Módulo Equidad de Género
Módulo Equidad de Género
Módulo Equidad de Género
MÓDULO DE
EQUIDAD DE GÉNERO
2011
TABLA DE CONTENIDO
GUÍA DIDÁCTICA DEL CURSO 3
47
La estructura del curso contempla tres unidades. En la primera de ellas se explica el término
género como categoría analítica y como construcción social, y se hace un recorrido por su
historia y sus desarrollos teóricos en el marco de investigaciones sociales.
La segunda unidad aborda el tema de género en relación con el contexto político global.
También se expone la relación entre perspectiva de género y derechos humanos, como
principios orientadores de la construcción de políticas que contribuyan a eliminar las
brechas de género en la sociedad.
La tercera unidad aborda la relación entre género, cultura y espiritualidad, mostrando cómo
nuestras imágenes de la divinidad y nuestras prácticas rituales están generizadas, y
revisando algunas de las alternativas que existen en la construcción de teologías y
espiritualidades no patriarcales, sino incluyentes y respetuosas de la diferencia y la
diversidad.
El módulo de Equidad de Género es una propuesta vigente en nuestro tiempo, dadas las
múltiples formas de exclusión y discriminación basadas en el género y la opción sexual
presentes en nuestra sociedad y en sus diferentes instituciones. El estudio de este módulo
fomenta en hombres y mujeres la práctica de valores comunitarios donde prevalece la
solidaridad, el respeto y la sensibilidad frente al dolor de las personas que históricamente
han sido excluidas, y promueve una actitud activa en la transformación de dichas violencias.
❖ Promover entre las y los estudiantes una lectura crítica de sus prácticas cotidianas y
profesionales, invitándolos a hacer visible el lugar del género en los diferentes
ámbitos de la vida, incluido el de la producción de conocimiento.
Este módulo está diseñado para que las y los estudiantes adquieran las siguientes
competencias:
❖ Tendrán una mayor proyección como seres humanos conscientes y sensibles a las
problemáticas sociales, en particular a las demandas de equidad de género, que
hacen diversos sectores de la sociedad.
UNIDAD 1
OBJETIVOS DE LA UNIDAD
❖ Conocer las bases conceptuales y teóricas necesarias para la comprensión
del tema de equidad de género, desde la perspectiva académica y la
experiencia vital.
INTRODUCCIÓN
Ésta es la primera de las tres unidades que conforman el módulo de Equidad de Género, por
ello, con el desarrollo temático propuesto se busca que los y las estudiantes obtengan los
conocimientos básicos para comprender del tema general del módulo. Con esta intención, la
unidad se está centrada en el trabajo sobre el concepto de género, y su correlato en la
experiencia vital, esperando que al finalizar esta unidad, los y las estudiantes hayan
construido las claridades teóricas y las sensibilidades que les permitan acercarse a la idea de
equidad entre los géneros.
Es importante tener en cuenta que el estudio del género como herramienta teórica y
experiencia vital remite a un campo amplio e imposible de agotar en pocas páginas. En esta
unidad se ha hecho un esfuerzo por presentar de manera sucinta algunos puntos claves en
la materia de estudio, sin embargo, se invita a los y las estudiantes a que profundicen en
esta temática mediante la revisión bibliográfica y el acercamiento a la producción de
conocimiento que en el campo de los estudios de género se hace en este momento en el
mundo y, en particular, en América Latina. En este sentido, es pertinente revisar los
trabajos elaborados, por ejemplo, por docentes de la Escuela de Estudios de Género de la
Universidad Nacional y el Centro de Estudios de Género de la Universidad del Valle; así como
las investigaciones que las organizaciones sociales han elaborado al respecto.
CAPÍTULO 1.
