Ponencia Dennett (I)
Ponencia Dennett (I)
Ponencia Dennett (I)
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que adopta cierta estrategia predictiva, y cuya existencia
puede ser confirmada sólo por una evaluación del éxito de
esa estrategia (lo que aparentemente me convierte en un
interpretacionista).” (Dennett, 1994, 26).
El nombre es esta estrategia es la estrategia intencional. En una
primera aproximación, la estrategia intencional se puede describir
como la estrategia de tratar al objeto cuyo comportamiento se quiere
predecir como un agente racional que tiene creencias y deseos y otras
etapas mentales, y a eso se le llaman intencionalidad. El objetivo del
texto de Dennett es explicar cómo funciona la estrategia y cuán bien lo
hace.
2. La estrategia intencional y cómo funciona:
Este apartado comienza el autor sosteniendo que existen muchas
estrategias, algunas buenas y otras malas. Para poner un ejemplo, se
puede predecir el comportamiento de una persona determinando su
fecha y hora de nacimiento, para luego, mediante un algoritmo
astrológico predecir cómo será la conducta de esa persona. Esa es la
estrategia de la astrología. Para el autor, esas predicciones
astrológicas, cuando se cumplen, es pura suerte o el resultado de una
ambigüedad. Si esos sistemas fueran eficaces para predecir la
conducta, estaríamos averiguando cómo hacen los astrólogos para
predecir la conducta y cómo funciona, es decir, cuál es el método. Por
eso una cosa es tener una buena estrategia pero otra cosa es saber por
qué funciona.
Otra estrategia que analiza el autor es la estrategia física. Esta
estrategia consta de si se quiere predecir el comportamiento de un
sistema, se tiene que determinar su constitución física y la naturaleza
física de los impactos que sufre, y con la ayuda de los conocimientos de
las leyes de la física, predecir el resultado para cualquier entrada de
datos. Esa es la estrategia que utilizan los químicos o los físicos en el
laboratorio para predecir el comportamiento de los materiales exóticos,
pero también se puede predecir el comportamiento de la olla dentro de
una cocina para que no se desborde.
Aunque mejor que la actitud física, para el autor, es mejor utilizar la
actitud de diseño. En la actitud de diseño, de pronto uno desconoce
todas las constituciones físicas de un objeto, pero si conoce para qué
está diseñado tal objeto. Un ejemplo de lo anterior es la función de un
reloj despertador, porque uno sabe a qué horas va a sonar el reloj pero
no tiene que saber si el reloj está hecho a base de energía solar o si
utiliza pilas, si tiene un mecanismo de bronce y rubíes a chips de silicio.
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Uno predice que el reloj va a sonar a una hora específica pero no
necesita conocer el funcionamiento de dicho reloj. Pero el autor
sostiene que incluso la actitud de diseño se queda corta a la hora de
explicar ciertas conductas, y para eso es necesario utilizar otra actitud:
la actitud intencional. Así se explica:
“He aquí cómo funciona: primero se decide tratar al
objeto cuyo funcionamiento hay que predecir como un
agente racional; luego se deduce qué creencias debería
tener ese agente, dada su posición en el mundo y su
objetivo. Más tarde se deduce qué deseos tendría que
tener siguiendo las mismas consideraciones, y por fin se
predice que este agente racional actuará para conseguir
sus metas a la luz de sus creencias.” (Dennett, 1994, 28-
29).
Para explicar mejor la estrategia veamos un ejemplo. Toca tener en
cuenta primero como nos vamos llenando la cabeza unos a otros con
creencias. Después toca tener en cuenta los siguientes axiomas: la
gente que se aísla tiende a ser ignorante; si alguien se expone a algo
acaba por saberlo todo a su respecto. Y llegamos a creer todas las
verdaderas acerca de las partes del mundo si estamos en una posición
adecuada para aprender. Pero también existen otras condiciones por
las cuales la ignorancia anormal aparece incluso cuando la exposición
es muy alta. Un ejemplo de lo anterior es cuando se dice: ‘Yo no sabía
que el arma estaba cargada’ cuando él realmente vio cuando la arma
estaba siendo cargada, y la persona tenía la plena facultad de conocer
ese hecho. Por eso una de las primeras reglas para atribuir creencias es
la siguiente: “De manera que una regla para atribuir creencias en la
estrategia intencional es esta: atribuya como creencias todas las
verdades pertinentes al interés (o los deseos) que la experiencia del
sistema hasta este momento haya hecho asequibles.” (Dennett, 1994,
29).
