarmería de ese
Departamento y una fuercesilla más que le he agregado a apoyarlos y organizar bien las
guerrillas y evitar los atropellos y abusos consiguientes a esa clase de fuerzas.
He tocado con algunos capitalistas de estos Departamentos, para ver si era posible
conseguir una suma regular en plata para procurarnos armas de Europa o Estados Unidos,
y por la manera como hasta ahora se me presentan, creo que realizaré mi idea. Si llega a
arreglarse este asunto definitivamente, te lo comunicaré.
S[eguro] s[servidor]
“Confundido estoy al ver la facilidad con que los enemigos de la patria encuentran peruanos para hacerlos
instrumentos de sus pérfidas maquinaciones [...] En lo sucesivo haré cuanto pueda contra los enemigos de
fuera y de dentro; pero debo advertirte que, si a pesar de cuanto he hecho, se observa conmigo una conducta
egoísta, negándome los auxilios que se pueden y se me deben dar, entonces no seré yo responsable de la
situación pues, si últimamente con aparatos se pudo infundir miedo al enemigo y vencerlo, no siempre es
posible hacer milagros”.
Arequipa.
Querido amigo:
S[eguro] s[ervidor]
Oficio del General Andrés A. Cáceres, Jefe Superior, Político y Militar de los
departamentos del Centro a una autoridad o personalidad peruana no determinada
del departamento de Ancash, probablemente el prefecto (hacia el 15 de octubre de
1882)
“La conducta desleal del General Iglesias, el rudo golpe que hoy asesta a la unidad de la República, su
divorcio injustificado y aleve del Gobierno que él mismo reconoció ayer, reclaman de los pueblos del norte la
mas enérgica protesta contra este atentado de lesa patria...”
Señor:
atentado de lesa patria; i reclaman esa protesta, porque no son ellos los que han autorizado
al Jeneral [sic] Iglesias a dividir la República, porque ellos en su ilustración, i más que todo
en el interés que siempre han manifestado en favor de esta desgraciada República, no
pueden en manera alguna apoyar ese procedimiento, que tiene que dividir el país, i con esa
división ocasionar la completa ruina del Perú.
Los pueblos de esta nación, i en particular los del Centro, que me obedecen, no
hacen la guerra por el deseo de continuarla i llenar el territorio de luto i de miseria, no
derraman la sangre preciosa de sus hijos por el insensato placer de sacrificar estérilmente
víctimas en los altares de la patria; prosiguen la guerra i hostilizan infatigablemente al
enemigo con el único objeto que se proponen los pueblos civilizados i que prescriben las
leyes eternas del derecho internacional respecto de la guerra, con el fin de alcanzar el
desagravio de sus derechos desconocidos, por medio de un tratado que no esté en pugna
con su dignidad i soberanía nacional.
Pero tal fin no podrá alcanzarse en manera alguna si estos pueblos no permanecen
fieles al Gobierno hoi [sic] constituido, el cual en la actualidad se ocupa con empeño en
procurar la paz, habiendo ya iniciado algunas jestiones [sic] con este objeto, que tal vez
sufran interrupción en vista de la conducta que hoi [sic] observa el señor Jeneral [sic]
Iglesias.
Comprendiendo esta Jefatura superior los sentimientos mui [sic] elevados i el
interés que la suerte de la patria inspira a V.S., se dirije [sic] a V.S., animado por un espíritu
noble, manifestándole cuán profunda impresión le ha causado el hecho realizado por el
Jeneral [sic] Iglesias i la esperanza que ella tiene de que V. S., en nombre de la dignidad
nacional hoy [sic] ofendida, en nombre de los más caros derechos que con tanta constancia
defendemos, en nombre del buen concepto que la República debe inspirar a las naciones
neutrales, sabrá condenar i reprobar tan triste i criminal atentado, haciendo por su parte
todo lo que es posible hacer para ahogar en su principio esa infame rebelión, que no tiene
nombre, atentas las circunstancias tan delicadas i escepcionales [sic] por las que atraviesa el
país.
El departamento Ancachs [sic], que siempre se ha distinguido por su leal proceder i
sumisión a las autoridades supremas i constituidas, no podrá menos que levantar su
protesta ante esos hechos, colocándose a la altura de su deber, i granjeándose con tal
conducta un título más a la gratitud nacional y al aplauso del Supremo Gobierno.
Esperando que V. S. despliegue en tan gravísimo asunto todo el interés posible por
levantar el honor nacional, hoi vulnerado por el Jeneral [sic] Iglesias, ofréscoles [sic] mis
sentimientos de consideración i estima.
Dios guarde a V. S.
ANDRÉS A. CÁCERES”.
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VII), p. 389 y s.
Sobre el destinatario de esta carta, debe recordarse que en la misiva personal que Cáceres
dirigió al Presidente Montero, desde Tarma, el 15 de octubre de 1882, dijo a la letra en el
contexto de la defección de Iglesias: “También me dirijo al Prefecto de Ancahs [sic] y hago
que le escriban muchas personas notables a fin de inducirlo a que se segreguen de la
jurisdicción del Norte con su Departamento y se adhiera a la del Centro, protestando
contra los principios y procedimientos de Iglesias [sic]” (véase el documento anterior).
300
“...el General Iglesias ha venido a levantar el odioso pendón de la anarquía, proclamando los departamentos
del Norte independientes del Gobierno nacional...”
Conciudadanos:
Conciudadanos:
Vosotros que con tanto valor i abnegación acabáis de revelar con hechos heroicos i
eminentes todo el poder de un pueblo que prefiere a la ignominia de la conquista el
sacrificio de la existencia, seguro estoi [sic] de que condenareis con enérjica [sic] protesta el
301
escandaloso estravío [sic] de un soldado que, en los momentos de la prueba i del sacrificio,
proclama el desconcierto i la anarquía, i pone humildemente a las plantas del vencedor
extranjero la espada que la patria le confiara para la defensa de su honor i de su gloria.
Por lo demás, contando como cuento, con vuestro decidido patriotismo, confío en que, la
unificación nacional, obra esclusivamente [sic] vuestra, por un instante amenazada, tendrá
en vosotros la más segura garantía i el mas firme apoyo.
ANDRES A. CÁCERES.
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VII), p. 388 y s.
Aunque no aparece indicado con claridad, es muy probable que, en 1891, Ahumada haya
tomado este documento de alguna colección del Diario Oficial chileno de Lima, que lo
publicó el 27 de octubre de 1882 (p. 2). Según mención explícita de este ejemplar del Diario
Oficial, el documento fue copiado del periódico El Perú, editado en Tarma. Luis Guzmán
Palomino menciona que este último medio lo publicó efectivamente el día 17 de octubre de
1882, aunque le pone fecha 14 de octubre, y no 16, como aparece en el Diario Oficial
chileno y en la colección de Ahumada Moreno (Cáceres y La Breña. Compendio Histórico y
Colección Documental, p. 229). Parece bastante claro que las noticias publicadas en la prensa
del interior eran conocidas en Lima unos diez o doce días después de su difusión. Lo
mismo podía decirse en sentido inverso. Cabe recordar, por ejemplo, que un recorte del
Diario Oficial chileno del 4 de octubre de 1882 que incluía (con un retraso de más de un
mes) el texto del Grito de Montán de Miguel Iglesias, sólo llegó a manos de Cáceres hacia el
día 15, como lo pone en evidencia el texto inmediatamente anterior al que aquí se comenta,
dirigido presuntamente al prefecto de Ancash, así como la carta de Cáceres a Montero de
esa misma fecha. Finalmente, cabe preguntarse por qué la prensa chilena de Lima hacía
tanto eco de la airada reacción de Cáceres contra el Grito de Montán. Una explicación
plausible sería la construcción, por parte del los agentes y funcionarios del gobierno de
Chile en Lima, de una imagen del caudillo de La Breña como rígido e intransigente, dirigida
al consumo de los sectores peruanos que si bien eran secreta o discretamente partidarios de
la paz, no habían dado todavía el paso de apoyar a Iglesias.
“Una espada que brilló por un momento con el vivo resplandor del cumplimiento del deber, rasga desleal y
osada, el sagrado manto de la unión que se extendía en la República...”
Al ejército de su mando.
302
Soldados:
Soldados:
Amigos:
Una espada que se rinde, nada significa, nada importa, en nada falta, cuando son los
laureles el porta-rifle de vuestras armas.
Compañeros:
Vuestros nobles hechos han inspirado el ardiente amor de los pueblos. En cada
ciudadano habéis encontrado un amigo; como habéis alcanzado los aplausos del Gobierno,
como habéis conquistado el orgullo para el provenir.
Un hombre que deserta, jamás debilita las potentes filas que el infortunio ha
respetado i la patria bendecido.
Soldados:
Estamos en el campo de honor. La victoria es nuestra guía. Ella, como en las luchas
de ayer, nos brindará con dignidad el olivo de la paz.
Soldados:
Defendéis el suelo que encierra las glorias de Junín i de Ayacucho. Imitad, pues,
con la unión i con la fe a los grandes campeones de la libertad de un mundo.
ANDRÉS A. CÁCERES.
303
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VII), p. 389.
Carta personal del general Andrés A. Cáceres a Lizardo Montero (Cerro de Pasco,
22 de octubre de 1882)
“La necesidad de convocar a un Congreso se acentúa cada día más, y no creo que se debe esperar en este
asunto la iniciativa de los pueblos, siendo facultativo del Gobierno; pero sí debo asegurarte que la reunión de
un Congreso es el sentimiento general de todos estos pueblos”.
Querido amigo:
“El atentado de Iglesias en el Norte, si al principio se presentó como emanado de la voluntad de esos
pueblos, hoy manifiestan ellos, por medio de actas terminantes, que condenan este hecho desleal, que sólo ha
sido fruto de la ambición y ceguedad de ese desgraciado caudillo. Tengo en mi poder muchas de esas actas,
las cuales, publicadas aquí, pasarán a manos del Gobierno [...] Todos estos Departamentos han hecho la
más elocuente protesta de los atentados de Iglesias, declarando su decidida voluntad de permanecer fieles a la
unión del país.
Tengo a la vista tus apreciables fecha 5, 12 y 14 del mes próximo pasado, sintiendo
sí, que las comunicaciones de esa, lleguen a este cuartel G[ene]ral con tan notable retardo.
Paso pues a contestarlas, con el mayor agrado y deseándote preferentemente la más
cumplida salud.
Principiaré por la de la primera fecha indicada.
Muy sencible [sic] ha sido para todos, la renuncia que de la cartera de Justicia, ha
hecho el d[octo]r [¿Epifanio?] Serpa. Hombre prestigioso, inteligente, activo y honrado, su
concurso en el Gabinete era una garantía de acierto y progreso para el gobierno. Su
ausencia se dejará bien pronto sentir, desde que falta en el seno del Ministerio una persona
de los antecedentes de este caballero.
Te agradesco [sic] muy mucho, que a la distancia, me hayas dedicado un recuerdo a
la promesa que hiciste de venir a ésta. Mucho estimo la buena voluntad que tienes para
acompañarme, habiendo manifestado esto al G[ene]ral Montero.
305
A. Cáceres [rubricado]”.
“Bien sabía yo, y te lo dije, que llegando a Arequipa no podrías cumplir tus ofrecimientos de remisión de
armas, bajo la influencia de los que no ven más allá de lo que tienen a la vista y siempre al través de sus
pasiones y odiosidad que me tienen”.
S[eñ]or Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa
Querido amigo:
afortunadamente ese movimiento morirá en su cuna. Los pueblos del Norte se han
apresurado a lanzar sus protestas y la insurrección está reducida a tres o cuatro Provincias y
no se dejará esperar la noticia de su total aniquilamiento.
Bien sabía yo, y te lo dije, que llegando a Arequipa no podrías cumplir tus
ofrecimientos de remisión de armas, bajo la influencia de los que no ven más allá de lo que
tienen a la vista y siempre al travez [sic] de sus pasiones y odiosidad que me tienen. Pero
vuelvo a repetirte que medites sobre esta situación que cada día se hace más grave. En
Huanta ha habido un levantamiento del que aún no tengo pormenores pero en el que sé ha
sido víctima, tal vez no intencionalmente, el Obispo Polo de Ayacucho; en Yca [sic] y
Cañete está en pie la insurrección pierolista y en Chancay también asoma la cabeza. Aunque
he tomado ya cuantas medidas están a mi alcance a este respecto, debiendo ocupar pronto
las quebradas de Canta y Huarochirí, no puedo desprender fuerzas, como debiera, sobre
aquellos puntos para castigar a los trastornadores y conservar el orden porque no las tengo
sino muy limitadas y aun insuficientes para el objeto que me lleva a las citadas quebradas,
que es cerrar el paso al enemigo evitando sus nuevas tentativas de internación hacia el
interior y anonadar la ebulición [sic] pierolista de esas Provincias que están constantemente
atizadas por su inmediación a Lima y que por esta misma circunstancia constituyen un serio
peligro.
Creo muy conveniente que dispongas la traslación del Prefecto Carrión al
Departamento de Ancahs [sic] y de Bueno al de Huánuco. Bueno sentará mejor en
Huánuco que es Departamento tranquilo y lejano de todos los combates; mientras que
Carrión es necesario en Huaraz que necesita un genio templado y severo; fuera de que
Carrión está en completa pugna con toda la sociedad de Huánuco.
El Coronel Borgoño, después de haber protestado contra el movimiento de
Yglesias [sic] se ha presentado en este C[uarte]l General y le he dado el mando del
B[atalló]n Zepita. El C[orone]l Rafael Ramírez también ha llegado y le he nombrado
Com[andant]te de las guerrillas de la quebrada de Huarochirí. Asimismo, el C[orone]l
Erausquin está de Com[andant]e General de Artillería.
De Lima participan últimamente que Piérola se ha movido a Estados Unidos y se
asegura que pasa al Perú. Esto puede ser cierto por el empeño con que tratan de mover los
pueblos.
Últimamente, mejor consultado, se va a llamar a las mesas permanentes anteriores
para que sirvan de momentáneas, y en su defecto se apelará al medio que dejo indicado en
otro lugar.
Espero con ansia el regreso de mis Ayudantes que te he mandado para saber tus
determinaciones.
Tuyo af[ectísimo] amigo
S[eguro] s[ervidor]
Decreto de Andrés A. Cáceres, Jefe de los Departamentos del Centro del Perú
(Tarma, 29 de noviembre de 1882)
“Se admiten vales provisionales para la compra de artículos de alimentación, vestuario y equipo del ejército
del Centro...”
Considerando:
Que los departamentos del Centro han sostenido gratuitamente durante largo
tiempo las fuerzas nacionales que han espedicionado [sic] en ellos;
Que no es equitativo seguir sosteniendo dichas fuerzas sin indemnizar a los
contribuyentes los patrióticos sacrificios que hagan por la defensa nacional;
Que según las necesidades actuales, se calcula en 100,000 soles plata la cantidad que
debe emplearse en artículos de alimentación, vestuario y equipo del ejército;
Que es justo distribuir entre todos los departamentos del Centro la colocación de
los espresados 100,000 soles en proporción a sus recursos;
Que para garantir la inversión de los fondos i procurar la adquisición de los
artículos a que están destinados es conveniente la creación de una junta de administración i
vigilancia [sic];
Que está en las atribuciones de la Jefatura superior, por razón de su situación i
circunstancias, de arbitrar los recursos que exije [sic] la conservación del ejército;
Que mientras el Supremo Gobierno emite los bonos destinados a este objeto, los
cuales serán entregados próximamente a los contratantes, es indispensable espedir [sic] a
éstos, para su resguardo i seguridad, vales provisionales,
Decreto:
ANDRÉS A. CÁCERES”.
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VII), p. 387 y s.
Este documento se encuentra también (en una versión más completa por incluir el modelo
de los vales luego del artículo 3) en la Memoria que el Jefe Superior, Político y Militar de los
departamentos del centro, general de brigada D. Andrés Avelino Cáceres, presenta al Supremo Gobierno,
pp. 108-110.
“...nómbranse miembros de la junta de Administración y vigilancia al doctor don José Manuel Haza, [...]
[a] don Guillermo Serna, a don Esteban Santa María y a los doctores don Luis Carranza y don
Francisco Flores Chinarro...”
CÁCERES”.
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VII), p. 388.
310
Resolución del general Andrés A. Cáceres, Jefe de los Departamentos del Centro
del Perú (Tarma, 29 de noviembre de 1882)
“La junta vigilará la impresión de los vales, tendrá a su cargo los cuadernos de ellos con sus respectivos
talones y llevará la contabilidad de las operaciones que ejecute”.
Se resuelve:
Art. 1.° La junta vijilará [sic] la impresión de los vales, tendrá a su cargo los
cuadernos de ellos con sus respectivos talones i llevará la contabilidad de las operaciones
que ejecute.
Art. 2.° Contratar la provisión de los artículos relativos a la alimentación, vestuario i
equipo del Ejército del Centro, para lo cual solicitará del Estado Mayor, siempre que
convenga, los datos necesarios.
Art. 3.° El proyecto de contrato será examinado por la junta, cuyas resoluciones se
adoptarán por mayoría de votos, debiendo llamarse a los suplentes por falta o impedimento
de algunos de los propietarios.
Art. 4.° Celebrado el contrato, se asentará en el libro correspondiente, anotándose
el nombre del vendedor, los artículos, su precio i demás circunstancias que creyere
convenientes la junta, sin perjuicio de las anotaciones que deben también hacerse en los
talones respectivos.
Art. 5.° Deberán llevar los libros que sean necesarios para la contabilidad, con el fin
de espresar [sic] con claridad i precisión las operaciones que practique.
Art. 6.° La junta podrá solicitar de las autoridades políticas i municipales los ausilios
[sic] que necesitare para el desempeño de sus funciones.
Art. 7. ° Podrá nombrar ajentes [sic] con las instrucciones respectivas, con el fin de
obtener oportunamente los artículos que necesitare
Art. 8.° El importe de los artículos adquiridos se abonará por la junta al vendedor
directamente o a su legal representante.
Art. 9.° La junta publicará quincenalmente un estado de sus operaciones,
consignando los contratos celebrados, con especificación de los vendedores, los artículos,
su precio i los vales espedidos [sic].
Terminada la emisión, presentará la junta esta Jefatura una memoria de sus trabajos,
publicando un balance jeneral [sic] de sus operaciones.
CÁCERES”
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VII), p. 388.
311
“La necesidad de un Congreso era imperiosa e indiscutible; pero la forma en que deben hacerse las elecciones
la creo de todo punto inconveniente en la actualidad, pues que distrae a los pueblos de la defensa nacional
que es lo primero, llamándolos a las luchas eleccionarias donde reviven las antiguas pasiones y odios y se
dividen los partidos rompiendo la cohesión en que han estado mediante la unificación...”
abrir campo al pierolismo. Yo tomo mis medidas con los escasos elementos de que
dispongo, y en todo caso cumpliré con mi deber.
Tu Escolta dejó 60 carabinas; Carrillo mandó 200 rifles, y ojalá lo que trae
Recabarren [sic] complete a mil siquiera.
Del Ministerio me anunciaron el envío de 200 mulas, que juzgo se han evaporado
en el camino, y que me hacen tanta falta, pues tú bien sabes que no tengo cómo mover el
parque.
La alimentación y vestuario de la tropa es asunto que cada día se hace más difícil y
enojoso. Estos pueblos a más de sus servicios personales han sostenido el Ejército largo
tiempo, y continuar imponiéndoles ganado, víveres y telas sin la esperanza siquiera de
remota indemnización era injusto y temerario. Buscando el medio de aliviar esta dificultad,
con el s[eño]r Yrigoyen, E. del Solar, Chinarro, Carranza y otras personas notables, hemos
acordado emitir «vales» hasta la cantidad de cien mil soles plata para abonar con ellos todos
los artículos que se necesitan, debiendo dichos vales ser canjeados por Bonos que espedirá
[sic] el Gobierno. Para el objeto se ha nombrado una Junta encargada de la vijilancia [sic] de
dichos vales y de procurar todo lo relativo a la alimentación y vestuario. Los decretos y
disposiciones de la materia que te remito de oficio te impondrán detalladamente de este
asunto en toda su importancia y necesidad, y espero que los aprobarás.
La Prefectura del Depart[ament]o de Lima necesitaba de un hombre de condiciones
especiales, y no teniéndolo aquí, encargué a la Delegación de Lima si allí habría un hombre
bastante patriota y activo que quisiera asumir las responsabilidades y arduas tareas de ese
puesto, con residencia en Canta; me señaló al s[eño]r E[lías] Mugica [sic] y lo he aceptado
espidiéndole [sic] su nombramiento, y lo espero de un momento a otro para conferenciar
con él antes que principie el lleno de sus funciones.
Por las comunicaciones que acabo de recibir de d[on] Jesús Elías, sé que ha
asumido la Jefatura Superior del Norte, de lo que he tenido gusto y creo muy acertado y
marcha con la Gendarmería de Huaraz y otras fuerzas que se organizan a debelar por
completo la insurrección de Yglesias [sic], que estaba ya agonizante y a la fecha tal vez ha
concluido.
Sin más por hoy te deseo felicidad y soy, como siempre, tuyo af[ectísim]o amigo
s[eguro] s[ervidor].
“Precisamente en este momento recibo una comunicación de la Delegación de Lima en que me participa que
de una manera positiva ha descubierto que el célebre Duarte (que en los diarios chilenos viene hace días
escribiendo iniquidades contra nosotros y que está en las más íntimas connivencias con Lynch) había
obtenido de este Jefe chileno un salvo-conducto que mandó a Vento a Canta para que éste se retirara con
sus tropas a las alturas y dejara franco el paso a las tropas chilenas. Duarte debería asumir el carácter de
313
Jefe Superior del Centro, y es natural que a Vento se le haya ofrecido quien sabe qué. Esto, repito, se me
comunica como un hecho positivo”.
S[eño]r Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa
Querido amigo:
“Me complazco de que al fin tenga lugar tu entrevista con Campero, y deseo que sea fecunda en felices
resultados, que ansío saber lo más pronto”.
S[eñ]or Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa
Querido amigo:
su actitud al frente de la rebelión de Yglesias [sic] y a mi respecto. Creo que mucho debe
esperarse de su inteligencia y de su actividad.
Me complazco de que al fin tenga lugar tu entrevista con [el presidente de Bolivia
Narciso] Campero, y deseo que sea fecunda en felices resultados, que ansío saber lo más
pronto.
Las elecciones siguen siendo la preocupación de los pueblos, pero de la manera más
pacífica, no obstante que en algunos puntos hay encontradas pretensiones. Oportunamente
te comunicaré el personal electo después de las funciones del 1º de enero.
No ha llegado de oficio la comunicación sobre facultades estraordinarias [sic], de
que me hablas, olvido [¿olvidadas?] quizá en el Ministerio.
