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El Arte Gobernar

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INTRODUCCION

Como una pequeña introducción me gustaría empezar con una cita de filósofo
griego Platón que señala “estaba convencido de que no acabarían las desgracias
humanas hasta que los filósofos ocuparan los cargos públicos o hasta que los
políticos se convirtieran en auténticos filósofos. Y es que la política es el arte de
tomar el poder, de conservarlo y utilizarlo”. Con esta cita podemos empezar
diciendo que el gobernar siempre fue no solo motivo de estudio sino también
considerado una especie de arte pues el tener que dirigir una sociedad no siempre
es fácil y más aún dirigir un Estado.

La política se define como el arte de gobernar que tienen los estados, de acuerdo
a esta definición todos los asuntos públicos en nuestro país deberían ser
manejados de una manera eficiente y transparente; sin embargo los
costarricenses todos los días vemos con tristeza y desilusión como el barco de la
patria naufraga en una tormenta de inconsistencias y falta de liderazgo; a la vez
sentimos un desgaste en la política tradicional (y en los que la practican) que ya
no responde a los retos que nos plantea el mundo globalizado, y también en la
parte ética. Aquellos que pretenden guiar el barco de la patria deben ser los
primeros en dar el ejemplo al pueblo; porque si no ejercen de una forma
responsable la política una sociedad podría fácilmente entrar en una decadencia
de principios y valores que desencadenaría en un sentimiento de falta de liderazgo
y pérdida de rumbo como pueblo.

Lamentablemente en nuestro país se viene practicando desde hace unos 25 años


un tipo de política que en mi criterio ha sido una total y absoluta irresponsabilidad;
una característica de esta política irresponsable se da a la hora de visitar una
comunidad, pues con el afán de buscar ganar votos al político insensato no le
importa hacer un sin número de promesas; o sea, se caracteriza por hacer
ofrecimientos que después no puede cumplir y de esta forma se aprovecha de las
necesidades de las comunidades; esta clase de política se practica cuando se
carece de proyectos y propuestas serias, y la practican políticos gastados que aún
viven de un pasado que ya no responde a la realidad actual del país.
La política no es solo dirigir discursos llenos de frases pegajosas. Tampoco andar
pegando banderas o repartiendo puestos a cambio de trabajar en la campaña
electoral; y mucho menos hacer ofrecimientos económicos para cumplir con una
labor tan noble e importante y que enriquece a la democracia como lo es participar
en las elecciones como miembro de mesa, eso solo desvirtuaría y deslegitimaría la
esencia del proceso electoral. Aquella frase que reza el fin justifica los medios
esgrimida por Nicolás Maquiavelo cae a la medida de aquellos políticos que
carecen de mística y compromiso para con la patria y por ende tienen que recurrir
a tácticas políticas que solo vienen a ensuciar nuestra democracia y hacernos
perder la fe en el futuro de la patria.

Gobernar es un arte, porque requiere de inspiración, intuición y oportunismo,


También debe ser coordinado y versátil al tomar decisiones. Los gobernantes que
son excesivamente cercanos a los súbditos pierden autoridad y los que son
demasiado rígidos difícilmente se ganan el aprecio de los subordinados, Por esto
se tienen que combinar las dos cosas. Cualquier persona no puede ser
gobernante porque aquel que no se pueda gobernar así mismo es imposible que
pueda gobernar a los demás

Ahora debemos tener en cuenta un concepto muy importante que es: “El
gobierno son las autoridades que dirigen, controlan y administran
absolutamente todas las instituciones del estado”. Una vez realizado este
concepto tenemos que tomar en cuenta una pregunta muy fundamental. ¿Por qué
gobernar es un arte? Y una respuesta muy acertada seria: El gobernar se puede
estudiar como ciencia, pero la práctica no deja de ser un arte: requiere inspiración,
intuición y oportunismo. Imprescindible ser receptivo y permeable a las emociones
de los subordinados, atento a las sutilezas, discriminativo con los detalles,
resolutivo en las decisiones, versátil ante las adversidades, elegante en las formas
y pragmático en el fondo. Pero por encima de todo, exento de egoísmo y
conocedor y dominador de las propias pasiones: uno que no sepa gobernarse a sí
mismo, ¿cómo podrá gobernar a los demás? Es interesante plantear una pregunta
dentro la misma respuesta pues es cierto si uno personalmente no puede
gobernarse como es que piensa tener gobierno sobre las demás personas y en
especial sobre un Estado.

