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Ehrlichiosis Canina

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SABER.

Revista Multidisciplinaria del Consejo de


Investigación de la Universidad de Oriente
ISSN: 1315-0162
ISSN: 2343-6468
saber@udo.edu.ve
Universidad de Oriente
Venezuela

EHRLICHIOSIS CANINA
Gutiérrez, Clara Nancy; Pérez-Ybarra, Luis; Fátima Agrela, Irma
EHRLICHIOSIS CANINA
SABER. Revista Multidisciplinaria del Consejo de Investigación de la Universidad de Oriente, vol. 28, núm. 4,
2016
Universidad de Oriente, Venezuela
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=427751143001

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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
EHRLICHIOSIS CANINA
CANINE EHRLICHIOSIS
Clara Nancy Gutiérrez claranancy@gmail.com
Laboratorio de Investigaciones Microbiológicas, Venezuela
Luis Pérez-Ybarra
Departamento de Microbiología, Venezuela
Irma Fátima Agrela
Departamento de Microbiología, Venezuela

Resumen: La ehrlichiosis canina es una enfermedad infecciosa emergente transmitida


por garrapatas, producida por Ehrlichia spp. (Proteobacteria: Ricketsiales), la cual afecta
a miembros de la familia Canidae. Los agentes etiológicos son bacterias Gram negativas,
intracelulares obligatorias, redondeadas y pleomórficas, esto último especialmente en
cultivos celulares. Estas bacterias se localizan en vacuolas rodeadas de membranas
(mórulas) en el citoplasma de células sanguíneas y dependiendo de la especie, tienen
tropismo por linfocitos, monocitos y granulocitos. Históricamente la enfermedad es
endémica en regiones tropicales y subtropicales, pero se reporta cada vez más en
regiones de clima templado. Ello puede atribuirse a varios factores, los cuales incluyen el
mejoramiento en las herramientas de diagnóstico, los cambios ambientales y climáticos
(calentamiento global) que influyen directamente en la distribución de las garrapatas
y la gran cantidad de viajes con mascotas de un lugar a otro del planeta, lo cual ha
contribuido al establecimiento de esta enfermedad en áreas no endémicas. Es común
la presencia de coinfección con otros patógenos transmitidos por garrapatas y esto
complica la patogénesis, las manifestaciones clínicas, el diagnóstico y el tratamiento.
Frecuentemente, el patógeno no puede ser eliminado por completo a pesar de la terapia
con antibióticos y la resolución de los signos clínicos. Actualmente, no se dispone de
SABER. Revista Multidisciplinaria una vacuna, por lo que el uso de ectoparasiticidas resulta ser una buena opción para
del Consejo de Investigación de la la prevención de la enfermedad. Esta enfermedad constituye un problema en medicina
Universidad de Oriente, vol. 28, núm. 4, veterinaria y el potencial zoonótico de estos agentes es una consideración de gran
2016
relevancia para la salud humana.
Universidad de Oriente, Venezuela Palabras clave: Ehrlichia canis, Ehrlichia ewingii, Ehrlichia chaffeensis, perro, ehrlichia,
Recepción: 01 Junio 2016 zoonosis, rickettsia.
Aprobación: 30 Junio 2016 Abstract: Canine ehrlichiosis is an emerging infectious disease transmitted by ticks,
Publicación: 01 Septiembre 2016
caused by Ehrlichia spp. (Proteobacteria: Ricketsiales), which affects members of
the family Canidae. e etiological agents are Gram-negative, obligate intracellular,
Redalyc: http://www.redalyc.org/ rounded, and pleomorphic bacteria, the latter especially in cell cultures. ese bacteria
articulo.oa?id=427751143001
are localized in vacuoles surrounded by membranes (morulae) in the blood cells
cytoplasm, and depending on the species, have a tropism for lymphocytes, monocytes
and granulocytes. Historically the disease is endemic to tropical and subtropical regions,
but is reported increasingly in temperate climate regions. is can be attributed to
several factors, which include the improvement in diagnostic tools, environmental and
climate change (global warming) that directly influence the distribution of ticks, and
the large number of travels with pets from one place to another in the planet, which has
contributed to the establishment of this disease in non-endemic areas. Co-infection with
other tick-borne pathogens is common and this complicates the pathogenesis, clinical
manifestations, diagnosis and treatment. Oen, the pathogen cannot be completely
eliminated despite antibiotic therapy and resolution of clinical signs. Currently, there
is no vaccine available, making the use of ectoparaticide to be a good choice for the
prevention of the disease. is disease is a problem in veterinary medicine and zoonotic
potential of these agents is a consideration of great importance to human health.
Keywords: Ehrlichia canis, Ehrlichia ewingii, Ehrlichia chaffeensis, dog, ehrlichia,
zoonosis, rickettsia.

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INTRODUCCIÓN

La ehrlichiosis canina puede ser causada por Ehrlichia canis, Ehrlichia


ewingii y Ehrlichia chaffeensis (Goodman et al. 2003, Straube 2010,
Romero et al. 2011); se puede presentar coinfección con estos
agentes y otros patógenos transmitidos por garrapatas (Little 2010).
Desde el año 2001, las bacterias del género Ehrlichia pertenecen al
grupo alfaproteobacteria, orden Rickettsiales y familia Anaplasmataceae
(Dumler et al. 2001, Bowman 2011). El orden Rickettsiales también
comprende a la familia Rickettsiaceae y una diferencia biológica entre
ambas familias consiste en que las bacterias de la familia Anaplasmataceae
se multiplican dentro de vacuolas rodeadas de membranas mientras que
los miembros de la familia Rickettsiaceae lo hacen libres en el citoplasma
de la célula huésped (Rikihisa 2010a).
En 1935, Donatien y Lestoquard del Instituto Pasteur de Argelia
visualizaron en monocitos de perros febriles y con anemia, organismos
semejantes a rickettsias, por lo que fueron clasificados como Rickettsia
canis. En 1945, Moshovski los reclasificó como Ehrlichia canis en honor
a Paul Ehrlich, bacteriólogo alemán, con lo que se estableció un género
diferente a Rickettsia (Ristic y Huxsoll 1984, McDade 1990).
En el hemisferio occidental, Bool y Sutmöller (1957), identificaron el
primer caso de infección por E. canis en frotis sanguíneos de perros en
la isla de Aruba. En Estados Unidos para el año de 1962, Ewing (1963),
visualizó a E. canis en leucocitos vistos en frotis sanguíneos de perros y
fue considerada un patógeno de importancia veterinaria después de los
brotes epizoóticos en perros militares ingleses en Singapur en 1963 y en
perros militares de Estados Unidos en Vietnam en 1968, que resultó con
la muerte de aproximadamente 200 animales (Huxsoll et al. 1970, Bavaro
et al. 2005, Mavromatis et al. 2006). Desde entonces se ha reportado una
alta morbilidad y mortalidad entre perros domésticos y otros miembros
de la familia Canidae en países de todas partes del mundo, sobre todo en
regiones tropicales y subtropicales del planeta, esto en concordancia con
la presencia de la garrapata marrón del perro Rhipicephalus sanguineus
(Harrus et al. 1999, Ferrolho et al. 2016).
Para el año de 1971, Ewing et al. describieron una nueva cepa de E.
canis, la cual fue visualizada en granulocitos (principalmente neutrófilos)
y el perro tenía una forma leve de ehrlichiosis canina. Anderson et al.
(1992) después de análisis genéticos concluyeron que era otra especie a la
que nombraron Ehrlichia ewingii, en honor a Sidney Ewing por su trabajo
pionero con este agente.
En este mismo país, en el año 1986, Maeda et al. (1987) reportaron
el primer caso de ehrlichiosis monocítica humana al observar en el frotis
sanguíneo de un paciente febril, cuerpos de inclusión intraleucocitarios.
Para ese momento se pensó que podría tratarse de E. canis por la semejanza
morfológica, ultraestructural y por la reacción positiva del suero de este
paciente con antígeno de E. canis, pero luego Anderson et al. (1991)
después de analizar la secuencia del gen ARNr 16S demostraron que era
una especie diferente, a la que propusieron con el nombre de Ehrlichia

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chaffeensis. Esta especie también puede infectar a perros y el primer


reporte fue en Estados Unidos (Dawson et al. 1996). Dada la importancia
epidemiológica por afectar a perros domésticos, de trabajo y callejeros,
y dado su potencial epizoonótico, en la presente revisión se tratan las
enfermedades ocasionadas por estos tres agentes en perros.

Ehrlichia canis

Ehrlichia canis es el agente etiológico de la ehrlichiosis monocítica canina


(EMC), enfermedad multisistémica grave y a veces fatal que afecta a
miembros de la familia Canidae, la cual incluye a los perros, lobos, coyotes
y zorros; predominantemente a los perros y es transmitida por la garrapata
marrón del perro Rhipicephalus sanguineus (Straube 2010, Faria et al.
2011, Waner y Harrus 2013, Ferrolho et al. 2016). E. canis tiene una
distribución cosmopolita, incluyendo Asia, África, Europa y las Américas,
siendo más frecuente en las zonas tropicales y subtropicales; al parecer
Australia y Nueva Zelanda están libres de la infección por E. canis (Kelly
2000, Mason et al. 2001, Harrus et al. 2012).
En 1996, se reportó la primera infección humana con E. canis, y se
logró el aislamiento en cultivo celular y la caracterización genética a partir
de un humano aparentemente asintomático con infección crónica del
estado Lara, Venezuela; a esta cepa la denominaron Ehrlichia humana
venezolana (Perez et al. 1996, Unver et al. 2001). Luego en 2006, se
reportó una serie de casos (6 individuos de 20; 30%) de pacientes del
estado Lara con signos clínicos de ehrlichiosis monocítica humana, y se
detectó E. canis por Reacción en Cadena de la Polimerasa o PCR (por sus
siglas en inglés “Polymerase Chain Reaction”) (Perez et al. 2006), por lo
tanto E. canis ha sido considerada en la última década como un patógeno
con potencial zoonótico (Sosa-Gutiérrez et al. 2013).
La enfermedad producida por E. canis en perros, también se
conoce como pancitopenia tropical canina, fiebre hemorrágica canina,
rickettsiosis canina, tifus por garrapata canina y enfermedad del perro
rastreador (Price y Sayer 1983, Harrus et al. 1997a). Esta enfermedad no
tiene predilección por la edad o el sexo y pone en peligro los sistemas
orgánicos del huésped de manera diferente y con distintos grados de
severidad (Munhoz et al. 2012, Da Silva et al. 2013). E. canis invade
y se multiplica en linfocitos y monocitos/macrófagos de mamíferos
hospedadores (Straube 2010, Ferrolho et al. 2016). Esta bacteria al igual
que los demás miembros de la familia Anaplasmataceae presenta tres
estadios diferentes: cuerpos elementales (unidad bacteriana), cuerpos
iniciales y mórulas. Los cuerpos elementales o células de centro denso
(CD) son las formas maduras infectantes extracelulares, las cuales
miden de 0,4 a 0,6 μm de diámetro. Estos elementos se adhieren a la
superficie de la célula diana y entran por endocitosis mediada por caveolas
(balsas celulares lipídicas). Dentro de la célula huésped, las bacterias se
desarrollan dentro de la vacuola rodeada de membrana plasmática celular,
donde crean un nicho para la supervivencia y la reproducción. Las formas
CD se transforman en unas formas intermedia IM1 y subsecuentemente

