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Capítulo III - Bioética

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HUMANISMO, SOCIEDAD Y ÉTICA

Capítulo 3. Bioética, apuesta por la vida


Diego Armando Rico Archila
INTRODUCCIÓN

Existen en la vida cotidiana situaciones que requieren de una profunda reflexión de carácter ético que las
someta al crisol de la razón y de los valores humanos. Indudablemente, se trata de cuestiones que no son
fáciles de entender y abordar, por cuanto tocan aspectos esenciales de la vida que poseen implicaciones
importantes para la existencia de la humanidad. Preguntas fundamentales se desprenden de tales situaciones
que llevan a situarlas en el escenario de la discusión y la reflexión pública. ¿Se puede prolongar la existencia
humana tanto como sea posible, a pesar de las consecuencias que de ello se deriven? O, por el contrario, ¿se
puede acortar la vida humana si no existen condiciones suficientes para vivirla con dignidad y calidad?, ¿se
pueden realizar tantas modificaciones genéticas como se considere necesario con el fin de crear una especie
de super-humanos con capacidades que rompan las limitaciones físicas y biológicas actuales?

A las anteriores preguntas atinentes a la vida se suman otras que también representan las urgencias por las
cuales atraviesa la humanidad en estos momentos. Problemas centrales que requieren ser resueltos si
realmente se desea que la existencia humana en el planeta pueda ser mantenida y prolongada en el tiempo.
Por ejemplo, situaciones relativas al cambio climático y a sus devastadoras consecuencias sobre la flora y
fauna del planeta, así como las amenazas que de este se desprenden para la especie humana, ponen en tela
de juicio conceptos como el de progreso económico y desarrollo humano (Román, 2003). ¿Qué implica para
la vida en el planeta seguir produciendo y consumiendo bienes cuyas materias primas provienen del sector
extractivo que causa un impacto considerable sobre el medio ambiente?, ¿puede seguir optándose por una
versión del desarrollo humano que preconiza el crecimiento económico sin límites?, ¿existen vías alternativas
para proponer un desarrollo sostenible que vaya dejando de lado el uso de combustibles fósiles y el control
de las consecuencias negativas que su uso tiene sobre el planeta?
Las anteriores preguntas están vinculadas a aquellos peligros emergentes que están afectando la vida y su
subsistencia en el planeta. Por esta razón, su reflexión a la luz de la ética se hace imprescindible. Estudiar
estas problemáticas desde una comprensión de corte ético permitiría el establecimiento de límites y el
discernimiento acerca de decisiones que pueden tener implicaciones de largo alcance para la humanidad. El
avance tecnológico y científico, el progreso en términos de calidad de vida, de ingreso económico,
adquisición de bienes, y el disfrute de servicios han hecho la vida más fácil para muchas personas. Sin
embargo, el costo que se desprende del desaforado progreso material, tecnológico y científico por el que
atraviesa la humanidad es evidente. Por esta razón, se hace necesario posicionar la reflexión ética como vía
para abordar aspectos fundamentales de la vida humana. En otras palabras, optar por la bioética como ciencia
reflexiva capaz de cuestionar lo que los seres humanos estamos generando con nuestras decisiones y
acciones, adquiere hoy más relevancia que nunca. El futuro de la humanidad depende de nosotros mismos,
de aquello que decidamos hoy en función de proteger la vida en el planeta y de permitir su prolongación a
futuro.

GLOSARIO DE TÉRMINOS CLAVE

- Bioética: se entiende como un saber derivado de la ética que busca producir una reflexión en torno al tema
y los problemas atinentes a la vida humana y no humana. La bioética se hace preguntas fundamentales sobre
aspectos de la vida en general que requieren un estudio pormenorizado a partir de la razón. Situaciones
relativas a la clonación humana, el uso de células madre con fines terapéuticos, la prolongación o
acortamiento de la vida, al igual que a problemas ambientes de gran relevancia para la humanidad.

- Biocentrismo: se refiere a una tendencia de carácter ético que ubica como centro de su reflexión el respeto
a toda manifestación de vida, independiente de si es humana o no. En el biocentrismo el ser humano no se
ubica como dominante, sino como un ser más que interactúa con otros seres y manifestaciones de vida con
las cuales se vincula y a las cuales respeta en virtud de su carácter moral.

