12 Cuentos Peregrinos
12 Cuentos Peregrinos
12 Cuentos Peregrinos
Esos cuentos fueron escritos en el transcurso de 1974 y 1992 Gabo durante 2 años tomo
notas de los temas que se le venían a la mente llego a tener 74 temas anotados con tantos
pormenores que solo faltaba que los escribiera, en 1978 el cayo en cuenta que los había
perdido de vista desde hacia tiempo , no le importo, pero cuando se dio cuenta que no
estaba el cuadernito sobre el la mesa sufrió un ataque de pánico y comenzó a revisar toda
la casa como un loco pero sus esfuerzos fueron en vano ya que no encontró nada. para el
la única respuesta posible era que había botado por equivocación el cuaderno a la basura.
Tratando de recuperar su trabajo que había comenzado hace 4 años solo logro reconstruir
30 temas y como el mismo esfuerzo de recupéralos le sirvió de purga fue exterminando
sin piedad los que le parecían insalvables y de esos 30 solo quedaron 18 esa vez lo
animaba la determinación de escribirlos sin pausa pero de pronto se dio cuenta que le
había perdido entusiasmo y los archivo dentro de sus proyectos pendientes , después de
haber comenzado a escribir crónica de una muerte anunciada ,entre 1980 y 1981 6 de
sus 18 cuentos se fueron a el canasto de la basura y los otros 12 comenzaron a tomar
aliento para una larga vida y esos son los 12 cuentos de este libro , en septiembre de 1991
se suponía que estaban listos para imprimir y asi hubiera sido de no ser porque ha gabo se
le presento una duda de ultimo momento ya que las distintas ciudades donde ocurren los
cuentos las había contado de memoria y a distancia con recuerdos de hace mas de 20
años y para comprobar con certeza como eran esos lugares en esa época comenzó un
viaje rápido de reconocimiento a Barcelona, Ginebra, Roma y París y ninguna de ellas
tenia algo que ver con sus recuerdos de hace 20 años , luego de llegar de su viaje escribio
sus cuentos desde cero y en 8 meses ya estaban esos cuentos llenos de vida
Sus cuentos son peregrinos gracias al arduo camino para ser escritos como acabamos de ver
Bueno el cuento que les voy a narrar se llama «SÓLO VINE A HABLAR POR
TELÉFONO»
Y es asi
Una tarde de lluvia cuando viajaba sola hacia barcelona en un auto alquilado Maria de la
luz cervantes sufrio una averia en el desierto de los monegros , era una mexicana de 27
años seria y bonita , casada con un prestidigitador de salon con el cual se iba a reunir aquel
dia despues de visitar algunos familiares en zaragoza , pasado una hora de señas
desesperadas a los autos y camiones de carga que pasaban velozmente la tormenta , el
conductor de un autobus destartalado se conmovio de ella pero le advirtio que eso si, que
no iba muy lejos .
Maria le dijo que no importaba que lo unico que necesitaba era un telefono, y era verdad
solo lo necesitaba para avisar a su esposo que no iba a llegar antes de las 7 de la noche a
casa , Una mujer que viajaba junto al conductor, de aspecto militar pero de maneras dulces
le ofrecio una toalla y una manta y le hizo lugar junto a ella, despues de sencarse un poco
Maria se sento e intento encender un cigarro pero los fosforos estaban mojados la mujer
con aspecto militar le ofrecio fuego y le pidio un cigarro seco , luego de encender el cigarro
Maria cedio sus ganas de desahogarse y su voz sono mas que la lluvia, la mujer junto a ella
la interrumpio haciendo una señal de que hiciera silencio y acontinuacion le dijo : Estan
dormidas Maria vio por reojo encima de su hombro y vio que el autobus estaba ocupado
por mujeres de edades inciertas y condiciones distintas, Maria se enrollo en el asiento y se
durmio.
El auto bus estaba ingresando a el patio de un edificio enorme y umbrio que parecia mas
que todo un convento en un bosque , las mujeres del autobus permanecieron quietas hasta
que la mujer de aspecto militar las hizo descender , Maria fue la ultima en descender lo
primero que se le venia a la mente era que eran monjas pero lo penso menos cuando
observo que varias mujeres de uniforme las recibieron en la puerta del autobus les cubrian
la cabeza con una manta para que no se mojaran dirigiendolas sin ninguna palabra solo con
palmaditas ritmicas .