Un problema de esa regla tiene que ver con la atribución de creencias
falsas, que esa regla no recoge. Aunque el autor hace una salvedad, ya
que la atribución de creencias falsas, tiene una genealogía especial
donde en su principio tiene creencias verdaderas. Existen dos casos
paradigmáticos que ayudan a entender la idea anterior:
1) S cree (falsamente) que p, porque S cree (de verdad) que Jones le
dijo que p, que Jones no tiene intenciones de engañarle, que Jones es
muy inteligente, entre otras.
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2) S cree (falsamente) que hay una víbora en la silla, porque S cree
(verdaderamente) que ha visto una víbora en la silla y se encuentra a un
metro de la silla, y tiene otros motivos para creer eso.
Estos dos ejemplos muestran que las creencias falsas se cosechan
dentro del marco de creencias verdaderas. Hay que tener en cuenta
que la regla anterior es una regla derivada, una elaboración ulterior de
la regla fundamental o primera, que es: atribúyanse aquellas creencias
que el sistema tendría que tener. También la regla interactúa con la
atribución de deseos. ¿Cómo es eso posible? Se atribuyen los deseos
que el sistema tendría que tener. Esa regla dictamina que atribuyamos
a la gente esos deseos básicos como: supervivencia, ausencia de dolor,
comida, comodidades, procreación, entretenimiento. Dicho de otra
manera:
“En forma trivial, tenemos la regla: atribúyanse los
deseos de aquellas cosas que un sistema considera
buenos para sí. De manera algo más informativa, atribuya
los deseos de cosas que un sistema crea que son el mejor
medio para lograr otros fines a los que aspira. La
atribución de deseos estrafalarios y perjudiciales, exige,
por tanto, como la atribución de noticias falsas, relatos
especiales.” (Dennett, 1994, 30-31).
La relación que existe entre creencia y deseo se hace más turbia
cuando atribuimos deseos sobre la base de la conducta verbal. Un
ejemplo de lo anterior puede ser cuando se expresa a través del habla
cosas como: deseo comer algo rico o quiero una tortilla de jamón. Se
hace difícil conocer los deseos de otra persona si no es a través del
habla:
“El lenguaje nos permite formular deseos muy específicos
pero también nos obliga, en ocasiones, a comprometernos
con deseos cuyas condiciones de satisfacción son a la
postre más severas que cualquier otra cosa que de otro
modo tendríamos alguna razón en esforzarnos por
satisfacer.” (Dennett, 1994, 31).
También a través del habla podemos especificar nuestros deseos de una
manera más sofisticada para satisfacer esos deseos. Por ejemplo,
cuando alguien le dice al mesero que quiere habas al horno, y el mesero
responde con una respuesta afirmativa y preguntando sobre cuántas
quiere. Una de las objeciones a esa forma de concebir las creencias y
los deseos como formas de habla es que se puede llegar a creer
erróneamente, que las creencias y los deseos son como oraciones
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almacenadas en la cabeza. El error nace porque somos seres parlantes,
y llegamos a creer que una oración determinada, realmente formulada,
es verdadera, y en ocasiones llegamos a querer que esa oración se haga
realidad. Pero para Dennett, esos casos son especiales de creencia y
deseo y como tales no pueden ser modelos fiables para la totalidad del
sistema. ¿Y dónde queda la racionalidad que se atribuye dentro de un
sistema intencional? La respuesta del autor es la siguiente: “Se empieza
con el ideal de racionalidad perfecta y se revisan según lo dicten las
circunstancias. Es decir, se empieza por la suposición de que la gente
cree en todas las implicaciones de sus creencias, y no cree en dos pares
contradictorios de creencias.” (Dennett, 1994, 32).
Ahora el autor pasa a explicar cómo el uso de la estrategia intencional.