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pasa al cuerpo reticular o CR (0,4-0,6 µm de ancho por 0,7-1,9 µm de


largo). La forma CR se multiplica por fisión binaria, incrementando en
número y forman inclusiones citoplasmáticas inmaduras de 1,0 a 2,5 µm
de diámetro, denominadas cuerpos iniciales. Después se transforman en
unas formas intermedias IM2 hasta formar las mórulas (vacuola con 20 a
40 cuerpos elementales), las cuales pueden observarse en el microscopio
de luz óptico como inclusiones intracitoplasmáticas que se colorean de
azul con las coloraciones tipo Romanoswski (generalmente la coloración
rápida de Diff-Quik o Hemacolor). Las mórulas pueden ser redondas y
miden aproximadamente de 4 a 6 µm de diámetro o también pueden
ser ovaladas y son las formas características utilizadas para el diagnóstico
microscópico. Después de unos pocos días, los cuerpos elementales se
liberan de la vacuola y quedan libres fuera de la célula para iniciar un nuevo
ciclo infeccioso (Rikihisa 2006, Zhang et al. 2007, Straube 2010, Procajło
et al. 2011, Moumène y Meyer 2015).

Patogenia y patología

La patogénesis de la EMC involucra efectos directos del patógeno y


mecanismos secundarios indirectos de la repuesta inmune (Harrus 2015).
La infección del perro ocurre cuando las garrapatas infectadas ingieren
sangre y sus secreciones salivales contaminan el sitio donde se alimenta
(Procajło et al. 2011). La saliva de la garrapata contiene una variedad
de moléculas anticoagulantes, antiinflamatorias e inmunoreguladoras que
facilitan la adquisición y transmisión del patógeno (Day 2011, Hajdušek
et al. 2013).
La bacteria intracelular obligatoria como lo es E. canis ha desarrollado
varios mecanismos que aseguran la evasión de la respuesta inmune del
huésped. Estos mecanismos abarcan adaptaciones para la supervivencia
en diferentes compartimientos celulares. Los procesos de adhesión,
internalización, proliferación, exocitosis y propagación intercelular de
Ehrlichia spp. con la participación de diferentes vías de señalización
culminan con la adquisición de nutrientes, evasión lisosomal y la
inhibición de la apoptosis de la célula huésped (Rikihisa 2010a, Mathema
et al. 2013, Alves et al. 2014, Harrus 2015). E. canis replica en vacuolas
rodeadas de membranas de la célula hospedadora aisladas y protegidas del
sistema inmune, los lisosomas y las especies reactivas del oxígeno (Harrus
et al. 2012).
Los monocitos/macrófagos y neutrófilos expresan en su membrana
receptores de reconocimiento de patrones como los receptores tipo Toll
y en su citoplasma se encuentra el receptor dominio de oligomerización
unido a nucleótido (NOD). Estos receptores reconocen patrones
moleculares asociados a patógenos (PMAPs) como el lipopolisacárido
(LPS) y el peptidoglicano. Tales uniones provocan una respuesta por
parte de la inmunidad innata de la célula, con la consecuente eliminación
del patógeno (Rikihisa 2006). Los hemocitos de las garrapatas también
reconocen estos PMAPs y se activa la inmunidad innata de los vectores
para eliminar los microorganismos (Pereira et al. 2001). Estudios

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realizados con E. chaffeensis y E. phagocytophilum han demostrado que


a diferencia de Rickettsia spp. y de la mayoría de las bacterias Gram
negativas, les faltan los genes que codifican el LPS y el peptidoglicano de
la pared celular, por lo tanto estas bacterias deben incorporar el colesterol
derivado de las membranas de las células huésped para garantizar la
integridad de su membrana. La ventaja de no poseer LPS y peptidoglicano
es que se inhibe la unión de estos ligandos a los receptores, por lo que
tanto los leucocitos hospedadores como los hemocitos de las garrapatas
no se activan para eliminar al microorganismo. La pérdida de estos genes
en E. chaffeensis y A. phagocytophilum ha facilitado la adaptación de estas
bacterias a las células leucocíticas y las de la garrapata vector (Rikihisa
2010a,b, 2015).
Los patógenos de la familia Anaplasmataceae poseen una gran variedad
de proteínas de superficie que incluyen adhesinas e invasinas, las cuales
participan en la adhesión y entrada a las células hospedadoras. En E.
chaffeensis se ha observado que la invasina EtpE participa en la adhesión
y entrada a las células de mamíferos. Esta proteína de membrana se
une al glicosilfosfatidilinositol (GFI) unido a proteínas dentro de las
caveolas en la superficie celular del monocito (Moumène y Meyer 2015,
Rikihisa 2015). Se ha observado que después de la internalización
E. chaffeensis queda contenida en vacuolas que se convierten en los
endosomas tempranos expresando las proteínas Rab5A y el antígeno
1 endosomal temprano (EEA1), se acumula transferrina y el receptor
de la transferrina (RTr), el cual durante el desarrollo del endosoma
temprano contribuye a adquirir hierro de la célula hospedadora. En etapas
más tardías desaparece EEA1, aparece Rab7, se mantiene Rab5A, los
RTr y faltan las proteínas lisosomales, indicando que las inclusiones se
encuentran en las atapas finales del endosoma. Se ha demostrado en las
células de la línea celular continua DH82 infectadas con E. chaffeensis
que el endosoma tardío se caracteriza por poseer la proteína Rab7 y la
vacuola está acidificada a pH 5,2. Esta acidificación puede ser necesaria
para la supervivencia y replicación. Por lo tanto, E. chaffeensis es capaz de
cambiar su membrana vacuolar para un desarrollo eficiente. Este proceso
tiene como objetivo escapar de la fusión con los lisosomas (Moumène y
Meyer 2015).
Ehrlichia spp. ha desarrollado una gran cantidad de factores de
virulencia para evadir las defensas innatas del huésped, incluyendo la
apoptosis. Las mórulas de Ehrlichia spp. interactúan con las mitocondrias
produciendo proteínas que inhiben la actividad mitocondrial y posterior
apoptosis (Liu et al. 2011). Se ha demostrado in vitro que la
polimerización de la actina del citoesqueleto celular en presencia de calcio
y hierro es importante en el proceso de propagación intercelular de E.
canis (Alves et al. 2014).
Los microorganismos presentes en la saliva del artrópodo entran al
torrente sanguíneo del huésped y se multiplica en las células sanguíneas
hasta formar las mórulas. Después de la desintegración de la mórula
se liberan nuevos cuerpos elementales que invaden nuevas células
sanguíneas. La infección dentro del animal se disemina vía sanguínea o

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linfática dentro de las células mononucleares infectadas, llegando a otros


sistemas orgánicos como hígado, bazo, médula ósea y ganglios linfáticos
donde se multiplican (Harrus et al. 1999, Kelly 2000, Skotarczak 2003,
Procajło et al. 2011).
De acuerdo con estudios experimentales el curso subsiguiente de la
EMC se ha dividido en tres etapas después de un período de incubación
de 8 a 20 días: aguda, subclínica y crónica; en los casos en que ocurre
la enfermedad en forma natural es difícil asignar con precisión la etapa
de la misma (Mylonakis et al. 2010b). La mayoría de los perros se
recuperan de la fase aguda con tratamiento adecuado pero aquellos perros
no tratados se recuperan espontáneamente de la fase aguda después de 2 a
4 semanas y entran en la fase subclínica que puede durar hasta 4 meses en
perros infectados experimentalmente y puede persistir hasta 10 años en
perros infectados naturalmente. Los perros inmunocompetentes pueden
eliminar la infección durante este periodo, pero algunos eventualmente
desarrollarán la fase crónica de la enfermedad caracterizada por una
grave aplasia de la médula ósea (mielosupresión), pancitopenia de sangre
periférica y alta mortalidad por septicemia y/o hemorragias graves (Kelly
2000, Mylonakis et al. 2010b, Straube 2010, Harrus et al. 2012).
Se considera que la trombocitopenia es la anormalidad hematológica
más común y consistente de perros infectados natural o
experimentalmente con E. canis; ésta ocurre en más del 90% de los
perros infectados. La trombocitopenia en la EMC se atribuye a diferentes
mecanismos en las diferentes etapas de la enfermedad. En la etapa aguda
la trombocitopenia se atribuye a un consumo de plaquetas incrementado
debido a procesos inflamatorios en el endotelio de los vasos sanguíneos
(vasculitis), aumento del secuestro esplénico de plaquetas y destrucción
inmunológica o lesión que resulta en una disminución de la vida media
plaquetaria inmune mediada (Harrus et al. 1999, 2012, Harrus 2015).
Estudios en los cuales se han utilizado radioisótopos han demostrado
que el promedio de vida de las plaquetas disminuye de un promedio
de 9 a 4 días a 2 a 4 días después de la infección con E. canis (Harrus
et al. 1999). Además, una citocina sérica, el factor inhibitorio de la
migración plaquetaria (FIMP) ha sido aislado y caracterizado de perros
con ehrlichiosis y su concentración está inversamente relacionado con
el contaje plaquetario. Altas concentraciones de FIMP están asociados a
cepas más virulentas de E. canis. El FIMP inhibe la migración plaquetaria
y es producido por linfocitos expuestos a monocitos infectados. En la
fase crónica, se considera como mecanismo de la disminución plaquetaria
a la médula ósea hipoplástica (hipocelularidad). La trombocitopenia
está acompañada de disfunción plaquetaria (trombocitopatía) en los
perros infectados. La disfunción plaquetaria junto con el contaje bajo de
plaquetas, contribuye a las hemorragias observadas en la EMC (Harrus et
al. 1999, 2012).
La demostración en suero de anticuerpos antiplaquetarios (AAP)
después de la infección experimental con E. canis apoya la hipótesis
de que la destrucción inmune también contribuye a la patogénesis
de la trombocitopenia de la ehrlichiosis aguda (Harrus et al. 1999).