Habra un telefono? Pregunto Maria a la mujer del autobus , Por supuesto dijo la mujer hay
mismo le indican. La mujer le solicito amablemente otro cigarro y ella le entrego todo el
paquete con cigarillos mojados , luego se despidio la mujer del auto bus y ella comenzo
caminar hacia el edificio , una de las guardianas la detuvo energeticamente con un grito y
Maria miro debajo de la manta con la que se cubria unos ojos de hielo y un índice
inapelable que le indicó a la fila Maria obedecio sin hacer ningun capricho
En ese momento algo sucedió en la mente de Maria que le hizo entender que las mujeres
del autobus no estaban dormidas sino que estaban sedadas y que ese edificio con gruesos
mueros y escalera heladas era en realidad un hospital de enfermeras mentales ,
ASUSTADA escapo del dormitorio corriendo y antes de llegar al porton una guardiana
gigantesca con un overol de mecanico la atrapo de zarpazo y la inmovilizo en el suelo con
una llave maestra , Maria paralizada por el terror le dijo ¨por Dios le juro por mi madre que
solo he venido a hablar por telefono
Basto con verle la cara para saber que no existia suplica posible suplica ante aquella
ergumena de overol a quien llamaban Herculina por su fuerza descomunal , Era la
encargada de los casos dificiles y dos reclusas habian muerto estranguladas con su brazo de
oso polar .
Esa noche para que Maria durmiera tuvieron que inyectarle un somnifero antes del
amanecer y cuando se desperto por las ganas de fumar se dio cuenta que estaba amarrada
en la cama de muñecas y de tobillos nadie hizo caso a sus gritos desesperados , A la
mañana siguiente tuvieron que llevar a Maria a la enfermeria ya que la encontraron en un
pantano de sus propias eces y orina , No supo cuanto habia pasado hasta cuando volvio en
si pero entonces estaba un anciano frente a su cama con una sonrisa sedante que le devolvio
las ganas de vivir, Era el director del sanatorio . Antes de decirle una palabra Maria le
solicito un cigarillo a lo cual el anciano se lo dio encendido y le regalo el paquete casi lleno
.
Mario no retuvo mas su llanto y comenzo a llorar el medico le dijo: Aprovecha ahora para
llorar cuanto quieras — con una voz adormecedora. Mientras la oía, el médico la peinaba
con los dedos, le arreglaba la almohada para que respirara mejor, la guiaba por el laberinto
de su incertidumbre con una sabiduría y una dulzura que ella no había soñado jamás.
Al cabo de una hora larga ya desahogada a fondo le pidio la autorizacion al anciano de
hablarle por telefono a su marido a lo cual el medico se incorporo y le dijo ¨todavia,no reina
todo se hara a su tiempo¨ confia en mi se despidio y desaparecio para siempre
Esa misma tarde Maria fue inscrita al asilo . Como Maria lo habia previsto su marido ya
habia salido de su departamento con media hora de retraso para cumplir sus tres
compromisos era la primera vez que ella no llegaba a tiempo en casi dos años y él entendió
el retraso por la dureza de las lluvias que asolaron la provincia aquel fin de semana. Antes
de salir dejó un mensaje clavado en la puerta con el itinerario de la noche. En la primera
fiesta con todos los niños disfrazados de canguro, prescindió del truco estelar de los peces
invisibles porque no podía hacerlo sin la ayuda de ella.
En el segundo compromiso era en la casa de una anciana de 93 años en sillla de ruedas
Y el tercer compromiso era el de todas las noches en un café concierto de las Ramblas,
donde actuó sin inspiración para un grupo de turistas franceses que no pudieron creer lo que
veían porque se negaban a creer en la magia
Solo ahora que lo narro caigo en cuenta de que nunca supe como se llamaba en realidad
Porque solo lo conociamos como Saturno el mago, Era un hombre raro y con una torpeza
social irremedible María Era quien lo llevaba de la mano en este mundo de grandes
misterios, Esa noche Saturno se conformo llamando a Zaragoza, donde una abuela medio
dormida le contestó sin alarma que María había partido después del almuerzo , Saturno no
pudo dormir mas de una hora hasta el amanecer
Maria Lo había hecho tres veces con tres hombres distintos en los últimos cinco años. Lo
había abandonado en Ciudad de México a los seis meses de conocerse, Le rogó sin
condiciones, le prometió mucho más de lo que estaba dispuesto a cumplir, pero tropezó con
una determinación invencible. «Hay amores cortos y hay amores largos», le dijo ella. Y
concluyó sin misericordia: «Este fue corto». Sin embargo una madrugada la encontró
dormida en el sofá de la sala con la corona de azahares y la larga cola de espuma de las
novias vírgenes. María le contó la verdad. El nuevo novio, viudo, sin hijos, con la vida
resuelta y la disposición de casarse para siempre por la iglesia católica, la había dejado
vestida y esperándolo en el altar. Esa misma noche luego de ser plantada fue en busca de
saturno.
