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Tema 16. Sociedades

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Francisco José Moreno-Manzanaro Navas UNED 2013/2014

Tema 16. El Islam creador y difusor de Cultura

1. Carácter peculiar de la expansión árabe


Los árabes supieron captar, con gran rapidez, la cultura de los pueblos sometidos. El
traspaso cultural no fue fácil pues se hizo necesario hacerlo de lenguas como el griego,
siríaco, pahlavi y sánscrito a una lengua que todavía no estaba preparada para expresar
las nuevas ideas. La lengua árabe se convierte en vehículo unificador de la ciencia
recibida, caracterizada, en su mayor parte, por una finalidad práctica.

1.1. El desarrollo científico en Oriente

En la corta ‘abbasí y durante el gobierno del califa al-Ma’mún (813-883), Bagdad se


convierte en un importante centro cultural. Por lo cual funda la famosa academia
científica “Dar al-Hikma” o Casa de la Sabiduría, dotada de una importante biblioteca y
de un observatorio astronómico. En ella se tradujeron numerosos libros científicos y
filosóficos traídos de Bizancio, ya desde época omeya.

Uno de los traductores más activos de esta época, fue el famoso Hunayn Ibn Ishaq (m.
873), cristiano nestoriano, que tradujo varias obras médicas del griego al siríaco, y
dirigió a un grupo de traductores, entre los que se encontraba su hijo, que tradujeron al
árabe las obras de Hipócrates y Galeno. Hunayn fue autor de muchos e importantes
estudios, como su trabajo de oftalmología, al que dedicó 30 años. En esta época florece
la famosa escuela médica de Gundisapur, fundada en el siglo III d.C. por los monarcas
sasánidas, heredera de la tradición greco-siria, y más tarde centro de traducciones
médicas en árabe. Fue el centro médico más importante en los países del Islam durante
el califato omeya.

Al periodo de traducciones siguió una fase de compilación en la que los autores árabes
codificaron la cultura galénica en auténticas enciclopedias médicas, entre estos autores
cabe citar a al-Razí (m. 925), quien compuso una ingente cantidad de obras sobre
medicina, filosofía, alquimia, teología y de asuntos varios. Sus obras sobre medicina
tuvieron vigencia, durante 5 siglos. Se puede considerar a al-Razí como el mayor clínico
del Islam. Dentro de la cultura islámica, la medicina ocupa un importante lugar, y una
de las mayores aportaciones de la civilización araboislámica fue, sin duda, la fundación
de hospitales. Fueron fundados por soberanos, o por grandes personajes.

En las ciencias exactas destacan hombres como al-Juwarizmi (813-846), bagdadí de


origen persa, la principal figura de los matemáticos árabes de la época. Se trata de una
de las más grandes mentes científicas del Islam que influyó en el pensamiento
matemático más que cualquier otro escritor medieval.

En el ámbito filosófico destacan las obras de al-Kindí (m. 870), llamado el “filósofo de
los árabes” por haber sido el único gran pensador de estirpe genuinamente árabe. Y al-
Nazzám (m. 854), figura de importancia en la historia de la evolución de las ideas del
Islam. Y al-Safi’i (m. 820), considerado como el fundador de la ciencia jurídica
musulmana. Fue en Bagdad, donde posteriormente, Nizám al-Mulk, ministro de los
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reyes selyuqíes, funda, en el siglo XI, la primera de las conocidas madrasas nizamíes.
Importantes sabios y estudiosos de este periodo fueron: Avicena, al-Biruni o ‘Umar
Jayyám (m. 1133), poeta y gran algebrista, que trabajó junto a Nizám al-Mulk en la
corte selyuqí. También en este tiempo se introduce el uso de la brújula y comienza a
difundirse el ajedrez, procedente de la India.

El desarrollo de las Cruzadas en el siglo XII permite una continua relación de


intercambios entre Oriente y Occidente, en las crecientes relaciones de comercio
marítimo y terrestre se observa una trasmisión del enorme caudal científico atesorado en
tierras del Islam. En el siglo XIII se produjo la difusión de los numerales indios,
llamados entre los occidentales con el nombre de “árabes”, a pesar de las resistencias
impuestas en algunos lugares. Antes, los árabes contaban, como otros pueblos
orientales, por medio de las letras del alfabeto, a cada una de las cuales habían asignado
un valor numérico.

