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CHIO - Sesión 1 - Psicología Del Mexicano

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Al finalizar esta unidad, el alumno conocerá los elementos culturales de la

psicología del mexicano, su importancia y sus representaciones en el medio


ambiente dentro del campo de las organizaciones.

1.-Psicología del mexicano


a) Personalidad básica de mexicano
b) Tipos de cultura
c) Otras culturas
2.- Creencias, opiniones y actitudes del mexicano frente a las organizaciones
a) Conceptos
b) Aplicaciones en las ciencias administrativas
c) Formación de cambio de actitud

Para empezar recordaremos que se ha dicho que el mexicano tiene un complejo


de inferioridad. Al respecto, los estudios muestran que lo que a primera vista
parecía un complejo de inferioridad, es solo una actitud, propia del mexicano que
consiste en no saber valorar la importancia del individuo. Ya que lo importante en
México no es cada persona, sino la familia que este forme, se ha demostrado, por
ejemplo, que mientras los norteamericanos sostienen que pelearían por los
derechos del individuo, los mexicanos dicen que pelearían por los derechos de la
familia. Así, pues lo que sucede es que Juan o pedro, como personas aisladas,
son poco importantes, pero Juan y pedro, como miembros de la familia Rodríguez
o de la familia González, son importantes.

Esto es interesante porque, considerando que el mexicano tenia un complejo de


inferioridad, se pensó también que los mexicanos serian muy inseguros. Sin
embargo, los estudios han mostrado que los niños y adolescentes mexicanos
emocionalmente hablando, se sienten tan seguros de si mismos, o mas, que los
de otras nacionalidades. Los mexicanos se sienten seguros como miembros de
una familia, pues en la familia todos tienden a ayudarse entre si.
Este es un aspecto positivo que no debe perder la familia mexicana, cada uno de
sus miembros esta, casi siempre bien dispuesto a ayudar a otros de la familia, lo
que es importante en la familia mexicana y no el hecho de que sea grande o
pequeña; pero, ¿de donde surge el hecho de que en México, y en otras
sociedades parecidas, la familia tenga mas importancia que el individuo? Todos
los estudios realizados indican que esta característica de los mexicanos, como
muchas otras, proviene de la filosofía de vida, propia de su cultura, es decir de las
formas de pensar acerca de nosotros y de los demás, acerca de cómo mejor vivir
la vida, etc. Que va pasando de generación a generación.

Todos estos descubrimientos, y muchos otros, nos hicieron pensar más y más que
la psicología del mexicano estaba originada, fundamentalmente, por su cultura, es
decir, por todas esas afirmaciones, dichos, proverbios que seguimos como reglas
para convivir, sobre todo dentro de la familia. A partir de esto empezamos a hacer
estudios cada vez mas serios sobre lo que llamamos los efectos de la cultura
sobre la personalidad del mexicano, es decir, hasta que punto estar de acuerdo y
vivir de acuerdo con muchos de los dichos y maneras de pensar de los mexicanos
tiene que ver con la manera en que somos y nos conducimos.

El primer estudio importante que hicimos para relacionar la cultura mexicana con
la personalidad del mexicano es muy reciente, pero nos ha dado muchas
sorpresas, los resultados nos han indicado que cuando menos hay ocho tipos de
mexicanos y, además, mezclas de estos tipos. Lo más importante es que estos
tipos resultan del grado hasta el cual los mexicanos aceptamos la cultura
mexicana. Hay unos que aceptan, al parecer, todos o casi todos los dichos y
proverbios así como las reglas tradicionales de la cultura mexicana, pero hay otros
que se rebelan a casi todos los dichos, proverbios y formas de pensar de la cultura
mexicana. En medio de estos extremos hay muchos otros que, en distintos
grados, mezclan el hecho de estar de acuerdo con la cultura tradicional mexicana
y de rebelarse a ella.

Pasemos, pues, a la enumeración de los ocho tipos de mexicanos. Los nombres


de estos tipos son: a)el tipo de mexicano pasivo, obediente y afiliativo
(afectuoso);b)el tipo de mexicano rebelde activamente auto afirmativo ;c)el tipo de
mexicano con control interno activo ;d)el tipo de mexicano con control externo
pasivo; e)el tipo de mexicano cauteloso pasivo; f) el tipo de mexicano audaz
activo; g) el tipo de mexicano activo autónomo y finalmente, h) el tipo de mexicano
pasivo independiente. Es importante señalar que estos tipos de mexicanos existen
tanto en hombres como en mujeres.

