CRISTÓBAL COLÓN, 1506-2006 Historia Y Leyenda: Ongreso Nternacional
CRISTÓBAL COLÓN, 1506-2006 Historia Y Leyenda: Ongreso Nternacional
CRISTÓBAL COLÓN, 1506-2006 Historia Y Leyenda: Ongreso Nternacional
(Coord.)
CONGRESO INTERNACIONAL
ISBN: 84-7993-037-3
Depósito legal: SE-3924-06
Impreso en España
Impresión: El Adalid Seráfico S.L.L.
Maquetación: Juan Gallardo Blanco
Introducción
Tan difícil como investigar sobre procesos, acontecimientos, épocas y
personajes históricos con pocos datos, documentos y vestigios, lo es el abor-
dar a las grandes figuras de la Historia como Cristóbal Colón. No se trata de
un agotamiento del tema (por el contrario, hay muchas lagunas e incógnitas
todavía sin resolver), sino que la multiplicación de datos, teorías, referencias,
imágenes, escritos, símbolos, etcétera, sobrepasa lo que un investigador
puede estudiar a lo largo de su vida. Durante el siglo XX, Colón se ha con-
vertido en uno de los principales protagonistas de la sociedad de la comuni-
cación y de la imagen. No hay nuevo medio que no tenga su mirada
colombina: desde el cine a la publicidad, sin olvidar al Colón de la web o el
impacto del diseñador gráfico: KOlón. Esta sobreabundancia de información
ha llegado a saturar a muchos investigadores, que han desertado por miedo a
verse sepultados por miles de referencias. Amilana el exceso de páginas, que
frena la fluidez de la reflexión y la escritura, y la fugacidad y la volatilidad
de casi todo lo colombino. Pero a la vez escasean los especialistas en los
albores de este nuevo siglo, y es difícil encontrar nuevos datos e interpreta-
ciones. Queda lejana la excitación de finales del siglo XIX, cuando los inves-
tigadores esperaban resolver la mayoría de los enigmas sobre los orígenes y
la vida del Almirante gracias a los hallazgos en los abandonados y descono-
cidos archivos. El entusiasmo finisecular producía inquietud y desazón,
además de una inusitada prudencia que llevó a que no apareciese ninguna
biografía nueva de entidad en 1892 ni en los años anteriores ni posteriores.
Nadie se atrevió a escribir ni una semblanza mediana del genovés, porque ese
libro podía quedar obsoleto antes de que se secara la tinta.
El IV Centenario fue la feria de la reedición, el convite del folleto y la
fiesta de los colones por encargo o a la carta. La industria editorial, con un
1 Menéndez y Pelayo, Marcelino: “De los historiadores de Colón”, El Centenario, t. II, Madrid,
1892, pp. 433-454; y t. III, Madrid, 1892, pp. 55-71.
2 Hartog, François y Revel, Jacques: Les usages politiques du passé, École des Hautes Études
en Sciences Sociales, Paris, 2001.
3 Pessoa, Fernando: Libro del desasosiego, traducción de Perfecto E. Cuadrado, Acantilado,
Barcelona, 2002, p. 196.
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7 Fernández Duro, Cesáreo: “¿Es el centenario de Colón? Carta dirigida al Sr. D. Marcos
Jiménez de la Espada, enumerando documentos apócrifos que se han publicado con referencia al
Descubrimiento del Nuevo Mundo”, Revista Contemporánea, vol. LXXIX, Madrid, 30 de julio de 1892,
Madrid, p. 130.
8 Stor, Ángel: “Las conferencias en el Ateneo”, La Ilustración Española y Americana, vol.
XXXIII, Madrid, 8 de septiembre de 1892, p. 147.
9 Como ha señalado Javier Tusell: “Lo esencial fue una disposición de la clase política dirigen-
te contraria al monopolio del poder por parte de un solo partido político y destinada a evitar una desme-
dida intervención de la monarquía (o de su camarilla) como en tiempos pasados”. Prólogo al libro de
Lario, Ángeles: sin brújula. La Corona y el sistema político de la Restauración (1875-1902), Biblioteca
Nueva, Madrid, 1999, p. 20. Una obra fundamental sobre el periodo es Varela Ortega, José: Los amigos
políticos. Partidos, elecciones y caciquismo en la Restauración, 1875-1900, Alianza Editorial, Madrid,
1977.
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13 Monumento a Cristóbal Colón, erigido en Madrid por iniciativa de títulos del reino, Fortanet,
Madrid, 1886, 16 páginas y cuatro fotografías. El monumento tenía diecisiete metros de altura y la esta-
tua de Mélida poco más de tres. Se utilizó piedra de Fons y mármol de Carrara para la escultura de Mélida.
14 Asensio, José María: Cristóbal Colón, su vida, sus viajes, sus descubrimientos, 2 tomos,
Espasa y Compañía, 1886-1888, Barcelona, 1891, 2.ª edición, p. XXXI.
