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Módulo Equidad de Género

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Equidad de Género

FUNDACIÓN UNIVERSITARIA CLARETIANA -FUCLA-

MÓDULO DE
EQUIDAD DE GÉNERO

RAQUEL GONZÁLEZ HENAO

2011

FUNDACIÓN UNIVERSITARIA CLARETIANA - FUCLA Página 1


Equidad de Género

TABLA DE CONTENIDO
GUÍA DIDÁCTICA DEL CURSO 3

UNIDAD No. 1: EL GÉNERO COMO CONCEPTO Y PRÁCTICA COTIDIANA 7

CAPÍTULO 1: HISTORIA DEL CONCEPTO GÉNERO 10


1.1 Antecedentes 10
1.2 Estudios de género, estudios de la mujer 11
1. 3 El género en los movimientos sociales 12

CAPÍTULO 2: LA CATEOGORÍA ANALÍTICA GÉNERO 13


2.1 El concepto de género 13
2.2 El género como categoría y perspectiva de análisis 16

CAPÍTULO No. 3: LAS NORMAS DIFERENCIALES: EL GÉNERO COMO PRÁCTICA 18


COTIDIANA
3.1 Los modelos de masculinidad y feminidad 18
3.2 El género: entre la elección y la imposición social 19
3.3 Género y sexualidad 21

UNIDAD No. 2: GÉNERO, ORGANIZACIÓN SOCIAL, ECONOMÍA Y 23


POLÍTICA GLOBAL

CAPÍTULO 1: GÉNERO Y CONFLICTOS SOCIALES 26


1.1 Globalización, desigualdades y conflictos sociales 26
1.2 Una lectura al panorama internacional desde una perspectiva de género 27

CAPÍTULO 2: EQUIDAD DE GÉNERO Y DERECHOS HUMANOS 30


2.1 Los derechos humanos 30
2.2 Los derechos humanos y la equidad de género 30
32

UNIDAD No. 3: GÉNERO, CULTURA Y ESPIRITUALIDAD 35

CAPÍTULO 1: DISCURSOS SITUADOS: LA CONSTRUCCIÓN DE 37


REPRESENTACIONES SOCIALES Y LA EQUIDAD DE GÉNERO
1.1 La cultura como amalgama de representaciones sociales 37

CAPÍTULO 2: GÉNERO, RELIGIÓN Y ESPIRITUALIDAD


2.1 la teología de la Liberación y la teología feminista 40
2.2 La hermenéutica feminista como forma de construcción de espiritualidades
no excluyentes 42

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Equidad de Género

CUADERNO DE ACTIVIDADES E INTERACTIVIDADES

I. FICHA TÉCNICA – IDENTIFICACIÓN

Nombre de la institución: Fundación Universitaria Claretiana


Nombre de la signatura: Equidad de género
Nombre del autor del módulo: Raquel González Henao
Programa académico: Todos los programas de pregrado
Campo de formación: Socio humanístico
Número de créditos 2
Horas módulo 96
Palabras claves Género, equidad, derechos humanos,
espiritualidad, liberación, feminismo
Ciudad Bogotá
Fecha de Elaboración Diciembre de 2010

II. PRESENTACIÓN DEL MÓDULO


El curso de Equidad de género es de carácter teórico - práctico y obligatorio. Su estudio es
fundamental para que los y las estudiantes tengan herramientas que les permitan
interpretar de manera crítica las realidades sociales e intervenir en la construcción de una
sociedad justa, donde exista igualdad de derechos entre todos y todas, y se adopten
políticas públicas construidas a partir de la equidad.

La estructura del curso contempla tres unidades. En la primera de ellas se explica el término
género como categoría analítica y como construcción social, y se hace un recorrido por su
historia y sus desarrollos teóricos en el marco de investigaciones sociales.

La segunda unidad aborda el tema de género en relación con el contexto político global.
También se expone la relación entre perspectiva de género y derechos humanos, como
principios orientadores de la construcción de políticas que contribuyan a eliminar las
brechas de género en la sociedad.

La tercera unidad aborda la relación entre género, cultura y espiritualidad, mostrando cómo
nuestras imágenes de la divinidad y nuestras prácticas rituales están generizadas, y
revisando algunas de las alternativas que existen en la construcción de teologías y
espiritualidades no patriarcales, sino incluyentes y respetuosas de la diferencia y la
diversidad.

El módulo de Equidad de Género propone contenidos de vital importancia en la formación


profesional, en tanto llama la atención sobre la necesidad de hacer lecturas de la realidad
que retomen las demandas de justicia y equidad, puestas sobre la mesa por diversos
liderazgos como el de las mujeres.

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Equidad de Género

La transformación de los imaginarios sociales de género es una labor compleja que no se


agota durante el desarrollo de un módulo pedagógico. Sin embargo, entre más herramientas
tengan las y los estudiantes, será más probable que logren imaginar una sociedad sin
exclusiones. En tal sentido, el estudio y la investigación que se hagan de este módulo,
aportarán en la creación de sensibilidades encaminadas a la transformación social y al
mejoramiento de la calidad de vida de todas las personas.

El módulo de Equidad de Género es una propuesta vigente en nuestro tiempo, dadas las
múltiples formas de exclusión y discriminación basadas en el género y la opción sexual
presentes en nuestra sociedad y en sus diferentes instituciones. El estudio de este módulo
fomenta en hombres y mujeres la práctica de valores comunitarios donde prevalece la
solidaridad, el respeto y la sensibilidad frente al dolor de las personas que históricamente
han sido excluidas, y promueve una actitud activa en la transformación de dichas violencias.

Nuevas tendencias a nivel mundial (internacional y nacional) nos convocan a establecer en


las instituciones sociales cambios acordes con la evolución del pensamiento político,
sociológico y teológico en el siglo XXI; acordes con el desarrollo del concepto de sociedad y
comunidad globalizada, y al llamado a la celebración de la diversidad humana. En esa
perspectiva, el módulo de Equidad de Género abre un espacio de discusión y reflexión para
que cada participante vincule a este escenario la experiencia de su cotidianidad.

III. OBJETIVOS DEL MÓDULO


❖ Proporcionar herramientas conceptuales y metodológicas que permitan a las y los
estudiantes interpretar las realidades socio-culturales desde una perspectiva de
género, reconociendo la relación entre equidad de género, justicia social y
transformación de patrones culturales.

❖ Promover entre las y los estudiantes una lectura crítica de sus prácticas cotidianas y
profesionales, invitándolos a hacer visible el lugar del género en los diferentes
ámbitos de la vida, incluido el de la producción de conocimiento.

❖ Motivar a las y los estudiantes para que reconozcan su responsabilidad en la


construcción de una sociedad justa y equitativa entre hombres y mujeres, y se
comprometan activamente con dicho propósito.

IV. INTENCIONALIDADES FORMATIVAS

Este módulo está diseñado para que las y los estudiantes adquieran las siguientes
competencias:

❖ Capacidad de análisis crítico de diferentes realidades socio-culturales, desde la


perspectiva de género.

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Equidad de Género

❖ Habilidad para la elaboración de trabajos escritos con perspectiva de género.

❖ Autorreconocimiento de su papel como agentes sociales, en la reproducción de


contenidos y la transformación de los mismos.

❖ Avance en la valoración y el respeto por las diferencias de género.

Al terminar el curso de Equidad de género, los y las estudiantes:

❖ Contarán con herramientas de análisis social desde la perspectiva de género y


estarán en capacidad de realizar sus propias interpretaciones.

❖ Tendrán una mayor proyección como seres humanos conscientes y sensibles a las
problemáticas sociales, en particular a las demandas de equidad de género, que
hacen diversos sectores de la sociedad.

❖ Avanzarán en la valoración de una ética que busque el respeto a las diferencias de


género y opción sexual.

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VI. MAPA CONCEPTUAL DEL DESARROLLO Y CONCEPCIÓN DEL CURSO

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Equidad de Género

UNIDAD 1

EL GÉNERO COMO CONCEPTO Y PRÁCTICA


COTIDIANA
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OBJETIVOS DE LA UNIDAD
❖ Conocer las bases conceptuales y teóricas necesarias para la comprensión
del tema de equidad de género, desde la perspectiva académica y la
experiencia vital.

❖ Profundizar en el conocimiento del significado, los usos y la historia de la


categoría analítica género.

❖ Reflexionar sobre las diferentes formas como se expresa el género en la vida


cotidiana.

❖ Sensibilizarse y comprender la relación entre equidad de género y justicia


social.

INTRODUCCIÓN
Ésta es la primera de las tres unidades que conforman el módulo de Equidad de Género, por
ello, con el desarrollo temático propuesto se busca que los y las estudiantes obtengan los
conocimientos básicos para comprender del tema general del módulo. Con esta intención, la
unidad se está centrada en el trabajo sobre el concepto de género, y su correlato en la
experiencia vital, esperando que al finalizar esta unidad, los y las estudiantes hayan
construido las claridades teóricas y las sensibilidades que les permitan acercarse a la idea de
equidad entre los géneros.

La unidad está dividida en tres capítulos. En el primero de ellos, se expondrán los


antecedentes históricos del concepto de género, y las diferencias que existen entre estudios
de género, estudios de la mujer y estudios feministas.

En el capítulo 2 se presentará el género como herramienta de análisis social y se


presentarán algunos elementos que describen relación entre género y otras categorías de
análisis social, como clase y raza, los cuales se encuentran profundamente relacionados
tanto a la hora de hacer investigación académica como al momento de proponer estrategias
para la construcción de relaciones sociales justas. Esto ocurre debido a que las
desigualdades e inequidades de género se materializan en el caso en los sectores
empobrecidos y racializados.

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Equidad de Género

En el tercer capítulo se hará énfasis en la relación entre género y práctica cotidiana,


invitando a que las y los estudiantes puedan evaluar de forma crítica y propositiva la manera
como operan sus relaciones de género y tengan elementos que les permitan construir una
práctica vital sobre una base de respeto y solidaridad.

Es importante tener en cuenta que el estudio del género como herramienta teórica y
experiencia vital remite a un campo amplio e imposible de agotar en pocas páginas. En esta
unidad se ha hecho un esfuerzo por presentar de manera sucinta algunos puntos claves en
la materia de estudio, sin embargo, se invita a los y las estudiantes a que profundicen en
esta temática mediante la revisión bibliográfica y el acercamiento a la producción de
conocimiento que en el campo de los estudios de género se hace en este momento en el
mundo y, en particular, en América Latina. En este sentido, es pertinente revisar los
trabajos elaborados, por ejemplo, por docentes de la Escuela de Estudios de Género de la
Universidad Nacional y el Centro de Estudios de Género de la Universidad del Valle; así como
las investigaciones que las organizaciones sociales han elaborado al respecto.

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MAPA CONCEPTUAL DE LA UNIDAD

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CAPÍTULO 1.