- Desarrollo sostenible: alude al modelo de desarrollo humano que concibe el equilibrio como principio
directriz de todo proceso de progreso y evolución. En este sentido, el desarrollo sostenible propone el respeto
por lo viviente y el uso racional de los recursos naturales disponibles de tal suerte que la vida de generaciones
futuras no se vea comprometida por las prácticas de desarrollo económico de las presentes generaciones.

- Relativismo ético: tendencia de carácter filosófico cuyo postulado fundamental es que los principios éticos
no están constituidos por normativas válidas universalmente, sino por las circunstancias de los contextos
específicos donde estas son configuradas.
RESUMEN DEL CAPÍTULO

Este capítulo relativo a la bioética como reflexión en torno a toda manifestación de vida, se presenta como
un pasaje de estudio fundamental para la comprensión y abordaje de las problemáticas ecológicas y
ambientales contemporáneas. Recurriendo a planteamientos derivados de la intersección entre ética
ecológica, bioética, ética de la responsabilidad y la prevención, ética de la tierra, y justicia social, se desarrolla
un conjunto de ideas que buscan proponer un horizonte reflexivo crítico que no solo ofrezca una idea general
de lo que acontece en estos campos específicos del saber, sino también su vinculación a aspectos
problemáticos de largo alcance como el del calentamiento global.

La bióetica, entonces, más allá de estudiar la vida en sí misma y la forma en que los seres humanos
deberíamos actuar frente a ella, especialmente en situaciones en las que la vida misma se encuentra en riesgo
o podría estarlo, también cuestiona los postulados y prácticas del sistema de desarrollo economicista que
centra su interés en la generación de capital, la generación de un consumo exacerbado, y el uso
indiscriminado de recursos naturales. Por esta razón, en el campo de la bioética se hace un tránsito de una
postura antropocéntrica a una biocéntrica, a partir de la cual el ser humano es un ser más en interrelación con
diferentes formas de vida. La visión antropocéntrica ha posicionado a lo largo de la historia al ser humano
como centro de la evolución y desarrollo. Esta postura ha ignorado prácticamente otras formas de vida, o
simplemente ha reconocido su existencia en función del bienestar humano. En otras palabras, la vida animal
y vegetal han estado supeditas al interés y uso que los seres humanos hacen de ellas. Por el contrario, una
postura biocéntrica no solo reconoce otras formas de existencia, sino que las valora porque considera su
dignidad y condición portadora de derechos.

De aquí que la reflexión bioética se conecte con los aportes de la ética de la responsabilidad y la precaución
de Hans Jonas. Este acercamiento ético propone pensar con seriedad los alcances y consecuencias del avance
y progreso científico y tecnológico, al igual que sus impactos sobre todas formas de vida. El principio de
responsabilidad considera que ante todo tipo de desarrollo científico y tecnológico, o comportamiento
humano que ponga en entre dicho la preservación de la vida, es necesario proceder con cautela. La crítica de
Jonas estriba en que la sociedad contemporánea se halla inmersa en la ilusoria creación del mundo feliz en
el que todo problema, incluso el ecológico, puede ser resuelto a través del uso de la ciencia y la tecnología.
En esta línea de pensamiento, Jonas indica que justamente ciencia y tecnología pueden convertirse en una
amenaza para la humanidad.

Lo anterior da vigor y validez universal a la bioética y la ética de la responsabilidad, al igual que a su


intersección con otros saberes, cuyos alcances van más allá de la reflexión filosófica y se instalan incluso en
los ámbitos social, económico, político, ecológico, educativo, religioso y cultural.

La bioética como reflexión necesaria para la preservación y cuidado de la vida en el planeta

Tal como lo indica Cortina (1994) la ética es un saber que busca “orientar la acción humana en un sentido
racional” (p. 17). En otras palabras, la ética se orienta a procurar que los seres humanos obren de forma
racional, de manera pensante. Por ello, como ciencia reflexiva, la ética se configura ante todo como un saber
que pretende iluminar las acciones humanas con el fin de hacerlas más racionales. En la vida diaria se escucha
que las personas tienden a lamentarse por decisiones mal tomadas y las consecuencias derivadas de estas.
Pues bien, la ética tiene que ver con el pensar profundo y crítico acerca de las decisiones y de las acciones
que las personas desarrollan cotidianamente. No obstante, la ética no puede ser asimilada a las ciencias
administrativas o de la planeación que también se refieren a la acción humana planificada con el fin de tomar
decisiones apropiadas en términos organizacionales, financieros o estratégicos. Aunque la ética se define
como reflexión acerca del obrar humano, tal reflexión está orientada por principios, valores, o criterios de
orden racional que permiten abordar dichas acciones con el fin de esclarecer su naturaleza, pertinencia,
impacto y conveniencia moral para la existencia humana.