Supongo que ya conoces el cablegrama de Piérola a Arenas del 3 del presente mes,
en que después de algunas reflexiones sobre las bases de paz, avisa que abandona su
intento de venir al Perú, hasta nueva oportunidad. En consecuencia de esta declaración
inesperada del Jefe, su círculo ha sufrido fuertes conmociones que se comentan y trasmiten
de diversos modos. Según la Delegación Novoa llamó a Arenas y le propuso que
inaugurara Gobierno para tratar con él ofreciéndole todo género de apoyo y garantías, pero
Arenas se negó. Llamó en seguida a García y García, le hizo idéntica propuesta, y éste
aceptó sin vacilar; y aunque el círculo pierolista ha censurado su conducta y lo ha aislado, él
sigue adelante sus propósitos en compañía de Duarte y otros de este jaez.
Duarte, de quien ya te he hablado en mi anterior, ofrece abrirles las puertas del
interior. Este célebre sujeto está íntimamente aliado a los chilenos, denuncia a los que van
de estos lugar, escribe contra el Perú y sus hombres públicos en los diarios chilenos y es el
espía más activo de éstos. Ha llevado a Lima toda su familia y no sé qué medida haya
tomado, para salvar sus bienes, que he mandado embargar.
El s[eño]r Elías Mugica [sic] a quien he nombrado Prefecto del Departamento de
Lima, no viene hasta ahora y lo espero con impaciencia.
Las fuerzas chilenas de la costa se han reforzado; y según partes de personas muy
caracterizadas de Lima, deben venir todas las que existen entre Cerro Azul, Tambo de
Mora e Yca [sic] hacia Huancavelica para cortarme el paso de Yzcuchaca [sic], al mismo
tiempo que otras que salen por Chancay y Canta se dirijirán [sic] a impedir la retirada por
Huánuco y probablemente vendrán por Huarochirí las que deban atacarme de frente. De
esta suerte quedo encerrado en un círculo fatal. [¡]Plugiese al cielo que el ejército de
ocupación en Lima se repartiera en tan vasta estensión [sic], que quizá el pequeño ejército
del Centro podría abrirse paso por el lugar más impensado! Sin embargo que me hablan de
la tal espedición [sic] como de cosas cierta y positiva te advierto que yo no creo en ella,
tanto por el rigor de la estación lluviosa, cuanto porque, sabemos por esperiencia [sic], que
nuestros enemigos jamás combinan plan diseminando sus fuerzas.
Habiendo sorprendido una carta que el c[orone]l Jara dirijía [sic] a uno de los
principales del círculo pierolista, en que decía que él y el c[orone]l Cáceres estaban listos
para secundar sus trabajos y que los tuviera al corriente de todo, fueron ambos sometidos a
un Consejo de Guerra, que ha condenado a muerte a Jara (Miguel) y absuelve a Cáceres
(José), al menos mientras se producen nuevos datos en su contra. En esta sentencia, en mi
concepto, hay mucha severidad con el uno y mucha lenidad con el otro, pues tengo
conciencia de que Cáceres es más culpable que el otro y quizá el director principal: Cáceres
era a la sazón C[omandant]e General de las fuerzas que se organizaban en la Provincia de
Chancay y Jara Jefe del Detall. Te los remito junto con el espediente [sic] del que te
impondrás, y en consecuencia creo que lo que puedes hacer es confinarlos a algún punto.
Espero tu aprobación respecto a la emisión de «vales» y deseo que al mismo tiempo
me autorices para emitir más, si así lo exige[n] las nuevas necesidades del ejército.
Sin más, tuyo af[ectísim]o. amigo y s[eguro] s[servidor].
316
“...conviene que entres a la Cámara donde tu influencia y el conocimiento que tienes de la situación y de los
hombres valdrán mucho”.
“Tarma, D[iciem]bre 29 / 82
Querido amigo:
Cuando pensaba tener la satisfacción de verte pronto por acá con los elementos
bélicos que pudiste conseguir del Gobierno para este ejército, el haber mandado éstos, tu
viaje a Bolivia y el ser Diputado por el cercado de Ancachs [sic], me dan la seguridad de
que habrás cambiado de propósitos y te quedarás a esperar la reunión del Congreso. En
verdad que en tan estrecho tiempo no sería posible que vinieras para tener que regresar
inmediatamente. Por otro lado tengo gusto, pues conviene que entres a la Cámara, donde
tu influencia y el conocimiento que tienes de la situación y de los hombres valdrán mucho.
No te digo más hasta saber tu resolución.
Tuyo af[ectísi]mo amigo.
A. Cáceres [rubricado]”
1883
318
“Conviene pues, que dando pruebas de la buena voluntad que acompaña para contribuir con sus esfuerzos
al triunfo de las armas nacionales, procurará los medios acertados, para conseguir la extracción de armas y
municiones que hoy existen en Lima, internándolas a su hacienda para su mejor seguridad, a fin de
remitirlas con toda posible precaución a este Cuartel General”.
Estimado amigo:
El hermano político del s[eño]r Arris [sic], me ha entregado la que u[ste]d me dirije
[sic] con fecha 7 de nov[iem]bre del pasado año, la cual paso a contestar con entera
satisfacción.
Acerca de lo que u[ste]d me indica, manifestando los inconvenientes que se
presentan para hacer efectiva la recaudación de las cantidades acotadas a los s[eño]res
hacendados de los valles de Lurín, Pachacámac y Ate bajo, debo decirle, que he nombrado
al cor[one]l de G[uardia] N[acional] don Elías Mujica, Prefecto y Comandante G[ene]ral del
Dep[artamen]to de Lima, y una vez que se constituya en esa, para ejercer el cargo que le he
conferido, arreglará con u[ste]des, todo lo relativo a fondos de esos valles, en vista de la
relación que conservo, de los hacendados de esa localidad, y cantidades con que se les ha
señalado para el sostenimiento del ejército peruano. Espero pues, que el Prefecto, s[eño]r
Mujica, se dirijirá [sic] por circulares a u[ste]des, y dictará las medidas oportunas y
convenientes para alcanzar el mejor resultado en este importante asunto.
Con relación a u[ste]d debo manifestarle que, teniendo en cuenta la buena
disposición que le asiste para ayudarme en la patriótica tarea que vengo sosteniendo, y su
desición [sic] para aceptar los encargos que le haga conducentes a favorecer nuestra sagrada
causa, la cantidad fijada a u[ste]d será la más equitativa y considerada, sin que al satisfacerla,
pueda originarle serios perjuicios.
Conviene pues, que dando pruebas de la buena voluntad que acompaña para
contribuir con sus esfuerzos al triunfo de las armas nacionales, procurará los medios
acertados, para conseguir la extracción de armas y municiones que hoy existen en Lima,
internándolas a su hacienda para su mejor seguridad, a fin de remitirlas con toda posible
precausión [sic] a este Cuartel General.
U[ste]des, que se encuentran a las inmediaciones de la Capital, y que por lo mismo
se hallan en mejor condición para alcanzar, extraer esas armas, no dudo que no omitirán
recurso alguno para hacer este patriótico servicio, que sabré estimarlo en todo lo que él
vale.
Aceptando lo que u[ste]d me indica, de hallarse imposibilitado para atender a[l]
pago de las armas y cápsulas que se consigan de Lima, debo decirle que, puede u[ste]d
cumplir este importante servicio poniéndose de acuerdo como el Delegado del Sup[rem]o
Gob[iern]o en esa Capital, y demás personas que u[ste]d sabe han contribuido a la
extracción de las últimas armas, que se sacaron de Lima, y que fueron puestas en la
hacienda “Melgarejo” para ser remitidas a este Cuartel G[ene]ral.
El s[eño]r Chávarri, me ha manifestado que no piensa volver a esa; y sería de desear
que el s[eño]r Arris [sic], se encargase de organizar allí una fuerza que ayu[da]do por u[ste]d
319
A. Cáceres [rubricado]”
“[...] espero que usted, continuando en su patriótico trabajo por reunir armas para estas fuerzas del Cuartel
General, no descansará en tan noble tarea, desplegando toda actividad y empeño en extraer de Lima esas
armas, internándolas con toda precaución a una de las haciendas del valle, como ha sucedido con las últimas
de que me habla, para remitirlas con entera seguridad a este lugar”.
Estimado amigo:
Con sumo agrado he recibido su apreciable fecha 9 del mes p[asa]do, e impuesto de
su contenido debo manifestarle que el s[eño]r d[on] Elías Mujica, a quien he nombrado
Prefecto y Comandante General del D[e]p[artamen]to de Lima, arreglará debidamente todo
lo relativo a fondos de los valles de Lurín, Pachacámac y Ate, que se han señalado para
atender a las necesidades del Ejército Peruano. Espero pues que el Prefecto nombrado
dictará próximamente las medidas del caso, en vista de la relación que conservo de los
hacendados de esa localidad, y las cantidades con que se les ha acotado.
Respecto a u[sted]d, apreciando las razones que me expresa para manifestarme el
mal estado de su recursos y comprendiendo su buena disposición para servir los intereses
de nuestra sagrada causa con la mayor actividad y patriotismo, le ofrezco que será atendido
y considerado suficientemente en la exigencia de las cantidades impuestas.
A los buenos peruanos que como u[ste]d no omiten medio alguno para poner en
provecho de la patria sus esfuerzos, es un deber recompensar sus servicios en conformidad
con la importancia de ellos.
Bajo tal consideración espero que u[sted]d, continuando en su patriótico trabajo
por reunir armas para estas fuerzas del Cuartel General, no descansará en tan noble tarea,
desplegando toda actividad y empeño en extraer de Lima esas armas, internándolas con
toda precaución a una de las haciendas del valle, como ha sucedido con las últimas de que
me habla, para remitirlas con entera seguridad a este lugar.
Poniéndose de acuerdo con el Delegado de Lima y demás personas que han
contribuido a sacar las últimas armas, no dudo que u[ste]d hará un importante servicio
320
A. Cáceres”.
FUENTE: Luis ALAYZA PAZ SOLDAN, La Breña 1883, pp. 306 y s. Alayza menciona
que debió el acceso a esta carta “a la gentileza de la señorita Rosa Arriz y Collazos, hija del
Sr. José Arístides Arriz y Sacio, ardiente patriota que fuera propietario de la hacienda
Manchay”.
Querido amigo:
“Si en la conferencia que has tenido con Campero no han resuelto atacar simultáneamente Tacna, sería
conveniente, dada su buena voluntad, que pidieras que dos o tres mil bolivianos fueran a reforzar
Arequipa, a fin que de esta ciudad pudieras enviar igual auxilio aquí al Centro. Tú bien conoces lo
diminuto de mi ejército, pues aunque hay algunos batallones bien organizados, están sin armas; y si por
desgracia sufrimos aquí un fracaso, la dominación total del país quedará consumada, que hoy parece ser el
intento del enemigo...”
S[eño]r Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa.
Querido amigo:
al saber que había renunciado la Prefectura. Lo cierto es que el s[eñor]r Elías, por evitar un
escándalo, tomó el partido prudente de retirarse y se ha venido donde mí; mas ahora que ha
recibido su nombramiento de Jefe Superior y que, como ha sucedido conmigo, debe
haberse comunicado a todas las autoridades del Norte, creo que piensa regresar.
Antes de ahora el s[eño]r Elías me comunicó el desastre sufrido por el Prefecto de
Libertad [sic] s[eño]r Merino comisionado para atacar a Yglesias [sic] en Cajamarca, y en
consecuencia me pedía con instancia que le mandara fuerza en protección. Yo, a pesar de
lo reducido de mi ejército, sin reparar en que dejaba un flanco descubierto y convencido de
que la insurrección de Yglesias [sic] tomaría grandes proporciones si no mandaba ausilio
[sic] di orden al c[orone]l Prado que con su División estaba al frente del enemigo en
Chancay, para que fuera a ponerse a órdenes del Jefe Superior del Norte. Últimamente, en
virtud de la llegada del s[eñor]r Elías y de la nueva espedición [sic] chilena enviada al
Norte, de que paso a hablarte le he comunicado nuevas instrucciones según las que pasará
siempre hasta Cajamarca, si la actitud y operaciones del enemi[go] que tiene al frente se lo
permite.
Además del estravío [sic] del s[eño]r Bueno y de las consiguientes perturbaciones
que ha ocasionado, tenemos que el pierolismo ha conseguido de los chilenos que manden
una nueva espedición [sic] al Norte para fomentar el movimiento de Yglesias [sic] y para el
efecto han salido dos batallones a desembarcar en Casma, que probablemente se dirijirán
[sic] a Huaraz, al mismo tiempo que las fuerzas chilenas de Chancay se introducirán por
Cajatambo. Tales son los datos que me han sujerido [sic] como ciertos y positivos.
Estos amagos no son todos. Las comunicaciones últimas de la Delegación de Lima,
otras que de varias personas he recibido y las que le han dirijido [sic] a d[o]n Jesús Elías,
todas están uniformes en asegurar que la nueva invasión chilena a estos lugares es cosa
resuelta y preparada evidentemente para mediados del mes entrante, sirviéndole de guía
Duarte y contando con el paso franco de Canta, una vez que Vento ha cedido a las
sujestiones [sic] del mismo Duarte, mediante dádivas y promesas. En los momentos que
escribo, ha llegado una persona de Lima y trae el encargo especial de d[o]n Juan Martín
Echenique de decirme que, está al cabo de todo lo que pasa en Lima y que es positivo que
Vento, después de una conferencia con Duarte en las inmediaciones de Lima, se ha
comprometido a dejar libre el paso por Canta a las tropas chilenas y que con esta seguridad
tome mis medidas. Yo con Echenique no tengo ninguna relación, pero sea por patriotismo
o por otros móviles da este parte, en el que creo, porque viene del seno del partido
enemigo y porque está conforme con todas las versiones a este respecto.
Como te anuncié en mi anterior, pienso salir la próxima semana a Canta con una
División, y no lo he hecho ya por carecer de fondos. Este movimiento tiene por objeto ver
desde su principio los que emprenda el enemigo, y descubrir las intenciones de Vento
tomando medidas a su respecto.
Si en la conferencia que has tenido con Campero no han resuelto atacar
simultáneamente Tacna, sería conveniente, dada su buena voluntad, que pidieras que dos o
tres mil bolivianos fueran a reforzar Arequipa, a fin que de esta ciudad pudieras enviar igual
ausilio [sic] aquí al Centro. Tú bien conoces lo diminuto de mi ejército, pues aunque hay
algunos batallones bien organizados, están sin armas; y si por desgracia sufrimos aquí un
fracaso, la dominación total del país quedará consumada, que hoy parece ser el intento del
enemigo, a juzgar por los movimientos que prepara y por lo que publica su prensa.
Tuyo af[ectísim]o.amigo y s[eguro] s[ervidor]
Andrés A. Cáceres [rubricado]”
“La campaña de julio es un ensayo feliz de la guerra sangrienta que presto habrá de encenderse en todos los
ámbitos de la República, si las temerarias exigencias del enemigo han de obligarnos a preferir la heroica
inmolación en aras de la Patria, a una paz ignominiosa y depresiva de la autonomía nacional; el infortunio
sufrido con nobleza y dignidad, a un cobarde y vergonzoso abatimiento”
[Introducción:]
“República Peruana
“La adversidad, que parecía no haber satisfecho aún su rencorosa saña contra los
valerosos soldados que me seguían, nos deparó en la travesía de nueve leguas, de
Acobamba a Julcamarca, una sorpresa harto desgraciada, desatando sobre nosotros tan
furiosa tempestad de viento y agua, que el desfiladero por donde caminábamos, ya entrada
la noche, rodeado de profundos barrancos, se convirtió en una cadena de precipicios a
causa de la lobreguez que sobrevino y de las grietas que una lluvia torrentosa abría en el
suelo deleznable, habiéndose perdido en esa noche funesta, aparte de bestias de silla y carga
y de numeroso armamento, 412 individuos de tropa que rodaron al abismo; de manera que
después de tan imprevista catástrofe, el ejército del Centro quedó reducido a la escasa cifra
de, poco más o menos, cuatrocientos hombres” (p.9)
[...]
325
“La campaña de julio es un ensayo feliz de la guerra sangrienta que presto habrá de
encenderse en todos los ámbitos de la República, si las temerarias exigencias del enemigo
han de obligarnos a preferir la heroica inmolación en aras de la Patria, a una paz
ignominiosa y depresiva de la autonomía nacional; el infortunio sufrido con nobleza y
dignidad, a un cobarde y vergonzoso abatimiento. Si la guerra impone sacrificios, fuerza es
apurarlos hasta las heces, cuando la paz no ofrece más expectativa que un porvenir
sombrío. En vez de legar a la jeneraciones [sic] venideras la herencia de una transacción
oprobiosa, condenada por la conciencia nacional y por los principios de la justicia, es
preferible sucumbir en la demanda dejando abierto el campo de la lucha, para que los hijos
se encarguen de vengar la sangre de sus antepasados.
Por lo demás, si el cuadro de la gloriosa campaña abierta en Marcavalle y coronada
en Tarma, ofrece episodios de crueldad que repugnan a las prácticas de una guerra
civilizada, no menos que al carácter nacional, naturalmente apacible y benigno, el baldón no
debe arrojarse sobre la frente de los valerosos guerrilleros que me prestaron su espontáneo
concurso. Declarados fuera de la ley, anatema que los excluye hasta del seno de la
humanidad, no se creían obligados a reconocer en sus opresores derechos que se les
negaba. La inexorable ley de las represalias, no arguye responsabilidad contra los que la
ejecutan, cediendo al irresistible impulso de la venganza, que se saborea gota a gota, cuando
se pueden cobrar los ultrajes de la barbarie, diente por diente, ojo por ojo, como trofeos de
guerra; cuando a falta de un tribunal entre las naciones beligerantes, que refrene los exesos
[sic] de refinada crueldad a que se deja arrastrar el implacable vencedor, no queda a la
víctima más recurso que hacerse justicia, castigando por sus propias manos los degüellos en
masa, la matanza a sangre fría de poblaciones inermes e inofensivas. La responsabilidad
cae, acompañada de la reprobación general, sobre los victimarios que provocan esos duelos
sangrientos” (pp. 16 y s)
[...]
[Conclusión:]
“He concluido, Señor Ministro, la tarea que me propuse. Si abrigo fundados recelos
de que ella se encuentre muy lejos de corresponder al patriótico anhelo que la preside,
porque no atesora todo el caudal de luz que está llamada a proyectar en la sombría noche
de la situación del país, me consuela la confianza de que el ilustrado criterio de los altos
poderes que se aperciben a la solución del conflicto, suplirá los vacíos y defectos propios de
mi insuficiencia y de la inevitable estrechez del tiempo.
Quiera la Providencia guiar los pasos del Supremo Gobierno e ilustrar las
deliberaciones y acuerdos del Soberano Congreso, a fin de que conspirando juntos en
patriótico consorcio a la ventura nacional puedan convocar con satisfactorio éxito sus
comunes esfuerzos por la salvación de la República de la crisis que la abruma y la
restauración de su prosperidad sobre bases sólidas y duraderas.
FUENTE: Andrés A. CÁCERES, Memoria que el Jefe Superior, Político y Militar de los
departamentos del centro, general de brigada D. Andrés Avelino Cáceres, presenta al Supremo Gobierno,
326
por el período de tiempo que desempeña ese cargo, que le fue conferido en 25 de abril de 1881. Ayacucho:
Imp. del Estado por Julián Pérez, 1883. Esta Memoria tiene 44 anexos que, en su mayor
parte, escapan al marco cronológico de la presente monografía. La Memoria aparece
mencionada en el libro de Zoila Aurora Cáceres sobre la campaña de La Breña (p.VII).
Fragmentos de ella aparecen en la semblanza que Clorinda Matto de Turner hizo sobre el
general Cáceres en junio de 1884 (pp.183-185) y otro, ligeramente retocado, en las mismas
Memorias de Andrés A. Cáceres (p.184). A juzgar por una clara concordancia estilística que
existe entre un pasaje de la Memoria y otro de un artículo publicado por el periodista Manuel
F. Horta en El Eco de Junín del 26 de agosto de 1882, es muy probable que este último haya
sido el redactor del texto dirigido al gobierno de Arequipa que Cáceres firmó (Cáceres
1883: 17; Ahumada Moreno 1890: 193).
En el oficio pasado por usted a este despacho, pidiendo se nombre una comisión
para que examine las cuentas y libros de la oficina de su cargo, ha recaído en la fecha el
decreto que sigue:
«En vista del oficio que antecede: nómbrase nuevamente una comisión para revisar
las cuentas y libros de la sección de contabilidad del ejército del centro, compuesta del
señor don Genaro Balarezo, jefe de la sección de aduanas del antiguo ministerio de
hacienda, del cajero auxiliar del departamento de Junín don Agustín Collao y Rocha, en
ausencia del cajero fiscal que se halla en la ciudad del Cerro de Pasco, y del señor juez de
primera instancia de la provincia»
“Venciendo mil dificultades y sin los recursos suficientes, salgo mañana con toda la fuerzas armada que
existe a ocupar las quebradas de Canta y Huarochirí, para que desaparezca la situación dudosa y
amenazadora creada por Vento, cuyas relaciones con los enemigos tienen visos de toda certidumbre y para
esperar de cerca los efectos del ataque a Tacna por las fuerzas aliadas, que se me ha comunicado de Lima”.
S[eño]r Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa.
Querido amigo:
Algunos correos han llegado sin haber recibido ninguna comunicación tuya, y en
medio de las diversas noticias que corren respecto de las consecuencias de tu conferencia
con el g[ene]ral Campero y del movimiento y retroceso de fuerzas bolivianas, yo no sé
nada.
Venciendo mil dificultades y sin los recursos suficientes, salgo mañana con toda la
fuerza armada que existe a ocupar las quebradas de Canta y Huarochirí, para que
desaparezca la situación dudosa y amenazadora de [sic] creada por Vento, cuyas relaciones
con los enemigos tiene[n] visos de toda certidumbre y para esperar de cerca los efectos del
ataque a Tacna por las fuerzas aliadas que se me ha comunicado de Lima. Queda entre
Tarma y Jauja el resto del ejército que carece de armas.
El s[eño]r Elías ha estado esperando tu contestación, pero se ha resuelto a regresar
hoy al Norte, viendo la gravedad creciente de aquella situación y apoyado en la División
Prado que, como te dije en mi anterior, he puesto a sus órdenes no obstante mi escasez de
elementos y lo difícil de las circunstancias que me rodean. Si a mi aproximación a Canta no
hay complicación con fuerzas chilenas y la situación lo permite, mandaré refuerzo al Norte
para que desaparezca esa amenaza.
Los Representantes principiarán a salir en la semana entrante. La gran dificultad es
la falta de recursos para darles movilidad, pero los obligo a salir proporcionándoles lo muy
preciso para el viaje, a fin de que se reúna el Congreso en el tiempo fijado, y contando con
que allí se habrá preparado ya los medios para su subsistencia.
Hace dos meses que de oficio y particularmente pedí tu aprobación al decreto sobre
espedición [sic] de «Vales» para subsidios del ejército y como hasta ahora no recibo
contestación en asunto tan importante, mando de nuevo al Ministerio dicha comunicación
y espero favorable resolución.