HISTORIA DEL CONCEPTO GÉNERO

1.1 Antecedentes
En las ciencias sociales, el concepto género fue utilizado por primera vez por el
psicoanalista norteamericano Robert Stoller (1968), en el marco de sus estudios sobre
la identidad personal. En su libro Sex and Gender: On the Development of Masculinity
and Femininity (Sexo y Género: sobre el desarrollo de la masculinidad y la feminidad),
Stoller estableció una diferencia entre el sexo, al que le atribuyó características
biológicas, y el género, que clasificó en el ámbito de lo social; dicho texto dio origen a
“un debate terminológico y filosófico que está aún lejos de haberse agotado” (Fraisse:
2003: 40).

Ahora bien, de acuerdo con lo planteado por Mara Viveros (2004), parte de los
antecedentes del concepto género se encuentran en la conocida frase de la filósofa
francesa Simone de Beauvoir “no se nace mujer sino que se llega a serlo”. De Beauvoir
publicó en 1949 Le deuxième sexe (El segundo sexo), donde propuso una explicación
de los mecanismos por medio de los cuales se configuran la identidad femenina y el
lugar de subordinación de las mujeres en relación con los varones. El Segundo Sexo ha
sido, por años, la fuente de inspiración de buena parte de los movimientos por la
emancipación de las mujeres en el mundo, además, ha motivado el interés académico
por el estudios de la feminidad como construcción social. En el siguiente fragmento,
De Beauvoir (1949:6) expone algunas de las preguntas que animan su disertación:

Y he aquí que surge inmediatamente esta pregunta: ¿cómo ha


empezado toda esa historia? Se comprende que la dualidad de los
sexos, como toda dualidad, se haya manifestado mediante un
conflicto. Y se comprende que si uno de los dos logra imponer su
superioridad, ésta se establezca como absoluta. Pero queda por
explicar que fuera el hombre quien ganase desde el principio.
Pudiera haber ocurrido que las mujeres obtuviesen la victoria, o
que jamás se hubiera resuelto la contienda. ¿De dónde proviene
que este mundo siempre haya pertenecido a los hombres y que
solamente hoy empiecen a cambiar las cosas? Y este cambio ¿es
un bien? ¿Traerá o no traerá un reparto equitativo del mundo
entre hombres y mujeres?

Viveros también señala que otros antecedentes del concepto género se encuentran en
los textos de la antropóloga Margared Mead (1935), quien durante sus trabajos
etnográficos observó que los rasgos femeninos o masculinos de la personalidad son
establecidos para cada sexo según la sociedad y la época, aunque, a diferencia de De

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Equidad de Género

Beauvoir, Mead asumió la división sexual del trabajo y la jerarquía entre hombres y
mujeres como hechos naturales (Viveros: 2004:171).

1.2 Estudios de género, estudios de la mujer y estudios


feministas
Desde su aparición en 1968, diversas autoras y autores han retomado el concepto
género como base de sus investigaciones sobre temas de economía, cultura, geografía
y arquitectura, entre otros. Esta dinámica ha dado origen a escuelas de trabajo
académico, en el contexto de las cuales se ha profundizado, cuestionado y reelaborado
este concepto.

Así pues, a partir de los años setenta, una corriente de las ciencias sociales, llamada
antropología de la mujer comenzó a realizar estudios encaminados a analizar los
símbolos de género y los estereotipos sexuales (Moore, 1997: 2). Esta corriente
teórica nació como producto de la inconformidad de las antropólogas con las
representaciones de las mujeres en los estudios etnográficos, lo que, según ellas,
ocurría debido a tres razones: en primer lugar, debido a la perspectiva personal de los
antropólogos, quienes trasladaban a sus investigaciones “una serie de suposiciones y
expectativas acerca de las relaciones entre hombres y mujeres” (Moore, 1991: 14). El
segundo motivo residía en que muchas sociedades consideraban que las mujeres
estaban subordinadas a los hombres y esta percepción era transmitida al investigador
por los sujetos de estudio. En tercera instancia, porque -en ocasiones- los
antropólogos interpretaban las diferencias entre hombres y mujeres como jerárquicas
sin que éstas lo fueran.

En este orden de ideas, la antropología de la mujer surgió bajo el presupuesto de que


si las mujeres estudiaban a las mujeres, percibirían las visiones femeninas del mundo,
hasta el momento ausentes de los trabajos antropológicos. A esta postura se le
hicieron varias críticas, entre ellas que “si realmente hubiera que pertenecer a un
grupo para llegar a conocerlo, la antropología no sería más que una gran aberración”
(Shapiro, 1981: 110-129. Citada por Moore, 1991: 17).

Otro de los cuestionamientos a los “women’s studies” (estudios de la mujer), tuvo que
ver con su utilización de mujer como concepto universal, desconociendo que el
significado del término mujer cambia según los contextos culturales y, de acuerdo a
otras variables como la clase y la raza (Moore, 1991: 19,20).

De la antropología de la mujer surgieron dos corrientes: la antropología del género y la


antropología feminista. Aunque en el sentido común estos dos enfoques tienden a
confundirse, existen diferencias conceptuales y políticas entre ellos. Ambos utilizan el
género como herramienta de análisis, pero, mientras la antropología del género sólo
describe y analiza las diferencias de roles masculinos y femeninos, la antropología
feminista considera la división de los géneros como un elemento estructurante de las
relaciones sociales y de las jerarquías de poder entre hombres y mujeres, jerarquías
que deben ser transformadas (Moore, 1991: 219). Otra diferencia es que los estudios
de género han incorporado a su corpus académico temas relacionados con la
masculinidad, mientras que los estudios feministas se concentran en el análisis de las
realidades de las mujeres.

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Equidad de Género

1. 3 El género en los movimientos sociales


En el marco de los movimientos sociales, el término género ha sido utilizado por
algunas corrientes del feminismo, especialmente, a partir de los años 80, cuando fue
retomado como una herramienta útil para hacer visibles las particularidades de las
mujeres y el lugar que ocupaban en distintos ámbitos de la sociedad.

Así mismo, desde los organismos internacionales del sistema de Naciones Unidas y de
cooperación internacional se ha fomentado desde los años 90 la implementación de la
perspectiva de género para promover procesos de desarrollo. Debido a esto, se ha
fortalecido la equidad de género, como una apuesta política a través de la cual se hace
viable la realización plena de los derechos de hombres y mujeres, en un marco de
respeto de las diferencias y eliminación de las desigualdades.

Utilizando el género como herramienta, algunas organizaciones sociales han dado


diversas luchas por la paridad entre hombres y mujeres en cargos públicos,
reivindicaciones como “a trabajo igual, salario igual”, campañas para promover la
participación política de mujeres y otras iniciativas. Además, han elaborado diversas
propuestas de documentación y monitoreo encaminadas a evaluar los avances de los
Estados en materia de equidad de género, en relación con los compromisos
internacionales.

A pesar de su incorporación al trabajo de las organizaciones de mujeres y feministas,


el género es para muchas activistas una categoría opaca y ajena al sustento teórico del
feminismo (Braidiotti: 2004). Además de ello, ha sido frecuente la crítica según la cual
el género desdibuja el sujeto del feminismo, que son las mujeres. También han
señalado que si bien el género como categoría analítica y herramienta de intervención
social permite hacer visibles las relaciones entre hombres y mujeres, no cuestiona por
sí mismo la existencia de un sistema social binario (masculino-femenino/hombre-
mujer), en el cual se basa la dominación de las mujeres. En ese sentido, su alcance es
limitado en relación con el proyecto emancipatorio feminista.

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Equidad de Género

CAPÍTULO 2.

LA CATEOGORÍA ANALÍTICA GÉNERO

2.1 El concepto de género


El concepto género hace referencia a la interpretación cultural de las diferencias
sexuales, en virtud de la cual, la sociedad asigna a los individuos roles e identidades
femeninas o masculinas y les imputa características que se supone son opuestas y
complementarias en un sistema binario, así: las mujeres son emocionales, los hombres
son racionales; las mujeres trabajan en casa, los hombres trabajan en el espacio
público, las niñas utilizan ropa rosada, los niños se colocan prendas de color azul, entre
muchas otros atributos asociados a uno u otro género. La antropóloga Martha Lamas
(2000: 53, 54), proporciona la siguiente definición de género:

[...] es un conjunto de ideas sobre la diferencia sexual que atribuye


características femeninas y masculinas a cada sexo. Esta simbolización
cultural de la diferencia anatómica toma forma en un conjunto de
prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que dan
atribuciones a la conducta objetiva y subjetiva de las personas en
función de su sexo. Así, mediante el proceso de constitución del género,
la sociedad fabrica las ideas de lo que deben ser los hombres y las
mujeres.

La construcción de nuestras ideas sobre el género está basada en la noción de


diferencia sexual. Esta idea apareció durante el siglo XVIII, cuando los estudiosos de la
ciencia empezaron a representar a hombres y mujeres como sexos biológicos “distintos
en todos los aspectos imaginables del cuerpo y del alma, en todos los aspectos físicos
y morales” (Laqueur, 1994: 23).

Debido a esta naturalización de las diferencias entre los cuerpos, durante mucho
tiempo, la asignación de identidades de género fue considerada como un proceso
natural; se suponía que el hecho de poseer órganos genitales distintos constituía una
separación esencial entre los seres de una especie: machos y hembras;
identificándolos de manera automática con los comportamientos masculinos o
femeninos, respectivamente. Sin embargo, con la introducción del concepto género y
su desarrollo como categoría analítica, se ha demostrado que:

i) La construcción como sujeto con una identidad masculina o femenina se realiza


mediante complejos mecanismos culturales, que cambian según la época y los
contextos. Esta asignación de identidades y roles que ocurre desde el momento
del nacimiento configura la manera como los seres humanos se relacionan, sus
formas de ser y estar en un contexto determinado, sus gustos, sus deseos y
sus expectativas sobre el futuro.

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Equidad de Género

ii) Hombre y mujer representan extremos de un contínuum identitario, en el que


existen muchas más posibilidades de vivir el género, es decir, nadie
corresponde a los ideales absolutos de hombre o mujer, sino que, en la práctica
los seres humanos asumen roles diversos, donde predominan características de
uno u otro lado. Por ejemplo, en la actualidad, el rol del varón como proveedor
económico está siendo asumido en gran medida por las mujeres, en particular
debido al aumento de hogares con jefatura femenina. Aunque ello no significa
que la sociedad deje de reproducir la idea según la cual los hombres tienen una
mayor responsabilidad en el sustento económico de sus familias.
iii) Debido a que las identidades de género son construcciones culturales, éstas no
son estáticas, de hecho, en la actualidad se ha acuñado el término transgénero
para hacer referencia al tránsito de una identidad de género a otra, “hoy soy
un hombre, mañana puedo ser una mujer”, con independencia de si
biológicamente se tiene un cuerpo de macho o de hembra. Según Alejandra
Zúñiga, los transgéneros pueden dividirse en cuatro grupos:

Fetichistas: hombres que utilizan ocasionalmente elementos de indumentaria


femenina principalmente ropa interior para excitarse sexualmente. Su deseo
sexual está dirigido hacia las mujeres.