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15 Las relaciones comerciales de Barcelona con América son analizadas en Dalla Corte, Gabriela:
Casa de América de Barcelona, (1911-1947). Comillas, Cambó, Gili, Torres y mil empresarios en una
agencia de información e influencia internacional, Madrid, LID, 2005.
16 Pérez Garzón, Juan Sisinio: “Modesto Lafuente, artífice de la historia de España”, en Lafuente,
Modesto: Discurso Preliminar. Historia General de España, Urgoiti Editores, Pamplona, 2002, pp. LX-
ss. Un excelente estudio sobre el historiador liberal en Bernard Pellistrandi, “Escribir la historia de la
nación española: proyectos y herencias de la historiografía, Modesto Lafuente y Rafael Altamira”,
Investigaciones Históricas, núm. 17, Valladolid, 1999, pp. 137-159.
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reinado “providencial”17. Sus deudas con aquélla son numerosas, pues, aun-
que se discrepara en numerosos detalles y en el grado de valoración de algu-
nos reinados y hechos, Cánovas y sus seguidores no tenían un esquema
general muy diferente del de Lafuente. Para él, también el reinado de Isabel
y Fernando había sido clave en la historia nacional. Los elogios para estos
monarcas son continuos en sus escritos, reivindicación que extenderá a los
reyes de la casa de Austria18, de la que, no lo olvidemos, María Cristina era
una descendiente.
Otro elemento relevante del Centenario fue la rivalidad internacional sur-
gida por encabezar las conmemoraciones. Así, la petición norteamericana de
información sobre lo que preparaba España para 1892 obligó al gobierno
liberal, presidido por Práxedes Mateo Sagasta, a tomar las primeras decisio-
nes importantes. De igual forma, el encargo de los americanos para construir
las réplicas de la nao Santa María y las carabelas La Pinta y la Niña en unos
astilleros catalanes forzó al gabinete español a decretar la financiación de, al
menos, la nave capitana por decoro patrio. Si esto ocurría con los Estados
Unidos, las celebraciones italianas en honor de Cristóbal Colón presionaron
para que, primero, los actos oficiales se adelantaran (en Italia comenzaron el
10 de junio, día de san Cristóbal) y segundo para que se concentraran en la
provincia de Huelva, territorio donde se gestó el viaje, se realizaron los pre-
parativos y cuna de la mayor parte de los marinos de las tres naves. Durante
1892, el Centenario se convirtió en un torneo honorífico donde España y los
Estados Unidos buscaron la potenciación de sus respectivas influencias en los
países hispanoamericanos19, y entre España e Italia surgieron los celos por
aclarar a quién pertenecía la gloria real del descubrimiento. Coincidieron
pues, en el IV centenario, una doble rivalidad (en cierta forma paradójica),
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La Biblioteca Colombina
En este marco de rivalidad y reivindicación se desarrollarían los actos del
IV Centenario, en cuya organización se pueden distinguir dos fases. La pri-
mera (1888-1891) se caracterizó por la ineficacia de la Comisión del
Centenario, creada por Sagasta y presidida por el duque de Veragua. La
segunda fase (1891-1893) está dominada por la figura de Antonio Cánovas del
Castillo, quien contribuyó decisivamente a la celebración del Centenario, cre-
ando una Junta más reducida y eficaz que la primera Comisión de 1891. La
dotación del gobierno se incrementó de las 600.000 pesetas del bienio 1889-
1891 al cerca del millón y medio del año siguiente. Cánovas reorientó la con-
memoración hacia temas culturales, principalmente en torno a las
exposiciones y los congresos, y decidió que los principales actos se centrasen
en la provincia de Huelva, para lo que envió a varios ministros en 1891 (con
el fin de restaurar la Rábida, coordinar los festejos y erigir un monumento
frente al monasterio), y él mismo tomó las riendas de los festejos días antes
de la visita de la familia real a Andalucía, que sería el plato fuerte de las cele-
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“Los niños admiramos y queremos a Colón más que los hombres. Le admiramos
por su colosal descubrimiento; y no hay admiración mayor que la del pequeñue-
lo a los gigantes. Le queremos por su apasionado querer a un pobre niño, a aquel
niño que llevó en sus brazos al monasterio de la Rábida, que fue compañero de
estudios y paje del príncipe D. Juan, que acompañó a su padre en su gloriosa
Odisea por los ignorados senos del Atlántico, y que fue narrador e historiador de
las conquistas y los sufrimientos, de las glorias y las amarguras del Almirante.
Los niños admiramos y queremos a Colón, porque el esperar un niño contribuyó
a detenerle en España, y a que no regalara a otra nación un Nuevo Mundo”25.
21 Bernabéu Albert, Salvador: “El Viaje Real por Andalucía durante el otoño de 1892”, en
Andalucía y América en el siglo XIX, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Sevilla, 1986, pp. 3-13.