1.1 Antecedentes
En las ciencias sociales, el concepto género fue utilizado por primera vez por el
psicoanalista norteamericano Robert Stoller (1968), en el marco de sus estudios sobre
la identidad personal. En su libro Sex and Gender: On the Development of Masculinity
and Femininity (Sexo y Género: sobre el desarrollo de la masculinidad y la feminidad),
Stoller estableció una diferencia entre el sexo, al que le atribuyó características
biológicas, y el género, que clasificó en el ámbito de lo social; dicho texto dio origen a
“un debate terminológico y filosófico que está aún lejos de haberse agotado” (Fraisse:
2003: 40).
Ahora bien, de acuerdo con lo planteado por Mara Viveros (2004), parte de los
antecedentes del concepto género se encuentran en la conocida frase de la filósofa
francesa Simone de Beauvoir “no se nace mujer sino que se llega a serlo”. De Beauvoir
publicó en 1949 Le deuxième sexe (El segundo sexo), donde propuso una explicación
de los mecanismos por medio de los cuales se configuran la identidad femenina y el
lugar de subordinación de las mujeres en relación con los varones. El Segundo Sexo ha
sido, por años, la fuente de inspiración de buena parte de los movimientos por la
emancipación de las mujeres en el mundo, además, ha motivado el interés académico
por el estudios de la feminidad como construcción social. En el siguiente fragmento,
De Beauvoir (1949:6) expone algunas de las preguntas que animan su disertación:
Viveros también señala que otros antecedentes del concepto género se encuentran en
los textos de la antropóloga Margared Mead (1935), quien durante sus trabajos
etnográficos observó que los rasgos femeninos o masculinos de la personalidad son
establecidos para cada sexo según la sociedad y la época, aunque, a diferencia de De
Beauvoir, Mead asumió la división sexual del trabajo y la jerarquía entre hombres y
mujeres como hechos naturales (Viveros: 2004:171).
Así pues, a partir de los años setenta, una corriente de las ciencias sociales, llamada
antropología de la mujer comenzó a realizar estudios encaminados a analizar los
símbolos de género y los estereotipos sexuales (Moore, 1997: 2). Esta corriente
teórica nació como producto de la inconformidad de las antropólogas con las
representaciones de las mujeres en los estudios etnográficos, lo que, según ellas,
ocurría debido a tres razones: en primer lugar, debido a la perspectiva personal de los
antropólogos, quienes trasladaban a sus investigaciones “una serie de suposiciones y
expectativas acerca de las relaciones entre hombres y mujeres” (Moore, 1991: 14). El
segundo motivo residía en que muchas sociedades consideraban que las mujeres
estaban subordinadas a los hombres y esta percepción era transmitida al investigador
por los sujetos de estudio. En tercera instancia, porque -en ocasiones- los
antropólogos interpretaban las diferencias entre hombres y mujeres como jerárquicas
sin que éstas lo fueran.
Otro de los cuestionamientos a los “women’s studies” (estudios de la mujer), tuvo que
ver con su utilización de mujer como concepto universal, desconociendo que el
significado del término mujer cambia según los contextos culturales y, de acuerdo a
otras variables como la clase y la raza (Moore, 1991: 19,20).
Así mismo, desde los organismos internacionales del sistema de Naciones Unidas y de
cooperación internacional se ha fomentado desde los años 90 la implementación de la
perspectiva de género para promover procesos de desarrollo. Debido a esto, se ha
fortalecido la equidad de género, como una apuesta política a través de la cual se hace
viable la realización plena de los derechos de hombres y mujeres, en un marco de
respeto de las diferencias y eliminación de las desigualdades.
CAPÍTULO 2.
Debido a esta naturalización de las diferencias entre los cuerpos, durante mucho
tiempo, la asignación de identidades de género fue considerada como un proceso
natural; se suponía que el hecho de poseer órganos genitales distintos constituía una
separación esencial entre los seres de una especie: machos y hembras;
identificándolos de manera automática con los comportamientos masculinos o
femeninos, respectivamente. Sin embargo, con la introducción del concepto género y
su desarrollo como categoría analítica, se ha demostrado que:
Para los movimientos de mujeres y, en general, para los movimientos que trabajan en
la construcción de justicia social, el concepto género ha sido una herramienta que ha
permitido poner en cuestión la obligatoriedad de los roles que tradicionalmente se han
asignado a las mujeres, como el cuidado de otras y otros y la realización del trabajo
doméstico.
