Lectura Módulo 1
Lectura Módulo 1
Lectura Módulo 1
Cuenta una leyenda que en un pasado remoto los seres humanos éramos
dioses. Pero debido a nuestro infantilismo, abusamos tanto de nuestros
privilegios que la vida decidió retirarnos dicho poder, escondiéndolo en un
lugar muy difícil de encontrar. De este modo, la vida quería que no
reconectáramos con nuestra divinidad hasta que realmente hubiéramos
madurado.
DE LA ESCASEZ A LA ABUNDANCIA
“La vida te trata tal y como tú te tratas a ti mismo.”
(Louise L. Hay)
Amarse a uno mismo no tiene nada que ver con sentimentalismos ni
cursilerías. Se trata de un asunto bastante más serio. Al hablar de amor, nos
referimos a los pensamientos, palabras, actitudes y comportamientos que nos
profesamos a nosotros mismos. Así, amarnos es sinónimo de escucharnos,
atendernos, aceptarnos, respetarnos, valorarnos y, en definitiva, ser amables
con nosotros en cada momento y frente a cualquier situación.
DEJAR DE AUTOPERTURBARNOS
“Cuando te amas a ti mismo dejas de encontrar motivos para luchar,
sufrir y entrar en conflicto con la vida.”
(Gerardo Schmedling)
Cuando tomamos el compromiso de amarnos, lo que en verdad estamos
asumiendo es la responsabilidad de crear en nuestro interior los resultados
de bienestar que antes solíamos delegar en factores externos. Y esto pasa
por cuidar nuestro cuerpo y nuestra alimentación. También por encontrar un
sano equilibrio entre la actividad, el descanso y la relajación. E incluso por
elegir con quien nos relacionamos socialmente y a qué nos dedicamos
profesionalmente. El síntoma más evidente de que estamos cultivando el
amor hacia nosotros mismos es un aumento notable de nuestra energía vital,
lo que mejora nuestra salud física y emocional.
LA VERDADERA RIQUEZA
“Sólo poseemos aquello que no podemos perder en un naufragio.”
(Proverbio Hindú)
Cuenta una historia que un viajero había llegado a las afueras de una aldea
y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto, llegó corriendo un
joven que, entusiasmado, le gritó: “¡Dame la piedra preciosa!” El viajero lo
miró desconcertado y le preguntó: “Lo siento, pero no sé de qué me hablas”.
Más calmado, el aldeano se sentó a su vera. “Ayer por la noche una voz me
habló en sueños”, le confesó. “Y me aseguró que si al anochecer venía a las
afueras de la aldea, encontraría a un viajero que me daría una piedra preciosa
que me haría rico para siempre”.
Hay personas que se pasan la vida pensando más en los demás que en sí
mismos. Personas extremadamente empáticas y solidarias, cuya vocación
consiste en ayudar a otros. De hecho, muchos profesionalizan esta pulsión
innata con la que nacieron, convirtiéndose en médicos, enfermeros,
psicólogos, asistentes sociales o voluntarios al servicio de alguna causa
humanitaria. En muchos casos, incluso dedican sus vacaciones a enrolarse
en alguna ONG, atendiendo a los más pobres y desfavorecidos.
FALTA DE AUTOESTIMA
“No hay amor suficiente para llenar el vacío de una persona que no se
ama a sí misma.”
(Irene Orce)
Cuenta una historia que un joven fue a visitar su anciano profesor. Y entre
lágrimas, le confesó: “He venido a verte porque me siento tan poca cosa que
no tengo fuerzas ni para levantarme por las mañanas. Todo el mundo dice
que no sirvo para nada. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?” El
profesor, sin mirarlo a la cara, le respondió: “Lo siento, chaval, pero ahora no
puedo atenderte. Primero debo resolver un problema que llevo días
posponiendo. Si tú me ayudas, tal vez luego yo pueda ayudarte a ti”.
El joven, cabizbajo, asintió con la cabeza. “Por supuesto, profesor, dime qué
puedo hacer por ti”. El anciano se sacó un anillo que llevaba puesto y se lo
entregó al joven. “Estoy en deuda con una persona y no tengo suficiente
dinero para pagarle”, le explicó. “Ahora ves al mercado y véndelo. Eso sí, no
lo entregues por menos de una moneda de oro”.
