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Ben Sira y El Canon de Las Escrituras G

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BEN SIRA Y EL CANON DE LAS ESCRITURAS

Nuria Calduch-Benages

Nuestra reflexión se orienta hacia una cuestión estrechamente unida al tema de la


inspiración y que constituye uno de los puntos más debatidos en los estudios bíblicos
actuales1: su reconstrucción histórica y los modelos hermenéuticos, sus circunstancias y el
proceso de canonización, los criterios de selección, su fijación, el papel de los fariseos…
Ahora bien, nuestro método de trabajo no consistirá en afrontar directamente la temática
planteada sino en abordarla a través del estudio de un caso concreto. El caso escogido para
este fin es un libro muy controvertido, deuterocanónico para los católicos y apócrifo para los
judíos y protestantes. Se trata del libro de Ben Sira, conocido también como Sirácida o
Eclesiástico. Situado en la frontera del canon, este libro de sabiduría tan pronto forma parte
del canon como resulta excluido de mismo2.
Procederemos del siguiente modo: primeramente, haremos una breve presentación de la
historia textual del libro; a continuación, estudiaremos su situación en el judaísmo rabínico y
en la Iglesia primitiva, y, por último, ofreceremos unas reflexiones conclusivas.

1. La historia textual del libro de Ben Sira3

El texto hebreo que poseemos es fragmentario y está repartido en diversos manuscritos.


Las versiones griega, latina y siríaca, en cambio, nos han transmitido el texto completo del
libro. Veamos ahora, muy brevemente, las diferentes formas que el texto presenta.

1.1 Hebreo I (HbI)

El libro fue escrito originalmente en hebreo por Jesús, hijo de Sira (cf. Si 50,27), hacia el
180 a.C. en Jerusalén4, e iba destinado a los jóvenes discípulos que frecuentaban su escuela
(cf. Si 51,23). Lamentablemente este texto se perdió sin saber exactamente cuándo ni cómo.
Durante siglos las dos únicas vías de acceso al Ben Sira fueron las numerosas citas en la
literatura rabínica y las traducciones: griega, siríaca y latina, sobre todo.
La situación cambia radicalmente el año 1896. Solomon Schechter, entonces profesor de la
Universidad de Cambridge, descubre en la hoja de un antiguo manuscrito, comprado en

1 La teología feminista ha hecho interesantes aportaciones al tema; cf. el estudio de Claudia V. Camp,
«Feminist Theological Hermeneutics: Canon and Christian Identity», en: Elisabeth Schüssler Fiorenza (ed.),
Searching the Scriptures, vol. I: A Feminist Introduction (London: The Crossroad Publishing Company, 1994)
154-171.
2 Cf. Hans Peter Rüger, «Le Siracide: un livre à la frontière du canon», en: Jean-Daniel Kaestli – Otto
Wermelinger (eds.), Le canon de l’Ancien Testament. Sa formation et son histoire (Genève: Labor et Fides,
1984) 47-67.
3 Para la bibliografía sobre esta sección, cf. Nuria Calduch-Benages, En el crisol de la prueba. Estudio
exegético de Sir 2,1-18 (Monografías. ABE 32; Estella: Verbo Divino, 1997).
4 Esta datación, comúnmente aceptada, se basa en dos elementos: por un lado, el elogio del sumo sacerdote
Simón II, quien ocupó su cargo a partir del 198 a.C., en Si 50,1-24 y por otra, el completo silencio del sabio
sobre la crisis de 167-164 a.C.
Oriente por las señoras Agnes Smith Lewis y Margaret Dunlop Gibson, el texto hebreo de Si
39,15–40,7. A este descubrimiento siguieron otros, no menos importantes. Entre 1896 y 1900
los expertos identificaron numerosos fragmentos del libro de Ben Sira. Como el anterior,
procedían de la «genizah» (depósito) de la sinagoga caraíta del Viejo Cairo. Dichos
fragmentos forman parte de cuatro manuscritos (A, B, C, D), cuya datación oscila entre los
siglos X y XII d.C.
En 1931 Joseph Marcus, entre algunos fragmentos de la colección Adler del Seminario
teológico hebreo de América, descubre el quinto manuscrito, conocido con la sigla E. Pasaron
unos veinte años hasta los descubrimientos de Qumrán. En 1952, se encuentran en la segunda
cueva unos fragmentos del libro de Ben Sira (2Q18). Tres años más tarde, en la cueva 11
aparece parte de un rollo con un fragmento importante del libro (11QPsa). Su datación es
anterior al 69 d.C. En 1958 y 1960 dos hallazgos de Jefim Schirmann completan los textos de
los manuscritos B y C respectivamente. En 1964, las excavaciones de Masada rescatan un
rollo de piel muy deteriorado (26 trozos) con fragmentos de Si 39,27–43,30, datados con
anterioridad al 73 d.C. Finalmente, en 1982 Alexander Scheiber descubre una parte del sexto
manuscrito (F), hasta entonces desconocido. Lo publica en una revista húngara de escasa
repercusión internacional. Para la difusión de la noticia habrá que esperar al comentario de
Alexander A. Di Lella en 1987. El autor publica luego el manuscrito en una revista bíblica
más conocida.
En la actualidad contamos aproximadamente con las 2/3 partes (68%) del texto hebreo
repartidas entre los 6 manuscritos descubiertos en la «genizah» de El Cairo y los fragmentos
de Qumrán y Masada5. Lamentablemente nos falta todavía una parte considerable del texto:
Si 1,1–3,5; 16,28–30,10 y 38,27–39,14. Entre los pasajes perdidos más importantes destacan
Si 1–2 (la Sabiduría y el temor del Señor), Si 24 (el elogio de la Sabiduría) y Si 38,27–39,14
(el retrato del sabio).