22 La sociedad conmemoraba la salida de las naves, el 3 de agosto, con diversos festejos. La labor
de esta importante institución está recogida en diversas memorias que se editaron regularmente desde su
fundación.
23 Pando y Valle, Jesús: El centenario del descubrimiento de América, con una carta-prólogo del
Excmo. Sr. D. Alejandro Pidal y Mon, Imprenta de Ricardo Rojas, Madrid, 1892.
24 Conde de las Navas: Homenaje a Cristóbal Colón … por cuenta y costa ajena, Manuel G.
Hernández, Madrid, 1893.
25 Guía Colombina aceptada oficialmente por la Junta del Centenario, publicada por Manuel
Jarreto Paniagua e Isidoro Martínez Sanz, Madrid, Imprenta de Enrique Rubiños, 1892, p. 16. He utili-
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zado la edición facsimilar realizada por la Consejería de Economía de la Comunidad de Madrid en 1992.
Otra obra –que no he podido consultar- es Historia de Colón escrita e ilustrada por niños de nueve a once
años, Barcelona, 1892.
26 Guía Colombina…, p. 94.
27 Guía Colombina…, p. 93.
28 Ménendez y Pelayo, Marcelino: “De los historiadores de Colón…”, t. III, p. 56.
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maron como nunca antes. Seguían teniendo gran validez para el estudio de la
época de los descubrimientos los títulos incluidos en el Epítome de la biblio-
teca oriental y occidental, náutica y geográfica (1738) de Antonio de León
Pinelo32, con las adiciones de Andrés González de Barcia, y la Biblioteca
Americana Vetustísima de Henry Harrisse33, con sus posteriores añadidos
sobre los libros editados entre 1492 y 1551. En España, tanto la Colección de
documentos inéditos de Indias34 como la Colección de Viajes y Descubri-
mientos de Martín Fernández de Navarrete fueron calificadas de tesoros por
Marcelino Menéndez y Pelayo. Esta última abrió un “nuevo período” en el
colombinismo, como lo demuestra lo mucho que lo consultaron tanto escri-
tores españoles como extranjeros (Prescott, Irving, Asensio, Fernández Duro,
etcétera).
Aunque la obra de Fernández de Navarrete no fue superada en conjunto,
sí fue completada con otros documentos que permanecían inéditos y que se
dieron a la prensa por primera vez en obras como el Monumento a Colón,
editado en Barcelona en 187835, el Códice diplomático colombo-americano,
al cuidado de P. Spotorno36, el Códice diplomático americano de Cristóbal
Colón37, el volumen XIX del Boletín de la Real Academia de la Historia,
dedicado a la actuación en Indias de fray Bernardo Boil, la Colección de
Documentos inéditos de Indias38, la Colección de documentos inéditos para
la Historia de España, el Boletín histórico y las Cartas de Indias. Otros
32 Antonio de León Pinelo (ca. 1590-1660). Existe una edición facsímil, con introducción de
Horacio Capel, en Universitat de Barcelona, Barcelona, 1982.
33 Harrisse, Henry: Bibliotheca Americana Vetustíssima. A Description of Works Relating to
America, Published Between the Years 1492 and 1551, G. P. Philes, New York, 1866, 519 pp.
34 Principalmente los volúmenes II, XIX, XXX, XXXVI y XXXVIII.
35 En realidad se trata de la obra de Roselly de Lorgues: Monumento a Colón. Historia de la vida
y viajes de Cristóbal Colón, escrita en francés por el Conde …, Imprenta de Espasa hermanos, Barcelona,
1878, 3 tomos. La obra fue traducida por Peregrín Casabó y anotada y publicada bajo la dirección del
sacerdote Ramón Buldú. Los documentos se encuentran en el tercer volumen.
36 El título completo es: Códice diplomático colombo-americano ossia Raccolta di Documenti
originali e inediti, spettanti a Christoforo Colombo alla scoperta ed al Governo dell’America. Publicato
per ordine de gl’Ill.mi Decurioni della Cittá di Genova, Génova, 1823, en 4.º; reedición por Giuseppe
Banchero, Génova, 1857.
37 Códice diplomático americano de Cristóbal Colón. Colección de cartas de privilegios, cédu-
las y otras escrituras del gran descubridor del Nuevo Mundo, almirante mayor del mar océano, virrey y
gobernador de las islas y tierra firme de las Indias, Imp. y Librería El Iris, La Habana, 1867.
38 El volumen XIX publicó, por ejemplo, las cuentas de Santangel, y el XXXVIII la relación de
cantidades dadas de orden de los Reyes Católicos a Colón antes y al tiempo de su primer viaje.
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documentos de gran interés se podían encontrar también en los libros del nor-
teamericano Henry Harrise39 y en la biografía monumental de José María
Asensio: Cristóbal Colón, su vida, sus viajes, sus descubrimientos40.