De los ocho tipos hasta ahora descubiertos, cuatro son los mas frecuentes y los
que ahora, a muy grandes rasgos, descubriremos. El mexicano afiliativo y
obediente, el mexicano activamente auto afirmativo o rebelde, el mexicano con
control interno activo o “INTEGRO” y el mexicano de control externo pasivo o
“corrupto”
Si tomamos en cuenta toda la republica, el mexicano mas frecuente es el
obediente afiliativo. La gran mayoría de los mexicanos son obedientes, afectuosos
y complacientes hasta los doce años de edad, esto es lo normal en nuestra
cultura. Niños con ese tipo muestran señales de salud emocional e intelectual. Sin
embargo, si a los 15 años siguen siendo igualmente obedientes, mostraran un
retraso en varios aspectos intelectuales respecto de sus coetáneos; Sus madres
empiezan a pensar que sus hijos no lograran mucho y se acentúan los aspectos
de pasividad e interdependencia con los padres. A los 18 años estos niños
muestran mas síntomas de pasividad y dependencia de los padres y de la
sociedad; Son de buenas maneras, piensan que es mejor saber obedecer que
mandar, etc. Estos sujetos funcionaran bien dentro de la sociedad si tienen el
apoyo de sus familias y no llegan a enfrentarse solos a los duros problemas de la
vida.

El tipo de mexicano actualmente autoafirmativo, el rebelde a la cultura es


frecuentemente entre los jóvenes que van a la secundaria, preparatoria y
normales, y son estos, generalmente, quienes realizan estudios superiores; Es
mas frecuente encontrarlos en las calases medias y altas que en las clases bajas.
Ese tipo se caracteriza por ser, ya desde los doce años, mucho menos obediente
que sus coetáneos ante las órdenes de sus padres y maestros; su desarrollo
intelectual y su habilidad para la lectura es mayor que la de sus coetáneos, pero
su relación con sus padres es difícil. Muchos de estos niños son considerados
ingobernables, por sus padres; además, son más agresivos, dominantes e
impulsivos que sus coetáneos y sufren algo más de ansiedad que ellos. A los 15 y
18 años siguen siendo fuertemente rebeldes ante la autoridad y rebasan a sus
coetáneos en capacidad intelectual y nivel de lectura. Son, a menudo, los líderes
estudiantiles. La tendencia es que se inicien honradamente en estas lides, pero no
son inmunes al medio social machista y frecuentemente violento y corrupto en la
secundaria y preparatoria. Muchos de los profesores de enseñanza media y
superior poseen, probablemente, este tipo de personalidad, así como muchos
políticos. Estos sujetos Irán mas fácilmente a las actividades estatales que a las
privadas; Los tipos extremos se convertirán en políticos radicales de izquierda y
aun en anarquistas o guerrilleros y hasta en delincuentes comunes.

Al tipo de mexicano con control interno activo, el integro, es menos común que los
anteriores; Parece integrar dentro de si todas las cualidades de la cultura
mexicana, y puede ser obediente, afectuoso y complaciente cuando esto sea lo
adecuado, pero rebelde si es necesario. Lo más interesante es que este tipo se da
con la misma frecuencia en las clases altas, medias y bajas, y que sucede lo
mismo en mujeres y hombres. Ya a los doce años estos sujetos presentan las
características que la sociocultura mexicana considera idéales: son afectuosos
con todos, complacientes y corteses con padres maestros y adultos, menos
agresivos e impulsivos que sus coetáneos, mas ordenados, disciplinados, limpios,
metódicos y reflexivos. Estos niños son optimistas acerca de la capacidad del
hombre para resolver los problemas del mundo, piensan que las metas se
alcanzan estudiando y trabajando, están en contra de los compadrazgos y
cualquier forma de corrupción social, etc.
Son, además, mas inteligentes, leen mas rápido y con mayor comprensión que su
coetáneos, son aplicados y buenos estudiantes. Reúnen, en suma, lo mejor de la
sociocultura mexicana y se rebelan a sus defectos.

El medio social machista y frecuentemente delincuente y corrupto de la


secundaria, preparatoria es particularmente difícil para ese tipo de mexicano.
Algunos se convierten en los pocos líderes estudiantiles íntegros, pero la mayoría
se aíslan de los grupos y se convierten en buenos estudiantes. Como adultos
forman nuestros mejores profesionistas, catedráticos, científicos, empresarios y
políticos.