¿En verdad la gente utiliza esta estrategia? La respuesta del autor es
afirmativa, siempre se utiliza. Puede ser que en algún futuro exista otra
estrategia para explicar cómo surge en nosotros las creencias y los
deseos, pero en este momento, la estrategia intencional es la mejor
estrategia para explicar esa creación. Incluso, la estrategia funciona tan
bien, que también ayuda para la explicación de la conducta de los
animales, como los mamíferos. Por ejemplo, se pueden crear trampas
para cazar animales intentando predecir cómo pueden ellos caer en
una, razonando acerca de qué prefiere, qué siente, entre otras cosas. La
estrategia también funciona con objetos inanimados, como un rayo. Se
dice que el rayo siempre busca la manera más rápida para llegar a
tierra, pero puede ser confundido por un pararrayos para que no dañe
los elementos electrónicos de una casa.
3. Los verdaderos creyentes como Sistemas Intencionales:
En este apartado se intentará distinguir de sistemas intencionales que
realmente tienen creencias y deseos, de aquellos que no lo tienen. Para
entender mejor el fenómeno de la creencia se comienza por la
observación de que hasta en el peor de los casos, como aquel cuando se
cree que la estrategia funciona por razones equivocadas, es cierto que
sí es funcional, al menos un poco. Lo anterior es un hecho interesante,
según el autor, porque diferencia esta clase de objetos, la clase de
sistemas intencionales, de otras clases de objetos para los cuales la
estrategia nunca funciona. El ejemplo que pone el filósofo
estadounidense es el siguiente: se puede decir que un atril en un salón
de conferencias puede ser interpretado como un sistema intencional,
totalmente racional, creyendo que es el centro del mundo civilizado.
¿Qué tendría que hacer ese agente racional equipado con creencias y
deseos? Pues, quedarse quieto, que es lo que hace un atril. Predigo la
conducta de ese atril apelando a un sistema intencional. Pero cuando se
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habla de animales, personas o computadores, la cosa cambia. En los
anteriores casos, lo que más funciona es la estrategia intencional. Así
se explica en el texto:
“En estos casos, con frecuencia la única estrategia
practica es la estrategia intencional; nos brinda un poder
predictivo que no podemos obtener por ningún otro
método. Pero se debe insistir que esto no supone ninguna
diferencia en la esencia, sino simplemente una diferencia
que se refleja en nuestra limitada capacidad como
científicos.” (Dennett, 1994, 33-34).
Para poner un ejemplo de lo dicho anteriormente, se puede observar la
utilización de un termostato, que para cierto tipo de personas con poco
conocimiento de mecánica piensan que el termostato “siente” la
temperatura, mientras que un ingeniero no necesitará apelar a la
estrategia intencional para explicar por qué el termostato “detecta” la
temperatura. Cuando la estrategia intencional está en su lugar, es una
herramienta poderosa para la predicción de la conducta de las cosas y
de las personas. Eso se puede observar en la predicción de jugadas en
un partido de ajedrez. En el ajedrez es muy difícil predecir cuál va a ser
la jugada precisa que va a utilizar el jugador, pero con la estrategia
intencional, se puede “predecir” cuál jugada tiene más posibilidad de
ser elegida y cuál tiene menos posibilidad. Por eso:
“Esta incapacidad de predecir descripciones de acciones
precisas, miradas de otra manera, es una fuente de
fortaleza para la estrategia intencional puesto que esta
neutralidad respecto de los detalles de la práctica, es lo
que permite explotar la estrategia intencional en casos
complejos, por ejemplo, en encadenar predicciones (véase
Brainstorms).” (Dennett, 1994, 35).
Se puede observar con mayor claridad el poder de la estrategia
intencional desarrollando la objeción planteada por Robert Nozick. La
objeción se puede desarrollar de la siguiente manera: imagínese que
aparece unos seres de inteligencia muy superior, venidos desde Marte,
y que para ellos nosotros fuéramos como esos termostatos para los
ingenieros inteligentes. Para ellos, no hay necesidad de aplicar en
nosotros la estrategia intencional, ni siquiera, la estrategia de diseño
para poder predecir nuestra conducta. Estos seres son como súper
físicos laplaceanos que pueden predecir nuestra conducta solamente a
través de procesos físicos. El problema principal que tendrían estos
marcianos imaginarios es que si bien podrían predecir el futuro de la
raza humana, también dejaría de lado algo importante, y es que si no
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tienen en cuenta los sistemas intencionales, hay ciertos modelos del
comportamiento humano que solo se puede predecir a través de la
actitud intencional, y no hay otra forma de hacerlo.
Dennett utiliza un ejemplo para seguir explicando el punto anterior.