1.2 Griego I (GrI)

El nieto de Ben Sira hizo la traducción griega –son datos facilitados por el autor anónimo
del Prólogo– durante su estancia en Egipto, para instrucción de los judíos de la diáspora6.
Realizó su tarea entre el año 132 y el 117, durante el reinado de Ptolomeo VII, Evergetes II:
170-164 y 146-117 a.C.7.
El texto de esta versión se llama GrI o forma breve del texto. Sus testimonios son los
grandes manuscritos unciales (A, B, C, S), escritos esticométricamente, y otros minúsculos.

5 Cf. Pancratius C. Beentjes, «The Book of Ben Sira in Hebrew. Preliminary Remarks Towards a New Text
Edition and Synopsis», en: Actes du Troisième Colloque International: «Bible et Informatique: interprétation,
herméneutique, compétence informatique», Tübingen 26-30 août 1991 (Travaux de Linguistique Quantitative
49; Paris – Genève: Champion – Slatkine, 1992) 471-484. En la «First International Ben Sira Conference»,
celebrada del 28 al 31 de julio 1996 en Soesterberg, localidad cercana a Utrecht (Holanda), con motivo del
centenario del descubrimiento de los primeros manuscritos hebreos del texto hebreo de Ben Sira, el prof.
Beentjes ha anunciado la inminente publicación de una edición del texto hebreo del Sirácida en forma de sinopis.
6 Una presentación general del traductor y su obra se encuentra en Henry J. Cadbury, «The Grandson of Ben
Sira»: HTR 48 (1955) 219-225.
7 Estas fechas, aceptadas actualmente por la mayoría de autores, suponen la autenticidad del Prólogo. Cf. sin
embargo, Bernd J. Diebner, «Mein Grossvater Jesus»: DBAT 16 (1982) 1-37.
1.3 Hebreo II (HbII)

Los manuscritos encontrados en El Cairo no presentan un texto unitario. Por un lado, hay
numerosos pasajes repetidos en dos manuscritos (es el caso más frecuente) o en tres a la vez;
por otro, las numerosas variantes hacen pensar en la existencia de una forma larga del texto
hebreo, llamada HbII. Fechada entre el 50 y el 150 d.C., se distingue por las adiciones, siendo
el manuscrito A su mejor testimonio. Sobre el origen de HbII, las opiniones divergen: Hart
considera HbII como una revisión de HbI y la atribuye a los fariseos. Kearns, en cambio,
basándose en el estudio de la escatología del texto largo, defiende su origen esenio. De esta
segunda forma del texto hebreo, de la que sólo poseemos algunas muestras, dependen GrII, la
Vetus Latina y, de una manera más confusa, también la versión siríaca.

1.4 Griego II (GrII)

La forma larga de la versión griega, compuesta entre el siglo I y la primera mitad del
siglo II d.C., recibe el nombre de GrII. Contiene unos 135 hemistiquios más que la forma
breve o GrI y está representada por varios manuscritos minúsculos, entre los que destaca el
famoso códice 248 (Cod. Vat. Gr. 347). El autor de GrII no elaboró una nueva traducción
independiente de GrI. Más bien añadió al texto base primario de GrI una palabra o grupos de
palabras (1,30e; 2,11a), hemistiquios (2,5c.9c; 12,6c; 16,18c; 18,33c) o versículos enteros
(1,5.7; 3,19.25; 10,21; 11,15-16). A excepción de algunos de origen exclusivamente griego,
procedentes de la escuela alejandrina de Aristóbulo, la mayoría de sus hemistiquios dependen
de la forma larga del texto hebreo (HbII) conservada en una o más recensiones.