El tipo de control externo pasivo es la cara opuesta de la medalla: es el individuo


pasivo, pesimista y fatalista, siempre dispuesto a vender al mejor postor; Es
obediente por conveniencia y por carácter, ¿Será el tipo servil descrito por Octavio
paz? Se desarrolla en el medio machista, violento y corrupto de muchas
secundarias y preparatorias y es el que, probablemente, ha hecho de los
mexicanos, en general, piensen que toda política es política corrupta.

Lo importante de esta caracterología es que por fin se demuestra que hay varios
tipos diferentes de mexicanos que resultan de la misma historia-sociocultura
mexicana y que, obviamente, los escritores de argumento para el cine, las
fotonovelas y la televisión han abusado, presentando con demasiada frecuencia
los tipos mas negativos de la caracterología mexicana, en los que, por desgracia,
han sido ayudados por científicos extranjeros como Oscar Lewis. El mexicano
integro y el rebelde ante la cultura también existe, lo mismo que el excesivamente
pasivo y complaciente pero no necesariamente corrupto y mucho menos violento.

Todos los que dedicamos nuestras vidas a desentrañar y comprender la mente y


el comportamiento humano, tarde o temprano quedamos fascinados por su
aparente enorme complicación. Esta aparente enorme complicación permite que el
novelista construya tramas a lo infinito; Que el poeta, cuya temática no tenga
límites, versifique miradas de emoción, sentimientos, inclinaciones, apetitos y
pensamientos; Y que los seres humanos se sientan aturdidos ante tanta
complejidad. A nadie le cabe la menos duda de que el potencial de pensamientos
y comportamientos humanos es infinito. Un objetivo de la psicología,
particularmente de la psicología de la persona, ha sido el de buscar establecer un
orden, intentar clasificar los pensamientos y las acciones, establecer las maneras
mas constantes de este pensar y de los comportamientos, determinar las
relaciones entre unos y otros, diferenciar entre las causas y los efectos, el de
distinguir entre aquellas formas de pensar y de comportarse que ayudan al
individuo a satisfacer mejor sus necesidades, a vivir mejor y las que no; a
distinguir las maneras de conducirse y de pensar que le permitirán alcanzar sus
objetivos, de aquellas que no lo harán; a diferenciar entre comportamientos que lo
satisfacen pero interfieren en la satisfacción de otros; y a destacar aquellos
comportamientos que no solo lo satisfacen a el sino que ayudan a los demás.

La confusión, el desorden y el trastorno suceden particularmente si el individuo y


la sociedad actúan sin limitaciones, es decir, obedeciendo exclusivamente a los
impulsos o a la necesidad de los momentos, sin tener jamás en consideración las
consecuencias, en mediano o largo plazo, de los comportamientos impulsivos o de
las decisiones que satisfarán inmediatamente necesidades individuales o
sociales. En el transcurso de su historia natural la humanidad ha descubierto que
la actuar sin limitaciones primeramente para satisfacer las necesidades
inmediatas, resulta catastrófico. Es así como nace lo que los científicos sociales
llaman la cultura. En ella poco a poco se van conformando una serie de
prescripciones y de admoniciones, un conjunto en realidad de limitaciones de la
manera de pensar y particularmente de comportarse, que permite que el individuo
sobreviva físicamente y mentalmente, pero, en especial, que el grupo, la tribu, la
sociedad, sobrevivan.

Con el paso de tiempo algunas de las prescripciones se convierten en religión,


otras en gobierno y otras más en tradiciones populares. Para que estas
prescripciones, mandatos, ordenes, reglamentos, normas y, en el gobierno, leyes
sean acatadas por encima de las satisfacciones inmediatas de los impulsos, los
deseos y las necesidades individuales y las de grupo, se tenia que desarrollar un
sistema de castigo y de recompensa. En la religión, esto esta fundamentalmente
representado por el cielo y el infierno; En el gobierno, en donde la única
recompensa por observar las leyes es evitar las sanciones civiles y penales, no
existe la esperanza de una recompensa tan profunda como la religiosa, de
alcanzar la felicidad eterna. Respecto de las tradiciones populares, la recompensa
es la aprobación de los miembros de la sociedad y el castigo, su reconvención, su
repudio, su reproche.

