Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Tesis 4

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 8

TESIS 4.

EL MISTERIO DE CRISTO EN LA ESCRITURA Y EN LA TRADICIÓN

En el AT, para referirse al misterio de Dios se utiliza el término hebreo Sōd (Am 3,7) y en
manuscritos arameos, el término Râs (Dn 2,28; 4,6) A lo largo del NT, se usa el término
griego mystérion, aplicado a tres significados distintos: (1) la sabiduría escondida de Dios,
revelada en Jesucristo (Rm 16,25; 1 Cor 2,7s; Ef 1,9; 3,3; 6,19; Col 1,25-27; 1 Tim3, 16);
(2) las revelaciones apocalípticas (Ap 1,20; 17,7); y (3) la profundidad y trascendencia de
algunas realidades humanas, como la vida matrimonial (Ef 5,32) o incluso, el destino de
Israel (Rm 11,25), (Dufour, 2002). En esta tesis haremos principal énfasis en el primer
sentido: “la predicación de Jesucristo, revelación de un misterio mantenido en secreto
durante siglos eternos” (Rm 16,25), y que corresponde a la “sabiduría de Dios escondida y
destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra”, es decir para nuestra
salvación (1 Cor 2,1.6-10)

1. TODA LA VIDA DE CRISTO ES MISTERIO

Según el catecismo de la Iglesia, todo en Jesucristo es un misterio, empezando por el gran


vacío literario sobre la vida de Jesús antes su ministerio público. Lo que verdaderamente
se esfuerzan en revelar las sagradas Escrituras sobre Jesús, es su identidad divina,
--algunas veces protegida también por el misterio (secreto mesiánico de Mc) --, y su
misión redentora, dos realidades que lo presentan ontológicamente como el Mesías o
Cristo, con el fin de que todo el que crea en Él pueda entrar en su plan redentor y alcance
la vida eterna (Jn 20, 31). (CEC 514).

Habiendo conocido por la fe que Jesús es el Hijo de Dios, es decir, el Mesías (Mc 1, 1), los
primeros discípulos transmiten el misterio de Cristo en su testimonio oral y escrito. Todo en
la vida de Jesús es signo de su misterio: sus gestos, milagros y palabras, dan fe de que
"en él reside toda la plenitud de la Divinidad, corporalmente" (Col 2, 9). Por lo tanto, su
humanidad aparece como signo de su divinidad, y sacramento 1 de salvación: “lo que había
de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su
misión redentora”. (CEC 515)

Toda la vida de Cristo es Revelación del Padre. Jesús manifiesta que quien lo ha visto a
aÉl ha visto al Padre (Jn14, 9), en sus palabras, obras, silencios, sufrimientos, su manera
de ser y de hablar. Por ello el mismo Padre manda escucharle (Lc 9, 35). Porque su vida
está orientada a cumplir siempre la voluntad del Padre (Hb 10,5-7), y comunicar a la
humanidad el amor del Padre a través de su cruz (1 Jn 4,9) (CEC 516).

Toda la vida de Cristo es misterio de Redención. La sangre de Cristo nos ha comprado


para Dios, librándonos del Reino del Pecado y la muerte (Ef 1, 7; Col 1, 13-14; 1 P 1, 18-
19). Nace en una familia pobre para enriquecernos con su pobreza ( 2 Co 8, 9); repara
nuestras rebeldías e insumisión mediante su sometimiento (Lc 2, 51); purifica la mente y el
corazón de sus oyentes mediante su Palabra (Jn 15,3); libera a los enfermos y
endemoniados de sus males, asumiendo en su carne nuestras flaquezas y cargando
nuestras enfermedades" (Mt 8, 17; Is 53, 4); y en su Muerte y Resurrección, nos reconcilia
con Dios y nos justifica (cf. Rm 4, 25). (CEC 517)

2. CRISTOLOGÍA BIBLICA

A) La esperanza mesiánica del Antiguo Testamento

En el AT el título Mesías, (del hebreo Mâŝiaj, que significa ungido), se aplicó ante todo al
rey (1S 10,1; 18,13), luego a los sacerdotes consagrados por la unción (Ex28,41), y
finalmente de un modo inminente al liberador prometido, ordinariamente llamado Hijo de
David (2 S 7,12-16; Sal 132,17) (Dufour, 2002).

