Expresionismo
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Expresionismo
Surgido hacia 1905, el Expresionismo se desarrolló durante décadas y ha influido de forma innegable en
algunos de los principales movimientos artísticos del siglo XX. El movimiento expresionista nace
fundamentalmente en Alemania y se plasmará en artes plásticas, literatura, música, cine, teatro, danza,
fotografía... Busca la expresión de los sentimientos y las emociones más que la representación de la realidad
objetiva revelando el lado pesimista de la vida generado por las circunstancias históricas del momento. La
cara oculta de la modernización, la alineación, la masificación que se hizo patente en las grandes ciudades.
Con sus colores violentos y su temática de soledad y miseria, el Expresionismo reflejó la amargura que
invadió a los círculos intelectuales y artísticos de la Alemania prebélica, así como la de la Primera Guerra
Mundial y del periodo de entreguerras. Esa amargura provocó un deseo vehemente por cambiar la vida, de
buscar nuevas dimensiones a la imaginación y de renovar los lenguajes artísticos. El Expresionismo defendía
la libertad individual, la primacía de la expresión subjetiva, el irracionalismo, el apasionamiento y los temas
prohibidos -lo morboso, lo demoníaco, sexual, fantástico o pervertido-. Fiel reflejo de las circunstancias
históricas en que se desarrolló, el Expresionismo reveló el lado pesimista dela vida, la angustia existencial
del individuo, que en la industrializada sociedad moderna se ve alineado y aislado. Así, mediante la
distorsión de la realidad pretendían impactar sobre el espectador, llegar a su lado más emotivo e interior. La
angustia existencial será primer motor de su estética.
Frente al Impresionismo, frente al naturalismo y el carácter positivista de éste movimiento de finales del
siglo XIX, los expresionistas defendían un arte más personal e intuitivo, donde predominase la visión
personal del artista -expresión- frente a la plasmación de la realidad -impresión-. Su primera manifestación
fue en el terreno de la pintura, coincidiendo en el tiempo con el Fauvismo francés, hecho que convirtió a
ambos movimientos artísticos expresionistas en las primeras vanguardias.
La aparición en un país como Alemania del movimiento no es un hecho aleatorio, sino que se explica por
los importantes estudios sobre arte realizados por filósofos, artistas y teóricos alemanes durante el
Romanticismo, las múltiples aportaciones en el campo de la estética de personajes como Wagner y
Nietzsche y, la obra de autores como Konrad Fiedler, Theodor Lipps y Wilhelm Worriger. Esta corriente
teórica dejará una profunda huella en los artistas alemanes de finales del siglo XIX y principios del siglo XX,
centrada en la necesidad de expresión del artista y la constatación de la ruptura entre éste y el mundo
exterior. También se produce el alejamiento del mundo clásico y la admiración por el arte popular, primitivo
y exótico, por el arte medieval y por la obra de Grünewaald, Brueguel, El Bosco y Durero.
Son muchas las aportaciones del Expresionismo al arte moderno y así, por oposición al sistema de
enseñanza académica, sus miembros proponen una vuelta al oficio, casi a la artesanía. Aspiran a vivir en
comunidad, a compartir sus experiencias y poder avanzar juntos, lo que explica que muchos cuadros
expresionistas tengan cierto “aire de familia”, que puede explicarse por el similar modo de aplicar el color y
la luz.
Otro de los puntos de partida de este movimiento es su rechazo a la burguesía triunfante, clase que creía
aún en el progreso industrial como llave de la felicidad, en una visión optimista que culminaba en las
múltiples ediciones de las Exposiciones Universales celebradas durante décadas. Frente a ese positivismo,
los expresionistas recogen algunas enseñanzas del Romanticismo germánico, con el que comparten
numerosos puntos, como la búsqueda de lo espiritual en la Naturaleza -sin duda, el hilo argumental de todo
el movimiento- o la recuperación de la Edad Media como periodo de pureza y de esplendor cultural.
“Del mismo modo que Leonardo da Vinci había estudiado la anatomía y diseccionado los cuerpos, yo
intento diseccionar las almas”.
Figura puente entre dos siglos, clasificado como simbolista, el pintor y grabador noruego Edvard Munch
está considerado el padre del expresionismo alemán por el ser el pintor del miedo, de la angustia, de la
muerte..., temática que tanto gustaba a los pintores expresionistas germánicos. Retrató al hombre moderno
y su sufrimiento existencial, tan ligado al sexo y a la muerte que se tradujo en los temas de sus obras: la
soledad y la angustia. En su intento por expresar los estados más sutiles del alma, Munch desarrolló su
característico estilo. Para expresar sentimientos fuertes y sutiles era necesario otra forma de expresión
diferente al naturalismo. En la obra de Munch se mezclan la realidad interior y exterior en grandes
superficies limitadas por contornos, los motivos se estilizan y abstraen en símbolos de diferentes
sentimientos y estados emocionales.
Sufrió muy joven la pérdida de sus seres queridos a causa de la tuberculosis, y el espectro de la muerte,
que llenó su niñez, lo acompañaría durante toda su vida, convirtiéndose en unos de los temas recurrentes
en sus obras. En 1885 llevó a cabo el primero de sus numerosos viajes a París, donde visitó los salones y el
museo del Louvre y tomó contacto con los movimientos pictóricos más avanzados, sintiéndose atraído por
Gauguin, Van Gohg y Henri Toulouse-Lautrec. No tardó en crear un estilo sumamente personal, basado en
acentuar la fuerza expresiva de la línea, reducir las formas a su expresión más esquemática y hacer un uso
simbólico, no naturalista del color, de ahí su clasificación dentro del Simbolismo. Tras una primera influencia
de la pintura impresionista y posimpresionista comienza a pintar tres de sus obras capitales: El día
siguiente, Pubertad y La niña enferma, la cual causa gran escándalo en la Exposición de Otoño de Oslo.