Especialmente para el IV Centenario se editaron los Documentos escogidos
del Archivo de la Casa de Alba41, los Autógrafos de Cristóbal Colón y
Papeles de América, donde se publicaron dieciséis documentos colombinos
y otros dieciocho referentes a sus hijos Diego y Hernando42, y las Curiosida-
des bibliográficas y documentos inéditos. Homenaje del Archivo Hispalense
al cuarto centenario del descubrimiento del Nuevo Mundo, editado en Sevilla
en 1892. Junto a las ediciones en papel, también hay que destacar las prime-
ras exposiciones públicas de documentos, como la inaugurada en 1881 con
motivo del IVº Congreso Americanista. En ella se exhibieron documentos
colombinos procedentes del Archivo de Indias y del archivo del Duque de
Veragua, como el título de Almirante43. En 1892, dentro de la Exposición
Histórico-Europea, también volvieron a exponerse varios documentos
colombinos procedentes del Archivo de Indias y de otros archivos privados.
Este acercamiento del escrito original a un público general contribuyó a
difundir la historia de los descubrimientos entre los no especialistas44.
La revalorización de los testimonios documentales como únicos deposita-
rios de la verdad histórica fue una de las principales máximas de la escuela
positivista, en plena expansión en los años anteriores al Centenario. Para sus
partidarios, solo tenía validez y estimación lo que estaba acreditado y respal-
39 Las obras más importantes de Henry Harrisse, fueron la Bibliotheca Americana Vetustíssima,
y la biografía Christophe Colomb, son origine, sa vie, ses voyages, sa famille et ses descendants, d’après
des documents inédits tirés des archives de Gènes, de Savone, de Seville, de Madrid. Études d’histoire cri-
tique, E. Leroux, Paris, 1884, 2 tomos.
40 La obra de Asensio, de dos tomos, está ilustrada con magníficas oleografías, copias de famo-
sos cuadros de artistas españoles como Balaca, Cano, Jover, Madrazo, Muñoz Degrain, Ortego, Puebla,
Rosales y Soler. Además se enriquecían las hojas con orlas, cabeceras y viñetas alegóricas.
41 Entre los documentos publicados se encuentran varios libramientos de Cristóbal Colón.
42 En 1902, la duquesa de Alba editaría un nuevo volumen de documentos de su archivo: Nuevos
autógrafos de Cristóbal Colón y Relaciones de Ultramar. La moderna catalogación de estos documentos
fue realizada por Leoncio López-Ocón y Paloma Calle bajo la dirección de Francisco de Solano en
Papeles de América en el Archivo Ducal de Alba, Ediciones de Cultura Hispánica, Madrid, 1991.
43 Congreso internacional de Americanistas. Madrid, 1881. Lista de los objetos que comprende
la Exposición americanista, Imp. de M. Romero, Madrid, 1881.
44 Catálogo de los Documentos Históricos de Indias presentados por la Nación española a la
Exposición Histórico-Americana, Fortanet, Madrid, 1892.
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dado por una o varias pruebas documentales, por lo que se multiplicaron las
búsquedas en los archivos y bibliotecas públicas y privadas en busca de testi-
monios del paso de Colón por nuestro país y de la documentación generada
por sus actuaciones en Indias. La Bibliografía Colombina, además de reseñar
los documentos ya editados a lo largo de la centuria, incorporó varias referen-
cias de documentos inéditos: 509 correspondían a los pleitos colombinos (que
fueron editados en dos tomos en 1892 y 189445) y otros 369 se encontraron en
las diferentes colecciones que custodiaba la Real Academia de la Historia
(principalmente las colecciones Muñoz, Vargas Ponce y Salazar), los fondos
de la Biblioteca del Rey (tomo titulado Casa de Medina Sidonia), el Archivo
General de Indias, el archivo del Ayuntamiento de Sevilla y el archivo del
Ayuntamiento de La Palma (Huelva). En estos dos últimos repertorios la bús-
queda fue encargada a Francisco J. Delgado por comisión de la Real
Academia de la Historia. Dentro de los inéditos se hallaban documentos tan
importantes como las: “Partidas de pago a las viudas y herederos de los indi-
viduos que murieron en las Indias en el número de los treinta y siete que dejó
D. Cristóbal Colón en la Española al hacer su descubrimiento, y de los que se
hizo nómina”, y el “Despacho, asientos, cuentas de las cuatro carabelas arma-
das por Juanoto Berardi”, cuyos cálculos realizó Americo Vespuchi46.