Travestis: hombres que usan vestimenta femenina, en general, son hombres


que se consideran hombres y están a gusto con ello y cuyo deseo sexual está
dirigido fundamentalmente hacia las mujeres.

Transgéneros: personas que optan por vivir de forma permanente o alternante


en un género transpuesto.

Transexuales: personas que sienten inconformidad con sus características


sexuales secundarias (desarrollo muscular, vello facial, grosor de la voz, entre
otras) por lo que buscarán modificarlas para que se ajusten a su identidad
genérica.

iv) Se ha considerado el género como un aspecto que corresponde al ámbito social,


mientras que el sexo se piensa como parte de lo biológico. Sin embargo, la
manera como establecemos la diferenciación sexual también es producto de la
manera como pensamos el género. Es decir, nuestra percepción de la biología
se encuentra generizada. En palabras de Pierre Bourdieu:

[...] la definición social de los órganos sexuales, lejos de ser una


simple verificación de las propiedades naturales, directamente
ofrecidas a la percepción, es el producto de una construcción
operada a cambio de una serie de opciones orientadas o, mejor
dicho, a través de la acentuación de algunas diferencias o de la
escotomización de algunas similitudes (2000:27).

Para los movimientos de mujeres y, en general, para los movimientos que trabajan en
la construcción de justicia social, el concepto género ha sido una herramienta que ha
permitido poner en cuestión la obligatoriedad de los roles que tradicionalmente se han
asignado a las mujeres, como el cuidado de otras y otros y la realización del trabajo
doméstico.

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Equidad de Género

También ha posibilitado hacer visibles las formas de violencia y discriminación con


base en la naturalización de las identidades de género, por ejemplo, los análisis de
género han mostrado como el hecho de considerar a lo femenino más débil y
subordinado a lo masculino, ha legitimado que las voces y experiencias de las mujeres
sean silenciadas en diversos escenarios, como la política. En ese sentido, el estudio de
la manera como opera el género en la vida cotidiana ha mostrado que no sólo se trata
de un principio ordenador de las identidades, sino que, muchas veces, las diferencias
establecidas en virtud de éste son fuente de desigualdades e injusticias sociales
basada en la imposición del orden masculino como universal, auto evidente y legítimo,
mediante la sobrevaloración de sus atributos y la utilización de diferentes formas de
violencia simbólica, no sólo ejercidas por los hombres ni únicamente contra las
mujeres, sino frente a todo lo considerado femenino y, en consecuencia, de menor
jerarquía.
Ahora bien, los seres humanos no sólo somos diferentes a causa de nuestras
construcciones de género, sino también de acuerdo a las experiencias individuales y
los contextos socioculturales en los que nos encontremos. Así pues, es diferente ser
mujer urbana a ser mujer rural, ser un hombre indígena a un europeo. En cada uno
de estos casos, los aprendizajes culturales del género varían.

Entre las múltiples diferencias que existen entre los seres humanos, hay una que son
fuente de desigualdad social: la clase y la raza. Las diferencias no son naturales entre
los seres humanos sino que corresponden a un sistema económico que está cimentado
sobre la desigualdad económica entre diferentes capas sociales. Así mismo, la raza, es
un atributo que se usa para marcar los cuerpos que se consideran diferentes al modelo
que se ha pretendido universalizar: el europeo. La clase y la raza entran en relación
con las diferencias y jerarquizaciones de género, es posible hacer visibles múltiples
experiencias de opresión e injusticia social.

Para dar cuenta de la interacción entre el género y las diferentes formas de


dominación, se ha utilizado el término interseccionalidad. Éste fue un concepto
acuñado por la académica afroamericana Kimberlé Williams Crenshaw, quien lo utilizó
para referirse a la manera cómo interactúan las diferentes estructuras de opresión en
un mismo sistema. Para la autora la reflexión sobre el tema de violencia contra las
mujeres debe centrarse en donde se entrelazan las diferentes discriminaciones.

Desde una perspectiva interseccional, la lucha por la transformación de las


desigualdades de género necesariamente implica un compromiso por cambiar los
diversos sistemas sociales que dominan a las mujeres, en tanto la justicia es indivisible
y no es posible luchar contra una sola relación de dominación sin poner en cuestión las
otras.

Finalmente, a pesar de los avances que ha permitido la conceptualización del género,


es necesario señalar si bien se ha definido el género como la construcción social de la
diferencia sexual, es preciso tener en cuenta que, la misma diferencia sexual y la
manera como interpretamos el cuerpo, dividiéndolo en dos: machos y hembras, es un
efecto del género. No se trata, entonces, de que haya una diferencia radical entre lo
que consideramos biológico y físico y lo que asumimos como cultural.

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Equidad de Género

2.2 El género como categoría y perspectiva de análisis

El término género se utiliza para denominar un concepto, una categoría analítica y una
perspectiva teórica. Como concepto se refiere a la construcción cultural de la
diferencia sexual; como categoría permite enunciar la diferenciación y categorización
que se hace de esa construcción cultural; y, como perspectiva teórica, permite analizar
diferentes problemas sociales haciendo evidente cómo operan en ellos los significados
culturales de la diferencia sexual. Así, cualquier realidad puede ser interrogada desde
el género, a través de las preguntas: ¿cómo se vive uno u otro fenómeno social en el
caso de hombres y en el caso de las mujeres?, ¿qué tiene que ver el género con tal
fenómeno particular?

En este sentido, asumir la perspectiva de género implica: i) una apuesta del


investigador o investigadora para indagar por realidades, muchas veces silenciadas,
como, por ejemplo, las experiencias de las mujeres, y ii) estar dispuesta-o a acercarse
a las problemáticas sociales, tomando en cuenta las particularidades de los diferentes
grupos que interactúan en ella.

El desarrollo de la categoría y la perspectiva género ha implicado un enorme reto para


las investigaciones sociales y los procesos de intervención comunitaria, en tanto ha
requerido: i) reconocer el género como un factor siempre presente en la vida cotidiana
de las comunidades y de quien investiga y/o interviene; ii) revisar y adaptar
herramientas de investigación con el fin de que sea posible, a través de ellas, obtener
la información necesaria para hacer visibles las diferencias de género en un
determinado contexto social, y iii) promover procesos de planeación y ejecución de
proyectos para que tengan incorporados en todas sus fases la perspectiva de género.
En la práctica, esto requiere:

En la investigación

• Tener clara la perspectiva de género en relación con el tema a estudiar, es


decir, qué es lo que exactamente queremos conocer desde una visión de
género.

• Dar la voz a las mujeres y a los colectivos sociales subordinados por razones de
género: esto implica crear escenarios adecuados para permitir la expresión de
las mujeres, que tradicionalmente han sido las menos escuchadas.

• Establecer una permanente interacción entre la creación de instrumentos de


investigación y la observación de cómo interactúa el género en una realidad
concreta.

• Hacer explícitos nuestros imaginarios y prejuicios sobre las otras y los otros,
esto permitirá un acercamiento tranquilo y abierto a una problemática
particular.

• Hacer explícito el lugar del investigador o investigadora en las relaciones de


poder y de género.

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Equidad de Género

En la intervención social

• Realizar los procesos de intervención planeados con las comunidades,


promoviendo la participación equitativa de varones y mujeres.

• Tomar en cuenta las relaciones de poder basadas en género al interior de las


comunidades, y su incidencia sobre los procesos de intervención.

• No reforzar estereotipos y discriminaciones de género a la hora de hacer la


intervención.

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Equidad de Género

CAPÍTULO 3.

LAS NORMAS DIFERENCIALES:


EL GÉNERO COMO PRÁCTICA COTIDIANA

3.1 Los modelos de masculinidad y feminidad.


Además de ser una herramienta analítica, el género es un factor determinante en la
configuración de las experiencias vitales de los seres humanos, y un elemento
fundamental en la construcción de su cuerpo, subjetividad, prácticas personales e
historias de vida.

Cuando se clasifica a un ser humano como hombre o mujer opera un mecanismo


doble, el reconocimiento del sexo biológico y su asimilación a un género particular,
masculino o femenino. A partir de allí comienza todo un proceso de interiorización del
género, es decir, un aprendizaje de lo que se supone le corresponde hacer por el hecho
de de ser hombre o mujer. De esta manera, las diferencias de género constituyen el
fundamento de la división sexual del trabajo, que consiste en “la distribución muy
estricta de las actividades asignadas a cada uno de los dos sexos, de su espacio, su
momento, sus instrumentos” (Bourdieu, 2000: 22).

Por lo anterior, adoptar una identidad de género significa no sólo reconocernos como
hombres o mujeres, sino reiterarlo mediante nuestros comportamientos, apariencia
física y formas de relacionarnos con las y los otros. A cualquier actitud que haga
parecer masculina a una niña o femenino a un niño le sigue, por lo general, un
“pórtese como una nena” o “sea un varón”. Este control sobre las identidades de
género es ejercido por la familia, la religión, la escuela y los grupos de pares.

Cada cultura ha desarrollado sus propios mecanismos para el aprendizaje de los roles
de género. Entre algunas las comunidades indígenas de la zona andina colombiana, por
ejemplo, aproximadamente desde la edad de siete años, los niños acompañan a sus
padres al trabajo en el campo, mientras que las niñas aprenden las labores de la
cocina. Al respecto, comenta una mujer embera chamí de Risaralda:

Esta es una piedra de moler chiquita para la niña, allí a prende a


moler maíz… El niño no usa esa piedra, él va con el papá a limpiar
el tajo (Entrevista a mujer embera chamí).

Así mismo, en la sociedad urbana existen mecanismos de transmisión e interiorización


del género; la publicidad, por ejemplo, es un medio de comunicación a través del cual
se socializan estas representaciones. Pensemos en las propagandas de licores, ¿cómo
aparecen las mujeres?, ¿cómo aparecen los varones? Por lo general, ellas son
presentadas como el objeto de deseo que acompaña el licor, se trasmite un mensaje
en el cual se puede acceder a los cuerpos femeninos si se compra uno u otro producto.
Los varones, aparecen como el consumidor al cual está dirigida la propaganda, un
consumidor de licor y del cuerpo de las mujeres.

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Equidad de Género

Además, la estandarización que se promueve no se limita al ámbito del


comportamiento, sino que afecta otras áreas de ser como los modelos de belleza,
como el hecho de que, en nuestra sociedad, la imagen ideal de mujer, cada vez más
ligada a la delgadez y la fragilidad, ha llevado a graves problemas como la anorexia. Lo
mismo ocurre en el caso de las cirugías estéticas: mujeres que hacen cualquier cosa
por un cuerpo delgado, una nariz más fileña, una belleza más parecida a lo que nos
muestra la televisión, y que constituye el objeto de deseo masculino. Así mismo,
también se ha promocionado un modelo de masculinidad donde atributos como la
ternura y la debilidad están ausentes. Por ello, de los varones se espera que sean
fuertes, que no lloren y que sean los proveedores económicos del sustento familiar.