1
Traducción latina de la palabra misterio “Sacramentum” que hace referencia al misterio de Dios representados en signos
sensibles a traveés de los cuales actúa real y eficazmente la gracia de Dios.
Mesías Rey. La esperanza del pueblo de Israel, fundamenta su ser al considerarse
“Pueblo de Dios”, en la tierra que Él mismo preparó para ellos y en la Ley. Esto lo
configuraban como una Nación. De esta forma, la figura humana más representativa, y la
que encierra en su propia ontología lo principal de los caracteres antes mencionados, para
el pueblo hebreo, es el rey. Él es el escogido para gobernar sobre su pueblo y, en virtud de
la unción de aceite que simboliza su penetración por el Espíritu de Dios (1Sa 9,16; 10,1-10;
16,13), es consagrado para ser el instrumento de YHWH en su pueblo: el ungido de
YHWH» (2Sa 19,22, Lam 4,20), su representante directo, por lo tanto goza de cierta
respeto religioso. [ CITATION Léo12 \l 9226 ].
Mesías Profeta. Los profetas no eran necesariamente consagrados para su función de
profetas con una unción de aceite, la cual era propia para los reyes; aunque se puede
encontrar algunas excepciones, como la unción de Eliseo como profeta (I Reyes, 19, 16b)
y (2Re 2,9) donde Eliseo pide a Elías dos partes del Espíritu, para ejercer su ministerio
profético. Y la unción de la que habla Isaías que lo capacita en su misión profética de
“anunciar la Buena Nueva a los pobres (…), vendar los corazones rotos, pregonar a los
cautivos la liberación y a los reclusos la libertad” (Is 61,1). Y aunque la mayoría de profetas
no son ungidos para ejercer su ministerio, la escritura menciona a los profetas como los
ungidos del Señor (Sal 105,15; cf. Sal 28,8; Hab 3,13).
Mesías Sacerdote. La figura del sacerdocio en Israel se remonta hasta la travesía del
Éxodo por el desierto del Sinaí. En este lugar Dios constituye a su pueblo como un "reino
de sacerdotes y una nación consagrada" (Ex 19,6). Para ser más específico, Dios escogió
para su servicio litúrgico, de entre las 12 tribus, a la de Leví. Aproximadamente después
del exilio babilónico desaparece la figura del rey, y el sumo sacerdote es quien asume la
“tarea” de guiar y velar por el crecimiento no sólo espiritual sino, también civil del pueblo de
Dios, convirtiéndose así en el “jefe” de la comunidad. Es en este momento cuando se
estima necesario que para consagrarse a su función se le confiera la unción. Así, a partir
de esa época, el sumo sacerdote es ahora el “sacerdote ungido” (Lev 4,3.5.16; 2 Mac
1,10), por tanto, adquiere el lugar de un “mesías” actual, así como lo era antiguamente el
rey (cf. Dan 9,25). [ CITATION Léo12 \l 2058 ]

Escatología y Mesianismo. Se debe recalcar que, dentro de la escatología judía, se le


concede un puesto importante a la espera del mesías como promesa divina. El esperado
será un hombre con mucha influencia y preponderancia en la vida práctica del judío,
especialmente para la restauración del verdadero culto con una nación propia y libre, y con
la dignidad solemne del templo, restaurado en su totalidad (Holman,2003) 2. Esta esperanza
mesiánica ayuda comprender dos características importantes sobre el mesías esperado:

1. mesianismo regio, encargado de devolver la grandeza y el orgullo de “Ser el pueblo


escogido de Dios”, no sólo en la tierra prometida sino en todas partes:"Yo os haré mi
pueblo, y seré vuestro Dios; y sabréis que yo soy YHWH, vuestro Dios…”. Esta figura es
importante no sólo como comprensión de saberse pueblo de Dios, sino para reconocer,
posteriormente, que el mesías prometido debe ser de descendencia real, lo que se conoce
como davídica.
2. mesianismo sacerdotal, que va en concordancia con lo anterior, ya que el sacerdote
era el encargado de todo lo relacionado con la adoración, los sacrificios, las ofrendas,
alabazas y demás funciones en el templo. Después de la destrucción del Templo de
Jerusalén, los privilegios y responsabilidades de los sacerdotes se resumieron en la lectura
de la Torá en las sinagogas y también en diversas actividades litúrgicas y rituales.