Supongamos que un terrícola y un marciano entran en un concurso de
predicciones. Tanto el terrícola como el extraterrestre observan una
pizca determinada de una transacción física local, es decir, una escena.
Desde el punto de vista del terrícola se ve que suena un teléfono en la
cocina de la Sra. Gardner. Ella contesta diciendo: “Hola cariño
¿volverás a casa temprano? ¿Vienes con tu jefe? Compra entonces una
botella de vino y maneja con cuidado.” El terrícola entonces predice
que en una hora llegará un vehículo metálico con llantas de goma, y se
bajaran dos personas siendo una de ellas que lleva una botella con un
líquido alcohólico. El marciano podría predecir lo mismo, pero
necesitaría mucha más información que tenía el terrícola, como
velocidad del vehículo de un punto A a un punto B. Y no llega a
entender como el terrícola puede llegar a adivinar que la persona que
se bajó del vehículo se haya subido de nuevo. La actuación del terrícola
pareciera casi magia. Lo que quiere mostrar el autor es que existe una
inevitabilidad de apelar a la actitud intencional a la hora de explicar la
conducta de seres inteligentes. Es por lo anterior que:
“Es importante reconocer la realidad objetiva de los
modelos intencionales discernibles en las actividades de
los seres inteligentes, pero es también importante
reconocer lo incompleto y las imperfecciones de los
modelos. El hecho objetivo es que la estrategia
intencional trabaja tan bien como puede, que no es a la
perfección. Nadie es perfectamente racional, nadie tiene
una memoria perfecta, nadie es un observador perfecto o
invulnerable a la fatiga, al mal funcionamiento o a la
imperfección del diseño.” (Dennett, 1994, 38).
También es importante recordar que la estrategia intencional se puede
ver afectada en su efectividad gracias a diferentes escenarios, así como
el daño físico de un artefacto, como un teléfono o un automóvil, puede
afectar la efectividad de la estrategia física. Se vuelve muy difícil de
predecir que va a hacer otra persona, si esa persona es insincera con
sus propias creencias o parece tener creencias contradictorias. En esos
casos, la estrategia intencional pierde su capacidad de producir
veredictos claros y constantes acerca de qué creencias o deseos tiene
una persona.
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Pero, en el caso de una posición realista fuerte acerca de las creencias
y deseos argumentaría que la persona en cuestión sí tiene
verdaderamente deseos y creencias determinados, que la estrategia
intencional no podía adivinar. La defensa del realismo benigno que
hace el autor no implica conocer realmente las creencias y deseos que
puede tener una persona, sin la necesidad de caer en un relativismo o
subjetivismo. Y eso es así debido a que preguntar cuándo y por qué no
hay evidencia verdadera es en sí misma una cuestión objetiva. Por eso:
“Según este punto de vista, se puede hasta reconocer la
relatividad del interés de la atribución de creencias y
conceder que, dados los distintos intereses de las
diferentes culturas, por ejemplo, las creencias y deseos
que una cultura atribuiría a uno de sus miembros, podrían
ser muy distintos de las creencias y deseos que otra
cultura le atribuiría a esa misma persona.” (Dennett,
1994, 38).
Lo importante es preguntar cuál bien las estrategias intencionales
rivales funcionan para predecir la conducta de una persona. Se podría
decir que dos esquemas rivales pueden funcionan igual de bien, y que
ninguna interpretación va a ser perfecta. La presencia objetiva de un
modelo no excluye de manera necesaria que la presencia objetiva de
otro modelo, independiente de sus imperfecciones. Para el autor, hay
que enfocarse en los sistemas intencionales mayores y más complejos
que se conocen, que son los de los seres humanos. Por eso:
“El reclamo perverso perdura: para ser un verdadero
creyente no hay más que ser un sistema cuya conducta se
pueda predecir de manera fiable por medio de la
estrategia intencional, y por lo tanto no hay más que
creer real y verdaderamente que p (para cualquier
proposición p) es un sistema intencional para el cual p
ocurre como creencia en la interpretación mejor (más
predecible).” (Dennett, 1994, 39).