1.2. Florecimiento cultural en Occidente


1.2.1. Al-Andalus

El califa omeya Al-Hakam II, uno de los soberanos más cultos del Islam, convirtió a
Córdoba en otro de los centros culturales más importantes del siglo X. Allí
convergieron y se enriquecieron mutuamente, a través del Islam, las cultura de Oriente y
Occidente. El mayor apogeo lo alcanzó durante el califato de ‘Abd al-Rahman III y de
su hijo Al-Hakam II, que protegieron a los principales intelectuales de la época.
Córdoba perdió poco después su brillantez y fue suplantada por otras capitales de los
reinos de taifas.

Mención especial requiere el famoso Ibn Hazm (994-1064), el principal intelectual de la


España musulmana, y uno de los más grandes pensadores de la historia del Islam.
Escribió con gran maestría sobre diferentes materias: filosóficas, jurídicas, históricas, o
simplemente literarias. Toda su extensa obra la realizó en unas duras condiciones, pues
sobre él iban dirigidas las críticas de reyezuelos y autoridades religiosas.

En al-Andalus, es famosa en esta época la familia de los Avenzoar, estirpe de médicos


ilustres. Uno de ellos, a quien se le conoce únicamente por este nombre, Avenzoar (m.
1162), fue médico de los almohades, y fue uno de los primero que hizo una separación
entre la práctica de la cirugía y la preparación de los medicamentos, anticipándose así a
la separación posterior entre medicina, cirugía y farmacia.

En al-Andalus florecieron grandes filósofos como Ibn Tufayl de Guadix (m. 1185). Ibn
al-‘Arabi de Murcia (1164-1240), el mayor representante del sufismo en al-Andalus; y
de manera especial Ibn Rusd, conocido con el nombre de Averroes (1126-1198), el gran
comentarista de Aristóteles.

1.2.2. Toledo

La ciudad de Toledo desempeñó un papel de suma importancia en la transmisión del


saber oriental, griego y árabe a Occidente, gracias a su Escuela de Traductores,
denominación que hoy día no tiene una aceptación unánime, pues hay quien considera
que nunca existió como tal, y, además, que no sólo estuvo dedicada a la traducción,
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pues allí se compusieron obra de gran valor literario y científico. Su importancia


intelectual es comparable a la de Bagdad, por lo que Toledo en el siglo XII va a sustituir
a Córdoba como centro cultural de España y Europa. En Toledo se guardaban unos ricos
fondos bibliográficos de libros árabes, pues a esta ciudad fueron a parar preciosos restos
de la rica biblioteca de al-Hakam II, por lo que cuando los cristianos llegan a Toledo en
1085, encuentran una de las mejores bibliotecas del mundo.

La relación de los científicos toledanos que residían en Toledo, porque habían nacido en
la ciudad o vinieron a ella, es extensa; recordemos al famoso astrónomo cordobés
Azarquiel. El hecho de que en Toledo hubiera una población musulmana, judía y
mozárabe facilitó el intercambio cultural. La comunidad judía actuó de mediadora entre
el Islam y el cristianismo. El judío traduce el árabe en romance, y el cristiano lo pone en
latín. La traducción del Corán fue realizada por el judío Pedro de Toledo en 1143. En
una segunda etapa, Alfonso X recogió y continuó la tradición traductora de Toledo.
Sevilla fue paraíso de los poetas, y Toledo de los científicos.

2. Los grandes viajeros e historiadores musulmanes


2.1. Ibn Yubayr (m. 1217)

Nacido en Valencia, crea un género literario llamado rihla (relato de viaje) al escribir su
diario del viaje que realizó para cumplir su peregrinación a La Meca, ciudad que visita
en 1183. Su obra la compuso 2 años después de haber realizado la peregrinación, y ya
de regreso en Granada, en estilo llano e ingenuo; en ella nos habla de los países
visitados por él, de su cultura y de su forma de vida, sin detenerse en la descripción
árida de noticias geográficas. Asimismo, nos legó una interesante descripción de los
numerosos lugares que visitó a su regreso de La Meca, como Bagdad, Mosul, Siria y
San Juan de Acre, entre otros. Su obra constituye una fuente de primer orden para
conocer la situación política y social de Oriente en época de las Cruzadas.