Desde 1892 a 1908 Edvard Munch vivió en Alemania, sobre todo en Berlín, aunque viajó frecuentemente
a Noruega y París. A partir del año 1890 la la influencia de la pintura posimpresionista en sus obras fue muy
notoria. Un año más tarde comenzó a desarrollar los motivos del Friso de la Vida, ciclo pictórico que incluye
muchas de sus obras más conocidas que en su conjunto pretenden dar una visión unitaria de la vida que
dibuja ampliamente sus memorias personales, incluyendo la pérdida de su madre, Laura Munch y de su
hermana favorita, Sophie.
El friso de la vida mantiene un discurso narrativo basado en los temas que trata. El Amor, el Miedo y la
Muerte forman el hilo conductor que armoniosamente une las piezas, siendo también las más frecuentes e
influyentes en la propia vida del autor y los que más repercusión han tenido en su obra. Al principio estaba
formado por seis obras pero fue incorporando siempre más, hasta un total de veintidós, expuestas en 1902
en la muestra del grupo Sezession. Su fin era servirse del arte para estudiar la vida humana y su significado,
vista como una flor que nace, crece y muere, inspirándose directamente en acontecimientos personales.
En 1902 se estrenó su integración en el Friso de la vida en la Seccesión de Berlín, con su exposición Friso.
Presentación de una serie de imágenes de la vida. Reunía las veintidós obras finales del ciclo, divididas en
cuatro secciones: “Semillas de Amor”, Florecimiento y deceso del Amor, “Ansiedad de la Vida” y “Muerte”.
Suenan familiares El beso (1897), La voz (1893) y Madonna (1894) para la primera sección; Vampira (1893),
Celos (1895) y Danza de la vida (1899-1900), para la segunda; Tarde en la calle Karl Johan (1892), El grito
(1893), Ansiedad (1894), para la tercera; y Muerte en la habitación (1893), Metabolismo (1899) y Madre
muerta con niña (1899) para la cuarta.
M Su obra anterior a 1908 está muy vinculada a este ciclo que, de algún modo, concibió como si se tratara
de un poema de amor. En El beso de 1892 y en Muerte en la habitación de 1894 alude a la muerte de su
madre y de su hermana. Los personajes reflejan su sufrimiento, pero formalmente están unidos por una
línea serpenteante que recorre toda la superficie del cuadro. No hay sombras, sólo colores planos y
pronunciados contornos que marcan el ritmo visual, un medio idóneo para expresar la angustia del espíritu.
Sin embargo su obra más emblemática es El grito (1893), una de las pinturas que más intensamente han
reflejado el horror y la angustia del ser humano. La figura que se halla en primer término expresa un terror
inconmensurable. La angustia por la soledad, la desesperación por no encontrar un sentido a la vida y su
relación con los abismos.
“Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y
percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho. Me detuve; me apoyé en la
barandilla, preso de una fatiga mortal. Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado
de la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito
interminable atravesaba la naturaleza”.
El grabado es fue una de las facetas más prolíficas de Edvard Munch aunque de las menos conocidas
noruego. En sus grabados reflejó las mismas inquietudes que en sus lienzos, es decir, las experiencias
fundamentales de la existencia humana, como el amor, el dolor, la pasión, la muerte, la soledad y la pena.
Los grabados de Munch - precursor del expresionismo, y clave en evolución del arte del siglo XX- incluye
litografías y xilografías de gran formato, fundamentalmente coloreadas a mano y también experimentos de
de impresión sobre papel de color. Las estampas ofrecen una visión global del imaginario de la obra del
artista, ya que reproducen, en la mayoría de los casos, los mismos motivos iconográficos ya vistos en sus
lienzos, como el icónico y desgarrador El grito, Madonna, Angustia, Melancolía o El pecado.
El puente
Fue en 1905, en la ciudad de Dresde, donde cuatro jóvenes estudiantes de arquitectura -Fritz Bleyl, Erich
Heckel, Karl Schmidt-Rottluff y Ernst Ludwig Kirchner- fundaron un grupo que pretendía oponerse a las
convenciones establecidas por la sociedad. Se autodenomiraron Die Brücke -El Puente-, término que
Schmidt-Rottluff había tomado de un pasaje de “Así habló Zaratustra”, de Friedrich Nietzsche, quién sin
duda, es una de las fuentes filosóficas del movimiento: “La grandeza del hombre está en ser un puente y no
una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso”. En estos momentos
iniciales abandonó el grupo Bleyl, pero al año siguiente se les uniría Emil Nolde, Pechstein y Van Dongen y ya
en 1910 Otto Müller.
Los artistas fundadores de Die Brücke pretendían que el grupo se convirtiera en un puente que uniera el
nuevo arte con la sociedad, en especial con sus miembros más revolucionarios. Sus influencias fueron
variadas, ya que estudiaron en profundidad las tradiciones germánicas y a sus autores más representativos
como Durero y Cranch; utilizaron la xilografía, de gran tradición en el país, a la que aplicaron color. Desde su
fundación, sus métodos de trabajo fueron muy novedosos, como sucedía en los “desnudos de un cuarto de
hora”, llamados así porque, para ejercitar la concentración en los aspectos esenciales de la figura humana,
los modelos cambiaban de postura cada quince minutos.
Los fundamentos teóricos y técnicos empleados por el Expresionismo en su faceta plástica, junto con la
aplicación libre del color, añade el tratamiento de la forma que estructura en plano angulados. Al tratarse
de una alternativa al naturalismo o la fotografía, los colores no tendrán paralelismo con su referente
habitual en la naturaleza. El color, considerado el recurso artístico más destacado,donde se concentra todo
el espíritu del objeto o del ser retratado, ha de transformar por completo la imagen del mundo y que el arte
se debe encargar de recrear. Tal énfasis en el color debía mucho a la admiración por las teorías de los
contrastes simultáneos ya anunciadas por el Impresionismo y el Pots-impresionismo, sobre todo por Vicent
van Gogh y Paul Gauguin, dos de los artistas mejor valorados por el expresionistas.