2. El libro de Ben Sira en el judaísmo rabínico

Con la clausura definitiva del canon judío por los rabinos fariseos en el Sínodo de Jamnia
hacia el 90 d.C., el libro de Ben Sira pierde oficialmente el carácter de libro sagrado8. Pero, a
pesar de su exclusión del canon, la obra del sabio continúa viva en los círculos judíos durante
algunas generaciones. De hecho, el libro de Ben Sira es el único libro no canónico que el
Talmud utiliza como Sagrada Escritura y clasifica como uno de los Hagiógrafos.
El canon judío, según la información que nos brinda Flavio Josefo en Contra Apionem9,
contiene 22 libros (Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio; Josué, Jueces más Rut,
Samuel, Reyes, Crónicas, Esdras más Nehemías, Ester, Job, Isaías, Jeremías más
Lamentaciones, Ezequiel, los profetas menores, Daniel; Salmos, Proverbios, Cántico,
Qohélet). Su canonicidad se basa en que han sido escritos en la época que va de Moisés a
Artajerjes, es decir, antes de que cesara la sucesión profética en Israel. Según la TosSot 13,2:
«Cuando Ageo, Zacarías y Malaquías, los últimos profetas, murieron, el espíritu santo
desapareció de Israel».

8 Cf. Jack P. Lewis, «What do we mean by Jabneh?»: JBR 32 (1964) 125-132; Robert C. Newman, «The
Council of Jamnia and the Old Testament Canon»: WTJ 38 (1975) 310-350; Peter Schäffer, «Die sogennante
Synode von Jabne»: Jud 31 (1975) 54-64.116-124 y, por contraste, Sid Z. Leimann, The Canonization of
Hebrew Scripture. The Talmudic and Midrashic Evidence (Transactions 47; Hamden, Connecticut: The
Connecticut Academy of Arts and Sciences, 1976) esp. 120-124.
9 CAp. I,38-41.
Así pues, todos los libros escritos después de la desaparición del espíritu profético son
libros «que no contaminan las manos», es decir, libros no sagrados, no canónicos. Según
cuenta la Misná en el tratado Yad 3,5: «Todas las Santas Escrituras contaminan las manos. El
Cántico de los Cánticos y Qohélet contaminan las manos». Veamos ahora lo que dice la
TosYad 2,13: «Los evangelios y los libros de los heréticos no contaminan las manos. Los
libros de Ben Sira10 y todos los libros que han sido escritos a continuación no contaminan las
manos». Otra manera de designar esta categoría de libros es la expresión «libros exteriores»
(aquellos que no forman parte del canon) en contraposición con los «libros interiores» (los
canónicos) (ver R. Akiva más adelante). No obstante esta rigurosa distinción entre libros
canónicos y no canónicos (interiores y exteriores), el libro de Ben Sira, junto con otras obras
no incluidas en el canon, no perdió popularidad entre los judíos, quienes lo seguían
considerando y utilizando como Sagrada Escritura.
Llegados a este punto y en orden a conseguir una visión más clara de la situación de
nuestro libro en el judaísmo rabínico y poder seguir su evolución, sería conveniente distinguir
entre la época de los Tannaím, los repetidores (siglos I-II d.C.) y la de los Amoraím, los
intérpretes (siglos III-V d.C.)11.
En la época de los Tannaím, muy probablemente el libro de Ben Sira formaba parte del
canon de las Escrituras. Veamos algunos testimonios importantes:
- En la Misná, R. Levitas de Jamnia dice: «Humíllate en extremo delante de los demás,
porque la esperanza del ser humano es el gusano» (Ab 4,4). La frase es una cita de Si 7,17Hb:
«Más y más humilla tu orgullo, lo que espera al ser humano son los gusanos»12.
- En el Talmud de Babilonia leemos: «Nuestros rabinos nos han enseñado: «Hay cuatro
cosas que la razón no puede soportar: que un pobre sea orgulloso, que un rico haga bajezas,
que un viejo cometa adulterio, que un jefe de la comunidad sea tirano. Otros añaden: que un
hombre se divorcie una vez, dos veces de su mujer y la vuelva a tomar por esposa» (bPes
113b). El texto es una clara adaptación de Si 25,2: «Hay tres clases de personas que mi alma
detesta. Su forma de vida es para mí un gran horror: un pobre orgulloso, un rico mentiroso, un
viejo adúltero sin sentido común».
- El Talmud de Babilonia afirma: «Está escrito en el libro de Ben Sira: Una buena esposa,
¡feliz su marido! El número de sus días será doble» (bYeb 63b). Si 26,1 dice exactamente:
«Dichoso el marido de una mujer buena: se doblarán los años de su vida».
Después de estos testimonios y otros que omitimos por cuestión de espacio, no podemos
silenciar la voz discordante del famoso R. Akiva (†135 d.C.), que se alzó decididamente
contra el libro de Ben Sira. Su opinión respecto a la canonicidad de dicho libro tal como
aparece en el Talmud de Jerusalén está fuera de dudas: «R. Akiva añade: aquel que lee los
libros exteriores, como los libros de Ben Sira y los libros de Ben Leaga… no tiene parte en el