Lo anterior permite entender que la ética es ante todo un esfuerzo racional por comprender y desentrañar el
sentido, intención e implicaciones morales de la acción humana. De esta forma, puede decirse que la vida sin
ética sería una vida sin reflexión moral, en la que todo es válido porque no existen referentes valóricos o
criterios de sentido que permitan sopesar su conveniencia para la vida humana. Ejemplos claros relativos a
la ética se pueden encontrar en la vida empresarial. Aspectos tales como la generación de lucro a expensas
de la explotación del empleado, o de producción de beneficios financieros a partir del engaño colectivo, son
situaciones concretas que requieren de una reflexión ética, contundente, con el fin de evitar las consecuencias
negativas e indeseadas sobre las personas afectadas.
La ética, entonces, pone la acción humana bajo la lupa de la razón, con el fin de establecer si esta responde
a criterios sólidos de argumentación y sentido que le otorguen validez moral. En un mundo en el que pareciera
que los criterios racionales no existieran como referentes para la determinación e implementación de las
acciones humanas, la ética se convierte en un saber necesario y fundamental para discernir si dichas acciones
realmente obedecen a criterios afirmativos de la dignidad.

En este mismo sentido, especialmente en el campo médico y medioambiental, la bioética surge como rama
de la ética al someter a reflexión crítica aquellas situaciones relativas a casos y problemáticas vinculadas con
decisiones cruciales en torno a la vida. En el contexto particular de este módulo de aprendizaje, y sin ánimo
de agotar o limitar la reflexión, la bioética se propone como aquella reflexión crítica de aspectos asociados a
la preservación y cuidado de la vida en el planeta. Por ello, la bioética se extiende de la reflexión sobre el
cuidado de la vida humana al cuidado de la vida en general. Es decir, de un modelo ético que privilegia la
reflexión de orden antropocéntrico sobre las acciones orientadas a la preservación de la vida humana, se
transita a uno de orden biocéntrico en el cual todo ser viviente es cobijado por tal reflexión normativa (Costa,
2009; Sosa, 1998).

En palabras de Boladeras, la bióetica no se limita a la relación médico-paciente, sino que también,

aborda una amplia gama de cuestiones sociales y va más allá de la vida y la salud humanas, en cuanto que
comprende cuestiones relativas a la vida de los animales y las plantas, por ejemplo, en lo que concierne a
experimentos con animales y a demandas ambientales conflictivas (Boladeras, 1998).

En este sentido, tal como lo plantea Andorno (2012), la pregunta central que se propone desde la bioética es:
¿Cómo debemos tratar a la vida, sobre todo, a la vida humana? En esta perspectiva, la vida humana es un
componente fundamental de la pregunta esencial que se desprende de la reflexión bioética. No obstante, tal
como puede constatarse, en la misma pregunta cabe toda forma de vida que debe ser preservada a ultranza
desde una orientación ética.

Por lo anterior, la bioética se intersecta con otros acercamientos reflexivos tales como la ética ecológica, la
ética medio-ambiental, la ética de la sostenibilidad, la ética de la tierra, y la justicia del medio ambiente
(Ángel & Ángel, 2002; Mayr, 2002; Medina, 2001; Sosa, 1998). Todas estas perspectivas disciplinares ponen
en el centro de la discusión la necesidad de acudir a una reflexión ética que dé cuenta del problema ecológico
y de su tratamiento con referencia a los derechos y valor intrínseco que posee la naturaleza en sí misma.

En tal contexto, y en diálogo con otras disciplinas, la ética ecológica se configura como una ética mínima
mundial que busca establecer un consenso sobre la habitabilidad actual y futura del planeta en cuanto del ser
humano depende (Román, 2003). Este tipo de ética mundial se basa en valores, principios y virtudes
trasnacionales que superan el relativismo absoluto que no cree más que en pactos convenientes realizados
desde la perspectiva del contrato más a o menos mercantil (Román, 2003, p. 214).