Entre las múltiples diferencias que existen entre los seres humanos, hay una que son
fuente de desigualdad social: la clase y la raza. Las diferencias no son naturales entre
los seres humanos sino que corresponden a un sistema económico que está cimentado
sobre la desigualdad económica entre diferentes capas sociales. Así mismo, la raza, es
un atributo que se usa para marcar los cuerpos que se consideran diferentes al modelo
que se ha pretendido universalizar: el europeo. La clase y la raza entran en relación
con las diferencias y jerarquizaciones de género, es posible hacer visibles múltiples
experiencias de opresión e injusticia social.
El término género se utiliza para denominar un concepto, una categoría analítica y una
perspectiva teórica. Como concepto se refiere a la construcción cultural de la
diferencia sexual; como categoría permite enunciar la diferenciación y categorización
que se hace de esa construcción cultural; y, como perspectiva teórica, permite analizar
diferentes problemas sociales haciendo evidente cómo operan en ellos los significados
culturales de la diferencia sexual. Así, cualquier realidad puede ser interrogada desde
el género, a través de las preguntas: ¿cómo se vive uno u otro fenómeno social en el
caso de hombres y en el caso de las mujeres?, ¿qué tiene que ver el género con tal
fenómeno particular?
En la investigación
• Dar la voz a las mujeres y a los colectivos sociales subordinados por razones de
género: esto implica crear escenarios adecuados para permitir la expresión de
las mujeres, que tradicionalmente han sido las menos escuchadas.
• Hacer explícitos nuestros imaginarios y prejuicios sobre las otras y los otros,
esto permitirá un acercamiento tranquilo y abierto a una problemática
particular.
En la intervención social
CAPÍTULO 3.
Por lo anterior, adoptar una identidad de género significa no sólo reconocernos como
hombres o mujeres, sino reiterarlo mediante nuestros comportamientos, apariencia
física y formas de relacionarnos con las y los otros. A cualquier actitud que haga
parecer masculina a una niña o femenino a un niño le sigue, por lo general, un
“pórtese como una nena” o “sea un varón”. Este control sobre las identidades de
género es ejercido por la familia, la religión, la escuela y los grupos de pares.
Cada cultura ha desarrollado sus propios mecanismos para el aprendizaje de los roles
de género. Entre algunas las comunidades indígenas de la zona andina colombiana, por
ejemplo, aproximadamente desde la edad de siete años, los niños acompañan a sus
padres al trabajo en el campo, mientras que las niñas aprenden las labores de la
cocina. Al respecto, comenta una mujer embera chamí de Risaralda:
La emisión de mensajes reiterativos sobre cómo son y deben ser los hombres y
mujeres constituyen modelos de masculinidad o femineidad hegemónicos. Es decir,
generan un efecto social según el cual todos y todas debemos encajar en ellos, de lo
contrario estamos por fuera de lo esperable y deseable socialmente.
De acuerdo con lo anterior, llegar a ser género1 es al mismo tiempo una elección
individual y una imposición social, en tanto los márgenes de libertad para decidir con
autonomía sobre el propio género son muy estrechos y casi inexistentes. Esta elección
no corresponde a un momento específico, es más, casi que la renovamos a cada
momento.
1
Expresión tomada de Simone de Beauvoir (1973: 301). Citada en Butler (2000)
[El muchacho] Primero, empuja lejos a su madre real, y con ella, los
rasgos de acogida, compasión y ternura que pudiera haber encarnado.
