Conferencia Marcelo Vinar Adolescencia
Conferencia Marcelo Vinar Adolescencia
Conferencia Marcelo Vinar Adolescencia
Biblioteca On-line
Marcelo N. Viñar1
Abril, 2005.-
El escenario es peligroso. La tentación predicadora y legislante del geronte (el viejo) sabio
y experiente, ha sido una tentación diabólica ejercida durante siglos. Espero no caer
demasiado en ella. La seducción que implica haber sido escogido para exponer este tema y
abrir un Coloquio sobre Adolescencia en este grupo prestigioso implica - desde la posición
histérica que a todos nos constituye - un anzuelo al feo vicio del narcisismo, al que es
difícil sustraerse.
Esta fue mi primer operación mental para pensar el tema. Tener presente la tentación de
predicar y el mandato de no hacerlo. Ya que esta cosa pública y casi obscena que tienen
los Congresos y los Coloquios, que fomentan la cultura del espectáculo; tienen también la
ventaja de articular el exhibicionismo- voyerismo con la curiosidad, y la invitación de
Nilde y Alceu me estimuló a leer y pensar como quizás no lo hubiera hecho sin el desafío
de tener que exponerme ante Uds. (Manuels Castells, Andreas Huyssen, Norbert Lechner,
1
Miembro titular de la Asociación psicoanalítica del Uruguay
Monique David Menard, Zygmunt Baumann, José Pedro Barrán, fueron mis referentes
principales.)
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Ellos hablan por sus actos y sus producciones culturales, por sus conductas de riesgo, por
sus estilos vestimentarios y musicales que en general desconciertan, que fascinan o
desagradan al establishment, por sus tatuajes y sus piercing, por sus aptitudes y rapidez
adaptativa al mundo de la informática. Por su tiempo interminable - quizás adictivo - a la
computadora y el Cybercafé. Por lo menos en la juventud de nuestra clase social.
Somos nosotros, adultos atónitos por los cambios, que buscamos la reflexión. Pedirles a
ellos - los jóvenes - que den cuenta reflexivamente de sus acciones, de sus actos y
conductas es un contrasentido, un verdadero dislate. Como detener al viento y al fuego -
que expresan lo que son en el acto mismo de realizarse y consumirse - que se detengan
para solicitarles sus datos de identidad.
Sin embargo, esta triangulación entre el testigo (un viejo) hablando de los protagonistas
(los jóvenes), es legitimable si logramos eludir la tentación autoritaria y la demagógica.
Terceridad como el descentramiento o intervalo que distingue la introspección o el
autoanálisis (espacio dual) de un genuino espacio analítico (espacio ternario), que busca -
en la transferencia - hacer coexistir una intimidad cómplice con la independencia y hasta
extrañeza de los actores.
Posición descentrada que es propia del psicoanálisis, buscando las opacidades de ese
sabido no pensado. Los jóvenes hacen la historia, la construyen. Nosotros la comentamos y
tratamos de reflexionar con nuestras observaciones más o menos torpes o sagaces.
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1.2. ¿Qué "objeto" miramos? ¿Cómo lo miramos?
La adolescencia, la juventud, son objetos (de reflexión) que al pensarlos los construimos.
No hay objeto referencial fuera del que constituimos con nuestra reflexión. No se puede
tratarlos como a los objetos de la naturaleza – donde el referente es consistente y
extradiscursivo -, sino como un objeto que configuramos y transformamos mientras los
pensamos. Doy un ejemplo: el objeto onírico (el soñar) no es el mismo antes de Freíd, que
después.
Se trata entonces de formular preguntas pertinentes para cambios que nos tienen
asombrados y en jaque, más que dar respuestas, consejos o consignas ideológicas del
eterno conflicto intergeneracional, que siempre demuestra lo mismo: que el mundo de
antes era mejor, y que nosotros (los viejos) sabemos y ellos (los jóvenes) no saben.
Tampoco lo contrario, la posición de un juvenilismo demagógico: todo lo de los jóvenes es
"wonderful" y nosotros los contemplamos en reiterados orgasmos voyeristas.
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El tema que me asignaron no sólo desborda mi persona, sino que abarca, pero excede al
psicoanálisis y convoca a todas las ciencias humanas, que yo prefiero llamar ciencias del
sujeto, porque sus referentes esenciales son discursivos, es decir producciones de la
mente humana, individual y colectiva.