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Aquellos perros no tratados adecuadamente entran a la fase subclínica y


se caracterizan por ser portadores de E. canis clínicamente sanos, aunque
el contaje de plaquetas puede mantenerse bajo (Harrus et al. 2012).
En infecciones experimentales indican que el bazo es el órgano más
susceptible para albergar E. canis durante la fase subclínica. Además,
en infecciones naturales la visualización de mórulas es más probable en
aspirados esplénicos que en frotis de capa blanca sanguíneos (Faria et al.
2010). Se cree que el bazo juega un papel importante en la patogénesis y
en la expresión clínica de la enfermedad. Los perros esplenectomizados
experimentalmente infectados con E. canis mostraron enfermedad clínica
leve en comparación con los perros no esplenectomizados quienes
mostraron una enfermedad clínica más severa (Harrus et al. 1998).
Además de la trombocitopenia se puede presentar anemia normocítica
no regenerativa y una ligera leucopenia con monocitosis (Procajło et al.
2011, Waner y Harrus 2013). En un estudio experimental reciente, los
perros inoculados con E. canis manifestaron cambios significativos en el
hematocrito, la hemoglobina y el recuento plaquetario en comparación
con el grupo control no infectado (Nair et al. 2016).
Entre las anormalidades bioquímicas más resaltantes de los
perros infectados con E. canis se encuentra la hipoalbuminemia,
hiperglobulinemia e hipergammaglobulinemia, aumento de la actividad
de la fosfatasa alcalina, de la alanino aminotransferasa y aumento en
las concentraciones de urea y creatinina. La hipoalbuminemia puede ser
consecuencia de la pérdida periférica de albúmina en fluidos inflamatorios
edematosos como resultado de un incremento de la permeabilidad
vascular, pérdida de sangre o disminución en la producción de proteínas
debido a una enfermedad leve del hígado o puede ser debido a
cambios mínimos del glomérulo. Como la síntesis de la albúmina está
regulada por la presión oncótica, la disminución en la concentración de
albúmina puede actuar como un mecanismo compensatorio para el estado
hiperglobulinémico y así mantener la presión oncótica y prevenir un
aumento de la viscosidad sanguínea. La hipergammaglobulinemia suele
ser policlonal pero en algunos perros es monoclonal. El papel de los
anticuerpos específicos anti-E. canis circulantes para eliminar la infección
ehrlichial intracelular es mínima. Altos títulos de anticuerpos anti E.
canis no proporcionan protección cuando los perros son desafiados con
inóculos de E. canis (Harrus et al. 1999, 2012, Procajło et al. 2011). Los
perros con gammapatía monoclonal pueden desarrollar hiperviscocidad
sanguínea con signos clínicos asociados y lesiones patológicas, como por
ejemplo hemorragia subretiniana y desprendimiento de la retina que
puede conducir a ceguera aguda (Harrus et al. 2012). Se ha reportado la
actividad de la butirilcolinesterasa aumentada en la etapa aguda y puede
ser utilizada como un marcador de inflamación (do Carmo et al. 2015).
Anticuerpos IgG anti-E. canis aparecen en el día 15 postinfección
experimental. La subclase IgG2 está presente en todas las fases de la EMC.
Se ha propuesto que el cambio de isotipo IgG2 está asociado a un tipo de
respuesta TH1 y su correspondiente producción de interferón γ (IFNγ)
(Normand et al. 2009) y factor de necrosis tumoral (FNT). Por otra parte,

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IFNγ y FNT ejercen una acción anti-ricketttsial a través de la inducción


de la síntesis de ácido nítrico. Aparentemente, la inmunidad mediada
por células T y la secreción de INFγ juegan un papel importante en la
recuperación de la infección ehrlichial (Harrus et al. 2012).
Durante la fase aguda está presente más frecuentemente la
linfoadenomegalia generalizada, esplenomegalia y hepatomegalia. La
detección molecular de ADN ehrlichial en nódulos linfáticos, bazo,
hígado y riñones y la amplia variedad de órganos que muestran evidencia
histológica de infiltrado linfocítico, plasmocítico y monocítico apoya
el hallazgo de que E. canis está ampliamente distribuida por todo
el organismo del animal infectado con el potencial de ocasionar una
variedad de signos clínicos (Harrus et al. 2012, Waner y Harrus 2013).
Los hallazgos histopatológicos de perros infectados con E. canis,
incluyen hemorragias petequiales y equimóticas en las superficies serosas y
mucosas de la cavidad nasal, tracto gastrointestinal, vejiga urinaria y tejido
subcutáneo (Harrus et al. 2012).
En pulmones, la infección experimental de perros con E. canis resultó
en una neumonía intersticial durante la fase aguda de la enfermedad. Los
septos alveolares se encontraron engrosados por la presencia de infiltrados
de células mononucleares y macrófagos. Se encontraron acumulaciones
focales de linfocitos y macrófagos dentro y debajo del endotelio de
pequeñas a medianas arterias y venas. Estudios de microscopía electrónica
de transmisión en perros infectados experimentalmente mostraron
células mononucleares pulmonares con mórulas de E. canis adherentes a la
superficie luminal de células epiteliales de arteriolas o capilares (Simpson
1974). Locatelli et al. (2012) reportaron un caso de hipertensión
pulmonar asociada a E. canis en un perro de raza Yorkshire en Milán,
Italia, los resultados indicaron que la posible causa de tal complicación
fue una pneumonía intersticial asociada a vasculitis y tromboembolismo
secundario debida a daño vascular.
En riñones se demostraron cambios patológicos tanto en los elementos
tubulares como en los elementos glomerulares de perros inoculados
experimentalmente con E. canis; en estos animales se demostró
proteinuria transitoria durante la fase aguda. El examen histológico
durante esta fase reveló infiltrados linfocíticos y plasmáticos perivenulares
especialmente en la corteza renal. Los cambios fueron interpretados como
glomerulopatía de cambios mínimos atribuibles a la causa de proteinuria
transitoria que podría haber contribuido a la hipoalbuminemia observada
en la EMC aguda (Codner y Maslin 1992, Codner et al. 1992).
La patología hepática asociada a infección experimental con E. canis
sin manifestaciones clínicas aparentes ha sido documentada como una
infiltración portal de linfocitos, células plasmáticas y macrófagos que
resulta en una distorsión pronunciada de la arquitectura hepática;
en otros estudios experimentales se ha observado degeneración grasa
centrilobulillar perivascular de leve a moderada e infiltración de células
mononucleares periportal (de Castro et al. 2004). En un reporte se
describe el caso de un perro con hepatitis severa asociado a EMC

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aguda, manifestando anorexia, vómito intermitente y diarrea de 5 días de


duración (Mylonakis et al. 2010a).
La esplenomegalia es el hallazgo clínico y patológico más prominente
tanto en la etapa aguda como en la crónica de la EMC. En la fase aguda
la esplenomegalia es no congestiva y es causada por una proliferación
difusa de linfocitos y células plasmáticas en la pulpa roja y blanca. Se
demostró que el bazo es el principal reservorio de organismos ehrlichiales
probablemente debido a la abundancia de macrófagos residentes; algunos
estudios sugieren que es el último órgano en contener al microorganismo
antes de su eliminación del cuerpo (Harrus y Waner 2011).
La linfoadenomegalia es un hallazgo común durante la fase aguda
de la enfermedad; el incremento de tamaño en los nódulos linfoides
es en parte debido a la actividad hiperplástica tanto de los linfocitos B
como T en respuesta al estímulo antigénico ehrlichial. Una característica
histológica de la EMC se observa en la arquitectura alterada del tejido
linfopoyético con plasmocitosis y una acumulación de células linfoides
y plasmáticas perivascular generalizada; las células B bajo estímulos
apropiados se diferencian en células plasmáticas secretoras de gamma
globulinas. La intensa plasmocitosis durante la EMC es consistente con
la hipergammaglobulinemia, un hallazgo común en perros durante la
enfermedad aguda (Mylonakis et al. 2011).
Los cambios en la médula ósea reflejan de manera estrecha los
hallazgos hematológicos en perros con EMC; en las etapas tempranas
de la enfermedad la médula ósea es hiperplásica en parte reflejando
la abundancia de células plasmáticas, sin embargo pocas células grasas
están presentes. En la médula ósea hay un incremento en el número de
megacariocitos durante la fase aguda como respuesta a la trombocitopenia
periférica, indicando trombopoyesis activa. En la fase crónica los perros
exhiben una marcada disminución de la población de células mieloides y
eritroides con presencia de abundantes células plasmáticas y rara presencia
de megacariocitos. La aplasia de la médula ósea es un hallazgo típico de la
etapa crónica, la cual puede ser el resultado de supresión y/o necrosis de
la médula ósea (Mylonakis et al. 2010b).
Se ha demostrado plasmocitosis de las meninges con pocos linfocitos
en la mayoría de los perros infectados con EMC en la etapa crónica.
En la mayoría de los casos crónicos se observaron células mononucleares
formando agregados focales mientras que en la fase aguda presentaron
acumulaciones de células difusas alrededor de los vasos sanguíneos. Los
sitios más frecuentes fueron el tronco cerebral, el mesencéfalo y la
corteza cerebral. En algunos casos se observan hemorragias en el cerebro
(Hildebrandt et al. 1973). Recientemente, se reportó el caso de un perro
normotrombocítico con meningoencefalitis diagnosticado con E. canis
por PCR en fluido cerebroespinal (Kaewmongkol et al. 2016).
Se ha observado patología oálmica en la mayoría de los perros
infectados natural y experimentalmente con E. canis. El cambio
patológico más marcado observado en el ojo fue el relacionado con la
presencia de células plasmáticas alrededor de las venas en la capa celular
ganglionar. Se considera que la uveítis bilateral anterior y lesiones retinales