Segundo, suprime esos rasgos en sí mismo, porque revelarán su
incompleta separación de la madre. Su vida deviene un proyecto
permanente: demostrar que no posee ninguno de los rasgos de su
madre. La identidad masculina nace de la renuncia a lo femenino, no de
la afirmación directa de lo masculino, lo cual deja a la identidad de
género masculino tenue y frágil. Tercero, con el propósito de demostrar
el cumplimiento de estas primeras dos tareas, el muchacho también
aprende a devaluar a todas las mujeres en su sociedad, como
encarnaciones vivientes de aquellos rasgos de sí mismo que ha
aprendido a despreciar (Kimmel, 1994: 53).
Otro ejemplo de los cambios en los roles de hombres y mujeres, tiene que ver con el
ingreso de las mujeres al campo laboral y a las universidades. Ello les ha significado
contar con herramientas para entrar a escenarios tradicionalmente masculinos como la
política y otros espacios públicos. Estos cambios en los roles de las mujeres han
generado que los varones también se pregunten por su masculinidad y asuman nuevas
formas de construirla y afirmarla. Igualmente, el cuestionamiento que los movimientos
de mujeres y feministas han formulado a la legitimidad social de la violencia contra las
mujeres ha hecho que los varones, se pregunten por su lugar en relaciones sociales
que no se plantean abiertamente como relaciones de dominación y sujeción de las
mujeres.
La pasividad sexual es uno de los mandatos sociales hacia las mujeres. Es transmitido
de múltiples formas, por ejemplo a través de la televisión, donde las mujeres buenas,
las protagonistas de las novelas, aparecen como seres puros y castos, es decir,
vírgenes que ceden ante los deseos masculinos.
En el caso de los varones, los mandatos sociales están más relacionados con tener
novias porque “un varón tres cuartos necesita compañía”, ser viriles y buenos
amantes, es decir, “vigorosos” y “fogosos”. Además existe una serie de modelos
sociales de masculinidad donde los hombres aparecen como seres que sólo buscan el
placer sexual sin comprometer sus afectos. Estos estereotipos circulan a través de
bromas, medios de comunicación masivos y prácticas cotidianas.
SÍNTESIS DE LA UNIDAD
En esta unidad se buscaba profundizar en las bases conceptuales, históricas y
vivenciales necesarias para comprender el tema de equidad de género, en ese sentido,
a lo largo de estas páginas hemos hecho un recorrido por algunos de los temas más
importantes, sobre todo, en relación con el concepto de género.
UNIDAD 2
OBJETIVOS DE LA UNIDAD
❖ Construir herramientas para analizar desde la perspectiva de género la
configuración de algunas realidades socio-económicas y políticas a nivel
globales.
INTRODUCCIÓN
En el anterior capítulo hemos explicado que el término género hace referencia a tres
cosas: el concepto, categoría analítica y perspectiva que permiten entender la realidad
social e interrogarla, haciendo evidente las diferencias entre las experiencias de los
varones y de las mujeres, las relaciones de poder entre ambos y las construcciones
simbólicas de los imaginarios sobre lo masculino y lo femenino. Por otro lado, género
hace referencia a la experiencia vital y el proceso mediante el cual se construyen las
identidades masculinas y femeninas.
También hemos dicho que al interrogar la realidad desde la mirada del género, nos
permite ver relaciones, tensiones y diferencias, que, de otra manera permanecen
invisibles, por ello, todo puede ser interrogado desde una mirada de género.
Analizar los conflictos sociales desde esta perspectiva, nos da pistas sobre cómo
pueden ser resueltos. La guerra, el racismo, la desigualdad tienen connotaciones de
género y en la construcción de una sociedad más justa y equitativa, se requiere tener
en cuenta esto, con miras a construir soluciones a las problemáticas, que no
reproduzcan las formas de dominación y violencia basadas en género.
No es posible decir que una sociedad es justa, si a su interior las mujeres, las personas
con una orientación sexual diferente a la hegemónica son discriminadas, porque la
equidad de género es un elemento estructurante de las relaciones sociales y fundante
de estructuras sociales.
CAPÍTULO 1.
Hace cincuenta años, sólo quienes viajaban a otros países accedían a las ciertas
mercancías fabricadas allí, hoy, es frecuente encontrar productos elaborados en
lugares como China o Japón en todas las tiendas y mercados, incluso de ciudades
pequeñas y en galerías artesanales.