Más que en una lógica aristotélica, sustancialista, conviene que pensemos en términos de
lógica significante. Entonces el registro cambia. Nadie puede decir soy psicoanalista en
una lógica de estabilidad parmenideana. Es como el amante, que para amar tiene que dar
pruebas de ello cada vez, de manera fugaz, no duradera, no almacenable. Aunque en la
serie interminable - como en cualquier artesanía - la búsqueda del inconsciente conquista
destrezas, inventa pericias que a veces mejoran la performance. A esto le llamamos
experiencia y nos permite distinguir un analista avezado de otro principiante. Aunque
también usemos esto para mostrar (nos) como somos más perspicaces que los demás.
Megalomanía etnocéntrica obliga.
En rigor el psicoanalista no tiene estatuto de tal, sino en el instante fugaz y frágil que algo
de la lógica inconsciente y de su causalidad pueden instalarse en el vínculo analítico y a
través del trabajo analítico (perlaboración), lograr efectos de cambio psíquico.
Esta primacía o anterioridad del mundo natural precediendo nuestra comprensión, tiene
todo el peso de la tradición del modernismo - que fue una creencia fundante durante dos
siglos (que incluyen a Freud y sus contemporáneos) - y es una creencia que debe hoy ser
superada o eludida. Biología y cultura operan sinérgicamente, en concomitancia, en
interacción compleja. La naturaleza no se puede intronizar como referente objetivo de la
acción y razón humana. La acción humana es una construcción, no una entelequia
observable. Esto no es una premisa epistemológica abstracta, sino que es operante y eficaz
en el sentido de definir esencias y naturalizar lo social, cuando lo que importa es marcar
flujos y secuencias lógicas. Estas premisas (epistemológicas y políticas) son de una
gravitación crucial y marcan una línea divisoria entre corrientes actuales del pensamiento
psicoanalítico. Nuestra pretensión no es explorar un mundo tal cual es, como si fuera
unitario y coherente, sino explorar fragmentos de mundos posibles donde conocer y
transformar entran en resonancia y afinidad lógica como lo que conocemos en el cambio
psíquico del proceso analítico. Lo propio de lo humano es entonces un proceso de
producción y creación en perpetua reformulación y re-elaboración.
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En tiempos pretéritos los ritos marcaban la edad donde se pautaba el pasaje de la infancia
a la vida adulta. En el siglo XX , el significativo aumento de la expectativa de vida al
nacer, (es decir ciclo vital más largo) y la complejidad de la capacitación para los oficios,
fueron desplegando, prolongando a la adolescencia, esa etapa intermediaria de moratoria
social hacia la autonomia . ¿Hasta qué edad se es adolescente? ¿Qué criterio lo
determina? ¿El desarrollo puberal? ¿La iniciación sexual? ¿La pareja estable y el
matrimonio? ¿El auto sustento por el trabajo rentado? Hoy más que nunca los criterios
son difusos o equívocos. La adolescencia se prolonga. ¿Podrá volverse interminable?
Para fijar criterios se necesita la función referencial del Gran Otro (de un Código).
Operación en la que cada sujeto se adueña y apropia de sí mismo en la medida en que
dispone de reglas y criterios para significar el mundo en que vive.
2
Porzecanski, Teresa. Vida privada e intimidad en el contexto de transformaciones de las estructuras
familiares. Artículo publicado en la Revista "LAPZUS" Nº2, 2ª época - Semanario Brecha. 2004, Pág. 9.
Porque la juventud es eso, el momento fundante, la declaratoria fundacional, (explícita o
no, declamada o secreta), donde cada quien escoge y tramita el conjunto de prescripciones
y proscripciones que harán la brújula de su trayectoria vital.
Postula Danny Robert Doufour, que el Gran Otro del siglo XX, (de la modernidad y la
ilustración), fueron la Iglesia y el Estado, que pautaban un orden: (a respetar o a
transgredir y a subvertir). Actualmente este tiempo que llamamos post modernidad, no se
caracteriza sólo por los cambios de un orden establecido, sino porque los sujetos que
advienen a su adolescencia y a su juventud, no tienen marcos referenciales claramente
definidos con los que tramitar sus sujecciones y rebeldías. Hay crisis de los garantes
metasociales, que hoy están fallantes o abolidos o son múltiples y fragmentados. Por eso
se habla del fin de los grandes relatos y de la muerte de las ideologías.