2.2. Ibn Rushayd (1259-1321)

El marroquí, Ibn Rushayd redactó también otra rihla, pero en esta obra encontramos una
innovación, ya que en ella aparece junto con la descripción de los lugares que visitó, la
relación de maestros con los que estudió y los conocimientos adquiridos.

2.3. Ibn Battuta (1304-1368)

Su padre fue jurista y parece ser que él también estudió leyes. Fue seguidor de la
doctrina de Malik b. Anas y alfaquí e, incluso, desempeñó el cargo de cadí, por eso en
su obra se observa una especial sensibilidad al tratar de temas relacionados con la
Historia del Derecho islámico. Hay que tener presente que lo que Ibn Battuta perseguía,
al igual que otros viajeros, era dar a conocer al sultán la situación, características,
modos de vida y costumbres de los lugares lejanos que él visitaba, cuya información era
de enorme importancia para el sultán, ya que ésta era la única vía posible para acceder
al conocimiento de sitios remotos.

Ibn Battuta fue un incansable viajero que realizó al menos 8 viajes por Oriente, motivo
por el que se le conoce como el “viajero del Islam”. Durante 28 años tuvo tiempo de
recorrer todo el mundo islámico e incluso tierras alejadas de extremo Oriento, y del
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corazón de África, gracias a la hospitalidad musulmana (difaya), a su gran adaptación a


los sitios que visitaba, y a la expansión del Islam que le permitió recorrer lugares tan
distantes como la India y Tombuctú, alcanzar la remota Samarcanda, y costear la orilla
de África hasta más al sur de Mombasa por tierras musulmanas. En sus viajes Ibn
Battuta apenas pisó territorios cristianos, a excepción de Cerdeña y Constantinopla. Su
novedad estriba precisamente en ser un “viajero del Islam”. En su séptimo viaje visitó la
corte nazarí durante el gobierno de Yusuf I (1333-1354).

Ibn Battuta, a instancias de un amigo suyo, redactó sus viajes 30 años más tarde de
haber realizado su primera peregrinación a La Meca, sin tener previamente notas
escritas, por lo que, a pesar de su apabullante memoria, tiene ciertos errores que fueron
detectados por algunos de sus contemporáneos, como Ibn Jaldún. No obstante, a pesar
de algunas salvedades, se estima que Ibn Battuta es un autor digno de crédito.

Su obra titulada “Regalo de curiosos sobre peregrinas cosas de ciudades y viajes


maravillosos”, es conocida normalmente con el nombre de rihla, relato de viaje.
Contiene una enorme riqueza informativa acerca de las costumbres de los países que
visitó en el dilatadísimo viaje que hizo desde Marruecos hasta China en pleno siglo
XIV. Nos ofrece noticias sobre la práctica jurídica, sobre la organización del poder,
control administrativo y burocrático de los distintos países, de enorme utilidad para los
gobernante Meriníes. Se interesa por la antropología social, ofreciéndonos su visión
sobre el modelo ideal de la mujer musulmana, del que eran ejemplo las mujeres de Asia
Central. Describe varias ceremonias de matrimonios. Nos habla del prestigio cultural o
simbólico que conservan ciertas ciudades como Alepo, Damasco, El Cairo o Damietta.
Es también significativo el gran número de observaciones que lleva a cabo Ibn Battuta
sobre aspectos económicos y sociológicos de las sociedades por las que atraviesa. Ibn
Battuta tiene algunas similitudes con Marco Polo, pero a diferencia del veneciano, su
obra sólo circuló inicialmente manuscrita en medios musulmanes, resultando después
casi olvidada. Se le ha denominado “el Marco Polo de los árabes”.

2.4. Ibn al-Jatib (1313-1375)

Famoso polígrafo granadino. Los datos que tenemos sobre su genealogía nos lo ha
trasmitido él mismo. Tras su paso por la madrasa yusufiyya de Granada, y después de la
muerte de su padre en la batalla del Salado (1340), entró al servicio de Yusuf I, primero
como secretario de la cancillería, y más tarde, como visir, sucediendo a su preceptor Ibn
Yayyab. Cargo que siguió desempeñando durante el gobierno de Muhammad V. Su
intensa vida política no es obstáculo para su actividad como historiador y literato. Ibn
al-Jatib se interesa por la historia, la poesía, la medicina, el derecho y la mística. Los
viajes que realizó, unos de forma voluntaria como el que hizo junto a Yusuf I a Almería,
como por obligación, al final de su vida, a Marruecos, son una fuente inagotable para
conocer la época en que se desarrolló su actividad. De entre las más de 100 obras que
escribió, en su mayoría perdidas, sobre los más variados temas, destacan sus 5 obras
escritas en el campo de la historia que le convierten en el historiador oficial del reino
nazarí de Granada.