Religión, gobierno, tradiciones populares todos estos aspectos de la cultura han


ido evolucionando de manera natural a través de la historia, pero la humanidad
presente, como la humanidad de los tiempos de los griegos, con frecuencia no
tienen otras maneras institucionales de enfrentarse a la complicada conducta de
los individuos, de los grupos y de las sociedades. Por eso, a partir de creencias,
preceptos y leyes buscan, a través de recompensas sanciones y castigos, dirigir y
mejorar los diversos comportamientos para ampliar la calidad de vida individual y
de la convivencia humana. Solo recientemente, y aun de manera vacilante,
empiezan a intervenir, sin institucionalizarse, los conocidos psicólogos para utilizar
en la educación de los hijos en el hogar y en la escuela; para mejorar la
comunicación social; para ayudar a prevenir la enfermedad y, desde hace un
tiempo, para mejorar la salud. Y no se les impulsa a pesar de que diversos
conocimientos psicológicos, incluidos en el proceso de la educación desde la
primaria, podrían mejorar significativamente, el comportamiento individual, el de
los grupos y el social.
La cultura se compone del conjunto de valores, normas, hábitos que prevalecen
en un país o grupo social. A título de ejemplo, algunos rasgos de la cultura
estadounidense incluyen el localismo y el etnocentrismo. El primero corresponde a
una visión reducida del mundo consistente en la incapacidad para reconocer que
otros pueden tener formas diferentes de vivir y trabajar; el segundo, se refiere a la
creencia de que los valores y usos culturales de uno son superiores a los de los
demás. Otros estudios los caracterizan como informales, directos, competitivos,
realizadores, independientes e individualistas, inquisitivos, les disgusta el silencio,
aprecian la puntualidad y la limpieza.

A efectos de estudiar en mayor profundidad las diferencias culturales, se han


elaborado algunos marcos teóricos de análisis como el de Kluckhohn - Strodtbeck
y el de Hofstede.

El primero identifica seis dimensiones culturales básicas: la relación con el


ambiente (dominación, armonía o subyugación), la orientación en el tiempo
(pasado, presente o futuro), la naturaleza de la gente (buena, mixta o mala), la
orientación a la actividad (ser, controlar, hacer), en enfoque de responsabilidad
(individualista, de grupo o jerárquica) y el concepto de espacio (privado, mixto o
público). Con base en este marco, EUA se caracteriza con los siguientes valores:
dominación, presente, mixta, hacer, individualista y privado.

En el marco de Hofstede, las diferencias se presentan en cuatro dimensiones:

individualismo - cooperativismo: preocupación de la gente por sí misma y su


familia vs. un marco más amplio de interés y confianza social,
distancia al poder: grado en que una sociedad acepta que el poder y la riqueza
de las instituciones, organizaciones y personas esté distribuido de manera
desigual,
evasión de la incertidumbre: grado en que una sociedad se siente amenazada
por situaciones inciertas y ambiguas y trata de evitarlas, y
cantidad en comparación con calidad de vida: asertividad y materialismo vs.
relaciones sociales y preocupación por los demás.

Todos los humanos en todas las culturas tienen que enfrentarse a una multitud de
problemas de la vida. Todo indica, que sin embargo, distintas culturas inspiran,
fomentan y destacan distintas maneras de encarar los problemas. En la cultura
mexicana el entilo de confrontación de problemas tiende a ser automidificativo o
pasivo, es decir, cuando se presentan problemas que se tienen que resolver, la
persona, el mexicano, tiende a modificarse a si mismo para solucionarlos.
Para el mexicano, el aceptar y aun más resignarse ante los problemas no es solo
la mejor manera, sino la manera más virtuosa. La abnegación en la madre, la
obediencia de los hijos, el propio sacrificio en todos, la sumisión, la dependencia,
las buenas maneras, la cortesía, el aguante, la “concha”, etc., pueden ser
considerados como virtudes socioculturales mexicanas o como formas realistas de
confrontación o, al menos, como formas a probadas socialmente de enfrentarse a
los problemas de la vida. En una cultura en la cual tradicionalmente para todo se
ponen dificultades y en donde la economía limita considerablemente las
oportunidades, esta manera de enfrentarse, cuando menos, aminora la frustración
y sus consecuencias para la salud mental.

