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Occidente

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Retamal Favereau, Julio, ¿Existe aún Occidente?

, Editorial Andrés Bello, Santiago de


Chile, 2007, 209 pp.

«La cultura occidental se ve amenazada en su esencia», es la tesis central del libro de


Julio Retamal. Se trata de un «estado de la cuestión acerca del momento histórico de nues-
tra época». Es un ensayo que continúa una trayectoria en la cual se confunden la actividad
docente del autor, su intervención en los debates públicos y la labor de un historiador de la
cultura que ha constituido una personalidad intelectual única. Este libro no proviene de la
investigación propiamente tal, ni siquiera de una disciplina formal como la historia intelec-
tual o historia de las ideas (lo cual no es lo mismo). Proviene de una reflexión de historia
cultural que se orienta a la trayectoria de ciertos escritos de Jacob Burckhardt o de Karl
Jaspers, vale decir, se trata de esa zona del conocimiento histórico tan típica de los siglos
XIX y XX, que acude a la historia, ya sea reciente o remota, para contribuir a responder la
pregunta por acerca de qué se trata y qué ofrece el momento que estamos viviendo. En otras
palabras, es lo que a mí me gusta llamar «interpretación de la historia».
El libro es una continuación de otro: Y después de Occidente ¿qué?, publicado origi-
nalmente en 1982. Pero el estilo y el problema, sin embargo, continúan siendo los mismos,
una mirada escéptica cuando no claramente pesimista acerca del destino de la sociedad
contemporánea. En una primera parte, Retamal Favereau analiza las costumbres y la vida
política y material de nuestra época. Este análisis, al igual que a lo largo de todo el libro, se
lleva a cabo no mediante un trabajo de reseña de investigaciones y análisis de los problemas,
sino de la vivencia de una persona sensible e inteligente –sobre todo, poseedora de una vasta
cultura y muy fuerte en lo estético– que, con agilidad y de una manera que está al alcance de
cualquier público con un mínimo de cultura e interés, ensarta a nuestra época esgrimiendo
su catilinaria. No se trata, sin embargo, de una suerte de Savonarola que quiere quemar lo
que el resto adora, sino de un llamado de alerta ante fenómenos que el historiador analiza
muchas veces de manera diferenciada y provista de sentido común.
Comienza destacando su tesis central que la crisis de Occidente es un tema que viene
del interior del mismo y no, en primer lugar, de una amenaza externa. Lo primero que nos
recuerda es la llamada crisis de la autoridad. «Ejercer la autoridad es un esfuerzo espiritual
profundo de imposición de normas exteriores al individuo (…) quien ejerce la autoridad
como se debe tiene que saber de antemano lo que hace, por qué lo hace y cómo debe ha-
cerlo (…) en otras palabras, debe ser un ejemplo de probidad». De una manera plástica y
chisporroteando el humor que le caracteriza, va dando ejemplos de lo que él considera crisis
de la autoridad en la familia, en la sociedad, en el poder judicial, en los ejércitos. Pasa a un
contrapunto, el fenómeno tan sorprendente del fundamentalismo islámico como una amenaza
externa, el «proletariado externo» según hubiera señalado Arnold Toynbee.
Retamal es de los que destaca el factor violento e intolerante del mundo musulmán, si
bien poniendo énfasis en que «tienen el coraje de afirmar que su religión es la única verda-

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dera, lo que es un acto excepcional en nuestros desteñidos días relativistas». Definiendo al
mundo musulmán vuelve a su tesis de origen: que el problema estaría en la pérdida de fe en
sí mismo del mundo occidental. Analiza los actores del mundo occidental, no sin su cuota
de caricaturización, aunque no se puede negar el humor de algunas descripciones. Esta-
blece una jerarquía algo idealizada de oficios y ocupaciones, empezando con los teólogos,
siguiendo con los filósofos, artistas, científicos, economistas y políticos. Es muy atractiva
la originalidad con que trata el tema de la economía, y su crítica al economicismo actual va
más allá de expresiones conformistas de nuestra época: «(El) exitismo es como el contra-
peso de la competitividad, ya que afecta más al empresario que al grupo que lo acompaña.
Para ser exitoso hay que estar siempre en actitud de búsqueda, innovación y creatividad.
Nuevamente, en ello no hay nada de malo a priori. Pero ¿qué pasa con los que no tienen
esas capacidades –que son la inmensa mayoría– y deben subsistir? Asumen a menudo el
rol de derrotados». En una frase resume, a mi juicio, uno de los problemas centrales de la
libertad en el liberalismo económico y es que el concepto de libertad, cuando se le sustrae
de los terrenos políticos y morales, queda restringido a una pequeña minoría, por importante
que sea para la sociedad la autonomía de que pueda gozar.
Y así sigue. Efectúa un útil resumen de la distinción entre las diversas derechas que
existen, aunque el tema queda inconcluso al no hacer lo mismo con las izquierdas. Pasa a la
educación, a la cultura, a la caída precisamente de la idea de cultura general, la informalidad
en el hablar, en el vestirse y en el trato entre las personas. «¡Y qué decir del vestuario! Siempre
me ha parecido que el vestuario está para que el hombre se adorne y así, resalte mejor su
apariencia. En la actualidad, da la impresión de que la ropa se usa solamente para cubrirse
o para disfrazarse (…). La chabacanería campea por doquier. Las mujeres lucen la barriga,
el ombligo y, ocasionalmente, otras presas. Los hombres se cubren con parkas, poleras,
polerones, shorts o calzones cortos, zapatillas y gorras». Las emprende contra instituciones
que uno se imaginaría defendidas por el autor, pero que considera desnaturalizadas, como
la monarquía constitucional, que a mí me parece una de las grandes conquistas políticas
de la cultura moderna. Concordaría con el autor, si él reconociera que el problema de la
monarquía actual es que se confunde a sí misma con un reality show. En algunas páginas
reúne personas y hechos un tanto disímiles, como Almodóvar, la «Cicciolina» y Hugh He-
fner. En realidad, y no sin razón, le molesta que la vida actual sea un continuo happening
y que más que transparencia lo que se pide es vedettismo.
En otra parte del libro, pasa a analizar la evolución religiosa de la consideración de los
sexos y, con ello, del papel de la mujer y de la puesta en tela de juicio del matrimonio. Sobre
la evolución de la Iglesia Católica, afirma que «uno de los problemas actuales del cristia-
nismo es que se ha concentrado demasiado en el activismo y en la reforma del mundo. En
otras palabras, en el prójimo. Y, por lo mismo, ha descuidado a Dios». Critica acerbamente
los cambios en la liturgia y, especialmente, que se haya ido tecnificando como espectáculo,
y que «el micrófono ha pasado a ser parte integral e imprescindible de cualquier celebra-
ción católica». Habría que recordar que ya hace 80 años Ernst Jünger hizo una observación
similar. Continúa mostrando por qué la religión católica tiene verdades superiores y únicas
frente a otras religiones. No postula, sin embargo, un regreso a un tradicionalismo, quizás
porque intuye que para ello habría que formular una postura política que sólo contribuiría