Estos dos ejemplos ilustran la premisa muy difundida, de que “vivimos en un mundo
globalizado”, caracterizado por la simultaneidad en la comunicación y las posibilidades
de acceso a diversas experiencias, mercancías y productos culturales en general, de
una manera rápida y sin moverse de casa.
En 1997, el Presidente del Banco Mundial dijo en una alocución ante la Organización
Internacional de Trabajo-OIT:
Esta declaración fue realizada minutos después de que él mismo señalara: "Hay 3.000
millones de personas que viven con menos de dos dólares por día y 1.300 millones que
viven con menos de un dólar".
2
DEL RIO, Sira. Banco Mundial, género y pobreza.Dispoible en: http://www.nodo50.org/doneselx/assemblea/bmcast.htm
[citado:Dicuembre 12 de 2010]
Estas desigualdades no son producto del azar, sino que obedecen a la interacción de
complejas estructuras de dominación, y a la permanencia de un sistema económico
neoliberal que se basa en la colonización de nuevos territorios para buscar los recursos
que necesita para crear mercancías que puedan ser compradas y desechadas
rápidamente para que se creen y consuman otras, en una sucesión temporal infinita.
Este proceso ha sido estudiado por varios autores-as. Por ejemplo, la filósofa judeo-
alemana Hannah Arendt ha señalado cómo en la sociedad de consumidores todas las
actividades humanas aseguran la existencia de artículos de primera necesidad y
procuran que estos abunden (Arendt, 2006: 134). La continuidad de este proceso está
asegurada por las repetidas necesidades de consumo, la enorme velocidad con que se
desechan las mercancías y la ininterrumpida cadena fin- medios, donde cada objeto
fabricado es luego materia prima para la elaboración de nuevos objetos.
• En Colombia, del total de la población estimada para el 2010, el 47% son niños,
niñas y jóvenes, de los cuales, el 49% son mujeres (DANE, Proyecciones de
población 2005 – 2020).
• Más de 1.6 millones de niñas y niños en Colombia están por fuera del sistema
educativo (Ministerio de Educación, 2009).
• Sólo 34.1% de la población de 5 a 17 años de edad disfruta del derecho pleno a
una educación de calidad. El 65.9% restante no ingresa al sistema educativo o,
si lo hace, no aprueba el grado que cursa. La mitad de quienes lo aprueban no
adquiere las competencias necesarias que le permita desempeñarse en forma
adecuada en la vida personal, civil, social, cultural, económica y política de la
nación (Procuraduría, 2006).
• La tasa de analfabetismo para las mujeres en el país es de 7.3%, la tasa de
analfabetismo entre la población indígena alcanza el 33.4%, y entre la
población afrocolombiana es del 31.3% (Contraloría General, 2007; Robert
Kennedy Center for Justice and Human Rigths, 2008).
• La tasa neta de matrícula en educación secundaria y media es del 76%, y la
cobertura en educación media en el país apenas alcanza el 39% (Ministerio de
Educación, 2009).
• En el año 2009 el DANE registró 133.275 niñas entre los 10 y los 19 años que
fueron madres. El Fondo Mundial de Poblaciones de las Naciones Unidas -
UNFPA- estimó en su informe sobre la población mundial de 2009 una tasa de
74 partos por cada 1.000 mujeres entre 15 y 19 años de edad.
• La OIT ha calculado que entre el 15 y el 20% de las niñas y los niños en
Colombia son trabajadores. Por su parte, el DANE calculaba para 2007 que
existían 1´628.300 niños, niñas y jóvenes trabajadores, de los cuales 841.733
se dedicaban oficios del hogar por más de 15 horas diarias; en este rango, se
incrementa la diferencia por sexo, donde la participación de las mujeres en los
oficios del hogar está por encima del 72%.