Para los estadounidenses, el estilo de confrontación de problemas es activo. Para


resolver los problemas no hay que modificarse a si mismo, sino al ambiente, a la
sociedad o a otros. Los estadounidenses hacen de esto una virtud y lo consideran
la mejor forma de encarar la realidad. Para ellos, la vida se vive óptimamente en
actividad constante. He aquí una cultura en la que la propia estima decae si se
esta en ocioso.

Pero puesto que la forma optima, la manera virtuosa, la manera recta, aun la
manera justa en la interacción con los problemas y con otros es la de encarar
problemas activamente, los estadounidenses necesariamente sufren mucho para
encarar la muerte, la enfermedad crónica, la deformidad, la pobreza, la obesidad;
y posiblemente su tolerancia a la frustración sea mucho menor que la de los
mexicanos, lo que los predispone al conflicto entre los individuos y al divorcio.

Las diferencias que se detectaron respecto al grado de dinamismo que sujetos


estadounidenses y mexicanos atribuían a los conceptos, son particularmente
interesantes para llevar a la realización de que no solamente los estadounidenses
tienden a arrastrar activamente, y los mexicanos de manera automidificativa los
problemas y desafíos de la existencia, sino que hay diferencias aun respecto
donde se percibe la actividad.

Aunque de esperarse, es interesante que los conceptos tecnológicos se vean


como poseedores de mayor dinamismo para los estadounidenses que para los
mexicanos, Es así que conceptos tales como
fueron vistos como muchos más activos por los
estadounidenses que por los mexicanos. Con una diferencia no tan grande, pero
significativa, los conceptos de
se percibieron como mas dinámicos para los jóvenes
estadounidenses que para los mexicanos. Solamente la bicicleta se apreció como
más activa para los mexicanos que para los estadounidenses.

En cambio, y de manera interesante


se perciben en la mente de los mexicanos como mas activas que para los
estadounidenses y esto es cierto también para innumerables artículos de vestir
tales como ; y para artículos
alimenticios: pan, mantequilla, dulce, queso, café, huevo, pescado, fruta, arroz,
carne, leche, sal, te, legumbres y agua, e incluso el concepto de alimento, en
general, se advierte como mas activos para los mexicanos que para los
estadounidenses.

Resulta muy sugestivo precisamente que las partes externas del cuerpo se
perciban como más dinámicas en estados unidos que en México, y que lo
contrario suceda para las partes internas del cuerpo. Así, los conceptos de brazo,
mano izquierda, mano derecha, dedos, cuerpo, cara y cabeza se consideren mas
activos en estados unidos que en México y solamente el cabello y los labios se
notan como mas dinámicos en México, los labios probablemente por los
parlanchines que tendemos a ser, el cabello quizá pensando en la cabellera
femenina. En cambio las partes internas del cuerpo el cerebro, el corazón, los
intestinos y la sangre se ven como más activos por los mexicanos que por los
estadounidenses. Esto no podría ir mejor por la tendencia de los estadounidenses
a volcarse hacia el ambiente y la tendencia de los mexicanos a volcarse hacia su
interior.

Pero ciertamente más fascinante todavía es que las emociones conectadas con la
automodificacion se vean como más activas para los mexicanos y que, por lo
contrario, las emociones agresivo-competitivas se consideren como más
dinámicas en los estados unidos. Así, la vergüenza, la devoción, la simpatía son
mas dinámicos en los ojos de los mexicanos que de los estadounidenses y, en
cambio, la agresividad, el enojo, el desprecio, la determinación, la envidia, el odio,
el dolor y el orgullo se conciben como mas dinámicos para los estadounidenses.
Adoptar una actitud activa o una pasiva tiene múltiples consecuencias en la vida
interior de los individuos.

Con frecuencia, los poetas y los filósofos sociales han señalado los patrones
amplios de parentesco y estrecha afiliación entre los miembros de las familias,
como una cualidad positiva que surge de la combinación de la cultura española
con indígena. Las familias en México, así como también en otros países
latinoamericanos, tienden a extenderse en una red de parientes que a menudo
incluyen a docenas de individuos.

En 1966 se administro, a estudiantes universitarios de México y estados unidos,


una primera versión de los cuestionarios de filosofía de vida. Uno de los reactivos
bipolares consistía en el siguiente par de enunciados: a) se debe luchar cuando
los derechos de la familia se ven amenazados y el otro, b) se debe luchar cuando
los derechos del individuo se ven amenazados. Solo el 22% de los estudiantes
universitarios estadounidenses escogieron la alternativa centrada en la familia,
mientras que el 78% restante se inclino por la opción centrada en el individuo.
En el caso de los mexicanos ocurrió exactamente lo contrario: el 68% de ellos
selecciono la versión de la familia, mientras que el 32% prefirió la individual.