Llama la atención las pocas referencias colombinas anteriores a 1492:
sólo cinco entradas, y las correspondientes al mítico año del descubrimiento:
quince. Esta escasez documental avivó el interés de los investigadores por
encontrar nuevos testimonios sobre las andanzas y aventuras de don Cristóbal
antes de embarcarse en el puerto de Palos el 3 de agosto de 1492. Hay un
gran optimismo entre los escritores de la época; creen que pronto se resol-
verán los enigmas colombinos gracias a inminentes hallazgos en los archivos
y bibliotecas. Durante el centenario se multiplicaron los artículos, folletos y
ponencias sobre aspectos y temas concretos con el fin de dar a conocer los
hallazgos en un tiempo récord. Los pasajes y aspectos de la vida de Colón
que tenían más nieblas y contradicciones eran: patria, familia, estudios, retra-
to, trajes, escudos de armas, escritura y firmas, casas en que habitó, puntos
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que tocó en sus viajes, paradero de sus restos mortales y tentativas para su
beatificación. Características de esta época son la fragmentación del colom-
binismo, el nacimiento de especialistas en los aspectos más nimios, la llega-
da de investigadores de otros campos y épocas históricas, y la complejidad
narrativa y metodológica. El presidente del Ateneo de Barcelona, José Yxart
y Moragas, señaló en la presentación de un tomo donde se recogían varias
conferencias pronunciadas en la institución condal:
“La lista, sólo la lista de obras de estos últimos años sobre la bibliografía colom-
bina y el descubrimiento, es hoy interminable: un verdadero catálogo de inmen-
sa biblioteca. Con sólo pasar los ojos por él, ocurre esta paradoja: ha llegado a
ser más interesante que el mismo hecho histórico que se celebra y discute, el
modo y forma de celebrarlo a fines de nuestro siglo, el carácter que ha tomado
el pensamiento y estado de la sociedad actual con ocasión, mejor dicho, con pre-
texto del Centenario. Entre tantos hechos como podrían citarse, indicaré aquí
uno sólo, innegable, ocurrido en todas partes con los mismos caracteres: la pro-
funda, la radical división entre los hombres en el modo de apreciar el valor del
descubrimiento y la persona del descubridor”47.
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50 Madrid, Pedro Viudel, editor, 1892, 2 tomos. La biografía de Hernando Colón se editó en cas-
tellano por primera vez en 1749. Otros títulos de la colección fueron De las antiguas gentes del Perú, de
fray Bartolomé de Las Casas, la Relación de la conquista del Perú, de Francisco de Jerez, el Nuevo des-
cubrimiento del gran río de la Amazonas, de Cristóbal de Acuña, y el Origen de los indios, de Diego
Andrés Rocha. Sobre el hijo bastardo del Almirante, Henry Harrisse había publicado D. Fernando Colón,
historiador de su padre, Rafael Tarascó, Sevilla, 1871, donde dudaba de que fuera el autor verdadero.
51 La Bibliografía Colombina apenas pudo competir con la Biblioteca Americana de Leclerc, el
catálogo de Russell Bartlett y el Dictionary of Books relating to America, from its discovery to the present
time, de José Sabin, del que ya se habían publicado XIX volúmenes (con 78.673 referencias).
52 Bibliografía colombina…, p. VII.
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momento era totalmente satisfactoria53. Con todo, los títulos que existían en
el mercado eran capaces de llenar una mediana biblioteca y, al llegar 1892
–como ya he señalado–, la fiebre colombinista provocó un aluvión de nuevos
títulos entre monografías, edición de documentos, crónicas, reediciones,
álbumes conmemorativos, opúsculos, etcétera, que trataré de ordenar en sus
principales corrientes temáticas y metodológicas en los siguientes apartados.
La leyenda colombina
Detrás de esta perspectiva encontramos una larga lista de obras, princi-
palmente poemas y novelas o biografías anoveladas, de acuñación románti-
ca, que van a recrear un Cristóbal Colón heroico y caballeresco, siguiendo la
tradición del siglo XVIII, pero que ahora no escatima pábulos de la más refi-
nada fantasía. Los errores y las inexactitudes históricas se multiplican en aras
de agradar y sorprender. Las grandezas de Colón se dibujan sobre el oscu-
rantismo de la España y los españoles del último cuarto del siglo XV y, si
alguno son redimidos por ayudar al genovés de la capa raída, la mayoría de
personajes que se relacionan con él son necios, petulantes, envidiosos, ciegos
e ignorantes ante la trascendental empresa que traía al elegido Cristóbal a
España. Las más importantes de estas obras son la Historia del descubri-
miento y conquista de América, del alemán Joaquín Enrique Campe54
(Madrid, La España Moderna, 1892), y la Biografía de Cristóbal Colón de
Alfonso María de Lamartine55 (Madrid, Imprenta La España Forense, 1992).
Esta última contiene varios errores comunes en la época, como los estudios
en Pavía o el casamiento con Beatriz Henriquez, e interpretaciones románti-
cas y emocionadas, como la escena del desembarco en la primera isla avista-
da en el océano:
“Besó la arena y con el rostro pegado a ella vertió abundante llanto. Eran lágri-
mas de doble sentido y de doble augurio, que humedecían por primera vez la
arcilla de aquel hemisferio visitado por hombres de la vieja Europa; lágrimas de
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56 Lamartine, Alfonso María de: Biografía de Cristóbal Colón, Imprenta La España Forense,
Madrid, 1992, pp. 88-89.