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son los hallazgos clínicos más frecuente entre perros naturalmente


infectados (Massa et al. 2002, Komnenou et al. 2007, Oriá et al. 2008).
Leiva et al. (2005) en un estudio conducido con perros naturalmente
infectados con E. canis en Barcelona, España, encontraron que los
animales también presentaban además de uveítis, daño retinal exudativo
y hemorragia retinal. En un estudio realizado con 14 perros infectados
experimentalmente con E. canis se observó que todos desarrollaron
lesiones oculares en la fase aguda y subclínica (Panciera et al. 2001). En
el reporte de un caso se describe la detección directa de E. canis de la
conjuntiva de un perro por PCR; el animal presentó blefaroespasmo
bilateral, fotofobia y uveítis bilateral anterior (Walser-Reinhard et al.
2012).
Hildebrandt et al. (1973) detectaron hemorragias macro y
microscópicas en el corazón. Además, observaron agregados de células
mononucleares en las proximidades de los vasos sanguíneos miocárdicos
y en el tejido graso pericárdico. Diniz et al. (2008) sugieren un aumento
en el riesgo de infarto en perros infectados con E. canis en la etapa aguda.
En tal investigación se evaluaron el electrocardiograma, ecocardiograma,
presión arterial y troponina cardíaca sérica; los perros infectados con E.
canis tuvieron la troponina cardíaca sérica más alta que el grupo control
no infectado. Los autores concluyen que la infección aguda con E. canis
puede ser un factor de riesgo de lesión miocárdica en perros infectados
naturalmente, por otra parte, Koutinas et al. (2012) indicaron que la
elevación en la troponina cardíaca no mostró diferencias significativas
entre perros con erhlichiosis canina mielosupresiva y no mielosupresiva,
presentando ambos grupos riesgos cardíacos similares, lo cual indica que
el riesgo cardíaco puede estar presente tanto en la fase aguda como en la
fase crónica de la enfermedad, encontraron además que la concentración
de troponina no es un buen predictor del resultado final de la enfermedad.

Manifestaciones clínicas

La EMC es un desorden multisistémico (Harrus y Waner 2011, Harrus


et al. 2012, Waner y Harrus 2013). La infección producida por E.
canis está asociada a una amplia variedad de manifestaciones clínicas
que van a depender de varios factores, entre ellos dosis del patógeno
transmitido durante la alimentación de la garrapata, actividad del sistema
inmunológico del perro, virulencia de la cepa de Ehrlichia, raza del perro
y coinfección con otros patógenos; por lo tanto, se pueden observar desde
casos sin signos clínicos (asintomáticos), otros con malestar leve, llegando
a casos graves y algunas veces fatales (Price y Sayer 1983, Little 2010).
Variaciones en la virulencia de las cepas de E. canis puede influir en
la severidad de la EMC, por lo que la determinación de la diversidad
genética en cada región es importante para relacionarla con el grado de
severidad de la enfermedad (Mylonakis et al. 2010b, Aguiar et al. 2013,
Ferreira et al. 2014). E. canis puede infectar todas las razas de perros,
pero los de la raza Pastor Alemán parecen ser los más susceptibles al
presentar la forma más severa de la enfermedad, con una alta morbilidad

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y mortalidad comparados con otras razas (Harrus et al. 1997b, Mylonakis


et al. 2004, Straube 2010). Las coinfecciones (infecciones con varios
microorganismos al mismo tiempo) pueden potenciar la patogénesis de
la enfermedad alterando y exacerbando las manifestaciones clínicas. Las
coinfecciones complican el diagnóstico, el tratamiento y puede influir
negativamente en el pronóstico, si el médico veterinario no sospecha,
documenta y trata cada infección concurrente (Kordick et al. 1999,
Breitschwerdt et al. 2005, Gaunt et al. 2010, Little 2010, de Caprariis et
al. 2011, De Tommasi et al. 2013).
En la etapa aguda los signos clínicos son inespecíficos, siendo los
más frecuentes la anorexia, depresión, letargia, ligera pérdida de peso,
fiebre, debilidad general y apatía. Se presentan síntomas del sistema
respiratorio como la disnea, secreciones seropurulentas de las fosas nasales
y sacos conjuntivales e incluso neumonía intersticial. También hay
linfoadenomegalia, esplenomegalia y tendencia a sangrar. La tendencia a
sangrar se manifiesta por la presencia de petequias dérmicas, equimosis
o ambas. Se han descrito trastornos neurológicos como la ataxia, tremor
de la cabeza y síntomas convulsivos. En perros con ehrlichiosis aguda se
ha descrito epistaxis uni o bilateral, extravasculaciones en los sitios de
inyección, extravasculación en la cámara anterior de los ojos, sangre en la
orina y heces (Kelly 2000, Skotarczak 2003, Harrus y Waner 2011, Little
2010, Procajło et al. 2011, Harrus et al. 2012).
Los signos de la fase aguda usualmente disminuyen espontáneamente
dentro de una a cuatro semanas pero los perros no tratados pueden
permanecer en la etapa subclínica. Los perros inmunocompetentes son
capaces de eliminar al agente infeccioso durante la fase subclínica,
la cual puede durar de meses a años, donde no hay signos clínicos
(Oriá et al. 2004). Los perros que son incapaces de eliminar el
agente infeccioso desarrollan una infección persistente subclínica y se
convierten en portadores asintomáticos; tales perros manifiestan una
trombocitopenia leve (Little 2010, Straube 2010). Codner y Farris-
Smith (1986) caracterizaron la fase subclínica en una perrera de Missisipi
y encontraron una prevalencia del 53% de perros en esta fase. La
mayoría tenían títulos altos (1/5.120) de anticuerpos anti-E. canis,
hiperglobulinemia y trombocitopenia; la hemoglobina, la albúmina en
suero y orina y tiempos de sangría estaban dentro de los valores normales.
En otro estudio Waner et al. (1997), caracterizaron la fase subclínica en
perros beagle inoculados experimentalmente con E. canis, demostrando
que los perros tenían títulos altos de anticuerpos anti-E. canis (títulos ente
1/2.560 a 1/20.480) y una trombocitopenia leve.
Algunos perros progresan a la fase crónica, la cual puede ser leve o
severa. Esta etapa se caracteriza por presentar signos clínicos recurrentes
y anormalidades hematológicas como la pancitopenia. En algunos perros
puede desarrollarse una fase crónica grave caracterizada por pérdida de
peso y emaciación, fiebre o hipotermia, palidez y edema periférico en
particular de las patas traseras y escroto. La diátesis hemorrágica es más
común en la fase crónica y se manifiesta por sangramiento superficial
tales como petequias y equimosis cutáneo y de las mucosas, epistaxis,

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hematuria, melena y sangrado prolongado en el sitio de la venopunción


debido a una alteración de la hemostasia primaria. Los signos oculares
pueden estar presentes en todas las fases de la EMC; la trombocitopenia
severa de la etapa crónica causa hemorragias retinales, hifema y petequias
conjuntivales. Se ha reportado ataxia, convulsiones e inclinación de
la cabeza en una minoría de perros con signos clínicos. La muerte
usualmente se debe a hemorragias extensas o a infecciones bacterianas
secundarias (Kelly 2000, Oriá et al. 2004, Little 2010, Mylonakis et al.
2010b, Straube 2010).

Ehrlichia ewingii

Ehrlichia ewingii es el agente etiológico de la ehrlichiosis granulocítica


canina (EGC), transmitida por la garrapata estrella solitaria Amblyomma
americanum (Anderson et al. 1992). E. ewingii está distribuida en
Estados Unidos (regiones del sureste y surcentral), África (Camerún) y
América del Sur (Brasil) (Ndip et al. 2005, Oliveira et al. 2009, Cohn
y Breitschwerdt 2012, Harrus et al. 2012). El venado de cola blanca
(Odocoileus virginianus) es el principal hospedador de A. americanum
por lo que es considerado el principal reservorio de E. ewingii (Cohn y
Breitschwerdt 2012, Harrus et al. 2012, Starkey et al. 2015).
En 1999 se detectó en cuatro personas por PCR E. ewingii y se
observaron mórulas en granulocitos en dos de estos cuatro pacientes.
Todos habían estado expuestos a garrapatas y presentaron fiebre, dolor
de cabeza, trombocitopenia con o sin leucopenia. Tres de estos pacientes
estaban recibiendo terapia inmunosupresora y los cuatro fueron tratados
exitosamente con doxiciclina (Buller et al. 1999). A diferencia de otros
agentes ehrlichiales, E. ewingii no ha podido ser cultivada in vitro y la
detección de infección se ha basado en métodos serológicos o moleculares,
aunque se ha reportado reacciones cruzadas en los métodos serológicos,
por lo que se puede utilizar tanto antígeno de E. canis como de E.
chaffeensis para el diagnóstico de E. ewingii, por lo que los métodos
moleculares son los más seguros para identificar la especie (Little et al.
2010, Cocayne y Cohn 2012).