Se descubrió que los niños bilingües de las familias mexicanas de la clase alta no
difieren, en el desarrollo intelectual, de los niños estadounidenses de esa misma
escuela, con padres que tienen educación y nivel socioeconómico comparable al
de los mexicanos.

Ahora bien, aunque no hay forma de separar los factores biológicos de los
sociales en el desarrollo cognoscitivo entre las dos culturas, la evidencia sugiere
firmemente hasta ahora, que las diferencias de nivel y patrón de desarrollo
intelectual entre los niños mexicanos y estadounidenses se deben
primordialmente a las diferencias en premisas socioculturales, orientaciones de
valores y el ambiente, sobre todo de la familia y de la escuela en las dos
sociedades.

Todo parece indicar que la excesiva demanda de obediencia en la familia


mexicana es la culpable de que, en el estudio del desarrollo de la personalidad de
dos culturas, los niños mexicanos apareados en clase social, grado escolar, sexo
y educación del padre resultase con calificaciones significativamente menores en
inteligencia de sus contrapartes, los niños y adolescentes estadounidense. Solo
cuando se equipara todo lo anterior y además las oportunidades educativas se
comprueba que los niños mexicanos son tan capaces de desarrollar la inteligencia
como los estadounidenses.

Serie de estudios realizados por los doctores Kagan y Madsen. En ellos se


proporcionan claros testimonios de que los niños mexicanos tienden a mostrar
espontáneamente espíritu de cooperación en juegos experimentales, mientras que
los angloamericanos son sumamente hábiles para la competencia.

Es a partir de esos estudios cuando Kagan y Madsen llegan a la conclusión de


que los niños estadounidenses, a diferencia de los mexicanos, se crían en un
medio de desarrollo en el que se recompensa la competencia hasta un punto tal
que esta estrategia se generaliza incluso a situaciones en las que se vuelve
completamente inadaptativas. Como interesante observación adicional, vale la
pena mencionar que los niños mexicanos-estadounidenses o chinos, que
participaron en estos estudios, resultaron encontrarse entre los extremos de
comparación típicos del mexicano y la actitud competitiva de los
anglonorteamericanos.
La sociedad estadounidense ha estado siempre llena de esperanza para el futuro
y de optimismo sobre su destino. En contraste, la historia de México se ha
caracterizado por la conquista, la perdida de guerras, el sufrimiento a causas de
devastadores tumultos internos hasta principios del siglo XX; Catástrofes como las
causadas por huracanes y terremotos y no menos catastrófica decena trágica, así
como por la incapacidad de proporcionar oportunidades para el éxito personal,
económico y social a las grandes masas de sus habitantes. Es comprensible que
ese medio indica perspectivas fatalistas de la vida.

En la cultura estadounidense a prevalecido el carácter de polaina. En cambio, el


mexicano ha percibido comúnmente la vida, como ya lo hemos visto como algo
que se debe sobrellevar en ves de gozarse: este es un valle de lágrimas. Para el
mexicano el optimismo de los estadounidenses aparece incluso desconectado de
la realidad, es así como, quizá llegando hasta los extremos de la licencia poética,
Octavio paz en su libro el laberinto de la soledad escribe:
El sistema norteamericano solo quiere ver la parte positiva de la realidad.

Desde la infancia se somete a hombres y mujeres a un inexorable proceso de


adaptación; ciertos principios, contenidos en breves formulas son repetitivos sin
cesar por la prensa, la radio, las iglesias, las escuelas y esos seres bondadosos y
siniestros que son las madres y esposas norteamericanas. Presos en esos
esquemas, como la planta en una maceta que la ahoga, y el hombre y la mujer
nunca crecen o maduran.

Octavio paz es ciertamente mexicano; parece considerar que para poder madurar,
es indispensable ver la vida desde un punto de vista negativo y fatalista.