Al amanecer del jueves todavía no había dado señales de vida. El lunes de la semana
siguiente la compañía de seguros del automóvil alquilado llamó por teléfono a la casa para
preguntar por María. «No sé nada», dijo Saturno. «Búsquenla en Zaragoza» dijo y Colgó.
Una semana después un policía civil fue a la casa con la noticia de que habían hallado el
automóvil en los puros huesos a 900 kilometros de el lugar en que maria lo habia
abandonado pero al llegar a la casa de Saturno el oficial s estrello con la noticia de que
Maria aun no habia llegado el oficial se sintio incomodo y le pidio disculpas a Saturno por
sus preguntas
El recelo de que María pudiera irse otra vez había asaltado a Saturno por, Marítim, el
populoso bar de la gauche divine…… Después de agotar la segunda cajetilla de cigarrillos
de la jornada, María se encontró sin fósforos. Un brazo escuálido de vellos viriles se abrió
paso entre el tumulto de la mesa, y le dio fuego. Ella lo agradeció sin mirar a quién, pero
Saturno el Mago lo vio. Era un adolescente óseo y lampiño, de una palidez de muerto y una
cola de caballo muy negra que le daba a la cintura. Los cristales del bar soportaban apenas
la furia de los vientos de primavera, pero él iba vestido con una especie de piyama callejero
de algodón crudo, y unas abarcas de labrador. No volvieron a verlo hasta fines del otoño, en
un hostal de mariscos de La Barceloneta, con el mismo conjunto de vestimenta ordinaria y
una larga trenza en vez de la cola de caballo
Despues de llamar a todos sus contactos en orden alfabetico Saturno se apretó el corazón
para no morir, y tomó la determinación de olvidar a María.
A los dos meses, María no se había adaptado aún a la vida del sanatorio. Sobrevivía
picoteando apenas la comida de cárcel con los cubiertos encadenados al mesón de madera
Al principio se resistía a las horas canónicas con su rutina de oficios de iglesia que
ocupaban la mayor parte del tiempo. Se negaba a jugar a la pelota en el patio de recreo, y a
trabajar en el taller de flores artificiales que un grupo de reclusas atendía con una diligencia
frenética. Pero a partir de la tercera semana fue incorporándose poco a poco a la vida del
claustro. A fin de cuentas, decían los médicos, así empezaban todas, y tarde o temprano
terminaban por integrarse a la comunidad. La falta de cigarrillos, resuelta en los primeros
días por una guardiana que los vendía a precio de oro, volvió a atormentarla cuando se le
agotó el poco dinero que llevaba. Se consoló después con los cigarros de papel periódico
que algunas reclusas fabricaban con las colillas recogidas en la basura, pues la obsesión de
fumar había llegado a ser tan intensa como la del teléfono. Las pesetas que se ganó más
tarde fabricando flores artificiales le permitieron un alivio efímero.
Lo más duro era la soledad de las noches. Muchas reclusas permanecían despiertas en la
penumbra, como ella, pero sin atreverse a nada, pues la guardiana nocturna velaba también
en el portón cerrado con cadena y candado. Un dia Se oyó la cadena en las argollas como
un ancla de galeón, y la puerta se abrió, el único ser que parecía vivo en el silencio
instantáneo, empezó a pasearse de un extremo al otro del dormitorio
María se sobrecogió, y sólo ella sabía por qué. Desde su primera semana en el sanatorio, la
vigilante nocturna le había propuesto sin rodeos que durmiera con ella en el cuarto de
guardia. Empezó con un tono de negocio comun: trueque de amor por cigarrillos, por
chocolates, por lo que fuera. «Tendrás todo», le decía, trémula. «Serás la reina». Ante el
rechazo de María, la guardiana cambió de método. Le dejaba papelitos de amor debajo de
la almohada, en los bolsillos de la bata, en los sitios menos pensados. Eran mensajes de un
apremio desgarrador capaz de estremecer a las piedras. Hacía más de un mes que parecía
resignada a la derrota, la noche en que se promovió el incidente en el dormitorio. Cuando
estuvo convencida de que todas las reclusas dormían, la guardiana se acercó a la cama de
María, y murmuró en su oído toda clase de obscenidades tiernas, mientras le besaba la cara,
el cuello tenso de terror, los brazos yertos, las piernas exhaustas. Por último, creyendo tal
vez que la parálisis de María no era de miedo sino de complacencia, se atrevió a ir más
lejos. María le soltó entonces un golpe con el revés de la mano que la mandó contra la cama
vecina. La guardiana se incorporó furibunda en medio del escándalo de las reclusas
alborotadas y grito maldita Nos pudriremos juntas en este chiquero hasta que te vuelvas
loca por mí.
