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Castigo Eterno Sin Fin para Los Pecadores

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¿CASTIGO ETERNO (SIN FIN) PARA LOS PECADORES?

“Porque, he aquí que Yo creo Cielos nuevos y nueva Tierra, y no habrá recuerdo de las cosas pasadas, ni se recordarán más”. Isaías
65:17.
No coincide con el pensamiento divino que los pecadores se queden quemando para siempre en una Tierra renovada.
Dios le dijo al hombre: “CIERTAMENTE MORIRÁS” – Génesis 2:17.
Satanás respondió: “CIERTAMENTE NO MORIRÁS” – Génesis 3:4.

¿Quién dijo la verdad?

Esta mentira satánica, de que “los pecadores vivirán para siempre, y que ni el fuego del infierno podrá extinguir la centella de vida”,
ha sido predicada de los púlpitos, en flagrante rechazo a la Palabra de Dios.

El castigo de los impíos es por tiempo limitado. El galardón de los justos es para siempre.
La idea medieval del infierno predomina aún entre buena parte de la cristiandad. Un infierno semejante al creado por la superstición
romana, en que hombres se quedarán eternamente quemando, fustigados por los tridentes de los demonios que lo habitan. Este
pensamiento de que el pecador se quemará para siempre, es expuesto por ilustres cristianos que lo aceptan siempre asociado con
suplicio, terror, tormento y dolor, interminables. Para eso, se basan en tres textos bíblicos:
Mateo 25:46 = “E irán ellos para el tormento eterno, pero los justos para la vida eterna”.
Marcos 9:43,46 = “Y, si tu mano te escandaliza, córtala; mejor es para ti entrar en la vida manco, que, teniendo dos manos, ir para el
infierno, para el fuego que nunca se apaga. Donde su bicho no muere, y el fuego nunca se apaga”.
Mateo 25:41 = “Entonces dirá también a los que estén a Su izquierda: Apartáos de Mi, malditos, para el fuego eterno, preparado para
el diablo y sus ángeles”.
Cualquier hermano, con sinceridad, al leer estos pasajes aislados, irá a creer en ese infierno que por ahí es propalado. Pero, en
verdad, ¿qué es realmente lo que enseña la Biblia al respecto? Consultémosla.
Infierno quiere decir sepultura, lugar de silencio, parte inferior, lugar de los muertos. Es traducido de la palabra hebraica “sheol” del
Antiguo Testamento y de la palabra griega “hades” del Nuevo Testamento. Es para allá que, después de la muerte, todos, tanto
buenos cuanto malos, ricos y pobres, salvos o no, irán a aguardar la resurrección. Pues infierno es sepultura. Escuche:
Jonás 2:1-2 = “Y oró Jonás al Señor, su Dios, de las entrañas del pez, y dijo: en mi angustia clamé al Señor, y Él me respondió; del
vientre del infierno grité, y Tu oíste mi voz”.
Observe que, aquí, infierno no da la idea de suplicio, ni de fuego, ni de punición, tormento o agonía, sino simplemente de un lugar
inferior – en este caso, las profundidades del Mar Mediterráneo.
Salmo 89:48 = “¿Qué hombre hay, que viva, y no vea la muerte? ¿O que libre a su alma del poder del mundo invisible?”
Aclara, pues, el salmista, que todos los seres humanos morirán, yendo a la sepultura (infierno), que denomina lugar invisible.
Job 17:13 = “Si yo mirase la sepultura como a mi casa, si en las tinieblas extendiese mi cama”.
El patriarca llama a su casa de sepultura (infierno), y Salomón, el gran sabio, así afirma, vea:
Proverbios 5:5 = “Sus pies descienden a la muerte, sus pasos se afirman en el infierno”.
Evidentemente, no hay duda de que el infierno creído por los autores bíblicos es un lugar inferior, debajo de la tierra, la sepultura,
lugar de todos los mortales.
Llamo la atención del hermano, ahora, para el aspecto más contundente de la verdad que deseo presentar. Observe estos dos textos
de la Escritura:
Salmo 16:10 = “Pues no dejará a Mi alma en el infierno, ni permitirá que Tu Santo vea la corrupción”.
Hechos 2:27 = “Pues no dejarás a Mi alma en el hades, ni permitirás que Tu Santo vea la corrupción”.
¿Lo notó? Lucas cambia la palabra infierno, que David usa, por el vocablo hades, y en el verso 31 aclara cristalinamente que cuando
se reportaba al infierno, esto es, que Cristo no permanecería en el infierno, se estaba refiriendo al infierno como sepultura, al
aseverar:
Hechos 2:31 = “En esta previsión dijo de la resurrección de Cristo que Su alma no fue dejada en el hades...”
Por lo tanto, nada más claro que el infierno es la sepultura, así demostrado por los textos leídos, a través de la inspiración de los
expositores bíblicos, patriarcas, profetas, apóstoles y el médico Lucas.
De esta forma, ninguno de estos pasajes que se refieren al infierno quiere dar la idea de suplicio, castigo o fuego. No enseña la Biblia
en ninguna de sus páginas que hay un lugar especial en el Cosmos o en la Tierra, sobre ella o debajo de ella, que se haya
transformado en el infierno, con demonios, fuego y suplicio.
En relación al “fuego que nunca se apaga”, “ni su verme muere”, aparentemente sugiere el castigo interminable, pero ... vamos a
examinar estos textos a la luz de la Palabra de Dios, confrontando con la Historia Universal, para que la verdad aflore y edifique
nuestra fe, ¿cierto?
Antes, sin embargo, ¡observe que el fuego no devora al bicho! Ahora, ¿quién ejecuta el juicio? ¿El fuego o el bicho? También, si el
bicho no muriese, la destrucción no sería completa, sería media destrucción, ¿no es verdad?
Había alrededor de los muros de Jerusalén, un valle muy grande donde los paganos quemaban niños vivos en honra al dios Moloc, y
también eran allí lanzada las basuras, cadáveres de malhechores, supliciados, cuerpos de animales y toda suerte de inmundicias
recogidas en la ciudad.

