El Evangelio Vivo
El Evangelio Vivo
El Evangelio Vivo
Dios amó al mundo eternamente, pero su amor debía ser expresado por el
hombre. Él no sólo nos amó y nos ama, sino que nos ama de una manera propia de
su amor. Su manera de amar la manifestó enviando a Jesucristo. La cruz fue la
mayor expresión del amor de Dios como Padre y la mejor noticia que hoy
podemos oír; fuimos justificados y reconciliados para vivir en El.
EL EVANGELIO VIVO
Algunos piensan que oír o predicar el evangelio es una necesidad que se plantea
para una sola vez en la vida de las personas. Es decir, oímos sobre el evangelio una
vez, recibimos a Jesucristo como salvador, confesamos su nombre y ya no hay más
necesidad de oír el evangelio. Si entendemos al evangelio como una palabra viva
que actúa en nosotros con poder, entonces sabremos que necesitamos ser
expuestos todos los días a su luz y transformación. Nunca debemos permitir que
nuestras mentes y almas desvaloricen o menosprecien el valor de oír una y otra vez
las palabras del evangelio. Cuando le pedimos al Padre que nos sea revelado el
evangelio, las palabras pueden repetirse una y otra vez, pero lo que sucede en
nuestro interior es extraordinariamente poderoso.
El evangelio anuncia que Jesús es el Cristo, el hijo de Dios, quien murió en la cruz
para sacarnos de la posición de muerte en la que estábamos y nos trasladó a Su
vida; fuimos llevados de las tinieblas a la luz. Ante esta palabra de verdad sólo hay
dos resultados posibles: creer o no creer. Si creemos y la confesamos con nuestra
boca, seremos, además, testigos de dos grandes y sorprendentes milagros:
Debemos entender esto así; que la predicación incorrecta del evangelio puede
provenir, sin embargo, de corazones bien intencionados. De este modo, no le
añade veracidad ni disminuye su capacidad de causar daño, sino que expone el
origen de la ignorancia y el engaño que detiene generaciones enteras.
Jesús antes de la cruz estaba ofreciendo cosas que la gente estaba dispuesta a
demandar. Por esto, si usted tiene un producto que todo el mundo necesita,
seguramente encontrará multitudes buscando lo que ofrece. Jesús sanaba sus
enfermedades, resucitaba muertos, les daba de comer milagrosamente y era una
fuente de asombro que alimentaba sus necesidades de ver cosas nuevas. Sin
embargo, haciendo todas estas cosas, el evangelio no había sido manifestado aún.
De hecho, Jesús entendía que ese aspecto de Su ministerio, sólo lo acercaría más y
más a la razón de su vida en la tierra: ir la cruz. Recordemos así las palabras de
Jesús a María en las bodas de Caná, cuando ella le pidió que hiciera un milagro; “mi
hora no ha llegado aún”, una expresión que él usaba para referirse que iría a la
cruz.
El evangelio fue entonces expresado cuando Él fue a la cruz, porque esa sí era la
hora del Señor y allí se consumó la tarea de Jesucristo. Ahora bien, observemos con
detenimiento; ¿Cuántas personas quedaron de todos ellos en el momento de la
crucifixión? Ni uno de ellos, todas aquellas multitudes desaparecieron, porque
Jesús después de ir a la cruz ya no ofreció ni ofrece soluciones. La única oferta del
Padre estaba en la muerte de Jesús en esa cruz; El Hijo de Dios estaba siendo
levantado para que todo el mundo pudiera creer en Él.
He aquí entonces, una llave para entender el evangelio de Dios; nuestra alma
nunca lo demandará ni cree necesitar el evangelio. Este, sólo puede ser
demandado desde el espíritu del ser espiritual. Es por eso que necesitamos fe para
creer en Él, pues por la fe nos es dado el salir de la muerte y ser trasladados a la
vida, sólo por aceptar la oferta de Dios.
Pero en el afán de lograr mayor “éxito” en términos humanos, las religiones crean
mensajes que se parecen al evangelio, sin serlo. Esos mensajes por lo general,
comienzan con una pregunta; ¿Qué necesitan las personas? O más bien, ¿Qué
creen ellas necesitar?
Si aquello que nos liga a Dios es una necesidad personal y humana, es cuestión de
tiempo para que seamos robados, distraídos o arrastrados por filosofías humanas.
Pero si oímos el evangelio que es predicado por el Espíritu Santo, para cada día de
nuestras vidas, sin duda llegaremos a expresar toda la plenitud de la vida de Cristo
en nosotros.
LA PALABRA DE LA CRUZ.