En nuestro país, las cifras sobre violencia contra las mujeres son escabrosas. De
acuerdo con el último informe de la Procuraduría General de la Nación, 336 niñas
fueron explotadas sexualmente en el 2008; de las 45.430 víctimas de violencia
intrafamiliar ese mismo año, el 84% son mujeres, y del total de los casos de violencia
sexual, el 83% es contra las mujeres.
Esta lectura particular de las realidades de las mujeres, nos muestra que, si bien existe
un contexto mundial de desigualdad y desequilibrio social, la vida de la población
femenina se ve afectada de una manera particular, y que para comprenderla es precio
remitirnos a los imaginarios sociales sobre los cuales se asienta la discriminación y
violencia contra las mujeres.
3
MUJERES EN RED. Disponible en: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article620 [citado 13 de diciembre de 2010]
CAPÍTULO 2
Universalidad: se refiere a que todo ser humano, por el hecho de serlo, es titular de
los derechos.
Debido a que los derechos humanos son el producto de un acuerdo entre estados, se
encuentran incorporados a las constituciones de los Estados y se han desarrollado en
otros documentos y pactos vinculantes entre estados, con el fin de afinar los
instrumentos para hacerlos efectivos, como el Pacto Internacional de los derechos
económicos sociales y culturales, la Convención para la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer, y la Declaración de los Derechos de los
Pueblos, realizada en Argel en 1974, en el contexto de la lucha contra el colonialismo y
por la autonomía de los pueblos.
Los derechos humanos pueden agruparse en cuatro categorías, las cuales no implican
una jerarquización entre ellas, sino una manera de clasificarlos temáticamente, en:
Con frecuencia tiende a hacerse una división entre los derechos individuales y los
derechos colectivos o de los pueblos, y, en ocasiones estos dos entran en
confrontación. Por ejemplo, un derechos individual es vivir sin violencia y con dignidad,
un derechos colectivo es preservar la cultura y las identidades culturales. En el caso de
prácticas culturales lesivas para las mujeres, como la mutilación genital femenina,
¿qué derecho debería prevalecer?
Frente a esto, podríamos decir, dos cosas, la primera es que si bien existen derechos
de los individuos y derechos de los pueblos, estos se encuentran profundamente
interrelacionados, puesto que para que los pueblos tengan derechos, sus individuos
deben tener derechos y viceversa. Así pues, el derecho a la pervivencia cultural no
puede basarse en una violación del derecho a la integridad. Para dar solución a estos
conflictos no existe una receta dada, se trata más bien de tomar posiciones de acuerdo
al caso concreto, según el cual algunas veces predominará el derecho individual, en
otras el derecho colectivo.
Ahora bien, lo primero para tener en cuenta es que tanto los modelos de masculinidad
como de feminidad hegemónicos deben ser cuestionados. No se trata de que hombres
y mujeres hagan las mismas cosas, piensen de la misma manera y asuman los mismos
roles, mucho menos cuando estos comportamientos reproducen formas de dominación,
como la violencia hacia otros, que es ejercida fundamentalmente por los varones en
medio de relaciones familiares profundamente desequilibradas.
Así pues, los movimientos de mujeres han siempre puesto en cuestión la idea de que
el modelo a seguir sea el masculino y, más bien, se han dedicado a poner en cuestión
dicho modelo, señalando la importancia de construir otras formas de relación no
basadas en patrones androcéntricos.
Con esta claridad, comprendamos qué significan las luchas por la igualdad y la equidad
de género. Estas parten de una lectura fáctica de que existen situaciones objetivas
donde se muestra que si bien todos y todas somos humanas, en realidad no tenemos
las mismas oportunidades, en general, las mujeres cuentan con menos posibilidades
que los varones y estas formas de exclusión se encuentran legitimadas.