El Congreso del Norte ha dado a Yglesias [sic] el título de Presidente regenerador, y
con esto, por mucho que sea una farsa, al fin han conseguido los chilenos establecer una
apariencia de nuevo gobierno con que entretener sus pretensiones.
De Canta te dirijiré [sic] mi próxima comunicación.
Tuyo af[ectísim]o amigo y s[eguro] s[ervidor]
Carta personal de Andrés A. Cáceres a José Arístides Arriz (¿Canta?, primeros días
de febrero de 1883)
“Habiendo recibido datos positivos de que Vento en esta provincia procedía de acuerdo con esos, me puse
con parte de mis tropas, en marcha a este lugar (Canta), y el 4 del actual cuando penetraba a la población,
Vento y secuaces rompieron los fuegos, comprobando de esta manera las noticias que había recibido. Pero
pocos instantes bastaron para que sólo un escuadrón de guerrilleros los pusieran a fuga, logrando, por
desgracia, escapar Vento y cómplices, pues cuidaron de tener expedita la retirada”.
Apreciado amigo:
A. Cáceres”
329
FUENTE: Luis ALAYZA PAZ SOLDAN, La Breña 1883, pp. 307-309. La mención que
hace Cáceres de su incursión en Canta (“el cuatro del actual”) permite fechar la carta a
comienzos de febrero. Alayza menciona que debió el acceso a esta carta “a la gentileza de la
señorita Rosa Arriz y Collazos, hija del Sr. José Arístides Arriz y Sacio, ardiente patriota que
fuera propietario de la hacienda Manchay”.
“Para la operación de extraer de Lima el armamento se pondrá usted de acuerdo con los señores doctor
Heros, hijo, y Eduardo Lecca”.
A.Cáceres [rubricado]
“[…] no creo que en el Congreso próximo, ante las calamidades que acosan al país, se apele a las negras
intrigas de otro tiempo y que en gran parte han causado su ruina...”
S[eño]r Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa.
Querido amigo:
A. Cáceres [rubricado]”
del acta de adhesión a Yglesias [sic] de Vento y Antay, y del golpe dado al enemigo en
Ocros, por incitación del Cura – Recomienda a todos los representantes del Centro y
especialmente los s[eñore]s Portugal, lo mismo que al s[eñor] Morote”.
“...me anuncian de Lima que han salido fuerzas chilenas para batirme...”
“Canta, F[ebrer]o 15 / 83
Mi estimado amigo:
A. Cáceres [rubricado]”
“[...] el aspecto que va tomando la revolución del Norte es muy serio: ya tiene la forma de un gobierno
constituido, y lo más alarmante es que parece que se robustece cada día.”
S[eño]r Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa.
Querido amigo:
A. Cáceres [rubricado]”
“Habla de ataque de Yglesias [sic] a Puga, de una defección en las tropas de Prado, de
próxima espedición [sic] sobre Y[glesia]s por Recabarren [sic] y recomienda asunto minas”.
“[…] allí se necesita de un Jefe como tú, de inteligencia, de autoridad y de prestigio, que asimilando a la
División todas las fuerzas que están en Huaraz y otros puntos lleguen a formar un ejército, apagando por
completo aquella insurrección”
Estimado amigo:
A. Cáceres [rubricado]”
335
“[...] levante el espíritu de algunos pueblos que aún permanecen bajo la influencia del estupor que les ha
producido el escándalo de Cajamarca; agrúpelos al pie del estandarte que representa el honor nacional y la
integridad política de la República, marche usted con ellos sobre los rebeldes, unidos por una sola idea, que
es la del país en general...”
“[Un sello:] Jefatura Superior, Política y Militar de los Departamentos del Centro.
Pero ese grupo de defenzores [sic] de la integridad nacional necesitan para el lleno
de su elevado cometido la dirección de un jefe, que en todas circunstancias le designe el
camino que el deber les señala conduciéndolos con paso seguro en los momentos de calma
como en los instantes del combate, si por desgracia la ofuscación de los desleales de
Cajamarca, diera lugar a derramar sangre hermana, en esa parte del territorio.
Recordando pues esta Jefatura Superior los distinguidos y honrosos antecedentes de
us[ted]; conociendo las especiales cualidades que le acompañan; apreciando los hechos
valerosos de que ha sido us[ted] autor durante esta guerra nacional, ella no ha podido ser
más acertada y feliz como al desginarlo Comandante en Jefe de las fuerzas expedicionarias
al Norte.
Ardua y muy importante es la tarea encomendada a su actividad, intelijencia [sic] y
patriotismo y difíciles son las funciones que debe desempeñar con la sagacidad y tino que le
es propia, pero este Despacho espera con tranquila seguridad el resultado de los esfuerzos
de us[ted] que serán indudablemente un título duradero para la gratitud del país, y la
especial consideración del Supremo Gobierno y de esta Jefatura Superior.
Para el logro de esa misión tan importante, no debe olvidar us[ted] que la mayoría
de los ciudadanos del Norte se encuentran animados por los impulsos de una voluntad
patriótica, dispuestos a arrojar de Cajamarca el grupo de traidores que allí se ha
enseñoreado.
Aproveche pues us[ted] esa firme decisión, reúna a su lado todos los buenos
elementos que allí existan; establezca con los pueblos y autoridades vínculos estrechos de
cordialidad y armonía, levante el espíritu de algunos pueblos que aún permanecen bajo la
influencia del estupor que les ha producido el escándalo de Cajamarca; agrúpelos al pie del
estandarte que representa el honor nacional y la integridad política de la República, marche
us[ted] con ellos sobre los rebeldes, unidos por una sola idea, que es la del país en general y
esté seguro que, bien pronto ofrecerá al Perú los beneficios que rinde la obediencia, el
orden y el respeto a la ley, sin los cuales no es posible llegar al término de esta guerra tan
llena de sacrificios y contrariedades.
Para el cumplimiento de la comisión que se encarga a us[ted] me es grato poner a
sus órdenes la división «Vanguardia», al mando de su Jefe el señor coronel d[o]n Leoncio
Prado, el batallón «Pucará» y dos piezas de artillería con su dotación de jente [sic] y
municiones.
Como el Jefe Superior, Político y Militar de los Departamentos del Norte, es la
primera autoridad de esos pueblos, procurará us[ted] ponerse de acuerdo con él a fin de
que, con su valioso concurso y eficaz ayuda pueda alcanzar el fin que motiva la marcha de
us[ted] a esa región de la República.
Por mi parte debo manifestarle que esta Jefatura otorga a us[ted] amplias facultades
para cumplir la misión que se le confía, los cuales no dudo por un solo instante tendrán el
uso más conveniente y la más acertada aplicación.
Esperando pues de us[ted] el cumplimiento más satisfactorio en la comisión ya
referida, grato me es exponerle los sentimientos de especial consideración que su pesona
me inspira.
“Decreto del Jefe Superior, Político y Militar de los Departamentos del Centro g[ene]ral A.
A. Cáceres al cor[one]l Recavarren nombrándolo Com[andan]te en Jefe del Ejército que
marcha al Norte -Ynstrucciones [sic] respectivas para debelar el movimiento practicado por
d[o]n Miguel Yglesias [sic]. Marzo 1º de 1883”). Este oficio no fue incluido dentro de la
recopilación de cartas y oficios de Cáceres a Recavarren publicada en La Breña 1883 (pp.
229-309) de Luis ALAYZA PAZ SOLDAN.
Oficio del general Andrés A. Cáceres al coronel jefe de Estado Mayor del ejército
(Canta, 2 de marzo de 1883)
“...tengo conocimiento de que las fuerzas chilenas han sufrido la baja de 200 enfermos y 60 hombres que
han desertado de sus filas, tomando distintas direcciones”.
Señor Coronel:
Con el fin de que ese Despacho tenga conocimiento de los sucesos últimamente
ocurridos en esta provincia entre las fuerzas que me obedecen i las del enemigo, salidas de
la capital de Lima sobre Canta, me es grato participarle lo siguiente:
Tan luego como esta jefatura superior tuvo aviso de que se habían desprendido
fuerzas chilenas hacia esta provincia, dicté las órdenes oportunas para evitar una sorpresa
por el enemigo, i a la vez preparar al ejército del espedicionario [sic] para rechazarlo con la
enerjía [sic] i entusiasmo que tanto distingue a la tropa que me obedecen [sic].
Colocados los batallones de mi mando en los puntos convenientes, posesionadas
las fuerzas de guardias nacionales de la provincia en los lugares de tránsito forzoso al
enemigo, a fin de arrojar sobre éste las galgas preparadas de antemano, i situadas las
avanzadas en los sitios favorables para distinguir a las fuerzas chilenas i dar rápido aviso de
sus movimientos, procedí a practicar personalmente todos los reconocimientos necesarios,
para el caso de un formal encuentro con el enemigo.
Éste se encontraba en la hacienda de Zapan i Macas, sin avanzar hacia la quebrada
que conduce a Canta, mandando sólo piquetes de caballería para vijilar [sic] los alrededores
del lugar donde permanecía el grueso de sus fuerzas.
Con el objeto de apreciar exactamente el número de ellas, su posición i otros datos
convenientes, dispuse que el capitán Bedoya, perteneciente al escuadrón Tarma, dos de mis
ayudantes i diez individuos del mencionado cuerpo, saliesen del cuartel jeneral [sic] con
dirección al lugar ocupado por el enemigo.
Dicha comisión, cumpliendo la orden que le fue impartida, tuvo ocasión para
encontrar en el punto denominado Hornillo una avanzada de caballería enemiga, que en
número de quince hombres practicaba en esos instantes un reconocimientos por la
quebrada, a quienes conducía o guiaban el traidor Manuel E. Vento, puesto al servicio
activo de los enemigos de su patria.
339
Después de un lijero [sic] fuego sostenido por ambas partes, la avanzada chilena
huyó aceleradamente hasta la hacienda Zapán, llevando a su jefe herido i siendo perseguida
por los nuestros hasta donde lo permitían las circunstancias.
Asediado constantemente el enemigo por parte de mis fuerzas que han
aprovechado todo instante para hotilizarlo, han abandonado el día de ayer la indicada
hacienda de Zapán, contramarchando sobre Caballero en dirección a Lima.
Por los partes que este despacho ha recibido, en los que se da cuenta de tal
circunstancia, tengo conocimiento de que las fuerzas chilenas han sufrido la baja de 200
enfermos i 60 hombres que han desertado de sus filas, tomando distintas direcciones.
Al poner en conocimiento de ese Estado Mayor estos hechos, grato me es
manifestarle que la fuerza de mi mando se encuentra como siempre animada por los
impulsos del patriotismo, i resuelta a defender los derechos sagrados de la patria con la
constancia i el valor de que tantas pruebas han dado en la campaña que el centro sostiene
contra los enemigos de la República.
V.S. dispondrá la publicación de éste para conocimiento jeneral [sic] de todas las
dependencias del ejército i ciudadanos de esa provincia.
Dios guarde a V.S.
ANDRÉS A. CÁCERES
“El infatigable general Cáceres con el valiente ejército que comanda y con sus indomables legiones de
guerrilleros, avanza hacia la capital con pasos lentos pero seguros, después de una larga y ruda campaña”
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VIII), p. 131. La
siguiente cita del historiador chileno Gonzalo Bulnes sobre la situación de la guerra hacia
comienzos de 1883 ayuda a situar cronológicamente el documento trascrito: “...Cáceres,
que era el centro impulsor directivo de las montoneras, había permanecido en el
departamento de Junín, a la mira de Lima, desde que la división de Canto abandonó la
Sierra en julio del año anterior. Sus proclamas, explicando la retirada de los chilenos como
una fuga; sus sorpresas afortunadas a las compañías de Marcavaye y de Concepción, habían
341
“Si me mandas 2,000 rifles, podría tener un ejército de 5 a 6,000 hombres, y con ese solo auxilio de tu
parte, te respondo que recupero Lima, pues además haría obrar 10, o 12,000 guerrilleros, que están listos
para el momento que los llame”.
S[eño]r Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa.
342
Querido amigo:
A. Cáceres [rubricado]”
Oficio del general Andrés A. Cáceres al coronel jefe de Estado Mayor del ejército
(Canta, 13 de marzo de 1883)
“...los bravos guerrilleros del Rímac, que con la serenidad propia del valor continuaron avanzando sobre el
enemigo, haciendo constante y bien sostenido fuego y obligándolo a replegarse sobre su posición de Chosica...”
Señor Coronel:
Tengo la satisfacción de comunicar a VS. los encuentros habidos en los días 4,5 i 7
de los corrientes entre nuestras fuerzas i las del enemigo posesionado en Chosica.
El primero de los días citados salió una pequeña fuerza del batallón Atahualpa en
dirección al pueblo de Santa Eulalia con el objeto de hacer un reconocimiento sobre las
fuerzas chilenas.
Durante esta operación los nuestros sorprendieron un piquete del Rejimiento [sic]
Jendarmes [sic] de a caballo que merodeaba por los alrededores de ese pueblo, trabándose
en el acto un pequeño choque entre ambas partes que terminó con la captura del jefe de ese
piquete, sarjento [sic] 2º Basilio Poblete, un caballo muerto, dos caballos ensillados i la
precipitada fuga de los demás, cuya suerte se ignora.
Dicho sarjento [sic] se ha remitido a ese cuartel jeneral [sic] en condición de
prisionero.
El día 5, dos compañías de las Guerrillas del Rímac salieron con su jefe, sarjento
[sic] mayor don Manuel Vivas, por la línea férrea i protejidas [sic] por una fuerza del
batallón Jauja número 9, al mando de su jefe, coronel don Miguel E. Luna a practicar un
reconocimiento sobre el enemigo por el lado de Santa Ana, frente al campamento ocupado
por éste.
Durante el desempeño de esta comisión se destacaron fuerzas enemigas a impedir
el reconocimiento, rompiendo sus fuegos de fusilería i artillería sobre los bravos guerrilleros
del Rímac, que con la serenidad propia del valor continuaron avanzando sobre el enemigo,
haciendo constante i bien sostenido fuego i obligándolo a replegarse sobre su posición de
Chosica, para cuyo resultado contribuyó la presencia de parte del batallón Jauja, que en
esos momentos llegaba en protección de los del Rímac.
El día 7 el señor comandante en jefe del ejército destacó sobre una de las colinas
que dominan el pueblo de San Pedro, situado a la izquierda del enemigo, una comisión
compuesta de un jefe i algunos oficiales a fin de esplorar [sic] el campamento chileno i
conocer las posiciones que ocupa, a la vez que atraer al enemigo al terreno preparado con
torpedos colocados anticipadamente. Alarmados los enemigos con la presencia de un grupo
de los nuestros en la proximidad de sus atrincheramientos destacaron a su vez sobre
nuestras avanzadas una mitad de caballería i dos compañías de infantería. Listas como
344
estaban nuestras fuerzas para protejer [sic] el reconocimiento i resistir a cualquier ataque
sobre el campamento, los guerrilleros avanzados sobre Santa Ana i el batallón Junín
número 3, al mando de su jefe, coronel don Juan Vizcarra, colocado en los flancos para
protejer [sic] a éstos, trabaron inmediatamente el combate. Mas, apenas se rompieron los
fuegos por una i otra parte cuando, haciendo esplosión [sic] los indicados torpedos,
suspendieron los chilenos el fuego, poniéndose en fuga hacia sus atrincheradas posiciones,
con algunas pérdidas entre muertos y heridos.
En ese lugar de la esplosión [sic] se han encontrado fragmentos humanos, charcos
de sangre i pedazos de botas.
Así mismo se ha visto distinta i claramente que los chilenos en su fuga llevaban
siete caballos enjaezados sin jinete, algunos heridos en el gorrón delantero de sus
cabalgaduras i cadáveres arrastrados con lazos.
Con motivo de estos pequeños encuentros, se ha dejado conocer una vez más la
decisión i valor de nuestros resueltos guerrileros i el apercibimiento i entusiasmo de
nuestros soldados de línea, que esperan con muestras de una viva ansiedad la hora en la que
el combate se haga jeneral [sic], para tomar en defensa de los derechos sagrados de su
patria i en cumplimiento del ineludible deber que ésta les impone en la hora de su
reparación y desagravio.
VS. en vista del parte que le trasmito acerca de los hechos últimamente realizados
en la quebrada de Huarochirí i que hablan mui [sic] alto en favor del ardimiento patriótico
de nuestras fuerzas, lo pondrá en conocimiento de todas las dependencias militares
existentes en ese cuartel jeneral [sic].
ANDRÉS A. CÁCERES
“Me escriben de Lima, que la ocupación de Canta por nuestras fuerzas arrojando a Vento, ha causado
honda sensación en el gobierno de Chile, que contaba para la consecución de sus planes con esta provincia.
Asimismo ha desorientado al partido de Iglesias, que pierde un baluarte y un apoyo en sus miras de
traidora política”.
Tu muy estimada fecha 21 del p[resen]te la he recibido, y con el más vivo agrado
paso a contestarla.
Tengo suma complacencia de que estés satisfecho de Prado, y convencido de su
entusiasmo, patriotismo, actividad y competencia. Siempre he creído que era un joven
pundonoroso y digno del que debe esperarse mucho. Si últimamente las fuerzas de su
División sufrieron un lamentable contraste, mucha parte tiene en eso, las circunstancias que
rodearon la defección, las calidades de la gente, y otras más, que no siempre son
conjurables en su oportunidad.
La armonía es indispensable en las obras de la naturaleza de la encomendada a
u[ste]d[e]s; es por eso, que estoy contento de que el acuerdo, la unión y la concordia
animen desde hoy para adelante, los movimientos de las fuerzas expedicionarias al Norte.
Me escriben de Lima, que la ocupación de Canta por nuestras fuerzas arrojando a
Vento, ha causado honda sensación en el Gob[ier]no de Chile, que contaba para la
consecución de sus planes con esta Provincia. Asimismo ha desorientado al partido de
Yglesias [sic], que pierde un baluarte y un apoyo en sus miras de traidora política.
Por lo mismo, conviene que, una vez que has organizado las fuerzas, emprendas sin
pérdida de tiempo la marcha al Norte; cayendo rápidamente sobre Cajamarca, en cuyo
lugar, como te he dicho en mi anterior apenas existen 250 hombres. Por otra parte, tengo
conocimiento de que Yglesias [sic] y los suyos se hallan desalentados, su impopularidad es
mayor, y todos, aun los de su mismo círculo presagian su pronta caída.
Con quinientos hombres, que si a la fecha no los tienes, puedes reunirlos en el
tránsito, debes contar con el resultado más favorable en la misión que llevas.
No necesito manifestar, las consecuencias y el desconcierto que la derrota de
Yglesias [sic] produciría en el ánimo de los chilenos.
Terminada la tarea que tienes que llevar en el Norte, entonces, con el concurso de
los elementos que hayas acopiado, emprenderemos un movimiento formal y enérgico sobre
el enemigo, bien por el lado de Chosica, o por cualquiera otro que preste más seguros y
positivos resultados.
Le doy orden a Mujica que se encuentra en Chancay, para que capture al oficial
Blanco y te lo remita preso. Asimismo te mando las 19 mulas aparejadas y caballos que se
ha sustraído de Sayán para traerlos a Alcázar, quien me dices lo ha instigado para la
perpetración de hecho grave.
A pesar de que te has hecho no pocas ilusiones respecto de los antecedentes de
Valdivia, a quien me pides para destinarlo en tus fuerzas, debo decirte, que conosco [sic]
perfectamente las calidades de éste. Aparte de no ser muy probada su honorabilidad, tiene
el grave defecto de embriagarse, cualidades ambas, que no dan garantía alguna para el buen
servicio que debe hoy exigirse de todos. Es por eso que, aunque he tenido urgente
necesidad de Jefes en el Ejército, no he ocupado a Valdivia, durante su permanencia en
Tarma, donde existe hasta la fecha sin colocación alguna. Por estos motivos, creo que no es
conveniente forme parte de tus fuerzas.
Igual cosa te digo del Jefe Toledo. Su conducta no ha sido satisfactoria. Ha
cometido serios atropellos en la persona e intereses de algunos ciudadanos, por cuyo
motivo lo tuve preso en la cárcel de Tarma. Al encontrarse en esa, bajo la protección y
amparo de su hermano, no pocos disgustos te daría, los mismos que procuro evitarlos.
Aquí, se manejará mejor y prestará más útiles servicios, conociendo que, en caso contrario,
sería separado del Ejército.
Olvidaba decirte, que Valdivia ha sido dado de baja del ejército, por haber
especulado dando soltura a los soldados por cantidades de dinero, por borracho y
escandaloso; y, respecto de su valor, por haberse dejado estropear de un paisano suyo,
quien lo cruzó a riendazos; circunstancias todas que no le dan mérito para formar en el
346
A. Cáceres [rubricado]”
“Espero que, allanado todo tropiezo, sigas tu marcha directamente a tu principal objetivo. Según noticias
últimas, aquello de Cajamarca se desbarata por sí; así es que tu aproximación será suficiente para que todo
concluya”.
“Canta, Marzo 26 / 83
A. Cáceres [rubricado]
P.S. En virtud de la adjunta carta que dirije [sic] el c[orone]l Astete, sírvete recojer [sic] de
poder del c[orone]l Prado, su caballo sin ninguna escusa [sic], y remitirlo en primera
oportunidad, pues este jefe no tiene bestia para el servicio y no desea tampoco que otro use
ese caballo que es de su propiedad.
A. Cáceres [rubricado]”
“ Habiéndose presentado en esta plaza con el objeto de prestar sus servicios el Sargento Mayor de Ingenieros
don Miguel Urbina...”
“[Un sello:] Jefatura Superior, Política y Militar de los Departamentos del Centro
A. Cáceres [rubricado]”
348
Oficio del general Andrés a Cáceres a un jefe peruano no identificado, relativo a las
actividades de organización del Ejército del Centro (Canta, 28 de marzo de 1883)
“[...] encargo a V.S. que dicte las órdenes [...] para que todos los individuos que pertenecen a ese cuerpo
[...] sean conminados a constituirse en el cuartel general a la brevedad posible, previniéndoles que en caso de
no hacerlo se emplearán las medidas conducentes para hacerles cumplir con las obligaciones que han
contraído con esta jefatura superior y con la patria”
Señor Coronel:
Solo sí encargo a V. S. que dicte las órdenes convenientes para que todos los
individuos que pertenecen a ese cuerpo i que se han quedado en el distrito de San Jerónimo
sin marchar como los demás a Tarma, sean conminados a constituirse en el cuartel jeneral
[sic] a la brevedad posible, previniéndoles que en caso de no hacerlo se emplearán las
medidas conducentes para hacerles cumplir con las obligaciones que han contraído con esta
jefatura superior i con la patria.
de alimentación sean mandados con las seguridades posibles al cuartel jeneral [sic]
facilitándole V. S. los medios necesarios de movilidad.
Dios guarde a V. S.
ANDRÉS A. CÁCERES”
“Lo cierto es que el ejército que tengo es muy pequeño para defender tan vasta extensión de terreno; pero es
forzoso hacerlo, y para remediar en algo la dificultad, estoy con bastantes sacrificios, procurándome armas de
Lima para alistar una División más en Tarma, y por eso desde tiempo atrás vengo pidiendo hasta la
majadería que se me auxilie con algunos rifles”.