El autor continúa con el ejemplo del termostato. Podríamos seguir con
el cuento y decir que este termostato tiene una docena de creencias
distintas y menos del doble de deseos. El termostato puede “creer” que
la habitación está fría o caliente, que la caldera está apagada o
prendida, y que si quiere calor necesita prender la caldera, entre otras
cosas. Pero eso sería mucho para el termostato, ya que él realmente no
saber qué es una caldera o qué es calor. Entonces se podría suponer
que el objeto cree que A es también F o G y si quiere que A sea más F
tendría que hacer K, y así con las demás creencias. Después se pueden
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agregar nuevas formas del termostato de entrar en “contacto” con el
mundo para poder detectar cuál es la temperatura del ambiente. Se le
puede proveer de una especie de ojo que distinga cuando los habitantes
de la casa están acurrucados y temblorosos como una señal de frio.
También un oído como una forma de decirle cuanto frio hace. Después
le agregamos a nuestros sistemas una mayoría versatilidad de
conducta, es decir, ahora elige el combustible para la caldera, lo
compra en el concesionario más barato y fiable, revisa los burletes, etc.
El efecto de todas estas agregaciones al sistema hacen que enriquezca
las conexiones entre el dispositivo y el mundo, es enriquecer la
semántica de sus falsos predicados, F, G y el resto. A medida de que se
agregan nuevos elementos la semántica de dicho dispositivo va
aumentando hasta llegar a sistemas para los cuales se han dictado
prácticamente una interpretación semántica única, como sostiene
Hayes. Por lo tanto:
“En ese punto decimos que este dispositivo (o animal o
persona) tiene creencias acerca del calor y acerca de esta
habitación, y así sucesivamente, no sólo debido a la
ubicación real del sistema y su funcionamiento en el
mundo, sino también porque no podemos imaginarnos
otro lugar adecuado en el que se pudiera colocar y en el
que funcionara” (Dennett, 1994, 40).
Por eso a medida que los sistemas se vuelven más ricos desde el punto
de vista de la percepción y más versátiles desde el punto de vista de la
conducta, se hace más difícil hacer cambios en la conexión del sistema
con el mundo, sin que eso no tenga influencia en el cambio del sistema
mismo. Si se modifica su entorno, el sistema lo detectará y cambiará su
estado interno como respuesta. Ocurre, por lo tanto, una represión de
doble sentido en el carácter de crecimiento entre el dispositivo y el
entorno. Es por lo anterior que:
“No se trata de que atribuyamos (o debamos atribuir)
creencias y deseos sólo a las cosas en las que
encontramos representaciones internas, sino que cuando
descubrimos algún objeto para el cual la estrategia
intencional funciona, nos esforzamos por interpretar
algunos de sus estados o procesos internos como
representaciones internas. Lo que hace que algún rasgo
interno de algo sea una representación sólo podría ser su
papel en la regulación de un sistema intencional.”
(Dennett, 1994, 41).
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Ahora con el ejemplo del termostato queda claro la razón por la cual el
autor argumenta que no existe ningún momento mágico en la transición
de un termostato simple, a un sistema que tiene realmente una
representación interna del mundo que lo rodea. La conexión del
termostato con el mundo es una conexión mínimamente exigente del
mundo, se ve en mayor medida en los robots, y en los seres humanos
esa conexión es tan múltiple e intrincada que parece que no hay
sustitución posible.
Para entender lo anterior se utiliza el ejemplo del Planeta Tierra
Gemelo de Hilary Putnam. Este planeta es idéntico a la Tierra en todos
los aspectos, menos en cierta propiedad que está fuera de nuestra
capacidad de poder entenderla. Por ejemplo, lo que llaman agua en el
planeta tierra Gemelo tiene una composición química diferente que en
el planeta Tierra. En todos los otros aspectos, la Tierra y la Tierra
Gemela son iguales. Si uno es enviado a ese planeta, no tendría más
inteligencia que un termostato o que un sistema simple, y no sabría si
está regulando la temperatura, la velocidad o el volumen de agua de un
tanque. Por eso los principios y problemas de interpretación que
tenemos a la hora de atribuirles creencias a las personas, son los
mismos principios y problemas que tenemos a la hora de atribuirles
creencias a un termostato. Las diferencias son de categorías.
4. ¿Por qué funciona la estrategia intencional?:
En este apartado el autor va a mirar por qué la estrategia intencional
funciona tan bien. A la hora de hacer esa pregunta descubrimos que es
una pregunta ambigua y tiene dos tipos de respuestas muy diferentes.
