Daniel Link La Voz Del Cielo
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1 Cfr. Sarlo, Beatriz. “Un extremista de la literatura”, Clarín (Buenos Aires, domingo 02 de abril
de 2000). El texto puede leerse en http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2000-04-02/e-
00311d.htm
“Carta de Buenos Aires. La voz del cielo“, Cuadernos Hispanoamericanos (ISSN: 0011-250 X),
661-662 (Madrid: julio-agosto 2005)
2 Recopiladas por Graciel Goldchluk para editorial Entropía (Buenos Aires, 2005).
“Carta de Buenos Aires. La voz del cielo“, Cuadernos Hispanoamericanos (ISSN: 0011-250 X),
661-662 (Madrid: julio-agosto 2005)
del entorno familiar. Ya sabemos que las cartas se escriben precisamente para
mantener al otro a la distancia y, en el caso de Puig, esa tensión se vuelve
evidente cuando deja de ser el que reclama volumen epistolar y pasa a ser el
moroso. Emblemáticas como punto de inflexión son las cartas de comienzos de
1962, cuando Puig, que estaba ya borroneando el "guión" sobre Villegas (La
traición), confiesa que “extraña” y quiere pasar, en viaje rumbo a USA, por
Buenos Aires. En la carta del 14 de mayo, Puig se deshace en disculpas con su
madre, le pide paciencia y le pone distancias: no sabe cuándo podrá visitarlos
("desgraciadamente no puedo hacer lo que quiero"), y tampoco le parece
conveniente que su madre viaje a visitarlo a él ("¿qué vas a hacer sola? No
creo que sea lo ideal").
No es (nunca lo es) el amor a la madre lo que se juega en esos
intercambios, sino la reconstitución del vínculo sobre nuevas bases (lo mismo,
podría decirse, que pretende Puig en todas y cada una de sus novelas, que
rehacen las nociones de familia, amistad, compañerismo, vecindad,
servidumbre, todas las nociones asociadas con vínculos sociales, de acuerdo
con parámetros sino nuevos, siempre utópicos: El beso de la mujer araña).
La madre será para Puig, con los años, la “compañera”. Pero en 1962 es
todavía una corresponsal que conviene mantener a la distancia, porque
precisamente la "formación" del escritor no ha llegado todavía al punto de
coagulación que significará La traición de Rita Hayworth, ese cometa que
atraviesa la galaxia de la literatura argentina desestabilizándola para siempre.
En ese proceso de formación resulta reveladora la frecuente alusión de
Puig a películas europeas (le impresionó muy favorablemente Accattone de
Pier Paolo Pasolini), y la descalificación del cine industrial de Hollywood
(“americanadas”), al que volverá a amar (de otro modo, con la conciencia de
una lejanía) hacia el final de su vida. Lejos del estereotipo de la “loca
descerebrada” que extrae su saber sobre el mundo de un conjunto de películas
más o menos triviales con el cual la crítica se ha venido divirtiendo desde hace
años, Puig se muestra como un espectador sensible no sólo a los modos de
representación cinematográfica sino teatrales y pictóricos (tan agotadoras
como las sesiones cinematográficas son los raídes museológicos, de los cuales
“Carta de Buenos Aires. La voz del cielo“, Cuadernos Hispanoamericanos (ISSN: 0011-250 X),
661-662 (Madrid: julio-agosto 2005)
3 Manuel Puig. The Buenos Aires Affair. Buenos Aires, Sudamericana, 1973. Pág. 217
“Carta de Buenos Aires. La voz del cielo“, Cuadernos Hispanoamericanos (ISSN: 0011-250 X),
661-662 (Madrid: julio-agosto 2005)
No es, naturalmente, que Puig reniegue del amor, sino que más bien
apunta a una disidencia respecto de todos los dispositivos de normalización y
subalternización, a una fuga hacia el más allá de las clases, incluida la pena de
amor (para eso, tenemos a Leavitt), incluida la literatura de maestros (para eso,
tenemos a Arlt, a Joyce, a Mann). Puig era muy serio en sus intenciones: tuvo
que escribir novelas memorables para que nunca nadie pudiera olvidar su voz:
la voz del cielo.