El verano llegó sin anunciarse el primer domingo de junio, y hubo que tomar medidas de
emergencia, porque las reclusas sofocadas empezaban a quitarse durante la misa la ropa.
María asistió divertida al espectáculo de las enfermas en Pelota que las guardianas
correteaban
En medio de la confusión, trato de protegerse de los golpes perdidos, y sin saber cómo se
encontró sola en una oficina abandonada y con un teléfono que repicaba sin cesar con un
timbre de súplica. María lo contesto, y oyó una voz lejana y sonriente que se entretenía
imitando el servicio telefónico de la hora diciendo — Son las cuarenta y cinco horas,
noventa y dos minutos y ciento siete segundos. — absurdo — dijo María.
Colgó divertida. Ya se iba, cuando cayó en la cuenta de que estaba dejando escapar una
ocasión irrepetible. Entonces marcó seis cifras, con tanta tensión y tanta prisa,. Esperó con
el corazón desbocado, oyó el timbre familiar con su tono peculiar, una vez, dos veces, tres
veces, y oyó por fin la voz del hombre de su vida en la casa sin ella. — ¿Bueno? Tuvo que
esperar a que pasaran las lágrimas de alegrio y dijo -vida mía y suspiro suspiró.
Las lágrimas la vencieron. Al otro lado de la línea hubo un breve silencio de espanto, y la
voz enardecida por los celos escupió la palabra: — ¡ramera! Y Saturno colgó en seco.
Esa noche, en un ataque frenético, María descolgó en el refectorio una litografia, la arrojó
con todas sus fuerzas contra el vitral del jardín, y se derrumbó bañada en sangre. Aún le
sobró rabia para enfrentarse a golpes con los guardianes que trataron de someterla, sin
lograrlo, hasta que vio a Herculina plantada en el vano de la puerta, con los brazos
cruzados, mirándola. Se rindió., María se dio cuenta de que no había nada en el mundo que
no fuera capaz de hacer por escapar de aquel infierno. La semana siguiente, ya de regreso al
dormitorio común, se levantó en puntillas y tocó en la celda de la guardiana nocturna. El
precio de María, exigido por ella de antemano, fue llevarle un mensaje a su marido. La
guardiana aceptó, siempre que el trato se mantuviera en secreto absoluto.
Así que Saturno el Mago fue al sanatorio de locas el sábado siguiente, con la camioneta de
circo preparada para celebrar el regreso de María. El director en persona lo recibió en su
oficina, tan limpia y ordenada como un barco de guerra, y le hizo un informe afectuoso
sobre el estado de la esposa. Nadie sabía de dónde llegó, ni cómo ni cuándo, pues el primer
dato de su ingreso era el registro oficial dictado por él cuando la entrevistó. Una
investigación iniciada el mismo día no había concluido en nada. En todo caso, lo que más
intrigaba al director era cómo supo Saturno el paradero de su esposa. Saturno protegió a la
guardiana. — Me lo informó la compañía de seguros del coche — dijo. El director asintió
complacido ,,,, Le dio una ojeada al expediente que tenía sobre su escritorio de asceta, y
concluyó: — Lo único cierto es la gravedad de su estado. Estaba dispuesto a autorizarle una
visita pero con las precauciones debidas Sobre todo en la manera de tratarla, para evitar que
recayera en sus arrebatos de furia
— Es raro — dijo Saturno—. Siempre fue de genio fuerte, pero de mucho dominio.