B) La cristología en el Nuevo Testamento

A comienzos del siglo I, de nuestra era, el anuncio de la resurrección del Hijo de Dios, abre
la cuestión del Mesías esperado (Cristo en griego), en el contexto de un judaismo
fragmentado bajo el dominio político del imperio romano y la influencia cultural griega. Se
empieza a elaborar una interpretación cristológica del acontecimiento de la muerte y
resurrección de Cristo que da origen a las primeras formulas de fe, que hacen una síntesis
de las primeras creencias cristianas: la muerte redentora del Cristo, su resurrección y la
2
Redacción tomada de la síntesis bíblica EL MESIANISMO PROMESA ETERNA (Ignacio Sarralde, 2020)
esperanza de su Venida gloriosa, fórmulas que llegan hasta nosotros gracias al testimonio
escrito del NT, que podemos organizar en cuatro colecciones [ CITATION Gil17 \l 9226 ].

KERYGMA. son los discursos referidos en el Libro de los Hechos, que anuncian sobre
todo la resurrección y glorificación de Jesús de Nazaret: “Al Jesús que fue condenado a
muerte, Dios lo ha resucitado” (Hc 2, 32-36) y lo ha proclamado Señor, o sea partícipe de
la omnipotencia divina, y Mesías, consagrado para una misión salvífica (Hc 2, 33); por
tanto es Dios y salvador del hombre. Cristología y soteriología forman aquí una unidad
inseparable. A la predicación más antigua pertenece igualmente el texto de 1Cor 15, 1-7.
El hombre Jesús se transforma en el salvador del hombre (Hc 3,13,16; 4,10-12;
10,37,42; 13,23-33) (Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia “San Agustín” ,
1998).
HOMOLOGÍAS. (profesión de fe personal Hb 3,11): Las homologías o fórmulas de
exclamación más antiguas con las que se proclamaba la fe en Jesucristo. Algunas
aclamaciones proclaman que Jesús es el Señor, (1 Cor 8,6; 12, 3), e igualmente, que es
el Mesías, el Cristo. Otras en cambio, aplican a Jesús el título de Hijo de Dios (Mc 1,1;
9,7). Y fórmulas dobles como: “Cristo, Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16; 26,63) y “Señor mío
y Dios mío” (Jn 20,28) (Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia “San
Agustín” , 1998).
CONFESIONES DE FE: Preludio de los símbolos más amplios de los siglos sucesivos.
Hablan principalmente del plan redentor universal de Dios que ha comenzado con la
muerte y resurrección de Cristo y llegará a su plenitud en la parusía del Señor: 1 Tes 1,9-
10; 1 Cor 6,14; 15,15; 2 Cor 4,14; Rom 4,24; 8,11; 10,9; Gal 1,1 Entre estas confesiones
de fe revisten suma importancia las que intentan expresar la identidad de Cristo,
verdadero hombre y Dios. (Guijarro, Las creencias de los primeros Cristianos, 2017).
(Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia “San Agustín” , 1998).
HIMNOS CRISTOLÓGICOS: Que muy probablemente provienen de la liturgia de la Iglesia
primitiva. Su enseñanza puede resumirse básicamente en los siguientes términos: El
Salvador es uno con Dios e igual a Él; es mediador de la creación y de la redención; baja
del cielo para vivir entre los hombres, despojándose de su poder; muere en un acto de
obediencia a Dios, siendo resucitado; realiza la reconciliación de los hombres y del cosmos
con el mismo Dios; finalmente es exaltado y colocado a la derecha de Dios. Los
testimonios escritos que traen hasta nosotros estos himnos, son: Flp.2,6-11; Col 1,13-20;
Jn 1,1-18; Hb 1,3ss; 1Tm 3,16 (Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia “San
Agustín” , 1998).

Sin embargo, la exposición formularia de la fe cristiana, no pretende únicamente una


exposición interminable de citas y figuras veterotestamentarias que encajan en la persona
de Jesús, sino conducir al creyente a Cristo vivo, cuyo misterio se esforzó en profundizar la
Iglesia primitiva, tomando conciencia progresivamente de la identidad y dignidad divinas de
Jesucristo, como de la obra redentora de Dios comenzada en la muerte y resurrección del
Hijo, y que llegará a su plenitud, en la Parusía de nuestro Señor, cuando juzgue
definitivamente a toda la creación y los que creyeron en Cristo como el Hijo de Dios
reciban la bienaventuranza eterna en el Reino.