Tras un par de minutos examinando el anillo, el joyero le dijo que era “una
pieza única” y que se lo compraba por “50 monedas de oro”. El joven corrió
emocionado a casa del anciano y compartió con él lo que el joyero le había
dicho. “Estupendo, ahora siéntate un momento y escucha con atención”, le
pidió el profesor. Y mirándole a los ojos, añadió: “Tú eres como este anillo,
una joya preciosa que solo puede ser valorada por un especialista.
¿Pensabas que cualquiera podía descubrir su verdadero valor?” Y mientras
el anciano volvía a colocarse el anillo, concluyó: “Todos somos como esta
joya: valiosos y únicos. Y andamos por los mercados de la vida pretendiendo
que personas inexpertas nos digan cual es nuestro auténtico valor”.
GENEROSIDAD EGOCÉNTRICA
“Si das para recibir es cuestión de tiempo que acabes echando en cara
lo que has dado por no recibir lo que esperabas.”
(Erich Fromm)
Dentro de este ‘club de buenas personas’ hay quienes dan desde la
abundancia y quienes, por el contrario, dan desde la escasez. Es decir,
quienes dan por el placer de dar y quienes, por el contrario, lo hacen con la
esperanza de recibir. Centrémonos en estos últimos, indagando acerca de lo
que mueve realmente sus acciones. Muchos de estos ayudadores se fuerzan
a hacer el bien, siguiendo los dictados de una vocecilla que les recuerda que
ocuparse de sí mismos, de sus propias necesidades, es “un acto egoísta”. No
en vano, están convencidos de que para ser felices la gente les ha de querer.
Y de que para que la gente les quiera y piense bien de ellos han de ser buenas
personas.
SOLEDAD E INTROSPECCIÓN
“Si no te amas tú, ¿quién te amará? Si no te amas a ti, ¿a quién amarás?”
(Darío Lostado)
El punto de inflexión de estos ayudadores compulsivos comienza el día que
deciden adentrarse en un terreno tan desconocido como aterrador: la soledad
y la introspección, poniendo su empatía al servicio de sus propias
necesidades. Solo así superan su adicción y dependencia por el amor del
prójimo, volviéndose mucho más independientes y autosuficientes
emocionalmente. Solo así logran poner limites a su ayuda –sabiendo decir
“no”–, sin sentirse culpables o egoístas por priorizarse a sí mismos cuando
más lo necesiten.
Antes de volver a ayudar a alguien, puede ser interesante que se pregunten
qué es lo que les mueve a hacerlo, comprendiendo el patrón inconsciente que
se oculta detrás de sus buenas intenciones. De este modo dejarán de
acumular sentimientos negativos hacia aquellos que no les devuelven los
favores prestados. A su vez, también pueden recordarse que cada persona
es capaz de asumir su propio destino, aprendiendo a resolver sus problemas
por sí misma.
Todos los seres humanos desean ser queridos. Pero, ¿cuántos aman
realmente? El verdadero amor actúa como un alquimista, convirtiendo
el egoísmo en altruismo y transformando el sufrimiento en felicidad.
Tal vez sea por la intensidad del frío. O quizás por una simple cuestión de
tradición. Pero lo cierto es que enero es el mes preferido por los españoles
para reflexionar sobre cómo marchan sus vidas. Después del despilfarro y la
resaca navideños, muchos se refugian en el calor de sus hogares para hacer
balance y fijar los clásicos “propósitos de año nuevo”.
EL AMOR ES EL CAMINO
“Cuando el sabio señala la Luna, el necio mira el dedo.”
(Proverbio chino)
Que hemos venido a este mundo a aprender a amar es una verdad ancestral.
Se descubrió antes de que comenzara la historia misma de la filosofía.
Zoroastro (630 – 550 a. C.), Mahavira (599 – 527 a. C.), Lao Tsé (570 – 490
a. C.), Buda (560 – 480 a. C.), Confucio (551 – 479 a. C.), Sócrates (470 –
399 a. C.), Jesucristo (1 – 33 d. C.)… Todos los grandes sabios de la
humanidad, cuyas enseñanzas dieron origen a las instituciones religiosas que
conocemos hoy en día, dijeron esencialmente lo mismo: “Amar a los demás
es el camino que lleva a los seres humanos a la felicidad”.