En consonancia con las anteriores afirmaciones, numerosas iniciativas ecológicas que abogan por la
conservación y protección del medio ambiente han surgido en los últimos años como una forma específica
de materializar una ética ecológica que permita a los seres humanos considerar a la tierra como sujeto de
dignidad y portadora de derechos (Boff, 2012). Un ejemplo claro es la Carta de la Tierra, una declaración
de principios éticos fundamentales con el objeto de construir una sociedad global justa, sostenible y pacífica
en el siglo XXI. Esta declaración pone de manifiesto el sentido de interdependencia y responsabilidad que
los seres humanos poseen en la preservación del legado natural presente y de sus implicaciones para las
futuras generaciones (Carta de la Tierra, 2000).

La Carta de la Tierra se alinea con el magistral trabajo del filósofo alemán Hans Jonas (1995), quien afirma
que “sólo lo vivo, por tanto, en su menesterosidad e inseguridad –y, por principio, todo lo vivo– puede ser
en general objeto de responsabilidad, pero no por eso tiene ya que serlo: ser un viviente es la primera
condición de ello” (p. 173). Como puede verse, la idea de promover una carta de la tierra en la que esta tenga
el estatus de sujeto de derechos y dignidad, se relaciona en gran medida con el principio de responsabilidad
de Jonas que pone en evidencia la necesidad de reconocer que el progreso, la ciencia y la tecnología están
asociadas al poder que la especie humana tiene sobre la naturaleza. Con el fin de evitar catástrofes de
magnitud mundial, tal como la que está sucediendo en estos momentos con el calentamiento global y la
desaparición de diferentes especies animales y vegetales, Jonas (1995) apela a la responsabilidad como
criterio ético esencial que permita respetar la naturaleza y valorar su potencial en el desarrollo sostenible de
la humanidad. En palabras de Siqueira (2009), Jonas posiciona la idea de preservar la naturaleza que no es
otra cosa que preservar al ser humano. “No se puede decir que el hombre es sin que se diga que la naturaleza
también es. Así, por supuesto, el sí a la naturaleza se volvió una obligación del ser humano” (p. 176).
El principio de responsabilidad expuesto por Jonas contiene ideas novedosas, deseos inéditos, obligaciones
no conocidas que implican desaprender, realizar una nueva higiene mental y desarrollar nuevos
comportamientos compatibles con los índices de sostenibilidad de la Tierra (González, 2014). En este
sentido, el principio de responsabilidad “no solo compete a la voluntad, y por tanto a la acción, sino que
también exige una nueva forma de pensar, de desear, y de sentir: la empatía cósmica, la empatía con los otros
y con los seres vivos” (González, 2014, p. 260). En otras palabras, esta nueva forma de ubicarse
históricamente como ser humano en el devenir evolutivo del planeta conlleva a su vez formas alternativas de
producción, consumo y deseo. La humanidad está asistiendo a una época de cambios centrados en la
producción de capital a partir de la ciencia y la tecnología, los bienes de consumo masivo que pueden
adquirirse con un click, y la emergencia progresiva de una nueva clase conformada por aquellos trabajadores
desplazados por la robótica y la inteligencia artificial (Harari, 2016). En este complejo y desafiante contexto
histórico, una ética de la responsabilidad que traiga nuevamente la relación con los seres vivos y los límites
racionales del consumo, es de extrema necesidad. Es por ello que Jonas propone la ética de la responsabilidad
y el principio de precaución como camino hacia una ética que transita del antropocentrismo al biocentrismo.

Desde esta mirada, la bioética expande su objeto y campo de reflexión hacia toda manifestación de vida en
general. El hombre no es entonces la medida de todas las cosas como lo afirmó el filósofo griego Protágoras.
En una comprensión biocéntrica, el ser humano ocupa un lugar en la existencia del universo, pero ya no es
el centro del mismo como se solía pensar en antaño. Consideraciones de esta envergadura traen a la discusión
aspectos relevantes para la preservación de la vida en el planeta. Si el ser humano ya no es el centro
(antropocentrismo), la vida (biocentrismo) es ahora la que ocupa el lugar privilegiado. De ser así, la
humanidad en una reflexión bioética de largo alcance debe replantear la forma como se vincula y relaciona
con otras formas de vida sobre las cuales no posee dominación absoluta. Por el contrario, la especie humana
tiene una responsabilidad explícita y normativa de cuidado sobre otras manifestaciones de vida de las cuales
también es dependiente.