Por ejemplo, si el sistema intencional es un termostato simple, la
respuesta es sencilla: la estrategia intencional funciona tan bien porque
el termostato está bien diseñado. El aparato fue diseñado de tal manera
que pueda ser manipulado de una manera sencilla y fácil. Por eso ante
la pregunta de por qué funciona tal aparato, debemos dar una
respuesta acerca de cómo funciona el mecanismo, y así se soluciona el
problema.
Pero a la hora de hablar de sistemas intencionales en personas, existe
una ambigüedad en la pregunta planteada anteriormente. Pueden
existir dos tipos de respuestas. La primera respuesta es que la
estrategia intencional funciona debido a la evolución que ha diseñado a
los seres humanos para ser racionales, para creer lo que deben creer y
desear lo que deben desear. Esta respuesta es sumamente útil pero
tiene el problema que no da mucha información. Y eso es así debido a la
pregunta de cómo funciona el mecanismo, la respuesta todavía se
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queda corta, es decir, todavía no sabemos cómo funciona tal
mecanismo.
La segunda respuesta es que el informe acerca de cómo funciona la
estrategia y de cómo funciona el mecanismo coindicen
aproximadamente, es decir, para cada creencia atribuirle habrá un
estado interno funcional del mecanismo, que se puede descomponer en
partes funcionales. El texto deja más claro el punto:
“Las inferencias que les atribuimos a los seres racionales
serán reflejadas por procesos causales físicos en el
hardware: la forma lógica de las proposiciones en que se
cree, se copiaran en la forma estructural de los estados
en correspondencia con ellos. Esta es la hipótesis de que
hay un lenguaje del pensamiento codificado en nuestros
cerebros, y que eventualmente nuestros cerebros serán
entendidos como sistemas manipuladores de símbolos en
una analogía por lo menos aproximada con los
ordenadores.” (Dennett, 1994, 43).
El problema que hace notar Dennett es que no ve que eso sea evidente,
porque quienes creen que es evidente que esa teoría se demostrará que
es verdadera, confunde dos reclamos empíricos diferentes. El primero
es que la descripción de la actitud intencional produce un resultado de
un modelo verdadero del mundo, el modelo que no detectaron los
marcianos, por ejemplo. El segundo reclamo es que este modelo
verdadero es producido por un modelo parecido a él dentro de los
cerebros de seres inteligentes. Dudar de la existencia del segundo
modelo real no es dudar de la existencia del primero. Hay razones para
creer en el segundo, pero no son muy contundentes.
El argumento se basa en que a medida que se avanza de complejidad,
de termostato, pasando por robot y llegando al ser humano, se
descubre que el esfuerzo por diseñar sistemas con la conducta
requerida choca con el problema de la explosión combinatoria. A
medida que va aumentando algunos parámetros, por ejemplo, un diez
por ciento, tiene a aumentar la complejidad interna del sistema
diseñado. Y por lo anterior es que las cosas se salen muy rápido de
control, y por eso, hay sistemas de computación que dañan maquinas
muy grandes y veloces. De alguna manera, el cerebro ha resuelto el
problema de la explosión combinatoria. El cerebro es una red
gigantesca de miles de millones de células, que es capaz de aprender
nuevas conductas, vocabularios, casi de una manera ilimitada. Y la
mejor forma de un sistema de representación que tenemos es el
lenguaje humano. Por eso es que el argumento a favor de un lenguaje
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del pensamiento cobra tanto valor. No ha sido posible imaginar otra
alternativa plausible.
5. Reflexiones: Modelos reales, hechos más profundos y
preguntas vacías:
En este apartado el autor entra a reflexionar acerca de ciertas ideas
que se seguirán desarrollando en capítulos posteriores. Una de las
inquietudes que todavía tiene Dennett tiene que ver con el delicado
equilibrio acerca del punto de relatividad de atribución de creencias y
deseos de las personas. ¿Está en juicio del observador la atribución de
creencias? ¿Hay verdades subjetivas acerca de lo que la gente cree, o
solo son ficciones útiles? La respuesta por parte del autor es que se
entra en un intermedio. No está ni en el extremo del realismo simple
pero no desea entrar en el escenario de relativismo simple. Insiste que
él sostiene una especie de postura realista, porque sostiene que los
modelos de los marcianos no perciben están real y objetivamente allí
para ser notados o pasados por alto.