La emisión de mensajes reiterativos sobre cómo son y deben ser los hombres y
mujeres constituyen modelos de masculinidad o femineidad hegemónicos. Es decir,
generan un efecto social según el cual todos y todas debemos encajar en ellos, de lo
contrario estamos por fuera de lo esperable y deseable socialmente.

Esta imposición de modelos hegemónicos hace que las formas de masculinidad y


feminidad aparezcan como incuestionables y se reproduzcan, por generaciones,
aunque en la práctica, muchas veces, promuevan desigualdad social, exclusión y dolor.

3.2 El género: entre la elección y la imposición social


Como hemos visto, las construcciones de género se transforman al ritmo de la historia
y los cambios socio-culturales, y poseen un correlato en la vida de cada uno y cada
una de nosotras. Sobre la dinámica de construcción cultural del género, Judith Butler
(2000: 309) plantea que éste es adoptado por el sujeto mediante un proceso de
elección, que consiste en “interpretar las normas de género recibidas de un modo tal
que las reproduce y organiza de nuevo”. Según Butler, este proceso es prerreflexivo y
espontáneo, razón por la cual elegimos el género aunque no sepamos que lo hacemos,
y sólo somos conscientes de nuestra elección en momentos en los que se pone en
cuestión nuestra certeza sobre la identidad de género que hemos escogido. Al
respecto, plantea Butler:

[...] En los momentos de dislocación de género en que nos damos cuenta


de lo poco necesario que es que seamos los géneros que hemos llegado
a ser, nos enfrentamos con la carga de la elección intrínseca a vivir como
un hombre o como una mujer o como alguna otra identidad de género,
libertad que se ha convertido en carga por el constreñimiento social
(Butler, 2000: 310).

De acuerdo con lo anterior, llegar a ser género1 es al mismo tiempo una elección
individual y una imposición social, en tanto los márgenes de libertad para decidir con
autonomía sobre el propio género son muy estrechos y casi inexistentes. Esta elección
no corresponde a un momento específico, es más, casi que la renovamos a cada
momento.

1
Expresión tomada de Simone de Beauvoir (1973: 301). Citada en Butler (2000)

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Equidad de Género

Tener que confirmar a diario el género es una constante en la vida de hombres y


mujeres. Sin embargo, algunos teóricos de la masculinidad como Michael Kimmel
(1994) señalan que esta presión social es mucho más fuerte hacia los varones debido
a que las mujeres “no se sienten frecuentemente forzadas a probar su condición de
mujer”. Este autor plantea, apoyándose en los desarrollos del psicoanálisis freudiano,
que la construcción de la masculinidad está relacionada con huir de lo femenino y
repudiar a las mujeres.

[El muchacho] Primero, empuja lejos a su madre real, y con ella, los
rasgos de acogida, compasión y ternura que pudiera haber encarnado.
Segundo, suprime esos rasgos en sí mismo, porque revelarán su
incompleta separación de la madre. Su vida deviene un proyecto
permanente: demostrar que no posee ninguno de los rasgos de su
madre. La identidad masculina nace de la renuncia a lo femenino, no de
la afirmación directa de lo masculino, lo cual deja a la identidad de
género masculino tenue y frágil. Tercero, con el propósito de demostrar
el cumplimiento de estas primeras dos tareas, el muchacho también
aprende a devaluar a todas las mujeres en su sociedad, como
encarnaciones vivientes de aquellos rasgos de sí mismo que ha
aprendido a despreciar (Kimmel, 1994: 53).

En tanto el género es una elección renovada a cada momento, también es susceptible


de transformación. Dado que el género es una construcción histórica y cultural, los
roles e identidades que configura van cambiando con el tiempo y según las
transformaciones económicas y sociales, en la mayoría de estos casos el cambio se da
por un cuestionamiento de los modelos hegemónicos de género a la luz de las
transformaciones y demandas sociales. Por ejemplo, en nuestro país, la situación de
guerra ha hecho que miles de familias abandonen los campos, luego, en las ciudades,
muchas veces el rol de proveer sustento a la familia es asumido por las mujeres, ya
sea porque los varones no convivan con ellas, o porque para las mujeres es más
sencillo emplearse en el sector informal en los grandes territorios urbanos.

Otro ejemplo de los cambios en los roles de hombres y mujeres, tiene que ver con el
ingreso de las mujeres al campo laboral y a las universidades. Ello les ha significado
contar con herramientas para entrar a escenarios tradicionalmente masculinos como la
política y otros espacios públicos. Estos cambios en los roles de las mujeres han
generado que los varones también se pregunten por su masculinidad y asuman nuevas
formas de construirla y afirmarla. Igualmente, el cuestionamiento que los movimientos
de mujeres y feministas han formulado a la legitimidad social de la violencia contra las
mujeres ha hecho que los varones, se pregunten por su lugar en relaciones sociales
que no se plantean abiertamente como relaciones de dominación y sujeción de las
mujeres.

En estos procesos de cambio de patrones culturales discriminatorios, es preciso


resaltar la importancia del compromiso individual en la transformación de las
desigualdades sociales que se han construido a partir del género. Es, pues, de gran
importancia la lucha de quienes se sienten violentados por el modelo hegemónico y lo
cuestionan, rompiendo con los lineamientos y haciendo de sus prácticas y su cuerpo un
escenario de resistencia.

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Equidad de Género

3.3 Género y sexualidad


La diferenciación de género es uno de los elementos fundamentales en la construcción
de la sexualidad. En buena medida, los discursos sobre las conductas sexuales
correctas se apoyan en la idea según la cual el mundo se divide biológicamente en
masculino y femenino, el par de oposiciones que deriva en una regulación generizada y
generizante de la sexualidad.

La regulación de la sexualidad de acuerdo al género se expresa en mandatos


diferentes sobre hombres y mujeres. En el caso de las mujeres, los mensajes
transmitidos por la familia y la escuela a lo largo de la vida están relacionados con la
decencia y la virginidad, bajo una lógica social según la cual el disfrute del placer
sexual se encuentra considerablemente restringido para las mujeres. La vigilancia
sobre la sexualidad femenina se mantiene a lo largo de la vida, incluso en espacios que
parecen más libres de prejuicios al respecto.

La pasividad sexual es uno de los mandatos sociales hacia las mujeres. Es transmitido
de múltiples formas, por ejemplo a través de la televisión, donde las mujeres buenas,
las protagonistas de las novelas, aparecen como seres puros y castos, es decir,
vírgenes que ceden ante los deseos masculinos.

En el caso de los varones, los mandatos sociales están más relacionados con tener
novias porque “un varón tres cuartos necesita compañía”, ser viriles y buenos
amantes, es decir, “vigorosos” y “fogosos”. Además existe una serie de modelos
sociales de masculinidad donde los hombres aparecen como seres que sólo buscan el
placer sexual sin comprometer sus afectos. Estos estereotipos circulan a través de
bromas, medios de comunicación masivos y prácticas cotidianas.

Otra de las maneras como pera el género en la configuración de la sexualidad, tiene


que ver con la construcción de la heterosexualidad como paradigma hegemónico de
las relacione eróticas entre los seres humanos. La heterosexualidad obligatoria está
basada en la idea de que hombres y mujeres son opuestos y complementarios, por ello
es “normal” que un hombre sienta deseo por una mujer, y viceversa. Además de esto,
otro de los fundamentos de la heterosexualidad obligatoria tiene que ver con la idea de
que el fin de la sexualidad des la reproducción, por lo que el sexo entre dos hombres o
dos mujeres, no tendría sentido.

Recientemente, con el fortalecimiento de los movimientos LGTB, el paradigma


heterosexual ha sido cuestionado con fuerza, sin embargo, socialmente estamos lejos
aún de que exista verdadero respeto a todas las personas independientemente de su
opción sexual.

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Equidad de Género

SÍNTESIS DE LA UNIDAD
En esta unidad se buscaba profundizar en las bases conceptuales, históricas y
vivenciales necesarias para comprender el tema de equidad de género, en ese sentido,
a lo largo de estas páginas hemos hecho un recorrido por algunos de los temas más
importantes, sobre todo, en relación con el concepto de género.

El término género comenzó a ser utilizado en la segunda mitad de siglo XX en las


ciencias sociales, en el contexto de los estudios sobre la personalidad. Aunque los
antecedentes del concepto se encuentran en trabajos de académicas como Simone de
Beauvoir y Margaret Mead.

Como concepto, género hace referencia a la interpretación social de la diferencia


sexual, en virtud de la cual las culturas asignan a los individuos diferentes roles e
identidades consideradas masculinas o femeninas. La construcción del género se da en
medio de un proceso dialéctico entre la presión social de los modelos hegemónicos de
masculinidad y feminidad, la elección de los mismos, y la confirmación del género a
cada momento y en cada una de las acciones que realizamos.

La introducción del género como un elemento importante de la experiencia humana, ha


permitido, entre otras cosas poner en cuestión las situaciones de discriminación y
violencia vividas por algunos sujetos, como las mujeres, y ha mostrado como los roles
que se consideraban “naturales” de cada sexo, no son más que el producto de
complejos procesos culturales e históricos. Esto ha implicado la inclusión de la equidad
de género como un asunto fundamental para la realización de la justicia social.

Además de ser un concepto, el género ha sido desarrollado como una categoría


analítica y una perspectiva teórica, a partir de la cual es posible interrogar la realidad
para comprender las dimensiones de género que tiene cualquier tema. Esto conlleva
retos metodológicos importantes, entre los cuales se destaca la creación de
herramientas de investigación e intervención que logren dar cuenta de las diferencias
de género y la vinculación de una perspectiva interseccional, con miras a comprender
las experiencias específicas y diversas de los hombres y de las mujeres.

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Equidad de Género

UNIDAD 2

GÉNERO, ORGANIZACIÓN SOCIAL,


ECONOMÍA Y POLÍTICA GLOBAL

OBJETIVOS DE LA UNIDAD
❖ Construir herramientas para analizar desde la perspectiva de género la
configuración de algunas realidades socio-económicas y políticas a nivel
globales.

❖ Promover una reflexión sobre el propio compromiso con la


transformación de las desigualdades y la construcción de una sociedad
justa y con equidad de género.

❖ Acercarse a la comprensión de los derechos humanos, como carta ética y


una herramienta para la construcción de un mundo más justo y
equitativo.

INTRODUCCIÓN
En el anterior capítulo hemos explicado que el término género hace referencia a tres
cosas: el concepto, categoría analítica y perspectiva que permiten entender la realidad
social e interrogarla, haciendo evidente las diferencias entre las experiencias de los
varones y de las mujeres, las relaciones de poder entre ambos y las construcciones
simbólicas de los imaginarios sobre lo masculino y lo femenino. Por otro lado, género
hace referencia a la experiencia vital y el proceso mediante el cual se construyen las
identidades masculinas y femeninas.