A esta aplicación libre del color se añade el tratamiento de la forma, que se recompone en planos
angulosos y dislocados, muy deudores de las tallas africanas y oceánicas. Esa querencia por la pureza de los
primitivo explica, además, su predilección por la xilografía, grabado en madera que mostraba
descarnadamente la mano del artista, lejos de las sutilezas técnicas del arte tradicional. Además la
xilografía, al igual que otros sistema de reproducción mecánica, permitía una difusión más amplia y más
rápida de la nuevas imágenes.
La ciudad y lo salvaje
Los primeros expresionistas sintieron una atracción extrema por dos temas tan diferentes, y en cierto
sentido tan opuestos, como la ciudad y por el mundo salvaje. Frente a la imagen frustrante de la ciudad,
tuvo que surgir obligatoriamente su antítesis, la del Paraíso perdido, la feliz simbiosis del ser humano con la
naturaleza. Será sobre todo Kirchner el gran poeta de esa imagen inequívoca de lo urbano y por muchos de
sus cuadros desfilan, como si de una pasarela se tratase, los atributos de la banalidad, del esnobismo.
Kirchner: Cabaret Anagoria (1909) Escena en una calle de Berlín (1913) Calle con buscona de rojo (1914)
Frente a la denuncia urbana, el paraíso perdido conecta con la tradición romántica germana de Brentano,
Friedrich y Runge. A esta corriente del pensamiento germánico se le añadirán nuevos factores, como el
rechazo a la industrialización y el aprecio por el arte primitivo. Muchos cuadros de Heckel, Müller o Nolde
hablan precisamente de la nostalgia por recuperar ese Paraíso. Los desnudos femeninos se mueven sin
pudor entre escenarios salvajes de una Naturaleza soñada más que vista. Pero la fisionomía de ese nuevo
Edén inventado ya no es ideal, carece de perfiles redondeados y suaves; por el contrario predominan los
ángulos, los planos cortantes y la superficie frente al volumen, rasgos evidentemente importados de las
esculturas africanas tan vigentes en las vanguardias de la época.
Otto Müller: Tres muchachas en el bosque (1913) Kirchner: Bañistas en Moritzburg (1913)
Con todo, las opciones que representaba El Puente fueron apagándose con el paso del tiempo, pero no
sin antes alumbrar otras experiencias que recogieron el testigo de ese lenguaje plagado de imágenes vitales
y coloristas. En 1911 la mayoría de los artistas se instalaron en Berlín, iniciando su carrera en solitario. En la
capital alemana recibieron la influencia del Cubismo y del Futurismo, patente en la esquematización de las
formas y en las tonalidades más grises desde entonces, perdiendo el sello estilístico común que tenían en
Dresde, para recorrer caminos cada vez más divergentes. En 1913 se produjo la disolución formal del grupo
debido al rechazo que provocó en sus compañeros la publicación de Crónica de la sociedad artística de Die
Brücke, la historia del grupo por parte de Kirchner, donde se otorgaba a sí mismo una especial relevancia
que no fue admitida por el resto de sus miembros.
Ernst Ludwig Kirchner (1880-1938). Si lugar a dudas, Kirchner fue el principal motor del grupo El Puente y
quién llevó más lejos las conquistas artísticas experimentadas por ellos. Asiduo visitante de los museos de la
ciudad de Dresde, se sintió atraído por el arte de los llamados “primitivos alemanes” y por la técnica del
grabado en madera, en la que posteriormente sería un maestro. Como los fauvistas utilizaba colores puros y
arbitrarios, líneas quebradas, violentas, en ángulos cerrados y agudos. Es conocido por su multitud de
imágenes con las que caracteriza el mundo de la ciudad moderna, sus calles y habitantes. Tras su traslado a
Berlín, bajo la influencia cubista, su estilo se convertirá en más esquemático y su pincelada más nerviosa y
agresiva. Desde 1914 padeció trastornos mentales y durante la guerra una enfermedad respiratoria. En
1937, su obra fue confiscada por los nazis, suicidándose al año siguiente.
Erich Heckel (1883-1970). Miembro fundador del grupo, tuvo un inicio como pintor con clara influencia
de Van Gogh, con pinceladas cortas, colores intensos y empastados. Tras el conocimiento de la obra del
noruego Edvard Munch evolucionó hacia temáticas exprexionistas como el sexo, la soledad, la
incomunicación... Junto con Kirchner fue el que mejor supo trabajar la xilografía, en la que aúna la
influencia del arte africano con la modernidad de su época. Tanto en sus paisajes como en sus cuadros con
figuras, Heckel ofrece un lenguaje especialmente atrevido, de líneas muy angulosas y colores contrastados,
con predominio de amarillos, verdes, rojos y azules. Fue uno de los expresionistas más vinculados con la
corriente romántica alemana, lo que se refleja en su visión utópica de las clases marginales, por la que
expresa un sentimiento de solidaridad y reivindicación. Sus obras, de colorido intenso y sugestivo, tienden a
descuidar el aspecto descriptivo y figurativo para resaltar lo emotivo y simbólico, mediante pinceladas
densas que hacen que el color ocupe todo el espacio, sin darle importancia al dibujo y a la composición.
En 1937 el partido nazi declaró su obra degenerada prohibiéndole mostrarla en público y más de 700
cuadros suyos fueron confiscados de los museos de la nación. Para el año 1944 todos sus bloques de
grabado en madera y las planchas de sus grabados habían sido destruidas.
Emil Nolde (1876-1962). Su verdadero apellido era Hansen que cambió por el de su localidad natal.
Procedente de una familia de granjeros, sus primeros trabajos se enmarcan dentro de la artesanía popular.