57 Madrid, Librería de Miguel Guijarro, 1892, 4 tomos. La primera edición de Irving en inglés
fue de 1828 y en castellano de 1833. Sobre los aciertos, errores y ediciones de Irving, véase Francisco
Morales Padrón, “El descubrimiento de América según Washington Irving”, Boletín de la Universidad de
Granada, Granada, 1960, pp. 55-86; y Varela, Consuelo: “La primera biografía de Cristóbal Colón”, en
Garnica, Antonio (ed.): Washington Irving en Andalucía, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2004, pp.
121-146.
58 Valencia, J. Ferrer de Orga, 1853, 244 páginas. Al final de los versos llevaba un extracto de la
historia del descubrimiento del Nuevo Mundo de Washington Irving. Se publicó en Madrid, por Luis
García, en 1859, y nuevamente en 1882 y 1884. Actualmente contamos con una edición asequible en
Pando, José Luis de: Colón y Campoamor, Autor, Madrid, 1987
59 A modo de ejemplo, enumeraría el Álbum dedicado a Cristóbal Colón por los estudiantes de
la Universidad de Salamanca, Telesforo Oliva, Salamanca, 1866; García Escobar, Ventura: Romancero de
Colón, Labajos, Madrid, 1866, y los poemas contenidos en Coll, Fray José: Colón y la Rábida, segunda
edición aumentada y corregida, Imprenta y litografía de los Huérfanos, Madrid, 1892.
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así como el principal blanco de los tiros de los que la atacan. Notorio es, sin
embargo, que la tal leyenda ha sido pródigamente enriquecida por la imagi-
nación de los panegiristas posteriores, y así no hay rastro, por ejemplo, en el
libro de D. Fernando, del supuesto matrimonio clandestino del Almirante con
Beatriz Enríquez …”60.
A nivel regional, el mayor esfuerzo colombinista se realizó en la provin-
cia de Huelva tras la restauración del convento de La Rábida el 15 de abril de
185561 y la fundación de la Sociedad Colombina Onubense (1880), institu-
ción que fomentó la investigación de los temas colombinos y la recuperación
de los sitios relacionados con el Descubrimiento. Anualmente convocaba
varios concursos literarios para conmemorar la salida de las naves el 3 de
agosto de 1492, cuyos ganadores se daban a conocer en diversas publicacio-
nes y memorias. Buena parte de los poemas y ensayos muestran la filiación
con la leyenda romántica, hasta que Fernández Duro, en 1891, inauguró una
nueva fase con investigaciones cercanas a la escuela positivista, teniendo
como principal finalidad la reivindicación de la figura de Martín Alonso
Pinzón en la gestación y desarrollo del viaje del descubrimiento. Un ameno
libro sobre el monasterio se debe al quisquilloso fray José Coll, Colón y La
Rábida62, donde se incluyen datos muy interesantes sobre el convento fran-
ciscano y el cercano Palos de la Frontera.
60 Menéndez y Pelayo, Marcelino: “De los historiadores de Colón”, El Centenario…, t. II, p. 454.
61 Alonso y Castillo, Mariano: Convento de la Rábida, se inaugura su reedificación parcial;
apuntes pertenecientes a la historia de tan célebre monumento, Reyes y Moreno, Huelva, 1855; y Paliza,
Evaristo de la y Pérez, José P.: La Rábida y Cristóbal Colón. Resumen histórico de la vida de Cristóbal
Colón, imp. de D. José Reyes y Moreno, Huelva, 1855.
62 2.ª edición, corregida y aumentada, Madrid, Imprenta y Litografía de los Huérfanos, 1892.
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un pie asentado en esta orilla del Continente y el otro en los finisterres europeos,
abarcando con la mirada, por sobre el Atlántico, la extensión de ambos hemis-
ferios. Un San Cristóbal, Christophoros, Porteador de Cristo, conocido por
todos, admirado por los pueblos, universal en sus obras, universal en su presti-
gio. Y, de repente, como alumbrado por una iluminación interior, pensó Mastaï
en el Gran Almirante de Fernando e Isabel”63.
63 Carpentier, Alejo: El arpa y la sombra, Alianza Editorial, Madrid, 2003 (1.ª edición, 1998),
p. 43.
64 Este mismo autor publicó en el IV Centenario Cristóbal Colón y Alonso Sánchez, Imp. de El
Guadalete, Jerez, 1892.
65 Un ejemplo de esta literatura es el colectivo, Propaganda Católica. Cristóbal Colón. Cuarto
centenario del descubrimiento de América (1492-1892), Tipografía Católica, Barcelona, 1892.