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Era un depósito de basura. Allí era encendido un “fuego que nunca se apagaba”, esto es, estaba constantemente ardiendo, ya que
todos los días había depósito de basura y mucha “carniza”.
De esa forma, los desechos que no eran consumidos por la acción intermitente del fuego, lo eran por la acción devastadora de los
“vermes”, que proliferaban tremendamente en aquel montón de basura. Le digo, amado, aquel fuego “que no se apagaba” era
esencial, sobretodo, para la preservación de la salud del pueblo del lugar, por eso es que era reencendido a todo instante, para que
nunca se apagara.
Ese era el llamado Valle de Hinon o Geena (Jer. 7:31). Ciertamente la escena había impresionado a los escritores bíblicos. Estando,
pues, indeleble en sus mentes, hacen aplicación de ese cuadro en el campo espiritual, haciéndolo así un “simbolismo del fuego
consumidor del último día del juzgamiento y punición de los impíos”.
Muchos aplican la expresión “fuego eterno” al deseo mórbido de ver pecadores (aunque lo sean) quemándose por toda la eternidad
sin fin, entre gritos alucinantes. Pero, esto no está correcto; ¿Sabe por qué? Respóndame: Las ciudades de Sodoma y Gomorra se
están quemando hasta hoy? Escuche:
Judas 7 = “Así, Sodoma y Gomorra... habiéndose corrompido... fueron puestas por ejemplo, sufriendo la pena del fuego eterno”.
¿No es tremenda la claridad del texto? Fue puesta como EJEMPLO de la pena del fuego eterno. Vale enfatizar que estas ciudades
fueron mencionadas por el hermano de Jesús como siendo un ejemplo de quien recibe el castigo del fuego eterno.
Pero, mi querido hermano, aún cuando hayan sufrido la pena del fuego eterno, no están esas impías ciudades quemándose hasta hoy,
¿correcto? La eternidad de aquel fuego devorador fue tan rápida, que duró apenas “un momento”. He aquí la prueba:
Lamentaciones 4:6 = “Porque mayor es la maldad de la hija de mi pueblo que el pecado de Sodoma y Gomorra, la cual se subvirtió
como en un momento...”
Dios tomó las providencias para la aclaración definitiva del hecho. ¿Sabe usted lo que existe en el lugar de esas impías ciudades?
¡Un mar! Si, el Mar Muerto. (85 km. de agua super salada al sur de Palestina). Y el fuego eterno, ¿dónde está?
Aún hay una segura y fiel palabra profética sobre el asunto. Preste mucha atención:
Jeremías 17:27 = “Pero, si no Me das oído, para santificar el día Sábado, para no traer ninguna carga, cuando entres por las puertas
de Jerusalén en día de Sábado, entonces encenderé fuego en sus puertas, el cual consumirá los palacios de Jerusalén, y no se
apagará...”

