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Garland Cap V

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La Cultura del Control - David Garland: Cap.

V, El dilema político: adaptación, negación y


acting out.

El autor comienza preguntándose ¿Cómo fue que los cambios sociales de la modernidad tardía
llegaron a impactar en el campo del control del delito y la justicia penal? De manera indirecta y
en respuesta a presiones internas/externas del sistema penal, el límite que comienza a
difuminarse.
A lo largo del capítulo pretende describir las consideraciones que guiaron la toma de decisiones
en este periodo y los tipos de políticas públicas que en consecuencia surgieron. En su mayoría
medidas “parches”.
El sistema penal comenzó a sensibilizarse por medio de otros campos de investigación tales
como, la sociología. Dando como resultado un debilitamiento en el welfarismo penal en los 70’s
surgió una inundación de nuevas iniciativas y proyectos con miras al control del delito.
Dilemas: (1) normalización de las tasas altas de delitos; (2) las limitaciones reconocidas de la
justicia penal estatal.

El delito se convirtió en un riesgo cotidiano, el cual debe ser evaluado y gestionado por los
ciudadanos y las instituciones políticas; una faceta normal del panorama moderno. Sin perjuicio
de que a posteriori efectivamente hasta los 90’s se mantuvo un alza anual en los delitos. Este
hecho social generó consecuencias importantes para el gobierno y las agencias responsables del
control del delito y justicia penal.
Los informes de prevención del delito no lograron vincular el alza de delitos con el diseño
welfarismo penal y se culpaba a la falta de recursos e inversión en la política de prevención
criminal.
A lo largo de los 60’s comienzan a robustecerse las críticas al sistema penal. “Nada funciona”
como eslogan de una posición que evoluciona a la exigencia de nuevas estrategias para el control
del delito. Las instituciones no son eficientes para ello, pero la promesa estatal de seguridad se
encuentra en una dicotomía; ¿Castigar o Expresar?
Posteriormente, Garland introduce dos personajes: Administrador y Político; eficiencia y
popularidad. En este campo se presentan dos operadores públicos con programas opuestos y
soluciones divergentes.

Respuestas adaptativas.
En los años 70’s los costos asociados a la justicia penal comenzaron a ser relevantes y
cuestionados en la opinión publica. Aparece la premisa de domesticar el sistema injusto. Se
integran nuevas tecnologías informáticas en los 80’s y 90’s.
La tendencia de un financiamiento transparente en la utilización de recursos y ethos económico
en los 80’s provocó una interpelación constante hacia la administración. Las consecuencias de
privatización de las cárceles, aparejado al neoliberalismo, provocan una competencia por parte
de las instituciones para reducir costos dentro de las cárceles y departamentos de policías. <<El
Ethos de las relaciones con el cliente.>> Disminuyó el énfasis en los delitos menores y se redujo
las penas (reducción en el ámbito de la desviación).
Con el cambio de paradigma estadounidense (basado en el ya comentado “broken Windows”), la
responsabilidad de reincorporación a la sociedad es del cliente/interno.
El Estado se encarga de castigar a los delincuentes, pero, el control del delito está mas allá del
Estado.
La solución para que, los intereses víctimas sean satisfechos intenta ser respondida desde el
político, buscando una reducción del miedo al delito como una meta en sí misma. Introdujo
medidas populares para la ciudadanía.
La Cultura del Control - David Garland: Cap. V, El dilema político: adaptación, negación y
acting out.

Se traspasa la responsabilidad del control del delito; está mas allá del estado: la comunidad
(policía comunitaria y reparaciones internas).
Trasferencia de responsabilidad, al privado y a la comunidad, como una acción indirecta. Nuevas
campañas para involucrar a la ciudadanía en la prevención del delito. Esquemas que permiten
distribuir los costos monetarios del aparato estatal. Proveedores/consumidores de oportunidades
delictivas. El gobierno toma distancia.
Nuevas criminologías que sientan de la base de que el delito es normal.

Sus programas de acción no están dirigidos a todos y cada uno de los individuos delincuentes,
sino, a la conducta de las victimas potenciales, a las situaciones criminogénicas, a aquellos
hábitos de la vida cotidiana que crean oportunidades delictivas como una consecuencia
inesperada. La ocasión hace al ladrón. “atacar la raíz del problema”.

En lugar de reconocer los limites del Estado soberano y adaptarse a ellos, la agenda política que
gobernó́ estas políticas de alto perfil publico fue «restablecer la confianza pública» en la justicia
penal a través de la afirmación de los valores de la disciplina moral, la responsabilidad individual
y el respeto de la autoridad.

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