Lo que en los jóvenes de hoy llamamos cultura de la urgencia y cultura de lo ilimitado, con
pasajes al acto (agresiones sociopáticas) o pasajes al cuerpo (adicciones, trastornos
alimentarios), cuadros que expresan o traducen la crisis de una relación armónica entre el
sujeto y su mundo. Hechos donde lo íntimo y lo colectivo se acompasaban. Hoy, la crisis
de los referentes exigen a cada sujeto un mayor trabajo en el parto de su singularidad, que
cuando fracasa produce las patologías que están en auge, y que tienen como común
denominador el sobre-calentamiento de una actualidad candente, sin despliegue
diacrónico hacia el pasado y el proyecto. Personalidades fácticas encadenadas al
acontecer actual y sin capacidad de desplegar el tríptico presente, pasado, futuro. Al día
de hoy es función del trabajo analítico reabrir ese espacio diacrónico, suprimido por la
urgencia y el vértigo de una actualidad quemante.
La iniciación genital se da en edad cada vez más precoz. El par masculino activo –
femenino pasivo y expectante, hace rato que trastabilla. La pastilla y los otros métodos
anticonceptivos sustentan materialmente la posibilidad de disociar embarazo y goce
sexual, abandonando el carácter transgresor y pecaminoso que tuvo desde San Pablo
hasta la modernidad. El pecado del cuerpo ya no existe y la represión libidinal que motivó
las primeras consultas, no es más un motivo válido. En nuestra juventud, tener "rancho y
conchabo" (casa y trabajo) eran requisitos para aspirar a una pareja estable, hoy a la
inversa, el disfrute sexual se anticipa a lograr trabajo y sustento estables ¿Pueden éstos
cambios no afectar la mente y las trayectorias de vida?
Trabajo: En materia laboral, desde aquél punto de partida en nuestra generación, en que
la dirección vocacional duraba la vida entera en un sendero marcado por la continuidad,
los jóvenes más exitosos de hoy, recorren un itinerario fraccionado en distintos países,
empresas y sistemas diferentes, es decir por un destino marcado por la discontinuidad y
quizás algún desarraigo como su corolario. El trabajo de Marcio Govanetti3 ilustra al
respecto.
Los más dotados o suertudos encuentran su lugar, pero el progreso tecnológico (la
automatización y robotización) muestran su cara ominosa, promoviendo que en los
grandes números la mano de obra humana sea menos importante y más prescindible en la
transformación de materia bruta a producto elaborado. Este cambio en el proceso
productivo material, tiene efectos societarios, porque la inserción laboral, no es solamente
fuente de subsistencia, sino de dignidad y de inserción en una red humana de pertenencia.
El desempleo y la marginación tiene efectos desbastadores en al organización subjetiva.
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La lógica que conecta el hecho particular con la comprensión que lo significa son casi
antinómicas. Por eso siempre sostengo que la investigación empírica es epidemiología y
no investigación psicoanalítica. Se trata de preservar diferencias y afinidades, sin oponer
ni entreverar la especificidad de los enfoques.
****
2.2. La construcción del tiempo social y su internalización.
Acotados por el tiempo disponible y por mi capacidad, me pareció relevante para el tema
de hoy, sesgándolo en el enfoque de un psicoanalista, recortar y enlazar dos ejes de
desarrollo: la construcción del tiempo social y del tiempo vivencial en el mundo de hoy,
para interrogarnos sobre la memoria, personal y colectiva y los procesos de construcción
identitaria. Me parece un capítulo de historia contemporánea donde el Psicoanálisis está
involucrado.
Aunque es propio del momento juvenil la realización en acto de sus ímpetus, un cierto
relato o correlato discursivo de esta impetuosidad, daba lugar a un reducto para el
disfrute de la novela personal. Esta era la pauta a la que yo estaba acostumbrado en mi
mismo, en mi entorno, en mis pacientes. Éramos cuenteros, fabricantes de novelas.