Su obra capital es la Ihata, iniciada en 1359-60 y redactada a lo largo de 10 años.


Comienza la misma, justificándose por haberla escrito, diciendo que un gran número de
historias locales habían sido redactadas ya en Oriente y Occidente. Está escrita en forma
de monografía histórica y biográfica de Granada. Después de hacer una descripción del
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país, dedica su atención a la redacción de biografías, redactando alfabéticamente reyes,


emires y otros personajes destacados de cada reinado como jueces, poetas, gobernantes,
ascetas o sufíes. La obra acaba con una autobiografía. Por la abundancia y precisión de
sus datos sus obras siguen siendo básicas para los estudios de historia social y
económica. Al final de su vida, mientras estuvo exiliado en el norte de África se centra
en la historia del Magreb, desde los Aglabíes de Túnez hasta su época, ocupándose de la
historia de los Almorávides y Almohades con gran detalle y precisión.

A pesar de que Ibn al-Jatib acompañó a Muhammad V en su exilio en Marruecos


durante el tiempo que su hermanastro le usurpó el trono, las relaciones con el monarca
nazarí fueron deteriorándose de forma paulatina, pues Ibn al-Jatib no veía con agrado la
política llevada a cabo por el monarca, además, era consciente del ambiente de rivalidad
e intrigas existente en la corte, por lo que solicitó al sultán permiso para inspeccionar las
fronteras occidentales del reino, y bajo esa excusa, emigró al norte de África donde fue
bien acogido en la corte meriní. Uno de los principales instigadores fue Ibn Zamrak, su
antiguo amigo y discípulo, a quien debemos las composiciones poéticas que decoran los
muros de la Alhambra, quien se desplazó a Fez y, acusando a Ibn al-Jatib no sólo de
traidor y prófugo, sino de hereje, condenó a muerte a su antiguo protector sin darle la
oportunidad de defenderse. Al día siguiente de haber sido estrangulado, su tumba
apareció abierta y su cadáver quemado al lado de la tumba, siendo nuevamente
enterrado, por lo que recibió los apelativos de “el de las dos muertes”, o “el de las dos
tumbas”. La obra de Ibn al-Jatib constituye una fuente de primer orden para todo
estudio histórico sobre el reino granadino. Sus noticias son casi siempre exactas, no sólo
cuando se refiere a la España musulmana, sino incluso cuando se ocupa de los reyes
cristianos. Ibn al-Jatib, hábil diplomático que supo mantener al reino nazarí en un
delicado equilibrio, murió a los 62 años.

2.5. Ibn Jaldún (1332-1406)

Sus obras destaca como verdadero precursor de varias ciencias del comportamiento
humano, y por lo que respecta a la Historia, su obra marca la aparición de la Historia
como ciencia. La obra de Ibn Jaldún supone una nueva visión en la Historiografía,
aunque hasta mucho después de su muerte no se tuvo en cuenta. Expuso cierto número
de problemas históricos que son fundamentales y ha descrito unas estructuras sociales y
políticas muy complejas, cuya lenta evolución determinó un largo proceso histórico,
cuyas actuales consecuencias son hoy día considerables. Su obra se desarrolló cuando el
mundo árabe dormía en decadencia. Y, a pesar de su fuerte personalidad, su voz no
logró despertar a los árabes de su prolongado sopor.

2.5.1. Su vida

Su biografía la conocemos a través de los datos que él mismo nos ha proporcionado en