10 Según Gilbert, estos libros pueden referirse a diversas formas del libro o a algunos florilegios. Cf. Maurice
Gilbert, Introduction au livre de Ben Sira, ou Siracide ou Ecclésiastique [ad usum scholarum] (Rome: Pontificio
Istituto Biblico, 1985) 40.
11 Para esta sección, seguimos el magnífico estudio de Jacques Trublet, «Constitution et clôture du canon
hébraïque», en: Christoph Theobald (dir.), Le canon des Écritures. Études historiques, exégétiques et
systématiques (LeDiv 140; Paris: Éditions du Cerf, 1990) 77-187, esp. 156-163, y utilizamos varios de sus textos
citados.
12 La versión griega añade nuevos elementos: «Humilla mucho tu alma, porque el castigo del malvado es
fuego y gusanos».
mundo futuro… Un tannaíta enseñaba: esto quiere decir los libros de los heréticos» (jSan 28a;
cf. el tratado San 10,1 en la Misná). Las razones que se esconden detrás de esta postura tan
tajante han sido ampliamente estudiadas por Trublet en su artículo sobre el canon hebreo13.
Según él, la presencia del libro de Ben Sira en los ambientes sectarios (saduceos, Qumrán),
unido al uso que del libro hacían los autores del Nuevo Testamento, podrían ser las razones
que movieron a R. Akiva a prohibir el libro. En otras palabras, el miedo a las corrientes
sectarias que amenazaban la ortodoxia judía urgió al gran rabino a tomar drásticas medidas de
seguridad.
A pesar de la opinión de R. Akiva, cuya autoridad ejercía una influencia incomparable en
los demás maestros, el libro de Ben Sira alcanzó una gran popularidad en la época de los
Amoraím. Haciendo caso omiso de la enseñanza del R. Akiva, los «repetidores» reintegraron
la obra del sabio en el canon. A modo de ejemplo, presentamos algunos testimonios:
- En el Talmud de Babilonia R. Joseph (†333), a propósito de una enseñanza sobre los
libros heréticos, declara: «Está prohibido leer el libro de Ben Sira». Pero, más adelante,
después de una larga conversación con su discípulo R. Abaye (†338/339), reconoce: «Las
palabras preciosas que en él (en el libro de Ben Sira) encontramos, las podemos enseñar»
(bSan 100b).
- En el Talmud de Babilonia Rabah ben Meir, respondiendo a una pregunta de Rabah,
coloca a Ben Sira entre los Hagiógrafos: «(esta idea) está escrita en la Torah, está repetida en
los Profetas y está mencionada por tercera vez en los Hagiógrafos: Todos los locos viven
cerca de uno que se les parece, y el ser humano, cerca de su igual» (bBQ 92b). El texto de
nuestro sabio dice: «Todos los animales aman a los de su especie y todo ser humano ama a los
que se le asemejan» (Si 13,15; cf. también 27,9).
- En el Talmud de Babilonia, a propósito de las especulaciones sobre la división del cielo,
R. Aha ben Jacob dice: «Tú estás autorizado para llegar hasta ahí en tus especulaciones, pero
no más lejos. Esto es lo que dice el libro de Ben Sira: No intentes penetrar lo que es
incomprensible, ni buscar lo que te está velado. Pon tu atención sólo en aquello que te está
permitido examinar: tú no tienes que ocuparte de cosas secretas» (bHag 13a). Veamos lo que
dice exactamente el texto aludido: «No pretendas lo que te sobrepasa, ni escudriñes lo que se
te esconde, atiende a lo que te han encomendado, que no te es menester lo profundo y
escondido» (Si 3,21-22).
Una vez más hemos comprobado, a través de unos pocos ejemplos, la fama de que gozaba
nuestro libro en los círculos judíos, excepción hecha de R. Akiva. Pero, por desgracia, esta
popularidad fue perdiéndose con el paso del tiempo hasta llegar a la desaparición total del
libro, que probablemente coincide con la introducción del Talmud en las academias judías del
siglo V d.C.
Pasemos ahora a la tercera parte de nuestro estudio, donde seguiremos las huellas de Ben
Sira en la vida de la Iglesia.