El profeta dice que tal fuego es semejante a un fuego eterno. Ahora el hermano va a ver el cumplimiento in-situ de esa formidable
profecía:
2 Crónicas 36:19-21 = “Y quemaron la casa del Señor y derrumbaron los muros de Jerusalén, y todos sus palacios los quemaron a
fuego ... para que se cumpliese la Palabra del Señor, por la boca de Jeremías, hasta que la Tierra se agradase de Sus Sábados...”
Pues bien, la profecía de Jeremías se cumplió religiosamente, demostrando al mundo la sacrosantidad del Sábado; apenas el fuego
que él mencionó que no se apagaría, ¡se apagó! Y ahora: ¿el profeta mintió? ¿No fue él inspirado por el Espíritu Santo? ¡Aguarde!
Los edomitas estaban bajo la indignación del Señor e Isaías entonces dijo:
Isaías 34:9-10 = “Y sus riberas se transformarán en pez (alquitrán), y su polvo en azufre, y su tierra en pez ardiente. Ni de noche ni
de día se apagará, para siempre su humo subirá...”
Si, amado, fue profetizado que los ríos de la ciudad de Edom se transformarían en alquitrán ardiente y su humo subiría al Cielo para
siempre, y nunca se apagaría. Pero, le pregunto: ¿Dónde están los edomitas? Ya desaparecieron hace milenios y en su tierra el humo
no está subiendo ni quemando y mucho menos el alquitrán (materia prima del asfalto) está ardiendo hasta hoy (Eze. 25: 13-14). ¿El
eterno, entonces, tuvo limitaciones? – Si, las tuvo, con sinceridad debemos creer. Grave esta declaración:

“Para cualquier persona exenta de preconceptos, las palabras que se traducen por ‘eterno’ y ‘todo siempre’ no significan
necesariamente que nunca tendrán fin. En el Nuevo Testamento, viene del griego “aión”, o del adjetivo “aiónios”. Es imposible
forzar este radical griego para que signifique siempre un período que no tiene fin. Cuando es aplicado a cosas terrenas tiene un
sentido restricto de duración, mientras dura la cosa a la que se relaciona; cuando junto a Dios o cosas derivadas de Dios, entonces, sí,
exprime una duración sin fin”. – Sutilezas del Error, págs. 236/7, A. B. Cristianini, énfasis míos.