A esta mirada nostalgiosa de mi juventud gastada – y digo gastada, bien usada, no digo
perdida – la consigna del presente parece compactarse en la fórmula jocosa y elocuente
del ”no sé lo que quiero, pero lo quiero ya”. Cultura de lo efímero, aceleración del tiempo
vivencial, parecen ser lo propio de la sociedad actual. Porque no se puede pensar la
juventud y la adolescencia, como una entidad circunscribible en términos etarios, sino
como un engranaje, tal vez el más elocuente de la sociedad en su totalidad. La
adolescencia es el espejo de la sociedad, dice Jeammet, pero más que eso, yo pienso que es
un fusible, allí donde hacen cortocircuito los flujos de corriente más excesivos. Es al
interior de la convulsión de estos referentes sociales que se organiza la subjetividad y la
psicopatología.
No puede hoy organizarse de la misma manera la Novela Familiar del Neurótico, porque
las "huellas" que buscan forjar su figurabilidad y representabilidad a través de la censura,
no pueden atrapar los mismos restos diurnos que antaño, porque las funciones parentales
han cambiado, porque han cambiado las reglas de lo permitido y lo prohibido y porque la
construcción del tiempo psíquico se apoya en códigos diferentes.
Yo sé bien que la Memoria y el Relato que busca el freudismo no es la misma memoria que
exploran las ciencias sociales. Pero lejos de situarme en contraponerlas, el asunto es cómo
articularlas reconociendo la heterogeneidad de su textura (digamos telegráficamente que
la "huella mnésica" (inconsciente) comienza donde se detiene el recuerdo consciente).
Están pues, en relación de sucesión excluyente.
" Es en este contexto que aparece lo que Ulrich Beck denomina libertad biográfica
del individuo; o sea el poder de decidir respecto de la vida propia. Ello llena al
sujeto de nuevas alternativas y lo coloca bajo responsabilidades nuevas. Mientras
que, por ejemplo, en la Edad Media, la mayor parte de la vida de cualquier
individuo estaba decidida de antemano por su genealogía y por la inscripción social
de su condición, las sociedades contemporáneas afluentes producen un sujeto que
puede hacer sobre su biografía casi cualquier transformación: cambiar de
nacionalidad, de aspecto físico, de ocupación, y hasta de género, elegir vivir solo o
en pareja, de manera ortodoxa o heterodoxa, tener o no tener descendencia, etc.
Todas estas alternativas pueden leerse como una ampliación de la democracia
política a la vida privada e incluso íntima de los sujetos contemporáneos, aunque
provoquen la angustia de tener que hacerse responsable de la propia suerte, sin
poder delegarla en instituciones, clanes y sistemas de parentesco, grupos de
referencia o sistemas normativos predeterminados."4
Entonces, la misma noción de Novela (de la literatura o del neurótico) es hoy diferente que
antaño. No es lo mismo leer a Chejov o Alejandro Dumas que a Kafka. La secuencia
narrativa, la construcción del relato, su continuidad, progresión y dirección han
cambiado. Antes el neurótico joven nos contaba su vida, nos contaba un cuento de
4
Porzecanski, Teresa. Op cit. Pág.12.
padecimiento, hoy narra convulsivamente su crisis de pánico, u otros síntomas u reclama y
exige con urgencia los antídotos. Construir un espacio conversacional humano, que
antaño era un punto de partida, es hoy una conquista laboriosa, saber qué trae y qué
busca el sujeto que consulta, mas allá de la inmediata resolución de su trastorno. (¿Qué
hacen analistas y paciente?, se pregunta Freud en un epígrafe. Dialogan, se responde)
Hace rato que pienso en el tema y en lo que he cogitado de la crisis del Psicoanálisis en el
mundo de hoy, es que hay poca novela y que es función de nuestro oficio restablecer y
reparar ese espacio - el de novela - (el de la mimesis) carcomido, corroído por algunas
tendencias del mundo de hoy, que me empeñé en describir a lo largo de este trabajo.
La memoria no es un lente retrospectivo, como cámara fija ante los clishés infantiles. La
memoria en psicoanálisis es percepción del tiempo, del devenir. No de aquello que fue,
sino que sigue siendo, como relación y eventual causalidad entre pasado, presente y
porvenir.
En 1936, en El Narrador6, Walter Benjamin expone la tesis (que yo percibo afín a una
sensibilidad freudiana), sobre "la desaparición de la comunidad de oyentes" con lo que se
jerarquiza la función del grupo como soporte identitario. Benjamin subraya la necesidad
5
Lechner, Norbert. Política de lo Subjetivo.
