Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Cuadernillo

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 21

El carpintero

El maestro carpintero
de la boina colorada,
va desde la madrugada
taladrando su madero.
 
No corre en el bosque un soplo,
todo es silencio y aroma.
Sólo él monda la carcoma
con su revibrante escoplo.
 
Y a ratos, con brusco ardor
bajo la honda paz celeste,
lanza intrépido y agreste
el canto de su labor

Leopoldo Lugones
El benteveo

Benteveo, benteveo,
como delirante grita
mientras las alas agita
con un gozoso aleteo.

(Más luego, cuando se posa,


ni te veo, ni te vi;
su canto es sólo una i...
que se alarga quejumbrosa).

Vincha blanca y fina gola,


color de azufre el chaleco
y un chaquetón verde seco
que se aviva hacia la cola.

Vuela bajito, pausado,


y ondula con ritmo lento,
y al suelo mira de lado
para buscar alimento.

Que a todo va su apetito:


larvas, insectos, gusanos,
trocitos de carne, granos,
frutas y algún pececito.

Juan Burghi
La plaza tiene una torre

La plaza tiene una torre,


La torre tiene un balcón,
el balcón tiene una dama,
la dama una blanca flor.

Ha pasado un caballero
- ¡quién saber por qué pasó! -
y se ha llevado la plaza,
con su torre y su balcón,
con su balcón y su dama,
su dama y su blanca flor.

Antonio Machado
Paisaje

La tarde equivocada
se vistió de frío.

Detrás de los cristales


turbios, todos los niños,
ven convertirse en pájaros,
un árbol amarillo.

La tarde está tendida


a lo largo del río.
Y un rubor de manzana
tiembla en los tejadillos.

Federico García Lorca


El jilguero

En la llama del verano,


que ondula con los trigales,
sus regocijos triunfales
canta el jilguerito ufano.

Canta, y al son peregrino


de su garganta amarilla
trigo nuevo de la trilla
tritura el vidrio del trino.

Y con repentino vuelo


que lo arrebata, canoro,
como una pavesa de oro
cruza la gloria del cielo.

Leopoldo Lugones
El viaje

-Niña, me voy a la mar.


-Si no me llevas contigo
te olvidaré, capitán.

En el puente de su barco
quedó el capitán dormido;
durmió soñando con ella
¡Si no me llevas contigo!…

Cuando volvió de la mar


trajo un papagayo verde.
¡Te olvidaré, capitán!

Y otra vez la mar cruzó


con su papagayo verde
¡Capitán, ya te olvidó!

Antonio Machado
Si mi voz muriera en tierra

Si mi voz muriera en tierra


llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.

Llevadla al nivel del mar


y nombradla capitana
de un blanco bajel de guerra.

¡Oh mi voz condecorada


con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento una vela!

Rafael Alberti
Noche en el río

Cuando se calla la tarde


levanta su voz el río.
Alma y música es la marcha,
arena y piedra el camino.

Heladas, vientos y lluvias,


manantiales y rocíos.
Cuánto de cumbre y de cielo
esconde la voz del río...

El cielo sobre las cumbres.


La cumbre sobre el abismo.
La noche sobre las piedras.
Y el mundo en la voz del río.

Atahualpa Yupanqui
Yo voy soñando caminos

Yo voy soñando caminos


de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…

¿Adónde el camino irá?


Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero…
—La tarde cayendo está—.

En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.

Y todo el campo un momento


se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;


y el camino se serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:


Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.

Antonio Machado
Todo es ronda

Los astros son rondas de niños


jugando la tierra espiar,
los trigos son talles de niñas
jugando a ondular, a ondular.

Los ríos son rondas de niños


jugando a encontrarse en el mar,
las olas son rondas de niñas
jugando la tierra abrazar.

Haremos la ronda infinita


la iremos al bosque a trenzar
la haremos al pie de los montes
y en todas las playas del mar.

Gabriela Mistral
El poeta a caballo

¡Qué tranquilidad violeta


por el sendero a la tarde!
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

La dulce brisa del río,


olorosa a junco y agua,
le refresca el señorío...
La brisa leve del río.

A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

Y el corazón se le pierde,
doliente y embalsamado,
en la madreselva verde...
Y el corazón se le pierde.

A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

Se está la orilla dorando.


El último pensamiento
del sol la deja soñando...
Se está la orilla dorando.

¡Qué tranquilidad violeta


por el sendero, a la tarde!
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

Juan Ramón Jiménez


El mar. La mar

El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre,


a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste


del mar?

En sueños la marejada
me tira del corazón;
se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste


acá?

Rafael Alberti
Inicial de oro

Nací, hermanos, en esta dulce tierra argentina,


pero el primer recuerdo nítido de mi infancia
es éste: una mañana de oro y de neblina,
un camino muy blanco Y una calesa rancia.

Luego un portal oscuro de caduca arrogancia


y una abuelita toda temblona y pueblerina,
que me deja en la cara una agreste fragancia
me dice: —¡El mi nieto, qué caruca más fina!

Y me llenó las manos de castañas y nueces,


el alma de leyendas, el corazón de preces,
y los labios risueños de un divino parlar.

Un parlar montañés de viejecita bruja


que narra una conseja mientras mueve la aguja.
El mismo que ennoblece, hermanos, mi cantar.

Baldomero Fernández Moreno


El alma del payador

Cuando la tarde se inclina


sollozando al Occidente,
corre una sombra doliente
sobre la pampa argentina.
Y cuando el sol ilumina
con luz brillante y serena
del ancho campo la escena,
la melancólica sombra
huye besando la alfombra
con el afán de la pena.
 
Cuentan los criollos del suelo
que, en tibia noche de luna,
en solitaria laguna
para la sombra su vuelo;
que allí se ensancha y un velo
va sobre el agua formando,
mientras se goza observando,
por singular beneficio,
el incesante bullicio
que hacen las olas rodando.
 
Dicen que, en noche nublada,
si su guitarra algún mozo
en el crucero del pozo
deja de intento colgada,
llega la sombra callada
y, al envolverla en su manto,
suena el preludio de un canto
entre las cuerdas dormidas,
cuerdas que vibran heridas
como por gotas de llanto.

Rafael Obligado
¿En dónde tejemos la ronda?

¿En dónde tejemos la ronda?


¿La haremos a orillas del mar?
El mar danzará con mil olas
haciendo una trenza de azahar.

¿La haremos al pie de los montes?


El monte nos va a contestar.
¡Será cual si todas quisiesen,
las piedras del mundo, cantar!

¿La haremos, mejor, en el bosque?


La voz y la voz va a trenzar,
y cantos de niños y de aves
se irán en el viento a besar.

¡Haremos la ronda infinita!


¡La iremos al bosque a trenzar,
la haremos al pie de los montes
y en todas las playas del mar!

Gabriela Mistral
Poesía
Guardas
Mandalas
Laberintos
Calcado

También podría gustarte