su autobiografía, Ta’rif. Ibn Jaldún nació en el barrio de Jalduniya de Túnez. Su familia
era de origen yemení, de pura raza árabe. Su padre fue un hombre político conocido en
su ambiente, pero renunció a la política para dedicarse a las letras, a sus deberes
religiosos y a la educación de sus 3 hijos. Se empeñó en darles, de manera especial a Ibn
Jaldún, una esmerada formación humanística y religiosa. Ibn Jaldún estudió literatura,
historia, filosofía, teología, derecho y mística. En su autobiografía nos presenta una lista
completa de sus profesores. Cuando a los 13 años quedó huérfano, ya que perdió a sus
padres a causa de la peste negra, se vio obligado a abandonar los estudios, después de
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una larga y profunda preparación intelectual y religiosa, y buscar trabajo, por lo que
entró en la vida política.
Trabajó al servicio de diversas dinastías, en primer lugar es nombrado Secretario de
Rúbrica del joven sultán Abú Ishaq en la corte de los hafsíes de Túnez; después de 2
años, y a pesar de que acababa de contraer matrimonio con la hija de un gran personaje
de la corte hafsida, sale para la corte de los Meriníes de Bugía durante el gobierno de
Abú ‘Inán (1354). Acusado de participar en un complot contra el monarca, tuvo que
pasar 2 años en prisión (1357-58). Cuando muere el sultán, Ibn Jaldún es liberado y
vuelve a ocupar su antiguo puesto y, aunque no le satisface ese trabajo, accede y
aprovecha el tiempo para profundizar en sus estudios. Poco después abandona su cargo
y se dirige a la corte de los Nasríes de Granada, para ponerse al servicio del rey nazarí,
Muhammad V, y de su primer ministro, Ibn al-Jatib, a quienes había conocido y había
prestado ayuda durante su exilio en Fez, allí residió entre 1362 y 1365. En 1362 llevó a
cabo una delicada embajada ante el rey Pedro I, para ratificar un tratado de paz que el
monarca castellano había realizado con el rey de Marruecos, misión que supo llevar a
buen término gracias a sus altas dotes diplomáticas. Sus buenos servicios fueron
recompensados por el sultán con la entrega del señorío de Elvira, en la vega granadina.
Su vida en Granada, como el mismo dejó constancia, era muy agradable, llegando
incluso a reclamar a su mujer e hijos que había dejado para mayor seguridad en
Constantina. A pesar de su éxito y de los nuevos ofrecimientos políticos que le hacían
en Granada, Ibn Jaldún decide abandonar al-Andalus y volver a África.

Su vida es una imagen auténtica de la vida de la época, ambas están entretejidas de


conspiraciones, aventuras, ebulliciones, egoísmo, sediciones e inestabilidades. Durante
los 10 años siguientes, cambió de tareas y de sultanes con una rapidez desconcertante.
En el año 1374 regresa de nuevo a Granada con la intención de instalarse
definitivamente en la corte nazarí, pero la situación había cambiado, pues le acusaron de
haber ayudado a su amigo Ibn al-Jatib, y fue expulsado de Granada. En 1378 regresa a
Túnez en busca de más documentación para completar su obra, pero su estancia no fue
tranquila. En 1382 deja su país, con el deseo de hacer la peregrinación, pero tiene que
detenerse en Alejandría. Egipto se encuentra en el periodo más brillante de su historia
medieval, por lo que en más de una ocasión dejó constancia de su admiración por El
Cairo. El sultán egipcio, Barquq, le ofreció el puesto de profesor en la mezquita-
universidad islámica al-Azhar, donde pudo explicar el Derecho musulmán según la
doctrina Malikí. Poco después, le nombra juez supremo de la corte, alto cargo reservado
a los egipcios, lo que suscitó los recelos de los ulemas. El sultán llegó a negociar con el
gobernador de Túnez para que autorizase a la familia de Ibn Jaldún salir de Túnez para
reunirse con él en Egipto, pero el navío en el que viajaba su familia naufragó. Esta
desgracia tuvo una gran repercusión en la evolución de las ideas religiosas de Ibn
Jaldún, pues a partir de entonces se dedicó a la oración y a la penitencia, renunciando a
todos los cargos públicos.

El último episodio más significativo de su vida fue el encuentro con Tamerlán ante los
muros de Damasco. El joven sultán Faray, de cuya autoridad dependía Damasco, salió
al encuentro de Tamerlán con una comitiva en la que iba Ibn Jaldún. Llegados ante los
muros de la ciudad, Ibn Jaldún, descolgándose mediante una cuerda para poder bajar al
campo de los timuríes, mantuvo varias entrevistas con Tamerlán, en las cuales le habla
de la gloriosa historia de los mongoles y le obsequia con un ejemplar del Corán. Ibn
Jaldún supo ganarse la simpatía de Tamerlán, quien incluso le pidió que le acompañase
en sus empresas y le escribiese un libro sobre el Magreb. Al regresar a Egipto, vuelve a
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ocupar el cargo de juez supremo que siguió ejerciendo hasta su muerte, el 17 de marzo
de 1406. Fue enterrado en el cementerio de los sufíes, reservado a recibir los restos
mortales de los grandes hombres de religión.