Patogenia y manifestaciones clínicas

Después de la picadura de las garrapatas infectadas, E. ewingii invade


los granulocitos formando colonias de microorganismos dentro de las
vacuolas llamadas mórulas. El tiempo requerido desde la picadura de la
garrapata hasta la transmisión del patógeno es desconocido (Cocayne y
Cohn 2012, Cohn y Breitschwerdt 2012). Una vez que los neutrófilos
son liberados de la médula ósea, su vida media en circulación es de 6 a 8
horas. Sin embargo, estas células de vida corta son el sitio predilecto de
replicación de E. ewingii (Cocayne y Cohn 2012). Está demostrado que la
infección in vivo de la bacteria intracelular obligatoria E. ewingii retrasa la
apoptosis espontánea de los neutrófilos caninos al estabilizar la integridad

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mitocondrial y esto trae como consecuencia que la bacteria sobreviva


más tiempo en su célula hospedadora; en este estudio se demostró
que los neutrófilos caninos pueden sobrevivir en cultivo celular hasta 5
días y que E. ewingii puede continuar replicando en los neutrófilos. La
alteración de la apoptosis de los neutrófilos tiene profundos efectos sobre
la respuesta inflamatoria y la resolución de la infección. Este proceso de
retraso de la apoptosis de los neutrófilos por parte de E. ewingii puede
ser un importante mecanismo patológico que prolonga la infección y la
inflamación en el hospedador mamífero. La eliminación de la infección
en perros infectados experimentalmente resultó en la normalización de la
supervivencia de los neutrófilos (Xiong et al. 2008).
Las mórulas de E. ewingii se pueden observar dentro de los granulocitos
12 días después de la inoculación experimental y los signos clínicos se
observan entre los 18 a 28 días postinfección, aunque hay investigaciones
que han observado los signos clínicos entre los 7 a 14 días (Cocayne
y Cohn 2012, Cohn y Breitschwerdt 2012). La inmunosupresión
puede exacerbar o potenciar las manifectaciones clínicas; las infecciones
experimentales han tenido más éxito en perros tratados con
ciclofosfamida o glucocorticoides (agentes inmunosupresores). Sin
embargo, en perros naturalmente infectados, la infección ocurre sin
aparente estado inmunosupresor (Cocayne y Cohn 2012). En algunas
infecciones experimentales los perros se mantienen asintomáticos o
desarrollan una enfermedad breve y autolimitante (Yabsley et al. 2011).
La patogénesis de la EGC ha sido poco estudiada debido a que E. ewingii
no se ha podido cultivar in vitro. Un componente inmune mediado
puede ser el responsable de la poliartritis y de la destrucción de plaquetas
(Cocayne y Cohn 2012).
Las manifestaciones clínicas de la infección por E. ewingii en perros
incluyen fiebre, trombocitopenia, manifestaciones nerviosas (inclinación
de la cabeza, temblores y anisicoria), laxitud, debilidad, síntomas
musculoesqueléticos (cojera, dificultad para estar de pie o caminar) y
poliartritis neutrofílica (Goldman et al. 1998, Little 2010, Cocayne y
Cohn 2012, Cohn y Breitschwerdt 2012, Allison y Little 2013), este
último signo aparece en perros infectados de forma crónica (Murphy et al.
1998). Yabsley et al. (2011) infectaron perros experimentalmente con E.
ewingii utilizando a Amblyomma americanum como vector, no logrando
infectarlos con Rhipicephalus sanguineus y Dermacentor variabilis, los
animales desarrollaron pirexia, trombocitopenia y leucopenia, sin llegar
a desarrollar poliartritis ni laxitud, encontrando además que los signos
clínicos fueron más leves en perros reinfectados. Starkey et al. (2015)
señalan que la infección con E. ewingii puede permanecer en el perro
largo tiempo en presencia de coinfección con otras especies del género
Ehrlichia, sin embargo, la persistencia en el caso de infección solo con
E. ewingii es variable, pudiendo permanecer poco o mucho tiempo en el
animal. Se reportó el caso de un cachorro mestizo Pastor Alemán de ocho
semanas proveniente de Ohio, Estados Unidos, con letargo progresivo
y cojera. En el examen físico se identificó fiebre y derrame en múltiples
articulaciones. La hematología reveló anemia, neutrofilia y monocitosis.

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Se detectaron mórulas en neutrófilos de extendidos sanguíneos y líquido


articular y al realizar la PCR para E. ewingii resultó positivo en ambas
muestras. Los síntomas desaparecieron poco después del tratamiento con
doxiciclina y la PCR resultó negativa a los 18 días y 3 años después (Gieg
et al. 2009).

Ehrlichia chaffeensis

Ehrlichia chafeensis conocida como el agente causal de la ehrlichiosis


monocítica humana, una zoonosis humana emergente, transmitida por la
garrapata estrella solitaria A. americanum, siendo el venado de cola blanca
(O. virginianus) el reservorio primario, ya que desarrolla una infección
persistente por E. chaffeensis sin mostrar signos clínicos de la enfermedad;
también los coyotes (Canis latrans) pueden servir como reservorio debido
a que suelen infectarse naturalmente. Los humanos y los perros son
considerados hospedadores incidentales (Kocan et al. 2000, Davidson et
al. 2001, Paddock y Childs 2003, Little 2010, Nair et al. 2014). Se ha
logrado identificar por PCR en perros de Estados Unidos (sureste de
Virginia, Oklahoma y Carolina del Norte), Asia (Corea del Sur) y Sur
América (Venezuela) (Gutiérrez et al. 2008, Yu et al. 2008, Harrus et
al. 2012). Poco se ha estudiado con relación a la patogenia, patología y
manifestaciones clínicas, sin embargo hay trabajos aislados en los que se
exploran estos aspectos.
Los perros son susceptibles a la infección con E. chaffeensis, tal como lo
demuestra un estudio en el que inocularon experimentalmente a cuatro
cachorros con cultivo de E. canis y cuatro cachorros con cultivo de E.
chaffeensis. Los perros inoculados con E. canis desarrollaron un cuadro
febril leve, trombocitopenia y secreción ocular leve en uno de los perros,
mientras que los perros inoculados con E. chaffeensis presentaron una
respuesta febril leve sin otro signo clínico. Uno de los perros inoculado
con E. chaffeensis fue reinfectado con sangre infectada con E. canis
mostrando fiebre, anorexia y trombocitopenia, demostrándose falta de
protección contra E. canis por inoculación previa con E. chaffeensis
(Dawson y Ewing 1992).
En otra investigación se evidenció por PCR E. chaffeensis en perros
del sureste de Virginia (Estados Unidos). Se analizaron 38 muestras de
perros de cinco refugios y una perrera. De los 38 perros, 8 (42%) fueron
PCR positivo a E. chaffeensis y 6 (32%) fueron PCR positivo a E. ewingii
y ninguno positivo a E. canis. Los investigadores concluyen que el perro
constituye un reservorio potencial para E. chaffeensis (Dawson et al.
1996). En este trabajo no se trata lo relacionado a las manifestaciones
clínicas.
Breitschwerdt et al. (1998) demostraron en tres perros infección
natural con E. chaffeensis. Estos perros presentaron signos
clínicos de ehrlichiosis canina: uveítis anterior, vómito, epistaxis y
linfoadenomegalia.
Zhang et al. (2003) infectaron experimentalmente dos perros Beagle
con E. chaffeensis cepa Arkansas y observaron durante 6 meses después

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de la inoculación los signos clínicos, cambios hematológicos, anticuerpos


anti-E. chaffeensis y presencia de E. chaffeensis en sangre. Durante los
6 meses los perros no manifestaron fiebre ni perdieron peso. Dentro
de los parámetros hematológicos lo más relevante fue la presencia de
trombocitopenia, la cual apareció dos semanas después de la inoculación
y se mantuvo durante todo el estudio. En uno de los perros se demostró
por PCR E. chaffeensis hasta los 4 meses mientras que en el otro animal
se demostró por 81 días. Con respecto a los títulos de anticuerpos anti-E.
chaffeensis, en ambos perros aparecieron a las 4 semanas postinoculación
(día 23) a un título 1:64; luego aumentaron alcanzando en la semana
séptima y octava un título 1:16.384. Durante el resto del estudio
los títulos se mantuvieron altos. Los resultados de esta investigación
demuestran que los perros pueden mantenerse como transportadores
de E. chaffeensis durante 3 a 4 meses sin presentar signos clínicos. Los
investigadores concluyeron que se puede considerar a los perros como
portadores de E. chaffeensis.
En otro estudio se infectó un grupo de tres perros con E. chaffeensis.
Los animales fueron vigilados durante 42 días (6 semanas) y se
evaluaron los signos clínicos, diferencias hematológicas y patológicas.
E. chaffeensis causó infección persistente en los tres perros infectados,
detectable durante las 6 semanas. Los perros infectados con E. chaffeensis
mantuvieron normal el apetito y la actividad física. El único signo clínico
importante fue presencia de fiebre durante varios días postinfección
y comenzó en el día 9. En las 6 semanas no se apreciaron cambios
hematológicos. Durante todo el estudio se detectó ADN de E. chaffeensis
en sangre por PCR. ADN de E. chaffeensis se evidenció en hígado, bazo,
nódulo linfático cervical y pulmón. No se observó hepatomegalia ni
esplenomegalia. La inflamación en pulmón se caracterizó por ser de escaso
a moderado el número de macrófagos y linfocitos perivasculares. Uno
de los perros infectado con E. chaffeensis exhibió lesión hepática con un
infiltrado leve periportal de macrófagos y linfocitos y microgranulomas
sinusoidales. Hiperplasia linfoide de leve a moderada se observó en el
bazo del grupo de perros infectados con E. chaffeensis. Los investigadores
justifican los pocos signos clínicos a la vía de inoculación que es
intravenosa, cuando lo ideal sería vía picadura de garrapata, ya que su
saliva contiene potentes factores antiinflamatorios, inmune moduladores
y antihemostáticos y esto crea un ambiente que protege al patógeno de las
defensas del huésped. Además, otro factor importante es la virulencia de
la cepa utilizada (Nair et al. 2016).

