Presenta varias narraciones sobre los sacrificios humanos per-petuados en la Antigüedad por diversos pueblos de la tierra, con un propó-sito hierático y ritualista o como recurso expiatorio.
Presenta varias narraciones sobre los sacrificios humanos per-petuados en la Antigüedad por diversos pueblos de la tierra, con un propó-sito hierático y ritualista o como recurso expiatorio.
Presenta varias narraciones sobre los sacrificios humanos per-petuados en la Antigüedad por diversos pueblos de la tierra, con un propó-sito hierático y ritualista o como recurso expiatorio.
Presenta varias narraciones sobre los sacrificios humanos per-petuados en la Antigüedad por diversos pueblos de la tierra, con un propó-sito hierático y ritualista o como recurso expiatorio.
doja: en esencia, el sacrificio humano, tal como se practicaba en la Antigüedad, era un acto piadoso y santo, realizado para combatir calamidades y restablecer el equilibrio perdido, no había furia, ni saña, ni odio en el alma del verdugo sacrifica- dor, su labor, era más bien un servicio in- dispensable a la sociedad, su tarea, pagar la deuda contraída con los dueños del uni- verso, el acto de matar era un trabajo de carácter místico, por tanto, lleno de amor e incluso, algunas veces, de delicadeza, en esta contradicción aparente, encontra- mos el origen del drama de unos seres hu- manos que mataban a otros para alabar a sus dioses y obtener de ellos el favor, la misericordia y la gracia» Abordamos esta presentación con un fragmento de un conocido libro del antro- pólogo británico Nigel Davies, en él, se nos señala el carácter y propósito sagrado de aquellas prácticas sacrificiales de huma- nos, realizadas por otros humanos; prác- ticas que hoy día nos resultarían, a todas luces, bárbaras, descabelladas y cierta- mente inhumanas. No obstante, tal y como nos narra Davies, hay que tomar en cuenta que se desarro- llaban bajo un halo místico y ritual, como una manera de expurgar las calamidades y males de toda una sociedad, es muy cierto que, aún dándonos este contexto religioso y expiatorio, quizás, tal funda- mento, no nos bastaría para apartar de di- chas prácticas nuestro dedo acusador y no nos dejaría de causar espanto y conmo- ción tan sólo imaginar que nuestra misma especie sea capaz de eliminarse a sí misma, bajo fundamentos tan prosaicos como lo es la religión y las creencias idó- latras, fanáticas y paganas… pero… ¡Un momento! Acaso nos olvidamos que hoy día seguimos la matanza de seres huma- nos perpetrada por otros seres humanos y con causas, aún mucho más innobles, como lo es las ansias de poder de algunas élites, en detrimento de los más débiles, matanzas que cuando no se llevan a cabo por medio del poder, se hacen por medio de una cruenta cruzada territorial y, en muchos países, sobre todo del oriente, si- guen teniendo ese tinte religioso… Así pues, en realidad no tenemos ningún de- recho de levantar nuestro dedo acusador y juzgar aquellos actos de la Antigüedad más atroces y cruentos que los abomina- bles e igualmente sangrientos de nuestro siglo. Y aún más, debemos admitir, que nuestro entorno es tan distinto de los mundos antiguos que no podríamos juz- garlos con objetividad, y los sacrificios hu- manos, considerados trances hieráticos y sagrados para ellos, tampoco podríamos concebirlos dentro de las esferas de lo cri- minal ni en un sentido patibulario, sino sencillamente como lo que son: ¡Actos completamente culturales y, lo queramos o no, humanos… muy humanos! ….. Sobraría decir que nuestra intención, en ningún modo, es la de aupar el morbo malsano y causar perturbacio- nes en el ánimo de nuestros oyentes, solamente nos li- mitamos a narrar hechos históricos y acreditados por las diversas fuentes consultadas, sin embargo, creemos justo advertir que el contenido de esta presentación po- dría herir algunas sensibilidades. Desarrollo
Los sacrificios humanos han sido practi-