2.5.2. Su obra

La obra de Ibn Jaldún fue muy vasta y constituye hoy días una de las fuentes más
valiosas para los historiadores del mundo árabe. Fue un autor prolífico. Escribió la
“Historia de los Bereberes”, destacando en ella la historia de las 3 dinastías bereberes:
Almorávides, Almohades y Benimerines. A partir de 1378, cuando se retiró a Qal’at
ibn-Salama, hizo la primera redacción de los llamados Prolegómenos. La redacción de
la obra la terminó muchos años más tarde, cuando residía ya en El Cairo. Finalmente
agregó a todo este conjunto, como una especie de apéndice, su propia autobiografía,
titulada Ta’rif. A todo este compendio le dio nombre de Kitab al-‘Ibar, “Libro de los
ejemplos instructivos”.

Ibn Jaldún, como el mismo expuso dividió la obra en 3 libros, precedidos de un


Prolegómeno. Al conjunto del Prolegómeno y del primer libro es a lo que los
occidentales han denominado Prolegómenos. El segundo libro trata de la historia de
todos los pueblos de la Humanidad, exceptuando los Bereberes, y el tercero contiene la
historia de éstos, proporcionando una información general y desconocida. Su Historia
Universal ha quedado oscurecida por sus Prolegómenos. Es el primer autor que se
preocupa de estudiar la relación entre el desarrollo de la civilización y la formación de
los Estados. Fue un auténtico historiador, a pesar de que algunos estudiosos de su obra
afirmen que fue un filósofo de la historia. La importancia de Ibn Jaldún estriba, de
manera primordial, en ser un precursor en el inicio de la búsqueda del “por qué” en la
Historia. Expone un método realista, crítico, científico, explicando causas y efectos, y
pretende que la historia tenga una función moralista, que sirva de ejemplo a las
generaciones futuras, algo parecido a lo planteado por Tucídides en la Guerra del
Peloponeso. Para ambos autores la historia tiene un papel pedagógico, pero entre ellos
hay una diferencia, pues para Tucídides el hombre dotado puede actuar modificando el
futuro, mientras que para Ibn Jaldún el hombre sólo puede contemplar, impotente, la
marcha de los acontecimientos.

Por la forma en que su obra está descrita destaca por el uso de una prosa sobrio y
precisa, sin alegorías. Elevó la historia a la categoría de verdadera ciencia al dotarla de
los 3 requisitos que exige la Lógica para que una serie de conocimientos constituyan
una verdadera ciencia: un objeto propio, que es la asociación humana; unas cuestiones
exigidas por los atributos de aquel objeto; y unos principios que demuestren aquellas
cuestiones, los cuales Ibn Jaldún va exponiendo según los va necesitando.

Ibn Jaldún tuvo el presentimiento de presenciar un cambio en el curso histórico, dentro


del que se gestaba la agonía de la civilización hispanomusulmana, que consideraba
como suya y como era consciente de que no podía detener la catástrofe, al menos quiso
entenderla haciendo balance del pasado para sacar conclusiones, estudiando los
síntomas y la naturaleza de los males que aceleraban este proceso. Ibn Jaldún presencia
la agonía de los califatos musulmanes de España, que él atribuye a las disensiones
internas de los Estados, y, señala otros factores internos, como la decadencia cultural e
intelectual, el fanatismo religioso y la proliferación de la demagogia política.
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A pesar de lo revolucionario de su pensamiento, Ibn Jaldún no parece haber tenido


sucesores. Su obra cayó en el olvido hasta que en el siglo XIX, podemos decir que, fue
descubierto. En España los primero trabajos dedicados a Ibn Jaldún se deben a Rafael
Altamira y Julián Ribera. Posteriormente, Ortega y Gasset dedicó unas páginas a Ibn
Jaldún en El Espectador, vol. VII de sus obras completas. En la actualidad, la obra de
Ibn Jaldún tiene una vigencia sorprendente, ninguna obra de su tiempo ha logrado
alcanzar tanta importancia para la investigación de los recientes problemas del
subdesarrollo.

Sociedades Extraeuropeas Medievales: Islam y Extremo Oriente


Paulina López Pita.

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