También hemos dicho que al interrogar la realidad desde la mirada del género, nos
permite ver relaciones, tensiones y diferencias, que, de otra manera permanecen
invisibles, por ello, todo puede ser interrogado desde una mirada de género.

Analizar los conflictos sociales desde esta perspectiva, nos da pistas sobre cómo
pueden ser resueltos. La guerra, el racismo, la desigualdad tienen connotaciones de
género y en la construcción de una sociedad más justa y equitativa, se requiere tener
en cuenta esto, con miras a construir soluciones a las problemáticas, que no
reproduzcan las formas de dominación y violencia basadas en género.

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Equidad de Género

No es posible decir que una sociedad es justa, si a su interior las mujeres, las personas
con una orientación sexual diferente a la hegemónica son discriminadas, porque la
equidad de género es un elemento estructurante de las relaciones sociales y fundante
de estructuras sociales.

En esta unidad se propone un análisis de la relación entre género, organización social,


economía y política global desde un análisis de los diferentes conflictos sociales
contemporáneos, no porque aparezcan recientemente, sino porque existen en este
momento y constituyen la mayor fuente de desigualdad y subordinación de individuos
y colectivos. A estos conflictos se los interroga desde la perspectiva de género. Este
análisis se hace, sobre todo en el capítulo 1. En el capítulo 2 se presentan los derechos
humanos, como una carta ética y política que da pistas para la construcción de una
sociedad más justa para las mujeres y los varones.

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Equidad de Género

MAPA CONCEPTUAL DE LA UNIDAD

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Equidad de Género

CAPÍTULO 1.

GÉNERO Y CONFLICTOS SOCIALES

1.1 Globalización, desigualdades y conflictos sociales


Hace por lo menos veinte años era inimaginable que una persona que estuviera en
Colombia se comunicara de manera simultánea con otra en viviera al otro lado del
planeta. Sin embargo, hoy, a través de internet, es posible estar al tanto de lo que
ocurre en el resto del mundo.

Hace cincuenta años, sólo quienes viajaban a otros países accedían a las ciertas
mercancías fabricadas allí, hoy, es frecuente encontrar productos elaborados en
lugares como China o Japón en todas las tiendas y mercados, incluso de ciudades
pequeñas y en galerías artesanales.

Estos dos ejemplos ilustran la premisa muy difundida, de que “vivimos en un mundo
globalizado”, caracterizado por la simultaneidad en la comunicación y las posibilidades
de acceso a diversas experiencias, mercancías y productos culturales en general, de
una manera rápida y sin moverse de casa.

En 1997, el Presidente del Banco Mundial dijo en una alocución ante la Organización
Internacional de Trabajo-OIT:

Hace 15 años 1.000 millones de personas vivían en una economía de


mercado, hoy en día son 5.000 millones de personas (...) Gracias al
sistema de mercado y a los acontecimientos que se han producido, nos
encontramos, actualmente, ante una sociedad civil floreciente. 2

Esta declaración fue realizada minutos después de que él mismo señalara: "Hay 3.000
millones de personas que viven con menos de dos dólares por día y 1.300 millones que
viven con menos de un dólar".

Así pues, mientras se ha globalizado la compra y venta de productos, millones de


personas viven con muchos menos recursos de los que se necesitarían para llevar una
vida digna. El panorama mundial actual tiene dos rostros. Uno que presenta un mundo
abierto y con posibilidades inimaginables hace menos de un siglo y otro que pone
sobre la mesa las injusticias sociales en medio de las cuales vivimos los seres humanos
y las inequidades que, en algunos casos, se profundizan cada día más.

2
DEL RIO, Sira. Banco Mundial, género y pobreza.Dispoible en: http://www.nodo50.org/doneselx/assemblea/bmcast.htm
[citado:Dicuembre 12 de 2010]

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Equidad de Género

Estas desigualdades no son producto del azar, sino que obedecen a la interacción de
complejas estructuras de dominación, y a la permanencia de un sistema económico
neoliberal que se basa en la colonización de nuevos territorios para buscar los recursos
que necesita para crear mercancías que puedan ser compradas y desechadas
rápidamente para que se creen y consuman otras, en una sucesión temporal infinita.

Este proceso ha sido estudiado por varios autores-as. Por ejemplo, la filósofa judeo-
alemana Hannah Arendt ha señalado cómo en la sociedad de consumidores todas las
actividades humanas aseguran la existencia de artículos de primera necesidad y
procuran que estos abunden (Arendt, 2006: 134). La continuidad de este proceso está
asegurada por las repetidas necesidades de consumo, la enorme velocidad con que se
desechan las mercancías y la ininterrumpida cadena fin- medios, donde cada objeto
fabricado es luego materia prima para la elaboración de nuevos objetos.

De acuerdo con lo anterior, como plantea Arendt “el proceso de acumulación de


riqueza tal como lo conocemos, estimulado por el proceso de la vida y a su vez
estimulando la vida humana, sólo es posible si se sacrifican el mundo y la misma
mundanidad del hombre”, entendiendo la mundanidad como un hecho que tiene como
condición la durabilidad de la creación humana (Arendt, 2006: 284) Por tanto, el
proceso de acumulación de capital que se extendió a todas las esferas de la sociedad
en el comienzo de la época moderna sólo puede ser interrumpido si se le opone la
mundanidad con su durabilidad y estabilidad, es decir, si los objetos dejan de ser
materia prima para la creación de nuevos bienes de consumo.

Esta situación de consumo y el desequilibro en que vimos, es la fuente de muchas


situaciones de conflicto social como la guerra por los recursos y el control del
territorios ricos, con su concomitante dominio de naciones enteras.

Este desequilibrio se ve alimentado por la pervivencia de patrones culturales basados


en ideologías discriminatorias, que, en últimas, van encaminadas a negar la condición
de humanidad de las y los otros, para justificar la intervención en sus territorios y la
explotación de los mismos. Así, en relación con pueblos indígenas y afro, la
pervivencia de una ideología racista hace que el desplazamiento y la barbarie cotidiana
parezca legitimada por el avance de la civilización y de una forma de vida que se
considera mejor: la vida occidental, el desarrollo occidental, donde la medida de lo
humano es, por supuesto, el varón occidental. De acuerdo a lo anterior, una de las
razones por las cuales se perpetuán las formas de discriminación, es porque son útiles
para la legitimación de formas de apropiación y dominio de los y las otras.

1.2 Una lectura al panorama internacional desde una perspectiva


de género
Este contexto de desigualdad y desequilibrio social puede ser interrogado desde una
perspectiva de género a partir de la pregunta: “¿qué pasa con la vida de las mujeres y
los hombres?” La respuesta no es alentadora, a pesar de haberse globalizado las
luchas por la ciudadanía de las mujeres en el mundo, llegando a transformar los
discursos de algunos pueblos y naciones, en América Latina la población femenina
trabaja mucho más de ocho horas diarias; mientras parte de la población ha
aumentado su acceso a la información, otra gran parte, en su mayoría mujeres, sigue
sin completar su educación básica. Una revisión a los estudios realizados en Colombia
nos muestra las siguientes cifras:

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Equidad de Género

• En Colombia, del total de la población estimada para el 2010, el 47% son niños,
niñas y jóvenes, de los cuales, el 49% son mujeres (DANE, Proyecciones de
población 2005 – 2020).
• Más de 1.6 millones de niñas y niños en Colombia están por fuera del sistema
educativo (Ministerio de Educación, 2009).
• Sólo 34.1% de la población de 5 a 17 años de edad disfruta del derecho pleno a
una educación de calidad. El 65.9% restante no ingresa al sistema educativo o,
si lo hace, no aprueba el grado que cursa. La mitad de quienes lo aprueban no
adquiere las competencias necesarias que le permita desempeñarse en forma
adecuada en la vida personal, civil, social, cultural, económica y política de la
nación (Procuraduría, 2006).
• La tasa de analfabetismo para las mujeres en el país es de 7.3%, la tasa de
analfabetismo entre la población indígena alcanza el 33.4%, y entre la
población afrocolombiana es del 31.3% (Contraloría General, 2007; Robert
Kennedy Center for Justice and Human Rigths, 2008).
• La tasa neta de matrícula en educación secundaria y media es del 76%, y la
cobertura en educación media en el país apenas alcanza el 39% (Ministerio de
Educación, 2009).
• En el año 2009 el DANE registró 133.275 niñas entre los 10 y los 19 años que
fueron madres. El Fondo Mundial de Poblaciones de las Naciones Unidas -
UNFPA- estimó en su informe sobre la población mundial de 2009 una tasa de
74 partos por cada 1.000 mujeres entre 15 y 19 años de edad.
• La OIT ha calculado que entre el 15 y el 20% de las niñas y los niños en
Colombia son trabajadores. Por su parte, el DANE calculaba para 2007 que
existían 1´628.300 niños, niñas y jóvenes trabajadores, de los cuales 841.733
se dedicaban oficios del hogar por más de 15 horas diarias; en este rango, se
incrementa la diferencia por sexo, donde la participación de las mujeres en los
oficios del hogar está por encima del 72%.

En nuestro país, las cifras sobre violencia contra las mujeres son escabrosas. De
acuerdo con el último informe de la Procuraduría General de la Nación, 336 niñas
fueron explotadas sexualmente en el 2008; de las 45.430 víctimas de violencia
intrafamiliar ese mismo año, el 84% son mujeres, y del total de los casos de violencia
sexual, el 83% es contra las mujeres.

En el tema de salud la situación no es otra, según el Informe Mundial de Desastres


entregado por la Cruz Roja en 2008, en Colombia existen 160.000 personas con SIDA,
de las cuales 45.000 son mujeres.

Esta lectura particular de las realidades de las mujeres, nos muestra que, si bien existe
un contexto mundial de desigualdad y desequilibrio social, la vida de la población
femenina se ve afectada de una manera particular, y que para comprenderla es precio
remitirnos a los imaginarios sociales sobre los cuales se asienta la discriminación y
violencia contra las mujeres.

En este ejercicio de análisis, algunos movimientos sociales de mujeres y feministas han


utilizado el término feminización de la pobreza, para hacer referencia a como las
mujeres están llevando sobre sus hombros buena parte del peso de las desigualdades
sociales y económicas. Al respecto señalan Rosa Cobo y Luisa Posada:

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Equidad de Género

Hablar de feminización de la pobreza es hablar de una realidad que viene


de lejos: el feminismo lleva tiempo utilizando esta expresión para
connotar el creciente empobrecimiento material de las mujeres, el
empeoramiento de sus condiciones de vida y la vulneración de sus
derechos fundamentales. Cuando la impresión generalizada es la de que
las vidas de las mujeres están mejorando en todo el mundo, las cifras
desmienten este tópico. Es un hecho verificable, por ejemplo, que en las
familias del Primer y del Tercer Mundo, el reparto de la renta no sigue
pautas de igualdad, sino que sus miembros acceden a un orden
jerárquico de reparto presidido por criterios de género 3
(http://www.mujeresenred.net/spip.php?article620).