DIAGNÓSTICO

El diagnóstico de la ehrlichiosis canina se basa en una combinación de


datos clínicos epidemiológicos, anormalidades hematológicas, detección
directa de la bacteria y hallazgos serológicos. La infección de los perros
con bacterias del género Ehrlichia resulta en un amplio espectro de
manifestaciones clínicas que van desde infección inaparente y subclínica a
enfermedad severa y potencialmente fatal (Cohn 2003, Harrus y Waner

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2011, Harrus et al. 2012, Allison y Little 2013). Cuando la infección se


convierte en enfermedad aparecen las anormalidades hematológicas como
la trombocitopenia, la cual suele ser de moderada a severa en la etapa
aguda en la EMC, acompañada de anemia leve y leucopenia. Durante
la etapa subclínica se puede presentar trombocitopenia leve en ausencia
de signos clínicos. En la fase crónica la trombocitopenia suele ser severa
acompañada de una anemia marcada y leucopenia (Harrus y Waner
2011). Se deben tomar en cuenta los datos epidemiológicos como por
ejemplo lugar de procedencia (si es un área endémica), historial de viajes
e infestación por garrapatas (Harrus et al. 2012).

Visualización microscópica

Debido a que E. canis, E. ewingii y E. chaffeensis infectan células


hematopoyéticas es posible observarlas microscópicamente en una
variedad de muestras clínicas que incluyen sangre periférica, médula
ósea, aspirados de tejidos y líquidos biológicos, tales como líquido
cefalorraquídeo y líquido sinovial (Allison y Little 2013, Allen et
al. 2014, Kaewmongkol et al. 2016). Estas tres especies es frecuente
encontrarlas en sangre periférica. Aunque la bacteria individual tiene
generalmente menos de 0,5 μm de diámetro, estas bacterias se multiplican
por fisión binaria dentro de la vacuola citoplasmática hasta formar una
microcolonia o mórula, la cual se puede observar con coloraciones tipo
Romanoswski (Diff-Quik o Hemacolor) como una inclusión granular
basófila en el citoplasma de monocitos y linfocitos, en el caso de E. canis
o E. chaffeensis y en neutrófilos en el caso de E. ewingii, midiendo entre
4-6 μm de diámetro (Allison y Little 2013).

Frotis de capa blanca

Un método muy utilizado lo constituye el frotis de capa blanca (FCB),


el cual se realiza centrifugando una muestra de sangre con EDTA en
un capilar para microhematocrito o en un tubo Wintrobe. A través
de este método se concentran los leucocitos y las plaquetas; con este
concentrado se realiza un frotis y se colorea. A pesar de que es un método
de fácil ejecución y económico requiere de personal muy entrenado en el
reconocimiento de las inclusiones. Las mórulas de E. canis o E. chaffeensis
se consiguen en el citoplasma de monocitos y linfocitos mientras que las
mórulas de E. ewingii se encuentran en el citoplasma de granulocitos.
Desafortunadamente, la búsqueda de las inclusiones en monocitos y
linfocitos es dificultosa y consume tiempo. La búsqueda de las inclusiones
se hace con aceite de inmersión con objetivo de 1000X en 1000 campos.
El tiempo empleado por este método se calcula entre 50 a 60 minutos.
Debido a que E. ewingii se encuentra en granulocitos y estos son más
abundantes la búsqueda es más fácil. El FCB se recomienda para la
etapa aguda de la infección durante las primeras semanas de infección
(Mylonakis et al. 2003, Allison y Little 2013). Fagocitosis de plaquetas,

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gránulos azurófilos en linfocitos y fagocitosis de material nuclear puede


confundir el diagnóstico con inclusiones de ehrlichias (Harrus y Waner
2011).

Métodos moleculares

Los métodos de diagnóstico molecular basado en la detección de


secuencias de ácidos nucleicos característicos por PCR se utilizan para
confirmar la infección activa con Ehrlichia spp. (Allison y Little 2013). Se
ha demostrado que la PCR es un método sensible, frecuentemente para la
etapa aguda de infección en perros y detecta ADN de Ehrlichia spp. antes
de que ocurra la seroconversión por anticuerpos (Harrus et al. 2012).
Varios ensayos se basan en diferentes genes diana, por ejemplo, 16S ARNr,
p28, p30, dsb; sin embargo los ensayos de PCR basados en los genes 16S
ARNr y p30 son los más comúnmente utilizados (Harrus y Waner 2011).
Se considera que la PCR realizada en muestras de bazo es más sensible
para la evaluación de la eliminación de E. canis cuando se compara con
muestras de sangre o de médula ósea (Harrus et al. 2004). Una desventaja
de la PCR es su facilidad de contaminación, lo cual resulta en falsos
positivos. Para asegurar que no ocurra la contaminación se recomienda
el uso de controles en cada paso de la PCR incluyendo la extracción del
ADN de la muestra (Allison y Little 2013). Generalmente hay una buena
correlación entre los resultados de la PCR y los resultados obtenidos
a partir del aislamiento en cultivo celular (Kelly 2000). En la PCR de
un solo paso se ha utilizado cebadores que permiten la amplificación
de todas las especies de Ehrlichia provenientes de muestras de sangre y
tejidos (Iqbal et al. 1994). Las PCRs anidadas mejoran la especificidad
y sensibilidad del ensayo de PCR para Ehrlichia spp. (Dawson et al.
1996, Breitschwerdt et al. 1998, Murphy et al. 1998). En la PCR anidada
cebadores género específicos se utilizan en la primera reacción para
detectar ADN ehrlichial, mientras que los cebadores especie específicos se
utilizan en la segunda reacción para diferenciar entre las distintas especies
(Kelly 2000).
La PCR en tiempo real cuantitativa (qPCR) es más sensible y menos
propensa a la contaminación que la PCR convencional y permite la
cuantificación de la carga bacteriana. Esta modalidad de PCR se ha
utilizado para la cuantificación de la carga bacteriana en perros natural
y experimentalmente infectados por E. canis (Baneth et al. 2009). La
capacidad de los instrumentos de la PCR en tiempo real ha permitido
el diseño de ensayos multiplex para la detección simultánea de varios
patógenos en una muestra. Un multiplex qPCR ha sido diseñado para
detectar simultáneamente E. chaffeensis, E. ewingii y E. canis (Doyle et
al. 2005). En otro estudio se logró la evidencia simultánea por qPCR
de Anaplasma phagocytophilum, E. chaffeensis y E. ewingii (Bell y Patel
2005).

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Cultivo

Este método resulta ser muy costoso y poco útil para ser utilizado en
la práctica clínica. Por otro lado, el aislamiento se logra después de
las 8 semanas, por lo tanto este procedimiento se utiliza con fines de
investigación. E. canis y E. chaffeensis se han logrado aislar en la línea
celular continua DH82. Hasta los momentos el aislamiento en cultivo
celular no ha sido posible para E. ewingii (Harrus et al. 2012).

Serología

Las técnicas serológicas incluyendo la inmunofluorescencia indirecta


(IFI) y el ensayo de inmunoabsorción ligado a enzimas (ELISA) han
sido por mucho tiempo un pilar para confirmar la sospecha clínica
de enfermedad por Ehrlichia spp. La prueba de IFI IgG anti-E. canis
es la prueba de oro, la cual indica exposición a E. canis. La IgM no
es considerada un indicador fiable de exposición a E. canis debido
al desarrollo inconsistente de anticuerpos IgM durante el curso de la
enfermedad. Por el contrario, títulos de IgG anti-E. canis iguales o
mayores a 1/40 son considerados positivos para la exposición a E. canis.
Para las infecciones agudas se recomienda realizar dos pruebas de IFI
consecutivas con una diferencia de 7 a 14 días y un aumento de cuatro
veces en la segunda prueba con respecto a la primera se considera infección
activa. Los anticuerpos IgG persisten por meses o años después del
tratamiento y de la eliminación de la bacteria (Harrus y Waner 2011,
Harrus et al. 2012, Allison y Little 2013). La desventaja de la prueba IFI
es que los anticuerpos detectados contra E. canis no son específicos de
la bacteria. Se ha descrito reacciones cruzadas en esta prueba serológica
entre E. canis, E. ewingii y E. chaffeensis, por lo tanto no es posible utilizar
los resultados de la IFI para distinguir entre infecciones entre estas tres
especies (Kelly 2000).
Se ha descrito un número variable de ensayos basados en ELISA
pero el que actualmente se está utilizando en la práctica clínica es la
prueba SNAP® 3DX® (IDEXX Laboratories, Westbrook, ME, USA),
la cual detecta anticuerpos a Dirofilaria inmitis, Borrelia burgdorferi
y E. canis, mientras que hay otra prueba SNAP® 4DX® PLUS
(IDEXX Laboratories, Westbrook, ME, USA) que detecta anticuerpos
a Anaplasma phagocytophilum, A. platys, Borrelia burgdorferi, E. canis
y E. ewingii. Es importante señalar que en estas pruebas los anticuerpos
reconocen péptidos recombinantes de cada uno de los patógenos lo que les
proporciona una alta especificidad (Breitschwerdt y Cohn 2012, Allison
y Little 2013).

TRANSMISIÓN

La transmisión de Ehrlichia spp. ha sido atribuida a garrapatas, artrópodos


hematófagos que pertenecen a la familia Ixodidae de la clase Arachnida.