3. CRISTO JESÚS EN LA TRADICIÓN

Los concilios cristológicos

El concilio de Nicea (325): a comienzos del siglo IV surgió la herejía arriana que
afirmaba que Jesús no era Dios, pues Dios es eterno y Él en cambio apareció en el
tiempo, como cualquier “creatura”. Basándose en su historicidad se sostenía que hubo un
tiempo en el que no existía, hasta que Dios lo creó. De modo que Cristo Jesús, llamado por
Pablo el Verbo de Dios, no es Dios, pero tampoco es un ser humano común, es más bien
un ser espiritual encarnado en un cuerpo sin alma humana, que a su vez es suplida por el
verbo, a quien se reconocía como un demiurgo reducido a rango de un alma humana, en la
que desempeñaba su función de Cristo, y al ser una creatura busca a través del plan
redentor, más que la salvación humana, su propia glorificación. Para responder a este
problema, el concilio precisa un credo bautismal local como regla de fe contra el
arrianismo, en el que aplicó un término griego “omooúsios to patrí”, que esclarecía el
hecho de que Cristo es el Hijo de Dios y por tanto no fue creado, sino engendrado y por tal
razón es consustancial a Dios, es decir, comparte la misma naturaleza divina, lo cual
también confirmaba su pre-existencia eterna. En este concilio quedan fijadas la divinidad
de Cristo y su filiación eterna con Dios, concluyendo que el Verbo eterno de Dios se
encarnó y se hizo hombre, exclusivamente para nuestra salvación [ CITATION Fer15 \l 9226
].

El concilio de Constantinopla (381): la doctrina cristológica de Nicea, abrió una nueva


problemática en círculos semiarrianos que se denominaron más tarde pneumatómacos, y
afirmaban que: Cristo si era Dios, no así el Espíritu Santo, que era una creatura del Hijo. El
concilio respondió con una nuevo símbolo de la fe que al tiempo que reafirma las fórmulas
Cristológicas de Nicea, añade la doctrina del Filioque: “creemos en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida, que procede del Padre (y del hijo), que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria” (DzH 150). A través de esta profesión de fe, la Iglesia
interpreta la generación del Espíritu Santo, no como una creación, sino más bien una
procedencia eterna del Padre y del Hijo, con quienes comparte su misma naturaleza y pre-
existencia. Sin embargo, aunque comparten la misma naturaleza, no son la misma
persona, Para explicar esta cuestión San Atanasio añade a esta cuestión el término
hypóstasis (persona) que expresa lo que es característico e individual de cada una de las
tres realidades divinas, para diferenciarlo de la Ousía (naturaleza) que comparten el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo, como una misma divinidad [ CITATION Gon01 \l 9226 ].

El concilio de Éfeso (431): Nestorio, obispo de Constantinopla, profesaba la existencia


de dos personas en Cristo, a razón de la maternidad de la virgen santa, pues la creatura no
puede engendrar a la divinidad, de modo que ésta sólo podía ser la madre de la “persona
humana de Jesús, “anthropotókos” (madre del hombre) y no la madre de Dios “Theotókos”,
negando que en la única persona de Cristo, subsistiese la naturaleza divina y la humana, y
afirmando que en Cristo coexistían dos personas una que representaba el alma humana de
Jesús el hombre y otra que correspondía al Verbo encarnado de Dios, la parte humana se
subordinaba a la voluntad del Verbo, quien se apropiaba del cuerpo y de los sufrimientos
de la humanidad mediante una decisión voluntaria, reduciendo la encarnación a una mera
unión moral y no ontológica de Cristo en la persona humana. Ante este gran problema la
doctrina conciliar responde con la cristología de Cirilo de Alejandría, que afirma la unión
hipostática, es decir, la profunda unión de la naturaleza divina del Verbo en toda la
naturaleza humana, (tanto en el cuerpo como en el alma, humanos) (DzH 264) De este
modo se concluyó que la virgen era entonces no sólo madre del hombre-Dios, sino madre
de Dios “Theotókos”, no porque la naturaleza del verbo o su divinidad hubiera tenido su
origen de ella, sino porque nació de ella el santo cuerpo dotado de alma racional, a la cual
el verbo se unió sustancialmente, por lo cual se dice que el verbo nació según la carne
(DhZ 251)