Antes de gobernar es primordial plantear con que ideas, pensamiento es decir con
que ideología voy a gobernar una sociedad y un Estado, por lo cual debemos
llevar a darnos una definición de ideología, por lo cual citaremos al autor Destutt
de Tracy, que indica que ideología es “la ciencia que estudia las ideas, su
carácter, origen y las leyes que las rigen, así como las relaciones con los
signos que las expresan”. En fin hablamos de ideología cuando un concepto se
desarma o se minimiza al buscar o interpretar su origen y cuando se amplía toda
la información sobre este concepto, la ideología interpreta y justifica los actos
personales o colectivos de los grupos o clases sociales a cuyos intereses sirve, u
explica la realidad de una forma asumible y tranquilizadora para que pueda
mantenerse la interpretación o justificación previa tal como estaba en el imaginario
individual y colectivo , independiente de la circunstancia real.

Varios pensadores en el transcurso de la historia abordan el tema. Platón imagina


una polis ideal en manos de filósofos sabios, bajo la conducción de los más
educados; una sociedad en la que nadie ocupa un lugar que no le corresponde,
donde cada miembro realiza lo que por naturaleza está llamado a hacer.

Aristóteles visualiza la República como un régimen en el cual se respetan las leyes


y se guía por el bien común, y donde se reconoce el papel del líder que busca la
realización del bien general, no del propio, como es el caso de otros regímenes.
Maquiavelo identifica el liderazgo con la capacidad de mando, la utilización de esa
capacidad y los recursos disponibles para mantener el poder.

Muchos teóricos han estudiado el poder y por ende el arte de gobernar. Thomas
Hobbes (1651) considera el poder como el impulso que propicia la concertación de
intereses en un contrato social. Para John Lock (1690) el poder se encuentra
circunscrito a límites concretos donde debe primar un orden e igualdad para los
miembros, y no extenderse más allá de lo necesario para el bien común. En el
caso de J. Rousseau (1762), el poder es un medio en la realización dentro del
valor significativo de lo social, es decir, de las relaciones sociales. Es el
instrumento que vence las diferencias y hace prevalecer los intereses generales
sobre los individuales; es una condición del contrato social.

Es muy cierto lo que dice el abogado constitucionalista Fernando Zamora con


quien comparto dicho escrito “Las personas que se vinculan a los partidos
políticos, o inclusive que llegan a ocupar cargos de representación, no
necesariamente son líderes. En ocasiones, estos líderes ni siquiera se relacionan
con estas organizaciones. Claro, debe ser interesante verse a sí mismo como un
líder y tratar de demostrarles a los demás que se es, porque esto trae ventajas a la
vida personal, como la cercanía con el poder. Está claro que se es líder o no se
es. El liderazgo no es algo que se aprenda. No por realizar cursos o desarrollar
diferentes metodologías se adquiere: uno nace o no nace líder”. Entonces si para
gobernar se necesita de un liderazgo que no es innato en todas las personas, se
puede decir que en cierta manera la persona gobernante es un artista de la
política y del liderazgo pues sobre sus manos y sobre su mente se encuentra
esculpir una sociedad más justa, y pintar un Estado de igualdad entre personas.

Tal visión nos refiere al sociólogo alemán Max Weber, quien afirma que la política
es una vocación, por medio de la cual el líder se responsabiliza, pero, sobre todo,
se dedica de forma apasionada a satisfacer las necesidades emocionales de sus
partidarios. La pasión es requerida para no sucumbir ante lo malo y lo difícil del
ejercicio del poder. Las consecuencias de este ejercicio, muchas veces, son de
carácter negativo. Solo quien tiene la vocación, de la cual también nos habla
Zamora, puede, a pesar de todo, practicar el arte de gobernar.

Los líderes políticos, por lo tanto, deben demostrar ciertas capacidades naturales
para asumir un proyecto histórico, las cuales no se aprenden; convencer sobre su
compromiso con una causa; y poseer carisma para ganar el apoyo.

Por ello, al hablar de “vocación para la política” se alude a la profesionalización


política y a las motivaciones que inducen a las personas a llevar adelante una
carrera política, entendida en términos de aptitud y capacidades de los actores
políticos, que representa la ruta que el político ha trazado en su camino
profesional y que va íntimamente relacionada con el reclutamiento político, el
liderazgo, la selección de candidatos en los partidos políticos y la elección de los
mejores gobernantes en las elecciones.

Esto nos lleva a que el arte gobernar también es un reto para el elector porque no
todos los “líderes políticos” modernos cuentan con una carrera política, muchos de
ellos son “outsiders”, emergen de fuera del sistema de representación,
personalizan la política, improvisan, se hacen evidentes en coyunturas específicas
e incursionan en la política partiendo de un prestigio forjado fuera de ella.