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Los perros sirven como reservorios de E. canis y anfitriones de


Rhipicephalus sanguineus (Latreille 1806) (Acari: Ixodidae), el vector
primario de esta especie de ehrlichia, R. sanguineus es la especie de
garrapata más ampliamente distribuida y su presencia ha sido reportada
en áreas tropicales y subtropicales, entre los 50°N y 35°S y en el
continente americano, su distribución va desde Canadá hasta Argentina
(Dantas-Torres 2008). De acuerdo con Ramírez-Barrios et al. (2008) R.
sanguineus es la garrapata que más comúnmente parásita a perros de zonas
urbanas en Venezuela. Aunque el principal anfitrión de R. sanguineus es
el perro doméstico; no obstante, cuando los niveles de infestación son
elevados y en ambientes muy parasitados esta especie de garrapata puede
parasitar otras especies animales tales como gatos, roedores, aves y hasta
humanos (Estrada-Peña y Jongejan 1999, Dantas-Torres et al. 2006).
Muchos ixódidos son exófilos; sin embargo R. sanguineus está bien
adaptada al ambiente intradomiciliario. Se ha observado que el nivel de
infestación es elevado en perros que permanecen mucho tiempo en el
interior de casas o apartamentos y en aquellos que están confinados en
refugios y bioterios (García et al. 2007). En áreas tropicales y subtropicales
la prevalencia de R. sanguineus es alta durante todo el año mientras
que en áreas de clima templado son abundantes al final de la primavera
y hasta principios del otoño; existen evidencias que sugieren que las
bajas temperaturas afectan negativamente el desarrollo de esta especie de
garrapata (Inokuma et al. 1996).
El modo de transmisión de E. canis es transestadial pero no
trasovarial (Groves et al. 1975), por lo cual la infección es transmitida
subsecuentemente de larvas a ninfas y de ninfas a adultos, pero no
de las hembras a los huevos de una nueva generación. La infección
de R. sanguineus con E. canis ocurre durante el estadio de larva o
ninfa cuando éstas ingieren sangre de un perro bacteriémico. En el
interior de la garrapata los microorganismos ingeridos se multiplican en
células del intestino medio y posteriormente en sus glándulas salivales
(Aguiar et al. 2007), las garrapatas infectadas inoculan la bacteria a
un nuevo hospedador en la próxima ingesta sanguínea. Además de la
transmisión trasestadial se ha descrito que la transmisión también puede
ser intraestadial, al menos en condiciones experimentales; en este sentido,
Bremer et al. (2005) demostraron que los machos adultos pueden tomar
múltiples comidas sanguíneas y adquirir y transmitir E. canis a animales
susceptibles.
Gracias a las diferencias morfológicas, biológicas y moleculares
encontradas en las garrapatas clasificadas como R. sanguineus procedentes
de diferentes regiones geográficas, se ha llegado a la conclusión de que
esta especie de ixódido es en realidad un complejo formado por al
menos 10 especies estrechamente relacionadas (Danta-Torres 2008).
Para Latinoamérica se considera que el taxón R. sanguineus incluye al
menos dos especies o linajes diferentes: “templado” y “tropical” (Moraes-
Filho et al. 2011); la primera restringida a Argentina, Chile y al sur del
Brasil mientras que la última se distribuye desde México hasta Brasil.
Los miembros del complejo R. sanguineus pueden poseer diferencias en

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su competencia vectorial. Los estudios publicados a la fecha muestran


que las garrapatas pertenecientes al linaje o especie “tropical” son más
susceptibles a la infección por E. canis y son más competentes en su
transmisión que aquellas pertenecientes al linaje “templado” (Cicuttin et
al. 2015, Moraes-Filho et al. 2015).
Aunque R. sanguineus es el vector más comúnmente asociado
con la transmisión de E. canis, la infección ha sido transmitida
experimentalmente por Dermacentor variabilis Say, 1821 (Johnson et
al. 1998), la cual ha sido encontrada parasitando perros en Venezuela
(Ramírez-Barrios et al. 2008). Además, el ADN de E. canis ha sido
detectado en pulgas (Insecta: Siphonaptera) pertenecientes a las especies
Xenopsylla cheopis y Cediopsylla inaequalis de zorros (Vulpes vulpes) en
áreas rurales ubicadas al sur de Italia (Torina et al. 2013). El papel de
los zorros como reservorios de E. canis ha sido señalado anteriormente
(Fishman et al. 2004, Ebani et al. 2011); sin embargo, evidencias
moleculares han demostrado la presencia de E. canis en pequeños
mamíferos de Korea (Kim et al. 2006). Estos datos sugieren que existe otro
ciclo de transmisión de E. canis que involucra artrópodos diferentes a las
garrapatas (particularmente a R. sanguineus) y pequeños mamíferos que
no pertenecen a la familia Canidae como reservorios; es imprescindible
pues investigar la participación de las pulgas y de los pequeños mamíferos
en la transmisión de E. canis y su importancia médica y veterinaria.
Por otra parte, la transmisión de E. chaffeensis y E. ewingii se mantiene
en la naturaleza en un ciclo que involucra al venado de cola blanca
(Odocoileus virginianis) y a la garrapata estrella solitaria, Amblyomma
americanum (Linnaeus 1758) (Varela-Stokes 2007), una especie de
garrapata de tres anfitriones, presente al este de los Estados Unidos que
ocupa áreas boscosas en las que existen las condiciones de temperatura
y humedad adecuadas para su desarrollo. Es una especie ecléctica en sus
preferencias alimentarias, pues aunque los venados de cola blanca parecen
ser sus anfitriones preferidos, diversos mamíferos y aves puede servir como
fuente de comida sanguínea para esta especie de garrapata entre los que se
mencionan coyotes, zorros, mapaches, zarigüellas, roedores y aves (Childs
y Paddock 2003).
Los perros adquieren la infección cuando las ninfas y/o adultos de A.
americanum infectados se alimentan sobre él (Little 2010), diferentes
estudios han demostrado la infección experimental y natural de perros
con E. chaffeensis (Dawson y Ewing 1992, Murphy et al. 1998) gracias
a esta especie de ixódido. Además de los venados y los perros, el ADN
de E. chaffeensis y/o anticuerpos específicos contra esta rickettsia han
sido detectados en mapaches (Procyon lotor), zarigüeyas (Didelphis
virginianus) (Lockhart et al. 1997), coyotes (Canis latrans) (Kocan et
al. 2000) y ratones de patas blancas (Peromyscus leucopus) (Magnarelli
et al. 1997, Sosa-Gutiérrez et al. 2014) lo que sugiere que estas especies
animales pudieran servir como reservorio de estas bacterias. Aunque el
mecanismos exacto por medio del cual la bacteria es transmitida desde la
garrapata a los anfitriones vertebrados es desconocido, se considera que la

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transmisión de E. chaffeensis por A. americanum es transestadial (Ewing


et al. 1995) y no transovarial (Long et al. 2003).
Además de A. americanum, el ADN de E. chaffeensis ha sido detectado
en Dermacentor variabilis (Roland et al. 1998, Steiert y Gilfoy 2002),
A. cajennense, A. maculatum (Williamson et al. 2010), A. parvum
(Tomassone et al. 2008), Ixodes pacificus (Kramer et al. 1999, Holden
et al. 2003), I. ricinus (Parola y Raoult 2001), Haemaphysalis yeni (Cao
et al. 2000) y R. sanguineus (Ndip et al. 2007); aunque el hallazgo de
ADN de una especie particular de Ehrlichia en una determinada especie
de garrapata no es suficiente para incriminarla como vector, sugiere su
posible participación en el ciclo de transmisión E. chaffeensis, el cual debe
ser adecuadamente investigado.
Aunque, el único reporte de A. americanum en Venezuela data de 1919
(Guerrero 1996); recientemente, se ha reportado la presencia de otras
garrapatas del género Amblyomma como ectoparásitos de perros entre
ellas A. maculatum y A. parvum (Guerrero 1996, Manzanilla et al. 2002,
Forlano et al. 2008, Forlano y Meléndez. 2013) y aunque la infección por
E. chaffeensis y/o E. ewingii no se ha investigado en estas garrapatas, es
probable que participen en la transmisión de Ehrlichia spp. en nuestro
país.
Además de A. americanum, E. ewingii ha sido detectada en D. variabilis
y R. sanguineus (Murphy et al. 1998, Steiert y Gilfoy 2002) lo que
permitiría explicar la presencia de casos de infección por esta bacteria
en lugares fuera del rango de distribución de A. americanum. Los
datos acumulados sugieren que los reservorios de E. ewingii son perros,
ciervos, mapaches, zarigüeyas y en ratones de patas blancas (Peromyscus
leucopus).
Además de la transmisión por garrapatas y posiblemente otros
artrópodos, las transfusiones sanguíneas y accidentes con objetos punzo
cortantes contaminados con sangre infectada son consideradas formas
potenciales de transmisión de Ehrlichia spp. ya que los organismos pueden
mantenerse viables por meses en sangre total refrigerada (Regan et al.
2013).
Los cambios ambientales producto del calentamiento mundial, la
explosión demográfica de la población humana, el transporte de mascotas
de una región a otra, la deforestación y la penetración humana en los
nichos ecológicos donde circulan las ehrlichias por motivos laborales y
recreacionales, son algunos de los factores que modifican la dinámica de la
transmisión de las enfermedades causadas por estas bacterias, es entonces
imprescindible el conocimiento detallado de los diferentes aspectos que
intervienen en su transmisión a fin de implementar las medidas más
adecuadas para su control.