La feminización de la pobreza está relacionada con la pervivencia de formas de


discriminación contra las mujeres y con una situación de desigualdad en relación con
los derechos de los varones, desigualdad que, lamentablemente se ha venido
generalizado y transversalizando en todas las culturas. Así pues, se habla de que “las
mujeres son las más pobres entre los pobres”, esto significa que son quienes menos
posibilidades tienen de acceso a la educación, a la salud, a un salario justo y, en
general, a una vida digna. Esta realidad con convoca a pensar de manera crítica sobre
lo que pasa en nuestras sociedades y en la vida cotidiana, y, sobre todo, a revisar los
acuerdos sociales que se han hecho en la perspectiva de construir un mundo justo
para todas y todos. Ese es el tema del siguiente capítulo.

3
MUJERES EN RED. Disponible en: http://www.mujeresenred.net/spip.php?article620 [citado 13 de diciembre de 2010]

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CAPÍTULO 2

EQUIDAD DE GÉNERO Y DERECHOS HUMANOS

2.1 Los derechos humanos


Los conflictos sociales a nivel mundial y las situaciones de desigualdad e injusticia
social que se expresan de diferentes maneras en nuestra vida cotidiana y en la
realidad de las comunidades con las cuales trabajamos, nos invitan a pensar en el
papel que cada uno y cada una tiene en la construcción de alternativas para una
sociedad justa e incluyente. Ahora bien, más allá de las intenciones y aspiraciones
individuales, es preciso tener en cuenta que son múltiples las visiones del mundo, y las
construcciones que cada persona o colectivo puede hacer en la búsqueda de esos
ideales de justicia y paz. Por ello, se hace necesario que estos ideales se desarrollen en
contenidos y propuestas concretas.

Una de las herramientas que nos aportan en esa construcción de contenidos es la


declaración de derechos humanos, que tiene como antecedentes otros documentos que
diferentes sociedades han hecho, como una manera de establecer principios y normas
que aportarían en la construcción de justicia, como la Declaración de los derechos del
hombre y el ciudadano, dada en Francia en 1789.

El contexto en el que surge la declaración universal de los derechos humanos es el fin


de la segunda guerra mundial, cuando situaciones como el exterminio de millones de
personas en los campos de concentración y la ocupación de los países vecinos en
medio de la violencia extrema, así como la utilización de la bomba nuclear como arma
de destrucción, hicieron pensar que el horror y la barbarie vivida durante la guerra no
debería repetirse, para lo cual, se pensó en la necesidad de establecer unos mínimos
que no debían ser vulnerados, aún en el contexto de confrontación armada y social.

Es así, como en 1945, los estados firman la declaración universal de derechos


humanos, y a partir de allí, la humanidad cuenta con una carta ética, que constituye
una guía a la hora de evaluar la situación de las sociedades y de los individuos.

Los derechos humanos son definidos como atributos inherentes a la persona,


fundamentados en el principio de que todos los seres humanos, por el hecho de ser
humanos deben disfrutar de una vida en la que se respete y proteja su dignidad. La
garantía de los derechos humanos es responsabilidad del Estado, esto quiere decir que
los actos donde personas naturales o privadas cometen actos contra otras, el estado es
responsable de su sanción y prevención.

Entre las características de los derechos humanos están:

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Equidad de Género

Universalidad: se refiere a que todo ser humano, por el hecho de serlo, es titular de
los derechos.

Interdependencia e integralidad: la realización de un derecho, depende de la


realización de los otros. Por ejemplo, la realización del derecho a la vida, implica que la
gente tenga las condiciones de vida digna, es decir, que tenga vivienda, derecho a la
asistencia médica, a la salud.

Indivisibilidad: el cumplimiento de los derechos humanos debe darse de manera


inmediata, no es posible garantizar algunos y postergar otros, precisamente porque
son integrales y la realización de unos es condición necesaria para la realización de
otros.

Debido a que los derechos humanos son el producto de un acuerdo entre estados, se
encuentran incorporados a las constituciones de los Estados y se han desarrollado en
otros documentos y pactos vinculantes entre estados, con el fin de afinar los
instrumentos para hacerlos efectivos, como el Pacto Internacional de los derechos
económicos sociales y culturales, la Convención para la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer, y la Declaración de los Derechos de los
Pueblos, realizada en Argel en 1974, en el contexto de la lucha contra el colonialismo y
por la autonomía de los pueblos.

Los derechos humanos pueden agruparse en cuatro categorías, las cuales no implican
una jerarquización entre ellas, sino una manera de clasificarlos temáticamente, en:

o Derechos civiles y políticos: aquellos relacionados con la vida, la libertad, la


seguridad y la propiedad.
o Derechos económicos, sociales y culturales – DESC- : relacionados con la
vivencia cotidiana de la dignidad, que se materializa en aspectos como tener
una vivienda digna, salud, educación y demás garantías, sin las cuales no es
posible el ejercicio de la libertad ni la ciudadanía.
o Derechos colectivos, medio ambiente y la tierra: en relación con los recursos
que son necesarios para la sobrevivencia de la humanidad y de las culturas en
particular.
o Derechos sexuales y derechos reproductivos: relacionados con la vivencia plena
y libre del cuerpo, el deseo y la reproducción.

Con frecuencia tiende a hacerse una división entre los derechos individuales y los
derechos colectivos o de los pueblos, y, en ocasiones estos dos entran en
confrontación. Por ejemplo, un derechos individual es vivir sin violencia y con dignidad,
un derechos colectivo es preservar la cultura y las identidades culturales. En el caso de
prácticas culturales lesivas para las mujeres, como la mutilación genital femenina,
¿qué derecho debería prevalecer?

Frente a esto, podríamos decir, dos cosas, la primera es que si bien existen derechos
de los individuos y derechos de los pueblos, estos se encuentran profundamente
interrelacionados, puesto que para que los pueblos tengan derechos, sus individuos
deben tener derechos y viceversa. Así pues, el derecho a la pervivencia cultural no
puede basarse en una violación del derecho a la integridad. Para dar solución a estos
conflictos no existe una receta dada, se trata más bien de tomar posiciones de acuerdo
al caso concreto, según el cual algunas veces predominará el derecho individual, en
otras el derecho colectivo.

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Equidad de Género

Los derechos humanos han sido desarrollados en instrumentos nacionales como la


constitución de los estados y en instrumentos internacionales. Cabe señalar que
ninguno de los pactos e instrumentos pueden ir en contravía de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, por ende, en las constituciones ninguna ley,
puede violar los derechos consagrados internacionalmente.

2.2 Los derechos humanos y la equidad de género


Con frecuencia, cuando se habla de la situación de desigualdad entre hombres y
mujeres, aparece el temor frente a la homogenización de la experiencia vital de ellos y
ellas, porque se entiende que si hombres y mujeres tienen las mismas posibilidades,
ellas van a acceder a comportamientos masculinos que, en el contexto de la feminidad,
son considerados negativos, como por ejemplo: tomar licor, tener una vida sexual
activa y tener un trato fuerte y violento sobre otros y otras.

Ahora bien, lo primero para tener en cuenta es que tanto los modelos de masculinidad
como de feminidad hegemónicos deben ser cuestionados. No se trata de que hombres
y mujeres hagan las mismas cosas, piensen de la misma manera y asuman los mismos
roles, mucho menos cuando estos comportamientos reproducen formas de dominación,
como la violencia hacia otros, que es ejercida fundamentalmente por los varones en
medio de relaciones familiares profundamente desequilibradas.

Así pues, los movimientos de mujeres han siempre puesto en cuestión la idea de que
el modelo a seguir sea el masculino y, más bien, se han dedicado a poner en cuestión
dicho modelo, señalando la importancia de construir otras formas de relación no
basadas en patrones androcéntricos.

Con esta claridad, comprendamos qué significan las luchas por la igualdad y la equidad
de género. Estas parten de una lectura fáctica de que existen situaciones objetivas
donde se muestra que si bien todos y todas somos humanas, en realidad no tenemos
las mismas oportunidades, en general, las mujeres cuentan con menos posibilidades
que los varones y estas formas de exclusión se encuentran legitimadas.

En ese sentido, se ha propuesto que todos, hombres y mujeres, somos igualmente


humanos, por lo tanto tenemos derecho a realizar la vida plenamente y a acceder a
todas las opciones que el mundo humano crea. Esta visión de igualdad constituye el
fundamento filosófico y político de las luchas por los derechos de las mujeres.

Tenemos entonces que la igualdad que se quiere, no es la igualdad superficial de


comportamientos, sino la igualdad sustantiva; el reconocimiento de la condición de
seres humanos mujeres y hombres, y por tanto, el reconocimiento de que, con
independencia del género, tenemos los mismos derechos, tal como lo anota el PNUD:

La igualdad de género supone, por tanto, que los diferentes


comportamientos, aspiraciones y necesidades de las mujeres y los
hombres se consideren, valoren y promuevan de igual manera.
Ello no significa que mujeres y hombres deban convertirse en
iguales, sino que sus derechos, responsabilidades y oportunidades
no dependan de sí han nacido hombres o mujeres. La igualdad de
género implica la idea de que todos los seres humanos, hombres
y mujeres, son libres para desarrollar sus capacidades personales
y para tomar decisiones (PNUD, 2010: 6).

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Equidad de Género

Ahora bien, esta aspiración de igualdad también reconoce que hay, de facto, una
situación de desigualdad. Por lo cual, se hace necesario tener estrategias que
contribuyan a transformarla y eso requiere respuestas diferenciadas para las diversas
realidades que enfrentan hombres y mujeres. A esta formulación de políticas y
propuestas diferenciadas para hombres y para mujeres, se le ha llamado equidad de
género, definida como:

la justicia en el tratamiento a mujeres y hombres de acuerdo a sus


respectivas necesidades. La equidad de género implica la posibilidad de
tratamientos diferenciales para corregir desigualdades de partida;
medidas no necesariamente iguales, pero conducentes a la igualdad en
términos de derechos, beneficios, obligaciones y oportunidades (PNUD,
2010, 7).

La equidad de género pone de presente que la construcción de justicia no supone


aplicar las mismas reglas a todo el mundo, sino en dar respuestas a las necesidades
particulares, teniendo como horizonte el logro de la igualdad de derechos y
oportunidades. En este sentido, igualdad y equidad de género son conceptos
complementarios y ambos remiten al compromiso en la construcción de un mundo
justo para hombres y mujeres, donde las diferencias no sean fuente de desigualdad.

A partir de una visión de equidad de género e igualdad de derechos para mujeres y


hombres, los movimientos de mujeres han interrogado al sistema de derechos
humanos, señalando cómo es necesario fortalecer los derechos humanos de las
mujeres.