66 En la red (www.filosofia.org) se puede consultar la Crónica del tercer Congreso Católico
Nacional Español. Discursos pronunciados en las sesiones públicas y reseña de las memorias y trabajos
presentados en las secciones de dicha Asamblea celebrada en Sevilla en Octubre de 1892, Est. Tip. de El
Obrero de Nazaret, de C. de Torres y Daza, Sevilla, 1893.
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España, que la semblanza de aquel héroe tiene dos aspectos: como descubridor
no tiene par y en este concepto podemos decir que se ajusta bien a su talla, todas
le vienen cortas; pero en calidad de virrey, como por lo visto no le tenía Dios
destinado para gobernar dilatados reinos, no siempre mereció plácemes y loores,
¡ay! no. Esto consta perfectamente en Roma, y ello es muy bastante para que no
se dé un paso en lo tocante a la soñada beatificación”67.
La leyenda adversa
67 Coll, Fr. José: Colón y la Rábida, Imp. de A. Pérez Dubry, Madrid, 1891. Véase también
Vidart, Luis: Colón y Bobadilla, Rivadeneyra, Madrid, 1892.
68 Un repaso de estas obras en Pardo Bazán, Emilio: “El descubrimiento de América en las letras
españolas”, en Nuevo Teatro Crítico, Año II, n.º 20, Madrid, agosto de 1892, p. 75. La consulta de esta
revista en www.cervantesvirtual.com.
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69 Nacido en Zamora en 1830, Fernández Duro se educó en su ciudad natal y en Madrid antes de
ingresar en el Colegio Naval de San Fernando (Cádiz) el año 1845, obteniendo tres años más tarde la plaza
de guardiamarina. Sus primeros destinos fueron Filipinas, donde luchó contra los piratas de la isla de Joló,
y la Comisión Hidrográfica de Canarias. En 1859 ascendió a teniente de navío y, tras varios servicios en
el Mediterráneo, fue nombrado primer secretario de la Comandancia General del Apostadero de La
Habana, participando en la expedición contra México. Posteriormente pasó a España, ejerciendo diversos
cargos administrativos, y a Cuba, acompañando al capitán general Caballero de Rodas. Durante su per-
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caciones, con los títulos de Colón y Pinzón (Madrid, Tello, 1883), Colón y la
historia póstuma (Madrid, Tello, 1885), Tradiciones infundadas (Madrid,
Sucesores de Rivadeneyra, 1888), Nebulosa de Colón, según observaciones
hechas en ambos mundos (Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1890) y
Pinzón en el descubrimiento de las Indias (Madrid, Sucesores de
Rivadeneyra, 1892), junto a cientos de artículos y conferencias, Fernández
Duro insistió en erradicar las falsedades de la biografía colombina, analizan-
do la llamada etapa primitiva del descubrimiento, esto es, los preparativos
del primer viaje, valorando la participación de Fernando el Católico y otros
nobles de la corte, las relaciones entre el Almirante y los Pinzones y, en defi-
nitiva, tratando de reconstruir el contexto histórico en el que se desarrolló la
empresa del descubrimiento.
En su ardua cruzada, Fernández Duro recibió muchas censuras70, pero
también numerosas adhesiones, como, por ejemplo, de Marcelino Menéndez
Pelayo, Rafael Altamira, Luis Vidart, Miguel Mir, Emilia Pardo Bazán, Juan
Valera, Jiménez de la Espada, Cánovas del Castillo, Justo Zaragoza, etcétera.
Todos ellos reclamaron la celebración de un Centenario del Descubrimiento
de América, entendiendo por tal, no un hecho geográfico y puntual, sino una
empresa nacional de honda repercusión en la Historia Universal, en la cual
estaría integrado el primer viaje colombino como llave del camino, y situaría
la gloria de Colón en relación con el resto de impulsadores de su genial ini-
ciativa71. Fernández Duro, que se había retirado del servicio activo de la
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descubrimiento de América intervinieron han sido después juzgadas, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra,
1892. Con este trabajo inauguró las conferencias del Ateneo de Madrid el 11 de febrero de 1891. Como
presidente del gobierno, don Antonio contribuyó a dinamizar los actos del IV Centenario y concentró los
principales festejos en La Rábida y Huelva. En estos escenarios se celebró el IX Congreso Internacional
de Americanistas (7-11 de octubre de 1892), cuyas actas han sido recientemente impresas en edición facsí-
mil, con estudio preliminar de Salvador Bernabéu Albert, por el Excmo. Ayuntamiento de Palos de la
Frontera, 2006.
72 Fernández Duro, Cesáreo: “¿Es el Centenario de Colón?…”, p. 130.
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bra, sino el descubrimiento total del Nuevo Mundo, y aún si se quiere el con-
junto de la grande obra colonial de castellanos y portugueses, ora se la haga
arrancar de los descubrimientos y sublimes adivinaciones del Infante D.
Enrique, ora, como otros quieren, de la primera ocupación de las islas
Canarias”73.