TRATAMIENTO

Varios fármacos, incluyendo las tetraciclinas (clortetracicina,


oxitetracicilina, minociclina y doxiciclina), macrólidos (azitromicina),
fluoroquinolonas (enrofloxacina), cloranfenicol, rifampicina y

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dipropionato de imidocarb han sido utilizados como agentes


quimioterapeúticos contra E. canis. Con la excepción de las tetraciclinas
y el cloranfenicol, los demás agentes han dado resultados desfavorables.
Debido a los efectos secundarios nocivos del cloranfenicol, el uso de este
fármaco en la EMC ha disminuido y se reserva para los casos particulares
cuando no se pueden utilizar las tetraciclinas (Harrus 2015). De las
tetraciclinas, la doxiciclina es considerada el antibiótico de elección para
las infecciones ricketsiales. Para la ehrlichiosis el consenso de la Facultad
Americana de Medicina Interna Veterinaria (ACVIM, por sus siglas en
inglés American College of Veterinary Internal Medicine) recomienda
doxiciclina a una dosis de 10 mg/kg vía oral cada 24 horas durante 28 días,
una alternativa es aplicarla por vía intravenosa (Harrus et al. 2012, Allison
y Little 2013).
Los reportes contradictorios referente a la eliminación de E. canis
después del tratamiento con doxicilina sugieren que la fase de la
enfermedad durante la cual se inicia el tratamiento influye en los
resultados definitivos; es por esto que se llevó a cabo un estudio en el
que se evaluó la eficacia de un régimen de doxiciclina durante 28 días
para la eliminación de E. canis en las tres fases de la enfermedad en
perros inoculados experimentalmente. Diez perros fueron inoculados vía
intravenosa con sangre infectada con E. canis, cuatro fueron tratados
con doxiciclina durante la fase aguda, cuatro en la fase subclínica y dos
en la fase crónica a una dosis de 10 mg/kg vía oral durante 28 días. La
sangre recolectada de los perros en fase aguda o subclínica se volvieron
PCR negativos para E. canis cuando los parámetros clínicos mejoraron,
pero la sangre recolectada de los perros en la fase crónica permanecieron
intermitentemente positivos a E. canis (McClure et al. 2010).
Se ha evidenciado una mejoría notoria en los signos clínicos en
perros tratados con doxiciclina (10 mg/kg vía oral, dos veces al día
durante 2 semanas) y cloroquina (2,5 mg/kg vía oral, dos veces al día
durante 2 semanas) en comparación con perros tratados únicamente con
doxiciclina. En este trabajo seis perros diagnosticados con infección por
E. canis se trataron con doxiciclina y cloroquina y seis perros se trataron
únicamente con doxiciclina. En ambos grupos se registró antes y después
del tratamiento la temperatura corporal, hematología y bioquímica
sérica (ALT, AST y BUN). Los datos hematológicos y bioquímicos
se compararon en ambos grupos se registró y no hubo diferencias
estadísticamente significativas. La temperatura corporal retornó a sus
valores fidiológicos en ambos grupos. Todos los perros después de la
infección manifestaron los clásicos signos clínicos de EMC (depresión,
letargia, anorexia, pirexia y linfoadenopatía). Después del tratamiento
los perros tratados con doxiciclina y cloroquina mejoraron en los signos
clínicos mencionados anteriormente a excepción de la linfoadenopatía
que se mantuvo en algunos perros (Aysul et al. 2012).
Para evaluar la eficacia de la rifampicina (10 mg/kg vía oral cada 24
horas durante 3 semanas) se ha utilizado en perros infectados con E. canis
y se ha observado una mejoría de los signos clínicos en especial ha habido
resolución de la trombocitopenia pero no logra eliminar a E. canis de las

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muestras de sangre, médula ósea y aspirado de bazo (eodorou et al.


2013).
En un estudio reciente se evaluó la eficacia terapéutica de una tableta
genérica de doxiciclina (DoxiVet®) para la infección por E. canis en perros.
Para esto, seis perros libres de infección y libres de garrapatas fueron
infestados con garrapatas infectadas con E. canis. Una vez diagnosticados
con E. canis por PCR y por el contaje de plaquetas se les empezó a
administrar oralmente doxiciclina genérica una vez al día por 20 días
consecutivos. La dosis real administrada osciló entre 10 mg/kg a 11,7 mg/
kg. Se hizo análisis de PCR a los 28 días después de iniciado el tratamiento
y la prueba no detectó E. canis en ninguno de los perros. En el día 56
del estudio se realizó una segunda determinación de PCR y cuatro perros
resultaron positivos y un quinto perro resultó positivo para el día 70. Un
sexto perro mantuvo los recuentos plaquetarios normales y fue dado de
alta del estudio en el día 84. A los restantes cinco perros se les administró
una segunda ronda de tratamiento durante 28 días. Se le realizó PCR al
final del tratamiento y cuatro perros estaban negativos y se mantuvieron
así durante los próximos tres meses. El quinto perro fue diagnosticado
con E. canis a los 58 días después del segundo tratamiento. Los resultados
indican que la doxiciclina (DoxiVet®) administrada a 10-11,7 mg/kg una
vez al día durante 28 días consecutivos elimina la infección por E. canis
en la mayoría de los perros (Fourie et al. 2015).
En regiones endémicas para E. ewingii no se debe esperar por la
confirmación de infección en perros con signos clínicos compatibles con
la ehrlichiosis granulocítica canina. Por lo general los perros responden al
tratamiento 24 a 48 horas de instaurado el tratamiento con tetraciclina o
doxiciclina. En estos casos se recomienda 10 mg/kg diariamente por vía
oral durante 14 a 28 días. Puede ser necesario aplicar tratamiento de apoyo
para los signos clínicos, utilizando analgésicos para la poliartropatía. Las
evidencias sugieren que los perros pueden eliminar espontáneamente la
infección dentro de varias semanas o meses. Los perros clínicamente sanos
positivos a pruebas de inmunofluorescencia indirecta en áreas endémicas
no requieren de tratamiento (Cohn y Breitschwerdt 2012, Harrus et al.
2012).
El tratamiento documentado para E. chaffeensis en perros consiste en
aplicar doxiciclina a razón de 5 mg/kg durante 14 a 28 días, sin embargo,
los resultados indican que este tratamiento es menos efectivo para lograr
la eliminación de este microorganismo que para E. canis y E. ewingii
(Breitschwerdt et al. 1998, McQuiston et al. 2003).

PREVENCIÓN

La prevención de la ehrlichiosis y otras enfermedades transmitidas por


garrapatas se logra principalmente al evitar que estas infesten a las
mascotas y a los humanos, y en caso de infestación, con la eliminación
de estas y el posterior tratamiento preventivo para evitar la reinfestación,
asimismo, dado que la mayoría de las garrapatas se encuentran en el

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ambiente, debe incluirse un manejo profiláctico del entorno del animal


(Dantas-Torres 2008, Starkey y Little 2012).
En caso de presentarse infestación por garrapatas, la eliminación de
estas puede realizarse de dos maneras, mediante el uso de acaricidas o por
extracción manual de forma mecánica (Dantas-Torres 2008, Greene et al.
2012, Starkey y Little 2012).
Para la extracción mecánica usualmente se utilizan pinzas o forceps
diseñados para tal fin, la extracción se realiza halando suavemente al ácaro
con la herramienta, sin dejar de ejercer presión, pero sin girar ni hacerlo
de forma brusca porque parte del aparato bucal del ácaro pudiera quedar
insertado dentro del huésped. Recomiendan que una vez removida la
garrapata, esta debe ser depositada en un recipiente hermético o uno
con alcohol, o eliminarla a través del WC del baño, pero no aplastarla
con las manos, ya que el contacto con las heces o la hemolinfa de la
garrapata puede ser un medio para la transmisión de microorganismos
patógenos, adicionalmente se recomienda el uso de guantes al realizar tal
labor (Dantas-Torres 2008, Greene et al. 2012, Starkey y Little 2012,
CDC 2015).
El control químico y la prevención de la infestación mediante
acaricidas puede realizarse mediante toda una gama de productos
y presentaciones, las mismas incluyen jabones, champús, soluciones
acaricidas, collares, sprays, productos de administración oral, inyectables
y tabletas masticables (Dantas-Torres 2008, Campbell 2012, Greene et
al. 2012, Walther et al. 2014, McTier et al. 2016).
Los compuestos activos de los acaricidas utilizados en mascotas
constituyen un grupo de moléculas muy diversas, las mismas incluyen
lactonas macrocíclicas (ivermectina, selamectina), organofosforados
(diazinón, fentión), formamidinas (amitraz), piretroides (cipermetrina,
permetrina, deltametrina, flumetrina), fenilpirazoles (fipronil, piriprol)
e isoxazolinas (fluralaner, afoxolaner, sarolaner) (Bishop et al. 2000,
Dantas-Torres 2008, Beugnet y Franc 2012, Campbell 2012, Greene et
al. 2012, Gassel et al. 2014, Otranto 2014, McTier et al. 2016).
Usualmente los productos comerciales contienen una o más de estas
moléculas, incluyendo otros compuestos activos, de tal manera de
hacerlos no solo específicos para diversas especies de garrapatas, sino que
además funcionen para pulgas y otros insectos y ácaros (Greene et al.
2012).
La eficiencia y duración del efecto de los productos comerciales
dependen del grado de infestación por garrapatas y del efecto residual del
producto, el cual puede variar desde un mes, hasta varios meses (Dantas-
Torres 2008, Starkey y Little 2012).
Bhoopathy et al. (2014) sintetizaron microesferas con base en el
polímero poli-e-caprolactona con una feromona sintética y deltametrina;
bajo estas condiciones encontraron que la feromona potencia el efecto
del acaricida, mostrando mayor mortalidad de R. sanguineus que las
microesferas control que solo contenían deltametrina.
Rot et al. (2013) condujeron un ensayo en el cual se roció a huevos,
larvas, ninfas y adultos de R. sanguineus con una suspensión de conidios

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del hongo Metarhizium brunneum, encontrando que ralentizaba el ciclo


de vida de las garrapatas, disminuyendo el porcentaje de huevos, larvas,
ninfas y adultos, disminuyendo además la tasa de alimentación de las
garrapatas adultas.
El control no químico de garrapatas en el ambiente incluye labores
culturales en las viviendas tales como mantener la grama corta y poca
vegetación, y establecer barreras físicas para evitar la dispersión de las
garrapatas, como por ejemplo, pisos de grava o concreto. En caso de
vivir en zonas con alta población de garrapatas, evitar el contacto de
las mascotas con la fauna y flora silvestre y utilizar vestimenta adecuada
(Dantas-Torres 2008, Starkey y Little 2012).
El control químico de garrapatas en el ambiente, incluye tanto a las
áreas de uso exclusivo de las mascotas, como las zonas aledañas a la
vivienda, e incluso las habitaciones; generalmente se lleva a cabo mediante
la aplicación de soluciones garrapaticidas, sin olvidar que tales productos
son tóxicos y que el uso indiscriminado de los mismos puede conllevar
a polución ambiental o al desarrollo de garrapatas resistentes (Dantas-
Torres 2008).
Si bien se han realizado avances en el desarrollo de una vacuna a partir
de una cepa atenuada de E. canis, aún no se ha desarrollado con éxito
una vacuna comercial (Rudoler et al. 2012, McBride 2013, Rudoler et
al. 2015). Un enfoque similar se ha aplicado para una vacuna contra E.
chaffeensis presentando buena respuesta inmune y protección en perros
(McGill et al. 2016).

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