Vinculado a Die Brücke durante 1906-1907, trabajó en solitario, desligado de tendencias por lo que no se
consideraba expresionista, sino un artista alemán. A principio de siglo empleaba la técnica divisionista, con
empaste grueso y pinceladas cortas, de fuerte carga cromática con referencias con referencias
potsimpresionistas. Durante su estancia en el grupo abandonó el proceso de plasmación de la realidad,
denotándose en su obra tensión interior e inquietud vital. Comenzó entonces los temas religiosos,
centrándose en la Pasión de Cristo, con influencia de Grünewald, Brueghel y El Bosco, con rostros
desfigurados, un profundo sentimiento de angustia y gran exaltación del color: La última cena (1909),
Pentecostés (1909), Santa María Egipcíaca (1912). En 1913 embarca en un largo y exótico viaje a Nueva
Guinea como miembro de una expedición oficial, visitando Rusia, China, Corea y las islas del Pacífico Sur.
Fue entonces cuando pudo apreciar los valores del arte primitivo, influencia que hizo compatible con su
predilección con el tema religioso.
Cristo entre los niños (Vida de Cristo) 1910 Limones en el jardín (1933)
Max Pechstein (1881-1955). De formación académica, sus primeros años como artista los consagra a la
pintura decorativa, que perfeccionó en Dresde, ciudad en la que conoció a los miembros de Die Brücke en
1906. Ese mismo año recibió un premio en un concurso oficial de pintura que le permitió viajar a Italia y por
París, donde hizo amistad con miembros del Fauvismo como Matisse o Van Dongen. Esta circunstancia hizo
que muchos artistas de Dresde conocieran las novedades que se estaban produciendo en la vanguardia
parisina. En 1914, siguiendo el ejemplo de Gauguin y Nolde, viajó por diversas islas del Pacífico buscando lo
primitivo. El comienzo de la Gran Guerra y el desarrollo posterior de los acontecimientos le llevará a la
militancia en organizaciones de izquierdas. Sus obras suelen ser paisajes solitarios y agrestes, generalmente
de Nidden, población de la costa báltica que era su lugar de veraneo.
Otto Müller (1874-1930). Iniciado en la Academia de Dresde bajo la influencia del pintor simbolista suizo
Arnold Böcklin, se muestra mucho más precavido que sus compañeros, incluso en la elección de los colores,
hasta el punto que en ocasiones presenta imágenes muy cercanas a la realidad externa, casi naturalistas.
Müller prefiere casi siempre representar escenas idílicas de mujeres desnudas y bañándose, en las que se
aprecian ecos de Cézanne, Feininger, el arte africano, el Futurismo italiano, pero sobre todo de Cranach, de
cuya Venus tenía una reproducción en sus estudio. Su dibujo es limpio y fluido, alejado del estilo áspero y
gestual de otros expresionistas, con una composición de superficies planas y suaves líneas curvas, creando
una atmósfera de ensoñación idílica. Sus figuras altas y esbeltas, son desnudos de gran sencillez y
naturalidad, que expresan una perfección ideal, la nostalgia de un paraíso perdido en el que el ser humano
vivía en conexión con la naturaleza.
El Jinete Azul
Der Blaue Reiter surgió en Munich en 1911, agrupando a Wassily Kandinsky, Franz Marc, August
Macke, Paul Klee, Gabriele Münter, Alfred Kubin, Alexej von Jawlensky, Lyonel Feininger, Heinrich
Campendonk y Marianne von Werefkin. El nombre del grupo fue escogido por Marc y Kandinsky tomando
café en una terraza, tras una conversación en la que coincidieron en su gusto por los caballos y por el color
azul. Más que un sello estilístico común compartían una visión del arte, en la que inspiraba la libertad
creadora del artista y la impresión sugestiva y personal de sus obras. Der Blaue Reiter tenía pocos puntos en
común con Die Brücke, coincidiendo básicamente en su oposición al positivismo y al impresionismo; sin
embargo, frente a la actitud temperamental de Die Brücke, frente a su plasmación casi fisiológica de la
emotividad. Der Blaue Reiter mantenía una actitud más refinada y espiritual, pretendiendo captar la esencia
de la realidad mediante la purificación de los instintos. Así, en lugar de utilizar la deformación física, optan
por su total depuración, llegando así a la abstracción. Su poética se definió como un expresionismo lírico, en
el que la evasión no se encaminaba hacia el mundo salvaje sino hacia lo espiritual de la naturaleza y el
mundo interior.
Los miembros del grupo mostraron su interés por el misticismo, el simbolismo y las formas de arte que
consideraban más genuinas: el primitivo, el popular, el infantil y el de los enfermos mentales. También cabe
destacar la importancia que se le otorga a la música, que se suele asimilar con el color, lo que facilitó la
transición de un arte figurativo a otro más abstracto.
Esta pequeña historia comienza en el intervalo de los años 1904-1908, cuando el artista ruso Wassily
Kandinsky (1886-1944) realiza continuos viajes por toda Europa, acompañado por la también pintora
Grabiele Münter. Visitan Holanda, Italia, el Norte de África, París y Berlín, para regresar a Munich en el
verano de 1908. Desde entonces dividen su trabajo entre la capital bávara y la pequeña población de
Murnau, donde se les sumarán, desde entonces y hasta 1914, otros expresionistas como Alexej von
Jawlensky o Marianne von Werefkin. Murnau, cerca de los Alpes, se convierte así en el objeto de reflexión
de los futuros miembros de El Jinete Azul. Así a Kandinsky le permitió experimentar con la forma y el color
como medio de expresar tanto los aspectos representativos como los subjetivos y emocionales. En muchas
de esa obras se produce de hecho la ruptura definitiva con los medios de representación clásicos: la
perspectiva es sustituida por un juego dinámico e imaginario de líneas diagonales. De idéntico modo, la
forma de las casas, de los árboles, de las personas, se desvanece progresivamente, quedando reducida a un
juego de colores elementales, como se puede comprobar en obras como Murnau con iglesia II de 1910.