Uno de los capítulos más interesantes de Díaz-Guerrero, vinculado al tema, es el


de motivaciones del trabajador mexicano, misma que se considera explicada por
múltiples variables (fuerzas, motivos, necesidades, deseos, impulsos, instintos,
etc.), no por una sola como han sostenido muchos psicólogos. Parte de la revisión
de algunas de las expresiones del mexicano acerca de los tópicos del trabajo que
indicarían que el mexicano no está muy motivado por trabajar: “el trabajo
embrutece”, “trabajar de balde ni a tu padre”, “la ociosidad es la madre de una vida
padre”, etc., para posteriormente profundizar en lo que se esconde detrás de estas
expresiones.
Retoma como el más adecuado el modelo de Maslow y sus prioridades en las
necesidades que indican que no pasamos a una de orden superior hasta haber
satisfecho la de orden inferior (necesidades fisiológicas, de conservación, de
afecto, autoestima y realización). Muestra que si algo tiene en exceso el mexicano
de niño es amor y de adulto amistad, por lo que debería estar satisfecho al
respecto. Sin embargo, su necesidad de amigos y de hablar continuamente sigue
siendo desusadamente intensa. También se muestra excesivamente intensa la
necesidad de sentirse capaz y valioso, por lo que se le dedica mucho tiempo y
energía a satisfacerla por cualquier camino, lícito o no, si tenemos dudas de
nosotros mismos, la otra posibilidad de llenar la necesidad es que otros nos
atribuyan capacidad, poder, inteligencia, simpatía, belleza, etc. También puede
sustituirse con criterios de posición social o simplemente de disposición de dinero.
Si esta satisfacción es bloqueada en todas sus variantes los individuos presentan
sentimientos de inferioridad, de inseguridad personal y hasta debilidad y
desesperanza, pudiendo incluso desembocar en el pesimismo crónico o la
completa apatía. Una tendencia ya francamente anormal para compensar la falta
de autoestima es fanfarronear, tratando de engañarnos a nosotros mismos. La
falta de satisfacción de esta necesidad provoca que rara vez pueda satisfacer la
siguiente (autorrealización) en nuestro contexto.

También agrega que hay necesidades aprendidas, entre las cuales las más
importantes son las socioculturales, como el machismo.

A continuación presenta un perfil hipotético del trabajador con base en la


importancia atribuida a una serie de necesidades, calificadas en una escala de 0 a
10. Ellas son las siguientes, calificadas en primer lugar por el autor y en segundo
por un grupo de 11 ejecutivos, a continuación se explica la fundamentación de la
primera :

hambre: 5 y 6. Casi todos los mexicanos han sufrido hambre, aguda o parcial,
pero sin alcanzar su máxima intensidad.
salud: 5 y 3. El mexicano es un poco hipocondríaco pero al mismo tiempo la
cuestión de vivir o morir no parece tener mucho valor.
sexualidad: 10 y 9. Alcanza su máxima calificación como compensación de lo
que el mexicano no tiene, por eso gusta fanfarronear sobre sus éxitos.
dinero: 10 y 8. Símbolo y compensación de muchas otras cosas, tanto por su
valor real como simbólico. Por eso los aumentos de salario mejoran la eficiencia
sólo temporalmente.
temor a perder el empleo: 5 y 4. Tal temor debería ser alto por su vinculación
con el hambre, sin embargo, los trabajadores rotan mucho de empleo, lo que se
explica por el papel que cumple al respecto la familia mexicana.
seguridad personal: 3 y 2. No parece preocuparle mucho al mexicano por lo que
no aprecian las medidas de seguridad en el trabajo.
amor y ternura: 1 y 4. Considera que la madre mexicana sofoca con su ternura
a los niños, por lo que no cree que sea un aspecto importante.
propia estima: 10 y 9.5. La autoestima del mexicano está bajísima, aunque la
evidencia externa parece desmentirlo porque él trata de negar su complejo de
inferioridad y se protege en el fanfarroneo. Lo vincula a la desventajosa
situación de México después de la conquista, basándose en las ideas
antropológico-culturales de Adler. En la familia se abusa de los conceptos de
autoridad (padre), respeto y en la inconsistencia entre lo que se enseña y lo que
se hace, en el trato del niño. Tampoco la situación económica ayuda a su
autovaloración. El trabajador mexicano está hambriento de desarrollar su
autoestima. Este es un importantísimo aspecto para motivar al trabajador, más
que la mejoría irreal de salarios, si siente que lo que hace sirve a otros y
contribuye al progreso de su país.
amistad: 9 y 9. La cara amiga y el gesto comprensivo y sin críticas son el caldo
necesario para el fanfarroneo viril. Los amigos constituyen la audiencia
cooperativa. Sólo cuando gana la risa hay una posibilidad sana de salvación
frente a esta conducta. Es una necesidad parcialmente conciente,
semiconsciente e inconsciente.
desarrollo integral: 7 y 7.5. Cuando se presenta suele hacerlo como
compensación, incluso puede serlo la actividad artística. El mexicano siempre
ha sido creativo.
mejor ambiente físico: 1 y 4. No las valora por lo que significan en términos de
salud y eficiencia sino como reconocimiento de su valor personal.
mejoría técnica: 5 y 5.5. Esta necesidad debería ser máxima, pero si al
mexicano se le indica como hacer mejor las cosas, es probable que se sienta
insultado. La mejoría encontrará resistencia provocada por la susceptibilidad.
pertenecer a un grupo: 1 y 6. Para el mexicano no es la fábrica el principal lugar
de socialización, como Brown y Fromm postulan. El mexicano socializa en
todas partes, sobre todo en la familia, no requiere tanto de amor ni considera
que la soledad es una desgracia. Octavio Paz la describe como su “mero mole”.
necesidad de diversión: 10 y 9.5. Para distraerse de sí mismo, olvidar lo que lo
afecta, el mexicano tiene una alta necesidad de diversión. También porque
necesita la sensación de bienestar que la diversión le genera, la oportunidad de
soñar, de fantasear. Siente en algunos espectáculos que al fin va a tomar parte
en grande en la actuación. De ahí los gritos ingeniosos, el aplauso, las
carcajadas, etc. en el cine se identifica con los personajes, vive otras vidas. En
fin, este aspecto combina varias necesidades insatisfechas.