Con este principio, se han construido algunas propuestas de protección de derechos


para ellas, materializadas en instrumentos internacionales como la Conferencia de
Población y Desarrollo (Cairo); la plataforma de acción, aprobada en la Cuarta
Conferencia Mundial Sobre la Mujer (Beijing, 1995), que establece algunos puntos de
acción, entre los cuales se destacan: pobreza, educación y formación, salud, violencia
y derechos humanos; la Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación Contra la Mujer (CEDAW), que propone una definición de violencia
contra la mujer como:

todo acto violento basado en el género, que tiene como resultado


posible o real, un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico,
ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada, en la familia,
en la comunidad, o que sea perpetrado o condonado por el
Estado.

Esta Convención es una herramienta indispensable, al proporcionar una definición


de violencia contra las mujeres como una violación de derechos humanos, que
incluye prácticas como:

o Mutilación genital femenina


o Selección prenatal del sexo
o Infanticidio femenino
o Violación
o Violencia entre convivientes
o Abuso sexual.
o Hostigamiento sexual.
o Violencia relacionada con la dote.

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Equidad de Género

o Embarazo forzado.
o Esterilización forzada.
o Utilización forzada de anticonceptivos
o Aborto forzado
o Proxenetismo
o Prostitución forzada
o Esclavitud sexual
o Violencia relacionada con la explotación y los conflictos armados.

La existencia de esta definición de violencia contra las mujeres, nos invita a pensar
sobre cuáles de estas prácticas se mantienen en las comunidades de las cuales somos
parte y/o con las cuales trabajamos. Lamentablemente, lo más probable es que casi
todas se encuentren en los contextos cercanos. Con esta constatación: ¿cuál es el
aporte que desde la formación profesional socio-humanística se puede hacer a la
transformación de esta realidad?, ¿cómo promover la deconstrucción de los
imaginarios y representaciones sociales sobre los cuales se apoyan la violencia y las
desigualdades, en particular, las desigualdades e inequidades de género? Son
interrogantes que quedan para la reflexión individual y colectiva.

SÍNTESIS DE LA UNIDAD
Durante esta unidad hemos realizado un recorrido rápido por algunos de los elementos
de contexto que describen la situación actual de las mujeres en el mundo, que no
escapa a la enorme desigualdad social que existe y que está dada por la interacción de
un sistema económico de carácter expansionista y extractivista con ideologías racistas
y patriarcales.

Esta realidad hace que nos interroguemos por los referentes éticos que pueden
orientar la construcción de justicia. En esa búsqueda, la noción de derechos humanos y
su materialización en instrumentos internacionales, es una herramienta fundamental.
Ahora bien, los derechos humanos para las mujeres implican tener siempre en el
horizonte la realización de igualdad y la construcción de estrategias basadas en la
equidad.

Con esta perspectiva, han sido desarrolladas algunas herramientas como la CEDAW, en
las cuales se reconoce la existencia de múltiples formas de violencia contra las mujeres
y se construyen principios que orientan la acción para enfrentar estas situaciones de
desigualdad. Si bien la transformación de estas situaciones de dominación son
responsabilidad del Estado, es preciso que desde la vida cotidiana nos interroguemos
sobre la manera como se perpetúan ideologías que legitiman al violencia y
discriminación contra las mujeres.

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Equidad de Género

UNIDAD 3

GÉNERO, CULTURA Y ESPIRITUALIDAD

OBJETIVOS DE LA UNIDAD
❖ Explorar las relaciones entre equidad de género, cultura y espiritualidad,
promoviendo una reflexión sobre la importancia de construir imágenes
incluyentes de la divinidad.

❖ Acercarse a la historia y los planteamientos de la teología de la liberación


y teología feminista, identificando sus principales aportes en la
construcción de representaciones sociales liberadoras sobre la divinidad.

❖ Identificar las relaciones entre imágenes liberadoras de la divinidad y


construcción de un mundo con justicia social y equidad de género.

INTRODUCCIÓN
Hasta este momento hemos realizado un recorrido sobre la manera como se
construyen las relaciones de género y su relación con el contexto social. También
hemos puesto de presente la manera como se relaciona la equidad de género con el
tema de derechos humanos y de conflictos sociales. En esta unidad, la reflexión
propuesta está encaminada a promover una lectura crítica sobre las dimensiones
culturales y simbólicas de las construcciones de género, especialmente la forma como
éstas se manifiestan en uno de los ámbitos que pocas veces se revisa a la luz del
género: la espiritualidad.

Observaremos como aún en este ámbito el género juega un papel importante y cómo,
dependiendo de las representaciones que construimos, la espiritualidad puede ser un
espacio de cuestionamiento de las relaciones de dominación e inequidad, o un espacio
de reproducción de las mismas.

Esta unidad se compone de dos capítulos, en el primero de ellos se hará una revisión
sobre algunos mecanismos culturales mediante los cuales se construyen
representaciones de género. En el segundo, nos centraremos en las relaciones entre
equidad de género y espiritualidad, acercándonos a las apuestas que desde algunas
propuestas teológicas se han realizado por hacer de la espiritualidad y espacio para la
transformación de las inequidades y la construcción de nuevas maneras de vivir la
relación con la divinidad.

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Equidad de Género

MAPA CONCEPTUAL DE LA UNIDAD

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Equidad de Género

CAPÍTULO 1.

DISCURSOS SITUADOS: LA CONSTRUCCIÓN DE


REPRESENTACIONES SOCIALES Y LA EQUIDAD DE
GÉNERO

La cultura engloba todo lo que somos, pensamos y la manera como interpretamos el


mundo. Por ello, las propuestas de equidad de género y justicia social, siempre
requieren ser interrogadas teniendo en cuenta la manera como su realización se
relaciona con la deconstrucción de prácticas sociales y la elaboración de nuevos
referentes culturales. Para este propósito, es necesario conocer cuáles son los
mecanismos de producción de significado cultural, para ello, a continuación
trabajaremos sobre la noción de representaciones sociales y su relación con la cultura.

1.1 LA CULTURA COMO AMALGAMA DE REPRESENTACIONES


SOCIALES
Los antecedentes de la noción de representaciones sociales encuentran en la obra de
Emile Durkheim, quien diferenció entre las representaciones individuales, “producidas
por las acciones y por las reacciones que se han intercambiado entre los centros
nerviosos” y las representaciones colectivas, “producidas por las acciones y por las
reacciones intercambiadas entre las conciencias elementales de que está constituida la
sociedad” (Durkheim, 1976, 73).

Estas últimas conformarían un concepto sociológico autónomo, que trascendería el


plano de la psicología individual y estaría estrechamente relacionado con la noción de
conciencia colectiva. Ésta fue pensada por Durkheim como “un sistema de creencias y
sentimientos” compartidos por los miembros de una sociedad que definen cuales deben
ser sus relaciones mutuas” y cuyos aspectos más relevantes para la cultura y la
estructura social son interiorizados como parte de la personalidad de los individuos
(Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, 1974, 30).

En 1961, Serge Moscovici, representante de la corriente de psicología social en


Francia, retomó el concepto propuesto por Durkheim, aunque éste era utilizado
implícitamente por algunos antropólogos franceses. Moscovici usó el término
representación social para referirse a:

[...] una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración


de los comportamientos y la comunicación entre los individuos. La
representación es un corpus organizado de conocimientos y una de las

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Equidad de Género

actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la


realidad física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de
intercambios, liberan los poderes de su imaginación (Moscovici, 1979: 17).

En la teoría de Moscovici, la representación -como forma de conocimiento- supone una


relación entre un sujeto y un objeto, que puede ser material, psíquico o social (Viveros
1993:241). Sujeto y objeto no se encuentran separados funcionalmente, por el
contrario, “un objeto es ubicado en un contexto de actividad desde que él es lo que es
porque en parte es considerado por la persona o el grupo como una extensión de su
conducta” (Moscovici, 1982: 141. Citado en González, 2002: 111). En este sentido, la
representación no es el reflejo de una realidad definida sólo por sus características
objetivas, sino que lo real se configura mediante procesos de subjetivación social a
través de los cuales el mundo adquiere sentido para los sujetos (González, 2002).
Sobre este punto Denise Jodelet, alumna de Moscovici y una de las principales teóricas
de la psicología social francesa, señala:

[...] hay nuestro mundo exterior, que existe, no se puede negar, no se puede
poner en cuestión, para mí en todos los casos, la existencia de un mundo que
será exterior a la conciencia. Pero este mundo está constituido a través de la
vía de la interpretación y de la construcción de los sujetos sociales (Jodelet,
2003: 4).

El antropólogo Stuart Hall argumenta que la representación es una parte del proceso
mediante el cual el significado es producido e intercambiado entre los miembros de
una cultura. Esto se realiza en dos momentos, la creación de representaciones
mentales, que relacionan objetos -materiales, ideas, acontecimientos- y conceptos, y
su comunicación por medio del lenguaje.

El autor señala que existen tres grandes enfoques en las teorías de la representación,
el intencional, el mimético y el construccionista. El primero propone que el significado
es lo que su autor desea comunicar con él, esto quiere decir que el lenguaje es una
especie de juego privado, donde el sujeto otorga sentido al mundo de acuerdo a sus
deseos. Este enfoque desconoce la dimensión social de los significados que, si bien
cambian de un individuo a otro, son elaborados de acuerdo con las normas y
convenciones lingüísticas establecidas por la cultura.

El enfoque mimético dice que el significado emana de los objetos, es decir, éstos
contienen una esencia que los define. La perspectiva construccionista señala que las
representaciones son construidas socialmente. Según este enfoque, el significado no
proviene del mundo material, sino de los sistemas lingüísticos que utilizamos para
representar conceptos, que se relacionan a través de los diversos esquemas culturales
de clasificación.

En síntesis, retomando los aportes de Moscovicci y Hall, las representaciones sociales


pueden ser entendidas como un tipo de conocimiento construido histórica y
culturalmente por sujetos-individuales o colectivos- ubicados dentro de relaciones de
clase, género y cultura. Éste es utilizado por las personas para relacionarse con su
contexto y dotar de significado la práctica social. Aunque las representaciones son
elaboradas de acuerdo con especificidades individuales, éstas tienen un carácter
colectivo, en tanto son edificadas a partir de los esquemas compartidos de
simbolización que hacen posible el intercambio de significados entre las personas. Las

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Equidad de Género

representaciones incluyen actitudes, percepciones, ideas y explicaciones que los


individuos dan al mundo y a sus experiencias particulares. Permiten la construcción de
la ciencia, los mitos y las ideologías, en un sentido amplio, éstas son formas de
clasificación y representación que organizan los saberes producidos por los sujetos.
Las representaciones sociales pueden entenderse como un mecanismo de construcción
de conocimiento cultural. En el caso de las representaciones de género es posible
identificar algunos escenarios donde se construyen principalmente estas formas de
percepción del mundo y atribución de significados, como la escuela, la familia y la
espiritualidad. Ahora bien, en cada uno de estos ámbitos específicos de construcción
de conocimiento es diferente en los grupos humanos. Así pues, es diferente la familia
en entre los pueblos indígenas y los pueblos afro, es distinta la espiritualidad andina,
que la espiritualidad que puede elaborarse en un contexto urbano.