cados en buena parte de las civilizaciones, con mayor prominencia en la prehistoria y en la Antigüedad. En la prehistoria, los sacrificios comporta- ban un componente más bien de tipo ani- mista, ya que se llevaban a cabo con la fi- nalidad de absorber la energía vital de sus víctimas estas podían ser sus enemigos o podía darse el caso de sacrificios conde- natorios ya sea porque la víctima hubiese realizado alguna acción condenable para la tribu o, simplemente, porque se halla- ran en ella alguna anomalía o una marca de nacimiento que los hiciera distintos a su comunidad. Héródoto de Halicarnaso nos narra varias anécdotas de tribus prehelénicas y circundantes en donde se cumple este tipo de sacrificios. En otra de sus narraciones nos describe un sacrificio en el que se sugiere una es- cena de canibalismo, práctica frecuente en los pueblos indoeuropeos y preheléni- cas. Ciro el Grande, pretendía casarse con la Reina de los Masagetas, esta declinó su propuesta, y por tal rechazo, Ciro envió sus tropas persas a invadir y conquistar esas tierras, la Reina Tomiris fue la vence- dora y ella misma tomó el cadáver de Ciro y lo desmembró y mandó a llenar un odre con su sangre y allí puso a macerar la ca- beza del desdichado rey y lo exhibió como trofeo de guerra y el resto de sus miem- bros fue devorado por los guerreros ma- sagetas para adquirir así la fuerza y el co- raje de los vencidos. Estas prácticas de antropofagia, no sólo se dieron en pueblos tildados de bárbaros y salvajes, pues se dieron también en el ám- bito griego, vale la pena mencionar, el so- nado caso de las ménades en servicio del dios de la vid y el éxtasis orgiástico: Dio- nisos, quienes en un impetuoso frenesí, practicaban el sparagmos un ritual que consistía en desgarrar la carne de anima- les vivos y comerlos crudos, según relata Eurípides en las Bacantes, el rey Penteo había prohibido este tipo de prácticas, y el mismo terminó siendo despedazado vivo por las oficiantes del dios. Ya en este contexto de las sacerdotisas de Dionisos, se entreve el componente prin- cipal de los sacrificios humanos perpetra- dos en la Antigüedad: el acto ritual de ofrecer sacrificios a los dioses, así, vemos que existe una sutil pero importante dife- rencia entre los hombres prehistóricos que mataban y devoraban para obtener las cualidades de sus enemigos, así como los Trausos mataban para acelerar la muerte y los Masagetas mataban a sus reos de guerra. Pero gran parte de los sa- crificios humanos fueron llevados a cabo con la intención de aplacar la ira de los dioses, o para su simple complacencia y en algunos otros casos, para saciar la sed de sangre que estos requerían. Es decir, son los dioses y no los hombres los beneficiarios del sacrificio, ellos se tra- gan el alma de la víctima, absorben su do- lor y subliman su sufrimiento. Esta es muy probablemente la fuente de inspiración para la tragedia escrita por Eurípides de su “Ifigenia en Tauride” en la que el guerrero Agamenón ofrece en sa- crificio a su hija Ifigenia a la diosa Artemis, aunque el dramaturgo da un final piadoso al desarrollo del sacrificio ya que la diosa lo impide y en su lugar se inmola un ciervo. Muchos son los mitos y leyendas, entre los griegos, que narran sacrificios humanos; famosa es la ofrenda al Minotauro de Creta en la que cada nueve años se hacía entrar en su intrincado laberinto a nueve donceles y nueve doncellas, las cuales, al extraviarse en las inexpugnables galerías, eran sorprendidos por el minotauro una bestia mitad toro y mitad hombre quien los mataba a cornadas y luego los devo- raba a placer. Sin embargo, estos son mitos construidos por la imaginación de los poetas, aunque quizás muy probablemente bajo bases reales, pues se sabe que la antropofagia y los sacrificios entre los griegos eran reales, por ejemplo, existía en Atenas, cuna de las más brillantes mentes que for- maron la cuna del pensamiento occiden- tal, la costumbre de vestir y alimentar a al- gunos mendigos inútiles que luego eran sacrificados en ocasión de algún desastre de manera que así se aplacara la ira de los dioses. Los sacrificios humanos fueron prohibi- dos por Licurgo hacia el año 850 a. C. pero no fue hasta el s. V que fueron totalmente erradicados por intervención de Pericles. En Roma también hubo sacrificios huma- nos, de hecho, antes de la llegada al trono de Tiberio y del cruel y enfermizo Calí- gula, las peleas de gladiadores no eran exactamente un festín de matanzas con el único objeto de entretener a