Como ya se comentó en el apartado anterior, conocer cuáles son las necesidades


importantes para el mexicano permite buscar formas más efectivas de motivarlo
en el trabajo. Si el cuadro de Díaz-Guerrero es válido, como me parece en
general, pensaríamos que las organizaciones deberían intentar mecanismos que
aumentaran su autoestima, en primer lugar, y después podría pensarse en
prestaciones que facilitaran su diversión (cine, teatro, baile) y también su
autoestima en los deportes (clubes). Los anteriores permiten también apoyar su
inagotable necesidad de socialización. En segundo lugar estarían los aumentos de
salario, cuestión que dadas las múltiples crisis económicas vividas, considero que
en la actualidad han de ser más importantes que en la época en que el autor
escribió. Otro canal a desarrollar sería el de premiar la creatividad de los
trabajadores, lo que aumentaría su autoestima y contribuiría a la generación de
una tecnología propia, adecuada a los recursos del ambiente mexicano.

En el contexto francés de las últimas décadas se ha desarrollado una corriente


bastante diferente de psicoanálisis organizacional que mostraría otra vertiente de
valoración de las organizaciones en México, al establecer su analogía con la
madre, de tan alta significación en la cultura mexicana.

Las actitudes son los sentimientos y creencias que determinan en gran medida la
manera en que los empleados perciben su ambiente de trabajo. También han sido
definidas como declaraciones evaluativas o juicios (favorables o desfavorables)
relativos a objetos, personas o hechos. Una actitud tiene un componente
cognoscitivo (opinión o creencia) y otro afectivo (emoción, sentimientos) que se
traducen en un comportamiento o intención de comportarse de cierta manera
hacia algo o alguien. La satisfacción en el trabajo es una de ellas. Otros ejemplos
son: el involucramiento con el puesto, el compromiso organizacional, etc.

En el contexto norteamericano parecería lógico pensar que los sistemas de


incentivos económicos pueden provocar una modificación de actitudes en el
sentido deseado. Así funcionan los programas de premios por desempeño, por no
faltar, por no llegar tarde, no desperdiciar materia prima, etc. Como ya comenté,
Díaz-Guerrero le restaba importancia al incremento salarial como forma de motivar
al mexicano, sin embargo, creo que en la actualidad es relevante.

También hay otras formas de modificar actitudes, en especial, la satisfacción en el


trabajo, como puede ser metas más claras, supervisores más comprensivos,
participación en el empleo, capacitación, mejor ambiente de trabajo.

Incluso una plática o la aplicación de una encuesta pueden permitir un desahogo


emocional que produzca un cambio de actitud.

1.- Rogelio Díaz-Guerrero, Psicología del Mexicano, Trillas (Cáp. 1, 5,6 y 10)
2.-Octavio Paz, El laberinto de la soledad.

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