El concilio de Calcedonia (451)  se enfrentó particularmente al apolinarismo y la herejía


de Eutiques, condenadas por reducir la persona de Cristo a una sola naturaleza, la
humana (monofisismo). La primera surgió de la incorrecta interpretación de la expresión
evangélica “el Verbo se hizo carne” (Jn 1,14), realizada por Apolinar Obispo de Laodicea,
quien entendió el término “Sarx” (carne), como la totalidad del hombre, considerando así al
hombre como la unidad sustancial de cuerpo, alma irracional y alma espiritual o mente,
siguiendo la antropología platónica. Así entendió que la humanidad del Señor solo estaba
compuesta de carne y de alma irracional, y no de alma espiritual puesto que estas
funciones eran realizadas por el “Lógos” divino. Con esto se debe entender la expresión
“Mia Fisis tou Logou sesarkomene” (la única naturaleza del Logos hecha carne). Misma
conclusión a la que llegó Eutiques un monje archimandrita de Constantinopla, que hizo una
mala interpretación de la cristología alejandrina de Cirilo, afirmando la presencia en Cristo
de dos naturalezas (humana y divina), antes de la unión y luego una sola después de la
unión, asumiendo completamente la naturaleza humana.

El concilio respondió con la definición calcedonense de las dos naturalezas de Cristo, a


través de la formulación kerigmática, en la cual se profesa la fe en “un solo y mismo Hijo
de Dios, nuestro Señor Jesucristo”, en Él están presentes las dos Naturalezas: la divina y
la humana. “Cristo es perfecto en la humanidad y perfecto en la divinidad”, es
“verdaderamente Dios y verdaderamente hombre”. Luego se expone la misma enseñanza
con una terminología filosófica, recogiendo y complementando la enseñanza de Nicea:
Cristo es consustancial al Padre según la divinidad, y consustancial a nosotros según la
humanidad, dos naturalezas que coexisten en Cristo sin confusión, sin cambio, sin
división y sin separación. En conclusión: “Cristo es una hypóstasis, un prosopón, en dos
naturalezas” significa que, Jesucristo, el Hijo del Padre hecho hombre, es una existencia
concreta, un sujeto concreto, en la indivisa e inconfusa realidad de dos naturalezas
perfectas (DzH 301-302)[ CITATION Fer15 \l 9226 ].

Una consecuencia de las definiciones dogmáticas de Éfeso y Calcedonia fue la ruptura de


quienes permanecieron fieles a Nestorio y a una interpretación de San Cirilo en la línea de
Eutiques. Surgieron así las Iglesias nestorianas y coptas. A partir de 1970 se inician los
diálogos con la Iglesia católica. El fruto son «declaraciones cristológicas conjuntas» (Iglesia
ortodoxa copta: agosto 1976 y febrero 1988; Iglesia malankarsiana ortodoxa: 1989-1990;
Iglesia asiría de Oriente: noviembre 1994), que superan viejos malentendidos verbales y
orientan hacia una unidad plena [ CITATION Gon01 \l 9226 ]

Cristo en los Padres de la Iglesia

 La evolución cristológica del periodo preniceno está orientada toda ella a afirmar la doble
naturaleza: humana y divina de Jesús, es decir, a sostener que es verdaderamente hombre
y verdaderamente Dios. Los principales defensores de la fe de la Iglesia frente a estas
herejías como el Ebionismo, Adopcionismo, Docetismo (Anexo 1); fueron Ignacio de
Antioquía e Ireneo de Lyón, defendiendo principalmente la necesidad de que el Salvador
fuese Dios, ya que el hombre no puede aproximarse a Dios si Dios no se acerca a él; pero
también que fuese hombre, para ejercer su misión de mediador, para la salvación de los
creyentes.

En el siglo III comienzan a difundirse otros errores como el subordinacionismo y el


modalismo (Anexo 2) que, aunque son herejías trinitarias, tienen notables repercusiones
cristológicas, pues terminan negando respectivamente la perfecta divinidad de Cristo y la
encarnación del Verbo. Enfrentándose a dichos errores, principalmente Tertuliano y
Orígenes.