3. El libro de Ben Sira en la Iglesia primitiva

13 Cf. Trublet, «Constitution», 158-161.


El libro de Ben Sira gozó de gran popularidad en los primeros siglos del cristianismo.
Prueba de ello es su repercusión en los escritos del Nuevo Testamento14 y en las obras de los
Padres de la Iglesia 15 . Nos centraremos en este último punto, ya que nos interesa
especialmente para nuestra problemática.
A finales del siglo II y principios del III, la Iglesia Oriental y Occidental reconoce
prácticamente la canonicidad del Sirácida: Tertuliano y Cipriano en África, y Clemente de
Alejandría en Egipto citan los textos del sabio como Sagrada Escritura. Presentamos a
continuación algunos ejemplos:

TERTULIANO
Ad Nat. 2,2: Initium, inquit, sapientiae metus in deum (Si 1,16)16

CIPRIANO
Ad Quir. 2,1: Ite apud eundem in Ecclesiastico (Si 24,3-6.19; Vg 24,5-11.25.26)17

CLEMENTE
Paed. III,58,2: Κατὰ τὴν γραφὴν (Si 21,21)18

Esta situación tranquila empieza a agitarse hacia el año 170. Melitón de Sardes viaja a
Palestina para hacer un estudio minucioso sobre el número y el orden de los libros del
Antiguo Testamento. A su vuelta, opta por el canon judío (entonces ya estaba fijado) con sus
22 libros (sin Ester y los deuterocanónicos). Sin embargo, a pesar de esta preferencia
manifiesta por el canon judío, Melitón continúa citando en sus escritos los libros
deuterocanónicos19. Resulta evidente, pues, que el canon cristiano (distinto del judío) todavía
no se había establecido de manera oficial.
En Palestina y regiones circundantes la situación es delicada: la convivencia entre judíos y
cristianos pone de manifiesto las divergencias canónicas. Orígenes (185-254) jugará un papel
de capital importancia. Conoce a fondo las Escrituras utilizadas en Alejandría y las Escrituras
de los judíos. Al principio de su Comentario a los Salmos da la lista de los 22 libros del canon
judío sin mencionar los deuterocanónicos20. Este silencio podría demostrar su reserva hacia
aquellos libros que no formaban parte del canon judío 21 , es decir, los llamados «libros
exteriores». Según el testimonio de Eusebio, Orígenes hace la siguiente afirmación: «Al
exterior de éstos (se refiere a los 22 libros del canon judío) está la historia de los Macabeos

14 Nuria Calduch-Benages, «Ben Sira 2 y el Nuevo Testamento»: EstBíb 53 (1995) 305-316, esp. 306-307.
La época apostólica, en cambio, se presenta mucho más oscura; cf. Gilbert, Introduction, 42 (sobre Did 4,5 y
Bern 19,9a = Si 4,31 y Did 1,6 = Si 12,1a) y Patrick W. Skehan, «Didache 1,6 and Sirach 12,1»: Bib 44 (1963)
533-536.
15 Para una visión de conjunto, cf. Francesco Vattioni (ed.), Ecclesiastico con apparato critico e versione
greca, latina e siriaca (Pubblicazioni del Seminario di Semitistica. Testi 1; Napoli: Istituto Orientale di Napoli,
1968) XXXII-LX y Gilbert, Introduction, 41-47.
16 CSEL 20,95.
17 CSEL 31/1,62.
18 SC 158,122.
19 En su Tratado sobre la Pascua (SC 132,60-127), Melitón cita Sabiduría (18x) y Sirácida (2x).
20 PG 12,1084BC.
21 Sobre este particular, cf. Jean Ruwet, «Les Antilegomena de l’AT dans les œuvres d’Origène»: Bib 24
(1943) 18-58.
con el título Σαρβὴθ Σαρβανὲ Ἔλ.»22. Pero, a pesar de sus recelos, Orígenes cita el Sirácida
como Sagrada Escritura:
Hom. in Gen. 12,5: Audi enim quid dicit Scriptura (Si 22,19)23
Hom. in Jer. 16,6: λεγούσης τῆς φγαφῆς (Si 8,5)24

