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La Fe - Hebreos

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HEBREOS 11:4- 12:1 LA FE

Por la fe, Abel le ofreció a Dios un sacrificio de mayor valor que el de Caín.
Por medio de esa fe recibió testimonio de que era justo, pues Dios aprobó sus
ofrendas. Y, aunque murió, todavía habla por medio de su fe.
Por la fe, Enoc fue trasladado para que no viera la muerte, y nadie pudo
encontrarlo porque Dios lo había trasladado. Y, antes de ser trasladado,
recibió el testimonio de que le había agradado a Dios. Además, sin fe es
imposible agradarle a Dios, porque el que se acerca a Dios tiene que creer
que él existe y que recompensa a los que lo buscan con empeño.
Por la fe, Noé, después de recibir una advertencia divina de cosas que todavía
no se habían visto, demostró temor de Dios y construyó un arca para salvar a
los de su casa. Por medio de esa fe condenó al mundo y se convirtió en
heredero de la justicia que se obtiene por la fe.
Por la fe, Abrahán obedeció cuando fue llamado, y salió hacia un lugar que
iba a recibir como herencia. Salió aunque no sabía adónde iba. Por la fe vivió
como extranjero en la tierra de la promesa, como si estuviera en tierra
extranjera. Vivió en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, que eran
herederos de la misma promesa que él. Porque él esperaba la ciudad que
tiene fundamentos verdaderos, de la que Dios es diseñador y constructor.
Por la fe, Sara también recibió poder para concebir descendencia, a pesar de
que ya se le había pasado la edad, porque consideró fiel al que le hizo la
promesa. Por esa razón, de un solo hombre que ya estaba como muerto
nacieron muchos hijos, tan numerosos como las estrellas del cielo e
incontables como los granos de arena a la orilla del mar. Todos ellos
murieron firmes en la fe, aunque no recibieron las cosas prometidas. Pero las
vieron a lo lejos y las aceptaron con gusto, y declararon públicamente que
eran extranjeros y residentes temporales en la tierra. Y los que hablan así
dejan claro que están buscando con empeño un lugar para ellos. Con todo, si
hubieran seguido pensando en el lugar del que habían salido, habrían
encontrado la oportunidad de regresar. Sin embargo, ahora se esfuerzan por
conseguir un lugar mejor, es decir, un lugar que pertenece al cielo. Por eso,
Dios no se avergüenza de ellos ni de que lo llamen su Dios, pues ha
preparado una ciudad para ellos.
Por la fe, cuando Abrahán fue puesto a prueba, prácticamente ofreció a Isaac
—así es, el hombre que de buena gana recibió las promesas intentó ofrecer a
su hijo unigénito—, aunque se le había dicho: “Por medio de Isaac vendrá lo
que será llamado tu descendencia”. Pero él llegó a la conclusión de que Dios
podía levantarlo incluso de entre los muertos, y en efecto lo recibió de entre
los muertos de manera simbólica.
Por la fe, Isaac también bendijo a Jacob y a Esaú con respecto a cosas que
iban a suceder.
Por la fe, Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los
hijos de José y adoró a Dios apoyado sobre la parte superior de su bastón.
Por la fe, José habló del éxodo de los hijos de Israel y dio instrucciones
acerca de sus huesos cuando se acercaba a su fin.
Por la fe, los padres de Moisés lo escondieron durante tres meses cuando
nació, porque vieron que era un niño hermoso y no temieron la orden del
rey.
Por la fe, Moisés, cuando ya era adulto, se negó a ser llamado hijo de la hija
del faraón. Escogió ser maltratado con el pueblo de Dios en vez de disfrutar
de los placeres temporales del pecado, porque consideraba que la
deshonra del Cristo era una riqueza mucho mayor que los tesoros
de Egipto, pues él tenía los ojos puestos en el pago de la
recompensa. Por la fe, abandonó Egipto sin miedo a la furia del rey,
porque se mantuvo firme como si estuviera viendo al que es invisible. Por la
fe, celebró la Pascua y salpicó con sangre los marcos de las puertas, para que
el destructor no les hiciera daño a sus primogénitos.
Por la fe, el pueblo cruzó el mar Rojo como si fuera por suelo seco. Pero,
cuando los egipcios intentaron hacer lo mismo, el mar se los tragó. Por la fe,
el pueblo dio vueltas alrededor de las murallas de Jericó durante siete días, y
estas se derrumbaron.
Por la fe, Rahab la prostituta no murió con los que fueron desobedientes,
pues recibió a los espías de manera pacífica.
¿Y qué más diré? Porque me faltaría tiempo para hablarles de Gedeón,
Barac, Sansón, Jefté y David, así como de Samuel y los demás profetas. Por
medio de la fe derrotaron reinos, hicieron justicia, obtuvieron promesas,
cerraron la boca de leones, apagaron la fuerza del fuego, escaparon del filo de
la espada, pasaron de estar débiles a ser fuertes, fueron poderosos en la
guerra e hicieron huir a ejércitos invasores. Hubo mujeres que recuperaron a
sus familiares muertos mediante la resurrección, pero otros hombres fueron
torturados porque se negaron a quedar libres por medio de algún rescate, a
fin de obtener una resurrección mejor. Así es, otros sufrieron la prueba de
burlas y latigazos, e incluso más que eso, de cadenas y prisiones. Fueron
apedreados, puestos a prueba, aserrados en dos y asesinados a espada,
anduvieron de aquí para allá vestidos con pieles de oveja y pieles de cabra,
pasando necesidad, sufriendo dificultades y siendo maltratados, y el mundo
no era digno de ellos. Vagaron por desiertos, montañas, cuevas y cavernas de
la tierra. Y, aunque por su fe todos ellos recibieron un testimonio favorable,
no recibieron lo que se prometió, porque Dios había previsto algo mejor para
nosotros, de modo que ellos no podían ser perfeccionados sin nosotros. Por
lo tanto, ya que estamos rodeados de una nube de testigos tan grande,
quitémonos también toda carga y el pecado que fácilmente nos enreda, y
corramos con aguante la carrera que está puesta delante de nosotros

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