Tal como lo expresa Costa (2009) este tipo de éticas biocéntricas, en contraste con las antropocéntricas,
buscan otorgar intereses y finales morales a la naturaleza, y de esta forma, tomar una actitud de respeto por
la misma. Según Castel (citado por Costa, 2009), estas éticas biocéntricas se expresarían a través de
elementos claves, tales como:
1- Los seres humanos son miembros de la comunidad de vida de la Tierra del mismo modo que el
resto de los miembros no humanos.
2- Los ecosistemas naturales de la tierra como totalidad son considerados como una red compleja de
elementos interconectados en la que el funcionamiento biológicamente correcto de cada ser depende
a su vez del correcto funcionamiento de los demás.
3- Cada organismo individual es concebido como un centro teleológico de vida que persigue su
propio bien de una manera específica.
4- Los seres humanos no son “inherentemente” superiores a otras especies (Costa, 2009, p. 116).

Este desplazamiento hacia lo biocéntrico representa un desafío para la reflexión ética contemporánea, en
cuanto somete a crítica el modelo económico basado en el consumo exacerbado, la producción de capital, y
el desequilibro e inequidad social en el mundo contemporáneo. No cabe duda que volver a una concepción
ecológica integradora a través de la cual el ser humano y otro tipo de seres vivientes se mantienen en una
relación necesaria de interdependencia se convierte en imperativo para el siglo XXI. Tal como lo entendieron
las culturas amerindias, el espíritu de la madre Tierra se torna en opción para un mundo en el cual el vínculo
y equilibrio entre seres vivientes se ha fracturado debido al uso inapropiado de recursos naturales y el deseo
desmesurado de posesión y dominación.

Con un espíritu similar, el Papa Francisco en su encíclica “Laudato Si” hace un llamado importante al mundo
de hoy a cuidar y preservar la casa común. Esta invitación va más allá del cuidado funcionalista que muchas
personas podrían interpretar se deriva de su mensaje. No se trata de regar las plantas o de dar de comer a las
mascotas que se encuentran en casa. Obviamente, estas son conductas loables que deben asumirse como
responsabilidad, pero lo que el Papa Francisco en esencia desea transmitir en su carta encíclica pretende ir
más allá. Su postura cuestiona el modelo económico imperante que no solo ha causado desastrosas
consecuencias a los pobres y desposeídos, sino también al planeta en general. Al respecto el Papa se expresa
de la siguiente forma:

La íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo
está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, la
invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada
criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave
responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo
estilo de vida (Papa Francisco, 2015, p. 6).

Como puede verse, los temas de responsabilidad, cuidado, ética ecológica, bioética, y justicia social
convergen en las palabras del Papa Francisco. Seguramente, un esfuerzo de convergencia epistémica, social,
económica, ética, cultural y política toma especial importancia en el mundo globalizado del siglo XXI. Por
esta razón, la reflexión bioética y la movilización social hacia el cambio radical que transite de un mundo
basado en el consumo a un mundo basado en la solidaridad, el desarrollo sostenible y la interdependencia,
se constituye en uno de los retos más urgentes de este período de la historia de la humanidad.

ESTUDIO DE CASO
El 1 de junio de 2017 pasará a la historia como uno de los días de mayor impacto para el
futuro de la humanidad. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció
públicamente la separación del país del Norte del Acuerdo de París que busca limitar el
calentamiento global y mitigar a largo plazo los devastadores efectos de una economía
basada en el uso indiscriminado de combustibles fósiles sobre el planeta. Las razones por
las cuales Trump decidió salir de tal Acuerdo son de orden económico. Fundamentalmente,
lo que esgrimió el presidente norteamericano fue la necesidad de salir de un acuerdo
desventajoso para la economía estadounidense. Con esta decisión, los esfuerzos globales
para la mitigación del calentamiento global parecen fenecer y condenar el Acuerdo a
convertirse en un esfuerzo fallido. Estados Unidos, después de China, es el segundo país
que más emisiones de CO2 produce en el mundo. Por ello, esta decisión es desastrosa para
la humanidad. No obstante, países como Francia y China ratificaron su compromiso con
el Acuerdo.