Orígenes prepara el terreno para poder entender las diferentes opiniones entre los Padres
del siglo IV y los de principios del siglo V. Es la época de marcadas tomas de posición sobre
la canonicidad del Ben Sira. Cirilo de Jerusalén (315?-387) en su cuarta Catequesis: De
decem dogmatibus (escrita sobre el 350) dedica una sección a la Sagrada Escritura25. En esta
sección afirma el carácter inspirado del Antiguo y del Nuevo Testamento, prohíbe
categóricamente la lectura de los libros apócrifos (ἀµφιβαλλόµενα, «controvertidos») y
recomienda los libros aceptados por todos (παρὰ πᾶσιν ὁµολογούµενα), es decir, los 22 libros
del Antiguo Testamento según el canon judío. Ahora bien, dichos libros no se han de leer
siguiendo el texto original hebreo, sino según la versión inspirada de la LXX (incluido Baruc,
la Carta de Jeremías y probablemente las adiciones griegas de Ester y Daniel). Así, gracias a
la LXX, los libros judíos entran a formar parte de la tradición cristiana. Cirilo cita el Sirácida
en 8 ocasiones. Y lo hace sin ninguna introducción, excepto en una de sus catequesis
mistagógicas: Καὶ πῶς εἴρηται ἀλλαχοῦ (Si 34,9-10)26.
Unos años más tarde (367), Atanasio, después de haber tratado los libros exteriores (ἔτερα
βίβλια τούτων ἔξωθεν), en su 39ª Carta Festal 27 se ocupa del significado del término
«apócrifο» utilizado en la cuarta Catequesis de Cirilo. Según él, este término no indica los
libros deuterocanónicos, sino obras recientes de escritores malvados o heréticos que intentan
«mezclarlos con la Escritura divinamente inspirada» (ἐπιµίξαι ταῦτα τῇ θεοπνύστῳ/ Γραφῇ).
A continuación, presenta la lista de los 22 libros del canon judío (sin Ester y con Baruc y la
Carta de Jeremías). Más adelante, señala los libros no canónicos. Y aquí viene la sorpresa: se
aconseja la lectura de estos escritos a «aquellos que quieran formarse en la piedad»
(βουλοµένοις κατηχεῖσθαι τὸν τῆς εὐσεβείας λόγον)28. Los libros mencionados son: Sabiduría,
Sirácida, Ester, Judit, Tobías, la Didajé de los Apóstoles y el Pastor de Hermas. En la práctica,
Atanasio también considera el Sirácida como Sagrada Escritura:
Ep. Aeg. Lib. 3: τὰ ὑπὸ τοῦ Πνεύµατος εἰς αὐτὸν εἰρηµένα (Sal 49,16) καὶ (Si 15,9)29
Or. adv. Arianos 2,79: Εἰ δὲ ἐστιν, ὥσπερ οὗν καὶ ὁ τοῦ Σιράχ φησὶν (Si 1,9-10)30

22 Hist. Eccles. VI, 25,27-29 (PL 20,581A). Sin embargo, en su carta a Julio el Africano, Orígenes se
muestra mucho más explícito; cf. SC 302,532-535.
23 SC 7/1,308.
24 SC 238,148.
25 PG 33,494C-502A.
26 Catech. Myst. 5,17 (SC 126,164).
27 Ep. Fest. 39 (PG 26,1436B-1440A).
28 Cf. Jean Ruwet, «Le canon alexandrin des Écritures. Saint Athanase»: Bib 33 (1952) esp. 12-13. El autor
piensa que Atanasio se hace eco de una práctica ya vigente en la Iglesia de Antioquía: hacer leer a los
catecúmenos los libros más fáciles.
29 PG 25,541C-544A.
30 PG 26,313BC.
Epifanio de Salamis (ca. 315-403) mantiene la distinción entre libros canónicos y libros
destinados sólo a los catecúmenos (libros útiles y provechosos). Estos últimos no forman
parte de la Escritura «porque no fueron colocados en el cofre, es decir, en el arca de la
alianza»31. En cambio, en el Panarion considera el Sirácida como texto sagrado: «[habiendo
recorrido] los libros de la Sabiduría, es decir, el de Salomón y el del hijo de Sira, y en una
palabra, todos los libros de la Escritura …»32. En la práctica, Epifanio cita el Sirácida como
Sagrada Escritura:
Adv. Haer. 33,8: (Si 13,16)… φησὶν ἡ φραφή
Adv. Haer. 42,11: τίς αὐτῷ κρηµνὸν περιποιεῖ, πληρῶν τὸ γεγραµµένον, τὸ· (Si 14,5)33

En la Iglesia de Capadocia, Gregorio Nacianceno (330-390) sigue fielmente la doctrina de