S[eño]r Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa
Querido amigo:
Hace tres días que regresé de Chancay. Fui allí tanto por constituir la autoridad
departamental en esa importante parte de su jurisdicción que puede ofrecer valiosos
ausilios [sic] al Ejército, como por favorecer la unión de las fuerzas del c[oronel]l Prado a
las del c[orone]l Recavarren y la marcha de la espedición [sic] de éste al Norte sin que el
enemigo intentara cortarle el paso por el camino directo hacia la costa. Llevé la 1ª División
y mi Escolta; y sabiendo al llegar a Palpa que en la población de Chancay habían tropas
chilenas, emprendí sobre ellas y, fatalmente, por mucho que aceleré el paso, no pude llegar
sino una hora después que acabaron de embarcarse precipitadamente al tener noticia de mi
aproximación. La Pilcomayo, que era el único buque que había en la bahía, hizo algunos
inútiles disparos, sobre la población y en la madrugada del 20 desapareció rumbo al Sur.
Llenado el objeto de mi escursión [sic] regresé sin la menor novedad. En el camino al venir
recibí aviso de que habían aparecido tres buques en Chancay de los que uno pasó para
Guacho.
La última comunicación de la Delegación que acabo de recibir vuelve a hablarme de
grandes preparativos del enemigo para batirme. Para el efecto están concentrando sus
tropas en Lima, donde ya habían llegado el Aconcagua y Miraflores que estaban
respectivamente en en [sic] Ancón y Chorrillos y gran parte de las fuerzas de Yca [sic] y
Libertad [sic]. En Chosica aglomeran muchos elementos de guerra, han hecho retirar las
rabonas y mantienen la más estricta incomunicación. Por distinto conducto me dicen que el
buque que ha ido a Huacho lleva tal vez por objeto trasportar [sic] fuerzas de allí. Ante este
gran aparato, yo no hago sino tomar mis precauciones y alistarme a cumplir con mi deber,
350
para lo que marcho pasado mañana con una División a reforzar la quebrada de Huarochirí,
dejando ésta custodiada por una División al mando del c[orone]l Santa María.
Mucho querría yo tener reunidas todas mis fuerzas para contrarrestar con [sic] el
enemigo, pero la situación en que estoy respecto de éste y la topografía misma del terreno
tan vasto que debo custodiar, me obligan ineludiblemente a tenerla repartida y dividida por
grandes distancias. No podría llevar de aquí todas las fuerzas sin dejar descubierto este
flanco el más peligroso para mí: también la vía de Chancay al interior es terrible y por eso
he dejado al Prefecto Mugica [sic] allí con las fuerzas de guerrilleros que se ha[n] logrado
organizar y ahora le mando además un Escuadrón de caballería. Lo cierto es que el Ejército
que tengo es muy pequeño para defender tan vasta estensión [sic] de terreno; pero es
forzoso hacerlo, y para remediar en algo la dificultad, estoy con bastantes sacrificios,
procurándome armas de Lima para alistar una División más en Tarma, y por eso desde
tiempo atrás vengo pidiendo hasta la majadería que se me ausilie [sic] con algunos rifles. La
situación es crítica: esperemos el resultado.
Aquí he venido ahora a recibir tus tres muy estimadas del 15, 21 y 28 de Febrero
último, que paso a contestar.
Ya han marchado los Representantes, habiéndoles proporcionado algo para su
movilidad a costa de gran sacrificio en medio de los muchos que me impone el
sostenimiento del Ejército ¡Ojalá correspondan a la esperanza que en ellos cifra el país!
Aconsejé mucho al s[eño]r Elías y escribí al d[octo]r Bueno para que reinara
entrambos la más perfecta armonía, y según las comunicaciones que últimamente me han
dirijido [sic] han restablecido sus antiguas y cordiales relaciones con entero olvido de lo
pasado.
Sensible y muy estraña [sic] a la circunspección del s[eño]r Delegado de Lima es su
aseveración de haberme proporcionado ausilios [sic] con fondos que recibió de Europa.
Hasta hoy el ejército del Centro no ha recibido socorro alguno pecuniario, pues hasta las
letras que en mi retirada a Ayacucho jiraban [sic] los d[octo]r[e]s Chinarro y Cavero
autorizados por los s[eño]r[e]s Delegados de entonces, fueron protestadas y hoy mismo se
está debiendo su valor en Huancayo donde se negociaron, y en cuanto al s[eño]r Delegado
actual, repetidas veces me ha dicho que no cuenta absolutamente con fondos, así es que yo
tengo que mandarle para que realice el menor encargo. En virtud del aviso que me dio de
que existían muchos elementos de guerra y que sólo faltaba dinero para conseguirlos, le
escribí para que procurara una suscripción entre los capitalistas de esa capital y su
contestación fue que nada se podía conseguir; lo autoricé entonces para que sin temor
contrajera créditos con la seguridad de que yo los salvaría, y en su carta que he recibido hoy
me dice que con los veinte mil soles últimúos que le he mandado se han satisfecho y
quedaba aún algo: nunca me ha hablado de socorrerme con dinero procedente de Europa.
Hasta hoy le tengo remitidas setenta mil soles billetes, con lo que me ha proporcionado con
mucho empeño los elementos que ha sido posible.
Me complazco de que tengas guerrillas organizadas para inquietar al enemigo por el
Sur. Muy conveniente sería para desahogar un poco Arequipa mandar parte del Ejército a
Moquegua: de esta suerte se les llamaría seriamente la atención por ese lado, facilitando mi
situación, y la espedición [sic] que al mando del c[orone]l Recavarren he mandado al Norte.
La Delegación me dice que ya deben haber llegado a la Arjentina [sic] las armas que
vienen de Europa. Por consiguiente podrás obtener del General Campero el préstamo de
las que me has ofrecido.
Apoyado en lo que me dices en tu carta del 28, me dirijo especialmente al s[eño]r
Elías y también al d[octo]r Bueno para que ayuden al sostenimiento de mi Ejército con el
producto de las contribuciones del Norte y venta de bienes nacionales. Dada la buena
voluntad que me han manifestado dichos Señores, quizá consiga algo; pero es preciso que
para mayor eficacia dictes oficialmente órdenes en este sentido.
351
A propósito, como las ventas que se hicieron antes de algunos bienes del Estado
fueron aprobadas por tu Gobierno, posteriormente se han rematado pequeños terrenos y
los compadores abrigan desconfianzas porque creen que no estoy suficientmente
autorizado. Ya ves que las facultades amplias que has ordenado tantas veces que se me
concedan y que hasta ahora no llegan quizá porque en el Ministerio se cree que puedo
hacer mal uso de ellas, me son necesarias para el objeto indicado y para muchos otros.
Para concluir tengo el sentimiento de darte una queja. Bien sé que los empleados
del poder judicial nombrados por la Dictadura son nulos por decreto del Gobierno
Provisorio; pero nada más cierto que algunos de ellos en muchos puntos han continuado
en sus puestos, porque nadie se ha presentado con título a ellos, y tolerados por la
necesidad. En este caso había estado el d[octo]r Fajardo como Agente Fiscal de Huánuco,
que al retirarse definitivamente del lugar elevó su renuncia a la Prefectura, la que al llegar a
mi despacho, juzgando que el asunto no era de mi competencia, la pasé al Ministerio del
ramo. Creí y creo que esto era lo más natural; pero ello ha dado pie al s[eño]r Ministro para
espedir [sic] una resolución en que me hace la más dura prevención. No creo merecer yo tal
reconvención en tan duro tono, pues para declarar inoficiosa una renuncia, por respeto al
que la eleva y por propio decoro, la delicadeza exije [sic] muy distinto acento. La mala
voluntad que se me tiene por allí parece que aprovecha la menor ocasión; pero si mis
esfuerzos no son al gusto de tu Ministerio, tengo la conciencia de que lo son a satisfacción
del país a quien sirvo. No obstante, dispuesto estoy a hacer la renuncia del puesto que
ocupo.
A.Cáceres [rubricado]”.
“Vuelven los aprestos del enemigo para atacarnos por Chosica, así me lo comunica antier la Delegación.
Reconcentran en Lima todas sus fuerzas para obrar; ya han llegado allí el “Miraflores”, de Chorrilos y el
“Aconcagua”, de Ancón y gran parte de las fuerzas de Ica y Libertad. Aglomeran elementos de guerra en
Chosica, de donde han retirado las rabonas, manteniendo rigurosa incomunicación. Todo esto presagia algo
serio...”
“Canta, marzo 29 / 83
Querido amigo:
Recuerda que tienes facultades amplias, y que todo lo que no sirva o embarace
puedes y debes apartarlo, sin consultas ni moratorias.
En el espediente [sic] que me has mandado, veo que no hay responsabilidad en el
oficial, sino en Alcázar, quien al separarse trató de hacerlo con buen número de bestias para
su servicio; por lo tanto le ordeno que se ponga en marcha hasta alcanzarte, para que
explique su conducta y se vindique, y al Prefecto Mugica le encargo que cuide de que
Alcázar cumpla dicha orden, previa devolución de las bestias que serán remitidas a su
destino. Noto en el sumario que el C[orone]l Prado no ha prestado la declaración que
debiera para saberse si autorizó o no a Alcázar como éste asegura. Concluidas las
averiguaciones del caso, determina lo conveniente no atribuyéndole suma gravedad.
Vuelven los aprestos del enemigo para atacarnos por Chosica así me lo comunica
antier la Delegación. Reconcentran en Lima todas sus fuerzas para obrar; ya han llegado allí
el Miraflores, de Chorrilos y el Aconcagua, de Ancón y gran parte de las fuerzas de Yca
[sic] y Libertad. Aglomeran elementos de guerra en Chosica, de donde han retirado las
rabonas, manteniendo rigurosa incomunicación. Todo esto presagia algo serio, con cuyo
motivo salgo hoy con la 1ª División a reforzar nuestras posiciones de la quebrada de
Huarochirí. De allí te escribiré lo que ocurra.
Tú, como ya te he dicho, aplastando todos los obstáculos sigue de frente a tu
objetivo, engrosando al paso las filas todo lo posible.
El g[ene]ral Montero me escribe que ha ordenado al s[eño]r Elías, para que los
Departamentos del Norte sostengan mi Ejército con el producto de las contribuciones y de
la venta de los bienes nacionales, considerando lo mucho con que han contribuido los
pueblos del Centro y el estado de ruina en que se encuentran. En consecuencia, habla con
el s[eño]r Elías, para que su primer cuidado sea poner en remate los bienes del Estado y
establecer la mensualidad con que cada uno de esos Departamentos debe socorrer a este
Ejército. Esos pueblos aun están vírjenes [sic], relativamente a éstos, que materialmente ya
no podrán sostenernos más tiempo.
Salud y buen éxito.
Tuyo af[ectísi]mo y s[eguro] s[ervidor]
A. Cáceres [rubricado]”
Gendarmería existente en Huancayo y para la movilidad del batallón San Jerónimo la suma
total de 33,090.00 soles. Agrega: «En su citado oficio, concluye US. pidiendo a este
despacho la correspondiente aprobación de las diferentes partidas de que da cuenta para
descargo de ese Concejo... Acerca de la aprobación que solicita, de las partidas que por
orden de la Prefectura ha entregado ese Concejo provenientes de las contribuciones, US.
puede para su correspondiente descargo, pedir a la Pagaduría del Ejército y a la indicada
Prefectura, los comprobantes de entrega, por las cantidades que han recibido de ese
Concejo Provincial, según da cuenta US. en su citado oficio, suponiendo esta Jefatura
hayan dado a US. los recibos correspondientes. Dios guarde a US. A. Cáceres»”.
“ Habiéndose constituido en este Cuartel general el doctor don Pedro M. Rodríguez ofreciendo sus servicios.
Acéptanse sus patrióticos ofrecimientos y nómbrasele en su consecuencia Secretario de esta Jefatura Superior,
encargado del Despacho del Ramo de Gobierno”.
A.Cáceres”.
“Es cosa resuelta que el enemigo intenta destruir este ejército y arrasar estas poblaciones, así te lo participo
también de oficio para que si crees conveniente impedirlo, mandes sin dilación un par de Divisiones en
auxilio o los rifles ofrecidos”.
S[eño]r Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa
Querido amigo:
Con bastante sentimiento paso a poner en tu conocimiento los sucesos que me han
obligado a regresar a esta con el ejército.
Distribuidas mis fuerzas en las quebradas de Canta y Huarochirí, tenía de reserva
una División para acudir con ella personalmente donde fuese necesario.
Luego que supe que la tan anunciada espedición [sic] chilena había salido por
Nievería, mandé a los guerrilleros de San Jerónimo para que los detuvieran como en efecto
lo hicieron, en las sendas estraviadas [sic] por donde venían y sólo les dejaron franco el
paso cuando después de un día de combate concluyeron totalmente sus municiones.
Habiendo tomado en seguida el camino para Canta, yo hice lo propio por distinta
ruta calculando caer por su retaguardia y contando con que el c[orone]l Santa María estaría
en su puesto y cumpliría con las instrucciones que se le dieron y con las órdenes que en
vista de las circunstancias se le impartieron, señalándole el punto en que debía recibir al
enemigo y la vía por donde yo debía llegar, pero este desgraciado Jefe olvidándose toda
consideración y lleno de un terror pánico huyó cuando el enemigo aún estaba a tres
jornadas de él dejando ese flanco principal descubierto y poniéndome en riesgo de caer en
manos del enemigo, pues si este no se detiene para esplorar [sic] el terreno en
Quilcamachay y yo en Huanza y avanzamos una jornada más, nos estrechamos de manera
que habría sido inevitable un combate desigual en lugar del que yo había calculado y que
ofrecía el más completo éxito.
Fallido mi plan por la más inicua cobardía, mi situación era muy difícil y después de
aparentar seguir en persecución del enemigo para no revelar mi falsa posición me
reconcentré para proteger la línea de Chicla.
Dueño el enemigo de Canta podía rápidamente introducirse a Tarma y rodear mi
ejército, así es que tan luego como supe que avanzaba a Callahuay descubriendo este
propósito, moví todas las fuerzas a la Oroya, para de allí salirle al paso, pero paralizaron su
avance a consecuencia, sin duda, del rechazo que sufrieron los batallones Miraflores y
Chacabuco que atacaron nuestras posiciones de Huachinga en la quebrada de Huarochirí.
Como la Oroya no ofrece abrigo a las tropas y carece de forrajes, he traido el
ejército para reorganizarlo y llenar los claros que en él han hecho las enfermedades y las
deserciones.
Es cosa resuelta que el enemigo intenta destruir este ejército y arrasar estas
poblaciones, así te lo participo también de oficio para que si crees conveniente impedirlo,
mandes sin dilación un par de Divisiones en ausilio [sic] o los rifles ofrecidos.
Por el Prefecto de Apurímac sé que existen unas cartas en que aparecen como
complicados con Yglesias [sic] mis primos hermanos Juan Benigno y Rosendo Samanez y
Gregorio Martinelli que también es de la familia. He tratado de averiguar lo que hay en el
caso y resulta que es todo una calumnia, pues estos señores aparte de ser gente de orden no
356
serían capaces de afiliarse a un bando que yo combato. Yo los garantizo y espero que des
orden al Prefecto Méndez que no se los moleste por este motivo.
Tuyo af[ectísim]o amigo y s[eguro] s[ervidor]
A. Cáceres [rubricado]”.
“La ocupación de Canta por el enemigo le ofrece un camino fácil para invadir nuevamente este
departamento y permite a Iglesias reorganizar su farsa de Gobierno, contando con la protección y auxilio
inmediatos de los chilenos; lo que es sumamente grave para la estabilidad del orden constitucional y una
amenaza constante para los departamentos del Centro”.
“[Un sello:] Jefatura Superior, Política y Militar de los Departamentos del Centro.
A.Cáceres [rubricado]”
Nota del general Cáceres al coronel Elías Mujica (Tarma, 28 de abril de 1883)
“Cuide usted de buscar un lugar en que pueda comunicarse y únase a las fuerzas del coronel Recavarren, a
los cuales he dado orden vengan sobre Canta para reunirse a las mías. Mientras tanto organizo el Ejército
y espero la llegada de los guerrilleros de Junín y Huancavelica, los cuales se han movido sobre el Cuartel
General”.
A. Cáceres”
En el oficio de usted de 15 del actual, elevando las dos actas formuladas por la
comisión examinadora de las cuentas de esa oficina, ha recaído con fecha de ayer el decreto
siguiente:
Oficio circular del general Andrés A. Cáceres, Jefe Superior Político y Militar de los
Departamentos del Centro (Tarma, 30 de abril de 1883)
“Estimulados constantemente los enemigos por el robo, el asesinato y el deseo de aniquilar al Perú,
desplegarían sobre estas poblaciones todo el rigor de su salvaje ferocidad y de su implacable odio a nuestra
patria [...] La causa que sostenemos no solo es de la honra y de la independencia del Perú, sino del honor de
nuestras familias, de la conservación de nuestros bienes y de nuestra propia vida; y la defendemos contra un
enemigo para quien nada hay sagrado ni respetable [...] Los egoístas, que hasta hoy a pesar del infortunio
del Perú han permanecido sordos a la voz del patriotismo, encontrarán en su mismo delito el castigo de su
infame proceder y no se escaparán de las exacciones de los chilenos ni de la sanción social”.
“CIRCULAR.
Ocupada Canta por los enemigos a consecuencia del abandono de esa provincia por
el ex-comandante Jeneral [sic] de la cuarta división coronel Santa María, contraviniendo a
órdenes terminantes de esta jefatura, quedó ese flanco descubierto por donde pueden
invadir nuevamente este departamento.
Para evitarlo en cuanto me sea posible e impedir se me corte la retirada, me he visto
obligado a concentrar en este punto las fuerzas de que dispongo para ofrecer una seria i
tenaz resistencia.
Mas, para que la acción del ejército no sea infructuosa, es necesario que los pueblos,
a más de contribuir con sus recursos al sostenimiento de la tropa, estén listos para secundar
mis operaciones.
No es posible calcular los inmensos males que sobrevendrían a los departamentos
del centro si por tercera vez los chilenos invadiesen éste, i si por desgracia sucumbiese sin
ausilio [sic] el ejército que comando.
No teniendo nada que se les oponga, se pasearán impunemente por todos los
pueblos, señalando su paso, como siempre, con el incendio, el saqueo i el asesinato sin
distinción de sexo i edad, de cuyos crímenes tenemos una dolorosa experiencia [sic].
Estimulados constantemente los enemigos por el robo, el asesinato i el deseo de
aniquilar al Perú, desplegarían sobre estas poblaciones todo el rigor de su salvaje ferocidad i
de su implacable odio a nuestra patria. Con tanto mayor motivo lo harán, desde que estos
pueblos son los únicos que después de la catástrofe de San Juan i Miraflores, levantándose
a la altura de su deber, han arrojado de su seno a la fuerte división del coronel Canto i no
han cesado de hostilizarlos, conservando así el espíritu nacional adormecido en otros
puntos.
Si, pues, son evidentes las desgracias que sufrirían estos departamentos en el caso
de una nueva invasión chilena, es necesario que los ciudadanos se preparen inmediatamente
361
con los elementos de que dispongan para hacer frente al enemigo, pues es el único medio
de evitarlas.
Cuando los chilenos vean que todos los pueblos se levantan para defender la honra
nacional, sus propiedades i sus familias; cuando comprendan que al penetrar a una
población encontrarán en sus habitantes a otros tantos defensores dispuestos a castigar
severamente sus crímenes; entonces no adelantarán un paso más allá del lugar que ocupan, i
nuestro ejército, contando con el apoyo de los ciudadanos, avanzará sobre ellos para
desalojarlos de los puntos que una cobarde retirada les permitió ocupar sin oposición
alguna.
La causa que sostenemos no solo es de la honra i de la independencia del Perú, sino
del honor de nuestras familias, de la conservación de nuestros bienes i de nuestra propia
vida; i la defendemos contra un enemigo para quien nada hai [sic] sagrado ni respetable.
Por consiguiente, todos estamos en el caso de defendernos i no ver con criminal
indiferencia la desolación de los pueblos, el sacrificio de víctimas inermes, el saqueo de la
propiedad, la violación de los templos y sobre todo la servidumbre de la patria. Los
egoístas, que hasta hoi [sic] a pesar del infortunio del Perú han permanecido sordos a la voz
del patriotismo, encontrarán en su mismo delito el castigo de su infame proceder i no se
escaparán de las exacciones de los chilenos ni de la sanción social.
Los pueblos del centro, que tantas pruebas tienen dadas de abnegación i
patriotismo, no dudo que en esta ocasión harán un esfuerzo supremo, no solo para detener
al enemigo en su marcha, sino para arrojarlo de una vez de nuestro territorio i poner fin a
las calamidades nacionales.
Cuando un pueblo quiere sacudir el peso de una ignominiosa opresión, no hai
poder que se lo impida. Si los habitantes del centro se levantan todos para ayudar al
ejército, podremos asegurar la victoria.
No hai [sic] duda que existen algunos hombres de ánimo apocado que han perdido
la fe en el porvenir del Perú, i para ellos no es posible defensa alguna; a éstos se les contesta
con los valerosos i heroicos hechos de este departamento, que a pesar de no contar con
grandes elementos bélicos, arrojó el año pasado a la división más fuerte i aguerrida que el
jefe chileno mandó a saquear estas provincias. Hai [sic] otros cuya conducta es más
criminal, i son aquellos que haciendo causa común con los enemigos, sirven de espías, los
guían por caminos extraviados, les prestan recursos o desaniman a los ciudadanos para que
no tomen las armas en defensa del país. Estos seres degradados que, como Vento, Duarte i
Vargas, se convierten en viles instrumentos del enemigo para realizar sus inicuos planes,
encontrarán bien pronto el castigo que merece su infame conducta.
El honorable concejo que V. S. preside, animado sin duda de estas ideas i
sentimientos, debe por la naturaleza de su institución, ponerse a la cabeza del movimiento
popular, levantando el espíritu público, señalando a los ciudadanos el camino del deber i
organizándolos de acuerdo con la autoridad política para que su acción sea más provechosa
i eficaz.
V. S. se servirá transcribir este oficio a los alcaldes de los consejos de distrito para
que éstos lo pongan en conocimiento de los vecinos de sus respectivas jurisdicciones,
haciéndolo leer en público.
Esta jefatura descansa en el patriotismo e intelijente [sic] celo de V. S. i de los
demás miembros de ese concejo, quienes penetrándose de la gravedad de la situación,
harán todos los esfuerzos para ayudar a este ejército i poner en estado de defensa esa
provincia para el caso en que sea invadida por el enemigo.
Espero la contestación de V. S. para conocer el resultado de todos sus trabajos en el
sentido que dejo indicado.
Dios guarde a V. S.
362
ANDRÉS A. CÁCERES
Al señor Alcalde del honorable concejo de la provincia de...”
Lo que transcribo a usted para su conocimiento y demás fines. Dios guarde a usted.