Para poder explicar lo siguiente nos pone un ejemplo. Imagine un
pedazo grande de papel cuadriculado. Las intersecciones de esa red son
los únicos lugares en el micromundo de la Vida, y en cada instante cada
célula se encuentra apagada o prendida. En el mundo de la Vida el
tiempo también es discreto, no continuo, es decir avanza a tictacs, y a
medida que cambia de tictac, cambia el mundo. Y para determinar qué
hacer en el siguiente instante, cada célula cuenta cuántos pasos de sus
ochos vecinos están encendidos en ese instante. Si hay solo dos, la
célula permanece en su estado actual. Si hay tres, la célula pasa
inmediatamente a Encendida. En cualquier otro escenario, la célula
permanece apagada.
Entonces toda la física determinista del mundo de la Vida se atrapa en
esa ley común y corriente explicada anteriormente. Si ese mundo se
basa en esa ley, entonces ese mundo determinista se puede predecir la
conducta a través de la actitud física y predecir el futuro con suprema
confianza. Después se descubre que algunas configuraciones simples
son más interesantes que otras. Hay cosas que titilan de un lado para
otro entre dos configuraciones, cosas que crecen y luego se
desintegran. Esas mismas configuraciones hacen que funcionen
locomotoras de vapor, bombarderos, comedores al paso, anticuerpos,
rastrillos espaciales. Todas estas nuevas funciones se pueden explicar a
través de la actitud de diseño. Y por último entran en escena la actitud
intencional:
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“Sostengo que la actitud intencional proporciona una
posición aventajada para discernir modelos igualmente
útiles. Estos modelos son objetivos –están allí para ser
detectados- pero desde nuestro punto de vista no están
compuestos en parte por nuestras propias reacciones
<<subjetivas>> ante lo que está ahí: son los modelos
hechos a medida para nuestros intereses narcisistas.”
(Dennett, 1994, 46).
Por lo todo lo anterior es que Dennett se considera que es una especie
de realista, y rehúsa la invitación de Rorty a hacer parte de un
perspectivismo radical. Aunque él no niega que también esos modelos
objetivos no son todo lo perfecto que siempre debería ser, y por eso hay
brechas imposibles de interpretar. Nunca habrá el sistema perfecto que
pueda determinar qué creía realmente el sistema intencional en
cuestión. El autor sostiene que esa idea no es nueva y se puede
encontrar en la tesis de Quine acerca de la traducción radical. El
problema de fondo es que ellos esperan encontrar algo en el cerebro
para poder solucionar el periferialismo de Quine, y eso no es posible.
Por eso el autor se ve inclinado por la siguiente tesis:
“Nos sentimos tan fuertemente atraídos por la opinión de
que los contenidos de nuestros pensamiento o creencias
deben estar definidos, y resistimos la sugerencia de que
la pregunta <<¿creo que hay leche en el refrigerador?>>
puede no tener una respuesta definida <<si>> o
<<no>>.” (Dennett, 1994, 48).
Para explicar lo anterior, Dennett utiliza un ejemplo por Parfit. Parfit
nos pone a suponer que existe cierto club que ha existido por unos
años, y donde se realizan reuniones habituales. Un día, las reuniones
cesan y el club cierra. Unos años después, los dueños del club lo
reabren con el mismo nombre y los mismos reglamentos. La pregunta
que queda es: ¿Se ha formado el mismo club? O ¿Han abierto otro club
pero que es exactamente igual? Podría haber una respuesta para esa
pregunta. Podría decirse que el club original podría haber tenido una
disposición explicando después de tanto tiempo de no estar en servicio,
vuelve a funcionar. O también la respuesta seria que son dos clubes
totalmente distintos. Pero nos pone a suponer que no exista tal regla, ni
que tampoco existe un hecho legal que sustentará alguna de las dos
respuestas. En este caso, cuando la gente se pregunta si ese es el
mismo club o es otro, no hay una respuesta correcta. La afirmación
“este es el mismo club” no es ni verdadera ni falsa. Ese es el punto que
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quiere destacar Dennett, que no hay ningún “hecho” que resuelva ese
punto.
Bibliografía:
Dennet, D., “Verdaderos creyentes: la estrategia intencional y por qué
funciona” en : La actitud intencional, Barcelona, Gedisa, 1994.
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