En el Concilio de Nicea (325) se condenó la doctrina trinitaria del Arrianismo (Anexo 3),
limitándose Nicea a enseñar que, por nuestra salvación, el Verbo "se encarnó y se hizo
hombre". Defensores de la fe de la Iglesia contra la herejía arriana fueron Eustaquio de
Antioquía y S. Atanasio.

En la cristología apolinarista (que se abordó en el último de los grandes concilios


cristológicos), están ya presentes también los errores que afligirán a la Iglesia durante los
siglos siguientes, concretamente el monofisismo, el monotelismo y el monergetismo
(Anexo 4). Frente al apolinarismo y todas sus ramas heréticas se enfrentaron varios
autores como Gregorio Nacianceno y Gregorio de Nisa, Teodoro de Mopsuestia, y S.
Agustín.

El Concilio Constantinopolitano II (553) resalta el contenido de sus cánones V, VI, y VII que


se distancian de la interpretación de los nestorianos, y el VIII rechaza la de los seguidores
de Eutiques. Profundizándose a partir del mismo en el concepto teológico de persona en
Cristo, destacando las aportaciones de Leoncio de Jerusalén, Máximo el Confesor,
Severino Boecio y Rústico

CONCLUSIONES:

El Misterio de Cristo, o del mesías, está presente en toda la línea histórica, de las
Sagradas Escrituras, como una idea de salvación en el corazón y la mente del pueblo de
Dios, que se realiza en la figura de un liberador . La muerte y resurrección de Jesús el Hijo
de Dios, fue interpretada como la promesa mesiánica, que develó tanto la identidad
ontológica del Cristo: verdadero Dios y verdadero hombre, como también el plan redentor,
universal de Dios, que consiste en la recapitulación de todas las cosas en su Hijo
Jesucristo y la elevación gloriosa de la humanidad a la Vida Eterna.

Sin embargo, la comprensión de este misterio, llevó varios siglos de búsqueda y


formulación de las definiciones conciliares, que responden a varios errores doctrinales y
herejías, que la Iglesia tuvo que confrontar, para presentar un entendimiento claro y
definitivo del misterio de Cristo, logrando afirmar la “unicidad de la persona del verbo
encarnado y la dualidad de la Naturaleza completa, sin confusión ni mezcla” (Concilio de
Caledonia). Sin embargo, aunque el dogma ya está sistematizado, aún necesita ser
profundizado, el misterio de Dios, eterno e insondable, atrae cada vez más al hombre
desde la Cruz donde se eleva Dios en la gloria de su Hijo.
ANEXO 1

Ebionismo: En el siglo II encontramos un sistema cristológico que reduce a Cristo a las


posibilidades y límites de lo que la ley de Moisés y la esperanza judía permitían. Cristo no
trascendía el AT. Rechazan el nacimiento virginal de Jesús, considerando que ha nacido
de María y José como los demás hombres, y que por consiguiente es un mero hombre.
[ CITATION Gon01 \l 9226 ].

Adopcionismo: se le atribuye a Pablo de Samosata en el siglo III y Fotino de Sirmio en el


siglo IV. Según esta herejía Jesús fue solamente un hombre que fue adoptado por Dios en
el momento del bautismo y así fue habitado por el Verbo.

Docetismo: es la doctrina en la que se afirma que la humanidad e Cristo es aparente y


que en el momento de la cruz fue sustituido por cualquier otro.

ANEXO 2

Subordinacionismo: toda teología que afirma que el Hijo es Inferior al Padre y está
subordinado a él. Entre ellas se encuentra el arrianismo.
Modalismo: es la herejía en la que las tres personas de la Trinidad no son distintas, sino
tres modos distintos de la acción del mismo Dios.

ANEXO 3

Arrianismo: es la herejía de Arrio, en la que se niega la divinidad de Cristo y se dice que


Jesús es una creatura de Dios.