Esta jefatura dispone entregue usted al cajero auxiliar del departamento, en calidad
de depósito, el archivo de la oficina de su cargo.
363
“Los chilenos avanzan y los tenemos a tres jornadas de esta ciudad [...] Los pueblos están entusiastas, se
organizan varios cuerpos de guerrilleros; desgraciadamente nos faltan armas para aprovechar útilmente tanto
brazo; con ellos y con la fuerza de que dispongo haré todo lo posible para evitar el avance del enemigo”.
“Un sello: Jefatura Superior, Política y Militar de los Departamentos del Centro.
A.Cáceres [rubricado]”.
“Los anuncios de Lima y los preparativos que a nadie se oculta en esa Capital, manifiestan la intención
resuelta de venir a destruir este Ejército y estos pueblos; así es que esto no admite dudas, y debemos
prepararnos a rechazarla”.
Querido amigo:
Con mucho atraso he recibido tu favorecida del 8 de Abril, que tengo el agrado de
contestar.
Celebro que hasta Chiquián tu marcha haya sido feliz y que esos pueblos den diarias
y positivas muestras de su patriotismo, contribuyendo a porfía a la alimentación, vestuario e
incremento de tus fuerzas. Por los datos que me das, supongo que a la fecha tendrás ya por
lo menos 1.000 hombres.
Agradezco tu felicitación por la supuesta elección de 2º Vice-Presidente. Todo esto
es falso, pues a la fecha no tenemos noticia ni de la inauguración del Congreso, y sólo de
las Juntas preparatorias. No obstante, aunque mis merecimientos son exiguos, no creo que
se me pueda considerar después de Canevaro, a quien hasta ahora lo van rechazando de la
Cámara de Diputados echando por tierra dos actas que ha presentado como Diputado.
Siento mucho lo que te ocurre con Romero, que siempre se ha portado con
decisión y entusiasmo. Creo sí que tiene el temor de que le quiten los rifles, y eso lo hace
proceder de esa suerte. En este punto, aunque esas armas te serán muy necesarias, es
preciso en muchos casos no ser muy exijente [sic] y al contrario tener condescendencias,
pues se corre el riesgo de producir desaliento entre los que se presentan voluntariamente y
con notable empeño. Esta gente por despecho sería capaz de tornarse a Yglesias [sic], al
paso que con sagacidad, quizá puedas reducirlo a incorporarse a tus fuerzas.
365
A. Cáceres [rubricado]”
“En la contienda no está solo el Ejército. Los pueblos de Junín y Huancavelica, que tiempo ha se han
estado organizando y disciplinando, al primer llamamiento que [se] les ha hecho, se han levantado en masa
y se dirigen millares de guerrilleros a este Cuartel General, con un entusiasmo conmovedor que raya en
delirio”.
toda ocación [sic] que se les presente favorable. Por mi parte reúno el Ejército y lo pongo
en las mejores condiciones para luchar, esperando el avance del enemigo, para salir a
recibirlo en los lugares más convenientes. En la contienda no está solo el Ejército. Los
pueblos de Junín y Huancavelica que tiempo ha se han estado organizando y disciplinando,
al primer llamamiento que [se] les ha hecho, se han levantado en mazas [sic] y se dirigen
millares de guerrilleros a este cuartel general, con un entusiasmo conmovedor que raya en
delirio. Us[ted] se reunirá a las fuerzas del cor[one]l Recabarren [sic], a quien he dado orden
para que contramarche a las inmediaciones de esa, para arreglar y disponer lo conveniente.
Pero es de todo punto necesario que cuando us[ted] tenga conocimiento del movimiento
de Recabarren [sic] y sus fuerzas para unidas con ellas emprender juntos el avance sobre
Canta, me lo participe para cualquier comvinación [sic] sea conocida por us[ted] y por
Recabarren [sic], para proceder de común acuerdo a fin de que la acción de esas fuerzas no
sean aisladas y sus resultados sean conocidos y fijos.
El Ejército que me acompaña se distingue por su moralidad, disciplina y más que
todo por el entusiasmo que lo anima una vez que se aproxima la hora de combatir con el
enemigo”.
FUENTE: El tema general de este documento, cuyo texto total no ha sido encontrado, es
el de las razones que Cáceres tuvo para no empeñar un ataque sobre Canta el 26 de abril de
1883 en el contexto de las dificultades generadas a las fuerzas peruanas debido a la retirada
del coronel Santa María ante la aproximación de los chilenos. El fragmento reproducido se
encuentra incluido en un oficio que el coronel Elías Mujica, Prefecto de Lima, dirigió al
coronel Recavarren desde Parquín, con fecha 15 de mayo de 1883, cuyo manuscrito
original se conserva en el Archivo Histórico Militar del Perú, Archivo Recavarren,
cuaderno 8: “Cor[one]l Ysaac [sic] Recavarren. Formación del Ejército de operaciones al
Norte el año 1883”. (Fue registrado en el índice de dicho cuaderno como: “Instrucciones
reservadas del Prefecto Mujica al cor[one]l Recavarren sobre movimiento de fuerzas. Mayo
15 de 1883”). Este oficio fue publicado por Luis ALAYZA PAZ SOLDAN en La Breña
1883 (pp. 292-295). Debe notarse que, en la transcripción de Alayza, el entrecomillado que
indica la inserción del texto de Cáceres es poco preciso.
“Yo me preparo a resistir la invasión, y para el efecto he llamado a los guerrilleros de este departamento y el
de Huancavelica que me acompañaron la vez pasada y que se apresuran a venir armados de honda y
rejón”.
S[eño]r Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa.
Querido amigo:
367
Por un espreso [sic] que acabo de recibir de Lima me han venido tus dos muy
estimadas cartas de fechas 28 de Marzo y 3 de Abril, en que me avisas la reunión de las
Cámaras en Juntas preparatorias.
Las dualidades que allí han surjido [sic] han producido aquí profunda impresión,
pues no se comprende que hombres que ocupan puestos distinguido[s] en la
administración y el Ejército, apelen a la falsificación continuando las más de la antigua
corruptela, en momentos en que sólo las grandes virtudes cívicas pueden señalar el camino
de salvación; pero la actitud enérgica y justiciera de las Juntas, han [sic] tranquilizado los
espíritus, haciendo concebir muchas esperanzas. Sensible es que algunos amigos tuyos
hayan sido víctimas de esta laudable rectitud; pero, según me escriben, estos caballeros
decepcionados aparentan intentar contra el Congreso, y con estas amenazas no hacen sino
jugar con tu nombre y desprestigiar tu Gobierno. No soy yo quien puede darte consejos;
pero en el seno de nuestra intimidad, creo que debo hacerte esta indicación. Los fines que
tiene que llenar el Congreso son muy arduos y elevados y es necesario rodearlo de la mayor
independencia y prestigio para que pueda deliberar con la altura que las circunstancias
exijen [sic]: tu acción debe dirigirse a robustecerlo y rodearlo de facilidades, consolidando
así el prestigio de tu Gobierno. Cualquier punto de desacuerdo o de desunión en la
actualidad sería una nueva calamidad, y debes sobreponerte a todo afecto y consideración
personal a fin de conservar a todo trance la más perfecta armonía con el Congreso y con
esto el lustre de tu buen nombre.
Después de los sucesos que me hicieron regresar y que ya te he comunicado, nada
de importancia ha ocurrido. El enemigo que salió de Canta en esta dirección se desvió a la
mitad del camino reconcentrándose en Chicla; después se ha estendido [sic] hasta Matucana
y está consagrado a cuidar la compostura de la vía férrea, que en lo sucesivo debe favorecer
sus designios de nueva invasión a este Departamento: tiene el doble objeto de facilitar sus
operaciones sirviéndole en caso adverso de línea de retirada.
Yo me preparo a resistir la invasión, y para el efecto he llamado a los guerrilleros de
este Depart[amen]to y el de Huancavelica que me acompañaron la vez pasada y que se
apresuran a venir armados de honda y rejón.
La reparación del ferrocarril en que está empeñado el enemigo nos da algún tiempo,
y yo también trataré de aplazar todo conflicto, esperando que surta buen efecto el último
pedido que he hecho al Gobierno mediante un espreso [sic] y en virtud de las
circunstancias: cualquier ausilio [sic] llegará tiempo y es de todo punto necesario.
Con el propósito de aliviar las circunstancias que rodean al c[orone]l Trinidad
Pacheco Andía, te suplico que lo ausilies [sic] con el leguaje que le corresponde como
Diputado por Huarochirí, aunque este caballero no estará tal vez muy estimado por haber
sido el opositor del g[ene]ral Canevaro. Será servicio particular a mí.
Sin otra cosa, deseo que te conserves con salud.
Tuyo af[ectísim]o amigo y s[eguro] s[servidor]
A. Cáceres [rubricado]”
“[...] si yo, con el ejército que existe en este Cuartel General, reforzado poderosamente con tus fuerzas,
lográramos rechazar al enemigo, entonces el desaliento en éste, sería inevitable, el poder de Iglesias vacilaría
en su propias bases, y una vez salvado el Centro, entonces, [...] volverías al Norte para organizar, mediante
tu actividad y aptitudes, un ejército, con el que en combinación con éste, atacaríamos juntos la capital de la
República”
Con marcada satisfacción contesto tus dos estimadas, fecha 21 del pasado y 8 del
p[resen]te, deseando te encuentres con una cumplida salud.
Por ambas, quedo impuesto del buen estado en que se encuentra la fuerza, respecto
de su número, armamento, equipo, etc.
Desde luego, tal satisfactorio resultado lo esperaba, teniendo en cuenta tu
sagacidad, acierto, actividad y otras cualidades que son indispensables para la organización
de fuerzas.
Es un hecho, que no admite duda, que, cuando hay voluntad y constancia para la
consecución de un fin, éste se realiza indefectiblemente.
No puede sino complacerme, el buen éxito alcanzado en dicha organización, que
desde luego se deja preveer [sic], teniendo presente los valiosos recursos con que esos
pueblos cuentan.
Pero, hablándote con la confianza que existe entre nosotros, te diré que has perdido
un tiempo precioso, que en las circunstancias actuales es oro. La organización de esas
fuerzas te ha abstraído de tal modo, que engolfado en ella has olvidado la primordial misión
que te llevó al Norte.
No ignoras que las acciones que se realizan en la guerra deben ser rápidas, y más en
la que sostenemos, donde el enemigo ascecha [sic] toda oportunidad en nuestra contra. Tú,
has debido, expedicionar ya sobre Cajamarca, antes de organizar un ejército, que al fin y al
cabo, tenía que formarse.
Por tu propia declaración y las noticias que de diversas procedencias recibo,
Yglesias [sic], apenas tiene trescientos descontentos, que estoy cierto, no presentarán una
seria resistencia. Para atacar a éstos, bastaba una fuerza igual o un poco mayor; aparte de
que con las de Puga, Becerra y otras que se levantarían en el tránsito, la terminación del
movimiento del Norte era inevitable. No era pues necesario, esperar reunir numerosas
fuerzas para ese objeto, dando así tiempo al enemigo para ejecutar planes proyectados, y a
Yglesias [sic], reforzarse, en vista del ataque que sobre él se proyectaba.
Después de debelar esa rebelión, has podido dedicarte con calma y seguridad a la
formación del Ejército.
Recordarás, que tu misión fue, atacar rápidamente a Yglesias [sic], y después, pensar
y ocuparte de la enunciada organización.
Pero en fin, las cosas han sucedido, y debemos ocuparnos del presente. Este
presente se ofrece con los más sombríos caracteres.
Es preciso que te convenzas, que el Centro está seria y tenazmente comprometido.
El ejército chileno, casi en su totalidad, ha salido de Lima para expedicionar sobre
estos Departamentos. El ataque a ellos juzgo demorará diez o quince días, pues se ocupan
369
previamente de dejar expedita la línea férrea, tanto para el fácil trasporte de sus fuerzas,
cuanto para la conducción de sus elementos que, aglomerados en Chicla pueden atender a
las necesidades de su ejército.
En tal violenta situación, el refuerzo de tu tropa me sería preciso, pues, con 800
[hombres] que por lo menos trajeras, doscientos, que vienen de Huancavelica y un número
igual de Ayacucho, sería un total de 1,200 hombres, que contribuiría, en gran parte, a
cambiar las críticas circunstancias que nos rodean.
Teniendo en cuenta el excesivo número de la fuerza enemiga, y no teniendo más
tropa que la que en la actualidad me acompaña, no podría presentarles combate, viéndome
obligado a retirarme a lugares que tengo ya previstos, en los cuales comprometería una
acción decisiva y terminante para mi Ejército.
Ahora, debemos ponernos en el caso de que este sucumbiese. ¿Cuáles serían las
consecuencias de una derrota nuestra? Me conmuevo ante la consideración de ellas.
Ocupado el Centro por la destrucción de mis fuerzas, el enemigo extendería su
dominación hasta el Pampas, adueñándose de la parte más importante de la República y
aislando el Norte y el Sur, que por sí solos nada harían ante este terrible descalabro.
Por otra parte, es necesario que te convenzas, que, si en el país existe algún resto de
entuciasmo [sic] por la guerra, es porque ven la actitud de este ejército. Con su pérdida el
desaliento sería general. En el Centro, víctimas de la dominación enemiga, no desearían
sino la paz. Estos indios, que con un entuciasmo [sic] conmovedor, vienen en pos de los
chilenos, sin contar con la protección del ejército que actualmente existe, y sin mi, que hago
supremos esfuerzos para animarlos y entuciasmarlos [sic] a la pelea, se resignarían a
ocultarse dejando a los pueblos a merced del enemigo.
Por parte del Centro, estoy cierto y te lo digo sin jactancia, que nadie conseguiría ya,
levantar nuevo ejército para hacer frente a un dominador en poseción [sic] del territorio.
Las mismas fuerzas que tienes organizadas, al tener conocimiento de la suerte de
este ejército, debes convencerte que no pensarían sino en defeccionarse, porque por sí solas
nada podrían hacer cuando, tomado el Centro, los chilenos, lanzarían, sin el peligro que
hoy tienen por aquí, otra formal expedición al Norte, que tendría que destruir fuerzas
nuevas y desalentadas.
Aún hay más, ¿qué significaría un triunfo en Cajamarca, y la expulsión de Yglesias
[sic] allí, cuando, tomado el Centro, contaría en esta zona un campo más vasto de acción
ofrecido por el enemigo, donde ensancharía su gobierno bajo bases estables y duraderas?
¿Y después de instalado Yglesias [sic] en el Centro, el enemigo no le conquistaría
con toda probabilidad, el territorio del Norte?
Dueño el caudillo de la paz, del Norte y Centro del Perú, ¿no crees que los pueblos
cansados de la guerra y sin tener fuerzas que los defiendan, se plegarían a Yglesias [sic], en
busca de una paz, cualquiera que fuesen sus condiciones?
He allí, pues, las funestas consecuencias que traería la ocupación del Centro.
Al contrario, si yo, con el ejército que existe en este Cuartel General, reforzado
poderosamente con tus fuerzas, lográramos rechazar al enemigo, entonces el desaliento en
éste, sería inevitable, el poder de Yglesias [sic] vacilaría en su propias bases, y una vez
salvado el Centro, entonces, con más calma, con todas las apetecibles seguridades, volverías
al Norte para organizar, mediante tu actividad y aptitudes un ejército, con el que en
comvinación [sic] con éste, atacaríamos juntos la capital de la República.
Pero repito, has perdido mucho tiempo, la tormenta se deja oír ya, y temo mucho
que el enemigo me ataque brevemente.
No por otras consideraciones te dije que contramarcharas, pues bien comprendía
que debía serte dolorosa la observancia de esa orden, cuando te ocupabas de organizar
favorablemente, un ejército en el Norte. Sin embargo, puede haber aún tiempo para que
vengas a unirte conmigo, si emprendes inmediatamente tu marcha. Tu presencia aquí es
370
necesaria, pues aparte de tus cualidades conocidas como militar, contaría con un amigo
sincero y de confianza, que como el que más, se interesaría por su amigo, y por la suerte de
una gran sección de la República. Aquí, tendrías brillante ocasión para conseguir glorias,
que no sólo serían tuyas, sino del país en general.
Conviene pues, que apreciando en todo lo que valen las reflecciones [sic] que te he
hecho, apresures tu marcha, debiendo tener presente, que Canta, está hoy en poder de las
pocas fuerzas de Vento, y que no hay fuerza chilena, que pudiera atacarte por el flanco, que
dices tienes, descubierto, al venir aquí.
Al moverte, debes darme cuenta del itinerario que sigas, a fin de conocer, con
exactitud, las jornadas que hagas. Tu dirección debe ser al Cerro de Pasco, en cuyo lugar
sentarás enérjicamente [sic] la mano para sacar todos los recursos que se consigan en esa
plaza; una vez allí, y participándome tu arribo, será muy fácil comunicarnos, pues, está
expedita la correspondencia.
Mas, si por desgracia nuestra y del país, no llegaras a tiempo, entonces determinarás
la Provincia de Pasco y Huánuco como el teatro de tus operaciones, levantando numerosas
guerrillas, de los muchos habitantes que allí existen, a fin de hostilizar al enemigo mientras
que yo, por este lado, hago lo mismo, procurando comunicarte conmigo para la
comvinación [sic] de los plantes que sea necesario emplear en contra de los chilenos.
El ejército se halla en la actualidad, víctima de las mayores necesidades, pues, con
motivo de la expedición próxima del enemigo, los habitantes huyen y la prestación de los
recursos se hace más difícil. Por lo tanto, conviene que, al venirte, traigas todos los recursos
que puedas reunir, como dinero, ganado, telas, etc., que vendrán con una preciosa
oportunidad a llenar y satisfacer apremiantes necesidades de un ejército que está dando
tantas pruebas de patriótica resignación.
A fin de que, Elías no quede descontento, y a la vez, se atienda a la sofocación de
Cajamarca, puedes dejar a disposición del Jefe Superior a Leoncio Prado, con cien hombres
de infantería y 50 de caballería, que es el número que, unido a las fuerzas de Puga, puede
batir a los pocos descontentos de Yglesias [sic]. Digo esto, porque Puga, ha pedido cien
hombres, comprometiéndose a tomar Cajamarca.
La maestranza puedes dejarla completamente arreglada en esa, sin perjuicio de
continuar sus trabajos, hasta que, pacificado el Centro y rechazado el enemigo, vuelvas al
norte a proseguir en la organización del ejército.
Espero pues, verte lo más pronto; y mientras llega la ocasión, recibe los afectuosos
recuerdos de tu compañero, amigo y s[eguro] s[ervidor]
A. Cáceres [rubricado]”
“El enemigo ocupa toda la quebrada de Matucana hasta Casapalca y está reparando con actividad la
línea; concluido este trabajo, que será en breves días, seguirá a ésta para destruir el Ejército y ocupar este
Departamento, según el proyecto que tiene y las órdenes terminantes de su Gobierno. Por lo mismo urge que
estén reunidas todas las fuerzas de que podemos disponer para oponerle, en el punto que más convenga, una
seria resistencia”.
“[Un sello:] Jefatura Superior, Política y Militar de los Departamentos del Centro
A. Cáceres [rubricado]”
“Al emprender US. su marcha al Norte, es demás advertirle que debe tomar todas las medidas necesarias
para guardar su retaguardia, para el caso de que el enemigo pudiera mandar una fuerza a ese
departamento”.
“[Un sello:] Jefatura Superior, Política y Militar de los Departamentos del Centro.
A. Cáceres [rubricado]”
probable, sin embargo, que Cáceres haya ordenado simplemente “pasar notas”, aunque no
necesariamente con su firma (Pedro S. ZULEN, “La Campaña de La Breña: el diario
inédito de Pedro Manuel Rodríguez”, p. 155).
“...el movimiento estratégico que habéis operado en presencia de un enemigo poderoso que pretende vuestra
destrucción, es un triunfo, pues habéis burlado sus deseos [...] vosotros sois el sostén de la República y la
esperanza de su regeneración...”
Soldados:
Hace cuatro años que defendemos no solo el honor i la integridad del Perú i
Bolivia, sino los principios sobre [los] que descansa la organización política de los Estados
Americanos contra la insaciable ambición de un enemigo salvaje, que en su ceguedad ha
resuelto el aniquilamiento de nuestra patria.
Los memorables combates de Pucará, Marcaballe i Concepción, donde humillasteis
al pabellón chileno, son una prueba de vuestro heroico valor i demuestran que el Perú
cuenta con defensores decididos i patriotas resueltos a reivindicar su honra hasta el último
sacrificio.
375
ANDRÉS A. CÁCERES”
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico...(tomo VIII), p. 132. Esta
proclama fue redactada por Pedro Manuel Rodríguez, Secretario de Gobierno en campaña,
y revisada y aprobada por Cáceres el 26 de mayo, antes de su firma: “El General quedó
contento con la proclama indicando sólo unas palabras que insertadas [le] dieron mayor
vigor”. (Pedro S. ZULEN, “La Campaña de La Breña: el diario inédito de Pedro Manuel
Rodríguez”, p. 155).
Oficio del general Andrés A. Cáceres al coronel Isaac Recavarren (Cerro de Pasco,
27 de mayo de 1883)
“Yo me encuentro en ésta, tanto a mérito de haberme tomado el enemigo un flanco y pretender atacarme por
retaguardia, cuanto porque habiendo convocado una junta de Jefes, ésta fue de la opinión, por unanimidad
de votos, de que no debía exponerse el Ejército del Centro, única esperanza de la Patria, a los azares de un
desigual combate, y que debía emprenderse la retirada al Norte...”
“[Un sello:] Jefatura Superior, Política y Militar de los Departamentos del Centro.
A. Cáceres [rubricado]”
“...las circunstancias del Centro han variado completamente por el avance de numerosas fuerzas enemigas
sobre mi ejército, con el fin de destruirlo...”
Huaraz
He tenido la satisfacción de recibir tus dos últimas la una sin fecha y la otra fecha
20 de los corrientes.
Aunque en la primera manifiestas la situación de tus fuerzas, amenazadas por un
próximo ataque del enemigo que con tal objeto ha salido de Trujillo sobre Huamachuco,
no siendo posible en vista de esta circunstancia, emprender tu marcha sobre ésta, en la otra
me dices, que en virtud del acuerdo habido en un Concejo [sic] de Jefes, se había
determinado contramarchar a este Cuartel G[ene]ral cuyo movimiento debías emprenderlo
próximamente.
Como las circunstancias del Centro han variado completamente por el avanze [sic]
de numerosas fuerzas enemigas sobre mi ejército, con el fin de destruirlo, reuní una junta
de guerra compuesto [sic] de los jefes del ejército, el [sic] cual acordó nuestra retirada al
Norte; primero, porque un combate contra fuerzas inmensamente superiores y con
elementos tan diferentes, podía ser tal ves de consecuencias terribles para el país, que
perdería todo con la desaparición de un ejército que es su esperanza para el porvenir. A
estas consideraciones, se han expuesto muchas de peso, que sería largo el consignar.