Aunque muchos otros han seguido predicando con su ejemplo sobre el poder
transformador del amor, pasan los años, las décadas y los siglos, y la gran
mayoría de seres humanos seguimos sin saber amar. Por eso la educación
no lo enseña. Aprender a amar no entra en los planes de nuestro proceso de
condicionamiento familiar, social, cultural, religioso, laboral, político y
económico.
El reto consiste en cuestionar nuestras creencias, por más que atenten contra
el núcleo de nuestra identidad. Somos mucho más de lo que creemos ser.
Para comprobarlo, no nos queda más remedio que mirar en nuestro interior.
De ahí que este aprendizaje surja como una iniciativa personal, un
compromiso a largo plazo en el que la conquista del verdadero amor se
convierte en el camino y la meta. Y no se trata de una moda pasajera. El
autoconocimiento y el desarrollo personal son procesos cada vez más
aceptados por la sociedad. Al haber tanta oferta y tratándose de un asunto
tan íntimo y delicado, su utilidad dependerá de lo bien que sepamos elegir.
El miedo (a que nos hagan daño), el apego (de perder lo que tenemos) y la
ira (de no conseguir lo que deseamos) nos esperan a la vuelta de la esquina.
Y un poco más lejos se esconde nuestra ignorancia (el desconocimiento de
nuestra verdadera naturaleza), la causa última de nuestro egoísmo
(tendencia antinatural que corrompe la actitud y el comportamiento de los
seres humanos), que es precisamente el que nos impide amar (o ser lo que
somos en esencia).
Igual que no tenemos que hacer algo para ver –la vista surge como
consecuencia natural de eliminar las obstrucciones del ojo–, no tenemos que
hacer algo para amar. Tanto la vista como el amor son atributos naturales e
inherentes a la condición humana. Nuestro esfuerzo consciente debe
centrarse en eliminar todas las obstrucciones que nublan y distorsionan
nuestra manera de pensar, sentir y ser, como el estrés, la negatividad, el
victimismo, el deseo, el odio, la desconfianza, la vanidad, la envidia, la
arrogancia, la preocupación, la gula, la intolerancia, la cobardía, la avaricia,
la indolencia, el orgullo, el resentimiento, la impaciencia, la culpa, la tristeza,
la expectativa…
Igual que los árboles ofrecen sus frutos cuando crecen y se desarrollan en
óptimas condiciones, los seres humanos emanamos amor cuando nos
liberamos de todas nuestras limitaciones mentales, recuperando el contacto
con nuestra verdadera esencia. De ahí que si queremos saber cuál es la
mejor actitud que podemos tomar en cada momento, tan sólo hemos de
responder con nuestras palabras y acciones a la siguiente pregunta: ¿Qué
haría el Amor frente a esta situación?
Anatomía de la autoestima
Por el camino, las heridas provocadas por esta guerra interna nos dejan un
poso de miedos, angustias y carencias. Y la experiencia del malestar facilita
que nos creamos una de las grandes mentiras que preconiza este sistema:
que nuestro bienestar y nuestra felicidad dependen de algo externo, como el
dinero, el poder, la belleza, la fama, el éxito, el sexo y otras drogas por el
estilo.
COMPENSACIÓN EMOCIONAL
“Si no lo encuentras dentro de ti, ¿dónde lo encontrarás?”
(Alan Watts)
De tanto mirar hacia fuera, nuestras diferentes motivaciones se van centrando
en un mismo objetivo: conseguir que la realidad se adapte a nuestros deseos
y expectativas egocéntricos. Así es como pretendemos conquistar algún día
la felicidad. Sin embargo, dado que no solemos saciar estas falsas
necesidades, enseguida interpretamos el papel de víctima, convirtiendo
nuestra existencia en una frustración constante.
Al negar sus propias necesidades y perseguir las de los demás, son las
últimas en pedir ayuda y las primeras en ofrecerla. Aunque no suelan
escucharse a sí mismas, se ven legitimadas para atosigar y dar consejos sin
que se los pidan. De ahí que suelan crear rechazo y se vean acorraladas por
su mayor enemigo: la soledad. (2)
Podemos seguir sufriendo por lo que no nos dan la vida y los demás o
podemos empezar a atendernos y abastecernos a nosotros mismos. Es una
decisión personal. Y lo queramos o no ver, la tomamos cada día.