6
Benjamín, Walter. El Narrador. En: Para una crítica de la violencia y otros ensayos. Ed. Taurus, Madrid,
1998. Pág.111.
humana de compartir e intercambiar experiencias, como condición esencial de la
convivencia humana. Algo de esto está averiado en el mundo actual. Por expresarlo de
modo elemental, las coordenadas espacio temporales, de lazos familiares, barrio, escuela,
club, que fueron hasta hace poco referentes estables de personalización, están
pulverizados en el mundo actual, al menos no tienen la misma consistencia y continuidad.
El almacenero (o cualquier comerciante) de mi barrio sabía mi nombre y yo conocía el
suyo, hasta sabía alguna de mis picardías y el maldito me denunciaba. Nada de esto
ocurre con la cajera del hipermercado o de la tienda, que aunque nos tutee y hasta nos
bese (aunque con un gesto robótico), tendremos con ella una relación anómica y sin
ternura. Los mendigos son tantos que desaparecen del campo visual, (la distracción
cortés) si no sería insoportable. Para decir lo mismo doctamente, citando a Norbert
Lechner7, que "los mapas mentales tradicionales (familia, trabajo, proyecto) son obsoletos
y los nuevos códigos son aún borrosos e inseguros". Hay orfandad de códigos
interpretativos, se añoran las certezas de antaño donde se forjaban y sostenían identidades
estables. Hasta aquí hablo con palabras de Lechner.
"K. Gergen destaca la saturación social que emerge del incremento radical del
número de relaciones personales que establece el sujeto urbano contemporáneo.
"Hace un siglo las relaciones se circunscribían básicamente al perímetro de las
distancias que podían recorrerse sin cansancio. La mayoría eran personales y tenían
lugar en el seno de las pequeñas comunidades, la familia, el vecindario, el pueblo
donde uno residía. "(31) En contraste, la vida contemporánea "es un mar turbulento
de relaciones sociales. Palabras de toda índole resuenan (...) procedentes de la
radio, la televisión, los periódicos, el correo postal o electrónico, el teléfono, el fax,
los letreros luminosos, etcétera. Oleadas de rostros nuevos aparecen por doquier
(...) y su presencia en la televisión es incesante e incandescente."(32) El proceso
lleva a una gradual desaparición de las relaciones cara a cara, sostenidas y
responsivas a favor de una enorme cantidad de contactos efímeros y siempre
nuevos. Ello repercute en un tipo de intimidad compuesta por lazos afectivas
transitorios y menos comprometidos con proyectos de larga duración (33) que son
la característica de la contemporaneidad.
7
Lechner, Norbert. Op cit
El movimiento de la intimidad hacia fuera termina sin embargo, revirtiéndose, pues
el sujeto se satura rápidamente, por lo que busca replegarse en una situación que no
esté interferida por la invasión de lo público. Es en ese espacio que pretende
construir una nueva individualidad, no masificada o no estandarizada, un lugar
desde donde "reivindica el cultivo de lo privado o de lo íntimo (...) como lugar de
desarrollo de la personalidad y como espacio de libertad" en el sentido de "vivir
una existencia auto impuesta y no ordenada por otros" (34) En términos generales,
el vuelco de la intimidad a la esfera pública provoca un vaciamiento de los
contenidos simbólicos de esa misma intimidad, La subjetividad se vuelve
subsidiaria de la disponibilidad del afuera, y consumidora preferente de
imaginarios producidos para el entretenimiento y el placer."8
8
Porzcanski, Teresa. Op cit. Pág. 12-13
patriarcal tradicional, debe tener consecuencias para la sociedad y la mente, que no
podemos capturar solo con la glosa de un tradicionalismo freudiano y es un desafío a
nuestra sagacidad progresar en esta dirección.