Por consiguiente, si a la fecha no has recibido el último expreso que te mandé,
debes contramarchar nuevamente a esa, a fin de continuar realizando las medidas que te
has propuesto llevar a la práctica en el Norte, hoy con más razón desde que el enemigo se
ha movido, con el fin de protejer [sic] a Yglesias [sic].
Próximamente estaré en esa, por la ruta de Cajatambo, y en el tránsito procuraré si
es posible atacar a las fuerzas chilenas de Huacho.
Una vez allí, arreglaremos lo más conveniente. Por tu parte, sigue con la actividad
que te distingue organizando tus fuerzas y poniéndolas en el mejor estado.
Benavides, que se fue a esa por la ruta de Huánuco, te pondrá al corriente de todo y
las medidas que he tomado en ésta.
Consérvate bien, y mientras tengo el gusto de verte personalmente, dispón del
afecto de tu compañero, amigo y hermano y s[eguro] s[ervidor]
A. Cáceres [rubricado]”
“Los enemigos han ocupado el Cerro de Pasco y por lo mismo necesito tener conocimiento exacto de los
movimientos de usted para seguir mi marcha al Norte, como se tiene acordado”.
Por sus oficios de 20 de Mayo último, tenía conocimiento de que us[ted] debía
emprender su marcha al Cuartel general del Centro el 22 del mismo.
Habiendo variado el curso de los acontecimientos, oficié a us[ted] en fecha 19 del
citado mes, que continuase sus preparativos para expedicionar sobre Cajamarca. Orden que
reiteré, tan luego como supe que una División enemiga había salido de Trujillo para el
interior, indicando a us[ted] la conveniencia de ocupar las posiciones de Pallazca [sic].
Siguiendo el plan convenido por los señores Jefes del Ejército, llegué a Pasco sin
novedad alguna y cuando estaba para seguir la marcha a Cajatambo, tuve conocimiento de
que us[ted], con las fuerzas de su mando, se dirijía [sic] para esta Ciudad. Esta noticia me
obligó a variar el itinerario, pues estando us[ted] cerca de este punto, lo más conveniente
era la unión, para acordar el plan que las circunstancias exijieran [sic].
Mas, tan luego como llegué aquí, me he sorprendido al ver, que ni el Prefecto tiene
el menor conocimiento de que us[ted] hubiera tocado en este Departamento, ni sabe
positivamente si us[ted] ha salido o no de Huaraz.
Aún cuando us[ted] me dice en su citado oficio que saldría el 22, y que seguiría la
ruta de Huallanca, no habiendo recibido después ninguna de esa Comandancia, me
encuentro en la misma incertidumbre sobre si us[ted] ha marchado para unirse a este
Ejército o no, y si lo ha hecho, ignoro el punto donde se encuentre, o si ha contramarchado
para Huaraz.
Us[ted] comprenderá que esta falta de datos sobre su movimiento, embaraza
completamente mis operaciones y que puede ocacionar [sic] graves males; por consiguiente,
es necesario que us[ted] tan luego como reciba ésta, me conteste, indicándome el punto
donde se encuentra. Si se halla en lugar equidistante de Huaraz y de ésta, espéreme para
unirnos, y si ha retrocedido en virtud de mis últimas órdenes continúe su marcha al Norte.
Los enemigos han ocupado el Cerro de Pasco y por lo mismo necesito tener
conocim[ien]to exacto de los movimientos de us[ted] para seguir mi marcha al Norte, como
se tiene acordado.
A. Cáceres [rubricado]”
modificaciones formales en La Breña 1883 (pp. 262-264) por Luis ALAYZA PAZ
SOLDAN.
“Si estás en Huaraz, permanece allí hasta que nos reunamos, y si has salido de esa ciudad, debes también
permanecer en el lugar donde esta carta te encuentre, a fin de marchar al punto donde te halles, para
combinar el plan que debemos acordar en contra del enemigo”.
Querido Isaac:
A. Cáceres [rubricado]”
380
“Siento muy sinceramente la determinación que has tomado respecto del coronel Leoncio Prado, separándolo
de tus fuerzas. Lo creo un joven entusiasta, y he visto en él una esperanza para el porvenir. Así es, que este
desenlace me ha sido sorpresivo, y te repito, lo siento muy profundamente”.
A. Cáceres [rubricado]”
S[eño]r cor[one]l comand[an]te en Jefe de las fuerzas del Centro expedicionarias al Norte.
A. Cáceres [rubricado]”.
A. Cáceres [rubricado]”.
Oficio del general Andrés A. Cáceres a Jesús Elías, Jefe Superior, Político y Militar
de los Departamentos del Norte (Chavín, 12 de junio de 1883)
“...conviene que usted oficie al señor coronel Recavarren, que me dice se encuentra a dos jornadas de
Huaraz, contramarche inmediatamente a esa ciudad, a fin de reunirnos y poder acordar entonces el plan
que sea conveniente emplear en contra del enemigo”.
A. Cáceres [rubricado]”
“Como era de esperarse las fuerzas chilenas expedicionarias al Centro sólo procuran el aniquilamiento de
mi Ejército, y con tal fin, han avanzado sobre nosotros, encontrándose a dos jornadas de esta ciudad”.
El día de ayer he llegado a esta ciudad con las fuerzas que me obedecen, siendo mi
propósito proceder a hacer algunas refacciones necesarias en el material de guerra y
procurar la mejor y más pronta organización del Ejército.
Supuse encontrar a us[ted] en esta plaza, o muy próximo a ella, esperando entablar
una necesaria conferencia, para acordar las operaciones contra el enemigo; pero
desgraciadamente el curso de los acontecimientos se ha presentado de tal suerte, que a mi
arribo a ésta, dicha conferencia no ha tenido lugar por encontrarse us[ted] a distancia de
esta ciudad.
Como era de esperarse las fuerzas chilenas expedicionarias al Centro sólo
procura[n] el aniquilamiento de mi Ejército, y con tal fin, han avanzado sobre nosotros,
encontrándose a dos jornadas de esta ciudad.
La circunstancia de ser esas fuerzas muy superiores a las mías, y la incertidumbre
del resultado en un combate, entre fuerzas tan desiguales me ha determinado a continuar
mi marcha sobre esa, con el propósito de arreglar con us[ted] el plan conveniente.
384
Para este objeto us[ted] procure detener al enemigo que ha avanzado por ese lado,
mientras yo trataré de tomar un flanco por donde pueda atacarlo por retaguardia, en
comvinación [sic] de us[ted].
Por lo tanto es de todo punto conveniente, que us[ted] me remita con la mayor
frecuencia, propios repetidos comunicándome el lugar que ocupa, los puntos donde el
enemigo se encuentra y todos los datos, que en estas circunstancias pueden interesarnos.
A. Cáceres [rubricado]”
P.S. Si US. ha conseguido bestias en esa mande al momento, para llevar algunas cargas de
rifles, pues aquí no es posible proporcionar una sola bestia”.
“Conviene que usted mande expresos sobre Corongo para saber con exactitud la última dirección del
enemigo. Igualmente otro a Huari para informarse de lo que pasa allí y activar la remisión de bestias que
de ese punto deben mandar al Ejército. En Piscobamba dicen que hay bestias y arrieros; por consiguiente,
mande usted un piquete de su Escuadrón para que, sin consideración de ninguna clase recojan cincuenta
bestias de carga e igual número de sillas”.
Acabo de recibir las comunicaciones que us[ted] me incluye y por ellas se ve que en
el oficio dirijido [sic] por Valverde de Sihuas y de f[ec]ha 23 del corriente que los chilenos
del Norte procuran unirse por Huaylas al grueso de sus fuerzas que ha avanzado por
Yungay. Esta noticia por su f[ec]ha muy posterior desmiente las comunicadas antes
respecto de .los movimientos del enemigo.
Es indudable que como las fuerzas enemigas del Norte han recibido de su
Gobierno orden de avanzar a unirse con las que vienen del Centro, y las comunicaciones
386
dirijidas [sic] a éstas en igual sentido han sido interceptadas por nosotros, claramente se
comprende el movimiento verificado por los del Norte.
Lo que falta saber es los posteriores procedimientos que emplee el enemigo, si este
refaccionará el puente Yuramarca para avanzar a Yungay o si no emprenderán este trabajo.
A nuestra vista acordaremos lo conveniente.
A. Cáceres [rubricado]
[P.S.] Conviene que us[ted] mande expresos sobre Corongo para saber con exactitud la
última dirección del enemigo. Igualmente otro a Huari para informarse de lo que pasa allí y
activar la remisión de bestias que de ese punto deben mandar al Ej[érci]to. En Piscobamba
dicen que hay bestias y arrieros; por consiguiente, mande us[ted] un piquete de su
Escuadrón para que, sin consideración de ninguna clase recojan cincuenta bestias de carga
e igual número de silla[s].
Hago a us[ted] esta prevención, por las noticias que se me han dado a pesar de que
juzgo que en la previción [sic] y acierto de us[ted] ya habrá dictado esta medida.
Cáceres [rubricado]”
Al ejército i a la nación.
Soldados:
En la batalla que acabáis de librar habéis dado una vez más pruebas de que sois
unos valientes. El enemigo que buscábamos en las filas chilenas, no ha tenido el valor de
ponerse al frente de nosotros, ayudando a sus aliados con quienes nos hemos batido. Un
traidor como el Jeneral [sic] Iglesias no osará nunca presentársenos a la vista, porque el
crimen de lesa patria que ha cometido le remorderá siempre la conciencia.
387
Conciudadanos:
Resuelto estoi a dar mi vida por la libertad de la patria; i perseguiré con tenacidad
en donde se encuentre el traidor del Norte, que ha osado entrar en arreglos con el enemigo
para consumar nuestra esclavitud. Una división del ejército del Sur al mando del Jeneral
[sic] Canevaro, que estará pronto en Ayacucho unida con el ejército del centro, sabrán
escarmentar a nuestros enemigos.
Conciudadanos i soldados:
La patria os da por mi conducto las gracias a todos los que habéis tomado parte en
la última batalla, i algún día, estad seguros, recompensará vuestros servicios.
Seguid adelante conmigo por la senda del honor. Con fe en la justicia divina
llegaremos a vencer a los traidores i a nuestros enemigos, salvando nuestra amada patria.
ANDRÉS A. CÁCERES”
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VIII), p.227. Las
evidencias apuntan a afirmar el carácter apócrifo de este documento. Fue publicado en La
Bolsa de Arequipa el jueves 16 de agosto de 1883, precedido del siguiente comentario:
“Última hora. En momentos de entrar en prensa nuestro número, se ha recibido el
siguiente telegrama, que nos apresuramos a publicar, felicitando al valeroso caudillo del
Centro y a su esforzado ejército, por su brillante comportamiento en la sangrienta jornada
de Huamachuco. He aquí el telegrama: ´S. N N. Por la proclama del General Cáceres, que
me ha llegado y que trasmito [sic] a u[sted], se confirma que aunque es cierto el fracaso que
[el general Cáceres] sufrió en Huamachuco, no fue total la pérdida de su ejército, como se
ha querido hacer creer´ [sigue la proclama]”. Cáceres negó la autenticidad de esta proclama
en la carta personal que dirigió al presidente Montero desde Andahuaylas, el 4 de octubre
de 1883 (incluida en este apéndice documental), donde se lee: “La proclama que se me
atribuye fechada en Mollepata es apócrifa, por lo que he hecho que así lo declare en mi
nombre mi secretario en una esquela dirijida [sic] al Director de “La Bolsa” que supongo
que ya se haya publicado. Todos los conceptos de esa proclama están en contradicción con
la verdad de los hechos y es obra de las pasiones de partido. La única auténtica es la
espedida [sic] en Ayacucho en 12 de agosto”. En efecto, la “esquela” citada por Cáceres en
su carta a Montero, fechada el 16 de septiembre de 1883 y suscrita por su secretario
Florentino Portugal, fue publicada en La Bolsa de Arequipa el sábado 6 de octubre de
1883: “General Cáceres. El secretario de este bizarro general nos ha dirijido [sic] desde
Ayacucho, las siguientes líneas, que publicamos con agrado, declarando, con la suficiente
autorización, que es apócrifa la proclama que se le atribuye al General Cáceres, fechada en
Mollepata, después de la batalla de Huamachuco. Conste, pues, que esa proclama que ha
publicado tanto la prensa nacional como la prensa extranjera, es obra de la impostura. Dice
el secretario del Jefe Superior del Centro: ´S[eño]r Director de `La Bolsa`. Sr. Director: En
el N. 65, año II de `El Deber`, periódico que se edita en el Cuzco, como trascrita [sic] del
388
ilustrado diario que u[sted] dirije [sic], se registra una proclama, que se atribuye al
Benemérito s[eñor] General don Andrés A. Cáceres, fechada en Mollepata el 12 de julio
último, y que también se ha publicado en los periódicos chilenos de Lima. Como secretario
de dicho, el señor General y autorizado por él debo declarar que la citada proclama es
apócrifa, y que después del desastre de Huamachuco, la única auténtica es la dada en esta
ciudad el 12 de agosto [de 1883], que tengo el agrado de adjuntarle. No es la primera vez
que se hace uso de la suplantación e impostura, tomando el nombre del General Cáceres,
para despertar sentimientos e inclinar la balanza de la opinión, en el sentido que se desea;
también en diciembre del 81 apareció otra proclama en Lima, que se suponía expedida en
Chicla, a consecuencia de la abdicación que del poder hizo el señor Piérola: documentos
son éstos llenos de conceptos calculados, para producir determinadas sensaciones, y
fraguados insidiosamente por las pasiones de partido, que nada respetan, para el logro de
sus ambiciones. El señor General juzga que su deber es rechazar semejantes documentos;
no sólo porque no están conformes con la verdad de los hechos, sino porque en ningún
caso acepta la responsabilidad de obras que no son suyas; y para que conste, hago en su
nombre esta declaración, que espero se servirá u[sted] publicarla en su acreditado diario.
Aprovecho de esta oportunidad para suscribirme de u[sted] como su obsecuente y s[eguro]
s[ervidor]. Florentino Portugal. Ayacucho, setiembre 16 de 1883”. De la información
anterior puede deducirse que el chileno Ahumada Moreno eventualmente utilizó como
fuente ya sea el texto de la proclama publicado en “La Bolsa” de Arequipa, en “El Deber”
del Cuzco, o en alguno de los periódicos chilenos editados en Lima hacia agosto de 1883,
sin haber tomado en cuenta la aclaración del secretario de Cáceres, que fue difundida
posteriormente. La inclusión de esta proclama en la recopilación de Ahumada Moreno
explica que el historiador chileno Gonzalo Bulnes hable de este documento en el volumen
III de su Guerra del Pacífico (publicado en 1919) como un documento verdadero: “Dos días
después [de la batalla de Huamachuco] [...] [Cáceres] lanzaba una proclama desde
Mollepata, en que desfogaba su odio contra Iglesias a quien llamaba el «traidor del norte».
A los chilenos casi no los mencionaba. Su rabioso rencor era con Iglesias” (Gonzalo
BULNES, Guerra del Pacífico, p. 258). Pero lo más desconcertante es que Cáceres comente
en sus Memorias (editadas en 1924) la proclama de Mollepata considerándola tácitamente
como auténtica: “Sintiendo aún la angustia de nuestra inmerecida derrota, lancé en aquel
pueblo una corta proclama (12 de julio) manifestando mi firme resolución de no
doblegarme ante la adversidad y continuar la lucha contra el invasor, hasta donde me lo
permitiesen mis fuerzas y mi voluntad inquebrantable” (Andrés A. CÁCERES, La guerra
del 79: sus campañas. Memorias, p. 232). Esto podría revelar que, por lo menos en lo que se
refiere a algunas partes del texto de las Memorias, la versión redactada por Julio C. Guerrero
no contó con observaciones críticas y correcciones precisas que hubiesen sido realizadas
por parte del propio Cáceres. Si contó con estas observaciones críticas y correcciones, el
error pudo haberse debido a las dificultades de evocación por la distancia temporal frente a
los acontecimientos recordados, y también a la ancianidad del ilustre militar. En otro
supuesto, cabe la posibilidad de que, por lo menos en este pasaje, Guerrero simplemente
no haya considerado el testimonio de Cáceres como fuente, sino que se haya nutrido
exclusivamente de materiales chilenos. Así, siempre hablando de este caso, pudo haber
repetido un error que aparecía en las fuentes chilenas. En otras palabras, Guerrero podría
estar poniendo en boca de Cáceres informaciones que aquél consultó en fuentes chilenas.
Lo que cabe destacar aquí es que este pasaje refuerza la idea sobre la cautela con que deben
ser utilizadas las Memorias de Cáceres por el historiador que se aproxime al estudio de la
Campaña de la Sierra. Finalmente, hay que decir que Jorge Basadre no menciona la
proclama de Mollepata en la edición 1983 de Historia de la República del Perú.
389
“...en medio del revés sufrido, queda a los que han peleado en Huamachuco la satisfacción de haber
cumplido noblemente con su deber, sacrificándose en defensa de la patria...”
Después del oficio que tuve el honor de dirijir [sic] a VS en mayo último,
exponiendo las razones que me obligaban a retirarme a la zona del Norte, siguiendo la
opinión de la junta de guerra que convoqué, en vista del avance de considerables fuerzas
enemigas que venían por todas direcciones con el fin de destruir las pequeñas de mi
mando, no he podido volver a dirijirme [sic] a ese Ministerio por haberse interpuesto el
enemigo en todas las vías de comunicación, i ahora paso a poner en su conocimiento, para
que eleve al Supremo Gobierno, todos los sucesos que han tenido lugar desde entonces
hasta la fecha.
El 19 de mayo [sic] salí de Tarma cuando el enemigo dominaba ya la ciudad
ocupando las alturas de Tarma Tambo, observando el ejército el mayor orden, el mismo
que ha observado imperturbablemente en toda la marcha, efectuada siempre en pequeñas
jornadas.
En el Cerro de Pasco permanecí tres días i aunque había determinado seguir por la
vía de Cajatambo, noticias que recibí de que el coronel Recabarren [sic] venía a unírseme
por Huánuco, me obligaron a tomar esta ruta, sabiendo que las dos fuertes divisiones de
Canto i León García al mando del coronel Arriagada venían en mi demanda con orden de
seguir hasta alcanzarme; i en efecto, su persecución fue sostenida, pero a gran distancia,
pues aunque durante la marcha hice alto varias veces en distintos puntos para dar descanso
a mis tropas, jamás se presentaron .
Llegando a Yungai debía seguir por Huailas donde positivamente estaban las
fuerzas del coronel Recabarren [sic]; pero considerando que a medida que avanzaba me iba
estrechando entre las divisiones que me perseguían i la que existía en el departamento de la
Libertad, ordené que viniese el coronel Recabarren [sic] i trasmonté rápidamente la
cordillera, haciendo consentir que por caminos extraviados regresaba al centro burlando a
mis perseguidores.
Este movimiento estratégico surtió tan buen efecto, que al llegar el enemigo a
aquella ciudad, no sabiendo con exactitud mi paradero i dando asentimiento a la idea de mi
regreso, retrocedió rápidamente con dirección al Cerro de Pasco, perdiendo buen número
de tropa, por las enfermedades, el cansancio i las fatigas inherentes a una contramarcha tan
larga por caminos quebrados y de cordillera i bajo un rigoroso clima.
Libre de esta peligrosa persecución, me dirijí [sic] a Pomabamba, i allí en busca de la
fuerza del coronel Gorostiaga, que por datos seguros constaba de 1,400 hombres i debía
encontrarse entre Corongo y Mollepata; pero a mi aproximación éste se retiró con
precipitación a Huamachuco, sin embargo que en aquel último punto debía esperar un
refuerzo que le venía de Trujillo, según una comunicación enemiga que llegó a mi poder.
Una nueva comunicación escrita en clave por el jefe del refuerzo anunciado,
comandante González al coronel Gorostiaga me puso al corriente del movimiento que
aquel iba a emprender de Santiago de Chuco para reunirse a éste en Huamachuco. Se
390
del cerro Sazón en protección de los suyos i éstas fueron también arrolladas por los
cuerpos lijeros, Junín i Jauja, mandados respectivamente por los coroneles Vizcarra i Luna,
que componían la división del coronel Máximo Tafur. El enemigo seguía destacando
fuerza, i yo hacía lo propio mandando por la derecha la división del capitán de navío
Astete, compuesta de los batallones San Jerónimo i Apata mandados por el coronel
González i comandante Goyzueta; por el Centro la división del coronel Gastó, formada
por los batallones Concepción i Marcavalle, mandados por los coroneles Carrión i Crespo;
i por la izquierda de la división del coronel Cáceres con los batallones Tarapacá i Zepita
mandados por los coroneles Espinosa y Borgoño; quedando de esta suerte completamente
empeñado el combate en el estenso [sic] llano que separaba las posiciones enemigas de las
nuestras.
El valor que desplegaron nuestros jefes, oficiales i soldados, es superior a todo
encomio, haciendo retroceder al enemigo hasta una cadena de lomas que se destaca en un
costado del Sazón; i cuando el empuje de los nuestros los desalojaba también de estas
posiciones, mandé al coronel Recabarren [sic] para que con las pequeñas fuerzas que
conservaba, diera impulso al ataque, lo que efectuó con bastante brío viéndose el enemigo
obligado a refujiarse [sic] en sus primitivos i elevados atrincheramientos; entonces viendo el
completo éxito obtenido en las cuatro horas de combate transcurridas, ordené que bajara la
artillería a colocarse al frente del último baluarte enemigo, lo que verificó el coronel Secada
que siempre estuvo a la altura de su deber, i mandé a mis ayudantes en todas direcciones
para que detuvieran nuestras fuerzas a fin de que reemplazaran la munición gastada,
enviando al efecto a todo el campo las distintas secciones del parque; pero fue imposible
contener a muchos de nuestros valientes soldados que enardecidos i alentados por haber
hecho retroceder repetidas veces a los chilenos, se lanzaron impremeditadamente sobre el
cerro que ellos ocupaban, trepando con firmeza i serenidad a pesar del mortífero fuego que
les hacían de sus atrincheramientos: ya por su retaguardia se esforzaba su caballería en
contener a parte de sus infantes que huían en completa dispersión, i los más esforzados de
los nuestros casi se confundían en la cima del cerro con sus enemigos, cuando
repentinamente retrocedieron desde esa altura gritando ¡municiones! ¡municiones!...
Quiso la mala suerte que implacablemente nos persigue, que en el momento más
preciso cuando iba a coronar la victoria la intrepidez i el denuedo de nuestros soldados, se
les agotara la munición, i, no teniendo bayonetas, tuvieron que retroceder, causando honda
impresión en todo el campo que la más horrible confusión siguió luego, e instantáneamente
se declaró nuestra derrota, sin que los mayores esfuerzos fueran capaces de contenerla.
Parte de la caballería enemiga apareció entonces, cortando la retirada a nuestra artillería i
nuestros soldados corrieron en todas direcciones, sin que mi empeño i el de mi secretario,
teniente coronel don Florentino Portugal, que fue uno de los últimos en salir del campo,
lograran hacerlas reconcentrar en nuestras antiguas posesiones.