Esto resulta confuso para los electores porque se desconciertan cuando una
persona exitosa de un espacio privado incursiona en el ámbito de lo público. Es
allí donde los “líderes políticos” se enfrentan a numerosos desafíos, que al final los
sentencian a defraudar y a no cumplir las expectativas que en ellos se depositan.
Esto porque existe una diferencia clarísima entre el mundo político y el no político.

Los nuevos políticos resultan ajenos a los intereses de los ciudadanos y tienden a
ser caracterizados como preocupados por el bien particular o acaso por el poder,
más que por el bien común.

La carrera política no es garantía de que quien la emprende sea un buen líder, a


pesar de que se construye basada en la motivación por el interés público; la
carrera debe estar amparada por competencias profesionales que enriquezcan el
desempeño, por la experiencia, por el carisma, por el ya mencionado talento
innato y la vocación y, sobre todo, por la capacidad para ejercer el poder.
CONCLUSIONES:

Como conclusión se puede decir que para gobernar y entre las personas que
gobiernan existen aquellos que llegan hacer historia por tener un gobierno exitoso,
otros por el contrario llegan a tener un gobierno recordado por los fracasos, este
último ha sido muy recurrente en nuestro país, pero siempre se tiene la esperanza
de un gobierno más justo y más inclusivo para la sociedad en la que nos
encontramos.

Hay que establecer primero que gobernar es conducir, es dirigir, es guiar hacia un
objetivo la nave del Estado. Desde esta perspectiva gobernar es mucho más que
administrar o recursos económicos o instrumento de gestión. Es tener una
estrategia para llevar al país hacia un buen destino compartido.

Por lo tanto, el arte de gobernar resultaría ser: la habilidad para organizar el


gobierno y confirmar los equipos de soporte, la inteligencia para construir poder
mediante alianzas o coaliciones, la habilidad para crear espacios políticos que
incorporen a la ciudadanía en la toma de decisiones. Es, además, la eficacia para
buscar los recursos financieros que se necesitan para echar a andar los proyectos
nacionales.

Gobernar también exige un especial estilo de relación democrática entre los


gobernantes y los gobernados. Se requiere un sistema de comunicación que
permita retroalimentar al gobernante sin las interferencias que crean los intereses
creados y particularmente, los asesores más allegados a quien ejerce el poder.

Nadie duda que todo gobernante aspira y siente la necesidad de que su trabajo
tenga éxito y logre sus objetivos. Esto es lo lógico, pues ninguna autoridad, en su
sano juicio, busca fracasar. No obstante, la práctica enseña que los resultados son
muy diversos, algunos son exitosos, otros regulares, otros mediocres y otros
simplemente un fracaso total.

El éxito lo tendrán aquellos que, sin descuidar la necesidad de hacer obras


necesarias, promueven el planeamiento de modo coherente, con las visiones de
desarrollo, construyen y fortalecen la institucionalidad, afirman los sentidos de
pertenencia e identidad, abren las puertas y espacios para la participación y
construcción de ciudadanía.

De igual forma, un gobernante exitoso impulsa el tránsito de la gestión pública


tradicional en innovadora y estratégica, es transparente, rinde cuentas y no
concilia con la corrupción. Como consecuencia, tiene capacidad de convocatoria y
de influencia y sus ideas son bien valoradas a través del apoyo popular.

Los regulares se preocupan a hacer obras y promueven algunos cambios en


medio de vacilaciones y temores. Tienen poca capacidad de influir en la conducta
social y pasan la prueba simplemente con una nota de aprobación.

Los que fracasan, son aquellos que no logran entender para qué fueron elegidos.
Se pierden en peleas sin sentido, en la práctica, el poder es ejercido en realidad
por un conjunto de asesores que manipulan al gobernante. Los asesores
estimulan en este tipo de gobernante un temor paranoico a la participación
popular. Este grupo confunde gobernar con improvisar, con mentir y creen que
gobernar es simular, lo que ocasiona las frecuentes crisis de gobernabilidad.

Para lograr un buen gobierno y por ende una bella arte, nuestros gobernantes
deben priorizar el desarrollo humano y la necesidad de educar con factor de
cohesión e inclusión. Es importante brindar eficientes servicios de salud, asegurar
la alimentación del pueblo y crear las condiciones para que obreros y empresarios
puedan producir los bienes y servicios que requiere la nación.