Atanasio34. En su poema De Veteris Scripturae libris, reproduce la lista de los 22 libros del
Antiguo Testamento según el canon judío y, después de indicar los libros del Nuevo
Testamento, concluye: «Tú los tienes todos. Si se encuentra algún otro libro fuera de éstos, no
forma parte de los auténticos» 35 . A pesar de esta contundente declaración, en la práctica
Gregorio no duda de la autenticidad del Sirácida y lo cita como Sagrada Escritura:
Sermo 4,12: …καὶ ἀνυπονόητον κοσµῶν διαδήµατι παρὰ τὴς θείας καὶ τοῦτο λαµβάνω
Γραφῆς (Si 11,5b)36.
Sermo 32,21: εἰ ἔστι σοι λόγος συνέσεως, ἀποκρίθητί, φησι, καὶ οὐδεις ὁ κωλίσων· εἰ δὲ
µὴ, δεσµὸς κείσθω σοῖς χείλεσι (Si 5,12)37.
Jerónimo, en su Præfatio in libros Salomonis iuxta LXX interpretes, confiesa a Paula y a
Eustoquio que no quiso traducir los libros de la Sabiduría y el Sirácida38. En el Præfatio in
libros Samuel et Malachim, conocido como el Prologus galeatus (escrito en 391), enumera
los 22 libros del Antiguo Testamento siguiendo el canon judío. Los otros escritos los sitúa
entre los apócrifos39. Seis años más tarde (397), en el Præfatio in libros Salomonis afirma que
la Iglesia no juzga como canónicos los libros de la Sabiduría y el Sirácida. De todas formas,
aconseja su lectura para la edificación espiritual del pueblo cristiano (lectura litúrgica). Sin
embargo, estos libros (como Judit, Tobías y Macabeos) no deben emplearse como argumento

31 De Mens. et Pond. 4: Διὸ δὲ ἐν τῷ Ἀαρὼν ἀνετέθησαν, τοῦ τε ἐν τῇ τῆς διαθήκης κιβωτῷ (PG 43,244C).
32 Adv. Haer. 76,22: ... ἕν τε ταῖς Σοφίαις Σολοµῶντός τέ φηµὶ καὶ υἱοῦ Σειράχ, καὶ πάσαις ἁπλῶς γραφαῖς
θείαις... (GCS III, 369).
33 GCS I, 458 y GCS II, 152.
34 Cf. Maurice Gilbert, «Grégoire de Nazianze et le Siracide», en: Mémorial Dom Jean Gribomont (1920-
1986) (Studia Ephemerides «Augustinianum» 27; Roma: Istituto Patristico Augustinianum 1988) 307-314.
35 Veamos el texto original: Πάσας ἔχεις. Εἴ τι δὲ τούτων ἐκτὸς, οὐκ ἐν γνησίαις (PG 37,474A).
36 SC 309,104.
37 SC 318,128.
38 «Porro in eo libro, quia a plerisque Sapientia Salomonis inscribitur, et in Ecclesiastico, quem esse Jesu filii
Sirach, nullus ignorat, calamo temperavi: tantummodo canonicas Scripturas vobis emendare desiderans, et
studium meum certis, magis quam dubiis commendar» (PL 29,427A-428A).
39 «Ut scire valeamus quidquid extra hos est, inter ἀπόκρυφα esse ponendum. Igitur Sapientia, quae vulgo
Salomonis inscribitur, et Jesu filii Sirach liber et Judith, et Tobias, et Pastor, non sunt in Canone» (PL 28,600B-
602A).
de autoridad en cuestiones dogmáticas40. Este juicio tan categórico de Jerónimo contrasta con
su conducta. En numerosos casos, Jerónimo cita el Sirácida como Sagrada Escritura41. Así,
por ejemplo, en su Tratado contra Joviniano, después de citar Si 26,6 sin ninguna
introducción, pasa al texto de Si 2,1 con la conocida fórmula: «et in alio loco scribitur»42.
Acabaremos este repaso histórico con un dato muy significativo: mientras Jerónimo
excluye del canon los libros apócrifos, las iglesias africanas de la misma época reconocen su
canonicidad. La lista de las Escrituras canónicas del concilio de Hipona (393) menciona «los
cinco libros de Salomón» (Sabiduría y Sirácida están implícitamente incluidos). La misma
lista continúa vigente en el tercer concilio de Cartago (397). La posición de Agustín en este
tema está en perfecta sintonía con los principios señalados en los concilios citados. A ellos
asistió como sacerdote (en Hipona) y como obispo (en Cartago)43.
El concilio de Florencia (1442) en el Decretum pro Iacobitis mantiene sin ninguna
alteración la lista que hemos mencionado antes44. La misma línea sigue el concilio de Trento
(1546). En el Decretum de libris sacris et de traditionibus recipiendis retoma la lista del
canon del concilio de Florencia y, además, rechaza cualquier distinción de categoría entre los
libros del canon hebreo y los escritos que se encuentran solamente en la Biblia griega o latina:

«(Ecclesia) omnes libros tam Veteris quam Novi Testamenti, cum


utriusque unus Deus sit auctor, nec non traditiones ipsas, tum ad fidem,
tum ad mores pertinentes, tanquam vel oretenus a Christo, vel a Spiritu
Sancto dictatas et continua successione in Ecclesia catholica conservatas,
pari pietatis affectu ac reverentia suscipit et veneratur»45.