Triste, mui [sic] triste es para el que ama a su patria i ha puesto a su servicio todos
sus conatos i toda su vida, verla hundirse de improviso, desde la altura a que la levantara
durante la lucha el valor de sus buenos hijos. Pero en medio del revés sufrido, queda a los
que han peleado en Huamachuco, la satisfacción de haber cumplido noblemente con su
deber, sacrificándose en defensa de la patria i con la conciencia de que sólo la más
manifiesta fatalidad pudo haber sorprendido al enemigo con la victoria en medio mismo de
su derrota.
El General Silva, sin reparar en su elevada clase, pidió el primer día una compañía,
que le fue concedida, al mando del mayor López i con ella tomó parte de la caballada
enemiga, auxiliado de mis ayudantes Químper y Velarde; i fue el primero que entró a la
ciudad, portándose siempre en lo sucesivo con el mayor denuedo, hasta que una bala cortó
su existencia; el coronel Leoncio Prado hizo lujo de valor i avanzando a la cabeza de los
más esforzados i, a pesar de tener rota una pierna i el pecho atravesado, salió del campo
392
para espirar a no lejana distancia del enemigo, i para no hacer mención especial de cada
uno, baste decir que todos los jefes han rivalizado en valor, señalándose además entre los
muertos, aunque no hai [sic] conocimiento exacto, a los coroneles Astete, Aragonés,
Máximo Tafur, Prado i M.E. Luna. Los comandantes Goyzueta, Ponce de León i Vila i los
sarjentos mayores Zavala, Váscones i Ramírez; i habiendo visto heridos a los coroneles
Recabarren, Borgoño, Viscarra i Carrión i a los sargentos mayores López i Gómez sin saber
de una manera positiva las demás pérdidas que haya habido.
Al recomendar a la consideración del Supremo Gobierno el digno comportamiento
de todos los jefes i oficiales del ejército, debo hacer especial mención del Jefe de Estado
Mayor coronel Manuel Tafur que, sobreponiéndose a su avanzada edad, ha hecho con rigor
toda la campaña i tomó a su mando una fuerza para entrar bizarramente a la pelea; de mi
secretario privado, teniente coronel F. Portugal que en todas las campañas del centro ha
prestado importantes servicios; los secretarios de la jefatura doctor don Pedro M.
Rodríguez, Daniel Heros i L. La-Puente; del coronel i teniente coronel de ingenieros
Teobaldo Elespuru i E. de la Combe; de mis ayudantes que han desempeñado
satisfactoriamente las más peligrosas comisiones, sargento mayor, R. Bentín, a quien le
mataron el caballo en el fragor del combate; capitán Darío Henríquez, que salió herido;
Enrique Oppenheimer que murió combatiendo al mando de una compañía; A. Químper i
Z. del Vigo i los tenientes Romero, Costa i Velarde; i de mi escolta compuesta de la
juventud tarmeña al mando del sargento mayor D. Zapatel.
La tropa que salió del campo sacó sus armas, que quedan en los distintos pueblos
del Norte, i existe también la mitad del parque i cantidad de armas que no pudieron llegar a
Huamachuco por falta de brigadas; así es que en aquella zona existen elementos para la
organización de nuevas fuerzas.
Comprendiendo que el deber me llamaba, sin reparar ningún peligro, a vigilar por
los intereses de los pueblos de mi jurisdicción, desde el campo del desastre hasta aquí, he
venido atravesando constantemente por el medio de la línea enemiga, compuesta desde el
Norte por la división Gorostiaga, otra división desembarcada probablemente en Casma i
que se aproximaba a Huaraz, las fuerzas de Arriagada que contramarcharon de Yungai i que
ocupaban de Huallanca a Huanuco, i otras fuerzas que vinieron de Huacho i que se
estendían [sic] del Cerro de Pasco a Junín, avanzando a Tarma. En el tránsito me he podido
librar de las numerosas partidas enviadas en mi persecución i repeler a balazos el asalto que
en la noche del 26 sufrí en Tarma Tambo i en que casi fui víctima con los pocos que me
acompañaban, por un destacamento de caballería que había venido borrando mis pasos, i
que entró a Tarma al mismo tiempo que yo salía de esta ciudad.
Una vez aquí i en vista de la nueva i fuerte expedición que avanza sobre estas
provincias, he resuelto retirarme a Ayacucho a organizar los elementos que allí existen i
reforzar la división que dejé aquí al mando del coronel Dávila, para que el Supremo
Gobierno disponga de ellos como tenga por conveniente.
ANDRÉS A. CÁCERES
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico...(tomo VIII), pp. 218-220.
La indicación de que Cáceres abandonó Tarma el 19 de mayo de 1883 es con toda
seguridad un error cronológico producto del apuro con que debió redactarse este
393
“Aunque [...] el ejército de mi mando sucumbió valerosamente en los campos de Huamachuco, me siento
aún firmemente resuelto a seguir consagrando mis esfuerzos a la defensa nacional, pues el desastre sufrido,
lejos de abatir mi espíritu, ha avivado, si cabe, el fuego de mi entusiasmo”
Aunque según el parte que con fecha 30 del mes último tuve la honra de elevar al
Supremo Gobierno por el órgano de VS., que el ejército de mi mando sucumbió
valerosamente en los campos de Huamachuco, me siento aún firmemente resuelto a seguir
consagrando mis esfuerzos a la defensa nacional, pues el desastre sufrido, lejos de abatir mi
espíritu, ha avivado, si cabe, el fuego de mi entusiasmo.
No se oculta a la penetración de VS. cuánto importa, en el orden político i militar,
contener por todos los medios posibles a las fuerzas invasoras que avanzan hacia este
departamento, estendiendo [sic] una línea de defensa en la quebrada de Izcuchaca, con el
valioso concurso de las fuerzas guerrilleras que se mantienen en pie i han solicitado con
insistencia mi apoyo i cooperación.
Bien es verdad que no sería difícil que el enemigo salvara el paso de la referida
quebrada tomando las alturas de Canayca i Moya para avanzar sobre la ciudad de
Huancavelica. Pero aún entonces convendría defender las importantes posiciones de la
quebrada de Pampas, a fin de embarazar de todos modos el plan que se proponen realizar
los chilenos, sometiendo toda la república al imperio de sus armas.
Sin perjuicio de procurar por mi parte la reorganización del ejército del Centro
sobre la base de la división mandada por el coronel Dávila, i según me permitan los escasos
elementos de que aún me es posible disponer, me dirijo a VS. con el propósito de hacer
presente al Supremo Gobierno la situación porque atraviesa actualmente la zona de mi
cargo, con la seguridad de que se apresurará a enviarme la mayor suma posible de
elementos militares para colocar estos departamentos en pie de defensa i librarlos, a costa
de todo jénero [sic] de sacrificios, de los horrores de la invasión enemiga que los amenaza.
ANDRÉS A. CÁCERES
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VIII), p.228. Fue
publicado en La Bolsa de Arequipa el jueves 6 de septiembre de 1883, p. 1.
“Guerrilleros: [...] Me siento orgulloso al asociar a vuestras legendarias picas y rejones la espada que la
patria me encomendó para su defensa”
Conciudadanos:
En el combate del 10, mucho más sangriento i reñido que los anteriores, la suerte
comenzó por mostrarse propicia a nuestras armas; pero concluyó bien pronto por pagar al
inexorable destino, que pesa sobre el Perú como una atmósfera cargada de ponzoña, el
duro tributo de la adversidad.
Nuestras tropas, que rivalizaban a porfía en valor i denuedo, llevadas por un esceso
[sic] de ardimiento patriótico, salvaban a paso de vencedor la distancia que los separaba de
las últimas posiciones enemigas, introduciendo en ellas el desorden i el espanto.
Ni el toque de corneta ni la voz de mando de sus jefes i oficiales podían contener el
impetuoso arrojo de esos guerreros que seducidos por los albores de la victoria, cuyos
primeros rayos herían ya sus inquietas pupilas, avanzaban imprudentes hacia el abismo sin
calcular que sus municiones estaban agotadas i que sus rifles carecían de bayonetas.
Las huestes chilenas que huían despavoridas sin que fuera parte a atajarlas la acción
vigorosa de su caballería, apercibidas de que había cesado de improviso los fuegos de
nuestra parte, volvieron las armas contra sus vencedores, que sobrecojidos [sic] de sorpresa
se declararon en derrota.
He ahí, pues, el itinerario de la breve pero sangrienta campaña del Norte.
Nada, nada se ha omitido para contrapesar en la balanza del éxito la superioridad
numérica del enemigo. Las combinaciones de la estratéjica [sic] militar para debilitar su
acción, dividiéndola con movimientos falsos, la valerosa decisión de los jefes, que parecían
dominados por el frenesí de la gloria y del sacrificio; la audacia de los oficiales, superior a
todo encarecimiento; el denuedo de la tropa, que en vértigo del entusiasmo había roto en el
momento más decisivo el freno de la disciplina, todo, todo eso ha sido ineficaz para
detener los rudos golpes que tal vez descienden del cielo como rayos de la justicia divina
sobre esta patria sumida en el piélago de sus desventuras, pero no abatida aún por los
reveses de su implacable destino.
La enorme cifra de muertos i heridos en los aciagos campos de Huamachuco da la
medida del encarnizamiento de la lucha.
No importa. Todavía circula por mis venas la sangre que juré derramar sin reserva
en aras de la defensa nacional; todavía se estremecen vigorosas las fibras del corazón al
grito del deber; todavía se mantienen en pie los valerosos pueblos de Junín i Huancavelica,
decididos a rescatar a costa de su preciosa existencia los sagrados derechos de la República.
I mientras haya sacrificios que arrostrar en la escala de los supremos esfuerzos, apuremos
hasta sus heces la amarga copa del deber.
Es verdad que la paz es el bien que todos ambicionamos con vehemente anhelo;
pero también es cierto que no es posible procurarla sin mengua i humillación fuera del
derrotero que nos marca la brújula de la guerra. Buscarla por otro camino sería nada menos
que implorar de rodillas la clemencia del vencedor i someternos como siervos abyectos a la
afrentosa coyunda de su despótica voluntad.
Con la humillación i la deshonra jamás transijen [sic] los pueblos libres. No
olvidemos que la dignidad en medio del infortunio es la única áncora que habrá de salvar al
Perú del naufrajio [sic] total.
Soldados:
Guerrilleros:
Menos que nadie puedo ser indiferente a los fervientes votos que hacéis por la
patria. Me llamáis a vuestra cabeza para dirijir [sic] una vez más el vigoroso impulso de
vuestros brazos i compartir vuestras fatigas i penalidades. Heme aquí dispuesto a ayudaros i
sucumbir en la demanda a vuestro lado.
Me siento orgulloso al asociar a vuestras lejendarias [sic] picas i rejones la espada
que la patria me encomendó para su defensa.
Quiera la Providencia guiar nuestros pasos en la espinosa senda del sacrificio
común i hacerla más propicia a nuestros afanes; senda en la cual jamás os abandonará
vuestro jeneral [sic] i amigo.
ANDRÉS A. CÁCERES.
Ayacucho, agosto 12 de 1883”.
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico...(tomo VIII), pp. 227 y s.
Cáceres ratificó la autenticidad de esta proclama en carta al presidente Montero, fechada en
Andahuaylas, el 4 de octubre de 1883 (incluida en el presente apéndice documental). La
proclama fue publicada en La Bolsa de Arequipa el jueves 6 de septiembre de 1883, p. 1.
Hasta esta última fecha (según comentario de La Bolsa del día siguiente), la batalla de
Huamachuco había sido conocida en Arequipa, entonces sede del gobierno peruano,
únicamente a través de versiones triunfalistas chilenas que habían comenzado a circular a
partir del domingo 22 de julio, en medio de un explicable espíritu de zozobra nacional (La
Bolsa, lunes 23 de julio de 1883, p. 1).
“Al pasar por los pueblos de los Departamentos de Junín, Huancavelica y Ayacucho, maravillado una vez
más he visto que todos ellos están, hoy más que nunca, llenos de admirable resolución y entusiasmo para
emprender nuevamente sus anteriores memorables jornadas [...] La fe en estos pueblos no se ha extinguido:
cada día es más ardiente; y mientras ella exista puede obrarse prodigios. Contamos pues con el número de
millares de guerrilleros que con alegre entusiasmo esperan la hora del sacrificio en aras de la Patria”
Estimado amigo:
Después del desastre de Huamachuco llegué a este lugar el diez del presente, donde
[h]e leído con suma satisfacción sus dos estimables llenas de sentimientos de verdadero
patriotismo, la una de 31 de Mayo, y la otra del 3 Junio últimos, las que contesto con
verdadera complacencia.
Antes le daré ligeras noticias de todos los sucesos en mi espedición [sic] al norte.
397
en el Centro y retirarme a la vida privada; pues hasta ahora mis sacrificios han sido mal
interpretados por mis gratuitos opositores que imajinando [sic] contra mí ingratas
suposiciones, quieren hacerme el blanco de injustas acusaciones.
De Huancayo oficié al Supremo Gobierno dándole parte detallado sobre los
sucesos de Huamachuco; espero lo que él y su Gabinete resuelvan sobre la grave y
trasce[n]dental situación de los pueblos del Centro con la nueva invasión enemiga de
chilenos y “achilenados”, los que con fuerzas considerables ocupan a la fecha todo el
Departamento de Junín.
La división Dávila que a mi regreso encontré en Jauja en muy buen pie, se halla en
Izcuchaca; con esta división y la fuerza que estoy organizando en este lugar, cuenta hoy el
Egército [sic] del Centro con 1,000 hombres armados.
Al pasar por los pueblos de los Departamentos de Junín, Huancavelica y Ayacucho,
maravillado una vez más he visto que todos ellos están hoy más que nunca, llenos de
admirable resolución y entusiasmo para emprender nuevamente sus anteriores memorables
jornadas; cada pueblo forma una columna de guerrilleros o lanceros sin escluir [sic] a
ninguno de sus habitantes, muchos de ellos con armas de precisión.
La fe en estos pueblos no se ha extinguido: cada día es más ardiente; y mientras ella
exista puede obrarse prodigios.
Contamos pues con el número de millares de guerrilleros que con alegre entusiasmo
esperan la hora del sacrificio en aras de la Patria.
Si el Gobierno con un poco más de desprendimiento mandase el ejército de línea
del Sur en protección del Centro, entonces se lograría mantener como antes dividida la
atención del enemigo, pues con la cooperación de los guerrilleros y las fuerzas que vienen
del Sur pod[r]íamos avanzar hasta las puertas de Lima. Y caso que el enemigo pensase
atacar Arequipa, ella para su defensa contaría con su Guardia Nacional y el armamento que
viene de la Argentina. De lo contrario no existiendo en el Centro elementos de resistencia
el enemigo avanzaría hasta dominar todo el Centro y Sur obligando a nuestro Gobierno
Constitucional a reconcentrarse en Arequipa, cuyas consecuencias serían de fatales
resultados. Así alcanzaremos que Chile, persuadido de que el gobierno de Iglesias no está
sostenido sino por sus bayonetas, se verá obligado a tratar con nuestro Gobierno
Constitucional, y conseguiremos hacer una paz equitativa y decorosa.
Al contestar al tenor tan sencillo como elocuente de sus cartas le hablaré a u[ste]d
sinceramente. Amigo mío, si todos procediesen como u[sted] piensa; si todos buscasen la
salvación de la Patria unificados por los patriotas sentimientos que a u[ste]d le animan,
entonces contaríamos con poderosos elementos de defensa contra el enemigo común: en la
unidad está la fuerza; en la voluntad unificada de los pueblos está su propia salvación.
Esperemos pues el curso de los acontecimientos para no desmayar en la gran obra de la
salvación de nuestra Patria.
A su hermano N... sírvase u[ste]d retornarle sus recuerdos; y a toda su estimable
familia un afectuoso saludo. Como siempre me complazen[sic] en renovarle mis simpatías y
marcada estimación como su invariable amigo y s[eguro] s[ervidor].
Andrés A. Cáceres”
“[…] si tú te persuades que para el caso de una invasión a Arequipa basta la Guardia Nacional de ese
pueblo aguerrido y valeroso, que puede aumentarse hasta donde se quiera con las armas que están para
llegar de la Argentina y con los numerosísimos brazos que aún tiene desocupados y que pueden ocurrir del
Departamento de Puno, y te decides a mandar a estos lugares el ejército de línea, entonces podríamos con el
auxilio de los buenos elementos que aquí existen, regresar a paso de vencedor hasta Lima, obligando al
enemigo a convencerse de la inutilidad de sus esfuerzos para sostener a Iglesias y de que no hay otra paz
posible sino la que pueda celebrar con tu Gobierno. Esto es factible y necesario; medítalo, y espero que tu
resolución será favorable; máxime cuando desapareciendo toda resistencia por este lado, Arequipa quedaría
como el único objetivo donde concurriríran todas sus fuerzas, y conviene mantener dividida su atención y sus
esfuerzos”.
“S[eño]r Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa.
Querido amigo:
En la que tuve el agrado de dirijirte [sic] hace pocos días, narrándote rápidamente lo
ocurrido en mi fatal espedición [sic] al Norte, te decía también que iba a ocuparme en la
reorganización e incremento de fuerzas aprovechando de las pocas armas existentes; y tal
es mi empeño del momento, esperando ver cumplido mi deseo muy en breve.
Los chilenos han estado reconcentrando sus fuerzas en Huancayo, donde tenían ya
los Bat[allone]s «Maule» y «Miraflores», 8 piezas de artillería y 200 hombres de caballería, y
sólo esperaban el «Buin» para seguir su marcha a estos Departamentos. Mi intento es
acelerar el arreglo de Gend[arme]s del Cuzco para ir a reforzar Yzcuchaca [sic] y con el
ausilio [sic] de los guerrilleros impedir cuanto sea posible el avance del enemigo; pero
también comunicaciones venidas por Huaitará dicen que por Yca [sic] se espera una
espedición [sic] a estas regiones, y si esto es cierto, será vana toda tentativa de resistencia y
de todo punto forzoso ir al otro lado del Pampas con el conjunto de elementos bélicos que
en esta zona existen, en la que se establecerá definitivamente la autoridad de Yglesias [sic].
Pero esta situación puede cambiar por completo hasta operarse una reacción segura y
salvadora, si tú te persuades que para el caso de una invasión a Arequipa basta la G[uardia]
Nacional de ese pueblo aguerrido y valeroso, que puede aumentarse hasta donde se quiera
con las armas que están para llegar de la Argentina y con los numerosísimos brazos que aún
tiene desocupados y que pueden ocurrir del Dep[artamen]to de Puno, y te decides a
mandar a estos lugares el ejército de línea, entonces podríamos con el ausilio [sic] de los
buenos elementos que aquí existen, regresar a paso de vencedor hasta Lima, obligando al
enemigo a convencerse de la inutilidad de sus esfuerzos para sostener a Yglesias [sic] y de
que no hay otra paz posible sino la que pueda celebrar con tu Gobierno. Esto es factible y
necesario; medítalo, y espero que tu resolución será favorable; máxime cuando
desapareciendo toda resistencia por este lado, Arequipa quedaría como el único objetivo
donde concurrirían todas sus fuerzas, y conviene mantener dividida su atención y sus
esfuerzos.
La suprema resolución separando las Provincias de Lucanas y Parinacochas de este
Departamento para anexarlas al de Arequipa durante la guerra, ha causado la más
desfavorable impresión en todos los habitantes y en todos los círculos; y dada la delicadeza
de la situación que atravesamos, debo decirte que tal medida ha sido inconsulta y puede
400
tener graves consecuencias aunque no sea sino en la opinión. Fuera de esto y para hacer
más agraviante el caso, se ha nombrado de Sub-Prefecto de una de esa [s] Provincias a un
tal Carlos Flores, autor, con su hijo, de todos los escándalos pasados en que se revelaron
contra esta Jefatura desconociendo toda autoridad, perseguido como deudor al Fisco de
una fuerte suma y el elemento más nocivo y disociador de que haya ejemplo; y a este
individuo que debía estar en la cárcel, no sólo se le tolera y se le apoya, sino que se va hasta
el punto de dislocar un Departamento para darle dominio según sus aspiraciones, dando la
más tremenda campanada de desmoralización. Yo en cumplimiento de mi deber perseguí y
acusé a ese individuo, sin animosidad ni prevención alguna, pero por obligación y por
justicia; y hoy el Gobierno deja burlada mi autoridad, haciendo prevalecer y triunfar
menguadas pretensiones y elementos dañosos. Así es imposible mi subsistencia en esta
Jefatura.
Tuyo af[ectísim]o amigo y s[eguro] s[ervidor]
A. Cáceres [rubricado]”
Para los efectos a que se contrae la presente solicitud, nómbrase una comisión
compuesta del fiscal de la ilustrísima corte superior del departamento y del cajero fiscal del
mismo. Comuníquese, etc.
Cáceres”·
cuentas y documentos de la sección de contabilidad del Estado Mayor del Ejército del
Centro, que estaba bajo su jefatura.
Apareciendo del acta sentada por la comisión nombrada para examinar las cuentas
de la sección de contabilidad del ejército del centro, mandada a esta jefatura por dicha
comisión, que las que corresponden a los meses de enero, febrero, marzo y abril del
presente año están debidamente comprobadas; y de conformidad con la presente solicitud;
apruébanse las referidas cuentas y deposítense sus comprobantes en la caja fiscal de este
departamento. Comuníquese, etc.
Cáceres”·
“Pero, debo hablarte con ingenuidad en el seno de la confianza, los hombres que compartían ayer contigo el
poder no eran guiados por la antorcha del patriotismo, sino por un espíritu egoísta cuyo influjo contenía tus
arranques naturalmente generosos y tus mejores disposiciones, con el fin de privarme de mayor acción, sin
reparar que por este torcido camino labraban la ruina del país, y que las luchas de esta zona no sólo
mantenían en pie nuestra bandera, sino que atrayendo hacia sí gran parte de la fuerza enemiga, impedían el
proyectado ataque a Arequipa”
“S[eñ]or Contra-Almirante
D[o]n Lizardo Montero
Arequipa.
Querido amigo:
402
Tus cartas del 30 de agosto último y 6 del actual, tan deseadas, han venido a dar
aliento y esperanzas a mi espíritu. Francamente, cuando ya sólo pensaba en retirarme a la
vida privada, con la conciencia de haber hecho por el país cuanto ha estado a mis alcances,
me llega la noticia de que al fin te has resuelto a mandar elementos al Centro. Si esto
hubiera ocurrido antes, cuando yo lo exijía [sic] en nombre de la patria viendo dibujarse
claramente los peligros que amenazaban mi Ejército y en él la situación delicadísima del
país, no pesarían sobre nosotros los últimos desastres y antes bien, nuestras condiciones
serían muy distintas e inmensamente ventajosas. Pero, debo hablarte con ingenuidad en el
seno de la confianza, los hombres que compartían ayer contigo el poder no eran guiados
por la antorcha del patriotismo, sino por un espíritu egoísta cuyo influjo contenía tus
arranques naturalmente generosos y tus mejores disposiciones, con el fin de privarme de
mayor acción, sin reparar que por este torcido camino labraban la ruina del país, y que las
luchas de esta zona no sólo mantenían en pie nuestra bandera, sino que atrayendo hacia sí
gran parte de la fuerza enemiga, impedía[n] el proyectado ataque a Arequipa. Ya, pues, que
pones a mi disposición fuerza organizada y elementos, y me ofreces ausiliar [sic] esta zona
con toda la decisión que su importancia requiere, no puedo escusarme [sic], porque pública
y solemnemente he prometido no omitir ningún sacrificio en aras de la patria.