los ciudada- nos, sino que se llevaba a cabo de manera ceremonial y solemne como ofrendas sa- crificiales y expiatorias dichas matanzas. El estigma de inmolarse a los dioses de aquellos tiempos remotos de Roma, sin embargo, mantuvo su eco más adelante en donde ciudadanos se arrojaban por dece- nas a los cauces del río Tíber con motivo de conjurar espantos y pestes. Famoso es el suicidio de Curcio quien se arrojó a las fauces de la tierra instigado por un Oráculo, el hecho ocurrió en el 362 a.C se- gún nos lo narra Tito Livio. Otro de los pueblos en el que los sacrifi- cios humanos eran llevados a cabo como ofrendas a los dioses, era aquel conocido como los celtas, acérrimos enemigos de los romanos y que gracias a escritos de Posidonius, Estrabón y de hombres insig- nes como el mismo Julio César pudimos conocer sus costumbres y ritos. En el oriente medio también se llevaban a cabo horrendos sacrificios humanos, de todos los casos, muy seguramente el más horrendo es el culto a Moloch que la biblia denuncia repetidamente de forma horro- rizada, tildando a cananeos, filisteos, asi- rios, fenicios y cartagineses como bárba- ros y herejes quienes ofrendaban a esta infame deidad inocentes víctimas. El his- toriador de las religiones Mircea Eliade nos narra este dantesco cuadro. Muy a pesar que la Biblia condena los sa- crificios humanos repetidas veces en el Antiguo Testamento, en contraste con los dioses cananeos tal y como lo era Moloch, en ella también se contemplan este tipo de sacrificios ordenados por el dios de los israelitas Yahveh, tal es el caso de Jefté juez y guía del pueblo de Israel en la bata- lla contra los amonitas, quien, como resul- tado de un voto a Yahveh, termina sacrifi- cando a su hija. No obstante, el sacrificio más famoso de la biblia, sin duda, es el del hijo del patriarca Abraham el cual se iba a llevar a cabo sólo para demostrar la obe- diencia a este dios. Son muchas las civilizaciones del viejo mundo en donde se desarrollaban estas prácticas, pero cuando salta a la palestra de la historia los acontecimientos del con- tinente americano, resaltan de manera es- trepitosa los rituales aztecas que tanto re- pugnaron a los conquistadores de Méjico Central, los cuales fueron narrados por Francisco López de Gomara en su Historia General de las Indias hace ya medio mile- nio. CONCLUSIÓN Los sacrificios humanos son cosas de épo- cas pretéritas, en las que el hombre no di- ferenciaba muy bien entre los dioses be- névolos y los demonios malignos, el ser humano, víctima arrojada en el tiempo, era aparentemente más frágil y las órde- nes religiosas se mantenían ejerciendo y fomentando el terror, o tal vez los sacrifi- cadores también vivían aterrados y te- miendo. Esta distinción se la dejamos a los antropólogos, sociólogos, historiadores y filósofos, pero debe quedar claro, que en el sacrificio no había énfasis ni desme- sura, por tanto, apartemos las ideas mora- listas y discriminatorias que nos hacen odiar a los pueblos practicantes del sacri- ficio, además con qué derecho podemos condenar a los antiguos, cuando nosotros, habitantes de estos siglos modernos y quejumbrosos, hemos cometido innume- rables crímenes que la historia, sin duda, nos recordará. Estos tiempos también merece severos reproches, por tanto, no seríamos buenos jueces de ningún asesi- nato y mucho menos de un asesinato sa- grado y ritual. Ahora no practicamos ya aquellas ceremonias, pero sacrificamos juventudes por un trozo de tierra, por di- nero, por poder… ¡Estos son nuestros dio- ses hambrientos! Tal vez no hemos avan- zado nada, tal vez seguimos siendo “bár- baros”. MÚSICA EN ESTE VÍDEO:
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FUENTES DE LA INFORMACIÓN
• Sacrificios Humanos – Wikipedia (Español)
• Human Sacrifice – Wikipedia (Inglés) • Sacrifice Humaine – Wikipedia (Francés) • Sacrificio Umano – Wikipedia (Italiano) • Nigel Davies, Sacrificios Humanos de la Antigüedad a Nuestros Días • Liji o El Libro de los Ritos, Cap. II, Fr, 2 • Heródoto de Halicarnaso Hist. 5-4 • Robbin Rossell, Enciclopedia de Demonología • Mircea Eliade, Historia de las Religiones • LA BIBLIA GEN.22 • Francisco López de Gomara, Historia General de las Indias