El médico hizo un ademán de sabio dijo «Hay conductas que permanecen latentes durante
muchos años, y un día estallan», dijo. «Con todo, es una suerte que haya caído aquí, porque
somos especialistas en casos que requieren mano dura». Al final hizo una advertencia sobre
la rara obsesión de María por el teléfono.
— Sígale la corriente — dijo.
— Tranquilo, doctor — dijo Saturno
En La sala de visitas, mezcla de cárcel y confesionario. La entrada de Saturno no fue la
explosión de júbilo que ambos hubieran podido esperar. María estaba de pie en el centro del
salón, junto a una mesita con dos sillas y un florero sin flores. Era evidente que estaba lista
para irse, con su lamentable abrigo color de fresa y unos zapatos sórdidos que le habían
dado de caridad. En un rincón, casi invisible, estaba Herculina con los brazos cruzados.
María no se movió al ver entrar al esposo ni asomó emoción alguna en la cara todavía
salpicada por los estragos del vitral. Se dieron un beso de rutina.
— ¿Cómo te sientes? — le preguntó él. — Feliz de que al fin — dijo ella—. Esto ha sido la
muerte.
No tuvieron tiempo de sentarse. Ahogándose en lágrimas, María le contó las miserias del
claustro, la barbarie de las guardianas, la comida de perros, las noches interminables sin
cerrar los ojos por el terror. Creo que nunca volveré a ser la misma. —Dijo mientras él,
acariciaba su cara con cicatrices—. Yo seguiré viniendo todos los sábados. Y más, si el
director me lo permite. Ya verás que todo va a salir muy bien
. Saturno intentó sus artes de mago. Le contó, en el tono pueril de las grandes mentiras, una
versión dulcificada de los pronósticos del médico. «En síntesis, concluyó, «aún te faltan
algunos días para estar recuperada por completo». María entendió la verdad. — — ¡Por
Dios! — dijo, atónita—. ¡No me digas que tú también crees que estoy loca! —
— ¡Cómo se te ocurre! — dijo él, tratando de reír—. Lo que pasa es que será mucho más
conveniente para todos que sigas por un tiempo aquí. En mejores condiciones, por
supuesto. — ¡Pero si ya te dije que sólo vine a hablar por teléfono! — dijo María. Él no
supo cómo reaccionar ante la obsesion temible Miró a Herculina. Ésta aprovechó la mirada
para indicarle en su reloj de pulso que era tiempo de terminar la visita. María interceptó la
señal, miró hacia atrás, y vio a Herculina en la tensión del asalto inminente. Entonces se
aferró al cuello del marido gritando como una verdadera loca. Él se la quitó de encima con
tanto amor como pudo, y la dejó a c¡voluntad de Herculina, que le saltó por la espalda. Sin
darle tiempo para reaccionar le aplicó una llave con la mano izquierda, le pasó el otro brazo
de hierro alrededor del cuello, y le gritó a Saturno el Mago: — ¡Vayase!
Saturno huyó despavorido.
Sin embargo, el sábado siguiente, volvió al sanatorio vestido de mago Entró con la
camioneta de feria hasta el patio del claustro, y allí hizo una función de casi tres horas que
las reclusas gozaron desde los balcones Estaban todas, menos María, que no sólo se negó a
recibir al marido, sino inclusive a verlo desde los balcones. Saturno se sintió herido de
muerte. — Es una reacción típica — lo consoló el director—. Ya pasará. Después de
intentar muchas veces ver de nuevo a María, Saturno hizo lo imposible por que le recibiera
una carta, pero fue inútil. Cuatro veces la devolvió cerrada y sin comentarios. Saturno
desistió, pero siguió dejando en la portería del hospital las raciones de cigarrillos, sin saber
siquiera si le llegaban a María hasta que paro
Nunca más se supo de él, salvo que volvió a casarse y regresó a su país mexico. Antes de
irse de Barcelona le dejó el gato medio muerto de hambre a una noviecita casual, que
además se comprometió a seguir llevándole los cigarrillos a María.
Pero también ella desapareció. Rosa Regás recordaba haberla visto en el Corte Inglés, hace
unos doce años, con la cabeza rapada y el abrigo anaranjado de alguna secta oriental. Ella le
contó que había seguido llevándole los cigarrillos a María, siempre que pudo, hasta un día
en que sólo encontró los escombros del hospital, demolido como un mal recuerdo de
aquellos tiempos ingratos. María le pareció muy lúcida la última vez que la vio, un poco
pasada de peso y contenta con la paz del claustro.