Las circunstancias que me rodean al principar esta nueva era, son muy difíciles: la
invasión a estos Departamentos para introducir con la punta de las bayonetas el iglesismo,
está ya en Iscuchaca [sic], después de haber sido defendido el terreno palmo a palmo por
los guerrilleros, cuyo entusiasmo ha crecido al verme de nuevo entre ellos; habiéndose
retirado la tropa de línea en conformidad con mis instrucciones, pues no quiero esponerla
[sic] hasta que haya probabilidades de buen éxito. Según las noticias que he recibido, son
dos mil hombres los que han llegado a Izcuchaca, otra fuerza viene por la ruta de Pampas,
Provincia de Tayacaja, y a retaguardia avanzan los cuerpos salidos últimamente de Lima.
En consecuencia, yo, una vez que reúna los 400 hombres de la División Dávila a los 200
que están aquí y vinieron del Cuzco, iré con toda esta fuerza a Andahuailas [sic], donde
espero encontrar la División Luna: incrementadas y bien organizadas estas divisiones con
los 1,000 rifles que también me mandas, ya se podrá tomar medidas de alguna
consecuencia. Pero si quieres perfeccionar tu obra, permitiéndome que emprenda
operaciones de alguna significación; si te convences de que el simple amago por este lado,
debilita el intento sobre Arequipa, y que la espulsión [sic] de los invasores de esta región
cambiaría ventajosamente las condiciones del país, mándame una División más, por lo
menos: entonces, verás realizarse una gran obra que sería esclusivamente [sic] tuya.
Considera que sólo que cesen las hotilidades en el Centro, podrá el enemigo reconcentrarse
sobre Arequipa, y que mientras más vivo sea por aquí el ataque, más disminuyen las
posibilidades de realizar esa empresa; fuera de que, llegado el caso, Bolivia tendría que
mandar ausilio [sic] o romper la alianza. Medita sobre esto y rompiendo las vallas que antes
te han detenido, impulsa completamente este ventajoso sitio de operaciones, que por ser el
principal y el que más cuidados ha ofrecido y ofrece al enemigo, es su preferente objetivo y
trata de ocuparlo en su totalidad. También mándame cuatro cañones de a cuatro rayados,
que ésta es arma de gran efecto en la configuración de estos lugares; y brigadas, pues aquí
ya no existen mulas. He aquí mis pedidos aprovechando de tus ofrecimientos, que espero
me los proporcionarás.
Ahora, paso a hablarte sobre un asunto muy grave y sobre el que ya en una de mis
anteriores te llamé la atención. La separación de Lucanas y Parinacochas de este
Departamento ha causado la más desagradable sensación en todos, y en la actualidad sus
funesta[s] consecuencias son inmediatas y palpables. Ocupado Junín por los chilenos ese
Departamento no ofrece el menor recurso, Huancavelica, aunque no lo estuviera, está
organizado en guerrillas y tampoco contribuye con nada ni tiene ya con qué contribuir; este
Departamento de Ayacucho fuera de los disturbios de algunas Provincias como Huanta y
403
La Mar que las tiene de hecho segregadas, está sumido en tal postración y pobreza que su
ofrenda sería insignificante: por manera que ¿de dónde se sacan recursos para atender al
nuevo Ejército, si se separan las dos únicas Provincias que pudieran proveer, por su riqueza
y porque hasta ahora están intactas? Quiero que resuelvas esta cuestión importante. Pero al
lado de este asunto, hay otro más grave y que atañe a mí personalmente. Al separarse esas
Provincias se ha nombrado de autoridades de ellas a los Flores; y esto es profundamente
desmoralizador y un desaire inmerecido a mi autoridad; porque a esos individuos esta
Jefatura los ha perseguido por deudas al Fsico el uno y por trastornadores del orden
ambos, pues aun en mi Memoria los acuso por haber revolucionado Parinacochas
desconociendo mi autoridad. Y, ¿se separa esas Provincias para poner de autoridad a
semejantes hombres? ¿Tan poco vale mi autoridad y mi persona que se prefiere a
bandoleros de ese género? No; con entera franqueza, si esos individfuos siguen en esos
puestos, cuenta con que de hecho dejo la Jefatura. No quiero comunicarte cómo esplicar
[sic] aquí ese escándalo; pero juega en ello la cancelación de una cuenta de tu ministro
Herrera a los tales Flores. Ya ves que esto no es digno de tu Gobierno.
A. Cáceres [rubricado]”
“Hazme la justicia de creer que no abrigo contra ti ninguna animosidad; pero muy distinta sería nuestra
situación, si tú hubieras cumplido los compromisos que contrajiste conmigo en Tarma. Llegaste a Arequipa
y olvidaste tus ofertas, no sé por qué motivo o influencia a pesar de mis instancias, sin que el
desenvolvimiento de los sucesos desde entonces hasta hoy haya justificado en lo menor semejante proceder”.
Querido amigo:
A. Cáceres [rubricado]”
“Yo reconozco en Montero muy buenas prendas; pero lastimosamente está dominado por un pequeño círculo
de personas que nada valen ni nada significan [...] deseo que mueva V. todos los resortes posibles para
hacerle comprender a Montero sus propias conveniencias y las de la patria...”
a Montero sus propias conveniencias y las de la patria que exije [sic] otra actitud de su
parte.
Creo, pues, que aun es posible conseguir muchas ventajas, y es preciso que no se
pierda la fe tan completamente para transijir [sic] con toda exijencia [sic] de parte del
enemigo por monstruosa que ella sea. Le ruego que influya V. también en este sentido.
Indicaré a V. también que por la prensa y de todos modos se ha propalado que yo
he solicitado salvo-conducto del Jefe chileno. Sírvase V. desmentir esta especie con que se
trata de dañarme.
Deseo a V. todo bien, y le suplico que me crea V. como siempre su af[ectísim]o
amigo
s[seguro] s[servidor]
A. Cáceres”
FUENTE: Aurelio MIRÓ QUESADA S., “El Comercio en la Guerra del Pacífico”, pp.
168-170.
«Accediendo a la solicitud del jefe recurrente, nómbrase al juez de primera instancia de esta
provincia, doctor don Justo Aspur, y al primer ayudante de la tercera sección del estado
mayor general para que asociado al señor don Manuel C. Vargas, cajero fiscal del
departamento de Ayacucho, que antes ha desempeñado esta comisión, concluyan el
examen y revisión de las cuentas de la extinguida sección de contabilidad del ejército del
centro. Regístrese, comuníquese y archívese».
COMANDANTES DISTRITALES
De LURICOCHA, d[on] Fernando Sinchitullo — de HUAMANGUILLA d[on] Lucas
Huaillasco
COMANDANTES DE PAGOS
Puca-raccay y Cedro-pata:
1er. Jefe d[on] Pascual Villanueva
2º id. d[on] Mariano Pineda
Marocaracay:
1er. Jefe d[on] Gaspar Cuadros
2º id. d[on] Venancio Rivera
Culluchaca:
1er. Jefe d[on] Lorenzo Gonzáles
2º id. d[on] Gregorio Mancilla
3er. id. d[on] Andrés Gonzáles
Ccollpa-pata y Espíritu Santo:
1er. Jefe d[on] Santiago Oré
2o id. d[on] José Yaranga
Visto el anterior oficio del comisario del ejército, en que solicita la aprobación de
las cuentas de la extinguida sección de contabilidad, y apareciendo de las actas de la
comisión revisora nombrada al efecto, que dichas cuentas se hallan en debido orden y
perfectamente comprobadas, con solo el reparo eventual de la falta de la firma del ex
pagador de dicha oficina don José Seminario, que se halla ausente; se resuelve: apruébanse
las referidas cuentas con el reparo enunciado; debiendo continuar, hasta poder asegurarlas
en lugar conveniente, a disposición y bajo la exclusiva responsabilidad del jefe oficiante.
Cáceres”
Carta del general Andrés A. Cáceres al señor Manuel Sixto Miranda, residente en
Pullo, Ayacucho (Andahuaylas, 18 de noviembre de 1883)
“Dos clases de hombres están llamados a salvar al Perú de tan angustioso conflicto: los hombres de acción i
los hombres de fortuna, los primeros con el sacrificio de la vida, los segundos con el de su dinero”.
Estimado amigo:
En la fecha se dirije a esa provincia, comisionado por mí, el coronel don Guillermo
Ferreyros, prefecto de Junín, a fin de colectar fondos para el sostenimiento del ejército del
Centro que, como Ud. sabe, es el llamado a arrojar al ejército chileno de los departamentos
del Centro i a mantener incólume el honor e integridad del Perú.
Me he fijado para este objeto en aquellas provincias, porque encierran fuentes de
riquezas que no han sido tocadas todavía en provecho de la guerra en que está empeñado el
país.
Creo que en Parinacochas puede levantarse fácilmente un empréstito de 5,000 soles
entre los capitalistas i acomodados del lugar, los mismos que le serán reembolsados con la
contribución sobre la renta i aún con la personal. Otro tanto puede hacerse en Lucanas.
Para el buen éxito de esta operación económica, de vida o muerte para las fuerzas
de mi mando, i que he encomendado al coronel Ferreyros, cuyo criterio i prendas
personales someto a su estimación, cuento con Ud. que en estas circunstancias hará sin
duda efectivos sus ofrecimientos de otras épocas.
Ha llegado, amigo mío, para el país el momento solemne de la prueba, momento
que no se salva con palabras sino con hechos. Dos clases de hombres están llamados a
salvar al Perú de tan angustioso conflicto: los hombres de acción i los hombres de fortuna,
los primeros con el sacrificio de la vida, los segundos con el de su dinero.
412
Porque así lo comprende Ud. mejor que muchos, espero que Ud. mismo reunirá a
los principales de esa provincia para que éstos en vista de la peligrosa situación del ejército
del Centro i de los departamentos de mi mando, contribuyan con una suma proporcional i
equitativa a conjurar los males mayores que en caso contrario pesarían sobre la patria.
Dando a Ud. las gracias anticipadamente por su patriótico comportamiento, me es
grato suscribirme de Ud. como siempre su atento amigo i seguro servidor.
A.A. CÁCERES
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VIII), p. 328.
“Mañana que la historia consagre los esfuerzos y sacrificios de cada pueblo, Huanta tendrá una página
especial y muy gloriosa”.
(Firmado) A. A. Cáceres”.
“A los malos peruanos que haciendo causa común con nuestros enemigos han servido a éstos o que
manifiesten tendencias subversivas, no los consienta usted en los pueblos encomendados a su vigilancia, pues
de ninguna manera deben haber condescendencias con los traidores”.
integridad; previniéndole que es preciso preservar [¿perseverar?] en esta noble tarea para
vengar los ultrajes que nos ha inferido el enemigo.
No obstante los esfuerzos que he hecho, he llegado tarde con mi ejército, así es que
conviene por ahora permanecer alerta y siempre dispuestos a emprender nuevas
operaciones.
A los malos peruanos que haciendo causa común con nuestros enemigos han
servido a éstos o que manifiesten tendencias subversivas no los consienta us[ted] en los
pueblos encomendados a su vigilancia, pues de ninguna manera deben haber
condescendencias con los traidores.
Los heroicos vecinos de Huanta se han conducido siempre con ardor y patriotismo
y cuento con su nunca desmentida lealtad en todas las circunstancias.
Así manifieste us[ted] a esos abnegados patriotas, de quienes se promete su
salvación.
(Firmado) A. A. Cáceres”.
“Dos clases de elementos ha contado el Perú en la lucha sangrienta a que Chile lo provocara. El elemento
de los capitalistas i el de los audaces: compuesto el primero de comerciantes enriquecidos con la fortuna
pública, i el segundo de empleados civiles i militares sin talento i sin carácter encumbrados por su propia
miseria a la sombra de revoluciones injustificables que han desmoralizado la República”.
Honorable Cabildo:
En el trájico [sic] poema de nuestra guerra de cuatro años, los que mantenemos
nuestra mente i nuestro corazón, tenemos forzosamente que desprender esta verdad que
implica el remedio de nuestra rejeneración [sic] en el porvenir.
Dos clases de elementos ha contado el Perú en la lucha sangrienta a que Chile lo
provocara. El elemento de los capitalistas i el de los audaces: compuesto el primero de
comerciantes enriquecidos con la fortuna pública, i el segundo de empleados civiles i
militares sin talento i sin carácter encumbrados por su propia miseria a la sombra de
revoluciones injustificables que han desmoralizado la República.
Con bases tan efímeras, con medios de acción tan nulos, el resultado de la
contienda tenía que ser fatalmente el que ha sido: una serie de derrotas ignominiosas i de
estériles sacrificios individuales que sirven como de puntos luminosos en la oscura noche
de nuestros infortunios sin ejemplo.
Mas cuando el vigor del patriotismo parecía haberse extinguido por completo;
cuando el hundimiento del Perú amenazaba revestir los oprobiosos caracteres de la
cobardía, entonces las grandes virtudes cívicas que no existían en las clases directoras de la
sociedad reaparecen con más prestijio [sic] i esplendor que nunca en el corazón generoso
de los pueblos, de esos mismos pueblos a quienes se titulaba masas inconscientes i a los
que menospreciaban siempre, haciendo gravitar sobre ellos en la época de la paz los
horrores del pauperismo i la ignorancia, i en el de la guerra los sacrificios i la sangre.
Por mi parte, jamás olvidaré esta lección que puede calificarse de providencial, i
desde cualquier punto en que me arroje el destino, tendré una palabra de aplauso i un
sentimiento de admiración para los pueblos del Centro i especialmente para el distrito de
Acostambo que tantas pruebas de grandeza i valor ha dado en estos últimos años.
Reciba el Honorable Cabildo la expresión de mis respetos i del profundo dolor que
esperimento [sic] por las nuevas víctimas de la guerra en esa comunidad, i tenga en todo
caso presente que el sacrificio de hoy ha de ser la gloria de mañana.
ANDRÉS A. CÁCERES.
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VIII), p. 329.
Véase también el diario La Prensa Libre, Lima, martes 1 de enero de 1884, p. 2. Esta última
fuente peruana menciona que el documento fue publicado originalmente en el periódico El
Perú de Ayacucho. Nelson Manrique reproduce entre las pp. 343 y s. de su libro Las
guerrillas indígenas en la Guerra con Chile una versión un tanto distinta de este mismo
documento. La diferencia radica en que Cáceres se dirige en la versión de Manrique al H.
Cabildo de Acostambo y no al Cabildo de Ayacucho, como sí aparece en las fuentes
primarias que hemos citado. Manrique declara haber utilizado como fuente el libro 1879-
1883: la guerra de las ocasiones perdidas de Julio C. Guerrero.
“Disponga usted que todos los Jefes de los guerrilleros de esa Provincia vengan a esta ciudad a hablar
conmigo y tener el gusto de felicitarlos personalmente”.
416
Este Despacho se ha informado con la más grata complacencia del parte duplicado
que pasa us[ted] sobre los acontecimientos habidos en esa Provincia con el enemigo. La
actitud enérgica y valerosa de ese pueblo es digna de sus honrosos antecedentes y ofrece un
ejemplo muy levantado de patriotismo y dignidad.
Sírvase us[ted] felicitar de nuevo en nombre de la Patria y el mío a todos los que
han tomado parte en los hechos valerosos que us[ted] me comunica.
Disponga us[ted] que todos los Jefes de los guerrilleros de esa Provincia vengan a
esta ciudad a hablar conmigo y tener el gusto de felicitarlos personalmente.
(Firmado) A. A. Cáceres”.
Nota del general Andrés A. Cáceres al señor alcalde del Honorable Concejo
Provincial de Tayacaja (Ayacucho, 3 de diciembre de 1883)
“...efecto inevitable y desgraciado de la cólera de un pueblo que sacrificado en masa hiere en masa también”.
Señor Alcalde:
distinciones; habiendo sido antes de la guerra, como es notorio, por parte de los mestizos i
los blancos, objeto de especulaciones clamorosas i despotismo sin nombre.
La historia de todas las naciones nos presenta a cada paso ejemplos de sucesos que
revisten un carácter análogo a los que denuncian los vecinos de Tayacaja.
Cuando la desmoralización política parte de las clases elevadas i los sentimientos del
honor i el patriotismo han llegado a ser meras palabras i que sólo sirven para trastornar el
sentido moral y explotar la buena fe de las multitudes, éstas concluyen siempre con estallar
con grande estrago, arrastrándolo todo en su empuje ciego i fatal, lo malo i lo bueno, lo que
merece destruirse i lo que debe conservarse, efecto inevitable i desgraciado de la cólera de
un pueblo que sacrificado en masa hiere en masa también.
Con todo, i resuelto a poner un dique a este desborde peligroso, he dictado ya las
más eficaces medidas para evitar en lo sucesivo la repetición de hechos tan lamentables i
que vienen, por decirlo así, a recargar de sombras el ya bastante siniestro cuadro de
nuestras miserias i desastres.
Anúncielo así al Honorable Consejo de esa digna provincia i a su laborioso
vecindario.
Dios guarde a VS.
ANDRÉS A. CÁCERES
FUENTE: Pascual AHUMADA MORENO, Guerra del Pacífico... (tomo VIII), p. 329 y s.
Véase también el diario La Prensa Libre, Lima, viernes 4 de enero de 1884, p. 3. Este diario
cita como fuente original al periódico El Perú de Ayacucho del 15 de diciembre de 1883.
Con relación al grupo de colaboraba con los chilenos, específicamente en el caso de
Huanta, existe por lo menos un caso documentado de firma de actas “contra la causa de la
defensa nacional” (en expresión del propio Cáceres) de un tiempo inmediatamente anterior
a la consolidación de Iglesias y a la caída de Arequipa en manos de las fuerzas enemigas: el
25 de septiembre de 1883, durante el inicio de la aproximación de las fuerzas
expedicionarias chilenas del coronel Martiniano Urriola al área de Ayacucho, “una
delegación conducida por Feliciano Urbina salió de Huanta para recibir a la expedición
chilena pero fue entonces atacada por indios comandados por los partidarios de Cáceres en
la región de Chancaray obligada a volverse atrás” (Patrick HUSSON, De la guerra a la
rebelión (Huanta, siglo XIX), p. 173). Este episodio parece ser el mismo que Cáceres comenta
en una carta personal a Montero, suscrita en Ayacucho el 4 de octubre de 1883 (ut supra).
Muy poco tiempo antes, los integrantes de esta delegación habían suscrito un acta de
adhesión —en sus propias palabras— al “tratado de paz que se ajustaba entre el Gobierno
Regenerador de Montán y los chilenos” y, asimismo, habían acordado “remitir un ejemplar
al general Miguel Iglesias y otro al Comandante General de las Fuerzas expedicionarias del
Coronel [...] Urriola” (Ibid., p. 172).
“[…] no es posible que la gente patriota y los militares de honor sigan y apoyen una bandera tan infame”.
418
Estimado amigo:
De u[sted] af[ectísim]o
Compañero y amigo s[eguro] s[ervidor]
A. Cáceres [rubricado]”
“...mucho me engaño o temo fundadamente que el pacto de paz ajustado con Chile, cuyas condiciones no
conozco todavía, sea, más que un arreglo decoroso, el testo de una ominosa ley impuesta por el implacable y
soberbio vencedor al vencido...”
Señor General:
Cábeme la honra de acusar a Ud. recibo de su estimada del mes en curso, de cuyo
tenor me había enterado aún antes de que llegase a mis manos por las publicaciones de la
prensa de Lima.
Al contestarla me guía el propósito de alejarme, cuanto fuere posible, del odioso
campo de las recriminaciones a que suele arrastrar fácilmente la tentativa de armonizar
419
ANDRÉS A. CÁCERES”.
420
“Cuando se ha pasado por Tarapacá y por Huamachuco, no se puede retroceder sin mengua: no quiero
profanar con mis plantas, en ese estraño retroceso, las cenizas de tantas víctimas augustas, ni empañar con
una monstruosa deserción las glorias que he podido conquistar para mi patria en sus desgracias”.
ANDRÉS A. CÁCERES”
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PERIÓDICOS Y REVISTAS
El Ateneo (Lima)
4: 45, 1887.
La Bolsa (Arequipa)
Miércoles 14 de junio de 1882.
Jueves 15 de junio de 1882.
Martes 27 de junio de 1882.
Lunes 31 de julio de 1882.
Jueves 3 de agosto de 1882.
Lunes 7 de agosto de 1882.
Miércoles 9 de agosto de 1882.
Miércoles 16 de agosto de 1882
Lunes, 23 de julio de 1883.
Martes 7 de agosto de 1883.
Jueves 16 de agosto de 1883.
Viernes 31 de agosto de 1883.
Jueves 6 de septiembre de 1883.
Martes 25 de septiembre de 1883.
Miércoles 26 de septiembre de 1883.
Sábado 6 de octubre de 1883.
El Cascabel (Lima)
Sábado 3 de julio de 1886.
El Comercio (Lima)
Sábado 17 de noviembre de 1883.
430
La Crónica (Lima)
Jueves, 28 de Julio de 1921 (Edición Extraordinaria del Centenario).
Domingo, 27 de noviembre de 1921.
El Diario (Lima)
Jueves, 27 de octubre de 1892.
Histórica (Lima)
Vol II, Num. 1. Julio de 1978
432
La Integridad (Lima)
Nro. 67, 1 de noviembre de 1890.
Nro. 253, 26 de mayo de 1894.
El Radical (Lima)
1 de enero de 1889.
15 de enero de 1889.
La Situación (Lima)
27 de marzo de 1882.
9 de mayo de 1882.
10 de mayo de 1882.
13 de mayo de 1882.
25 de mayo de 1882.
La Tribuna (Lima)
Miércoles 18 de julio de 1883.
Jueves 19 de julio de 1883.
Sábado 5 de diciembre de 1885.
434
ARCHIVOS
Cuaderno 8: “Cor[one]l Isaac [sic] Recavarren. Formación del Ejército de operaciones al Norte
el año 1883”.
Cuaderno 9: “Documentos que se relacionan con los servicios militares del cor[one]l
Recavarren el año de 1883 – Expedición al Norte – formación del Ejército – Batalla de
Huamachuco”
Cuaderno 10: “1883. Correspondencia privada que medió entre el Com[andan]te G[ene]ral y
en Jefe del Ejército de Operaciones en el Norte[,] cor[one]l Ysaac [sic] Recavarren [y]
autoridades y particulares hasta después de la batalla de Huamachuco”.