Comentario A Unas Lecciones de Metafísica de José Ortega y Gasset
Comentario A Unas Lecciones de Metafísica de José Ortega y Gasset
Comentario A Unas Lecciones de Metafísica de José Ortega y Gasset
“Por lo visto la vida del hombre se compone de situaciones, como la materia se compone de
átomos”.1 Esta sentencia de Ortega a la que se le denomina circunstancialismo, sin duda es
sumamente importante para la historia de la de la filosofía del siglo XX. En México lo
retoma José Gaos para dar cuenta de la historia de las ideas en México en Entorno a la
filosofía mexicana.
El comentario presente tiene la finalidad de exponer de manera muy breve, debido a los
límites de su extensión, las lecciones de metafísica de José Ortega y Gasset, para lo cual
hemos dividido el texto en dos partes: La primera acerca de las tesis principales que
propone Gasset a lo largo de las lecciones respecto de los atributos de la vida y la segunda
que es donde se lleva acabo la contra argumentación del realismo y el idealismo.
Por otro lado, Gasset nos dice que todo cuanto forma parte de mi vida forma parte porque
me entero de ello, y sólo en tanto en cuanto me entero. Este enterarse no es conciencia,
reparar, saber, sino el elemental darme cuenta, que vamos a llamar «contar con», de lo
contrario, el “dolor de muelas” no nos dolería. Asimismo, como ya habíamos dicho, el
hombre se encuentra en cierta situación, cierta circunstancia en la que se halla inmerso con
otros objetos y con otros seres, por ejemplo, la circunstancia en la que se encontraba Gasset
al dar estas lecciones, en la que me encuentro yo al escribir este comentario y en la que se
encuentra el lector al ver estas líneas, etc. Dentro de esta situación el hombre puede actuar
1
Ortega, José. Unas lecciones de Metafísica, México, Porrúa, 2004. Pág. 161.
con cierta libertad que deja un margen de posibilidades dentro del mundo, pero no somos
libres para estar o no en este mundo que es el de ahora. Como la vida no nos es dada hecha,
nosotros tenemos que decidir constantemente dentro de ese margen de posibilidades, pero
antes de decidir estoy, pues, indeciso, perplejo. Todo lo que hemos dicho hasta aquí Ortega
lo reduce a cuatro atributos de la vida, a saber: 1. la vida se entera de si misma; 2. la vida se
hace a sí misma; 3. la vida se decide a sí misma y 4. La vida es perplejidad, constante y
esencial perplejidad.
Posteriormente, Ortega nos dice que hay que reparar en un pequeño error que hemos
cometido al decir reflexionando sobre lo que era mi vida me he encontrado primero a mí. Si
me he encontrado en la habitación o, hablando en general, en el mundo, mi percatación ha
tenido primero que topar con la habitación, con el mundo, y sólo después me he topado
conmigo. Primero se encuentra la prisión y luego, dentro de ella, el prisionero. Al vivir, yo
estoy siempre ocupándome con las cosas –materias o personas– que me rodean, estoy
atento a la circunstancia, y para encontrarme tengo que suspender esa normal atención al
contorno y buscarme en él, pescarme entre las cosas desatendiendo éstas y reparando en mí.
Aquí nos parece que ortega tenía que hacer esta aclaración porque si no, no se seguía todo
lo que había dicho, pues significaría que todo el tiempo tendríamos conciencia de sí
mismos y no cabría la metafísica. Entonces quizá lo que nos haga estar desorientados en el
mundo sea nuestra circunstancia y percepción de los objetos externos del mundo.
Ahora bien, en la segunda parte que denominamos del texto, Gasset comienza a hacer una
confrontación entre e realismo e idealismo. Por un lado, la tesis realista que sostiene que la
realidad son las cosas y su conjunto o mundo. Son realidad las cosas porque están ahí en sí
y por sí, puestas por sí mismas, sosteniéndose a sí mismas en la existencia. Como esta es la
única forma auténtica de ser que esa tesis afirma, todo en la medida en que es realidad
tendrá que ser así. Por ejemplo: el hombre, yo. Mi realidad consiste también en ser una cosa
entre las cosas, como la piedra, como la planta; Por otro lado la tesis idealista que sostiene
que la realidad última es el pensamiento del hombre. De esa manera la realidad del mundo
sólo
resulta indubitable cuando además de él, estoy yo viéndolo, tocándolo, y pensando que está
ahí.
Bajo esta disyunción Ortega nos dice que esto nos obliga a buscar un concepto más
adecuado y un nombre para esa realidad radical y absoluta, a saber, el de la coexistencia.
“Existo yo, pero no aparte y en mí, sino que mi existir consiste ahora en existir conmigo
esta habitación (…) Yo no pienso esta habitación: mi verla ahora ante mí no es para mí un
pensarla, sino es un absoluto encontrarme con ella y en ella, un inexorable tener que contar
con ella”. Además, “La realidad absoluta como vida es a un tiempo inmanente y
trascendente. De mi vida sólo forma parte lo que para mí existe, y, en tal sentido, es lo
inmanente; pero ese ser inmanente no quiere decir que se convierta en subjetividad, en yo.
Yo no soy mi vida. Esta, que es la realidad, se compone de mí y de las cosas. Las cosas no
son yo ni yo soy las cosas: nos somos mutuamente trascendentes, pero ambos somos
inmanentes a esa coexistencia absoluta que es la vida”. 2 Y así la insoportable paradoja del
idealismo queda así superada sin recaer en el realismo ingenuo. Viceversa, la nueva tesis
conserva la verdad del idealismo que es la inmanencia y la verdad del realismo que es la
trascendencia.
2
Ibidem. Pág. 258