Concebimos el presente - la actualidad del psiquismo - como una articulación entre las
ataduras del pasado (path-dependence) y los anhelos del futuro. Un cierto equilibrio entre
la continuidad y los cambios es necesario para el autoreconocimiento de una mismidad en
el tiempo, de una mismidad en el cambio (El trabajo de Marcio Giovanetti sobre la
"Hospitalidad en la clínica Psicoanalítica"9 ilustra este propósito)
En la experiencia del tiempo vivencial se hace necesaria una cierta duración y repetición
que sostenga el cambio, la innovación y la fulgurancia del instante, con una cierta
permanencia en la continuidad del ser. Si ese ritmo se consigue, el sujeto puede asimilar
una experiencia historizable, asimilable. Si los referentes son demasiado móviles o
inseguros, o imprevisibles, se consumen en una realidad evanescente que no inscribe
marcas, con un protagonismo de lo inmediato, de lo instantáneo. Entonces, tejer la sintaxis
entre pasado y futuro, resulta problemático y el sentimiento de discontinuidad y
fragmentación de la experiencia puede ser abismal, y en lugar de un futuro anhelado,
9
Giovanetti, Marcio. Op cit
como localización de un proyecto, el futuro aparece como desconocido, sin promesa y
desolador.
*****
Estamos lejos del modelo de la "sociedad tradicional" en la que la generación que llega,
reproduce y continúa lo que los ancestros dijeron e hicieron. Vamos cada vez más rápido
de la tradición a la innovación, (trato de hacer semiología descriptiva no valorativa). La
tensión entre tradición e innovación, entre memoria y modernización, es parte constitutiva
del conflicto generacional desde tiempos inmemoriales. Conflicto fluido o violento entre la
tradición y la promesa de novedad que traen los jóvenes. En la actualidad mi temor no es
al conflicto, sino a su ausencia. Hobsbawn sostiene que nunca como ahora hubo tan poca
preocupación por la herencia de la tradición, más bien los recursos audio-visuales llevan
a una musealización del presente. Vivimos sin legado ni testamento dice Paul Celin. Por
otra parte nuestra generación, arrobada por la belleza juvenil (con todo el despliegue de
la medicina, la higiene y la cosmética para vivir jóvenes todo el tiempo) está en posición
admirativa, y el juvenilismo reemplaza a la gerontocracia.
3. Interdisciplina y Multidisciplina.
Como dije antes, juventud y mundo actual conciernen al Psicoanálisis y a las Ciencias
Humanas, lo que plantea el problema de la articulación trans e interdisciplina. ¿Cómo
conjugar y diferenciar la especificidad de los aportes?
¿Qué noción de interdisciplina? ¿Por qué y para qué un diálogo entre el Psicoanálisis y
las Ciencias Sociales? No con el afán de un saber acumulativo; en la creencia de que entre
todos sepamos más por yuxtaponer enfoques y hallazgos, informaciones y resultados, que
apunten a la unicidad o pretenden un saber unitario. La acumulación de hallazgos
heterogéneos es improductiva y empobrece la tarea. Es allí que el psicoanálisis cambia de
lógica y pierde su impacto propio.
El valor de un diálogo en las fronteras del quehacer habitual es que cada saber genera en
sus bordes penumbras de sentido, donde los hallazgos de disciplinas vecinas ayudan a
pensar preguntas de modo más pertinente, para problematizar nuestras prácticas de modo
renovado. Por eso me es útil leer a historiadores y sociólogos (Barrán, a Hobsbawn, a
Castells), y con ello enriquezco mi escucha psicoanalítica.
El diálogo entre disciplinas y oficios, en las ciencias del sujeto, es hoy diferente que hace
unas décadas. Los paradigmas de la modernidad apuntaban a develar la naturaleza de un
objeto con lo cual buscábamos en cada oficio un método y un objeto que propicie el
surgimiento de una monocausalidad dominante, quizás hasta exclusiva: Dios para los
creyentes, la mitología de las pulsiones para el psicoanálisis, las relaciones sociales para
el marxismo, las lógicas del poder y la exclusión, para Foucoult. O una revolución en el
método como procuró la fenomenología y el estructuralismo.
Hoy pensamos no solo en causalidades multifactoriales interactuando, modelos
complejos o caóticos y sobre todo hemos renunciado a develar una esencia (por ejemplo:
una naturaleza humana), para consolarnos con saberes fragmentarios y transitorios,
porque sabemos que lo que observamos es una construcción social en perpetua mutación
y variabilidad. De un universo platónico, donde la variación es un accidente, a la
revolución darwiniana donde la variación es la arista más importante de la realidad
natural y sobre todo humana, es decir social.