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Equidad de Género

CAPÍTULO 2.

GÉNERO, RELIGIÓN Y ESPIRITUALIDAD


La espiritualidad es uno de los ámbitos donde se construyen representaciones de
género y, por ende, uno de los que reproduce imágenes que, o bien pueden contribuir
a la subordinación de sujetos como las mujeres, o aportar a la transformación de
desigualdades.

Existen múltiples formas de espiritualidad, cada una de acuerdo al contexto cultural en


que ha sido desarrollada. En la experiencia cristiana, la espiritualidad ha sido estudiada
a partir de los elementos que proporciona la teología, como área de conocimiento que
pretende comprender la divinidad a partir de métodos filosóficos. Se trata de una
disciplina que cambia de acuerdo a los contextos sociales, históricos y políticos, y los
retos planteados por los movimientos sociales, las transformaciones culturales, el
devenir de los tiempos y la relación con otras disciplinas y corrientes de pensamiento.

2.1 La Teología de la Liberación y Teología Feminista

Durante el siglo XX, la teología católica experimentó uno de los cambios más
importantes de su historia, que consistió en el advenimiento de una nueva corriente de
interpretación y acción teológica nacida a partir de los desarrollos del Concilio Vaticano
II y de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano realizada en Medellín (1968): la
teología de la liberación.

Esta tendencia se propagó rápidamente entre el clero y la feligresía latinoamericana y


llegó a constituir un movimiento social fuerte y autónomo, que implicó una
transformación estructural en la manera como se entendía hasta el momento el papel
de la religión y de la iglesia católica. La teología de la liberación cuestionó las ideas de
resignación presente en la doctrina católica y promovió una mirada según la cual la fe
es un factor de cambio, movilización y transformación en la búsqueda de la justicia
económica y social.

Son muchos los desarrollos hermenéuticos que aportó la teología de la liberación,


entre los cuales se encuentran, fundamentalmente: la opción preferencial del trabajo
teológico con los pobres y por la emancipación, establecida formalmente en la
conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla. Esto implicó una re-
significación del principio de amor a Dios y al prójimo, entendiéndose ahora el prójimo
como el compañero con el cual se sentía solidaridad y se transformaba cotidianamente
la vida. La opción preferencial por los pobres fue establecida formalmente en la II
Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968) y ratificada en la III
Conferencia en Puebla (1979), como se señala en los documentos de esta última:

La inmensa mayoría de nuestros hermanos siguen viviendo en situación de


pobreza y aún de miseria que se ha agravado(*). Queremos tomar conciencia
de lo que la Iglesia latinoamericana ha hecho o ha dejado de hacer por los
pobres después de Medellín, como punto de partida para la búsqueda de pistas

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Equidad de Género

opcionales eficaces en nuestra acción evangelizadora, en el presente y en el


futuro de América Latina. 4

En este contexto, la conversión cristiana y el trabajo misionero adquieren


dimensiones diferentes, implican “hacerse hermano con el pobre”. Por tanto, se
cuestiona la idea de la caridad cristiana y se pasa a una concepción de solidaridad,
según la cual en el trabajo con los pobres se está construyendo el reino de los cielos y
sanando la injusticia como pecado social.

A pesar de su carácter emancipatorio, la Teología de la Liberación presentó un vacío


en relación con su interpretación de la situación de las mujeres, porque en su opción
preferencial por los pobres no se toma en cuenta que las mujeres viven injusticias de
manera diferencial y que éstas tienen relación con las imágenes patriarcales de la
divinidad y las identidades de género que se han promovido históricamente. Así pues,
las ideas de un dios varón y todopoderoso, y de que el pecado original ingresa al
mundo humano por la vía femenina han servido para justificar la sumisión de las
mujeres y el control de su cuerpo y de su sexualidad.

En relación con los vacíos de la teología de la liberación para la experiencia femenina,


Elina Vuola (2000: 209-210) plantea:

De esta forma, la teología moral o la “ética de la liberación” en el


contexto de la TL o la teología de la liberación como tal, primeramente,
no aborda todas las cuestiones de ética sexual ampliamente; y segundo,
cuando se consideran estos temas el razonamiento en gran medida
sigue la enseñanza oficial, tradicional, que también ha sido afirmada por
los obispos católicos latinoamericanos. Esto sucede por lo menos con las
teólogos católicos. Existe un conflicto aparente entre el razonamiento
abstracto sobre temas de ética sexual y el supuesto punto de partida de
praxis, en el cual los problemas concretos de los pobres constituyen
tanto la base para la ética como para teología. Nuevamente esto parece
señalar la falta de reinterpretaciones alternativas en el área de la
antropología teológica, especialmente en lo que concierne a las
relaciones hombre-mujer y a la sexualidad. “El pobre” como una
categoría homogénea, principalmente productiva (no reproductiva, de
género) podría inclusive evitar tales reinterpretaciones en la TL.

Con estas inquietudes, algunas teólogas que participaban de la Teología de la


Liberación retomaron los aportes de las organizaciones de mujeres y feministas y
comenzaron a elaborar una propuesta de hermenéutica bíblica desde la experiencia de
las mujeres. El nombre que se le asigna a la Teología Feminista varía, se habla de
teología de la mujer, teología desde la óptica de la mujer, entre otras. La teóloga Elsa
Támez prefiere hablar de Teología Feminista de la Liberación.

La teóloga mexicana María del Pilar Aquino (1998) señala los siguientes momentos
claves en la historia de la Teología Feminista latinoamericana:

4
CELAM. Iglesia misionera al servicio de la evangelización en América latina. Disponible en:
En: http://www.vicariadepastoral.org.mx/5_celam/3-puebla/puebla_25.htm#11. [citado diciembre 13 de 2010]

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Equidad de Género

• México -1979: Encuentro Mujer latinoamericana, iglesia y teología. En


este espacio teólogas de diferentes países se reunieron para reflexionar y sobre
la experiencia de fe de las mujeres en relación con sus compromisos con la
justicia social.

• Buenos Aires -1985 Encuentro latinoamericano de teología desde la


perspectiva de la mujer, enfocado a construir las categorías analíticas que
permitieran interpretar la experiencia de fe de las mujeres desde la propia
conciencia de género.

• Encuentro de enlace Hacer teología desde la perspectiva de las mujeres


del tercer mundo (México, 1986): al que asistieron teólogas de diversos
lugares del mundo como Asia, África y América Latina y elaboraron propuestas
de acción desde una perspectiva liberadora para la sociedad a partir de la
experiencia de las mujeres.

• Encuentro de consolidación y avance Espiritualidad para la vida: mujeres


contra la violencia (Río de Janeiro, 1993), momento en que se consolidó una
apuesta por la transformación de las violencias contra las mujeres y la alianza
de las teólogas feministas con organizaciones de mujeres y feministas.

2.2 La hermenéutica feminista como forma de construcción de


espiritualidades no excluyentes

El pensamiento teológico feminista hace una crítica de las imágenes de la divinidad, los
contenidos y de las prácticas que no valoran lo femenino y, de esa manera, pone en
práctica el sentido liberador que para las mujeres puede entrañar el conocimiento y
estudio teológico con perspectiva de género. En esta labor, Elsa Tamez, propone tomar
en cuenta los siguientes aspectos, al abordar la problemática que trata un texto:

• Un análisis socio-político-económico desde la perspectiva de las mujeres.

• Un análisis religioso-cultural desde la realidad de las mujeres, que incluya una


crítica a la cultura dominante, análisis de la resistencia de la mujeres, estudio
crítico de ideas fundamentalistas.

De acuerdo con la teóloga brasileña Silvia Regina Lima de Silva (2007), para realizar el
análisis teológico feminista, las mujeres cuentan con dos herramientas que permiten
comprender el papel de las mujeres en la tradición cristiana:

• Analizar la Biblia como discurso, lo que implica de-construir los referentes


que en ella han justificado la discriminación contra las mujeres y reconstruir
nuevos discursos que expresen prácticas de liberación para ellas. Al respecto
señala la teóloga brasileña Ivone Gebara (2002, 225):

Ante todo, hablar de feminismo en teología y hacerlo desde una


hermenéutica del género ha supuesto introducir la necesidad de
una antropología más inclusiva y contextualizada del ser humano.
La fenomenología del mal en lo femenino nos ha permitido
acceder a historias concretas por medio del discurso de las
mujeres acerca de su propio dolor y de sus esperanzas. Eso

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Equidad de Género

también ha supuesto la necesidad de tomar en serio nuestra


historia pasada y presente. En ese sentido, desde un punto de
vista teológico, se nos invita a creer en la fuerza del espíritu
creador y no sólo conservador de las tradiciones. Este punto de
vista nos lleva a relativizar nuestra lectura patriarcal de la Biblia y
nos permite introducir nuevos enfoques y puntos de referencia.

• La actitud de “sospecha”, no olvidando nunca que fue escrita en un contexto


patriarcal, y que deben ser reinterpretados muchos de sus pasajes a la luz
de las experiencias cotidianas y las nuevas reflexiones de las mujeres.

La teología feminista, como corriente liberadora y camino para construir una sociedad
justa y equitativa para las mujeres, nos propone varios retos, entre los cuales
podemos señalar los siguientes:

• Revisar los discursos cristianos y la manera como se representan a las mujeres


en ella.
• Revisar los planteamientos sobre el cuerpo, la sexualidad y la reproducción
desde la experiencia de las mujeres y sus necesidades actuales.
• Motivar la aparición de nuevos contenidos sobre la divinidad, desde una mirada
incluyente y no patriarcal.
• Reconocer a las mujeres como interlocutoras válidas en la construcción de
nuevas interpretaciones teológicas.
• Promover un concepto amplio de liberación y emancipación, que incluya la
transformación del patriarcado.

Muchas mujeres han bebido de las fuentes de la teología feminista en la construcción


de sus apuestas organizativas y de construcción de equidad de género. En América
Latina, el movimiento de Católicas por el Derecho a Decidir constituye desde hace más
de diez años un referente en la articulación de una mirada crítica a la espiritualidad
patriarcal y la elaboración de propuestas concretas para el ejercicio de los derechos de
las mujeres, sobre una base de igualdad y equidad.

SÍNTESIS DE LA UNIDAD

En esta unidad, el objetivo ha sido revisar la cultura como proceso de construcción de


representaciones sociales sobre lo femenino y la espiritualidad como un campo
específico mediado por esas representaciones culturales. En la revisión de la
espiritualidad hemos estudiado algunos de los elementos de la teología de la liberación
y la teología feminista, observando cómo la primera aporta unos elementos
importantes para la construcción de una sociedad más justa, pero olvida las
contradicciones de género.

La teología feminista viene a colmar ese vacío epistemológico proponiendo una revisión
del contenido patriarcal de la espiritualidad y de los textos bíblicos, con miras a la
construcción de justicia de género y una vida libre de violencias contra las mujeres.

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Equidad de Género

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