Kandinsky: Murnau con iglesia II (1910) Kandinsky: Vista de Murnau con ferrocarril y castillo (1909)
Pero lo más sorprendente de ese periodo de Murnau es la aplicación antinaturalista del color. Las teorías
que habían aplicado años antes los fauves franceses son llevadas hasta el extremo y permiten a la pintura
contemporánea la autonomía sobre los medios de producción mecánica, como la fotografía. A partir del
Expresionismo el Arte no querrá imitar ya lo que los sentidos sugieren sino construir, mediante la intuición y
la sensibilidad, su propio universo independiente.
Ahondando en esta cuestión, no es de extrañar que el paso del Expresionismo a la Abstracción fuese
natural, nada traumático. Ya en 1909, Kandinsky había comenzado a pintar obras que dividió en tres
categorías: Impresiones, inspiradas en la naturaleza; Improvisaciones, donde se impone la espontaneidad; y
Composiciones, aquellas obras más complejas y trabajadas.
Como se puede comprobar, ya estaba presente la relación del artista con la música, porque los tres
términos eran utilizados por los compositores. Lo maravilloso del periodo de Murnau es que a Kandinsky le
sirvió para dar el salto definitivo desde el Expresionismo hasta la Abstracción, donde la liberación de los
elementos del arte -forma, color, luz- es máxima, tal y como explicará en su texto fundamental de ese
periodo, De lo espiritual en el arte (1910). Un año después, en 1911, Kandinsky funda junto a Franz Marc, el
segundo de los grandes grupos expresionistas, Der Blaue Reiter, al que se sumarían Jawlensky, Von
Werefkin, Münter -quienes compartían estancia en Murnau- Kanoldt, Kubin y Erbslök.
Franz Marc (1880-1916). Sin duda alguna la llegada de Franz Marc sería decisiva para el desarrollo de El
Jinete Azul y, también, para la imagen final que nos ha quedado hoy del Expresionismo. Nacido en Munich
en 1880, se muestra desde el principio como hombre de inquietudes muy variadas; a sus estudios de
teología y filosofía añade su práctica como artista, al comienzo en la órbita del naturalismo y del Jugendstil,
como se llamó el Art Nouveau en Centroeuropa. Después de un viaje a París en 1903, donde queda
impresionado por el arte de Paul Gauguin y los nabis, en 1906 se centra en el que será su gran tema, la
pintura de animales, porque encarnan a la perfección la fuerza y la energía que definen la vida. Además, en
1910, conoce a Kandinsky a Macke, de quienes aprende el inagotable valor expresivo del color, elemento
que será básico en su pintura, que aplica en amplias superficies que encierra en líneas de contorno muy
gruesas.
Desde 1911, se integra en el segundo grupo expresionista, Der Blaue Reiter, y reafirma su camino, en el
que consolida la idea de que la imitación no constituye por sí misma una obra de arte, sino que hace falta
añadir el espíritu del artista. En sus figuras de animales encontramos, cómo no, la misma simplificación de
las formas derivada de su admiración por el arte primitivo; ese placer plástico, a veces colindante con lo
ornamental, le confirmaba en que ya existía en el hombre occidental demasiado arte refinado, pálido y
decadente, por lo que consideraba necesario buscar nuevas orientaciones. Esas reflexiones se concretan en
un texto no fechado y que lleva por asombroso título ¿Cómo ve el mundo un caballo? Apareció publicado en
1920, cuatro años después de su prematura muerte en la población francesa de Verdún. En el ensayo se
advierte cómo la gran aportación del Expresionismo, en sus diversas fases y protagonistas, al Arte
contemporáneo es, sobre todo, una visión y un nuevo espíritu con el que redefinir lo real: “¿Hay alguna
idea más misteriosa para un artista que imaginar cómo se refleja la naturaleza en los ojos de un animal?
¿Cómo ve el mundo un caballo, un águila, una liebre, un perro? Es una pobre convención situar animales en
los paisajes tal como los ve el ser humano; en vez de ello, debemos observar el espíritu del animal para
descubrir su forma de ver”.
Franz Marc fue un pintor imbuido de misticismo, se consideraba un pintor expresivo, intentando
expresar su “yo interior”. Aunque su obra es bastante monotemática, sus tratamientos eran muy variados,
con contrastes muy violentos de color, sin perspectiva lineal. Para Marc el arte era una forma de captar la
esencia de las cosas, lo que tradujo en una visión mística y panteísta de la naturaleza, que plasmó sobre
todo en los animales, que para él tenían un significado simbólico, destacando el azul, el color más espiritual.
Las figuras eran simples, esquemáticas, tendiendo a la geometrización tras su contacto con el cubismo. Sin
embargo, desengañado también con los animales, comenzó como Kandinsky el camino hacia la abstracción,
carrera que se vio truncada por su muerte prematura en la contienda mundial.
August Macke (1887-1914). Formado en Düsseldorf y Berlín, hacia 1906 comienza una serie de viajes por
Bélgica y Holanda donde recibe la influencia de Rembrandt, Londres donde le entusiasman los
prerrafaelistas y, ya en 1908 en París le muestran las últimas novedades con el Fauvismo, el Cubismo y,
posteriormente incluso el Futurismo italiano. Con ese bagaje de formas orienta su trabajo hacia el
expresionismo, que también conocía de manera indirecta. Desde entonces abandonó la tradición y renovó
temáticas y colorido, trabajando con colores cálidos y luminosos. Más tarde recibe la influencia del Cubismo
y en su pintura se produce una restricción cromática, utiliza contrastes entre luz y sombra, aparecen
estructuras geométricas y las figuras se esquematizan. Por último, influido por Kandinsky y Delaunay,
emprende el camino hacia una abstracción racional, geométrica, con manchas lineales de color y
composiciones basadas en planos geométricos coloreados. Tras un viaje por el norte de África, volverá a un
colorido fuerte y contrastado, con cierto aire surrealista.
Mujer con sombrilla ante una sombrerería 1914 Mujer con chaqueta amarilla 1913
Miembro de Der Blaue Reiter desde 1911 la independencia creciente que tienen el color en su obra le
lleva a producir imágenes abstractas de gran dinamismo. En paralelo, es una de los pintores que mejor sabe
tratar la figuración, con una delicadeza y solidez que le han hecho ser muy apreciado por el gran público. Se
inspiraba en temas cotidianos, en ambientes generalmente urbanos, con un aire lírico, alegre, sereno, con
colores de expresión simbólica como en Marc.