La doctrina del Arrianismo (s. IV) se examina en el contexto trinitario, porque al sostener
que el Hijo no es Dios sino una criatura, niega de hecho la realidad de un Dios en tres
personas. Sin embargo, la herejía arriana tiene tambien aspectos cristológicos
importantes. Según Arrio, el Hijo es una criatura; no es engendrado desde la eternidad por
el Padre y no es de la misma sustancia que el Padre. Según esta cristología, el Verbo -que
no es Dios, sino un demiurgo- se encarnó en un hombre, Jesucristo, el cual, sin embargo,
es una "carne sin alma", o a lo sumo, posee un alma humana no racional. Luego en Cristo
falta el alma intelectiva humana, que es suplida por el Verbo. Por tanto este, "en su estado
de encarnación, es en sentido estricto sujeto de la condición humana, de las pasiones y de
las debilidades del espíritu humano. Se encontraba reducido al rango de un alma humana
y desempeñaba propiamente su función en Cristo"

ANEXO 4

Monofisismo: en Cristo se da una sola naturaleza. La naturaleza humana ha sido


absorbida por la divina. La inician los discípulos de Apolinar y la propone Eutiques,
condenado por el concilio de Calcedonia.
Monoenergismo: es una forma mitigada del monofisismo. Se acepta la naturaleza
humana, pero está carente de acción o energía. Nace del acuerdo entre varias corrientes
Monofisistas: Se a la influencia cristológica del patriarca de Alejandría, Ciro.
Monotelismo: también es una herejía derivada del monofisismo: en Cristo se da una sola
voluntad. Fue la doctrina herética de Sergio. Patriarca de Constantinopla.
BIBLIOGRAFÍA

Cf. PATIÑO, José Uriel. Historia de la Iglesia Tomo I. La Iglesia, comunidad e institución


protagonista de la historia siglos I-VII, San Pablo, 3ª ed, Bogotá 2009. pp 185 -198.

BROWN R.E., TheSemiticBackground of the New Testament "mysterion ", en "Bib" 39


(1958) 426-448.

OPPENHEIM F., Arcano, en Enciclopedia Cattolica1, RAHNER H., Ilmistero cristiano e i


misteripagani, R. Penna

Dufour, L. (2002). Misterio. En L. Dufour, Diccionario del NT (págs. 413-414). Bilbao:


Desclée De Brouwer.

Guijarro, S. (2017). Las creencias de los primeros Cristianos. En R. Aguirre, D. Álvarez, C.


Bernabé, C. Gil, S. Guijarro, E. Miquel, y otros, Así vivían los primeros Cristianos (págs.
244-247). Navarra: Verbo Divino.

Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia “San Agustín” . (1998). Cristología del
NT. En I. S. Agustín”, Cristología (págs. 23-35). Madrid: Digiprint Escritores.

Fernández, A. (2015). Teología dogmática I. Madrid: BAC.

Davies, W. (1979). El Judaismo del Siglo I como trasfondo. En W. Davies, Aproximación al


NT (págs.

NOTAS ACLARATORIAS:

1. palabras color negro: esquema original


2. palabras color morado: mi propio aporte y redacción
3. palabras color verde: redacción de alguien más
4. palabras color azul: correcciones de forma (errores de dedo y resalte de palabras)

ACLARACIONES

En un principio pensé agregar al cuerpo del texto propuestas cristológicas


contemporáneas, como la cristología trascendental y o la ascendente ascendente, entre
ellas la de la liberación (Gonzales, José; Queiruga, Andrés; Boff, Leonardo; Espeja, Jesús;
Küng. Hans; Duquoc, Christian; Llano Alfonso). Pero, el tema se especializa
concretamente en la formulación bíblica primitiva y la reflexión dogmatica de la Tradición
de la Iglesia, por tanto no fue posible. Además, el contenido del texto es ya, muy sintético
y no permite añadirle más si se quiere conservar su esquema original.

Seguiré buscando bibliografía más actual, y revisando las revistas de teología que nos
recomendó, además de las obras Jesús de Nazaret I y II del cardenal Ratzinger, para ver si
puedo incluir alguno de sus comentarios exegéticos, que permita sintetizar o sistematizar
mejor, lo ya expuesto, que en sí es ya muy completo. Sin embargo, con la intención de
actualizar un poco los datos, agregué bibliografía de autores de finales del siglo XX y del
siglo XXI, como también algunas citas bibliográficas propias del texto base que estaban
incompletas, para favorecer posteriormente su estudio y reajuste.

Por lo pronto estaré trabajando en el esquema, espero sus sugerencias sobre la


actualización de este trabajo y agradezco su revisión.

Atentamente: Ramiro Andrés Urbano Aguirre.


IV Teología.

También podría gustarte