¿Cómo la perspectiva bioética y de la ética ecológica pueden ayudar a generar respuestas


a situaciones que atentan contra el cuidado de la vida como la anteriormente descrita?
La bioética y la ética ecológica ofrecen principios para la valoración racional de este tipo
de situaciones, pero al mismo tiempo, más allá de la misma razón, estos saberes se pueden
vincular con otro tipo de posturas que también traen a primer plano un vínculo emocional
de carácter biocéntrico con el mundo natural. A su vez, tanto la bioética y la ética ecológica
requieren de ser posicionadas en ámbitos no solo académicos sino prácticos y cotidianos
en conjunción con una significativa movilización de carácter social. De hecho, por
ejemplo, una vez el presidente Trump anunció la salida del Acuerdo de París, al menos
diez gobernadores de Estado y sesenta y unos alcaldes de ciudades en Estados Unidos
anunciaron su compromiso de permanencia y cumplimiento con las metas propuestas en
el Acuerdo de París. En muchos de estos lugares que se mantienen y apoyan el Acuerdo
existen diferentes iniciativas para el uso de energías limpias y renovables, al igual que la
generación de modelos basados en la sostenibilidad ambiental. Como puede verse, la
bioética y la ética ecológica exigen no solo reflexión racional sobre el problema ambiental,
sino sobre todo, un comprometido activismo social y político.

LECTURAS COMPLEMENTARIAS EN LA WEB

Capó, A., & Drane, J. (2014). Planteamientos bioéticos del medio ambiente. Revista Bioethikos, 8(1), 46-52.

Osorio, S.N. (2009). El desafío bioético de la era planetaria: La convivialidad. Revista Latinoamericana de
Bioética, 9(2), 42-61.

REFERENCIAS

Andorno, R. (2012). Bioética y dignidad de la persona. Madrid: Technos.


Ángel, A., & Ángel, F. (2002). La ética de la tierra. Ética y medioambiente. En E. Leff (Coord.). Ética, vida,
sustentabilidad (pp. 12-26). México, D.F.: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Boff, L. (2012). La madre tierra, sujeto de dignidad y de derechos. Recuperado de
http://www.democraciaycooperacion.net/IMG/pdf/La_Madre_Tierra_sujeto_de_dignidad_y_de_derechos.p
df
Boladeras, M. (1998). Bioética. Madrid: Ed. Síntesis.
Carta de la Tierra. (2000). Recuperado de
http://cartadelatierra.org/invent/images/uploads/Text%20in%20Spanish.pdf
Cortina, A. (1994). Ética de la empresa. Claves para una nueva cultura empresarial. Madrid: Trotta.
Costa, C.A. (2009). ¿Ética ecológica o medioambiental? Acta Amazónica, 39(1), 113-120.
González, G. (2014). El principio de responsabilidad y el principio de precaución: Hans Jonas y la
constitución de una ecoética. Diacrítica, 28(2), 231-270.
Harari, Y. (2016, septiembre 8). A brief history of tomorrow [Archivo de Video]. Recuperado de
https://www.youtube.com/watch?v=dydvVNkYISM
Jonas, H. (1995). El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica.
Barcelona: Herder.
Mayr, J. (2002). Hacia una ética de la sustentabilidad. En E. Leff (Coord.). Ética, vida, sustentabilidad (pp.
7-11). México, D.F.: Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Medina, P.J.S. (2001). Bioética y medio ambiente: Introducción a la problemática bioético-ambiental y sus
perspectivas. Persona y Bioética, 5(14), 13-14.
Papa Francisco. (2015). Carta encíclica Laudato Si del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa
común. Roma: Santa Sede.
Román, B. (2003). Ética ecológica y responsabilidad mundial: Del por qué al cómo. Ars Brevis, 9, 199-217
Siqueira, J.E. (2009). El principio de responsabilidad de Hans Jonas. Bioethikus, 3(2), 171-193.
Sosa, N. (1998). El qué y el para qué de una ética ecológica. Recuperado de
http://www.mapama.gob.es/es/ceneam/articulos-de-opinion/1998-martin-sosa_tcm7-185632.pdf

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