Ahora bien, esta aspiración de igualdad también reconoce que hay, de facto, una
situación de desigualdad. Por lo cual, se hace necesario tener estrategias que
contribuyan a transformarla y eso requiere respuestas diferenciadas para las diversas
realidades que enfrentan hombres y mujeres. A esta formulación de políticas y
propuestas diferenciadas para hombres y para mujeres, se le ha llamado equidad de
género, definida como:
o Embarazo forzado.
o Esterilización forzada.
o Utilización forzada de anticonceptivos
o Aborto forzado
o Proxenetismo
o Prostitución forzada
o Esclavitud sexual
o Violencia relacionada con la explotación y los conflictos armados.
La existencia de esta definición de violencia contra las mujeres, nos invita a pensar
sobre cuáles de estas prácticas se mantienen en las comunidades de las cuales somos
parte y/o con las cuales trabajamos. Lamentablemente, lo más probable es que casi
todas se encuentren en los contextos cercanos. Con esta constatación: ¿cuál es el
aporte que desde la formación profesional socio-humanística se puede hacer a la
transformación de esta realidad?, ¿cómo promover la deconstrucción de los
imaginarios y representaciones sociales sobre los cuales se apoyan la violencia y las
desigualdades, en particular, las desigualdades e inequidades de género? Son
interrogantes que quedan para la reflexión individual y colectiva.
SÍNTESIS DE LA UNIDAD
Durante esta unidad hemos realizado un recorrido rápido por algunos de los elementos
de contexto que describen la situación actual de las mujeres en el mundo, que no
escapa a la enorme desigualdad social que existe y que está dada por la interacción de
un sistema económico de carácter expansionista y extractivista con ideologías racistas
y patriarcales.
Esta realidad hace que nos interroguemos por los referentes éticos que pueden
orientar la construcción de justicia. En esa búsqueda, la noción de derechos humanos y
su materialización en instrumentos internacionales, es una herramienta fundamental.
Ahora bien, los derechos humanos para las mujeres implican tener siempre en el
horizonte la realización de igualdad y la construcción de estrategias basadas en la
equidad.
Con esta perspectiva, han sido desarrolladas algunas herramientas como la CEDAW, en
las cuales se reconoce la existencia de múltiples formas de violencia contra las mujeres
y se construyen principios que orientan la acción para enfrentar estas situaciones de
desigualdad. Si bien la transformación de estas situaciones de dominación son
responsabilidad del Estado, es preciso que desde la vida cotidiana nos interroguemos
sobre la manera como se perpetúan ideologías que legitiman al violencia y
discriminación contra las mujeres.
UNIDAD 3
OBJETIVOS DE LA UNIDAD
❖ Explorar las relaciones entre equidad de género, cultura y espiritualidad,
promoviendo una reflexión sobre la importancia de construir imágenes
incluyentes de la divinidad.
INTRODUCCIÓN
Hasta este momento hemos realizado un recorrido sobre la manera como se
construyen las relaciones de género y su relación con el contexto social. También
hemos puesto de presente la manera como se relaciona la equidad de género con el
tema de derechos humanos y de conflictos sociales. En esta unidad, la reflexión
propuesta está encaminada a promover una lectura crítica sobre las dimensiones
culturales y simbólicas de las construcciones de género, especialmente la forma como
éstas se manifiestan en uno de los ámbitos que pocas veces se revisa a la luz del
género: la espiritualidad.
Observaremos como aún en este ámbito el género juega un papel importante y cómo,
dependiendo de las representaciones que construimos, la espiritualidad puede ser un
espacio de cuestionamiento de las relaciones de dominación e inequidad, o un espacio
de reproducción de las mismas.
Esta unidad se compone de dos capítulos, en el primero de ellos se hará una revisión
sobre algunos mecanismos culturales mediante los cuales se construyen
representaciones de género. En el segundo, nos centraremos en las relaciones entre
equidad de género y espiritualidad, acercándonos a las apuestas que desde algunas
propuestas teológicas se han realizado por hacer de la espiritualidad y espacio para la
transformación de las inequidades y la construcción de nuevas maneras de vivir la
relación con la divinidad.
CAPÍTULO 1.