Pequeños juguetes de Walter 1912 Muchacha con peces en un recipiente de cristal 1914
Paul Klee (1879-1940). Hijo de un profesor de música, realizó estudios clásico en Berna. Se inscribió en la
Academia de Munich y se familiarizó con las teorías del Jugendstil, que más tarde pondría en práctica en
obras como Cabeza amenazadora de 1905. De regreso a Berna, prosiguió su proceso formativo centrándose
en la música, las artes pláticas y la lectura de clásicos. En 1911 entró en contacto con Der Blaue Reiter, lo
que le permitió conocer a Kandinsky y a Franz Marc, así como a Alfred Kubin y a August Macke, con los que
expuso al año siguiente en Berlín. Como Kubin, pretendía alcanzar un estado intermedio entre la realidad y
la ensoñación ideal. Más tarde, tras un viaje a París en 1912 donde conoció a Picasso y a Delaunay, se
interesó más por el color y sus posibilidades compositivas. Su relación con Delaunay y el clima cubista
centro definitivamente su interés en el movimiento y el tiempo, la luz y el color, con primacía sobre los
valores psicológicos de las formas. Un viaje a África en 1914 junto a Macke reafirmó su visión del color
como elemento dinamizador, que sería la base de sus composiciones, donde perdura la forma figurativa
combinada con cierta atmósfera abstracta, en curiosas combinaciones que serán uno de sus sellos
estilísticos más reconocibles. Klee recreó en sus obras un mondo fantástico e irónico, cercano al de los niños
o los locos y que lo acerca al universo de los surrealistas.
Gabriele Münter (1877-1962). Gabriele Münter fue una de las pocas pintoras que formó parte del
movimiento expresionista alemán. Ligada profesional y emocionalmente a Wassily Kandinsky, Münter pintó
a lo largo de su vida evolucionando en su técnica bajo las influencias de distintos artistas del momento. Pero
además de su carrera artística, la pintora a pasado a la historia por haber escondido durante la Segunda
Guerra Mundial una gran colección de cuadros de Kandinsky y otros pintores del movimiento artístico
conocido como Der Blaue Reiter, gracias a lo cual, el Expresionismo Alemán, perseguido por el nazismo por
considerarlo un arte depravado, pudo sobrevivir al conflicto bélico.
Nacida en Berlín en el seno de una familia acomodada, desde muy pequeña recibió el apoyo de ésta en
lo concerniente a su inclinaciones artísticas. La primera formación la recibe de profesores privados hasta
que, a los diez años, pudo ingresar en la escuela femenina de arte de Düsseldorf, Malschule für Damen. Un
año después, y hasta 1901, viajó por Estados Unidos acompañada por su hermana. Hacía tiempo habían
perdido a su padre y en poco más de dos años a su madre. De vuelta a Alemania decidió ingresar en la
escuela Phalanx de Munich, donde conocerá a Kandinsky, uno de los fundadores de la academia. Además
de alumna, Grabiele se convierte en amante del pintor, idilio en el que compartieron su pasión artística
viajando por distintos lugares de Europa y del norte de África.
En el París de principios de siglo entró en contacto con los fauves por lo que su estilo fue evolucionando
hacia una identidad propia marcada por colores planos muy delimitados. De regreso a Munich en 1909,
Gabriele compró una casa en Murnau am Staffelsee que se convertiría en el punto de encuentro para los
artistas vanguardistas del momento. Allí pintó numerosos paisajes en los que desvelaba gran emotividad y
dominio del color, influenciados por el arte popular bávaro de líneas sencillas, colores luminosos y una
cuidada distribución de las masas. La yuxtaposición de manchas brillantes de color con nítidos contornos, se
convertirían en su principal sello artístico.
La primera Guerra Mundial supone el punto de inflexión en la vida de Gabriele Münter. No sólo tuvo que
abandonar Alemania sino que supuso la ruptura con Kandinsky que terminó rompiendo con ella en 1917
para casarse con otra mujer poco después. Gabriele dejó de pintar, sufrió bastantes depresiones hasta que,
en 1927, de vuelta a Munich, conoció a un historiador del arte llamado Johannes Eichner que le devolvió la
estabilidad sentimental y la inspiración artística. La llegada del nazismo y la prohibición expresa para
exponer su obra, alterará de nuevo la vida de la pintora, retirándola de la vida pública. Gabriele continuó
pintando hasta su muerte y viviendo el arte con pasión. Su pintura, eclipsada por Kandinsky y otros grandes
pintores de su tiempo, poco a poco está recuperando el lugar que se merece en la historia del arte.
Escuela de París
Se denomina Escuela de París a un grupo heterodoxo de artistas que trabajaron en París en el periodo de
entreguerras. Se dio una gran diversidad estilística, si bien la mayoría estuvieron vinculados en mayor o
menor medida al Expresionismo, aunque interpretado de manera personal y heterodoxa: artistas como
Amedeo Modigliani, Constantin Brâncusi, Chaïm Soutine, Jules Pascin y Maurice Utrillo fueron conocidos
como “les maudits” (los malditos), por su arte bohemio y torturado, reflejo de un ambiente noctámbulo,
miserable y desesperado. En cambio Marc Chagall representa un expresionismo más vitalista, más dinámico
y colorista, sintetizando su iconografía rusa natal con el colorido fauvista y el espacio cubista. París atraía a
los artistas por los intercambios y la confrontación de ideas entre los artistas, la falta de represión política,
su relativa estabilidad económica, la presencia de los grandes maestros del arte moderno como Picasso,
Matisse, Braque o Leger y un floreciente ambiente cultural de galerías de arte, críticos y coleccionistas que
apoyaban a los artistas.