¿Comprende? Que habrá un castigo eterno de los pecadores, a través del “fuego eterno”, no se puede dudar. ¡Es innegable! Sin
embargo, el fuego eterno dura mientras exista “materia” para ser quemada. Sin embargo, acabándose los elementos, sea animal o
vegetal, el fuego se apagará, así como se apagó en las ciudades de Sodoma y Gomorra, en las puertas de Jerusalén y en las ciudades
de Edom.
Ciertamente el castigo que Dios infligirá a los pecadores será de acuerdo con el grado de pecado cometido. Los pecadores pagarán
hasta el “útimo cuadrante” (Mat. 5:26). Lógicamente si uno pecó más que otro, ese se quemará más que aquel, pero tendrá un fin,
por tres razones fundamentales y simples:
Primera: Desear que seres humanos, aunque sean pecadores, se quemen por toda una eternidad, entre gritos lacerantes de dolor, es
un deseo mórbido, inconcebible en el cristiano y extraño para Dios.
Segunda: Dios, a través del profeta Malaquías, deja claro que el aniquilamiento del pecador será seguido inmediatamente después de
haber pagado todos sus pecados, en la tercera venida de Cristo. Vamos a leer:
Malaquías 4:1-3 = “Porque he aquí que aquel día viene ardiendo como horno; todos los soberbios, y todos los que cometen
impiedad, serán como la paja, y el día que está para venir los abrasará, dice el Señor de los Ejércitos, de manera que no les dejará ni
raíz ni rama. Y pisaréis los impíos, porque se harán cenizas debajo de las plantas de vuestros pies, en aquel día que haré, dice el
Señor de los Ejércitos”.

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ACLARANDO:
“Raíz”: Satanás. “Ramos”: Todos los que le dieron oídos. Todos serán extirpados de la face de la Tierra. “En aquel día” – de la
vuelta de Jesús”.
Tercera: La erradicación de todo resquicio de mal es “esencial al bienestar de toda la creación”. El profeta Isaías consolida el asunto
afirmando que Dios “aniquilará la muerte para siempre...” (Isa. 25:8). Yo no lo dudo, ¿y usted?
Finalizando, le digo amado, los impíos desaparecerán bajo la acción del fuego de Dios, junto con Satanás y sus huestes de maldad, y
con ese fuego, que los destruirá para siempre, Dios purificará toda la Tierra, para recibir de vuelta el Jardín del Edén y
posteriormente donándola en posesión eterna para los salvos (Mat. 5:5).
Sería desconcertante habitar una Tierra nueva y pura, restaurada, repleta de gozo, felicidad y paz, oyendo gritos horribles de
pecadores quemándose, ¿no es verdad? ¡Claro que si!
Qué cree usted que sea mejor: ¿Gozar de las delicias eternas, sabiendo que, en algún lugar, están pecadores, parientes y amigos,
quemándose, entre gritos de desespero, o el placer del salvo será mejor sabiendo él que el pecador ya recibió su castigo, pagó lo que
debía, y desapareció completamente?

LOS ATRIBUTOS DEL CARÁCTER DE DIOS SON: — AMOR, JUSTICIA, MISERICORDIA —


Ninguno de los actos divinos puede estar disociado de estos elementos.
AMOR: Dios no quiere que el hombre se pierda (perdiéndose, será por su exclusiva voluntad, porque Dios perdona a todo pecador y
cualquier pecado, desde que sea confesado y abandonado), pero no puede interferir en su voluntad. Si él rechaza la salvación, Dios
tiene que ejecutar la justicia.
JUSTICIA: Erradicar el mal completamente de la Tierra. Destruir a Satanás, a sus ángeles malos y a los pecadores que rehusaron la
salvación, quedando presos del pecado.
MISERICORDIA: La muerte del pecador, aún cuando parezca un acto extraño de la divinidad, es un gesto de misericordia de Dios,
ya que, sería un suplicio para el impío estar en un ambiente donde no tuviese los placeres y deleites que amó y decidió no renunciar,
en toda su vida.
Aún cuando el pecador, por libre decisión, rehuse la vida eterna y sea condenado al infierno para ser devorado por las llamas,
padeciendo sin nunca morir, caracterizaría la justicia sin misericordia, y así el amor de Dios sería puesto en duda.