El acto de inteligir no busca entonces una explicación del mundo tal cual es, sino cómo
explorar y producir los múltiples mundos posibles para pensarlos y la variación no es un
accidente, sino la característica más relevante de la realidad natural y humana.
****
10
Gould, Stephen: El abanico de lo viviente. Ed. Seuil, París, 1997. Pp. 59
3.1. El mundo de hoy, interpelando nuestra mente.
3.1. 1. Desde el consultorio y las teorías analíticas.
Empecemos por casa. En Psicoanálisis cada quien está marcado por su filiación y sus
comienzos. Una ficción o un horizonte de los comienzos es necesaria para comprender
cuales son los problemas que nos planteamos en la actualidad.
Mis orígenes como psicoanalista están marcados por un kleinismo puro y duro, con todas
las variantes y alternativas que le dieron sus seguidores: Bion, Rosenfeld, Winnicott, y en
el Río de la Plata José Bleger y los Baranger. Todos estos autores marcan mi genealogía.
(No lo traigo como hecho autobiográfico, sino pensando en paralelos generacionales.) En
ese marco conceptual, las relaciones primarias de objeto, las derivaciones del
descubrimiento de la causalidad fantasmática, la importancia de lo arcaico y del primer
año de vida, son organizadoras de la noción de Sujeto en la experiencia freudiana (es
decir en la situación del proceso analítico), y por extensión impregnan y hasta saturan
nuestra comprensión del funcionamiento mental y del Sujeto humano.
Tomo de Pedro Boschan la alusión a Goethe diciendo: "El hombre sólo se conoce a sí
mismo si conoce al mundo y se reconoce como formando parte de él". Pensarse a sí mismo
y a los otros en simultaneidad. Mundo social y proceso analítico se dialectizan de otra
manera que en la dicotomía mundo externo - mundo interno, que propone el pensamiento
anglosajón. Esta es una reversión de perspectiva que Bachelard designaría como corte o
ruptura epistemológica. Desde allí me posiciono para enfocar nuestro tema, que convoca a
todas las ciencias humanas. Que abarca pero excede el psicoanálisis.
El riesgo de este mestizaje de sistemas, (abrir el Ello al mundo) es la sociologización de la
lógica freudiana, y el retorno a un sujeto propositivo e intencional cuando lo propio del
inconsciente es un sujeto ajeno a lo que se produce y se mueve en su interior, y que sólo
emerge (como dice J. B. Pontalis) "en una a-subjetividad trans-individual y pre-subjetiva,
exterior a la temporalidad consciente y que deja a la consciencia sin ancla ni amarra".
Por eso el carácter de extrañeza de la experiencia transferencial.
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Pero este es un desafío contemporáneo de gran relevancia en todas las ciencias del Sujeto:
¿cómo no enclaustrarse en los límites estrechos del método y el objeto que define su
paradigma, cómo no encerrarse y aún así preservar la especificidad de su mirada, en la
construcción de la observación?
No tengo la "buena respuesta" acerca de cómo cada coyuntura histórica, cada cultura y
régimen político, marcan el proceso analítico, pero si sé que no es lo mismo que el
consultorio analítico esté en San Pablo o Montevideo, que en Beyrouth o Jerusalém, o que
en Chicago o ciudad Méjico. Sé que algo de lo social y ciudadano, sobre todo de la
violencia y la exclusión, atraviesan y marcan la vida de cada quien, y marcan e impregnan
lo que acontece en la sesión. Y diacronicamente no es lo mismo analizar en la modernidad
de los 60' o 70', que en la convulsión post industrial o post moderna de la actualidad.
Sí, tengo para esto una respuesta segura. De lo que estoy seguro es que lo peor es eludir el
problema y pretender refugiarse en la torre de marfil del mundo íntimo para erigir a la
causalidad fantasmática como exclusiva.
Sobre la atopía e intemporalidad del inconsciente se han dicho muchos disparates, sobre si
es una ciencia burguesa o marxista también. Más allá de los excesos, sostener la
turbulencia en la causalidad de los emergentes, sostener un resto de opacidad e
ignorancia, es congruente con la noción de atención flotante y una leve vacuna al uso
indotrinante o catequista de las teorías analíticas.
Marcelo N. Viñar
Octubre, 2004.
Joaquín Nuñez 2946 C.P. 11300
E-mail: maren@chasque.apc-org
Montevideo - Uruguay
Bibliografía.