Amedeo Modigliani (1884-1920). Amedeo Clemente Modigliani nacido en Liborno en el seno de una
familia acomodada de origen judio, va a ser el arquetipo del artista bohemio. Abusó toda su vida del
alcohol, los estupefacientes, el sexo, y vivió prácticamente en la pobreza y en la enfermedad alcanzando la
fama tras su muerte. En 1902 ingresó en la Scuola libera di “Nudo” de Florencia y al año siguiente lo hizo en
el Instituto de las Artes de Venecia, donde comenzó a moverse en los ambientes más bajos de la ciudad.
En 1906 viajó a París, cuando la capital francesa era el centro de la vanguardia, para instalarse en el
Bateau-Lavoir, especie de comuna para proletarios de Montmartre donde entró en contacto con Max Jacob,
Pablo Picasso, Guillaume Apollinaire, Diego Rivera, Constantin Brâncusi, Chaïm Soutine y otros miembros de
la bohemia francesa. Su primera influencia la toma de Toulouse-Lautrec, pero de también de Cézanne, del
cubismo, de la época azul de Picasso, de Gustav Klimt y del pintor japonés Utamaro. Su rapidez de ejecución
le dio fama. Nunca retocaba sus cuadros, sin embargo todos los que posaron ante él decían que era como si
hubiesen desnudado su alma. Descubrió el arte africano y camboyano en el Musée de l'Homme de París.
En 1909 pasará una breve temporada en Livorno, ya enfermo y muy deteriorado por los excesos
cometidos. Regresa a París donde alquiló un estudio en Montparnasse. A pesar de su vida licenciosa,
emanaba magnetismo hacia las mujeres. Tuvo incontables romances hasta que conoció a Beatrice Hastings,
con la que mantuvo una relación de dos años y que posará para él como modelo en numerosos retratos
como en el de Madame Pompadur. Cuando estaba bajo los efectos del alcohol es depresivo, triste y
violento; sobrio, es tímido y encantador; cita a Dante Aligheri con frecuencia y recita poemas del libro del
conde de Lautréamont “Los cantos de Maldoror”, libro que siempre le acompaña.
El se consideraba a sí mismo más escultor que pintor, actividad que practicar tras serle presentado a
Brâncusi por el marchante Guillaume. Sus esculturas, al igual que sus pinturas, son fácilmente reconocibles
por sus ojos almendrados, las bocas pequeñas, las narices torcidas y los cuellos alargados. Exhibió varias
piezas en el Salón de Otoño de 1912, sin embargo tuvo que dejar de esculpir porque el polvo le causaba
problemas respiratorios.
Modigliani posee un estilo propio en sus temas y sus maneras. Hedonista, buscaba la felicidad, lo
agradable, por lo que no le interesaba la corriente destructiva nietzscheana del expresionismo alemán. En
sus obras, de líneas fluidas, remarcaba con fuerza el contorno, herederas del arabesco modernista, mientras
que el espacio se formaba por yuxtaposición de planos de color. Pintó solamente figuras humanas,
desnudos y retratos, con una refinada estilización, formas elegantemente alargadas, un cálido colorido, casi
sin contrastes entre luces y sombras. El 3 de diciembre de 1917 expuso por primera vez en la galería de
Berthe Weill, horas después la autoridad la cierra por considerar indecentes sus cuadros.
Retrató a los habituales de Motparnasse, Soutine, Juan Gris, Diego Rivera, Max Jacob, Blaise Cendrars y
Jean Cocteau. Supo transmitir la personalidad del retratado con gran agudeza. Entre otros recursos que
caracterizan su estilo, Modigliani pintaba a sus personajes sin pupilas; en lugar de éstas, nos encontramos
con un enigmático vacío que provoca un efecto sorprendente, como si alguien nos dirigiera una mirada
cargada de misterio. Lo paradójico de ese efecto de “pupilas ausentes” es lo que determina la mayor
atracción de los personajes retratados. La mayoría de ellos consta de una sola figura contra un fondo
vagamente definido. Se ha dicho, con razón, que sus personajes parecen siempre “enmarcados en una
horca”. Sus figuras de mujer parten siempre de formas almendradas en la parte superior, que se conectan
mediante cuellos cilíndricos a formas ovales más amplias en la zona de los hombros. Es imposible pasar por
alto el retrato Jeanne Hébuterne, la mujer de Modigliani que se quitaría la vida una semana después de la
muerte del pintor. Se la ve sentada, sosteniendo su mejilla, en camisa de noche, con la mirada perdida.
Retratos de : Jeanne Hébuterne (1919), María hija de la gente (1918), Mujer de ojos azules (1918) Abajo: Desnudo en cojín azul (1917)
El deterioro de su salud, hace que en 1917, Amedeo se traslade a Niza para intentar recuperarse. En 1919
regresará a París pero continúa con la vida desordenada y llena de vicios. Después de dos meses en los que
sus vecinos no supieron nada de él, tras una noche de excesos y una pelea en la calle, le encontraron
delirando en la cama. El médico no pudo hacer nada por él. Murió a causa de una meningitis tuberculosa el
24 de enero de 1920.
Marc Chagall (1887-1985). Marc Chagall desarrolló un estilo pictórico expresivo y colorista muy
vinculado a sus experiencias vitales y a las tradiciones religiosas y populares de la comunidad judía rusa. En
él combinó ciertos elementos de la vanguardia cubista, del fauvismo y del orfismo de Robert Delaunay para
crear un estilo personal e inclasificable. Hijo mayor de nueve hermanos, se formó artísticamente en la
ciudad de San Petersburgo junto a León Bakst. En el verano de 1910 se trasladó a París, se aloja en la Ruche
donde encuentra a Soutine, Modigliani, Leger, Archipenko, Apollinaire, Max Jacob y Blaise Cendrars quién se
convertirá en su mejor amigo. En los años siguiente expuso en el Salond'Automne y en Salon des
Indépendants. A través de Guillaume Apollinaire conoció al marchante berlinés Herwarth Walden, que
seleccionó tres obras de Chagall para el primer Herbstsalon de 1913 en Berlín y en cuya galería, presentó
su primera exposición individual en 1914.