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más a la desacralización de lo religioso. Repite, en cambio, la palabra evangélica, «(dar) al
César lo del César, y a Dios lo de Dios».
Julio Retamal recuerda constantemente al lector que no pretende hablar a partir de
una ciencia y que está expresando su posición personal. Él mismo, hacia el final del libro,
muestra cómo la misma ciencia ha destruido algunas certidumbres científicas. Con todo,
no hay que olvidar que existe una actitud científica de la cual el historiador también se
debe hacer cargo. El libro estimula muchas preguntas y algunas observaciones. La primera,
es que muchos de los fenómenos de masa –como decía, descritos con su toque de comi-
cidad– expresan también el acceso a una vida material y físicamente más segura para la
gran mayoría de los seres humanos en, también, la mayoría de las sociedades del mundo,
aunque sólo una minoría de ellas parece ser calificada plenamente de «desarrollada». Este
hecho se relaciona mucho con la aparición de la cultura de masas, que ciertamente tiene
sus aspectos no sólo cómicos y risibles, sino que amenazantes para una concepción de la
cultura que anime a una sociedad que pueda canalizar dignamente estos procesos. Este es
un gran desafío para nuestra época, que se puede expresar en la antigua correspondencia
inestable entre cantidad y calidad.
Una segunda observación, tiene que ver con el concepto de «Occidente» que anida en el
libro de Julio Retamal. Su concepción es evidentemente tradicionalista, si por tal conside-
ramos a quien cree sólo al Occidente clásico, –lo que el autor llama en su libro anterior «la
unidad de la verdad»–, como la esencia insoslayable de la cultura occidental. Sin embargo,
la sociedad occidental se ha caracterizado por su dinamismo, lo que implica evolución y
transformación aunque, por cierto, ésta no puede ser ilimitada. También al hablar de cul-
tura hay que tener en cuenta que cualquiera de las grandes creaciones humanas, como las
civilizaciones antiguas de China, India y Egipto, poseen también significados que pueden
ser válidos en otras circunstancias. A esto se añade de que, por sus orígenes helénicos y
judío-cristianos, Occidente constituye una cultura algo aparte del resto de las culturas, en
cuanto que imprime a sus creaciones un rasgo especialmente universal a sus valores e ins-
tituciones y prácticas. Por último, Occidente sacó a luz la modernidad, que le da un nuevo
rostro no solamente a sí mismo sino que al planeta entero, lo que desde luego constituye
tanto peligro como apertura. Esto hace de nuestra era –más allá de nuestra época– una fase
de la historia quizás caracterizada por la gran apuesta de si se puede crear una suerte de
civilización universal sin un imperio universal. ¿O será la cuadratura del círculo?
Este libro, dirigido a un público interesado, refleja no sólo un interés de divulgación
sino que expresa una visión particular, articulada con ejemplos sacados de todo el planeta
y de una historia milenaria. Les extrañará mucho a los latinoamericanólogos, europeos y
norteamericanos, que buscan lo very tipical en nuestras sociedades. A pesar de ello, la obra
de Julio Retamal Favereau expresa una forma no poco común de la conciencia histórica de
las sociedades iberoamericanas, al momento de definir el carácter de nuestro mundo. En
este sentido es un libro surgido de una identidad plenamente chilena.

JOAQUÍN FERMANDOIS

La presente reseña fue primeramente publicada en el Boletín de la Academia Chilena de la Historia, LXXIV, 117,
julio-diciembre de 2008.

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