CONSIDERE:
Si el pecador se quedase quemando para siempre, sería una prueba de que él tiene vida eterna, razón por la cual no muere. Pero la
Biblia afirma que el don de la vida eterna es para los justos y salvos, apenas. La muerte, por consiguiente, hace cesar la vida, y no
continuarla.
Si el pecador va a quemarse en sufrimiento, ¿cómo conciliar eso con la afirmación bíblica de que el sufrimiento será erradicado de la
Tierra? (Apoc. 21:4). La Nueva Tierra también no puede abrigar cosas antiguas, principalmente pecadores quemándose.

La madre es la más preciosa dádiva divina. Usted, como un hijo amoroso, supongamos, tiene una madre que rehusa aceptar el
evangelio. Usted insiste, apela, pues quiere verla en el Cielo. Ella rehusa, se muestra indiferente, y entonces, con profunda tristeza y
pesar, usted percibe que ella no fue salva. Esto no interfiere en su amor de hijo. Aún cuando está “perdida” usted jamás desearía
verla en el fuego para siempre, ¿cierto? El amor filial explotaría en su pecho y haría que usted rehusara esta idea profundamente
cruel.
Si la relación del hijo para con la madre, es así, ¿cómo no será la del padre (el Padre del Cielo) para con los hijos?
Este amor tiene el Padre Celestial por los pecadores. Aunque, como tales, perezcan, el amor de Dios no permitirá que queden
sufriendo en el fuego para siempre.
– Simplemente desaparecerán, ¡después de pagar todos sus pecados!
Presentando cierta vez este tema a un querido hermano observador del domingo, me dijo enfáticamente: “Si el pecador no se
quedase quemando en el infierno, entonces comamos y bebamos que mañana moriremos”.
Él dejó transparecer que, sin infierno y suplicio eterno, mejor sería vivir gozando hoy del pecado. Este es un preconcepto que surge
imperceptiblemente hasta en corazones muy sinceros, sin embargo, este sentimiento en relación al impío de exigirle que se queme
para siempre, es extraño a la Biblia y no encuentra eco en el corazón de Dios.
Usted, mi querido hermano, jamás olvide que: Es el amor que nos debe constreñir a la obediencia y no el terror del castigo.
En la Obra Católica “La Luz del Infierno”, hay esta descripción infernal:

“Escuchad la tremenda, horrible gritería de millones y millones de criaturas atormentadas y enloquecidas de furia en el infierno. Oh,
¡los gritos de terror, los gemidos de dolor, los brados de agonía, los movimientos desesperados de millones y millones!
“Escuchadlos allí bramar como leones, sibilar como serpientes, ladrar como canes; lamentaciones de dragones. Oid allí el crujir de
dientes y las terribles blasfemias de los demonios. Por sobre todo, escucháis el tronar de los rayos de la ira divina, que abalan el
infierno hasta las profundidades.
“Pero, hay otro sonido ... es el sonido de los océanos de lágrimas que vierten los incontables millones de ojos”.
¡Uf! Este tipo de infierno fue el que, por muchos años, ofuscó la creencia en un Dios justo.

Esta doctrina diabólica, trajo descrédito al carácter de Dios y creó millones de ateos.

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“Un infierno ardiendo eternamente, predicado del púlpito y conservado delante del pueblo, es una injusticia al benévolo carácter de
Dios. Esto Lo presenta como el mayor tirano del universo. Este divulgado dogma ha encaminado miles al universalismo, a la
infidelidad y al ateísmo”. – EGW, 1JT:119-120.

MEDITE EN ESTO:
• Si Dios “no tiene placer en la muerte del impío” (Eze. 33:11), y menos aún verlo sufrir para siempre, después que la historia
del pecado acabe.
• Imagine, Dios exige de una persona que pecó durante 70, 80 o 90 años que se quede quemando millones y millones de años
en la eternidad sin fin. No tiene ninguna lógica, ¿no es verdad?
Querido hermano, la vida es una decisión constante. Si usted cree en la doctrina del “castigo eterno” como acabo de presentársela,
decídase a vivirla y a enseñársela a los que aún la desconocen.

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