Desde Berlín viajó a Vitebsk, su ciudad natal, donde le sorprendió la guerra. En 1915 contrajo matrimonio
con Bella Rosenfd y, tras la Revolución Rusa, ejerció durante dos años como director de la Escuela de Arte
de Vitebsk. Debido a sus diferencias con Kazimir Malévich, tuvo que abandonar la academia y pasó a ser
director del Teatro Estatal Judío de Moscú en 1919. En 1922 Chagall abandonó Rusia para siempre y, tras
pasar una corta temporada en Berlín, en 1923 se instaló en Francia. Allí vivió el resto de su vida a excepción
de un período, entre 1941 y 1948, que residió en Estados Unidos para evitar ser deportado y durante el que,
en 1946, el Museum of Modern Art de Nueva York celebró una exposición retrospectiva de su obra que
consolidó su reputación internacional.
Los cuadros de Chagall evocan un mundo de milagros que suceden cada día: en el dormitorio de los
amantes, en la taberna, en las calles de Vitebsk, incluso bajo la torre Eiffel. Chagall era principalmente un
contador de cuentos rusos que tenía la facilidad de transformarlos directamente en pintura. Es por eta
razón que los surrealistas lo consideran un predecesor, como al artista que introduce la metáfora en la
pintura moderna. Su matrimonio con Bella en 1915 le inspiró toda una serie de cuadros de hombre
enamorado, como el cuadro onírico El cumpleaños, que representa el día de cumpleaños de Bella donde la
feliz pareja flota por los aires, como en levitación. El hombre con la cabeza girada formando un ángulo
extraño que sólo el amor puede permitir, le da un beso.
Chagall retoma y reelabora los temas y profundiza en su propio mundo intimista y sentimental sin perder
nunca la unidad de estilo, incluso en los periodos de contacto más intenso con las demás corrientes
artísticas. Durante su carrera, la fantasía poética de Chagall se caracteriza por ciertas constantes
psicológicas y figurativas: la familia, el país de origen, la vida de los campesinos en tierra rusa, los sueños de
juventud, los ritos y las tradiciones hebreas. Siempre revisó estos temas a través de una transfiguración
lírica del recuerdo y de la memoria que confiere a su relato un carácter de fábula. Las referencias al mundo
campesino en el que pasó su infancia -casas aldeanas, la ordeñadora, la pareja de labriegos- así como el
motivo vegetal en primer término, son algunas de las imágenes que con mayor constancia repitió a lo largo
de toda su obra. Todas ellas tienen como referente común el mundo de de su niñez que Chagall utiliza con
la arbitrariedad del ensueño y la nostalgia.
El carácter onírico de sus obras distorsionan la realidad a su capricho. Empleaba una gama de color
exaltada -especial nexo de unión con el Expresionismo alemán- aunque él no se consideraba expresionista.
Sus escenas se encuentran en un espacio irreal, ajeno a las reglas de la perspectiva y de la escala, en un
mundo donde evoca sus recuerdos infantiles y los temas populares rusos y judíos, mezclado con el mundo
de los sueños, la música y la poesía.
Chaïm Soutine (1893-1943). Perteneciente a una familia judía de origen lituano, será otro de los
miembros de la Ruche (la colmena) tras su llegada a París en 1911. Allí conoció a Modigliani y se interesó
por la obra de Rembrandt y de Courbert. Empezó pintando naturalezas muertas, pero tras sus estancias en
Céret y Cagnes descubrió el paisaje, que plasmó con gran intensidad lírica, formas violentas y colores vivos.
A partir de 1922 pintó naturalezas muertas con animales sangrantes, en clara referencia a Rembradt, y la
series de los criados, pasteleros y clérigos, representados con un crudo realismo psicológico y enérgica
pincelada. Aunque su obra constituye una experiencia individual dentro del expresionismo europeo y
presenta ciertas afinidades con las manifestaciones más contundentes del Brücke alemán, Soutine no se
adhirió a ninguna corriente de vanguardia debido a su exacerbado individualismo.
La obra de Soutine estuvo poderosamente influencia por Rembrandt, El Greco, Van Gogh y Cézanne.
Siempre necesitó un modelo para poder pintar, nunca pudo hacerlo si no tenía delante el tema del cuadro.
Al parecer pintaba de modo frenético, como poseído por un ataque y precipitaba más que aplicaba los
colores sobre la tela. Se pasaba horas buscando por las carnicerías la pieza que quería pintar, hasta que
encontraba la que tenía la tonalidad y el aspecto que él quería plasmar. Se cuenta que en una ocasión
compró un buey entero, lo estuvo pintando hasta que el olor que desprendía la carne putrefacta, comenzó a
llegarle a los vecinos que alertaron a las autoridades.
famélicos, ciegos de romance, gigantes y cabezudos. Solana lleva la crítica de la situación social en España al
extremo, sin imaginar una posible solución redentora, mediante una paleta incluso más oscura y sórdida
que la de las pinturas negras de Goya. Su obra de gran carga social es, en el fondo, una metáfora de la
imposible modernización de España, una España que recorrió incansablemente y que también reflejó en sus
libros. Su pintura feista destaca la miseria de una España sórdida y grotesca mediante el uso de una
pincelada densa y de trazo grueso en la conformación de sus figuras.
La pintura de Gutiérrez Solana es de una gran solidez, con una característica pastosidad.
Independientemente de los colores que utilice, la materia es siempre tratada con gran sensualidad y
ternura, siendo los colores dominantes las gamas de tierras, ocres y negros. En su técnica emplea contornos
muy marcados junto con potentes pinceladas que distribuyen el color, dando lugar a dramáticas escenas de
imponente estructura compositiva. En la década de los veinte, cuando alcanza su madurez pictórica, sus
lienzos adquieren un gran tamaño lo que contribuye a incrementar la monumentalidad de los personajes en
ellos representados.