El Arte Gobernar
El Arte Gobernar
El Arte Gobernar
Como una pequeña introducción me gustaría empezar con una cita de filósofo
griego Platón que señala “estaba convencido de que no acabarían las desgracias
humanas hasta que los filósofos ocuparan los cargos públicos o hasta que los
políticos se convirtieran en auténticos filósofos. Y es que la política es el arte de
tomar el poder, de conservarlo y utilizarlo”. Con esta cita podemos empezar
diciendo que el gobernar siempre fue no solo motivo de estudio sino también
considerado una especie de arte pues el tener que dirigir una sociedad no siempre
es fácil y más aún dirigir un Estado.
La política se define como el arte de gobernar que tienen los estados, de acuerdo
a esta definición todos los asuntos públicos en nuestro país deberían ser
manejados de una manera eficiente y transparente; sin embargo los
costarricenses todos los días vemos con tristeza y desilusión como el barco de la
patria naufraga en una tormenta de inconsistencias y falta de liderazgo; a la vez
sentimos un desgaste en la política tradicional (y en los que la practican) que ya
no responde a los retos que nos plantea el mundo globalizado, y también en la
parte ética. Aquellos que pretenden guiar el barco de la patria deben ser los
primeros en dar el ejemplo al pueblo; porque si no ejercen de una forma
responsable la política una sociedad podría fácilmente entrar en una decadencia
de principios y valores que desencadenaría en un sentimiento de falta de liderazgo
y pérdida de rumbo como pueblo.
Ahora debemos tener en cuenta un concepto muy importante que es: “El
gobierno son las autoridades que dirigen, controlan y administran
absolutamente todas las instituciones del estado”. Una vez realizado este
concepto tenemos que tomar en cuenta una pregunta muy fundamental. ¿Por qué
gobernar es un arte? Y una respuesta muy acertada seria: El gobernar se puede
estudiar como ciencia, pero la práctica no deja de ser un arte: requiere inspiración,
intuición y oportunismo. Imprescindible ser receptivo y permeable a las emociones
de los subordinados, atento a las sutilezas, discriminativo con los detalles,
resolutivo en las decisiones, versátil ante las adversidades, elegante en las formas
y pragmático en el fondo. Pero por encima de todo, exento de egoísmo y
conocedor y dominador de las propias pasiones: uno que no sepa gobernarse a sí
mismo, ¿cómo podrá gobernar a los demás? Es interesante plantear una pregunta
dentro la misma respuesta pues es cierto si uno personalmente no puede
gobernarse como es que piensa tener gobierno sobre las demás personas y en
especial sobre un Estado.
Antes de gobernar es primordial plantear con que ideas, pensamiento es decir con
que ideología voy a gobernar una sociedad y un Estado, por lo cual debemos
llevar a darnos una definición de ideología, por lo cual citaremos al autor Destutt
de Tracy, que indica que ideología es “la ciencia que estudia las ideas, su
carácter, origen y las leyes que las rigen, así como las relaciones con los
signos que las expresan”. En fin hablamos de ideología cuando un concepto se
desarma o se minimiza al buscar o interpretar su origen y cuando se amplía toda
la información sobre este concepto, la ideología interpreta y justifica los actos
personales o colectivos de los grupos o clases sociales a cuyos intereses sirve, u
explica la realidad de una forma asumible y tranquilizadora para que pueda
mantenerse la interpretación o justificación previa tal como estaba en el imaginario
individual y colectivo , independiente de la circunstancia real.
Muchos teóricos han estudiado el poder y por ende el arte de gobernar. Thomas
Hobbes (1651) considera el poder como el impulso que propicia la concertación de
intereses en un contrato social. Para John Lock (1690) el poder se encuentra
circunscrito a límites concretos donde debe primar un orden e igualdad para los
miembros, y no extenderse más allá de lo necesario para el bien común. En el
caso de J. Rousseau (1762), el poder es un medio en la realización dentro del
valor significativo de lo social, es decir, de las relaciones sociales. Es el
instrumento que vence las diferencias y hace prevalecer los intereses generales
sobre los individuales; es una condición del contrato social.
Tal visión nos refiere al sociólogo alemán Max Weber, quien afirma que la política
es una vocación, por medio de la cual el líder se responsabiliza, pero, sobre todo,
se dedica de forma apasionada a satisfacer las necesidades emocionales de sus
partidarios. La pasión es requerida para no sucumbir ante lo malo y lo difícil del
ejercicio del poder. Las consecuencias de este ejercicio, muchas veces, son de
carácter negativo. Solo quien tiene la vocación, de la cual también nos habla
Zamora, puede, a pesar de todo, practicar el arte de gobernar.