Lo que significa que hay que gobernar con la gente, conectando la palabra con la
acción y creando espacios en forma permanente, para que los ciudadanos se
acerquen al Estado y conozca qué hace y cómo lo hace. También es necesario
construir la cohesión social de la nación y fomentar la tolerancia a las ideas.

El arte de gobernar exige estar abierto a los aprendizajes desde la experiencia y


sustentar la innovación y creatividad en las lecciones de la práctica. Se requiere
valorar los aciertos, pero también tener la capacidad de aprender de los errores.

Un buen gobernante debe tener, como lo proponía Maquiavelo, las virtudes de la


astucia y la valentía. La primera la necesita para enfrentar muchísimos peligros
que siempre están presentes en los procesos políticos y sociales, la segunda la
requiere para enfrentar a los adversarios coyunturales o permanentes.

El arte de gobernar finalmente, requiere de alianzas y coaliciones políticas con


otros actores de la sociedad, como un vehículo para fortalecer el sistema político
democrático. La matemática política es multiplicar no dividir, es sumar no restar,
por lo tanto, es comprometerse con el impulso en la asociación y fortalecer la base
de la gestión política que es el gobierno local. Ello se logra a través de una cultura
de diálogo y concertación.

Y yo pienso que podría haber un equilibrio en el mundo con las pequeñas y


grandes cosas, pues los grandes avances de la humanidad han traído consigo
complejidad en la convivencia social, que sólo pueden ser resueltos interpretando
los principios y valores de sabiduría y razonamiento que plantean estos grandes
sabios de la antigüedad. Cuanto más avanzan las sociedades, más sabiduría y
preparación requieren sus gobernantes y, además, como dice Sócrates, “un alma
buena, bella y justa”.

Yo comparo a ese ciudadano gobernante con los filósofos de la antigüedad. Las


personas preparadas son las que deben guiar el Estado y esto debe ser siempre,
no sólo en una época antigua, sino en todo momento, ser líderes para motivar los
funcionarios y la sociedad en general a mejorar sus capacidades y en cuanto las
personas que tiene un talento incentivar su desarrollo especial, creando
oportunidades para que laboren en eso.

El liderazgo de los gobernantes debe sobreponerse a todo, interpretando


correctamente el poder concedido y asumido único y exclusivamente para servir,
sin desvío a ninguna otra acción que pueda ser contraria a los intereses y el
bienestar de la colectividad. Ejerciendo la autoridad de ese poder para garantizar y
salvaguardar la justicia y el bien común, principal responsabilidad de todo
gobernante en cualquier Estado. Nunca un gobernante con liderazgo será temido
sino respetado. Es aspiración de toda sociedad justa y mía también lograr que
todos los funcionarios y servidores públicos basen su gestión en principios éticos y
morales para que todos lleguen alcanzar el verdadero liderazgo.
Todo esto que nos plantean y explican a través de sus estudios los grandes sabios
debe llevarnos a la reflexión en cuanto a la aplicación de los conocimientos en el
ordenamiento social, permitiendo que el rol de cada actor en la administración
pública esté acorde con los perfiles requeridos para el desempeño de cada
puesto. La complejidad del desarrollo social actual requiere de la participación de
todos, cada quien poniendo su granito de arena de acuerdo al talento que posee u
oficio que sabe realizar. Además, la descentralización que dé facultades de
autogestión a los gobiernos locales (municipios) y pequeñas comunidades, como
lo plantea Rousseau en su Contrato Social y como exige la democracia
participativa.

A veces pensaba que la diferenciación entre clases que hacían estos grandes
filósofos de la antigüedad era algo excluyente e inaceptable. No obstante, la
complejidad del poder y la administración pública me ha hecho reflexionar ante
estos planteamientos. He comprendido que a pesar de que ante los ojos de Dios y
por naturaleza todos los hombres somos iguales, existen grandes diferencias entre
los seres humanos que obligan a que dentro del ordenamiento social y jurídico
exista jerarquía entre los ciudadanos de acuerdo a su rol social y su capacidad de
actuar en él.

Para concluir con este ensayo quisiera exaltar una cita de Blanca Cotta que me
parece muy acorde al tema y sobre todo unas palabras muy bellas sobre lo que es
el arte de gobernar: “Quizás el arte de gobernar sea precisamente eso: el arte
de saber valorar al pueblo y esforzarse por alentar y cumplir sus sueños”.
UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN SIMON

FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y POLITICAS

CARRERA DE DERECHO

EL ARTE DE GOBERNAR

Nombre: Oporto Colque Jaime

Docente:

Materia: Introducción a la ciencia política

Fecha: 01/06/2019

Cochabamba-Bolivia

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