[...] hay nuestro mundo exterior, que existe, no se puede negar, no se puede
poner en cuestión, para mí en todos los casos, la existencia de un mundo que
será exterior a la conciencia. Pero este mundo está constituido a través de la
vía de la interpretación y de la construcción de los sujetos sociales (Jodelet,
2003: 4).
El antropólogo Stuart Hall argumenta que la representación es una parte del proceso
mediante el cual el significado es producido e intercambiado entre los miembros de
una cultura. Esto se realiza en dos momentos, la creación de representaciones
mentales, que relacionan objetos -materiales, ideas, acontecimientos- y conceptos, y
su comunicación por medio del lenguaje.
El autor señala que existen tres grandes enfoques en las teorías de la representación,
el intencional, el mimético y el construccionista. El primero propone que el significado
es lo que su autor desea comunicar con él, esto quiere decir que el lenguaje es una
especie de juego privado, donde el sujeto otorga sentido al mundo de acuerdo a sus
deseos. Este enfoque desconoce la dimensión social de los significados que, si bien
cambian de un individuo a otro, son elaborados de acuerdo con las normas y
convenciones lingüísticas establecidas por la cultura.
El enfoque mimético dice que el significado emana de los objetos, es decir, éstos
contienen una esencia que los define. La perspectiva construccionista señala que las
representaciones son construidas socialmente. Según este enfoque, el significado no
proviene del mundo material, sino de los sistemas lingüísticos que utilizamos para
representar conceptos, que se relacionan a través de los diversos esquemas culturales
de clasificación.
CAPÍTULO 2.
Durante el siglo XX, la teología católica experimentó uno de los cambios más
importantes de su historia, que consistió en el advenimiento de una nueva corriente de
interpretación y acción teológica nacida a partir de los desarrollos del Concilio Vaticano
II y de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano realizada en Medellín (1968): la
teología de la liberación.
La teóloga mexicana María del Pilar Aquino (1998) señala los siguientes momentos
claves en la historia de la Teología Feminista latinoamericana:
4
CELAM. Iglesia misionera al servicio de la evangelización en América latina. Disponible en:
En: http://www.vicariadepastoral.org.mx/5_celam/3-puebla/puebla_25.htm#11. [citado diciembre 13 de 2010]
El pensamiento teológico feminista hace una crítica de las imágenes de la divinidad, los
contenidos y de las prácticas que no valoran lo femenino y, de esa manera, pone en
práctica el sentido liberador que para las mujeres puede entrañar el conocimiento y
estudio teológico con perspectiva de género. En esta labor, Elsa Tamez, propone tomar
en cuenta los siguientes aspectos, al abordar la problemática que trata un texto:
De acuerdo con la teóloga brasileña Silvia Regina Lima de Silva (2007), para realizar el
análisis teológico feminista, las mujeres cuentan con dos herramientas que permiten
comprender el papel de las mujeres en la tradición cristiana:
La teología feminista, como corriente liberadora y camino para construir una sociedad
justa y equitativa para las mujeres, nos propone varios retos, entre los cuales
podemos señalar los siguientes:
SÍNTESIS DE LA UNIDAD
La teología feminista viene a colmar ese vacío epistemológico proponiendo una revisión
del contenido patriarcal de la espiritualidad y de los textos bíblicos, con miras a la
construcción de justicia de género y una vida libre de violencias contra las mujeres.
BIDEGAÍN, Ana María; BARRETO, Juanita; CAVALCANTI, Tereza; VEGA, Imelda. Taller
Género-votos CLAR [Diskettes]. Río de Janeiro, 1998.
FACIO, Alda. Cuando el Género suena, cambios trae: metodología para el análisis del
género del fenómeno legal. Caracas: Gaia, Centro de las mujeres, 1995.
__________ El rostro oculto del mal: Una teología desde la experiencia de las
mujeres. Madrid: Trotta, 2002.
LAMAS, Marta y otros. Para entender el concepto de Género. Quito: Plurimor, 1998.
Feminización de la pobreza
(http://www.mujeresenred.net/spip.php?article620).