4. Reflexiones conclusivas

Sea en el ámbito judío sea en el ámbito cristiano, hemos detectado una gran
inconsistencia a la hora de tomar posición ante la canonicidad del libro de Ben Sira. Muchos
autores que en teoría niegan el carácter sagrado del libro, en la práctica lo citan como Sagrada
Escritura y lo utilizan para reforzar sus opiniones, enseñanzas, o incluso una práctica social. O
sea, la rígida clasificación entre libros interiores y exteriores deja mucho que desear, porque
muchas obras pertenecen tanto a la primera como a la segunda categoría. Es decir, se sitúan
en la frontera del canon. Y el caso que hemos presentado es un buen ejemplo.
Según la declaración del concilio de Trento (v. supra), la canonicidad del Sirácida está
garantizada. Ahora bien, recordemos que la obra de Ben Sira, sin contar las otras versiones,
nos ha llegado en dos lenguas diferentes (hebreo y griego) y en dos formas textuales

40 «Sicut ergo Judith et Tobi, et Machabaeorum libros legit quidem Ecclesia, sed inter canonicas Scripturas
non recipit: sic et haec duo volumina legat ad edificationem plebis, non ad auctoritatem ecclesiasticorum
dogmatum confirmandum» (PL 28,1308A).
41 Cf. Francesco Vattioni, «San Gerolamo e l’Ecclesiastico»: VetChr 4 (1967) 131-149 y Maurice Gilbert,
«Jerôme et l’œuvre de Ben Sira»: Le Muséon 100 (1987) 109-120.
42 Adv. Jovin. 2,3 (PL 23,300A).
43 Cf. Seraphinus M. Zarb, De historia canonis utriusque Testamenti (Romae: Apud Pont. Institutum
Angelicum, 21934) 184-187.
44 Cf. Heinrich Denzinger – Alfons Schönmetzer, Enchiridon Symbolorum et declarationum de rebus fidei et
morum (Freiburg im Breisgau: Herder, 341967) núm. 1335.
45 Cf. Denzinger – Schönmetzer, Enchiridon, núm. 1501-1505.
diferentes (la forma breve, HbI-GrI y la forma larga, HbII-GrII). Así pues, nos podemos
preguntar: ¿Qué texto es el canónico?46. ¿El texto breve escrito per Ben Sira y traducido al
griego por su nieto o el texto largo, es decir, la revisión aumentada del primer texto, obra de
autores anónimos? ¿Hemos de escoger uno y excluir el otro? El concilio de Trento no hizo
ninguna alusión al libro del Sirácida, pero cuando habla de los libros integros cum omnibus
suis partibus47, podemos entender las dos formas del texto.
Hablar del canon comporta inevitablemente hablar de la inspiración. ¿Cuál es o cuáles
son en nuestro caso los textos inspirados por el Espíritu Santo? ¿Únicamente el texto griego
transmitido por la Iglesia o también todos los manuscritos hebreos encontrados en El Cairo,
Qumrán y Masada? Si no podemos negar la inspiración del sabio Ben Sira, autor del original
hebreo perdido, tampoco podemos negar la de su nieto, porque éste no se limita a traducir la
obra del abuelo, sino que la adapta a las circunstancias del momento, a la vez que profundiza
y modifica sus contenidos teológicos. Y aún más, no podemos negar la inspiración de la
forma larga del texto, que en general es mucho más profunda y espiritual que la primera;
además, esta forma larga es citada por los Padres de la Iglesia (Clemente de Alejandría y
Cipriano).
¿Deberíamos hablar, entonces, de un doble texto inspirado o de dos estados del texto
igualmente inspirados? Nos inclinamos por la segunda respuesta y concluimos haciendo
nuestras las palabras de Maurice Gilbert: «il y a deux états du livre de Ben Sira, et ces deux
états sont l’un et l’autre canoniques, parce que l’un et l’autre sont inspirés»48.

46 Cf. Maurice Gilbert, «L’Ecclésiastique: Quel texte? Quelle autorité?»: RB 94 (1987) 233-250.
47 Cf. Denzinger – Schönmetzer, Enchiridon, núm. 1504: «Si quis autem libros ipsos integros cum omnibus
suis partibus, prout in Ecclesia catholica legi consueverunt et in veteri vulgata latina editione habentur, pro sacris
et canonicis non susceperit, et traditiones praedictas sciens et prudens contempserit: anathema sit».
48 Gilbert, «L’Ecclésiastique», 248.

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