Los líderes políticos, por lo tanto, deben demostrar ciertas capacidades naturales
para asumir un proyecto histórico, las cuales no se aprenden; convencer sobre su
compromiso con una causa; y poseer carisma para ganar el apoyo.
Esto nos lleva a que el arte gobernar también es un reto para el elector porque no
todos los “líderes políticos” modernos cuentan con una carrera política, muchos de
ellos son “outsiders”, emergen de fuera del sistema de representación,
personalizan la política, improvisan, se hacen evidentes en coyunturas específicas
e incursionan en la política partiendo de un prestigio forjado fuera de ella.
Esto resulta confuso para los electores porque se desconciertan cuando una
persona exitosa de un espacio privado incursiona en el ámbito de lo público. Es
allí donde los “líderes políticos” se enfrentan a numerosos desafíos, que al final los
sentencian a defraudar y a no cumplir las expectativas que en ellos se depositan.
Esto porque existe una diferencia clarísima entre el mundo político y el no político.
Los nuevos políticos resultan ajenos a los intereses de los ciudadanos y tienden a
ser caracterizados como preocupados por el bien particular o acaso por el poder,
más que por el bien común.
Como conclusión se puede decir que para gobernar y entre las personas que
gobiernan existen aquellos que llegan hacer historia por tener un gobierno exitoso,
otros por el contrario llegan a tener un gobierno recordado por los fracasos, este
último ha sido muy recurrente en nuestro país, pero siempre se tiene la esperanza
de un gobierno más justo y más inclusivo para la sociedad en la que nos
encontramos.
Hay que establecer primero que gobernar es conducir, es dirigir, es guiar hacia un
objetivo la nave del Estado. Desde esta perspectiva gobernar es mucho más que
administrar o recursos económicos o instrumento de gestión. Es tener una
estrategia para llevar al país hacia un buen destino compartido.
Nadie duda que todo gobernante aspira y siente la necesidad de que su trabajo
tenga éxito y logre sus objetivos. Esto es lo lógico, pues ninguna autoridad, en su
sano juicio, busca fracasar. No obstante, la práctica enseña que los resultados son
muy diversos, algunos son exitosos, otros regulares, otros mediocres y otros
simplemente un fracaso total.
Los que fracasan, son aquellos que no logran entender para qué fueron elegidos.
Se pierden en peleas sin sentido, en la práctica, el poder es ejercido en realidad
por un conjunto de asesores que manipulan al gobernante. Los asesores
estimulan en este tipo de gobernante un temor paranoico a la participación
popular. Este grupo confunde gobernar con improvisar, con mentir y creen que
gobernar es simular, lo que ocasiona las frecuentes crisis de gobernabilidad.
Para lograr un buen gobierno y por ende una bella arte, nuestros gobernantes
deben priorizar el desarrollo humano y la necesidad de educar con factor de
cohesión e inclusión. Es importante brindar eficientes servicios de salud, asegurar
la alimentación del pueblo y crear las condiciones para que obreros y empresarios
puedan producir los bienes y servicios que requiere la nación.
Lo que significa que hay que gobernar con la gente, conectando la palabra con la
acción y creando espacios en forma permanente, para que los ciudadanos se
acerquen al Estado y conozca qué hace y cómo lo hace. También es necesario
construir la cohesión social de la nación y fomentar la tolerancia a las ideas.
A veces pensaba que la diferenciación entre clases que hacían estos grandes
filósofos de la antigüedad era algo excluyente e inaceptable. No obstante, la
complejidad del poder y la administración pública me ha hecho reflexionar ante
estos planteamientos. He comprendido que a pesar de que ante los ojos de Dios y
por naturaleza todos los hombres somos iguales, existen grandes diferencias entre
los seres humanos que obligan a que dentro del ordenamiento social y jurídico
exista jerarquía entre los ciudadanos de acuerdo a su rol social y su capacidad de
actuar en él.
Para concluir con este ensayo quisiera exaltar una cita de Blanca Cotta que me
parece muy acorde al tema y sobre todo unas palabras muy bellas sobre lo que es
el arte de gobernar: “Quizás el arte de gobernar sea precisamente eso: el arte
de saber valorar al pueblo y esforzarse por alentar y cumplir sus sueños”.
UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN SIMON
CARRERA DE DERECHO
EL ARTE DE GOBERNAR
Docente:
Fecha: 01/06/2019
Cochabamba-Bolivia