Esta visión fue la que adoptó la dirección del Ateneo de Madrid al pro-
gramar un ciclo de conferencias en el curso 1891-92 con el título de El
Continente Americano (55 en total), siendo su promotor el literato y acadé-
mico Antonio Sánchez Moguel, fundador de la sección de Historia de la
prestigiosa institución madrileña. Las dedicadas al Almirante fueron las
siguientes: Isidoro de Hoyos y de la Torre, Marqués de Hoyos: Colón y los
Reyes Católicos; Cesáreo Fernández Duro: Amigos y enemigos de Colón y El
primer viaje de Colón; Luis Vidart: Colón y la ingratitud de España y Colón
y Bobadilla; Patricio Montojo: Las primeras tierras descubiertas; Víctor
Balaguer: Castilla y Aragón en el descubrimiento de América; Emilia Pardo
Bazán: Colón y los franciscanos; Nicolás Paso y Delgado: Los retratos de
Colón; y Manuel Colmeiro: Los restos de Colón. Las conferencias ateneístas
se imprimieron primero por separado y después todas juntas en un lujoso
volumen74. Además fueron reseñadas en la mayoría de los periódicos y revis-
tas de la época, teniendo así una difusión extraordinaria para la época.
Uno de los conferenciantes, Luis Vidart, oficial de artillería retirado, que
sería elegido poco después académico de la Historia, desencadenó una inte-
resante polémica con la conferencia titulada Colón y Bobadilla75. En ella se
preguntaba si los graves cargos que se le hicieron al Almirante eran reales o
inventados. Vidart apoyó la idea de que fueron verdad, que su gestión como
virrey fue un desastre, justificando su detención y envío a España: “El inmor-
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tal descubridor del Nuevo Mundo era un pésimo gobernante. […] yo no quie-
ro consentir, yo no puedo consentir, que a la gloria de Colón le sirva de
pedestal la deshonra de España, y así sucede en la leyenda colombina, que
hoy se admite como historia verdadera por el vulgo de las gentes, y lo que
aun es peor, hasta por escritores de justo y esclarecido renombre”76. Para apo-
yar su tesis cita a Oviedo y Las Casas y repite otras afirmaciones ya pronun-
ciadas por otros revisionistas, como Fernández Duro o Justo Zaragoza. Las
reacciones fueron numerosas y virulentas, principalmente desde el Ejército y
la Iglesia77, alimentando una interesante polémica que dividió a la opinión
pública durante el año del centenario.
En general, la labor del Ateneo fue más pacífica y fructífera, dando a
conocer aspectos casi olvidados de nuestro pasado americano, como la colo-
nización de California, por Luis Torres Campos78. Para que no se entibiase
los ánimos por el Almirante, algunos optaron por la españolidad de Colón en
un intento de superar la dicotomía entre el Almirante y Pinzón79.
Toda una serie de consecuencias se derivaron de la nueva idea del
Descubrimiento. En primer lugar, la acentuación del carácter hispano-portu-
gués de la misma; el Descubrimiento será ibérico:
“No, en verdad –señalaba Luis Vidart–; obra es de la raza ibérica, hay que repe-
tirlo una y muchas veces; obra es de Portugal y de España el descubrimiento,
colonización y conquista de América y Oceanía; obra gloriosísima en que toma-
ron parte, al par de Cristóbal Colón, sin que esto disminuyera la grandeza de su
personal iniciativa, insignes príncipes, sabios cosmógrafos, valerosos navegan-
tes y expertos capitanes, el genio de Colón no habría podido hacer en pocos años
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lo que ha necesitado dos siglos de asidua labor, en que pusieron sus manos y su
entendimiento, como dice Mendoza, los más preclaros varones, honra y prez de
Portugal y España”80.
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83 La colección, de autor anónimo, estaba en poder de Fernández Duro. Las medias eran de 90 x
65 mm. Bibliografía Colombina…, pp. 577-578.
84 Arias Angles, Enrique y Rincón García, Wilfredo: “La imagen del descubrimiento de América
en la pintura de Historia española del siglo XIX”, Relaciones artísticas entre España y América, CSIC,
Madrid, 1990, pp. 273-363. Estos autores enumeran hasta 103 cuadros, elevando considerablemente los
reseñados anteriormente por Espinos Diez, Adela, García Saiz, Concepción y López Torrijos, Rosa:
“Colón y el descubrimiento de América en la pintura española e italiana del siglo XIX”, V Congrés
Espanyol d’Història de l’Art, Barcelona 1984, Ediciones Marzo 80, Barcelona, 1986, 2 vols.
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86 Bautista Díaz, Juan: Memoria descriptiva para tomar parte en los festejos del cuarto cente-
nario de Colón verificando la limpia de una trayectoria parcial del río Manzanares para salubridad y
embellecimiento de Madrid y navegación a vapor, creando además beneficios generales y rendimientos a
perpetuidad para el Excmo. Ayuntamiento de esta corte, Tipografía de El Liberal, Madrid, 1892.
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