Mexico Posrevolucionario
Mexico Posrevolucionario
Mexico Posrevolucionario
El proceso de reconstrucción nacional fue una gran prioridad sobre todo entre
los años 1917 y 1928, sin embargo, a pesar de intentar establecer un nuevo
Estado moderno, surgieron conflictos políticos debido a las dificultades que
conllevaba realizarlo.
Ante esta situación, los generales en el poder que en ese momento eran
Obregón y Calles, tuvieron que afrontar una profunda reforma militar antes de
poder abordar la reforma política, ya que era necesaria de igual manera para
lograr la estabilidad del país. La renovación del ejército era un requisito previo
ineludible para poder unificar a todos los grupos revolucionarios, y así enviar un
importante mensaje, del cual se resaltaba que el tiempo en que el poder se
obtenía mediante las armas había llegado a su fin.
Un paso más importante aún se dio con la creación del Partido Nacional
Revolucionario (PNR). El nacimiento del partido fue el impulso unificador definitivo
por parte de los revolucionarios. En este pacto fueron incluidos militares:
sometiéndolos a los dictados políticos del partido, restándoles autonomía y
eliminando de forma definitiva la vía armada como medio de acceder al poder.
El último paso se dio a fines de 1940, bajo el mandato del presidente Manuel
Ávila Camacho, se lleva a cabo una nueva reestructuración del partido. Esta
reforma tuvo como principal finalidad la eliminación del sector militar y su
influencia tanto en la política como en el partido, consolidándose de esa manera la
institucionalidad del ejército.
La expropiación del petróleo tuvo como causa principal el conflicto entre las
empresas petroleras extranjeras y el presidente Cárdenas. Dado que dichas
empresas se negaron a aceptar un fallo de las autoridades laborales, el presidente
decidió cortar de raíz la peculiar situación de estas empresas, las cuales además
se negaban a someterse a las autoridades mexicanas, contraviniendo el artículo
27 constitucional. Analizando a fondo la expropiación del petróleo, podemos decir
que se dio total cumplimiento al artículo 27 constitucional, permitió al Estado tomar
el control, de forma definitiva, del desarrollo económico nacional y puso fin a la
intervención económica de las potencias extranjeras, llevada a cabo, en algunas
situaciones por encima del Estado mexicano.
Además de los procesos de modernización en materia militar y económica, la
centralización y unificación política de las diversas fuerzas existentes en el país
era la tarea más importante. Dicha centralización era indispensable para superar
la espiral de anarquía de la época, resultado de la existencia de múltiples grupos
que ejercían el poder político anárquicamente en todo el territorio nacional.
Durante todo este tiempo, el país vivía una profunda mutación en todos los
ámbitos: en lo político, en lo económico y en lo social. Todos estos cambios fueron
inducidos a la sociedad e impulsados por el aparato estatal. De esa manera, para
el año 1940, la revolución ya tenía un significado preciso: ya no era la revolución
de un grupo u otro, sino un movimiento único; abarcaba no solo el periodo armado
y violento, sino que todo eso tuvo que ocurrir como parte de un proceso casi
permanente de constante renovación y transformación. Los dirigentes del grupo
gobernante, de una forma u otra, estaban conscientes de la importancia de las
instituciones. En este periodo, cuando se lleva a cabo una importante
reorganización del poder político, para adecuarlo a la nueva realidad y hacerlo
mucho más funcional, se impulsó la construcción de una serie de instituciones,
principalmente políticas, pero también del ámbito económico, militar, y social.
Como el paso del tiempo, el régimen logra hacerse un fuerte apoyo y cuenta
con un gran sustento popular. Dicho soporte lo conformaba, principalmente,
campesinos beneficiados por la reforma agraria; obreros fuertemente apoyados
por el Estado, a través del reconocimiento sindical y de los constantes aumentos
salariales decretados; un ejército disciplinado y cohesionado, cada vez más
profesional y sujeto al mando civil; y un creciente grupo de servidores públicos. De
esta forma, el Estado penetro como nunca antes a la sociedad y, hasta cierto
punto, por la vía de distribución de tierras, privilegios corporativos, subsidios y
protección, logro que la comunidad lo identificara con sus intereses.
El Estado posrevolucionario comenzó a desplegar una fuerza creciente.
Emprendió un amplio y activo curso de acción para hacer realidad el papel que la
Constitución de 1917 le había conferido y que sobretodo, la mayorías organizadas
le exigían, llevando a cabo todo esto mediante la centralización casi absoluta del
poder político: se suprimieron las diversas fuerzas y grupos políticos
excluyéndolos de la estructura política central, dando como resultado un poder
fuertemente centralizado, a partir del cual se pudiera hacer frente a los grandes
desafíos que se encontraran frente al Estado.